La emergencia de la ultraderecha en las pasadas elecciones generales, constituida ya en la tercera fuerza política del país, ha dejado a nuestros politólogos y observadores habituales un tanto desconcertados. Hasta ese momento el ascenso mediático (incluso su entrada en el Parlamento) no dejaba de ser un acompasarse al resto de países europeos. Suponía la corrección de una anomalía histórica: la insólita convivencia dentro de unas mismas siglas políticas desde las aspiraciones liberales (una sue
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