La última vez que Sara Khadem (Teherán, 1997) vio a Cooper, su gato, fue el pasado 24 de diciembre, cuando esta joven ajedrecista iraní, 17ª en las listas mundiales, lo dejó en casa de sus padres para ir al Campeonato del Mundo de Partidas Rápidas en Almaty (Kazajistán). Junto a ella viajaba su esposo, Ardeshir Ahmadi, productor de cine, y Sam, el hijo de ambos, nacido hace poco más de un año. La familia ya sabía que, al día siguiente, un gesto iba a cambiar su vida. Sara decidió competir sin velo, en defensa de la libertad de las mujeres y en solidaridad con las protestas iniciadas tras la muerte de la joven Mahsa Amini en Irán. «Antes de aquello ya había pensado en las consecuencias: pero si no era sin velo prefería no volver a jugar», asumió Sara, considerando la posibilidad de no regresar más a su país. Pero su imagen ante el tablero con la cabeza descubierta dio la vuelta al mundo. Y pocos días después, los tres con sus maletas y nada más, se instalaron en el sur de España.

Orden de arresto

En la ley islámica de Irán impuesta tras la revolución de 1979, el artículo 638 del quinto libro del Código Penal recoge que todo acto que se considere “ofensivo” para la moral pública está castigado con una pena de entre 10 días y 2 meses de prisión o 74 latigazos. Una nota aclaratoria de este artículo explica que las mujeres a las que se vea en público sin velo serán castigadas con una pena de entre 10 días y 2 meses de prisión o una multa. De modo que, si Sara viajase hoy a Irán, sería detenida nada más pisar el aeropuerto.

Sara acaba de cumplir 26 años, pero tiene el talante de una mujer mucho más madura. En un delicado inglés con acento farsi, cuenta que tenía 8 años la primera vez que descubrió el ajedrez, a través de una compañera de clase –«me gustó desde el primer momento»– y, salvo un incipiente interés por el tenis de mesa o los poemas de Hafez, confiesa que no prestaba mucha atención a las cosas. «Era una niña normal, pero me concentraba poco», confiesa.

sara khadem ajedrecista iraní
Fernando Roi
Traje de chaqueta de raya diplomática y top blanco lencero de IKKS.

«Cuando dices ajedrez, la gente piensa que eres una persona muy enfocada, pero yo no». E incluso fue a un neurólogo que, a través de un sofisticado software, estudió su cerebro para determinar en qué áreas funcionaba mejor para poder entrenarlo. Resultó que su capacidad de concentración no era nada del otro mundo. «Fue curioso, me dijeron que era mejor no tocar nada esa parte, porque trabajando el enfoque tal vez dejaría de ser creativa», y concluyeron que su imaginación era mucho más valiosa: «En ajedrez tienes que pensar de manera diferente y tener buenas ideas».


En defensa de la libertad

Su originalidad y un virtuosismo precoz enseguida convirtieron a Sara en una figura mundial del ajedrez y en una celebridad en su país. Formada bajo la tutela de su compatriota Khosro Harandi y del holandés Robin van Kampen, Sara obtuvo su primera medalla mundial con 12 años y, desde entonces, ha participado en numerosos campeonatos mundiales, entre ellos las Olimpiadas de ajedrez, y ostenta los títulos de Gran Maestra Femenina desde 2013 y Maestra Internacional desde 2015. Y no extraña cuando dice que el ajedrez ha modulado su manera de pensar: «Cuando juegas al ajedrez tienes que calcular cada movimiento pensando en todo lo que puede suceder a continuación y en algo que le dé sentido».

Para ella, sin duda, sus últimos movimientos también cobran sentido, además de ser una consecuencia de sus elecciones, de su aprendizaje. Así, relata por ejemplo cómo haber viajado le ha enseñado a ver el mundo desde otra perspectiva. Cómo, gracias al ajedrez creció, a diferencia de sus compañeras –educadas en escuelas exclusivas para niñas– en un entorno mixto. O cómo sus padres, un ingeniero informático que vivió años en Alemania y un ama de casa, ambos de mente abierta, la apoyaron siempre en su empeño.

