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LIBRO DE LA EXPERIENCIA Ángela de Foligno Edición y traducción del latín de Pablo García Acosta Título original: Memoriale En cubierta: Omne Bonum, ms. Royal 6 E.VI, f.15r (British Library, c. 1360-c. 1375) En el interior: Detalle de una vidriera. Fotografía de Fr. Gerhard Ruf, OFMConv © Archivio fotografico del Sacro Convento di S. Francesco in Assisi, Italia Colección dirigida por Victoria Cirlot © De la edición, introducción, traducción y notas, Pablo García Acosta, 2014 © Ediciones Siruela, S. A., 2004, 2014 c/ Almagro 25, ppal. dcha. 28010 Madrid. Tel.: + 34 91 355 57 20 Fax: + 34 91 355 22 01 Todos los derechos reservados. Cualquier forma de reproducción, distribución, comunicación pública o transformación de esta obra solo puede ser realizada con la autorización de sus titulares, salvo excepción prevista por la ley. Diríjase a CEDRO (Centro Español de Derechos Reprográficos, www.cedro.org) si necesita fotocopiar o escanear algún fragmento de esta obra. ISBN DIGITAL: 978-84-16120-20-8 Conversión al formato digital: caurina.com www.siruela.com para Olga Tota vita tua et comedere et bibere et dormire et omne tuum mihi placet. Libro de la experiencia Contenido Portadilla Créditos Dedicatoria y cita Introducción Nota a la presente edición Libro de la experiencia Aprobación Prólogo Capítulo I. Primeros veinte pasos de la beata Ángela en su vía de penitencia y perfección espiritual Capítulo II. Explicaciones del hermano escritor sobre la división, motivación y verdad del Libro de la Experiencia Capítulo III. Primer paso suplementario (continuación del vigésimo) Capítulo IV. Segundo paso suplementario (o vigesimoprimero) Capítulo V. Tercer paso suplementario Capítulo VI. Cuarto paso suplementario Capítulo VII. Quinto paso suplementario Capítulo VIII. Sexto paso suplementario Capítulo IX. Séptimo paso suplementario Epílogo del hermano escritor que confirma la veracidad de toda la transcripción El Tránsito Bibliografía Notas Introducción 1. Qué es el Libro de la experiencia … comencé a escribir a la ligera y de manera negligente, casi como unos apuntes que me ayudaran después a recordar [quasi pro quodam mihi memoriali ], en una hoja pequeñita, ya que pensaba escribir poco. Sin embargo poco tiempo después de que empezáramos con el dictado le fue revelado a la fiel de Cristo que yo tenía que escribir lo que me decía no en una hoja pequeñita, sino en un gran cuaderno. El autor de estas líneas es el hermano A.1, transcriptor y traductor de las vivencias de una mujer que nosotros nos hemos acostumbrado a nombrar Ángela de Foligno, pero que en su tierra y en su tiempo, el valle de Espoleto en la Umbría de la segunda mitad del siglo XIII, era más conocida como Lella, abreviatura de Angelella, Angelita2. El pasaje explica cómo una serie de notas tomadas a vuela pluma se convierten en la delicada transcripción de un dictado que, día tras día, terminaría conformando el libro que tenemos entre las manos. La función de esta escritura, en principio entendida como mero aide-mémoire, da a esta obra su título tradicional de Memoriale y la enclava en la necesidad del recuerdo: el recuerdo de la voz de Ángela, que relata en su umbro materno al hermano A., su confesor y pariente, la experiencia de la divinidad que la invade3. La tremenda difusión de este libro a través del tiempo alcanza a las vanguardias del siglo xx y constituye la pieza central de la producción vinculada a Ángela, a la que se suele añadir las Instructiones, una recolección de escritos sapienciales de atribución dudosa4. Nosotros aquí, bajo la rúbrica de El libro de la experiencia, hemos optado por traducir tan solo el texto del Memoriale tomando su título de una tradición plenamente medieval reactivada por Giovanni Pozzi: esta potencia el sentido de las palabras que abren el prólogo –«Vere fidelium experientia probat, perspicit et contrectat…»5–, proponiendo que el núcleo del libro es la «historia interior» de Ángela entendida como experiencia narrativizada. En efecto, tal y como relata nuestro texto, ella vivió a la divinidad literalmente y pudo probarla, verla y tocarla en las formas del cuerpo de Cristo6. La aparición de este tercer actor –la divinidad encarnada, posiblemente erótica– cierra el reparto de la obra: Dios se comunica con Ángela, ella dicta al hermano A. y este escribe su memoria. Y es que las palabras de Ángela componen uno de los relatos más complejos y completos de una experiencia mística que nos ha dado la literatura medieval. Fijémonos en que el Libro se plantea como una suerte de autobiografía dictada7 en la que la más absoluta cotidianeidad –Ángela lavando lechugas en su casa, Ángela cuidando a leprosos en un hospital, Ángela con su compañera en el camino– convive con la narración de una verdadera historia de sutiles transformaciones psicológicas expresadas mediante un amplio vocabulario cognitivo: entendere, considerare o contemplare son los verbos que estructuran la trama de nuestra obra y que nos dan la posibilidad de sondear una mente de acuerdo con los parámetros del siglo XIII. Así, el escrito del hermano A. puede ser visto como una de las primeras codificaciones europeas de una voz femenina que se interpreta y se narrativiza a sí misma, que habla de las mutaciones –el término es propio de la obra– que le ocurren por dentro. En todo caso, para comprender correctamente cómo se articulan los papeles y las voces del trío Dios-Ángela-hermano A., debemos remitirnos a las escenas del Libro en las que se introduce la génesis de este texto y su proceso de creación, fijando así un marco interpretativo que nos permita plantear ciertas cuestiones de importancia. Al principio debemos imaginar una escena nuclear: Ángela y el monje están sentados en un banco de la iglesia de Foligno. Ella es familiar suya: sus hijos, su marido y su madre han muerto y ella ha decidido hacerse terciaria, esto es, hermana laica de la Orden de San Francisco. Para abrazar la pobreza absoluta predicada por el loco de Asís se ha deshecho de casi la totalidad de sus propiedades, quedándose solamente con una casa en la que reside junto a una compañera dedicada a la vida de penitencia, a vivir la pobreza voluntaria, a buscar a Dios. Antes de comenzar con estas conversaciones en la iglesia había peregrinado a Asís y fue poco después de llegar a la basílica de San Francisco cuando desagradablemente retomó el contacto con el hermano A., entonces monje de aquel convento: este la vio tirada a la entrada del templo ante una vidriera en la que se representaba a Jesús abrazando a Francisco, gritando desgarradamente: «Amor no conocido, y por qué y por qué y por qué»8. El hermano A. confiesa que no podía creer lo que veía, que primero se avergonzó y después se llenó de ira, que mandó llamar a los compañeros de peregrinación de Ángela y que les prohibió que volvieran a acompañar a quien así se estaba comportando en un lugar sagrado. Pasados los días, sin embargo, decide encaminarse a Foligno –algo le habría pasado a Ángela para hacer aquello–, la encuentra y empieza a interrogarla. Lo que ella le revela es tan excesivo que decide comenzar a escribirlo en latín, para no olvidar: Ángela le dice que durante su peregrinación a Asís entró en comunicación directa con Dios, que este le había hablado y que le había abandonado al entrar por segunda vez en la basílica. Y que por eso había gritado. Esta imagen de Ángela susurrando durante días al fraile es central en la construcción de nuestro imaginario alrededor del Libro pues, como decimos, que la voz de una mujer constituya su médula es básico: hace ya unos años Jaques Dalarun amasó cierta fama al poner en duda la existencia histórica de Ángela, afirmando que todo podía deberse a una construcción literaria, ya que no existía un solo documento que probase que en el Foligno bajomedieval viviera una viuda en olor de santidad que fuese considerada por sus contemporáneos como maestra de teólogos9. Actualmente, gracias a los estudiosos que llevan generaciones agotando los archivos locales en busca de documentos que enlacen a la Ángela de nuestro texto con la existencia real –entendiendo por esto histórica–, los resultados existen10. En todo caso, a la discutible escasez de documentos que sigue alimentando a los escépticos debemos sumarle, por supuesto, la ambigüedad interpretativa que implica la mayoría de textos medievales, en los que la diferenciación de los planos simbólico e histórico queda desdibujada11. En nuestro texto el primero de estos elementos es, sin duda, el propio nombre de la protagonista, que casi con seguridad no obedece tanto a un primer bautizo católico como a uno posterior franciscano. En la imagen del mundo medieval el ángel alude a los seres que en la jerarquía de la creación se encuentran más cercanos a Dios: es el ser al que se le permite contemplarlo, laudarlo y entenderlo durante toda la eternidad12. En este sentido, Ángela hace referencia a la mujer seráfica, al humano que es traspasado por el entedimiento-amor divino y que puede comunicarlo a los demás fieles. De ahí proviene su magisterio, que vemos realizarse en ciertos momentos del Libro cuando, por ejemplo, el hermano A. acude a ella para que resuelva delicadas cuestiones de teología tradicionalmente reservadas a los clérigos13. Por otro lado, a diferencia de los ángeles, la folignate posee un cuerpo: sus visiones, sus revelaciones y sus alocuciones revisten un carácter somático y, como veremos más adelante, la vía de perfeccionamiento espiritual que compone su libro culmina en una cierta indiferenciación entre ella y la divinidad. El concepto que subyace tras esta transformación suprema que iguala su voluntad con la de Dios es el de theosis o divinización: delicada doctrina proveniente de las teologías orientales que en ocasiones similares acabó en acusación y condena por herejía14. En todo caso, como mujer-ángel, Ángela se considera no solo esposa de Cristo, sino mujer-Cristo, en el sentido de que la divinidad que habita su alma se ha adueñado de su voluntad entera. Este es solo un ejemplo de un aspecto interpretativo que siempre debemos tener en cuenta al leer nuestro relato, que está construido –por Ángela, por el hermano A.– para ser recibido por personas que puedan comprenderlo a varios niveles. Los momentos clave son múltiples y los comentaremos en las notas, pero por ahora a modo de ejemplo interroguémonos sobre lo siguiente: cuando Ángela habla del consuelo que sintió ante la muerte de su familia, ¿hasta qué punto no está traduciendo a términos vitales las palabras evangélicas de Mateo 10, 37-39, donde se entiende la renuncia a la familia de sangre como la adopción de la nueva comunidad de Jesús? O también, por ejemplo, cuando se desviste en la iglesia y camina desnuda hacia la cruz en la que pende el Cristo crucificado: ¿hasta qué punto quiere dar cuenta de un hecho histórico frente a una representación del adagio franciscano «nudus nudum Christum in cruce sequi», expresando así el compromiso de pobreza ante el Hijo o la consumación de un ritual esponsal?15 Los actos narrados en el libro de Ángela solo toman su sentido histórico cuando los colocamos en el contexto adecuado y este, en muchas ocasiones, además de literal es simbólico. En el siguiente apartado trazaremos, pues, un marco previo que nos permita acceder a los rasgos sociorreligiosos de este texto: acudamos al lugar en el que eclosionó la primera generación franciscana tras la muerte del juglar de Dios. 2. Los movimientos apostólicos en la Umbría sagrada Tres de los manuscritos más antiguos del Libro están encabezados por un paratexto, la «Testificatio» o «Aprobatio», que ha permitido deducir ciertas fechas clave sobre su composición, así como especular a qué tipo de ambientes podía estar vinculado. El inicio del texto de la Aprobación comienza así16: Quien tenga la ocasión de leer o ver estas palabras que por mí, indigno hermano menor, fueron recogidas de manera diligente y cuidadosa tal y como las dictó la sierva de Cristo, debe saber que ya han sido leídas y examinadas por el señor diácono cardenal Giacomo de la Colonna antes de sus desavenencias con el Sumo Pontífice [antequam cum Summo Pontifice in scandalum incideret] y por ocho famosos lectores. La mención de este desencuentro del cardenal Colonna con el Papa nos permite fijar una fecha de circulación del texto muy determinada: el sonado affaire Colonna, en el que el noble promovió la formación de un Concilio General con el que pretendía invalidar la elección de Bonifacio VIII. Los movimientos de esta intriga política tienen como punto de inflexión la publicación el 10 de mayo de 1297 de la bula papal In excelso throno, donde se excomulga al cardenal. El Libro, pues, habría sido escrito antes de esta fecha. Por otro lado, la mención de Colonna coloca la obra de Ángela – además de en una posición algo ambigua frente a lo que pretende «legalizar»– en medio de una red de influencias que la conectan de forma bastante directa con los denominados franciscanos espirituales17. Para entender qué incidencia tuvo el franciscanismo en la vida y escritos de Ángela y quiénes eran estos spirituali, debemos acercarnos a los llamados movimientos de religiosidad laica de la Baja Edad Media18. A mediados del siglo XIII nos encontramos en plena efusión del primer franciscanismo. El movimiento fundado por Francisco de Asís condensa los ideales religiosos que un gran número de fieles llevaba décadas, directa o indirectamente, reclamando a la iglesia institucional. Estos pretendían un retorno a la denominada vita apostolica, los modos de vida predicados por Jesucristo en los Evangelios y practicados por su grupo original de seguidores en los primeros años de expansión: a nadie se le escapaba que ciertas conductas que allí se promovían –en particular la práctica de la pobreza voluntaria, el despojamiento de todo lo terrenal en la búsqueda de Dios– chocaban con la realidad institucional del momento19. En este sentido, la vida apostólica condensa varios ideales, prácticas religiosas y modelos de vida común en torno a los cuales pivotan una serie de movimientos absolutamente revolucionarios que tuvieron un seguimiento masivo por toda Europa. Jacques de Vitry, viajero contemporáneo al boom mendicante y evidente admirador del fenómeno, describe así en su Historia orientalis a los hermanos que ve en los países mediterráneos20: Procuran con toda diligencia reproducir en su vida la religión, la pobreza y la humildad de la primitiva Iglesia, sorbiendo con sed y ardor espiritual las aguas puras de la fuente evangélica, que, por imitar más de cerca la vida apostólica, se empeñan por todos los medios en cumplir […]. El señor Papa les ha confirmado la Regla y les ha concedido poder predicar en todas las iglesias a las que llegan, después de obtenido por deferencia el consentimiento del prelado local. Son enviados a predicar de dos en dos, como precursores de la paz del Señor y de su segunda venida. Estos pobres de Cristo no llevan ni bolsa para el camino, ni alforjas, ni pan ni dinero en sus cintos. A ningún hermano de esta orden le está permitido poseer nada… Desde un punto de vista amplio podríamos afirmar que el franciscanismo no es otra cosa que la encarnación sudeuropea, orgánica y jerárquicamente aceptada, de una serie de ideales de vida que ya se estaban poniendo en práctica en Occidente al menos desde el siglo XII. Muchos han sido los estudiosos que han señalado que la absorción de la Orden de los Hermanos Menores por parte del papado –así como la de las demás órdenes mendicantes aceptadas como tales antes del IV Concilio de Letrán (1215)– fue una manera de dominar fuerzas vivas informadas por ideas que, en el fondo, atacaban de manera frontal el edificio eclesiástico21. La aprobación de la Regla a la que alude arriba Jacques de Vitry, junto a la oficialización de una vida del fundador de la orden que no diera lugar a equívocos sobre lo que se debían considerar prácticas aceptables, son dos intentos de dominar un movimiento potencialmente peligroso, abierto a la herejía, y de darle una salida bajo el control eclesial a las ansias penitenciales. En efecto, en el siglo XIII la denominada cuestión franciscana estaba lejos de aclararse, pues dentro de la misma orden existían diversas facciones que pretendían una lectura del mensaje de su fundador más verdadera que las otras. En la Umbría de Ángela, en particular, se libraba la batalla entre los franciscanos denominados espirituales (o zelanti) y aquellos conventuales (o relaxati)22. Los primeros, con líderes tan localizados como Ángelo Clareno (c. 1255-1337) o Ubertino da Casale (1259-c. 1338), pretendían un apego extremo al mensaje de Francisco promulgado en la Regla y en su Testamento, que fusionaban con los escritos proféticoapocalípticos del hereje Gioacchino da Fiore (c.1130-1202), en cuya visión de las tres etapas de la historia (aquellas del Padre, del Hijo y del Espíritu Santo) leían, según la fantástica síntesis de P. Lachance23: … que después de un período de trabajo, decadencia y tribulación, la Orden sería restaurada por un misterioso reformador que guiaría a los «nuevos» hermanos a un estado incluso mejor que el anterior. La fidelidad, pues, al ideal de pobreza evangélica predicado por s. Francisco, llamado alter Christus o «el ángel del sexto sello», portaría a su vez la reforma de la iglesia «carnal». Ello iniciaría una nueva iglesia «espiritual», una edad de contemplativos, que estaría acompañada de iluminaciones, éxtasis, profecías componentes necesarios del final de los tiempos. y visiones, Como podemos observar en la visión de Lachance, los espirituales pensaban en el advenimiento de Francisco como en el de un auténtico segundo mesías y en ellos mismos como un instrumento de reforma espiritual profunda que santificaría el mundo. Por supuesto, para gran parte de la jerarquía eclesiástica esta perspectiva era inaceptable: el papado, de forma más o menos abierta, condenaba tales doctrinas en medio de un brumoso y tenso clima de intriga política. En todo caso, a pesar de la existencia de fuertes indicios documentales que apuntan a la relación de Ángela con esta rama apocalíptica del franciscanismo –la Aprobación de Colonna o una famosa mención que hace Ubertino da Casale en su Arbor vitae crucifixae Iesu Christi que citaremos más adelante–, su lazo con los espirituales sigue siendo actualmente muy discutido24. Volviéndonos hacia los movimientos de religiosidad laica de una manera más amplia, podemos afirmar que la Umbría del siglo XIII era un campo de cultivo para formas alternativas de práctica religiosa que reubicaban a los fieles de Cristo en zonas liminares en las que la diferenciación entre los estados clerical y secular no quedaba demasiado clara25. En cierto sentido, esta vindicación del cristianismo primitivo permitió a los laicos acceder a formas de vida exentas de los rigores de una regla monacal y, en algunos casos, del control eclesiástico. Para las mujeres que adoptan este modus vivendi a la búsqueda de Dios los efectos secundarios son claros, ya que se desligan de los contextos restrictivos que la sociedad les había asignado –en la fórmula de Georges Duby «hijas, madres, viudas o monjas»– para buscar formas de vida nuevas que en el fondo terminarían potenciando su autonomía. Que existe un movimiento penitencial femenino de proporciones europeas queda claro en las famosas líneas en las que nuevamente Jacques de Vitry enumera, después de su largo y variado periplo, los nombres que se les da en diferentes países a laicas que practican la religiosidad de una manera inusitada: «…beguinas, como las denominan en Flandes y Brabante; o papalardes, como las llaman en Francia; o bizoche, según les dicen en Italia; coquennune, como les dicen en Teutonia»26. Las formas de vida de estas mujeres eran variadas: un modelo que se afianzó sobre todo en los Países Bajos fue el de la vida en comunidades semimonásticas de entorno urbano, que se financiaban con la venta de trabajos manufacturados27. Otro, muy común en la Italia central donde Ángela y su compañera convivían, era el encierro como vía ascética, como búsqueda propia de eremitas urbanas en un movimiento que ha sido descrito por Mario Sensi como «un eremitismo ciudadano, una especie de antimonacato»28. Así, la vida de incarcerate, cellate y murate –literalmente encarceladas, enceldadas y muradas– se normalizó en poblaciones relativamente pequeñas como Foligno29. El caso de Ángela, a pesar de que tiene rasgos que pueden apuntar a ciertos ejercicios penitenciales que la mantendrían reclusa durante un tiempo, es diferente. Ella pertenece a la tipología de mujeres que vivían in dominibus propiis, en sus propias casas, en ocasiones junto a una compañera que la ayudaba en sus quehaceres diarios, pero también en sus ejercicios ascéticos y en sus momentos críticos30. Varias escenas del Libro nos muestran su vida común en ciudades –por ejemplo, como voluntarias en un hospital de leprosos– o extramuros –andando libremente entre pueblo y pueblo–. Si orientamos este andar y lo convertimos en una peregrinación como la que llevaría a Ángela a Asís y a Roma, y le añadimos la ausencia de una regla aprobada, la oración prolongada, la pobreza voluntaria –que tenía como consecuencia principal la aceptación de la vida mendicante– y los ejercicios ascéticos continuos, tendremos, en opinión de Sensi31, el retrato de una penitente-tipo de la época. A ello debemos sumarle en el caso de Ángela su profesión como terciaria, que conllevaba la imitación de los modelos ejemplares de las vidas de Francisco y Clara de Asís recogidos en textos aprobados por el papado, en el arte de la época y, por descontado, en la tradición oral. En cierto sentido, seguir a Francisco o a Clara posee una relación directa con seguir a Cristo, núcleo de la devoción franciscana y modelo supremo de comportamiento32. Por supuesto una vida llevada en estos términos –y que además, tenía como fin principal el encuentro con Dios– dio lugar a experiencias de todo tipo que hoy en día homogeneizamos bajo el nombre genérico de «místicas»33: revelaciones de muy variado cariz se vieron potenciadas por modos de vida como el de Ángela y su compañera. No en vano, los siglos XII y xiv han sido denominados por Bernard McGinn como los del «florecer del misticismo», en gran parte por el surgimiento de estos nuevos modos de vida, pero también por la conquista de lo escrito por parte de las lenguas vulgares, hecho que nos ha permitido poseer una documentación inédita en otras épocas34. Intentar resumir en pocas líneas qué supuso tal conquista a nivel sociorreligioso sería un error; simplemente, pensemos en las ventajas que esto supuso para las clases laicas: traducción de textos que antes eran difícilmente accesibles, lecturas en lengua vulgar en un entorno individual o grupal, mayor acceso a la escritura fuera de contextos clericales... Dentro de los movimientos religiosos femeninos que estamos describiendo, la escritura se presenta como un espacio privilegiado tanto para cantar a la divinidad como para contar vivencias amorosas relacionadas con ella. En los escritos de las «trovadoras de Dios» nos encontramos con una mezcla característica de prosa y, súbitamente, versos preñados de aliento lírico que, por ejemplo en el caso de las laudas de Ángela, constituían la letra de canciones35. En todo caso, el documento que citamos al principio de este apartado, la Aprobación que encabeza algunos de los códices más antiguos del Libro, constituye un aviso de que su contenido podía ser considerado peligroso bajo ciertas miradas36. Se ha discutido qué función real tenían este tipo de paratextos y una de las hipótesis es que servían como validación autorizada de una revelación femenina37. Dentro del marco de una religión institucional como el catolicismo, las revelaciones escritas son siempre delicadas, pues conforman experiencias nuevas e íntimas de la divinidad, cuya validez, significación o interpretación a nivel teológico-doctrinal puede chocar con lo que en ese momento se considera ortodoxo. Dentro de los movimientos de religiosidad laica medievales –sobre todo en sus ramificaciones femeninas–, nos encontramos con experiencias extremas de lo divino potenciadas a través de prácticas devocionales continuadas o ejercicios ascéticos. Son, como decimos, vivencias trascendentes que en muchas ocasiones no pasan por filtros ortodoxos y que, por tanto, pueden exceder lo que el poder eclesiástico está dispuesto a aceptar, tanto en su seno como en sus márgenes. Por ejemplo, leemos en el Libro de Ángela38: Uno de los modos es que [Dios] se presenta íntimamente en mi alma. Y entonces entiendo que él está presente, y entiendo cómo está presente en toda criatura o en toda cosa que tiene ser: en el demonio, en el buen ángel, en el Infierno, en el Paraíso, en el adulterio, en el homicidio y en las buenas obras, y en toda cosa existente o que tenga de alguna manera ser, tanto en las cosas bellas como en las repulsivas. En este sentido, dentro de los movimientos penitenciales bajomedievales se dieron casos como el de la beguina de Valenciennes Marguerite dicta Porete, condenada y quemada en París por la difusión de un libro cuyas doctrinas sirvieron al papado para individuar lo que a posteriori se llamaría el movimiento del Libre Espíritu. Algunas de las imágenes y fórmulas que enuncia Ángela en su Libro se acercan peligrosamente a las de este «movimiento herético» que, de hecho, partía de las mismas bases ideológicas y prácticas39. El siglo xx fue desenterrando poco a poco los textos de lo que hoy sabemos que es una tradición con rasgos parejos: la denominada «tradición silenciada», que a su vez está directamente relacionada con el acceso de las mujeres al mundo letrado y con él a la posibilidad de comunicar sus experiencias40. Paradójicamente, el relativo mutismo bajo el que la historia ha tapado estas obras contrasta con la vida de estas mujeres, que Michel Cazenave ha llamado «místicas salvajes», dado el carácter brutal que desde una óptica contemporánea tenían muchas de sus vivencias41. 3. La composición del Libro o cómo imaginar una voz Siguiendo algunas de nuestras afirmaciones del apartado anterior, sabemos que gran parte del valor que se le otorga al Libro está basado en la posibilidad de que de alguna forma contenga, valga la paradoja, la voz escrita y autobiográfica de una mujer del siglo XIII. Realmente la cuestión de si podemos hallar de alguna manera a Ángela bajo la intrincada maraña de códigos, transcripciones, traducciones y retraducciones que construyen su obra se mezcla con una extraña trayectoria material que intentaremos aclarar en las siguientes páginas. Para comenzar debemos dejar claro que la cuestión a la que nos estamos refiriendo va más allá de las dudas emitidas por Dalarun sobre el valor documental del Memoriale42. Como también hemos apuntado en el apartado anterior, hoy por hoy existen numerosas razones que hacen verosímil la existencia de Ángela en los términos que encontramos en su Libro. A los documentos externos ya citados que la conectan con la realidad histórica de su tiempo –menciones documentadas, la aprobación de Giacomo de la Colonna o los papeles de archivo que nombran a Giliola como sirvienta en el leprosario43– habría que añadir ciertas marcas textuales, que si no confirman la vida de la terciaria, al menos, apuntan muy verosímilmente hacia ella. La primera son las repetidas intervenciones del hermano A. hablando de su cuidado al transcribir las palabras de la fiel de Cristo. Por ejemplo, al final del Libro, leemos44: Pero yo me esforzaba y ponía sus propias palabras, las que yo podía entender, no queriendo escribirlas después de alejarme de ella y no sabiendo después escribirlas por temor y recelo de que se me ocurriese poner a mí algo o una sola palabra que ella no hubiera dicho. Por lo que lo que escribí siempre se lo releí y repetí muchas veces, para que solamente se pudiesen leer sus propias palabras. Los testimonios de este tipo se reiteran a lo largo de la obra; es más, como veremos más adelante, en ocasiones el monje nos da la perspectiva de Ángela que, al escuchar las relecturas a las que alude el hermano A., se queja de la pobre expresión, de la inexactitud y de la sequedad de la lengua latina para conservar sus vivencias. Por otro lado, esta querencia del fraile de apegarse a las palabras que escucha encaja a la perfección tanto con la herramienta elegida para llevar a cabo la transcripción –el latín notarial utilizado por los amanuenses y notarios de la época para registrar testimonios orales–, como con rasgos específicos de tal latín que nos hacen pensar que, precisamente, estamos ante la transcripción-traducción de un dictado45. En todo caso, no creemos que la indeterminación principal del texto respecto a la voz de Ángela resida tanto en una fingida veracidad histórica como en una serie de problemas –muchos de ellos de orden filológico– que tienen que ver tanto con la génesis textual como con la tradición material del Libro desde sus orígenes hasta el siglo xxi. Comencemos por los problemas textuales. El problema de base que surge desde las primeras líneas es tan amplio y profundo como el de la relación de lo vivido –en este caso, lo vivido en el interior de Ángela– con las diferentes formas de codificarlo. Es esta una dificultad de las experiencias límite, en particular de las que hoy denominamos místicas, frente a los lenguajes humanos, en particular a los constructos literarios. En nuestro caso debemos añadir que, aquí, esta problematización se encuentra enmarañada y estratificada, siendo el primero de tales estratos el propio relato que Ángela crea –según dice, ayudada por su compañera– para explicar su vía46. Aquí entra en cuestión una imagen fundamental: la de la escalera de perfección, herencia de la tradición monástica que a ella le permite presentar su experiencia a través de un itinerario ordenado por grados o pasos. En esta compartimentación de lo indecible el Libro expresa el conflicto a través del uso de dos itinerarios que se sobreponen: los treinta pasos propuestos en principio quedan pronto truncados por una vía de siete escalones47. Así, Ángela ve abrirse un abismo entre el Dios interno y las palabras. Como ella misma expresa: «… mi discurso es más destruir y blasfemar que hablar»48. Por otro lado, el segundo de estos niveles de codificación –en este caso, de ocultamiento de la voz– es el paso del umbro oral de Ángela al latín escrito del hermano A.49. Como ya hemos dicho, en principio el relato parte de la construcción que de él ha hecho su propia protagonista y esto se hace a través de la propia lengua materna, un idiolecto marcado por lo que Lluís Duch ha llamado «la condición biográfica»50: Ángela no solo narra, sino que lo hace en sincronía comunicativa, contando vivamente a su confesor una historia que siente y expresa mediante un lenguaje que es el suyo y que, de alguna forma, está impregnado de lo vivido. Cuando esta vivacidad cae en manos de una escritura ajena que, además, trasvasa una lengua materna a un lenguaje burocrático –docto, instrumental, yerto–, se borran todos esos rasgos propios con los que el umbro de la folignate debía marcar algunos términos, muchas expresiones y, globalmente, toda su historia. De ahí las quejas de Ángela que el hermano A., fiel a su transcripción incluso en la adversidad, nos transmite: «… todo fue escrito bastante mal y abreviadamente, como yo mismo le oí decir a ella cuando una vez se lo leí y me dijo que antes lo destruyera que lo dejase de aquel modo»51. En todo caso, quizá debamos alejarnos del desánimo que invadió a Pascale Bourgain cuando comenzó a estudiar por primera vez el latín del Libro: «Si Dios se ha dirigido al hombre, ¿es necesario que su mensaje nos llegue con el tono de voz monótono y los tics de redacción de un notario de provincias?»52. Él mismo, en su magistral estudio de la lengua latina del hermano A., nos enseña que su aparente monotonía y simplicidad esconden una expresión cuidadosa, donde los recursos retóricos se integran en el texto de manera orgánica, siempre respetando el tono del sermo humilis53. En lo que respecta al tema que tratamos, podemos afirmar que la transcripción del monje aporta más ventajas que inconvenientes. En primer lugar, al utilizar un latín preparado para tomar testimonios orales nos encontramos con una lengua que se adapta a la circunstancia de traducir al momento una narración en vulgar. Su sintaxis, así, está basada en la parataxis –sobre todo, en la acumulación de et… et… et…– y su estructura calca a la perfección la de la frase umbra que traslada. En palabras de Bourgain: «… el umbro de Ángela y el latín de su intérprete son estrechamente solidarios en cuanto a la frase y al orden de sus componentes»54. En segundo lugar –y este es un asunto que completaremos más adelante cuando hablemos de la edición estándar del Memoriale de Thier-Calufetti–, la presión de escribir al dictado y traducir instantáneamente lleva al monje a colorear su latín con dialectalismos, sin duda provenientes del umbro que ambos hablaban. Pozzi fue el primero en expresar con contundencia que palabras como piccum, delectança o cassula habían sido relegadas por los editores injustificadamente al aparato crítico y que tanto esta como otras características que vulgarizaban la transcripción latina –esto es, que imitaban la lengua viva de ambos– habían sido «normalizadas»55. Por fortuna, actualmente la consulta en línea de ciertos manuscritos o la aparición de nuevas ediciones más fieles a los originales pueden suplir lo que hoy en día podemos llamar sin ambages los defectos de edición de Thier-Calufetti56. Por último, en la transcripción del hermano A. sobrevive otro rasgo curioso que él achaca a la prisa con la que tenía que trabajar57: Ninguna otra cosa quería escribir, sino lo que de ella recibía. Sin embargo, cuando estábamos sentados juntos, hacía que me repitiese muchas veces las palabras que yo debía escribir. Y aquello que yo ponía en tercera persona, ella lo decía siempre en primera, hablando de sí misma: lo que ocurrió fue que yo escribía en tercera persona por la prisa y después no lo corregí. Es decir que durante la lectura del Libro nos encontramos frecuentemente con cambios de discurso: del referido en tercera persona pasamos abruptamente a una primera que mimetiza la voz de Ángela. La sensación que tenemos cuando esto ocurre, por supuesto, es que la distancia respecto a lo que ella cuenta se reduce, que está menos filtrado o que estamos leyendo directamente las palabras dictadas. Quizá este sea un mero juego literario, un espejismo que nos hace oír a Ángela a través de usos retóricos perfectamente calculados, pero, como en otras ocasiones, la brusquedad de estos «despistes» cuadra perfectamente con la situación de trasvase del oral al escrito en la que se ubica el Libro. Concentrándonos ahora en los problemas de transmisión material debemos romper una lanza por Thier-Calufetti, ya que una de las virtudes de su edición fue poner en manos del grueso de los estudiosos las variantes de un número de códices inédito58. Junto a este masivo cotejo realizaron el primer intento amplio de trazar la filiación de las «familias» de manuscritos, tratando de individuar la más cercana a la escritura primitiva de un desconocido autógrafo de mano del hermano A. Para ello, utilizaron cierta información textual que les posibilitó crear su teoría sobre las dos redacciones del Libro, según la cual el fraile habría realizado una primera redacción –la denominada minor–, que ellos pretendían más antigua, que contenía un texto más corto, y que estaba conformada por los códices de la «familia B», un grupo de manuscritos tardío proveniente del norte de Europa. En ella faltaban los hechos de Asís que, según el texto, fue lo primero que el hermano A. había transcrito en hojas sueltas, por lo que ellos deducían que se habían perdido(?). Una segunda redacción –la maior–, más larga y posterior, retomaría la narración de la peregrinación de Asís, crecería en detalles y el redactor comentaría en ella su proceso de transcripción59. Esta hipótesis fue atacada casi unánimemente por la crítica –en principio, los argumentos de Pozzi fueron preclaros60– y fue tachada de manera incontestable como falsa en Le dossier por Emore Paoli61. En realidad, las diferencias entre estas dos versiones del texto se deben más a una cuestión de género literario que a la existencia de dos redacciones primitivas diferentes. Todo se aclara mirando la producción belga de los códices de la familia B dentro de su contexto de uso. En efecto, tales códices fueron reescritos para crear manuales que sirvieran a los fines formativos de la devotio moderna. Interesaba encapsular la experiencia de Ángela de forma que se mostrara un camino continuo y coherente, un verdadero itinerario de perfección espiritual al uso de la época. Por supuesto, el intento de presentar una vía graduada que localizara cada etapa de la experiencia de Ángela en un paso o escalón ya existía en la versión maior –esto es, en la segunda redacción según Thier-Calufetti–, pero su coherencia se veía truncada por escenas biográficas «externas», por lo que, finalmente, se eliminaron. Así, se resolvió el enigma de las dos redacciones: una de ellas, la maior, se difundía como ejemplo de vida santa; la otra, la minor, como scala coeli, como instrumento devocional que pretendía guiar en una ascención graduada hacia Dios. En palabras de Paolo Mariani62: … el texto angelano ha sido objeto a la vez de dos operaciones distintas. Escalera ascética y ejemplo de vida, ha provisto material indiferentemente a aquellos que preparaban «manuales» de perfección y a aquellos que proponían modelos hagiográficos… En el curso del siglo XV Ángela es una puerta abierta al Paraíso. A pesar de todo lo dicho, la de Thier-Calufetti sigue siendo una edición de consulta obligada para los estudios angelanos: aunque adolece de problemas profundos que solo los años de estudio han ido resolviendo, posee virtudes evidentes: por ejemplo, el gran número de manuscritos que maneja o la edición a fronte del códice M, que traduce el Memoriale al italiano del siglo xiv. En todo caso, creemos que por el momento es imprudente dejarla de lado, dado el número de lecciones que aporta y que estas pueden cotejarse con las nuevas ediciones de Fortunato Frezza, Enrico Menestò o con la propia digitalización en línea del manuscrito de Asís. En este sentido debemos pensar en la edición de Thier-Calufetti como una herramienta útil, pero haciendo oídos sordos a sus teorías y teniendo siempre en cuenta que la rama de manuscritos más fiable es la denominada «segunda familia» y que, dentro de ella, el códice más autorizado es el denominado manuscrito A63, que data de cuando Ángela aún vivía. 4. Recepción Como ya hemos afirmado anteriormente, la herencia de Ángela es riquísima: cubre un arco temporal que se inicia pocos años después de acabada la transcripción –cuando aún estaba viva– y llega prácticamente hasta nuestro siglo. Para trazar una recepción del Libro, quizá convendría comenzar preguntándose exactamente qué libro se transmite y se recibe en cada caso, pues ya sabemos que su maleabilidad textual ha sido muy intensa. En principio, debemos volver a recordar las dos tipologías textuales en lo que a la tradición manuscrita se refiere, las denominadas redacciones maior y minor, teniéndolas en cuenta como herramientas que servían a funciones diversas. Tal y como ya hemos afirmado, leer una u otra supone enfrentarse a dos textos diferentes que se encuentran anclados en sendos géneros literarios y que, por tanto, contienen una serie de convenciones y de expectativas diversos. Por un lado, como ya hemos dicho, la redacción minor pertenecía a una tradición de manuales de perfeccionamiento espiritual basados en la imagen del ascenso graduado. Por otro, la maior entraría de lleno en el género de las vidas espirituales, aunque con las características especiales que hemos venido tratando en estas páginas, que han decidido a Claudio Leonardi a hablar de «autohagiografía»64. En sincronía con la difusión paralela de estos dos modelos, debemos tener en cuenta que en más del ochenta por ciento de los casos los escritos de Ángela forman parte de obras misceláneas –antologías, manuales devocionales, florilegios, etc.–, donde solemos encontrarnos con cribas textuales, selección de ciertos extractos o de episodios concretos, que se mezclaban con otros textos para conformar libros que cubrieran necesidades determinadas65. A grandes rasgos –y contando siempre con el papel que pudiera jugar la transmisión oral– estas son las posibles formas de difusión del Libro en las épocas anteriores a la imprenta. Ahora bien, ¿quién sabemos que leyó a Ángela? Sin duda, sus principales receptores fueron desde un inicio las propias órdenes monacales, que vieron en el Libro un manual útil para la formación espiritual. Gracias al listado de posesores de los códices que aporta Mariani, sabemos que gran parte de los manuscritos estaban en manos de diversas formaciones religiosas: cistercienses, benedictinos, carmelitas… y, por supuesto, clarisas y franciscanos66. Ciertamente fue en el ámbito del franciscanismo donde Ángela caló más profundamente: es más, nunca debemos olvidar que sus primeros testimonios de lectura están vinculados al franciscanismo espiritual67. Recordemos la mención en la «Aprobación» de Giacomo della Colonna, que se refuerza por la mención que hace Ubertino da Casale en el prólogo de su Arbor vitae crucifixae Iesu de un encuentro acaecido sobre 1298 que se considera la primera mención histórica extratextual de la folignate68: En el vigesimoquinto año de mi vida, de una forma que rechazo describir69, [el Señor] me llevó a conocer a la venerable madre y santísima Ángela de Foligno, que verdaderamente es una vida angélica en la tierra. A ella Jesús le reveló los errores de mi corazón y sus beneficios ocultos, de modo que no pudiera dudar de que era el ser en sí mismo [ipsum esse] quien había hablado en ella. De esta manera, restauró mis propios dones corruptos por mi malicia, inmensamente multiplicados para que de aquel momento en adelante no volviera a ser el que había sido. Por otro lado, en ningún caso fueron solo clérigos los que leyeron a Ángela, sino que tuvo un importante papel en la educación devota de la alta nobleza europea: ya en el siglo XV se detectan varias copias del Libro en bibliotecas privadas de las infantas de Castilla, Aragón, Navarra y Portugal70. A través de los inventarios sabemos, por ejemplo, que María de Castilla (1401-1458), la esposa de Alfonso el Magnánimo (1396-1458), guardaba una copia manuscrita del Llibre d’Àngela de Foligno traducido al catalán71. A su vez, Isabel la Católica (1451-1504) poseía ni más ni menos que tres copias de un Llibre de les revelacions: «uno manuscrito, un volumen de la edición princeps en versión latina [(Toledo,)1505] y la versión en castellano [(Toledo,) 1510]»72. Estas dos primeras impresiones son verdaderamente capitales en la difusión de los escritos de Ángela pues fijan una primera versión de sus obras en las que se basarán multitud de nuevas ediciones y traducciones publicadas en Venecia, París o Colonia73. Con la reproducción en serie, la propagación de los textos de Ángela se torna imparable, pues se difunden cientos de copias tanto en latín como en las lenguas vulgares a las que los lectores podían acceder mucho más fácilmente que a los manuscritos. No en vano estas dos primeras ediciones en Toledo a las que nos referimos fueron comisionadas por el cardenal Cisneros con la pretensión de que viajaran al Nuevo Mundo como lectura de evangelización, formación espiritual y devoción de las nuevas comunidades74. Así lo hicieron, creando junto a otras obras el humus de lo que Blanca Garí ha denominado «literatura conventual hispanoamericana de 1500 a 1700»75, que construye sus textos a través de modelos hagiográficos similares al de Ángela. Casi con seguridad fue a través de uno de estos canales, que la historia de Ángela habrá llegado a los místicos carmelitas de los Siglos de Oro Juan de la Cruz y, sobre todo, Teresa de Jesús. De los siglos XVII al XIX parece escasear la influencia de Ángela en otros autores, al menos de manera explícita. En el siglo XIX, sin embargo, una inflamada traducción al francés –aquella firmada por Ernest Hello76– reactiva el interés por la folignate de manera inusitada. Como el mismo Hello afirma, nunca tuvo la pretensión de traducir literalmente77: … hay dos tipos de exactitud: la exactitud según la letra, que vierte las palabras una detrás de otra, y la exactitud según el espíritu, que infunde la sangre del autor de una lengua a otra. Sin desatender la primera de las dos exactitudes, he intentado sobre todo apegarme a la segunda. He intentado hacer vivir en francés el libro que vivía en latín. He intentado hacer gritar en francés al alma que gritaba en latín. He intentado traducir las lágrimas. Como decimos, esta versión y sus continuas reimpresiones llegaron a manos de personajes tan dispares como Georges Bataille, Joris-Karl Huysmans78 o Léon Bloy79. Sin duda, de estos tres autores en el que abrió una herida más profunda fue en G. Bataille, que descubrió a Ángela el 5 de septiembre de 1939 en un tren que huía de París80: «He comenzado a leer, de pie en un tren repleto, el Libro de las visiones de Ángela de Foligno. Me limito a copiar, pues no sabría decir hasta qué punto me ha hecho arder». El descubrimiento de Ángela pasada por el filtro de Hello es el motor que le hace comenzar la posteriormente denominada Suma ateológica formada por La experiencia interior (1943), El culpable (1944), Sobre Nietzsche (1945) y una constelación de libros que giran a su alrededor. Aunque será el segundo volumen el que afecte más la influencia umbra, la presencia de Ángela siembra la trilogía entera81. Como él mismo afirma, la escritura de la Suma se concibe como una escapatoria de la guerra82: en la trilogía entera su expresión es rota, fragmentaria, y el pensamiento que explora su interioridad se expone como a ráfagas. A diferencia de los pasos angelanos, en el francés no existe la querencia de presentar una experiencia trascendente ordenada como vía para otros, sino solamente la búsqueda de la liberación propia. En nuestra opinión, en la Suma Ángela es fuente de tres elementos esenciales: en primer lugar, le proporciona un texto sagrado que glosar; en segundo, le aporta un lenguaje –un imaginario– con el que vehicular su propia búsqueda; en tercer lugar, le aporta los elementos necesarios para conformar un método de meditación. Respecto a este último aspecto, diremos que Bataille extrae del Libro – al parecer combinado eclécticamente con ciertas prácticas orientales– un método contemplativo plenamente bajomedieval basado en la búsqueda de la com-passio. Evidentemente tal búsqueda se presenta como ateológica: al modelo de Cristo como hombre-dios cuyo sufrimiento se debe alcanzar y compartir, lo sustituye una fotografía de la que habla en varios pasajes en la que se representan las torturas que un verdugo inflige a un joven chino83. Por otro lado, el Libro de Ángela como texto revelado le proporciona en El culpable un material que glosar, una especie de pretexto cristiano citado literalmente que le permite desarrollar su nueva ateología mística a través de la reflexión. Por último, aunque no la cite explícitamente, en cada uno de los libros de la trilogía el lenguaje de Bataille se ve informado por el de la folignate, que en el fondo es el de la mística de los últimos siglos de la Edad Media. Las imágenes que ella utiliza –el abismo, la tiniebla, el abrazo, el grito…84– sirven al francés para internarse en su propia herida interior: «Amar hasta gritar, abismado en la profundidad quebrada, fulgurante: ya no importa saber lo que hay en el fondo del abismo. Escribo abrasado todavía, no iré más lejos»85. Pablo García Acosta Nota a la presente edición Vous que lirez ce livre, ne portez pas le regard froid de la curiosité. Souvenez-vous des réalités glorieuses, souvenez-vous de réalités terribles, et prieu le Dieu d’Angèle pour le traducteur de son livre*. Como hemos explicado en nuestra introducción, los problemas textuales del Libro de la experiencia son múltiples y profundizar en ellos no es más que ir excavando estratos. A la ausencia de autógrafo hemos de añadir la intrincada red de mediaciones que filtra la experiencia de Ángela, transformando su voz en escritura, su umbro en latín, su narración en edición textual y esta, al fin, en nuestra traducción al español moderno. Nosotros, como el último de estos eslabones, hemos querido ceñirnos al espíritu del dictado, conservando las estructuras sintácticas vulgarizadas en la medida de lo posible, no añadiendo nada ajeno –así como ya pretendiera el hermano A.