Marcha del Orgullo 2022: Brillar es resistir

La Marcha del Orgullo se celebra en Argentina desde 1992. Hace treinta años sólo iban un par de centenares de personas y con máscaras, para evitar represalias. Hoy es una fiesta a cielo abierto, con carrozas, murgas y altavoces. Un ejercicio de autoafirmación que sale de Plaza de Mayo y llega hasta la Plaza de los dos Congresos. Un ritual siempre plagado de memoria y reclamos en torno de las leyes, los derechos y las reparaciones que todavía faltan.

5 de noviembre de 2022

Caer desde estos tacos sería como lanzarse al vacío desde el faro del Palacio Barolo, pero a ella no le importa. Mirenla: va en minishorts de lentejuelas verdes y con un velo de novia que se le enreda con el viento que ahora galopa por la 9 de julio. Sonríe, no deja de sonreír. Esperó una vida para esto, y no es metáfora: pasó encerrada en el armario casi quince años. Hasta que un día salió del closet y también de su casa, "de un patadón", dice.

Tiene los ojos celestes, celeste plástico, pero su sonrisa no podría ser más real ni más suya. Y hoy, mientras se prepara para salir a taconear todo a lo largo de la Avenida de Mayo, dice que sí. Que este no es un día como cualquier otro. Que este es un día de fiesta, encuentro y celebración. A cara descubierta. Su cartel lo dice clarísimo: "Mirá, mamá. Hoy voy a brillar con todos los colores". Está escrito en un cartón que ayer pudo haber sido caja de paquetes de jabón en polvo o pack de lavandinas por un litro. No importa: hoy ella -y todos, y todes- están aquí para celebrar. Para revivir. Para mostrar bien alto -no importa si desde la carroza con globos plateados o desde esa otra embanderada con los colores del arcoíris- que aquí cada quien nació para brillar. No sólo para sobrevivir.

Entre los pedidos de la marcha, la reacción estatal contra los crímenes de odio fue una constante.


La ciudad escondida

Pero, a no engañarse porque esto que hoy sale al sol y canta y baila, este río de gente tornasolada que brilla como una libélula gigante posada sobre avenida no vino de ningún lado. No creció al azar, ni tampoco es tan nueva. Buenos Aires, tan gardeliana y tanguera ella, siempre tuvo - escondida bajo la falda de hierro, subterránea, oculta en el intestino de cada edificio- otra ciudad, paralela y fantasmagórica. Una comunidad sin bigote anchoa ni gomina, sin funyi ni ganas de compadrear, pero con el mismo derecho -y la misma antigüedad- de la que siempre estuvo a la vista.

Los hermanos sean unidos. Un abrazo permanente, mucha música y baile fueron las marcas de identidad de este encuentro al que todos, todas y todes son bienvenidxs. El uso del lenguaje inclusivo se contó entre las consignas de esta Marcha del Orgullo.



De acuerdo: esa otra Buenos Aires -más de departamento, de "garconiere", de todo a media luz- hizo de la discreción su estrategia de superviviencia. En la ciudad de los compadritos, una caída de ojos podía pagarse carísimo. Pero no olvidemos tampoco que -como cuenta Paco Jammandreu en La cabeza contra en suelo, su fabulosa autobiografía poblada de tías y postales de Evita, a quien vistió por años- también entonces se cocían habas. Y también entonces el humo se podía oler. De lejos. La diferencia es que hoy, detrás de las paredes, lo que arde es un rio de lava. Uno que, en días como hoy, pide pista y aplausos.

"¡Atención, chicas! ¡Atención!", se escucha. Abren la marcha, detrás de la bandera blanca con la leyenda Marcha del Orgullo 2022, las históricas, los históricos, les historiques. Las viejas travas que guerrearon contra la policía en los días en los que la máxima diversión de los uniformados pasaba por quebrarles las piernas a golpes o dejarlas por días- desnudas y empapadas- adentro de la celda "para que aprenda a ser macho". Están también Victoria Donda y María José Lubertino, saludando con el brazo en alto como si fuesen las reinas de la manzana. Y están- alrededor, detrás, a los costados- todes les demás: una chica en tetas, una chica sin tetas y luciendo, orgullosa, sus dos cicatrices. Hay un señor en kilt escoces y con casco vikingo de doble cuerno. Hay un casalito de lesbianas vestidas de negro, y a los besos. Hay cabezas rapadas, aros de colores, muchas coronas de flores, glitter y piel por todos lados. Entre ellos, la ballenera manda.

