Capaz de aunar a la perfección tradición y modernidad, Rafael Moneo (Tudela, 1937) ha tenido la versatilidad de distinguir sus edificios con atmósferas totalmente dispares. Fiel a su buen hacer y con un estilo carente de histrionismos, no se ha librado sin embargo de sonadas polémicas, por sorprendente que pueda parecer una vez analizada su obra. Quizá tuvo que ver que durante sus últimos años académicos colaborara con Sáenz de Oiza. Completados sus estudios se pone trabajar a las ordenes de Jorn Utzon en Dinamarca durante las obras de la Ópera de Sídney y, antes de regresar a España en 1962, tuvo la fortuna de que le recibiese Alvar Aalto en Helsinki. Se marcharía de nuevo fuera, con una beca de dos años, a la Academia de España en Roma, de donde volvería definitivamente en 1965. Reconocido arquitecto, ha sido profesor en universidades como Princeton o Harvard –donde fue decano de su departamento de arquitectura–, ha construido edificios desde Beirut hasta Los Ángeles, pasando por Madrid, y en 1996 fue el primer español en recibir el Pritzker. Luego vendrían el Van der Rohe de 2001, el Principe de Asturias de las Artes de 2012 o el japonés Praemium Imperiale de 2017.

Sede social de Bankinter (Madrid), con el Palacio del Marqués de Múdela a la derecha.
Perspectiva axonométrica de la sede social de Bankinter.

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Sede social de Bankinter, Madrid (1963-1967)

Tras su regreso a España en 1965 llevaría a cabo la ampliación de la Plaza de Toros de Pamplona (1963-67) y la construcción de diferentes edificaciones de carácter residencial, como la del Edificio Urumea de San Sebastián (1969-73). Será en 1972 cuando recibe el encargo de construir, junto a Ramón Bescós, uno de sus primeros grandes proyectos: la nueva sede social del Banco Intercontinental Español (Bankinter). En pleno Paseo de la Castellana de Madrid, en el solar ocupado por el Palacio del Marqués de Múdela, la pareja de arquitectos pone fin a la extendida moda de demoler los antiguos palacetes de la nobleza española para la construcción de edificaciones modernas. Para conservar este, el nuevo edificio lo arrinconan en uno de los laterales de la parcela. Resulta una construcción estilizada y discreta, en la que encontramos guiños a esa arquitectura de Alvar Aalto tan admirada por Moneo.

Acceso al Museo Nacional de Arte Romano de Mérida, de Rafael Moneo.
Gran galería del Museo Nacional de Arte Romano de Mérida.

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Museo Nacional de Arte Romano de Mérida (1979-1986)

Declarado Patrimonio Mundial como parte integrante del Conjunto Arqueológico de Mérida, está considerada como una de sus mejores y más geniales obras. Pensado para albergar la extensa colección de piezas provenientes de las excavaciones arqueológicas de la ciudad, para su construcción Moneo recurre a lo aprendido durante sus años en Roma para plantear un edificio de indudable inspiración clásica. Es una construcción diseñada al más fiel estilo “romano”, compuesta por un pequeño edifico de bienvenida y una gran nave central de planta basilical, en la que arcos de medio punto y lucernarios se entrelazan para construir un espacio rebosante de ritmo y de luz natural. Como elemento distintivo, unos muy poco usuales ladrillos aplantillados romanos –más largos y aplanados de lo habitual, y tan propios de las construcciones romanas antiguas como los citados arcos–, que no hacen sino acentuar el carácter de un edificio puesto al servicio de las piezas que expone.

Estación de Atocha, de Rafael Moneo.
Vista de los andenes diseñados por Moneo.

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Estación de Atocha, Madrid (1985-1992)

La ampliación y reforma de la madrileña Estación de Atocha es sin duda es una de sus obras más conocidas y transitadas. Se llevó a cabo a raíz de la puesta en marcha de la red de Alta Velocidad en España con la construcción de la línea Madrid-Sevilla, momento en el que se decidió realizar una gran remodelación que transformaría por completo la antigua estación madrileña. Las complejas actuaciones se pueden aglutinar en tres ámbitos. El primero, la construcción de Madrid Puerta de Atocha, una nueva estación para las líneas de Alta Velocidad y de larga distancia. El segundo, el levantamiento de una nueva estación de metro y de un intercambiador para los trenes de cercanías. Y por último, la reforma y puesta en valor del antiguo edificio de la estación. Un espacio reconvertido gracias a Moneo en esa gran puerta de entrada a la ciudad, y cuyo interior alberga desde espacios de restauración a tiendas o su ya célebre jardín tropical. Volvería a actuar en Atocha realizando la ampliación de la estación en el año 2010, mientras que este 2018 se anunciaba que actuará como asesor técnico del nuevo proyecto de remodelación.

