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      30 padres y madres adoptivos armaron una campaña viral para ahijar a “niños grandes”: conocé sus historias

      Una treintena de madres y padres promueven la adopción de "niños grandes". Aquí, tres historias sobre diversidad familiar.

      30 padres y madres adoptivos armaron una campaña viral para ahijar a "niños grandes": conocé sus historias"Adopten Niñes Grandes", la campaña que se hizo viral en Twitter. Foto ilustración Shutterstock.

      Mucho se dice sobre la hostilidad y la violencia que suele abundar en las redes sociales, con Twitter a la cabeza. Sin embargo, desde hace unos meses cada viernes esa plataforma se convierte en la herramienta principal de la campaña “Adopten Niñes Grandes”, la iniciativa que llevan adelante una treintena de madres y padres por adopción.

      Mediante una serie de hilos estas familias cuentan cada semana la historia que los acercó a sus hijos e hijas bajo el hashtag #AdoptenNiñesGrandes. El objetivo de la cruzada es concientizar sobre la realidad de las infancias en situación de adoptabilidad y su derecho a crecer en el seno de una familia, desmitificar ciertas cuestiones alrededor de este proceso y visibilizar las múltiples formas en que se puede ahijar.

      Según datos de la Dirección Nacional del Registro Único de Aspirantes a Guarda con Fines Adoptivos el 86,9% de los postulantes actuales muestra disponibilidad adoptiva para niños y niñas de 1 año, pero ese porcentaje desciende al 43,8% para aquellos y aquellas de 6 años y al 0,2% para adolescentes de 15 años o más.

      Los números respecto a la salud de esos chicos y chicas también son contundentes: el 82,3% de los postulantes no aceptaría niños y niñas con alguna discapacidad o enfermedad, mientras que un 17,6% de los inscriptos aseguró que sí lo haría.

      Mientras tanto, en Argentina hay más de 9000 niñas, niños y adolescentes que viven en hogares de protección de gestión tanto pública como privada, asegura UNICEF.

      Quienes encabezan el “Adopten Niñes Grandes” no romantizan la adopción: la experiencia les mostró cara a cara que no se trata de algo sencillo y que habrá que enfrentar una historia previa: sin embargo, creen en la esperanzadora posibilidad de reparar o restituir la infancia de quienes día a día esperan por una familia.

      Leo, Yael y Claudio: “El camino a la adopción es duro, pero maravilloso”

      Yael, Leo y Claudio. Foto gentileza.Yael, Leo y Claudio. Foto gentileza.

      Leo y Yael son los mapadres de Claudio, de 13 años. Ella no quería gestar y, tras analizarlo durante varios años, decidieron que sería la adopción el camino para terminar de formar su familia.

      “En el momento en que nos sentimos listos, en 2017, con muchos pruritos mandé un mail al RUAGA (Registro Único de Aspirantes a Guarda con Fines Adoptivos) para ver qué pasaba”, contó Leo a Clarín.

      La respuesta no tardó en llegar: en media hora recibió el primer mensaje. Entre trámites, emoción y entrevistas comenzó el proceso. Un año después los llamaron por un niño, pero no quedaron seleccionados.

      Tres meses después todo cambiaría por completo: esta vez, el contacto era por Claudio, un nene de 9 años que había sido institucionalizado a los 8 meses de vida. “Ya cuando lo vimos supimos que era nuestro hijo”, señaló este padre con la voz entrecortada.

      A los dos meses les otorgaron la guarda. Lo que siguió no fue fácil: el niño no sólo había pasado casi toda su vida en un hogar sino que también había pasado por tres vinculaciones fallidas. “Claudio me preguntó qué eran las segundas oportunidades. Yo, muy espontáneo, le dije que era lo qué el tuvo con nosotros. Y me dijo: 'Ah, pero yo tuve como cinco de esas'. Y a mí se me estalló el corazón en mil pedazos”, rememoró.

