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Muere Benedicto XVI: el papa que rezó para no ser el sucesor de Pedro
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El primer pontífice en renunciar

Muere Benedicto XVI: el papa que rezó para no ser el sucesor de Pedro

El hasta ahora milagro constatable de Benedicto XVI es laico y casi único en estos tiempos: supo marcharse, cerrando con cuidado la puerta para no hacer ruido

Foto: Benedicto XVI en su inauguración, el 9 de abril de 2005. (EFE/Georgi Licovski)
Benedicto XVI en su inauguración, el 9 de abril de 2005. (EFE/Georgi Licovski)

El 28 de febrero de 2013, "fallecía" el papa Benedicto XVI y "resucitaba" Joseph Aloisius Ratzinger. Los papas no renuncian. No lo hicieron al menos en los últimos 600 años. Pero Benedicto XVI, aquel día, dijo estar "cansado física y mentalmente" para dirigir la Iglesia. Ser el máximo representante de la obra del Dios de los católicos en la Tierra es una tarea ardua y al religioso alemán le pareció, con un ejercicio de coherencia que le ha consagrado en la historia, que aquel ya no era su sitio.

La Iglesia santifica a muchos de los sucesores de Pedro cuando se les reconocen milagros y sacrificios. El hasta ahora milagro constatable de Benedicto XVI es laico y casi único en estos tiempos: supo marcharse, cerrando con cuidado la puerta para no hacer ruido, y permaneció en silencio, dejando que fuera su sucesor el que tomara el timón de una "empresa de fe" de alrededor de 1300 millones de personas.

No reclamó nada, ni pretendió ser un contrapoder en la sombra. Se cansó simplemente, parece, de intrigas y politiqueos. El ego, el afán de protagonismo, no son "pecados" atribuibles a Ratzinger, quien supo apagarse en silencio en el Monasterio Mater Ecclesiae, en el Vaticano, entre rezos, lecturas y la música de Mozart. Benedicto XVI era un intelectual, un teólogo, que pretendía razonar y explicar a Dios más que simplemente promocionarlo. "Cuando esté delante del Todopoderoso, le pediré que sea indulgente con mi insignificancia", dijo sobre su propia muerte.

Foto: Benedicto XVI: última hora de su funeral en directo (EFE/EPA/MASSIMO PERCOSSI)

La historia colocó a Benedicto XVI entre dos gigantes mediáticos. Sucedió al papa Juan Pablo II, el conservador polaco que adoraba todo el catolicismo. Y le sustituyó el papa Francisco, venerado, o al menos respetado, especialmente por muchos de los que no son católicos. Ratzinger, el papa que inauguró la cuenta papal de Twitter un 12 de diciembre de 2012 con un mensaje que decía "queridos amigos, me uno a vosotros con alegría por medio de Twitter. Gracias por vuestra respuesta. Os bendigo a todos de corazón", no pensaba que su labor era "vender" la fe, sino preservarla. Más que agrandar la masa social del club, a Benedicto XVI le preocupaba que los socios acataran las normas.

Lo pensó siempre y quizá por eso, en 1969, cuando fue ordenado obispo, profetizó algunos males que hoy muchos achacan a la Iglesia en una seria de conferencias radiofónicas tituladas "¿Bajo qué aspecto se presentará la Iglesia en el año 2000?". "Pronto tendremos sacerdotes reducidos al papel de trabajadores sociales y el mensaje de fe reducido a una visión política. Todo parecerá perdido, pero en el momento oportuno, precisamente en la fase más dramática de la crisis, la Iglesia renacerá. Será más pequeña, más pobre, casi en catacumba, pero también más santa. Porque ya no será la Iglesia de los que buscan agradar al mundo, sino la Iglesia de los fieles a Dios y su ley eterna", vaticinó el papa.

Esa idea de que la Iglesia estaba perdiendo el rumbo para restar enemigos, más que para sumar creyentes, podría estar detrás de la renuncia de un pontífice que comprendió al colocarse la mitra papal que la Iglesia necesitaba más un gestor que un prelado. "El gobierno práctico no es lo mío y ahí, en cierto modo, tengo, diría yo, un punto débil", confesó Ratzinger a su biógrafo, Peter Seewald, en el libro/entrevista Últimas conversaciones.

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La vida de Jospeh Ratzinger tiene sombras. Nació el 16 de abril de 1927 en la pequeña localidad alemana de Marktl. Lector compulsivo, amante de la música, virtuoso del piano y políglota que hablaba 10 idiomas. Su madre, hija ilegítima, fue una devota religiosa a la que Ratzinger siempre adoró. "Mi madre (María Rieger) era la primera hija de ambos (mis abuelos). También el siguiente hijo, Benno, nació antes de que contrajeran matrimonio. Estaban prometidos, pero no tenían residencia fija. En Rimsting donde regentaban una panadería se casaron", relataba. "¿Tuvo esto alguna importancia para usted?", le pregunta Seewald. "En absoluto. Pues mi madre resultaba tan convincente que no necesitaba certificado alguno de moralidad", responde Benedicto XVI.