– y marcando las divergencias esenciales entre nuestra versión y la edición estándar de Ludger Thier y Abele Calufetti. Como ya sabemos, tal edición adolece de defectos, pero en todo caso sigue siendo la más completa, y por ello la seguimos a nivel de estucturación general del texto. Por motivos prácticos respetamos sus títulos, divisiones y subdivisiones –que ellos marcan entre <>, signos que nosotros hemos eliminado–. Estos no se encuentran en los códices, pero creemos que son útiles en un posible cotejo de la traducción y el texto originario, y, en general, para ayudar a localizar fragmentos. Una opción habría sido seguir la segmentación de alguno de los manuscritos, pero son escasas y divergen entre ellas, por lo que finalmente hemos decidido añadir las del códice principal en nota86. Otra, hubiera sido inventar nuestra propia parcelación, a la manera de la mayoría de traductores modernos, pero pensamos que ello supondría añadir una confusión más a la multiplicación de versiones. En todo caso, ha de tenerse en cuenta que los encabezamientos de Thier-Calufetti solo funcionan como marcas de ubicación, que no existen en los códices y que nunca deben ser leídos como base para una interpretación del Libro. Frente a la obra de Ángela siempre se debe de tener claro que la verdadera estructura de su experiencia como codificación escrita son los pasos –treinta primero, siete después– en los que ella y el hermano A. deciden dividirla. Aparte del asunto de la transmisión del texto, en el Libro es esencial todo lo concerniente a la distinción de voces. Como bien advierte el hermano A.87: Ninguna otra cosa quería escribir, sino lo que de ella recibía. Sin embargo, cuando estábamos sentados juntos, hacía que me repitiese muchas veces las palabras que yo debía escribir. Y aquello que yo ponía en tercera persona, ella lo decía siempre en primera, hablando de sí misma: lo que ocurrió fue que yo escribía en tercera persona por la prisa y después no lo corregí. Teniendo en cuenta esto, el relato transcrito en tercera persona se traduce limpiamente sin entrecomillado. Por otro lado, hemos utilizado las comillas bajas –«…»– para indicar la intervención de la palabra directa de Ángela, que normalmente se desarrolla en primera persona; las comillas altas –“…”– para introducir la voz de otros personajes en este relato directo –por ejemplo, el contenido de las locuciones o alocuciones–. Las palabras a las que se hace alusión directa dentro del texto –para parafrasear su sentido, por ejemplo– se han editado en cursiva. Por último, las reconstrucciones textuales de Thier-Calufetti, que son muy pocas, se han traducido entre <… >. A nivel textual, pues, partimos de la versión latina editada por ThierCalufetti, pero siempre cotejando las variantes –sobre todo las de la vulgarización de M: Códice Milán, Biblioteca Trivulziana 150–, discutiéndolas en nota cuando nos parecen interesantes por su interpretación o recepción del texto y, sobre todo, dándole primacía a las lecturas de A. Dadas las advertencias de Pozzi y otros sobre la labor homogeneizadora de los editores franciscanos –que han creado dos proto-textos «corregidos» que no se corresponden con los de ningún manuscrito en lo que Romana Guarnieri denominó un «falso storico»88–, hemos consultado in situ las lecciones del manuscrito de Asís que, como bien afirma Attilio Bartoli Langeli: «… presenta el testimonio más antiguo, autorizado, sugestivo, problemático»89. En todo caso, anotamos al pie toda la información que bien las nuevas ediciones o bien la consulta directa de A puedan aportarnos a nivel hermeneútico-filológico. Así como hemos mantenido la segmentación textual de Thier-Calufetti, también hemos seguido su división en párrafos y frases, menos en las ocasiones en las que no estamos de acuerdo con su lectura, tomamos la lección de otro códice o hay un cambio importante en la persona del discurso: en todo caso, declaramos cualquier alteración en nota. Como también hemos dicho anteriormente, hemos intentado ofrecer una traducción que siendo lo más literal posible mantenga un ritmo que haga agradable la lectura, a la vez que conserve el espíritu del dictado original. Como ha sido estudiado por P. Bourgain90, las frases del hermano A. provienen del estilo notarial que se utilizaba para tomar nota rápida de testimonios orales y pueden alargarse, a través de las conjunciones, hasta el infinito. Uno de nuestros objetivos ha sido respetar el carácter de tales frases, cuya estructura tiene más que ver con el umbro de Ángela que con el latín escolástico. Por este mismo motivo hemos conservado, a su vez, la mayoría de conjunciones, las coletillas propias del transcriptor y las repeticiones léxicas que se dan en el texto, lo que en ocasiones nos ha hecho respetar la forma por encima del ripio. En todo caso hemos buscado en nuestra versión la sencillez y la transparencia. Por último, la experiencia mística narrada posee una serie de estilemas que las lenguas románicas soportan con dificultad. Quizá el más conocido sea el uso de las pasivas sin complemento agente, que quieren significar los movimientos de una energía de fuente desconocida externa al sujeto, que implica fenómenos interiores tangibles91. Dada la importancia de esta estructura la traducimos literalmente en la mayoría de ocasiones, si bien algunas veces la hemos transformado en una oración impersonal, que se adapta mejor a nuestra lengua. Las abreviaturas que utilizaremos de ahora en adelante son las siguientes: A = Códice Asís, Biblioteca Comunale 342. Consultable online en la página de la Società Internazionale di Studi Francescani Assisi: http://88.48.84.154/bbw/jsp/volumes/. Andreoli = Il libro della beata Angela da Foligno, S. Andreoli (trad.), San Paolo, Milán, 1990. B = Primera familia de códices, tal y como los agruparon ThierCalufetti, de origen belga (véanse las págs. 51-55 de su edición). Le dossier = G. Barone y J. Dalarun (eds.), Angèle de Foligno. Le dossier, École française de Rome, Roma, 1999. M = Códice Milán, Biblioteca Trivulziana 150. Memoriale = Edición estándar del texto de Ludger Thier, O. F. M., et Abele Calufetti, O. F. M., Il libro della Beata Angela da Foligno, Collegii S. Bonaventurae ad Claras Aquas, Grottaferrata, 1985, págs. 125-401. Pozzi = A. de Foligno, Il libro dell’esperienza, G. Pozzi (trad. y ed.), Adelphi, Milán, 1992 [nueva edición revisada, 2001]. R = Códice Rieti, Biblioteca Paroniana, Fondo de Fontecolombo 9. S = Códice Subiaco, Biblioteca Monasterio de Santa Escolástica 112. Este trabajo que aquí editamos tiene una deuda particular con la doctora Victoria Cirlot, que me descubrió a Ángela en La mirada interior y que, años después, me cedió su proyecto de traducir el Memoriale. Muchos de los temas que recorren las notas pertenecen a su particular visión de la folignate, que yo he heredado. Desde aquí quiero agradecerle el magisterio constante, así como el apoyo y la generosidad que me ha demostrado desde que la conozco. Por otro lado, al Grupo de Investigación de la Bibliotheca Mystica et Philosophica Alois M. Haas** debo agradecerle la ayuda económica que me permitió viajar a Asís para consultar el manuscrito A y la nutrida biblioteca especializada en mística custodiada en el «Dipòsit de les Aigües» de la Universitat Pompeu Fabra: durante los meses de estudio previos a la traducción, sus fondos me dieron acceso tanto a los textos sobre Ángela y su tiempo, como a las principales ediciones del Memoriale. A su vez, quiero agradecer especialmente a la doctora Blanca Garí de la Universitat de Barcelona la ayuda bibliográfica que me ha prestado en cuanto a la recepción angelana y muchas de las ideas surgidas en conversaciones que me han hecho entender el medievo de Ángela de una manera particular. Al doctor Ramos Arteaga de la Universidad de La Laguna, quiero agradecerle el señalarme hace tanto la figura de Francisco, el juglar de Dios: he tenido su visión de los hermanos siempre presente al traducir este libro. Por otro lado, doy las gracias desde estas líneas a Olga Serra, Juan Santana, Anna Serra, Mathius de Felipe, Natividad Pozuelo y Verónica Farizo por su lectura del manuscrito de la «Introducción» y sus utilísimos comentarios y correcciones. Gracias, por último, a mi familia y a todos los amigos que me han acompañado enriqueciéndome durante estos años de trabajo: la lista sería larga e injusta. Especialmente agradezco a mi madre, Carmen Luz Acosta, su infinita presencia en mi vida. * E. Hello, trad. cit., pág. 25. ** Grupo de investigación inscrito en el Departamento de Economía y Conocimiento de la Generalitat de Cataluña como 2009SGR1551. Libro de la experiencia Aprobación92 Quien tenga la ocasión de leer o ver93 estas palabras que por mí, indigno hermano menor, fueron recogidas de manera diligente y cuidadosa tal y como las dictó la sierva de Cristo, debe saber que ya han sido leídas y examinadas por el señor diácono cardenal Giacomo de la Colonna antes de sus desavenencias con el Sumo Pontífice94 y por ocho famosos lectores. De estos, uno fue lector por muchos años en el convento de Milán, donde está el studium generale95; cuatro fueron ministros en la administración de la provincia de San Francisco96; otros dos fueron inquisidores por muchos años en dicha provincia y el último fue custodio de diversas custodias97. A su vez, fue leído por otros tres hermanos muy entendidos y versados en el arte de la lectura98 y por muchos otros dignos de fe, hombres muy modestos y espirituales: ninguno lo censuró en ningún punto, sino que humildemente lo reverencian y como asunto divino lo abrazan con devoto afecto. Prólogo99 La experiencia de los verdaderos fieles prueba, ve y toca100 la Palabra de Vida Encarnada, así como el Evangelio dice: «El que me ame, observará mi palabra, y mi Padre lo amará y a él vendremos y en él haremos morada». Y también: «Al que me ame, yo me manifestaré»101. Esta es la experiencia y la doctrina que Dios hace probar a sus fieles de forma plena. Y aquí recientemente una de dichas fieles ha mostrado por su propia devoción tal experiencia y doctrina, que es la que yo de forma poco plena, muy resumida y fragmentaria, aunque en la verdad, describo en las siguientes páginas102. Por qué y cómo yo, indigno escritor, fui obligado, según creo, por Dios a escribir y por qué y cómo dicha fiel de Cristo fue sin duda obligada a hablar, lo referiré más abajo donde comienzo a entender los hechos o a ponerlos por escrito en el lugar que les correspondía103. Capítulo I Primeros veinte pasos de la beata Ángela en su vía de penitencia y perfección espiritual104 Me dijo esta fiel de Cristo que hablando de Dios con su compañera105 había establecido treinta pasos o mutaciones del alma, que encontró en sí misma y que se originaron en su vía de penitencia106. EL PRIMER PASO es el reconocimiento del pecado, por el cual el alma teme muchísimo s-er condenada al Infierno y por ello llora amargamente. EL SEGUNDO PASO es la confesión, donde todavía encuentra amargura y vergüenza y aún no siente amor sino dolor. Por ello me refirió cómo varias veces había comulgado llena de pecados, los cuales no confesaba enteramente por vergüenza, y por los cuales día y noche tenía remordimientos de conciencia. Y esa noche, cuando por esto le rogaba a san Francisco que le encontrase un confesor que entendiese sus pecados y con el que ella se pudiese confesar bien, apareció un viejo monje que le dijo: «Hermana, si antes me lo hubieseis requerido, antes te hubiese satisfecho; en todo caso, eso que me pides ya te ha sido concedido»107. «Y por la mañana fui rápidamente a San Francisco y volví pronto. Y mientras volvía me encontré con un monje que predicaba en San Feliciano, y aquel monje era capellán del obispo. Y de repente, movida por el Señor, decidí confesarme a él por completo, ya que él o bien tenía la autoridad del obispo o bien podía presentármelo. Y me confesé con él correctamente. Y él, oída la confesión, dijo que si aquello no me bastaba, él mismo estaba dispuesto a contar al obispo mis pecados. Y dijo: “Te comunicaré la penitencia que el obispo te imponga a pesar de que yo, sin él, pueda absolverte”. Por esta razón en este paso el alma tiene todavía vergüenza y amargura y no siente amor, sino dolor.» EL TERCER PASO es la penitencia que hace el alma para satisfacer a Dios por los pecados: y aún se encuentra en el dolor. EL CUARTO PASO es el reconocimiento de la misericordia divina, la cual le ha sido concedida por Dios y la ha sacado del Infierno. Y aquí comienza a iluminarse y todavía llora y se lamenta más que al principio, y desea hacer aún más áspera penitencia. Yo, hermano escritor, digo que no he descrito en cada paso la admirable penitencia que hacía la fiel de Cristo, porque solo tuve noticia de ella después de haberlos redactado. Ella misma no me lo contó entonces, sino que tan solo me manifestaba lo que era necesario para distinguir un paso del otro108. Y yo no quería escribir una sola palabra más que las dichas por ella: al contrario dejé muchas cosas atrás que no llegaba a escribir. EL QUINTO PASO es el conocimiento de sí misma, pues ya algo iluminada no ve en sí sino defectos y todavía se condena delante de Dios, diciendo que es sin duda digna del Infierno. Y aquí encuentra todavía amargo llanto. «Debes tener presente que en cada uno de estos pasos hay un receso. Por ello debemos sentir gran piedad y hondo dolor109 por esta alma, ya que solo se puede mover hacia Dios tan fatigosamente y con abatimiento; con tan grave carga y con insignificantes pasos110. Y sé de mí que en cada paso me demoraba y lloraba, y no recibía simultáneamente más de una cosa, a pesar de que encontrara un cierto consuelo en el llanto en cada uno de los pasos, aunque era un consuelo amargo.» «EL SEXTO PASO es una iluminación por la gracia, la cual profundamente me dio conocimiento de todos los pecados. Y veía que yo había ofendido a todas las criaturas creadas por mí en esta iluminación; y profundamente volvían a mi memoria mis pecados, y yo misma se los confesaba a Dios. Y, así, rogaba a todas las criaturas que me parecía haber ofendido que no me acusaran. Y entonces rezaba con gran fuego de amor e invocaba a todos los santos y a la santa Virgen María para que intercediesen por mí y rogasen a Amor, que tantos bienes ya me había concedido, para que conociéndome muerta, me hiciera vivir. Y me parecía que todas las criaturas y todos los santos tenían piedad de mí111. EN EL SÉPTIMO PASO se me permitía ver la cruz, en la que veía a Cristo muerto por nosotros. Pero era esta una visión insípida, aunque yo sintiera gran dolor112. EN EL OCTAVO PASO, ante la figura de la cruz, me fue dada una mayor comprensión sobre cómo el Hijo de Dios murió por nuestros pecados. Y entonces reconocí cada uno de mis pecados con enorme dolor y sentí que era yo quien lo había crucificado113. Sin embargo, en aquel momento no entendía cuál de estos dos bienes recibidos era mayor: haberme rescatado de los pecados y del Infierno convirtiéndome a la penitencia o haber sido crucificado por mí. Pero en esta compresión de la cruz recibí tanto fuego que, estando cerca de ella, me despojé de todos mis vestidos y me ofrecí, entera, a Cristo114. Y aunque estuviera llena de temor en aquel momento le prometí guardar castidad perpetua y, acusando a cada uno de mis miembros –es decir, a cada uno por sí mismo–, no ofenderle con ninguno. Y le rogaba que me hiciera observar esta castidad en cada uno de mis miembros y mis sentidos, pues por una parte temía prometer y, por otra, aquel fuego me obligaba a hacerlo. Y no podía hacer otra cosa. EN EL NOVENO PASO me fue otorgado el preguntar cuál era la vía de la cruz, de manera que yo pudiese llegar a su pie, donde se refugian todos los pecadores115. Y la vía de la cruz me fue enseñada, clarificada y mostrada de este modo, es decir que si quería ir a la cruz que me despojase para que fuese más ligera y que caminase desnuda hacia la cruz, es decir que perdonase a todos los que me habían ofendido y que me despojase de todas las cosas terrenales116 y de todos los hombres y mujeres, y de todos los amigos y familiares, y de todos los demás, y de mi propiedad y de mí misma, y que mi corazón lo diese a Jesucristo, ya que tantos beneficios me había concedido, y que caminase por la vía espinosa, es decir la de la tribulación. Y entonces comencé a dejar mis mejores ropas y a privarme de comida y de telas para la cabeza117. Sin embargo aún no había sentido el amor, lo que era para mí motivo de vergüenza y de pena. Además, estaba con mi marido y por ello me amargaba cuando era injuriada por él118, con actos o palabras, cosas que soportaba pacientemente como podía. Y ocurrió que, por voluntad divina, en aquel tiempo murió mi madre, que era para mí un gran impedimento. Y después murieron mi esposo y mis hijos en un corto lapso. Y ya que yo había comenzado la vía que ya he mencionado y había rogado a Dios que murieran, tuve un gran consuelo por su muerte119. Y pensaba que después de que Dios hubiera hecho todo esto por mí, mi corazón siempre estaría en el corazón de Dios y el corazón de Dios siempre estaría en el mío. EN EL DÉCIMO PASO cuando preguntaba a Dios qué podía hacer yo para gustarle más, él por su misericordia se me apareció muchas veces, tanto mientras dormía como cuando velaba, crucificado en la cruz. Y me decía que mirase sus llagas y de manera milagrosa me mostraba cómo había soportado todo por mí120. Y así lo hizo muchas veces. Y mientras me mostraba individualmente, una a una, todas las cosas que había soportado por mí, me decía: “Así pues, ¿qué puedes hacer tú como compensación?”. Y así se me apareció muchas veces, en la vigilia más gustosamente que durmiendo, aunque siempre se me aparecía muy doliente, y me decía lo mismo que me había dicho durmiendo, mostrándome sus sufrimientos de los pies a la cabeza. También me enseñaba los pelos de su barba y los de las cejas y los que arrancaron de su cabeza y enumeraba todas las flagelaciones, indicando cada uno de los golpes. Y decía: “Todo esto lo sufrí por ti”121. Y entonces admirablemente tornaba a mi memoria cada uno de mis pecados, y así se me mostraba cómo, habiendo llagado a Cristo hacía poco con mis pecados, yo debía sentir máximo dolor. Y entonces sentía por mis pecados un dolor mayor que el que había sentido antes. Igualmente, viendo en mí su Pasión él decía: “¿Qué puedes hacer por mí que te sea suficiente?”. Y entonces lloraba mucho y lagrimaba tan ardientemente que las lágrimas me quemaban la carne, por lo que era necesario que pusiera agua a enfriar. EN EL UNDÉCIMO PASO las cosas que he contado me movieron a hacer aún más áspera penitencia.» Este paso es largo de escribir y admirable y difícil por encima del nivel de lo humano. Lo digo yo, hermano escritor, que he conocido más tarde su penitencia. «EN EL DUODÉCIMO PASO como me parecía que con las cosas mundanas no podía hacer suficiente penitencia, decidí dejarlo absolutamente todo atrás para poder hacerla e ir hacia la cruz del modo en que Dios me había inspirado. Esta decisión así me fue dada por él por su maravillosa gracia. Yo deseaba con vehemencia ser pobre y a menudo con mucha angustia pensaba que antes de morir no lo conseguiría y, por el contrario, me sentía asaltada por muchas tentaciones que me sugerían que tuviese cuidado porque el mendicar, para una mujer tan joven, podía ser algo peligroso y vergonzoso, y que podía morir de hambre y frío y desnudez. Por ello todos me disuadían de hacerlo. Así, una vez, recibí una iluminación divina en el corazón y, junto a ella, una seguridad que entonces creía –como también ahora creo– que no iba a perder jamás. Esta iluminación me llevó a establecer y decidir que nunca me echaría atrás si era necesario morir de hambre, desnudez o vergüenza, por la única razón de que eso lo quería o podía querer Dios. Además, si hubiese tenido la certeza de que me ocurrirían estas desventuras, habría estado preparada para morir, porque a pesar de que me ocurrieran esas cosas, moriría feliz por Dios122. En aquel momento tomé mi decisión definitiva. EN EL DECIMOTERCER PASO entré por el dolor de la Pasión que sufrieron la madre de Cristo y san Juan123, y les rogaba que me diesen un signo certero con el que pudiera tener siempre y sin interrupción la Pasión de Cristo en la memoria. En esto ocurrió que en un sueño me fue mostrado el corazón de Cristo y me fue dicho: “En este corazón no hay mentira, sino que todo aquí es verdad”. Y sospechaba que esto me había ocurrido porque me había burlado de cierto predicador. EN EL DECIMOCUARTO PASO mientras estaba orando se me mostró Cristo, y yo estaba despierta, en la cruz claramente. Esto me dio mayor cognición de él. Fue entonces cuando me llamó y me dijo que debía poner mi boca en la llaga de su costado. Y de allí me parecía ver y beber sangre fluyente y fresca. Y él me daba a entender que esto me purificaba124. Y aquí comencé a sentir una gran alegría, aunque en la consideración de la Pasión tuviera tristeza125. Y rogué a Dios que me hiciera derramar toda mi sangre por su amor, como él había hecho por mí126. Y me obligué a desear por su amor que todos mis miembros sufriesen una muerte diferente de aquella soportada por él en la Pasión, es decir más vil. Y pensaba y deseaba que si viniese alguien a asesinarme, que lo hiciese siempre por su amor y fe, le pediría que me concediera esta gracia; y ya que Cristo fue crucificado en la cruz, que me crucificara a mí en una ribera o en un lugar vilísimo o en una cosa vilísima. Y como no era digna de morir como lo hicieron los santos, que me matara de un modo más vil aún y con larga agonía. Y no podía pensar en una muerte tan vil como la que yo deseaba, es decir mucho me mortificaba por no poder encontrar una muerte tan vil que se pudiera comparar con la de los santos. Y esto porque de todo era indigna. EN EL DECIMOQUINTO PASO me fijaba en san Juan y en la Madre de Dios, pensando en su dolor y rogándoles que me consiguieran esta gracia, es decir que yo sufriese siempre el dolor de la Pasión de Cristo o al menos el dolor que ellos sintieron por él. Y ellos me lo procuraron y aún hoy me lo procuran. Una vez, san Juan me dio tanto, que fue de los mayores sufrimientos que yo nunca hube probado. Y se me daba a entender que san Juan soportó tanto dolor por la Pasión y la muerte de Cristo, y por el dolor de su madre, que pensaba y aún pienso que fue más que un mártir127. Por ello entonces me fue dado el deseo de expropiarme con tal intensidad que, aunque a menudo me instigara el demonio para que no lo hiciese –y aunque muchas veces me tentara–, y aunque me fuese prohibido por los monjes128 y por ti, y por todos aquellos a quienes debo pedir consejo, no hubiera podido abstenerme, a pesar de todos los males y bienes que me podrían haber sido hechos. Y si no hubiese podido erogar mis bienes de otra manera a los pobres, habría dejado atrás todo sin duda alguna, porque sentía que no podía quedarme con nada sin gran ofensa. A pesar de ello, el alma permanecía en gran amargura a causa de los pecados; y no sabía si lo que estaba haciendo placía a Dios. Por ello, gritaba con abundante llanto amargo e iba diciendo: “Señor, aunque esté condenada no dejaré de hacer penitencia, y me expropiaré y te serviré”. Y permaneciendo en la amargura por los pecados y no probando aún ninguna dulzura divina, fui mutada de este estado, de esta manera. EN EL DECIMOSEXTO PASO una vez había ido a la iglesia y había rogado a Dios que me concediese alguna gracia, y mientras rezaba, puse en mi corazón el padrenuestro con tan clara inteligencia de la bondad divina y de mi indignidad que cada una de las palabras era expuesta en mi corazón129. Y decía aquel padrenuestro con tal lentitud y con tal cognición de mí misma que, aunque por un lado llorase amargamente por los pecados y por la indignidad que en mí iba conociendo, por otro gracias a ello obtuve un gran consuelo y, entonces, comencé a gustar algo de la dulzura divina, ya que conocía mejor la bondad de Dios allí que en cualquier otra cosa, aunque ahora me sepa incluso mucho mejor. Sin embargo, como en dicho padrenuestro se me revelaron mis pecados y mi indignidad, comencé a ser asaltada por la vergüenza, de manera tal que no osaba alzar los ojos. Pero me representé130 a la santa Virgen para que ella me perdonara los pecados. Y estaba aún en la amargura a causa de los pecados131 y en todos los pasos anteriores permanecí durante largo tiempo, antes de poder moverme hacia otro paso. Pero en algunos pasos me demoré más y en otros menos.» Por todo esto exclamaba la fiel de Cristo: «¡Con qué gravedad avanza el alma y sobre ello no escribes nada! Aquí le pusieron fuertes cepos132, es decir que le ataron los pies, y el Mundo y el Demonio ayudaron a ello». «EN EL DECIMOSÉPTIMO PASO133 después de todo lo dicho, me fue demostrado que la santa Virgen María había obtenido una gracia para mí, que me parecía una fe diferente de la que tenía antes. Esto ocurría porque, en comparación, la fe que había tenido hasta este paso me parecía casi muerta y porque, en comparación, las lágrimas que había derramado hasta entonces me parecían fingidas. Después de esto me afligí pensando en la Pasión de Cristo y en el dolor de su madre más eficazmente. Y desde entonces, hiciera lo que hiciese, me parecía que era poco, y deseaba hacer una penitencia mayor. Y entonces me recluí en la Pasión de Cristo y me fue dada la esperanza de que allí podría liberarme134. Y entonces comencé a recibir consuelo a través de los sueños, y tenía bellísimos sueños y encontraba consuelo en ellos. Y empecé a recibir, tanto en la vigilia como en el sueño, una continua dulzura de Dios en el alma. Sin embargo, ya que aún no sentía certeza, aún se me mezclaba la amargura y quería otras cosas de Dios.» Y de entre muchos sueños y visiones me narró uno, diciendo: «Una vez, cuando me encontraba en la cárcel135 donde me había recluido para la cuaresma mayor, meditaba llena de amor sobre una palabra del Evangelio, una palabra de grandísima turbación y excesivo deleite, mientras tenía al lado un libro, un misal, y tenía sed por verla al menos en su forma escrita; apenas conseguía dominarme y reprimirme, conteniéndome por temor de soberbia a abrir aquel libro con mis manos por la gran sed de amor que sentía. Entonces me quedé un poco traspuesta y me adormecí con este deseo. Y, repentinamente, fui llevada a una visión. Y se me dijo que la verdadera comprensión de las Epístolas es tan deleitosa que en el momento en que alguien llegase a entenderlas bien se olvidaría de todo lo mundano. Y me dijo aquel que me guiaba: “¿Lo quieres probar?”. Y yo asentí, pues deseaba violentamente probarlo, al instante me condujo y me lo hizo probar. Y entendí los bienes divinos con tal deleite, que súbitamente olvidé todo lo mundano. Y me dijo aquel que me guiaba que también la verdadera comprensión de los Evangelios era algo altamente deleitable y que si alguien los hubiera entendido se habría olvidado no solo de todo lo mundano, sino que también se habría olvidado completamente de sí mismo. Y me guio aún más y me los hizo probar136. Y súbitamente comencé a entender con tanto deleite los bienes divinos que olvidé no solo todo lo mundano, sino también completamente a mí misma. Y me encontraba en tal deleite divino que pedí a aquel que me guiaba no salir nunca más de aquel estado. Y me respondió que esto que pedía no podía ser. Y, repentinamente, me dejó y yo abrí los ojos. Y sentí un enorme gozo por lo que había visto, aunque sufría por haberlo perdido. Y aún ahora me llena de gozo recordarlo. Y desde entonces ha permanecido en mí tanta certeza y tanta luz y ardor de amor de Dios que afirmaba con máxima certeza que nada se puede predicar sobre el Amor de Dios, y que quienes lo predican no lo pueden hacer y tampoco lo entienden137. Así me lo había dicho aquel que me guio en las visiones138». «EN EL DECIMOCTAVO PASO, después de haber sentido a Dios139 me deleité tanto en la oración140 que no me acordaba de comer. Y habría querido no tener necesidad de alimentarme para permanecer en oración. Y aquí se mezclaba cierta tentación, es decir la de no comer y, comiendo, de comer en cantidades mínimas, pero me di cuenta de que era un engaño141. Y se mantenía el fuego de amor en mi corazón de forma que nunca me fatigaba ni cuando hacía genuflexiones ni por otro ejercicio de penitencia. Después recibí tan gran fuego de forma que si escuchaba hablar de Dios me ponía a gritar. Y si alguno se hubiese abalanzado sobre mí con un hacha para asesinarme no me habría apartado. Esto me ocurrió por primera vez cuando vendí mi casa de campo, mi más bella propiedad, para dársela a los pobres142. Y primero me mofaba de Petruchio, después ya no pude hacerlo más143. Cuando alguno me decía que estaba endemoniada144 porque me veían obligada a comportarme así me avergonzaba y asentía repitiendo yo misma que estaba enferma y poseída, y no podía contradecir a los que me criticaban. Y cuando veía una pintura de la Pasión de Cristo apenas podía soportarlo, y enfebrecía y enfermaba, por lo que mi compañera me las quitaba y hacía todo lo posible por escondérmelas145. EN EL DECIMONOVENO PASO en medio de esta época de los gritos, después de la iluminación y del consuelo que percibí maravillosamente recitando el padrenuestro, sentí por primera vez el consolador efecto de la divina dulzura de la manera que ahora contaré. Tuve una inspiración y fui movida a considerar el deleite que se siente en la contemplación de la humanidad y la divinidad de Cristo. Y entonces tuve un consuelo superior a todos los que había experimentado hasta ese momento, de tal forma que gran parte de aquel día estuve de pie en la celda donde oraba completamente recogida y sola146, y mi corazón permanecía en aquel deleite. Y me desmayé y perdí el habla. Y mi compañera corrió hacia mí, pensando que me moría, que estaba ya muerta, y me molestaba que me impidiera permanecer en aquel consuelo supremo.» En otra ocasión, antes de que hubiese comenzado a distribuir sus bienes –aunque se quedara con muy poco–, una tarde mientras estaba rezando se lamentaba porque le parecía que no sentía a Dios y le rogaba y se lamentaba, diciendo: «Señor, esto que hago, solo lo hago para encontrarte. ¿Te encontraré cuando acabe?». Y mucho más decía en su oración. Y obtuvo la siguiente respuesta: «¿Qué quieres?». Y ella respondió: «No quiero ni oro ni plata: aunque me dieses el mundo entero, solo te quiero a ti». Y entonces le fue respondido147: «Atenta, porque justo cuando acabes lo que estás haciendo, la Trinidad entera vendrá a ti». «Y entonces me prometió otras muchas cosas, eliminó de mí toda tribulación y me dejó con mucha dulzura. Y desde aquel momento esperaba que ocurriese lo que me había dicho. Y todo esto se lo conté a mi compañera, porque yo dudaba de las cosas que me habían sido dichas y de aquellas que me habían sido prometidas, aunque me hubiese dejado mucha suavidad divina.» «EN EL VIGÉSIMO PASO148 después de esto marché a la iglesia de San Francisco de Asís. Durante el camino se cumplió la promesa que te he referido. No recuerdo si ya había erogado todo, es decir si ya había acabado de distribuir mis bienes entre los pobres, pero me quedaba muy poco, y solo porque uno me había hecho esperarlo mientras él iba al reino de Puglia para dividir parte de sus bienes con un hermano suyo que allí habitaba. Dijo que volvería rápidamente para erogar la totalidad de sus bienes a los pobres y para expropiarse junto a mí, ya que se había convertido y había sido animado a ello por gracia divina siguiendo mi consejo. Por eso decidí esperarlo, pero después me enteré de que había muerto en el viaje, que Dios hacía milagros por su intercesión y que su sepulcro era objeto de veneración.» Este vigésimo paso que aquí se transcribe es lo primero que yo, indigno hermano, escribí y escuché de boca de la fiel de Cristo. Y no termino ni continúo este paso aquí, el cual es admirable y de gran revelación, y muy largo y de mucho deleite y familiaridad divina –aunque el vigésimo primero sea aún más admirable–, sino que suspendo o postergo su escritura para referir brevemente cómo, por extraordinaria intervención de Cristo, me enteré de estas cosas y me vi obligado a ponerlas por escrito149. Capítulo II Explicaciones del hermano escritor sobre la división, motivación y verdad del Libro de la Experiencia EL HERMANO ESCRITOR REFIERE CON QUÉ ORDEN PREPARÓ Y REDACTÓ EL TEXTO DEL LIBRO DE LA EXPERIENCIA Antes de nada hago notar aquí que yo, hermano escritor con la ayuda de Dios, quería extender la materia del primer paso hasta el lugar que se describe en el vigésimo primero, es decir, hasta el final de la segunda revelación. Allí escribí que Dios milagrosamente le reveló a ella que todo lo que habíamos escrito era verdad y que no contenía mentira alguna. Ciertamente, lo que ella decía era mucho más pleno de lo que yo he escrito, ya que yo lo he hecho de forma reducida y con defectos150. De allí en adelante no he sabido dar continuidad a mi materia, ya que después he visto a la fiel de Dios demasiado intermitentemente para escribir lo que ella me dictaba. Esta es la razón por la que a partir del paso decimonoveno no haya sabido numerar los pasos posteriores distinguiéndolos con certeza. Por tanto, sintetizaré de aquí en adelante todo lo demás en siete pasos o revelaciones, pues yo vi a la fiel de Cristo estar en la gracia divina y ascender en los dones y en los carismas de la gracia151. Esto lo he hecho de la forma que he pensado mejor y más conveniente. ÍNDICE Y SUMARIO DEL TEXTO DEL LIBRO DE LA EXPERIENCIA PARA TODOS LOS PASOS QUE SIGUEN AL XIX El primer paso152, por tanto, sigue a la narración maravillosa de los hechos acaecidos en Asís153: es una revelación de la familiaridad divina y de la elocuencia y las enseñanzas de Dios. Y contiene al final del paso la respuesta que Dios le dio sobre la Trinidad y la visión que tuvo de Cristo en el sacramento del altar. El segundo paso es la revelación de la divina unción y la confirmación y la eterna visión de Dios en el Paraíso. Y este paso contiene cómo Dios le pide al alma que lo ame sin maldad y le muestra, a través de una larga predicación, cómo él es el amor del alma, aunque allí se encuentre escrito breve y fragmentariamente. Y quiere que el alma tenga o desee tener algo que se parezca al amor verdadero, con el cual él nos amó a nosotros. Además, allí se comprueba por enseñanzas que toda alma que quiera tener y desee encontrar la divina misericordia la puede hallar como María Magdalena. Dios muestra que esto procede del amor y la divina bondad del Padre, y del reconocimiento que el pecador haga de su condición. Y por estas dos cosas cuanto mayor sea el pecador, mayor gracia y misericordia podrá encontrar. Y también se dice que Dios es el amor del alma. Además, le fue revelado que Dios estaba presente en estas cosas que escribíamos y que le gustaban y, también, que no había mentira en ellas. Además, le fue revelado cómo Dios y después la santa Virgen dieron la bendición sobre las limosnas que ella recibía. Además, el éxtasis154 en el que cayó cuando vio el Cuerpo de Cristo. El tercer paso es la revelación de las enseñanzas divinas a través de palabras perceptibles con los oídos corporales y testimonios solo inteligibles por el gusto de la mente. Además, allí se enseña cómo los hijos legítimos de Dios son aquellos que buscan saber quién es Dios Padre, que les dio el don de su filiación. Y esto lo hacen porque lo quieren conocer y complacerlo. Además, después se explica qué les dice Dios a ellos. Después, se enseña de qué modo perciben la gracia de Dios acercándose a él y cómo hay que acercarse, y la doctrina por la que el hombre puede convertirse en hijo legítimo de Dios. Después, también contiene quiénes son los hijos de Dios que son reprobados por él. Además de cómo vio la divina sabiduría, por la cual le es permitido juzgar con justo juicio. El cuarto paso es la revelación de la propia humillación y de la transformación y la certeza divina. Y se contiene en este paso cómo vio el mundo entero y cómo todo le pareció pequeño, y que Dios llenaba todo y todo lo sobrepasaba. Además, lo último que vio, en rapto del alma o en éxtasis: el poder de Dios y la voluntad divina, en los cuales le fue satisfecha toda duda, es decir sobre todos los que se salvarán y los que están ya salvados y sobre los condenados y los demonios y todo lo demás. Y de todo quedó contenta y satisfecha, aunque no sabía decirme si estaba dentro o fuera de su cuerpo. El quinto paso habla sobre la revelación de la divina unión y el divino amor. En primer lugar, se describe allí la maravillosa revelación de la Pasión del Señor y, después, el éxtasis de amor. Además, se describe cómo vio a la Virgen rezando por el género humano. Además, la manifiesta gracia en el sacramento del altar. Además, allí se encuentra una larga enseñanza sobre cómo el alma está segura de cuándo Dios adviene en ella. Y de manera parecida, cómo el alma sabe que es huésped de Dios, cosa que es bien diferente de la anterior. Después, tras la contemplación, el coloquio y la disputa entre el Alma y el Cuerpo o la Sensualidad155. Por último, encontramos aquí cómo y de qué diversas maneras puede engañarse a personas espirituales y qué cosas pueden ser comunes a fieles e infieles. El sexto paso es la martirización a través de múltiples e intolerables pasiones y martirios, por enfermedades tanto del cuerpo como del alma. Y los tormentos corporales sin número estarán horriblemente estimulados por multitud de demonios. Este paso corre simultáneamente con el séptimo, que le sigue y es el más maravilloso de todos. El séptimo paso es la revelación. De él solo podemos afirmar que no <puede ser pensado> o que no hay ninguna cosa que sobre él pueda ser pensada156. Ni el paso de la divina familiaridad, ni el de la divina unción, ni el de la erudición, ni el de la certificación, ni el de la unión y el amor, ni ninguno de los anteriores son nada en comparación con este. Cuando yo, hermano, le pregunté a la fiel de Cristo si todo lo que ella me había contado del séptimo arrebataba el alma más que todos los anteriores, me respondió que la arrebataba más sin ningún tipo de parangón, y me dijo: «Es tan superior que me parece que esto que te digo es decir nada o mal decir». Y después me dijo: «Esto que te digo me parecen blasfemias, por ello casi enfermo cuando me preguntaste si este paso me arrebataba más que los anteriores y yo respondí de aquel modo». Y además este excelentísimo paso corre simultáneamente al sexto durante algún tiempo, aunque poco a poco este desaparece y solo permanece el último157. EL HERMANO ESCRITOR NOTIFICA BREVEMENTE CÓMO Y CON QUÉ AYUDAS COMENZÓ Y TERMINÓ EL LIBRO DE LA EXPERIENCIA158 Esta narración a la que aludimos arriba y que escribiremos inmediatamente después de esta explicación habría que incluirla, por orden, en el paso XX que ya transcribimos, sin embargo fue lo primero que yo, hermano, escribí al dictado de las palabras divinas. Lo comencé a escribir a la ligera y de manera negligente, casi como unos apuntes que me ayudaran después a recordar, en una hoja pequeñita, ya que pensaba escribir poco159. Sin embargo le fue revelado a la fiel de Cristo poco tiempo después de que empezáramos con el dictado que yo tenía que escribir lo que me decía no en una hoja pequeñita, sino en un gran cuaderno. A pesar de que no la creí continué escribiendo en dos o tres papeles en blanco que encontré en mi librillo. Y por ello, antes de seguir adelante mandé elaborar un cuaderno de papel bombacino160. Y por esta razón, antes de proseguir, creo que debo contar cómo llegaron estas noticias a mi conocimiento y por qué razón estoy obligado a escribir, pues Dios mismo me empuja a hacerlo. EL HERMANO ESCRITOR EXPONE LA CAUSA Y LA RAZÓN DEL LIBRO DE LA EXPERIENCIA, AFIRMA QUE TODAS LAS PALABRAS SON DIGNAS DE FE Y MANIFIESTA LAS DIFICULTADES DE SU TRABAJO161 La causa o razón verdadera por la que comencé a escribir fue esta: la fiel de Cristo una vez vino a Asís, a la iglesia de San Francisco, en cuyo convento yo habitaba, y sentada en el portal de la iglesia gritó mucho. Por ello yo, que era su confesor, su pariente y su principal consejero, me avergoncé muy profundamente porque muchos monjes que rezaban allí y que nos conocían estaban viéndola gritar o vociferar. A decir verdad, aquel santo hombre difunto del que hemos hablado arriba en el XX paso, el cual se quería expropiar con ella y que ahora era su compañero de peregrinación162, se sentó humildemente en el suelo de la iglesia no muy lejos de ella con gran reverencia y cierta tristeza, como si la respetara y la cuidara. De manera similar la miraban otros buenos hombres y mujeres compañeros de peregrinación suyos, y con reverencia la observaban y la cuidaban. Tan grande fue mi soberbia y tan suprema mi vergüenza que ni me acerqué a ella, sino que avergonzado y lleno de indignación esperaba a lo lejos a que acabase de gritar. Y después de que cesara su estridente gritería, se levantó del portal y vino hacia mí, y me costó mucho hablarle pacíficamente. Y le dije que nunca más se le ocurriera venir a Asís, ya que este mal la poseía, y les dije a sus compañeros que nunca más la trajeran en peregrinación. Poco después fui de Asís al pueblo en el que ella y yo habíamos nacido, queriendo saber la causa de tales gritos. Yo empecé a presionarla de todas las maneras que me fueron posibles para que me confesara por qué había gritado o vociferado así cuando estuvo en Asís. Y ella, recibiendo antes mi firme promesa de que no se lo contaría a nadie que ella conociera, empezó a narrarme algo de la historia que referiré dentro de poco. Por lo que yo, atónito y habiendo sospechado que todo esto procediese de un espíritu maligno, enérgicamente me esforcé en transmitirle las sospechas que ya entonces albergaba. Y le rogué que me lo contara todo, porque yo quería escribirlo todo para pedirle consejo sobre este asunto a un hombre sabio y espiritual que ella no conocía. Y le decía que quería hacer esto para que de ningún modo pudiera ser engañada por algún espíritu malvado. Y me esforzaba en atemorizarla y en darle ejemplos sobre cómo muchas personas ya habían sido engañadas, por lo que ella también podía serlo. Y ella misma, que no poseía entonces el grado de clarísima y perfectísima certeza que poseyó después –y que se encuentra descrito en lo que sigue–, comenzó a manifestarme los secretos divinos mientras yo los transcribía. De los cuales en verdad tan poco podía entender cuando los escribía, que yo intuía y pensaba que era como una criba o cedazo que la más fina y preciosa harina dejaba escapar, reteniendo solo la más gruesa. Y yo mismo, que entonces experimentaba una gracia especial de Dios de la que nada sabía anteriormente, con gran reverencia y temor escribía para no agregar nada mío, ni siquiera una palabra, si no eran justamente las palabras que salían de su boca. Ninguna otra cosa quería escribir, sino lo que de ella recibía. Sin embargo, cuando estábamos sentados juntos, hacía que me repitiese muchas veces las palabras que yo debía escribir. Y aquello que yo ponía en tercera persona, ella lo decía siempre en primera, hablando de sí misma: lo que ocurrió fue que yo escribía en tercera persona por la prisa y después no lo corregí. Y aquí puede parecer de alguna manera que yo no podía captar las palabras divinas, sino las más bastas, porque a veces, mientras yo transcribía rectamente lo que podía entender de sus labios, mientras le releía lo que había escrito, ya que me decía que escribiera otra cosa, me decía sorprendida que no reconocía aquellas palabras. Y otras veces, cuando yo le releía para que comprobara que estaba bien escrito, ella respondía que yo hablaba secamente y sin ningún sabor, y se sorprendía de ello. Y en otra ocasión me lo explicó diciendo lo siguiente: «Gracias a estas palabras, recuerdo aquellas que te dicté a ti, aunque esta sea oscurísima escritura. Estas palabras que me lees no transmiten lo que contienen, por ello te digo que tu forma de escribir es oscura». Además después me dijo: «Escribiste solo lo peor y lo que no significa nada, pero sobre lo precioso que sintió mi alma nada escribiste». Y, sin duda, esto ocurría por un defecto mío: no porque yo añadiese nada, sino porque realmente no podía captar lo que decía. Y aquello que ella decía yo, verazmente, lo transcribía pero de manera fragmentaria y reducida. Y yo, que sabía que estaba escribiendo muy muy lentamente y que temía a los monjes que murmuraban porque me sentaba con ella en la iglesia para escribir, lo hacía muy deprisa. Creo que se debe a un milagro divino que aquello que escribí estuviera ordenado. Y que yo escribiese con ayuda milagrosa le fue revelado por Dios en el paso XXI o en la segunda revelación de la unción divina. Y le fue revelado y dicho que yo había escrito todo verazmente y sin mentiras, pero con muchos defectos. Por lo que yo, cuando a veces, desconcentrado, me disponía a escribir, entonces todo se fragmentaba tanto para ella como para mí que yo nada podía escribir con un orden aceptable. Por lo que, cuando podía, intentaba ir a hablar con ella con la mente preparada para hablar y escribir. Y algunas veces deseaba confesar mis pecados antes de llegarme a ella, pues reconocía que era una gracia divina – una gracia divina de la que podía esperar que hiciera todo maravillosamente– que pudiera pasar a escritura de manera ordenada cualquier cosa que Dios me llevaba a preguntarle. Aún me quedaba dolor y no pequeña solicitud, ya que muchas cosas que entendía dignas de ser puestas por escrito las omitía por mi prisa, mi insuficiencia como transcriptor y por el temor a los monjes maldicientes, y porque muchos hermanos murmurantes avisaron al guardián y al ministro, y ellos me prohibieron de manera firme proseguir con mi tarea, ignorando por qué y qué buenas cosas estaba escribiendo. Capítulo III Primer paso suplementario (continuación del vigésimo) El primer paso es la revelación de la divina familiaridad y las palabras y las enseñanzas de Dios163. Y aquí retomo el discurso acerca de cómo y cuándo empecé a escribir después de que le sucediera a la fiel de Cristo aquel gritar o vociferar en San Francisco, así como ha sido dicho en la narración precedente. MARAVILLOSOS Y FUNDAMENTALES HECHOS EN SUS PEREGRINACIONES A ROMA Y A ASÍS164 Cuando yo, hermano, hube tornado de Asís a la tierra de la que ambos proveníamos empecé a preguntarle y a presionarla con todas mis energías y de todas las maneras posibles, obligándola por los lazos que nos unían a que me confesase las razones y causas por las que había gritado o vociferado en San Francisco. Y ella así forzada por mí, habiendo recibido primero una firme promesa por mi parte de que yo no se lo diría a mortal alguno que ella pudiera conocer, me lo comenzó a contar todo, diciendo que cuando fue a Asís aquella vez sobre la que yo le preguntaba, ella venía por el camino orando165. Y entre otras cosas le rogaba a san Francisco que le rogara a Dios por ella para que pudiera sentir a Cristo, y que san Francisco obtuviera de Dios para sí la gracia, ya que ella servía bien la regla franciscana, la cual profesaba desde hacía poco y, sobre todo, que la hiciera vivir y morir en pobreza verdadera. Es decir, obtuvo de Cristo que la hiciera verdaderamente pobre; ella deseaba tanto estar en la pobreza perfecta, que por este tanto al igual que san Pedro apóstol, ella había caminado hacia Roma para rogar a san Pedro que la introdujera en dicha gracia de la pobreza verdadera. Cuando yo, hermano, escuchando le releía a esta fiel de Cristo lo anterior ella afirmaba que era verdad. Y aunque decía que lo escrito tenía muchos defectos, añadió: «Y cuando me acercaba a Roma sentí que la divina gracia me había concedido lo que yo había pedido sobre la pobreza». «Por lo que entonces cuando iba a la iglesia de San Francisco le rogaba a este, es decir a san Francisco, que pidiera para mí la gracia que él adquirió de nuestro Señor Jesucristo.» Y me contaba muchas otras cosas que pedía en la oración que hacía en el camino. Y cuando llegó a Spelo y a la vía estrecha que atraviesa el pueblo y asciende a Asís allí, en el trivio166, le fue dicho lo siguiente: «Has estado rogando a mi siervo Francisco y yo no he querido enviarte otro mensajero. Yo soy el Espíritu Santo que ha venido a ti para darte un consuelo que nunca antes habías probado. Y estaré dentro de ti hasta San Francisco y nadie se dará cuenta. Y quiero ir hablando contigo por este camino sin parar, y tú no podrás hacer ninguna otra cosa, ya que te he atado a mí. Y no me marcharé de ti hasta que entres a San Francisco por segunda vez y entonces me iré de ti después de este consuelo, aunque no me iré de ti nunca si me amas». Y empezó a decir: «Hija mía, dulce para mí, hija mía, mi deleite, mi templo167: ámame, porque tú eres muy amada por mí, mucho más de lo que tú me amas a mí». Y muchísimas veces repetía: «Hija y esposa, dulce para mí». Y dijo: «Yo te amo más que a cualquier otra que se encuentre en el valle de Espoleto168. Y después de que yo haya estado o haya reposado en ti, del mismo modo debes estar o descansar tú en mí169. Tú rogaste a mi siervo Francisco porque él me amó mucho y por ello yo hice mucho por él. Y si hubiera una persona que más me amara, más haría por ella. Y yo haré por ti lo que tuvo mi siervo Francisco y más aún si tú me amas». Con estas palabras empezó a dudar mucho y dijo su alma: «Si tú fueses el Espíritu Santo no me dirías esto, pues no me conviene ya que soy frágil y, por tanto, podría caer en la vanagloria». Y respondió: «Ahora piensa si tú por todo esto puedes caer en una vanagloria que te hinche. Y huye si puedes de estas palabras»170. «Y yo me obligué a sentir vanagloria, para probar si era verdad aquello que me había dicho y si esas palabras eran el Espíritu Santo. Y empecé a mirar las viñas, para olvidarme de aquellas palabras, es decir de aquel discurso, y donde quisiera que yo mirase me decía a mí misma: “Esta es mi criatura”171. Y sentía una dulzura divina inefable. Y entonces me tornaban a la memoria todos mis pecados y mis vicios y, por otra parte, no veía nada en mí sino pecados y defectos. Y sentía en mí una gran humildad, mayor de la que nunca hubiera sentido, y por ello me decía a mí misma que el Hijo de Dios y el Hijo de la santa Virgen María se había inclinado hacia mí. Y me decía: “Si todo el mundo quisiera ahora acompañarte, tú no podrías hablarles, porque ya todo el mundo te acompaña”. Y para darme seguridad en mis dudas, decía: “Yo soy aquel que fui crucificado por ti y que tuve hambre y sed por ti, y que esparcí mi sangre por ti: tanto te amaba”». Y así le contaba toda la Pasión. «Y decía: “Pide la gracia que quieras para ti y para tus compañeros172 y para quien tú desees. Y prepárate para recibirla, porque yo estoy más dispuesto a dar que tú a recibir”. Y yo le dije y le grité a mi alma: “No quiero pedir nada porque no soy digna de ello”. Y me volvía a la memoria cada uno de mis pecados. Y me dijo el alma: “Si tú fueses el Espíritu Santo, no me dirías a mí una cosa tan grande; y si me lo dijeras, sería tan grande la alegría que mi alma no la podría soportar”. Y respondió: “No te doy más alegría que esta, porque nada puede ser o ser hecho sino como yo quiero. Menos que esto ya le he dicho a otros y estos yacen: ni oyen ni ven. Y tú vienes con tus compañeros y nada sabes, y por ello no te hago sentirme más. Y este signo te doy: haz todo lo posible y esfuérzate por hablar con tus compañeros y piensa otras cosas sobre lo bueno y lo malo, porque no podrás pensar sino en Dios. Y todo esto lo hago por tus méritos”. Y entonces volvían a mi memoria cosas malas y defectos míos, y veía que más que nunca era digna del Infierno. Y él decía: “Esto lo hago por mi bondad, y si hubieses venido con otros, no te habría hecho esto”. Ellos de alguna forma percibían mi laxitud, porque en cada palabra recibía gran dulzura. Y no hubiera querido llegar nunca a Asís y que aquel camino no durase todo el tiempo del mundo. Y no puedo calcular cuánta fue la alegría y la dulzura de Dios que sentí, sobre todo cuando dijo: “Yo soy el Espíritu Santo y entro dentro de ti”. Y de manera similar cuando decía todo lo demás, recibía una gran dulzura. Y yo le decía por recelo: “Si vienes conmigo como me has dicho podré discernir si eres el Espíritu Santo”. Y también me había dicho: “Yo me marcharé de ti la segunda vez que vayas a San Francisco en lo que respecta a este consuelo, pero no me iré nunca si me amas”. Y vino conmigo hasta San Francisco, como me había dicho, y no se marchó de mí cuando llegué a San Francisco ni mientras estuve en la iglesia, sino que continuó conmigo hasta después de comer, es decir hasta que fui por segunda vez a la iglesia de San Francisco. Y esta segunda vez, justo cuando me arrodillé a la entrada de la iglesia y vi a san Francisco pintado en el pecho de Cristo, me dijo: “Así de estrecha te tendré abrazada y mucho más de lo que puedas considerar con los ojos corporales. Pero es hora de que cumpla lo que a ti, hija dulce, templo mío, amor mío, te prometí: que como este consuelo he de abandonarte, pero que no te dejaré nunca si me amas.”173 Y entonces, a pesar de que estas palabras fueron amargas, sentí tanta dulzura que fue intensamente dulcísimo. Y entonces miré como si mirara con los ojos del cuerpo y con los de la mente». Y cuando yo, hermano, le pregunté y le dije: «¿Qué viste?», ella me respondió diciendo: «Vi una cosa llena, una majestad inmensa que no puedo expresar, pero yo veía que era el Omne bonum174. Y muchas palabras de dulzura me dijo cuando se marchaba, y con inmensa suavidad, lentamente se marchó, parándose cada poco. Detalle de la denominada Vetrata degli angeli [Basilica superiore di San Francesco d’Assisi.] Y entonces, después de que me abandonara, empecé a gritar en alta voz, o a vociferar. Y sin ninguna vergüenza gritaba y clamaba diciendo estas palabras: “Amor no conocido, ¿por qué me dejas?”