REVISTA DE CRÍTICA LITERARIA LATINOAMERICANA
Año XXXV, No. 70. Lima-Hanover, 2° Semestre de 2009, pp. 125-147
LA FICCIÓN GARCJLASISTA:
EL DNCA GARCDLASO DE LA VEGA
EN LA NARRATOVA PERUANA
Enrique Cortez
Georgetown University
Entre las largas listas bibliográficas que Seymour Menton presenta sobre la novela histórica y lo que él denomina Nueva Novela
Histórica destaca, sin duda, la ausencia del Inca Garcilaso de la Vega como objeto de representación literaria. Esta ausencia en la novela se explica relativamente en el hecho de que la presencia del Inca
Garcilaso en la narrativa peruana se plantea en términos de ficción
breve, o si se quiere de relato o cuento, más que entre las huidizas
fronteras del género novelístico, acaso como un reto para la reducción genérica. Pero digo relativamente, porque a la lista de novelas
históricas de Menton habría que agregar la novela biográfica de Luis
Alberto Sánchez, Garcilaso Inca de la Vega: primer criollo, que, desde su publicación en 1939, ha tenido varias reediciones. Mi lista de
ficción garcilasista\ que no pretende estar cerrada, se completa con
un texto de Luis Loayza, aparecido en el primer número de la revista
Literatura de 1958, "Retrato de Garcilaso"; y con dos ficciones publicadas en 1996: Diario del Inca Garcilaso (1562-1616) de Francisco
Carrillo Espejo y Poderes secretos de Miguel Gutiérrez^.
Este carácter genéricamente problemático de la ficción garcilasista, como elemento más visible del corpus existente, es bastante
claro en los tres últimos textos. El de Loayza, por ejemplo, explora
las posibilidades del retrato literario, género que le permite una profundización psicológica en el personaje del Inca, ausente del todo en
el texto de Sánchez; el texto de Carrillo, por su parte, lleva la exploración psicológica al máximo, precisamente gracias a las posibilidades de la dicción autobiográfica del diario; mientras que la metaficción de Gutiérrez pone al límite una noción tradicional de novela en
su revisión de la representación histórica del Inca y sus posibilidades
de representación literaria. No obstante, lo que todas estas ficciones
tienen en común es su dependencia con la investigación biográfica.
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realizada desde la historia y sus metodologías entre 1906 y el final
de la década de 1950^. La ficción garcilasista, en este sentido, al
tiempo que acusa lugares oscuros en la biografía se apoya lo suficientemente en ella, delimitando la exploración ficcional sobre el Inca a los marcos que la investigación biográfica ya ha trazado. Esto
último explica que los primeros años del Inca y su relación con su
familia materna estén poco desarrollados en la ficción, a no ser como referencias anecdóticas a los pocos lugares estudiados por los
biógrafos, lugares donde la propia narración del Inca Garcilaso se
erige como fuente principal. Al contrario, los textos ficcionales se
ubican en la etapa española del Inca, para lo cual han resultado fundamentales los documentos publicados por el historiador peruano
Raúl Porras Barrenechea en Ei Inca Garciiaso en i\/lontilia (15611614) y los documentos correspondientes a los últimos años del Inca
en Córdoba, El Inca Garcilaso de la Vega. Nueva documentación, recogidos por el filólogo español José de la Torre y del Cerro.
Exploro, en el presente artículo, la relación que la ficción garcilasista establece con la investigación biográfica. Es cierto que desde
una perspectiva limitada al carácter estético de los textos podría argumentarse la autonomía de la ficción frente al discurso histórico;
pero, me parece claro también, que en el caso de la ficción garcilasista, precisamente esa relación con la historia es fundamental para
la construcción y el significado de los textos. Con el objetivo de calibrar los alcances de esa relación, propondré una cronología de la
investigación biográfica, marco crítico desde el cual es posible analizar los problemas que estas ficciones ubican y usan como base ficcional. Una de esas problemáticas es la cuestión del mestizaje que el
Inca Garcilaso representa para la investigación histórica y que plantearé como una discusión de historia intelectual entre las ficciones fundamentalmente las aparecidas en la década de 1990- y el trabajo
historiográfico de la primera mitad del siglo XX. Es frente a esta discusión sobre el mestizaje del Inca, donde estas ficciones tienen mucho que decir: sea como una posibilidad personal y existencial en el
caso de Carrillo, o como un comentario frontalmente crítico en la ficción de Gutiérrez.
La investigación biográfica
El interés por el estudio de la biografía del Inca Garcilaso de la
Vega se remonta a la primera década del siglo XX. En 1906, según
consigna Porras Barrenechea, el historiador José Toribio Polo trazó
"la pauta biográfica, hilvanando textos y fechas y hasta intentando
revelar la imagen física del Inca" (IV). Se trata de un inicio, ausente
todavía de documentación de archivo, que se complementará con el
LA FICCIÓN GARCILASISTA: EL INCA EN LA NARRATIVA PERUANA
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hallazgo que, dos años después, Manuel González de la Rosa hará
del testamento y los codicilos del Inca. Al lado de este auspicioso
comienzo documental, González de la Rosa dará también apertura,
por oposición, a toda una orientación pro garcilasista y a una batalla
por la significación del lugar del cronista cuzqueño en la historiografía peruana. En efecto, en 1907 la figura del Inca cobra decidida importancia: es el año en que González de la Rosa sostiene que el padre jesuita Blas Valera era el verdadero autor de los Comentarios reales. La respuesta no se hará esperar mucho y al año siguiente el joven historiador José de la Riva Agüero inicia un debate con el veterano historiador en defensa del valor histórico del Inca. En 1912 se
entablará un nuevo intercambio, que concluye de alguna manera en
1916 con el famoso "Elogio del Inca Garcilaso", discurso que Riva
Agüero pronunció por el tercer centenario de la muerte del Inca. El
lugar rutilante que Riva Agüero ocupará no sólo en la historiografía
sobre el Inca, sino también en la peruana en general, tiene en su victoria sobre el viejo historiador un signo generacional que no sólo se
limita al caso peruano; de hecho, la respuesta a González de la Rosa
forma parte de una polémica de más largo alcance frente al proyecto
restaurador de Marcelino Menendez Pelayo, y contra el cual el peruano disputará el lugar del Inca Garcilaso en la historiografía de la
época.
Para entender el alcance de la intervención de Riva Agüero será
necesario, en primer lugar, situar la gravedad del proyecto restaurador de Menendez Pelayo. En "Hispanismo y guerra", una de las mejores historias del hispanismo que se han escrito en los últimos años,
Arcadio Díaz Quiñones analiza las pretensiones monumentales de
constituir una historia oficial, por parte de Menendez Pelayo, definida
como una religión del hispanismo y en la cual "resuenan ecos de
discursos 'poscoloniales' de exaltación de la 'raza latina'" (123), en la
línea de una suerte de utopía armónica de las relaciones entre la Colonia y la Metrópoli. La obra del filólogo español, dice Díaz Quiñones,
nos sitúa en el comienzo del hispanismo como la posibilidad de un
nuevo comienzo imperial para España, silenciando momentos inconvenientes como la Conquista, el aniquilamiento de la población indígena o las diversas resistencias que se han desarrollado a lo largo
de todas las Americas como procesos de transculturación. Se trata
de un comienzo que se juega por entero en el campo de la cultura,
espacio donde tiene sentido volver a contar la historia desplazando
el significado de las obras y sus autores. Es precisamente, en la primera edición de su Historia de la poesía hispano-americana (1893),
que Menendez Pelayo descalificará la obra del Inca Garcilaso como
historia y la reclasificará como una novela utópica, en la línea de
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Tomás Moro y Campanella\ Walter Mignolo ha interpretado tal reclasificación como síntoma del carácter cientificista que la historiografía sufrió en la época (358). En consecuencia, la defensa del Inca
por parte de Riva Agüero se dará en los términos de los nuevos requisitos de una moderna concepción de la historiografía, valorando
el aporte de su información histórica en contra de las opiniones adversas que se habían generado en la historiografía decimonónica,
entre ellas las de William H. Prescott, a quien Riva Agüero exhibirá
equivocado a lo largo de su análisis de la obra del mestizo en La historia en ei Perú: "Prescott afirma erróneamente"; "las fechas que da
Prescott están equivocadas" (La historia 39). Esta defensa del Inca
tendrá un efecto inmediato en la obra del filólogo español, quien
moderará su opinión sobre el Inca reconociendo el aporte del joven
historiador limeño en la sucesiva edición de su Historia y en la parte
dedicada al Inca de la segunda edición de su Orígenes de la novela.
