Image: Santiago Auserón o el son metafísico

Image: Santiago Auserón o el son metafísico

Letras

Santiago Auserón o el son metafísico

11 julio, 2017 00:00

Santiago Auserón

El referente de Radio Futura se sale de la horma por personalidad, constancia, y sistematización de un pensamiento que pretende descubrir cuatro verdades innegables que vinculan al ritmo con el hombre, y al hombre con el pensamiento. Discípulo de Deleuze, sobresale como teórico, a su manera, de los cantes de ida y vuelta entre España y las américas.

De la escuela de calor a la escuela peripatética (de los 'ochenta ochenteros' a "un tratado mal conservado" de Aristóxeno de Tarento) va toda una vida que se sale de horma. Santiago Auserón lleva un sombrero como de trovero cubano que hubiera leído todo los libros felices y hubiera puesto a la carne a bailar al son: contradiciendo a Mallarmé y con un zarcillo superpuesto a las modas. Eso cuando no sigue el perfecto protocolo, la perfecta etiqueta que se le exige cuando se pone al frente de una sinfónica y reinventa sus primeros hits con músicos que han pasado por el conservatorio y que quizá vuelven a casa con "reggaetón" en el coche. Y no se nos olvide que tiene el "Nacional de Músicas Actuales" por su versatilidad y la calidad poética de sus letras. Tal es el caso de este Santiago Auserón salido de horma, detective de todas las músicas, antiguo delineante,que ha hecho un pacto con el diablo según el cual cada década es fiel a sí mismo, con cierto amejoramiento según unos cánones estéticos que dicen mucho de este feliz filósofo, musicólogo, divulgador y doctor universitario. A Auserón lo corona, si acaso, ese "peinado en leve tupé del siglo XX" que observó Abel Hernández en una célebre entrevista que le hizo para esta casa. En la misma entrevista contó que el fuego de la Filosofía vino a llegarle con el libro de texto del Bachillerato, o que "el verso cantado sigue siendo el mejor soporte técnico para condensar un pensamiento que tiene que hacer frente a la necesidad, una sedimentación del tiempo que corre. Que a través de los pies, de las manos y de la voz mantenemos el vínculo con los ancestros, con el planeta y con nuestro vecindario". Santiago Auserón Marruedo es zaragozano, de la cosecha del 54. Obviando que del 80 al 92 pasó por el ateneo atildado y necesario de Radio Futura, y gracias a sus estudios en Filosofía en la Complutense y en la París VIII, puede considerarse otro pope de la Movida, pero un pope de la Movida vivo y resistente, irrompible en lo vital a fuerza quizá de vocación intelectual. Un superviviente de la epidemia 'ochentera', quizá, gracias a que pudo alternar a Kant, a Lacan y a Jacobson con los fanzines animosos de la época que salían del multicopista a media tarde, cuando el primer cubata madriles en los tugurios que cercaban "la Galileo". Lo que en otros músicos e intérpretes de la Movida eran noches sin freno, tacones y una estética variable al ritmo de una discográfica que hacía balance con los 'modernitos', en Santiago Auserón era exploración de la condición humana a través de la música; el ser y la nota. Quizá porque más allá del ramillete de canciones de Radio Futura, Auserón ha vivido y ha compuesto motivado por un fin un tanto peculiar: el conocimiento de su oficio mientras le llegaban, a él y a su grupo, racionalizado, eso que llaman las 'mieles del éxito' "Un día más me quedaré sentado aquí /en la penumbra de un jardín tan extraño/Cae la tarde y me olvidé otra vez /de tomar una determinación./Esperando un eclipse/me quedaré./Persiguiendo un enigma/al compás de las horas ./Dibujando una elipse/me quedaré/entre el sol y mi corazón." Cierto es que Auserón, en esa penumbra del creador, ha intentado poner luminosidad al arte de las musas: "ese enigma al compás de las horas" entre sí mismo, entre el pensador sistemático y su alter ego tropical, Juan Perro. En otros miembros de esta familia de los "fuera de hormas" hemos estudiado la palabra escrita como canal expresivo, pero en Auserón el oficio de hundir tecla está condicionado por un ansia de conocimiento que le ha venido desde siempre en el bolo más recóndito, en la noche oscura del alma o en una entrevista en Radio 3. También es cierto que de toda la cofradía de la Movida, Radio Futura tuvo esa confianza o esa valentía de ir editando en papel poético lo mejor de sus letras: Canciones de Radio Futura (Pre-Textos, Valencia, 1999). Dice Auserón, con sonrisa de pillo, boca de piñón, atavío entre habanero y aragonés que sí, que el viaje que debe hacer todo héroe para variar el rumbo de la barca creativa le llegó en el 84, en las primeras vacaciones que pudo pagarse a Cuba: con lo ganado con Radio Futura -suponemos que un montante decente-, y con lo que dejaban los impuestos después de haberse desgañitado. En la isla iba a sufrir ese shock que explica en El ritmo perdido (Península, 2012), cuando viene a darse cuenta que existe una matemática rítmica, análoga a otros ritmos de la negritud anglosajona, que en Cuba pone en nuestra lengua una música que quizá sea la más nuestra. Lo cual que "El ritmo perdido", a partir de esa búsqueda detectivesca de la negritud musical en los ritmos peninsulares, es además una obra total en el buen sentido de la totalización, de la sistematización de un trabajo filosósfico donde no niega el pacto autobiográfico. Porque antes del descubrimiento de Cuba, con su luz, con su entrecruce mestizo, están las impagables lecciones con Gilles Deleuze en los 70, maestro en transitivo de Auserón. Y se puede decir que entre el escenario, la justificación de la música negra en castellano y la figura de Deleuze, Auserón se escapa de todas las hormas posibles. Especialmente se escapa de horma en un país de buenos pensadores, no hay duda, pero de pensadores que producen normalmente al calor de una polémica que es más política que intelectual. Pero Auserón en su tesis de 509 páginas por la Facultad de Filosofía de la Complutense contradice al propio Deleuze, o le da la razón con su persistencia de intelectualizar la música dentro del pensamiento: "Muchos jóvenes reclaman extrañamente ser ‘motivados', piden más cursos, más formación permanente: a ellos corresponde descubrir para qué se los usa, como sus mayores descubrieron no sin esfuerzo la finalidad de las disciplinas. Los anillos de una serpiente son aún más complicados que los agujeros de una topera". Con temor a a la generalización y al trazo grueso, pero con fidelidad a lo que nos dice la intuición, a Santiago Auserón lo vemos efectivamente con un ansia de conocimiento, de claridad sobre todo aquello que recorre al fenómeno musical como tarea sublime del Hombre. Y así en los libros citados y en otros, en conferencias conservadas o en otras lanzadas al olvido. Porque cantar quizá no sea más que ir "recordando en su canto la tristeza de otros hombres para olvidar las suyas, como si al fin y al cabo, nada fuera con él, pero de todos modos, él se fuera con todos". Santiago Auserón, amén de la composición y el voluminoso esfuerzo que hizo en doctorarse cum laude por la Complu con "Música en los fundamentos del logos" bajo la dirección de su coetáneo José Luis Pardo, ha estado detrás de proyectos musico/culturales de fortuna dispar: entre La Habana y Sevilla, entre Los Ángeles y Alcañiz. Si lo vemos como productor, que lo es y con cierto callo, se debe a ese empecinamiento suyo por encontrar el jazz americano en el sustrato ibérico con Chano Domínguez y demás. En todo caso, leer a Derrida con fondo de guaguancó, en la Cuba castrista y antes de una actuación supone una coctelera sorprendente. Y es que Auserón ha disfrutado de todas sus transformaciones, del rock al "juamperrismo" latinoché, pero sin dejar nunca su marca personal de académico avanzado, de científico humano de todas las percusiones. Si volvemos a su ensayo El ritmo perdido, comprobamos lo que ha tardado España en preguntarse por los cantes de ida y vuelta, o por preguntarse por sí misma y por cómo ha sonado tanta riqueza musical a lo largo de la historia. Cierto que hay que agradecer a Auserón la claridad orteguiana del filósofo en su prosa divulgativa y pensante; incluso que se incluya a sí mismo y a sus desventuras en el ensayismo. Y de igual modo hay que agradecerle que en este país tengamos a Compay Segundo como uno de los nuestros. En definitiva, que un señor de Zaragoza nos cuente que "quiso descubrir el equivalente del blues en la Península" y que "la rítmica norteafricana trajo a España el halo de los lupanares de Persia". Si la filosofía es el paso del mito al logos, la historia de Auserón sirve para entender "el alma del personaje y las razones a las que obedece", pues "no es tarea fácil hacer compatible el concepto del sujeto heroico, impersonal y colectivo de la antigua aristocracia guerrera con el sujeto anónimo inmerso en la sociedad de masas contemporánea". Así que en tanto "lo comunitario, por voluntad de representación llevada al extremo se ha vuelto desposesión, la percepción siquiera esporádica del fuego del 'logós' -la iluminación acerca de la conexión entre todas las cosas- exige mantenerse en guerra con el mundo". Y su guerra, este verano, pasa por darle aire sinfónico a su cancionero en ferias y fiestas. En esas verbenas más o menos ilustradas, más o menos municipales, donde el son vence a la canícula. @JesusNJurado

Otros escritores fuera de horma