. Sin embargo no podía decir nada más que estas palabras que gritaba sin vergüenza: “Amor no conocido, y por qué y por qué y por qué”175. Y gritaba estas palabras tan entrecortadamente que no era posible entender nada. Y entonces supe con certeza y sin duda que realmente aquel había sido Dios. Y yo gritaba queriendo morir, y gran dolor me era el permanecer viva y no morir, y entonces todas mis articulaciones se descoyuntaron. Y después de esto, poco después de volver de Asís con aquella gran dulzura, iba por el camino de vuelta a casa. Y caminando venía hablando de Dios y era para mí gran pena callar, pero lo intentaba cuanto podía a causa de mis compañeros. Y en la vuelta por el camino de San Francisco me dijo estas palabras entre otras: “Te doy este signo de que soy yo el que habla y el que te ha hablado: esto es, te doy la cruz y el amor de Dios dentro de ti, y este signo estará contigo toda la eternidad”. Y yo sentí inmediatamente dentro de mi alma aquella cruz y aquel amor y resultaba que yo sentía aquella cruz corporalmente, y sentía como mi alma se fundía en el amor de Dios176. Y me dijo por el camino yendo hacia Asís lo siguiente: “Toda tu vida: tu comer y beber y dormir y todo tu vivir, me place”». ACABADA LA PEREGRINACIÓN EXPERIMENTA OCHO DÍAS DE MÁXIMA FAMILIARIDAD CON DIOS EN SU CASA DE FOLIGNO COMO EN LAS DENOMINADAS «BODAS MÍSTICAS» «Y después de haber vuelto a casa sentí una inmensa y pacífica dulzura que no puedo explicar, y era mi deseo morir. Y sentía tanta pena de vivir a causa de esta pacífica dulzura, quieta, deleitable, tanta que de ella no puedo hablar. Y a pesar de haber conseguido sentirla tal como la sentía y a pesar de no haberla perdido, lo que deseaba era morir a este mundo177. Y vivir era para mí una pena mayor que el dolor que sentí por la muerte de mi madre y de mis hijos, y mayor que cualquier dolor que yo pudiera pensar. Y yací en casa en este máximo consuelo y esta languidez durante ocho días, y gritaba mi alma: “Señor, ten piedad de mí y no me permitas permanecer más en este mundo”. Y en el camino de Asís me había dicho estas deleitables e indecibles palabras de consuelo: “Después de que llegues a casa, sentirás otra dulzura que nunca antes habías experimentado, y entonces no te hablaré como hasta ahora, pero lo sentirás”. Y comencé a experimentar esta dulzura o inefable y pacífico y quedo consuelo, tanto que no sé hablar de él. Y yací durante ocho días, de modo que durante ese tiempo no pude ni hablar ni rezar el padrenuestro, ni siquiera podía estar levantada mucho rato. Y me dijo por el camino de Asís: “Yo acompañé a los apóstoles muchas veces y me veían con los ojos del cuerpo y no sentían esto que tú sientes. Y tú, aunque ahora me sientes, no me ves”. Y después de darles fin a estas palabras, se marchó de manera muy placentera y me dijo: “Hija mía, dulce para mí más de lo que yo soy para ti”. Y me dijo lo que ya me había dicho arriba: “Templo mío, deleite mío”. Y no quería que en su partida estuviese en la cama, sino que escuchase estas palabras en pie. Y me dijo: “Tú posees el anillo de mi amor178 y eres mi prometida, y ciertamente no te irás de mí. Y la bendición del Padre, del Hijo y del Espíritu Santo la tenéis tú y tu compañera”. Y me dijo esto mientras partía, ya que yo había pedido la gracia para mi compañera, y me respondió a esto: “A ella le doy otra gracia”. Y cuando dijo “ciertamente no te irás de mí”, el alma gritó: “¿Pecaré yo mortalmente?”. Y respondió: “Esto no te lo digo”. Y desde ese momento sentí muchas veces olores indecibles; y tantas fueron estas y otras experiencias que no llegaría a expresarlas nunca con certeza, y aunque pueda referir unas pocas palabras, nunca podré formular la dulzura y el deleite que estas me causaban. Y muchas veces mantuve conversaciones parecidas, pero no con esta misma calma, ni con la misma profundidad ni con tanta dulzura.» SU COMPAÑERA CUENTA DOS HECHOS PRODIGIOSOS QUE PRUEBAN LA VERACIDAD DE LA NARRACIÓN DE ÁNGELA179 Después de que volviera de Asís y estuviera en cama, así como ya se ha contado, su compañera, que era de maravillosa simplicidad y pureza y virginidad, oyó tres veces una voz que le decía: «El Espíritu Santo está dentro de L.»180. Y entonces fue hacia ella y le comenzó a hablar diciendo: «Dime qué es lo que te pasa, porque a mí ya me ha sido dicho tres veces». Y la fiel de Cristo respondió: «Si te ha sido dicho, a mí me place». Y así lo confirmó. Y a partir de entonces la fiel de Cristo compartió con su compañera muchas cosas sobre los secretos divinos181. Esta compañera me refirió a mí, hermano escritor, después de esto que una vez mientras la fiel de Cristo yacía en éxtasis a su lado, vio una especie de estrella redondísima que, según dijo, resplandecía con muchos e innúmeros matices y con colores innumerables. Y de ella procedían rayos de maravillosa belleza, gruesos y finos, que naciendo de su pecho se doblaban y después ascendían verticales hacia el cielo. Y esto lo vio con los ojos corporales, velando, y era casi la hora tercia y la estrella no era muy grande. SE RESUELVE LA DUDA DEL HERMANO ESCRITOR SOBRE LA NARRACIÓN DE ÁNGELA DE LA SANTÍSIMA TRINIDAD182 Una vez yo, hermano escritor que indignamente transcribí estas palabras divinas, le pregunté de qué modo le fue dicho en la revelación precedente «Yo soy el Espíritu Santo» y, poco después, «Yo soy el que fue crucificado por ti». Y después de hacerle estas preguntas ella volvió a su casa. Y después, volviendo a mí, me dijo: «Después de tornar a casa comencé a pensar que tenía dudas sobre lo que preguntaste, ya que cuando se me pregunta algo, ello me hace dudar porque me siento completamente indigna. Y mientras dudaba me fue dada la siguiente respuesta: “Pregúntale a él, es decir al hermano A.183, cómo es que la Trinidad ya ha venido a ti. Dile: ‘ya ha venido, ya ha venido’, y pregúntale cómo pudo hacerlo”. Y se me daba a entender que aunque viniese a mí, todavía estaba en el Cielo y no descendía desde allí. Y como yo seguía sin entender y no me parecía que inteligible o plenamente se me estuviera respondiendo, entonces añadió lo siguiente: “Dile que cuando te fueron dichas esas palabras, esto es ‘Yo soy el Espíritu Santo’ y después ‘Yo soy quien fue crucificado por ti’, entonces en ti estaban el Padre, el Hijo y el Espíritu Santo”. Y mientras yo dudaba de esto, es decir de cómo el Padre con el Hijo y Espíritu Santo habían venido a una criatura tan indigna como yo, pensaba que quizá estas cosas se me dijeran para engañarme. Entonces repetidas veces se me dijo lo mismo: “La Trinidad vino a ti”, por lo que se me decía: “pregúntale a él de qué modo pudo venir”. Y se me dijo entonces que en aquella frase estaban el Padre y el Hijo y el Espíritu Santo, y me parecía que se me decía que la Trinidad era simultáneamente una sola cosa. Y me era dado el ejemplo del sol184 y otros ejemplos, pero yo los rechazaba, porque cuando se me dicen tan grandes cosas yo las rechazo, temiendo no ser digna de ellas. Querría que Dios me diese el sentimiento de no poder ser engañada en estas cosas». Esto, es decir «Toda la Trinidad vino a ti», recordada en el paso precedente, es decir al final del XIX, se cumplió en el paso XX. CON LA VISIÓN DE LA DIVINIDAD Y DE LA HUMANIDAD DE CRISTO SE EXPLICA EL SIGNO DE LA CRUZ Y EL AMOR DE DIOS QUE SE LE DIO A ÁNGELA DURANTE SU RETORNO DE ASÍS185 Ella me dijo: «Una vez pensaba sobre el gran dolor que Cristo sufrió en la cruz y pensaba en sus clavos, de los que yo había oído decir que se llevaron dentro de la madera carne de sus manos y de sus pies. Y deseaba ver al menos un poco de aquella carne de Cristo que los clavos se llevaron dentro de la madera. Y entonces me sobrevino tan gran dolor proveniente de aquella pena de Cristo que no pude tenerme en pie, sino que me incliné186, me senté y apoyé la cabeza sobre mis brazos que yacían en el suelo. Y entonces Cristo me enseñó su garganta187 y sus brazos. Y entonces la primera tristeza se convirtió en tanta alegría que nada puedo manifestar aquí de ella. Y fue una alegría nueva, y no veía ni oía, ni sentía otra cosa sino aquella. Todo se hizo tan claro dentro de mi alma que no dudo de ello, ni me preguntaría nunca sobre ello. Y dejó tan certero signo de alegría en mi alma que estoy segura de no perderlo nunca. Y había tanta belleza en aquella garganta o cuello que entendía que aquella belleza venía de Dios y que por aquella belleza a mí me parecía que estaba viendo a la deidad y me parecía estar ante Dios, aunque no se me mostraba más que esto. Y aquella claridad no la puedo comparar a ninguna cosa o a los colores del mundo, sino a la claridad del Cuerpo de Cristo, la cual veo alguna vez durante la elevación. Y cuando aquella visión se marchaba, empecé a pensar un poco sobre mí y poquísimo pensé o temí188. Pero cuando llegó este pensamiento, estuve segura de que ya estaba fuera de aquella visión». ESPLENDOR Y BELLEZA DE LA HUMANIDAD Y DE LA DIVINIDAD DE CRISTO, QUE TAMBIÉN SE TRANSLUCEN DE LA VISIÓN DE LA HOSTIA189 Yo, hermano escritor, cuando oí que lo que ella dijera en las palabras precedentes sobre el Cuerpo de Cristo –lo que ocurrió, según creo, por voluntad divina–, inmediatamente sentí en mi corazón, y le pregunté y la forcé a que me dijera qué había visto entonces en el Cuerpo de Cristo. Y ella, así presionada, empezó a decir y dijo: «Algunas veces veo la hostia como vi su cuello o garganta, con tanto esplendor y con tanta belleza que veo venir a la divinidad con más esplendor que el mismo sol. De esta belleza se me da a entender con certeza que estoy viendo a Dios sin ninguna duda, aunque en mi casa vi mayor belleza aún en aquel cuello o garganta, tanta que de la visión del cuello no creo perder la alegría ciertamente nunca. Y no la sé manifestar si no es por la similitud con la hostia del Cuerpo de Cristo, ya que en la hostia aparece más bella la belleza que en el sol y mucho mayor aún. Sin embargo, gran pena sufre mi alma por no poder manifestar tal belleza». Además, dijo que una vez vio la hostia de otra manera, es decir que vio en la hostia dos ojos esplendidísimos tan grandes que parecía que de la hostia solamente quedaban los bordes190. «Pero una vez no ante la hostia, sino en la celda, se me aparecieron ojos con tan gran belleza y tan deleitables que ciertamente no creo que pierda nunca la alegría, como en el caso del cuello. Y aunque no sé si fue durmiendo o velando, me descubrí en una alegría máxima e inefable, y fue tan grande que creo que no la perderé nunca.» Otra vez dijo que vio la hostia como a Cristo niño, pero que lo vio grande y muy poderoso, como aquel que ostenta el poder191. «Y parecía tener algo en las manos como el signo de tal poder y se sentaba en un asiento, pero no sé decir qué sostenía con la mano. Yo lo vi con los ojos del cuerpo, y lo de la hostia también lo vi con los ojos del cuerpo. Y entonces no me arrodillé cuando los otros se arrodillaron, y no sé con certeza si corrí hasta el altar o si no me podía mover por aquel deleite y aquella contemplación. Y sentí un gran fastidio cuando el sacerdote volvió a poner la hostia en el altar demasiado rápido. Y había tanta belleza y eran tan bellos sus atavíos, y me parecía un niño de doce años. Y sentí tanta alegría que no creo que la pierda nunca jamás. Y tuve tanta certeza que no dudo de ninguna manera ni de ninguna cosa de las que digo, por lo que está bien que tú escribas esto. Y tanto fue el deleite que tuve al verlo que no le dije que me ayudara, y tampoco le dije nada bueno o malo, sino que solo me deleité viendo aquella belleza»192. Capítulo IV Segundo paso suplementario (o vigesimoprimero) El segundo paso es la revelación de la divina unión, y de la confirmación y visión de Dios en el Paraíso193 CON AGRADO DIOS LE MANIFIESTA A ÁNGELA CON PALABRAS Y REVELACIONES SU PRESENCIA Y ENSEÑA QUE ÉL MISMO ES «AMOR DEL ALMA» a. Primera gran manifestación de la amante presencia de Dios Me dijo la fiel de Cristo lo siguiente: «Un año después de haber recibido aquellas palabras divinas mientras caminaba hacia Asís, mientras estaba en oración y quería rezar el padrenuestro, de repente advino una voz en mi alma que me dijo: “Tú estás llena de Dios”194. Y entonces realmente sentí todos mis miembros corporales colmados de deleite por Dios y deseaba morir como antes, cuando iba a Asís, y cuando ya a la vuelta yacía en mi celda. Y entonces yací de nuevo de esta manera. Y dijo mi compañera que surgían lágrimas de mis ojos abiertos. Y entonces se me decía y sentía cómo Dios me abrazaba el alma, y sentía que era verdad. Y ahora me parece que esto que digo es casi una burla, ya que en aquel momento era diferente de cómo lo expreso ahora: yo misma me avergüenzo de insistir en expresarlo195. Igualmente, en el camino a San Francisco me había dicho otra vez: “Yo hago en ti algo grande a la vista de las gentes, y ellos lo percibirán en ti, y mi nombre será loado a través de ti por mucha gente”». b. Segunda y mayor experiencia de la amante presencia de Dios196 «Esta segunda vez, al año siguiente, de nuevo mientras estaba en oración, súbitamente me fueron dichas palabras intensamente placenteras que decían así: “Hija mía, más dulce para mí que lo soy yo para ti, templo mío, el corazón de Dios omnipotente está ahora sobre tu corazón”. Y de manera similar, con estas palabras recibí gran sentir de Dios, más que el que nunca hubiera experimentado, mucho más. Y también cada miembro de mi cuerpo sentía este deleite, y yací en él.» c. Se le revela a la Beata el amor que se le ha dado: aquel del Omnipotente que domina a todas las criaturas «Y dijo: “Dios omnipotente ha puesto mucho amor en ti, más que en cualquier otra mujer de esta ciudad, y en ti se deleita. Dios se llena de ti y de tu amiga. Desead que vuestra vida sea luz para todo aquel que la quiera mirar. Y aquellos que la miren y no obren, serán juzgados duramente”. Y el alma comprendía que este juicio sería más cruel para los letrados que para los laicos197, ya que desprecian los asuntos divinos a pesar de conocerlos por la Escritura. “Y tan omnipotente es el amor que Dios puso en vosotras que continuamente está con vosotras, aunque no haciéndoos sentir de esta manera. Y ahora sus ojos os miran”198. Y me parecía ver con los ojos de la mente sus ojos, y me deleitaban más de lo que puedo expresar. Y me duele manifestar ahora estas cosas de forma que parecen burlas. Y entonces aunque la alegría fuese grande, me acordé de mis pecados y nada bueno me parecía hallar en mí. Y pensaba que nunca había hecho algo que a Dios le placiese y recordaba los disgustos que le había dado, y pensaba estar dudando de las grandes cosas que me había dicho. Y comencé a decir: “Si tú eres el Hijo de Dios omnipotente, ¿cómo es que mi alma no recibe una alegría muy grande, tan grande que se le haga insoportable, sintiendo que tú eres en mí199 y que yo soy indigna?”. Y respondió: “No quiero que haya más alegría en ti, sino que estés templada”. Y me respondió: “Es verdad que el mundo está lleno de mí”. Y entonces vi que toda criatura estaba llena de él. Y me dijo: “Yo puedo hacer todo: que veas cómo convivía con los apóstoles y no me sientas, y puedo hacer que me sientas y no me veas, tal y como me sientes ahora”. Y a pesar de que no decía todo esto con palabras, el alma, sin embargo, comprendía lo que decía, y mucho más aún. Y sentía que así era». Y cuando yo, hermano escritor, le pregunté: «¿Cómo?», ella respondió: «Porque había probado que mi alma sentía que era así». d. DESPUÉS ÁNGELA EXPERIMENTA DE MANERA SUPREMA LA UNCIÓN DE LA PRESENCIA DE DIOS, CUANDO DIOS LE IMPRIME EL SIGNO PERPETUO DE SU AMOR «Y respondió el alma y gritó: “Ya que tú eres Dios omnipotente y son verdaderas estas palabras y son tan grandes como tú dices, dame un signo por el cual yo esté segura de quién eres. Sácame de dudas”. Y me sorprendía porque todavía albergaba dudas, aunque fuesen pequeñas. Y pedía que me diese un signo corporal que pudiera ver, esto es, que pusiera en mi mano una vela o una piedra preciosa o cualquier otro signo que él quisiese. Y decía yo: “No mostraré ese signo a nadie, si tú quieres”. Y me respondía: “Esto que me pides es un signo que te daría alegría siempre que lo vieses y tocases, pero no te sacaría de dudas, y podría decepcionarte”. Y cuando me decía esto lo entendía todo más plenamente de lo que se pueda expresar, y con gran deleite y amor del cual nada decimos. Y con la plenitud que me era dada entendía más cosas de las que estamos contando. Y Dios quiera que no sea pecado, ya que tan mal y con tanto defecto lo estoy haciendo. Y me dijo: “Te doy un signo mucho mejor que el que me pides, ya que este signo estará continuamente contigo dentro de tu alma y por él siempre sentirás a Dios y te calentarás de amor divino. Y sabrás dentro de ti que esto no lo podría hacer otro sino yo. Y este es el signo que yo dejo dentro de tu alma, que es mejor que aquel que me pediste: Te dejo un amor mío, por el que tu alma siempre estará cálida de mí. Y este amor será tan hirviente que si alguien te dijera algo malo, tú estarás en gracia y te llamarás indigna de tal gracia. Y fue tanto el amor que yo tuve por vosotros, que todo200 lo soporté pacientemente. Y entonces sabrás que soy yo en ti. Y si ningún hombre te dice nada malo, tú tendrás gran deseo de que ello ocurra. Y este es el signo cierto de la gracia de Dios, porque yo todo lo soporté con gran humildad y paciencia. Y he aquí que te unjo con un ungüento siricoso, con el que fue ungido un santo llamado Sírico y con el que a menudo fueron ungidos otros muchos santos”201. Y súbitamente yo sentí esa unción con tanta dulzura que deseaba morir y que mi muerte conllevase todos los tormentos corporales. Y pensaba que esto no era nada en comparación a todos los cruentos martirios que habían sufrido los santos. Y entonces yo quería y deseaba que todo el mundo me insultara, y que mi muerte llegara llena de tormentos. Y era para mí muy deleitable rezar a Dios por todos los que me hicieron cosas malas. Y me maravillaba de todos los santos que rezaban por todos aquellos que los perseguían y los asesinaban, porque no solo debían rezar, sino que debían conseguir para estos una gracia especial de Dios. De esta manera, yo quería rezar a Dios por los que me hicieren el mal, y amarlos con gran amor. Y entonces en aquella unción sentí tanto deleite dentro y fuera de mí, que nunca lo hube sentido así en todos mis días, por lo que no puedo decir ni mucho ni poco sobre ello. Y era este otro tipo de consuelo que los anteriores, ya que en los otros deleites deseaba partir del mundo, pero en este existía el deseo de que mi muerte fuese larga y llena de tormentos, y encontrar todos los tormentos del mundo en cada uno de mis miembros. Y, por tanto, todas estas cosas me parecían absolutamente nada. Y mi alma comprendía que este consuelo era un pequeño incendio respecto a los bienes que se me prometían y también comprendía que así era ciertamente. Y aunque todos los sabios del mundo dijeran lo contrario, no los creería. Y si jurara que todos aquellos que andan por la antedicha vía se salvarían, no creería estar mintiendo. Y dejó este signo tan firmemente en mi alma y tan claro, con tanta luz, que creo que soportaría el martirio antes de admitir que las cosas son de otra manera. Y creo que este signo que me dejó y que siento continuamente es la recta vía de la salvación, es decir amar y querer sufrir por su amor.» Y yo, escritor, le dije: «¿Y ahora deseas que te insulten?». Y ella me respondió: «Lo deseo poco, sin embargo por ello a veces sentí vanagloria en el pasado cuando recibía algún insulto.»202 «Y quien hablaba en mí me dijo: “Si dudas de este signo, es decir de esta unción, pregúntale a aquel monje al que alguna vez se la di203, aunque muy poco la entendiese. Y las palabras anteriores que escuchaste de mí son tan altas, que no me importa que dudes, porque tu alegría sería demasiado grande. Y me place que tengas recelo de estas palabras, porque son muy, muy altas. Y si yo quisiera que tú no tuvieses este recelo, no lo tendrías”.» CON EL SIGNO DEL AMOR PERPETUO IMPRESO EN SU ALMA, ÁNGELA VE EL CIELO ABIERTO Y ACOMPAÑA ESPIRITUALMENTE A LOS ÁNGELES Y A LOS SANTOS EN LA OBSERVACIÓN DE LA REALIDAD DIVINA «Y yo veía a Dios.» Y cuando yo, escritor, le preguntaba cómo o qué veía y si veía cosas corporales, ella respondió así diciendo: «Veía una plenitud, una claridad, por la cual sentía tal abundancia que no sé cómo explicarla, ni dar absolutamente ninguna similitud204. Y no te sé decir si vi alguna cosa corporal, sino que era tal y como era en el Cielo, es decir tanta belleza que no sé qué decirte, sino simplemente belleza y el Omne bonum. Y todos los santos estaban laudándole en su majestad, pero me parece que en esto pasé poco tiempo. »Pero antes de que esto ocurriera me había dicho: “Hija mía, amada mucho más por mí que yo por ti”. Y muchas veces repetía: “Hija mía, dulzura mía, todos los santos del Paraíso sienten por ti un amor especial y mi Madre, y yo te haré acompañarlos”205. Y todo esto me parecía demasiado poco, es decir acompañar a los santos y a su Madre, pero toda me deleitaba en él, tanta era la dulzura que por él sentía. Y me decía lo siguiente: “Por el mucho amor que yo te tengo, por él te escondo tus propios defectos, porque no los podrías soportar”.» Y a mí, hermano escritor que la interrogaba, me respondió diciendo: «En ello puedes entender que él era el Omne bonum, porque yo había sido llamada para ver a los santos que estaban ante tal majestad, y me decía que observase también a los ángeles que me parecía ver sobre los santos206. Pero como yo veía que todo aquel bien de los santos y los ángeles era de él y en él, y que él era el Summum bonum, solamente me deleitaba en él y no prestaba ni podía prestar atención ni a los santos ni a los ángeles. Y él me decía: “Del mucho amor que yo te tengo, te escondo bastante”. Y comprendía el alma que de aquel amor que me tenía, me mostraba muy poco, casi nada en comparación. Y cuando el alma decía: “¿Por qué me tienes tanto amor a mí que soy así de pecadora? ¿Y por qué hallas tanto deleite en mí que soy sucia o repulsiva y que te he ofendido durante todo el tiempo que he vivido?”. Y veía entonces que nunca había hecho nada bien, sino con muchos defectos. Y él me respondía: “Tal es el amor que he puesto en ti que no recuerdo tus defectos y mis ojos no los ven. Y en ti he puesto un gran tesoro”. Y entonces el alma certeramente sentía que esto era verdadero, ya que no dudaba de nada. Y ella sentía y veía que así la miraban los ojos de Dios207. Y el alma recibía tanto deleite de ellos que ningún hombre, ni siquiera un descendiente de alguno de los santos que están allí arriba, lo podría expresar o manifestar. Y cuando me decía que me ocultaba mucho amor, ya que no podría soportar lo contrario, el alma respondía: “Si tú eres Dios omnipotente, tú puedes hacer que yo lo pueda soportar”. Y él respondía: “Como aquí tienes todo lo que deseas y no tienes hambre de mí, por ello no lo quiero hacer; en cambio, quiero que en este mundo tengas hambre y deseo, y que languidezcas por mí”208». ÁNGELA RECUERDA UN ANTERIOR COLOQUIO EX– HORTATIVO DE DIOS, PORQUE TODOS PUEDEN Y DEBEN AMAR A DIOS «Aún en el camino a San Francisco, la primera vez que Dios me habló, cuando este me decía “Hija mía, dulzura mía, ámame, porque tú eres mucho más amada por mí que yo por ti” y yo me cargaba con mis pecados y defectos, y no era digna de aquel gran amor, por ello añadía: “¡Es grande el amor que pongo en el alma que me ama sin malicia!”. Y me parecía que deseaba que el alma tuviera algo de aquel amor que siente por nosotros, según sus posibilidades, es decir las del alma, y que si solamente lo deseara tener, satisfaría este deseo. Decía en aquella locución209 que ahora eran muy pocos los buenos y que había poca fe, y a mí me parecía que se lamentaba de ello. Y decía: “Tan grande es el amor que les tengo a las almas que me aman sin malicia, que ahora yo les concedería una gracia mucho mayor a ellas –y a cualquiera que tuviera mi amor verdadero– que la que les hice a los santos en aquel tiempo en el que se narran tan grandes cosas que Dios hizo por ellos”. Y no existe nadie que se pueda justificar por no amarlo, porque cualquiera puede amar a Dios, y él no pide nada, sino que el alma lo ame, porque él la ama a ella y es el amor del alma». Y me decía a mí, hermano escribiente210: «¡Cómo son fondas, es decir profundas211, las palabras anteriores, es decir que Dios no pide al alma, sino que ella lo ame». Y después explicándolo, añadió: «¿Quién sería capaz, amando, de quedarse con alguna cosa para sí?»212. Y después, explicando las otras palabras, es decir que Dios es el amor del alma, dijo lo siguiente: «Que Dios ama al alma y que él es el amor del alma, me lo demuestran con vivas pruebas la grandeza de Cristo en su advenimiento y su crucifixión. Y él lo explicaba todo, es decir su advenimiento y su Pasión en la cruz y su grandeza. Y mostraba una prueba viva diciendo después: “Fíjate si hay en mí otra cosa que no sea amor”, mostrando en primer lugar quién fue enviado y por qué vino y cómo podía ser tan grande. Y explícitamente me mostraba la Pasión y la cruz, y todo lo dicho anteriormente. Y yo lo miraba por última vez y comprendía mi alma de manera certera que no era otra cosa que amor». Yo, hermano escritor, demasiado reducida y fragmentariamente escribí por culpa de la prisa. De las más bellas razones del mundo arranqué algunas palabras abreviando, esto es, escribiendo otra cosa y no todo lo que me decía213. «Y me parecía», decía ella, «que se lamentaba de encontrar en estos tiempos a tan pocas personas en las que pudiera poner su gracia. Y, por ello, que concedería una gracia mucho mayor a aquellos que encontrase que lo amaran ahora, que la que les concedió a los santos que hasta ahora han existido». LA VOZ DIVINA RESUELVE LAS DUDAS ACERCA DE LA VERACIDAD DE LO ESCRITO: «DIOS ESTÁ PRESENTE EN TODO ESTO QUE ESCRIBISTEIS Y SE ENCUENTRA AQUÍ CON VOSOTROS»214 Y ella me dijo a mí, hermano escribiente: «Yo tendría remordimientos de conciencia por decir esto que digo, si no me hubiesen sido dichas ciertas palabras; ya que me fue dicho que cuanto más digo y cuanto más diga sobre esto, más permanecerá en mí». Y me decía a mí, hermano escritor: «Ni hoy ni ayer he querido recibir muchas cosas, sin embargo hoy, mientras tenía remordimientos por las cosas que te dije –es decir, por haberte hablado de aquel signo que me fue dado, aquel que te conté que yo tenía, y por hacerte escribir que yo amaba las tribulaciones215–, mientras me remordía la conciencia porque quizá todo lo que dije sobre mí y tú escribiste no era verdad, súbitamente me fue dada una respuesta que así decía: “Todo lo aquí escrito son cosas verdaderas, y no hay aquí ninguna palabra mendaz, sino que estaban más llenas de muchas cosas o más abundantemente llenas de muchas cosas216. Y defectuosamente han sido expresadas y lo que el escritor escribió lo hizo abreviadamente y con defectos”. Y me mostró cómo yo tenía aquel signo. Y dijo: “Dios está presente en todo esto que escribisteis y está aquí con vosotros”. Y comprendía el alma que Dios se deleitaba, y también lo sentía. Y esto me fue dicho por los remordimientos que tenía por aquellas cosas que yo había contado, ya que sobre muchas otras cosas que yo te decía no tuve que pedir consejo por su claridad». OTRA ALOCUCIÓN EXHORTATIVA DIVINA, EN LA CUAL SE AFIRMA QUE NO EXISTE NINGUNA JUSTIFICACIÓN PARA AQUELLOS QUE RECHAZAN AL MÉDICO DIVINO217 Después de que yo, hermano escritor, escribiera las cosas referidas arriba, la fiel de Cristo me dijo: «Ahora esto me ha sido repetido y ha sido impreso en mi corazón de tal forma que difícilmente me puedo contener para no difundirlo o proclamarlo218 a todo el mundo. Así me lo mostró claramente diciéndome: “Ninguna persona podrá poner excusas de salud219, porque solo debe hacer lo que hace el enfermo en el médico, que le muestra la enfermedad y se dispone a obedecerle. Haciendo así no le hace falta hacer nada más a esta persona, ni comprar220 otras medicinas, sino mostrarse a su médico y disponerse a hacerle caso a todo lo que él le diga, y tener cuidado de no hacer lo contrario. Y comprendía el alma que la medicina era su sangre221 y que él mismo se la da a ella. Y el enfermo no debe hacer222 otra cosa, sino estar bien dispuesto y entonces el médico le dará la salud y le sanará de su enfermedad223. Y respondía aquí el alma y veía que todos sus miembros tenían una enfermedad específica y asignaba una enfermedad a cada miembro. Y comenzó el alma a enumerar cada miembro y sus pecados, los cuales veía y especificaba maravillosamente. Y todo esto lo escuchó él con paciencia, y después respondió de forma muy alegre y ordenada de qué manera sanaba de repente y dijo: “Esto mismo sufrió María Magdalena, es decir dolor, porque había enfermado y el deseo la liberó de la enfermedad224. Y cualquiera que tenga esto podrá encontrar la salud como ella”. Y me ponía otro ejemplo, aunque con uno y otro tuviera demasiado para hacer y meditar durante todo el día, es decir sobre cada uno en sí mismo. Y decía: “Estos hijos míos que se marchan de mi reino por sus pecados y se hacen hijos del demonio, cuando retornan al Padre, porque el Padre se alegra de que vuelvan a él; cuando vuelven al Padre este les muestra una alegría especial. Tanta es la alegría que tiene de su regreso, que les concede una gracia especial que no da a otros que fueron vírgenes y que no partieron nunca de él. Y esto se hace por amor del Padre y porque ellos, después del retorno, sufren dolor por haber ofendido a tanta majestad y saben que son dignos del Infierno y piensan tanto en el amor del Padre que por ello reciben una alegría especial”225. Lo dicho arriba me lo decía esta fiel de Cristo a mí, hermano escritor, con otras palabras, es decir más abundantes y más eficaces y llenas de luz. Por lo que cuando yo le releía esto, ella me decía que yo había escrito aquello no de modo abierto, sino seco y cerrado, aunque me confirmase que había escrito la verdad. Y me decía que hoy le había sido dicho: «Después de las palabras que has pronunciado haz escribir que todas estas cosas que escribisteis han sido dadas gracias a Dios. Y cualquiera que quiera conservar la gracia, que no levante los ojos de la cruz, ya sea en la alegría o en la tristeza que yo le dé o permita». SOBRE CÓMO EN CASA DE ÁNGELA SE REPARTE LA BENDICIÓN DE DIOS SOBRE LAS LIMOSNAS226 Además me dijo a mí, escribiente: «Mientras oraba antes de comer y le rogaba a la Virgen que me consiguiese la gracia de su Hijo, para que él a través de su santísima Pasión borrara de mí todo pecado y que me absolviera y que me diera su bendición, y que esto lo hiciese para mí y para mi compañera y que él, que bendijo la mesa cuando estuvo en la mesa de los apóstoles y comió con ellos, también bendijera esta comida y bebida de la que nosotras queríamos dar cuenta, súbitamente recibí una respuesta que así decía: “Hija mía, dulce para mí, esto que has pedido te ha sido concedido. Todo pecado te ha sido quitado y os he absuelto y tenéis mi bendición –y me parecía que decía lo mismo de mí y de mi compañera, es decir ‘a vosotras’–, y la comida y la bebida han sido benditas para vosotras para siempre, mientras viváis en este mundo, por Dios omnipotente”. Y pensaba en si estas limosnas que recibimos, reciben la bendición cuando se la dan, o si la reciben solo las cosas que comemos. Y súbitamente me fue dicho y respondido que todas las limosnas reciben bendición. “Por tanto, a quienes das limosna les será provechosa dependiendo de su mayor o menor grado de disposición, tan grande es la virtud que reciben de quien las bendijo; y si estuvieran en pecado mortal aquellos que la aceptasen, les será provechosa puesto que tendrán el deseo de convertirse rápidamente a la penitencia”. Y entonces el alma sentía a Dios en ella y sabía que la sensación era verdadera por la alegría espiritual y el deleite divino que sentía verdaderamente de Dios». Y dijo que ahora, cuando reza la oración que hemos dicho cuando va a comer, se le confirma que todas las cosas que hemos dicho anteriormente le son dadas, y siente que Dios se deleita de que ella también dé siempre dicha bendición por recelo. Y le parece que a él le place que no deje de hacerlo por dudas o recelo, por no haber confirmado que ya le ha sido dada, aunque cada vez le sea dicho que sí que le ha sido dada. Ella siente que Dios le muestra su clara faz227 y no le disgusta, y clarísimamente se le confirma. Además dijo que se le decía en muchas ocasiones: “Pide y pide justamente, y te será concedido”228. DE QUÉ FORMA DIOS LE ADMINISTRA LA BENDICIÓN A ÁNGELA «EN EL MOMENTO DE LA ELEVACIÓN DEL CUERPO DE CRISTO» EN LA CELEBRACIÓN DE LA SANTA MISA229 También me dijo a mí, hermano: «Cuando estaba en la iglesia y era el momento en el que las personas se arrodillaban por la elevación del Cuerpo de Cristo, entonces me fue hecho el siguiente discurso230: “Hija mía, dulce Hijo mío”. Lo decía muy humildemente y notaba un sentimiento nuevo en mi alma de máxima dulzura. Y decía: “Hija mía, dulce Hijo mío y para mí, mi Hijo ya ha venido a ti y has recibido su bendición”. Y entonces me hacía entender que su hijo ya estaba en el altar, y era como si me diera una noticia de máxima alegría, tanta que no la sé expresar y no creo que haya nadie que pueda hacerlo, por el contrario, me maravillé después de cómo pude sostenerme en pie sintiendo tanta alegría. Y me decía: “Después de haber recibido la bendición de mi Hijo es conveniente que yo venga a ti y te dé mi bendición, para que así como recibiste la bendición de mi Hijo, recibas la bendición de la Madre y tengas mi bendición y seas bendita por mi Hijo y por mí. Y esfuérzate en amar cuanto puedas, porque tú eres muy amada y te convertirás en algo infinito”231. Y entonces recibí una grandísima alegría en el alma como nunca antes la había recibido. Y cuando hubo acabado de decir lo anterior, entonces fue elevado el Cuerpo de Cristo por el sacerdote y me arrodillé y lo adoré, y aumentó en mí dicha alegría. Y no había podido arrodillarme cuando las otras personas lo hicieron, sino que me había quedado en pie en dicha alocución». Y yo, hermano escritor, le pregunté si entonces había visto algo en el Cuerpo de Cristo, como solía muchas veces. Y respondió que no, pero sentía verazmente a Cristo en el alma. Y dije yo, hermano escritor: «¿Cómo sabes que esto fue realmente así?». Y respondió ella diciendo: «Porque no existe nada que así abrace el alma con fuego tan ardiente, sino cuando Cristo está en el alma con deleite de amor. Y entonces no era como el fuego que ardía algunas veces, sino que era fuego de suave amor. Entonces, yo no dudo cuando tal fuego hay en mi alma, porque el alma sabe verazmente que es Dios, y que esto no puede ser hecho por otro. Y todos los miembros del cuerpo sienten que se descoyuntan, y yo quiero que así sea. Y todos los miembros sienten supremo deleite, y yo deseo siempre ser en él. Y suenan los miembros cuando se descoyuntan, y esto lo siento más cuando se eleva el Cuerpo de Cristo, y se descoyuntan las manos y se abren»232. Capítulo V Tercer paso suplementario El tercer paso es la revelación de la enseñanza divina por lecciones percibidas por los oídos corporales y por lecciones solo inteligibles por el gusto de la mente233 EN ESTA PARÁBOLA LE MUESTRA DIOS A ÁNGELA DE QUÉ FORMA «DESCIENDEN» DE LA CRUZ Y «ASCIENDEN» A SU BANQUETE COMO HIJOS COMUNES O ESPECIALES O FAMILIARES La fiel de Cristo me dijo a mí, hermano escritor, que una vez pidió a Dios que le diese alguna cosa suya propia. Se hizo el signo de la cruz y rogó a Dios que le mostrase quiénes son sus hijos y Dios le dio un ejemplo, en el que le dijo entre otras cosas: «“Imagina a un hombre que tiene muchos amigos a los que invita a un banquete y como no asisten todos los invitados, solo sienta a su mesa a los que finalmente están allí. Y aunque se aflige por los que no han asistido, pues ha preparado un banquete muy abundante, sienta a la mesa a los que han venido. Y aunque los ame a todos y a todos ofrezca el banquete, sin embargo a los que más ama los coloca en una mesa especial cerca de sí. Y entonces aquellos a los que más familiarmente ama, comen en la misma escudilla que él y beben de su misma copa”»234. Y yo con mucho placer del alma le pregunté diciéndole: “Dime, Señor, ¿cuándo es que invitas a todos así como cuentas?”. Y él respondió: “Yo he llamado a todos y los he invitado a una vida eterna: los que quieran venir que vengan, ya que ninguno se puede excusar por no haber sido llamado. Si quieres saber cuánto los amé y lo deseé voluntariamente, mira a la cruz”. Después me dijo: “He aquí a los elegidos que vienen y se sientan a mi mesa”. Y me daba a entender que él mismo era la mesa y la comida que ofrecía235. Y preguntaba yo: “¿Por qué vía han venido los que has llamado?”. Y respondía diciendo: “Por la vía de la tribulación, y estos son vírgenes236, castos, pobres, pacientes y enfermos”. Y así nombraba muchos tipos de personas que se pueden salvar. Y yo en cada palabra entendía la razón y la explicación, y mucho me deleitaba. E intentaba no mover los ojos, ni perderme este consuelo. Y estos eran llamados comúnmente “hijos”. Y explicaba en aquellas palabras de qué modo la virginidad y la pobreza y la fiebre y la pérdida de los hijos y la tribulación y la pérdida de las posesiones –y nombraba muchas cosas con la razón y la explicación, y yo lo entendía bien–, que todas estas cosas Dios se las hace a dichos hijos por su bien. Y estos no lo saben y de ello no se dan cuenta, sino que por el contrario al principio se atribulan, pero después reconocen a Dios y se calman237. En todo caso, aquellos a los que se ha invitado a la mesa especial, a los cuales este Señor hace comer de su escudilla y beber de su copa, estos son los que quieren saber quién es este buen hombre que los ha invitado para poder complacerlo. Y es después de que saben que han sido invitados sin ningún mérito o dignidad por su parte cuando quieren complacerlo. Y estos son los que saben que son muy amados por Dios omnipotente y los que se saben indignos de serlo. Y cuando saben esto van hacia la cruz, y la miran y fijan sus ojos en ella, y allí conocen el amor238». EN DOS PARÁBOLAS DIOS REVELA Y EXPLICA EL GRAN MISTERIO DEL «DESCENSO» Y DEL «ASCENSO» DE SU HIJO MOVIDO POR NUESTRO AMOR PARA QUE SIGAMOS SUS HUELLAS «Y le fue dicho al alma cómo Dios Padre envió a su Hijo por amor y cómo el Hijo para venir estuvo de acuerdo con este amor, y cómo primero la creó y después la redimió y, obrando ordenadamente, envió primero a los ángeles; y, por decirlo así, abandonó al Padre, abandonó el Cielo y su dignidad. Y enumeraba239 por partes la Pasión, nombrando cada uno de los miembros y fatigas, con palabras duras e injuriosas. Y en este mundo dejó a la Madre, lo que fue para él muy doloroso, y a los apóstoles. Y entonces cuando pregunté cuál fue el mayor dolor de la Madre, respondió que el del corazón240. Y hablando brevemente a estos hijos cercanos241 se enumeraban todas estas cosas que sucedieron por amor, lo cual sería demasiado largo de escribir. Pero entonces el alma escuchaba estas cosas y también las sentía, porque solo explicarlas o escucharlas no es casi nada. Pero, además, se le dijo al alma: “¿Te maravillas de este Cuerpo de Cristo así torturado o pasionado242? Cuánto más podemos maravillarnos de que la divinidad soportase que esto se hiciese en su capa, es decir en la humanidad en la cual está su divinidad”243. Y para que yo lo entendiera se me daba el ejemplo de un hombre nobilísimo, que no podía ser ofendido en su persona, pero sí que podía ser ofendido y destruido en su casa, es decir que lo que se puede destruir es la casa y no su persona. Y aquí se mostraba que aunque Dios fuese impasible por nuestro amor permitió que ante todos se cometiera una gran infamia contra la divinidad244». Sin embargo de este ejemplo me ocupé poco. Yo, hermano escritor, esta larga predicación245 y doctrina divina fragmenté y acorté por prisa, ya que era muy larga. Y entonces el alma se incendió de amor y fue como si valorara poco la Pasión del Cuerpo de Cristo respecto al amor de la divinidad. Y además le fue dicho al alma: «Después de que Dios hiciera todo lo dicho arriba y quisiera nacer por ti –pues esto es lo que quiere decir246 “descender a tanta indignidad o vileza”–, conviene que el alma nazca en Dios y muera a sí misma, es decir a los vicios y a los pecados –a esto se refiere “ascender a gran dignidad”–, ya que después de morir así y reconocer tanto amor, se le da la vida de gracia y vive en Cristo. Y a estos hijos suyos discretos Dios permite grandes tribulaciones y esto se lo concede a ellos por una gracia especial, para que coman con él en su misma escudilla. “Aunque yo fui llamado a esta mesa, decía Cristo, y el cáliz del que yo bebí lo sentí amargo, sin embargo por amor me fue dulce.” Así es que estos hijos, que conocen los beneficios comentados arriba y que están en la gracia, a pesar de que algunas veces sientan amargas tribulaciones, se les hacen dulces por el amor y la gracia que reside en ellos. Por el contrario, más se atribulan cuando no están afligidos, ya que se deleitan y sienten mejor a Dios cuando más sufren tribulaciones y persecuciones». Además, me daba otro ejemplo de la cruz, que era el siguiente: «Había una vez un padre cuyos hijos pecaban». Y explicaba cómo pecaban. «Y ocurrió que el padre, inocente por las ofensas de sus hijos, se suicidó a causa de estas. Y se le presentaba al alma el camino en el que estaba muerto, y parecía que allí había sangre y que estuviese en un trivio. Sería natural y razonable que estos tres hijos suyos se dolieran del doloroso suicidio del padre, cometido con un cuchillo e, incluso, que se dolieran profundamente ya que su padre ha muerto de la manera más cruel y vituperable por culpa suya, es decir de sus hijos. Ellos siempre cargan este dolor en el corazón y es tan intenso que evitan y ponen cuidado para no pasar por aquel camino. Y si ocurre que por allí pasan, no pueden hacerlo sin sufrir un profundo dolor, casi como si el padre volviera a suicidarse. Fíjate en esto, oh alma247, pues mayor debe ser el dolor de la muerte de Cristo, que es más que un padre terrenal, y ha muerto por tus pecados». Por lo que se decía: «Adolora o duélete248, oh alma, porque debes pasar cerca de la cruz en la que estuvo Cristo muerto. Y es necesario que te coloques o reposes allí, porque la cruz es tu salud, y tu lecho, y debe ser tu deleite249, ya que aquí está tu salvación. Y es sorprendente cómo puede un hombre pasar por allí rápidamente y no demorarse». Y decía, que si el alma allí se parase, siempre encontraría sangre casi reciente. Y daba a entender con este ejemplo quiénes son los hijos legítimos de Dios250. «Y después de esto, cuando pasaba cerca de una pintura de la cruz de la Pasión, me parecía que nada se representaba en comparación con la grandísima Pasión, la cual sufrió de verdad, y la cual me fue mostrada e impresa en el corazón. Así que no quería mirar las pinturas, porque me parecían absolutamente poco y casi nada.» CON DOS EJEMPLOS DE LA PROPIA EXPERIENCIA ÁNGELA ENSEÑA QUE EL «DESCENSO» A LA VIDA DE TRIBULACIÓN Y EL MINISTERIO DE LA CARIDAD SE RESUELVEN COMO «ASCENSO» A LA DULZURA DIVINA Además cuando yo, hermano escritor, le preguntaba a la fiel de Cristo, pues quería confirmar que era cierto aquello de que los hijos de Dios sienten la dulzura divina mezclada251 con las persecuciones y las tribulaciones que sufren, así como ha sido dicho en la predicación252 que maravillosamente le hizo Dios de la forma arriba escrita, empezó a darme un ejemplo de sí misma, diciendo que cuando fue atribulada por monjes y por compañeros253 no podía manifestar ni las lágrimas que la ungieron de alegría ni la dulzura que entonces sintió254. Además cuando me había dicho las palabras que Dios le había predicado –sobre los hijos de Dios y los hijos especiales que comen en una misma escudilla y beben en un mismo cáliz con Cristo255, y que aunque lo sientan amargo se vuelve dulce para ellos, ya que es muy deleitable– yo, hermano escritor, la empecé a contradecir y le decía que esto era bastante áspero. Y esta fiel de Cristo me contó una historia, con la que se esforzaba en mostrarme que no era áspero, sino dulce. Y decía así: «El Jueves Santo yo le dije a mi compañera que hiciéramos lo posible por encontrar a Cristo. Y le dije: “Vamos al Hospital de San Feliciano, pues quizá encontremos allí a Cristo entre aquellos pobres y apenados y afligidos”256. Y cargamos con todas las telas para la cabeza257 que pudimos coger, ya que no teníamos otra cosa. Y le dijimos a Giliola258, sirvienta del hospital, que los vendiera y que consiguiera con ello algo con lo que comieran los que allí estaban. Y ella, aunque fuera muy renuente a hacerlo y dijera que nosotras la insultábamos, sin embargo lo hizo por nuestra mucha insistencia, y vendió aquellos pañitos de nuestras cabezas y compró pescado, mientras nosotras traíamos los panes que nos habían dado para nuestra subsistencia259. Y después de hacer esto, lavamos los pies a las mujeres y las manos a los hombres, sobre todo las de un leproso que tenía las manos muy reblandecidas y marchitas y podridas. Y bebimos de aquella lavaza. Y tanta dulzura sentimos que por todo el camino volvimos sintiendo una gran suavidad, como si hubiéramos comulgado. Y me parecía que de verdad había comulgado, ya que sentía una suavidad suprema, como si lo hubiera hecho. Y como una costra de aquellas llagas se me había trabado en la garganta, yo me esforzaba en tragarla. Y reprendía a mi consciencia por pensar en escupirla, como si estuviera comulgando, aunque no la quisiera escupir, sino solo despegármela de la garganta». CON DOS PARÁBOLAS Y OTRAS ALOCUCIONES SE ENSEÑA CÓMO LOS LLAMADOS A SEGUIR LA VÍA PECULIAR DEL «DESCENSO» DEL DIVINO MAESTRO, RECHAZANDO LA INVITACIÓN, INCURREN EN UN GRAVE PELIGRO260 En aquel día en el cual escribí las cosas anteriores, aunque no todo, habiendo vuelto a su celda la fiel de Cristo empezó a rezar, como solía, el «padrenuestro de la Pasión»261. Y cuando lo acabó, inmediatamente le fueron dichas estas palabras: «Todos aquellos a los que Dios enseña e ilumina para que entiendan su vía, y hacen oídos sordos a esta iluminación y enseñanza que Dios ha hecho para ellos especialmente262, y no quieren atender ni oír lo que Dios les está diciendo en el alma, sino que embruteciéndose siguen otra doctrina distinta a esta enseñanza que saben que les ha sido dada por Dios, y quieren recorrer