La manera en la que un músico se presenta a una jornada de trabajo puede ofrecer multitud de pistas. Unos aterrizan acompañados de la ubicua figura de un mánager, otros se presentan bajo el escudo de un escolta protector o, sencillamente, algunos aparecen con un séquito de gente con funciones indeterminadas. Alejandro Sanz llegó hasta el plató conduciendo él mismo su vehículo de color gris plomo, un viaje desde su casa del noroeste hasta el centro de Madrid, y se presentó un poco antes de lo previsto. “No me gusta llegar tarde. La impuntualidad es pecado”, espetó sonriendo con un guiño cómplice característico.

En Madrid hace calor. No es el calor abrasador del verano, pero en el aire siguen flotando los recuerdos de la caliente calima. Alejandro Sanz viste de sport: camisa oscura de manga corta, pantalón ligeramente holgado y zapatillas de deporte. Su andar es característico, e imposible no reconocerlo a pesar de la gorra y las gafas de sol que le cubren la cabeza y parte de la cara. A su llegada, saluda a todo el equipo (a todos) y en voz alta rompe el hielo comentando las últimas noticias acerca del futuro fichaje de Mbappé por el Madrid. “Este tío es muy bueno”, afirma contundente.

La relación de Sanz con el fútbol es curiosa. Aficionado confeso del Real Madrid, seguidor del Betis y simpatizante del Cádiz, durante años apenas mostró interés por el balón. Su padre, sin embargo, madridista impenitente, era futbolero hasta la médula. Tras fallecer don Jesús, Alejandro Sanz heredó su inusitada afición de manera espontánea, y ahora, si su agenda se lo permite, no se pierde un partido. “El futbol vino de repente y me hizo la vida un poco más feliz”, recuerda. “A mí no me gustaba el fútbol hasta que ya tenía treinta y pico. Pero mi vida giraba alrededor del fútbol. Mi padre era muy del Real Madrid y le gustaba ver hasta los partidos de tercera regional. Cuando falleció, me trasladó ese amor al balón, casi como un legado. Era muy respetuoso con el juego y los jugadores, quizás porque había sido jugador cuando era joven. Entendía muy bien la contienda sana y la rivalidad”.

"Cuando falleció, mi padre me trasladó ese amor al fútbol, casi como un legado"
alejandro sanz, portada de la revista esquire
JAUME DE LAIGUANA / Esquire
Alejandro Sanz lleva camiseta de Ermenegildo Zegna, pantalón de Emporio Armani y botas de Hermès.

Alejandro Sanz recuerda las figuras que admiraba de chico. “Mis ídolos eran Camarón y Paco de Lucía. Era poco de pelota, aunque también me gusta apreciar las virtudes de los grandes jugadores como Sergio, Zidane o Ronaldo”. Se levanta y aparca la discusión sobre la posible llegada del jugador medio en broma: “El otro día estuve cenando con el presidente [Florentino Pérez] y le dije que en el nuevo disco quería incluir un instrumento de tres cuerdas que se llama Mbappé”. Entre risas concluye: “El presidente me dijo: ‘Tranquilo’”.

Alejandro Sanz se encuentra en el plató fotográfico de Esquire a punto de iniciar la sesión para el reportaje de Hombre del Año. “Y, entonces, ¿qué hacemos?”, pregunta en voz alta mientras de reojo mira el perchero cargado de ropa. Jaume De Laiguana, el fotógrafo, le sugiere empezar por la foto de portada, a lo que Alejandro asiente bienmandado con un escueto: “Perfecto”.

Antes de empezar, el cantante coge un pequeño trozo de esparadrapo blanco y envuelve con él algunos de sus dedos, un ritual sencillo con un elemento doméstico. “Empecé a hacerlo un día por casualidad, antes de un concierto. Ahora lo hago siempre que subo al escenario”. Sanz no es supersticioso, o al menos no confiesa ninguna manía destacable, pero su esparadrapo, de alguna manera, ya forma parte de su rutina en el camerino. Ya con sus dedos vestidos, se dirige hacia el set iluminado donde le espera Jaume.

las manos de alejandro sanz
JAUME DE LAIGUANA / Esquire
Americana y jersey de Prada, y sello de Thomas Sabo.

