Verónica: Madre adoptante, luchadora por los derechos de la niñez con discapacidad

Roni, Federico y Kin y Zi Xin

Roni, Federico y Kin y Zi Xin

Conocí a Verónica, “Roni”, en 2017 mientras estaba con su familia de misionera en la iglesia metodista en Uruguay. Su llegada quedó opacada por la presencia amorosa y brillante de su pequeño hijo.

¿Cómo una pareja argentino-estadounidense llega a tener un hijo hongkonés? Con los años la familia creció con la llegada de una hijita china…Ambos hijes con discapacidad.

Mamá de adopción, mamá de amor incondicional. En un mundo donde crecen los vientres de alquiler, donde se eligen hijos/as con determinadas características, ¿cómo se llega a la decisión de adoptar y de cuidar a niños y niñas con discapacidad?

LA CONOCEMOS

 Si tuvieras que definirte, ¿quién es Verónica hoy?

Soy Verónica Apacena, mujer, madre, activista, esposa, estudiante. Vivo en Newnan, Estados Unidos.

Si tuviera que definirme…Dios me hizo compasiva entonces la justicia social me atrae mucho y es mi deseo moverme en diferentes maneras a favor de las personas marginadas, de grupos vulnerables, como personas con discapacidad, personas negras, las mujeres, la niñez y el medio ambiente.

Siento que mi vida, su propósito gira alrededor de esas motivaciones; en este momento estudio una maestría en discapacidad y es un estudio desde el feminismo y lo racial y cómo interactúan las leyes en la sociedad- Me encanta este programa que es de una Universidad de Nueva York , donde casi la mitad de mis compañeros son con discapacidad al igual que la mayoría de los profesores. Es una mirada equitativa que eleva las voces.

La gente me conoce como una persona que se interesa mucho en temas de discapacidad…migraciones y sí disfruto muchísimo estar fuera, hacer caminatas, acampar, etc.

Soy introvertida por lo que disfruto los espacios con pocas personas, más íntimos. Soy más casera, aunque amo bailar

Muchos no me definirían como cristiana porque mis ideas teológicas son muy liberales, más que nada del último año que estuvimos de misioneros en Uruguay. Pasé por muchas ideas de la fe cristiana, de pequeña católica y luego en diversas iglesias, desde pentecostal hasta la metodista donde estamos ahora.

-¿Cómo surge tu vocación misionera y pastoral?

Mi vocación misionera está desde que estuve fuera de EEUU, en una conferencia en Argentina, tenía 16 años y me enamoré de todo, tuve una experiencia espiritual muy fuerte y cuando terminé la secundaria estuve de nuevo en Argentina y viví un años y medio allí. Después de esa experiencia sentí ese don de compasión que Diosl me dio, por lo que se me hace muy fácil entender y apreciar lo intercultural.  Creo que nace ahí. Después estuve un tiempo en Marruecos y luego en México y no me sentí misionera en el sentido tradicional pero sí que esa conexión, ese intercambio lo vivía y participaba muy bien.

- Sé que estuviste en Uruguay y realizaste trabajo con personas con discapacidad. ¿Qué te lleva a esa área de atención?

Mi primera experiencia fue en Argentina donde colaborábamos con un hogar de niños conectado al seminario donde estudiaba, lo que me permitió acercarme a una niña ciega; ahí pude reconocer la discapacidad y luego en la universidad me hice muy amiga de un chico sordo que me enseñó la lengua de señas y nuevamente pude ver la discapacidad y cómo esa persona interactúa con el mundo y viceversa. Lo mismo en Marruecos, tuve mucho acercamiento a niños con discapacidad en un orfanato, niñez con diversas discapacidades. El abandono, la institucionalización de esos chicos empeora las condiciones de discapacidad y allí en Marruecos sentí que si formaba una familia iba a ser por medio de la adopción.

- ¿Cómo fue tu relación con la maternidad? ¿Querías ser madre siempre?

Ya había conocido a Fede, pero habíamos perdido contacto por unos 6 años. Cuando murió su padre estuvimos mucho en contacto y- como lo cuento en mi diario íntimo-yo oraba para que la pareja que Dios me diera tuviera el mismo deseo de adoptar.

