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De Lodge a Trump: el aislacionismo ayer y hoy

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EEUU quedó fuera del orden mundial en la posguerra, política que recuerda al unilateralismo del presidente.

Woodrow Wilson, en el Congreso de EEUU durante la declaración de...
Woodrow Wilson, en el Congreso de EEUU durante la declaración de guerra de 1917. CORBIS

La Primera Guerra Mundial empezó con una batalla cartaginesa. El Plan Schlieffen, con el que Alemania intentó la conquista de Francia en septiembre de 1914, era en realidad una copia de la estrategia seguida, exactamente 2.128 años antes en el sureste de Italia, por el general cartaginés Aníbal, contra la República de Roma.

Y la guerra acabó con "una paz cartaginesa". Así es como llamó el economista más influyente del siglo XX, John Maynard Keynes, al Tratado de Versalles, que selló el final de la guerra. Keynes, que participó en las negociaciones de Versalles, acuñó la expresión para establecer un paralelismo entre las condiciones impuestas por los aliados, a instancias de Francia, a Alemania. Unas condiciones que, dijo, calcaban las impuestas por Roma a Cartago, cuando por fin la derrotó tras 120 años de guerra, y que se basaban en arrasar la capacidad económica de los vencidos y condenarlos a la miseria para la eternidad.

Keynes se opuso tanto a esa política que entró en una depresión, y acabó dimitiendo de su puesto en el comité negociador británico, en una carta el primer ministro Lloyd George que arrancaba: "Debo hacerle saber que el sábado me deslizo fuera de esta pesadilla". Poco después escribió un libro, Las consecuencias económicas de la paz, que se convirtió en un best-seller, pero que tuvo una consecuencia imprevista por el autor: empujar a Estados Unidos fuera del orden mundial.

Washington no participó en el mundo de la posguerra. En una de las mayores paradojas del siglo XX, el presidente de Estados Unidos, Woodrow Wilson, promovió la constitución de la Sociedad de Naciones. Los planes del presidente se estrellaron contra la oposición de Henry Cabot Lodge, un senador republicano conservador perteneciente a la élite de Boston, que planteó una serie de objeciones al Tratado. Los "reservacionistas" -republicanos conservadores- de Lodge se sumaron a los "irreconciliables" -republicanos de izquierdas- en una batalla contra el presidente demócrata -pero también conservador y, sobre todo, muy racista- Woodrow Wilson.

Y ganaron. Gracias, sobre todo, a Lodge, un político cuyas posiciones suenan hoy muy actuales. Era un nacionalista enemigo de la inmigración - en aquella época, de europeos que no fueran sajones, como italianos o griegos - que, en el debate sobre la Sociedad de Naciones usó argumentos que en los EEUU de Donald Trump están a la orden del día, como su frase "solo amo una bandera, y no compartiré esa emoción ni daré mi afecto a la monstruosidad mestiza inventada por la Sociedad [de Naciones]". La enemistad entre el presidente y Lodge fue tal que cuando en 1924 Wilson falleció, la viuda de éste, Ethel, le mandó una nota pidiéndole que no asistiera al funeral.

La ausencia de Estados Unidos de la Sociedad de Naciones fue uno de los problemas que afrontó el mundo de la posguerra, y una de las claves de la Segunda Guerra Mundial. Sin la presencia de Washington, Francia tuvo vía libre para seguir arruinando al máximo a Alemania, a la que empobreció y provocó hasta que ésta reaccionó con el hipernacionalismo nazi. Entretanto, EEUU, liberado de la política europea, y con la devolución de los créditos que había concedido a Gran Bretaña y Francia durante la guerra retornando al país, vivió un periodo de expansión económica y estabilidad en la década de los veinte.

Paradójicamente, una parte considerable de las inmensas indemnizaciones que Berlín tuvo que pagar a Gran Bretaña y Francia -y que hundieron a Alemania en tres años de hiperinflación en los que el dinero dejó prácticamente de tener valor- acabaron luego en Estados Unidos. La razón es que los vencedores -y en particular Reino Unido- habían incurrido en una deuda monstruosa para financiar la guerra. Gran parte de esa deuda había sido financiado por la única potencia que estaba en paz, EEUU -que no había entrado en guerra hasta 1917- por lo que, pese a no haber puesto énfasis en la 'paz cartaginesa' a Berlín, Washington acabó beneficiándose de ella. De hecho, Gran Bretaña acabó de pagar su deuda de la Primera Guerra Mundial en 2015.

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