El punto más polémico de la biografía del papa fue el haber sido un soldado del ejército nazi en la II Guerra Mundial. Ratzinger, por aquel entonces un joven alemán al que la guerra le pilló en el medio, desertó en mayo de 1945 y regresó a su casa. "¿Era consciente de que podían fusilarle por traidor?", le interpela Seewald. "Me admiro de ello a posteriori. Sabía que había centinelas, quienes dispararían de inmediato y que algo así no podía sino salir mal. Ya no sé explicar por qué, a pesar de ello, me volví a casa tan desenfadadamente. ¿Cómo podía ser entonces tan ingenuo?", responde él.

Seewald, sobre aquel periodo, dice que a aquel muchacho enclenque lo que más le molestaba es que los nazis pusieran la gimnasia como asignatura obligatoria y que eso le pudiera hacer suspender. Ratzinger regresa entonces a casa, con sus vestimentas militares, y es refugiado por sus padres. Primero, se presentan allí dos miembros de la SS para detenerle, el padre del joven desertor los enfrenta y finalmente no se lo llevan preso. Luego, son los militares estadounidenses los que le arrestan al entrar en la localidad, rodear su casa y encontrar su uniforme del ejército. Lo mandan a una prisión donde permanece 40 días al aire libre junto a otras 5.000 personas. "Dios estaba absolutamente ausente", dijo el futuro papa sobre la Alemania de Hitler.

Foto: El papa Francisco este verano durante su visita a Canadá. (Getty/Cole Burston)

Su polémica participación en el Ejército nazi no es un tema que Ratzinger, en todo caso, quisiera recordar. Interpelado por ello en una ocasión, el Papa dijo: "Ahora se presentan las cosas como si la Iglesia entera hubiera sido un instrumento de los nazis. Todavía recuerdo bien cómo, después de la guerra, de repente nadie quería reconocer que había sido nazi, hasta el punto que nuestro párroco afirmó: 'Como esto siga así, al final se dirá que los únicos nazis éramos los curas'".

El haber sido un soldado desertor es uno de los dos puntos polémicos de la biografía de Benedicto XVI. El otro es haber "desertado" del Papado. La nota oficial del Vaticano habló de cansancio físico y mental. Las múltiples investigaciones que se han hecho después, algunas hablando con él y su entorno más cercano, apuntan a discrepancias con la curia papal sobre temas importantes. Quizá supo siempre que los retos de ser el obispo de Roma no serían de fe, incluso justo antes de ser elegido, y por eso soltó la polémica frase de "la guillotina me miraba". "Recé al Señor para que eligiera a alguien más fuerte que yo, pero en esa oración evidentemente no me escuchó", sentenció.

No lo hizo, efectivamente, y se convirtió en papa el 19 de abril de 2005. En su Papado estallan con más fuerza los escándalos de abusos de menores por parte de sacerdotes católicos, que en muchos casos se apunta a que han sido conocidos y encubiertos por el Vaticano. También los escándalos económicos sobre las cuentas de la Iglesia. El llamado Vatileaks, que protagonizó su mayordomo, Paolo Gabriele, al filtrar en enero de 2012 una serie de cartas al periodista italiano Gianluigi Nuzzi, es la gota que parece colmar el vaso. Los documentos exponían una sucia lucha de poderes en la Curia, corrupciones económicas y una trama de chantajes a obispos homosexuales. Benedicto XVI tardó en reaccionar y sus primeras palabras se produjeron meses después, el 30 de mayo, en el que manifestó: "Los acontecimientos de los últimos días acerca de mis colaboradores han traído solo tristeza a mi corazón".

Nueve meses después, Benedicto XVI presentaba su renuncia. "La Iglesia necesitaba alguien con mayor energía física y espiritual que pudiera enfrentar los problemas y desafíos de gobernar la Iglesia en este cambiante mundo moderno", dijo el portavoz del pontífice. Ahí acaba el Papado de Benedicto XVI, que regresa sus últimos años al confort de saberse Joseph Ratzinger, aquel que cuando en 1969 no imaginaba poder ser el sucesor de Pedro, y hasta rezó luego para no serlo, dijo: "El futuro no vendrá de quienes solo dan recetas. No vendrá de quienes solo se adaptan al instante actual. No vendrá de quienes solo critican a los demás y se toman a sí mismos como medida infalible".

El 28 de febrero de 2013, "fallecía" el papa Benedicto XVI y "resucitaba" Joseph Aloisius Ratzinger. Los papas no renuncian. No lo hicieron al menos en los últimos 600 años. Pero Benedicto XVI, aquel día, dijo estar "cansado física y mentalmente" para dirigir la Iglesia. Ser el máximo representante de la obra del Dios de los católicos en la Tierra es una tarea ardua y al religioso alemán le pareció, con un ejercicio de coherencia que le ha consagrado en la historia, que aquel ya no era su sitio.

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