La relación entre ambos artistas viene de lejos: en 2003, el fotógrafo y realizador catalán fue el responsable de la icónica imagen de su álbum No es lo mismo, y desde entonces no han dejado de colaborar. Laiguana desarrolló el símbolo del vaso medio lleno y medio vacío, un elemento cotidiano que subrayaba la individualidad en un momento en el que se reclamaba un pensamiento único y la diferente percepción de la vida. Aquel trabajo, sucesor de los superventas Más (el disco más vendido de la historia en España) y El alma al aire (el segundo más vendido), supuso una enésima vuelta de tuerca a la propuesta musical de Alejandro Sanz y un nuevo cambio de registro a su asombrosa carrera, un disco para todos los públicos y para todas las edades, “un disco de cero a noventa, como el Monopoly”, recuerda.

Un trabajo aclamado de manera unánime y que lo llevaría a conquistar su primer Grammy de la Academia Nacional de Artes y Ciencias de la Grabación de EEUU. Casi veinte años después, en las estanterías de su casa descansan cuatro estatuillas de la academia y veinticinco Grammy Latinos, una impresionante colección para el artista español más galardonado de todos los tiempos.

2021 es un año de celebración para él, y doble, siendo exactos: se cumplen tres décadas de su debut con Viviendo deprisa en 1991 y, además, a finales de año saldrá su nuevo disco. “Un disco con vida propia que deseo que la gente escuche tranquilamente, en paz, cada uno en su lugar”.

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Alejandro Sanz aterrizó casi por casualidad en la música, un arte al que estaba predestinado desde la cuna. A finales de los años 70, doña María, su madre, tenía la firme intención de apuntarlo a dar clases de kárate. Aquel día, el gimnasio estaba cerrado y su hijo terminó entrando en la clase de al lado. Así, por accidente, se encontró aprendiendo guitarra, instrumento del que ya no se ha separado. “Mi padre tenía un grupo y viajaba mucho. Mi madre me hubiera apuntado a cualquier cosa. Nos crió sola y había días en que estaba desesperada cuidando de dos críos pequeños”, recuerda, y apunta: “Mi madre fue salvavidas, pero mi padre, aunque estaba tiempo fuera, también peleaba la vida”.

Su primera guitarra se la regaló don Jesús. “Con ella escribí la primera canción. Más allá de tocar, lo que yo quería era componer, eso lo tenía claro”, recuerda. A principios de los años 80, Alejandro y su familia cambiaron el barrio obrero de Pueblo Nuevo por la calle del Doctor García Tapia, en el barrio madrileño de Moratalaz. Mientras el resto de chavales jugaban con el balón y la bicicleta, el niño Alejandro tocaba la guitarra, cantaba por Camarón y los críos se sentaban a su alrededor para escucharle. “Aprendí muchas cosas en la calle”, asevera.

alejandro sanz, en la revista esquire
JAUME DE LAIGUANA / Esquire
Traje de Hugo Boss, camiseta de American Vintage y zapatos de The Kooples.

En Moratalaz, Alejandro aprendió también lo difícil que es un aplauso, un reconocimiento que nadie regala. Disfrutaba del rock de AC/DC y de Paco de Lucía, de Whitesnake y de Triana, un color musical ecléctico que lo acompaña hasta hoy (“Me encanta Rajmáninof, el ruso más flamenco que conozco”, apunta). En el barrio ofreció sus primeros conciertos en Los Nardos, un pequeño bar con público peculiar. “Entonces, Moratalaz no era como ahora”, continúa: “En aquella época era un barrio durillo. Era el ‘más allá’: cruzar el puente de Moratalaz era cruzar a un mundo distinto. Si no eras lo suficientemente fuerte como para pelear, en el barrio no eras nadie”, sentencia.

Aquel puente que cruza la M-30, entre los barrios de La Estrella y Moratalaz, muchas veces sirvió de escenario inventado a un joven Alejandro. Junto a su amigo Carlos, desde lo alto, tocaban guitarras imaginarias mientras los faros de los coches eran los focos de su directo adolescente. Hoy, ese mismo puente lleva el nombre de Puente del Corazón Partío, bautizado junto al alcalde, José Luis Martínez-Almeida, el pasado mes de julio. “Fue un día especial, muy emocionante, justo al final del confinamiento. Mi primer concierto pospandemia”.

