RAY WYLIE HUBBARD

Co-Starring Too

(Big Machine Records, 2022)

Este disco es pura fantasía. Lo mismo que el anterior, hace un par de años, el Co-Starring, que ya reseñamos por aquí en aquel entonces. Rodearse de compinches (amigos y admiradores) y dar el golpe. He de reconocer que, al principio, me costó darme cuenta de que este era otro disco. Las cubiertas son prácticamente iguales (cambian los sombreros y el fondo). Pensé que lo mismo se reeditaba en vinilo o algo así, pero no. Lo de ahora es el Co-Starring Too. La segunda entrega. Me di cuenta al leer la lista de colaboradores, más apabullante aún, si cabe. El resultado es más duro y más potente. Más aguardentoso. Más ruidoso y más salvaje. Más el Ray Wylie Hubbard de la granja de serpientes, sucio y lodoso, con sus historias de perdedores, esa fauna polvorienta que pace y se desvive al borde de la carretera, los «hijos de Dios, salvajes por naturaleza», un poco al margen de todo, leyes y modas, vaqueros, pioneros, solitarios, criminales, vagabundos y músicos de country. Dicen que segundas partes nunca fueron buenas. Este disco lo desmiente de un modo incontestable. Es casi un Padrino Dos, para entendernos. Además de una emocionante declaración de amor incondicional a la música y al estilo de vida que, en su día, llevó al joven Ray Wylie a largarse de Oklahoma e instalarse en Texas, ganándose el pan de garito en garito, entre amores desgastados, con no más equipaje que sus canciones, sin dar nunca el brazo a torcer, sin venderse al mejor postor ni aceptar elixires fraudulentos de vendehumos californianos. Siempre un poco al margen, en efecto, y siempre un poco esa cosa tan enojosa que es ser considerado un «músico de músicos», algo que, sin embargo, no deja de ser cierto. Se detecta sobre todo en proyectos como este. Ninguno de los invitados lo dudó ni un instante. No hubo nadie que exigiera oír la canción por adelantado. Si venía de mano del viejo Hubbard, el bombazo estaba garantizado. Rendición absoluta e incondicional. Y todo con ese realismo sucio, marca de la casa, ese naturalismo lleno de referencias musicales y literarias. «Esa cosa funky, sexy y cool que siempre he perseguido. Ese lugar groovy y arenoso donde la vida se vuelve demasiado real, se cometen errores, sí, pero también, a veces, se salvan almas». Música de la inmensa devastación americana (estadounidense), del Gran Desierto Interior. El festival empieza con «Stone Blind Horses», mano a mano con Willie Nelson, una canción que se presenta como una suerte de oración ebria para jóvenes vaqueros, viejos borrachos, amantes desesperanzados y ladrones que montan caballos ciegos. En «Groove», con Kevin Russell y las Shiny Soul Sisters, el viejo vagabundo nos descubre las fuentes de su Nilo personal, el «Try a Little Tenderness» de Ottis, el «Rather Go Blind» de Etta, el «Get Ready» de Curtis, el «Heard It Through the Grapevine» de Marvin, el «Respect Yourself» de Mavis, el «Walking In the Sun» de Percy, el «Take Me to the River», del reverendo Al y el «A Change Is Gonna Come» de Sam en una sola estrofa. Lo que viene siendo la escuela. Y, un poco más adelante, «JJ Cale, Delaney y Bonnie, Duck Dunn, Steve Crooper y Tony Joe White», para terminar con el «Chain of Fools» de Aretha, el «What I'd Say» de Ray, el «Treat Her Right» de Roy, el «Get Up Offa That Thing» de James y el «Cry To Me» de Solomon. Una portentosa lección de «groove». En el tercer corte, «Only a Fool», con las Bluebonnets, la banda garajera de Austin, el viejo amante cicatrizado rompe una lanza por «ellas», porque la carretera y los bares padecidos en el trayecto le han enseñado que son «solo los imbéciles los que las faltan al respeto». Llega entonces el momentazo del disco, «Hellbent For Leather», el dúo con Steve Earle en el que mandan a Los Ángeles a tomar vientos. La unión de estas dos bestias resulta de una lógica aplastante, y la mezcla no puede sonar mejor, puro rock and roll, trascendiendo a Henry David Thoreau y dando la razón a Gram Parsons, como es de ley y de gente bien nacida. Acto seguido, en «Naturally Wild», coescrita con nuestra admiradísima Jaimee Harris e interpretada junto a Lizzy Hale y John 5, Hubbard nos habla de un club de Austin en el que se da cita gente «que ya llega tarde a la redención», «gente olvidada y podrida que no tiene tiempo para rezar». Gente incendiada. «Hijos pródigos exiliados». Luego vienen los «Fancy Boys», nada menos que Hayes Carll, James McMurtry y Dalton Domino, en cuyos versos aparecen Hank Williams, muerto el día de Año Nuevo en un Cadillac Fletwood, los jovencitos presuntuosos que se pavonean en los escenarios en los que en su día tocó Waylon, y Willie diciendo que lo mejor va a ser liarlo todo en un buen porro y fumárselo. En «Texas Wild Side», con The Last Bandoleros, aparecen Jerry Jeff y Billy Joe, el lado salvaje de la noche de Texas. Seguimos con «Even If My Wheels Fall Off», con otro trío de ases, Wade Bowen, Randy Rogers y Cody Canada, una canción de quemar gasolina y correr al encuentro de mujeres que esperan lejos, que llaman desesperadas desde la otra punta de un país abrasado, sin frenos, pisándole fuerte, aunque en el camino revienten las ruedas. En «Pretty Reckless» el viejo Ray se une a Wynonna Judd, Jaimee Harris, Charlie Sexton y Gurf Morlix. Nada más empezar la canción, un coche se detiene junto al arcén con las ventanillas bajadas y el «Shine Along» de los Black Crowes sonando a todo trapo. Al volante va una chica con una cerveza entre las piernas, unas gafas de sol de espejo seguramente robadas y un colgante con una bala que le dice que suba su culo hillbilly al coche y deje de babear. La aventura está servida. Tanto Charlie Sexton como Gurf Morlix, aparte de prestar sus voces, aparecen como personajes en la canción. Carretera, cantina mexicana, cervezas hasta decir basta, enchiladas y una versión del «Houses of the Holy» de Led Zeppelin en el escenario. Ya en la recta final, «Ride or Die», con Ringo Starr, su hijo Lucas Hubbard, Steve Lukather, Eliza Gilkyson y Ann Wilson, una canción en la que una chica baila contoneándose como Stevie Nicks, camina como si estuviesen sonando todo el rato los Black Crowes en su cabeza, pincha una y otra vez el «Wild Horses» en su estéreo y, de vez en cuando, hace como que es Marianne Faithfull, joven y puesta hasta las trancas, en un castillo del sur de Francia. Y, para acabar, el bombazo de «Desperate Man», con The Band Of Heathens, en la que empieza diciendo que, al ir a ver el Joshua Tree, cayó de rodillas y rezó una oración a la Virgen. La historia de un hombre acostumbrado a caminar descalzo sobre cristales. La historia del propio Hubbard. Once canciones y cuarenta y dos minutos, ya lo dije al principio, de pura fantasía. ¡Aleluya!