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una revisión del castellano

Salvar palabras

Renovarse o morir. Esa parece ser la consigna de la Real Academia Española, que ya tiene una lista de los términos que serán “extremados” de su nuevo diccionario. ¿Las apadrinamos para mantenerlas?

Si hablamos de pegarnos una atraquina, de una mujer que ejerce de churriana o de jugar a resolver acertajos, seguramente la mayoría de los castellanohablantes no entiende a que nos referimos o piensan que hemos escrito mal los términos. Pero no, estas palabras figuran en la biblia del lenguaje, es decir, el Diccionario de la Real Academia Española (DRAE), y se refieren a un atracón, una prostituta y un acertijo, pero por poco tiempo.

Por determinadas razones, pero casi siempre porque simplemente no se usan, las palabras nacen, crecen y mueren después de darles la extrema, forma obsoleta de extremaunción, pasando a englobar una lista en peligro de extinción para la próxima edición del diccionario. Ante la reacción popular para salvar las palabras, gracias a una curiosa iniciativa de la Escuela de Escritores de Madrid y Barcelona que llama a apadrinar a nuestras favoritas, los académicos piden calma y prudencia. En una entrevista con la Agencia Efe, José Antonio Pascual cree que el DRAE "debe servir para comunicarse" y no tiene porque seguir conservando todo tipo de términos procedentes de textos literarios antiguos, porque esa labor será del futuro Diccionario Histórico. "Hay que limpiarlo, sentenció.

Sin embargo, la experiencia comandada por los literatos está teniendo una excelente acogida, y en su página web se pueden apadrinar palabras en vías de extinción u obsolescentes, con motivo de la celebración del Día del Libro, que se celebra mañana, 23 de abril. Y que mejor para que una iniciativa triunfe que siguiendo el ejemplo de los personajes más relevantes del país. Así, el presidente Zapatero elige andacio, Rajoy avatares, la ministra de Cultura, Carmen Calvo, pundonor y el presidente del Congreso, Manuel Marín, urdimbre, que es la más rara de todas.

En la UVI de las palabras se sitúan también "acurdarse", que no es una errata de acordarse sino un sinónimo de emborracharse o cogerse una curda, para entendernos, alfonsearse, que es hacerle burla a alguien, o orgulleza, una derivada de orgullo, por perder la vitalidad de antaño.

Pero como en la vida, unas vienen y otras van, y para la esperada XXIII edición del Diccionario ya están preparados nuevos términos listos para ser usados "de manera oficial". En la lista de nacimientos figuran las siglas de los frenos ABS y palabras como abrefácil, amniocentesis, autogobierno, bulímico, castrante, mulá y salvapantallas, entre otras. Por el momento, aún es demasiado pronto para encender las alarmas con la magna lista de vocablos que quedarán definitivamente obsoletos para el año 2010, pero para hacernos una idea, en el 2001 se anularon 6.007 artículos que sí aparecían recogidos en 1992, entre ellos deliñar (aderezar), farsador (farsante) y sofridero (sufridor).

Para evitar que las echemos de menos, los académicos nos advierten que las palabras nunca mueren, porque figurarán en documentos para la historia.

Las 22 academias deciden el futuro de todos los vocablos
Aunque nos pueda parecer frío e incluso cruel el acto de decidir cargarse palabras del diccionario, lo cierto es que esta decisión de eliminarlas no se hace al libre albedrío ni por una especie de impulso destructor del idioma.

Según explica la Real Academia, las propuestas de adición, supresión o enmienda parten, en su mayoría, de las comisiones académicas. En ciertos casos, son los propios académicos quienes presentan directamente sus propuestas al Pleno. El Instituto de Lexicografía prepara los materiales que se discuten en comisión y las 22 academias de la Lengua Española deciden el futuro de las palabras, tanto las condenadas a desaparecer como las que pasarán a engordar la nómina de la nueva publicación.

De todos modos, los términos nunca van a caer en el ostracismo porque para eso está el Diccionario Histórico que preparan las academias, que los recogen cuidadosamente y se encargan de que pasen a mejor vida.

De todos modos, siempre podemos secundar la iniciativa de los escritores para apadrinar la palabra obsolescente que más nos guste con motivo de la celebración del Día del Libro, mañana, día 23 de abril, día de Sant Jordi.

20 abr 2007 / 18:17
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