Durante los últimos dieciocho meses Alejandro Sanz ha trabajado a diario en nuevas canciones. Lo ha hecho en la planta baja de su casa, en el estudio, su particular patio de recreo, el lugar donde desde un papel en blanco y unos acordes al aire surge la magia. Él se muestra feliz cuando habla de su nuevo trabajo: “El disco se llamará Sanz. Barajé varios nombres: Alejandro... Alejandro Sánchez Pizarro... Pero al final me decidí por Sanz. Llevo treinta años construyendo la marca Sanz como para llamarme ahora Alejandro Sánchez Pizarro [risas]. Nunca he sido muy amigo de ser rebuscado en los nombres. Se trata de demostrar con sencillez lo que hay dentro del disco”, concluye.

"He tratado de hacer un disco recuperando en la medida de lo posible el tarro de las esencias"

El artista ha presentado su nuevo trabajo de manera diferente, con un sencillo valiente y arrojado, apostando por la verdad y con una canción con coraje, con apariencia de prólogo y de título preciso: Bio. “Quizás es el disco mas mío que he hecho nunca... aunque cada vez me cuesta más trabajo ser yo, encontrar la esencia, porque las cosas van cambiando, y también tu forma de ver la música. He tratado de hacer un disco recuperando en la medida de lo posible el tarro de las esencias”. En Bio, Alejandro se desnuda emocionalmente sin trucos ni artificios, en un ejercicio musical con piano, cuerda y voz, casi en crudo, donde el artista realiza un repaso descriptivo a su vida, un viaje donde todos, de alguna manera, podemos vernos reflejados; un retrato de ilusiones, alegrías, pérdidas o decepciones sintetizadas en poco más de tres minutos.

Resulta obligado preguntarse cómo hubiera sido este nuevo disco de no haber vivido una pandemia global. O, dicho de otra manera, si Alejandro Sanz lo hubiera afrontado de manera distinta. “En el peor año de nuestras vidas hemos aprendido a sacar lo mejor que tenemos dentro. ¿Este disco hubiera sido diferente sin la pandemia? Probablemente hubiera sido distinto. Quizás no hubiésemos tenido la paciencia para esperar nuevas canciones”.

"Hay muchas horas muertas en un estudio que no son horas perdidas. Son momentos en los que sutilmente están cambiando las cosas"
alejandro sanz, portada de la revista esquire
JAUME DE LAIGUANA / Esquire
alejandro sanz, portada de la revista esquire
JAUME DE LAIGUANA / Esquire

En marzo de 2020, Alejandro Sanz se encontraba en Bogotá en medio de su gira americana. De manera súbita, el mundo se congeló y Sanz regresó a casa. Antes, tuvo tiempo para detenerse en Miami y realizar junto a Juanes el primer concierto en streaming de la pandemia, una iniciativa que poco después se convertiría en algo normal para el resto de artistas y millones de personas encerradas en sus casas. “Fue un impulso, como una necesidad: sentí que quizás la música podía ayudar en esos momentos inciertos”, recuerda.

Alejandro reflexiona sobre los últimos dieciocho meses y la idea musical que le rondaba: “La apuesta que tenía en la cabeza antes de la pandemia con el disco era muy parecida a lo que he terminado haciendo. Quería recuperar el trabajo artesanal de un álbum, poder tocar con músicos, hacer un trabajo exquisito en cuanto al sonido, darle el valor y reivindicar las cosas hechas a fuego lento. Todos hemos entrado en la dinámica de hacer las cosas más rápidas de lo que lo hacíamos antes. A veces hay que pararse un poco. Si hay algo moderadamente positivo en todo esto que hemos vivido este ultimo año, ha sido la oportunidad de dedicarle el tiempo a las cosas que realmente lo merecen si pudiéramos hacerlas exactamente como nos gustaría”.

Producido por él mismo junto a Alfonso Pérez y Javier Limón, Sanz abunda en la importancia de hacer las cosas cuidando cada detalle: “Hemos podido rescatar eso, el tiempo. No hay tiempo perdido en la espera de un disco. Hay muchas horas muertas en un estudio que no son horas perdidas. Son momentos en los que sutilmente están cambiando las cosas en una canción y que finalmente te van a dar un resultado mucho mejor, sin renunciar a la calidad y a la exquisitez en cuanto a la técnica o la tecnología, pero salvando la emoción”.