Dice en la edición definitiva de la Historia: "lo mejor que sobre Garcilaso y, en general sobre la historiografia del Perú conocemos, es el
erudito e ingenioso libro del ya citado Doctor Riva-Agüero [...] y allí
están cuantos argumentos pueden alegarse en pro de la veracidad
de los argumentos del cronista de los Incas, a quien es hoy de moda
desestimar, así como antes se le concedía ilimitada confianza" (76).
No es difícil imaginar el espaldarazo que tal opinión generó en la carrera del joven Riva Agüero, quien en su "Elogio del Inca Garcilaso"
recuerda no solo la moderación de la opinión del crítico, sino una
carta de rectificación que el español le envió antes de morir y que el
peruano se encargó de difundir en la prensa en 1912 ("Elogio" 46).
En consecuencia, la defensa del Inca, que se emprendió como un
gesto de independencia epistemológica en relación con la academia
española, pronto se volvió una forma de autorización cultural.
Después del "Elogio" de Riva Agüero, nada nuevo se dijo sobre la
vida del Inca por lo menos hasta 1929, aunque Porras Barrenechea
considera importantes un recuento bibliográfico de los escritores de
Cordova donde se menciona a Garcilaso, preparado por Rafael
Ramírez de Arellano, y un informe sobre la tumba de Garcilaso en la
catedral de esa misma ciudad, escrito por Rómulo Cúneo Vidal (297).
Pero 1929 es significativo porque Miguel Lasso de la Vega, también
conocido como el Marqués del Saltillo, publica un estudio genealógico sobre "El Inca Garcilaso y los Garci Lasso de la historia". A este
artículo sustenta un anexo, "La relación de la descendencia de Garci
Pérez de Vargas", texto que veintidós años después divulgará Porras
Barrenechea en una edición más autorizada, y es precisamente la
edición que circula entre los especialistas. Como broche de esta
parte de la investigación biográfica, denominada por Porras Barre-
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nechea "cordobesa", no podemos olvidar 1935, año en que José de
la Torre y del Cerro presentó en el Congreso de Americanistas de
Sevilla una amplia documentación sobre la vida de Garcilaso en
Córdoba entre 1591 y 1616, año en que muere, y que se publicó con
el título de El Inca Garcilaso de la Vega. Nueva documentación.
Además de diversas actividades comerciales, como poderes para la
impresión de sus libros, esta colección documental incluye el testamento de Alonso de Vargas, tío del Inca Garcilaso, quien nombró al
Inca su heredero y patrono de la capellanía que fundaba con parte
de su herencia en la iglesia de Santiago en Montilla (1-8), así como el
testamento del Inca y el inventario de sus bienes (182-246). A partir
de este último documento, el inventario, José Durand, a quien volveré más adelante, pudo reconstruir su biblioteca.
Hasta aquí toda la indagación acerca de la obra del cronista se
había dado a partir de la figura paterna. Por fortuna, en 1945, Aurelio
Miró Quesada Sosa, que junto a Porras es el otro garcilasista peruano que más aportes documentales ha hecho a la investigación biográfica, halló en el archivo notarial de Don Osear Zambrano Covarrubias, en el Cuzco, el testamento de la madre del Inca, la Palla
Chimpu Odio, conocida también con el nombre de Isabel Suárez. La
información que hallamos en este testamento permite aclarar en algo
el tipo de relación que el Inca tuvo con su madre, además de echar
luz sobre la relación entre esta y el capitán Sebastián Garcilaso de la
Vega. Gracias a este documento. Miró Quesada ha estudiado algunos aspectos de la familia cuzqueña del Inca, pero en general el lado
materno es el lado más problemático en la construcción de la biografía y existen muchas conjeturas que llenan el relato de vida de la
época juvenil.
Sin embargo, Porras Barrenechea habría de encontrar, algunos
años después, documentos valiosos en Montilla, redondeándonos la
trayectoria vital del Inca en España. En efecto, gracias a una investigación que inició en los archivos de Montilla en 1949, aquel entonces en calidad de Embajador del Perú en España, y que continuó
una vez cesado su cargo ese mismo año, este historiador dio con
abundante documentación que confirma que el Inca vivió casi treinta
años en esta apacible villa de régimen feudal. En Montilla, al lado de
su tío Alonso de Vargas, hermano de su padre y del que fue luego su
heredero, pudo consolidar la formación humanista que resalta en su
obra. Pero en estos años también construyó una honra como hidalgo, situación que estuvo en duda a su llegada, y una pequeña fortuna que le permitió vivir su vejez en relativa calma. En apoyo de esta
documentación presentada por Porras, en 1958 también se dieron a
conocer los aportes de Guillermo Lohmann Villena sobre la genea-
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logia del Inca, fundamentales para la reconstrucción de la significación de la familia española del cronista. Más recientemente, en 1967,
se destacan los "Documentos inéditos sobre el Inca Garcilaso y su
familia", presentado por Juan Bautista Avalle Arce, una documentación que informa sobre la familia paterna de Garcilaso desde 1482 y
confirma algunos detalles de la vida del Inca en Montilla.
El trabajo de José Durand da comienzo a otra etapa para el garcilasismo en la primera mitad del siglo XX, pues desde 1947 abordó
de manera ejemplar la significación de la obra del Inca, situándolo en
el proceso de la historia de las ideas. Su tarea estuvo orientada a resaltar la formación renacentista del Inca y en ese sentido destaca su
principal aporte a la biografía intelectual del cronista, al reconstruir la
biblioteca del Inca a partir de información suelta que otros investigadores hicieron en esta línea, principalmente De la Torre y del Cerro,
quien publicó el inventario de los bienes del Inca, pero "sin aclarar
los títulos de los libros" ("La biblioteca" 239). A la construcción de la
biografía intelectual del Inca, que tanto ha aportado Durand con este
y otros estudios, podemos sumar un par de cartas de Garcilaso,
halladas por Eugenio Asensio en 1954, y que nos permiten reconstruir las relaciones intelectuales que el Inca sostenía, específicamente con Ambrosio de Morales, el gran historiador de las antiguallas de
España, y de la cual Asensio desprende la influencia de la literatura
anticuarla en la obra del Inca: "Garcilaso pudo aprender en la Crónica de su protector la importancia que tenía, para un aspirante a historiador, el estudio de las instituciones, la economía, la topografía"
(592). El gran legado de Durand, sin embargo, quien para José Antonio Mazzotti "pudo identificar numerosos elementos que tenían correspondencia con la tradición filológica, la literatura de los anticuarios, los tratados neoplatónicos renacentistas, la filosofía política neotomista, la literatura, la prosa historiográfica y otros sectores de la
producción cultural europea hasta entonces apenas vislumbrados"
("El garcilasismo" 15) nos vincula con los trabajos más actuales sobre la obra del Inca Garcilaso que, en cierto sentido, pueden calificarse como investigaciones de biografía intelectual. Para el caso peruano, que es el espacio intelectual en donde la ficción garcilasista
se ha producido, la biografía que mejor recoge todos los aportes anteriores es la de Miró Quesada^.
