¡No, Kimmo! ¡No puedes hacerme esto! El anterior volumen de Dash Kappei salió a la venta el pasado mes de febrero y este octavo tomo no lo ha hecho hasta el mes julio. No puedo esperar tanto para leer el cómic más divertido que se está editando (y reeditando) ahora mismo en España.

Dash Kappei. Cachondeo por encima de todo

La verdad, creo que pagaría dinero por ver qué se le pasó por la cabeza a Noboru Rokuda cuando decidió explotar al máximo el potencial de una serie basada en un chaval bajito y cabezón que se convertiría en toda una estrella del baloncesto estudiantil. Desde el comienzo nos encontramos con una serie de lo más entretenida, pero es que el momento en que nuestro querido Chicho Terremoto (lo siento, tengo que llamarle así por lo menos una vez por reseña) decide que puede practicar cualquier tipo de disciplina deportiva hizo crecer la serie muchos enteros.

El séptimo volumen cerró con Kappei disputando un torneo de tenis de mesa completamente surrealista, repleto de golpes especiales como si un videojuego de lucha se tratase. Una descarga de surrealismo visual en la que hay que saber, y querer, entrar. Pues este servidor entró con mucho gusto. Rokuda sabe como dar trascendencia a una competición de instituto para que nos parezca tan épica como el mítico combate de Goku contra Freezer en el Planeta Namek.

Lo que más me sigue impresionando de Dash Kappei es lo adictivo que es gracias al perfecto equilibrio de elementos con los que el mangaka construye la historia. Una trama que nos coge de la mano cuando el tono se vuelve, aparentemente, más serio, devolviéndonos a su jocosa vorágine de su sopapo diciéndonos: “¡Pero que estáis leyendo mi manga, no un drama de época!”. Ese flashback en el que Umakuna nos cuenta cómo se quedó sin novia me hizo llorar de risa!. Spoiler: una declaración de matrimonios y las hemorroides no son una buena combinación.

Estamos a dos tomos del final, pero Noboru Rokuda sigue aumentando la mitología de la serie añadiendo un deporte más a la mezcla. Ahora es el turno del noble arte de la esgrima. El problema es que Kappei se encontrará con un grupo de gente que le quiere menos si cabe que sus antiguos compañeros de anteriores deportes. Lejos de suponer un problema, nos mostrará la cara más insistente de nuestro cabezón protagonista. La obra es también una historia de segundas oportunidades, una metáfora sobre el fruto que se consigue con el esfuerzo y el tesón.

Me parece alucinante cómo Rokuda domina a la perfección el arte del slapstick. El humor mudo y físico que es uno de los pilares del género desde la época de Charles Chaplin o Buster Keaton hace acto de presencia de manera continuada. Su uso y abuso es el hilo conductor, donde el absurdo o la exageración están a la orden del día. De hecho, en muchos aspectos Chicho Terremoto me recuerda de sobremanera a las creaciones de Francisco Ibañez, en especial a Mortadelo y Filemón, disfraces incluídos.

Es posible que algunos de sus chistes verdes sean mal vistos hoy en día. Bueno, más que una probabilidad, es una certeza… Ya sabemos todos cómo es esa lacra de lo políticamente correcto y la cultura de la cancelación que impera en nuestra sociedad hoy en día. El caso es que si analizamos las situaciones picantes del manga no veo mayor intencionalidad que la de servir de plataforma a nuevas situaciones cómicas. Al final el autor lo que quiere es entretener al personal, un propósito tan inocente como loable. Que cada cuál lo juzgue como quiera.

Sea como fuere, cada vez queda menos tiempo para que Kimmo publique el final de Dash Kappei, y ese día sí que será un poco más triste que los demás.

PD: La edición de Kimmo sigue siendo estupenda con la inclusión de todas las páginas a color y una correcta reproducción de los materiales.