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Ibérica por la libertad

Volumen 5, Nº 6, 15 de junio de 1957

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IBÉRICA es un boletín de información dedicado a los asuntos españoles y patrocinado por un grupo de americanos que creen que la lucha de España por la libertad es una parte de la lucha universal por la libertad, y que hay que combatir sin descanso en cada frente y contra cada forma que el totalitarismo presente.

IBÉRICA se consagra a la España del futuro, a la España liberal que será una amiga y una aliada de los Estados Unidos en el sentido espiritual y no sólo en sentido material.

IBÉRICA ofrece a todos los españoles que mantienen sus esperanzas en una España libre y democrática, la oportunidad de expresar sus opiniones al pueblo americano y a los países de Hispano-América. Para aquellos que no son españoles, pero que simpatizan con estas aspiraciones, quedan abiertas así mismo las páginas de IBÉRICA.

Directora:

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  • ROGER BALDWIN
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  • JOHN A. MACKAY
  • VICTOR REUTHER

IBÉRICA is published on the fifteenth of every month, in English and Spanish editions, by the Ibérica Publishing Co., 112 East 19 th St., New York 3, N. Y. All material contained in this publication is the property of the Ibérica Publishing Co., and may be quoted, but not reproduced in entirety. Copyright 1957, by Ibérica Publishing Co.

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ArribaAbajoLa hora de la gana española

José M.ª Semprún Gurrea


Por modestas que sean la valía y la responsabilidad políticas de un ciudadano español, su preocupación primera, al ponerse a tratar de la situación y porvenir de su Patria ha de cifrarse en el sabio y prudente aforismo de la antigua escuela médica: «primum non nocere»; o sea, lo primero, no hacer o causar daño. Lo cual dicho tan paladinamente como lo exige nuestro deber estricto de pronunciarnos en forma que todos puedan entendernos, significa esto: no escribir una sola palabra, no adelantar una sola propuesta o recomendación que, de suyo, puedan agravar y prolongar (acaso transformándoles y enmascarándoles bajo engañosas apariencias de remedio), los males terribles de que hoy adolece nuestra Patria. Hay una fórmula capciosa, que serpentea por muchos labios y es ésta: «¡Cualquier cosa, con tal que caiga Franco!...» «¡No! Que desaparezca el actual régimen, SÍ; que le reemplace cualquier cosa, ¡NO!».

Nuestro odio a la presente dictadura no es un odio a las personas; no nace de despechos o resquemores personales, ni de sectario espíritu de venganza. Es un odio impersonal y político, que nace exclusivamente de amor a España, es decir a los hombres, grupos y pueblos que van comprendidos en ese genérico nombre. Por este amor odiamos lo que pisotea la libertad, la dignidad, la autonomía, los derechos imprescriptibles de los hombres y los pueblos de España. De este modo y por esta razón, -lo repito: razón de amor-, odiamos el presente régimen; pero está claro que LO MISMO DEBEMOS ODIAR, y en cuanto podamos, impedir cualquier otro régimen o forma de gobierno que, reemplazando al poder actual, prosiga o acaso agrave sus fechorías. Inspirándonos, como es debido, en este amor, debemos procurar, por medios decentes y civiles, tan eficaces como sea posible, la caiga del actual régimen; pero, simultáneamente y con igual empeño, debemos preparar y construir el nuevo orden político -de libertad, de justicia, de dignidad, de civilidad-, que, de una vez, o por etapas que se sucedan sin demoras insidiosas, debe instaurarse en substitución del desorden actual.

Concretando mi pensamiento, diré que ese nuevo orden de cosas, para un futuro de España, en el aspecto político, yo lo concibo ante todo y sobre todo como una promoción o desarrollo de los principios y virtualidades de la LIBERTAD... Casi siempre en las grandes crisis políticas, y de modo terminante, inequívoco, en la prolongada crisis de la vida pública española, lo que verdaderamente está en crisis es la libertad. Bien mirado, todo, en nuestro caso, se reduce a eso. (Hablamos, naturalmente, de la libertad; no de «los crímenes que se cometen en su nombre»). Los universitarios y los intelectuales que sienten con ellos y como ellos (no hablemos de otras «intelectuales», capaces de las más viles adulaciones al mismo poder cerril que debiera abochornarles) lo que reclaman es libertad. Libertad piden los pueblos cuyas culturas, lenguas y legítimas reclamaciones han sido zafiamente, bárbaramente pisoteadas. La libertad, en el mutuo respeto (y una libertad sin respeto, no es libertad verdadera), crearía el substrato y el ambiente indispensables, y suficientes, para la paz religiosa. Los desastres de la economía en quiebra nacen, en su mayor parte, de las agresiones a la libertad cometidas por un intervencionismo gubernativo arbitrario e incompetente, y esa arbitrariedad desquiciadora de la economía, a su vez desemboca en una pérdida de la libertad, que repercute incluso en zonas extra-económicas. Libertad sindical (símbolo y resumen de los derechos y libertades del trabajador), reclaman las clases proletarias. Un justísimo anhelo de libertad late en las entrañas de la cuestión propiamente social, y la resolución progresiva de ésta con una distribución más justa, más equilibrada y proporcionada de toda clase de bienes, sirve, en definitiva, para asegurar cada vez mejor la libertad de los hombres. Concentrándose suculentamente inmensas riquezas y posibilidades económicas en una minoría, mientras la mayoría yace en la penuria cuando no en la más negra miseria, no hay libertad posible... Por otra parte, se ha dicho que «no se vive para comer; se come para vivir». Hacer, pues, que las gentes coman, es poner el medio para que vivan: para que vivan como seres humanos, no como ganado de engorde; por tanto, para que vivan con medios suficientes para ser libres. (En este sentido, toda concepción «materialista» queda excluida del futuro español. «No sólo de pan vive el hombre». Y asta cuando vive de pan, es decir, lo necesita y lo consume con abundancia legítima para subsistir, es para subsistir en la plenitud de su persona y, por tanto, en libertad... cosa opuesta a todo materialismo integral).

Aquello es también supuesto y finalidad del civismo. En este orden del civismo o de la civilidad, me vienen a la mente algunas proposiciones más concretas: A) Para el futuro cívico de España será necesaria una reforma radical y general de la enseñanza. Digo, «la enseñanza» y no «la educación», porque aunque ésta puede considerarse incluso más importante, no cae, a mi entender, dentro de la esfera de influencia directa del Estado o de la legislación. La educación depende primordialmente (por no decir exclusivamente) de la familia, de los institutos de educación y cultura, de los centros y sociedades espirituales, religiosos. Pero el Estado no puede desentenderse de la enseñanza, aunque se reconozca una amplísima libertad para ésta. Y el Estado tiene que asegurar estas dos cosas: primero, que TODOS los españoles, desde niños, tengan gradualmente acceso a TODAS las formas y categorías de la enseñanza o instrucción, sin distinción de sexos, ni de clase social, o posición económica, ni de convicción religiosa o política; es decir, por el hecho único y decisivo de ser españoles; segunda, (sumamente importante para el futuro cívico de España), que, con todos los miramientos posibles, con tacto, elasticidad y comprensión, por procedimientos y mediante instrumentos o pruebas absolutamente objetivos, de la inmensa masa escolar, inicialmente indiscriminada, se vayan sucesivamente discerniendo las vocaciones y capacidades de tal modo que a cada título medio y con mayor rigor, a cada título o grado final de la enseñanza, llegue solamente quien tenga vocación, preferencia manifiesta y capacidad comprobada. En general, sin perjuicio de pequeños «coladeros» y abriendo cierto margen a los consabidos viceversas profesionales y a los violines (o violones) de Ingres, debe regir el honesto principio del pintor griego: «zapatero, a tus zapatos»... La civilidad española ganaría mucho... B) No menos ganaría si, ¡por fin! los militares se decidiesen a no meterse nunca, como tales militares y haciendo jugar corporativamente sus institutos, en la vida civil, política, del país. Conste clarísimamente que yo no soy anti-militar. Casi podría decirse lo contrario: deseo que los militares sean... militares. ¿Puede haber algo más militar y, entendiéndolo bien, más militarista? No quiero, -y muchos millones de españoles, entre los cuales hay militares irreprochables de todas las armas, tampoco quieren- que el militar de uniforme y en colectividad militar intervenga en la marcha política del país. Don Fulano de Tal, que es General, o Alférez, o Sargento, puede -y debe- como Fulano de Tal, como ciudadano, sin uniforme y sin actuar en formación, hacer toda la política que quiera; pero no como jefe u oficial del Ejército sino como ciudadano igual a todos los ciudadanos. Nada de regimientos de Vicálvaro, ni de sargentos de la Granja, ni de otros retozos por el estilo. LA PALABRA «PRONUNCIAMIENTO» ES LA PRIMERA PALABRA QUE NO DEBERÁ JAMÁS PRONUNCIARSE EN ESPAÑA: ésta es la primera exigencia de su futuro cívico... Y como algunos somos tan pobres que ya no podemos ofrecer a la Patria más que nuestra escueta y sincera opinión, sin repliegues ni cobardes o interesadas reservas, sobre todo en puntos tan graves como éste, yo digo ahora con toda mi sinceridad, guste o no guste, que no quiero un nuevo régimen, ni siquiera republicano (con ser éste mi ideal), traído por el Ejército.

Una República española traída por el Ejército, puede ser igualmente llevada por él. En todo caso, una «traída, y llevada»... ¡No interesa! El Ejército y los militares, atenidos a su altísima misión. Y, mientras no se salgan de ella, que el pueblo les lleve en palmitas. Los jefes y oficiales, de paisano y como paisanos, hagan cuanta política quieran; sean Diputados, si tienen votos, (a muchos les daría encantado el mío), o Ministros, o incluso Presidentes; ¡no faltaba más!... Pero eso, de paisano, por su cuenta y... sin armas. Los ciudadanos pacíficos (e inermes) no pueden avenirse decentemente a dialogar y discutir con otros «ciudadanos» armados hasta los dientes, que les están apuntando con los cañones. En su misión excelsa, el Ejército y los militares merecen todo nuestro respeto. Y cuando algunos de ellos quieran, como ciudadanos, actuar en las tareas cívicas y políticas del país, se les recibirá con los brazos abiertos y se les llevará, cívicamente, a los puestos que merezcan. ¿Quién, por ejemplo, para un futuro cívico de España, osaría poner la menor tacha a ese dechado de patriotismo y ciudadanía, a esa honra de la ciencia española, a ese gran caballero que es Don Emilio Herrera, insigne General del Ejército español? Ejemplo señero, pero no único: por fortuna, hay muchos jefes y Oficiales con cuyos valores cívicos habrá que contar para el futuro de la civilidad española. C) Por tanto, Ejército y militares, SÍ; pero NO MILITARISMO. -Tampoco CLERICALISMO; NI ABOGADISMO; NI OBRERISMO... Ningún «ismo», como no sea el del CIVISMO, que tanta falta nos hace.

