A falta de realeza, Argentina cuenta con estirpes del balón y la gran pantalla que la colman de orgullo y satisfacción. Entre las sagas más vitoreadas del séptimo arte están los Ricardo Darín, abuelo, padre e hijo, aunque el último eslabón de la saga responda al nombre familiar y, por extensión, popular, de Chino. Por primera vez en sus trayectorias, las dos últimas generaciones coinciden en una película, La odisea de los Giles, con la que además también debutan como productores. La comedia, que se acaba de estrenar, fantasea con la venganza de un grupo de vecinos en pos del dinero que les fue arrebatado en el Corralito. Durante el Festival de Toronto asistimos al aplauso de propios emigrados a Canadá y extraños a esta ficción.

Hay un momento hilarante en la película en el que aparece una estatua dedicada a la etapa como futbolista de tu personaje. ¿Te hizo pensar en la posteridad, en si un día te dedican una calle o una escultura?
Ricardo
: Es bastante ridículo y peligrosísimo, porque uno va a estar expuesto a la caca de pájaro. Eso no se le hace a la gente que uno quiere... Por favor [se acerca a la grabadora y alza la voz], si a alguien se le ocurre, que desista en este momento [risas; en ese momento entra Chino abrazando una taza de café]. Este es mi hijo mayor, que se acaba de despertar. Qué chulo [le palpa el suéter]. No te la había visto. ¿Esto es de Bowen? [la marca argentina de casual wear de la que Chino Darín es imagen].
Chino: Sí.
Ricardo: Nos andamos robando ropa. Bueno, yo trato de robarle a él, pero no lo consigo.
Chino
: Yo me dejo, el tema es que... [le mira la barriga a su padre].

¿Cómo ha sido el juego de miradas en el rodaje? Imagino que os vigilabais constantemente.
Ricardo
: Me pasó mucho que mi mirada se refrescaba a través de la suya. Una cosa rara: yo vivía lo que veía, pero aparte, era como si tuviera una cámara a través de sus ojos. Me preguntaba todo el tiempo cómo estaría Chino viendo la secuencia y cómo me estaría viendo a mí.
Chino
: A mí también me pasaba. Incluso en las escenas que no compartíamos. Era una cosa un poco neurótica y, por otro lado, enriquecedora.
Rricardo
: Partamos de la base de que somos dos enfermitos...
Chino
: ... de que esté todo bien.

¿Por qué habéis llamado Kenia a vuestra productora?
Ricardo
: Hicimos un viaje familiar a Kenia los cuatro, con mi hija Clara y mi mujer, Flor. Y volvimos cambiados.

Parece el nombre de un personaje de La casa de papel.
Ricardo: Es verdad.

Chino, entrevisté a Úrsula Corberó, tu chica, antes de rodar la última temporada y me dijo que le habías escrito advirtiéndole de que en Buenos Aires cantaban el Bella Ciao en la discoteca. ¿Cómo afecta tanta popularidad?
Chino
: Parte de lo lindo de irnos a Buenos Aires era que ella se encontraba refugiada y amparada en el anonimato, pero ahora es difícil que viajemos y cuente con ese bálsamo. No obstante, eso no quiere decir que el reconocimiento no esté bárbaro. Hemos vivido experiencias muy locas, como cuando apareció ella en la presentación de Todos lo saben [Asghar Farhadi, 2018] en Cannes: se montó un delirio.

¿Tenías un plan B en el caso de que no te saliera lo de ser actor?
Chino
: Sí, la producción.
Ricardo
: Su principal interés es hacer trabajar a su padre mientras él se va de vacaciones.
Chino
: Sí: me dedico a la explotación paternal.
Ricardo
: En fin, mejor que sea tu hijo y no cualquier otro, un holding de empresas holandesas, ¿no?