En algún momento sí buscar hijos biológicos, pero primero ese deseo que tenía en el corazón.

Fede sentía algo parecido y así que nos casamos y empezamos luego de 3 años la etapa de adopción.

Entonces vimos el proceso de Padres Sustitutos de EEUU, pero debíamos estar de acuerdo de recibir un niño o una niña y luego tal vez, soltarlo. Tuvimos en proceso de varios meses y vimos que no era la idea que queríamos. Nos abrimos a la adopción internacional; no teníamos idea de que vinieran de cierto lugar, pensábamos de Argentina o de México (mis abuelos son mexicanos), pero adoptar allí conlleva procesos de vivir en el país varios años.

-La pregunta obvia siguiente es ¿por qué la adopción a niños con discapacidad y por qué de lugares tan lejanos? 

Por agencias de adopción vimos que debíamos buscar los programas más económicos y eran de Uganda o de Hong Kong. Empezamos el proceso en Uganda, dejamos porque nos enteramos de terribles situaciones de tráfico humano. Y dijimos no: “queremos adoptar a un niño/a que esté esperando una familia, realmente, que no tenga familia”. Y en Hong Kong el proceso es justamente adoptar niños con discapacidad. Y surge la pregunta: ¿estamos listos para adoptar a un niño/a con discapacidad? ¿Estamos dispuestos?

Y para mí era sí, para Fede fue un proceso más largo, pero se decidió. Él llegó a decir que sí porque nos había mudado a Carolina del Norte y estábamos muy conectados con un ministerio que se llama “Realidad” y es completamente para crear oportunidades para que personas con discapacidades intelectuales hagan amistad con personas sin discapacidad. Eso nos dio una mirada extraordinaria y fuimos por ese camino.

Estábamos casi seguros que iba a ser un niño con síndrome de Down pero no se dio por diversas razones.

¡Luego nos pasan el perfil de Kin y dijimos que sí!  y 8 meses después conocemos en Hong Kong a nuestro primer hijo, de 4 años y medio con espina bífida, eso fue en 2014.

Luego nos mudamos a Uruguay a trabajar allí con la iglesia Metodista. En ese momento pensamos en adoptar en Uruguay y es un proceso larguísimo. También empezamos a buscar un hijo biológico, pero no se dio.

Ahí empezamos con el proceso de adoptar de nuevo porque incorporamos a una persona de una cultura totalmente diferente a la nuestra, incorporamos su cultura, su idioma a nuestra vida y queremos respetar eso. Él se ve que es Hong Kong y está orgulloso de eso. El programa de Hong Kong no tenía disponibilidad y fuimos a ver el programa de China.  Aprendimos que los “niños en espera”, la gran mayoría, está con los brazos abiertos esperando una familia y muchísimos son con discapacidad.

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Y entonces conocimos a nuestra segunda hija, a Zi Xin que ahora tiene 6 años. Ella tiene capacidad intelectual por hicrocefalia además de espina bífida.

¿Qué aprendizajes te viene dejando este camino que elegiste como mujer y madre?

En lo personal ha sido mucho aprendizaje, mucha paciencia. En el caso de nuestro primer hijo, no por su discapacidad sino por su forma de ser, por su carácter, me prueba la paciencia; yo me veía mansa pero no lo soy tanto…

Es un aprendizaje constante.

Como madre por adopción de chicos con discapacidades, veo lo necesario que es luchar por sus derechos humanos, especialmente por Zi Xin ya que personas con discapacidad intelectual son muy dejadas de lado, son personas que están abandonadas, aisladas del resto de la sociedad.

¿Cómo es la situación general de las personas con discapacidad en las iglesias?

Pienso que vamos mejorando bastante en cuanto a incluirles, sobre todo a quienes tienen discapacidades físicas, pero cuando son intelectuales, cogniticas o de desarrollo, no tienen casi lugar en la iglesia. Las iglesias forman ministerios aparte para ellos y ellas, como muy “los otros”, no hay inclusión. Muy poco se ve que haya inclusión, que sean parte y mucho menos que tengan lugares de compartir y bendecir a las iglesias con sus dones y con sus vidas. Mucho menos lugares de liderazgo. La iglesia está muy atrás en ese sentido.

 

 

Claudia Florentin