MADRID
Las calles, de Répide a hoy

Costanilla de los Ángeles, del convento al jazz

Actualizado

En esta pequeña calle, donde cabe mucha historia de Madrid, de la religiosa a la política, destaca hoy por su inigualable oferta musical y su exótica gastronomía

La Costanilla de los Ángeles, en una imagen reciente.
La Costanilla de los Ángeles.ÁNGEL NAVARRETE

Muy estrecha, muy discreta, la costanilla de Los Ángeles es una de esas calles del viejo Madrid que desde las alturas de la plaza de Santo Domingo -y de su vecina la del Callao- bajan suavemente hacia el Manzanares. Pero termina pronto, en Arenal junto a la plaza de Isabel II y Ópera. En tan poco espacio cabe mucha historia, de la religiosa a la política, ya desde el siglo XVI, que es la que glosó Pedro de Répide en su callejero hace 100 años. En tiempos modernos también tiene que contar, desde un templo de la música en directo hasta la transformación del centro de esta ciudad en punto de atracción, con sus apartamentos y B and B, para el creciente turismo foráneo.

En sus orígenes renacentistas la calle llevó el nombre más pedestre de bajada de Los Ángeles, "y tomó su nombre del Monasterio Real de Santa María de los Ángeles, que se hallaba donde actualmente las casas 13 y 15". Eran monjas franciscas, dice nuestro cronista, y "fue fundación de la noble señora portuguesa doña Leonor Mascareñas, que vino a Castilla con la emperatriz doña Isabel y fue aya de Felipe II". Toda esta zona era una profusión de conventos: "En 1617 padeció este monasterio un grande incendio, siendo socorridas las religiosas por las del contiguo de Santo Domingo el Real, rompiendo la pared que mediaba entre ambas casas".

Llegó el convulso siglo XIX, y en 1835, tras la revuelta liberal, con la desamortización de Mendizábal y la exclaustración de Olózaga, esos conventos fueron demolidos. A esas pugnas pertenece también el otro suceso relacionado con la costanilla que Répide relató. Fue en el número 3 -un viejo palacio que aún existía en 1920, pero parece que ya no-, y de ahí salió un duelo a muerte de impacto político: "Allí vivía el infante don Enrique de Borbón, que murió en desafío con el duque de Montpensier, y en esta casa estuvo expuesto su cadáver". El duelo, el 12 de marzo de 1870, fue en Alcorcón: "Tuvo por motivo la carta de don Enrique a los montpensieristas. Ello fue lo cierto, si probabilidades tenía don Antonio de Orleáns para llegar al codiciado trono, que ocupó su cuñado, todas quedaron deshechas por la misma bala que mató al infante don Enrique".

Matar o morir, esa constante de los dos últimos siglos de la historia de España...

La evolución de los usos de nuestros edificios, tan marcada en la época posterior a nuestro cronista, se apunta como tantas otras veces en la propia costanilla, en cuyo número 1 estuvo un enorme palacio antiguo que por su otro lado daba a la plaza de Isabel II, "donde recientemente se ha construido el Real Cinema", levantado por un consejero de Carlos V, don García de Barrionuevo, y donde en tiempos de Felipe III vivía el presidente del Consejo de Castilla, don Pedro Manso.

Pues bien, antes del Real Cinema -donde, como aquí ya hemos contado hablando de la plaza de Isabel II, el empresario Maximiliano Álvarez, oriundo de Tierra de Campos, montó una sala excepcional donde descubrimos el Cinemascope y el Cinerama-, Répide nos contaba que hace un siglo, del lado de la costanilla, existía "un avanzado Centro Obrero", del que no conocemos más detalles.

Del palacio de tiempos del emperador al Cinerama, ya tenemos un ejemplo más de ese cambiante Madrid de los Austrias. Todo evoluciona: el propio Real Cinema no es ya sino un recuerdo. Algunas cosas se recuperan, como esos Caños del Peral que llevaban el agua del arroyo del Arenal, donde termina la costanilla, hasta el Palacio Real, y que hoy se pueden ver en el -poco conocido- museo de los Caños del Peral en la estación de metro de Ópera.

Buena música, turistas y gastronomía

Ha seguido cambiando la costanilla. Para este cronista de hoy, una de las novedades valiosas de los últimos años ha sido el traslado hasta ella, hace unos años, del Café Berlín, que desde hace medio siglo ya era en su anterior -y muy próxima- ubicación una de las salas más influyentes de música en directo, fundamentalmente jazz y a veces flamenco, de Madrid. Lleva medio siglo metida en la activa -pero no siempre lo bastante publicitada- escena de los bares musicales de la ciudad, y en 2016 dio un salto geográfico y de ambiciones cuando su anterior edificio en Jacometrezo fue vendido a un hotel. Su propietario, el argentino Pato Almada, aprovechó bien el nuevo local, más grande, y su programación amplió su oferta -dos sesiones diarias- al blues, la salsa... Algunas sesiones memorables, de Jorge Pardo a Remedios Amaya y hasta a nuestros amigos The Wine Drinkers, quedan, justamente, en la memoria.

El boom turístico es tal que hemos localizado en el número 2 una casa de huéspedes coreana cuyo nombre sólo encontramos en lengua coreana, y por tanto irreproducible. Sus clientes recomiendan su comida, con un gimbap muy rico. Cosas...

Más ofertas exóticas de comer: en el número 18 está el Nan Nan Ma La Tang, un modesto restaurante chino especializado en el hot pot, esa cacerola de Sichuán en la que se elaboran, bien picantes -¡atención, los menos habituados!-, unas sopas cuyos ingredientes, en esta casa, uno mismo escoge al llegar. Interesante.

Para los más castizos, Las Conchas, en la esquina con la calle del mismo nombre, es una casa de comidas de cocina española clásica.

Y quedan las casas de huéspedes para las olas de guiris que se acercan por aquí en busca de tipismo (o de hot pot, quién sabe), como esa inHome del número 14, que ofrece una serie de apartamentos y estudios bastante bien equipados, cosa que se agradece.

¿Nos acordamos de los conventos y los palacios? No demasiado, sin duda, pero lo importante es que el viejo Madrid sigue vivo y muy activo. Y que lo disfruten los madrileños, los coreanos y los argentinos, con una copa en el Café Berlín y, esta misma noche, una sesión de jazz actualísimo con el cuarteto del guitarrista Jonathan Kreisberg.

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