ANDALUCÍA
Huelva
A pie de playa

El último poblado almadrabero sigue en pie en Huelva gracias al olvido

Actualizado

La almadraba de Nueva Umbría funcionó hasta 1963. El poblado estuvo habitado por unas 1.000 personas

La almadraba de Nueva Umbría.
La almadraba de Nueva Umbría.JUNTA DE ANDALUCÍA

La vegetación ha protegido del derribo al último poblado almadrabero andaluz. Como un resto arqueológico selvático, el espectacular complejo de edificios del Real de la Almadraba de Nueva Umbría sigue fantasmalmente en pie en la Flecha del Rompido (Lepe) gracias a su olvido y a la protección medioambiental del lugar. Los miles de veraneantes de El Portil y El Rompido desconocen el templo a la captura del atún, a una Andalucía pescadora entonces tan potente, que allí sobrevive.

Cada día de verano, barcazas cargadas de bañistas cruzan el río Piedras, para luego caminar hasta la virginal playa oceánica de la Flecha del Rompido, el fenómeno geológico que cada año crece no menos de 30 metros, ampliando el hábitat del allí frecuente camaleón.

El poblado almadrabero de Nueva Umbría, en la provincia de Huelva.
El poblado almadrabero de Nueva Umbría, en la provincia de Huelva.EL MUNDO

Los usuarios de las playas de El Portil y El Rompido conocen bien la Flecha del Rompido, pero no que, en ella, escondido, se encuentra el último poblado almadrabero andaluz. Los edificios siguen en pie: la casa del capitán, el alquitranadero, el almacén para guardar bien ordenadas las redes, las casas de los pescadores.

La Almadraba de Nueva Umbría fue la más productiva de todas, junto a la de Barbate, en los años dorados de esta pesquería, hace justo un siglo. La abrió en 1929 el Consorcio Nacional Almadrabero, reaprovechando edificios de otras almadrabas. Llegó a estar habitado por unas 1.000 personas, 200 trabajadores con sus familias. "Se conoce el dato por el número de cartillas de racionamiento", afirma Juan Ruiz Acevedo, catedrático de instituto.

En la cantina del poblado los habitantes retiraban alimentos que pagaban al final de la temporada de almadraba. El abastecimiento al economato llegaba desde el veterano puerto de El Terrón, popular enclave hoy por sus restaurantes, donde en el siglo XV el almirante Juan Díaz de Solís preparó en secreto la expedición que llevaría al descubrimiento del río de la Plata.

La costa de Huelva tuvo entre sus primeros forasteros, antes de que el veraneo triunfara, a los pescadores almerienses. Desde Carboneras y El Alquián llegaban en barco para afanarse en las varias almadrabas que calaban por la zona, de las que hoy no queda ninguna. Otros marineros, fuera de temporada, no volvían a sus pueblos, "no les merecía la pena y se hacían una chocita en El Rompido malviviendo con la venta artesanal; salían a calar trasmallos de acedias y, a la vuelta, las mujeres y niños andaban a Lepe y Cartaya a vender el pescado", añade el profesor, miembro de la plataforma que pugna por la recuperación integral del poblado.

La mayor parte provenían de Isla Cristina, Lepe, Cartaya, Portugal y del poniente almeriense. En la costa de Huelva llegaron a calarse a la vez ocho almadrabas. Desde el oeste: La Mojarra, Reina Regente, Las Cabezas, La Tuta, el Terrón, el Portil, la Cinta, Torre del Loro y Torre la Higuera.

Precisamente en El Rompido se ubicó la primera almadraba de Huelva, en 1741, propiedad del duque de Medina Sidonia. Esta pedanía de Cartaya luce dos faros, uno a la sombra del otro. El de 1862 dominaba un paraje solitario hasta que a su alrededor se fijó en pequeñas chozas esa población que no regresaba al pueblo. Todavía hay apellidos en la zona de aquella época: Ceada, Carro, Gloria...

La almadraba de Nueva Umbría funcionó hasta 1963. Se fue al garete por la codicia, el exceso de pesca. "Algunos decían que en una almadraba de revés de Cádiz -la que se nutre del regreso de los atunes al Atlántico- se cogían muchas crías de atunes que no soltaban, porque las vendían como melvas".

La Junta de Andalucía declaró Bien de Interés Cultural el poblado y ha rehabilitado una pequeña parte: el embarcadero, el alquitranadero y la chimenea, el resto está vallado. Hay que llegar en barco, peor una vez allí una nueva pasarela permite llegar hasta el mar. El interés por convertir el complejo en un centro turístico no tuvo éxito, y ahora la plataforma que defiende el poblado solicita la reforma y el uso público cultural.

Hoy la pesca deportiva reina en la desembocadura del Piedras, un río corto pero repleto de embarcaciones de recreo gracias a sus cuatro puertos deportivos. El trasiego de bañistas y barcos cesa a la noche, cuando el faro nuevo bate con su luz a la vieja almadraba, testigo del tiempo en el que al borde del mar vivían los que no podían permitirse otro lugar.