      Claudio pasó por tres vinculaciones fallidas antes de ser adoptado. Foto gentileza.Claudio pasó por tres vinculaciones fallidas antes de ser adoptado. Foto gentileza.

      “A estos chicos el mundo los viene defraudando desde que nacieron. Él no sabía lo que era una familia, no tiene registro de sus progenitores. Nosotros tuvimos que enseñarle qué es ser hijo”, amplió.

      Al mirar hacia atrás, el saldo es positivo: “El camino a la adopción es maravilloso; duro, como la vida misma, pero es maravilloso. Haber adoptado fue la mejor decisión de nuestras vidas”.

      La intención de la campaña de la que forma parte, dijo, es “desmitificar”. “ La adopción realmente es un camino posible. Los llamados pueden ser más rápidos para niños y niñas más grandes. Son chicos y tienen que tener la oportunidad de tener una familia. El derecho es de los niños, y los niños que hay son estos, que hasta los 17 años están esperando una familia”, concluyó.

      Paola, Alejandro, Tomás y Maxi: “Les recuperamos la infancia y les cambiamos el futuro”

      Alejandro, Tomás, Paola y Maxi. Foto gentilezaAlejandro, Tomás, Paola y Maxi. Foto gentileza

      La familia de Paola y Alejandro comenzó a crecer con la llegada de Tomás, hoy de 16 años, y luego con Maxi, actualmente de 11. “La adopción no fue la primera opción. Pasamos por muchas pérdidas de embarazos naturales y seis intentos de fertilización que no resultaron”, anticipó la mujer.

      “La adopción es presencia, es estar disponible, es poder amar, poder ahijar. Es tan maravilloso que, si lo hubiera sabido, no hubiese expuesto mi cuerpo a tantos tratamientos”, dijo.

      Ella, que reconoce que hoy es quien más milita esta causa, asume que al principio estaba llena de prejuicios y desconocimiento. “No hay difusión, entonces yo no sabía de qué se trataba, no sabía cómo empezar los trámites, no sabía absolutamente nada”, sostuvo.

      Al igual que a muchos postulantes, inicialmente experimentó cierta incomodidad en cada paso del proceso: “En las entrevistas te sentís estudiado, juzgado. Después entendés que buscan una familia para chicos donde los derechos han sido vulnerados y donde todavía hay que restituirles el derecho a vivir en familia”.

      Tras la adopción de sus hijos Paola entendió cada paso: “Los chicos no vienen de situaciones fáciles, vienen de situaciones de mucha violencia. Para que el Estado le saque un chico a una familia tienen que haber pasado muchas cosas. Eso también explica por qué no hay bebés en estado de adoptabilidad”.

      Tomás llegó a la vida de este matrimonio a los 8 años. “Al principio no se dejaba abrazar. Después lo terminé acunando y cantándole para que pudiera dormir”, mencionó su mamá. La explicación, para ella, es tan sencilla como devastadora: “Vienen con una mochila muy pesada, ojalá uno se las pudiera sacar, pero no, uno trata de que esa mochila empiece a ser cada vez más liviana”.

      Por eso al formar parte de una familia, de a poco, dejan de estar en alerta permanente: “Cuando llegan a casa automáticamente se convierten en bebés. Son como una cebolla, se van sacando esas capas de protección que tienen. Nosotros les recuperamos la infancia y, a partir de este nuevo presente, les cambiamos el futuro”.

      Paola, Tomás Alejandro y Maxi durante una Navidad. Foto gentileza.Paola, Tomás Alejandro y Maxi durante una Navidad. Foto gentileza.

      Cuando la situación con Tomás estuvo resuelta la pareja decidió inscribirse nuevamente, ya más relajados y con mucho conocimiento del tema. “A Maxi lo conocimos en 2021, en plena pandemia. La vinculación fue muy complicada”, describió Paola.