La ficción garcilasista
Entre las numerosas ediciones que preparó Ventura García Calderón para divulgar la cultura peruana desde París, destaca Anécdotas escogidas de Garciiaso de ia Vega, texto publicado en 1925 y
que reúne fragmentos de La Fiorida dei Inca. En esas páginas el Inca
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Garcilaso es presentado más como narrador que como historiador,
ejemplificado en su propia obra. En relación con los cronistas contemporáneos del Inca, García Calderón sostiene en el prólogo de su
selección que en ninguno de los cronistas hallamos como en el Inca,
"el entusiasmo sin jactancia, la curiosidad por la anécdota pintoresca y precisa, la amenidad de 'coronista'. La 'epopeya en prosa' que
imaginó y defendió Cervantes la lleva a cabo un indio del Perú"
(102)^. Esta conexión con Cervantes es muy clara para el igualmente
narrador García Calderón, porque "el poeta épico es también a ratos
un novelista moderno, enamorado del detalle expresivo" (102). Gracias a su escritura, también con valor histórico para García Calderón,
"sabemos si eran negro el jubón y blancas las botas de don Francisco Pizarro cuando jugaba a la pelota" (102-103). Esta presentación
de Garcilaso, el poeta épico que a ratos es novelista moderno, se
inscribe de lleno en la línea abierta décadas atrás por Menéndez Pelayo cuando en su Historia, como lo he señalado líneas arriba, sostuvo que los Comentarios no eran historia sino novela utópica: "Así se
formó en el espíritu del Inca Garcilaso lo que pudiéramos llamar la
novela peruana o la leyenda incásica, que ciertamente otros habían
comenzado a inventar, pero que sólo de sus manos recibió forma
definitiva [...] Los Comentarios reales no son texto histórico; son una
novela utópica, como la de Tomás Moro, como la Ciudad de Dios de
Campanella" (75-76). A diferencia de la posición de Menéndez Pelayo, la presentación que del Inca hace García Calderón no es excluyente de las calidades de historiador del mestizo, porque en "las
páginas del primer cronista de América, está explicada, anticipadamente, la historia de varios siglos peruanos: el quechua triste y apático, el indio experto en derrotas que se enamora de la ardentía española, pero que dulcifica ya el desorbitado querer con no sé qué
sonrisa criolla..." (104). Desde una perspectiva peruana, por lo menos desde 1925, la ficción garcilasista es, en primer lugar, ficción
escrita por el propio Inca. Sin embargo, cuando el Inca sea el personaje, la narración explorará ese "no sé qué" de su sonrisa criolla, tan
sintomáticamente captada por García Calderón.
Podemos asociar ese criollismo a los dos primeros momentos,
previos a la década de 1990, que el Inca tiene lugar en la narrativa
peruana como personaje de ficción. El primero se lo debemos al seminal crítico e historiador literario Luis Alberto Sánchez, quien publicó en Chile en 1939 una novela biográfica sobre el Inca. En diálogo no tan casual con García Calderón, el texto de Sánchez tiene un
subtítulo que adjetiva al Inca como criollo. No tan casual, enfatizo,
porque la idea de mestizaje propuesto por la Generación del Novecientos tiene el sentido de la afirmación criolla, más que ser una real
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exploración del mestizaje como la posibilidad de un nosotros diverso. Para la composición de su Garcilaso Inca de la Vega: primer criollo, Sánchez tuvo a su disposición, entre otros textos, los escritos de
Riva Agüero, la Genealogía de Garci Pérez de Vargas publicada por
el Marqués del Saltillo en 1929 y, fundamentalmente, los documentos dados a conocer por De la Torre y del Cerro en 1935. A esto deben añadirse, por supuesto, las propias noticias que el Inca ofrece
sobre sí mismo, además de obras de reconstrucción histórica que
daban cuenta de la época, incluyendo otras crónicas. Lo que tenemos en el libro de Sánchez es una narración que va desde el conflicto entre Huáscar y Atahualpa, pasando por la llegada de los españoles, el encuentro de los padres del Inca, el traslado del Inca a España, su época de escritor, hasta -en una suerte de epílogo- la presentación de la lectura de los Comentarios al final del siglo XVIII por
Túpac Amaru II, los independentistas y Voltaire. Este punto de llegada, como fuente de la ilustración, argumenta en la línea abierta por
Riva-Agüero de una periferia ilustrada, políticamente independiente
(porque el Perú es una república "soberana"), pero culturalmente afiliada a lo más representativo de Europa.
Casi veinte años después del trabajo de Sánchez, el escritor limeño Luis Loayza publicó su "Retrato de Garcilaso", recogido finalmente en la tercera edición de su colección de cuentos. El avaro y
otros textos en 1974. Con menos pretensiones históricas que el texto de Sánchez, el Inca Garcilaso de Loayza, que tiene a su disposi' ción lo más importante ya de la investigación biográfica, nos ofrece
una indagación más psicológica de los beginnings del Inca Garcilaso
como escritor mestizo. La narración, explora sobre todo los años en
Montilla, renunciando a imaginarlo históricamente más allá de los
datos del discurso historiográfico de la biografía. El retrato de Garcilaso aparece así como la narración de un artista adolescente, enfatizando su trabajo con la traducción de León Hebreo, en el umbral de
la propia obra. Y si por un lado este Inca se hace portavoz de una
idea de mestizaje con sentido aristocrático, como define Riva Agüero
el mestizaje del Inca, por otro lado Garcilaso vive el conflicto de sus
dos mundos culturales y su situación de exilio. Al final, sin embargo,
el Garcilaso de Loayza logra armonizarse y "se acepta a sí mismo,
acepta su alma que es extranjera en todas partes porque es una novedad, una aventura, y se llena de alegría y de terror, como en un
sueño" (85-86). Una vez en paz consigo mismo, el Inca podrá escribir sus Comentarios como "primer peruano" (86), calificativo que retoma la lectura de Riva Agüero sobre el cuzqueño. En el caso de Loayza, su presentación de Garcilaso no responde a una lectura poco
crítica de los autores de la Generación del Novecientos; al contrario.
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Loayza, quien en la década de 1950 fue asistente de Porras Barrenechea, junto con Mario Vargas Llosa, Pablo Macera y otros, tuvo
una especial filiación con el pensamiento del Novecientos y es uno
de los principales difusores del trabajo de esa generación, elocuentemente expresado en su libro La generación del 900.
Estos dos momentos de Garcilaso personaje ficcional, que son
antecedentes directos de los textos de la década de 1990 que me
propongo analizar en las siguientes páginas, tienen en común el interés por la historia y la literatura de sus autores. La obra de historiador de la literatura de Sánchez puede que sea la más conocida; pero
también se encuentra muy bien considerado por la crítica el trabajo
ensayístico de Loayza, así como sus ficciones''.