Para él la música es emoción. El director de cine italiano Paolo Sorrentino decía que las emociones son lo único que tenemos, lo que nos iguala y también lo que nos diferencia, y Sanz, desde su verdad, subraya este mensaje con sus nuevas canciones: “La emoción debe conservarse, y eso es un sacrificio, un esfuerzo que hay que hacer constantemente para no caer exclusivamente en las redes de lo técnico y lo fácil, de poner un loop y dejarse llevar...”.

Sobre sus seguidores: "No son fans, no son 'followers'. Son familia"
alejandro sanz, en la revista esquire
JAUME DE LAIGUANA / Esquire
Americana, pantalón y jersey de Prada, y botas de Hugo Boss.

Alejandro vive permanentemente conectado a su gente, a sus Fams, como él los llama, con m de familia. “Me gusta hacer música porque creo que cuando no hay nada de qué hablar todo el mundo habla de todo. Me parece muy interesante dar música, que es lo que sé hacer, contribuir un poquito a que haya menos ruido y algo más de tranquilidad”, afirma. Su conexión con sus seguidores es natural, una unión construida a lo largo de treinta años desde la verdad. “No son fans, no son followers. Son familia, gente que me lleva acompañando muchos años, y también gente que ha descubierto mi música algo más tarde y que lo hacen con el fervor y la convicción de que les voy a entregar en cada disco, en cada nota, lo mejor de mí”, dice.

Los días previos al lanzamiento del primer sencillo, Alejandro ha ido compartiendo las canciones del nuevo disco con su familia, con sus amigos, con algunos periodistas y compañeros. “Es muy emocionante volver a juntar a las personas. Después de tantos meses, me emociona volver a sentir el calor de una habitación con gente”. Y algo parecido ha ocurrido precisamente en este momento de reencuentro, cuando, tras la abrupta cancelación de #LaGira, por fin ha podido volver a los escenarios. En Chicago, el pasado 8 de octubre, Sanz pudo volver a reunirse con sus fans en EEUU, en el primer concierto de la gira que lo llevará hasta finales de mes por doce ciudades del país. Después de más de dieciocho meses, el artista madrileño solo acierta a decir: “Estoy muy emocionado. La ilusión solo de pensar que vamos a reencontrarnos con el público de nuevo, solo con eso ya me siento extremadamente feliz”.

Alejandro es un hombre casero. Le gusta su casa, abrirla a su gente. Si no está trabajando en el estudio, cada poco se descuelga cocinando un arroz para su familia o jugando una partida de mus infinita entre amigos. Disfruta como un chiquillo jugando al mus, y juega bien. Antes de una charla, un picoteo o una partida, suele compartir una caña helada que él mismo tira desde su barril de cerveza. Cualquier excusa es buena para una caña bien fría. “Me encanta esta maquina de cerveza. Es un regalo”, dice.

Y lo cierto es que su vida cotidiana es la de un hombre de familia normal, siempre que la excepcionalidad de su agenda le permite algo de normalidad. En la época más extraña de nuestras vidas, resulta paradójico revisar su actividad durante los últimos doce meses. “No hemos parado. Hemos estado en casa, pero nos hemos conectado con el mundo”, dice con responsabilidad.

Alejandro Sanz fue el primer artista en ofrecer un concierto en streaming, un evento de alcance global que tituló ‘La gira se queda en casa’. Durante los primeros meses de confinamiento grabó El mundo fuera, una canción improvisada que necesitaba compartir, “una canción creada desde el encierro, una nota de voz que envié a mi pianista con el corazón”. Poco después lanzó una iniciativa coral para realizar un documental colaborativo que reflejara los momentos que estábamos viviendo. “Lo vi de nuevo hace poco y parece como de otra época, como si hubiesen pasado diez años”. Sanz recibió más de cuatro mil vídeos desde los cinco continentes para retratar de manera amable la trastienda de la pandemia.

A principios de este año, el cantante celebraba desde casa su primera nominación a los Premios Goya por su canción El verano que vivimos, una ceremonia atípica que vivió rodeado de su familia: “Me hizo mucha ilusión. Nunca había hecho música para una película, y viví la nominación como un niño frente a una juguetería”, recuerda feliz sobre aquella noche.

En su estudio, Alejandro no ha dejado de trabajar en el disco y en canciones con otros compañeros. Grabó con la artista argentina Tini la canción Un beso en Madrid. En un encuentro icónico, se unió con Andrés Calamaro para revisitar Flaca, y este mismo verano lanzó junto a la artista colombiana Greeicy el tema Lejos conmigo. “Y he hecho más cosas”, se ríe. “Irán viendo la luz con el tiempo”.