      Pero la familia logró sortear todos los obstáculos y, al obtener el pernocte sostenido -paso previo a la guarda- todo se fue acomodando. Todas las primeras veces que el niño experimentaba fortalecían la relación: “Su primer cumpleaños, el primer Día del Padre, el primer Día de la Madre, todo eso que para nosotros es normal y que ellos recién empiezan a tener. Ahí Maxi se empezó a desarmar”.

      ¿Por qué se involucró en el “Adopten Niñes Grandes”? “Porque a los 18 años ya no sos menor de edad y, si no fuiste adoptado, no tenés la posibilidad de tener una familia. Y lo que te da una familia no te lo da nadie (sea como sea que esté constituida esa familia). Esas herramientas no te las da una institución. Necesitamos compromiso y preparación. La adopción no es para satisfacer las necesidades de los adultos”, destacó Paola.

      Jorgelina, Agustín y Lucas: “Nuestro árbol genealógico ya no es un árbol, es un bosque”

      Agustín, Lucas y Jorgelina. Foto gentileza.Agustín, Lucas y Jorgelina. Foto gentileza.

      Para tener un hijo, Jorgelina y Agustín pasaron por tres tratamientos de baja complejidad que no funcionaron. Luego de estos optaron por uno de alta complejidad que dio resultado. Transitaron un embarazo sin inconvenientes pero el desenlace no fue el esperado.

      “Cuando fui al último monitoreo algo les pareció sospechoso. Fui a cesárea, el bebé tuvo dos paros y se murió. Nadie te prepara para eso, es un horror”, recordó Jorgelina.

      Luego de varios años de terapia concluyeron que la vía para ser madre y padre sería otra. Y así se presentaron como postulantes en el RUAGA. Su historia es una más de esas que demuestran que la adopción en Argentina no es imposible, tal como se pretendió instalar durante mucho tiempo.

      "Lo que me contaron me entusiasmó: iba a adoptar a un nene de 9 años, yo tenía 53 y sabía que no iba a ser eterna”, dijo Jorgelina. Foto gentileza."Lo que me contaron me entusiasmó: iba a adoptar a un nene de 9 años, yo tenía 53 y sabía que no iba a ser eterna”, dijo Jorgelina. Foto gentileza.

      “Cuando estaba absolutamente convencida de que nadie me iba a llamar, me llamaron. Lo que me contaron me entusiasmó: iba a adoptar a un nene de 9 años, yo tenía 53 y sabía que no iba a ser eterna”, relató la mujer.

      Lucas -hoy de 11 años- es el mayor de cinco hermanos. Cuando contactaron a Jorgelina y a Agustín ya habían hallado una familia para las dos nenas y otra para los dos varones. Sólo faltaba una para él.

      A ella la propuesta la convenció de inmediato: “Me gustó. No éramos sólo mi marido y yo con una pequeña familia. Estaba muy asustada, pero decidimos que éste era al lío en el que nos queríamos meter”.

      La primera etapa tuvo algunos traspiés. El no saber bien qué hacer se repetía una vez más. “Lucas ya venía de una vinculación que había fallado, venía de unos padres biológicos que también le habían fallado y estaba en un hogar donde veía que los demás se iban y él no. Estaba molesto, a la defensiva, desconfiado. Era un niño al que todos los adultos habían decepcionado”, afirmó.

      En el medio hubo mucho trabajo por parte de todos. Además, las tres familias firmaron un documento donde se comprometían a resguardar el vínculo entre los cinco hermanos. Gracias a eso hoy los chicos se ven o se comunican por distintas vías.

      Lucas es el mayor de cinco hermanos. Foto gentileza.Lucas es el mayor de cinco hermanos. Foto gentileza.

      Nuestro árbol genealógico ya no es un árbol, es un bosque. Yo no adopté un nene, adopté un núcleo familiar. Les inculcamos que ellos son familia y que lo único que están haciendo es agregar más gente a esa familia. Son hermanos que están agregando padres, abuelos y tíos, siempre va a ser así”, cerró Jorgelina.


      Sobre la firma

      Guadalupe Rivero

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