La esperanza del desesperado

Resumen

Sin importar quién sea, lo que haya hecho en el pasado, o el hoyo en que se encuentre, hay esperanza para usted en Jesús.

Pero una mujer que desde hacía doce años padecía de flujo de sangre, y había sufrido mucho de muchos médicos, y gastado todo lo que tenía, y nada había aprovechado, antes le iba peor, cuando oyó hablar de Jesús, vino por detrás entre la multitud, y tocó su manto. Porque decía: Si tocare tan solamente su manto, seré salva. Y en seguida la fuente de su sangre se secó; y sintió en el cuerpo que estaba sana de aquel azote (Marcos 5:25-29).

¿Alguna vez ha estado en una situación en que se ha sentido desesperado? Tal vez perdió su trabajo, o se le dio un pronóstico médico malo, o enfrentó otro problema serio. Jesús pasó mucho tiempo con gente que experimentaba este tipo de situaciones. Constantemente los pobres y afligidos Lo siguieron; ellos fueron personas que otros querían evitar. Pero Jesús tuvo la capacidad única de ofrecer esperanza real a tales personas; y las buenas noticias para hoy son que, debido a Él, nosotros también podemos tener esta esperanza y podemos ofrecerla a otros que la necesitan.

Jesús dio esperanza a aquellos a quienes otros habían olvidado

En Marcos 5, ayudó a un hombre poseído por una legión de demonios. Este hombre había sido apartado completamente de la sociedad ya que todos estaban aterrados de acercarse a él. Los demonios le quitaban el sueño y mutilaban su cuerpo. ¡Jesús convirtió a este hombre al cual nadie podía dominar en un heraldo del poder de Dios! En el mismo capítulo, Jesús ayudó a una mujer que sufría de hemorragia crónica y cuyo último centavo que había gastado en médicos solamente había empeorado su aflicción.

Luego en este mismo capítulo, Jesús ayudó a una niña a quien ya habían dado por muerta. Cuando el Señor se acercó a la casa de Jairo y encontró a gente que hacía luto, no permitió que incluso aquellos que decían que no había esperanza frustraran Su misión. Cuando Jesús resucitó a la pequeña niña, también rescató a sus padres del abismo más profundo de desesperación al cual ellos habían descendido. Ciertamente, jamás ha habido un hombre como Jesús que podía tomar a los que estaban completamente desesperados y darles toda razón para vivir y glorificar a Dios.

Jesús todavía es la esperanza del desesperado

Jesús dio esperanza a los incapacitados (Mateo 11:5) y a las familias afligidas (Lucas 7:11-15; Juan 11:40-44). Restauró la esperanza a la nación de Israel (Lucas 24:21; Hechos 28:20), dando luz al “pueblo asentado en tinieblas” (Mateo 4:16). Él dio esperanza a Saulo de Tarso, un hombre que había estado haciéndose mucho daño a sí mismo por mucho tiempo (Hechos 22:14). Ananías encontró a Saulo, quien había estado ayunando en oscuridad completa (Hechos 9:8-9), sin duda lamentando todo el mal que había hecho. Pero el Señor le dijo que Él lo enviaría a los gentiles y reyes (vs. 15). Cristo transformó a este pecador principal (1 Timoteo 1:15) en un apóstol. Si Jesús pudo restaurar la esperanza a gente como esta, con seguridad puede hacer lo mismo por usted y yo. Pablo dijo que él había recibido misericordia para servir como “ejemplo de los que habrían de creer en él para vida eterna” (1 Timoteo 1:16). Esta “vida eterna” es nuestra nueva esperanza (Tito 1:2; 2:13; 3:7)—no un simple deseo, sino una seguridad completa, una “esperanza viva” (1 Pedro 1:3), una “segura y firme ancla del alma” (Hebreos 6:19).

Sin importar quién sea, sin importar lo que haya hecho en su vida pasada, sin importar cuánto tiempo haya estado sumido en desesperación, hay esperanza para usted en Jesús, y solamente en Él (Hechos 4:12). Incluso si otros lo han desilusionado, incluso si otros lo han abandonado, e incluso si todos le han dicho que se dé por vencido, Jesús puede ayudarlo. De hecho, ¡Él le puede dar vida abundante que jamás ha imaginado encontrar (Juan 10:10)!