Pasan en una carroza Diego Ramos y Gastón Trezeguet, tirando besos mientras de fondo suena ¿A quién le importa?, de Thalía. Pasa Moria, haciendo de Moria y sacándose selfies sin perder jamás el personaje ni el pelucón. Pasa, en otro carromato, Flor de la V, nuestra Ladi Di trans. Pasa una bandera gigante, rosa y celeste, custodiada por travestis precámbricas, con caras como de antiguas monedas perdidas. En la tela, escritos con fibrón negro, el nombre de cada compañera muerta o asesinada por las miles de violencias que las esperan más o menos desde que se bajan de la cuna. Tal vez por eso ellas, las matriarcas, no sonríen tanto. Ellas saben. Ellas estuvieron ahí.

Salir al sol, exigir derechos

Hay quienes todavía ven en la marcha una suerte de desfile de excentricidades. De brillos, de plumas, de glam. Y, si bien no se equivocan, tampoco miran el encuadre completo. Eso que hoy se llama Marcha del Orgullo comenzó en Argentina de un modo más bien timidón. Y por buenos motivos. Que tu jefe, una vecina o alguna amiga de tu familia te viera ahí, toda emplumada o con la popa al viento y vestido de cuero, como tantos que pasan hoy por aquí, implicaba el riesgo concreto del despido o de la expulsión, cuando no las dos cosas. Tal vez por eso hoy, en esta marcha que ya tiene tres décadas, lo primero que se disfruta es la libertad. Cada quien hace con su pelo-con sus ojos, con sus pies, con sus manos- exactamente lo que se le ocurra. Lo que más le guste.

A un dúo de Barbies con el pelo azul les gustó eso: salir a callejear con tacos de vértigo y unos escotes en aprietos. A este tándem de cuarentones con barba de barbería -geométrica, impecable- se les dio por compartir bermudas y medias largas hasta las rodillas, con la bandera del arcoíris apretándoles las pantorrillas. A aquel gordito con gorra militar negra se le dio por subirse a la carroza que reza "Trolos unidos triunfaremos". A este par de chicas, en cambio, les alcanzó con treparse a uno de esos containers grises adonde el gobierno de la ciudad les pide a los buenos vecinos que depositen la basura. Pura venganza poética, las chicas saludan sonríen y levantan su cartel: "Preferimos la felicidad a las tradiciones"

Cuando cada carroza se retira y le da la espalda a la gente que no para de bailar, asoman en la popa las caras de Claudia Pía Baudracco o de la Pepa Gaitán. Y, también cada tanto, aparecen reclamos por la aparición con vida de Tehuel y por la sanción de una Ley Integral Trans. Será que si las mujeres trans no llegan a cumplir cuarenta años, eso es porque el Estado nunca dejó de verlas como alguna vez las vio. Una revista de psiquiatría y criminología de 1903, recuperada por Carlos Barzani en su demoledor Uranianos, invertidos y amorales. Homosexualidad e imaginario social es Buenos Aires 1902-1954, lo dice claro: "el invertido es un delirante, se ha forjado un afeminamiento que no existe, ni puede existir". Para muchos policías, políticos y jueces en ejercicio, las personas que están hoy aquí, tampoco.

No, no todo es fiesta ni marineritos agitando abanicos del arcoíris, como sucede en el carromato decorado con globos de colores de Jean Paul Gaultier, el primer diseñador que creó maquillaje para varones y lo promocionó, cómo no, con marineros como estos que ahora bailan sobre un camión lleno de luces de colores. Pero suena Fergie y el mundo se detiene, y una lluvia de burbujas y papelitos convierten a la avenida de Mayo en el festejo de un mundial. Ganamos alguna clase de campeonato, y saltamos todos de alegría. Porque si. Porque tenemos piernas.

"Mirá, yo no sé qué va a pasar el lunes", le dice a su amiga una chica con orejas de duende y pelo color caramelo Refresco. "Pero hoy estoy acá. Después, vemos". De otra generación, de otros países, un trío -mezcla de murga uruguaya y samba carioca- también hace lo suyo. Se embanderan, se abrazan. Sueñan con Lula y con "Cristina 2023". Hoy, por lo visto, es el día para pedir deseos que se cumplan.

Puede que sea ése el imán escondido de esta fiesta que hoy cumple treinta ediciones: haber conservado, y leudado, su propio espíritu. Su revolución de colores. Su escándalo a repetición. Más allá de las muertes, las palizas, los huesos rotos, las leyes injustas, los seis presidentes en una sola semana y las inflaciones estacionales como gripes, esta marcha nunca se detuvo. Nunca se detendrá. Hay fuego ahí. Y un fervor por vivir que no ha nacido quien venza.



Comparte tu opinión, dejanos tu comentario

Los comentarios publicados son de exclusiva responsabilidad de sus autores y las consecuencias derivadas de ellos pueden ser pasibles de sanciones legales.

Ciencia

El carbón activado y su eficacia en la eliminación de fármacos en el agua

Científicos de La Plata buscan soluciones para la contaminación de aguas por medicamentos. Emplean como materia prima cáscaras de semillas de girasol para sacarlos del agua // Por Fernando Fuentes