Una Sociedad que adolece de carencias emocionales

“La carencia emocional se produce cuando los padres no satisfacen necesidades emocionales básicas para el niño, como son: sentirse protegido, querido y valorado. Son necesidades vitales para un niño para poder desarrollar buenos autoimagen y manejo interno y externo de sí mismo y de las situaciones”.

Por: Francisco Parada Walsh*

Vivimos en una sociedad donde las carencias emocionales afloran en la piel; todo lo que sucede en el diario vivir no es sino el reflejo de que la base de una sociedad como es la familia no es más que un término hueco, sin alma y en mi caso personal me es fácil detectar las carencias emocionales, quizá porque también adolezco de ellas, basta una fotografía o escuchar la voz de una persona para entender que a pesar de pertenecer a una clase social alta, jamás sus padres le dedicaron tiempo; pudieron haber estudiado en los mejores colegios y universidades pero la inseguridad disfrazada de ego, la soberbia, el afán de notoriedad solo confirma que su infancia fue dura, hubo dinero pero no cariño, ni tiempo y menos valores.

Conozco casos de personas ricas que prefieren tener a sus hijos lejos de casa y llegan a la adultez reflejando con su actuar cómo le marcó la vida esas carencias emocionales; si mi análisis estuviera equivocado el país caminaría por otros derroteros pero puede mi padre conversar conmigo y diferir el ejemplo de vida.

En mi caso personal fue mi madre quien nutrió todo el afecto que una madre da a su hijo, fue mi padre quien daba el dinero pero no el ejemplo; ¿Qué si adolezco de carencias emocionales? ¡Por supuesto! Son vagos recuerdos pero quizá rondaba los catorce años y mientras mi padre se echaba unos tragos me empezó a contar cuáles eran sus prioridades, su escala de valores y no lo olvido cuando me dijo que en la cúspide de la pirámide estaba el dinero, luego el licor y en tercer lugar las mujeres y aun, me aclaró que con el dinero compraba el licor que le diese la gana y con tal bebida podía hacer que una mujer cayera rendida a sus pies

¡Eso es enfermizo! A pesar de ser un hombre brillante,  su infancia fue más traumática de lo que pueda imaginar; debe el lector reflejar o revisar sus relaciones con los suyos; lo que cuento no me debilita ni me muestro inseguro sino que es una verdad que es parte de mi vida y al cumplir  los cuarenta años reconocí a un médico que realizó el servicio social en mi ciudad natal Berlín, mi padre generalmente apoyaba al médico joven y esta vez no fue la excepción.

Este médico me invitó a cenar a su lujosa casa y mientras departíamos me dijo: “Te invito en agradecimiento a lo que tu padre me ayudó y hay algo que no puedo olvidar que cuando llegué a tu casa fue tu padre quien me llevó a un cuarto, tenía tantas botellas de guaro que habían como veredas para alcanzar la que se deseara volarle el tapón y fue tu padre quien me dijo ¿Crees que nos acabamos todo este guaro?”

Aquí puedo entender que mi padre fue proveedor sin embargo fue mi madre la que se encargó de enderezar el barco y en una conversación con ella, yo pateaba los veinticuatro años me dijo: “Te voy a pedir un favor, no vayas a ser como tu papá” esas trece palabras marcaron mi vida, no hubo ofensa hacia él pero me remachó el camino que debía seguir y aquí estoy, no sé qué tanto me afectó todo lo vivido en mi infancia y adolescencia sin embargo no puedo culpar a nadie; todos somos víctimas de víctimas y las carencias emocionales no las llena el dinero sino el amor, el ejemplo, el respeto.

Pertenezco a este rebaño pues decir que somos sociedad es mentirme, y la actual situación que atravesamos no es más que el resultado de las carencias emocionales que adolece tanto el ejecutivo como el campesino más desdichado en la viña del señor y quizá vemos en el otro el ejemplo a seguir.

No tenemos referentes de dignidad, de vidas probas sino todo lo contrario y por lo tanto nada de lo que sucede es casualidad, y mientras no haya un cambio drástico en la familia, seguiremos cayendo en picada, en esta trastocada sociedad debe el bienestar personal primar sobre el bienestar general y debe cada quien lamerse sus heridas; así, es difícil salir adelante, personalmente sino haré algo que cambie mi metro cuadrado, prefiero que me acompañe la soledad y viéndolo bien, es mi mejor compañera.

*Médico salvadoreño

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