Diario del Inca Garcilaso (1562-1616)
No es posible entender el alcance del diario ficcional escrito por
Francisco Carrillo sin trazar una línea de continuidad entre su proyecto y el de Loayza. El Diario, en el camino abierto por el "Retrato"
literario de Loayza, es una indagación personal, intimista, pero fundamentalmente existencial, reforzada por la dicción autobiográfica
(primera persona), que revisa aspectos diversos de la situación biográfica del Inca. Como Loayza, Carrillo hace del Inca un personaje
literario que vive para su escritura, marcado fuertemente por las contradicciones de su época. La cuestión del mestizaje, aparecerá en la
primera línea de este libro, pero a diferencia de Loayza, quien enfatiza el sentido aristocrático de su origen, la afirmación como mestizo
del cuzqueño se contrasta en la escritura de Carrillo con la suerte de
otros mestizos de su época.
La condición mestiza del Inca, también exaltada en términos aristocráticos en la primera página del Diario de Carrillo por un personaje con dimensión histórica como Gonzalo Silvestre, cederá su lugar a
la reflexión en la narración del personaje Garcilaso, siendo el terreno
del mestizaje un espacio movedizo. Al final, sin embargo, Garcilaso
se afirmará como mestizo. Lo importante aquí es seguir el proceso,
la identificación como proceso: "¿Soy indio? ¿Soy mestizo? ¿Soy
español?" (13), señala el narrador en el primer apunte del Diario. En
la corte, refiere, algunos lo llamaron español; otros murmuraron que
era indio; él se llama a sí mismo mestizo, porque Silvestre se lo planteó así: "Tú eres mestizo. Tu padre, un grande del Perú; tu madre,
noble inca. Y tú eres el mejor mestizo de las Indias" (13). Esta narración aristocrática -Silvestre le dice que es el fruto excelso del encuentro de dos mundos- tiene su contrapeso líneas más adelante
cuando, a partir del acto reflexivo, el Inca Garcilaso de Carrillo expresa la otra dimensión de ser mestizo en su época: "Si creyera en
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los malos pasos de las estrellas, yo estaría destinado para la ignominia. Mestizo y bastardo, dos manchas para los que medran en la
corte" (16). Esta línea reflexiva le hace preguntarse cuál fue la intención de su padre al enviarlo a estudiar a España: "¿Quiso mi padre
limpiarme de mi sangre india?" (17).
En Madrid, 1562 y 1563, tiempo al que corresponden estos primeros apuntes del Diario, una figura se tornará modélica para el joven Garcilaso: el soldado Silvestre. En él tiene un interlocutor que le
propone una definición de su condición histórica, como hemos visto
al plantearle su mestizaje aristocrático, pero también ve en él un destino truncado -como hijo de conquistador- que le hará buscar otras
posibilidades que sólo le mostrarán la poca fortuna de ser mestizo:
"Silvestre habla en voz alta. No teme los oídos cortesanos [...] Nadie
se burla de su cojera... herida y cojeras ganadas en las guerras. Pero se alejan de él" (19). En un intento de evitar esta exclusión, que le
ofrece el modelo de conquistador, Garcilaso optará por la carrera
eclesiástica, pero "los mestizos no son bienvenidos en la Iglesia"
(21). En este punto. Carrillo, quien fue un gran conocedor del periodo
colonial, sitúa a su personaje en el contexto de la época. Es cierto
que 1563 no fue el momento más duro contra los mestizos de primera época, pero es un tiempo en proceso de endurecimiento de las
políticas metropolitanas contra los conquistadores, sus hijos mestizos y sus derechos ganados. La cédula de Felipe II de 1578 que
suspendía la ordenación de mestizos en la estructura eclesiástica
será el momento oficial de la tensa relación entre Metrópoli e Indias,
aunque en el terreno eclesiástico cada orden tendrá una diferente
historicidad. Por ello, a modo de ejemplo, cuando un mestizo o nuevo converso era hostigado en la Compañía de Jesús, una de sus opciones era pasarse a la orden franciscana (Borja de Medina 245-46).
Como explica Francisco Borja de Medina, este tipo de medidas sólo
cobra sentido en un contexto más amplio: la polémica en torno a los
nuevos cristianos, moros y judíos, y el establecimiento de un estatuto de limpieza de sangre. Este estatuto finalmente triunfó, para el caso de la Compañía de Jesús, en el Congreso General V (1593-1594),
donde se acordó la expulsión de la Orden de los nuevos cristianos
de origen judío, musulmán y, por supuesto, indígena (230).
En su Diario, el personaje Garcilaso afirma: "Ni mestizos ni indios... todavía... -me dijeron los padres mercedarios. Los ayudé en
algo dando a las autoridades ciertos informes a su favor, pero así me
respondieron" (21). Esta queja, en la que el Inca acusa poca reciprocidad por parte de los padres mercedarios, indica el carácter férreo
de la política contra los mestizos; el sino de la ley no contempla la
buena disposición individual y actúa sobre los individuos como una
LA FICCIÓN GARCILASISTA: EL INCA EN U\ NARRATIVA PERUANA
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fatalidad. En consecuencia, ser mestizo se vuelve también un problema para lograr algún tipo de prestigio social, aunque esto no implique un lugar directivo, dentro de una institución eclesiástica. La
queja del Inca vendrá acompañada de una afirmación entre paréntesis, como un murmullo, una palabra encarcelada, surgida desde los
márgenes de la ley: "(Creo a veces que los mestizos antárquicos
nunca fueron mirados por Dios)" (21). Pero el término mestizo en el
Inca de Carrillo es una palabra afirmativa, aunque eso suponga un
destino social marcado por la fatalidad. Lejos de Madrid, el lugar de
la ley, Garcilaso puede reconstruirse como sujeto: "Casi nunca se
oye la palabra 'mestizo' en Montilla. Yo la menciono para explicar a
los que voy conociendo quién soy o qué soy" (42). En ese aparente
lugar ameno, como se ha construido desde la investigación biográfica los años de Montilla (y que Loayza desarrolla en su ficción con
acierto). Carrillo introduce la visita de un compañero de estudios del
Inca en el Cuzco, Juan Arias Maldonado. Mestizo como él. Arias
Maldonado tuvo una vida mucho más intensa que el Inca. En el
Capítulo XVII del Libro VIII de la Segunda Parte de los Comentarios
reales, el Inca Garcilaso registra la visita que su ex condiscípulo y
amigo le hizo en Montilla. Miró Quesada dice en condicional, porque
también está conjeturando, que "en el suave reposo de la serena tierra cordobesa, los dos amigos recordarían los días de la infancia y
discutirían los problemas comunes que se les planteaban a los mestizos" (125). Esa conversación es la que ficcionaliza Carrillo y resulta
importante para evaluar el posicionamiento de su personaje en torno
al mestizaje porque introduce una variación: la suerte del mestizo en
España era mejor que la suerte del mestizo en el Cuzco: "mejor ser
mestizo en España que en Perú, me dijo, los ojos encendidos. En el
Cuzco, en la Ciudad de los Reyes, el mestizo es perseguido. No
puede ser nada. Hasta se le prohibe llevar armas para su defensa.
