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ENCUESTA SIGMA DOS

Conflicto generacional en vacaciones: volver temprano o apurar hasta el atasco

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Los más mayores eligen un regreso calmado, mientras los jóvenes estiran hasta el último momento de libertad. Retrasar la vuelta no evita el trágico destino de volver a la vida real, únicamente le añade más cansancio.

Conflicto generacional en vacaciones: volver temprano o apurar hasta el atasco
JOSETXU PIÑEIRO

Hay culturas que tienen ritos de paso en los que sus jóvenes entran en la madurez. Entre ellas, la nuestra: el momento en el que una persona se convierte en adulta en España es cuando descubre que es mucho mejor salir temprano para evitar atascos en su vuelta de las vacaciones. Según los resultados de la encuesta de Sigma Dos para EL MUNDO, retrasar la salida es para los jóvenes, que apuran las vacaciones como si fuese el tubo de pasta de dientes que llevamos seis días teniendo que retorcer y apretar porque nos olvidamos de meter su sustituto en el carrito al ir a la compra.

Los adultos, sin embargo, prefieren coger la carretera lo antes posible y volver con calma. Que la senda es peligrosa, amigo conductor, pero también es una turra de cuidado. Cada minuto pasado en el coche es un infierno que únicamente se atenúa en los 20 minutos del limbo del bocadillo de tortilla de la estación de servicio. Estas cosas hay que quitárselas de encima lo antes posible.

Las vacaciones se parecen al frío en que sólo existen en contraposición: son la ausencia de lo que les da sentido. El frío, del calor; las vacaciones, del trabajo. Las disfrutamos más por eso que por cualquier plan que presenten. Que sí, que las playas paradisíacas de Tailandia están muy bien, pero en plena jornada laboral a ver quién no firma pasarse una semana varado en el sofá haciendo una fotosíntesis que sustituye el sol por Doritos y cerveza.

Sigma dos Agosto 2021. Vacaciones

Es decir, que las vacaciones son un estado -laboral y mental- y van a terminar el minuto en el que empiecen las responsabilidades de la vida adulta. Retrasar la vuelta no hace que llegue más tarde lo inevitable, sino que llegue con más cansancio y tras comerse un atasco de los buenos en la A-3. ¿Y qué hacemos en ese embotellamiento? Mirar con desprecio a todos los vehículos de nuestro alrededor por haber tenido la osadía de volver a la misma hora que nosotros. Cómo de mala tiene que ser la idea de retrasar la vuelta si va a conseguir que te caiga mal un coche.

¿Y si el viaje no es en coche? Pues peor me lo ponen, que entonces ya es vicio. En lugar de ir con tiempo al aeropuerto o estación de turno hay quien decide atiborrarse de museos y visitas en la última mañana, pero con los nervios del ay, que no llegamos. Como el que va a por más tortitas y otro vaso de ese zumo fluorescente en un bufé malo. De verdad, qué necesidad.

Lo mejor de salir con tiempo es que nos da, precisamente, tiempo. Quitarse esta tirita de golpe, sin al menos un par de horas para hacerse a la idea de que todo termina y que queda un año para volver a descansar, es suicida. Por fin en casa, con una maleta abierta, una nevera vacía, un ánimo decaído y un espíritu que trata de escaparse en cada (sonoro) suspiro, llegamos al que, de forma inconsciente, es el final de las vacaciones: asumir que han terminado. Se acabó el tejer, Penélope, que ya estamos en Ítaca.

Entonces -y, de verdad, sólo entonces- es cuando se pone en valor lo que hemos hecho y, sobre todo, lo que no hemos tenido que hacer, que es lo peor que puede tener que hacer alguien, que es trabajar. Ante tamaña desgracia, podemos ver con claridad lo que perdemos. Ya lo decía Kiko Veneno: "lo mismo te echo de menos que antes te echaba de más".

Así, cerramos los ojos y vamos rememorando cada momento de paz y felicidad en un recuerdo tan puro que hasta nos olvidamos de los mosquitos, los niños gritando y los calamares congelados a 17 euros la ración. Día a día hasta el inicio de las vacaciones. Incluso podemos seguir viajando hasta las anteriores y sus predecesoras. Año a año. De repente, somos de nuevos esos chavales que se niegan a salir temprano porque tenemos que apurar un día que ya empezará tarde porque también tuvimos que apurar la noche. Un momento en el que tenemos por delante amores, desamores, risas, peleas, decisiones y hasta las rodillas en buen estado: media vida. Pero también un atasco.

Ahí sí, abrimos los ojos, volvemos al hoy, sonreímos y decimos "joder, qué pereza".

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