Vamos con otro aspecto de nuestro próximo futuro. ¿Cómo concebimos económicamente ese futuro?... ¡Pregunta peliagudísima! -Sería quizá fácil sacarse un «ideal» de la cabeza y exhibirlo con ufanía como podríamos exhibir un cuadro (¿futurista?...), que en una noche de genial inspiración hubiéramos pintado sin obedecer a más impulsos que a los de nuestro fantástico cacumen... No sé si se ha hecho nunca así algo en pintura que valga la pena. En economía, desde luego, no. Un pueblo, un Gobierno pueden honestamente, legítimamente, cambiar en unos meses, en unos días de orientación política. Pueden marcar, acaso en unas horas, nuevos tumbos a su política internacional. Aquello y esto resultará más o menos acertado; pero será, en principio legítimo, y en todo caso, posible, que es lo que ahora nos importa. Porque, en cambio, aunque los 30 millones de españoles, con la mejor voluntad y la mejor técnica nos pusiéramos hoy mismo a construir una floreciente economía nacional, no podríamos lograrlo ni en muchos meses, ni quizá en algunos lustros. Y el que diga lo contrario al pueblo español le miente como un bellaco. En economía hay que contar con muchas realidades, y ante todo, con la presente realidad. Nunca fue muy boyante la realidad económica de España, esa es la verdad. Pero de veinte años a esta parte lo que impropiamente podemos llamar economía española, es como una inmensa escombrera; un sembrado, no muy florido, donde hubieran entrado piaras de jabalíes. En términos muy precisos, lo primero que puede afirmarse de la situación, tal y como la han puesto los «salvadores», con 3 años de guerra y 20 de dictadura, es esto: lo que caracteriza a la economía española es que no existe... Han existido, y existen, eximios economistas; pero no hay una o varias escuelas y laboratorios de economía. Se hacen trabajos meritísimos, dentro y fuera (entre estos, el gran libro de Gordón Ordás, Al borde del Desastre). Podrían hasta señalarse economías locales que en otros climas serían florecientísimas y darían resultados proficuos... PERO NO HAY ECONOMÍA PROPIAMENTE NACIONAL, NI UN CONJUNTO DE ECONOMÍAS LOCALES DEBIDAMENTE COORDINADAS, COMPLEMENTARIAS, en combinación positiva y sistemática de esfuerzos, iniciativas y planes que redundasen en bien de todos. Hay, en cambio, como en todo régimen totalitario, un premioso intervencionismo estatal, arbitrario, meticón, molesto, ineficiente, que ya se va haciendo insufrible a todos. Hay un pulular de actividades fuertemente tenidas de empirismo, de egoísmo, y de falta de sentido social; y hay un sistema de motivaciones insensible a todo lo que no sea la ganancia personal inmediata. Hay el consabido, -y, en cierto modo, inevitable-, expedienteo, el jugar por la banda de la burocracia, ganándole por la mano al concurrente, y el buscar facilidades o meras posibilidades económicas en las numerosas oficinas montadas por el covachuelismo insidioso del régimen, con la consiguiente aclimatación del capicheo, del enjuague y de toda clase de corrupciones administrativas... Y, como cuadro general, una minoría de opulentos y una inmensa mayoría de necesitados, que van hundiéndose progresivamente en la miseria. En una palabra: una gran carencia, (que es a veces, verdadera ruina), en los dispositivos técnicos; una gran deficiencia en las concepciones e iniciativas, y, con la doble polarización tantas veces denunciada, una miseria extendida y creciente...

Esa es la realidad circunstancial que exasperando otras agrias realidades, geofísicas y endémicas de nuestra larga y magna historia económica, condiciona hoy oprimentemente augurándole titánicas dificultades y fatigosos desarrollos, nuestro futuro económico. El drama de España, en este orden de cosas, reside en que siendo ásperamente ciertas todas esas dificultades casi paralizantes, y debiendo, por tanto, contar con ellas, partir de ellas, es igualmente cierto que somos nosotros y solo nosotros, los españoles, (contando con eventuales ayudas exteriores, que han de negociar y obtener con tanta dignidad como cauteloso discernimiento técnico y político), somos nosotros, todos nosotros, y en lo esencial solamente nosotros, gobernantes y gobernados, empresarios y trabajadores, técnicos y muchedumbres no especializadas, etc., etc., los que, condicionados por esas terribles realidades, tendremos que ir venciéndoles y creando la futura situación económica, gracias a la cual las nuevas generaciones disfrutarán de un cierto bienestar, indispensable para el desarrollo incluso de altísimos valores morales y culturales, y que nuestra desdichada generación no supo lograr, despilfarrando sus haberes y energías en monstruosas contiendas fratricidas y destructoras.

No existe, por sí misma, una «economía nacional» que se desenvuelva impersonalmente, ajena a nuestras concepciones y nuestros esfuerzos. Tampoco existe la varita mágica que en un abrir y cerrar de ojos puede curar esa economía, sacarla de su letargo y ponerla en pie, próspera y rozagante. No hay, por otra parte, un fatalismo económico, que nos condene sin remedio a la miseria; a una miseria de la que, naturalmente, se salvaría los más duchos o los más desalmados. Hay, sin duda, realidades económicas imponentes, que nos obligan a tenerlas muy en cuenta y dificultan nuestra marcha; pero podemos vencerlas con el común esfuerzo de nuestras inteligencias, de nuestro trabajo y de nuestra generosidad. Existen realidades condicionantes, pero, entre ellas, existe otra realidad, que, aun condicionada, puede actuar reaccionando sobre esas condiciones, modificándolas provechosamente y produciendo los opimos frutos de una riqueza común y progresiva. Esta realidad es la suprema realidad de nuestra persona, inteligente y libre. No es verdad que el hombre esté aprisionado en una red inexorable de «leyes económicas», siempre las mismas y siempre inmutables. Aun en el orden físico el concepto determinista ha experimentado serias reservas. En el orden humano, sin negar influencias a veces determinantes, rige y vale el principio de la libre voluntad inteligente, que no puede hacer milagros, pero puede imponerse con perseverancia; porque como en cualquier orden de cosas, vale en este el clásico adagio: «Labor improba, omnia vincit».

En ningún orden de actividad propiamente humana, social, y, por tanto, tampoco en este de la economía es verdad que los hombres seamos mecanismos pasivos inexorablemente movidos por no se sabe qué realidad envolvente e irresistible. Todo en el universo depende de la voluntad inteligente; de la divina, y en esfera sin duda más reducida, de la humana. Lejos de ser el hombre instrumento pasivo de fuerzas constringentes, la verdad en innumerables casos y situaciones sociales es justamente la contraria: nuestra voluntaria pasividad, nuestra dejadez, nuestro dejar correr las cosas, nuestro no querer hacerlas (que es un modo de querer que no se hagan) constituye la verdadera causa de muchos acontecimientos desgraciados. Es también falso, falsísimo, que el único móvil que en economía mueve de hecho, y debe mover de derecho al hombre (a esa especie de muñeco mecánico, de «robot» que es el «homo aeconomicus» de la inhumana e irreal abstracción forjada para su discutible comodidad especulativa por la escuela clásica), sea el deseo de lucro y de ganancia. Es hoy archisabido que aun en el campo económico, a la legítima motivación de una ganancia decorosa muchos emprendedor es mezclan otros motivos, como el patriotismo, el deseo de aumentar la productividad en general beneficio, la ansiedad de gloria, parecida a la del político o el artista, etc. -Y otros (o los mismos...), saben reducir su margen de utilidades para dedicar parte de ellas a la beneficencia, al fomento de la cultura, a un amplio mecenazgo, etc. Pues si todo esto lo hacen algunos, ¿por qué nos vienen los otros, o sus economistas áulicos con el cuento de que toda interferencia en el espíritu de lucro, toda imposición o simple recomendación respecto a una mejor redistribución de la riqueza hará que periclite la sacrosanta economía nacional? ¿Qué puede importar a 30 millones de ciudadanos una economía que hace vivir opíparamente a unos cientos de miles, holgadamente a unos dos o tres millones, y mal, o rematadamente mal, al resto?

La técnica está al servicio de la política; y la política al servicio de la Nación, -que no es una cosa abstracta, ni el reducido grupo de los grandes empresarios y negociantes, sino 30 millones de ciudadanos, repartidos en diversas nacionalidades, que necesitan comer bastante todos los días, y una habitación limpia, y un vestido sin jirones, unas horas libres para amar, leer, jugar, soñar... ¡vivir un poco!... Para el economista, técnico-político, esa es su economía; y esos «son su padre, su madre y sus hermanos», como dijo un día Cristo, mostrando a los pobres de Israel.

Así vista, la tarea económica se presenta, para el futuro español, como la más urgente y la más absorbente, como que es el instrumento, hoy roto en pedazos, que hemos de recomponer trozo a trozo, para que todas las otras finalidades puedan alcanzarse dignamente.

