Parapsicología
01/07/2006 (00:00 CET) Actualizado: 06/11/2014 (09:58 CET)

Monstruos lacustres

La criptozoología encuentra uno de sus grandes retos en algunos de los más extensos y profundos lagos de la tierra. Allí, extrañas y desconocidas criaturas permanecen ocultas a la ciencia moderna, eludiendo el concienzudo escrutinio de algunos intrépidos investigadores…

01/07/2006 (00:00 CET) Actualizado: 06/11/2014 (09:58 CET)
Monstruos lacustres
Monstruos lacustres
Hoy día resulta prácticamente imposible encontrar a alguien que no haya oído hablar sobre el monstruo del lago Ness en algún momento de su vida. La clásica imagen de un enorme reptil acuático de largo cuello y robusto cuerpo está alojada en la mente de mucha gente. Los afortunados testigos, más de mil, jamás olvidan tan desconcertante experiencia. Debido a la claridad de los casos registrados, la gran cantidad de expediciones realizadas, los estudios desarrollados y las evidencias de todo tipo recopiladas, se trata sin duda alguna del más espectacular y conocido de los monstruos lacustres del mundo.

El aspecto del "monstruo"

No obstante, este tipo de fenómenos inexplicados se repite de forma muy similar, o por lo menos semejante, en muchos rincones del planeta. Existen en el mundo unos 500 lagos, reservorios de agua, estuarios o regiones ribereñas en los que desconocidos animales acuáticos han sido presenciados o registradas sus actividades submarinas. En general, este tipo de críptido –denominación específica para toda clase de misterios zoológicos– es casi siempre idénticamente descrito. Hablamos generalmente de animales de gran tamaño, de entre 3 a 6 metros de largo, parecidos en gran medida a reptiles o saurios acuáticos como el cocodrilo o el plesiosauro.

También han sido observadas semejanzas con ciertos mamíferos, como toros, reses, ballenas, elefantes, focas o caballos. La cabeza del animal suele ser alargada y terminada en hocico, los ojos pequeños o ausentes, y en muchas ocasiones, el largo cuello suele estar adornado por una especie de crin o cabellera filamentosa. La boca, en los pocos casos que se ha descrito, es mas bien estrecha. El cuerpo, jorobado o provisto de gibas, es la parte de la bestia normalmente avistada fuera de la superficie. Casi siempre recuerda a un bote al revés debido al enorme volumen corporal de su tronco. La piel ha sido comparada en muchas ocasiones con la de un elefante, de aspecto rugoso o correoso, casi siempre lisa y brillante. El cuerpo suele estar desprovisto de pelos. Las patas suelen ser extremidades adaptadas para la natación, en forma de pala o terminadas en dedos unidos por membranas, como la de los patos. No cabe duda de que estamos ante seres completamente adaptados a un modo de vida acuático. La respiración del animal suele ser potente y cavernosa.

El clásico avistamiento de este tipo de enigmático ser es más bien breve e intenso. El testigo, por regla general divisa algo a una distancia de unos 250 metros sobre la superficie del agua que, de repente, comienza a moverse. Normalmente lo hace de manera pausada, pudiéndose ver su oscura silueta. En otras ocasiones estos formidables habitantes de las profundidades son capaces de sobrepasar en velocidad a una embarcación moderna, dejando tras de sí amplias estelas en forma de V, claramente visibles durante largo tiempo. El atónito espectador no sabe frente a lo que se encuentra. A veces el alargado cuello rematado por una pequeña cabeza irrumpe en la superficie. Filas de redondeadas jorobas son avistadas durante minutos, mientras se suceden, sumergiéndose y emergiendo en superficie. El sinuoso y robusto cuerpo también ha sido divisado a escasos metros bajo el agua. Este recuerda en gran medida a un gran tronco semisumergido que, misteriosa y repentinamente, cobra vida. La bestia, poseedora de finos y complejos sentidos, tímida, esquiva y temerosa por naturaleza, ha sido bruscamente despertada o súbitamente alarmada por nuestras torpes y ruidosas actividades lúdicas.

Observaciones como las anteriormente mencionadas han sido registradas en los más distantes rincones del planeta…

Un plesiosauro en la Patagonia

Al pie de enormes cadenas montañosas, muy cerca de la Patagonia, descansa el lago Nahuel Huapi, palabra que viene a significar "el lago de la Isla del Tigre" en el dialecto de la etnia local mapuche. En sus aguas dicen que habita un extraño e inquietante ser acuático, Nahuelito, conocido desde hace tiempo atrás por las tribus amerindias patagónicas. Cientos de turistas que frecuentan la popular región de Bariloche hablan de sus apariciones veraniegas y lo describen como una enorme serpiente sin cabeza ni patas. Muchos de ellos incluso, indican que las apariciones del monstruo van precedidas de un fuerte chorro de agua vertical, como el observado en ballenas y otros cetáceos.