Dicen los españoles que somos de mala inclinación, que nacimos
con el alma torcida" (63). A modo de explicación. Carrillo, fiel a la
biografía escrita por Miró Quesada, introduce un punto central en el
relato de vida de Arias Maldonado: "Juan Arias organizó una rebelión
contra España. Más de mil mestizos se le unieron. Y se le unieron los
Incas encolerizados. Su padre, que fue el alcalde del Cuzco y el
hombre más rico del Perú, se enfermó de pena al conocer la rebelión
de su hijo" (63). Como precisa Miró Quesada, Diego de Maldonado
el Rico, padre del amigo del Inca, al enterarse que su hijo había sido
tomado prisionero y conducido hasta Lima, emprendió el viaje para
interceder por él: "Lo más que logró fue una libertad provisional y
que se suspendiera la orden, dada ya por García de Castro, de que
se le enviara preso a España con los demás amotinados. Poco des-
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pues, Maldonado el Rico falleció en la villa de Valverde, en camino
hacia el Cuzco, dejando como heredero de sus cuantiosos bienes en
el Perú a su hijo mestizo" (124). En Madrid, ya que al morir el padre
la orden se reactivó. Arias Maldonado estuvo aproximadamente 12
años. Finalmente logró que la Corona le diera licencia para volver al
Perú a recoger su hacienda, y Garcilaso escribe que Arias Maldonado, al llegar a Paita, "de puro contento y regocijo de verse en su tierra, espiró dentro de tres días" (Segunda Parte 1202).
La anécdota de Arias Maldonado permite introducir una nueva
valorización a la idea de mestizo con que el Inca de Carrillo se afirma. Al lado de la definición de Silvestre, que es la idea de mestizaje
circulada por la Generación del Novecientos y que el personaje de
Carrillo también asume, coexisten otras narrativas asociadas a la
idea de mestizo: la del fracaso como actor social y la agenda de rebelde en contra de las instituciones que condicionan ese fracaso. El
mestizo de Carrillo existe en esas coordenadas; y si bien su personaje tiene en la práctica de la escritura su más importante tarea (una
actividad que lo distancia del mundo) las narrativas asociadas a su
condición de mestizo siempre trabajarán su reflexión: "Mestizo, casta torpe y sin destino. Tengo corrupciones en la piel, facciones indecisas. San Agustín se hería, se llagaba. Honesta herida. Mis llagas
nacieron con mis primeros latidos. Antes de que yo naciera" (Carrillo
105). Se trata de una reflexión angustiada, que poco a poco ha ido
desplazando el lugar exaltado de lo mestizo propuesto por Silvestre.
Lo que ofrece el Inca de Carrillo son preguntas, por supuesto filosóficas, acerca del ser en la historia y del ser en un futuro histórico. Estas preguntas se expresan en relación a su hijo, casi al final del Diario: "¿Querré a mi hijo? ¿Querré a mi hijo, mestizo, peor que indio,
apenas encima del esclavo? Si no lo amo ahora ¿podré amarlo después? ¿Cuál será el destino de mi hijo mestizo, y mestizo nacido en
España?" (162). Más adelante, al observar a su niño dirá: "Me siento
oprimido. Llevo en mis ojos el regazo de Beatriz y al niño ansioso e
inocente [...] ¿Cómo es posible que en el rostro de mi hijo esté todo
el Cuzco que recuerdo?" (163 y 164). La angustiosa condición de ser
mestizo, circunstancia a la vez de un tipo de pensamiento inbetween como diría Homi Bhabha, "proveen el terreno para elaborar
estrategias de identidad [selfhood] (singular o comunitaria) que inician nuevos signos de identidad, y sitios innovadores de colaboración y cuestionamiento, en el acto mismo de definir la idea misma de
sociedad" (18). Con este Garcilaso, corroído por su situación histórica. Carrillo presenta la emergencia de un intersticio: el simbolismo
del Inca como un espacio que está en proceso y no felizmente determinado como querían los hispanistas; espacio donde, si seguimos
LA FICCIÓN GARCILASISTA: EL INCA EN LA NARRATIVA PERUANA
137
a Bhabha, "se negocian las experiencias intersubjetivas y colectivas
de la nacionalidad [nationness], interés comunitario o valor cultural"
(18). Más adelante Bhabha pregunta por cómo se forman los sujetos
in-between. Creo que el libro de Carrillo es una buena respuesta a
esa pregunta, porque nos presenta la subjetivización de un personaje en proceso. Recuperar la figura del Inca como personaje de ficción señala, desde la perspectiva de Carrillo, que la discusión sobre
el mestizaje no está cerrada y sigue siendo actual para la vida peruana.
Poderes secretos
Frente al Inca de Carrillo, análisis existencial que se limita a su
circunstancia biográfica más personal y se ajusta a la cronología española que va de 1562 a 1617, la propuesta de Gutiérrez en Poderes
secretos destaca por revisar las redes intelectuales y sociales en que
emerge la figura del Inca. Este entramado reúne a su vez tramas de
recepción como de producción. En un movimiento en reversa al operado por la historiografía biográfica, la figura del Inca aparece primero en la escritura de Gutiérrez como un elemento de lectura, espacio
de interpretación de tendencias antagónicas en la intelectualidad peruana del siglo XX y, al mismo tiempo, posibilidad de arriesgar el
propio análisis. El propio análisis será una escritura ficcional, que el
autor decidirá llamar novela (a juzgar por sus paratextos), pero que
presenta una escritura que reta la noción misma de novela al reunir
en una misma textualidad un ensayo acerca de las relaciones entre
la novela y la historia y una narración metaficcional acerca de cómo
desarrollar un argumento novelesco. La propuesta novelesca, segunda parte de la novela, se sitúa en dos momentos: en el siglo XVII
y en el siglo XX, y desarrolla una hipótesis de producción acerca de
la escritura de los Comentarios. De esta manera, Gutiérrez cuadra el
círculo iniciado con su revisión de la lectura del Inca en el siglo XX, al
actualizar con su lectura, la primera lectura polémica del siglo XX
con que surge la crítica garcilasista, a saber, la del historiador Manuel González de la Rosa, según la cual el verdadero autor de los
Comentarios no es el Inca Garcilaso, sino el jesuita mestizo Blas Valera.
En este punto es interesante anotar, como se ha visto en la revisión de la investigación biográfica, que lo presentado por el narrador
de Poderes secretos como el "paradigma garcilasista" surgió por
oposición. La reivindicación de la figura del Inca por parte de Riva
Agüero es un intento de desautorizar en la academia peruana a la
lectura de González de la Rosa y en el mundo hispano a la de
Menendez Pelayo. El Inca Garcilaso, en consecuencia, emerge en el
138
ENRIQUE CORTEZ
siglo XX como el producto de un conflicto de interpretaciones que el
narrador no hará más que traer de vuelta, en clave novelesca, pues a
este conflicto el narrador añade dosis de intriga propias de la novela
policial figurando un enigma, Blas Valera, y conjeturando la existencia de una logia, en este caso garcilasista, lo suficientemente letal al
proteger un rumbo del saber y un tipo de escritura de la historia.
El cuestionamiento de la escritura de la historia, como la política
del texto de Gutiérrez, ha sido enfatizado por las lecturas que tanto
Víctor Vich como Verónica Salles-Reese ofrecen de la novelad Asimismo, la exploración de la figura de Santiago Osambella y su significación en el contexto de una logia garcilasista es uno de los aspectos más interesantes del texto, que estos críticos analizan con acierto. En mi análisis, me interesa enfocar la ficcionalización en torno a
Blas Valera, el punto central de las operaciones críticas del texto de
Gutiérrez en contra de la historia oficial peruana. Dice el narrador
que Carlos Araníbar, en las notas a su edición a los Comentarios,
desarrolla una tesis "implícita o finalmente sugerida" (20) de la relación entre el Inca Garcilaso y la Compañía de Jesús. No se trataría
de una amistad, sino de una "discreta tutoría y aún más discreta supen/isión de sus escritos" (20) por parte de la Orden. En sus "brillantes Notas" (sic), según califica el narrador al trabajo de Araníbar, éste
plantea una conclusión: a través de la obra de Garcilaso la Orden
pudo "expresar su pensamiento político pedagógico que en última
instancia tenía que ver con la dominación de los indios" (20). ¿Cuál
es el alcance de la imaginación novelesca del narrador de Gutiérrez?
