El Concordato de 1933 con Alemania no fue el “Concordato de Hitler”

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Concordato Alemania 1933

El vicecanciller alemán Franz von Papen (izquierda) y el cardenal secretario de Estado Eugenio Pacelli (centro) firman el Concordato (© Deutsches Historisches Museum)

Berlín.— Con ocasión de 90 aniversario del Concordato entre la Santa Sede y el Reich alemán, de 20 de julio de 1993, se celebró una mesa redonda con historiadores en la Academia Católica de Berlín, que esclareció el papel de Eugenio Pacelli, el futuro Pío XII, en este contexto.

“Probable­mente no exista ninguna otra figura histórica de rango mundial que, como Eugenio Pacelli, haya pasado –en tan poco tiempo después de su muerte– de ser un modelo ampliamente respetado a una persona condenada por la mayoría”. Esta frase de Sven Felix Kellerhoff, director de la sección de Historia del diario alemán Die Welt, no exagera un ápice. Cuando Pío XII falleció, el 9 de octubre de 1958, se sucedieron innumerables muestras de duelo y reconocimiento en todo el mundo, entre ellos los de la primera ministra israelí Golda Meier, quien lamentó la pérdida de “un gran amigo del pueblo de Israel”. En varias ciudades alemanas como Berlín y Múnich se dedicaron calles y plazas al fallecido Papa. Además, es bien conocido que cuando Israel Zolli –quien había sido el rabino superior de Roma entre 1939 y 1945– recibió el bautismo en la Iglesia Católica el 13 de febrero de 1945, eligió como nombre de pila el de Eugenio, en agradecimiento a los esfuerzos que Pío XII (Eugenio Pacelli) había hecho para salvar a los judíos de Roma.

Sin embargo, la representación de la obra de teatro El Vicario de Rolf Hochhuth, el 20 de febrero de 1963, dio un giro de 180 grados a la percepción de Pío XII, en particular respecto de la cuestión de si había “callado” ante los crímenes nazis y sobre todo ante el genocidio judío. A ello contribuyó en gran medida también que en 1965 Alexander Hollerbach (1931-2020), experto en Derecho Eclesiástico del Estado, en su libro Verträge zwischen Staat und Kirche in der Bundesrepublik Deutschland (“Tratados entre el Estado y la Iglesia en la República Federal de Alemania”), hablara de la “hipoteca histórico-genética” del Concordato entre la Santa Sede y el Reich alemán de 1933, pues con dicho tratado de Derecho internacional la Iglesia habría contribuido a que el régimen recién instaurado obtuviera así un primer éxito de cara al exterior.

“En la investigación histórica es actualmente ‘common sense’ que el Concordato del Reich no es un concordato influido o teñido de nacionalsocialismo” (Jan H. Wille, historiador)

A dicho tratado algunos lo denominaron el “Concordato de Hitler”. De ahí al título del libro de John Cornwell Hitler’s Pope (“El Papa de Hitler”) no hay mucho trecho. En los últimos años, los historiadores han refutado las ideas vertidas por Hochhuth en su obra de teatro. Coincidiendo con el 90 aniversario de la firma, parece llegado el momento de plantearse hasta qué punto el “Concordato entre la Santa Sede y el Reich alemán” de 20 de julio de 1933 puede ser considerado como un “Concordato de Hitler”.

La visión de los historiadores

Este fue el tema de una mesa redonda celebrada recientemente en la Academia Católica de Berlín, con la participación del nuncio apostólico en Alemania, Mons. Nikola Eterovic, y tres historiadores: Thomas Brechenmacher, catedrático de Historia Contemporánea en la Universidad de Potsdam y presidente de la Comisión Científica de Historia Contemporánea (Bonn); Ansgar Hense, director del Instituto de Derecho Eclesiástico del Estado de las diócesis de Alemania, y Jan H. Wille, que acaba de doctorarse en la Universidad de Hamburgo con una tesis titulada “Das Reichskonkordat. Ein Staatsvertrag zwischen Diktatur und Demokratie 1933-1957” (“El Concordato del Reich. Un tratado estatal entre dictadura y democracia 1933-1957”), aun inédita.

Según el nuncio, “la Santa Sede recuerda con satisfacción el Concordato, a pesar de que su creación cayó en el período inicial de la uniformización nacionalsocialista de la vida cultural, social y política en Alemania”. En relación con la “hipoteca histórico-genética” (Hollerbach), dijo que la propaganda tanto comunista como nacionalsocialista quiso ver el Concordato como un éxito de Hitler para desacreditar a la Iglesia; “para ello, incluso se tradujeron incorrectamente fuentes italianas”. Mons. Eterovic negó que se pueda hablar de un “Concordato de Hitler”, pues “la Santa Sede celebra concordatos con Estados, no con gobiernos”.

