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Cinco años sin Javier Krahe: "Nunca quiso venderse al sistema"

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Imagen de archivo de Javier Krahe.
Imagen de archivo de Javier Krahe. E.M.

Aquella noche, a Javier Krahe le costó andar algo más de lo normal. El reloj marcaba las 02.00 y, del bar La ballena verde a su casa veraniega, en Zahara de los atunes (Cádiz), tuvo que hacer tres altos en el camino. "Es una sensación que no identifico. Creo que el whisky no me ha sentado bien", le dijo con media sonrisa a su amigo y compañero Javier López de Guereña. Emulando a Ulises en su Odisea, tras un periplo de 550 metros lograron entrar en la vivienda. Y el cantautor se tumbó un rato en el sofá, a descansar.

"Era un hombre muy normal, pero muy extraordinario", recuerda López de Guereña, guitarrista que compartió con Krahe instantes, dentro y fuera de los escenarios, durante casi 35 años. Le consideraba como un padre, del que aprendió, entre otras cosas, la importancia del sosiego: "Decía que, ante una situación alarmante, lo mejor es no hacer nada. Eso lo hacía fenomenal. Esperar a que deje de ser preocupante por sí sola, aunque esto no sirve si eres el jefe de bomberos", dice entre risas.

Este domingo se cumplen cinco años del fallecimiento de uno de los mejores cantautores españoles. Un lustro muy nostálgico para el guitarrista, que reconoce tener al difunto presente todos los días: "Me acuerdo muchas veces de él a diario... Y digo 'Maldito Krahe' muy a menudo".

Algo similar le ocurre a quien le acompañaba en sus conciertos al contrabajo, Fernando Anguita. "Era un hombre de gran sensibilidad al que no le gustaba ser sensiblero. No mostraba sus sufrimientos. A mí me enseñó a eso, a forjarte una coraza cuando algo te duele mucho", evoca Anguita al hablar de ese hombre de aspecto quijotesco que siempre escondía un sentido del humor ácido detrás de su triste figura. "A veces abusaba de esa coraza", continúa. "Otras, la utilizaba a modo de terapia. Recuerdo una vez que a un amigo común le dejó su mujer y Krahe le decía: 'Qué mal lo debes de estar pasando, ahora mismo ella debe de estar follando con otro y tú ahí jodido'. Una terapia un poco cruel, pero muy efectiva".

De izq. a dcha., J. López de Guereña, A. Prittwitz, J. Krahe y F. Anguita.
De izq. a dcha., J. López de Guereña, A. Prittwitz, J. Krahe y F. Anguita.

Para el contrabajista, la inteligencia de Krahe residió en "no necesitar más", simplemente dedicarse a componer canciones sin aspirar a colocar su nombre en la revista Forbes. "En el momento en que despegaban Sabina, Aute y otros, Krahe decidió no subirse a ese carro puesto que había que venderse, y eso era literal, al sistema", dice Anguita.

El ejemplo más claro de esta coherencia se remonta a 1986, cuando cantó junto a Sabina su famoso Cuervo ingenuo durante un espacio musical dedicado al de Úbeda. El concierto lo retransmitía TVE, que decidió dejar de emitir la señal mientras entonaban la canción que criticaba el incumplimiento de Felipe González, por entonces presidente, de sacar a España de la OTAN. Krahe recibió todo tipo de presiones, según relatan los que le conocieron bien, pero él no se doblegó ante nadie.

"No pasó por el aro"

"'Tú me has pedido que cante en tu recital, cantaré Cuervo ingenuo, no me pidas que elija otra porque ésta no entre en el sistema', le dijo a Sabina. Es más, Juan Luis Cebrián, que había sido compañero de clase de Krahe, le ofreció un día: 'Mira Javier, no seas tonto. Con un poquito que cambies yo te pongo arriba'. Javier le contestó que no hacía falta que le encumbrara. Él eligió no pasar por el aro. Y, por nuestra parte, algunos músicos que tocábamos con Sabina y con Krahe nos quedamos con Krahe. Sabiendo que nos quedábamos en casa comiendo na, entre comillas. Nos pareció auténtica su postura", detalla el contrabajista.

Aquel episodio no fue agradable para un Krahe que lo pasó "bastante mal". "Le dispararon y se cayeron todos los bolos ese verano. Una cosa es que no emitieran la actuación, algo ya de por sí raro, pero otra cosa es que hubiera una venganza o una especie de lista negra...", apunta López de Guereña. "Era un hombre de una coherencia extraordinaria, algo que no vi en ningún otro artista", añade Andreas Prittwitz, quien escudaba al cantautor con su flauta de pico, su clarinete o su saxofón.

"Pero algún defecto sí tenía. No le gustaba decir 'Buenos días', algo que no cuesta tanto... Había que reclamárselo. Ése pudo ser su único fallo, por lo demás era perfecto", comenta entre risas este alemán afincado en España desde hace varias décadas.

A Javier Krahe le preocupaba dejar "un puñado de buenas canciones", según sus propias palabras. Un artesano de la métrica y la rima que se tomaba su tiempo para colocar cada palabra en su sitio. "Lo consiguió. Sacaba cada tres años un disco. Cuatro canciones al año... Era muy feliz siendo interpelado en la calle sólo por cuatro o cinco, no por 4.000 o 5.000. Que le abrumaran no le gustaba nada", puntualiza López de Guereña.

"Podría haber sido muy famoso, rechazó grandes ofertas que le hubieran conseguido eso. Pero no quería más fama. No buscaba llevar la vida que llevaba Joaquín, lo tenía muy claro", añade Prittwitz, quien destaca cómo Krahe seguía saliendo por las noches aún a sus 71: "Quería vivir la vida hasta el último momento como a él le gustaba. Le daba mucho miedo pensar en el futuro, terminar con respirador... Eso le ponía histérico. No se veía así". Muestra de ello son las últimas palabras que Krahe tuvo con Anguita, después de haber ofrecido su último concierto en una sala de Boiro (Galicia): "No me eches tanto agua al whisky".

(...)

En la madrugada del 12 de julio de hace cinco años, Krahe se levantó del sofá y afirmó que ya se encontraba mejor. Su mujer, Annick, se ofreció a ayudarle a subir las escaleras para llegar a su habitación, a lo que el músico la tranquilizó: "No, soy autónomo". "Yo le dije: 'De eso nada'. Justamente se había dado de baja de autónomos esa semana. Como pensaba no trabajar durante un año... Ésa fue nuestra última conversación", concluye López de Guereña. Al cabo de un par de horas, los gritos de Annick, que resonaron en toda la casa, despertaron al guitarrista. Javier Krahe había muerto.

Los huérfanos de Krahe

A modo de homenaje, "para sentir a Javier cerca", este trío fundó un grupo bautizado Los huérfanos de Krahe, con el que llegaron a dar más de 50 conciertos en tres años, interpretando ellos mismos las éxitos del cantautor. "El público más fiel de Javier continuaba viniendo a nuestros recitales. Al cantar sus canciones, se creaba un ambiente muy especial. Lo dejamos este pasado invierno, pero confío en que volvamos pronto".

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