Por lo menos, no está en la relación del Inca con la Compañía de
Jesús y en las consecuencias que de allí se derivan en torno a Blas
Valera. Y si bien dice, con ánimo retórico, que expone con "demasiada crudeza y tal vez con excesiva libertad" la tesis de Araníbar, lo
cierto es que este último es también bastante explícito:
[...] La muerte de Valera en 1598 anuló cualquier proyecto y la Orden,
siempre celosa con sus documentos, cedió los documentos del chachapoyano [Valera] a Garcilaso, con los que pudo dar mano a su proyecto de
componer una historia de los Incas [...] a juzgar por el trato que dispensa a
la Compañía de Jesús es de presumir que el cronista aceptó, junto con los
papeles rotos de Valera, el consejo prudente y la guía de algunos mentores jesuítas. Y que entre estos y Garcilaso había convergencias ideológicas de fondo que hicieron posible incluir mucho de la óptica y pedagogía
política de la Compañía en la acabada creación literaria que son los Comentarios reaies (786).
Aparte de algunas marcas gramaticales que aseguran una narración condicional, las notas de Araníbar no soslayan para nada una
tesis, sino, al contrario, la presentan de manera explícita. Consciente
LA FICCIÓN GARCILASISTA: EL INCA EN LA NARRATIVA PERUANA
139
de este desarrollo, el mismo Araníbar, añade: "A estas alturas, al lector paciente y crítico pueden haberle hastiado tanta conjetura, tantos
'quizás' [...] Deséchelos sin más, porque no han afectado para nada
la fidelidad en la presentación del texto de los Comentarios reales"
(786). Ahora bien, si seguimos la clasificación que Araníbar hace de
los Comentarios -los llama "acabada creación literaria", haciendo
eco también de Menéndez Pelayo-, la presencia de Blas Valera como verdadero autor no tiene la contundencia que podría tener como
crítica si consideremos a los Comentarios un texto literario. En el terreno literario, las prácticas intertextuales, así como el palimpsesto
son elementos comunes en la configuración de la textualidad novelesca desde el nacimiento del género. La condición para una deconstrucción de la historia y sus mitos es que los Comentarios se
continúen manteniendo en el terreno de la historia y de sus prácticas
disciplinarias. Para poder cuestionar la historia, la discusión sobre
Garcilaso debe situarse en la historia más que en la literatura. Con
ese objetivo, Gutiérrez enuncia el campo interpretativo en que se
ubica la obra del Inca, pero sin abandonar su posición de novelista
que lo cubre como un paraguas. Por ejemplo, al referirse al tema
Blas Valera, dirá que no retoma la postura de González de la Rosa
contra Riva Agüero, sino se basa en las conjeturas de Araníbar. Pero
si bien la "tesis" de Araníbar no es tan gruesa como la del historiador
de comienzos del siglo XX, su propuesta se inscribe como parte de
una polémica iniciada por González de la Rosa dentro del campo
hispanista. Araníbar no considera para nada el subtexto andino, que
Mazzotti ha identificado muy bien en los Comentarios, sino sitúa su
discusión dentro del "paradigma garcilasista", mostrando una variante que quizá podríamos considerar herética, pero determinada
por las coordenadas interpretativas del campo de los historiadores.
De esta forma. Poderes secretos asegura su discusión con la historia, aunque a la vez pide ser llamada literatura. Una forma de asegurar su lugar en la literatura es a través del rótulo "novela" y de la reflexión metaficcional acerca de la novela: "Como es usual en las novelas de suspenso he empezado con las circunstancias que configuran un enigma: la pérdida de un manuscrito [...] Ahora se impone
saber algo del remoto Blas Valera" (Gutiérrez 27-28)^. Revisemos el
caso del "remoto" Blas Valera.
Una de las partes más flojas, en términos de esa discusión con la
historia, pero fundamental para construir el enigma de la novela de
Gutiérrez es la correspondiente a la biografía del mestizo jesuita Blas
Valera. Cuestión que se explica, si consideramos que el artículo biográfico de Borja de Medina sobre Blas Valera recién se publica en
1999 y la biografía de Sabine Hyland, The Jesuit and the Incas: The
140
ENRIQUE CORTEZ
Extraordinary Life of Padre Bias Valera, S.J., se publicó en 2003^°. A
la luz de ambos textos la reconstrucción ficcionai de Gutiérrez plantea algunos problemas por considerar. En primer lugar, la época del
nacimiento del jesuita es imprecisa, entre 1545-1550 indica el narrador, y la muerte ofrece igual imprecisión. Málaga o Valladolid, 1597 o
1598. La fuente de esta cronología biográfica es Araníbar otra vez,
de modo que las "brillantes Notas" alejan, en este caso, al novelista
del acierto cronológico. Sin embargo, por la época en que Araníbar
publica su edición, acompañado de su glosario conspiratorio, circulaba el artículo de Enrique Fernández García "Blas Valera es el 'Jesuita anónimo'", con importantes noticias sobre su biografía". Este
tema, sin embargo, es el de menos importancia. El mestizo que nació en San Juan de la Frontera de Chachapoyas en 1545 y murió en
Málaga el 2 de abril de 1597 (Borja Medina 232 y 262), es presentado en Poderes secretos como víctima de los prejuicios y humillaciones de su época, porque entonces "empezando por el virrey Toledo
y el propio P. Acosta de la Qrden jesuita, había oposición a admitir el
ordenamiento de sacerdotes indios y mestizos" (Gutiérrez 28). Esta
afirmación, que asegura el contexto de época de la narración ficcionai, no es muy exacta. Como explica Borja Medina es recién a partir
de 1583 que empieza el acoso contra Blas Valera por parte de los
rectores de Potosí, Juan Sebastián de la Parra y, de Lima, Juan de
Atienza. La razón por la que se le disciplina según algunos informes
es por su conducta en materia de honestidad (237). Esta sanción coincide con una etapa de endurecimiento de las políticas de la Orden
en relación a los mestizos y los nuevos conversos, judíos y moros,
que caracterizó el generalato de Claudio Acquaviva, entre 1581 y
1615 (229). En este contexto, el "caso Blas Valera se puede inscribir,
a mi juicio, en la compleja problemática, ajena al espíritu y la letra de
Ignacio de Loyola, que se desarrolló en el seno de la Compañía de
Jesús durante el dilatado generalato de Acquaviva" (Borja de Medina
230). Al contrario, durante el generalato anterior, correspondiente al
General Everardo Mercurián, la suerte de Valera fue otra y se expresa de manera inmejorable en la relación epistolar que tuvo Valera
con el General de la Qrden, donde el jesuita mestizo informó a la autoridad sobre sus trabajos históricos y la evangelización de los indios. Borja de Medina, recoge una carta, fechada en Roma el 25 de
febrero de 1580, donde Mercurián alienta el trabajo de Valera:
"Heme alegrado con las buenas nuevas que V.R. me escribe de todo
lo que ha visto en la residencia de Juli, y la aplicación que los Nuestros tienen a deprender las lenguas, siendo cosa tan necessaria para
alcanzar el fin que la Compañía pretende en esas partes [...] Serme
ha muy grata la relación que V.R. escribe está haziendo del sucesso
LA FICCIÓN GARCILASISTA: EL INCA EN LA NARRATIVA PERUANA
141
de la predicación evangélica en essos Reinos y la aguardo con mucho deseo" (235).
