Sevilla, 1425. Hace 598 años. El judío castellano Moshé Arragel deja escrito que los sevillanos son conocidos e identificados por todos los territorios de la corona castellanoleonesa por su particular fonética. Los sevillanos del siglo XV hablan castellano, porque son descendientes de la conquista y colonización castellanoleonesa de la Baja Andalucía (el valle bajo del Guadalquivir) iniciada en tiempo del rey Fernando III (1230-1252). Pero tan solo unas décadas más tarde, aparece la figura del judío converso aragonés Gonzalo García de Santa María, que explica y divulga —con sorprendente éxito— que el andaluz es un dialecto del castellano importado por los conquistadores que ha sido muy mediatizado por el árabe de la población nativa. Esta hipótesis se ha aceptado a pies juntillas durante siglos. Pero, finalmente, la investigación moderna ha puesto luz sobre la oscuridad y lo ha desmontado totalmente.

Puerto de Sevilla (circa 1575). Fuente Museo de América. Madrid
Puerto de Sevilla (circa 1575) / Fuente: Museo de América, Madrid

El falso mito del origen mozárabe

El profesor Rafael Cano Aguilar, docente e investigador de la Universidad de Sevilla, miembro de la Real Academia Española de la Lengua, y uno de los grandes especialistas en el estudio de la génesis y la formación del habla andaluza, afirma con rotundidad (como toda la comunidad académica internacional) que el mozárabe (la lengua de las comunidades cristianas peninsulares que quedaron aisladas en territorio árabe) desapareció progresivamente entre los siglos VIII y X, y definitivamente durante el siglo XI (doscientos años antes de la recuperación cristiana). Tanto en el valle del Guadalquivir, como el del Tajo, como en el del Turia. Por lo tanto, el habla y la fonética de los modernos andaluces, extremeños, manchegos, murcianos o valencianos no tiene ninguna relación con el latín vulgar que se hablaba en aquellas zonas antes de la irrupción de los árabes (siglo VIII).

El falso mito de las invasiones

Ni la conquista romana (siglos II a.C. – I a.C.), ni la visigótica (siglo V), ni la árabe (siglo VIII) habían roto la continuidad de la historia de Andalucía. La composición étnica de la sociedad bajo-andaluza de la antigüedad (siglo X a.C. a V d.C.) y de buena parte de la edad media (siglos V a XIII), no había sido alterada porque ni romanos, ni visigodos, ni árabes nunca habían representado más del 10% de la población. Con la investigación moderna se desmonta, definitivamente, el falso mito (ampliamente difundido durante el siglo XIX), que predicaba que "todos los españoles (especialmente los andaluces) tienen una gota de sangre mora". La sociedad andaluza que encontraron los castellanoleoneses (siglo XIII) había sido profundamente arabizada e islamizada, pero su composición étnica se debía a los pueblos autóctonos (tartesios y suribéricos) de la antigüedad.

Puerto de Cádiz (1580). Fuente Biblioteca Nacional de España
Puerto de Cádiz (1580) / Fuente: Biblioteca Nacional de España

El falso mito del origen árabe

La conquista castellanoleonesa de la Baja Andalucía fue una limpieza religiosa y cultural. Como lo fue la conquista catalanoaragonesa del País Valencià o la conquista portuguesa del Alentejo. El profesor Cano nos recuerda que el poder castellanoleonés sustituyó a la población musulmana del Guadalquivir por grandes contingentes de colonos cristianos procedentes de la cornisa cantábrica y de la submeseta Norte. Y que el nacimiento y primera expansión del habla andaluza se produjo a partir de esta colonización. Por lo tanto, si la nueva población era de lengua gallega, o astur-leonesa, o castellana, la característica habla andaluza no podía tener ninguna relación ni con el latín vulgar de la época hispano-visigótica (desaparecido desde hacía un mínimo de dos siglos) ni con el árabe de la etapa musulmana.

¿Cómo se forma la primera sociedad castellano-andaluza?

