Image: Mireia Sentís

Image: Mireia Sentís

Arte

Mireia Sentís

Pîezas sueltas

26 abril, 2000 02:00

"La habitación de Van", 1999. Collage fotografiado, 71 * 89

Galería Moriarty. Almirante, 5. Madrid. Hasta el 23 de mayo. De 75.000 a 2.500.000 pesetas

Piezas sueltas se llama esta exposición de Mireia Sentís (Barcelona, 1947), lo que podría entenderse de manera unívoca: obras diversas sin más unidad que el hecho de pertenecer a la misma artista. Esto la convertiría en especial procediendo de alguien cuyas exposiciones parten de un concepto que aglutina intenciones plásticas y temáticas, reuniendo obras fechadas en momentos cercanos. En este sentido, la presente muestra sí es especial puesto que contiene fotografías tomadas a lo largo de muchos años (entre 1977 y 1999), con técnicas diversas, y sobre temas que, a simple vista, resultan muy dispares. Son "piezas sueltas" que más bien deben ser entendidas como las fichas de un rompecabezas para cuya reconstrucción son posibles varios recorridos. Por un lado, todas estas imágenes podrían formar parte de un ámbito común: el de la vida íntima de su autora. Así tenemos una serie de vistas tomadas desde la ventana de un cuarto que fue el propio o las fotografías de la biblioteca de una casa donde habitó; las de los amigos y los lugares que significaron algo importante en su vida o las re-creaciones de obras de otros (el collage con la "Habitación en Arles" de Van Gogh como motivo principal, por ejemplo) que la artista deseó suyas. Todas ellas, constituirían una memoria íntima, algo así como el álbum particular de Mireia Sentís.

Sin embargo, sin conocer las circunstancias que rodean a las fotografías, uno se encuentra con otro vínculo, acaso más íntimo, entre ellas. Las magníficas obras de esta exposición forman dos grupos que se solapan. Por una parte, el dedicado al exterior urbano (coches, bocas de incendio, la basura y los graffiti en las fachadas de ladrillo...). En segundo lugar, el que componen una serie de imágenes del interior doméstico: la intimidad de la cama, el jardín, el baño, la máquina de escribir, la biblioteca o el umbral iluminado... En ambos grupos, la búsqueda es similar: congelar lo que no va a volver. Pero, además, tanto en la ciudad arañada por el tigre de los días como en esa rutina doméstica donde el tiempo se trenza delicadamente, Mireia Sentís trata de constatar la presencia del hombre que lo habita. Es esta presencia lo que hace que ambos caminos se solapen y que la emoción de la memoria pueda, por un momento, con el paso del tiempo.