Hércules Poirot es el protagonista de nuestra sección Qué sé yo, la ventana que Esquire abre a la filosofía de vida de las personas que tienen algo que contar… Aunque a veces tengamos que tirar de ouija para ello. Nuestra Oda Mae en este caso es Eduardo Caamaño, el autor de Agatha Christie: La biografía definitiva de la reina del crimen (Editorial Almuzara).

Fallecí el 6 de agosto de 1975. Al menos así lo registró una esquela que alguien publicó en The New York Times, después de que Agatha Christie ‘lo anunciara’ en otra de sus novelas, Telón. Mi esquela apuntaba: “Hércules Poirot, un detective belga de fama internacional, ha muerto en Inglaterra. (…) Al final de su vida, padecía artrosis y problemas cardiacos. Iba en silla de ruedas, y era llevado de su dormitorio al salón público de Styles Court, un asilo de ancianos en Essex, usando una peluca y bigotes falsos para enmascarar los signos de la edad que ofendían su vanidad”. Telón se publicó en 1975, meses después de la muerte de Christie, pero realmente la había escrito en 1940, según confesó ella misma. Mi creadora aseguró que había hecho coincidir mi desaparición con la de Miss Marple en Un crimen dormido. Por qué tardó tanto en anunciar mi muerte es todo un misterio.

Agatha me conoció en su juventud. No soy un personaje totalmente de ficción. En realidad, mi creadora conoció a un policía belga retirado con una historia parecida a la mía, que se alojaba en una pensión en Torquay, su ciudad natal. Un día, la dueña de la pensión celebró una recepción para recaudar ropa y dinero para los refugiados y, en aquel evento, una joven Agatha, con tan solo 24 años, se encargó de tocar el piano para los invitados. Así nos conocimos. Después, mientras trabajaba como enfermera rodeada de medicamentos, le surgió la idea de escribir relatos de misterio con muertes por envenenamiento y así es como inventó mi primera hazaña: El misterioso caso de Styles (1920).

hércules poirot
Patricia Bolaños

Emigré a Inglaterra tras las Primera Guerra Mundial. Nací, pero con el estallido de la Primera Guerra Mundial busqué asilo en Inglaterra, donde, para ganarme la vida, me convertí en detective. Aunque llevo décadas viviendo entre británicos, todavía no puedo evitar usar palabras en francés cuando hablo, como mon ami o précisément.

Soy un sibarita y un obseso de la limpieza. Me gustan el lujo, las bebidas y las comidas refinadas; el teatro, las artes y los hoteles confortables. Uso zapatos de charol y siempre llevo una camelia blanca en la solapa de mi traje. Soy un maniaco del orden, y la pulcritud de mi atuendo es siempre asombrosa. Dudo que una herida de bala pudiera causarme el mismo disgusto que una mota de polvo en la solapa.

Elemental, querido Hastings. Es cierto que hay ciertas similitudes entre Sherlock Holmes y yo: los dos somos solterones, capaces de brillantes deducciones y ajenos a los prejuicios y pasiones de otros hombres menos singulares. También me parezco a él en su absoluto narcisismo, en su total indiferencia por el sexo femenino y en que ambos tenemos un compañero de aventuras. Mi Watson se llama Hastings y es un militar en excedencia. Mi creadora lo admitía en una de sus primeras biografías, en la que aseguraba “que escribía en la tradición de Sherlock Holmes”. Aunque también tengo algo del Hercule Popeau de Marie Belloc Lowndes y del Monsieur Poiret de Frank Howel Evas.

“Según Agatha, debía ser siempre un hombrecito ordenado"

Se diría que soy un maníaco. Me gustan las líneas rectas. Estoy obsesionado con la simetría hasta tal punto que en mi casa no hay muebles con líneas curvas ni tampoco elementos decorativos redondos u ovalados. En realidad, estas manías no son más que una extensión de las de mi creadora, que según sus biógrafos era tan meticulosa y excéntrica como yo. Ella dijo de mí: “Debía ser meticuloso, muy ordenado. Un hombrecito ordenado, que clasificara siempre sus cosas, emparejándolas, y al que le gustaran más los objetos cuadrados que los redondos”.

Tengo un hermano llamado Aquiles. Mis padres, por lo visto, eran aficionados a la mitología, ya que pusieron a sus dos hijos nombres de héroes griegos. Aunque a menudo daba pistas falsas sobre mi familia en mis casos, el nombre de mi hermano aparece en dos de mis historias: Los cuatro grandes, donde Hastings asegura que lo conoció, y en Los trabajos de Hércules, donde desvelo que murió muy joven.

Resucité literariamente 2014. Gracias a un caso escrito por la escritora inglesa Sophie Hannah, quien realmente no llegó a devolverme la vida después de muerto realmente, sino que ubicó mi nueva historia en una época de mi vida, entre 1928 y 1932, en la que mi creadora original no había situado ninguna de sus novelas sobre mí.

El mundo del cine me adora. Y el de la televisión también. De hecho, en ambos medios me han interpretado actores de la talla de Tony Randall o David Suchet. Este último es el que más veces se ha metido en mi piel, desde 1989 hasta 2013. En 2017 regresé a la gran pantalla después de muchos años en Asesinato en el Orient Express, interpretado por el actor irlandés Kenneth Branagh, que volverá a encarnarme en 2021 en una nueva versión de Muerte en el Nilo.

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*Este artículo aparece publicado en el número de febrero 2021 de la revista Esquire

neil patrick harris en la portada de esquire de febrero de 2021
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