Diario de León

Reportaje | maite almanza

«El galochero» hace historia

Francisco Fernández celebrará mañana en Pinilla de la Valdería su aniversario número 109, en una vida plagada de avatares

Francisco Fernández cumplirá mañana 109 años en Pinilla de la Valdería.

Francisco Fernández cumplirá mañana 109 años en Pinilla de la Valdería.

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Nació el 25 de julio de 1901 en Pinilla de la Valdería, localidad perteneciente al municipio de Castrocontrigo. Se llama Francisco Fernández Fernández, pero es más conocido como Quico el galochero , sobrenombre que debe a su suegro. De niño fue pastor de ovejas. Su hija Ana María, con la que vive, recuerda que una fría noche del año 1913 fue sorprendido por una gran nevada en el monte de Nogarejas. Las ovejas se desorientaron y él las siguió, pensando que tomaban el camino correcto. «Se le hizo de noche y como era Miércoles Santo no se podían tocar las campanas», explica Ana María, que relata cómo, previo aviso de su abuelo, los vecinos organizaron una batida por el monte y encontraron a su padre en terrenos de la localidad zamorana de Cubo. «Estaba entre las ovejas, aterecido», indica la hija.

En 1927 Francisco emigró a Mar del Plata, donde trabajó, junto a otros vecinos de la zona, en la agricultura. Para entonces ya tenía un hijo de casi dos años y una hija de un mes, la propia Ana María. Regresó a España en 1933. Volvió a trabajar en la labranza, fue resinero en los pinares de Pinilla y también albañil en pueblos de la comarca.

Sufrió las penalidades propias de la guerra. Junto con otros vecinos, hubo de enterrar los cuerpos de algunos fusilados, «varios de ellos, de Destriana», explica Ana María. «Los mataron en el monte, los dejaron allí y el presidente ordenó darles sepultura», añade la hija, que resalta cómo hace tan sólo dos años su padre dio orientaciones exactas a representantes de la Asociación para la Recuperación de la Memoria Histórica sobre dónde se encontraban los restos, que fueron localizados.

Vivió los duros años de la posguerra, tuvo otros dos hijos, trabajó «en lo que pudo, para ganar un duro» y, cuando le llegó el momento, se jubiló. Hasta hace pocos años leía con avidez todas las mañanas. El paso del tiempo ha mermado su vista, su oído y la ligereza de sus piernas, pero aun en silla de ruedas disfruta con su nieto Tomás de largos paseos por los pinares cercanos. Todavía su mirada brilla de curiosidad, y es capaz de captar la atención con su conversación, y de provocar sonrisas en sus interlocutores. Mañana compartirá con su familia, de la que son parte esencial sus diez nietos y sus doce biznietos, otro inolvidable cumpleaños, el 109.

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