Con esta misiva no pretendo negar que hubiera políticas excluyentes contra los indios y sus descendientes durante la época en
que Blas Valera se hizo sacerdote, pero sí quiero matizar que dentro
de la misma Qrden hubo tensiones y polémicas sobre este tema que
explican el hecho de que una vez que el mestizo estuvo en España,
como documenta Borja Medina, el provincial Cristóbal Méndez suspendió la orden de prisión en su contra y le encargó la enseñanza de
las clases de humanidades en el Colegio de Cádiz (257). La zona andaluza, además, dada su composición cultural, fue la más reacia a
poner en práctica las duras medidas que Acquaviva había dispuesto
contra los cristianos problemáticos y, en específico, contra Valera
(255-56).
Gutiérrez, asimismo, afirma que la oposición a admitir mestizos
en la estructura clerical provino también del autor de la Historia natural y morai de las Indias, José de Acosta. Se trata de otro dato inexacto porque, al contrario, fue Acosta quien abogó en 1578 ante el
General Mercurián para que no se traslade a Valera del Cuzco a Potosí, ya que los indígenas lo reclamaban y se sentían cómodos con
él (Borja de Medina 237) y es también, el mismo Acosta, que en el
año 1583, dirá en un informe judicial sobre la posibilidad de admitir
mestizos en el sacerdocio:
[...] aunque en algunos ha visto algunas malas costumbres e siniestros, en
otros ha hallado mucha virtud, y en especial ser muy útiles para doctrinar a
los indios por saber muy bien su lengua, e que los indios les dan mucho
crédito e les tienen affición [...] algunos de los dichos mestizos sacerdotes
an ayudado muy bien e con su diligencia an hecho muy buenas traducciones en las lenguas del Cusco e aymara, y dellos son dos de la Compañía
de Jesús, que son los padres Blas Baiera y Bartolomé Santiago (citado por
Borja de Medina 240).
Me detengo en este punto porque, en caso contrario, la revisión
de los datos con los que Gutiérrez construye una narrativa biográfica
para Blas Valera se extendería demasiado. Creo que el primer problema a la hora de figurar una conspiración por parte de la Compañía
de Jesús en relación a sus presuntos escribas, que tanto Araníbar
como Gutiérrez formulan, es imaginarle una unidad ideológica que,
por lo menos en la época de Blas Valera y el Inca Garcilaso, la Compañía nunca tuvo. De hecho, al hablar de las políticas de la Qrden
conviene hacerlo en términos de heterogeneidad, tensión y polémica. Paradójicamente, lo que tenemos con los "datos" que Gutiérrez
toma de Araníbar, es un resultado inverso a sus objetivos: en lugar
de consolidar una figura de contrapeso al Inca Garcilaso, estos da-
142
ENRIQUE CORTEZ
tos deconstruyen la figura misma de Blas Valera, quedando de este
modo Poderes secretos sin ofrecer un real elemento desmitificador
de la historiografía peruana que hace del Inca Garcilaso su símbolo
más notable.
¿Qué nos queda entonces? La ficción de una desmitificación. Pero tal ficción no es poco; es, de hecho, un camino que desde la literatura muestra cómo es posible desarrollar una narrativa crítica para
la historia, en los términos de una metodología para la lectura. Nos
queda también una ficción lograda que hace del juego metatextual
un ejercicio saludable de reflexión sobre el campo intelectual y sus
"secretos" de reproducción del poder. Permanece, asimismo, una
reflexión sobre el mestizaje conducida por la figura de Blas Valera
desde la perspectiva de la victimización que contrasta de manera
frontal con el Inca, escritor exitoso, de la Generación del Novecientos. Gutiérrez, en una lectura atenta de la problemática del mestizaje,
ha situado la discusión sobre lo mestizo en la primera parte de su
novela, en los términos del tratamiento que Cornejo Polar ofrece sobre el tema. Para Cornejo Polar el uso de Garcilaso como divisa ideológica del hispanismo supuso "imaginar la nación armónica", a partir de una concepción de homogeneidad cultural en la sociedad y
cultura peruana, y que en el caso de su mestizaje no sólo insiste "en
la convergencia pacífica y constructiva de las dos 'razas' que entraron en contacto con la Conquista, sino que sustituye el significado
bélico de esta palabra para expresar con ella la fusión amorosa de
ambas" (104). El cuestionamiento de esta idea de mestizaje, que el
crítico califica como aristócrata, conducirá tanto a un rechazo de la
noción de mestizaje en su trabajo como a la propuesta de nuevas
categorías para pensar la producción cultural andina, como ocurre
en la noción de un sujeto migrante que se construye en la heterogeneidad culturar^. Por su parte, Gutiérrez, igualmente denuncia este
mestizaje y su texto enfatiza el carácter tenso y conflictivo entre discursos aparentemente inamovibles en un espacio intelectual. De
cierto modo, gracias a su desinformación biográfica sobre Blas Valera, Gutiérrez logra construir un enigma que le permite atisbar la manera en que se construyen los imaginarios nacionales. A diferencia
del Inca, donde la sobreabundancia de documentación, según apunta el novelista, conspira contra la imaginación del escritor, en el caso
de Valera la escasez de ésta conspira contra el alcance de la intervención del texto en su diálogo con la historia. Con todo, el rótulo de
novela salva el esfuerzo de Gutiérrez dentro de las seguridades intelectuales de la figuración literaria, sea esta metafórica o alegórica,
aun cuando en cierto sentido el intento de Poderes secretos haya
sido proponer un argumento con validez histórica.
LA FICCIÓN GARCILASISTA: EL INCA EN U\ NARRATIVA PERUANA
143
Reflexiones finales
Quiero volver otra vez, al final de estas páginas, a la importancia
del diálogo entre la investigación biográfica y la producción del corpus garcilasista brevemente analizado en este artículo. Creo que una
de las conclusiones más obvias tiene que ver con el alcance de la
imaginación literaria en el caso de Inca Garcilaso, delimitada más de
lo que uno podría pensar a los marcos de la investigación biográfica.
Esta constatación, invita a pensar en el significado de una recepción
biográfica sobre el mestizo cuzqueño, como un espacio en proceso
y disputa a lo largo del siglo XX. Uno de los ejes para recorrer ese
campo de investigación y escritura, sea literaria o histórica, es el
mestizaje. La vida del Inca aparece de esta forma como una idea
histórica, en donde volver a organizar los datos existentes sobre su
vida tiene el sentido de una intervención en la vida cultural y política
actual del intérprete. Esta intervención se muestra clara sobre todo
en las ficciones tanto de Carrillo como de Gutiérrez, donde abordar
la cuestión del mestizaje permite al primero recuperar la experiencia
mestiza del Inca como un momento inadecuadamente clausurado
bajo la perspectiva armónica y aristocrática de la Generación del
Novecientos. El Inca de Carrillo vuelve a plantear la experiencia
histórica del mestizo cuzqueño como un espacio insuficientemente
teorizado y menos narrado, donde es posible situar preguntas no resueltas por los proyectos de historia y literatura nacionales. Por su
parte, el texto de Gutiérrez enfrenta el modelo de mestizaje prestigiado de Garcilaso con una versión victimizada que encarna en su
narración biográfica de Blas Valera. Lo cierto es que mientras Carrillo
ficcionaliza lugares seguros de la investigación biográfica, el texto de
Gutiérrez pretende entrar en una discusión más en el terreno de la
historia, cuestionando la validez de los datos y el sentido de su investigación. El resultado, que el escritor denomina novela, se me
plantea bastante ambiguo porque al tiempo que traza de manera impecable el sentido conflictivo de un campo intelectual, se apoya en
datos historiográficos no muy confiables, desfigurando la construcción de un mestizaje victimizado que logre imponerse al simbolismo
del Inca como renacentista y primer peruano. Sin embargo, lo importante está en el trayecto deconstructivo que Gutiérrez traza en su
texto. Poderes secretos, a través de un camino también marcadamente biográfico como es narrar la vida del otro cronista mestizo,
expone una opción, antes que histórica, tropológlca. Esta versión
contrasta con la figuración exitosa del mestizo cuzqueño y permite
pensar en el sentido complejo y heterogéneo de la experiencia mestiza.
