Veracruz, Ver.-En medio del ir y venir de las personas, por momentos se llega a formar una fila en la calle Juan Soto, en la banqueta que está al frente del mercado Miguel Hidalgo de la ciudad de Veracruz, en donde Max Azamar trabaja desde hace 20 años en un oficio que está a punto de extinguirse.
El hombre de 69 años, que se mantiene un semblante duro, atiende a sus pacientes en una camilla que improvisó con una banca de madera, unas sillas y unas cubetas, elementos que le sirven como consultorio al aire libre para dar sus consultas como huesero.
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¿Quiénes reciben consulta de Max Azamar?
Su lista de clientes son casi siempre personas que acuden con regularidad hasta el lugar donde los atiende, desesperados y adoloridos, se ponen en sus manos para tratar de corregir sus dolores musculares, de huesos y tendones.
Mientras ofrece la entrevista, Max no deja de atender a sus pacientes, pues una distracción hará que se le sigan juntando. Aunque reconoce que una de sus motivaciones es el dinero que gana, presume más la cartera de clientes que confían en sus habilidades.
“Nosotros somos hueseros quiroprácticos, nosotros nos basamos en la medicina naturista, no trabajamos con medicina química, nosotros recomponemos los tendones y los huesos; nosotros no enyesamos, calentamos los huesos y músculos calentando con masajes”, platica mientras describe su oficio.
A su alrededor el olor a mentol se distingue enseguida, de pronto toma un frasco y con sus dedos saca una porción de ungüento para esparcirlo sobre la espalda de uno de sus pacientes, mientras soba en movimientos circulares que alterna con movimientos rectos.
¿Cómo aprendió el oficio de huesero?
Mientras lo hace platica que aprendió este oficio de huesero de un hombre que se apellidaba Portilla, quien era el masajista de los luchadores que daban funciones en la Unidad Deportiva Arechavaleta en el Veracruz de finales del siglo pasado. También atendía a beisbolistas y otros deportistas.
Max afirma que luego de aprender el oficio lo ha ido perfeccionando, pues presume que entre sus logros se encuentra brindar terapias a pacientes que ya no tenían movilidad en algunas de sus extremidades por las lesiones, quienes asegura que pueden dar testimonio de ello.
“Han venido personas con un brazo enyesado que se le secó su médula ósea y nosotros los rehabilitamos, con varias sesiones calentamos el músculo y puede moverlo poco a poco”, relata.
El tiempo de atención de cada paciente es variado, dependiendo del tipo de lesión que sufre, pero el promedio es de los 5 a los 15 minutos. En ninguno de los casos receta medicinas, simplemente usa sus manos y las pomadas naturistas que coloca en las sillas de plástico que usa como mesita.
El huesero, o sobador como también se le conoce, menciona que entre estos pacientes que pueden dar sus testimonios se encuentran muchos adultos mayores, la mayoría que son atendidos de manera gratuita.
Y es que Max no cobra sus terapias o consultas a las personas adultas mayores, pues señala que este sector de la población requiere ayuda y en muchas ocasiones no cuentan con los recursos para pagarlas.
“No le cobramos a las personas de la tercera edad, nosotros tratamos de cooperar con ellos dando unas atenciones gratuitas”.
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“Hay gente de la tercera edad que está enferma de la reuma o de los espolones y aquí los tallamos, a veces son personas de la tercera edad que no tienen ni para el pasaje y nosotros procuramos siempre ayudarlos”.
Aunque en ocasiones brinda servicios a domicilio, asegura que se le puede encontrar los 365 días del año entre 9 de la mañana y 6 de la tarde en la misma banqueta de la calle Juan Soto de la zona de mercados, en donde desde hace 20 años ofrece sus servicios.