Fundación Miró en Mallorca, de Rafael Moneo.
Área expositiva de la fundación.

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Fundación Pilar y Joan Miró, Mallorca (1981-1992)

Con una estimulante forma surgida de la propia naturaleza funcional del edificio y de su entorno, se inauguraba en 1992 la sede en Mallorca de la Fundación Miró, un proyecto que surgió tras la donación del matrimonió Miró de una considerable cantidad de obras y grabados, así como de los talleres del artista en la isla. Moneo recogía así el testigo de Josep Lluis Sert, autor de la sede en Barcelona de la fundación y también de los citados talleres del pintor en Mallorca, planteando la construcción de un conjunto compuesto por dos edificios unidos, pero claramente diferenciados. Por un lado un volumen prismático y rectilíneo destinado a albergar el centro de estudios, y por otro un edificio en forma de estrella para los espacios expositivos. Unas salas de intensa belleza poética, en las que la luz se introduce de manera tamizada a través de unas placas de alabastro situadas tras los brise-soleil de hormigón que sirven de composición a las fachadas. En la parte inferior de los muros, pequeñas aberturas controladas inundan de acuáticos reflejos el interior del espacio, aportando transparencia y tensionándolo hacia el exterior, al mismo tiempo que impidiendo que las miradas de los visitantes se distraigan de lo realmente importante, las obras expuestas.

Exterior del Palacio de Congresos y Auditorio Kursaal de San Sebastián, de Rafael Moneo.

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Auditorio Kursaal de San Sebastián (1996-1999)

A pesar del rechazó que generó su construcción por lo que suponía de contraposición al estilo decimonónico de la ciudad, el Kursaal de Moneo ha sabido ganarse el aprecio de los donostiarras. Convertido en uno de los grandes iconos arquitectónicos de todo el país, y en un símbolo para la ciudad, tal y como reza el lema con el que Moneo presentó su proyecto, su forma se concibe a modo de “dos rocas varadas” a orillas del Cantábrico. Situadas a la derecha de la desembocadura del río Urumea, frente a la playa de zurriola, estas piedras realizadas en acero y vidrio albergan en su interior un Auditorio Principal, la mayor de ellas, y una Sala de Cámara, la de menor tamaño. El complejo cuenta además con diferentes espacios expositivos, salas polivalentes y un restaurante, y desde su inauguración se ha convertido en la sede principal del Festival Internacional de Cine que cada año se organiza en la ciudad.

 Museo del Prado, con el edificio Villanueva (dcha.) y el edificio Jerónimos (izq.) obra de Rafael Moneo.

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Ampliación del Museo del Prado (2001-2007)

Cuando en 2001 Moneo tuvo que hacer frente al encargo de construir la ampliación del más importante de los museos nacionales, y una de las mayores pinacotecas del mundo, no llegaba con las manos vacías. Además del citado Museo Romano de Mérida, a sus espaldas traía su intervención en importantes recintos museísticos, como la adecuación del Museo Thyssen-Bornemisza, o la construcción del Moderna Museet de Estocolmo y del Edificio Audrey Jones Beck del Museo de Bellas Artes de Huston. Tras un primer concurso internacional organizado en 1995 que se declara desierto, en 1998 su proyecto para la ampliación del Prado fue seleccionado por unanimidad. Después de sufrir una serie de modificaciones a petición del propio patronato del museo y de otras instancias gubernamentales, en 2001 daban comienzo las obras de la mayor ampliación en la historia del Museo, inmerso este año en las celebraciones por su bicentenario.

Unido de manera subterránea al antiguo edificio Villanueva, la construcción del nuevo Edificio de los Jerónimos — o Cubo de Moneo— ha permitido la recuperación como espacios expositivos de una gran cantidad de salas del edificio principal, así como la restauración del viejo claustro de la iglesia de los Jerónimos —uno de los espacios históricamente más importantes de Madrid—, que se encontraba en una sorprendente situación de alarmante ruindad, y que ahora se erige en motivo principal de esta nueva ala. Un nuevo edificio con el que Moneo regalaba al museo más de 1.000 nuevos metros cuadrados para exposiciones, un auditorio, salas de conferencias y espacios para sus talleres de restauración y depósitos.

Edificio en vidrio y pavés de la nueva biblioteca de la Universidad de Deusto, de Rafael Moneo.

