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    Andrew Pointer, 11, suffers from a multitude of disabilities, the worst being Bardet-Biedl syndrome, a rare genetic disorder.

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    Andrew Pointer of Gillette, Wyo., gives his mom a high-five Tuesday as he touches home plate at Coors Field. Pointer, 11, took swings and rounded the bases with Rockies star first baseman Todd Helton.

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Se dice en el mundo del béisbol que un batazo sólido y sencillo puede curar todas las heridas

Durante 15 minutos el martes, algunas líneas rectas curaron a Andrew Pointer.

“El no es uno de los típicos muchachos que salta de arriba a abajo, gritando aleluya,” dijo su madre Sue Pointer. “Si usted puede sacar una sonrisa de Andrew, debe de saber que usted ha conseguido mucho.”

Todo lo que deben de saber es que Todd Helton se fue a la yarda cuatro horas antes de que sus compañeros de Colorado tomaran el campo contra Oakland.

Teniendo a la estrella de los Rockies acuclillado cerca, susurrando consejos de bateo desde el lado izquierdo de la base de casa en Coors Field, Andrew dio un batazo tras otro batazo de un soporte donde se coloca la pelota, rodando las pelotas blancas de béisbol hacia un montículo vacío del lanzador. A veinte pies de distancia, su silla de ruedas yacía vacía. Sobre la cara del niño, una pequeña sonrisa.

”¡Mira que lejos va!” dijo Helton a su alumno de 11 años, ofreciendo una filosofía intemporal del Coors Field. “¡Bueno chico! ¡De nuevo al lanzador! Mejorando en cada batazo.”

Desde la firma de un contrato de novato a tomar lecciones de bateo con su ídolo a tocas todas las bases, Andrew vivió su sueño: convertirse en un jugador de los Rockies de Colorado por un día. Con su audición y visión ambos reducidos por una insuficiencia renal de última etapa, el niño de Gillete, Wyoming, devoró por complete un banquete de béisbol como parte de una colaboración de no-evite-los-detalles entre la Fundación Haga-Un-Deseo (Make-A-Wish Foundation), ESPN, y los Rockies.

La experiencia entera fue filmada por las cámaras de ESPN, las cuales capturaron a Andrew llegando al Coors Field en una limusina negra y luego bromeando con los “compañeros” de los Rockies mientras Helton empujaba su silla de ruedas a través la sede del club. La red televisora, la cual está ayudando a conceder 10 deseos deportivos a niños enfermos como parte de una serie especial de Centros Deportivos, emitirá el segmento de Andrew entre el 9 y el 23 de julio.

“Siempre supo que iba a ser un Rocky. Siempre lo supo,” dijo su madre. “Nunca tendré que preocuparme que su sueño nunca se materializó.”

Tras salir de la limusina, Andrew fue llevado rápidamente a su propio ropero en el vestidor ejecutivo (algunos casilleros del cubículo utilizado por el director general Dan O’Dowd). Allí, se puso la gorra negra de los Rockies, una camiseta con el número 15 (su número favorito), dos muñequeras negras y – lo que se denomina como “capper” – un par de pantalones de juego a rayas.

De vuelta en Wyoming, Kent Pointer ayuda a su hijo a jugar una variación del béisbol llamado “T-ball” con niños más jóvenes mientras los otros niños de 11 años se meten en el mundo de lanza-y-atrapa de la Liga de Menores (Little League). Los jugadores de T-ball no tienen pantalones reales de béisbol. El martes, Andrew los tuvo.

“Jamás le he visto sonreír como ahora,” dijo Sue Pointer.

De todas formas, Andrew tenía una pregunta: “¿Cuántas pelotas podemos batear?”

Muy pronto, estaba en la caseta sombreada de casa, su nombre escrito con un rotulador negro en la tarjeta con la alineación de jugadores por el entrenador de los Rockies Jamie Quirk. (Estaba bateando en el tercer hoyo, por delante de Matt Holiday).

Luego, apareció Helton, llevando puesto un suéter morado.

“Te traje algunas muñequeras. Oí que te gustaban las muñequeras,” dijo el jugador de primera base.

Andrew asintió con la cabeza.

“Y este es mi collar de la buena suerte,” dijo Helton, enseñándole un crucifijo negro a que le da la vuelta durante sus turnos al bate. “Lo he tenido durante 15 años. Te he traído uno.” Se lo colgó al cuello del niño.

“¿Y qué vas a hacer hoy?” preguntó Helton.

“Batear algunas pelotas,” respondió Andrew.

“No aguanto más hasta poder verlo.”

Finalmente, estaban en la base de casa. Sobre el pecho de Andrew, el crucifijo. En sus manos, un Louisville Slugger de aluminio. Helton rondaba cerca, posicionando pelotas de béisbol en el soporte. Los batazos vinieron rápidos. Las pelotas volaban. Detrás de la caja del bateador, Sue Pointer tenía sus manos sobre su boca. En el campo, Kent Pointer presentaba los batazos de su hijo con una sonrisa de oreja a oreja.

Tras la práctica, Kent facilitó a su hijo dos veces alrededor de las bases en su silla de ruedas. En el primer viaje, Andrew se levantó y tocó las bases con el punto del pie. A final del segundo viaje, Kent dio un empujoncito al receptor acuclillado JD Closser con la silla de ruedas de Andrew, hacienda rodar a Closser a la base de casa.

“¡Atropéllenle!” gritó Helton. “¡No sería la primera vez!”

Helton luego agarró la parte trasera de la silla de ruedas y empezó a empujar al niño lentamente fuera del campo hacia la sede del club.

Antes de llegar al borde de la hierba, la estrella se incline y ofreció tres palabras casi susurradas.

“Jugastes muy bien.”

Se puede comunicar con el periodista Bill Briggs al 303-820-1720 ó al bbriggs@denverpost.com.