Seré muy escueto al referirme a los aspectos político-religiosos, para no embrollar más una cuestión ya demasiado embrollada. Hay un clericalismo, que oprime al Estado y al ciudadano, y un césaro-papismo, con que el poder oprime al clero y a las gentes católicas, utilizándoles como instrumentum regni. Para acabar civilmente, con todo eso bastará: 1) Establecer en la ley y las costumbres la plena y pacífica libertad de todas las posiciones religiosas individuales y colectivas, públicas y privadas, con el debido respeto recíproco. 2) Establecer urgentemente relaciones con la Iglesia católica, con la mira puesta en un concordato (no el actual, ¡claro!...) ; un concordato, donde se dé a Dios lo que es de Dios y al César lo que es del César, y donde las Altas Partes contratantes, o concordantes, definan y defiendan las respectivas esferas de sus respectivas y plenas soberanías, con buenas relaciones entre ambas Potestades, y sin abusivas intromisiones. Se podrían establecer también acuerdos entre el Poder civil y las otras Confesiones religiosas, cuando por el número de sus fieles no resultasen bastantes las simples libertades religiosas, reconocidas a todos los ciudadanos en las Leyes constitucionales. 3) Los Poderes públicos, los jefes religiosos, políticos y, en general, todas las personas con autoridad moral o cultural, y con influencia en la opinión, se esforzarán, sin demora ni descanso, en crear un espíritu de humana y plena tolerancia recíproca, procurando meter en la cabeza de todos que si ha de estar políticamente, legalmente consentido discrepar de los curas, es, en cambio, una bestialidad indisculpable quemar un convento o hacer una sarracina de frailes; y, recíprocamente, que si es lícito discrepar de los masones o de los «radicales» o de los «marxistas», es otra bestialidad matarles a palos, perseguirles como a fieras salvajes, hacerles la vida imposible. Yo resumiría en esta materia mi modesto aunque firmísimo parecer (formado en muchos años de experiencia y reflexión), diciendo que en este capítulo de las cosas religiosas España será un país vivible el día, y solamente el día en que las juventudes socialistas y anarco-sindicalistas, sabiendo que unos energúmenos están quemando una iglesia o asaltando un convento, se presenten sin vacilar en el lugar y disuelvan sin contemplaciones a los agresores, mientras las juventudes católicas y conservadoras hagan otro tanto con los energúmenos que han ido a asaltar una Logia masónica, una Casa del Pueblo, una Capilla protestante.

En la compleja realidad geopolítica y demográfica, llamada España, yo distingo: 1) Ciertos hechos diferenciales puros, de suyo irreductibles. 2) Ciertos hechos diferenciales, menos agudos, pero más voluminosos y de mayor prestancia que los anteriores; hechos diferenciales coordinables, articulables, muy capaces de formar un complejo de carácter histórico político sin perder absolutamente nada de sus propias características, y con posibilidad y derecho de mantener instituciones jurídico-políticas propias. Son los pueblos y nacionalidades con propia localización, con cultura, lengua, tradiciones, costumbres, indumentaria, folklore, clima, economía, etc. propios y acusados. Son lo que muchos, -y yo con ellos- llaman Las Españas. Pueden, repito, y, a mi juicio, deben articularse libremente unas con otras y todas con la entidad más genérica a que paso a referirme. 3) Ha habido a lo largo de siglos; hay, y es de augurar siga habiendo, realidades, intereses, objetivos, propósitos, características... comunes a todos los pueblos y los hombres de España, donde quiera hayan nacido y cualquiera que sea su lengua y su genio. Es la España genérica, que tendrá, naturalmente, su correspondiente forma jurídico-política, su Estado, para expresar y proteger lo que es común, y para harmonizar sin destruir, lo que es diverso, aunque coordinable. En ese complejo de España y las Españas, los hechos diferenciales irreductibles, tendrán holgura bastante para moverse sin necesidad, -yo diría: sin posibilidad-, de romper ni comprometer las relaciones entre las Españas.

*  *  *

Dos palabras sobre la cuestión institucional. Digo sin vacilar, después de haber estado oyéndolo discutir desde niño, y de haberlo aceptado convencido, desde joven: la forma de Gobierno preferible es la República. No sé cómo decir lo sin que se solivianten los monárquicos, entre los cuales hay insignes y respetables patriotas, cuyos talentos y servicios serán utilísimos en una futura España democrática. Pero no se trata de una testarudez mía (yo no he inventado la República: la conocía Platón; los Romanos la establecieron siglos a. d. Cristo y Tito Livio, refiriéndose a ella la llama «la libertad» contraponiéndola al precedente periodo monárquico). Con la obligada concisión, yo someto a mis hermanos españoles en esta hora crucial, de decisiones posiblemente definitivas, la alternativa siguiente: ¿Renunciamos a la democracia y a la libertad? ¿O nos decidimos por ellas? Si renunciamos, entonces: ¡Vivan las caenas!... ¡Vivan los caudillos!... ¡Arriba todas las dictaduras! Pero si, como es de esperar, elegimos la libertad y la democracia, entonces, pudiendo comenzar o recomenzar por el mismísimo principio, ¿por qué no hemos de elegir precisamente la forma de Gobierno que no es otra cosa más que la expresión, o transposición institucional de la libertad democrática? La República no es ni más ni menos que la «res publica» hecha Ley. La República verdadera, es para todos, se hace y se mantiene por todos. Si hubiere republicanos con pretensión de monopolizar la República, en manos de todos está impedírselo: la República no es un coto cerrado, ni un cotarro. Lo más genuinamente republicano sería que, los hombres y grupos españoles rivalizasen en el empeño de sostener y utilizar, para el bien común, las instituciones republicanas, o sea, demoliberales, sin dejarlas caer en manos de ninguna bandería exclusivista. La República, no se olvide, es de todos y para todos, y en ella gobernará, responsablemente, quien vaya teniendo la mayoría de la opinión, y respete los principios constitucionales. Por otra parte la venidera República no habrá de ser el calco de la República o de la Constitución de tal fecha, con puntos y comas. Francia, después de la Liberación, restauró la República, con De Gaulle a la cabeza; pero tuvo que hacer DOS constituciones, y someterlas a DOS sucesivos referéndum, para adoptar la carta definitiva. Una Monarquía o será absoluta (más o menos disimuladamente) y entonces queda fuera de toda perspectiva democrática; o será constitucional y democrática. Pero en este caso habrá la «res publica», la democracia liberal, y además una sobreestructura institucional (dinastía, corte, institutos palatinos, privilegios de irresponsabilidad, etc.) que necesariamente velarán y empañarán la pura y genuina figura de la democracia nacional. En el mejor de los casos una Monarquía constitucional (más que problemática en España...) será buena porque se parecerá a una República, y así se dice en alabanza de ciertas Monarquías. Pues entonces, ¿por qué no ir derechamente, -aunque el proceso pudiera exigir históricamente etapas sucesivas-, a la República constitucional, ahora que estamos a tiempo, ahora que podemos?... ¿Qué mito, qué añagaza, que error, que estúpido miedo -tan poco español- nos lo impide?

...La hora de la gana española... Pero una hora histórica no tiene sesenta minutos. Ni tampoco sesenta años. Y la gana precisamente española, digna de españoles, no ha de ser una veleidad momentánea; ni la explosión de una cólera explotable, pero ciega. Ni una saña sin derrotero y sin metas muy claras. La gana de esta hora crucial ha de ser, como toda gana de buena ley, un impetuoso deseo natural que recoge y hace propio; una voluntad esclarecida por la razón. Todo lo que debemos hacer, y lo que podemos hacer todos, (ese es nuestro férvido anhelo, con cuanto realizamos y decimos), es facilitar la surgencia y la eficacia prolongada de esa gana española, que sería ilegítimo e inhumano tener reprimida por más tiempo...

JOSÉ M.ª DE SEMPRÚN GURREA

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ArribaAbajo Unos días con jóvenes españoles

N. Molins Fabrega1


El problema de España, a pesar de los largos años transcurridos desde la terminación de la guerra civil, es aun una grave preocupación para el mundo. Para los más interesados, presenta incógnitas que no es fácil dilucidar sin establecer contacto directo con los españoles que viven en España. Una de ellas, probablemente la más importante, es conocer cual es la verdadera actitud de tales españoles en relación con el régimen franquista.

Esto preocupa especialmente a los «refugiados» españoles en América, los más alejados geográficamente del país.

El azar de un viaje y larga estancia en Venezuela nos ha facilitado conocer las reacciones más comunes entre españoles de España de todas las clases sociales.

Venezuela es actualmente el país americano que recibe mayor cantidad de emigrantes españoles, que abandonan la patria en busca de tierras que les permitan rehacer su vida que se les hace difícil en su propio país.

La característica común entre los emigrantes españoles en Venezuela es el descontento con el régimen falangista. Entre ellos no pudimos encontrar a ningún simpatizante con el régimen, ni aun entre los sacerdotes y religiosos católicos, y los hay bastante entre los recibidos en la República Sudamericana.

La emigración española en Venezuela está compuesta principalmente de campesinos procedentes de Canarias, norte y noroeste de España. Les siguen un buen número de obreros y elementos intelectuales de la clase media de las grandes ciudades, especialmente de Madrid y Andalucía; menos de Cataluña, aunque los catalanes emigran como nunca habían emigrado, lo cual es sintomático.

En los juicios emitidos por todos aquellos con quienes hablamos era unánime: la vida en España es insostenible en todos los órdenes, los mismos religiosos y sacerdotes convienen en ello, en su mayoría.

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Sin embargo, lo más interesante que pudimos comprobar en este viaje fueron las reacciones de los jóvenes que en su totalidad no han recibido más educación que la que les ha sido dada por el régimen. Tuvimos ocasión de convivir cerca de dos semanas con un grupo representativo de esa juventud española: campesinos, obreros y estudiantes que viajaban como emigrantes en un barco español, por el Caribe y Golfo de México, todos entre los 17 y los 24 años.

Podía esperarse que la educación exclusiva y Hermética que recibieron hubiera sembrado en ellos por lo menos cierto respeto para el régimen y sus hombres pero nada de esto ocurre. Entre los treinta o cuarenta jóvenes que formaban el grupo no había uno solo que tuviera la menor simpatía por el falangismo. Algunos, tres o cuatro, estimaban que el generalísimo es buena persona y que los pecados del régimen son imputables a las altas jerarquías militares y de la Iglesia que le rodean y sacan provecho de las depredaciones de que el falangismo hace víctima al pueblo español.

En lo que sí hizo verdadera mella la educación que recibieron era en sus conceptos sobre el pasado inmediato de la historia de España. Se creó un verdadero abismo entre la España actual y la anterior a la guerra civil, especialmente con los años de la República y sus hombres. En realidad, su actitud negativa respeto a los hombres de la República y a la República misma, se reflejaba en ellos como un resentimiento.

Por sus padres y mayores llegaron a la conclusión de que en la España anterior a la República, y aun durante la República misma, se vivió mejor, que el país se encaminaba, quizás poco a poco pero de manera segura, hacia el progreso, y que a ellos les había tocado la desgracia de nacer y crecer en una España hambrienta, que parece retroceder más bien que avanzar y sin grandes esperanzas para el futuro, y todo por culpa de los hombres que no supieron conservar la España «feliz» de que les hablan los que la conocieron.

