Image: Fráncfort, el aldeanismo de algunos políticos catalanes

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Primera palabra

Fráncfort, el aldeanismo de algunos políticos catalanes

Luis María Anson, de la Real Academia Española

28 junio, 2007 02:00

Luis María Anson, de la Real Academia Española

Por parte de mi madre, pertenezco a una familia catalana; por parte de mi padre, andaluza. Cataluña es la región española a la que me siento más unido. Siete años asistiendo todas las semanas al Consejo de Dirección de La Vanguardia me han permitido entender, al menos en gran parte, la idiosincrasia profunda de un pueblo admirable.

En mi opinión, es necesario estimular al máximo la cultura catalana, vanguardia muchas veces de la España cultural en el mundo . La pintura, la escultura, la arquitectura, la música, producidas por catalanes alcanza cotas históricas de altura universal. También la literatura. El dinero que se gasta en el impulso a la cultura catalana, es decir a la cultura española producida en una región admirable de nuestra nación, bien gastado está.

Es necesario decir todo esto por dos razones: para que no haya la menor duda sobre mi posición de siempre en favor de Cataluña y su cultura; para que la denuncia de ciertos aldeanismos no se puedan tomar como una actitud sectaria o politizada.

Y vamos con el escándalo de Fráncfort. La Generalitat va a gastar 12 millones de euros, una parte de los cuales los abonará la Administración Central, en la presencia catalana en la Feria de Fráncfort. Hasta aquí, todo aceptable. Pero enseguida han llegado algunos políticos decimonónicos y sectarios y han impuesto totalitariamente, con palabras estevadas, que la presencia de Cataluña en Fráncfort sea sólo en catalán. Juan Marsé, tal vez la mejor prosa hoy de la literatura española, el azogue perpetuo, escritor catalán que escribe en castellano, ha dicho: "La Feria del Libro de Fráncfort en términos generales se ha politizado y cuando la cultura se politiza la hemos pifiado".

La literatura catalana en lengua castellana -Juan Marsé, Eduardo Mendoza, Javier Cercas, Vila-Matas, Nuria Amat, Enrique de Hériz, Carlos Ruiz Zafón, Valentí Puig, Ildefonso Falcones, González Ledesma, Boadella, por citar algunos nombres- no estará presente en la Feria de Fráncfort porque el sectarismo de ciertos dirigentes, perdidos en el laberinto de la ceguera, ha excluido a los catalanes que no escriben en catalán.

El aldeanismo de esa política de campanario, en el tiempo de las supranacionalidades y la globalización, produciría carcajadas si no hiciera daño a la cultura catalana y, como consecuencia, a la cultura española. Con los impuestos por un lado de todos los españoles, por otro lado de los catalanes que forman parte de una sociedad abierta y bilingöe, se financia una operación de capillita y campanario que pretende ofender al segundo idioma del mundo: el castellano. Un grupo de políticos catalanes mediocres y cerriles están haciendo con el castellano lo mismo que hizo Franco con el catalán. Es una política absurda, totalitaria, jibarizada, histérica y miserable.

Cataluña no se merece eso. La Cataluña que yo amo es liberal, abierta, plural, con los pies en la realidad, siempre dispuesta a reconocer el mérito allí donde se produce. La persecución del castellano no enaltece al catalán. Lo empequeñece. La cultura catalana profunda es la de los vasos comunicantes desde los griegos, los romanos y los fenicios hasta el internet globalizador y la palabra pánica. Las heridas que unas docenas de políticos oscuros y letrinales están produciendo en el cuerpo cultural de Cataluña tardarán muchos años en cicatrizar. La reacción frente a la tropelía se ha producido ya en el seno de la propia región catalana donde un grupo de intelectuales se ha alzado contra las cenizas de la inteligencia, contra el totalitarismo cultural de la Generalitat y abogan porque se restablezca el espíritu que ha hecho grande a las artes, a la música, a la ciencia, a las letras de aquella comunidad, asfixiada hoy por las mordazas con las que se pretende enmudecer a los espíritus libres y a los creadores independientes.

El aldeanismo de la maniobra Fráncfort exige más que nunca la denuncia de los periódicos impresos, hablados o audiovisuales que están al servicio del derecho a la información de los ciudadanos, de los medios que defienden la libertad de expresión frente a las imposiciones totalitarias vengan de donde vengan, de los ciudadanos que aplauden la nave de la libertad, el mascarón de proa de los intelectuales catalanes, azotados por los temporales desencadenados desde la Generalitat.

Zigzag

Mi interpretación de la historia política de Juan III difiere a veces de forma sustancial de la de Rafael Borrás. Desde esa disensión quiero decir que su libro El Rey de los cruzados es un trabajo serio y excelentemente documentado. Borrás ha espigado con sutileza todo lo que más puede perjudicar a Juan III y a Juan Carlos I. Su calidad de historiador y su buena escritura están por encima, en todo caso, de sus interpretaciones políticas. Un libro, en fin, que he leído con interés y que carece, casi, de errores de documentación aunque la confusión de Gregorio Marañón con Gregorio Marañón Moya resulte divertida.