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Vidas tristes del cine
Verano 2021

Gracita Morales: del cine al psiquiátrico y a la estafa de las monjas

Actualizado

Fue la gran chacha del cine español. Pero también fue una gran actriz dramática y una gran inversora de sus millones. Pero llegaron las depresiones, las crisis nerviosas, los intentos de suicidio...

La actriz Gracita Morales.
La actriz Gracita Morales.GTRES

En un mundo donde abundan las risas enlatadas, cada vez que Gracita Morales se dejaba caer por la gran y pequeña pantalla la audiencia reía a mandíbula batiente, con naturalidad y con extenuación. Fallecida en Madrid en 1995 a los 66 años a causa de una insuficiencia respiratoria, en el oído colectivo de varias generaciones aún resuena con su voz atiplada aquello de "¡señoritooo!".

Fue la gran chacha del cine español, aunque sus orígenes fueron el de una señorita bien. Su madre, Ana Carvajal, era una de las mujeres más millonarias de Ciudad Real porque era la dueña de las minas de carbón de Puertollano y su padre, José Morales, empresario del teatro Calderón de Madrid. Sus cuatro hijos, Consuelo, Ana María, María de Gracia y José, crecieron entre nubes de algodón que se fueron evaporando cuando su progenitor empezó a perder el patrimonio familiar por su afición a las cartas. En un pispás pasaron de cien a cero. Y Gracia tuvo que buscarse las habichuelas. En 1948 fue meritoria en la compañía de Josita Hernán y Luis Peña.

En sus inicios fue una gran actriz dramática. Y en los 60 hizo explotar la taquilla. Ahí están Atraco a las tres (1962), La ciudad no es para mí (1966) o Sor Citroën (1967). Ganó un dineral, sobre todo cuando firmó un contrato con el productor José María Reyzábal -miembro de una de las familias más poderosas de España, propietaria de los edificios Windsor y Torre Picasso, la extinguida productora Ízaro Films o de los cines más emblemáticos de Madrid- por cinco millones de pesetas a razón de cinco películas anuales.

Supo invertir bien. Un ático en la madrileña calle O'Donnell y una mansión en San Pedro de Alcántara (Marbella) que perteneció al dueño de cervezas Mahou. La malvendió. Hubo años en los que llegó a rodar una decena de películas. El personaje fagocitó a la persona. Vinieron las depresiones, los desequilibrios emocionales y las crisis nerviosas. No disfrutó del éxito. De ahí sus repentinos cambios de humor y su temible temperamento. Pero nadie quiso profundizar en la psique de la mujer cuya única meta en la vida fue la de hacer reír, aunque por dentro se ahogara en lágrimas. La vida le deparó algunas cosas buenas, como trabajar con su hermana Ana María en Sor Citroën y en ¡Cómo está el servicio! (1968), que previamente había sido primera actriz en la compañía del inolvidable Ismael Merlo. Su hija María Luisa recuerda que Gracita "era amorosa, un encanto, con una gran preparación y tremendamente tímida, por lo que lo pasaba muy mal".

En la biografía Alfredo el Grande. Vida de un cómico, el fallecido intérprete Alfredo Landa se despachó a gusto con ella al afirmar que "era caprichosa, despótica e intratable" y en alguna ocasión, José Luis López Vázquez, con quien formó uno de los dúos cómicos más rentables de los 60 en una quincena de filmes, dijo que "a veces era bastante envidiosa y cuando veía a una actriz más joven se sulfuraba mucho".

Su matrimonio en 1970 con el pintor tinerfeño Martín Zerolo, hijo del alcalde de Tenerife y tío del político y activista LGTBI Pedro Zerolo, fue traumático porque se peleaban casi todos los días. No tuvieron hijos: "Dios no me los dio", le confesó la actriz a Mercedes Milá en el programa Buenas noches (1982). Ella quiso adoptar, pero él no. Cuando se aprobó la Ley del Divorcio en 1981, el artista le pidió la separación para casarse de nuevo. Otro batacazo para Gracita que a partir de 1971 empezaría su declive porque no encajaba en el cine de destape.

Cuando su sobrina, la respetada actriz Ana Carvajal, oye indefectiblemente que Gracita murió sola y arruinada le hierve la sangre. Confesó a LOC que "hay que tener muy mala baba para decir semejantes cosas ante la enfermedad y decadencia de una persona. Se aprovecharon de sus problemas psiquiátricos. ¿Tú sabes lo que es hacer siete u ocho películas al año, tomarte pastillas para dormir y otras para levantarte? La llegamos a internar en un psiquiátrico varias veces porque se cortó las venas en dos ocasiones". En su interior malvivían las musas Melpomene y Thalia.

Gracita Morales tuvo la habilidad de gustar a otros cómicos sublimes. Cantinflas cayó rendido a sus pies, la recibió en el aeropuerto de Ciudad de México con mariachis y representantes gubernamentales. Era un ídolo en el país azteca. Pero cayó en desgracia.

ENGAÑADA POR LAS MONJAS

Su sobrina recuerda que en sus últimos años de vida unas monjitas se aprovecharon de su fragilidad mental para cuidarla en su apartamento del madrileño y exclusivo barrio de Salamanca e incitarla a firmar unos documentos notariales.

"Al ser la única Morales viva y, por tanto, su heredera, acudí al notario. La sorpresa fue mayúscula cuando me dijo que el piso de la calle General Pardiñas (en el centro de Madrid) y sus derechos de imagen, que pueden ascender entre 100.000 y 200.000 euros anuales, se los había quedado la orden religiosa", afirma taciturnamente Ana.

Antonio Ozores trabajó con la actriz en 19 películas. Su hija Emma recordaba a LOC una anécdota que solía relatarle su progenitor: "Antiguamente, cuando te hacías un cigarro se llamaba pajita y en un hotel, con su voz tan característica, dijo: 'Bueno, me voy arriba a hacerme una pajita'. Y todos se partían el pecho".

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