La consecuencia lógica de la comparación de la España que fue y se perdió y la España que han conocido crea en ellos el resentimiento contra quienes la propaganda del régimen presenta como culpables de la guerra civil. No tienen pues confianza en nadie más que en sí mismos y sus ideas generales sobre la posible solución al grave problema del camino que debe emprender España se les plantea en términos distintos de como los ven sus propios mayores, y más aun de como pueden verlos los tradicionales y declarados enemigos del régimen de dentro y fuera del país.

No se sienten inclinados a la concordia, como se sienten la mayoría de las personas adultas que conocieron la guerra civil, tanto los que quedaron en España -como los que fueron al destierro. En sus anhelos y entusiasmos juveniles, España se halla dividida en dos porciones decididamente antagónicas e irreconciliables. De un lado sitúan a los sostenes y aprovechadores del régimen y del otro a todo el pueblo que sufre hambre y falta de libertad. Entre los primeros se hallan los falangistas, el clero, militares de alta graduación y la policía, contra los que creen debe haber una lucha sin cuartel, puesto que suponen que nada más que con una lucha cruenta podrá arrebatárseles el poder que sustentan y del que han abusado en contra del pueblo durante tantos años.

Sus héroes no se hallan entre los viejos políticos de la República ni de la monarquía: son más bien los personajes del propio régimen que en los últimos tiempos se han manifestado más o menos públicamente contra sus fórmulas y su continuidad. En realidad, lo que más preocupa a la masa del pueblo español de ahora no solo son los problemas de la libertad sino los del pan, que viene faltando desde tantos años, para los jóvenes desde que tienen uso de razón. En su mentalidad, el concepto de libertad ha sido falseado por la educación que recibieron. Para ellos es poco menos que una entelequia. Por esto hay que temer que a la caída del régimen franquista, como ocurrió en Italia, sean los comunistas los que hereden buena parte de las juventudes formadas por el falangismo. Su mente ha sido abonada para ello por el sistema.

Viene en apoyo de ello, el criterio que se han formado de la democracia norteamericana a la que ven dando ayuda al régimen franquista. La admiración que sienten por los Estados Unidos no tiene paralelo, pero está muy disminuida por la acusación colectiva de que es gracias al gobierno de América del Norte por lo que Franco ha subsistido desde el final de la guerra. Acusan también a este del pecado de egoísmo de aceptar de Franco que España se convierta en el campo de batalla de una posible guerra atómica en el futuro.

Debido a la mala o nula información, que no les ha sido facilitada por quienes debieron, sienten ciertas esperanzas en la URSS, país que consideran el más activo enemigo del régimen que les oprime y les condena al hambre permanente. Mas ello no quiere decir que sean comunistas. Ni uno solo pude hallar entre los jóvenes con quienes hablé en Venezuela ni entre los que fueron mis compañeros de viaje en el barco español.

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Otra contradicción evidente que se manifiesta entre las nuevas generaciones españolas se refiere a su actitud para con la Iglesia. Sienten una gran aversión por el clero, al que acusan de sostener y aprovecharse del régimen para fines materiales más que religiosos, y, de entrometerse ilimitadamente en la vida civil del pueblo español. A la vez, tuvimos ocasión de observar que la mayoría, la casi totalidad de ellos, acudía a los servicios religiosos sin que nadie les obligara tal como ocurre con demasiada frecuencia en España. Su aversión por el clero católico de España no se manifiesta pues en irreligiosidad.

Todas estas reacciones de las nuevas juventudes de España deberían servir de llamada de alerta para todos los interesados en hallar una salida a la insostenible situación de la España franquista.

Los españoles desterrados deberían multiplicar sus esfuerzos para instruir a la juventud española en la verdadera historia de la España anterior al franquismo, sobre las realidades de la guerra civil y sobre quienes y por qué esta fue provocada. Las democracias, especialmente la norteamericana, deberían reflexionar en el caos espiritual que su ayuda a Franco provoca entre la juventud española de ahora, y darse cuenta que en su mente esto redunda en beneficio del comunismo y de la URSS.

Los refugiados españoles en el extranjero deberían percatarse que el largo destierro y sus escasas relaciones con las nuevas generaciones, que no pueden desarrollarse de un modo normal y de acuerdo con la evolución del mundo exterior a España, por la falta de información verídica que han padecido los jóvenes de España, desde la guerra civil, separa fatalmente unos de otros.

Una acción de los desterrados españoles orientada hacia esta nieta, aun con la dificultad creada por la acción negativa de los países democráticos, podría ayudar a corregir en mucho los peligros de la torcida educación que el régimen de Franco ha creado en la mentalidad de los jóvenes españoles de ahora.

Una buena labor de información realizada durante los años de destierro no hubiera evitado todos los estragos de la educación falangista, pero por lo menos hubiera servido para cristalizar elites orientadoras de la juventud en el interior de España, que servirán de pósito positivo para la transformación que tarde o temprano deberá fatalmente realizarse y que para manifestarse no espera más que la caída de Franco y del falangismo.

Aun se está a tiempo para hacer lo que no se ha realizado. No hacerlo es un grave error de omisión que favorece el caos de España a la caída del régimen actual.

M. MOLINS FABREGA




ArribaAbajoNuestra encuesta

Contestación de Acción Democrática Ibérica


P. ¿Cómo concibe Vd. el futuro de España?

R. El porvenir de España nos parece luminoso. Gracias a la trágica tiranía franquista, en lo futuro se apreciará más conscientemente el bien inapreciable de la libertad y nos esforzaremos todos por conservarla a ultranza. En nuestro concepto, lo político, cívico y económico resultan concomitantes del bienestar social deseable y por ello, explicando nuestro concepto de «socialización del capitalismo», respondemos conjuntamente a esta pregunta.

Dado el enclave geográfico y las circunstancias actuales de nuestro país, más la experiencia del bloque soviético y de Yugoslavia, socializar los medios de producción y cambio equivaldría al suicidio político y a la socialización de la miseria general reinante en España. Por el contrario, perpetuar el ineficiente capitalismo español actual impediría el disfrute de la libertad y el democrático desenvolvimiento de su vida social.

En consecuencia, para recuperar rápidamente el tiempo perdido en orden al desarrollo histórico-económico, del que depende el bienestar social de nuestro pueblo, parece conveniente utilizar esta noción sincrética que no quiere decir, ni más ni menos, que proponemos hacer capitalistas a todos los españoles e inmediatamente.

Mas ¿ello es posible? La Renta Nacional o suma de bienes y servicios producidos en un país dado durante un año, se descompone básicamente en salarios y rentas y la justicia social, esa satisfacción mental y material que proporciona la inexistencia de estados extremos de opulencia y pobreza, depende de cuanto se aproxime la redistribución de la Renta Nacional al concepto natural de equidad, suponiendo satisfechas las necesidades mínimas o vitales. Quiere decirse que el extremo distanciamiento entre ricos y pobres imposibilitaría el desarrollo económico-democrático de España. Socialización del capitalismo quiere decir, por tanto, que pretendemos generalizar el capitalismo, distribuyendo equitativamente la renta del capital nacional de España entre, todos los españoles, mediante la estabilización de precios y salarios nominales y participando a todos en los sucesivos incrementos efectivos que alcance la Renta Nacional, ya que creemos que percibiendo cada cabeza de familia un ingreso o renta vitalmente suficiente, y solo así, podrá votar libremente cada español.

P. ¿Cuál sería su fórmula para articular un programa de reconstrucción nacional?

R. España no podría emanciparse socialmente imitando formas o estructuras ajenas. A su peculiar personalidad nacional se ha de sumar su ínfima experiencia democrática y, sobre todo, la guerra civil. De ahí que propugnemos fórmulas originales, que convienen obviamente a la singular circunstancia española, a base de soluciones sociales, políticas y económicas, al 50%; principio de transacción que permitirá, 1.º lograr la concordia y, 2.º organizar la convivencia nacional.

Políticamente, frente al centralismo anacrónico e ineficaz y al particularismo regionalista, un sistema de interdependencia estatal, regional y municipal, cuyo Gobierno Nacional sea ejercido, sin Parlamento, por un Consejo Nacional de Gobernadores regionales, elegidos, al igual que los municipios, por sufragio universal y escalonadamente, a fin de evitar elecciones generales cuya convocatoria equivaldría a emplazar al país a nueva guerra civil, y como medio de hacer posible la convivencia nacional en el Gobierno y en la calle.

Entre predominio militarista ilegal y antimilitarismo a ultranza, simbiosis cívico-militar permanente, legalmente establecida y regulada, lo que impediría más pronunciamientos y garantizaría la consolidación y desenvolvimiento democrático del país. Al efecto las fuerzas armadas constituirían un Consejo de Estado con facultad para vetar cualquier disposición del gobierno civil que pueda perturbar el orden público o los asuntos militares y de carácter internacional; también garantizarían el desenvolvimiento democrático del país. Toda discrepancia entre los poderes cívico y militar sería solucionada por el Tribunal Supremo. Queremos subrayar que se trata de pactar con las instituciones y no con los sublevados del 18 de julio de 1936, bajo el signo fascista, o con los sediciosos de los numerosos pronunciamientos que registra la historia de España desde el siglo XIX. Y sostenemos la legitimidad del pronunciamiento ya que el país no dispone de otros medios legales para encauzar a su libre albedrío el desarrollo social y porque sabemos que sería incruento dado el malestar general de España, que ya es compartido por las fuerzas armadas, las cuales consideran indeseable la continuación del franquismo tras del fracaso evidente de su régimen en todos los órdenes.

Ante el partido único y la proliferación de entidades políticas y frente al sistema de prensa dirigida o de libertad irrestricta, privilegio de los ricos, conviene encauzar cívicamente el desenvolvimiento social a base de 3 partidos nacionales que correspondan a las corrientes políticas universales (conservadurismo, liberalismo y laborismo), los cuales usufructuarían el Servicio Público de Prensa, disponiendo de espacios iguales en todos los periódicos para defender sus idearios respectivos, evitándose a sí que el español sea imbuido unilateralmente en cuestiones políticas y capacitándole para convivir, y comprenderse mutuamente.

Económicamente España debe incrementar su desarrollo material y su ínfima productividad; realizar la justicia social mediante equitativa redistribución de la Renta Nacional, proporcionando un mínimo vital a base del dividendo social que consientan los sucesivos aumentos del producto nacional, para lo cual precisa fundar el ahorro nacional compulsivo a base de aumentar salarios y rentas, por una sola vez, en proporción adecuada al monto de la Renta Nacional.