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Nueva biblioteca de la Universidad de Deusto, Bilbao (2004-2009)

Difícil poder imaginar un entorno más condicionado que el que debía albergar la nueva biblioteca de la Universidad de Deusto, construida en el marco de plan urbanístico ideado por Cesar Pelli a la sombra de su Torre Iberdrola, y frente a la sinuosa silueta del Museo Guggenheim de Bilbao. En un nuevo ejercicio de esa modestia tan defendida por su maestro Sáenz de Oiza, y que Moneo tan bien ha sabido interiorizar y trasladar a cada una de sus obras, el arquitecto navarro plantea un edifico de fachadas de pavés translucido y vidrio, que rechaza entrar a competir con las extravagancias formales de sus construcciones vecinas. Una edificación de corte monolítico y esquinas redondeadas, cuyo aspecto nos retrotrae a esa parisina Maison de Verre o a la más reciente Maison Hermès de Renzo Piano, y que al final del día se transforma en contundente faro para iluminar las oscuras noches de la capital bilbaína.

‘South Souks en Beirut, de Rafael Moneo.

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Zocos Sur de Beirut (1991-2009)

Tras casi 16 años de Guerra Civil, la ciudad de Beirut había quedado en ruinas. Finalizada la guerra, uno de los principales focos económicos de la capital del Líbano, Los Zocos, se encontraban seriamente dañados, y las autoridades libanesas optaron por organizar un concurso internacional para su reconstrucción del que salían vencedores el arquitecto inglés Kevin Dash, responsable de la zona de los Gold souks, y Rafael Moneo, que se encarga de desarrollar el área conocida como South Souks. Un complejo destinado a devolverle la vida al centro neurálgico de la ciudad, en el que se combinan historia, arte y entretenimiento con grandes espacios comerciales. Respetando la trama helenística clásica de esta zona histórica de Beirut, Moneo se desliza entre la modernidad y la tradición oriental diseñando edificios de ricas texturas, intrincadas galerías y bellos espacios abiertos y de convivencia. Este tipo de proyectos de fuerte carácter urbano e importante actividad comercial no son ajenos a la obra de Moneo, y en su misma línea encontramos intervenciones como la de L’illa Diagonal, en Barcelona. Un “rascacielos tumbado”, en palabras del propio arquitecto, con vocación de manzana urbana y que alberga espacios destinados a oficinas, hotel, aparcamiento, y una de las principales galerías comerciales de la Ciudad Condal.

Iglesia de Iesu en San Sebastián, de Rafael Moneo.

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Iglesia de Iesu, San Sebastián (2007-2011)

Demostrando que además de controlar a la perfección las grandes escalas en obras como la de la Catedral de Los Ángeles, también es capaz de realizar espacios de recogimiento tan asombrosos, como austeros, nos encontramos con su parroquia de Iesu del barrio de Riberas de Loiola, en San Sebastián. Una contundente obra de pureza minimalista repleta de minuciosos detalles, de la que el propio arquitecto se encargó personalmente de diseñar la vidriera. Su exterior enlucido en blanco recuerda a algunas obras de la mejor y más reciente arquitectura religiosa portuguesa —véase como ejemplo la Iglesia de Santa María de Alvaro Siza—, mientras que su planta, en forma de cruz quebrada, parece servir de homenaje tanto a las obras escultóricas de Chillida como a esa Iglesia Unitaria construida por Louis Khan en 1959.

Exterior de la cristalina Torre Puig, en Hospitalet de Llobregat, de Rafael Moneo.

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Torre Puig, Hospitalet de Llobregat (2010-2013)

A sus 73 años parecía que a Rafael Moneo no le quedaba nada por hacer, o por lo menos nada que demostrar. Museos, bibliotecas, edificios residenciales, galerías comerciales o construcciones religiosas, componían el curriculum de un arquitecto tan reconocido, como galardonado. Es en ese contexto con el que en el año 2010 emprende la construcción, en colaboración con Lucho Marcial y GCA Arquitectos, de su primer y único rascacielos. Una etérea construcción de 23 plantas y 15.000 metros cuadrados, recubierta de una zigzagueante e hipnótica fachada de cristal. Estamos ante un edificio sostenible clasificado como LEED oro —solamente 9 edificios de oficinas en España cuentan con el prestigioso sello—, destinado a albergar las oficinas del grupo Puig. Su ubicación se encuentra en una de las mejores y más valoradas zonas empresariales de Barcelona, en las inmediaciones de la Plaza de Europa de Hospitalet de Llobregat, y a pocos metros del recinto ferial Fira de Barcelona-Gran Via.