Estos inauditos casos, que ya en 1910 hablaban de plesiosauros en la Patagonia, hicieron que el increíble fenómeno fuese investigado con seriedad científica once años antes que el caso del lago Ness. En 1922, Clementi Onelli, director del zoológico de Buenos Aires, recibía un curioso e intrigante informe en el que Martin Sheffield, un polémico buscador de oro americano, narraba lo siguiente: "Al seguir el rastro formado por unas grandes huellas en la maleza de una de las orillas del lago, pude divisar directamente una enorme criatura medio sumergida en mitad del lago… Era de gran tamaño, con un poderoso y alargado cuello, algo así como el de un cisne. Debido a los lentos movimientos del extravagante animal supuse que su cuerpo era parecido al de un cocodrilo".

Previamente Onelli había recibido informes de diferentes zonas de la Patagonia sobre grandes animales provistos de alargados cuellos, algunos de ellos acontecidos en 1897 en el chileno Lago Blanco. En 1907 otro informe llegó a sus manos, esta vez de un ingeniero noruego llamado Vaag, quien en 1902 formaba parte de la Comisión para la demarcación de fronteras entre Chile y Argentina. Mientras se hallaba explorando la zona del río Tamango, encontró los restos de un gigantesco animal. Días más tarde, extrañas huellas de grandes dimensiones delataban la presencia de una criatura que se había arrastrado hasta un lago hasta desaparecer en el mismo. En 1913 un ciudadano británico dijo haber visto otra bestia de alargado cuello y voluminoso cuerpo en un lago de la región sureña de Santa Cruz.

Onelli, fascinado con estos relatos y con la idea de que quizás pudiese existir algún tipo de forma de vida prehistórica en los remotos lagos andinos, fue a la búsqueda del elusivo animal. Para ello y mediante suscripción pública, logró reunir los 3.000 pesos necesarios para poner en marcha una expedición que partió de Buenos Aires el 23 de marzo de 1922 liderada por José Cihagi, el superintendente del zoo, y Emilio Frey, un ingeniero argentino que había sido miembro también de la Comisión para la demarcación de fronteras. El grupo trataría de encontrar una colonia de pequeños reptiles acuáticos –de unos 4 metros de largo–, descendientes de los antiguos plesiosauros. Entre las provisiones y víveres destacaban rifles de gran calibre, usados para derribar elefantes, lazos, cuerdas y cadenas, además de una pequeña cantidad de dinamita. Si en seis semanas no obtenían ningún éxito acordaron viajar a otras zonas más lejanas del territorio.

La extravagante y polémica expedición enfureció a más de uno, en especial al Dr. Albarrin, presidente de la Sociedad protectora de animales, quien denunció a los miembros de la expedición bajo el amparo de la ley estatal 2.786 –que trataba sobre la cacería de animales en peligro– y exigió que el equipo desistiera en su intento de encontrar al elusivo monstruo. Albarrin pidió además al ministro de Interior que no facilitase los permisos necesarios para tal excéntrica excursión. Ésta, que ya se hallaba en las montañas de la región de Chebut, se encontró inesperadamente bloqueada.

Mientras los burócratas jugaban sus cartas, los científicos entraron en punto muerto. El periódico norteamericano Chicago Tribune arremetió violentamente contra Onelli y los suyos. En un artículo publicaron que "los miembros del equipo disfrutan de unas agradables vacaciones en una idílica región de bellos lagos a expensas de las donaciones de los sufridos trabajadores que hicieron posible la expedición". Durante diez días no hubo noticias de los expedicionarios hasta que el 26 de abril se anunció que el proyecto había fallado y que el equipo regresaba. No obstante, mientras se encontraban en las montañas, pudieron investigar varios lagos de la zona. En uno de ellos, y tras varios días de búsqueda sin fortuna, Frey intentó hacer aparecer a la bestia detonando varios cartuchos de dinamita. Nada emergió.

De vuelta a Buenos Aires, Onelli declaró que la expedición no había terminado, sino que se retiraba debido al avance del invierno. Otras expediciones se planearon para futuros veranos, que lamentablemente nunca llegaron a realizarse. En 1955 un grupo de expedicionarios intentaron algo parecido. De esta exploración, que no contó con un apropiado seguimiento por parte de los medios de comunicación, poco se sabe. Sus miembros nunca fueron presentados ni sus resultados publicados en ningún periódico.