El ahorro-inversión privado en España apenas alcanza a la cuota técnica necesaria para reponer el desgaste de los medios de producción. De ahí que el Estado invierta cuantiosos capitales para fomentar el desarrollo económico. Esta inversión del Estado no es más que un ahorro-inversión compulsivo, el cual, debidamente organizado, debe darnos la solución de todos los problemas sociales, y como no tiene objeto enriquecer sistemáticamente al Estado, proponemos:

a) Constituir el Servicio del Ahorro Nacional sobre la base de aumentar, por una sola vez, toda clase de sueldos y salarios privados y el impuesto sobre las rentas en proporción al 17% de la Renta Nacional.

b) Que la recaudación del Ahorro Nacional se centralice en el Banco de España y que la administración e inversión corra a su cargo, conforme al plan de desarrollo económico.

c) Que el propio Banco de España emita Bonos de Participación, contra el fondo del Ahorro Nacional, de renta fija anual igual al 10% de su valor nominal acumulativo y los entregue a todos los cabeza de familia para su disfrute, independientemente de los salarios o rentas regulares que perciba cada familia. De tal manera será innecesario todo aumento de salarios y, por ende, de precios; consiguientemente el mayor bienestar individual dependerá del aumento sucesivo de la Renta Nacional. La propiedad privada, no obstante, permanecerá intangible. El Estado integrará sus inversiones productivas actuales o futuras (INI, Bancos, etc. etc.), en el fondo del Ahorro Nacional y traspasará incesantemente sus valores, a justo precio, que tenga en toda clase de empresas de producción o servicio, a la iniciativa privada siempre que ésta lo solicite.

d) Contra todo peligro de deflación inconveniente, para fomentar el consumo de los bienes presentes o futuros que socialmente convenga o anticipar el disfrute del incremento de la riqueza nacional en la medida posible, debe fundarse también el Servicio de Crédito Popular, basado en el fondo del Ahorro Nacional y con garantía de los intereses que devenguen los Bonos de Participación que otorgue el Banco de España a cada cabeza de familia.

e) Hasta que se logre una economía de competencia perfecta que regule naturalmente los precios y a fin de evitar especulaciones en los precios de los artículos de consumo general básico, lesivas al interés social, el Estado fundará una empresa o Distribuidora Nacional, S. A., de capital mixto, privado y estatal al 50%, cuya administración correrá a cargo de los administradores que propongan los accionistas privados. Su objeto social será la compraventa de toda clase de artículos de consumo general básico, en escala nacional y en competencia con el comercio tradicional, con el apoyo financiero del fondo del Ahorro Nacional propuesto. La merma nominal del poder adquisitivo, resultante del Ahorro Nacional, sería compensada por la estabilización de los precios, por el Crédito Popular y por el aumento real del ingreso adicional creciente de los Bonos de Participación. Por último, admitimos la conveniencia de la ayuda extranjera para la rehabilitación económica de España, pero previamente hemos de demostrar nuestra voluntad de superación y solvencia como prestatarios para merecer dicha ayuda.

P. 1. ¿En qué forma aspira a gobernar España el partido a que Vd. pertenece?

R. 1. ADI no es propiamente un partido político; lo único que pretende es coadyuvar a la formulación de una opinión mayoritaria que permita a España vivir mejor, tanto política como materialmente.

P. 2. ¿Cómo cree posible lograr la colaboración de los restantes españoles?

R. 2. Por experiencia sabemos cuan difícil sería conciliar la mentalidad política de los españoles, en cambio, creemos que los intereses económico-políticos comunes, interpretados y definidos concretamente como hace ADI, pueden conjurar a la mayoría del país por las razones de conveniencia general que expresan nuestros planteamientos. Mediante la difusión en España del programa que preconiza ADI se crearía una opinión mayoritaria que facilitaría la negociación, con las fuerzas armadas, del acto de presión enérgica que deberán realizar ante el General Franco para que renuncie los poderes que detenta a favor del Consejo de Estado de las fuerzas armadas que se constituya para establecer el régimen democrático y la libertad que requieren la organización de la convivencia de todos los españoles. Dicho órgano militar convocaría elecciones regionales escalonadas trimestralmente, para Gobernadores y munícipes, y, hasta constituirse el Consejo Nacional de Gobernadores, sería asistido en su función gubernativa por Secretarios técnicos de Estado a propuesta y en representación de los 3 grandes partidos. Es decir, habría 3 Secretarios de Estado por cada Ministerio, excepto el de Defensa, los cuales atenderían mancomunadamente el despacho de los Ministerios correspondientes. La reconstrucción económica se iniciaría por el poder militar provisional sobre las bases enunciadas anteriormente, cuyos objetivos y programa tendrían que adoptar previamente las fuerzas armadas, ya que en esto consistiría, básicamente, la transacción al 50%.

P. 3. ¿Qué estudios o trabajos ha realizado el grupo o partido a que Vd. pertenece durante estos últimos años?

R. 3. Los que conciernen a las respuestas que ofrecemos en esta encuesta.

P. 4. ¿Qué forma de gobierno prefiere Vd. para España y como espera y concibe que una mayoría suficiente de españoles la apoye sin necesidad de imponerla mediante procedimientos violentos?

R. 4. Frente a toda restauración, monárquica o republicana, un régimen sin Constitución ni definición doctrinal previa, neutral, que evite la división del país y facilite, por la supresión del escollo que ofrecería la cuestión de régimen, la convivencia pacífica de todos los españoles.

P. 5. ¿Como concibe las relaciones internacionales en este momento?

R. 5. ADI considera inaplazable un fraternal entendimiento con Portugal salvando, claro está, la soberanía de ambos pueblos peninsulares. Este entendimiento podría comenzar por el reconocimiento de una doble nacionalidad común para portugueses y españoles y proseguir con acuerdos de colaboración económica, como la colonización conjunta de sus posesiones ultramarinas, conciertos aduaneros, bancos de fomento comercial e industrial ibéricos, etc.

España debe colaborar también con los países iberoamericanos ilimitadamente, incorporarse a los convenios de cooperación europea e integrarse, en condiciones de igualdad, en el bloque occidental que defiende la libertad, sobre la base de proponer a los EE. UU. y demás países libres la creación del Fondo del Ahorro de la Libertad que permita la emancipación de los menos desarrollados, mantener la prosperidad de los más desarrollados y eliminar los regímenes antidemocráticos sometidos al régimen soviético, por competencia pacífica, y, a todo trance, a los que subsisten fuera de la «Cortina de Hierro». El Fondo del Ahorro de la Libertad propuesto podría funcionar a semejanza del que preconizamos para España. Pero queremos hacer hincapié en que realizando la asociación de España y Portugal ofreceríamos a Europa y al mundo en general el mejor método disponible para vencer al comunismo y reafirmar la libertad.

Madrid, Marzo de 1957.

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ArribaAbajoCartas al director

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Madrid, junio de 1957

Mi querida Directora:

La policía del General Franco ha detenido a treinta personalidades liberales y moderadas -yo diría moderadamente liberales. Yo no sé si esta noticia y el comentario que va a continuación llegarán a tiempo para que usted los publique en el número de Ibérica correspondiente al mes de junio. Es igual. También en julio pueden publicarse porque, desgraciadamente, en nuestra pobre y desgraciada España la detención de hombres liberales es cada día un tema de actualidad.

Esta vez le ha tocado el turno a un grupo de monárquicos y de republicanos acusados por los servicios represivos del General Franco de haber celebrado reuniones clandestinas y «mantenido relaciones con elementos comunistas importantes, exilados en Francia, con fines subversivos contra el régimen».

Usted sabe bien; por propia experiencia, después de la acusación de comunismo lanzada por los servicios especiales y oficiales de Franco contra Ibérica, lo que significa este comodín en la fraseología oficial franquista. Para el régimen que padece España es comunista todo el que no está de acuerdo con él. Con lo cual resulta que España es una nación de veintiocho millones de habitantes de los cuales veinte millones, por lo menos, son comunistas. Los quinientos mil españoles que abandonaron la Patria al final de la guerra civil y los que, después, han aprovechado -o provocado- una coyuntura propicia para salir de España ante el temor de morir asfixiados o de hambre en esas cárceles con tranvías que son estas ciudades españolas, constituyen un núcleo de otros tantos comunistas que no pueden regresar a su Patria ni andar por las calles españolas que, en revancha, pueden pasear tranquilamente los delegados soviéticos de congresos internacionales quienes, a veces, hasta proponen e invitan a votar a sus compañeros una proposición de agradecimiento al gobierno de Franco «por la amable hospitalidad que el Gobierno español y el ayuntamiento de Madrid les ha dispensado durante su estancia en España».

Franco puede enviar a Rusia comisiones «de la Cruz Roja» presididas por Luis de la Serna -hermano de Víctor de la Serna, llamado en los medios intelectuales de Madrid «Von Serna» por haber puesto a disposición de la Embajada alemana el periódico Informaciones durante la última guerra mundial, a cambio de un palacio en El Escorial-; ordenar que se publiquen en los periódicos madrileños crónicas de sus corresponsales en Moscú con elogios para el régimen soviético o entrevistas con Molotof elogiosas para el régimen de Franco; pero eso no le impedirá aparecer como el primer caudillo del anticomunismo, capaz de meternos en la cárcel a usted y a mí que tenemos de comunistas bastante menos que el general Franco.

Entre las treinta personas -hasta ahora- que han sido detenidas «por haber participado -según el comunicado de la policía madrileña- en una reunión en París para conmemorar el XXVI aniversario de la proclamación de la República en España, figuran el profesor de Economía Política de la Universidad de Salamanca -en cuyo paraninfo lanzó frente, y contra, Unamuno, el general Millán Astray su tristemente famoso grito de «¡Muera la inteligencia y viva la muerte!»- señor Tierno Galván; el hermano del Obispo de Málaga, don Francisco Herrera Oria; el monárquico don Javier Satrústegui; el opulento armador vasco señor Menchaca Careaga y el líder del movimiento clandestino demócrata cristiano español don Antonio Menchaca. Gil Robles, líder de las, derechas católicas españolas y eminencia gris del pretendiente don Juan durante su exilio en Lisboa, ha sido invitado a abandonar España. Y el poeta Dionisio Ridruejo, fundador de Falange, camisa vieja -de las más viejas-, y voluntario, de la División Azul española «contra el comunismo» y sus aliados, también está en la cárcel. Un poco antes que los otros; pero casi por los mismos motivos, como le contaré a usted más adelante. He aquí los interlocutores de los «elementos comunistas españoles exilados en París».

