Desde que inauguramos en este país la normalidad democrática y la alternancia (1997), ha sido una suerte de competencia en la que ha privado la civilidad, la institucionalidad y la seriedad de los participantes.

Claro, excepción hecha de aquel que identificamos, desde el 2006, como “un peligro para México”. En realidad, las propuestas, los contrastes, las ideas y la mercadotecnia política tenían sus claroscuros y se confiaba en la audacia y reflejos de los candidatos, estrategas, publicistas y, desde luego, la estructura de tierra para la movilización del llamado “Día D”.

A lo largo de tres décadas, fuimos moldeando nuestro marco jurídico para adecuarlo a una realidad cambiante, con la incursión de las tecnologías de la información y las comunicaciónes, las plataformas tecnológicas y las redes sociales y, así, entrar de lleno a la sociedad de la información y del conocimiento.

Conceptos como competitividad, productividad y competencia económica fueron ganando terreno; y, las energías limpias, nos abrieron los ojos del cambio climático y sus amenazas.

El sector de las telecomunicaciones y la radiodifusión vieron concretar su proceso de apertura y la modernidad tecnológica significó un claro beneficio para el consumidor. La educación tuvo un viraje para concentrarse no solo en la cobertura sino en la calidad, la capacitación y la evaluación magisterial.

Dejamos intacto el pacto federal y la división de poderes, aunque ampliamos el catálogo de derechos humanos fundamentales y la manera de interpretar las normas y tratados internacionales, a fin de dotar a la persona de la mayor protección posible. De manera destacada, se privilegió, en el artículo 6o constitucional, la libertad de expresión, el derecho a la información, el acceso a Internet y la banda ancha, así como el derecho de réplica.

Bueno pues todo esto es lo que estará en juego el próximo año. No es una voz de alarma sino una seria advertencia.

No nos están engañando. Ya los vimos actuar y ya escuchamos la oferta de la candidata oficial. Somos testigos del hostigamiento al Poder Judicial de la Federación y a los órganos constitucionales autónomos. Como una vulgar pandilla, actúa el bandolero de Palacio Nacional con sus sicarios del Congreso y en los gobiernos locales.

Preparan una auténtica celada en caso de no resultar ganadores. No saben perder ni están dispuestos a dejar el poder. Harán hasta lo impensable para evitarlo. Afortunadamente, somos más los que queremos salir de este miserable estado de cosas. Ha sido un gobierno fracasado, corrupto e indolente. La llamada “transformación”resultó ser una despiadada destrucción nacional.

En nuestras manos está cambiar el rumbo de la república y asegurarnos de su subsistencia. Seamos rabiosos defensores del derecho y la libertad.

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