El profesor Cano, de nuevo, nos explica que después de la conquista cristiana (1243-1262), el valle del Guadalquivir fue el Far South de la corona castellanoleonesa. Encajada entre la sierra Morena, al norte, que la separaba de los extensos dominios de las órdenes religiosas cristianas de la Mancha; y la sierra Bética, al sur, que la defendía de los ataques procedentes del reino nazarí de Granada, aquella Andalucía primigenia sería una tierra de riesgo y de oportunidades —a partes iguales— que estimularía la inmigración de las clases más emprendedoras del norte castellanoleonés. El mismo profesor Cano relata que, durante aquel periodo convulso, aquella "tierra de promisión" gestaría un impulso innovador —militar, económico, agrario, cultural, lingüístico— que evolucionaría a una velocidad muy superior a la del resto de territorios de la corona castellanoleonesa.

Cordoba (1580). Fuente Biblioteca Digital Hispánica
Córdoba (1580) / Fuente: Biblioteca Digital Hispánica

Sevilla, la nueva capital

Todos los elementos expuestos hasta aquí son los que explican la génesis del habla andaluza. Un habla que el mismo profesor Cano defiende que se gestó y expandió a partir de la ciudad de Sevilla. Desde la conquista castellanoleonesa del valle del Guadalquivir, la vieja Híspalis había relevado a Córdoba en la condición de capital del territorio y su puerto fluvial (actual barrio del Arenal) se convertiría en un hervidero de gente llegada de todos los rincones del norte peninsular, dispuestos a fabricar, a negociar y a hacer fortuna. Una sociedad heterogénea, formada con gente de varias lenguas (gallego, astur-leonés, castellano y sus diferentes —¡y diferenciados!— dialectos), que se vio empujada —por necesidad— a la creación de una koiné (una lengua común, de base castellana, formada con elementos de todos los sistemas lingüísticos de aquellos diversos grupos).

¿El andaluz es castellano?

El andaluz es castellano. En la medida en que el valenciano es catalán. Como dice el profesor Cano, eso solo lo discute un grupúsculo marginal de fanáticos. La koiné sevillana que se gestó durante los siglos XIII y XIV era un sistema de base castellana. Y aquel fenómeno no sería, ni siquiera, exclusivo de la sociedad sevillana de la época. Solo en los dominios de la corona castellanoleonesa ya se había producido en Extremadura, en La Mancha y en Murcia. La diferencia, según el profesor Cano, radica en el hecho de que, a caballo entre los siglos XV y XVI, Sevilla se convertiría en la capital financiera del mundo conocido. Y aquella koiné de la inmigración del XIII y del XIV, que a principios del XV ya es un elemento de identidad —cuando menos, de las clases populares— durante el "Siglo de Oro sevillano" (siglo XVI), se prestigiaría enormemente y acabaría abarcando todas las capas de la sociedad andaluza.

Fragmento de un mapa peninsular (1482). Granada, la Baja Andalucía y Algarve
Fragmento de un mapa peninsular (1482). Granada, la Baja Andalucía y Algarve

Las otras influencias del andaluz

Precisamente durante el "Siglo de Oro sevillano" se produciría la configuración definitiva del habla andaluza. En aquel momento aparecen en escena nuevos actores que contribuirán a la consolidación de aquel fenómeno. Se abrían las vías marítimas africanas y americanas. Sevilla se convertía en la puerta de entrada y salida de aquellos lucrativos viajes y, en poco tiempo, integraría en su vida urbana contingentes muy numerosos de población forastera. Comerciantes, armadores, maestros de azuela y marineros catalanes, valencianos, toscanos, napolitanos, sicilianos, genoveses y venecianos; arrieros y artistas gitanos; y esclavos del África subsahariana (Sevilla llegaría a tener un 10% de la población de condición esclava). Elementos protagonistas, sobre todo del Arenal sevillano, que serían decisivos en la formación definitiva del léxico y de la fonética del habla andaluza.