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5782, año embolismal: constancia y cambio



año embolismal

1. m. año que se compone de trece lunaciones.

Real Academia Española


Una de las grandes discusiones en el pueblo judío hoy en día es si debemos atenernos a nuestras tradiciones y valores milenarios o si corresponde abandonarlos para dar lugar a nuevos valores que reflejan el progreso de la sociedad.


Veamos cómo las características especiales del año nuevo que empieza el lunes próximo con la puesta del sol nos pueden arrojar algo de luz sobre el tema.


El año nuevo, 5782 desde el sexto día de la Creación, es un año inusual por dos razones: 1) es un año sabático y 2) es un año embolismal.


El origen del año sabático está en la propia Biblia: “Cuando entrarán a la tierra que yo les doy, la tierra descansará un descanso para Di-s.” En los siete versículos que siguen la Torá nos detalla los pormenores del cumplimiento de este precepto [1].


En resumen, consiste en que durante el séptimo año, el año de Shemitá, se suspende toda actividad agrícola en la tierra de Israel, se anulan todas las deudas personales tanto en territorio de Israel como fuera de él y los esclavos hebreos habrían de salir libres [2].


Hoy en día, en Israel, el agricultor judío, temeroso de Di-s, suspende toda actividad agrícola en sus campos, y en todo el mundo, tanto dentro de Israel como en la diáspooira se suspenden las deudas personales, por lo que se instituyó el “Pruzbul”. Escapa el objetivo de este artículo explicar todos los pormenores de estos dos preceptos. Puede googlearlo, empezando por las páginas de Jabad.


Quiero enfocarme aquí sobre las connotaciones que tienen—más allá de la aplicación práctica y ‘religiosa’ de dichos preceptos— para con nuestra vida personal y cotidiana, y sobre el tema con el cual abrimos esta nota.


Año sabático


Suspender toda actividad agrícola por un año nos concientiza del hecho de que somos más que meras máquinas de producción; que nuestro sustento viene de Di-s y de Él depende, que la Tierra es de Él y somos nada más que custodios de turno.


Año embolismal


Para entender el tema del año embolismal, hace falta un poco de trasfondo.


El primer precepto que Di-s dio al pueblo judío fue el de establecer el calendario sobre el ciclo lunar. Los meses y, como consecuencia de ello, las fechas y las festividades habrán de fijarse según el ciclo lunar [3]. El tema es que también hay un mandato Divino de asegurar que la celebración de Pésaj coincida siempre con la primavera [4] para recordar la bondad de Di-s que nos sacó de Egipto en primavera, para que no suframos el frío del invierno ni el calor del verano. ¿Cómo se logra esto, si el año lunar tiene unos once días menos que el año solar? Los que prestan atención a las noticias que mencionan el mes de Rámadan, se darán cuenta que cada año coincide con otra estación del año. El islam, que basa su calendario en el ciclo lunar, pierde unos once días cada año con respecto al año solar y así resulta que las fechas van trasladándose por las diferentes estaciones. ¿Cómo lo logramos, entonces? Para lograr el resultado buscado agregamos un mes entero (Adar II) cada dos o tres años y así compensamos el desfasaje entre los dos sistemas.


Cada mitzvá (precepto) es parte de la Torá (“enseñanza”). ¿Qué aprendemos de este precepto, más allá de lo “técnico”?


Comparto aquí una enseñanza del Rebe de Lubavitch —que su mérito nos escude— al respecto:


Tanto el sol como la luna fueron creados “para iluminar la tierra”[5]. Si bien ambos iluminan la tierra, hay varias diferencias entre cómo lo hacen. El sol ilumina todos los días de la misma manera mientras que la luz con la que la luna ilumina la tierra es diferente cada día del mes. Nuestra tarea como pueblo judío e integrantes del mismo es iluminar al mundo con la luz Divina inherente en la Torá y sus preceptos. En la práctica de los preceptos hay, no obstante, dos maneras: hay aquellos que son practicados con constancia y hay aquellos que son cíclicos o esporádicos.


La novedad y la constancia tienen cualidades diferentes. Los preceptos cíclicos, como por ejemplo comer Matzá en Pésaj o escuchar el Shofar en Rosh Hashaná, tienden a generar mucho más entusiasmo e interés que aquellos preceptos que cumplimos todos los días, como, por ejemplo, colocarnos los Tefilín. Los preceptos constantes, por otro lado, tienen la ventaja de formar parte de nuestros hábitos y como consecuencia ser profundamente arraigados en nosotros.


El año embolismal nos enseña que el objetivo no es mantener los dos caminos separados, sino combinarlos y así lograr una sinergia que los potencia a ambos.


Veamos un ejemplo:


A partir del día en que un niño judío se transforma en hombre judío tiene el mandato Divino de colocarse los Tefilín todos los días. ¿Cuál es el objetivo? Los Tefilín consisten en dos cajas de cuero que contienen cada una cuatro párrafos bíblicos que hablan de la unidad de Di-s, de nuestro deber de servirlo y de la obligación de colocar estos párrafos sobre nuestra cabeza y sobre el brazo, a la altura del corazón. Colocamos los Tefilín sobre la cabeza —donde reside el intelecto— y sobre el brazo a la altura del corazón —donde se manifiestan los sentimientos— para ayudarnos a canalizar nuestra conciencia, pensamientos y sentimientos hacia el servicio de Di-s.


Cuando uno se concientiza de esto cada mañana al colocarse los Tefilín, con esto está cumpliendo su deber al estilo del “sol”. Cada día es igual al día anterior; es constante pero no especialmente motivante. Pero hay una manera de cumplir con este mismo precepto “solar” de una manera “lunar”, con frescura y el entusiasmo que engendra. Funciona así: si antes de colocarse los Tefilín uno se detiene a reflexionar sobre cuál pensamiento o sentimiento específico le resulta especialmente desafiante y necesita encauzarse, resultará que cada día el mismo acto tiene una nueva connotación y una relevancia personal.


Y también a la inversa: hay que introducir en los preceptos “lunares” la cualidad de la constancia representada por el sol. En la práctica quiere decir que uno debe buscar constantemente nuevas oportunidades y maneras de celebrar y transmitir los valores eternos de la Torá.


Así que la enseñanza aquí es: la constancia y el cambio no solo no tienen por qué contradecirse, sino que logran su verdadera potencia justamente al combinarse.


¡Shaná Tová!


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  1. Levítico 25:1-8.

  2. Éxodo 21:2

  3. Éxodo 12:1, 2.

  4. Deut. 16:1

  5. Génesis 1:15-17.


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