Desde hace tiempo una viva corriente de comprensión impulsa a la mayoría de los españoles -sobre todo a los jóvenes- hacia el diálogo y al mutuo conocimiento. Mientras el régimen se esfuerza en agrandar la zanja abierta en España por la guerra civil, manteniendo los anuales «desfiles de la victoria» para que nadie olvide que hace cerca de veinte años una parte de España, con la ayuda de moros, alemanes e italianos, venció a otra parte de España; plantando letreros en las viejas posiciones de la Ciudad Universitaria de Madrid con las palabras «Ellos» y «Nosotros» y creando dos categorías de españoles, los «menos de cuarenta años», los que no fueron a la guerra, se esfuerzan por borrar estas etiquetas, por llenar esa zanja, por buscar un camino de progreso común para España, por atravesar la línea de frontera que separa a los «buenos españoles» de los «malos españoles». Quieren saber, ahondar en la verdad, arrancarse la capa de veinte años de mentiras oficiales, desolidarizarse de una generación de odio o reconocer su error si en la adolescencia o en su primera juventud formaron en las filas de los «salvadores de España y de la civilización occidental» y un buen día se dieron cuenta de su equivocación. La Colmena, del joven novelista Camilo José Cela -nacido en 1916- y Juegos de manos, de Goytisolo -nacido en 1932-, que acaba de ser traducido al francés, así como las manifestaciones de homenaje de los jóvenes universitarios ante la tumba de Ortega y Gasset o en las calles de Madrid, Barcelona y Sevilla, en febrero del año pasado, son un buen ejemplo de este clima de reconciliación entre los españoles. La detención del poeta Dionisio Ridruejo también lo es.

Dionisio Ridruejo fue, como le he dicho antes, fundador de Falange Española y estuvo al lado de José Antonio Primo de Rivera desde el primer momento. Durante la guerra civil fue Director General de Propaganda en la zona franquista. Después, luchó como voluntario durante la segunda guerra mundial en las filas de la División Azul que Franco envió para luchar en Rusia al lado de los alemanes y cuyos prisioneros -dicho sea entre paréntesis- han sido devueltos hace poco por el gobierno soviético al gobierno de Franco. Ha publicado quince volúmenes de poesía, teatro y ensayos; ha sido corresponsal en Roma del órgano de Falange -Arriba- y está considerado como uno de los mejores poetas españoles actuales. También ha estado cinco o seis veces en la cárcel o deportado y, si hemos de creer a la revista Bohemia de la Habana «he estado a punto, en varias ocasiones, de morir en uno de esos "accidentes" en los cuales el régimen se muestra tan hábil».

Ridruejo asegura que ha encontrado su «camino de Damasco» poniéndose de una manera resuelta contra el franquismo. En realidad habrá que creerle si tenemos en cuenta las pruebas de abnegación que está dando y los perjuicios y sinsabores que está sufriendo como consecuencia de su nueva postura. Son curiosas e interesantes sus declaraciones hechas a un corresponsal extranjero recientemente, que le han llevado, una vez más, a la cárcel.

Por esas declaraciones, el poeta Dionisio Ridruejo ha vuelto por sexta o séptima vez a la cárcel. Dentro de poco -ya lo verá usted- podremos leer su nombre en la lista de los «comunistas españoles enemigos de España y de la civilización occidental». ¡De menos nos hizo Dios a los pobrecitos liberales españoles!

Un cordial saludo, mi querida Directora, de

ÁNGEL VALVERDE GÁLVEZ

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ArribaAbajoSin permiso de la censura

¿Quién manda aquí?

Me la contaron anteayer. Es la historia de un falangista, de nombre Remigio que, herido durante los últimos combates de la guerra civil en Extremadura, fue salvado de la muerte por unos pastores con los que permaneció largos años. Un día Remigio, decidió abandonar su vida de eremita y volver al mundo. Anduvo treinta kilómetros, tomó luego una camioneta y por fin un desvencijado tren que lo llevó a la capital, donde fue alborozadamente recibido por sus antiguos camaradas que lo habían llorado por muerto. Pasadas las primeras efusiones se habló de política y las noticias más alucinantes empezaron a traspasar el cerebro de Remigio. Apenas se había repuesto del susto producido por la muerte del Führer y por la alianza del Caudillo con la «plutocracia» americana, cuando oyó decir:

-acaban de detener a D. Francisco Herrera Oria, hermano del obispo de Málaga;

-el hijo de los barones de Satrústegui también ha ido a dar con sus huesos en la cárcel en San Sebastián, y en Madrid otro católico, el Sr. Menchaca Careaga, va a hacer compañía a Dionisio Ridruejo en la prisión de Carabanchel.

Remigio no pudo más. Y pellizcándose concienzudamente para asegurarse de que no soñaba, preguntó:

Pero... bueno. ¿Quién manda aquí? ¿Los «rojos» otra vez?

*  *  *

Este es, querido lector, el espectáculo paradójico de la España de hoy. Las últimas detenciones que han conmovido a los círculos políticos de Madrid -y me refiero sólo a las que hasta ahora han sido confirmadas- llevan la paradoja a sus últimos extremos. Claro, que si el cuento de Remigio hubiera continuado, se hubiera enterado de que otros hombres de la oposición de izquierda, como el Sr. López Aparicio, habían sido detenidos al mismo tiempo y que, naturalmente, aristócratas, devotos de la Iglesia y demócratas se ven todos acusados de innumerables confabulaciones con «el comunismo y el anarquismo».

En verdad, resulta aún difícil una interpretación del significado de estas últimas detenciones. Se pretende, en numerosos círculos políticos de Madrid, que el «Opus Dei» ha tenido buena parte en la inspiración de esta operación policiaca. Se pretendería -según esos comentarios- golpear al mismo tiempo a la democracia-cristiana de carácter centrista, muy moderada, y a sectores católicos más de izquierda a los que se dice puede pertenecer el Sr. Menchaca, quien además es amigo de Ridruejo. Se habla también del deseo gubernamental de hacer de éste modo una advertencia a ciertas jerarquías eclesiásticas (entre las que se cuenta no solo el obispo de Málaga, sino el de Córdoba Mgr. Reigada y algunos otros más).

Repito que resulta prematuro hacer un juicio de esa naturaleza. En cambio, limitándonos a los hechos, no cabe duda de que la prosecución de la política de «mano dura» empieza a crear un abismo entre el gobierno y extensos sectores políticos y de opinión que hasta ahora, si bien habían manifestado sus discrepancias desde hace cierto tiempo, no habían pasado a una oposición verdaderamente combativa. Las «puntadas» lanzadas en medios cercanos al gobierno contra las jerarquías eclesiásticas tachadas de «liberales» o de «imprudentes» pudieran ser el comienzo de un cisma, en lo político, entre los católicos españoles.

El despertar de viejas pasiones

Por si esto fuera poco, la ley de enseñanza técnica, sometida ya a estudio de las Cortes, ha despertado las viejas pasiones sobre la enseñanza privada y confesional. En virtud de este proyecto de ley, el privilegio de expedición de títulos que ya tenía el I.C.A.I. desde 1950 para los ingenieros industriales, se extendería a toda suerte de centros privados (léase confesionales) para cualquier especialidad técnica. Tendríamos hasta arquitectos fabricados no sólo por los ya tradicionales padres Jesuitas, sino por las Escuelas de preparación técnica del «Opus Dei».

Naturalmente, el revuelo ha sido enorme, y a aumentarlo ha venido que la ley establezca el acceso a ciertos trabajos para técnicos de segunda categoría. Con unas y otras cosas, los ingenieros y los estudiantes se han considerado dañados en sus derechos. Aparte de la manifestación espectacular de permanecer 24 horas encerrados en los centros de enseñanza haciéndose llevar allí la comida por las familias, agrupaciones de estudiantes y colegios de ingenieros prosiguen la campaña que, aunque de manera muy tenue, ha llegado a expresarse en la prensa.

Se sabía que esta ley estaba en preparación. Pero el hecho de no haber aguardado a las vacaciones para dar su contenido a la publicidad significa que el gobierno no tiene inconveniente en dar la batalla en campo abierto. En esto como en aquello parece que se quiere huir de las contemplaciones e imponer el principio de autoridad.

Este parece ser uno de los principios de la acción gubernamental mucho más preciso que los famosos planes económicos de Carrero Blanco y Gual Villalbí, que no se han visto por ninguna parte, a no ser que se llame «plan» la legalización de diferentes subidas de precios (ahora son las tarifas telefónicas) o la devaluación. Y a propósito de estos asuntos, bueno es decir que los partidarios del Instituto Nacional de Industria, nostálgicos de la autarquía, etc., pasaron a la contraofensiva. El Sr. Suances, se ha descolgado pidiendo un aumento de las inversiones del 20 al 30 por 100 de la renta nacional, con el evidente propósito de aumentar las de carácter estatal. Como quiera que en 1955 las inversiones fueron de 16% sobre la renta nacional (o mejor dicho, sobre el producto nacional bruto), se concibe difícilmente de donde pueden salir las nuevas inversiones reclamadas por el Sr. Suances. En los círculos técnicos del Banco Central no se ocultaba, hace pocos días, el malestar producido por las declaraciones del Sr. Suances, con anuencia visible del gobierno. Sin duda el mal humor era más acentuado a causa de a negativa hecha por el mismo Sr. Suances a convertir en acciones privadas al portador una parte de los actuales capitales del I.N.I., que había sido una de las promesas hechas por el Sr. Gual Villalbí a los financieros cuando se constituyó el actual gobierno.

¿Donde están los planes económicos?

De todos modos, si el Sr. Gual Villalbí carece manifiestamente de plan económico, los Srs. Planell y Suances no tienen ninguno mejor por mucho que hablen de centrales de energía atómica para dentro de cuatro o cinco años. Quien, por el contrario, tiene un plan es el equipo integrista, de extrema derecha católica, que empuña las riendas del gobierno. Este plan parece supeditado a las posibilidades de un futuro mercado común europeo, objetivo que merece toda la simpatía y apoyo de los medios vaticanos. Y no nos referimos tan sólo a planes económicos, sino diplomáticos. Hace tres meses señalamos que el nuevo gobierno español constituía un triunfo para la diplomacia vaticana. Todos los síntomas parecen confirmarlo.