«Antes de tener a Sam nunca pensamos realmente en mudarnos de Irán por completo. Pero cuando nació, creímos que tener un segundo lugar para vivir sería bueno para él»

Sara cumplió con sus estudios hasta bachillerato, aunque los últimos años apenas asistía e iba sólo a los exámenes. «Pasaba fuera mucho tiempo fuera en competiciones. Incluso cuando me casé estuve meses sin ver a mi esposo», recuerda. Pero cuando fueron padres, se detuvieron a pensar en el futuro de su hijo. «Antes de tener a Sam nunca pensamos realmente en mudarnos de Irán por completo. Pero cuando nació, creímos que tal vez sería una buena idea tener un segundo lugar para vivir, que eso sería bueno para él. Ya teníamos a España en mente, porque yo iba a menudo al Festival Internacional de ajedrez de Gibraltar y Málaga nos gustaba mucho», apunta sobre su nueva residencia. Las cosas en Irán no son fáciles para crecer en libertad.

El velo, un símbolo

Con anterioridad a su exilio, y pese a no declararse activista política, Sara ya había mostrado su firmeza de carácter cuando, a principios de 2020, grabó un vídeo de apoyo a su compañero ajedrecista Alireza Firouzja, de 19 años, cuando este se exilió en Francia enfadado porque las autoridades de su país le obligaban a perder por incomparecencia cada vez que se enfrentaba a un rival israelí. Ese mismo año, la Federación iraní le retiró el pasaporte durante seis meses por haber renunciado a formar parte de la Selección nacional en protesta por el derribo por error de un avión de Ucrania en el que fallecieron 176 personas. Y la gota que colmó el vaso fue la detención de una de las actrices más famosas de Irán, Taraneh Alidoosti, por aparecer, también sin velo en su cuenta de Instagram, con un cartel que rezaba: “Tu silencio significa que apoyas la tiranía y a los tiranos”. «Ahí me di cuenta de que ser una persona conocida en Irán ya no era ninguna protección», recuerda Sara.

«El velo se ha convertido en el símbolo de todo el movimiento», incide, «es lo más visible y atenta contra uno de los derechos básicos de las mujeres en Irán. Pero debajo hay mucho más», explica. Porque, aunque efectivamente el velo se ha convertido en el símbolo de las protestas, el sistema islámico y patriarcal instaurado por el régimen de los ayatolás está erigido sobre un conjunto de normas, prohibiciones y castigos que oprimen a las iraníes convirtiéndolas en ciudadanas de segunda clase.

sara khadem ajedrecista iraní
Fernando Roi
Vestido negro de The Kooples y salones de Steven Madden.


Sin embargo, hay un punto en el que la ajedrecista rehúye humildemente convertirse en portavoz o símbolo alguno: «La gente que verdaderamente me inspiró es la que está impulsando el movimiento», aclara. «Yo no sé qué decirles a otras mujeres porque quien las escucha en realidad soy yo». Y cita a otras personas que para ella son un referente: «Hay muchas: en ajedrez, sobre todo Judit Polgar», dice refiriéndose a la húngara considerada la mejor jugadora femenina de ajedrez de la historia. «Y, en mi familia, nuestras abuelas. Es increíble ver cómo han vivido todos los cambios del país y siguen ahí. Y encima son positivas. Mi abuela ha pasado enfermedades a lo largo de muchos años, pero siempre está alegre. Mujeres como ellas son una inspiración».

La lucha de todos

En este punto, también hay que mencionar a su compañero, Ardeshir, de 32 años, cineasta y empresario iraní-canadiense, que pasó tres meses en prisión en 2013, cuando la pareja aún no se conocía: «Él me ha apoyado siempre en todo», cuenta orgullosa. «Antes de conocernos él era una persona conocida en Irán porque dirigía películas y programas de televisión. Sabíamos cada uno del otro, pero nunca habíamos hablado. Un día coincidimos en la calle, e intercambiamos números de teléfono. Esa misma noche me invitó a un concierto y empezamos a salir», recuerda con una sonrisa.

Con la misma ilusión que entonces, Sara hoy parece encarar el futuro como una nueva partida. Y en ella incluye su regreso a la competición, aprender español, matricularse en la Universidad, ver a su hijo crecer feliz, y esperar que el movimiento surta efecto: «Quiero pensar que un día todo cambiará. Todo comenzó por las mujeres, pero algunos hombres también están luchando. Somos muchos los que estamos juntos en esto».