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155 años de su exilio

Isabel II, la reina de los 12 embarazos y ninguno de su marido: "No era ninfómana, estaba mal casada"

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La reina Isabel II y su marido, Francisco de Asís de Borbón.
La reina Isabel II y su marido, Francisco de Asís de Borbón.EM

Un 28 de septiembre de 1868, la sublevación encabezada por los generales Prim, Serrano y el almirante Topete derrotó a las tropas leales a Isabel II en la batalla de Alcolea. La guarnición de Madrid se unió a la revolución del 68, secundada por las masas, al grito de "mueran los Borbones" y obligó a la reina, de veraneo en San Sebastián, a abandonar España el 30 de septiembre camino del exilio.

Se refugió en París, acogida por el emperador Napoleón III y Eugenia de Montijo, y posteriormente compró el pequeño palacio Basilewski, rebautizándolo como palacio de Castilla, donde residió hasta su muerte en 1904 por una gripe mal curada. Jamás se le permitió regresar, ni siquiera cuando su hijo, el futuro Alfonso XII, en quien había abdicado, recuperó el trono español en 1876.

Para saber más

Isabel II fue en realidad una mujer condenada a una pesada carga para la que no estaba preparada como era reinar, siendo además víctima de su entorno. Nacida el 8 de octubre de 1830, a los 3 años se convirtió en heredera, tras la muerte de su padre, el nefasto Fernando VII en 1833. Apodado El Deseado, cuando regresó del exilio tras la invasión de Napoleón, traicionó a los españoles y a la Constitución liberal de Cádiz, restaurando un régimen tiránico, la "década ominosa". Según las crónicas era cobarde, feo, antipático, habitual de los burdeles y mal hijo, pues conspiró contra su propio padre, Carlos IV.

Isabel II nació de su cuarto matrimonio con Cristina de Borbón Dos Sicilias, pues sus anteriores esposas murieron sin darle descendencia: su problema de macrofalosomía -enorme pene- les provocaba terribles dolores impidiéndoles concebir. Al tener una sola hija, Fernando VII promulgó la Pragmática Sanción, que permitía reinar a las mujeres, despojando de la Corona a su hermano y heredero, Carlos María Isidro. Esto dio origen a las sangrientas guerras carlistas, en las que los liberales apoyaron a Isabel II, que se convirtió en emblema de las libertades frente al candidato ultraconservador .

Pero la heredera, inmadura y malcriada aunque de corazón generoso, carecía de formación. Su madre, la reina regente María Cristina, estaba más dedicada a su amante, el guapo sargento Fernando Muñoz, que a educar a Isabel. Según el conde de Romanones, "con diez años apenas sabía leer, de aritmética solo sumar, su ortografía era pésima y sus modales en la mesa deplorables. Solo le divertían sus juguetes y sus perritos". Y el historiador Comellas la retrata como "apasionada por España y por sus amantes, era desenvuelta, castiza y plena de espontaneidad, pero la amabilidad se mezclaba en ella con la chabacanería" .

Entorno corrupto

Desde que subió al trono con 13 años, la "reina de los tristes destinos" como pasó a la Historia, se rodeó de consejeros nada fiables, conservadores o liberales, como el padre Claret, que la manipulaban a su antojo. Inicialmente cedió cierto poder al Parlamento, pero pronto las libertades fueron cercenadas. La corrupción y la existencia de una casta militar que cambiaba gobiernos a base de pronunciamientos, sumado a una camarilla regia que interfería en política, provocaron su final. En el exilio reconocería a Benito Pérez Galdós que nadie la enseñó a gobernar. "Qué había de hacer yo, reina con 13 años, sin ningún freno a mi voluntad, con todo el dinero para antojos y no oyendo más voces que las de la adulación que me aturdía".

Para su desgracia, la obligaron a casarse a los 16 años con su primo, el afeminado infante Francisco de Asís y Borbón, único candidato que no molestaba a las potencias europeas al no influir en sus alianzas, pero sería su mayor enemigo al conspirar continuamente en su contra. Solo tenían en común que a ambos les gustaban los hombres, como Isabel II confesaría al diplomático León y Castillo: "¿Qué voy a decir de un hombre que en la noche de bodas llevaba más bordados en su camisa que yo en la mía?". Esto empujó a la soberana, que advirtió "he cedido como reina pero no como mujer", a coleccionar amantes, tanto que ninguno de sus 12 embarazos se atribuía a su esposo. Destacan los generales Serrano y O'Donnell, el cantante José Mirall, el compositor Emilio Arrieta o Enrique Puig Moltó, "el pollo real", supuesto padre de Alfonso XII según la rumorología. Algunos justificaban este furor uterino por su mal matrimonio "no era ninfómana, estaba mal casada". Ya en el exilio, la pareja se separó, afincándose la reina en París y el consorte al palacio de Épinay-sur-Seine.

Qué había de hacer yo, reina con 13 años, sin ningún freno a mi voluntad, con todo el dinero para antojos y no oyendo más voces que las de la adulación que me aturdía

El derrocamiento de Isabel II no solucionó la grave crisis política en que estaba sumido el país: se buscó monarca en el extranjero y a instancias del general Prim fue elegido Amadeo de Saboya, hijo del monarca italiano, pero en dos años tiró la toalla: "Esta España vive en constante lucha. Si fueran extranjeros sus enemigos sería el primero en combatirlos, pero quienes perpetuan sus males son los propios españoles", afirmó al abdicar. Inmediatamente se proclamó la I Republica el 11 de febrero de 1873, que solo duró un año, en el que se sucedieron cuatro presidentes distintos: Pi y Margall, Salmerón, Castelar y Figueras. El caos y el desmembramiento de la nación desencadenaron el golpe de estado del general Martínez Campos, que restauró la monarquía Borbón con Alfonso XII. Isabel II jamás regresó a España, salvo esporádicamente: su propio hijo lo consideró preferible para salvaguardar la estabilidad de la Corona.