una vía común contra su propia consciencia, por ello reciben la maldición de Dios omnipotente». Y muchas veces se le repetieron dichas palabras, porque ella evitaba oírlas, ya que para sí eran demasiado fuertes. Y temía que fuera un engaño que aquellos a los que Dios da la luz y la gracia diera después su maldición. Y entonces se le puso el ejemplo de la mujer que empezó a aprender a hacer obras sutiles y tenía buen corazón, de manera que le fue necesario cambiar de maestra263. Y después de este ejemplo, le fue dado otro. Y le fue dicho que este me lo transmitiera a mí, hermano escritor, porque yo lo entendería mejor que el ejemplo de la mujer. Por lo que muchas veces le era dicho que tales palabras y ejemplos me dijera. Se le decía: «¡Cuéntaselo!». El ejemplo hablaba sobre un estudiante que va a la escuela de su padre. Y el padre por tal causa corre con los gastos, lo honra con vestidos apropiados, se esfuerza para que aprenda y, después, intenta que le enseñe otro maestro mejor que él mismo. Si dicho estudiante obra negligentemente, volverá al estado secular y a trabajar, y de aquello que había aprendido nada le quedará. Así ocurre con aquel que primero es enseñado por predicación o por las Escrituras y, después, es especialmente iluminado por Dios, y a quien se le da a entender después mediante una luz especial264 que siga la vía de Cristo. Para que la conozca, el padre primero hace que su hijo sea enseñado por otros y, después, le enseña una doctrina y una luz especial, que solo puede enseñarle él. Si obra negligentemente y se embrutece y, mientras Dios quiere que haya luz para los otros, desprecia tales doctrina y luz, Dios Padre le quita la luz y la gracia y lo maldice. Y esta fiel de Cristo me dijo a mí, hermano, que tenía dudas de que Dios maldijera de esta forma: tantas dudas tenía que mucho le dolió el oírlo. Por ello le dijo a su compañera que esto no quería contármelo, porque temía que pudiese haber sido un engaño. «Pero me ha sido dicho que te dijera esto, ya que alguna palabra te atañía. Sin embargo yo lo entiendo en el buen sentido y no en el malo, y allí tuve gran entendimiento del bien.» Esta fiel de Cristo me dijo a mí, hermano escritor, que en otra ocasión Dios le había predicado largamente, como esta vez que he transcrito. POR DIVINA REVELACIÓN ÁNGELA SE DESCUBRE A SÍ MISMA COMO VIL CRIATURA Y A DIOS COMO EL SUMMUM BONUM QUE DESCIENDE265 Además me dijo a mí, hermano escritor, que otra vez Dios le habló de ella misma, y le mostró eficaz y detalladamente cómo ella era nada266 y había sido creada de vil materia, y cómo en esa nada encontró bondad y de qué modo Dios, que la ama y a quien ella puede amar, es tan supremo y perfecto que, cuando se acuerda de ello, ninguna soberbia tiene lugar, y de ninguna manera puede enviar allí punzadas267 de aflicción o de soberbia. Por lo que se le decía, después de que se le hubiera mostrado el poder de Dios y su propia vileza: «Mira quién eres tú por la cual yo vine». «Y cuando veía y sentía qué era yo y que había sido creada ofendiéndolo a él, sentía que ninguna criatura era tan vil como yo»268. Además me dijo a mí, hermano, que una vez mientras rezaba la oración que Dios le había enseñado este le mostró primero cómo ella le había ofendido en todo, y le especificaba los pelos269. Esta bellísima predicación y utilísima y larga yo, hermano escritor, no la pude transcribir por la hora que era, porque teníamos que salir de la iglesia, y porque como estaba trabajando en transcribir otras cosas no me preocupé de ello después. ÁNGELA RESPONDE A CUATRO PREGUNTAS DEL HERMANO POR REVELACIÓN DIVINA 270 a. Con un ejemplo, Ángela es instruida sobre los dos modos en los que Dios puede ser conocido en sus criaturas A su vez yo, hermano escritor, quise saber y aprender de ella cómo Dios puede ser conocido en sus criaturas. Y comencé a hablarle sobre un hermano espiritual271, del que se decía que conocía mucho a Dios en sus criaturas, pero entonces estaba yo desconcentrado por un escándalo que había ocurrido. Y esta fiel de Cristo empezó así a decir y hablar: «Una vez vino a mí un hombre que me dijo que conocía a uno que conocía a Dios en las criaturas. Y después comencé a pensar en esto, qué es mejor: conocer a Dios en sus criaturas o conocerlo en sí, es decir en el alma. Y después de maitines comencé a rogarle a Dios que me revelara lo que yo quería saber. Y me fue dado un ejemplo del que no me acuerdo enteramente, pero que me parece que hablaba de un gran y nobílisimo hombre, que tenía muchas e innumerables cosas buenas bajo su dominio y que tenía hombres a su servicio que, participando de aquellos bienes, sabían cuán bondadoso era aquel señor por su mucha bondad. En él nada conocían ni de nada participaban sino era de cosas buenas. Y había también otra generación de hombres al servicio de dicho hombre que, aunque lo conocieran por sus bienes, sin embargo lo conocían mucho mejor por la bondad de su persona, que experimentaban en sí mismos». Yo, hermano escritor, cuando le preguntaba sobre dicho conocimiento, me respondía que era fragmentario para sí no solo lo anteriormente dicho, sino también otras cosas sobre las que yo le preguntaba: así me parecía y, por tanto, desistí de escribir. b. Alocución en la que se aprende que no se puede en esta vida penetrar en el misterio de la presencia de Cristo en la eucaristía272 Además otra vez le pregunté yo, hermano escritor, de qué modo el Cuerpo de Cristo puede estar simultáneamente en todos los altares. Y ella me respondió que había recibido respuesta sobre esto y que le había sido dicho por Dios lo siguiente: «Esto es así por poder divino, del cual hablan las Escrituras y el cual no puede ser comprendido en esta vida. Y los que la leen entienden poco, y los que la sienten de mí entienden más273; y ni los unos ni los otros lo entienden en esta vida, pero llegará un tiempo en el que comprenderán». c. Otro ejemplo dado por Dios sobre cómo el hombre debe distinguir lo que es suyo y lo que es de otros, lejos de cualquier confusión274 Otra vez yo, hermano, le rogué que ella rogara a Dios para que el hermano Doménico de la Marca275 no fuese engañado. Y cuando ella rezaba intensamente, le fue dada una súbita respuesta que decía: «Todo lo que a otros pertenece debe ser devuelto con gran solicitud y siempre que el hombre viva, así debe preservar lo suyo. Y así como con gran solicitud debe el hombre preservar lo suyo, debe devolver a los otros lo que les pertenece. Y no debe el hombre mezclar lo suyo con lo ajeno». Y le ponía un ejemplo de la santa Virgen, en el que se le decía: «Mira el ejemplo de mi Madre, cómo preservó siempre lo suyo y devolvió lo que no le pertenecía». Y ponía un ejemplo parecido sobre sí mismo, sobre cómo preservaba lo suyo, aunque no hiciese falta, ya que él siempre estaba en Dios Padre y Dios estaba en él. d. En una admirable visión Ángela entiende que la providencia divina es un gran misterio de la sabiduría de Dios, oculto a los hombres, y recibe la gracia de juzgar las cosas y a los hombres espirituales rectamente276 Esto me dijo a mí, hermano escritor: «Una vez me habían rogado que rezase a Dios por algunas cosas que quería el hermano E. de la Marca277; y me rogó que yo le respondiera. Y yo no estaba acostumbrada a rezar por aquellas cosas a Dios, ni podía rezar, porque aunque con gusto yo quisiese saber aquellas cosas, sin embargo me parecía soberbio y fatuo rezar a Dios por aquello que él quería saber. Y mientras pensaba esto, súbitamente mi mente fue elevada y, en esta primera elevación, fue puesta ante una mesa sin principio ni fin. Sin embargo no me senté a aquella mesa de manera que pudiera verla, sino solo lo que había sobre ella. Y veía una plenitud inenarrable de la cual nada puedo contar ni decir sino esto, es decir que veía el Omne bonum. Y veía allí la plenitud de la divina sabiduría, por la cual veía que no era lícito preguntar ni querer saber lo que quiere obrar la divina sabiduría, ya que es querer estar por delante de ella. Y en aquella plenitud de la divina sabiduría veía cómo no era lícito preguntar ni querer saber lo que quiere obrar la divina sabiduría, ya que es ponerse por delante de ella. Y por ello cuando encuentro a personas preguntando qué quiere hacer la divina sabiduría, me parece y entiendo que se equivocan. Y por ello, por lo que vi encima de la mesa, es decir de la divina sabiduría, sé que puedo juzgar a todas las personas espirituales y todos los asuntos espirituales, cuando las escucho u oigo hablar sobre ellas o contar cosas sobre ellos. Y no juzgo con aquel juicio, por el cual juzgando normalmente pecaba, sino con otro juicio verdadero que yo entiendo. Por lo que no tengo ni puedo tener consciencia de pecar con este juicio278. Y no sé decir otra cosa de lo que vi. Sin embargo, a mi alma vuelve de nuevo esta palabra, mesa, y también que fui puesta ante una mesa en mi primera elevación. Pero de aquellas cosas que se me dejaron ver allí encima, nada más puedo contar, sino lo que ya he dicho». Capítulo VI Cuarto paso suplementario El cuarto paso es la revelación de la propia humillación y la reformación y la certeza divina279 ÁNGELA RECIBE UNA GRACIA ESPECIAL POR LA CUAL DIOS MANIFIESTA SU PODER EN SU VIDA Y EN LA DE LOS HOMBRES, DESTERRANDO ASÍ CUALQUIER DUDA Una vez recibió una alocución divina que así decía: «“Yo que te hablo soy el poder divino que te da la gracia. Y la gracia que te doy es tal que quiero que sea provechosa para todos los hombres que te vean; y no solo para estos, sino también que ayudes y seas provechosa para aquellos que simplemente piensen en ti o escuchen tu nombre. Y a los que más tengan de mí, más provechosa les serás”. Y entonces, a pesar de sentir una alegría suprema, el alma decía: “No quiero esta gracia, porque temo que me hiera y caer en la vanagloria”. Y respondió rápidamente diciendo: “Tú no tienes que hacer nada, pues no es cosa tuya, sino que eres solamente su guardiana. Consérvala bien y dásela a quien le pertenece”. Y entonces el alma comprendió que no podía ser herida de esta manera. Y me dijo: “Me place que tengas este temor, pues así lo quiero”. Y dijo: “Haz las tres cosas que se te han dicho: intenta llevarlas a cabo, pues haciéndolo te será concedido aquello que pediste a mi Madre y aún no tienes”. Y yo había pedido a la santa Virgen que para la celebración que estaba próxima me concediera la gracia de su Hijo, por la que yo pudiera estar segura de que no era engañada en las alocuciones que recibía. Y resté entonces en la alegría de tales palabras, con la gran esperanza de que la santa Virgen me consiguiera lo que le había pedido, como entonces me había prometido. Y además me dijo en la anterior alocución que me concedía la gracia de actuar siempre –hiciera lo que hiciese– con su permiso. Y después de esto comencé a hacer las tres cosas dichas anteriormente. Estas tres cosas fueron las siguientes, es decir que en una alocución que recibí oí que se me decía lo siguiente: “Dios se te ha mostrado, te ha hablado, te ha permitido que lo sientas en sí mismo, para que tú evites ver, hablar o escuchar las cosas que no existen según él”. Y entendía yo estas palabras con mucha discreción. Y súbitamente comencé a hacer aquellas tres cosas: mi corazón se elevó de todo lo terrenal y fue puesto en Dios, de forma que nada podía pensar ni ver sino a Dios. Y si hablaba o si comía o hiciera lo que hiciese, ello no impedía que mi corazón estuviese siempre en Dios. Y cuando estaba280 en oración y quería ir a comer, le pedía permiso. Y él me lo daba, diciéndome: “Ve y come con la bendición de Dios Padre e Hijo y Espíritu Santo”. Y algunas veces me daba el permiso pronto y otras más tarde. Y esto duró tres días y tres noches». ÁNGELA EN LA RECEPCIÓN DEL SACRAMENTO DE LA PENITENCIA Y DE LA EUCARISTÍA ES MARAVILLOSAMENTE LIBERADA DE LA TENTACIÓN DIABÓLICA Y DE SUS DUDAS, Y ES ELEVADA281 «Y después de que esto ocurriera, cierto día mientras estaba sentada en casa, perezosa, recibí una alocucion que decía: “Yo, que hablo, soy san Bartolomé, que fui desollado”. Y se ensalzaba mucho y me ensalzaba mucho a mí también, y decía que ese día era su celebración. Y se llenó mi alma de tristeza y de divagaciones, y salí de la oración, y me parecía imposible recuperarme. Pero después me di cuenta de que había mentido, ya que no era la fiesta de san Bartolomé, sino la de santa Clara. Y me duraron la tristeza y la divagación antedichas diez días, hasta la octava de la Señora, es decir en la octava de santa María en agosto, cuando fui a Asís.»282 Y entonces se confesó para sosegar su alma como mejor podía y se dispuso para recibir la comunión. Y mientras cantaban la misa se puso cerca de la cruz, entre las rejas de hierro. Y entonces recibió una dulcísima locución divina, que sosegó toda su alma, que decía: «Hija mía, dulce para mí» o algo mucho mejor283. Sin embargo, le parecía que ya antes Dios había sosegado su alma con otra alocución que decía: «Hija mía, dulce para mí, ninguna criatura podría darte consuelo, sino yo»284. «Y después dijo: “Quiero mostrarte mi poder”. Y de súbito se me abrieron los ojos del alma, y veían la plenitud de Dios, en la que comprendían todo el mundo, es decir más allá y más acá del mar, y todo lo demás. Y en todo lo dicho no se discernía sino el poder divino, de manera completamente inenarrable. Y entonces el alma, maravillándose mucho, clamó diciendo: “¡Este mundo está preñado de Dios!”. Y comprendía todo el mundo como algo aprehensible, es decir más allá del mar y más acá del mar, y el abismo y el mar, y todas las cosas casi como algo aprehensible, pero la potencia de Dios excedía y llenaba todo. Y dijo: “Ahora te mostraré mi poder”. Y yo comprendí que, después, podría entender mejor lo demás. Y dijo: “Mira ahora la humildad”. Y veía tan profunda humildad285 de Dios para los hombres, que comprendiendo el alma su poder inenarrable y viendo tan profunda humildad, se maravillaba y se sabía enteramente nada; y casi nada veía en sí, sino soberbia. Y entonces comencé a decir que no quería comulgar, porque me parecía que de todo era indigna, y era totalmente indigna. Y después de mostrarme su potencia y humildad me dijo: “Hija mía, al punto de ver esto, no puede llegar ninguna otra criatura sino por divina gracia: a ese punto has llegado tú”. Y estando cercana la elevación del Cuerpo de Cristo dijo: “He aquí de qué modo el poder divino está sobre el altar. Y yo estoy dentro de ti: aunque me recibas ahora, antes ya me habías recibido286. Y comulga con la bendición de Dios Padre, y la del Hijo, y la del Espíritu Santo. Y yo que soy digno, te hago a ti digna”. Y entonces me dejó una dulzura inenarrable y una gran alegría, que no creo que pierda en toda mi vida. Y sobre esto no quedó en mí ninguna duda, sino que creo que en ello me fue dado lo que le había pedido a la Madre de Dios, que ella impetrara a su hijo por mí. Y ello aquí me fue satisfecho, así como me había sido prometido en la locución divina, y fui en todo satisfecha.» ÁNGELA, OPRIMIDA POR NUEVAS DUDAS, ENFERMEDAD Y TRIBULACIÓN, ES LIBERADA, CONFIRMADA Y ELEVADA POR DIOS OMNIPOTENTE287 «Una vez, mientras yacía enferma, me fue dicho lo siguiente: “Tal hermano ha sido hecho guardián, y esto se confirma de manera segura y cierta”288. Y dijo: “Dile a tu compañera que, sin duda alguna, ha sido confirmado”. Y entendí inmediatamente entonces que si no había sido confirmado un monje como guardián las antedichas palabras tenían que ser entendidas espiritualmente, es decir que alguien había sido confirmado como guardián en las cosas divinas. Y después pensé que estas eran palabras oscuras para mí. Y me dijo: “Dile a él, es decir al monje, que ha sido confirmado con toda seguridad como guardián”. Y me dijo esto porque yo había dudado en comunicarle sus palabras al monje. Y mientras yacía enferma en el lecho, me fue dicho: “Álzate y mantente arrodillada y con las manos juntas”. Y yo, por la enfermedad, no pensaba poder levantarme y me puse cerca de la cama. Y no hice lo que me dijo, sino que me senté junto a la cama. Y mientras yacía y me sentaba de aquel modo junto a la cama, muchas veces me fueron dichas y repetidas las anteriores palabras. Y después dijo: “Álzate y golpéate el pecho y declara tu culpa a tu compañera mientras ella te mira, ya que no has obedecido”. Y entonces me levanté con gran alegría, muy ligera y alegre, como si no hubiese sufrido antes dolor ni enfermedad, y no sentía dolor ni debilidad. Y entonces le declaré a Dios mi culpa, mientras mi compañera me miraba289. Y me dijo: “Di estas palabras: ‘Loada y bendita sea la santa Trinidad y santa María, Madre Virginal’”. Y entonces lo repetí muchas veces con mucha alegría y deleite. Y en esta época había estado atribulada y no me parecía sentir a Dios, y casi había sido abandonada por él. Y no podía confesar mis pecados. Y por una parte pensaba que quizá me había ocurrido esto por soberbia y, por otra parte, veía en mí tantos pecados tan profundamente, que no me parecía posible confesarlos ni exteriorizarlos con el debido arrepentimiento tan solo con la boca: me parecía que nunca los podría manifestar. Y tampoco podía laudar a Dios, ni estar en oración. Sin embargo, me parecía que Dios me había dejado mucho, es decir que yo no me afligía tanto como me debía afligir y, de manera similar, que no deseaba alejarme de él pecando, ni siquiera por toda la bondad, ni por toda la maldad, ni por todos los mártires del mundo, ni consentir nada malo. Y fui atribulada tan intensa y horriblemente durante cuatro semanas o más. Y en esta época recibí una locución divina que decía: “Hija mía, amada por Dios omnipotente y por todos los santos del Paraíso, Dios ha restaurado su amor en ti. Y te tiene más amor que a cualquier otra mujer del valle de Espoleto”. Y el alma respondió dudando, diciendo y clamando: “¿Cómo puedo creerme esto, cuando estoy llena de aflicción, y me parece haber sido casi abandonada por Dios?”. Y respondió: “Cuando te creas más abandonada, entonces es cuando eres más amada por Dios y Dios está más cerca de ti”. Y cuando pedía mayor certeza y seguridad aún sobre las cosas anteriores, me dijo: “Te doy este signo para que sepas que ciertamente eres amada: si aquel hermano es guardián, sabrás que lo que te digo es verdad”. Y cuando llegó la hora de comer, pedí a Dios que me limpiara de todo pecado y que me diera la absolución por los méritos de su santísima Pasión, y que me diese su bendición, y también para mi compañera y para ti. Y entonces me fue dicho: “Los pecados han sido extirpados: os bendigo con la carne de mis manos, que fue crucificada en la cruz”. Y entonces me parecía ver la mano bendiciendo, y comprendía que hacía la bendición sobre la cabeza de nosotros tres, y me deleitaba en la apariencia de aquellas manos. Y dijo: “Tenéis eternamente la bendición del Padre, del Hijo y del Espíritu Santo”. Y comprendía que se refería a nosotros tres. Y decía: “Dile a aquel hermano que haga todo lo posible por hacerse pequeño”. Y dijo: “Dile que es muy amado por Dios omnipotente. Que se esfuerce en amar.”» ÁNGELA, TENTADA POR EL DEMONIO DURANTE LA CELEBRACIÓN DE LA EUCARISTÍA Y DEL SACRAMENTO DE LA PENITENCIA, ES LIBERADA DE MANERA ADMIRABLE, CONFIRMADA Y MÍSTICAMENTE ELEVADA, Y ADEMÁS ENTIENDE EL «JUEGO DE DIOS» CON EL ALMA «Y aquel día que quería lavar lechugas después de este parlamento, me interrumpió una alocución engañosa que decía: “¿Cómo es que eres digna tú que lavas lechugas?”. Y entonces, viendo claramente que aquello era engaño, respondí indignada con tristeza, porque me asaltaban las dudas sobre otras locuciones, y yo respondí indignada con tristeza y dije: “Soy digna de que Dios me meta en el Infierno inmediatamente y soy digna de recoger estiércol”. Y después de dicha tristeza y turbación, poco después, recibí con gran alegría una alocución en la que se me decía: “Bueno es que el vino se temple con agua”. E inmediatamente dicha tristeza se alejó y alivió. Y todo esto que he dicho de la alocución fue un viernes, comenzó antes de la hora nona y duró hasta después de comer. Y durante este tiempo –cuatro semanas y aun más– siempre se mantuvo la tristeza, pero este día al que me refiero sentí la alegría que he dicho, que, aunque no fuera suficiente para eliminar mi tristeza, la atemperó. Y no tenía plena voluntad de confesión, pero entonces comenzó a surgir la voluntad y el deseo de confesión y de comulgar, y me fue dicho: “Me gusta que comulgues, porque aunque me recibas ahora, ya antes me habías recibido290; y aunque no me recibieras, ya me habías recibido. Y si quieres, comulga mañana con la bendición del Padre, del Hijo y del Espíritu Santo, y hazlo como deferencia a Dios omnipotente y a santa María Virgen y a este santo”, es decir de san Antonio, cuya fiesta era el sábado, la mañana siguiente. Y dijo esto: “Te será concedida una nueva gracia que hasta ahora no tenías”. Y yo esperaba que aquel monje viniera a escucharme en confesión en las mañanas de los días siguientes, para que yo comulgase como me había sido dicho en la alocución. Y cuando vi que pasaba la hora tercia y que el monje que debía venir, como yo esperaba, no vino, empecé a entristecerme –yo junto a mi compañera– y ella empezó a llorar. Y entonces súbitamente recibí una alocución y dijo: “No te apenes, que lo que ha ocurrido en esta tribulación y en la otra solamente es por tu bien; y la gracia que te ha sido prometida no la perderás, y no tendrás menos, sino más”. Y yo no me lo creía, sino que creía que era dudoso. Y me fue dicho: “Cree esto que te digo, pues tanto vale esto que yo te digo ahora, es decir que no perderás la gracia que te ha sido prometida, como te valió lo otro que te fue dicho, es decir, cuando te fue prometida la gracia en la comunión”. Y entonces por estas palabras permanecí llena de paz, y confortaba a mi compañera para que no llorase y no se afligiera, ya que me había sido dicho que no perdería la gracia. Y despues de aquello, cuando llegó el jueves, un monje dijo algo que me estimuló a querer confesar y comulgar. Y entonces me confesó aquel monje, y me fue dada la gracia de la confesión. Y después, cuando se decía misa, me fue hecha la gracia de recibir cierta iluminación, en la cual me veía tan llena de pecados y defectos, que me había sido arrancada la lengua y no podía hablar, y pensaba que la comunión que esperaba era una condena. Y después de esto me fue concedida una disposición admirable, por la cual me podía meter toda dentro de Cristo291. Y entonces me metía dentro de él con mucha confianza y certeza, que yo recuerde más que si antes lo hubiera hecho o hubiera tenido ya esa experiencia. Y me metía como si estuviera muerta, con la admirable certeza de que ello me revivía. Y cuando comulgué sentí a Dios inenarrablemente. Y dejó en mí tal paz que me daba a entender y por la cual podía sentir que toda tribulación, y todo lo que me ha sucedido y todo lo que me pudiera suceder por tribulación, todo esto ha sido hecho por mi bien. Y estoy contenta con aquello de que me parecía haber sido arrancada de Dios. Y me fue hecha una nueva gracia que no tuve antes. Y esta comunión hizo que el alma llegara a ver y desear, es decir, a darse totalmente a Cristo292, porque Cristo se ha dado totalmente a nosotros. Y ahora me deleito nuevamente en el deseo de martirio, y lo espero y lo deseo; y me deleito más de lo habitual en todas las penas que pudieran ser deleitables, y las deseo.»293 Y después de lo dicho arriba yo, hermano, le rogué que rogase a Dios que iluminara nuestra duda. Y nos fue dicho: «Dile a este hermano: “¿Quién es la que en toda aquella tribulación no amó menos sino más cuando le pareció que había sido abandonada?”. Y dile: “Yo la sostengo, porque si yo no la sostuviese se ahogaría en la mar”294. Y dile que “Lo que ha sido dicho antes era oscuro para ti”». Y dio un ejemplo y dijo: «Te explicaré un ejemplo mundano que habla de un padre que tenía un hijo muy querido. Y el padre, teniendo un hijo tan querido, lo alimentaba sobriamente. Y atemperaba los alimentos para que le fueran más beneficiosos: no le permitía beber vino puro ni comer comidas superfluas ni nada que le hiciera daño, sino que atemperaba todo para que creciera más». Y me dijo esta fiel de Cristo a mí, hermano, así: «Después de lo antedicho muchas veces hizo Dios, muchas y múltiples veces hizo Dios maravillas en el alma, las cuales sé que no puede hacer ninguna criatura sino tan solo Dios, es decir que súbitamente se eleva el alma en Dios con tanta alegría que si durara creo que el cuerpo perdería inmediatamente todos los sentidos y el uso de sus miembros. Sin embargo, Dios comienza muchas veces este juego en y con el alma, ya que se escapa velozmente cuando el alma lo desea poseer295. Permanece en el alma, sin embargo, una alegría suprema y, junto a esta alegría, una gran seguridad de que él es Dios, porque de ninguna manera duda de ello, ni siquiera en un mínimo punto. Y no sé dar ninguna similitud de esta visión y sentimiento, como tampoco sé nombrarlos. Y, aunque sea completamente inenarrable, ahora me suele ocurrir de manera diferente. Y ahora me ocurre de manera distinta a como acostumbraba: es otra alegría diferente y la siento muchas veces. Y no puede asentarse aquí el alma, sino que parte rápidamente y solo resta una gran alegría». Y me dijo esta fiel de Cristo a mí, hermano escribiente, estas cosas: «Espero que mayor alegría aún me sea dada». ÁNGELA EXPERIMENTA EL SUAVE PODER DE DIOS EN EL ABRAZO DEL BRAZO DE LA CRUCIFIXIÓN Y EN LA ENTRADA A LA HERIDA Y TAMBIÉN GOZA DE LA CERTEZA ESPIRITUAL Y después de lo escrito arriba, poco después de que escribiera lo anterior –es decir poco tiempo después–, esta fiel de Cristo me refirió a mí, hermano que le preguntaba solícitamente, lo que sigue: «Una vez estaba en vísperas y miraba a la cruz, y mirando el crucifijo con los ojos corporales, de repente, de manera súbita, se me encendió en el alma un amor y todos los miembros del cuerpo lo sentían con suprema alegría. Y veía y sentía que dentro de mí Cristo me abrazaba el alma con el brazo, con el brazo que fue crucificado296. Y esto ocurrió entonces o poco después. Y gozaba de él con gran alegría y seguridad, más de la que estaba acostumbrada. Y desde entonces permaneció mi alma en la alegría, a través de la cual comprendió cómo este hombre, es decir Cristo, está en el Cielo, esto es cómo veremos nuestra carne hecha comunidad297 con Dios. Y es este un deleite para el alma mucho mayor de lo que se pueda escribir o narrar: y es esta una alegría continua. Y quedó tanta seguridad en mí que aunque todo lo escrito no fuese verdad, de ninguna manera albergaría duda alguna sobre Dios ni sobre que este estado, ciertamente, le pertenezca. Y tengo una gran seguridad en Dios, de forma que aunque todos los hombres dijeran que de esto puedo dudar, no los creería. Por el contrario, ahora me sorprendo recordando cuando pedía certeza y dudaba; porque ahora de ninguna manera puede haber en mí de ningún modo duda alguna sobre la seguridad de Dios. Y me deleito así viendo aquella mano marcada por los clavos, que muestra cuando dice: “He aquí lo que yo sufrí por vosotros”. Y la alegría que sobrecoge al alma de ninguna manera se puede narrar. Y de ninguna manera puedo ahora sentir tristeza por la Pasión, sino que me deleito en ver y llegarme a este hombre. Y ahora toda mi alegría reside en este Dios hombre pasionado298. Y algunas veces al alma le parece que con gran alegría y deleite entra dentro del costado de Cristo y con tanta alegría penetra en su costado que de ninguna manera podría expresarlo o narrarlo299. Por ello, cuando fue representada la Pasión de Cristo en la plaza de Santa María300 –lo cual debería haber sido para mí causa de llanto–, alcancé tal alegría que milagrosamente fui raptada y deleitada, de forma que perdí el habla y caí al suelo después de empezar a sentir a Dios de esta manera inenarrable. Y tuve que alejarme un poco de las personas y lo conseguí por una milagrosa gracia. Y yací en el suelo y perdí el habla y el control de los miembros. Y entonces me parecía que el alma entraba dentro del costado de Cristo. Y no era tristeza lo que sentí, sino tanta alegría que no la puedo narrar. En realidad antes de esto que narro, yo y mi compañera a menudo habíamos llorado y deseado. Y era mi deseo no ser engañada y saber que no estaba siendo engañada. Y pensaba: “Si pudiese saber que no estoy siendo engañada se justificarían todos mis hechos”. Y ahora estoy tan segura que de ninguna manera dudo ni puedo dudar». INTERROGADA SOBRE LA CONTROVERSIA SOBRE EL «PODER ABSOLUTO Y ORDENADO DE DIOS» ÁNGELA NARRA CÓMO EN UNA VISIÓN MÍSTICA APARECIÓ EL MISTERIO DE LA DIVINA VOLUNTAD, POTENCIA, BONDAD, SABIDURÍA Y JUSTICIA, ARRANCANDO FINALMENTE TODA DUDA En cierta ocasión después de lo escrito arriba y después de que yo, hermano, hubiera retornado de Lombardía, le hice a esta fiel de Cristo una pregunta sobre la que yo y mi compañero discutíamos en el camino de vuelta. Y le dije entonces a mi compañero que se lo preguntaría a ella. Y la fiel de Cristo me respondió diciendo: «Una vez estando en oración le pregunté a Dios, no desconfiando de nada, sino tan solo queriendo saber más de él: “Señor, ¿por qué creaste al hombre y, después, permitiste que pecáramos? Y, ¿por qué te permitiste recibir tal Pasión por nuestros pecados, cuando tú podías haber hecho perfectamente que sin todo esto hubiéramos existido y te hubiéramos complacido, y que hubiéramos tenido la misma cantidad de virtud que obtuvimos de esta forma?”301. Y comprendía el alma sin ninguna duda esto que decía, es decir que sin nuestro pecado y su Pasión podría habernos hecho Dios partícipes de la virtud y la salvación302. Y me parecía que yo había sido obligada y que aún lo estaba, y que era inducida a preguntar y a pensar sobre las cosas anteriormente dichas; porque aunque estuviese entonces en oración, quería seguir en ella y no distraerme, sin embargo había sido inducida por Dios a aquello, según creo. E hice preguntar al alma durante muchos días lo dicho anteriormente, tal y como ha sido dicho, no dudando de nada, como también ha sido dicho. Y cuando preguntaba se me daba a entender que Dios lo había hecho y permitido por esto: para poder mejor manifestarnos su bondad y porque a nosotros mejor nos convenía. Y no me satisfacía que tan plenamente yo lo entendiese. Y aunque yo ciertamente entendiera que Dios nos podría haber salvado de otra manera si lo hubiera querido, una vez fue raptada mi alma y vio que esto que preguntaba no tenía ni principio ni final. Y el alma, cuando estaba en la tiniebla303, quería volver en sí y no podía. Y no podía avanzar ni retroceder hacia sí misma. Y después de esto el alma de súbito fue elevada e iluminada, y veía el inenarrable poder de Dios y veía la voluntad de Dios. En los cuales plenísima y certeramente entendía las respuestas a todo lo que le preguntaba. E inmediatamente el alma fue substraída de toda la tiniebla anterior. Por lo que en primer lugar en la tiniebla yo yacía en el suelo, pero durante esta suprema iluminación estuve de puntillas, sobre la punta de los dedos gordos de los pies. Y tenía tanta alegría y agilidad304 en el cuerpo y salud en el cuerpo y renovación en el cuerpo, que nunca antes la había sentido igual. Y me encontraba en tanta plenitud de divina claridad, que con suprema alegría entendía en aquella potencia de Dios y voluntad de Dios no solo lo que había preguntado, sino que entendía y me satisfacía plenamente sobre todas las criaturas. Me satisfacía sobre todos los salvados y todos lo que se salvarán, sobre todos los que se condenarán y sobre los demonios y todos los santos, pero esto no lo puedo manifestar mediante palabras y comprenderlo supera nuestra naturaleza. Y aunque yo entendiera plenamente lo que Dios hubiera podido hacer si hubiera querido, sin embargo no sabía qué podría hacer él mejor para que nosotros conociéramos su poder y su bondad, ni cómo podría alimentarnos305 mejor. Y desde entonces he permanecido tan contenta y segura, que aunque supiera con certeza que iba a ser condenada, no tendría ninguna razón para dolerme; y no trabajaría menos ni me esforzaría menos en rezar y honrar a Dios. Y quedaron en mi alma una paz y una quietud y una solidez que no recuerdo haberlas tenido nunca tan plenas, y en las cuales me hallo de continuo. Y todas las cosas que yo había tenido me parecían no pertenecer a tan alto estado. Y me abandonó la mortificación de los vicios y la seguridad de las virtudes, o las virtudes por las cuales amo todas las cosas benéficas o maléficas, esto es que no hago distinciones»306. Y me dijo a mí, hermano, que aquí podía y debía entender que en el poder y en la voluntad de Dios que ella había visto le fueron plenamente satisfechas todas las preguntas y todo sobre los que se salvarán y los que se condenarán, y sobre el demonio y los santos, porque, aunque ella debía cuidarse más a sí misma que a ninguna otra criatura, si hubiera sabido que sería condenada, no se habría entristecido: tan plenamente había entendido la justicia divina. «Y después de esto, es decir después de que hubiese visto tal poder divino y la voluntad de Dios, el alma súbitamente fue raptada y elevada más aún, según creo. Y entonces no veía ni el poder ni la voluntad del mismo modo que antes, sino que veía una cosa estable, firme pero indecible, pues de ella nada puedo decir sino que era el Omne bonum. Y mi alma se encontraba en una alegría absolutamente inefable. Y no veía allí amor, sino aquella cosa inenarrable. Y yo había sido raptada de aquel otro estado, y había sido enviada a este supremo e inenarrable estado. Y no sé si entonces estaba en este estado supremo, y no sé si estaba dentro de mi cuerpo o fuera.» La cuestión anterior, que Dios tan milagrosamente reveló a la fiel de Cristo, era casi la misma de la que yo y mi compañero habíamos hablado y tratado en el camino de vuelta de Lombardía. Y yo, hermano escritor, me dije que sobre tal cuestión interrogaría a dicha fiel de Cristo. Capítulo VII Quinto paso suplementario El quinto paso es la revelación del amor y de la divina unión307 LAS VISIONES DE LA PASIÓN DE CRISTO TRANSFORMAN EL ALMA COMPASIVA DE ÁNGELA Y LA PREPARAN PARA LA UNIÓN CON DIOS a. La visión de la gran pobreza de Cristo vuelve el corazón de Ángela humilde y suscita en ella un profundo dolor Esta revelación de la Pasión del Señor –cuya transcripción está al principio de este quinto paso de la divina unión y amor– se hizo a petición mía, pues primero fue puesta por escrito en lengua vulgar por un chiquillo en la época en la que a mí, hermano escritor, los monjes me prohibieron que la fiel de Cristo me dictara sus palabras308. Por ello todo fue escrito bastante mal y abreviadamente, como yo mismo le oí decir a ella cuando una vez se lo leí y me dijo que antes lo destruyera que lo dejase escrito de aquel modo. Pero ya que yo, hermano, no tenía espacio alguno para corregir esta revelación con ella, la traduje en latín tal y como la encontré sin añadir nada, sino haciendo como los pintores pintan309, pues no entendía lo escrito. Lo que sigue a partir de ahora lo encontré escrito en vulgar310. La fiel de Cristo narró lo siguiente: «Una vez estaba yo meditando sobre la pobreza del Hijo de Dios encarnado. Y yo veía su pobreza –tan grande como él me la mostraba311 en mi corazón y quería que yo la viese–, y veía a aquellos por los cuales se había hecho pobre. Y entonces tuve y sentí tanto dolor y remordimiento que el cuerpo casi desfallecía. Y entonces fue también voluntad divina mostrarme más aquella pobreza. Y entonces vi la pobreza de sus amigos y parientes, y lo veía pobre en sí mismo y tan pobre que no parecía poder defenderse. Y así como se dice que el poder divino había sido ocultado por la humildad312, aunque en aquel momento se me dijera que había sido ocultado por la humildad del poder divino, yo digo que no estaba oculto, y de ello recibí enseñanza de Dios. Y entonces yo tuve y sentí mayor dolor que antes, porque en ello yo reconocía tanto mi soberbia que después de aquello no pude sentir alegría alguna. b. La visión de la inaudita Pasión del Cuerpo de Cristo, que excede a toda comprensión humana, sumerge a Ángela en dolor supremo Además yo todavía era y estaba313 meditando sobre la Pasión de este Hijo de Dios encarnado, y meditaba llena de dolor. Y fue voluntad de Dios que me fuera mostrada y que él me hiciera ver más de su Pasión de lo que yo había oído narrar, y que él viera cómo yo veía más de su Pasión de lo que había oído –porque Cristo veía todos los corazones impíos obstinados contra él, y veía a todos los miembros destruir su nombre con gran solicitud, y cómo de él guardaban gran memoria para destruirlo; y veía todas las astucias que cometían en su contra, Hijo de Dios; y veía cada consejo y los múltiples consejeros que los daban y sus grandísimas iras; y veía todos sus instrumentos314 y todos los planes que hacían sobre cómo lo podrían herir más cruelmente, porque el cruel sufrimiento de su Pasión fue mucho; y veía todos los sufrimientos e injurias y vergüenzas–, y mi alma veía más de su Pasión de lo que yo deseo decir y que, por tanto, deseo callar. Y entonces clamaba un clamor en mi alma que decía: “¡Oh, santa María, madre del Afligido, dime algo sobre la pena de este hijo tuyo de la cual no recuerdo haber oído hablar; pues tú viste de esa Pasión más que cualquier otro santo; pues yo vi que tú la viste con los ojos corporales y con los de la imaginación, y por la continua cuita que tuviste por este amor tuyo!”. Y entonces clamó el alma con supremo dolor diciendo: “¿Hay algún santo que me sepa decir algo de esta Pasión de la cual no he escuchado hablar ni decir palabra, la cual vio mi alma y que es tanta que no puedo decir nada?”. Tan gran Pasión vio mi alma». Aquí la fiel de Cristo me dijo a mí, hermano escritor, exponiéndome lo anteriormente escrito, que tanta Pasión vio su alma que por mucho que santa María viera más que cualquier santo de diversas maneras que ella misma especificaba, también ella entendía que de ninguna forma la podría expresar, ni ningún santo. Y así decía que lo entendía: que si alguno le explicara la Pasión, lo haría así: «Tú eres el que la soportaste». Y dijo esta fiel de Cristo lo siguiente: «Y entonces sufrí un gran dolor, mayor del que nunca antes hubiera sentido o experimentado, por lo que no me sorprende que mi cuerpo se degradara. Además tampoco pude sentir alegría. Y entonces perdí el vigor por el que solía estar alegre y nunca pude volver a aquel estado». c. La visión de la inmensa Pasión del alma de Cristo transforma el alma de Ángela en compañera de su dolor, por lo que es admitida en la excepcional unión con Dios «Otra vez me fue mostrado el agudo dolor que Cristo sintió en el alma. Y no me maravillo de que este fuera un gran dolor, pues su alma era nobilísima y por sí misma no debía recibir ningún castigo, sino que recibía los que recibía por grandísimo amor. Y por ello no tuvo que ofender el cuerpo, sino el alma del hombre, por ello veo que el alma del Hijo de Dios tenía una grandísima razón para sentirse adolorida. Y como el pecado fue grande y las gentes que lo cometieron fueron muchas, por ello debió ser grande el dolor. Y sufriste dolor por la gran compasión315 que tuviste por tus elegidos, y ya que su esfuerzo se concentraba en destruirte y que no te conocían, vi que fuiste torturado en tus pies316. Esta es una gran alabanza de la bondad divina, y un mayor sufrimiento de la humanidad, pero si yo lo pudiera expresar, creo que sería percibido como un error. Quien no lo entienda simplemente que lo crea, porque yo no sé decir más. Además recibía esta alma dolor de todos los dolores y de todos los sufrimentos que recibió en su cuerpo, pues todos se concentraban en su alma. Este dolor dado por dispensación divina es tan agudo, tan grande que la lengua es insuficiente para expresarlo e insuficiente el corazón para pensarlo. Y como vi tanto dolor en esta alma del Hijo de santa María Virgen, mi alma quedó afligidísima y fue transfomada en tanto dolor que nunca tuve tanto, y por ello no puedo encontrar alegría alguna. De la misma manera, después de que la divina bondad me hiciera esta gracia por la que de dos hizo uno –ya que no puedo desear otra cosa sino lo que él quiere: ¡gran misericordia es la de aquel que llevó a cabo tal unión!– y fijara en mi alma un estado único en el que recibía pocas mutaciones, poseo a Dios con tanta plenitud que ya no soy de la misma manera que antes, sino que he sido guiada a una paz en la que ya había estado con él y estaba contenta de todo.» Hasta aquí lo que me encontré escrito en vulgar. EL SÁBADO SANTO SE VIO «EN ÉXTASIS COMO CON CRISTO EN EL SEPULCRO» El día de Sábado Santo317 después de lo narrado arriba, la fiel de Cristo me contó las maravillosas alegrías que había recibido de Dios. Y entre otras cosas me contó a mí, hermano escritor, que aquel día, llevada al éxtasis, estuvo en el sepulcro como si hubiera estado con Cristo. Y me dijo que primero besó el pecho de Cristo –y lo veía tumbado con los ojos cerrados como si yaciese muerto– y después le besó la boca, de la cual decía sentir un maravilloso e inenarrable olor que respiraba por la suya propia. Pero dijo que esto duró poco tiempo. Y después puso su mejilla318 sobre la mejilla de Cristo, y Cristo puso su mano sobre la otra mejilla y la apretó contra sí, y esta fiel de Cristo oyó que le decía estas palabras: «Antes de que yo yaciese en el sepulcro, te tuve así contra mí». Y aunque entendiese que Cristo decía estas palabras, lo veía yacente con los ojos cerrados y sin mover los labios, como cuando estaba muerto en el sepulcro. Y ella se encontraba en una alegría máxima inenarrable. ÁNGELA DESCRIBE LAS OPERACIONES DEL AMOR, QUE PREPARA EN SU ALMA LA MÍSTICA UNIÓN, SEGUIDO DE UN INEFABLE E INMUTABLE ESTADO DE PAZ ESPIRITUAL Una vez durante la Cuaresma, tal y como la fiel de Cristo me dijo, le parecía estar muy seca, y rogaba a Dios que le diera algo de sí, ya que estaba tan seca de todo bien. Y entonces se le abrieron los ojos del alma y vio al amor que venía lentamente hacia ella, y veía el principio y no veía el fin, sino un continuo, y no sabía compararlo con ningún color. Y súbitamente cuando le parecía que veía con los ojos del alma abiertos, más de lo que se pueda ver con los ojos del cuerpo, aquello se volvió hacia ella con la apariencia de una hoz –no se ha de entender aquí una apariencia mensurable sino que tenía la apariencia de una hoz319–, porque primero se retiró el amor, sin darle lo que le había dado a entender ni cuanto ella le había entendido, y por ello la hizo languidecer más. Y esto no fue una semejanza mensurable o sensitiva, pues ocurrió en el intelecto como una operación de la inefable gracia divina. «Y después de esto, súbitamente, estuve repleta de amor y de inestimable saciedad, que a la vez que me saciaba, me generaba también un hambre grandísima e inestimable por la que todos los miembros se descoyuntan.» Y el alma languidecía y deseaba llegar a Dios320, y no quería sentir ni ver a ninguna criatura. Y ella no hablaba y no podría haber hablado externamente, sino que el alma hablaba dentro, clamando que no la hiciera languidecer de tanta muerte, pues percibía esta vida como si fuera una muerte. Y por ello llamaba a la santa Virgen primero, y después llamaba y suplicaba a todos los apóstoles que la acompañaran y que se arrodillaran y anunciaran al Altísimo que no la hiciese sufrir esta muerte, es decir esta vida, sino que ella se llegase a él, a quien sentía. Y les rogaba algo parecido a san Francisco y a los evangelistas y gritaba. Y muchas otras cosas dijo sobre esto la fiel de Cristo. Y decía así: «Aquí recibí una locución divina, y yo creía que era toda amor por el amor que sentía. Dijo: “Muchos son los que creen estar en amor y están en odio; y muchos, contrariamente, que creen estar en odio y están en amor”. Y respondió esta alma y dijo: “Yo que soy toda amor, ¿estoy en odio?”. Y entonces no me respondió con una locución, sino que me dio a ver de manera explícita y a sentir certeramente aquello que preguntaba. Y entonces yo me sentí absolutamente feliz y no creo que ello nunca desaparezca. Y no podría creer otra cosa de ninguna otra criatura: pero si un ángel me lo dijera no me lo creería, sino que le respondería: “Tú eres el que cayó del Cielo”. Y entonces veía en mí dos partes, como si se hubiese trazado en mí una calle321. Y, en una parte, veía todo amor y el Omne bonum, que provenía de Dios y no de mí. En la otra parte, me veía a mí seca y que no había nada bueno en mí. Y por esto veía que, aunque estuviese toda en amor, no era yo quien amaba, sino que aquello pertenecía solo a Dios. Y después de esto se reunieron las partes y recibí tan ardiente y gran amor –mucho más que el de antes–, que era mi deseo alcanzarlo. Y entre el anterior amor –que es tan grande que apenas puedo concebir que pueda existir uno mayor, sino cuando sobreviene aquel otro amor mortal–, entre este primer amor, y el otro mortal y supremo ardor hay uno intermedio del cual nada puedo contar, ya que es tanta su profundidad, tanta su alegría, tanto el gozo, que no puedo explicarlo322. Y entonces no quisiera oír nada sobre la Pasión ni que me nombren a Dios, porque siento tanto deleite que todo lo demás es menos: es impedimento. Y nada me parece que se diga en el Evangelio, ni en ninguna locución, porque incluso veo cosas mayores. Y después de permanecer en este amor estoy tan contenta, tan angélica323323, que amo a los sapos o batracios324, y a las serpientes e incluso a los demonios325. Y todo lo que yo viese –incluso el pecado mortal– no me desagradaría, es decir que no sentiría ningún desagrado creyendo que justamente Dios lo permite. Y si entonces me devoraran los perros, no me importaría y tampoco creo que sentiría o sufriría dolor. Y este grado326 es superior a estar a los pies de la cruz, así como estuvo san Francisco –aunque el alma frecuente uno y otro grado, y vea y desee su carne muerta por nosotros y llegar a ella–. Y posee entonces la alegría suprema del amor, sin el dolor de la Pasión». Y yo, hermano, le pregunté si allí había lágrimas. Y respondió que no había, pero que una vez simultáneamente se juntó a este amor el recuerdo del inestimable precio, esto es su preciosa sangre, por la cual ciertamente se da y se daba indulgencia, y me admiré de qué manera podía estar a la vez en dos estados diferentes. Y dijo esta fiel de Cristo: «Raras veces siento el dolor de la Pasión, pero para mí la consideración sobre la Pasión fue vía y enseñanza sobre cómo debía comportarme». LA VISIÓN DE LA VIRGEN MARÍA Y CRISTO EN LA GLORIA CELESTIAL INCREMENTA EL DESEO DE MORIR DE ÁNGELA PARA UNIRSE CON ELLOS «En cierta ocasión», dijo la fiel de Cristo, «fue elevada mi alma –y entonces no estaba en oración, sino que estaba reposando porque justo acababa de comer, por lo que no pensaba en ello–, y súbitamente mi alma fue elevada y vi a la santa Virgen en la gloria. Y entendiendo que una mujer hubiese sido puesta en tanta nobleza, gloria y dignidad como en las que ella estaba y el modo en el que ella rezaba por el género humano, me deleité muchísimo. Y la veía con una actitud tan humana327 y virtuosa que era intensamente inefable, por lo que de manera inefable yo me deleitaba. Y mientras yo miraba esto que digo, apareció súbitamente Cristo sentado junto a ella en humanidad glorificada. Y yo entendía de qué manera fue crucificada su carne, torturada y llena de oprobio. Y entendiendo todas las penas e injurias y desprecio –que entonces entendía admirablemente–, de ninguna manera me dolía por ellos, al contrario sentía tanto deleite que no lo puedo narrar. Y perdí el habla y pensaba en morir, y para mí era una pena absolutamente insuperable que no muriera, por lo que no llegaba inmediatamente a aquel inenarrable bien que veía. Y tuve esta visión continua, sin interrupción, durante tres días. Y no se me impedía comer ni ninguna otra cosa, aunque yo muy poco comía y yacía de continuo. Y yacía y no hablaba, y cuando se me nombraba a Dios no lo podía soportar por su inmenso deleite. EN EL EJERCICIO DE LA ORACIÓN, PERO ESPECIALMENTE RECIBIENDO LA EUCARISTÍA, ÁNGELA EXPERIMENTA MUCHAS VECES LA BONDAD DE DIOS Y CRISTO En cierta ocasión yo, hermano, confesé como acostumbraba a la fiel de Cristo con tanta perfección en el conocimiento de sus pecados, con tanto arrepentimiento y lágrimas, y con tanta virtud328 desde el principio hasta casi el fin de la confesión, que yo lloraba. Y lleno de certidumbre pensaba en mi corazón que aunque todo el mundo se engañase, Dios no permitiría que fuese engañada tanta rectitud y verdad. Y dicho pensamiento me tornaba al corazón, ya que al principio me había sorprendido y había dudado un poco por las grandes cosas que yo había oído de ella. Y como esa noche enfermó casi mortalmente, al día siguiente llegó con gran pesar a la iglesia de los hermanos, y entonces yo celebré la misa y le di la comunión. Y después de haber comulgado, antes de que se marchase, le pedí insistentemente que me dijera si Dios le había concedido alguna gracia. Y ella dijo lo siguiente: «Antes de que yo comulgara y mientras venía a comulgar, me fue dicho lo siguiente: “Amada, el Omne bonum está en ti y vas a recibir el Omne bonum”. Y entonces me pareció ver a Dios omnipotente». Y yo, hermano escritor, le pregunté si ella lo veía con alguna forma determinada. Y ella respondió diciendo: «No vi ninguna forma». Y a mí, que le preguntaba insistentemente sobre esto, me respondió diciendo: «Veía una plenitud, una belleza donde veía el Omne bonum. Y llegó súbitamente, porque en mi pensamiento nada había que se pareciese a aquello, pero pensaba, y oraba y confesaba mis pecados a Dios, y rogaba que aquella comunión que yo estaba por recibir no fuese para mí una condena, sino una misericordia. E inmediatamente recibí una alocución y se me dijo lo escrito arriba. Y entonces yo empecé a pensar: “Si el Omne bonum está en ti, ¿por qué vas a recibir el Omne bonum?”