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Laberintos humanos. Inglés agauchado

Sabado, 25 de agosto de 2012 17:58

A nadie debería sorprender que, en Tilcara, quien llamaba a mi puerta hablara inglés. Raro sería que lo hiciera en quechua, y acaso sea más probable el francés, el japonés o alguna tonada chilena o española del castellano. Pero no, se trataba de un inglés agauchado. Era el habla de alguien que, hablando en la lengua del imperio, parecía haber leído muchas veces el Martín Fierro. Otro rasgo distintivo era el pañuelo de seda de su cuello.

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A nadie debería sorprender que, en Tilcara, quien llamaba a mi puerta hablara inglés. Raro sería que lo hiciera en quechua, y acaso sea más probable el francés, el japonés o alguna tonada chilena o española del castellano. Pero no, se trataba de un inglés agauchado. Era el habla de alguien que, hablando en la lengua del imperio, parecía haber leído muchas veces el Martín Fierro. Otro rasgo distintivo era el pañuelo de seda de su cuello.

Se presentó como William Henry, dándome así sus dos nombres de pila, y en vez de seguir con su apellido me dijo que era ornitólogo. Lo dijo en castellano, pero aun así pensó que era necesario aclarar que se especializaba en pájaros. Yo debo haberlo mirado con gesto de asombro, pero era como si le preguntara sobre lo que podía importarme a mi su oficio, que yo no le decía el mío.

Apenas si sonriendo, el inglés me dijo que en mi barrio, San Francisco, se habían registrado especies de aves bastante insólitas. Yo me pregunté si un ave bastante insólita debía tener tres alas o un ojo, o acaso fuera que el hombre no manejaba muy bien el castellano, o ambas cosas, cuando el trino de una calandria lo interrumpió para que la señalara.

Sin ir más lejos, dijo. Vaya lo lejos que quiera, le respondí decepcionado, pero eso es una calandria, y las calandrias no tienen nada de bastante insólitas, agregué con fastidio. El hombre me miró decepcionado porque, por mi comentario, se notaba que esperaba de él menos de lo que valía. Podrá no ser interesante lo que busco, dijo, pero no por eso debe tenerme por ignorante.