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'Manodrome' cautiva en la Berlinale con su enfebrecido diagnóstico de la enfermedad de la testosterona

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El sudafricano John Trengove sorprende con una alucinado y vibrante descenso al "infierno" de la masculinidad

Jesse Eisenberg en la presentación de 'Manodrome'.
Jesse Eisenberg en la presentación de 'Manodrome'.JOHN MACDOUGALLAFP

Están los hombres, en sus múltiples acepciones de blandengues, de negro, formales, metrosexuales, como dios manda, rancios, integrados, binarios, no binarios y hasta trans. Y luego están los hombres de verdad. A estos últimos se les identifica porque antes de hacer una cosa, explican lo que van a hacer y dejan claro cómo se debe hacer. Lo mismo da que se trate de trabajo, de marcaje al hombre, de la paella, de pasar el aspirador, de la inflación o de, llegado el caso, cambiar un pañal. No hablamos de la obsesión, ya en claro retroceso, de la masculina exhibición de poderío, seguridad y apertura de piernas al sentarse, nos referimos a la cansina y pepetua obsesión de explicar cosas. ¿Vendrá en la testosterona?

Probablemente, ésta es una de las preguntas que lleva años ocupando al director sudafricano John Trengove y que el sábado acaparó todos los focos en la sección oficial de la Berlinale con 'Manodrome'. La película, protagonizada por Jesse Eisenberg y con Adrian Brody en el reparto, cuenta la historia un hombre que, ante la ruina general de su vida, siente la extraña necesidad de reafirmarse en cada una de sus derrotas. A punto de ser padre, se abstrae de todo, paternidad y vida en pareja, y cae (o se deja caer) presa de una comunidad libertaria masculina no exactamente Incel (los del celibato involuntario), pero casi. Lo que sigue es un descenso hacia el fondo de la testosterona de antes (si es que la testosterona tiene fondo) o, más gráfico, al pozo del infierno de la masculinidad, la de verdad.

El director que sorprendiera con la enérgica y contumaz 'La herida' (2017) --a vueltas con un rito iniciático tradicional para jóvenes que están en los últimos años de la adolescencia-- propone ahora un viaje alucinado y alucinante a lo que se podría llamar los esquemas tradicionales de la masculinidad. Lo interesante es que lejos de explicar nada ni de recetar programa de desintoxicación alguno (no es película política), 'Manodrome' simplemente se deja secuestrar y empapar incluso por los códigos que analiza. Digamos que la idea no es refutar con una detallada exhibición de argumentos contrarios, sino simplemente hacer ver; que la cosa se refute sola mostrándola en toda su crudeza. Como si se tratara de un ataque de fiebre, toda la cinta vive entre la realidad y el sueño en el imaginario exageradametne testosterónico de un sujeto acorralado por su enfermedad (pues eso es).

El resultado es un ejercicio de cine fenético, intenso y lanzado a la cara del espectador como la más provocadora y salvaje de las explicaciones dadas jamás por un hombre, un hombre de verdad.

Por lo demás, la sección oficial se completó con la película 'The shawdoless tower', del director chino Zhang Lu. Se cuenta la historia de un hijo que, tras dejar de ver a su padre cuando apenas era un niño, recupera el contacto cuando ya es todo un hombre divorciado y puede presumir incluso de una vida bastante cerca del fracaso. Más allá del relato, lo que le interesa al director es capturar la textura de un tiempo que se desvanece en la pantalla con un planos tan claros e intensos como inmisericordes. Y así hasta dibujar con un mimo inédito una película esencialmente bella, esencialmente triste y esencialmente esencial.

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