. Y súbitamente me fue respondido lo siguiente: “Lo uno no quita lo otro”. Y antes de que entrase al coro a comulgar, me dijo así: “Ahora está en el altar el Hijo de Dios según humanidad y divinidad, y está acompañado por una multitud de ángeles”. Y como yo tenía gran deseo de verlo con los ángeles, así como se me había dicho, entonces me fue mostrada la belleza y la plenitud. Y cuando después me acerqué al altar vi a Dios de manera parecida y me decía: “Así estarás en su presencia en la vida eterna”». Y me dijo que la había llamado por este nombre, es decir Amada, y que así la había llamado muchas veces. Y me dijo que cuando comulga, desde hace poco, la hostia se le extiende en la boca, y dice que no tiene sabor a pan ni a carne, al menos no a los que nosotros conocemos. «Sin embargo, realmente tiene sabor a carne, pero otro sabor sabrosísimo que no sé comparar con ninguna cosa del mundo. Y avanza íntegra y con suavidad, tanta que no se deshace como suele pasar». Y me explicó cómo cambia rápidamente y cómo la hostia no es dura como al principio, sino que por el contrario avanza íntegra con tanta suavidad que si no fuese porque ella oyó decir que el fiel debe tragarla rápido, con gusto la querría mantener demoradamente en la boca. «Sin embargo, en aquel momento recuerdo de golpe que la debo tragar rápido y el Cuerpo de Cristo inmediatamente avanza entero con aquel sabor desconocido de la carne, de forma que después no tengo necesidad de beber nada329. Pero esto no solía ocurrir, por el contrario hacía esfuerzos para que no se me quedara nada entre los dientes. Ahora me la trago rápido y cuando desciende en mi cuerpo siento algo inmensamente placentero. Y esto que digo se percibe desde fuera, ya que me hace temblar violentamente, de manera que solo con gran esfuerzo puedo sostener el cáliz.» Y mientras que yo, hermano escritor, escribía lo anterior, tal y como lo podía recoger de sus labios mientras hablaba, dijo súbitamente: «¡Escucha lo que me ha sido dicho ahora de repente! Se me dijo: “Le has contado mucho, pero si yo no lo hubiera querido, tú no le podrías haber dicho nada”. Y yo me esforzaba para no decírtelo, pero de ninguna manera pude contenerme para no hacerlo, es decir para decirte esto que por mí ha sido dicho ahora». Además mientras yo escribía y hablaba con ella me preguntó lo siguiente: «Cuando haces el signo de la cruz, ¿te pasa algo?». Y después me dijo: «Ahora como novedad me ocurre lo siguiente: Cuando hago el signo de la cruz y no me pongo la mano sobre el corazón, no siento nada; pero cuando me pongo la mano sobre la frente, diciendo primero “En el nombre del Padre”, y después me pongo la mano sobre el corazón diciendo “Y del Hijo”, súbitamente siento un amor, un consuelo, y me parece que lo que nombro allí lo encuentro». Y dijo: «Yo no te habría dicho esto si no hubiera sido exhortada a que te lo dijera». DIOS «VIENE AL ALMA» Y MANIFIESTA SU PRESENCIA DE SIETE MODOS La fiel de Cristo responde a una cuestión a ella hecha por el Peregrino330. Y respondiéndome a mí, hermano, que le preguntaba si el alma puede estar segura de Dios en esta vida, me dijo que sabía que el Peregrino había venido al alma, pero no sabía si ella lo había albergado. a. Primero. Dios viene al alma que se da cuenta de la gracia de Dios en sí, ignorando todavía que se trata de la propia presencia de Dios331 Y yo, hermano, pregunté cómo sabía que venía al alma, y ella respondió preguntándome lo siguiente: «¿Viene Dios al alma sin ser llamado por ella?». Y yo, hermano, dije: «Creo que sí que lo hace». Y la fiel de Cristo dijo entonces: «A veces Dios viene al alma sin ser llamado, y pone allí fuego, amor y, otras veces, suavidad. Y cree el alma que esto pertenece a Dios y se deleita en ello, pero no sabe todavía que él está en el alma, es decir que no lo ve estar en el alma, pero ve su gracia, en la cual se deleita». b. Segundo. Dios viene al alma que secretamente percibe palabras divinas y se asegura de que Dios se encuentra presente en ella «Una vez más Dios viene al alma, y le habla con palabras dulcísimas en las cuales ella mucho se deleita y tanto las siente que en tal sentimiento se deleita muchísimo. Pero aún le queda alguna pequeñísima duda por la que el alma no está segura de que Dios esté en ella. Y me parece que esto ocurre o por la mucha maldad y defectos que hay en las criaturas, o por la voluntad de Dios, pues este no le quiere dar más certeza ni más seguridad. Sin embargo aquí se le asegura al alma que Dios está dentro de ella, porque siente algo diferente a lo que siente habitualmente, porque lo siente con un sentimiento tan multiplicado y con tanto amor y fuego divino, que se le quita todo temor del alma y del cuerpo. Y le dice cosas nunca oídas por otro mortal, y ella lo entiende con luz suprema, y para ella callar todo esto es un sufrimiento. Y si calla, calla por miedo de displacer a Amor, y porque cree con seguridad que aquellas cosas altísimas no se entenderían –porque cuando habla sobre ello, ve y comprueba que no es entendido– y porque no quiere decir “Siento estas cosas altísimas” por miedo de displacer a Amor. Y yo cuando a veces por un ardiente deseo de salud del prójimo he dicho algo, he sido reprendida y se me ha dicho: “Hermana, vuelve a la Escritura divina, porque esto no nos ha sido dicho en la Escritura y no te entendemos”. Por lo que una vez yo yacía languideciente por este excesivo amor, y empecé a preguntarte si el alma puede tener alguna seguridad de Dios en esta vida y te hablaba de los que sentían, y tú me comenzaste a reprender y a señalar la Escritura.» c. Tercero. Dios viene al alma que acoge perfectamente la «voluntad de Dios», advirtiendo que Dios le «hace compañía» «De igual manera, en este sentimiento en el que el alma está segura de que Dios está en ella, le es dada tan perfecta voluntad divina, que concuerda con ella verdadera y no mendazmente –mendazmente es cuando el alma dice esto, es decir que desea a Dios, y “desea a Dios” se dice de forma mentirosa, porque no es verdad para cada cosa ni de todas las maneras, y en algunas cosas no es verdad–, sin embargo entonces están en armonía con el alma todos los miembros del cuerpo, y el alma se hace así una con todo el corazón y el cuerpo, tanto que el alma es uno con ellos y este uno responde por todos. Y entonces el alma posee el deseo que le ha sido concedido por gracia. Por lo que entonces se dice al alma: “¿Qué deseas?”. Y responde el alma: “Deseo a Dios”. Y entonces le dice Dios: “Yo te concedo este deseo” –porque hasta ese momento no lo deseaba veraz ni totalmente. Sin embargo este deseo le fue dado por gracia, en la cual sabe que Dios está en ella y que la acompaña–, y se le da este deseo unificado, en el que siente que ama a Dios verazmente, de forma parecida a como él nos ama a nosotros, y siente el alma que Dios está mezclado con ella y que la acompaña.» d. Cuarto. Dios viene al alma, que ve a Dios en ella «informado» a imagen de una gran plenitud «De manera parecida le es dada la visión de Dios, porque este allí le dice: “Mira en mí”. Y entonces el alma lo ve informado en sí, y lo ve más claro de lo que cualquier hombre puede ver a otro hombre, porque los ojos del alma ven una plenitud de la cual no puedo hablar –ven una plenitud espiritual, no corporal, de la cual no puedo hablar–, y en aquella visión se deleita el alma, y es signo cierto y manifiesto de que Dios está en ella. Y entonces el alma no puede mirar a otra cosa sino a él y él llena el alma sin medida; y es esta mirada tan profunda que el alma no puede mirar otra cosa, y me duele porque no sé contar ninguna otra cosa. Y no hay nada tangible ni imaginable, sino tan solo lo que no se puede decir.» e. Quinto. Dios viene al alma renovada por la «unción divina», entendiendo que Dios está consigo. Sexto. El amor de Dios la abraza y se manifiesta en el cuerpo, así como cuenta su compañera El alma sabe cómo Dios penetra en ella de muchas otras maneras, las cuales no dan lugar a duda y de las cuales aquí explicamos dos. «UNA es una unción que súbitamente renueva el alma, y todos los miembros del cuerpo se rinden con mansedumbre y en concordancia con ella, de forma que no podría ser tocada ni dañada por cualquier cosa que la pudiera turbar, ni un poco ni de ninguna otra forma, y siente y oye que Dios le habla. Y en esta gran unción absoluta e inefable entiende el alma cierta y clarísimamente que Dios está en sí, y que esto no lo podría hacer ningún santo del Paraíso ni ningún ángel. Y esto es tan inefable que me duelo de no poder compararlo con nada. Y que Dios me perdone pues, si a él le placiera, mucho desearía poder contarlo para manifestar su bondad.» OTRA manera en la que el alma sabe que Dios está dentro de sí es un abrazo que Dios le da al alma –pues nunca madre ni hijo ni ninguna otra persona del mundo podría pensar que se pudiera abrazar con tanto amor, ya que con mayor amor, inefablemente abraza Dios al alma–, y la estrecha contra sí con tanta dulzura y tanto amor que no creo que ningún hombre del mundo pudiera creerlo si no lo hubiera experimentado antes. Y cuando yo, hermano, la contradecía aquí con incredulidad, la fiel de Cristo respondía: «Quizá pudieras imaginar algo, pero no la manera en la que realmente ocurrió». «Y este <abrazo de Dios> comporta un fuego por el que toda arde en Cristo y una luz tan grande que le hace entender la gran plenitud en la Bondad de Dios, la cual prueba en sí misma –y es mucho mayor de lo que ella ha experimentado en sí misma–, y entonces confirma y se asegura de que Cristo está dentro de ella. Y no decimos332 nada sobre estas cosas en comparación a lo que realmente son.» Y yo, hermano escritor, pregunté si en este estado el alma vierte lágrimas. Y la fiel de Cristo respondió que el alma no tiene lágrimas, ni alegría, ni muestra su sentir de ninguna otra manera, porque un estado diferente, mucho menor, es aquel en el que el alma llora con lágrimas de alegría. «De igual manera Dios produce tanta superabundancia de alegría que el alma ya no sabe sufrir, por el contrario si esta durara encontraría aquí un paraíso. Y esta alegría se manifiesta y se discierne en todos los miembros del cuerpo, y cualquier cosa amarga o injuriosa u otra cosa que le advenga se vuelve dulce; y esto no pude escondérselo a mi compañera.» Y yo, hermano escritor, le pregunté sobre esto a su compañera. Y me dijo que en cierta ocasión, mientras andaban por un camino, la fiel de Cristo se puso blanca, resplandeciente, alegre, rubicunda y que los ojos se le agrandaron y resplandecían tanto que no parecía ella. Y me dijo a mí, hermano, esta compañera: «Yo estaba triste temiendo que alguien, hombre o mujer, nos encontrase y la viera. Y le decía: “¿De qué te sirve cubrirte la cara? Tus ojos resplandecen como velas”». Y esta compañera, que era tímida y muy simple, y que no conocía aún los dones de gracia de su compañera, la fiel de Cristo, se lamentaba y se golpeaba a sí misma con los puños y se pegaba en el pecho, y le decía a la fiel de Cristo: «Dime, ¿por qué te ocurre esto? Haz todo lo posible porque te trague la tierra, porque de ahora en adelante no podremos andar por ella». Y decía así, simple y con ignorancia: «¡Ay de mí! ¿Qué haremos?». Y la fiel de Cristo le respondía y le decía que no temiese, y le decía: «No temas, porque aunque encontremos hombres Dios nos ayudará». Y esto ocurrió no solo una vez, sino tantas que la compañera afirmaba ignorar el número. Y dijo la fiel de Cristo que aquella alegría le duró por muchos días333, «y estas alegrías no creo perderlas por toda la eternidad, sino que creo que me llenarán siempre; y ahora no vivo sin ellas, por lo que cuando sobreviene alguna tristeza, inmediatamente recuerdo aquella alegría y de ningún modo me turbo». Y dijo que de muchas otras maneras sabe el alma con seguridad que Dios está en sí, pero que de ningún modo las podríamos explicar todas. f. Séptimo. Dios viene al alma, que lo hospeda en sí como «Peregrino» y esta es la suprema e inenarrable experiencia de la bondad de Dios Y la fiel de Cristo me dijo a mí, hermano, que en todo lo narrado el alma sabe que Dios ha venido a ella, pero que no hemos dicho nada aún sobre cómo ella lo alberga. Y todo lo que dijimos es mucho menos de lo que el alma sabe334, cuando sabe que ella ha hospedado al Peregrino. Dijo la fiel de Cristo: «Cuando el alma sabe que ha albergado al Peregrino, adquiere tanto conocimiento de la bondad de Dios y de la infinita bondad divina, que cuando vuelvo en mí, sé de manera certera que los que más sienten a Dios menos pueden hablar de él, pues por sentir aquel infinito e indecible bien pueden hablar menos de él». Y cuando yo aquí la contradije, la fiel de Cristo respondió: «Dios quisiera que, cuando tú vienes a predicar, entendieras como yo entendí cuando supe que había albergado al Peregrino, ya que entonces nada sabrías decir de Dios. Cualquier hombre en esta situación enmudecería. Y, después de que te hubiera pasado, quisiera llegarme a ti y decirte: “Hermano, dime ahora alguna cosa de Dios”. Y tú nada en el mundo sabrías decirme sobre él: tanto te superaría a ti y a todo que no podrías expresar ni pensar de ninguna manera su infinita bondad. Y esto no ocurre porque el alma se pierda, pues está bien entera en sí, ni porque el cuerpo pierda algún sentido, por lo que tú dirías al pueblo con palabras firmes: “Id con Dios, porque de Dios nada os puedo decir”»335. Y verdaderamente aquí nada es corporal, y aunque esto me ocurriera nada más que una vez, por ello sé que todo lo dicho en las Escrituras o por todos los hombres desde el principio del mundo no podría expresar, creo, nada de la médula336, ni medio grano en comparación con el mundo entero. g. Octavo. Los anteriores modos del advenimiento de Dios en el alma también tocan al cuerpo y lo guían en la obediencia del alma Y después de lo dicho anteriormente, la fiel de Cristo me dijo a mí, hermano, que cuando el alma está segura de Dios, de manera parecida el cuerpo recibe seguridad y nobleza, y se renueva con el alma337, aunque mucho menos. Y entonces el cuerpo adquiere parte de los bienes que siente el alma. Y el alma habla con el cuerpo y le hace una donación, y dulcísimamente le muestra la gracia que el cuerpo por ella recibe. Dulcísimamente dice: «Mira ahora cuáles son estos bienes que ahora experimentas por mí y cuán infinitamente mayores son aquellos que tú puedes recibir por ti mismo, y siente cuán mayores aún se prometen si sientes lo mismo que yo. Y debes darte cuenta de qué bienes perdimos cuando tú no sentías conmigo, sino que me contradecías»338. Y entonces el cuerpo se somete al alma con vergüenza, y dice que ciertamente obedecerá en todo al alma, y dice que está en deuda con el alma por los grandísimos bienes que siente gracias a ella, los cuales sobrepasan lo que pudiera conocer o desear por sí mismo o, incluso, pensar poder recibir. Y por ello el cuerpo se somete al alma con vergüenza, y se dice en deuda con ella, y la obedecerá sin duda. Sin embargo el cuerpo responde al alma diciendo: «Mis deleites eran corporales y viles, pero tú, que eras tan noble y poseías tanto deleite divino, no me debías consentir ni hacerme perder tus inmensos bienes». Y se lamenta el cuerpo contra el alma con una larga y dulcísima lamentación, sintiendo la dulzura del alma por encima de lo que por sí mismo pudiera sospechar339. TRIPLE PUEDE SER EL ENGAÑO DEL AMOR, ES DECIR CUANDO ESTE ES IMPURO O INCONTINENTE O, SI DIOS LO PERMITE, «ATRIBULADO» Dijo la fiel de Cristo que existen diferentes modos por los cuales las personas espirituales pueden ser engañadas. «UN MODO es cuando el amor no es puro, sino que está mezclado con algo de la persona, es decir con su voluntad. Y cuando la persona tiene en este amor algo de sí, posee en él algo del mundo, y el mundo la invita y la adula: y toda invitación del mundo es falsa, pues el mundo no puede invitar si no es falsamente. Y en el instante en el que el mundo la adula y la mira, más crecen las lágrimas y las dulzuras y el temblor y el rechinar que surge de este amor espiritual impuro. Y aunque en el amor espiritual impuro haya lágrimas y dulzuras, sin embargo no surgen dentro del alma, sino que lo hacen en el cuerpo, y tampoco el amor penetra dentro del alma. Y muchas veces la dulzura decrece y la persona se olvida, aunque a veces cuando la persona se da cuenta de esto, siente amargura. Y todas estas cosas las he probado en mí misma. Y yo no sabría discernir bien estas cosas, sino porque mi alma ha llegado a una verdad certera, pues cuando el amor es puro la persona se piensa absolutamente muerta y nada, y se da a Dios muerta y podrida. Y no se acuerda de ninguna alabanza ni de nada bueno, por el contrario se ve tan mala que no cree que ningún santo la pueda liberar sino solo Dios –aunque alguna vez rápidamente ruegue a los santos para que la ayuden ante Dios, porque Dios no la oye rezar por su indignidad, y se pone junto a santa María y con otros santos para que la oigan–, y cuando alguno la halaga, piensa que son todo burlas. Y este amor verdadero y puro por Dios está dentro del alma, y le hace ver sus defectos y la bondad de Dios, y las lágrimas y las dulzuras, que entonces se acrecen, nunca llevan al amargor, sino a la certeza. Y el antedicho amor guía al alma dentro de Cristo, y ciertamente no entiende que ningún engaño340 pueda hacerse o existir aquí. Y en tal amor puro de ningún modo se puede mezclar algo del amor del mundo.» Y cuando me decía estas palabras yo, hermano escritor, le conté la historia de Moisés cuando golpeó la piedra341, pero antes de que yo la completara, esto es mientras la comenzaba a contar, la fiel de Cristo me dijo lo siguiente: «OTRO MODO en el que Dios permite que haya engaños en personas espirituales es este, es decir cuando una persona se siente amada por Dios y siente en sí bienes espirituales y obra bienes espirituales y habla de ellos. Sin embargo, como se confía demasiado y sobrepasa la medida, por ello justamente permite Dios que crezca en ella algún engaño para que reconozca su error». Y decía que de igual manera ocurrió con Moisés, esto es, después de que yo terminara de contarle esa historia. OTRO MODO decía que era cuando la persona espiritual siente mucho a Dios y está en buen amor; obrando con puro y óptimo corazón, ha decidido que no desea ningun placer más del mundo, y decide que desea placer totalmente a Cristo. Y entonces está toda dentro de Cristo con suprema e inenarrable alegría, y se siente completamente abrazada por Cristo; aunque para que el alma sepa conservar lo que es suyo y devolver a Dios lo que es de Dios342, a veces permite que en ella crezca algún engaño para mantenerla segura, ya que él la cela para que no transgreda la medida. Y lo antedicho no basta al alma, de hecho, se lleva a esta a la plena cognición de sí y a la plena cognición de la voluntad de Dios, y aquí no se puede hacer ningún engaño, por el contrario, se conduce al alma a la plena cognición de la verdad. Plena se ha de entender de esta manera: se llena el alma, de forma que le parece que no se puede llenar más antes de la cognición de sí misma, y entonces no le parece que pueda llenarse más, ni que pueda ver algo diferente, ni recordar otra cosa, y entonces, súbitamente, llega a la cognición de la bondad divina, y entonces ve lo uno y lo otro simultáneamente de manera inenarrable343. Además, lo antedicho no le parece suficiente, sino que Dios la cela permitiéndole tribulaciones. TODAS LAS DECEPCIONES DEL AMOR SE ELIMINAN RADICALMENTE POR LA FUERZA DE LA POBREZA, CUYA RAÍZ ES TODA VIRTUD Y «ENSEÑANZA DE SABIDURÍA DIVINA» Además dijo la fiel de Cristo que en la locución que le hizo Dios, oyó recomendar la pobreza con tan gran enseñanza y con tanta bondad, que en todo excede nuestro intelecto. Y le dijo Dios: «Si no existiese un bien tan grande, yo no la amaría; y si no fuese tan noble yo no la hubiera recibido». A su vez, dijo la fiel de Cristo: «La soberbia puede estar solo en aquellos que creen que tienen algo. Y el ángel caído y el primer hombre, por ello cayeron y se ensoberbecieron, porque pensaron y creyeron tener algo propio. Y ni ángel ni hombre ni ninguna otra cosa tiene el ser, sino solo una: Dios. Y la humildad se encuentra solo en aquellos que son tan pobres que ven que no tienen nada. Y como Dios todo lo malo que permitió que fuera hecho, lo hizo para que fuera útil para los buenos, así Dios hizo a su Hijo, que tiene más amor del que podamos expresar, y lo hizo ser más pobre de lo que lo fue nunca santo ni varón. Y lo hizo ser tan pobre como si no tuviese el ser, aunque esta apariencia fuera tan solo para los pecadores que estaban privados de la verdadera luz y que así no se lo pareciese a los que entienden. Esta verdad es tan profunda –y la verdad de esta virtud, es decir, la pobreza y de qué modo la pobreza es raíz y madre de la humildad344 y de todo bien–, es tan profunda esta verdad, que no se puede escribir. Y quien la tenga nunca podrá tropezar o caer por engaño; y quien la viera nunca podría retener algo para sí; y tampoco quien viese cuánto amó Dios a esta virtud, es decir a la verdadera pobreza. Y tal es la enseñanza de divina sabiduría, la cual hace a la persona primero ver sus defectos y la hace ver su pobreza y ser pobre y, así iluminada por don de divina gracia, hace ver la bondad de Dios. Y entonces, inmediatamente, le desaparece toda duda sobre Dios y así ama a Dios toda ella. Y amando como ama, así obra y es arrancada toda confianza en sí misma. Y a quien tenga esta virtud no la podrían engañar todos los demonios o todo lo que pudiéramos decir, porque aquí el alma recibe una enseñanza clarísima y luminosísima de todos los usos de esta vida por lo que, mientras tenga tal virtud345, no podrá nunca ser engañada. Y por eso entiendo que la pobreza es la madre de todas las virtudes y es enseñanza de la divina sabiduría. Como la divina sabiduría fue mostrada en la encarnación de Cristo a la santa Virgen, a la que primero hizo que se conociera a sí misma y, después, que lo conociera a él, fue para sí eliminada toda duda sobre Dios e inmediatamente confió en la bondad de Dios. Y conociéndose a sí misma y a la bondad de Dios, dijo: “He aquí a esta servidora de Dios, séame hecho según tu palabra”346; y de manera similar enséñanos la divina sabiduría en la humanidad de Cristo, quien, a pesar de ser Dios, en todo caso quiso que su humanidad estuviese ligada a la obediencia del Padre en toda voluntad del Padre. Y por ello toda la sabiduría del mundo, si no es introducida en esta verdad, no es nada y se convierte en condenación. Y cuando el alma entiende esta verdad, entonces obra sin intención y sin pensar en otras recompensas. Capítulo VIII Sexto paso suplementario El sexto paso es la martirización por múltiples e intolerables pasiones y martirios, tanto por enfermedad corporal como por tormentos innumerables de cuerpo y alma, horriblemente excitados por numerosos demonios En este sexto paso de multiplicada Pasión, tanto por enfermedades corporales como por tormentos innumerables de cuerpo y alma, horriblemente excitados por numerosos demonios yo, hermano escritor, no puse mucha atención y no pude anotar esta historia correctamente, al estar transcribiendo a la vez otras muchas y a pesar de ser consciente de que ello hubiera sido digno y útil. Sin embargo intentaba escribir tal y como salían de la boca de la fiel de Cristo algunas pocas palabras sobre las cosas que sufría y los testimonios que aportaba, trazando347 rápidamente las letras, pues no podía comprender nada mientras escribía. Y dicha fiel de Cristo me dijo a mí, hermano escritor, que no creía que se pudieran describir las enfermedades del cuerpo, y tampoco las enfermedades o las pasiones del alma, sobre las que decía que eran mucho más numerosas y que no había comparación posible. Y brevemente le escuché decir sobre las pasiones corporales que no le había quedado miembro en el cuerpo que no hubiera padecido horriblemente. Sin embargo no sabía comparar los verdaderos tormentos del alma, aquellos infligidos por demonios, sino con un hombre colgado por la garganta con las manos atadas a la espalda y los ojos vendados, que suspendido por una cuerda permaneciese en la horca y viviera sin ningún auxilio, sin ningún sustento ni ayuda alguna. Y añadía que los demonios la atormentaban más desesperada y cruelmente aún. Y así yo, hermano escritor, oí decir y aprendí de un hermano menor que creo digno de fe, que le impresionaba mucho y se compadecía oyendo cómo la fiel de Cristo era atormentada tan horrendamente. Dicho hermano digno de fe vio en una revelación de Dios que lo que ella contaba sobre estos martirios y horribles tormentos era verdad e incluso poco por lo que aquel hermano, después de mucha admirable compasión y devoción, también los sufrió continuamente. Y las palabras que yo, hermano escritor, pude trazar apurada y brevemente son las siguientes. NARRACIÓN DE LOS TERRIBLES TORMENTOS DEL CUERPO Y DEL ALMA DE ÁNGELA, RELACIONADOS CON LA ESFERA DE LA CONCUPISCENCIA a. Primero. Se describe de qué modo ella era tentada por el diablo, para que los vicios se avivaran y las virtudes se debilitaran La fiel de Cristo me dijo lo siguiente: «Vi que los demonios suspendían mi alma que, como el ahorcado, no tenía ningún sustento. Así le parecía a mi alma que no le quedaba ningún sustento, y veía, sabía y observaba que todas las virtudes eran subvertidas348. Y entonces, cuando el alma ve que todas las virtudes se subvierten y parten sin poder oponerse, es tanto el dolor y se hace tan desesperado y crece tanta ira en el alma, que algunas veces ello me impide llorar. Otras veces lloro irremediablemente. Otras veces, después, difícilmente me puedo contener para no hacerme toda pedazos. Otras, no puedo aguantar sin golpearme horriblemente y se me hinchan, algunas veces, la cabeza y los demás miembros. Y cuando el alma ve que empiezan a caer y descender todas las virtudes349, entonces aparecen el temor y el llanto, y vocifero por mi boca gritando “¡Dios!” y llamándolo muchas veces, diciéndole casi sin interrupción: “¡Hijo mío, hijo mío, no me dejes, hijo mío!”»350. Y me dijo esta fiel de Cristo que en su cuerpo no queda ningún miembro que no haya sido golpeado o torturado por los demonios, por lo que creía que no se pueden escribir las enfermedades del cuerpo, como tampoco las del alma. Y dijo que todos los vicios habían resucitado, no los que existen en la vida mortal, sino los que dan y conllevan un gran sufrimiento. Y también aquellos vicios que nunca antes habían estado en el cuerpo, ni aquellos que habían venido a él, causándole gran sufrimiento aunque sin actividad continua351. «Y cuando vuelven a morir me dan consuelo, porque veo que muchos demonios que revivifican y hacen revivir a los vicios que estaban muertos me han dejado, y se unen a aquellos que nunca antes habían existido. Y cuando recuerdo que Dios fue afligido y despreciado y pobre querría que todos mis males se reduplicasen.» b. Segundo. Se describe de qué manera los vicios ya extintos en el alma resurgen en el cuerpo por diabólica tentación, especialmente los contrarios a la castidad Además me dijo la fiel de Cristo: «Mientras estoy en aquella horribilísima tiniebla de los demonios352, donde toda esperanza de bondad parece absolutamente ausente –tal tiniebla es terrible, y resucitan los vicios que sé que ya han muerto dentro de mi alma, pero que desde fuera de ella incitan a los demonios, y también incitan a los vicios que nunca antes habían existido; y en tres lugares de mi cuerpo, que es donde menos sufro, pero353 en lugares vergonzosos, en los que arde tanto fuego que solía aplicarme fuego material para extinguirlo hasta que tú me lo prohibiste, entonces mientras estoy en la tiniebla, creo que fácilmente elegiría ser asada viva antes que tales sufrimientos: es más, entonces vocifero y llamo a la muerte para que aparezca de cualquier modo que Dios me conceda llegar a ella. Y entonces le digo a Dios que si me debe enviar al Infierno, que no lo retrase, sino que se dé prisa. Y digo: “Ya que me has abandonado, llega hasta el final y sumérgeme”. Y entiendo entonces que aquello es obra de los demonios y que estos vicios no moran en el alma, porque ella nunca los consiente, sino que se dan violentamente en el cuerpo. Y hay tanto dolor y agotamiento en el cuerpo que él mismo se daría para no sufrir así. Sin embargo el alma ve que le ha sido negado todo poder y, aunque no lo acepte, no tiene fuerza para resistir a los vicios –y ve que está en contra de Dios– y cae en ellos». c. Tercero. Se describe cómo Dios permite que ella sea atormentada por un vicio desconocido hasta ahora y lo venza con una virtud particular Además me dijo la fiel de Cristo: «Abiertamente se me da y se me permite cierto vicio que nunca antes tuve, pero que abiertamente sé que Dios ha permitido que venga a mí. Y este vicio es tan grande que supera a todos los demás. Y Dios me da abiertamente para luchar contra tal vicio cierta virtud que lo vence de inmediato y de manera tan virtuosa que, aunque no tuviera yo fe cierta en Dios por todo lo demás, solo por esto persistiría en mí una fe en él cierta y segura de la que no podría dudar. Y la virtud siempre persiste en mí y el vicio decrece; y la virtud me guarda y no me permite caer en el vicio; y es virtud de tanta fortaleza que no solo me guarda, sino que me da tanta fortaleza de virtud que en esto verdaderamente puedo reconocer a Dios, pues nada visto, ni nada oído ni nada relativo al pecado puede alejarme pecaminosamente de ella354. Y aunque todos los hombres del mundo se esforzasen con todos los medios posibles contra mí y, de manera similar, todos los demonios del Infierno se esforzaran contra mí, no podrían moverme ni siquiera a algo mínimamente pecaminoso, y por esto permanece en mí una fe cierta en Dios. Me avergüenza explicar este vicio, pues es enorme, tan grande que nada puede protegerme cuando esta virtud desaparece y creo que me ha abandonado: ni por vergüenza ni por pena, ya que yo tropezaría en el pecado inmediatamente. Y por ello sobreviene esta virtud liberándome tan virtuosamente que no podría pecar, o así lo creo yo, por todos los bienes o los males de este mundo». COMENTARIOS DE ARNALDO RELATIVOS A LA INTERDEPENDENCIA DE LOS PASOS SEXTO Y SÉPTIMO Y AL ESTADO DE ÁNGELA Y yo, hermano escritor, vi a la fiel de Cristo en el sexto paso en una situación mucho más terrible de la que se podría poner por escrito. Sin embargo este sexto paso duró poco tiempo –esto es casi dos años– y el séptimo empezó un poco antes de que este acabara, desarrollándose simultáneamente a él: este séptimo paso fue mucho más admirable que todo lo anterior355. Y vi que el sexto paso, reduciéndose, cesó en poco tiempo – pero no se redujo entera ni totalmente, sobre todo en lo que respecta a las muchas enfermedades corporales de las cuales siempre estuvo llena–, y vi que la fiel de Cristo permaneció en el séptimo paso, sobre el cual se puede decir que siempre estaba creciendo en Dios356. Y aunque siempre estuviese muy enferma y apenas pudiera comer, sin embargo estaba gordísima y rubicunda, pero tan hinchada y llena de dolor en todos sus miembros y articulaciones que solo se podía mover con muchas penalidades, bien andando o incluso cuando estaba sentada, aunque ella dijera que esas penalidades corporales se le hacían muy ligeras. SE DESCRIBEN LOS TORMENTOS SURGIDOS DE LA LUCHA ENTRE HUMILDAD Y SOBERBIA, PSÍQUICAMENTE RECONDUCIBLES A LA IRASCIBILIDAD a. En primer lugar, los efectos provistos por la humildad Después de todo lo anterior, escrito cuando la fiel de Cristo estaba en el séptimo paso y357 había dejado el sexto, ella dijo lo siguiente: «En mi alma normalmente luchaban una Humildad y una Soberbia que me causaban un grandísimo agotamiento358. Es Humildad, pues veo que he caído de todo bien, y me veo fuera de toda virtud y fuera de toda gracia; y veo en mí tanta plenitud de los pecados y los defectos que no puedo pensar que Dios ciertamente desee tener misericordia de mí; y me veo en casa de los diablos, y obrando por ellos, y creyendo en ellos, y me veo como su hija; y me veo fuera de toda rectitud y fuera de toda virtud, y digna del fondo más ínfimamente profundo del Infierno. Y esta Humildad no es la humildad que tuve alguna vez, la que hizo feliz a mi alma y que viniese a ella el pensamiento sobre la bondad de Dios, ya que esta Humildad no me lleva sino a males innumerables, por lo que dentro del alma me parece que estoy completamente rodeada de demonios, y veo los defectos en el alma y en el cuerpo, y para mí Dios está cerrado y escondido en todo lugar, por lo que de ninguna manera puedo recordarlo, ni tener memoria de él, ni que él lo permita. Y viéndome condenada no me preocupo por mi condena, sino que me preocupo mucho más y me duelo de ello, es decir de que ofendí a mi Creador, al cual no querría haber ofendido y al que no ofendería por todos los males o los bienes que se puedan nombrar. Por ello, viendo mis innumerables ofensas, lucho con todas mis fuerzas contra estos demonios, para poder vencer a los vicios y a las ofensas, y prevalecer sobre ellos, pero no puedo de ninguna forma. Y tampoco encuentro ningún hueco ni ventanita por los que me pueda escapar, ni encuentro ninguna otra solución que me pueda ayudar. Y veo que he caído tan profundísimamente». b. En segundo lugar, los efectos causados por la Soberbia «Después comenzó la Soberbia que me transformó en ira entera, en tristeza entera, toda amarguísima e inflada. Y recibí otra amargura inmensa de los bienes que Dios me dio, pues no los recuerdo como remedios, sino como injurias y admiración dolorosa, es decir que en mí nunca podrá haber ninguna virtud verdadera, y tampoco veo ninguna razón por la cual Dios lo habría permitido. Y de esta manera el Omne bonum359 está tan cerrado y oculto para mí que me transformo en ira entera, en tristeza entera, en amargura entera e inflada y apenada más de lo que se puede expresar. Si todos los que consuelan y todos los sabios del mundo y todos los santos del Paraíso me hablasen para consolarme y me prometieran todas las cosas buenas y todos los consuelos que pudieran darme, e incluso si Dios mismo me hablara –a no ser que me transformase en algo diferente u obrara en el alma de otro modo–, ningún consuelo me darían, ni ninguna solución, ni yo les creería: por el contrario, todo me causaría un aumento de los males y me llenaría de más ira y amargura360 y tristeza y de más dolor del que se puede expresar. Por esto, para que Dios sustituyese y me quitase tales tormentos, yo querría tener y elegiría libremente todas las cosas malas y las enfermedades y todos los dolores que hayan existido en el cuerpo del hombre, y sentiría que los anteriores tormentos son para mí males más leves y menores. Por lo que muchas veces dije que en comparación o en lugar de dichos tormentos, yo elegiría antes soportar toda generación de martirios como consuelo.» c. En tercer lugar, se explica cómo el alma se purifica en esta lucha «Y este estado de los tormentos comenzó algún tiempo antes del pontificado del Papa Celestino y duró bastante más de dos años361, durante los cuales fui atormentada muchas veces. Y yo aún no he sido saciada ni totalmente liberada, aunque ahora algunas veces sufra un poco exterior y no interiormente. Sin embargo ahora, después de haber permanecido en otro estado, sé que entre Humildad y Soberbia se encuentra la suprema purgación y purificación del alma, ya que sin humildad ningún hombre se salvará, y cuanto mayor sea la humildad, mayor será la perfección del alma. Por lo que también sé que entre Humildad y Soberbia arde y se martiriza el alma. Y la verdad del conocimiento de la humildad o las ofensas o defectos que por humildad ve el alma, castigan y martirizan y purgan de la soberbia y de los demonios. Y por eso cuanto más se degrada el alma a lo inferior o se empobrece o se humilla a lo ínfimo, tanto más se prepara y se purga y se purifica para ser más elevada, porque ninguna alma puede elevarse sino cuando se humilla y degrada. ¡Bello sin mesura es lo que hemos explicado!» Capítulo IX Séptimo paso suplementario El séptimo paso es la revelación, de la que mucho no podemos decir ni pensar o en la que no hay nada que se pueda pensar AMPLIO DISCURSO SOBRE LOS MODOS DE VER A DIOS Y DE VIVIR CON ÉL a. Se explica la experiencia de la visión de Dios «en y con tiniebla» La fiel de Cristo dijo lo siguiente: «Una vez fue elevada mi alma y vi a Dios en tanta claridad y en tanta belleza y en tanta plenitud, que nunca más lo he visto con tanta, ni tan absolutamente pleno. Y no veía allí amor; y entonces yo perdí el amor que llevaba, y fui hecha no amor362. Y después, después de esto, lo vi en la tiniebla, porque en la tiniebla está el mayor bien que se pueda pensar o entender. Y cualquier cosa que se pueda pensar y entender no tiene que ver con ello o no se puede alcanzar363. Y entonces se le concedió a mi alma una fe certísima, una esperanza segura y firmísima, y una seguridad de Dios continua que me ha quitado todo temor. Y me recogí completamente en aquella bondad que vi en la tiniebla y tuve tanta seguridad de Dios que nunca pude dudar de él y de que no lo poseyera de manera cierta. Y en dicha bondad tan inmensamente intensa que se veía en la tiniebla, reside ahora mi esperanza completamente recogida, firmísima y segura.» En cierta ocasión yo, hermano escritor, le hice una pregunta que hace san Agustín que yo había leído en un libro, donde los discípulos le preguntan cómo están o estarán los santos en el Cielo, alegando lo que vio san Esteban, es decir a Jesús a la diestra de Dios364. Y preguntando parece que quieren probar que no pueda haber allí lugar para estar o sentarse: y aquí se manejaban sutiles argumentos. Y mientras yo le preguntaba, la mente de la fiel de Cristo fue súbitamente elevada y no parecía entender mis palabras. Y entonces fue concedida una gracia maravillosa. Y después de un rato de que yo la molestara con la antedicha pregunta, la cual parecía que no hubiese entendido y a la cual ella no respondía, empezó a decirme lo siguiente: «Ahora súbitamente ha sido elevada mi alma y he sentido tanta felicidad que todo era inenarrable, y sobre ella nada podría narrar. En esta felicidad lo que quería saber lo sabía; y lo que quería tener, todo lo tenía. Y veía el Omne bonum.» Y dijo: «En tal estado el alma nunca piensa en la partida de este Bien, o en marcharse de él, ni en que debiera ciertamente partir, sino que se deleita en dicha bondad total. Y el alma no ve nada que se pueda explicar después con la boca ni con el corazón; y nada ve, y ve absolutamente todo». Y así hablando dijo y añadió lo siguiente: «Ahora no pongo mi esperanza en ningún bien que se pueda pensar ni explicar exteriormente, sino en un bien secreto, certísimo y encerrado365, que entiendo con tanta tiniebla». Y como yo, hermano, no la entendía y la contrariaba sobre dicha tiniebla, quiso explicármelo diciendo: «Cuanto más lo veía en la tiniebla más certísimo era, lo superaba todo ampliamente y era secretísimo; y, por tanto, vi con la tiniebla, porque supera todo bien y a todas las cosas y todo lo demás es tiniebla, y por doquiera que se pueda extender el alma o el corazón es menor que en este bien. Y lo que expliqué en otra ocasión –esto es, cuando el alma vio a Dios llenar todo mientras veía toda la Creación, y también cuando vio el poder divino, y también cuando vio la divina sabiduría, y también cuando vio la divina voluntad, así como en otra ocasión la fiel de Cristo explicó que vio admirable e inenarrablemente–, es menos que dicho bien secretísimo, ya que el bien que vi con tiniebla es todo: los demás son solo partes», dijo la fiel de Cristo. Y expuso lo siguiente: «Y aunque todo sea inenarrable también me causa alegría, pero cuando vi a Dios de aquella manera en la tiniebla, no me dieron ganas de reír ni devoción ni fervor ni ferviente amor, porque no temblaba ni se movía el cuerpo o el alma como solía, sino que todo ve y nada ve, y el cuerpo se duerme y se trunca la lengua. –Y todas las pruebas de amistad que me demostró, muchas e inenarrables, y cada palabra que me dijo, y todo lo que tú escribiste alguna vez, entiendo que es tan inferior al bien que vi con tanta tiniebla, que no pongo en ellos mi esperanza o no hay esperanza mía en ellos. Por el contrario, aunque fuese posible que todas estas cosas no sean verdad, tampoco disminuiría mi esperanza de ninguna forma, ni disminuiría mi segurísima esperanza, que es cierta en el bien absoluto que vi con tanta tiniebla». Y ella me dijo a mí, hermano, que hasta tres veces fue elevada su mente con esta suprema y superadmirable gracia de la visión de este altísimo y en todo inefable modo de ver a Dios con tanta tiniebla, aunque muchas y casi innumerables veces ella viese el Omne bonum siempre así, aunque no de este y tan altísimo modo, ni con tanta tiniebla. b. Doble experiencia: El Mundo repele a Ángela, Dios la atrae para que repose en el abismo divino En cierta ocasión en que la fiel de Cristo estaba enferma me dijo a mí, hermano escritor, lo siguiente: «Por una parte, el mundo me rechaza con sus espinas, pues todo lo que puedo pensar sobre él es para mí espinas y amargura. Por otra parte, los demonios me rechazan con muchos martirios y persecución casi continua, y tienen poder sobre mí porque Dios puso en sus manos mi alma y mi cuerpo; ya que por mucho que puedan afligir al cuerpo, al alma no pueden castigarla así o torturarla con penas, porque el alma es más inaccesible que el cuerpo. Y me parecía verlos corporalmente casi cornudos contra mí. Por otra parte, Dios me atrae a él. Y si digo que me atrae con dulzura o amor o con otra cosa que pudiera nombrar o pensar o imaginar, todo sería falso, porque no me atrae con nada que pueda nombrar o ser pensado ni siquiera por el más sabio del mundo; y si digo que es el Omne bonum, lo destruyo. Y me parece estar y yacer en medio de la Trinidad que veo con tanta tiniebla366. Y ello me atrae más que cualquier otra cosa que yo haya tenido o cualquier otro bien del que yo haya hablado, tanto más que no existe nada que se le pueda comparar. Y esto que digo me parece decir nada o mal decir». Y después dijo: «Me parece estar blasfemando. Y cuando preguntaste si me atraía más que todo lo anterior yo respondí así367: que me parecía una blasfemia. Por lo que ahora, cuando tú lo has preguntado y yo te he respondido, me he sentido totalmente enferma». c. Ángela se sumerge perfecta y paralelamente en el amor de Dios y de Jesucristo crucificado: yace en Dios y en la «cama» de la cruz «Cuando estoy en la tiniebla no recuerdo ninguna humanidad, ni de Dios hombre ni de nada que tenga forma, y de esta manera lo veo todo y no veo nada. Y yéndome de mí o permaneciendo en mí en este estado que ya he dicho, veo al Dios hombre que atrae al alma con tanta mansedumbre que algunas veces digo: “Tú eres yo y yo soy tú”. Y veo aquellos ojos y aquella faz tan placentera y con tanta aptitud368 que me abraza. Y lo que surge de aquella cara y de aquellos ojos, es lo que ya he contado que vi en la tiniebla, que vino desde dentro369 y tanto es lo que me deleita que no lo puedo expresar. Y estando en este Dios hombre el alma está viva; y en este Dios hombre permanezco mucho más que en mi visión con tiniebla. Y en esta visión del Dios hombre el alma está viva; pero la de la tiniebla atrae al alma incluso mucho más que esto de Dios hombre, sin punto de comparación. En esta visión de Dios hombre permanezco mucho tiempo, casi continuamente. Y tal continuidad comenzó cuando una vez me fue concedida la seguridad por Dios de que no había nada entre él y yo370. Y desde entonces hasta ahora no ha habido día ni noche en los cuales no haya tenido esta alegría en su humanidad. Y tenía deseo de cantar y laudar, y decía así: Yo te laudo, Dios dilecto, en tu cruz he hecho mi lecho, por cabezal o plumazo he hallado la pobreza; a los pies de mi lecho, el lugar donde reposo, he hallado dolor con desprecio.»371 Y como yo, hermano escritor, le pedí que me explicase mejor lo que decía, la fiel de Cristo añadió: «Hablo de lecho pues allí nació, conversó y murió. Y también porque en él Dios Padre amó antes de que el hombre pecara y tanto amó a tal sociedad –es decir a la unión de la pobreza, el dolor y el desprecio– que se la dio a su hijo, y su hijo quería yacer continuamente en este lecho y allí continuamente amó y estuvo en armonía con el Padre. Y por ello este lecho es mi lecho, porque en él, es decir sobre esta cruz de Cristo que él tuvo en el cuerpo y mucho más en el alma, estoy acostada y reposada, por lo que este es mi lecho, y en este lecho creo morir y por este lecho creo salvarme372. Y no podría explicar la alegría que espero de las manos y los pies, y de las marcas de los clavos que atravesaron las manos y los pies de este lecho. Sin embargo yo casi cantaba y le decía al hijo de santa María373: No puedo decir lo que siento, no quiero partir de cuanto veo; por lo que mi vivir es morir. Por ello, atráeme hacia ti. Pero diciendo esto, cuando recordaba a aquel sobre el que lo decía o al cual se lo decía, inmediatamente se me truncaba la lengua y no podía hablar. Y cuando parto de este estado, el mundo y las cosas que me reencuentro me impiden desear más las cosas antedichas; y por ello para mí el deseo de morir es una pena mortal»374. Y yo, hermano escritor, vi y oí decir a la fiel de Cristo que esta pena proveniente del deseo de morir –por la que, como ya se ha dicho, estaba muy mortificada– fue eliminada de sí. No porque no deseara morir, sino porque ya no estaba tan mortificada como antes. d. Ángela habla en detalle de su vida cotidiana, siempre junto a sus elevaciones místicas Y su alma se elevaba hacia Dios muy frecuentemente, por lo que ella decía que en algunas ocasiones las elevaciones se encadenaban. Y decía que casi siempre eran nuevas, por lo que lo que experimentaba en una elevación no lo experimentaba en otra, sino casi siempre nuevamente, porque siempre experimentaba algo nuevo. Y ello no le impedía comer ni hablar ni ninguna otra cosa, porque no ocurría mucho que se elevara su mente o alma, por lo que su compañera la ayudaba solícitamente cuando comía, porque se olvidaba algunas veces de ello: muchas veces, y bastante poco podía comer. Y vi que lo que me decía un día, al siguiente apenas lo recordaba. Y también que en una misma hora mientras me hablaba, inmediatamente cuando decía las palabras las olvidaba, y no las podía repetir. Sin embargo esto le ocurrió, creo, solo en este séptimo paso. Además, después de esto que he escrito me dijo a mí, hermano escritor, que su alma se deleitaba y nadaba en tal deleite375, es decir que el amor es mesurado y que el espíritu se da de forma mesurada. Y decía: «El alma se deleita y nada entre estas cosas». Y yo, hermano, me resistía a creerla por lo que está escrito en la divina Escritura y ella me respondió que lo que decía la Escritura era verdadero, pero que ella no la contradecía. Por lo que dijo lo siguiente: «Y es verdad lo que dice aquel –que Dios da espíritu sin mesura–, pero mi alma nada y se deleita porque Dios y su Hijo y todos los santos lo dan mesuradamente»376. INTRODUCIDA EN LOS ALTÍSIMOS SECRETOS DE LA JUSTICIA DE DIOS, ÁNGELA ENTIENDE LA JUSTICIA DIVINA Además entonces dijo377: «No existe nada donde conozca a Dios tan completamente como en los juicios que hace de continuo. Por lo que cuando por la mañana o por la tarde hablo a Dios en esta oración, diciéndole: “Señor, por tu advenimiento libérame y por tu natividad, y por tu Pasión, libérame”. Casi en nada me deleito tanto como cuando íntimamente le digo: “Señor, por tus santos juicios libérame, Señor”. Dijo esta fiel de Cristo: «Por ello le digo a Dios378: “Por tus santos juicios, libérame”, porque ya no reconozco la bondad de Dios en un hombre bueno y santo, ni en muchos buenos y santos, sino en un condenado o en la multitud de los condenados. Sin embargo, esta profunda enseñanza no me fue mostrada más que una vez, aunque nunca haya olvidado su recuerdo ni su alegría. Y si todo lo relativo a la fe se degradase, solo me restaría la certitud de Dios, es decir de sus juicios, esto es de la justicia de sus juicios. ¡Pero qué profundidad hallamos aquí! Sin embargo, todo esto redunda para uso de los buenos, ya que toda alma que piense así de los juicios y posea o pudiera poseer tan profunda enseñanza de todo obtendrá fruto de este pensamiento sobre el nombre de Dios». Aquí yo, hermano escritor, oía que decía las más maravillosas cosas del mundo, y entendía algunas cuando ella las decía. Sin embargo, ni ella las podía explicar aunque me diese a entender algo por lo que decía, ni tampoco yo podría explicarlo por escrito. Aquí hay que recordar y remarcar bien unas palabras que le fueron reveladas a esta fiel de Cristo casi al principio después de que comenzáramos a escribir. Y yo, hermano, coloqué tales palabras justo donde ella me dijo, es decir en el segundo paso de la unción divina. Y ella me dijo lo siguiente: «Oí una locución que Dios me enviaba que decía: “Haz que se escriba al final de estas palabras que estáis escribiendo que todo ello da gracias a Dios, y que quien quiera conservar la gracia, que no despegue los ojos del alma de la cruz, ya sea en la alegría o en la tristeza que yo les dé o permita”»379. Además me dijo la fiel de Cristo: «Nada hay que se pueda comparar a cuánto se puede extender el entendimiento del alma. Baste decir que se eleva y se coloca en el seno de Dios380 y entonces entiende, y es deleitada, y reposa en los bienes divinos de forma inenarrable –pues todos están por encima del intelecto y por encima de todo decir–, sin embargo allí nada el alma. Y entonces entiende las razones de las palabras que dijo Cristo, que a veces le parecían duras o difíciles, y por ello entiende de manera parecida por qué en el alma de Cristo sintió dolor sin templanza»381. «Pues cuando mi alma es transformada en la Pasión de Cristo halla muchísimo dolor sin templanza, por lo que al recordarlo no puede sentir ninguna alegría. Ello no ocurre cuando piensa en la Pasión del Cuerpo, porque entonces después de la tristeza reencuentra la alegría. Sin embargo, como ha sido dicho, por estas razones entendió el enorme y agudo dolor en el alma de Cristo mientras yacía sobre el cuerpo de su Madre382, a pesar de no haberlo experimentado. Y gracias a esta elevación mi alma entiende los juicios de Dios.» CINCO REVELACIONES O CONSOLACIONES O VISIONES DE ÁNGELA MIENTRAS PARTICIPA EN LA CELEBRACIÓN DE LA MISA En cierta ocasión, mientras decían misa en el convento, oí a la fiel de Cristo referir algunas palabras que Dios le dijo, las cuales aquí no transcribo. Sin embargo, cuando al sacerdote que decía misa le faltaba poco para comulgar, oyó que Dios le decía: «Muchos son los que me rompen y me hacen brotar sangre de la espalda»383. Y veía y entendía que estas palabras se las decía la hostia que en aquel momento el sacerdote troceaba. Y entonces la fiel de Cristo pensó y oró diciendo: «¡Haz que no sea así!». Y la hostia respondió diciendo: «No lo será en la eternidad». Y decía la fiel de Cristo: «Cuando mi alma sentía mucha alegría dentro de la Trinidad, dentro de aquella cajita donde se vuelve a poner el Cuerpo de Cristo, y entendía que estaba en todo lugar y que llenaba todas las cosas, y el alma se deleitaba en la cajita –de hecho, se deleita muchísimo en ella con gozo inmenso–, dijo: “¿Por qué me deleito tanto en esa cajita? Y si tú, Señor, estás en todo lugar, ¿por qué no me deleito tanto en todo lugar?”