A las 10 y media de la noche del 23 de septiembre de 1973 fallecía Neftalí Ricardo Reyes Basoalto en la Clínica Santa María de Santiago. Lo hacía con el nombre de Pablo Neruda y tras meses soportando un cáncer de próstata. También tras 11 días con Pinochet en el gobierno de Chile tras un golpe de estado. Durante años se achacó su muerte a su enfermedad pero desde 2011 la polémica ha congregado a investigadores, científicos, familiares y amigos ante la posibilidad de que fuera un envenenamiento el que se llevó a uno de los poetas más reconocidos del siglo XX.

La vida del Nobel de Literatura, del que hoy se cumplen 50 años de su muerte, es la de un exiliado constante, un militante comunista, un refugio de los republicanos. La de unos versos que conmocionaron a una generación completa y que él escribió con tan sólo 19 años. También la de un padre que abandonó a su hija con hidrocefalia, al que acusan de contar una violación a la señora que trabaja en su casa en su libro Confieso que he vivido y al que la relectura de su figura le ha hecho quedarse, por el momento, sin su nombre en el aeropuerto de Santiago de Chile.

Pablo Neruda fotografiado por Ricardo Reyes.

Su historia comenzó el 14 de julio de 1904, cuando nació en Parral, una localidad chilena, dentro de una familia de ascendencia vasca. El primer golpe le llegó dos años más tarde, con la muerte por tuberculosis de su madre y el trasladó junto a su padre al pueblo donde vivía su amante y el hermano mayor de Neruda y a los que se uniría otro más de otra mujer distinta en 1907. Una familia compleja que afectó en la sensibilidad y en los lazos que el poeta chileno fue tejiendo durante su niñez y, dicen, en sus comportamientos de adulto.

Tras publicar algunos poemas en revistas y periódicos locales siendo aún menor de edad, conoció a Gabriela Mistral que fue su maestra y la que le abrió la puerta a la literatura rusa que tanto le influenció después. Fue en 1924 cuando publicó su poemario más conocido, tenía 19 años y Veinte poemas de amor y una canción desesperada se convirtió en uno de los libros de poesía más importantes de la época. De ahí se ha extraído centenares de veces su verso "Me gustas cuando callas porque estás como ausente" para alegar la actitud machista del poeta y ha sido modificado por "Me gustas cuando hablas porque estás presente" en las manifestaciones feministas de Chile.

Sólo tres años después del éxito de este poemario se fue como cónsul en Rangún, en Birmania, y de allí pasó por Sri Lanka, Buenos Aires y en España estuvo tanto en Barcelona como en Madrid. Sería por estos viajes y por su estancia en el país por los que conocería a Federico García Lorca, Rafael Alberti, Maria Teresa León, Vicente Aleixandre o Miguel Hernández que se convirtieron en sus grandes amigos y que fueron los primeros en ver como el surrealismo empapaba al chileno.

Pero llegó la guerra, la muerte de Lorca, el exilio de Alberti y la cabeza de Neruda comenzó a diseñar un plan para poder sacar a los republicanos hacia Latinoamérica mientras publicaba España en el corazón (1937). En total 2.000 personas gracias a sus contactos y a la recaudación de dinero encontraron un suelo seguro en Chile a donde viajaron desde París.

Todo aquello provocó un cambio en su poesía. Como aseguró la investigadora y poeta Grace Gálvez en el medio chileno El Mercurio, "su obra evoluciona de acuerdo con su contexto histórico, social y político, y entonces pasa de una poesía amorosa a una poesía comprometida con una causa que considera justa, y va a abordar temas de todo tipo, incluidas sus odas acerca de objetos, animales, plantas; pero nunca va a dejar de lado dos cosas: su aspecto combativo y el tema amoroso, que retoma con Los versos del capitán y con los Cien sonetos, que es una poesía mucho más madura e interesante".

Durante ese tiempo, el que pasó como cónsul en distintas ciudades y luego en nuestro país, estuvo casado con María Antonieta Hagenaar Vogelzang con la que tuvo a una hija en 1934 a la que llamó Malva Marina. La historia de esta niña es otra de las que persigue todavía al poeta. Malvita, como él la llamaba, nació con hidrocefalia. Muchos de sus amigos contaron que el chileno no se dio cuenta de la enfermedad de su hija y que mientras la presentaba siendo bebé como una niña preciosa el resto miraba atónito al darse cuenta que no veía la deformidad de su cabeza. "Yo me acerqué del todo y entonces el hondón de los encajes ofreció lo que contenía. Una enorme cabeza, una implacable cabeza que hubiese devorado las facciones y fuese sólo eso: cabeza feroz, crecida sin piedad, sin interrupción, hasta perder su destino...", escribió Vicente Aleixandre sobre aquel momento.

Malva Marina, la única hija de Pablo Neruda.

