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Seguro que has oído hablar del despertar espiritual en la Universidad de Asbury: un servicio cotidiano en la capilla se ha convertido en un servicio continuo de alabanza y adoración, confesión de los pecados y celebración de salvación, que ahora ha atraído la atención de todo el país y ha provocado un despertar espiritual similar en otras universidades.

A principios de esta semana, cuando miré videos de la Universidad de Cedarville (donde mi hijo es estudiante de primer año) y escuché hablar de los equipos de evangelistas que recorrían las universidades estatales de Ohio y Michigan, no pude contener las lágrimas.

¿Es esto un avivamiento?

El presidente del Seminario Teológico de Asbury, Timothy Tennent, duda [en inglés] en llamar a esto un «avivamiento». Escribe: «Solo si vemos una transformación duradera que sacuda los cómodos cimientos de la iglesia y nos lleve de verdad a todos a un lugar nuevo y más profundo podremos mirar atrás, en retrospectiva, y decir “sí, esto ha sido un avivamiento”». El tiempo lo dirá.

Sin embargo, no hay duda de que estamos siendo testigos de algo inusual, la intensificación del poder de Dios demostrado en la Palabra y en la adoración, renovando corazones y vidas.

Cuando el Soplo de Dios llega a un lugar de forma palpable, a menudo se producen respuestas inusuales

No debería sorprendernos que una obra de Dios comience con estudiantes universitarios. En 1802, en la Universidad de Yale, un movimiento espiritual comenzó [en inglés] con tal poder que más de un tercio del cuerpo estudiantil profesó fe en Cristo. «Toda la universidad fue sacudida», escribió un estudiante de primer año. «Por un tiempo pareció como si toda la masa de estudiantes fuera a entrar en el reino. Era obra del Señor, y maravilloso a los ojos de todos. Oh, ¡qué bendito cambio!».

Cuando ocurre un despertar

Cada vez que el Espíritu de Dios da al pueblo de Dios un sentido renovado de la presencia de Dios —esa combinación apremiante cuando nos asombramos de la majestad de Dios y nos sentimos abrumados por Su amor— vemos múltiples respuestas.

En primer lugar, las cosas se ponen complicadas. Cuando el Soplo de Dios llega a un lugar de forma palpable, a menudo se producen respuestas inusuales, ya sean períodos intensificados de oración y alabanza, u obras inmediatas y aceleradas de Dios en la sanidad (física y espiritual), o un colapso de la percepción del tiempo, a medida que un sentido de eternidad incide en el presente. Las personas responden con sinceridad a los movimientos del Señor, a veces con expresiones no fingidas de devoción que pueden parecer teológicamente disparatadas pero que surgen de un amor a Dios puro y sincero.

En segundo lugar, siempre aparecen buscadores de avivamientos, y no todos con motivaciones puras. Llegan los charlatanes, tratando de embotellar el poder y convertirlo en instrumento para su propio beneficio. Siempre que se manifiesta el poder de Dios, algunos intentan aprovecharse de él. Basta con mirar a Simón el mago en el libro de los Hechos.

En tercer lugar, las personas de iglesia suelen ser más críticas y cínicas que la gente del mundo. Algunos se apresuran a despreciar las muestras de emoción. Se cruzan de brazos e interrogan sobre los acontecimientos, analizan la precisión teológica de lo que se dice o canta, más preocupados por no «dejarse engañar» por algún fraude que por «dejarse llevar» por el Espíritu. (Tal fue el caso en el Primer Gran Despertar, con las «viejas luces» y las «nuevas luces» dividiéndose agudamente sobre la fuente y los resultados de los avivamientos). Otros que han sido heridos por las acciones o la falta de acción de la iglesia en el pasado o que tienen experiencia de primera mano con impostores de manipulación espiritual permanecen escépticos.

Muchas preguntas surgen en respuesta a un despertar como el de Asbury:

¿Esto es real? ¿Cómo podemos saber si se trata de una auténtica obra de Dios?

¿Qué pasa si la teología de algunos de los participantes está equivocada?

¿Qué tal si hay manipulación espiritual?

¿Cómo «probar los espíritus» en este caso, desde lejos?

¿Es esto solo emocionalismo difundido por las redes sociales?

¿No está Dios igual de presente dondequiera que yo esté? ¿Qué tipo de fruto debemos esperar?

La pregunta clave

Pero creo que hay una pregunta más apremiante y candente que deberíamos hacernos. Es la que Jesús planteó al paralítico que esperaba en el estanque de Betesda en Juan 5:

«¿Quieres ser sano?».

La pregunta clave de Asbury no es sobre Asbury; es sobre ti. Es sobre tu corazón. Se trata de tu anhelo.

La pregunta de Jesús al paralítico parece absurda a primera vista. Después de todo, el hombre está sentado allí esperando un milagro, ¿verdad? ¡Por supuesto que quiere ser sanado!

Si Jesús nos preguntara si queremos un avivamiento, supongo que la mayoría de nosotros diríamos algo parecido…

¿No ves, Señor, que somos fieles en dar? ¿Que oramos? ¿Que vamos a la iglesia cada semana?

¿No has oído cómo cantamos cada semana?

¿No te has dado cuenta de lo que siempre decimos, que lo único que salvará a nuestro país o renovará nuestra iglesia es un avivamiento?

Sin embargo, la pregunta de Jesús queda en el aire:

«¿De verdad quieres esto?».

Olvida todo lo superficial que decimos sobre el avivamiento y nuestra dependencia del Espíritu.

Es posible decir que quieres avivamiento pero en el fondo no querer la incomodidad que la presencia de Dios podría traer.

Es posible cantar canciones todos los domingos pidiendo una renovación mientras se alimentan rencores y amarguras de los que no se quiere ser liberado.

Es posible disfrutar de la división de la iglesia, de tu tribalismo teológico, o de los pecados secretos que albergas, o consolarte retorcidamente en tu complacencia: volverte insensible al declive de la iglesia y apático con respecto al futuro. El Espíritu de Dios representa un peligro para esas cosas.

La emoción de la ortodoxia no se traduce en brazos cruzados, sino en brazos levantados

Así que la pregunta de Jesús sigue en pie: ¿Quieres ser sano?

El paralítico presenta todo tipo de excusas para justificar la imposibilidad de la sanidad. Nadie me ayuda. No puedo bajar al agua. Estoy solo.

Nosotros hacemos lo mismo. La iglesia está demasiado estropeada. ¡Es imposible que Dios trabaje en ese lugar! Si hubiera un avivamiento, no se vería de esta manera. Si Dios se moviera, la haría diferente.

Pero la pregunta sigue siendo: ¿Quieres esto? ¿Tu corazón palpita al pensarlo? ¿Quieres ser sano?

Sed de Dios

«No entiendo a los cristianos que no se entusiasman con la idea de un avivamiento», dijo Martyn Lloyd-Jones.

Yo tampoco.

Pase lo que pase o no pase en el Despertar de Asbury y más allá, que seamos marcados por una sed viva de conocimiento del Dios vivo y un deseo irreprimible de verle actuar con poder, haciendo todo lo que Él y solo Él puede hacer en nosotros y a través de nosotros. La emoción de la ortodoxia no se traduce en brazos cruzados, sino en brazos levantados. Así cantamos con Fanny Crosby, aquella pequeña anciana ciega cuya canción aún resuena:

Salvador, Salvador,
Escucha mi humilde clamor;
Mientras a otros llamas,
no me pases de largo.


Publicado originalmente en The Gospel Coalition. Traducido por Eduardo Fergusson.
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