. Y respondió palabras tan oscuras que no las recuerdo plenamente. Pero dijo: “Estoy encerrado en esa caja por las palabras que hago decir, y esto lo hago por un milagro singular”». En otra ocasión yo, hermano escritor, la había hecho comulgar. Y como la fiel de Cristo en cada comunión solía recibir una nueva gracia yo, hermano, le pregunté si estaba contenta con aquella que yo le había dado. Y ella me respondió que si pudiera hacerlo querría comulgar cada día. Además me dijo que se le había concedido una gracia o consuelo divino en tal comunión, por el que entendía y sentía de manera certerísima que limpiaba, santificaba, confortaba y protegía el alma. Y sintió estas cuatro cosas y entendió en su alma más de lo que solía. Además dijo que había oído una locución divina sobre cómo la comunión es muy beneficiosa por estas cuatro cosas que hemos nombrado. En otra ocasión, mientras yo oficiaba misa y elevaba el Cuerpo de Cristo le advino en el alma una gran alegría, y le fue dicho lo que sigue: «Aquí está aquel hombre que fue crucificado». Y el alma lo veía. Sin embargo, cuando escuchó estas palabras, inmediatamente el alma trascendió y no se pudo fijar en ello. Pero inmediatamente fue hecha en el alma una obra maravillosa, obra silenciosa que no se puede explicar. Y trascendió el alma rápidamente, y se envolvió en su divinidad. Y entonces, dentro de esta, le fue dicho: «Aquí esta toda la alegría de los ángeles y toda la alegría de los santos y aquí está toda tu alegría». «Pero la verdad es que esto fue dicho de una manera más placentera de lo que tú lo expresas, y apenas reconozco esto que me dices ahora.»384 Otro día en una misa diferente le fue dicho algo que no recordaba con plenitud. Sin embargo decía que oyó que confiara en los que cumplían su Escritura, no en los grandes lectores de la misma. Y decía que toda la Escritura divina se cumplía en este ejemplo, es decir en su vida: así lo había comprendido ella. Otra vez en la iglesia de San Francisco en Asís cuando el hermano Ápico385 estaba celebrando la misa y yo, hermano, hablaba con ella, me contó cosas grandísimas e inmensamente maravillosas que le habían sido reveladas. Y como eran cosas notables un hermano –a quien la fiel de Cristo y yo mismo habíamos comunicado aquellos secretos y que estaba con nosotros cuando la fiel de Cristo los contaba– me dijo que las escribiera, pero como yo allí era forastero no pude hacer nada. Y después de muchos días quise escribirlas y le pedí a la fiel de Cristo que repitiese todo, pero como ninguno de los dos recordaba nada al menos me contó lo siguiente: «Aquel día mi alma fue elevada con tan nueva y gran alegría que nunca la había sentido tan grande de dicha manera o modo. Y recibí una locución divina, y recibí de forma parecida a san Francisco una locución dulcísima y nueva que fue así386: Me parecía que mientras se celebraba la misa mi alma estaba y se deleitaba como el alma de san Francisco cuando se separó de su cuerpo. Y sentí entonces en mi alma tan gran e inefable alegría que, si no fuese porque sé que Dios hace todo con medida, diría que aquella alegría era suprema y sin medida387. Y entonces cuando sentía esto recibí una locución divina que decía: “Yo soy Francisco, enviado por Dios. La paz del Altísimo esté con vosotros”. Y me llamó diciéndome: “Luz, hija de la luz, que es luz de todas las luces” y otras cosas que dijo que no escribo. Y dijo: “Recomiéndale la heredad388, es decir la propiedad que yo dejé –y yo entendía la pobreza que ordenó que fuera observada– y recomienda también a aquellos que me siguen que amen lo que amé yo”. Y aumentó mi alegría al entender que el que me hablaba era san Francisco. Y a su largo discurso siguió la obra divina que solía darse en mi alma, por la que confirmé las palabras del Santo. Y mientras iba a Asís, lo que duró más de nueve días, cada día tuve una locución de san Francisco. Y aquel día que ya he dicho tuve tan noble elevación y tan noble inteligencia de cómo Cristo advino al sacramento del altar que nunca, ni antes ni después, me ha sido demostrado tan claramente. Y se me mostró cómo Cristo venía acompañado. Y me podía deleitar en Cristo y en su compañía, y quedé admirada de ello, pues no estoy acostumbrada a deleitarme sino en Cristo. Y a él lo entendía de manera diferente, así como también entendía de manera diferente a sus acompañantes y me deleitaba en todos ellos. Y me fue dicho que estaba acompañado por los tronos. Y yo no entendía qué quería decir tronos389. Y era aquella compañía una hueste390 o una formación de batalla de tal multitud, que si no creyese que Dios obra todo con mesura, creería era de un número sin mesura, esto es innumerable391. Y recibí una locución divina que decía: “Hay almas a las que advengo y por las que paso”. Y dijo que en gran número de ciudades no había almas en las que “repose como reposo en tu alma”. Y dijo el número de ciudades, pero no lo recuerdo»392. Y yo, hermano escritor, le pregunté si tal formación de batalla –pues era una formación de batalla– tenía alguna medida en longitud o en latitud de alguna manera. Y ella respondió que no había ninguna medida en longitud o latitud, sino que era inefable. ÁNGELA, BAJO EL INFLUJO DE LA GRACIA DIVINA, ES ELEVADA A UN ESTADO DE SUMA UNIÓN CON DIOS Un tiempo después de las cosas que hemos narrado la fiel de Cristo me dijo a mí, hermano que le preguntaba, lo siguiente: «En la Cuaresma pasada me encontré toda dentro de Dios de manera imperceptible, más de lo que lo había estado nunca. Y me parecía estar más de lo acostumbrado en medio de la Trinidad, pues recibía mayores bienes de los normales y me encontraba continuamente en ellos. Y en dicho modo de existir en Dios, me sentía llena de alegría, llena de delicias. Y sentía que estos bienes y este deleite supremo e inenarrable –los cuales estaban por encima de los que antes hube experimentado– realizaban en mi alma obras divinas tan inefables que ningún santo ni ángel podría narrarlas ni explicarlas. Y veo y entiendo que ningún ángel ni criatura es lo suficientemente vasto ni capaz para comprender tales obras divinas y aquel profundísimo abismo. Y todas estas cosas que ahora digo son tan mal-decir y menos-decir que no son sino blasfemias. Y he sido y soy alejada de todo lo que antes tuve y de todo lo que antes me había acostumbrado a que me deleitara, es decir en la vida y en la humanidad de Cristo, y en la consideración de la profundísima compañía que tanto amó Dios Padre en la eternidad que se la dio a su propio Hijo y en la cual yo solía deleitarme profundísimamente: el desprecio y el dolor y la pobreza del Hijo de Dios, y en la cruz en la que normalmente hallaba mi reposo y mi lecho. Y he sido alejada completamente de aquel modo de vivir a Dios en la tiniebla que tanto me solía deleitar. Y he sido alejada de todo estado anterior con tanta unción y dormición que de ninguna manera podía darme cuenta de ello. Por el contrario, solo ahora sé que he perdido todas aquellas cosas, pues en la cruz que tanto me deleitaba, que era mi reposo y mi lecho, nada encuentro; en la pobreza del Hijo de Dios nada encuentro, así como nada encuentro en todo lo que se pueda nombrar». DOBLE MODO EN EL QUE DIOS SE MUESTRA AL ALMA EN LAS ANTEDICHAS OBRAS Y Dios se presenta en primer lugar en el alma haciendo obras divinas inefables. Y después se manifiesta al alma, abriéndose a ella y dándole aún mayores dones con aún mayor claridad y certeza inefable. Y se presenta ante el alma de dos modos. a. Primero. Por un lado, Dios hace comprender al alma que él está presente en toda criatura, por otro, la recoge totalmente en sí «Uno de los modos es que se presenta íntimamente en mi alma. Y entonces entiendo que él está presente, y entiendo cómo está presente en toda criatura o en toda cosa que tiene ser: en el demonio, en el buen ángel, en el Infierno, en el Paraíso, en el adulterio, en el homicidio y en las buenas obras, y en toda cosa existente o que tenga de alguna manera ser, tanto en las cosas bellas como en las repulsivas.» Y dijo: «No lo entiendo menos presente en un demonio que en un ángel bueno por lo que, mientras siga en esta verdad, no me deleito menos en Dios viendo o entendiendo un demonio o un adulterio, que viendo o entendiendo un buen ángel o una buena obra. Y así se presenta de modo continuo en mi alma. Y tal presencia es una iluminación con gran verdad y gracia divina, así que cuando el alma ve esto no puede pecar en nada, y aporta al alma muchos dones divinos. Y el alma entonces entendiéndolo presente se humilla muchísimo, y recibe confusión de sus pecados. Y recibe aquí el alma gran gravedad de sabiduría y gran consuelo divino y alegría. Otro modo de presentarse más especial y bastante diferente al anterior, que da otra alegría que de la que hemos hablado y que me recoge toda en sí es el siguiente. Dios realiza en el alma muchas obras divinas con mucha mayor gracia y con tan profundo e inenarrable abismo que solo esta presencia de Dios, sin otros dones, es el bien que poseen los santos en la vida eterna. Verdaderamente algunos santos en el Paraíso tienen más dones que estos y otros menos: por tanto, estos dones –aunque no los pueda explicar pues mi discurso es más destruir y blasfemar que hablar– son dilataciones del alma, por las cuales ella se hace más capaz para contener y aprehender a Dios». b. Segundo. Dios se abre al alma como dulzura total, sabiduría total, verdad total y plenitud total «Y súbitamente cuando se presenta Dios al alma, seguida y súbitamente se manifiesta abriéndose a ella y la dilata, y le da dones y dulzura que nunca antes había experimentado con bastante mayor profundidad de lo que se ha dicho previamente. Y el alma se aleja entonces de toda tiniebla y conoce a Dios más de lo que creo que se pueda llegar a conocer, con tanta claridad y con tanta certidumbre, y con tan profundísimo abismo393, que no existe corazón que después pueda entenderlo certeramente, ni pensarlo de ninguna forma. Por ello ciertamente ni mi corazón puede volver a pensar nada sobre él, ni extenderse en él, ni tampoco entenderlo, sino tan solo cuando le es dada el alma y en él se eleva. Y por eso no se puede decir nada, porque no se puede encontrar ninguna palabra que lo exprese o que a ello resuene. Y tampoco ningún pensamiento ni ningún intelecto puede extenderse en él, así como Dios no puede ser designado por nada, pues todo lo supera. De esta manera Dios no puede ser designado enteramente por nada». Y decía esto la fiel de Cristo con la extrema certeza, dando a entender que Dios no puede ser enteramente designado. Y dijo: «La Escritura divina es tan sumamente alta que no existe hombre tan sabio en el mundo que, aun poseyendo la sabiduría y el espíritu, la pueda entender plenamente sin que su intelecto sea superado y que, no obstante, pueda balbucir algo sobre ella. Por el contrario, absolutamente nada podría decir o balbucir de las inefables obras divinas, de las manifestaciones de Dios en el alma. Y como mi alma suele elevarse en los secretos divinos y ve los secretos de Dios entiendo por qué la Escritura divina ha sido hecha así: por qué ha sido hecha difícil y fácil; por qué parece decir y contradecir; por qué algunos no le encuentran ninguna utilidad; por qué los que no la observan son condenados, según se explica en ella, y por qué los que sí la observan se salvan en ella. Yo quedo allá arriba y seguramente es por ello que cuando retorno de los secretos de Dios digo palabritas exteriores –esto es, palabras exteriores a las obras divinas inefables que se operan en mi alma y a las que de ningún modo se acerca mi decir– y como mi decir es devastar, afirmo que blasfemo». Y dijo: «Aunque todas las alegrías espirituales y todos los consuelos divinos y todos los deleites divinos que todos los santos que han existido desde el principio del mundo explicasen qué obtuvieron de Dios; y también me fueran dadas todas las cosas –que fueron muchas– que habrían podido explicar y que no explicaron; e incluso aunque añadiesen todos los demás deleites mundanos con todas sus cosas buenas y malas, y estos se convirtieran en deleites buenos y espirituales, y perduraran en mí hasta que se cumplieran y me llevaran al inenarrable bien de la manifestación de Dios, sin embargo no daría y no reemplazaría o no cambiaría por todo ello tal bien enteramente inenarrable, ni siquiera en tan mínima parte como un abrir y cerrar de ojos. Y expreso esto así para poner en tu boca o en tus labios de alguna manera este bien inenarrable que yo poseo: este supera infinitamente a todo lo que te he dicho no solo en un abrir y cerrar de ojos, sino muy eficazmente, a menudo por largo tiempo. El otro modo, en cambio, lo hace de manera casi continua, pero no tan eficaz. Y aunque yo pueda recibir tristezas y alegrías exteriores de alguna forma y limitadamente, dentro de mi alma hay una habitación en la cual no entra ninguna alegría ni tristeza ni deleite de ninguna virtud ni deleite de ninguna otra cosa que se pueda nombrar, sino que está allí el Omne bonum394, el cual no es otro bien. Y en esta manifestación de Dios se encuentra toda la verdad, aunque yo blasfeme diciendo y mal-diciendo aquello sobre lo que aquí no puedo hablar, afirmo también que en esa manifestación de Dios está toda la verdad y en ella entiendo y tengo toda la verdad que está en el Cielo y en el Infierno, y en todo el mundo y en todo lugar y en toda cosa, y todo el deleite que está en el Cielo y en toda criatura, con tanta verdad y certeza, que de ningún modo podría creer otra cosa, a pesar de todo lo que existe en el mundo. Sin embargo, si todo el mundo me contradijera yo me burlaría de ellos. Y veo a aquel que es el ser y cómo es el ser de todas las cosas creadas. Y veo cómo me hizo capaz de entender las cosas dichas mejor de lo que las entendía antes, cuando lo veía en la tiniebla en la que tanto me solía deleitar. Y me veo sola con Dios, toda pura, toda santificada, toda verdad, toda rectitud, toda seguridad y toda celeste en él. Y cuando estoy así, no me acuerdo de ninguna otra cosa. Y algunas veces mientras estaba en dicho estado Dios me dijo: “Hija de la divina sabiduría, templo de los Dilectos, deleite de los Dilectos”. E: “Hija de paz, en ti reposa toda la Trinidad, toda la verdad, de forma que tú me tienes a mí y yo te tengo a ti”. Y una de las obras en el alma es que entiendo con gran capacidad y gran deleite cómo Dios adviene en el Sacramento del altar acompañado de aquella forma. Y cuando permanezco en el estado supremo en el cual no me acuerdo de ninguna otra cosa, me veo en aquellos bienes que he dicho, y veo a toda mi persona como pecado y obediente al pecado, torcida e inmunda, toda falsa y errónea, pero permanezco quieta. Y permanece en mí una unción divina continua que es la suma de todas las unciones, y está por encima de todas las unciones que he tenido en todos los días de mi vida. Y a este estado soy conducida y elevada por Dios. Allí no sabía llegar sola, porque no sabía quererlo ni desearlo ni pedirlo. Y estoy continuamente en este estado. Y muchísimas veces se eleva mi alma hacia Dios sin pedirme permiso, porque mientras yo no espero ni pienso nada, súbitamente mi alma se eleva a Dios y domino y comprendo todo el mundo, y no me parece estar en la tierra, sino estar en el cielo en Dios. Y este estado en el que estoy ahora es excelentísimo sobre todos los demás, porque hay una satisfacción mucho mayor y tanta claridad y certeza y nobleza y dilatación, que no siento ningún estado anterior como cercano a este»395. Y me dijo la fiel de Cristo que había tenido esta inenarrable manifestación de Dios más de cien o mil veces, siempre renovadadamente, de forma que cada vez la tuvo nuevamente y nueva, y de manera distinta y diversa que la vez anterior. EN LA FIESTA DE LA PURIFICACIÓN DE SANTA MARÍA EL ALMA DE ÁNGELA SE PRESENTA A DIOS, DE MANERA TAL QUE SIMULTÁNEAMENTE SE UNE CON DICHA MANIFESTACIÓN DIVINA Así me habló: «En cierta ocasión cuando daban velas benditas para hacer la representación del Hijo de Dios en el templo durante la fiesta de santa María Candelaria396, mientras ocurría en mi alma lo que he definido anteriormente como una inenarrable manifestación de Dios, mi alma vio una representación de sí misma. Y vi al alma en sí misma con tanta nobleza y altitud, que nunca podría pensar o entender con certeza que mi alma o las almas que están en el Paraíso pudieran existir o existiesen con tanta nobleza. Y mi alma no pudo entonces comprenderse a sí misma, por lo que si el alma, que es creada y finita y limitada, no puede comprenderse a sí misma, ¿cuánto menos podría comprender a Dios Creador, inmenso e infinito? Y entonces rápidamente se presentó el alma a Dios con seguridad suprema, de forma que no conllevó temor alguno, sino que rápidamente se presentó a Dios con mayor deleite del que nunca antes hubiera experimentado, y con nueva y excelentísima alegría, y con tan renovado milagro que nunca tan nuevo ni más claro he podido entender en mi alma. Y me encontré entonces con Dios y simultáneamente entendí y tuve aquella inenarrable manifestación de Dios al alma, y una nueva manifestación y presentación de mi alma a Dios. Por ello entonces obtuve un deleite diferente de todos los deleites anteriores y me fueron dichas palabras altísimas que no quiero que sean escritas. Y cuando después de las cosas que he contado el alma volvió en sí, encontró que le gustaban todas las injurias y sufrir todas las penas por Dios, y que por nada que se pudiese decir o hacer ella podría separarse de Dios. Por esto el alma clamaba y decía: “Señor, ¿quién es quien me puede separar en verdad de ti?”. Y entendí cómo se me decía que no hay nada, es decir nada que me pueda separar de Dios. Y me deleito mucho en el día de mi muerte, y no puedo valorar el deleite que siento por este día cuando pienso en él». Además la fiel de Cristo me dijo a mí, hermano, después de todo lo escrito arriba, que oyó decir a Dios una maravillosa locución que podía contar, sobre cómo este bien inenarrable es el bien que los santos tienen en la vida eterna; y sobre cómo el bien que los santos tienen en la vida eterna no es diferente a este, sino que simplemente allí es otra experiencia, y que la vida eterna es tan diversa a lo que hemos dicho anteriormente que el menor santo, el que menos posee en la vida eterna, posee más de lo que se pueda dar a ninguna alma existente en esta vida antes de la muerte corporal397. Y dijo que esto lo entendía su alma. Deo gratias semper. Amen. AÑADIDO RELATIVO AL MISTERIO EUCARÍSTICO Además la fiel de Cristo me dijo a mí, hermano: «Le pregunté una vez a Dios: “Si tú estás en el sacramento del altar ahora, ¿dónde están tus fieles?”. Y respondió abriendo el entendimiento de mi alma y dijo: “Donde quiera que esté yo, están mis fieles conmigo”. Y yo misma veía que era así, y clarísimamente me encontraba yo donde quiera que él estuviese. Pero estar dentro de Dios no es lo mismo que estar fuera; y solo él es el que está en todo lugar, comprendiendo todo». Y a mí, hermano escritor, me dijo así: «Yo no entendí que se refiriera a todos los fieles, sino que daba a entender que lo decía solamente de los fieles santos». Deo gratias semper. Amen. Epílogo del hermano escritor que confirma la veracidad de toda la transcripción Yo, hermano, después de escribir casi todas las cosas que he escrito en este librito, le pregunté y le rogué a la fiel de Cristo que pidiese o rezase a Dios que si yo aquí hubiera escrito algo falso o superfluo, que él por su misericordia me lo revelara e indicara, para conocer la verdad de estas palabras a traves de Dios mismo. Y ella me respondió diciendo: «Antes de que me dijeras esto recé muchas veces a Dios para que él me hiciera saber si en estas cosas que yo dije y que tú escribiste hay alguna palabra mentirosa o superflua, para que al menos me pudiese confesar. Y me respondió que todo lo que yo dije y tú escribiste, todo era verdad, y que no había aquí nada falso ni superfluo. Y dijo que había hablado templadamente, porque muchas cosas me dijo que yo te podría haber dicho que escribieras, y no lo hice. Y también me dijo Dios así: “Todo lo que queda escrito, está escrito en su totalidad siguiendo mi voluntad y de mí viene, de mí procede”. Y después me dijo: “Yo lo sellaré”. Y cuando no entendí qué quería decir con “Yo lo sellaré”, él me dijo: “Yo lo confirmaré”»398. Y yo, hermano escritor, con gran temor y reverencia y mucha prisa, escribí tal y como podía entender las palabras de la boca de la fiel de Cristo mientras, ella presente, hablaba conmigo sin añadir nada mío del principio al final, sino dejándome atrás muchas de las cosas buenas que decía, porque no podía comprenderla con mi entendimiento ni escribir todo. Y ella hablaba de sí en primera persona, pero algunas veces debido a la prisa yo escribía en tercera persona y no lo corregí. Y del principio al final apenas escribí algo sino cuando ella me hablaba estando presente. Y entonces yo escribía a la vez que ella iba profiriendo las palabras con gran prisa, pues a ello me veía forzado por los muchos impedimentos creados por los otros monjes y sus prohibiciones. Pero yo me esforzaba y ponía sus propias palabras, las que que yo podía entender, no queriendo escribirlas después de alejarme de ella y no sabiendo después escribirlas por temor y recelo de que se me ocurriese poner a mí algo o una sola palabra que ella no hubiera dicho. Por lo que lo que escribí siempre se lo releí y repetí muchas veces, para que solamente se pudiesen leer sus propias palabras399. Y por intervención del Señor, hice que otros dos hermanos menores, familiares de esta fiel de Cristo y verdaderamente dignos de fe, leyeran y oyeran de su boca todo lo que he escrito, y todo lo examinaron con ella, y todo lo discutieron con ella muchas veces; y, lo que es más importante, también recibieron la certeza por gracia de Dios, como ellos atestiguan fielmente por palabra y hechos. El Tránsito400 En nombre de Nuestro Señor Jesucristo nazareo crucificado, cuyo nombre sea bendito en la eternidad y por los siglos de los siglos. Amén. Estas son las últimas palabras que pronunció la legítima esposa de Cristo401, <Ángela> de Foligno, cuando se acercaba a su feliz fin. Primero, al principio de su enfermedad, en la fiesta de los ángeles de septiembre402, dijo: «Deseaba mucho comulgar en esta fiesta y como no había quién me portase el sagradísimo Cuerpo de Cristo comencé a dolerme mucho. Y he aquí que en este dolor y deseo de comulgar empecé a pensar en las laudas de los ángeles en esta fiesta, es decir en la forma que tienen de laudar a Dios. Y súbitamente mi alma fue elevada. Y he aquí una suprema multitud de ángeles. Y condujeron mi alma a un altar, y le dijeron: “Este es el altar de los ángeles”. Y sobre tal altar mostraron al alma las santísimas laudas de los ángeles, es decir lo que son las laudas de los ángeles, lo que es toda lauda. Y los ángeles le dijeron al alma: “En esto que se encuentra sobre el altar está la perfección y el complemento del sacrificio que tú buscas”. Y dijeron: “Prepárate para recibir a quien te desposó con el anillo de su amor; y la unión ya está hecha y quiere hacerlo de nuevo”403. Y todo esto lo sentía el alma en la verdad; ya que realmente era mucho más pleno de lo que se pueda expresar con palabras: solo la sombra de lo dicho –esto es la memoria, que es una sombra de aquella verdad que entonces sentía el alma–; solo esta sombra alegra mi alma más de lo que puedo expresar». Más tarde la misma <Ángela> abatida por su última enfermedad, absorta más abundantemente de lo normal en el abismo de la divina infinidad, hablaba de manera interrumpida, con interpolaciones y escasamente. Los que estábamos allí presentes brevemente recogimos de estas palabras las que pudimos entender. Y son las siguientes. Dijo una vez, cuando se acercaba la Natividad del Señor, ciertamente próxima a transitar hacia Cristo: «El verbo amado ha sido hecho»404. Y tras una larguísima pausa, casi viniendo de otro lugar, dijo: «¡Ay, toda criatura es deficiente! ¡Ay, todo intelecto angélico no basta!». E interrogada por nosotros: «¿Por qué toda criatura es deficiente y no basta el intelecto angélico?», respondió: «Para comprender». Y después dijo: «¡He aquí a mi Dios, que ha cumplido su promesa, ya que su hijo Cristo ahora me ha presentado a su padre!». Antes había dicho: «¿Recordáis cuando Cristo estaba sobre la barca y había grandes tempestades?405 En verdad así ocurre a veces en el alma, porque él permite que advengan tempestades y él parece dormir». También dijo: «En verdad, Dios solo permite que acaben las tempestades cuando la persona queda enteramente destrozada y subyugada. Y esto lo hace especialmente con sus hijos legítimos»406. También dijo en otra ocasión: «¡Oh, hijos míos! Querría deciros otras palabras, si estuviera segura de que Dios no me engaña». Con esto se refería a la promesa de su muerte, pues por su deseo de morir temía verse libre de aquella enfermedad. Y dijo: «Lo que quiero decir lo digo solo para que sigáis lo que yo no he seguido. Y esto lo digo solo por el honor de Dios y en provecho vuestro. No querría en la tierra algo que os pudiera ser útil. He aquí que Dios dijo al alma: “Todo lo mío es tuyo, y lo tuyo mío”. ¡Oh! ¿Quién es el que merece esto, que todo lo de Dios sea suyo y que nuestros bienes sean suyos? ¡Oh! En verdad que no hay nadie que merezca esto, sino por caridad. ¡Oh, hijitos míos, y hermanos, y padres, al contrario, esforzáos por amar y por tener esta caridad divina en la verdad, ya que por ella y mucho amor merece el alma heredar los bienes divinos! Y no hago otro testamento, sino que os recomiendo este amor recíproco, y os dejo toda mi herencia, es decir la vida de Cristo: pobreza, dolor y desprecio». E impuso su mano sobre la cabeza de cada uno de nosotros diciendo: «Bendito seas por Dios y por mí, hijito mío, vosotros y los que no están aquí presentes. Y así me ha sido significada y demostrada por Cristo esta bendición: así os la concedo a vosotros. Y con todo mi corazón os la doy a vosotros, a los presentes y a los ausentes. Y que Cristo os la dé con la mano que fue clavada en la cruz407. Y los que tengan esta herencia de la vida de Cristo, es decir que sean verdaderos hijos de la oración, después no cabe duda de que tendrán la vida eterna». Y después dijo: «En esto que quiero decir nada tengo que hacer, sino que todo es de Dios. Como le place a la divina bondad darme solicitud y cuidado de todos sus hijos e hijas que están en el mundo, que están más allá y más acá del mar; los he custodiado y me he dolido por ellos. Y mis dolores fueron más de los que habéis conocido». Y dijo: «¡Oh, hijitos míos, esforzáos por poseer esta caridad para todos los hombres!; porque en verdad os digo que más recibía mi alma de Dios cuando con todo mi corazón lloraba y me dolía por los pecados de mis prójimos que cuando lloraba por mis propios pecados. Y en verdad no hay mayor caridad en la tierra que dolerse por los pecados de los prójimos. El mundo se burla de lo que os digo, pues le parece que es contra natura, es decir que el hombre pueda dolerse y llorar por los pecados del prójimo como por los suyos, o incluso más que por los suyos; pero la caridad que esto realiza no es de este mundo. ¡Oh hijos míos, intentad poseer esta caridad! Y no juzguéis a nadie, incluso cuado veáis a un hombre pecando mortalmente. No digo que nos disguste el pecado, ni que no debáis aborrecerlo; solo digo que no juzguéis a los pecadores; porque no conocéis los juicios de Dios. Pues muchos de los hombres que os parecen condenados son salvados por Dios. Y muchos de los hombres que os parecen salvados son condenados por Dios. Y puedo decir que algunos a los que despreciasteis y están perdidos –esto es, destruyendo los buenos comienzos–, tengo la firme esperanza de que Dios los devolverá a su camino». A su vez, en otra ocasión dijo que su alma fue lavada y limpiada y sumergida408 en la sangre de Cristo, que era reciente y cálida, tal y como salió del cuerpo de Cristo crucificado. Y entonces le fue dicho al alma: «Aquí está el que te limpia». Y respondió el alma: «Oh Dios mío, ¿seré engañada?». Y le fue dicho: «No». Y el alma oyó que se le decían estas palabras: «¡Oh esposa! ¡Oh especiosa! ¡Oh amada por mí con amor! Ven, pues todos los santos te esperan con gran alegría. En verdad no quiero que vengas a mí con estos dolores, sino con júbilo y alegría inenarrables, así como debe un rey coducir a su esposa por tanto tiempo amada, con vestiduras reales». «Y me mostró las vestiduras que muestra el esposo a su esposa por tanto tiempo amada. Y no eran de púrpura, ni de escarlata, ni de cendal, sino que eran de una luz maravillosa que vestirá el alma. Y entonces también me enseñó las palabras, estas que ahora entiendo: qué es la palabra y qué significa pronuciarla. Y me dijo entonces: “Esta es la palabra que quiso encarnarse por ti”, y entonces me atravesó toda, y me tocó toda y me abrazó. Mucho tiempo antes me había dicho: “Ven a mí, dilecta mía, especiosa mía, amada por mí con deleite. Ven, que todos los santos te esperan con gran alegría”. Y dijo también lo siguiente: “Yo no te enviaré ángeles ni otros santos para que te guíen; sino que yo personalmente vendré por ti y te llevaré conmigo”409. Mucho tiempo antes me había dicho: “Tú has sido hecha adecuada para mí. Estás altísima en mi majestad”». A su vez en otra ocasión dijo: «Malditas sean las suficiencias que toman al alma, es decir, los poderes, los honores y los cargos. ¡Oh hijos míos, intentad sed pequeños!». Y después gritaba diciendo: «¡Oh nada desconocida! En verdad el alma no puede tener mejor visión en este mundo que ver su nada y estar en su cárcel. Y mayor engaño hay en las suficiencias espirituales que en las temporales, es decir saber hablar de Dios, hacer grandes penitencias, entender las Escrituras y tener el corazón casi <continuamente> ocupado en cosas espirituales, ya que estos caen muchas veces en el error y es más difícil corregirlos, que aquellos que tienen suficiencia en las cosas temporales». Y también gritaba diciendo: «¡Oh nada desconocida! ¡Oh nada desconocida!». También otra vez, cuando estaba a punto de morir, es decir en los días anteriores a hacerlo, decía frecuentemente: «Padre, a tus manos encomiendo mi alma y mi espíritu». Y de manera similar después de las palabras antedichas nos dijo: «Ahora a estas palabras me han sido respondidas así: “Lo que ha sido impreso en tu corazón en vida es imposible que no lo tengas en la muerte”». Y entonces le dijimos: «Entonces, ¿quieres marcharte y abandonarnos?». Y ella respondió: «Os lo he ocultado hasta ahora, pero no lo ocultaré más: debo dejaros». Y entonces desde aquel momento, es decir desde aquel día, cesaron los dolores que había tenido desde hacía mucho tiempo, por los que había sido atormentada y afligida en cada uno de sus miembros interior y exteriormente. Yacía con gran serenidad en su cuerpo y felicidad en su espíritu, pues ya le parecía degustar la alegría que le había sido prometida. <Y entonces le preguntamos si dicha felicidad le estaba siendo dada. Y respondió que la felicidad ya había comenzado>. Y en tal serenidad y alegría de su mente estuvo hasta las completas del sábado, yaciendo felicísima, rodeada de muchos hermanos que exhibían los oficios de sus ministerios. Aquel día, es decir en la octava de los Inocentes, en la última hora del día, calmadamente dormida, descansó en paz. Y aquella alma santísima, libre de la carne y absorbida en la claridad del divino abismo, recibió de Cristo la estola de su inmortalidad y su inocencia, para reinar con él para siempre. Que nos introduzca allí por la virtud santísima de su cruz y por las obras de su santísima madre, y por intercesión de esta santísima madre nuestra Jesucristo crucificado, él que vive y reina con el Padre y el Espíritu Santo por los siglos de los siglos. Amen. Bibliografía 1. Ediciones del Memoriale de Ángela de Foligno Andreoli, Sergio (ed.), «Angelae de Fulgineo. Liber. Trascrizione del ms. di Subiaco», en Analecta TOR, 183 (2010), págs. 7-224. Doncoeur, Paul y Michele Faloci Pulignani (eds.), Le livre de la bienheureuse Angèle de Foligno, Éditions de la Revue d’ascétique et de mystique, París, 1925. Faloci Pulignani, Michele (ed.), L’autobiografia e gli scritti della beata Angela da Foligno, Il solco, Città di Castello, 1932. Ferré, Martin Jean y Léon Baudry (eds.), Angela da Foligno. 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Menestò (ed.), Centro Italiano di Studi sull’alto Medioevo, Espoleto, 1992, págs. 127-159. 2 El nombre en diminutivo es un uso característico franciscano que apunta hacia la búsqueda de la humildad. Sobre la función simbólica del nombre de Ángela, véase abajo nuestra pág. 13, n. 12. Véase, a su vez, pág. 162, n. 180. 3 Tal y como Thier-Calufetti nos explican en Memoriale, págs. 166-167, n. 14, Gertrude de Helfta posee un libro con un título análogo: Memoriale abundantia divina suavitatis, esto es Memorial de la abundancia de la suavidad divina. 4 Las Instructiones han sido editadas por Thier-Calufetti a continuación del Memoriale, págs. 402 y ss. A pesar de que la lectura de ambas obras parece establecer un territorio de producción común, el género literario y los contenidos son absolutamente diversos. Al conjunto de estos dos textos, agrupados por ejemplo en el denominado manuscrito de Asís, se le denomina Liber sororis Lelle, El libro de la hermana Lella (véase la edición F. Frezza, Liber Lelle. Il libro di Angela da Foligno, Edizioni del Galluzzo, Florencia, 2012), aunque es muy común encontrarlos exentos, extractados o citados fragmentariamente como parte de misceláneas espirituales (véase abajo, pág. 25). 5 «La experiencia de los verdaderos fieles prueba, ve y toca…», véase el inicio de nuestra traducción, abajo, pág. 37. 6 La expresión «historia interior» es de G. Pozzi, Il libro dell’esperienza, Adelphi, Milán, 1992, pág. 67. 7 En palabras de C. Leonardi, una «autohagiografía»: véase s. v. «agiografia», en La produzione del testo [vols. 1, 2 de Lo spazio letterario del Medioevo 1. Il medioevo latino], G. Cavallo et al (eds.), Salerno Editrice, Roma, 1993, págs. 421-462. 8 Este es un punto de inflexión en la vida de Ángela que dará pie, como veremos, a que el hermano A. comience a escribir el Memoriale. Este momento ha sido denominado por V. Cirlot y B. Garí como «el grito de Ángela de Foligno» (La mirada interior. Escritoras místicas y visionarias en la Edad Media, Siruela, Madrid, 2008 [1ª ed. 1999], págs. 177-205). 9 J. Dalarun, «Angèle de Foligno a-t-elle existé?», en Alla signorina: Mélanges offerts à Noëlle Blanchardière, Claude Nicolet (ed.), École Française de Rome, Roma, 1995, págs. 59-97. 10 El primer testimonio externo al Memoriale que señala a la beata como históricamente existente se encuentra en el prólogo de Ubertino de Casale a su Arbor vitae crucifixae Iesu, que nosotros traducimos abajo, pág. 26, y que data del tiempo en el que aún Ángela vivía (c. 1298). Por otro lado, en una crónica en un manuscrito de 1307, se nos describe una escena en la que ambas van a visitar a una monja al monasterio de clarisas de Espelo (Chronache di Foligno, Cod. A. vi. 6, Biblioteca del Seminario, traducida en F. Pulignani, «Traditions locales», en P. Doncoeur, op. cit., pág. XXXIX, y en P. Lachance, op. cit., págs. 107-108). Por último, M. Sensi ha individuado un documento del 9 de abril de 1268 pertenciente al leprosario de San Lázaro en Corsicano en el que se nombra a una tal «Ziliola» como sirvienta del mismo, en coincidencia con lo que se narra en la pág. 76 del Memoriale: véase una trascripción del documento en su «Angela nel contesto religioso folignate», en Vita e spiritualitá della beata Angela da Foligno. Atti del convegno di studi per il VII centenario della beata Angela da Foligno, 1285-1985, P. C. Schmitt (ed.), Perugia, 1987, pág. 279, n. 56. 11 Esta idea, referida precisamente a la obra de Ángela, se encuentra en V. Cirlot y B. Garí, op. cit., pág. 181. 12 Para una imagen del universo en la Edad Media, véase el ensayo de C. S. Lewis, La imagen del mundo, Antoni Bosch, Barcelona, 1980. Sobre la angeleología en el Libro, véase B. Faes de Mottoni, «Gli angeli nel Liber», en Le dossier, págs. 185-202. 13 Cf. nuestra traducción, pág. 89. 14 Para un completo recorrido por la tradición cristiana en confluencia con la doctrina oriental de la deificación, cf. E. Desplaces et al, s. v. «Divinisation», Dictionnaire de spiritualité, ascétique et mystique. Doctrine et histoire, M. Viller et al (eds.), Beauchesne, París, 1937, III: 1370-1459. 15 Véase abajo, pág. 40 y pág. 41, respectivamente, y notas relativas. 16 Sobre este paratexto es fundamental M. P. Alberzoni, «L’“approbatio”: curia romana, ordine minoritico e Liber», en Le dossier, pág. 306, n. 46. Para un estado de la cuestión sobre el affaire Colonna y una amplia bibliografía actualizada, véase P. Vian, «Bonifacio VIII e i Colonna: una reconsiderazione», en E. Menestò (ed.), Bonifacio VIII. Atti del XXXIX Convegno storico internazionale. 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Aquí, Lachance da 1240 como fecha en la que se empiezan a distribuir masivamente los escritos de Gioachinno da Fiore entre los franciscanos. 24 Véase la bibliografía citada arriba, n. 22. 25 En este sentido, las investigaciones de M. Sensi son fundamentales: véase su obra mayor Storie di bizzoche: tra Umbria e Marche, Edizioni di storia e letteratura, Roma, 1995, en particular sus págs. 348-368, donde contextualiza el Foligno de Ángela en el marco de los movimientos europeos de espiritualidad laica. 26 Estas líneas pertenecen a su Sermo ad virgines, que traducimos desde el original latino en M. Sensi, Storie di bizzoche tra Umbria e Marche, op. cit., pág. 40, n. 7. Para entender a Ángela dentro del contexto europeo, véase R. Guarnieri, «Angela, mistica europea», en E. Menestò (ed.), Angela da Foligno. Terziaria francescana, págs. 39-82. 27 Véase E. W. McDonnell, The Beguines and Beghards in Medieval Culture with Special Emphasis on the Belgian Scene, Octagon Books, Nueva York, 1969. 28 M. Sensi, op. cit., pág. 269, traducción nuestra. 29 Para el contexto de Foligno, véanse los ejemplos de M. Sensi, op. cit., págs. 237-256. 30 Sobre las sociae, véase M. Sensi, op. cit., pág. 270. 31 Estos rasgos han sido listados en ídem, págs. 32-33. 32 Sobre el franciscanismo de Ángela es bastante preclara la síntesis de P. Lachance, ídem, págs. 31-39. 33 Siguiendo la inclusiva definición de B. McGinn, podemos entender por este término «… the awareness of the direct or immediate presence of God»: cf. su The Foundations of Mysticism [vol. I de la serie The Presence of God. A History of Western Christian Mysticism], Crossroad, Nueva York, 1994. 34 McGinn habla de «flowering of mysticism» en el tercer volumen de su historia de la mística occidental: The Flowering of Mysticism. Men and Women in the New Mysticism. 35 Tomamos el término y esta idea de la obra de G. Epiney-Burgard y É. Zum Brunn, Femmes troubadours de Dieu, Brepols, Turnhout, 1988. 36 De la consideración de este texto como cercano a la heterodoxia nos habla una nota que encontramos en el manuscrito de Asís, en la que presumiblemente un bibliotecario del monasterio niega saber quién ha donado tal libro. Recordemos, a su vez, que este códice fue custodiado durante años en la «libreria segreta» del convento, por lo se vetaba su consulta a la mayoría. Para ambas informaciones, véase S. Nessi, «La fortuna del “Libro” di Angela attraverso i secoli», en P. C. Schmitt (ed.), op. cit., pág. 105. 37 Cf. lo que desarrollamos abajo, pág. 92, n. 310. 38 Véase abajo, pág. 123. 39 Sobre el movimiento del Libre Espíritu, véanse R. Guarnieri, «Il movimento del Libero Spirito. Testi e documenti», en Archivio Italiano per la Storia della Pietá IV, Roma, 1965, págs. 353-708 y R. E. Lerner, The Heresy of the Free Spirit in the Later Middle Ages, CUP, Berkeley, 1972. Sobre Marguerite Porete, léase la «Introducción» de B. Garí a su traducción española del Mirouer des simples ames, El espejo de las almas simples, Siruela, Madrid, 2005, págs. 9-36. 40 El término es de G. Epiney-Burgard y É. Zum Brunn, op. cit. 41 Angele de Foligno, Pygmalion/Gérard Watelet, París, 1998. 42 Véase arriba, pág. 13. 43 Cf. arriba, ídem, n. 10. 44 Véase abajo, pág. 128. 45 Hablaremos sobre ello algo más adelante: véase abajo, pág. 22. Sobre el latín notarial, veáse P. Bourgain, «Angèle de Foligno-Le latin du Liber», en Le dossier, págs. 145-167. 46 Véase abajo, pág. 39. 47 La codificación del progreso del alma en «pasos» implica toda una concepción de la vida espiritual como una vía, una peregrinación hacia Dios que se va cumpliendo en diferentes etapas. El punto de partida de esta tradición es la Scala Paradisi de Iohannes Climacus, que presenta un itinerario de perfeccionamiento espiritual hacia Dios basado en treinta escalones. Su herencia en los tratados e iconografía posteriores fue impresionante: la obra fundamental sobre la evolución de esta imagen es C. Heck, L’échelle céleste. Une histoire de la quête du ciel, Flammarion, París, 1999. Para una buena traducción y comentario de la obra de Clímaco, véase J. Climacus, The Ladder of Divine Ascent, Colm Luibheid (trad.), SPCK, Londres, 1982. Como podemos leer en el primer párrafo del Memoriale (véase abajo, pág. 39), inicialmente entre Ángela y su compañera habían establecido treinta pasos que se comienzan a transcribir aquí, y que coinciden con los primeros modelos de ascenso espiritual escalonado. Sin embargo, tal estructura quedará truncada al final de este primer capítulo en el paso veinte y será retomada en el capítulo tercero con una nueva estructura de siete pasos, más acorde con el franciscanismo y, en particular, con la tradición mística femenina bajomedieval. El primero de esta segunda serie coincide con el vigesimoprimero de la anterior, dando un total de veintiséis pasos. Para una discusión sobre las razones y el contexto de estos cambios (y, en el fondo, de estas imágenes), véanse las utilísimas reflexiones de Pozzi, págs. 84-91, y nuestra pág. 47, n. 149. 48 Véase abajo, pág. 124. 49 Este tema ha sido tratado en profundidad por P. Bourgain, cap. cit. 50 La religión en el siglo XXI, Siruela, Madrid, 2012, págs. 28-72. 51 Véase abajo, pág. 92. 52 Cap. cit., pág. 146, traducción nuestra. 53 Cf. cap. cit., pág. 149: se debe unir a esta sencillez aparente los recursos de la predicación oral a los que el hermano A. estaría acostumbrado: cf. ídem, págs. 148-149 o 162. Sobre la retórica en el Memoriale ha hablado B. Clément, «Les moindres parcelles de la vérité: La rhétorique du Liber», en Le dossier, págs. 169-184. En general sobre el sermo humilis en el cristianismo medieval, veáse E. Auerbach, «Sacrae Scripturae Sermo Humilis», en Figura, Trotta, Madrid, 1998, págs. 131147. 54 Cap. cit., pág. 148, traducción nuestra. Que la sintaxis del latín notarial es «traducible» a una lengua románica lo prueban las versiones contemporáneas del Memoriale (por ejemplo, el manuscrito M), que no suelen alterar la estructura de la frase en sus transposiciones. 55 Pozzi, págs. 244-246. Sobre ellos habla también P. Bourgain, cap. cit., pág. 150. 56 Véase, por ejemplo, la edición recientemente publicada E. Menestò (ed.), Memoriale, Galluzzo-SISMEL, Florencia, 2013, o la también reciente edición del manuscrito de Asís, F. Frezza (ed.), Liber Lelle. Il libro di Angela da Foligno, Galluzzo-SISMEL, Florencia, 2012. 57 Véase abajo, pág. 52. 58 En su edición se cotejan veintisiete manuscritos que ellos agrupaban en siete «familias» bajo criterios puramente textuales (cf. Memoriale, págs. 51-73). Un buen catálogo descriptivo de los códices se encuentra en P. Mariani, «Liber e contesto: codici miscellanei a confronto», en Le dossier, págs. 94-144. Sin duda, el mejor recuento de códices hasta el momento es el de la edición citada de E. Menestò que, además, retoma fructíferamente los intentos de trazar un stemma y aclarar la filiación de los manuscritos: cf. págs. LIX-CXXI. 59 La teoría de las dos redacciones se encuentra en Memoriale, págs. 43-46, y los editores la desarrollan en diversas notas. 60 Pozzi, págs. 108-111, y los emitidos a posteriori en las págs. 236247. 61 «Le due redazioni del Liber: el perché di una riscrittura», en Le dossier, págs. 7-27. 62 Cap. cit., pág. 91. 63 Cf. E. Menestò, op. cit., págs. LXXIX-LXXXVI, que tiene en cuenta las reflexiones de Pozzi, págs. 236-247. 64 Véase arriba, nuestra n. 7. 65 Cf. P. Mariani, cap. cit., pág. 76. 66 Ídem, pág. 79. 67 Véase arriba, pág. 14 y ss. 68 Hemos traducido el texto desde F. Frezza, op. cit., pág. XX. Sobre la relación de ambos religiosos, véase A. Marini, «Ubertino e Angela: l’“Arbor Vitae” e il “Liber”», en Le dossier, págs. 319-344, que recoge la bibliografía anterior. 69 Cf. los comentarios de A. Marini, en Le dossier, pág. 319. 70 Véase J. M. Arcelus-Ulibarrena, «Angela da Foligno nella Penisola Iberica alla fine del Medioevo», en E. Menestò (ed.), op. cit., págs. 215226, donde comenta que el Memoriale era «lectura obligatoria para la educación de las “infantas” de Castilla, Aragón, Navarra y Portugal», pág. 217, traducción nuestra. Véase, a su vez, el estudio de B. Garí sobre el manuscrito 559 del Fondo de reserva de la Universitat de Barcelona, donde aborda la problemática de la recepción de Ángela en tierras de la Península Ibérica: «Memorial d’Angela de Foligno i altres opuscles religiosos, Ms. 559», Els tressors de la Biblioteca de la Universitat de Barcelona, en prensa. 71 M. Casas Nadal, «Algunes consideracions sobre les traduccions catalanes del “Llibre de les revelacions” d’Àngela de Foligno (segle xv)», en Acta Historica et Archaelogica Mediaevalia 25/4 (2003), pág. 478. 72 Ídem, pág. 479. 73 Sobre las ediciones a imprenta del libro de Ángela, véase el completo catálogo que aportan Thier-Calufetti en Memoriale, págs. 74-87. 74 Véanse T. Martínez Romero, «L’hagiografia espiritual: a propòsit d’un capítol del Liber d’Àngela de Foligno en català», en Vides medievals de sants: difusió, tradició i llegenda, M. Garcia Sempere y M. À. Llorca Tonda (eds.), IIFV, Alicante, s. f., pág. 166, y R. Guarnieri, cap. cit., págs. 224-226. 75 B. Garí, «Vidas espirituales y prácticas de la confesión. La recepción y transmisión de la auto-biografía espiritual femenina en la Península Ibérica y el Nuevo Mundo», en Acta Historica et Archaelogica Mediaevalia 22 (2001), pág. 694. 76 Angèle de Foligno, Le livre des visions et instructions, Seuil, París, 1991 [1ª ed. 1868]. Sobre esta traducción, véase P. Péano, «L’ouvre d’Ernest Hello dans sa version française du livre de la b. Angèle», en P. C. Schmitt (ed.), op. cit., págs. 117-127. 77 Ídem, pág. 24, traducción nuestra. 78 En el capítulo XII de A rebours, hablando de la obra de Hello, leemos como transcripción de los pensamientos de un protagonista que, en muchos sentidos, era la transposición del Huysmans de entonces: «A esta extraña mezcolanza venía a añadirse el gusto por la dulzonería beata de las traducciones que había realizado del libro de las “Visiones” de Ángela da Foligno, un libro de una estupidez fluida e inigualable…». En reediciones posteriores el autor, convertido al catolicismo, intenta retractarse diciendo: «… ya no escribiría [si tuviera que redactar la novela de nuevo] que las visiones de Angèle [sic] de Foligno son idiotas y difusas; la verdad es todo lo contrario». Estos fragmentos pertenecen a la traducción de Juan Herrero, A contrapelo, Cátedra, Madrid, 1984, págs. 293 y 111, respectivamente. 79 Cf. M. Cazenave, op. cit., pág. 14. 80 Encontramos estas palabras en la versión española del segundo libro de la trilogía, El culpable. Seguido de El Aleluya y fragmentos inéditos, F. Savater (trad.), Taurus, Madrid, 1981, pág. 19. Veáse nuestra nota subsiguiente. 