Los vínculos que casi más que diplomáticos parecen «pasionales» del Palacio de Santa Cruz, conducen a no pocos problemas espinosos y a complicadas contradicciones. No todo el mundo es de la misma opinión en el caserón vecino a la Plaza Mayor. Y la amistad apasionada por los gobernantes católicos de otros países europeos es un ejemplo de estos conflictos. Estos días, tanto los germanófilos como los ultramontanos de la «carrera» están absortos ante lo que llaman la energía del Canciller Adenauer, esto es, sus esfuerzos para impedir un acuerdo parcial de desarme entre Estados Unidos y Rusia, a la par que reivindica el derecho para Alemania de tener armas atómicas.

Si no es prudente dar nombres de los diplomáticos, puede en cambio decirse que el Sr. Fernández Armesto (agregado de prensa frustrado en la embajada española de Washington -¡Y por qué razones!- antes de ir a Bonn como corresponsal de élite) representa bien dicha tendencia. No faltan, por el contrario, quienes ven con simpatía todo posible esfuerzo del presidente Eisenhower para obtener un apaciguamiento en el plano mundial.

En los medios oficionales -y oficiosos- cuando se trata de ser amigo de los alemanes juega gran papel tanto la nostalgia de tiempos del Eje como la importancia actual de las fuerzas llamadas social-cristianas. En cuanto al hombre de la calle, muy raro será el que manifieste la menor simpatía por Alemania.

Norteamérica: pro y contra

En cambio, cuando se trata de Estados Unidos el fenómeno se presenta de manera muy diferente. El hombre de la calle no tiene ningún prejuicio contra Norteamérica. Es más, este país tiene aún lo que se dice «cartel» por estas tierras. Si no hubiese otros ejemplos bastaría con subrayar la acogida calurosa que se está haciendo a la difusión -clandestina, naturalmente- del libro del embajador Mr. Claude G. Bowers, Misión en España, en su edición francesa, que ha tenido más facilidades que la de lengua castellana para escabullirse de los rigores inquisitoriales del régimen.

Ahora bien, faltaríamos a la más elemental sinceridad, si no dijésemos que ese crédito de simpatía ha sufrido considerable merma desde 1953, esto es, desde la firma de los tratados con el gobierno de Franco y la instalación sucesiva de bases en la Península.

Además, la opinión popular tiende a agigantar los hechos que, contados de boca en boca adquieren proporciones fabulosas, lo mismo si se trata de incidentes con súbditos norteamericanos, que de atribuir a estos la carestía de los alquileres o hasta de los restaurantes, tendencia ésta que se halla más acusada en regiones como Cádiz. Verdad es que la mayor culpa de cierta animadversión popular la tienen otros que llevan también el nombre de españoles; los niños y niñas «cañón» de hace veinte años, «topolinos» de hace quince y que ahora se creen nacidos en Arkansas o Michigan, van a las «cafeterías» pidiendo viandas raras en un inglés con acento de Chamberí, no conocen ya lo que es una caña de manzanilla del «Tío Pepe», mientras chupan con paja leche teñida con granadina. Todo esto, que parece no tener importancia, la tiene y en grado superlativo para el español sencillo en sus reacciones y pasiones.

Pero si dejamos el ambiente popular para penetrar de nuevo en el más sutil y escurridizo de la diplomacia, hete aquí que también estos días han surgido críticas sobre Norteamérica. ¿A propósito de qué? Pues nada menos que del motín habido en Formosa. Funcionario importante hay del Ministerio de Asuntos Exteriores a quien he oído que esto debiera servir de advertencia para Estados Unidos, porque la presencia de tropas, aunque sea en signo de amistad, da siempre lugar a manifestaciones de hostilidad por parte de los naturales del país. En resumen, que el incidente de Extremo Oriente debiera ser motivo de buena reflexión para la política a seguir en otros países. Huelga decir que mi interlocutor evitó decir cuales eran esos «otros países». Pero dos días después, uno de los artículos del diario Ya que escribe Bartolomé Mostaza -firmando sólo B. M.- que en época de Martín Artajo pasaban por ser fiel trasunto de las lumbreras diplomáticas del Estado, reincidía en el mismo tema, en un artículo de doble filo donde se hacía igual referencia a «la ingratitud de las masas» que a la «desconsideración de la soldadesca» y a la necesidad de «saber tratar a cada pueblo según su psicología».

El hecho es tanto más de señalar cuanto que en los medios del Ministerio (y también en los de Acción Católica) rara vez se han observado actitudes críticas contra Estados Unidos. Es más, una postura que ha disgustado a numerosos sectores políticos (y entre ellos al falangista de «pura cepa») es el cambio de actitud de la diplomacia española para con Egipto, país para el que antes fueron todos los halagos y sonrisas.

Y volviendo a los problemas europeos -que hoy preocupan mucho a la diplomacia española- no es posible pasar por alto el lugar que en ellos está ocupando Francia. En Madrid se sueña con una Francia moderada y bajo el manto del vaticano que completaría proyectos de política europea y mediterránea acariciados desde hace largo tiempo.

Durante las últimas semanas se han celebrado en Madrid -y al parecer también en París- numerosas conversaciones con personalidades de la derecha francesa. Se sabe que la política oficial de España ha visto reforzadas sus posiciones en ciertos medios de la prensa francesa. Por diferentes conductos «habitualmente bien informados», como suelen decir las gacetillas, se me ha asegurado que «Opus Dei» había adquirido una notoria participación en uno de los «magazines» más difundidos en Francia -tal vez a causa de su presentación gráfica- cuya tirada es de 1200000 ejemplares. Nadie ignora tampoco que los lazos entre Madrid y el periódico de la extrema derecha francesa L'Aurore, son cada vez más fuertes. En fin, para los diplomáticos de Madrid se trata no sólo de preparar el terreno para el futuro, sino también de insistir sobre viejas aspiraciones, en primer lugar la adopción de medidas contra los refugiados españoles. Las recientes maniobras encaminadas a que cesasen las emisiones en la radio francesa de un sacerdote español exilado -cuyo nombre nadie ignora- son una prueba más de ese complejo obsesional sobre el exilado que anida en los despachos del palacio de Santa Cruz.

La comedia de política interior

Al mismo tiempo que se suceden estas manifestaciones recatadas de la política exterior, se prepara un nuevo acto de la comedia de política interior cuyo título bien conocido es el de «Leyes institucionales». Ahora se trata de una ley sobre la organización del Consejo de Ministros en el que aparece la novedad, que ha dejado de serlo, de crear un presidente del Consejo que sólo actúa como tal cuando el jefe del Estado le deja. Total: un señor Carrero Blanco «institucionalizado». En esta ley, que no se parece en nada a las que tantos dolores de cabeza produjeron al gobierno en el mes de enero, parece haber influido bastante el sector llamado «tradicionalista». El caso es que el Sr. Iturmendi, fue uno de los demoledores más concienzudos del antiguo proyecto de matiz pro-falangista, al que calificó de «totalitario» comparable con la Constitución Yugoeslava en un documento confidencial, que no por serlo ha dejado de circular en la Villa y casi Corte. Pero el nuevo proyecto -que parece será aprobado en breve por las Cortes- no parece ser mucho más liberal. Tal vez por esta razón, y por otras también, el Sr. Elorriaga, que el año último pasó de hacer una estancia en la cárcel a ser factótum de la comisión redactora de leyes institucionales, hace ahora la oposición desde el falangista La Hora, despertando las iras de muchos conservadores que hasta ahora no pensaron en que la Falange podía resultar tan importuna.

En efecto, buen número de falangistas que se han visto desplazados de los cargos del Estado, pretenden atrincherarse ahora en la organización sindical que, aprovechando la ausencia de partidos políticos legales, podría canalizar amplias corrientes de descontento, sobre todo en el orden económico. Hoy mismo se habla de una iniciativa de los sindicatos encaminada a pedir el régimen de contratos colectivos de trabajo. Se trata, al parecer, de establecer un repertorio de reivindicaciones populares que sirva de plataforma electoral a los falangistas para las elecciones sindicales de empresa, localidad y provincia, cuyo primer escalón debe tener lugar en Octubre. En el fondo, el equipo ultramontano y militarista que ocupa el poder no podría desear una oposición menos peligrosa.

Sin embargo, la realidad les despierta de esos sueños demasiado plácidos. El asunto de las recientes detenciones es el exponente de una situación que se agrava bajo las apariencias de la inmovilidad. La pregunta angustiada de Remigio, «¿Aquí quién manda?», adquiere un hondo significado, ya que importantísimos sectores que participaron en la sublevación de julio de 1936 y en el disfrute del poder durante los años que siguieron, se ven hoy rechazados a la oposición y -lo que es más grave- comienzan a encontrar cerrado el camino de la acción legal. Cuando González-Bravo encarcelaba lo mismo a «unionistas» que a progresistas, desterraba a Montpensier y arrestaba a Serrano estaba apoyando la mano sobre el conmutador de la tormenta del 68. La historia no se repite nunca, pero gobernantes y gobernados pueden aprender mucho de ella.

Madrid, junio de 1957.

TELMO LORENZO



CONTESTACIÓN A LAS PROPUESTAS DEL INTERIOR

En el mes de marzo recibieron las organizaciones políticas y sindicales del exilio un documento del interior conteniendo propuestas concretas de organizaciones recientemente creadas en oposición al régimen franco-falangista. Este documento consta de 9 puntos.

Reunidos los representantes de todas las organizaciones republicanas del exilio, con excepción del partido comunista, han contestado unánimemente a ese requerimiento, de cuya contestación extraemos los siguientes párrafos:

Manteniendo cada organización sus convicciones ideológicas y republicanas propias, se manifiestan todas ellas coincidentes en una posición política favorable a crear, tras la desaparición del régimen actual, una situación transitoria sin signo institucional definido, que previa devolución de las libertades cívicas al pueblo español, prepare una consulta al país para que los españoles, libremente y con las máximas garantías decidan de la forma de gobierno definitiva del Estado español.

El documento que se ofrece a nuestra consideración señala tres hipótesis y a cada una de ellas se acompaña un breve comentario que expresa las coincidencias a que han llegado a cerca de cada una de ellas los proponentes. Nosotros, a nuestra vez, estimamos de nuestro deber precisar, aunque sólo sea brevemente, nuestro pensamiento en orden a cada una de estas tres hipótesis.

