Semana Santa

Vestidores de la Virgen

  • Pioneros en Almería fueron el Lego de los Jesuitas de inspiración castellana y Federico Bueno

Un vestidor arropa a una Virgen.

Un vestidor arropa a una Virgen. / Pedro Hidalgo

Los grandes Imagineros de la Semana Santa Almeriense (Álvarez Duarte, Nicolás Prados, José María Puertas, José Pascual Ortells, Hervás Benet, Castillo Lastrucci, Dubé de Luque…entre otros muchos) han sabido como nadie trasladar a la madera policromada el sufrimiento de la Virgen María ante la pasión y muerte de su hijo amado, con una interpretación más contemporánea de los mejores tallistas del barroco andaluz.

Almería es tierra mariana y las Cofradías le tienen gran devoción, como ejemplo: Santísima Virgen de Fe y Caridad, Rosario del Mar, Nuestra Señora de las Lágrimas, de la Paz, María Santísima de la Unidad, los Ángeles, la Estrella, Esperanza, Desamparados, del Mayor Dolor, de Gracia y Amparo, Primer Dolor, la Merced, Amor y Esperanza, María Santísima de la Amargura, Angustias, Consuelo, Soledad, Nuestra Señora de los Dolores, María Santísima de las Penas y todas las Vírgenes de la Provincia en sus distintas advocaciones. La Virgen Dolorosa realiza su salida procesional bajo Palio y sin representar ninguna escena del relato pasionista evangélico, se destaca como Reina del Dolor al contemplar afligidamente el castigo infringido por los hombres a su Hijo.

Entre las titulares marianas de las Cofradías almerienses que en la actualidad procesionan encontramos en la iconografía pasionista tres tipologías: imágenes de talla completa o de bulto redondo y las imágenes de vestir (distinguiendo a su vez a las anatomizadas por completo de aquellas otras que tan solo presentan tallada las partes que los ropajes dejan ver, por lo general el busto, los antebrazos, las manos, parte de las piernas y los pies, dejando en basto, tan solo insinuada el resto de anatomía). Y las denominadas figuras de “candelero” o “devanadero” o conocidas popularmente como de “rostrico”, representación prototípica de las dolorosas almerienses, de tamaño natural en las que la labor del escultor queda reducida a la talla y policromado al óleo y semibrillo de lo visible: cara, manos y cuello, partes que se fijan a un maniquí dispuesto sobre una estructura troncocónica de madera, creada para que caiga la saya de la Virgen.

Un denominador común de las Dolorosas almerienses es que su ajuar, siguiendo modas barrocas bastante alejadas de las sencillas prendas de paño que debió vestir la Virgen María durante la pasión del Señor, es lujoso, compuesto piezas textiles ornadas con bordados en oro, pedrería o lentejuelas y ornamentos: las enaguas, la saya (suele ser de terciopelo ornado con barroco exorno floral bordado en hilo de oro), la toca, fajín (donado por algún General) el manto de procesión (varios de distintos colores, bordado o sin bordar en oro o plata) y la toca de sobremanto bordada sobre malla de oro con tallos, acantos y azucenas. Amplias mangas e igual tejido que la saya y, bajo éstas manguitos ajustados a las muñecas, ampuloso rostrillo y un níveo tocado rodea el rostro de la imagen y pecherín.

Como remate y extensión de la imagen, la Virgen se cubre con elementos simbólicos, tocada con una corona de tipo imperial por su condición de Reina del Cielo y tierra, compuesta de canasto y orlada por resplandores y 12 estrellas que culminan las ráfagas, o una diadema a la que se denomina “resplandor” o ráfaga” (cuando se sitúan al pie de la Cruz o cuando ocupa un paso de calvario, no bajo Palio). Sobre su pecho luce broche, un puñal de oro con incrustaciones de piedras preciosas o un corazón hecho en plata atravesado por siete puñales, que representa las palabras que Simeón dirigió a María en la presentación de Jesús en el templo, resumen de los 7 momentos en los que por Jesús, María sufriría como madre: circuncisión, la huida a Egipto, la pérdida del Niño Jesús en el templo, la carga de la cruz, la Crucifixión, el descendimiento de la Cruz y en entierro de Cristo.

A estas joyas, Cruz y broche con sus iniciales hay que sumar otras alhajas donadas por devotas: gargantillas, anillos, collares, pendientes, condecoraciones…o invisibles medallas de cofrades enfermos que claman curación.

En su diestra mano de finos dedos cae el manípulo, de tela bordada con encajes, que refuerza la expresión de soledad y dolor al enjugar con él sus lágrimas de cristal del bellísimo rostro y el rosario de cuentas, de nobles metales y pedrería, elemento asociado a la religiosidad popular pues con su rezo se repasa la vida de Jesús y María.

Culminando el arte de las imágenes, son ataviadas las Vírgenes por los llamados “vestidores” o “vestidoras” si son mujer, auxiliadas por las Camareras. Pioneros en Almería fueron el Lego de los Jesuitas que vestía con inspiración castellana a la Virgen del Amor y la Esperanza y Federico Bueno, Vestidor que fue de la Virgen del Consuelo.

Y con el resurgir de la Semana Santa en los 80 y el encaje de blonda, destacaron Ana Pallarés, que dejándose llevar por sus sentimientos marianos, ha vestido durante años a la Santísima de Virgen de Fe y Caridad, auxiliada por Ana Sánchez y Juana Rivera. Y entre los vestidores sobresalió el recordado Juan Antonio Barrios, refundador de Prendimiento y que desde el 1978 vistió con su original tocado a Nuestra Señora de la Merced y más recientemente a Nuestra Señora de los Desamparados, ayudado por Juan Roca y los alfileres. Maestro en la blonda como ninguno, Barrios también ornamentó a la Estrella y los Ángeles y en 1992, con motivo del año Mariano, vistió a casi todas las Vírgenes reverenciadas en la Catedral de la Encarnación. Aunque autodidacta, Juan Antonio Barrios aprendió del “maestro” José Garduño, vestidor de la Macarena y la Estrella de Sevilla sus célebres “tres pellizcos”. Actualmente protagonizan este arte en Almería los vestidores Álvaro Abril, Juan Rosales (actual de Fe y Caridad) y Gabriel Martín Gázquez.

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