81 La Somme athéologique de Bataille conforma los volúmenes V y VI de la edición francesa de sus Obras completas (Gallimard, París, 1973). Nosotros, aquí, utilizaremos las traducciones de Savater (que publicaron la trilogía en nuestro país de manera desordenada): La experiencia interior, Taurus, Madrid, 1973; El culpable, Taurus, Madrid, 1974; Sobre Nietzsche, Taurus, Madrid, 1972. Con «una constelación de libros que giran a su alrededor» nos referimos a textos producidos por Bataille en la misma época que se pueden conectar con Ángela: L’archangélique (1944); L’alleluiah (1947) y Méthode de méditation (1947), todos traducidos al español (véase bibliografía), están entre ellos. Para entender la génesis de la Suma son interesantes los textos recogidos en G. Bataille, La oscuridad no miente, Taurus, Madrid, 2002. 82 Cf. El culpable, pág. 37. 83 Léase, por ejemplo: «Yo no he elegido a Dios como objeto, sino, humanamente, al joven chino condenado que las fotografías me presentan chorreando sangre, mientras el verdugo le da suplicio (la hoja entra en el hueso de la rodilla). A este desdichado me sentía ligado por los lazos del horror y la amistad. Pero si yo miraba la imagen hasta la concordancia, suprimía en mí la necesidad de no ser más que tan solo yo: al mismo tiempo, ese objeto que yo había elegido se deshacía en una inmensidad, se perdía en la tormenta del dolor» (ídem, pág. 56). Añádase, La experiencia interior, págs. 128-129. 84 Aunque encontramos estas imágenes por doquier en la trilogía, simplemente proponemos un ejemplo de cada una desde El culpable: pág. 28, el abismo; págs. 78-80, la tiniebla; pág. 56, el abrazo; pág. 57, el grito. 85 Ídem, pág. 28. 86 Nos referimos al códice A: Códice Asís, Biblioteca Comunale 342. Ha sido fundamental la consulta directa del manuscrito gracias a una ayuda económica concedida por el Departamento de Economía y Conocimiento de la Generalitat de Cataluña, percibida a través del Grupo de Investigación de la Bibliotheca Mystica et Philosophica Alois M. Haas (2009SGR1551). Hemos cotejado el texto de este códice con el editado en P. Doncoeur, Le livre de la bienhevreuse Angèle de Foligno, Éditions de la Revue d’ascétique et mystique, Toulouse, 1925, y los recientes trabajos de Frezza y Menestò. 87 Véase abajo, pág. 52. 88 Sobre este asunto, véanse los comentarios de G. Pozzi, op. cit., págs. 236-247, y A. Bartoli Langeli, «Il codice di Assisi, ovvero il Liber sororis Lelle», en Le dossier, págs. 7-27. Además, revísese nuestra «Introducción», págs. 23 y ss. 89 A. Bartoli Langeli, «Il codice di Assisi, ovvero il Liber sororis Lelle», en Le dossier, pág. 7, traducción nuestra. 90 Cap. cit., págs. 145-167. 91 Cf. las reflexiones de G. Pozzi en op. cit., págs. 33-34. Aprobación 92 APPROBATIO / TESTIFICATIO. Como afirman Thier-Calufetti (Memoriale, págs. 126-127, n. 1) el paratexto se encuentra en los manuscritos R, S y M antes de comenzar el Memoriale. La versión de S posee substanciales variantes: véase la transcripción y comentario de M. P. Alberzoni en su cap. cit., pág. 294, n. 2. Por otro lado, en A lo encontramos en la misma ubicación (f. 1r), pero borrado: véase, A. Bartoli Langelli, cap. cit., pág. 8. Aunque en la época era normal que este tipo de notas precedieran a un tratado de mística femenina, su función específica no está tan clara. En su capítulo sobre este paratexto, M. P. Alberzoni (cap. cit., págs. 292-318) enuncia tres hipótesis sobre su posible función: la primera podría ser la de ratificar las palabras de una mujer siguiendo el modelo de las actas notariales de la época, en las que un pariente masculino tenía que corroborar las disposiciones testamentarias de los miembros del otro sexo: en este caso, los «parientes» serían autoridades eclesiásticas y tales «disposiciones» serían doctrinales. Según Langelli, este tipo de notas previas podrían «evaluar a todos los efectos la credibilidad de doctrinas inspiradas por la mística femenina» (pág. 296, traducción nuestra). La segunda, dada la especialmente cruda persecución que el denominado movimiento de Libre Espíritu sufrió en la Italia de la época, la Aprobación podría ser un documento necesario para legalizar lo escrito frente a autoridades eclesiásticas (págs. 297-299). Por último, podría servir para garantizar la autenticidad del texto, en el sentido de que aprobado significaría «de copia fidedigna» o «veraz según las palabras originales» (pág. 299). 93 Legere vel videre. En M nos encontramos «legerà over udirá»: leerá, haciendo alusión a los contextos de lectura visual y silenciosa plenamente afirmados en la época de redacción del Libro; oirá, a los contextos de lectura comunal en los que alguien leía en voz alta a un grupo de personas, tanto en ambientes religiosos como laicos. Véase P. Saenger, «La lectura en los últimos siglos de la Edad Media», en Historia de la lectura en el mundo occidental, G. Cavallo y R. Chartier (eds.), Taurus, Madrid, 2011, págs. 165-190. 94 … antequam cum summo pontifice in scandalum incideret. Como ya hemos afirmado arriba, pág. 15, esta frase nos permite datar este paratexto como posterior al 10 de mayo de 1297 (cf. M. P. Alberzoni, cap. cit., pág. 306, n. 46). 95 La palabra lector puede tener varios sentidos en latín medieval, si bien la frase subsiguiente parece inclinar la interpretación a «docentes». Así lo entiende Andreoli, pág. 37, que infiere por la referencia al studium generale de Milán que estos ocho lectores son profesores universitarios, uno de los cuales (sin duda, el más prestigioso) enseñaba allí. Sobre la existencia de un studium generale en Milán en estas fechas, véase M. P. Alberzoni, cap. cit., pág. 311. 96 En la orden franciscana el ministro es el superior de una jurisdicción: en este caso se trata de cuatro superiores de diferentes provincias, esto es, de cuatro ministros provinciales. 97 … custos fuit in diversis custodiis. Custodio de la Orden de San Francisco, esto es, el responsable de cierto número de conventos en una provincia. Al conjunto de estos conventos presididos por el custos, se lo denominaba custodia. 98 Al final de la obra (pág. 129) se retoma el asunto de la lectura/autorización de la obra por diferentes lectores, en este caso frailes franciscanos familiares de Ángela: quizá tales hermanos coinciden con estos que se citan aquí. Prólogo 99 Este prólogo (pues prologus lo titulan la mayoría de versiones, por ejemplo A: «Comienza el prólogo al libro de la verdadera experiencia de los fieles que expone tesoros escondidos en el Evangelio») lo encontramos en A, B, S y M (véase Memoriale, págs. 128-129, n. 3). Supone el inicio, el incipit, de la narración de la experiencia de Ángela y de las continuas cuitas editoriales del hermano A. Sobre él, cf. arriba nuestra «Introducción», pág. 11, n.1. 100 … probat, perspicit et contrectac. Estos verbos poseen una cualidad sensorial que está relacionada con el contexto de una revelación crística, en el sentido de que tienen que ver con la posibilidad abierta del fiel de mantener un contacto directo con el Dios encarnado, el Dios hombre, al que Ángela en ciertos momentos puede ver, escuchar e incluso tocar. La mayoría de las vivencias narradas por ella en su libro deben de ser leídas en esta dirección, por ejemplo, el sabor de una carne nueva al comulgar (pág. 98) o las experiencias eróticas que, junto al Hijo, vive en el sepulcro (pág. 94 y ss.). A su vez, tales experiencias están directamente vinculadas con ciertos contextos meditativos bajomedievales, en los que los sentidos interiores se abren y permiten un tipo de oído, de olfato, de percepción diferentes a los exteriores y comunes: cf. S. Ringbom, Les images de dévotion. XIIe-XVe siècle, Gérard Monfort Éditeur, París, 1995, págs. 1823. Para un recorrido por la tradición medieval de la percepción interior que nos permite contextualizar esta expresión, véase V. Cirlot, Hildelgard von Bingen y la tradición visionaria de Occidente, Herder, Barcelona, 2005: para los sentidos interiores en G. de Saint Thierry, véase su pág. 52; para la clasificación de los tipos de visión en H. de San Víctor, véase su pág. 75; para una síntesis de la visión en Agustín, véase su pág. 226. De aquí en adelante ha de tenerse en cuenta que entendemos estos verbos en este contexto y que su traducción es literal en la gran mayoría de los casos. 101 Jn 14, 23 y 14, 21-22, respectivamente. 102 Como veremos, en múltiples pasajes del Libro surge la voz del hermano A. para explicar su trabajo como transcriptor-editor del texto angélico. La autocrítica que encontramos aquí se reiterará en diferentes lugares asumiendo diversos matices que explicaremos en su momento. Por ahora, cf. nuestra «Introducción», pág. 20 y ss. 103 … scribere propio ipso loco. El hermano A. se refiere aquí tanto al inicio del segundo capítulo (pág. 48), donde se produce el quiebro de treinta a siete pasos, como al capítulo III (pág. 54), donde se narra su toma de contacto con Ángela tras los hechos de Asís. Capítulo I 104 De aquí en adelante todos los títulos y subtítulos pertenecen a la mano de Thier-Calufetti: cf. nuestra «Introducción», pág. 31. En A el título es: «Incipit de Vere fidelium experientia aliquid parum qua reperitur thesaurus in agro evangelii abscoditus». 105 La compañera de Ángela es, después del hermano A. y de la propia divinidad, uno de los personajes más importantes del Memoriale. Tras la muerte de su familia y de hacerse terciaria franciscana, Ángela comienza a compartir su vida con esta laica que el monje describirá como «tímida y muy simple»: véase abajo, pág. 102. Su papel es fundamental en la expresión de la forma de la experiencia angelana, pues es testigo de numerosos éxtasis, está presente en ciertos momentos del dictado, es interrogada por el hermano A. (véase abajo, pág. ibídem) y, como podemos leer aquí, ayuda a sintetizar a Ángela toda su vía en un número determinado de pasos. En uno de los pocos testimonios externos que nos hablan de Ángela, esta aparece en los caminos junto a su compañera, que se nombra como «Pasqualina» (véase arriba nuestra «Introducción», pág. 13, n. 10). En otros documentos se le da el nombre de «Mazasuola»: véase Pozzi, pág. 17. Nunca debemos perder de vista que la convivencia de Ángela con ella forma parte de un fenómeno histórico más amplio, en el que las religiosas que se lo podían permitir «mantenían» a otra persona que las ayudara a sobrellevar su vía de penitencia: véase nuestra «Introducción», pág. 18. Para algunos ejemplos concretos, véase M. Sensi, op. cit., págs. 11 y 270. 106 … mutationes quas facit anima. Para el uso e implicaciones del verbo mutare en el tema de la identidad del alma con Dios, véase C. W. Bynum, Metamorphosis and Identity, Zone Books, Nueva York, 2005. 107 Estas palabras del confesor se reiteran más adelante como revelación interior, cf. pág. 70. Por otro lado, el salto de párrafo implica el primer cambio de narrador en el relato: por primera vez se codifica la voz de Ángela en primera persona. Cf. las propias palabras del hermano A. sobre estos «errores», abajo, pág. 23, y lo que sobre tales cambios comentamos en nuestra «Introducción», pág. 29 y ss. 108 Este párrafo nos muestra el desfase temporal entre, en primer lugar, el tiempo de la experiencia de Ángela (lógicamente, ocurrida antes del relato); en segundo, la codificación de la misma en treinta pasos (si atendemos a los datos del texto, junto a su compañera); en tercero, el momento del dictado-transcripción y, por último, un momento posterior en el que el hermano A. recibe más información sobre las penitencias que ella cumplía, lo que le decide a escribir esta nota. Tales desfases se harán visibles en múltiples pasajes del Libro. 109 Cordolium. Literalmente «dolor del corazón». P. Bourgain, cap. cit., pág. 156, lo marca como dialectalismo: en efecto, en M (Memoriale, pág. 135) leemos «cuordolgio». 110 La imagen que se dibuja aquí es la del alma en mortificada peregrinación hacia Dios. Los «recesos» están conectados con una concepción de la experiencia graduada que en la tradición didáctico-visual toma la forma de ascenso por una escalera (o por una montaña escalonada), en cuya cima se encuentra la divinidad. La misma idea de «receso» está relacionada con la necesidad de crear «espacios cerrados» que delimiten la experiencia y que permitan a otros imitarla. Cf. arriba, pág. 146, n. 47. 111 En este párrafo M (Memoriale, pág. 137) corrige los errores de las formas verbales del hermano A., trasvasando cada una de ellas a la tercera persona. 112 M (Ibid., trad. nuestra) amplifica el dolor, lo que es común tratándose de un contexto devocional relacionado con la visión de la mortificación de Cristo: «… insípida, aunque yo tuviese gran amargura y contrición, y dolor en el corazón». Nótese la sinestesia creada por la combinación «visión insípida» (que, además, en M se contrapone con la «amargura») y sus implicaciones sensoriales frente a una imagen del crucificado: cf. nuestra pág. 151, n. 100. 113 La comprensión súbita que adviene ante la cruz debe relacionarse, sin duda, con los usos de las imágenes en los últimos siglos de la Edad Media y la búsqueda del perfeccionamiento espiritual a través de técnicas meditativas concretas. Sobre este asunto son fundamentales a nivel teórico y de análisis las obras de J. F. Hamburger, Nuns as Artists. The Visual Culture of a Medieval Convent, University of California Press, Berkeley, 1997 y The Visual and the Visionary, Zone Books, Nueva York, 1998. Para el caso específico de Ángela, véanse los ensayos contenidos en M. Bassetti y B. Toscano, Dal visibile all’indicibile: Crocifissi ed esperienza mistica in Angela da Foligno, Centro Italiano di Studi sull’Alto Medioevo, Espoleto, 2012, y M. C. Nari, «La contemplazione e le immagini: il ruolo dell’iconografia nel pensiero della beata Angela da Foligno», E. Menestò (ed.), Angela da Foligno. Terziaria Francescana, págs. 227-250. Véanse también las reflexiones y la bibliografía citada en M. Sensi, «Foligno all’incrocio delle strade», en Le dossier, págs. 287-292, así como nuestro artículo «Shouting at the Angels: Visual Experience in Angela da Foligno’s Memoriale», en Mirabilia 17/2 (2013), págs. 115-139. 114 Como hemos apuntado en nuestra «Introducción», págs. 13 y 14, entender el relato biográfico de Ángela es tomar conciencia de su doble lectura histórico-simbólica: cuando ella decide hacer transcribir cualquier hecho de su vida, sabe que se está dirigiendo a una audiencia que puede entender perfectamente su sentido simbólico al lado de su valor biográfico. Aquí, por ejemplo, en un contexto franciscano desnudarse ante la cruz parece aludir al despojamiento voluntario de todo lo terrenal, a la vez que ritualiza sus esponsales con Cristo al entregarse a él enteramente: véase lo que en este sentido ella misma interpreta en el paso noveno, abajo, pág. 41. La base bíblica de este despojamiento parece estar en Mc 10, 17-31, relacionado con forzar la propia pobreza voluntaria. Para su desarrollo patrístico, véase, R. Grégoire, «Nudité», en Dictionnaire de spiritualité, ascétique et mystique. Doctrine et histoire, M. Viller et al (eds.), Beauchesne, París, 1937, XI: 508-513. Para el caso particular de Ángela como terciaria, véase G. Casagrande, «Il Terz’ordine e la b. Angela. La povertà nell’ordine della non-povertà», en E. Menestò, Angela da Foligno. Terziaria Francescana, págs. 17-38 y M. Bartoli, «Pauperese e paupertas nel Liber di Angela da Foligno», en D. Alfonsi y M. Vedova (eds.), op. cit., págs. 155-169. 115 Más adelante Ángela en una lauda llamará a los pies de la cruz «lecho», véase abajo, pág. 117. 116 … de omnibus terrenis. Andreoli, pág. 42, entiende aquí «los terrenos» en el sentido literal, relacionándolos con aquellos de los que Ángela habla abajo, que había vendido antes de la conversión (su «casalenum», véase pág. 46 y nn. correspondientes), y, en general, con el reparto de sus bienes a los pobres que narra en los pasos subsiguientes. Sin embargo M (Memoriale, pág. 139) y Pozzi, pág. 72, traducen estas palabras como nosotros, de manera más general, dentro de una enumeración de impedimentos que la mantenían atada al mundo: de nuevo nos encontramos aquí con la delgada línea que media entre experiencia simbólica y biográfica (véase arriba, nuestra n. 114). 117 … pannis capitis. Tanto aquí como en otras ocasiones traducimos literalmente. El sintagma debe aludir a una prenda de vestir histórica, seguramente una especie de velo relacionado con el carácter de terciaria de Ángela (una de las características de los movimientos de religiosidad laica de la época, cf. M. Sensi, op. cit., pág. 32). Andreoli, pág. 42, traduce fazzolettoni, «pañuelos», que creemos mal contextualizado, y Pozzi, pág. 73, mejor, copricapo, «gorro». 118 … amarum erat mihi quando dicebatur mihi iniuria. Aquí leemos en M (Memoriale, pág. 139, traducción nuestra): «… cuando se me decía que yo lo injuriaba a él», lo que introduce una dimensión social que acusa a Ángela de un comportamiento impropio para una casada que está ausente en la tradición latina. Quizá estas injurias estén relacionadas con el voto de castidad del que habla en el paso anterior (cf. los comentarios de ThierCalufetti en ibid., n. 10). 119 Como decimos arriba en nuestra «Introducción», págs. 13 y 14, esta afirmación radical debe ser entendida, de nuevo, en su doble valor biográfico-simbólico en referencia al mensaje evangélico, pues la renuncia al mundo para adoptar la vía de Cristo incluye también que su familia muera: cf. Lc 14, 26. 120 Este autoseñalamiento de las llagas es típico de las devoción bajomedieval en el motivo denominado «ostentatio vulneris», en el que Cristo literalmente señala al fiel la herida de su costado. Véanse los ejemplos iconográficos aportados por G. Schiller, Iconography of Christian Art, vol. II, Lund Humpries, Londres, 1972 [1ª ed. 1968], figs. 696-701. Para un análisis concreto de estas imágenes relacionadas con contextos visionarios, véase J. F. Hamburger, The Rothschild Canticles. Art and Mysticism in Flanders and the Rhineland c. 1300, Yale University Press, New Haven-Londres, 1990 [1ª ed. 1957], págs. 77-80. 121 La enumeración detallada de los sufrimientos de la Pasión de Cristo que se detiene en cada una de las torturas, los dolores y los miembros que los sufrieron es típica tanto de las representaciones bajomedievales del martirio del Mesías, como de la propia vivencia franciscana de la Pasión: «El franciscanismo se caracterizó fundamentalmente por centrar la experiencia en la Pasión de Cristo, por lo que Kurt Ruh sostiene que la mística franciscana se distancia de la de la tradición bernardina justamente en que esta era epitalámica, mientras que la otra fue pasional…» (véase V. Cirlot y B. Garí, op. cit., pág. 193). Para comprender la evolución de los temas y las técnicas meditativas relacionados con este tema tanto a nivel artístico como escritural, véase J. H. Marrow, Passion Iconography in Northern European Art of the Late Middle Ages and Early Renaissance, Van Ghemment Publishing Company, Cortrique, 1979. 122 Sigo a Andreoli, pág. 44, en la interpretación del pasaje. 123 Completo el sentido de la frase con M (Memoriale, pág. 143). En este paso y en los siguientes Ángela se concentra en figuras de la Pasión, muy potenciadas en las prácticas devocionales de la época y relacionadas con la búsqueda de la com-passio, la vivencia compartida del martirio crístico inaugurada por Bernardo de Claraval y consumada en su propio cuerpo por Francisco de Asís (cf. Pozzi, pág. 21). En este sentido, fijémonos que en los siguientes pasos hacen su aparición temas «afectivos» típicos como el de la identificación con el dolor de Juan Evangelista y María, el corazón de Cristo o la llaga de sangre fluyente. Sobre la evolución de la función de María y Juan al pie de la cruz, es fundamental R. Fulton, From Judgement to Passion. Devotion to Christ and Virgin Mary, 800-1200, Columbia University Press, Nueva York, 2002. 124 Para todo lo relacionado con los cultos a la sangre de Cristo en la Baja Edad Media véase C. W. Bynum, Wonderful Blood. Theology and Practice in Late Medieval Northern Germany and Beyond, University of Pennsylvania Press, Filadelfia, 2007. El acto de succionar la herida del costado de Cristo es típico de las devociones bajomedievales y los encontramos somatizados sobre todo en contextos visionarios femeninos: véase, por ejemplo, el caso de Catalina de Siena en la gráfica miniatura reproducida por J. F. Hamburger, The Visual and the Visionary, pág. 461, fig. 9.20. Para el desarrollo de un imaginario muy cercano (el caso de la beguina Marguerite Porete), véase nuestro «Ermeneutica dell’imagine ne Le Mirouer des simples ames di Marguerite Porete: Il caso dell’aquila di Ezechiele», en Atti del IVSLA, 168 (2010), Venecia, págs. 219-254. 125 … consideratione passionis. M. Mocan ha estudiado los usos del verbo considerare desde sus orígenes latinos, pasando por el ámbito de la espiritualidad del siglo xii, para llegar al uso de los trovadores del provenzal cossirar. Para entender su sentido aquí es interesante remarcar la etimología del término, que proviene de una paulatina abstracción del sentido considerare «observar las estrellas» a «observar atentamente» a, en fin, usarse para designar una actividad mental indagativa cercana a la meditación. Cf. su I pensieri del cuore. Per la semantica del provenzale cossirar, Bagatto Libri, Roma, 2004. Todas las realizaciones del verbo que se dan en el libro las hemos traducido literalmente con este sentido técnico. 126 Sobre este concepto, la «exsanguinación», véase C. W. Bynum, Wonderful Blood, págs. 166-172. Quizá lo que a nosotros nos interese más de los datos que aporta sea su posible fuente en los sermones sobre el Cantar de los Cantares de Bernardo de Claraval («Sermones sobre el Cantar de los Cantares», en Obras completas, Madrid, BAC, 1955), y comprobar la filiación temática en la tradición mística femenina a través de Beatriz de Nazaret (en Flores de Flandes, L. Swart y C. Ros [ed. y trad.], BAC, Madrid, 2001, págs. 166-167 y pág. 323, n. 61 y las referencias allí citadas). Para un contexto visionario en el que esta imagen constituye el núcleo perceptivo, véase la octava revelación de J. de Norwich, Libro de visiones y revelaciones, M. Tabuyo (trad.), Trotta, Madrid, 2002, págs. 7879. 127 Sobre el culto bajomedieval a Juan Evangelista en contextos devocionales, véase el esencial J. F. Hamburger, St. John the Divine. The Deified Evangelist in Medieval Art and Theology, University of California Press, Berkeley-Los Ángeles-Londres, 2002. 128 En B existe la variante «parentibus», padres (Memoriale, pág. 145). 129 … singula verba exponebantur mihi in corde. «Era expuesta» en el doble sentido de «mostrada y explicada en mi corazón». Mantengo la dilogía. 130 Acepto la propuesta de Thier-Calufetti (Memoriale, pág. 146), que siguen B: «representavi», ya que ni a A («repietavi») ni a M («presentai») les veo sentido. 131 No respeto aquí la división en párrafos de la edición de ThierCalufetti por el cambio que se da de primera a tercera persona. 132 Pastoies (del latín pastoria, «del pastor»). Seguramente es un dialectalismo que los diccionarios históricos definen como ataduras que se le ponían en las patas a los caballos para que no escaparan cuando pastaban en campo abierto. 133 En relación con este paso, en A leemos una nota bene que reza: «Nota de fide». 134 Referido al siguiente párrafo leemos en A otra nota bene que reza: «Nota de spe». 135 Carcere. Seguramente hace referencia a la celda en la que Ángela se recluía en ciertas épocas como la Cuaresma y que, según Thier-Calufetti, podía estar ubicada en su misma casa: cf. Memoriale, págs. 149-151, n. 23. Este tipo de reclusión voluntaria es típica de los movimientos penitenciales de la época, véase «Incarcerate e penitenti a Foligno», en M. Sensi, op. cit., págs. 237-256 y los casos concretos que allí aduce. 136 El verbo «probar» es usado aquí en su sentido literal. Cf. con el tema apocalíptico de la manducación del libro en Ap 10, 8-10. 137 … et illi qui praedicant. «Predicar» se utiliza tanto aquí como en sus otras apariciones en el Libro en su sentido fuerte, esto es como «dar un discurso sobre lo divino a una audiencia por parte de un predicador». Sin duda, en este pasaje se contrapone la autoridad carismática de Ángela, recibida por la gracia e incorporada por ella, frente al conocimiento meramente intelectual de las doctrinas que otros «predicaban». De ahora en adelante en nuestra traducción, el verbo español «predicar» vierte este término con este sentido técnico. 138 Thier-Calufetti (Memoriale, págs. 151-153, n. 25, traducción nuestra) transcriben la siguiente frase de A: «Fíjate que en el paso ahora tratado están presentes estas tres cosas, es decir fe, esperanza, caridad, dadas juntas de manera perfecta». Pozzi, pág. 80, al seguir A lo traduce en cursiva. Nosotros creemos que, como otras en este capítulo, es una nota bene del manuscrito. 139 … postea habui sentimenta Dei (Memoriale, pág. 152): literalmente, «después de tener sentimientos de Dios»: traduzco esta expresión de manera similar en el resto de apariciones. 140 En vez de esto, en M (Memoriale, pág. 153) leemos «en el corazón». 141 Sobre los ejercicios penitenciales relacionados con la alimentación, véase C. W. Bynum, Holy Feast and Holy Fast: The Religious Significance of Food to Medieval Women, University of California Press, Berkeley, 1987. 142 Casalenum. Thier-Calufetti anotan siguiendo a M. Faloci Pulignani (Memoriale, pág. 153, n. 26) que Ángela tenía dos haciendas, siendo esta su casa de campo: de hecho, M (Memoriale, pág. 153) traduce «caxal», casal. Cf. M. Sensi, «Foligno all incrocio delle strade», en Le dossier, pág. 279, n. 54 y, arriba, pág. 154, nuestra n. 116. 143 Petrucchio. Según P. Lachance, op. cit., pág. 74, el objeto de las burlas de Ángela antes de su conversión era Pietro Cresci, noble umbro contemporáneo de Ángela (muere en 1323) que, al igual que Francisco, renunció a sus riquezas para vivir en la pobreza voluntaria como eremita. 144 … quod eram indaemoniata es una reconstrucción de ThierCalufetti (Memoriale, pág. 152). En A leemos «daemoniata»; en B «daemoniaca». Traduzco siguiendo su versión, pero apoyado en M (Memoriale, pág. 153) «indemoniata». 145 Véase arriba, nuestra nota 113. 146 … in cella ubi oraveram. El término «cella» es propio de fenómenos penitenciales típicos de la Umbría de la época. A las mujeres que se encerraban en celdas se las denominaba «cellate». Cf. arriba nuestra n. 135 y nuestra «Introducción», pág. 18. 147 M (Memoriale, pág. 155) añade a esta respuesta la presencia de una «voxe», una voz. En efecto, este fenómeno parece entrar dentro de las «alocuciones» o «locuciones» de las que habla Ángela más adelante, que realmente están vinculadas con una revelación interior percibida por un sentido del oído diferente al común, frente a las visiones que estarían relacionadas con la visibilidad interior (cf. arriba, pág. 151 y n. 100). 148 Justo antes de comenzar este paso leemos en A: «Nota hic quod Deus prius adimplevit sibi promissa quod ipsa compleret uota adimplere». 149 Es justo aquí donde se produce la fractura estructural del Memoriale y, por tanto, de la narración de la «historia interior» de Ángela (véase, arriba, nuestra n. 47). El hermano A. dedicará todo el segundo capítulo a explicar los orígenes de esta escritura y a intentar justificar el cambio de formato de la peregrinación angelana; en el tercero comenzará el primer paso suplementario de la nueva serie de siete. Sin duda, la mejor explicación «histórica» del cambio de treinta (en realidad, veinte) a siete pasos es la de Pozzi, págs. 84-85, traducción nuestra: «La razón externa se remonta al desfase creado entre el tiempo de los acontecimientos y tiempo de la redacción. El transcriptor confiesa haber comenzado a escribir al mismo tiempo que los hechos descritos en el primer paso suplementario, esto es la peregrinación a Asís. Mudándose poco tiempo después del convento de Asís al de Foligno, pide explicaciones a su hija espiritual… ello conduce naturalmente a indagar en su pasado reciente y después de la conversión. Cuando se hubo persuadido de la seriedad de los hechos, fue inducido a seguirlos en su evolución. El acto de fijar por escrito su memoria responde a la querencia de indagar. La manera en la cual el material es observado en los dos momentos es diferente para la estática y para el transcriptor: la primera obedece a una visión retrospectiva, la segunda a una transcripción directa de la palabra cuando estaban ocurriendo los hechos. La primera fue redactada en un período breve… la segunda se prolonga durante cuatro años, de 1292 a 1296». Capítulo II 150 … ego diminute et cum defectu scripseram. Aquí, entiendo «diminute» como disminución en la extensión de las palabras de Ángela y no como reducción de su sentido, así como, por ejemplo, arriba en la pág. 69. En otros contextos, por ejemplo, en la pág. 52, este término parece inclinarse por el sentido de «semánticamente débiles»: así lo haremos notar en su momento. 151 La idea de los «pasos» alude, como ya hemos dicho, a la imagen de un ascenso gradual del alma hacia la divinidad. 152 A va marcando al margen el comienzo de cada paso siguiendo el modelo «Ista sunt que continetur in Iº passu». No transcribimos las siguientes marcas. 153 … qui sequitur post narrationem. Sigo el sentido que M (Memoriale, pág. 161) le da a «narrationem», que apoya la versión de Pozzi, pág. 92. Por su lado, Andreoli, pág. 54, traducción y subrayado nuestros, vierte «que será expuesto después de esta introducción». 154 Excessu, en referencia al excessu mentis, tradicionalmente entendido como «éxtasis» o «arrobamiento». En las frases siguientes se hacen diversas alusiones a este estado: primero, … in raptu mentis vel in excessu, que nosotros traducimos como «en rapto del alma o en éxtasis»; después «excessus amoris», «éxtasis de amor». 155 Detrás de esta «disputa» se encuentra la tradición alegórica, que es una de las formas que toma el periplo interior de Ángela, si bien en el Libro es secundaria. Para una introducción a la alegoría medieval, véase J. Whitman, Allegory. The Dynamics of an Ancient and Medieval Technique, Clarendon Press, Oxford, 1987. Para un buen análisis de su función, sus recursos y su sentido en una mística contemporánea a Ángela, véase S. A. Kocher, Allegories of Love in Marguerite Porete’s Mirror of Simple Souls, Brepols, Turnhout, 2008. 156 … non <cogitari posse> vel non esse quodcumque cogitari potest. Esta frase ha sido completada por Thier-Calufetti basándose en M (Memoriale, págs. 164-165). En ibid., n. 12, los editores hacen un recorrido por las diferentes versiones que han intentado encontrarle sentido a este pasaje. Es interesante que desde los primerizos intentos de Faloci Pulignani las diversas traducciones hayan probado a convertir el «todo lo que se pueda pensar» en «todo lo que se pueda imaginar», abriendo el sentido a una concepción apofática, de negación de la imagen. Esta interpretación pasa por Ferré y llega hasta Pozzi, pág. 94, traducción nuestra: «El paso revela cosas de las cuales solo podemos decir que sobrepasan todo cuanto podamos imaginar». En todo caso, en otras experiencias escalonadas en siete estados el último se concibe como indecible, inimaginable e incomunicable, por lo que estas traducciones no se apartarían de la tradición. 157 En esta frase se refleja la insuficiencia que cualquier modelo expresivo asume ante una experiencia inefable. La afirmación del hermano A. de que su nuevo sistema de compartimentación de lo vivido por Ángela está «abierto» (pues el sexto estado corre paralelo al séptimo durante un período de tiempo) no es más que la confirmación de su carácter artificial y de su debilidad frente a lo realmente vivido por ella. Cf. nuestra «Introducción», pág. 21. 158 A titula lo que sigue, traducción nuestra: «Sigue la razón o la causa de cómo yo, hermano escritor, me enteré de estos hechos y de qué modo estoy obligado por Dios que me empuja a escribir todo esto». 159 … quasi pro quodam mihi memoriali. De esta frase parte uno de los títulos que tradicionalmente se le ha dado al la primera parte del Libro de Ángela, Memoriale; véase nuestra «Introducción», pág. 11. 160 Papel hecho con trapos, de producción particularmente importante en Amalfi. 161 En A leemos: «Razón o causa por la que yo, escritor, por mi parte, comencé a escribir estas cosas». 162 Véase, pág. 47. Capítulo III 163 Este es un título añadido por Thier-Calufetti que parafrasea y acorta el que encontramos en A: «Comienza el primer paso o la revelación de la familiaridad divina. Y aquí está el inicio, cómo y cuándo yo, hermano escritor, comencé a escribir». 164 La datación de la peregrinación a Roma es una suposición de ThierCalufetti (Memoriale, pág. 179, n. 5), que piensan que entre una peregrinación y otra tuvo que mediar un cierto lapso de tiempo. 165 El manuscrito A inserta aquí el siguiente subtítulo: «Aquí comienza a narrar el paso admirable que arriba comienza como el número XX». 166 Trivium. Además de constituir una localización geográfica efectiva (el cruce de los caminos que llevaban a Foligno, Espelo y Asís), estas tres vías suponen una referencia simbólica que se refleja en la tradición de la imagen del ascenso a la montaña en cuya cima se encuentra la divinidad. En efecto, la Basílica Mayor de Asís, en cuya entrada Ángela rompió a gritar y a llorar, se encuentra en la cima de una colina: elegir el camino correcto entre las tres opciones supone el fin de la peregrinación. Un reflejo tardío de esta tradición es Juan de Yepes y su montecillo: véase el análisis hermenéutico de A. Serra Zamora, «“Mappa animae”. La visione dell’interiorità in san Giovanni della Croce», en La visione, F. Zambon (ed.), Medusa, Milán, 2012, págs. 155-178. 167 Estas palabras reintroducen la experiencia de Asís dentro de los parámetros de la mística esponsal (de hecho, algunas líneas más abajo leemos explícitamente «hija y esposa» por única vez en el Libro), en la que se establece un intercambio íntimo y constante entre la divinidad y la mística, expresado con lenguaje puramente erótico y que en el Memoriale convive con la mística de la Pasión (véase arriba, nuestra nota 121). En este sentido, los epítetos con los que el Espíritu Santo se dirige a la folignate nos reenvían constantemente a los de las voces del Amado y la Amada del Cantar de los Cantares, fuente primordial (entre tantas otras cosas) del uso del lenguaje amoroso en contextos espirituales. Por otro lado, «templo mío» alude a 1 Co 3, 16-17: «¿No sabéis que sois templo de Dios y que el espíritu de Dios habita en vosotros? Si alguno destruye el templo de Dios, Dios lo destruirá a él; porque el templo de Dios es sagrado y vosotros sois ese templo». 168 Hay una variante más sencilla en A que coincide con B y que ThierCalufetti hipotetizan como más fiable (Memoriale, págs. 180-181, n. 9): «Yo te amo mucho». 169 Como bien dice Pozzi, pág. 101, traducción nuestra, aquí comienza un proceso de conocimiento recíproco entre Ángela y Dios, que debe ser entendido en su sentido más radical: «… conocer el objeto divino como plenitud desbordante y ser conocido en el sentido fuerte del término, equivalente a ser sondado, perseguido y poseído por Dios». 170 Giro de tercera a primera persona: separo en párrafo aparte para marcarlo. 171 El intercambio esponsal es tan profundo que Ángela siente que la creación le pertenece como originariamente pertenece a Dios. Es un giro del sujeto del sentimiento expresado por Francisco en el Cántico de las criaturas (Francisco de Asís, op. cit., págs. 49-50) y que en el Libro se pone en varias ocasiones en boca de la divinidad: véase, por ejemplo, abajo, pág. 64: «Es verdad que el mundo está lleno de mí». 172 Tanto aquí como más abajo, M (Memoriale, pág. 183) traduce en femenino «tus compañeras». 173 Ver la imagen a color reproducidas en nuestra pág. 57. Como allí podemos observar, en la vidriera se representa a Francisco de Asís frontalmente siendo abrazado por Cristo. En E. M. Giusto, Le vetrate di San Francesco in Assisi. Studio storico iconografico, Alfieri e Lacroix, Milán, 1911, págs. 234-235 y reproducción en blanco y negro listada como «Tav. XVII», se nos informa de que tal vidriera se encuentra en la pared derecha de la nave de la Basílica Mayor de Asís, formando parte de la llamada «vetrata degli angeli», ya que se divide en dos columnas en las que se distribuyen verticalmente tres ángeles en cada una. En la parte inferior encontramos, a la derecha, una representación de la Virgen y el Niño y, a la izquierda, esta imagen a la que alude Ángela. A su parca descripción debemos añadir que el Cristo gigantesco que abraza a Francisco está encuadrado por una iglesia que bien podría representar la basílica en la que se encuentra la vidriera, justo en el lugar en el que se encontraría la portada de la misma. Como bien nos avisa Pozzi, págs. 102-103, se establece una relación visual y teológica clara entre estas dos representaciones inferiores, en las que Cristo posee una relación filial, íntima y sacra con Francisco, así como el Cristo-Niño la establece con María. En este sentido, lo que nos interesa aquí sobremanera es cómo esta imagen juega el papel de desencadenante en el culmen de la peregrinación, de la vía cumplida de Ángela. Recordemos que ella se encuentra casi a la entrada de la iglesia, que ha llegado hasta allí con la Trinidad que la habita y que, como describe tanto aquí como en otros pasajes, la «abraza» (cf. pág. 56 y nn. relativas). En cierto sentido, la identificación de la vivencia propia con la situación de Francisco es total y la lleva al éxtasis. Después de este instante la relación esponsal muta, como veremos, a abandono, distancia y deseo. Véase, también, J. Poulenc, «Saint François dans le “vitrail des anges” de l’église supérieure de la basilique d’Assise», en Archivium Franciscanum Historicum 76 (1983), págs. 712713, y nuestro artículo, «Shouting at the Angels: Visual Experience in Angela da Foligno’s Memoriale». 174 Omne bonum se vierte literalmente como «Todo Bien», y se podría traducir teniendo en cuenta su sentido teológico como el «objeto de la mirada directa a la divinidad». El origen del término es bíblico (Ex 33, 18), aunque debemos enmarcarlo en la época de Ángela, ya que en contextos contemplativos estaba relacionado con la posibilidad de ver a Dios en vida, además de en el otro mundo: de ahí proviene el sentido de la pregunta del hermano A. Realmente, justo en los últimos años del siglo xiii y los primeros del xiv el tema de la visio Dei fue el centro de un intenso debate y de controversias que podían llevar a ciertos fieles a ser acusados de herejía. En todo caso, lo que Ángela ve es informe e incomunicable. La obra fundamental sobre este tema es C. Trottmann, La vision béatifique des disputes scholastiques á sa définition par Benoît XII, École Française de Rome, Roma, 1995. 175 Amore non cognitus, et quare scilicet me dimittis? Et quare et quare et quare? A presenta la variante: «Amor incógnito»; B: «Amor, no te he conocido, ¿por qué me dejas así?» (Memoriale, págs. 184 y 185, n. 15, respectivamente, traducciones nuestras). 176 Especialmente en las obras de las místicas bajomedievales existe la concepción de un Dios sobreabundante, líquido, que derrama su amor-luzconocimiento sobre sus fieles y en el que el alma puede fundirse: no en vano, se encuentra en el título de una de las obras capitales de la mística femenina del siglo xiii, La luz fluyente de la divinidad (Mechthild von Magdeburg, Das fließende Licht der Gottheit, H. Neumann [ed.], Artemis Verlag, Múnich-Zúrich, 1990). Ello conlleva el uso de un lenguaje que tiene que ver con lo acuático y un imaginario que lo complementa: véase H. E. Keller, «abundancia. Una estética de lo líquido y su circulación en la Edad Media y en el siglo xx», en V. Cirlot y A. Vega (eds.), Mística y creación en el siglo xx, Herder, Barcelona, 2006, págs. 87-137 y R. E. Lerner, «The Image of Mixed Liquids in Late Medieval Mystical Thought», en Church History, 40/4 (dic. 1971), págs. 397-411. 177 En M (Memoriale, pág. 187, traducción nuestra) leemos «salir de este mundo». 178 Tu habes anulum mei amoris. Nuevo símbolo de la unión esponsal. 179 A inserta el siguiente título: «De qué manera le fue revelado a su compañera [sotie sue] que en aquella fiel de Cristo moraba el Espítu Santo». 180 L es la inicial de Lella, nombre familiar con el que se debía conocer a Ángela que deriva del hipocorístico Angelella, Angelita; cf. nuestra «Introducción», pág. 11. No debemos olvidar que uno de los títulos más comunes por los que se conoce al conjunto de la obra angelana es Liber Lelle: así aparece, por ejemplo, en el manuscrito A, en cuyo f. 1r leemos: Liber sororis Lelle de Fulgineo/de Tertio Ordine Sancti Francisci. 181 A inserta aquí el siguiente título: «Cómo dicha compañera vio sobre la fiel de Cristo casi la similitud de una estrella de múltiples formas». 182 El título de A reza: «Cómo le fue dada a la fiel de Cristo una admirable respuesta de parte de la Trinidad». 183 Primera aparición de esta abreviatura en todo el Libro referida a su transcriptor. Cf. lo que decimos sobre esta sigla en nuestra «Introducción», pág. 11, n. 1. 184 Sin duda, un exemplum truncado o que al menos no se desarrolla como otros que tendremos ocasión de leer en diversas partes del Libro. La misma Ángela hace una comparación entre la luz que ha visto emitir a la hostia en ciertas ocasiones y el mismo sol: véase el siguiente apartado, pág. 61. En todo caso, en esta época y en este contexto espiritual el sol es un símbolo omnipresente, que tanto puede estar relacionado con Cristo como esposo en un contexto de mística nupcial, como con la experiencia Trinitaria. 185 El título de A reza: «Cómo se le apareció Cristo a la fiel de Cristo mientras pensaba en su Pasión». 186 Inclinavi. Pozzi, pág. 117, traducción nuestra, interpreta «me doblé sobre mí misma». 187 Gutturis. Thier-Calufetti (Memoriale, págs. 194-195, n. 30) ponen esta visio en relación con el Cantar de los Cantares 5, 16: «Su paladar [guttur] suavísimo, / todo él deseable, / así es mi amado», y con diversas glosas patrísticas (Casiodoro, Gregorio Magno, Ambrosio), que la interpretan en el sentido del poder del Verbo: el sabor de las palabras evangélicas, la salida del soplo vital que se convierte en palabra, etc. En todo caso, no debemos olvidar que más allá del comentario patrístico se encuentra la vivencia erótica del cuerpo del Salvador, que en esta época y en un contexto como este era absolutamente palpable. Véase, por ejemplo, la reflexión y las fuentes utilizadas por C. W. Bynum en «The Body of Christ in the Later Middle Ages: A Reply to Leo Steinberg», en Renaissance Quarterly, 39/3 (1986), págs. 399-439. 188 La interpretación de Pozzi, pág. 117, traducción nuestra, es muy bella: «Y cuando salí de aquella visión, comencé a pensar un poco sobre mí misma; y un poco, pensando, tuve miedo». 189 En A el título es: «Cómo vio a Cristo en el sacramento del altar». 190 Cambio brusco del estilo indirecto al directo que marcamos con párrafo aparte. 191 … et multus dominans sicut qui teneret dominationem. Andreoli traduce «dominans / dominationem» en términos monárquicos: «… grande y majestuoso como un rey»; nosotros preferimos omitir tal matiz, pues dudamos de que esté implícito en el original. 192 M (Memoriale, pág. 127) añade «inestimable». Capítulo IV 193 Este es un subtítulo añadido por Thier-Calufetti que parafrasea y reduce el que encontramos en A: «Comienza el segundo paso o la revelación de la divina unción o algo similar». 194 Tu es plena Deo. Este «plena» constituye un ejemplo de las concepciones del Dios líquido que comentamos arriba: cf. nuestra n. 176 y la bibliografía allí citada. En este caso el alma es vista como un receptáculo que se «llena» de Dios. 195 Et ego ipsa verecundor dicere magis efficaciter. Sigo a Pozzi, pág. 119, traducción nuestra, que interpreta: «Yo misma me avergüenzo de querer insistir en este discurso». Por su parte, T. H. Martín (El libro de la vida. Experiencia de Cristo, Sígueme, Salamanca, 1991, pág. 57), vierte: «Me causa apuro declararlo con más pormenores»; esta segunda versión no nos parece desacertada. 196 A (Memoriale, pág. 202, n. 5) porta el título: «De cómo recibió una locución divina con insólito deleite». 197 Estas palabras pueden ser interpretadas de diversas maneras. Dentro de la información que nos aporta la obra que tenemos entre las manos, parecen coincidir con otros pasajes en los que se contrapone el conocimiento mediado de la divinidad (a través de las Escrituras, la predicación, etc.) frente a su entendimiento, su experiencia directa (cf., por ejemplo, las págs. 79 y 103 y nn. relativas). Por otro lado, podrían estar relacionadas con la inclinación «espiritual» que algunos autores atribuyen a Ángela en la disputa entre franciscanos conventuales y espirituales: véase nuestra «Introducción», págs. 16 y ss., y la bibliografía allí citada. 198 Como nos informa la edición de Thier-Calufetti (Memoriale, págs. 202-203, n. 6) en M se usan los pronombres de primera persona del plural «nobis… nobiscum… nos»; mientras que en A se da una mezcla extraña entre «nobiscum… vos». Hemos optado por poner esta frase entrecomillada como perteneciente a la revelación y quedarnos con «vobis», entendiéndolo «a ti [Ángela] y tu compañera», dado que la intervención anterior se dirige a ambas. Sobre esta imagen de los dos ojos de Dios que observan al individuo, cf. la frase con la que termina el Mirouer des simples ames de Marguerite Porete, que coincide, en parte, con el Libro en fechas, imaginario y contexto religioso, donde leemos: «… si Dios os ha dado elevada creación, luz excelente y singular amor, sed fecundos y multiplicad sin desfallecimiento esa creación, pues sus dos ojos os contemplan sin cesar y, si consideráis y contempláis esto correctamente, esa mirada hace ser simple al alma» (El espejo de las almas simples, B. Garí [trad.], Siruela, Madrid, 1995, pág. 196). 199 … tu es in me. Traducción literal. Como en otros muchos textos místicos en latín se usa el verbo ser, aludiendo a una relación ontológica profunda (Dios existe en Ángela), frente a un posible estar que en español conlleva un sentido locativo (Dios se encuentra en /dentro de ella). 200 M (Memoriale, pág. 207) traduce: «… que soporté todo oprobio pacientemente». 201 M, ibid., traduce «odorífero», sin duda porque no entiende el adjetivo «siricoso». Según una nota en la edición de Ferré (apud Memoriale, págs. 206-207, n. 10), otros manuscritos (no consignados en la edición de Thier-Calufetti) dan «Cyricus», que podría corresponder a un mártir venerado en la Umbría de Ángela de nombre Quírico. En todo caso, no se ha encontrado aún el vínculo entre este mártir y el ungüento «quiricoso». Cf. P. Lachance, op. cit., pág. 190, n. 35. 202 Por cuestión de sentido acepto el salto de párrafo propuesto por Andreoli, pág. 74. 203 En A (Memoriale, pág. 210) se lee «a tali F.», que Thier-Calufetti interpretan como abreviatura de «fratre», hermano. Como bien argumenta Ferré, en A no encontramos esta abreviatura en ningún otro momento, por lo que es lógico pensar que se trate de la inicial de un nombre propio. Él propone (apud ibid., traducción nuestra) al franciscano Francisco Damiano, hermano de Clara de Montefalco, «custodio del ducado de Espoleto en 1308 y guardián del convento de Foligno en 1309». 204 No es la primera vez que el hermano A. insistirá para que Ángela le dé una similitud que haga comprensible para otros su experiencia directa de la divinidad (véase pág. 95 y n. relativa): la posible alusión al concepto de «similitudo» de Pseudo-Dionisio Aeropagita en su Jerarquía celeste (en Obras completas, trad. de T. H. Martín, BAC, Madrid, 2002, págs. 106-114) puede ser clave para comprender qué tipo de aclaración pretende el monje. En cierto sentido, racionalizar a través de la escritura y de imágenes como la de la ascensión en «pasos» forma parte de la misma querencia. 205 ... et eris associata a me cum eis. Andreoli, pág. 75, traduce «yo te haré unirte a ellos»; dado que hay otras palabras que en el Memoriale se refieren específicamente a la unio opto por seguir la versión de M (Memoriale, pág. 211). 206 Como bien nos recuerdan Thier-Calufetti (Memoriale, pág. 213, n. 15), en el discurso de Ángela el tema angélico suele estar presentado en el contexto de la «maiestas» divina, esto vinculado a la visio Dei (véase arriba, pág. 161, n. 174) o en contextos eucarísticos. Una sola vez en el Liber se habla específicamente de una de las órdenes angélicas, los thronos, véase abajo, pág. 121 y n. relativa. 207 Cf. arriba, pág. 64 y n. 198. 208 El tema del deseo tal y como está formulado aquí es esencial dentro de un contexto místico como el angélico: al habitarla y concederle la gracia, Dios ha herido a una criatura terrenal convirtiéndola en ansia continua de poseerlo. Desde una concepción esponsal es fundamental el tema de la distancia que se interpone entre deseado y deseante; véase su configuración imaginal y su tradición bíblica en P. Ricoeur, «La metáfora nupcial», en P. Ricoeur y A. LaCocque, Pensar la Biblia, Herder, Barcelona, 2001. 209 Locutione. Es un término técnico que se refiere a un tipo específico de comunicación con lo divino: en otras ocasiones se habla de «allocutione». En español, a pesar de estar en desuso y sonar demasiado literales, creemos que «locución» y «alocución», respectivamente, captan mejor el sentido «sonoro» de este tipo de comunicaciones divinas que el tradicional «revelación», cuya etimología lo refiere a lo eminentemente visual. 210 A inserta aquí el siguiente título: «Cómo Dios quiere que el alma lo ame sin malicia y cómo este es el amor del alma. Y cómo quiere que el alma tenga o desee tener algo parecido al amor veraz con el que él nos ama». El copista, a su vez, anota al margen que duda que este título corresponda a este lugar. 