Las grandes serpientes acuáticas del Okanagan

El Ogopogo es uno de los más celebres monstruos acuáticos canadienses, así como el mejor documentado, fotografiado, filmado y estudiado. Se podría comparar a Nessie en fama y número de avistamientos –más de mil–. Su nombre original en lengua india salish es Naitaka (N´ha-ha-itq), que significa "demonio del lago". La bestia fue siempre conocida y temida por los indios locales, quienes antes de aventurarse en las aguas del lago se aseguraban de llevar a bordo del bote un pequeño animal para arrojarlo al agua, en el caso que el "monstruo" atacase su canoa. En el área de Powers Creek existen petroglifos de origen indio donde se representan animales de cuerpo serpentiforme.

De este fenómeno se han registrado avistamientos desde el año 1800 hasta nuestros días. En aquellos tiempos, la criatura era casi siempre confundida con troncos flotantes que, de repente y sin previo aviso, cobraban vida.

En la década de los sesenta hubo varios informes de encuentros con el monstruo. En dos ocasiones personas a bordo de lanchas a motor observaron "algo extraño en el agua que los seguía". Al enfilar hacia la inusual aparición, y a unos 60 metros de distancia, pudieron observar la cabeza "tipo reptil de un animal acuático de cuerpo parecido a una serpiente". Otro caso describe cómo unos turistas "persiguieron a un animal desconocido de apariencia serpentiforme en el lago, a una velocidad de 40 millas por hora, para no poder alcanzarlo debido a su gran rapidez de movimientos en el agua".

Arthur Folden, de Chase, Columbia Británica–la provincia más occidental de Cánada–, filmó por primera vez a la criatura en 1968. En la película, de un minuto de duración, se aprecia el lomo de un ser de enormes dimensiones sobresaliendo de la superficie del lago, para luego desaparecer zambulléndose rápidamente. Se estimó que el extraño animal medía unos 20 metros de largo. "Parecía como si el casco de un submarino acabase de salir a superficie", comentó el autor de la cinta. Además, otros estudiosos como Larry Thal, Eugene Boiselle, el Dr. Rod Simmons, Paul DeMara y John Kirk –fundador del Club Criptozoológico de la Columbia Británica–, han obtenido imágenes grabadas de enigmáticas bestias surcando las aguas del lago.

En julio de 1974 la señora B. Clark tuvo un encuentro cercano con la escurridiza criatura. Se encontraba nadando en el lago cuando sintió bajo sus pies el cuerpo del animal. Tras nadar frenéticamente y subirse a una plataforma de descanso situada en la zona, observó al monstruo a menos de seis metros de distancia. "Observé como una joroba, de unos dos metros y medio de largo por uno y medio de alto, surcaba tranquilamente la superficie. A una distancia de unos dos metros de dicha joroba, y a otros dos bajo la superficie, era posible ver debido a la claridad del agua una aleta caudal plana y bifurcada, como las de las actuales ballenas. Una vez el dorso del animal se sumergió, la aleta desapareció bajo la superficie del lago". La observación duró unos cinco minutos.

En 1976, Ed Fletcher, oriundo del norte de Vancouver (Cánada), proporcionó una serie de instantáneas de lo que parecía ser una larguísima criatura de múltiples jorobas nadando a ras de la superficie del lago Okanagan. Ed se encontraba con su familia practicando esquí acuático a bordo de su embarcación cuando tuvo lugar el inesperado encuentro. Durante casi una hora estuvieron siguiendo al animal a lo largo del lago, lográndolo avistar unas doce veces. Ed pensó que el insólito ser se sentía atraído por la embarcación debido a las emisiones de los electrodos alojados en el casco del barco. Aunque no observaron características físicas notables en la criatura, Fletcher y los otros testigos afirmaron que la cabeza era perfectamente distinguible. Sin embargo algunos afirman que la supuesta bestia no era otra cosa que un tronco flotando a la deriva.

Al realizar un objetivo y exhaustivo análisis de todo este tipo de informes y tras considerar científicamente la información en ellos mostrada, parece como si individuos, grupos o colonias reproductivas de animales primitivos altamente evolucionados y notablemente adaptados a un modo de vida acuático, hubiesen sobrevivido hasta nuestros días en ciertos remotos lagos del planeta. El misterio sigue rodeando su posible existencia.
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