Aunque Neruda no tardó en ver que algo no iba bien. Un mes más tarde escribió está carta a su amiga Sara Tornú. "La chica se moría, no lloraba, no dormía, había que darle comida con sonda, con cucharita, con inyecciones y pasábamos las noches enteras, el día entero, la semana, sin dormir, llamando al médico, corriendo a las abominables casas de ortopedia donde venden espantosos biberones, balanzas, vasos medicinales, embudos llenos de grados y reglamentos. Tú puedes imaginar cuánto he sufrido. Mi hija, o lo que yo denomino así, es un ser perfectamente ridículo, una especie de punto y coma, una vampiresa de tres kilos". A los dos años abandonó tanto a la niña como a su madre y no las volvió a ver nunca más. Se fue con Delia del Carril, a la que había conocido años atrás en la Residencia de Estudiantes, primero a Barcelona y luego a París y mientras metía a los republicanos en un barco fingió no saber nada de ellas y jamás les pasó ni una mínima pensión. Malva murió en 1943 y él no contestó ni al telegrama que le había mandado su exmujer para comunicárselo. Sería ella la que contaría, años más tarde, cómo vivieron en la más absoluta de las miserias mientras él era ovacionado en Chile.

Se afilió al Partido Comunista y se convirtió en uno de los mayores críticos con el gobierno de Videla por lo que en 1949 tuvo que exiliarse para evitar que le encarcelaran

El mismo año que murió su hija, y tras pasar una época en México, volvió a su país. Allí ya era el gran escritor y él decidió compaginarlo con una carrera política. Se afilió al Partido Comunista y se convirtió en uno de los mayores críticos con el gobierno de Videla por lo que en 1949 tuvo que exiliarse para evitar que le encarcelaran. Llegó a Argentina y de allí consiguió cruzar el Atlántico hasta París donde con la ayuda de Pablo Picasso, y tras ser nombrado Consejero de Paz, comenzó a recorrer el continente junto a su mujer mientras seguía publicando decenas artículos políticos y cientos de poemas.

Regresó a Chile cuando el panorama político se lo permitió, volvió a separarse, volvió a casarse, y siguió escribiendo y defendiendo sus ideas desde primera línea. Tanto que 1969 el Partido Comunista lo eligió como posible candidato a la presidencia del país y él lo rechazó en favor de Salvador Allende. En cuanto llegó a ser presidente, Allende lo envió a Francia como embajador, un poco antes de que le llegase el Nobel de Literatura en 1971 "por una poesía que con la acción de una fuerza elemental da vida al destino y los sueños de un continente".

Fue, quizás, su mayor momento de felicidad y al volver a su país lo recibieron como un héroe con el estadio nacional a rebosar y los chilenos enloquecidos. Cómo aseguró su amigo Julio Cortázar sobre su obra: "Neruda nos devolvía a lo nuestro, nos arrancaba de la vaga teoría de las amadas y las musas europeas para echarnos en los brazos a una mujer inmediata y tangible, para enseñarnos que un amor de poeta latinoamericano podía darse y escribirse hic et nunc, con las simples palabras del día, con los olores de nuestras calles, con la simplicidad del que descubre la belleza sin el asentimiento de los grandes heliotropos y la divina proporción".

Pero su salud se complicó así que decidió no volver a Francia y renunció a su cargo como embajador. Murió 11 días después de que el presidente Allende se suicidase tras la entrada de Pinochet en La Moneda y a los pocos días su casa fue saqueada y todos sus libros destruidos. Su funeral se convirtió también en una cacería. Allí acudieron parte de los altos cargos del Partido Comunista y cantaron La Internacional entre gritos de ¡Viva Allende! y ¡Viva Neruda!. Muchos de los que fueron a rendirle homenaje no volvieron a ser vistos, no se volvió a saber nada de ellos.

La gran obra de su vida, Confieso que he vivido, se publicó tras su muerte y por ella por la que comenzó esa revisión de su figura, por unos párrafos donde describe lo que dicen fue una violación. "Una mañana, decidido a todo, la tomé fuertemente de la muñeca y la miré a la cara. No había idioma alguno en que pudiera hablarle. Se dejó conducir por mí sin una sonrisa y pronto estuvo desnuda sobre mi cama. El encuentro fue el de un hombre con una estatua. Permaneció todo el tiempo con sus ojos abiertos, impasible. Hacía bien en despreciarme".

Estas frases, junto con algunos de sus poemas, la historia de su hija; dividieron a Chile entre los que estaban a favor de Neruda y los que estaban fervientemente en contra. Incluso cuando su sobrino publicó una investigación sobre su muerte el 15 de febrero de este año hubo que aseguró que intentaba convertirlo en el Lorca español. Según él, su tío murió envenado y lo acababan de demostrar. "El laboratorio de Canadá tenía el molar completo y una osamenta del cráneo. En cambio, el de Dinamarca tenía un fémur, que es más poroso, y un incisivo, que tenían menos cantidad de Clostridium botulinum. Pero es la misma cepa de los dos laboratorios, que indistintamente trabajaron. No cabe duda de que eso fue endógeno e inyectado. Y se lo pusieron a Neruda estando vivo y corrió por el torrente sanguíneo".

Pero no le salvó de su ya mala fama ni la posibilidad de su asesinato. Cuando intentaron hacerle un homenaje el movimiento feminista se puso en contra. "No están los tiempos para homenajear a un maltratador de mujeres, que abandonó a su hija enferma y confesó una violación", dijo Pamela Jiles, del Partido Humanista de Chile.