211 … cupa, id est profunda. Es muy probable que como adjetivo estemos ante un dialectalismo: no olvidemos que en muchas ocasiones en las que la versión latina aclara a través de un «id est» un término es por que se trata de una adaptación del vulgar. 212 Cf. el despojamiento del que se habla al principio del Libro: pág. 40 y ss. y nuestra n. 114, relacionado con la concepción de la pobreza voluntaria y la humilitas. Aquí, en todo caso, parece coexistir el amor sagrado con ciertas concepciones de la fin’amors. Sobre lo sagrado y lo profano en el lenguaje místico amoroso son fundamentales los trabajos en contextos similares a los de Ángela: B. Newman, «La mystique courtoise: Thirteenth-Century Beguines and the Art of Love», en From Virile Woman to Woman Christ, University of Pennsylvania Press, Filadelfia, 1995, págs. 137-167 y su Medieval Crossover. Reading the Sacred against the Secular, University of Notre Dame Press, Indiana, 2013. 213 Esta reflexión típica del transcriptor del Libro solo se encuentra en A y M (cf. Memoriale, págs. 216-217). 214 A introduce un título después del siguiente párrafo, que reza: «Cómo le fue revelado a esta fiel de Cristo que a Dios le place y está presente en todo esto que escribimos y que está escrito sin mentira alguna». 215 Véase arriba, pág. 65 y cf. Memoriale, pág. 218, n. 21. 216 Aquí cabe entender que existe en la transcripción latina una reducción semántica del discurso de Ángela (con lo que «abundantemente» se referiría al significado) o, como en otras ocasiones, que simplemente se refiere a la parquedad de lo escrito frente a la longitud de lo dicho: cf. n. 150. 217 El título de A reza: «Cómo el alma quiere encontrar la misericordia que pueda encontrar, así como hizo María Magdalena; y cómo esto es caridad del Padre y amor». 218 … bandio vel clamo. Es posible que aquí «bandio» sea un dialectalismo del verbo «bandire» y que «clamo» esté aclarando su sentido. No en vano, B (que representa, como sabemos, una refundición tardía del texto como manual devocional en ambientes nórdicos) omite el primer término, seguramente porque no lo entiende: cf. Memoriale, pág. 218. 219 Salutis. Debemos tener en cuenta el juego de palabras proveniente de la dilogía «salus», entendida como «salvación del alma» y «salud del cuerpo», típica de un contexto cristiano, que permite a Ángela desarrollar la parábola subsiguiente sobre un médico que cura y, en otro sentido, salva. Sobre esta dilogía, véase, Ll. Duch, op. cit., págs. 114-115. 220 Sigo M «comprare», no le veo sentido a «constare» de la versión latina (Memoriale, págs. 220-221). 221 Sobre las funciones benéficas de la sangre de Cristo en la Baja Edad Media, véase C. W. Bynum, Wonderful Blood, págs. 153-172. 222 Sigo M, «costa». A muestra la lección «instat» (Memoriale, págs. 220-221). 223 Para esta temática e imaginería médica véase G. Dumeige, s. v. «Médecin», en M. Viller et al (eds.), op. cit., X: 891-901. 224… et desiderium liberandi ab infirmitate. En latín esta frase es ambigua y así la traducimos. En M (Memoriale, pág. 221, traducción nuestra) el sentido es más unívoco: «… y tuvo deseo de ser liberada de tal enfermedad». Sobre María Magdalena, su culto y su iconografía, la obra fundamental sigue siendo V. Saxer, Le culte de Marie Madeleine en Occident. Des origines à la fin du moyen âge, Sibilla, París, 1959. 225 Por supuesto, la parábola del hijo pródigo está en la base de este párrafo: cf. Lc 15, 11-32. En todo caso, la configuración del «lugar de Dios» como reino del que los hijos de Dios parten y al que les es posible volver posee base neoplatónica, que en muchos místicos bajomedievales toma el nombre de «exilio» y que, imaginariamente, está relacionado con el tema del peregrino (cf. arriba, pág. 153, nuestra n. 110). Esta posibilidad abierta del retorno es lo que potencia que, sobre todo a partir del siglo xii, comiencen a surgir tratados-guía de perfeccionamiento espiritual que enseñan la vía correcta para tornar al Padre. 226 El título de A es: «Cómo le fue hecha a esta fiel de Cristo la bendición sobre las limosnas». 227 … Deus ostendit sibi clara facem. La imagen «ver la cara de Dios» posee una larga tradición que hunde sus raíces en la Escritura: en el tiempo de Ángela, sobre todo en contextos visionarios, la faz divina está muy relacionada con las controversias relativas a la visio Dei: cf. arriba nuestra n. 174. Para una historia escritural del término, véase I. Noye, s. v. «Face», en M. Viller et al (eds.), op. cit., I: 26-34. Para los usos de la faz de Dios con relación a contextos visionarios y a las artes plásticas, véase J. F. Hamburger, The Visual and the Visionary, págs. 317-382. 228 Como apuntan Thier-Calufetti (Memoriale, págs. 224-225, n. 28), este pasaje parece tener carácter de defensa ante posibles críticas o, incluso, frente a una potencial denuncia inquisitorial, ya que nos habla de la costumbre adoptada por Ángela de bendecir las limosnas siguiendo el modelo de Francisco, que hacía lo propio con el pan, tornándolo milagroso en la cura de enfermos: «La gente le presentaba panes para que se los bendijese, y luego los conservaba por mucho tiempo, pues comiéndolos se curaban de muchas enfermedades» (T. de Celano, Vida primera, 63, en Francisco de Asís, op. cit., pág. 167). 229 El título de A es: «Cómo se le produjo el éxtasis en el momento en el que se elevaba el Cuerpo de Cristo». 230 Collocutio. M (Memoriale, pág. 227) interpreta «parlamento». 231 M (ibid.) vierte «vederai cosa infinita», esto es «verás algo infinito». 232 Thier-Calufetti (Memoriale, págs. 228-229, n. 30) apuntan que quizá este pasaje intenta justificar ante el entorno de Ángela que esta no se arrodillara durante una misa. Capítulo V 233 El subtítulo de A es: «Comienza el tercer paso o la revelación de la erudición divina, entre otras cosas». 234 En este fragmento se dibuja un esquema en el que un «señor» invita a cenar a cuatro tipologías de invitados: los que no asisten, los comunes, los que comen en una mesa especial y los que comen en la misma escudilla que él y beben de su misma copa. Este tipo de imagen de carácter cortesano y casi feudal suele utilizarse en la literatura religiosa de la época para establecer imágenes jerárquicas con capacidad mnemotécnica. 235 Para las implicaciones de la idea cristiana del Dios que se puede comer, véase en general C. W. Bynum, Holy Feast and Holy Fast, por ejemplo, pág. 156, en la que analiza esta idea en Hadewijch de Amberes. 236 Este término no se encuentra en M. Puede ser un eco a Ap 14, 1-5. 237 Después de esta frase A añade un título: «Cómo los hijos legítimos de Dios quieren saber quién es su Padre, que les dio el don de la filiación y que les es dicho por Dios; y cómo percibe la gracia divina acercándose a él. Y cómo puede el hombre acercarse a Dios, para ser su hijo legítimo». 238 … cognoscunt amorem. En todo el párrafo se da una repetición de la raíz cognosc–, que nosotros hemos traducido con el verbo «saber» menos en este último caso. 239 Numerabat. Relación clara con los dispositivos meditativos de la Pasión bajomedievales como las «arma christi»: cf. H. Marrow, op. cit., y, abajo, pág. 174, n. 314. 240 El intenso dolor de María en el corazón podría estar relacionado con el uso del término «cordolium», dolor del corazón: véase arriba, pág. 153, n. 109, y, sobre todo, con los contextos en los que al pie de la cruz se la representa con una espada clavada en el pecho. Para un tratamiento completo de la evolución de la figura de María hacia los extremos de la afectividad y su relación con la compassio, véase A. Neff, «The Pain of Compassio: Mary’s Labor at the Foot of the Cross», en The Art Bulletin, 80/2 (junio 1998), págs. 254-273. En palabras de R. Fulton, op. cit., pág. 197: «… praying to the Virgin, herself imagined as crucified with Christ, schooled religiously sensitive women and men in the potentialities of emotion, specifically love, for trascending the physical experiential distance between individual bodies – above all, bodies in pain». 241 Sigo M «stretti», pues a A «districtis», distraídos, no le veo sentido (cf. Memoriale, págs. 234-235). La misma variación se repite más abajo: véase n. correspondiente. 242 Passionato. Neologismo que encontramos en el Liber junto a otros como «humanatus», «ignominiatus» o «poenatus», siempre en el contexto del Cristo de la Pasión. Que esta palabra esté presente en otros escritos espirituales umbros cercanos a Ángela (por ejemplo, en el laudario de Cortona, lauda 16: «Cristo è nato e humanato / per salvar la gente», Laude cortonesi dal secolo xiii al xv, vol. I, G. Varanini et al [eds.], Florencia, 1981, pag. 161, o en la obra de Iacopone da Todi, lauda 25: «E temme empresonato en seo dolzore / e famme morir enn amor penato», en Laude, F. Mancini [ed.], Laterza, Bari, 1974) apunta a que son términos que provienen de la lengua materna de Ángela y el hermano A. Véanse los comentarios de P. Bourgain, cap. cit., págs. 157-162. 243 Es decir, la divinidad soportó los sufrimientos en una existencia superficial, mundana, tan solo en el cuerpo de Cristo («en su capa»), pero no en su esencia divina. 244 Divido en párrafos diferentes por el cambio de persona. Para este oscuro fragmento, cf. las explicaciones de Thier-Calufetti en Memoriale, pág. 325, n. 7. 245 Predicationem en el sentido de discurso oral con sentido doctrinal, véase arriba nuestra n. 137. 246 M (Memoriale, pág. 237) añade «y da a entender». 247 Ita vide, o anima. Este imperativo con vocativo es muy raro en el Libro y remite a las estructuras didácticas tradicionales de los exempla (o incluso de ciertos tipos de alegoría) que terminan comentando al fiel de manera explícita el sentido doctrinal de lo que se ha dicho. 248 Dolora vel dole. La primera es una forma de vocativo que no encontramos en los diccionarios al uso. M (Memoriale, pág. 239) lo deja igual, seguramente porque en el texto latino remite a una forma vulgar: nosotros intentamos verter este efecto de extrañeza usando un verbo en desuso. 249 Lectus… delectum. Cf. lauda posterior, abajo. 250 Filii Dei legitimi. De hijos legítimos de Dios hablará la recepción de Ángela, en particular Ubertino da Casale en su Arbor Vitae crucifixae Jesu; véanse las referencias concretas en Memoriale, págs. 238-239, n. 11. 251 En M (Memoriale, pág. 241) leemos «mostrada». 252 Praedicatione. El término quizá no sea azaroso: es el único lugar en el que se llama así a los discursos emitidos por la divinidad y es precisamente en este donde se tocan temas doctrinales tratados de una manera didáctica mediante exempla. Quizá fratre A. lo relaciona, conscientemente o no, con los discursos de los predicadores de la época. 253 Continentibus. Según Thier-Calufetti, otros terciarios franciscanos como Ángela. Cf. Memoriale, pág. 241, n. 13. M, ibid., no especifica por quién fue atribulada. 254 Después de este punto y aparte, A introduce el siguiente título: «Cómo en la fiesta quinta, en la cena del Señor, la fiel de Cristo sintió con su compañera la dulzura divina, lavando los pies y las manos de los leprosos y bebiendo de esa lavaza». Interesante el enlace que se establece aquí entre la parábola angelana y el episodio vital subsiguiente. 255 La imagen se ha vuelto crística y litúrgica respecto a su primera aparición: el señor del exemplum se ha convertido en Cristo y la «cupa» en un cáliz. Cf. arriba, pág. 73. 256 M. Sensi nos dice que es imposible que el hospital al que se dirige sea san Feliciano, pues fue erigido en 1342, esto es ya muerta Ángela. Según este estudioso de las historias locales de Umbría, Ángela se refiere al leprosario de San Lázaro de Corsciano, situado entre Espelo y Foligno. Véase su «Angela nel contesto religioso folignate», cap. cit., págs. 74-75. 257 Cf. arriba, pág. 154, n. 117. 258 Giliolae. En M (Memoriale, pág. 243) leemos «Ziliola». Sobre ella, véase arriba nuestra «Introducción», pág. 13 y la bibliografía allí citada. 259 Claramente aquí se calca el menú del milagro de los panes y los peces: cf. Mt 14, 13-21; Mc 6, 30-44; Lc 9, 10-17 y Jn 6, 1-15. De nuevo nos encontramos entre la expresión simbólica y la vivencia narrada. 260 A inserta aquí: «Cómo algunos de los Hijos de Dios son reprobados por él». 261 Según nos aclaran Thier-Calufetti (Memoriale, pág. 243, n. 18) este padrenuestro de la Pasión forma parte de un culto umbro de los siglos xiiixiv que se componía del recitado de cinco padrenuestros y cinco avemarías, uno por cada llaga impresa en la carne de Cristo. 262 Specialiter. M (Memoriale, pág. 245) lee «spiritualmente»: cf. abajo nuestra n. 264. 263 Thier-Calufetti (Memoriale, pág. 245, n. 19) interpretan que este exemplum está mutilado y dan una lectura propia de lo que debería haber sido el texto completo. Nosotros añadimos que en un contexto religioso femenino, mendicante y carismático como el de Ángela, «opera subtilia» podría estar relacionado con la realización de obras espirituales, tanto de carácter intelectual (como los protagonistas del siguiente ejemplo) como milagroso. 264 Specialiter… speciali. M (Memoriale, pág. 245) lee «spititualmente… spirituale» con apoyo de algunas lecciones latinas. 265 A inserta aquí: «Cómo se le dan instrucciones contra la soberbia». 266 … quomodo ipsa erat nihil. La consideración de la propia materia como nada es el primer paso para el entendimiento de la apófasis como vía posible de acceso a la divinidad. La vía apofática o negativa, en la que se niegan la imagen, los conceptos y la voluntad propia del individuo en pos de un retorno a su nada originaria (allí donde se encuentra la divinidad), es una de las características de gran parte de la mística de la Baja Edad Media y, en particular, de figuras señeras como Maestro Eckhart (véase la selección El fruto de la nada, A. Vega [trad. y ed.], Siruela, Madrid, 1998). A su vez, el apofatismo es una de las características principales de doctrinas espirituales como las del denominado «movimiento del Libre Espíritu» (cf. R. Lerner, op. cit.). 267 … mittere ibi punctum. Traducción difícil. En M (Memoriale, pág. 247) leemos «allí no le puede entrar ni meter». Por otro lado, en A y otros leemos «piccum». Sobre esta variante Pozzi, pág. 245, señala que punctum es una de las homogeneizaciones de Thier-Calufetti, que la transforman desde el dialectal piccum. En este sentido, algunos diccionarios dialectales medievales italianos señalan la expresión figurada «picarse o picar a alguien» con el significado de «molestarlo, pulsar a alguien para que haga algo a través de la rabia». 268 Antes del párrafo siguiente A inserta: «Otra predicación aquí incompleta, pero dictada entera». 269 … et explicabat capillos. Traducción literal. 270 A inserta: «Cómo le fue dada una respuesta divina por ejemplo sobre cómo Dios es conocido en las criaturas». 271 Se refiere a un monje franciscano espiritual: cf. la información dada en nuestra «Introducción», pág. 16. 272 El título que da A es: «Cómo le fue dada una respuesta divina sobre cómo el Cuerpo de Cristo se encuentra simultáneamente en muchos altares». 273 Cf. arriba, n. 197. Detrás de estas palabras está la gran tradición occidental que distingue dos tipos de saber: por un lado, una compensión relacionada con la Razón, la palabra, la mediación y, aquí, con la lectura entendida como intelectualización de la doctrina bíblica; por otro, el entendimiento de base neoplatónica, relacionado con el conocimiento de amor, la gracia y la experiencia (esto es, con el conocimiento no mediado y directo del objeto de deseo). La mística bajomedieval hace un extenso uso de esta doble concepción: véase una lista de referencias exactas en M. Porete, El espejo de las almas simples, B. Garí (trad. y ed.), Siruela, Madrid, 1995, pág. 206, n. 17. 274 A: «Cómo le fue dada una respuesta divina sobre el perdón de todo lo relativo a la humildad propia». 275 Domenico della Marchia. Modernizo siguiendo a Andreoli que, además, lo señala como desconocido. 276 A: «Cómo vio la divina sabiduría y después permaneció en ella al juzgar con verdadero juicio». 277 E. de Marchia. S lee «C. de Mar.». Tampoco se sabe nada de este hermano. 278 Ángela se interna aquí en un terreno peligroso desde el punto de vista de la ortodoxia, ya que enuncia que no necesita la mediación de ninguna autoridad para juzgar cualquier asunto o persona espiritual. Esta doctrina, denominada técnicamente «antinomianismo», es considerada como una de las características fundamentales de los Hermanos del Libre Espíritu (véase R. E. Lerner, op. cit.), pues la seguridad de no poder pecar es propia de la simplificación de voluntades del alma y la divinidad, en la que la primera ha adquirido la pureza de deseo de la segunda. Capítulo VI 279 A: «Comienza el cuarto paso o sobre la revelación de la propia salvación humana y la transformación divina, entre otras cosas». 280 En M (Memoriale, pág. 259) leemos «era et estava in orazione», que implica no solo rezar como mera acción («estaba in orazione»), sino «existir dentro de la oración», con lo que el acto adquire así un sentido ontológico. Nótese la expresión unas líneas más abajo «salir de la oración». 281 A: «Cómo se le habló con palabras mentirosas, lo que llenó al alma de tristeza y divagación; y cómo a través de dicha locución fue el alma renovada». 282 El día de santa Clara es el 12 de agosto, por lo que Thier-Calufetti (Memoriale, págs. 260-261, n. 4) datan este viaje a Asís el 22 de agosto de 1292, es decir, diez días después. 283 Aquí hay un problema de edición, pues Thier-Calufetti (Memoriale, 261, n. 5), siguiendo su teoría de las dos redacciones, toman aquí el texto de B que reza: «Revocatim statim et reaptavit». Ya que se ha probado que B es una refundición tardía del Libro a los fines de la devotio moderna (cf. E. Paoli, cap. cit.), nosotros traducimos aquí siguiendo M (ibid.): «E disse: Fiola mia, dolze a me, –over tropo meglio». 284 Después de este punto y aparte, A inserta: «Cómo vio el mundo entero con todo detalle y Dios la llenó, sobrepasando todo». 285 En ciertos contextos místicos bajomedievales la humildad siempre se posiciona adherida a una polaridad negativa, relacionándose con conceptos como lo «bajo», lo «pobre» o «la caída», constituyendo su expresión más extrema lo «abisal». En ciertas autoras de la Baja Edad Media, el «abismo de Amor» servía para expresar una comunicación cercana y directa con la divinidad. Tal concepción la heredarían los autores renanos relacionados con Meister Eckhart. Sobre esto, véase B. McGinn, «The Abyss of Love», en The Joy of Learning and the Love of God: Studies in Honor of J. Leclercq, E. R. Elder (ed.), Cistercian Publication, Kalamazoo, 1995, págs. 95-120. 286 Literalmente: «y si tú me recibes, tú ya me recibiste». El sentido es: «Aunque tú comulgues ahora para recibir a la divinidad en ti, en realidad ya la [i. e. me] habías recibido antes a través de la gracia». 287 A: «Cómo fue atribulada durante cuatro semanas; y cómo después mediante locuciones divinas fue alegrada». 288 Ferré niega que este «guardián» del que se habla en toda la sección sea el hermano A., mientras que Thier-Calufetti discuten tal interpretación: véase tal discusión en Memoriale, págs. 264-265, n. 10 y págs. 268-269, n. 16. 289 No sigo la separación en párrafo aparte de Thier-Calufetti, por su explicación en ibid. 290 Véanse también en un contexto eucarístico estas palabras arriba, pág. 84 y nuestra n. 287. 291 … me poteram tota mittere intus in Christum. La experiencia de penetrar en Cristo (específicamente a través de la llaga abierta de su costado, véase abajo, n. 300) es común en la Baja Edad Media: véase, por ejemplo, la décima revelación de J. de Norwich, op. cit., pág. 90. 292 En M (Memoriale, pág. 273) leemos: «darse tuta a Cristo in tuto», esto es «darse toda a Cristo en todo». 293 Después de este punto y aparte A introduce: «Cómo Dios hace admirables elevaciones en el alma, por las cuales ella es certificada por Dios». 294 Impelagaretur. M (Memoriale, pág. 276) lo traduce como «caderìa in pèlago», esto es «caería en el mar». 295 Este doloroso juego de presencia/ausencia es típico del sentir místico expresado a través de la denominada «metáfora nupcial»: cf. P. Ricoeur, op. cit. Hemos traducido «poseer» en su doble sentido de copulación y tenencia, ya que el verbo de deseo que se utiliza es «cupit», que no se usa en otro lugar en el Libro. 296 El abrazo crístico es una imagen esponsal que deriva del Cantar de los Cantares, 2, 6 y 8, 3. 297 Societatem. Traducción casi literal. 298 Deo homine pasionato. Neologismo de Ángela. Véase arriba, pág. 74, nuestra n. 242. 299 Sobre la penetración en Cristo a través de su llaga, véase arriba, pág. 87 y nuestra n. 291. 300 Según Thier-Calufetti, que siguen a Ferré (apud Memoriale, pág. 279, n. 24) esta performance se montaba en la plaza de Santo Domingo, en Foligno, ante la iglesia de Santa María Infraportas. En la Edad Media las formas de representación de la Pasión son una forma ritual de revivificar en el espectador el martirio de Cristo a través de «imágenes vivientes» y de llevarlo a la experiencia de la com-passio. De manera contraria, Ángela siente alegría, de ahí lo personal de su experiencia y la vergüenza que la lleva a apartarse de los otros. 301 Según Pozzi, págs. 137-138, aquí se le plantea a Ángela, por su magisterio carismático, un problema teológico técnico (el de la necesidad de la Creación) y, añadimos nosotros, el problema de la permisividad divina del pecado, del mal en el mundo creado, que ella resuelve de manera ortodoxa en los párrafos subsiguientes. 302 Participes es una adenda de S que ayuda a completar el sentido del texto (cf. Memoriale, pág. 281, n. 26). 303 Tenebra. Por primera vez se usa en el Libro este término. Las tinieblas aparecen aquí como despojamiento total de Dios, en contraposición con la iluminación posterior. En pasajes posteriores tomará un cariz diverso: véase abajo, págs. 109 y ss. y nuestras notas relativas. 304 Agilitate. En M (Memoriale, pág. 283) leemos «alegreza», alegría. 305 Immiti in ore. Literalmente «introducírnoslo en la boca», esto es como dando de comer a un niño. Aquí el conocimiento divino se expresa a través del imaginario de la nutrición y la maternidad: sobre esta tradición es preclara C. W. Bynum, Jesus as Mother. Studies in the Spirituality of the High Middle Ages, UCP, Berkeley-Los Ángeles-Londres, 1982, págs. 110169. 306 Añado párrafo. El abandono de las Virtudes como necesidad para la trascendencia es un tema común en la mística bajomedieval y en ciertos casos fue considerado condenable. En el caso de Marguerite Porete, por ejemplo, fue una de las proposiciones declaradas heréticas por el tribunal de la Inquisición que la juzgó y el Concilio de Vienne (1311) lo incluiría en su lista de doctrinas propias del Libre Espíritu (cf. M. Porete, op. cit., pág. 208, n. 33 para referencias concretas). Capítulo VII 307 A: «Comienza el quinto paso o la revelación de la divina unión y amor, entre otras cosas». 308 En todo este fragmento que el hermano A., según dice, tradujo al latín desde una transcripción vulgar hecha por un jovenzuelo o por un niño, hay rasgos específicos de léxico que no habíamos encontrado antes en el Libro. Marcaremos en nota los rasgos de estilo que valga la pena comentar. F. Frezza, en su nueva edición del códice A (op. cit.), lee panulo, en lugar de parvulo, lo que lo lleva a concebir que esta parte del Memoriale fue transcrita por un «servidor albino» (i) y no por un monje joven. 309 Es decir, transcribía las letras pintándolas automáticamente sin entender lo que traducía. 310 La tendencia del chiquillo que transcribió esta revelación en lengua vulgar es absolutamente histórica y tiene que ver con la conquista de la lectura (y, por extensión, de la escritura) por parte del mundo laico y, en particular, por las mujeres: cf. nuestra «Introducción», págs. 18-19. La pregunta de base recorre todo el Libro: ¿Qué necesidad mueve al hermano A. a traducir (en este caso a retraducir) al latín, a escribir en un latín insuficiente y plagado de regionalismos, un dictado que se le hacía en umbro? Sobre todo, existe el ansia de «legalizar» eclesiásticamente una narración experiencial que potencialmente podía ser considerada peligrosa: en este sentido, debemos leer la «Aprobación» que precede al dictado. Así, transcribir en latín significaba, en cierto sentido, homogeneizar lo escrito, llevarlo al mismo nivel que los escritos ortodoxos y masculinos de los padres, los santos, etc. En el caso de Ángela esta normalización de lo revelado tuvo éxito: recordemos que fue beatificada: cf. R. Guarnieri, «Angela, mistica europea», págs. 39-82. 311 Demonstrabat. Rasgo específico de la retraducción del hermano A. de este fragmento: en el resto del Libro se usa «mostrare». 312 M (Memoriale, pág. 291) traduce «umanitade», humanidad: el error es evidente si comparamos las lecciones del resto de manuscritos latinos. 313 Cf. arriba nuestra nota 280. 314 Apparatus. Seguramente debemos entender estas palabras en un contexto meditativo-contemplativo sobre la Pasión. La pormenorización de cada gesto y el enfoque de cada uno de ellos en su propia crueldad es típico de la época (cf. H. Marrow, op. cit.). En este sentido «apparatus» debe relacionarse con los «instrumentos» o «herramientas» que podemos observar en las representaciones de las «arma Christi» (cf. arriba, pág. 168, nuestra n. 239). La oración coordinada que sigue: «y todos los planes que hacían sobre cómo lo podrían herir más cruelmente» encaja en esta interpretación. 315 Compassione, com-pasión en el sentido técnico que especificamos arriba, pág. 155, n. 123 y 168, n. 240. 316 Dimissus in pedibus tuis. Sigo la traducción de M (Memoriale, pág. 295: «vezo que fosti netato nei tui piedi», «veo que fuiste limpiado / cepillado en tus pies»), apoyada por la explicación en nota de ThierCalufetti (ibid.), que entienden esta expresión como «tratado rudamente», pues, según dicen, el texto debe referirse a un cepillo utilizado para limpiar los pies, que llegaba a despellejarlos en su utilización como tortura (?). 317 Thier-Calufetti lo fechan como el Sábado Santo de 1294 en Memoriale, pág. 297, n. 9. 318 Maxillam, literalmente «mandíbula». 319 … sicut unius falcis similitudo. Aquí Ángela está definiendo su visión por similitudo y nos advierte en este inciso que no era una hoz, sino que tenía tal apariencia: esto debe conectarse con las teorías sobre el símbolo de Pseudo-Dionisio el Aeropagita (véase arriba, pág. 164, nuestra n. 204 para una referencia completa). Por otro lado, la hoz encaja bien como imagen de la herida de amor, rápida y certera, reproduciendo el concepto medieval del «amor/caridad vulnerante»: cf. los comentarios de ThierCalufetti (Memoriale, pág. 299, n. 11) y Pozzi, págs. 148-149. 320 … a Dio, «a Dios» es una adenda de M (Memoriale, pág. 301): se refiere, claro, a llegar al Dios-amor con forma de hoz. 321 Strata, «calle», en el sentido de que la dividió en dos partes. 322 Confusa frase: cf. la interpretación que le dan Thier-Calufetti en Memoriale, pág. 303, n. 13. 323 … remaneo tantum contenta, tantum angelica. Quizá aquí haya un juego de palabras alusivo al nombre de Lella. Cf. nuestra «Introducción», pág. 13. 324 Bottas vel bufones. Ambas palabras se refieren a «sapos», si bien «botta» parece dialectal. 325 Al encontrarse al lado de los demonios, todos estos animales están negativamente cargados para el cristianismo, que los relaciona con el pecado. La serpiente, a pesar de ser símbolo de Cristo en algunos contextos figurales, hace referencia a Gn 3, 1-7 como origen del Pecado Original: esta aparece junto al sapo y el perro en una de las miniaturas de la Vida de H. Seuse, donde toman parte en las torturas del dominico: véase el audio-libro de H. E. Keller, Die Stunde des Hundes. Nach Heinrich Seuses «Exemplar», fig. 19, o H. Seuse, Vida, B. Garí (trad. y ed.), Siruela, Madrid 2013, págs. 190-191. En contextos de martirio como este el perro toma un cariz figurativamente negativo a través del Salmo 22, 17: «Perros sin cuento me rodean, / una banda de malvados me acorrala; / mis manos y mis pies vacilan…», que pronto se aplicó figuralmente a la Pasión de Cristo. 326 Gradus. Alusión a la ordenación de la experiencia en pasos, que gráficamente configuran un ascenso gradual. Aquí una de las traducciones posibles de este término es «escalón»: cf. lo que decimos arriba, pág. 153, n. 110 y bibliografía citada. En todo caso, como podemos observar en la alusión a Francisco a los pies de la cruz y al final del fragmento, la escalera de Ángela siempre es crística: «… para mí la consideración sobre la Pasión fue vía y enseñanza sobre cómo debía comportarme». 327 M (Memoriale, pág. 305) traduce «humillante». 328 Como bien nos advierten Thier-Calufetti (Memoriale, pág. 307, n. 17) en los códices existe una variación constante entre los términos «virtute» y «veritate». Aquí elegimos el primero apoyados por M (ibid.). 329 Thier-Calufetti apuntan que con este «no beber nada» Ángela se refiere al trago de vino que los fieles solían tomar después de la comunión, cosa que se apoya con la mención del cáliz al final del párrafo (Memoriale, pág. 310, n. 20). 330 Sobre este término referido a la divinidad, véase Memoriale, pág. 312, n. 22, y las útiles reflexiones y fuentes citadas por Pozzi, págs. 160163. Véase también B. Faes, «Venuta e dimora del Pellerino nell’anima nel Memoriale di Angela da Foligno», en Il Liber di Angela da Foligno: Temi Spirituali e Mistici, D. Alfonsi y M. Vedova (eds.), Centro di Studi sull’Alto Medioevo, Espoleto, 2010, págs. 37-68. En todo caso, la peregrinación como imagen está presente en toda la concepción de la experiencia de Ángela como una serie de «pasos» o de «grados» a través de los cuales el alma se va acercando a la divinidad hasta fundirse con ella. Por otro lado, la imagen del peregrino es común a la literatura espiritual femenina de la época: véase, por ejemplo el incio de la «Carta XV» de H. de Amberes en L. Swart y C. Ros (ed. y trad.), op. cit., págs. 94-95. 331 Esta subdivisión responde a la idea de Thier-Calufetti de que aquí nos encontramos ante una suerte de «Memoriale en miniatura», donde se resumen los siete pasos de forma muy sintética. A pesar de que tal interpretación es discutible y, de hecho, ha sido muy discutida (véase, por ejemplo, B. Faes, art. cit., págs. 52-58), nosotros mantenemos los títulos y separaciones por motivos prácticos. 332 Dicimus. Como se demuestra más adelante este plural supone que durante este dictado la compañera de Ángela estaba presente. 333 Aquí hay un cambio brusco de sujeto que M (Memoriale, pág. 323) traduce igual que nosotros. 334 … quod diximus est valde minus quam sit illud. Traducimos aquí apoyados por M (ibid.). 335 Ite cum Deo, quia de Deo nihil vobis possum dicere. De nuevo Ángela contrapone aquí el conocimiento racional y mediado de la divinidad (que es aquel que promueven los predicadores como el hermano A.), frente al entendimiento inmediato de ella que da su experiencia directa. Así, existe en estas líneas una vindicación apofática (véase arriba, pág. 169, nuestra n. 266), ya que el negar el discurso teológico existente implica una búsqueda en su sentido radical: no leer, pensar, escuchar o decir cosas sobre lo divino, sino ir a su encuentro. Así es como deben ser leídas estas palabras que Ángela pone en una hipotética boca del hermano A.: «Id hacia Dios…» significa «encontraros con él». 336 Medulla. Aquí este término debe entenderse como lo nuclear, lo fundamental de un asunto. En este sentido, Andreoli, pág. 123, lo traduce como «la esencia de Dios». 337 Reficitur. M (Memoriale, pág. 325) traduce por «reficitur», «sazia» esto es «sacia». 338 Añado párrafo. 339 Este diálogo del cuerpo con el alma está dentro de una larga tradición alegórica cristiana: véase, R. W. Ackermann, «The debate of the Body and the Soul and Parochial Christianity», en Speculum, 37/4 (1962), págs. 541-565. 340 En M (Memoriale, pág. 329) encontramos «dezizione», decisión. 341 Nm 20, 10-13. 342 Cf. Mt 22, 21. 343 Plena. Esta oración entra dentro de la concepción del Dios superabundante y del alma licuefacta: véase arriba, pág. 162, n. 176. 344 … et quomodo paupertas est radix et mater humilitatis. Detrás de estos términos que relacionan una «raíz» con la humildad como «madre de las virtudes», existe una concepción gráfica en la que, efectivamente, las Virtudes conformaban una familia (en realidad, un árbol genealógico ante litteram) cuya raíz se hundía en la Humildad. Los modelos diagramáticos se desarrollaron (por supuesto con fines didácticos) tomando como base las representaciones del árbol de Jessé. Para un buen estudio sobre este árbol (y su opuesto del Vicio) véase A. Watson, «The Speculum Virginum with Special Reference to the Tree of Jesse», en Speculum, 3/4 (1928), págs. 445-469. Para un análisis de modelos iconográficos relacionados con la mística femenina bajomedieval, véase nuestro «Come insegnare a non vedere Dio: visibilità e negazione della immagine nel opera di Marguerite Porete», en F. Zambon (ed.), op. cit., págs. 107-130, en particular las págs. 117-119 y la «ilustración 6». 345 Thier-Calufetti adoptan, tanto aquí como en la anterior realización, «veritatem», que no se encuentra en ningún manuscito, ni siquiera en B. M (Memoriale, pág. 335) confirma «vertude». 346 Lc 1, 38. Capítulo VIII 347 Pingendo, «pintando», véase arriba, pág. 92. 348 Otra opción sería traducir en sentido figurado «destruidas», como Andreoli, pág. 128. En todo caso, estamos de nuevo ante el tema de la partida de las Virtudes en un estado en el que ya no son necesarias. Véase arriba, pág. 173, n. 306. 349 La caída de las Virtudes (y la caída, en general) es un tema esencial en la mística femenina bajomedieval que tiene que ver tanto con la subversión del concepto teológico de «caída en el pecado», como con desarrollos iconográficos posteriores como la escalera de las Virtudes de Ioannes Climacus. Para una discusión sobre este tema véase V. Cirlot, «La mística femenina medieval, una tradición olvidada», en V. Gómez i Oliver (coord.), Oculto pero invisible: voces femeninas, Publicacions de la residència d’investigadors, Barcelona, 2006, págs. 91-95. 350 Fili mi, fili mi, non me dimittas, fili mi! En B encontramos una variante en principio más ortodoxa: «Deus meus, Deus meus, ne derelinquas me»; en M, por su parte, leemos: «Fiol de Dio, o Fiol de Dio, non me lasàre, Fiol de Dio», esto es: «Hijo de Dios, Hijo de Dios, no me abandones, Hijo de Dios» (para ambas variantes, véase Memoriale, págs. 340-341). En la versión que A conserva parece existir un eco derivado de Mt 27, 46, aunque también podría estar relacionado con un lamento de María al pie de la cruz, típico de la oración devocional bajomedieval, cf. R. Fulton, op. cit. 351 Añado párrafo. 352… in illa horribilissima tenebra daemonum. Para este concepto, véanse las esclarecedoras reflexiones y referencias de Pozzi, págs. 184-192, y P. Lachance, op. cit., págs. 242-299. Esta imagen suele enraizarse en la Teología mística de Pseudo-Dionisio (véanse las reflexiones de Pozzi, págs. 186-187, en cuanto a la irrelevancia de ser letrado o iletrado para manejar conceptos teológicos especulativos), que la relaciona con la trascendencia de todo lo cognoscible que, paradójicamente, hace conocer (entender) a Dios de manera íntima: «Ella [la misericordiosa causa de todo] es supraesencialmente superior a todo y se manifiesta sin velos y verdaderamente solo a quienes prescinden de todas las cosas puras e impuras y sobrepasan toda ascensión de todas las sagradas cumbres y superan todas las luces divinas y los ecos y palabras celestiales y “se abisman en las Tinieblas, donde mora verdaderamente –como dicen las Escrituras– el que está más allá de todo” (Ex 19, 9 y 20-21) […] Y solamente entonces se ve libre de esas cosas vistas y también de las que ven y penetra en las tinieblas realmente misteriosas del no-saber, y allí cierra los ojos a todas las percepciones cognitivas y se abisma en lo totalmente incomprensible e invisible, abandonado por completo en el que está más allá de todo y es de nadie…» (Pseudo-Dionisio Aeropagita, trad. cit., págs. 246-247). La transmisión del concepto a la mística de los siglos de Oro es notable en Juan de Yepes, en su Noche oscura, en Obras completas, E. Pacheco [ed.], Monte Carmelo, Burgos, 2000, págs. 54-55. Cf. el contraste con la primera aparición del término arriba, pág. 90 y n. relativa. 353 Cf. Memoriale, pág. 343, n. 5. 354 Añado párrafo para descargar densidad. 355 Sobre esta simultaneidad de los pasos como incapacidad expresiva véase arriba, pág. 158, n. 149. 356 M (Memoriale, pág. 347) traduce «sobre el cual no se puede decir nada más, siempre creciendo en Dios», inefabilidad típica de la llegada al estadio unitivo de una experiencia mística. 357 Aquí los códices de la tradición B añaden «ya casi»: dado el carácter reconstructivo que tiene tal tradición no lo haríamos notar si no fuera porque M (Memoriale, pág. 349) lo traduce «za quaxi in tuto…». 358 Esta lucha de una Virtud contra un Vicio en el interior de Ángela (que deben ser entendidas como personificaciones) nos retrotrae a la antigua tradición alegórica originada en la Psicomaquia de Prudencio y cuyos desarrollos medievales fueron importantísimos en ámbitos religiosos: veánse sus desarrollos escritos y plásticos en A. Katzenellenbogen, Allegories of the Virtues and Vices in Medieval Art, University of Toronto Press, Toronto, 1989 [1ª ed. 1939]. 359 Omne bonum. Aquí el término es dilógico, pues también se puede leer como «para mí todo bien está tan cerrado…». 360 Amaritudinem. No aceptamos «admirationem», preferimos «amaritudinem», que se encuentra en B y que sigue la serie de arriba. 361 Thier-Calufetti (Memoriale, pág. 353, n. 11) nos informan de que Nicolás IV murió el 4 de abril de 1292, fecha a la que siguieron veintisiete meses de sede vacante, ocupada finalmente por Celestino V. Debemos leer, pues, este dato como referido a inicios de 1294. Capítulo IX 362 … et effecta sum non amor. La expresión es única en todo el Libro. Implica un paso apofático más hacia la trascendencia absoluta, en la que los dones recibidos típicos de la mística esponsal ya no significan nada. Esta situación, expresada de una forma paralela a través del concepto de «caída», la encontramos en itinerarios espirituales contemporáneos al de Ángela, por ejemplo, en el Mirouer des simples ames de Marguerite dicta Porete: «Or ceste Ame cheue d’amour en nient, sans lequel nient elle ne peut toute estre», «Entonces esta alma cae de Amor en Nada, nada sin la cual ella no podría ser toda» (M. Porete, op. cit., pág. 167). 363 … a quelo non pò azònzere. Sigo M (Memoriale, pág. 355) para completar la frase. 364 Cf. Agustín, De civitate Dei, XXII, 30. Como hemos dicho arriba, pág. 161, n. 174, la cuestión de la visio Dei (el cuándo, cómo y quién vería a Dios) es típica de los debates teológicos de finales del siglo xiii. 365 Incluso. Los manuscritos tardíos Cod. Perugia, Biblioteca Augusta 1176 y Cod. Perugia, Biblioteca Augusta 1200 (respectivamente P1 y P2 en el listado de Thier-Calufetti, véase Memoriale, págs. 69-70) sustituyen este término por la siguiente variante apofática, traducción nuestra: «Pero lo veo con tal oscuridad porque todo lo que no está glorificado es tiniebla respecto al cuerpo glorificado de Cristo. El cuerpo glorificado de Cristo es tiniebla respecto al alma glorificada de Cristo, y el alma glorificada de Cristo es tiniebla respecto a la divinidad con la cual está unida. Y, sin embargo, en todo lugar donde se puede extender el alma y el corazón es menos de aquel que es…». 366 S (Memoriale, pág. 361, n. 9) cita una frase de Bernardo al margen que puede ser útil para entender el pasaje: «In osculo Patris et Filii mediam quammodo [anima] invenit se beatam consociam». 367 … che io cusì respuxi. Completamos el texto latino con M (Memoriale, pág. 361). 368 Aptitudine. Traducimos este término, que sobrevive en A, B y M («actutidine»), mientras que en los códices de la denominada «tercera familia» por Thier-Calufetti leemos «artitudine» (cf. Memoriale, pág. 363, n. 13). 369 En M leemos aquí «adivinanemente», esto es «de manera divina» (Memoriale, pág. 363). 370 … quod nihil erat medium inter me et ipsum. Superación del régimen de mediación: Ángela ha conseguido negar la distancia que la separaba de la divinidad y, ahora, declara ser una con ella. 371 «Laudo te Deum dilectum / in tua cruce habeo factum meum lectum; / pro capitali vel pro plumatio / inveni paupertatem; / aliam partem lecti ad pausandum / inveni dolorem cum despectu.» De las apretadas líneas del Memoriale se desprende esta lauda (del latín laus, alabanza), que forma parte de una serie de canciones espirituales en vulgar de gran tradición en Umbría, cuya primera composición se suele identificar con el Cántico de las criaturas de Francisco de Asís. De hecho, estos versos deben estar traduciendo un cántico en lengua vulgar con rima y música que Ángela debía cantar más que recitar. M contiene una versión que acaso se acerque más al original: «Io te laudo Dio dileto, / ne la tua croze àzo fato lo mio leto; / per piumazo over cavezale, / trovai la povertade; / l’altra parte de lo leto, / a reposare aspeto despeto, / e dolor trovai» (Memoriale, pág. 363). 372 Existe en el Museo de la Porzioncula en Asís un retrato de Francisco del siglo xiii, en el que porta un libro en el que se lee «Hic viventi lectus fuit et morienti»: Thier-Calufetti lo relacionan con esta imagen de Ángela de la cruz como lecho (cf. Memoriale, pág. 363, n. 15). 373 Otra lauda, que en la versión latina reza: «Illud quod sentio non possum dicere, / ab illo quod video nollem de cetero discedere; / ideo meum vivere est mori, / et ergo trahe me ad te». M (Memoriale, pág. 365), por su lado, vierte: «Quello che sento non posso dizere, / e da ch’io vezo non me voio mai partire; / onde lo mio vivere è morire, / adonqua tràme a te». Thier-Calufetti afirman que esta última versión es la más antigua (?), refiriéndose quizá a que debe reproducir mejor un hipotético original umbro en boca de Ángela. En la misma nota (ibid., n. 17) transcriben otra lauda que solo se encuentra en el manuscrito que ellos denominan Ve (Cod. Venezia, Biblioteca Marziana, Lat. III 228 [3010]), traducción nuestra: «No sé quién es Amor, / no amo, ni he sido amada, ni he amado; / pero sé que quien ama, / es quemado por un grave fuego. // No sé quién (es) Amor, / ni siento [sentio?] el nudo de Amor; / pero sé que quien ama, / no sabe tener modo». 374 M (ibid.) añade «tanto aspetare», esto es «tanto esperar». 375 Esta imagen de nadar en un océano de deleite cae dentro de la concepción de lo líquido de la que hablamos arriba, pág. 162, n. 176, y es bastante tradicional para expresar la fusión del alma con la divinidad. Veáse la tradición marcada por B. McGinn, «Ocean and Desert as Symbols of Mystical Absorption in the Christian Tradition», en The Journal of Religion, 74/2 (1994), págs. 155-181. 376 En esta discusión sobre cómo reparte Dios sus dones, mesurada o desmesuradamente, Ángela comienza contradiciendo las palabras de Juan Bautista en Jn 3, 34 (lo que le es reprochado por el hermano A.), pero después contraargumenta con ideas que pueden apoyarse en Rm 12, 3; Ef 4, 7 y Ef 4, 13 (cf. Memoriale, págs. 366-367, n. 19). En este sentido, es válida la indicación de Andreoli, pág. 141, n. 9, que dice que se debe identificar al «aquel» del texto con el Bautista. 377 Preferimos el estilo directo que encontramos en M (Memoriale, pág. 367). 378 En M (Memoriale, pág. 369) leemos «a Cristo». 379 En este último párrafo se ha seguido M, como hicieran antes ThierCalufetti (cf. Memoriale, págs. 370-371, n. 23), que se aparta de A, S y otros manuscritos latinos, pero que coincide con B. 380 … et ponitur in sinum Dei. La interpretación de M (ibid.) es extraña: por «sinum Dei» entiende «largo fiume de Dio», esto es «largo río de Dios». Creemos que la imagen detrás de este «sinum» latino es la del reposo de Juan sobre el pecho de Cristo y la absorción de la sabiduría divina de su corazón (cf. J. F. Hamburger, John the Divine). Quizá la interpretación del manuscrito italiano tiene que ver con el «nadat» («nada») de la siguiente oración. Por otro lado, la correlación de sorber la sabiduría del pecho de Cristo y el «anima liquefacta» es típica de la mística femenina a partir del siglo xii. 381 El cambio de sujeto es textual y lo marco con párrafo aparte. Es uno de los «errores» de los que habla el hermano A. debidos a la prisa. 382 Referencia a las representaciones de la Piedad (Vesperbild o pietà) que, recordemos, no tienen base evangélica, sino que surgen con las nuevas formas de espiritualidad bajomedievales que buscaban la respuesta afectiva del espectador. Para contextos de espiritualidad laica contemporáneos al de Ángela véase E. Ziegler, Sculpture of compassion: the Pietà and the Beguines in the southern Low Countries. c.1300-c.1600, Institut Historique Belge de Rome, Bruselas, 1992. 383 Sobre la búsqueda afectiva que imágenes cruentas de la Pasión (como esta de la espalda lacerada de Cristo) tenían en la época de Ángela ha hablado H. Belting, L’arte e il suo pubblico. Funzione e forme delle antiche immagini della passione, Nuova Alfa, Bolonia, 1986 [1ª ed. 1981] y Likeness and Presence. A History of the Image before the Era of Art, Chicago University Press, Londres, 1994 [1ª ed. 1990]. Cf., a su vez, H. Marrow, op. cit. 384 Aquí se ve muy bien uno de los estratos de escritura de manera diacrónica. Estas últimas frases están escritas después de que el hermano A. le hiciera una relectura de esta experiencia «silenciosa» y de que Ángela, como de costumbre, se quejara de su traducción al latín. 385 Frater Apicus. Thier-Calufetti (Memoriale, pág. 375, n. 28) dicen que no hay noticia alguna de este «hermano Ápico», pero que merece notarse que es el único nombre propio que aparece en el Libro. 386 Añado párrafo. 387 … illa laetitia fuit maxima sine mesura. Cf. la discusión entre Ángela y el hermano A. sobre este despliegue de dones con o sin mesura, arriba, pág. 118 y nuestra n. 376. 388 Mansum. Se refiere a las propiedades que Ángela distribuyó entre los pobres en su conversión (cf. arriba, pág. 46) que, como se interpreta en el mismo texto, tiene un valor simbólico dentro del ideal de pobreza voluntaria (véase arriba, nuestra n. 114). 389 Throni. Se refiere a una de las jerarquías angélicas (que, como podemos leer, Ángela desconoce) tal y como las establece Pseudo-Dionisio en La jerarquía celeste (en Obras completas, trad. cit., págs. 103-168). En las Escrituras el término solo aparece una vez, en Col 1, 16. Sobre la tradición textual y su trasvase al imaginario, veáse B. Bruderer Eichberg, Les neuf choeurs angéliques. Origine et evolution du thême dans l’art du Moyen Âge, Centre d’études supérieures de civilisation médiévale, Poitiers, 1998. 390 Sclera. El término es interesante, pues se refiere a una subdivisión militar y se aplica a la ordenación angélica, a los ángeles como un grupo marcial. 391 De nuevo, el tema de la mesura: cf. arriba, págs. 118 y 120. 392 Añado párrafo. 393 Para el tema del abismo como forma de expresar la comunicación íntima con la divinidad en la mística bajomedieval, véase arriba, pág. 171, n. 285. 394 … in anima mea est una camera… Esta construcción interior puede estar relacionada con la imagen de las «casas del corazón», que J. F. Hamburger ha estudiado en espacios conventuales, en los que se figuraban encuentros trinitarios del alma: véase en su Nuns as Artists, las láminas a color 10 y 12. 395 Añado párrafo. 396 Según Thier-Calufetti (Memoriale, pág. 392, n. 41), probablemente el 2 de febrero de 1296. 397 Este bien que reciben los santos en la otra vida, y que Ángela ha recibido aquí, debe leerse en el contexto de los debates sobre el Omne bonum a los que aludimos arriba, pág. 161, n. 174. Epílogo 398 Al final del Libro se escriben las expresiones divinas, intentando confirmarlo como una revelación, como escritura santa, ante el público, pero, sobre todo, ante la jerarquía. 399 Andreoli, pág. 155, n. 18, afirma que en esta frase se comprueba que Ángela comprendía el latín. Nosotros añadiríamos que quizá, pero que a la vez se infiere que seguramente no lo podía escribir. El Tránsito 400 Incluimos aquí como coda el denominado modernamente «Tránsito» de Ángela, su supuesto testamento espiritual dejado a sus seguidores en los momentos anteriores a expirar. Supone un desarrollo de los temas contenidos en el Memoriale, así como un retorno a los temas experienciales del mismo. La traducción se ha hecho sobre el texto latino editado en P. Doncoeur, op. cit., págs. 197-201. 401 Alusión al desposamiento de Ángela y Cristo: véase arriba pág. 59. 402 Se refiere al 29 de septiembre, popularmente celebración de los ángeles. Por supuesto, es una fecha simbólica, que alude tanto al nombre de Ángela como a su condición seráfica. 403 Véase arriba, pág. 59. 404 Contemplación de la encarnación del Verbo. Este tema está aquí relacionado con la natividad de Cristo, pero puesta en un contexto visionario. 405 Alusión al episodio evangélico de la tempestad en las aguas sobre las que Cristo previamente había caminado: véase Mt 14, 22-33. 406 … suis legitimis filiis. Cf. arriba, págs. 49, 76. 407 Cf. arriba, págs. 61 y 85. 408 … lavata et mundata et subuzata. Según Pozzi, pág. 223, el último término es vulgar. Por otro lado, el tema de la purificadora sangre de Cristo es común a toda la experiencia angelana, véase, por ejemplo, arriba pág. 132. 409 Según Pozzi, pág. 223, esta venida de Cristo para acompañarla al Cielo es una alusión al canto In Paradisum deducant te angeli, cantado en la liturgia funeral.