Ansgar Hense corroboró las afirmaciones del Nuncio, pues “las materias que se trataron en el Concordato son las usuales en tratados de estas características; no puede decirse que están hipotecadas por sus orígenes”. Y Jan H. Wille añade: “En la investigación histórica es actualmente common sense que el Concordato del Reich no es un concordato influido o teñido de nacionalsocialismo en cuanto a sus contenidos. Muchos aspectos son congruentes con los Concordatos que la Santa Sede había celebrado con diversos Länder (Baviera, Prusia, Baden) durante la República de Weimar. La teoría de la ‘hipoteca genética’ es agua pasada”.

La Santa Sede tenía concordatos con varios “Länder” alemanes, pero estaba interesada en firmar uno nacional porque los nazis iban a suprimir los “Länder”

Si Mons. Eterovic asegura que Pío XII lo siguió considerando “su” Concordato también después de la Guerra, Jan H. Wille apunta: efectivamente, las cláusulas que más se asumieron en el Concordato del Reich procedían del Concordato con Baviera de 29 de marzo de 1924, que bien se puede considerar el concordato regional en el que más influyó Eugenio Pacelli desde su posición como nuncio en Múnich (1917-1925).

Los concordatos anteriores

Si la Santa Sede había firmado concordatos con diversos Länder alemanes (y otros estaban en preparación), ¿por qué la necesidad de celebrar un Concordato con el Reich? A esta pregunta respondió Thomas Brechenmacher: por un lado, Pacelli lo venía intentando desde los comienzos de la República de Weimar en 1919 por mayor seguridad jurídica; además, tras la “Ley Habilitante” de 24 de marzo de 1933, quedaba claro que el nuevo régimen nacionalsocialista iba a abolir los Länder. Efectivamente, el 14 de febrero de 1934, con la “Ley de Reconstrucción del Reich” quedó disuelto el “Reichsrat”, la representación de los Länder.

Otro de los aspectos controvertidos en relación con el Concordato del Reich es la denominada “Juntkim-These”, término jurídico éste derivado del latín iunctim (“conjuntamente”) que se refiere a leyes, disposiciones o tratados que solo se toman conjuntamente. En este caso concreto, el “Junktim” habría sido que el Reich solo habría accedido a firmar el Concordato si el partido político católico Zentrum votaba en favor de la “Ley Habilitante” y por tanto de su propia disolución, puesto que dicha Ley prohibía todos los partidos políticos con excepción del NSDAP. En otras palabras: el Concordato se celebraría solo a cambio de que la Iglesia reconociera la instauración de la dictadura nazi.

Para Brechenmacher, esta tesis parece plausible a primera vista; sin embargo, no hay fuentes que la respalden: “Sólo puede apoyarse en una cadena de indicios”. Dejando a un lado que la “Ley Habilitante” se votó en un momento en que todavía no se había comenzado a hablar de un Concordato con el Reich, a la Santa Sede le resultaba “bastante indiferente” el fin de un partido político confesional en Alemania. Para ella, lo importante era asegurar la existencia del catolicismo en Alemania en el sentido de la “acción católica”, una estructura asociativa y federativa estructurada jerárquicamente como parte de un apostolado laico. Para la Santa Sede, la mejor “política” era la pastoral. En este contexto, Brechenmacher citó la sentencia del “pacto con el diablo” expresada por Pío XI en 1929: “Si se trata de salvar almas, tendríamos el valor de negociar incluso con el diablo en persona”. Y concluía: el Concordato fue “el resultado de tal negociación con el diablo”.

El Concordato del Reich fue firmado el 20 de julio de 1933 por el cardenal secretario de Estado Eugenio Pacelli y el vicecanciller alemán Franz von Papen. Incluso antes de su ratificación el 10 de septiembre, la Santa Sede protestó contra las violaciones del Concordato por parte del régimen nazi. Las notas de protesta culminaron en la encíclica Mit brennender Sorge (“Con ardiente preocupación”), del 14 de marzo de 1937. Sin embargo, no hubo ruptura definitiva y el Concordato no fue revocado. En suma, según expresión de Konrad Repgen, el Concordato fue “la forma contractual de la no adaptación de la Iglesia católica al Tercer Reich”.

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