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      Despiadados, inmorales, cínicos

      Despiadados, inmorales, cínicosCLAIMA20110123_0044 Despiadados, inmorales, cínicos
      Redacción Clarín

      ¿Cuál es el Bloomsbury de Buenos Aires? ¿Cuántos Bloomsbury a puertas cerradas están inventando nuevos modos de existencia y de producción de los artistas? El círculo Bloomsbury tomó su nombre del barrio londinense a partir de las veladas de los jueves de Gordon Square. Fue una idea del hermano de Virginia Woolf para reunir a sus compañeros de la Universidad de Cambridge, miembros de la sociedad secreta de los “Apóstoles”. Virginia y sus tres hermanos se habían mudado allí en 1904, luego de morir su padre, deseosos de probar nuevas experiencias. Los huérfanos dejaron atrás la casa victoriana de Hyde Park Gate y con ella metros de terciopelo carmesí, cuadros de Watts, peticiones de matrimonio y té después de la cena. En Bloomsbury las paredes estaban desnudas y todo era experimentos y reformas, todo estaba a prueba. Estudiaban griego y alemán, iban a conferencias sobre impresionismo y al volver a casa se quedaban tomando café, pintando y escribiendo hasta la madrugada.

      Thoby les había hablado de los Apóstoles con tal aureola romántica que Virginia y Vanessa pensaban en ellos como si fueran personajes de Shakespeare. “Hay un tipo sorprendente llamado Bell. Es una mezcla de Shelley con un hidalgo rural aficionado a cazar”. Lytton Straychey era extremado en todo, largo y delgado. Cierta vez entró en la habitación de Thoby y gritó: “¿No oyes la música de las esferas?” y se desmayó. Woolf, tembloroso y misántropo, parecía violento, se disponía a viajar a Ceilán. Sydner Turner nunca salía de día. Muy entrada la noche golpeaba las ventanas como una mariposa nocturna; hacia las tres de la madrugada empezaba a hablar de literatura griega.

      La primera noche que entraron a Gordon Square se sentaron dubitativos en los rincones de los sofás. “No. No, no lo he visto. No lo sé.” Entonces Vanessa cometió la temeridad de utilizar la palabra belleza. Y comenzó la conversación, se vislumbraron resplandores de algo milagroso que estaba ocurriendo, se fue colocando piedra sobre piedra, cautelosamente, con precisión, hasta que un esplendoroso edificio quedó terminado. Las veladas de los jueves eran increíblemente abstractas.

      Virginia jamás había visto muchachos tan desaliñados, con tan poco esplendor físico. Una antigua amiga le dijo: “No tengo la menor duda de que son simpáticos, pero, querida, ¡qué aspecto tan horroroso tienen!” Henry James, amigo de su padre, al verlos dijo: “¡Deplorable, deplorable!” Pero precisamente esa falta de esplendor, ese desaliño demostraba su superioridad para Virginia. Un día comenzaron a hablar de la copulación y la pederastía con el mismo entusiasmo con que habían hablado de la naturaleza del bien. Eran unos crípticos, unos iluminados. Salían de esos silencios altaneros para arrastrarse a un rincón y reír ahogadamente un chiste latino.

      Vanessa, pintora, poseedora de una belleza prerrafaelita, luego de casarse con Clive Bell creó el club de los viernes, un grupo donde se discutía artes plásticas a los gritos. El postimpresionismo las fascinaba, se vestían como cuadros de Gaugin. Los amigos de la familia decían que iban prácticamente desnudas. Virginia decidió adoptar un modo de vida antiburgués, tomó una casa en Brunswick Square e invitó a sus amigos a compartirla con ella. Su hermanastro Georges Duckworth fue a suplicarle que no lo hiciera. Alguien dijo que Maynard Keynes había copulado con Vanesa en el sofá, en medio de la sala de estar. Se decía que todos se desnudaban en público, que era un grupo despiadado, inmoral y cínico.

      El amante de Maynard tenía aspecto de fauno, parpadeaba y tartamudeaba, no tenía un céntimo, decían que estaba loco y que venía de vivir en un estudio con una vieja mujer de la limpieza, alcoholizada, llamada Filmer. Era pintor, escocés, de origen noble y aspecto romántico, se ponía los pantalones del padre de Virginia para ir a fiestas, robaba cosas de la despensa de Brunswick Square. Se llamaba Duncan Grant.

      Antes del estallido de la I Guerra Mundial la familia conformada por Clive Bell, Vanessa, sus hijos, su nuevo amante Duncan Grant y el amante de Duncan, David Garnett se establecieron en la granja Charleston, Sussex. Durante la Primera Guerra las relaciones triangulares y bisexuales fueron un sello del grupo. Hubo escándalos. Lytton vivía en una casa de campo con Dora Carrington y Ralph Partridge. Carrington estaba enamorada de Lytton, que estaba enamorado de Ralph, que estaba enamorado de Carrington. Ésta aceptó casarse con Ralph y vivieron los tres juntos hasta la muerte de Lytton y el suicidio de Carrington.

      Hacían juegos epistolares, tomaban riesgos en pintura y literatura, publicaban. Hubo una tentativa de casamiento “blanco” entre Virginia y Lytton, y alrededor de 1925, ya casada con Leonard Woolf, Virginia tuvo una relación amorosa con Vita Sackville-West, una aristócrata de viejo linaje. Me niego a hablar de internaciones psiquiátricas, de incestos, de más suicidios. ( Nota: Mis padres, que quisieron experimentar nuevos modos de existencia, adoraban a Virginia Woolf. Mi madrastra la temía.)


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