Una de ellas, la segunda en el documento, supone que «La forma de gobierno que haya de suceder a la caída del régimen actual, sea implantada sin previa ni posterior consulta al país».

Nosotros no prestaríamos nuestra aquiescencia a semejante hipótesis ni, por tanto, nos implicaríamos ni complicaríamos en su desarrollo.

Otra de las hipótesis, la tercera en el documento, dice que «la forma de gobierno, aunque impuesta de facto, sería legitimada por la consulta al país».

Tampoco podemos prestar nuestra aquiescencia -responden las organizaciones del exilio- a semejante hipótesis ni, por lo tanto, implicarnos ni complicarnos en su desarrollo.

Queda por último otra hipótesis, la primera en el documento, la cual dice que «la forma de gobierno fuera elegida por el pueblo español».



El comentario que acompaña a esa primera hipótesis del documento del interior dice que «se coincide en admitir que esa solución sería más apta para obtener una adhesión de mayor volumen y para evitar futuros ataques e impugnaciones».

La contestación de los exilados es coincidente con esta hipótesis, la que razonan y puntualizan con serena y firme objetividad. La extensión de ambos documentos nos impide insertarlos en su integridad.






ArribaAbajo Editorial

Signo de la represión


La ola de detenciones en España no podemos decir que nos ha sorprendido, pero sí hemos de decir que nos ha impresionado. Y esto no por el número de los detenidos, sino por la finalidad que esas detenciones celan.

No estamos en presencia de aquellas otras detenciones que la información oficial venía calificando sistemáticamente de «agitadores comunistas», aunque los detenidos pertenecieran a asociaciones democráticas o fueran simplemente demócratas sin filiación alguna, pero activos en la propaganda antifranquista. No, hoy los nombres de los detenidos no pueden adscribirse, aun con la buena voluntad gubernamental, a la fracción comunista, cada nombre se sitúa por sí en su verdadero sitio. Así tenemos a D. Francisco Herrera Oria, hermano del actual obispo de Málaga, al que no se le puede presentar si no con su verdadera filiación: personalidad en extremo bien conocida de Acción Católica y simpatizante con los miembros de la Democracia Cristiana.

Los grupos de Acción Católica y Democracia Cristiana no están en España divorciados de aquellos otros de tendencia monárquica. D. Manuel Satrústegui, aristócrata, hijo del barón de Satrústegui, monárquico, ha sido detenido igualmente. D. Antonio Menchaca, oficial de Marina, monárquico, ha seguido la misma suerte que el anterior, otros detenidos, como los Srs. Argumosa, Solana, etc. son de moderada tendencia liberal, y así los demás.

Distintas interpretaciones se han dado a estas detenciones, se han asignado valoraciones distintas a la finalidad que el Gobierno persigue: unos pretenden que tanto los adscritos a Acción Católica como los que pertenecen o simpatizan con los grupos de la democracia cristiana, son mal vistos -digamos adversarios- del Opus Dei y que es el Opus Dei el que ha inspirado las detenciones; otros sostienen que el Gobierno ha querido dar un golpe para desanimar a los católicos de uno y otro sector, los que manifiestamente se separan cada día más del franquismo.

No desconocemos las apetencias del Opus Dei y su rivalidad ante toda fracción que signifique liberalismo o democracia cristiana, pero hemos de señalar que al mismo tiempo que eran detenidos monárquicos y miembros de Acción Católica, han sido detenidos también republicanos, liberales y demócratas. Sabíamos que desde hace tres meses la policía se muestra más activa que nunca, llegándose a simular, en domicilios de determinadas personas, robos que no tienen otra finalidad sino la búsqueda de documentos, sin que desaparezca al mismo tiempo ningún objeto de valor.

Al querer estudiar estas singulares manifestaciones de la represión en España debemos valorar otros acontecimientos paralelos que, a nuestro juicio, guardan una estrecha relación -si no es que son sus determinantes- con la actual represión. En el mes de marzo de este año enviaron las organizaciones democráticas del interior de España a los representantes de las organizaciones políticas y sindicales del exilio, un documento para su estudio y respuesta, que consta de nueve puntos. El documento -del que damos cuenta en otra sección de nuestra revista- plantea tres soluciones para la liquidación del régimen franquista. A ese documento han respondido unánimemente las organizaciones requeridas, razonando sus discrepancias y adhiriéndose a una de las tres soluciones propuestas, la primera en el orden de prelación contenida en el documento.

El signo de la represión es claro. Hay una solución política para el futuro de España propuesta por los españoles del interior que ha sido aceptada por los representantes de las organizaciones republicanas en exilio; es decir, se ha hecho la unión en un punto concreto para una futura acción común. Este acuerdo fue firmado en el mes de marzo, pero no ha sido conocido sino hasta mediados del mes de mayo. Las detenciones en España de esos demócratas y liberales, pertenezcan a la fracción que pertenezcan, han sido simultáneas a la publicidad, dada en el exterior, de esos acuerdos.

En apoyo de nuestras afirmaciones está el comunicado de la Dirección General de Seguridad de Madrid en el que se dice, en su último párrafo: «De estas actividades se ha hecho eco El Socialista y otras publicaciones de pretendidos partidos políticos sindicales en el exilio, que han publicado en abril último una declaración conjunta enumerando los puntos sobre los cuales se había puesto de acuerdo para provocar la caída de nuestro régimen y sobre su sucesión».

La represión lleva una finalidad: impedir la reconciliación de los españoles. Pero ya es tarde, está en marcha la articulación de la España democrática y libre del futuro con el concurso de los de dentro y de los de fuera. Los lazos están establecidos.




ArribaResumen de noticias

Documento confidencial

Es inevitable relacionar las detenciones realizadas en España en estos días con un documento «confidencial» que se titula «Informe 15» y que desde hace algún tiempo circula clandestinamente. Una gran parte de la opinión atribuye este documento al «Opus Dei», organización político-religiosa, como es sabido, que aspira a la instauración de una monarquía autoritaria y algunos de sus miembros han obtenido puestos preeminentes en el nuevo Gobierno y en la administración, después de la reorganización ministerial de Franco.

A ciencia cierta no se sabe el origen del documento, muy bien puede venir de la policía. Describe, no sin inexactitudes, los principales grupos y fracciones de la oposición al general Franco y se observa en dicho informe que los únicos a quienes se respeta son los miembros del «Opus Dei», el Ejército y las personalidades de Falange.

El informe califica los diferentes grupos en cuatro categorías ideológicas: comunistas, socialistas, sindicalistas (de origen falangista) y finalmente los liberales, se mezclan republicanos, demócratas cristianos y ciertos monárquicos. A esta última categoría pertenecen la mayor parte de los detenidos recientemente. (Le Monde, 7 junio 57).


Fracaso del gobierno franquista

En la VII Conferencia de la Comisión Económica de las Naciones Unidas para la América Latina celebrada en La Paz, fracasó el gobierno franquista en sus intentos de llegar a ser miembro de la citada Comisión.

Entre las resoluciones de última hora se presentó una solicitando que España fuera admitida. La resolución fue presentada por los representantes de Bolivia, Chile, Costa Rica, El Salvador, Honduras, Panamá, Paraguay, Perú, Venezuela, Ecuador, La República Dominicana y Cuba. La propuesta decía que España había mostrado «interés» en ser admitida a dicha Comisión. El único argumento esgrimido en favor de la resolución fue basado en el razonamiento de que España tenía lazos históricos y relaciones económicas con los países Latinoamericanos.

La resolución suscitó una fuerte oposición por parte de los delegados de México y de Uruguay y la propuesta fue abandonada. El delegado de México, Sr. Torres Gaitán, se opuso decididamente a la propuesta, manifestando que México se oponía en virtud de las características regionales de la Comisión, señalando que si Francia, Holanda y Gran Bretaña eran miembros de la misma, ello era a causa de que tenían territorios en aquel Continente.

Añadió que el ingreso de España crearía un precedente que podría ser invocado por otros países de Europa y de Asia.


Los católicos descontentos

Noticias del norte de España acusan un profundo descontento entre los sectores más diversos del pueblo y especialmente entre la juventud de todos los matices. El bajo clero parece que no es ajeno a este descontento. En una ciudad importante del país vasco el cura se ha limitado a decir a los jóvenes que se reunían en la iglesia: «De aquí en adelante será necesario reunirse fuera de la Iglesia, porque ya somos demasiado numerosos y esto podría terminar mal». (La Tribune des Nations, París 24-5).


Los campesinos emigran

El general Franco, en el discurso pronunciado ante la Asamblea de Labradores y Ganaderos celebrada en Madrid en el pasado mes, declaraba que la Asamblea significaba «el despertar del campo español» y que «los campesinos y la agricultura española constituyen más de la mitad de la nación. Tenemos que levantar el campo español de la rutina y de la miseria en que ha caído».

A estos males parece que hay que aplicarles remedios urgentes y el único de que tenemos noticias es la emigración en masa de los campesinos.

El 12 de mayo salieron para el Canadá 200 familias de distintas comarcas españolas; otro grupo de 200 braceros de Tudela salieron para Francia el 15 del mismo mes; para Australia saldrán, en fecha próxima unos 400 campesinos. Por lo visto la emigración campesina es el remedio a la pobreza del campo español.


Moscú invita a Madrid

El gobierno soviético ha hecho una invitación al gobierno español para que envíe a Moscú cuatro personas calificadas del Museo del Prado y algunos pintores, con motivo del 275 aniversario de la muerte de Murillo. Con posterioridad a esta invitación Moscú ha hecho al gobierno franquista otra invitación para que envíe el equipo de football del Real Madrid para contender con el Dinamo de aquella ciudad.

También se dice que Rusia ha propuesto que España aprovisione y ofrezca facilidades portuarias en las Islas Canarias a barcos soviéticos.


Un film sobre D. Quijote

El Instituto de Estudios Manchegos ha dirigido una carta abierta al ministro de Información y Turismo, pidiendo que el proyecto de filmar una película sobre «D. Quijote», la inmortal obra de Cervantes, sea suspendido hasta que España obtenga garantías de que el espíritu de la obra cervantina no será falseado.

El productor Michael Todd tenía el proyecto de filmar una película sobre el mencionado asunto con los actores Fernandel y Cantinflas, pero el Instituto mencionado se opone hasta que productor y actores no den absolutas garantías.



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