Uno de los momentos memorables de este 2021 fue su participación en la ceremonia de inauguración de los Juegos Olímpicos de Tokio representando al continente europeo. Junto a la artista de Benín Angelique Kidjo, el neozelandés Keith Urban y el norteamericano John Legend, Sanz unió su voz para interpretar Imagine, el himno de John Lennon. “Cantar en nombre de un continente es algo muy bello y, además, cantando Imagine. El mensaje de Imagine es una oda a la vida, a la belleza, a la unión de la gente, al respeto y a la tolerancia. Participar en la ceremonia de Tokio fue un momento muy especial”, recuerda.

A finales de septiembre, Alejandro viajó a EEUU para, por fin, reemprender su gira norteamericana, congelada durante casi dos años. Pero antes de subirse a los escenarios, se detuvo en Los Ángeles. Eran las once y media de la mañana del viernes 1 de octubre cuando llegó frente al edificio de Capitol Records en el Paseo de la Fama, en Hollywood, el mítico espacio creado en 1958 para homenajear al mundo del espectáculo y donde solo unos minutos después descubriría una estrella con su nombre, un fabuloso viaje vital desde el puente de Moratalaz hasta el epicentro de la ciudad de los sueños.

“Me hubiera gustado que mis padres estuvieran vivos para que pudieran disfrutarlo”
alejandro sanz, estrella de la fama en hollywood
Kevin Winter

En la mañana templada de Los Ángeles, Alejandro, con traje azul oscuro, camisa blanca y zapatillas, y rodeado de su pareja y amigos, llegó temprano, siempre puntual. “Me hubiera gustado que mis padres estuvieran vivos para que pudieran disfrutarlo”, recuerda el músico. Durante la ceremonia, la actriz mexicana Yalitza Aparicio, protagonista de Roma [Alfonso Cuarón, 2018] y nominada al premio Oscar, le dedicó unas palabras emocionadas: “Gracias por cantarle al mundo que no importan los colores ni las razas para convertirnos en la persona favorita de alguien y demostrar que aunque la vida nos eleve y nos dé mil volteretas, nunca hay que rendirse”.

Sanz se convertía en el noveno español en recibir una estrella en el Paseo de la Fama (el primero fue el músico y director de orquesta Xavier Cugat en 1960), la número 2.703. “Jamás soñé esto, porque no soy John Wayne”, bromeó Sanz durante su discurso. “Nunca pensé que fuera a tener una estrella en el Paseo de la Fama de Hollywood. Soñé con muchas cosas: soñé con subirme a un escenario, soñé con hacer música, con vivir de ello, pero lo de la estrella nunca se me pasó por la mente”.

"Ese niño que fui, a ese es al que le debo todo".
alejandro sanz, en la revista esquire
JAUME DE LAIGUANA / Esquire
Americana y jersey de Prada y sello de Thomas Sabo.

Desde el pasado viernes 1 de octubre, la estrella de Alejandro Sanz descansa en el 1750 de Vine Street. Allí comparte, frente a la entrada del edificio Capitol Records, en la zona del paseo dedicada a la música, espacio con John Lennon, con Paul McCartney o con Roy Orbison. “De repente, un rinconcito en el suelo de Los Ángeles lleva mi nombre. Y eso me enorgullece. Porque al chico aquel que soñaba con ser artista le hubiera encantado saberlo... Pero a este hombre de 52 años le encanta la manera en la que ha ocurrido. Le encanta que aquel niño no lo supiera... porque ahora puedo sorprenderle y puedo decirle: ‘¿Ves? Esta es mi forma de agradecerte que hayas luchado, que hayas peleado, que hayas trabajado tan duro para traerme hasta aquí’. Ese niño que fui, a ese es al que le debo todo”.

Asistente de fotografía: Jordi Blancafort · Asistente de luces: Rafa Lluch · Eléctrico: Emilio Fuidía · BTS: Joan Simó · Retoque digital y producción: Laiguana · Maquillaje y peluquería: Clara García-Rollán · Producción: Asha Martínez

*Este artículo aparece publicado en el número de noviembre 2021 de la revista Esquire

portada de la revista esquire de noviembre 2021 con alejandro sanz
Esquire