En 1959 nació en La Coruña un gallego que siempre se sabía si subía o bajaba. Subía y subía. Tanto que se convirtió en gigante. Con 10 años, Fernando Romay medía 1,85 y, aunque los médicos aventuraron que llegaría a alcanzar los 2,20, se plantó en unos modestos 2,13. Más que suficiente para ser un fenómeno deportivo y social en una España donde los pívots aún tenían tamaño de aleros, Alfredo Landa era el (merecido) rey y Pau Gasol, algo inimaginable. "Siempre he sido diferente, siempre lo he sab
Hazte Premium desde 1€ el primer mes
Aprovecha esta oferta por tiempo limitado y accede a todo el contenido web
Si lo prefieres