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Presidente de Calvo

José Luis Calvo: "Estamos en vías de hacer de Calvo un grupo global de alimentación"

"Hoy hacemos en media hora tantas conservas como en todo 1961" ·· "Al año, ponemos en el mercado ochocientos millones de latas" ··"La tercera generación del grupo lo está haciendo muy bien"

Innovación y calidad son dos de las claves que han regido la marcha de una de las grandes empresas familiares gallegas, la conservera Calvo. Con cerca de setenta años de historia, el grupo ha roto la tendencia negativa de los dos últimos ejercicios, y sale reforzado para conseguir su nuevo objetivo: convertirse en "un gran grupo global de alimentación". Así nos lo explica su presidente, José Luis Calvo, quien de camino a su retiro vacacional en A Toxa hizo una parada en Santiago para hablarnos no solo de la situación de la empresa, sino también de los 56 años que lleva trabajando en ella. O xefe, como lo conocen en Carballo, tiene mucho que contar: se inventó el atún claro al traer a España el yellowfin, importó la lata redonda e introdujo el pack de tres en las conservas, mientras situaba a Calvo como marca líder. Casi nada.

_ Usted lleva más de medio siglo a pie de planta. ¿No le entran ganas de tomarse un respiro?

_ Si me sacas de esto y me prohíbes ir a la fábrica, me muero.

– ¿Con qué frecuencia las visita?

– Carballo es visita de párroco, es diaria; Esteiro, también de párroco, pero de lejanías, una vez cada siete o quince días; y luego la fábrica de Brasil o El Salvador son visitas de obispo, dos veces al año. Es importantísimo que los trabajadores sepan que tú sabes.

– ¿Cuántas huelgas ha sufrido Calvo en sus plantas?

– Cero, ninguna.

– ¿Cómo entró usted en este mundo?

– Pues, como mis seis hermanos, desde el día en que llegamos al mundo. Nacimos encima de la fábrica de Carballo, y todos la vivimos porque mi padre, una persona muy recta, hizo una cosa muy buena: tanto a mí como a mis hermanos nos dejaba jugar a trabajar. Eso hizo de la familia una piña, nos enseño a permanecer unidos. Así que desde niño, sobre todo en verano, ya trabajábamos en ella. En plantilla entré a los cuatro días de acabar el Bachillerato en 1952.

– No empezaría ya como jefe…

– Mi primer trabajo fue baldear, hacer limpieza de la nave de descabezado del pescado o echar leña a la caldera. De ahí pasé a mandar aquella parte de la fábrica, descabezado y cocción, y poco a poco, el empaque, el cierre, fui cogiendo responsabilidades. Hasta que llegó un momento en el que me hice cargo de las compras, las ventas, las visitas a representantes, un poco de todo.

– ¿Desde cuándo viene la pionera apuesta por la I+D+i?

– En el año 63 ó 64 mi padre fue a ver una máquina francesa a Vigo que metía el atún dentro de una lata, pero no le gustó. Nada más volver a Carballo, hizo un cilindro que se cargaba por la parte de arriba, con un pistón con una cremallera en la que cada paso era una lata. Falló la cuchilla, que cortaba mal el pescado, y gracias a la propuesta de un empleado aficionado a la música, probó con una cuerda de guitarra, y fue todo un éxito. Con aquella máquina, exportamos dos mil cajas a EEUU.

– ¿Qué otras innovaciones introdujeron?

– Mi padre se preocupó de hacer una máquina para latas pequeñas y consiguió un prototipo que hacía 35 latas por minuto. Aquello en esa época era ya la de Dios, pero la primera que produjimos a nivel industrial, sacaba el doble. De esas vendimos unas cuantas, ciento y pico o doscientas. Esto me permitió ver otras fábricas, cómo trabajaban, y eso yo me lo grababa en la memoria. Monté máquinas en Francia, Italia, Ecuador… A mí me dejas ver una fábrica de conservas por el ojo de la cerradura, y te puedo decir cuánto hacen, de qué forma y cuánto les cuesta.

– En los 60 ‘importa’ el ‘yellowfin’… ¿de dónde?

– Pues tras visitar una factoría en Italia. Mi padre me preguntó cómo le llamamos, y con el bonito por un lado y el atún por el otro, se me ocurrió el nombre de atún claro. También trajimos mejoras en los procesos y la apuesta por la inédita lata redonda en España. Fuimos pioneros. Curiosamente, años más tarde, compramos esa misma fábrica italiana, Nostromo, y les enseñamos a hacer todo, de la A a la Z.

– Todos eso, ¿indica que su padre se fiaba mucho de usted?