144
ENRIQUE CORTEZ
NOTAS:
1.
2.
3.
4.
5.
Una primera versión de este texto fornnó parte de la mesa de homenaje por los
400 años de los Comentarios reales en el XXVIII Congreso de LASA en Rio de
Janeiro, 2009. Agradezco a José Antonio Mazzotti, quien organizó la mesa sobre el Inca, por aceptar la entonces ponencia, y a los asistentes por sus comentarios y observaciones. Igualmente, quiero agradecer a Verónica SallesReese por la primera lectura de este texto y sus precisas observaciones, varias
de ellas recogidas en esta versión final.
La ficción garcilasista se plantea, en mi lectura, como un fenómeno situado a
lo largo del siglo XX peruano y en discusión con algunos planteamientos centrales sobre la identidad y la nación peruana en este lapso, como lo mostraré a
lo largo de este artículo. Esto, sin embargo, no significa que se trate de una
temática concluida. Al contrario, como lo documenta, el cuento publicado en
2007 por Selenco Vega Jácome ("El mestizo de las Alpujarras"), la ficción garcilasista se muestra saludable y en expansión, pero el eje continúa siendo (por
lo menos en este cuento) la discusión con algunos aspectos de la investigación biográfica.
La primera psicobiografía. Memoria dei bien perdido. Conflicto, identidad y
nostalgia en el Inca Garcilaso de la Vega de Max Hernández, recién vio luz en
1991. En 1939 encontramos ya un Garcilaso-iní<a. 12 de abrii de 1539 - 24 de
abrii de 1616 (ensayo sico-histórico) de Carlos Daniel Valcárcel, que a pesar
del titulo no tiene nada de psicología ni psicoanálisis y más bien es un texto
bastante apegado al discurso histórico.
La Historia de la poesía hispano-americana fue organizada con todos los textos introductorios a los autores seleccionados para la Antología de poetas hispano-americanos que Menéndez Pelayo preparó para la Real Academia Española ese mismo año de 1893. De manera que lo que tenemos realmente es
una duplicación de los textos de Menéndez Pelayo, de modo que cuando me
refiera a la Historia me estaré refiriendo igualmente a la Antología. Este carácter repetitivo marca las opiniones del filólogo español sobre el Inca: así las
páginas dedicadas a Garcilaso en la primera edición de los Orígenes de la novela de 1905 son idénticas en contenido de la redacción de la Historia de
1893. Los cambios introducidos para la edición de la Historia de 1913, donde
modera su opinión sobre el valor histórico del Inca Garcilaso y reconoce el
aporte de Riva Agüero, es un agregado en la redacción de 1893, bajo la forma
de un nuevo párrafo y un pie de página. Estos cambios también serán incluidos desde la segunda edición de los Orígenes.
Se trata de una biografía que se hizo en el camino: publicada por primera vez
en Lima en 1945 (hay una edición madrileña de este texto de 1948), fue
reelaborada del todo para la segunda edición que apareció en Madrid 1971.
Esta edición se ha mejorado para la última y definitiva que apareció en Lima en
1994. En el mundo anglosajón, circula mejor la excelente biografía de John
Grier Varner, El inca. The Life and Times of Garciiaso de la Vega, texto
difícilmente consultado por Carrillo o Gutiérrez.
LA FICCIÓN GARCILASISTA: EL INCA EN LA NARRATIVA PERUANA
145
6. Todas mis citas de Garcia Calderón corresponden a la introducción de dicha
selección, publicada por separado en un volumen editado por César Toro
Montalvo en 1989, Los garcilasistas.
7. Sobre Loayza ver el número especial dedicado por el suplemento Identidades
56: http://www.elperuano.com.pe/identidades/56/indice.asp
8. Para Vich, Poderes secretos "deconstruye sin piedad los métodos tradicionales para escribir la historia" (146). Esta deconstrucción tiene varios
frentes: en relación con la historiografía, el narrador presenta una noción de
historia que actúa en el presente, reproduciendo formas de dominación. Ya no
se trata de un saber; la historia es poder. Gutiérrez, para Vich, propondrá a la
imaginación, esto es, a la literatura, tanto sustituto de la historia como su más
plena realización (146), tema que hace eco de la oposición aristotélica entre
poesía e historia. Desde una perspectiva latinoamericana, para Salles-Reese,
Poderes secretos es una respuesta a una crisis de los imaginarios nacionales
"que nace del fracaso de ficciones nacionales ya insostenibles a fines del siglo
XX [...] llenando a través de ficciones aquellos silencios y vacios que se
encuentran en la historia oficial y otras apuntando el carácter ficticio de la
historia, cuestionándole sus pretensiones de objetividad y verdad" (142).
Poderes secretos, aparece así como una ficción antifundacional y es
clasificada dentro de la Novísima Novela Histórica (entendida por la autora en
oposición a la Nueva Novela Histórica de Menton) porque "paradójicamente es
no-histórica y es precisamente en ello en lo que radica su importancia y
vitalidad" (142).
9. Vich, atento al carácter fronterizo del texto de Gutiérrez, prefiere un término
como "trabajo" en lugar de novela: "Utilizo la palabra 'trabajo' para designar el
mencionado libro puesto que resulta difícil decidir si estamos (o no) frente a un
texto concluido, o si se trata (o no) de una novela en el sentido más convencional de la palabra" (142). En cambio, Salles-Reese, no duda en llamar novela
a este texto, pero reconociendo la potencialidad del proyecto que "arrasa con
todas las fronteras genéricas canónicas: su texto es simultáneamente ensayo,
novela, testimonio, poética, crítica literaria y, al mismo tiempo, parodia de todos estos géneros" (147). En mi lectura, lejos de resolver ese enigma, asumo
la ambigüedad genérica del texto de Gutiérrez como un hecho que le permite
desarrollar un argumento de discusión histórica (con resultados poco auspiciosos en términos de las exigencias de la historia), pero sin perder los beneficios de la licencia poética.
10. Esta reciente biografía no ofrece muy serios resultados, en la medida en que la
autora sostiene sus hipótesis en el polémico Manuscrito de Ñapóles. Al respecto, Pedro Guibovich en una reseña aparecida en Hispanic American Historical Review ha mostrado lo falaz de apoyar un acercamiento critico en documentos cuestionados.
11. Gutiérrez, por su parte, pudo tener a su disposición la introducción de Henrique Urbano a la edición de la Reiación de ias costumbres antiguas de los naturaies dei Perú, aparecida en 1992, donde hay noticias más confiables sobre
Blas Valera que en el glosario de Aranibar.
146
ENRIQUE CORTEZ
12. Para una lectura amplia de la crítica de Cornejo Polar al mestizaje como divisa
ideológica de la Generación del Novecientos ver mi artículo "Writing the Mestizo: José María Arguedas as Ethnographer".
BIBLIOGRAFÍA:
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2002.
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Díaz Quiñones, Arcadio. Sobre los principios. Los intelectuales caribeños y la tradición. Buenos Aires: Universidad Nacional de Quilmes, 2006.
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LA FICCIÓN GARCILASISTA: EL INCA EN LA NARRATIVA PERUANA
147
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