– Te contaré una anécdota: en vez de comprarse un Citroën que quería, ese que llamaban Tiburón –DS–, compró una caldera mayor para la fábrica, que yo le había pedido. Mi padre, Luis Calvo Sanz, fue el creador de mi escuela de negocio y de vida. Soy lo que soy porque contribuyó a formarme así. Y ante los problemas, sigo hablando con él, de él me viene ayuda y fortaleza, es mi brújula.

– ¿A qué se debió el salto a América?

– Pues a que aquí ya no había suficiente pescado, y fuimos también los primeros en darlo. Comenzamos con proveedores en Panamá, y después a comprar directamente a atuneros venezolanos. En Venezuela llegamos a crear una fábrica de lomos congelados, la segunda del mundo, aunque hoy das una patada y te salen quinientas. Luego, tras el fiasco en Costa Rica, vendría el fructífero desembarco en El Salvador.

– ¿Cuándo toma usted directamente el toro por los cuernos?

– En torno a 1974 comencé a montar mi propio equipo. Y junto a mi hermano Manuel, en 1978 somos también pioneros en apostar por la publicidad. En el anuncio con Jesús Puente y Juanjo Menéndez nos jugamos todo lo que teníamos, 70 millones de pesetas de la época. Mi padre volvió a confiar en nosotros, y fue un éxito, en sólo una semana nuestra marca era reconocida por un 97% de la audiencia. Eso fue posible porque sólo había un canal de televisión, TVE, hoy sería imposible.

– Del eslogan ‘atún claro, Calvo’ al ‘sacatunn’ de su última campaña. ¿Qué significa?

– Sacatunn es ser diferente, ser marca, ser reconocibles.

– ¿Nos puede comentar ahora que pasó en 2006, para que se plantearan la venta?

– Ciertas partes interesadas trataron por todos los medios de que vendiéramos la compañía. Pero no fue así, y ahora ya está al cargo la tercera generación, con Mané Calvo García Benavides al frente, y lo están haciendo muy bien.

– En el arranque de este año han vuelto a dar beneficio. ¿Cerrarán así el ejercicio?

– Las cuentas responden cuando las cosas se hacen bien, y confío acabar en números negros.

– Quien ha visto y quien ve a su grupo.

– Calvo culminó 1961 produciendo 6.875 cajas de conservas, gran cifra en la época: hoy las hacemos en apenas media hora, pues al año sacamos ocho millones de cajas, que son 800.000.000 de latas. Por eso somos la quinta mayor conservera del mundo

– ¿Qué tiene ahora en mente para el futuro de Calvo?

– Yo pienso continuamente en mejoras productivas y en nuevos productos. Estamos en vías de convertir a Calvo en una compañía global de alimentación, basada en el multiproducto y la multimarca, y con las plantas de Carballo y Esteiro (Muros), la italiana y la salvadoreña y la marroquí conectadas, trabajando en nuevos alimentos basados en el atún.

MUY PERSONAL

"El éxito no es cuestión de suerte"

"El éxito no es cuestión de suerte, sino de aplicar el sentido común a todo lo que haces, ser tenaz y perseguir lo que se quiere". Así lo cree José Luis Calvo, Chicho para los amigos, e incluso 'Doña Calidad' por su defensa de ésta para cierto ex presidente de la Once. Es el mayor de los siete hijos de Luis Calvo Sanz (Carballo, 1935), aunque perdió a una hermana de joven y el año pasado falleció su hermano Manuel. Con nueve años, estudió el Bachillerato interno en los jesuitas de Vigo, y justo al acabar, en 1952, se pone el mono de faena en Calvo.

"Qué rápida me ha pasado la vida, cuánto he inventado", apunta. "Si eres innovador, eso va contigo hasta que te mueres", sostiene, y es bien cierto: algunos de los sabores que comerá de Calvo han sido por él cocinados. "Me encanta lo que hacemos", dice. "Yo soy uno de los viejos rockeros, porque una cosa es tener una fábrica de conservas, y otra distinta ser fabricante, saber y estar a pie de planta. Igual que un empresario no es quien tiene una empresa, sino el que emprende y hace cosas nuevas". Es consciente, además, de que "el dinero que no proviene del esfuerzo, es el que más rápido se va".

Vitalidad

Desborda vitalidad e ilusión, sabe si una sardina es fresca con sólo mirarla y su primera gran pasión es su familia, su mujer, sus cuatro hijos y cinco nietas, con los que pasará las vacaciones en A Toxa. Dialogar con los amigos, pasear y hacer ejercicio a diario comparten sus aficiones con la navegación y los tecnocachivaches, pues a sus 73 años lleva su música en un iPod y surfea con soltura en Internet. Se despide de nosotros con una propuesta para su epitafio: "No fue una mala persona" .

16 ago 2008 / 21:58
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