LIBRO DE LA EXPERIENCIA
Ángela de Foligno
Edición y traducción del latín de Pablo García Acosta
Título original: Memoriale
En cubierta: Omne Bonum, ms. Royal 6 E.VI, f.15r
(British Library, c. 1360-c. 1375)
En el interior: Detalle de una vidriera. Fotografía de Fr. Gerhard Ruf,
OFMConv © Archivio fotografico del Sacro Convento di S. Francesco
in Assisi, Italia
Colección dirigida por Victoria Cirlot
© De la edición, introducción, traducción y notas, Pablo García Acosta,
2014
© Ediciones Siruela, S. A., 2004, 2014
c/ Almagro 25, ppal. dcha.
28010 Madrid. Tel.: + 34 91 355 57 20
Fax: + 34 91 355 22 01
Todos los derechos reservados. Cualquier forma de reproducción,
distribución, comunicación pública o transformación de esta obra solo
puede ser realizada con la autorización de sus titulares, salvo excepción
prevista por la ley. Diríjase a CEDRO (Centro Español de Derechos
Reprográficos, www.cedro.org) si necesita fotocopiar o escanear algún
fragmento de esta obra.
ISBN DIGITAL: 978-84-16120-20-8
Conversión al formato digital: caurina.com
www.siruela.com
para Olga
Tota vita tua
et comedere et bibere et dormire et omne tuum
mihi placet.
Libro de la experiencia
Contenido
Portadilla
Créditos
Dedicatoria y cita
Introducción
Nota a la presente edición
Libro de la experiencia
Aprobación
Prólogo
Capítulo I. Primeros veinte pasos de la beata
Ángela en su vía de penitencia y perfección
espiritual
Capítulo II. Explicaciones del hermano escritor
sobre la división, motivación y verdad del Libro
de la Experiencia
Capítulo III. Primer paso suplementario
(continuación del vigésimo)
Capítulo IV. Segundo paso suplementario (o
vigesimoprimero)
Capítulo V. Tercer paso suplementario
Capítulo VI. Cuarto paso suplementario
Capítulo VII. Quinto paso suplementario
Capítulo VIII. Sexto paso suplementario
Capítulo IX. Séptimo paso suplementario
Epílogo del hermano escritor que confirma la
veracidad de toda la transcripción
El Tránsito
Bibliografía
Notas
Introducción
1. Qué es el Libro de la experiencia
… comencé a escribir a la ligera y de manera negligente, casi como
unos apuntes que me ayudaran después a recordar [quasi pro quodam
mihi memoriali ], en una hoja pequeñita, ya que pensaba escribir poco.
Sin embargo poco tiempo después de que empezáramos con el dictado
le fue revelado a la fiel de Cristo que yo tenía que escribir lo que me
decía no en una hoja pequeñita, sino en un gran cuaderno.
El autor de estas líneas es el hermano A.1, transcriptor y traductor de las
vivencias de una mujer que nosotros nos hemos acostumbrado a nombrar
Ángela de Foligno, pero que en su tierra y en su tiempo, el valle de
Espoleto en la Umbría de la segunda mitad del siglo XIII, era más conocida
como Lella, abreviatura de Angelella, Angelita2. El pasaje explica cómo
una serie de notas tomadas a vuela pluma se convierten en la delicada
transcripción de un dictado que, día tras día, terminaría conformando el
libro que tenemos entre las manos. La función de esta escritura, en principio
entendida como mero aide-mémoire, da a esta obra su título tradicional de
Memoriale y la enclava en la necesidad del recuerdo: el recuerdo de la voz
de Ángela, que relata en su umbro materno al hermano A., su confesor y
pariente, la experiencia de la divinidad que la invade3.
La tremenda difusión de este libro a través del tiempo alcanza a las
vanguardias del siglo xx y constituye la pieza central de la producción
vinculada a Ángela, a la que se suele añadir las Instructiones, una
recolección de escritos sapienciales de atribución dudosa4. Nosotros aquí,
bajo la rúbrica de El libro de la experiencia, hemos optado por traducir tan
solo el texto del Memoriale tomando su título de una tradición plenamente
medieval reactivada por Giovanni Pozzi: esta potencia el sentido de las
palabras que abren el prólogo –«Vere fidelium experientia probat, perspicit
et contrectat…»5–, proponiendo que el núcleo del libro es la «historia
interior» de Ángela entendida como experiencia narrativizada. En efecto, tal
y como relata nuestro texto, ella vivió a la divinidad literalmente y pudo
probarla, verla y tocarla en las formas del cuerpo de Cristo6. La aparición
de este tercer actor –la divinidad encarnada, posiblemente erótica– cierra el
reparto de la obra: Dios se comunica con Ángela, ella dicta al hermano A. y
este escribe su memoria.
Y es que las palabras de Ángela componen uno de los relatos más
complejos y completos de una experiencia mística que nos ha dado la
literatura medieval. Fijémonos en que el Libro se plantea como una suerte
de autobiografía dictada7 en la que la más absoluta cotidianeidad –Ángela
lavando lechugas en su casa, Ángela cuidando a leprosos en un hospital,
Ángela con su compañera en el camino– convive con la narración de una
verdadera historia de sutiles transformaciones psicológicas expresadas
mediante un amplio vocabulario cognitivo: entendere, considerare o
contemplare son los verbos que estructuran la trama de nuestra obra y que
nos dan la posibilidad de sondear una mente de acuerdo con los parámetros
del siglo XIII. Así, el escrito del hermano A. puede ser visto como una de
las primeras codificaciones europeas de una voz femenina que se interpreta
y se narrativiza a sí misma, que habla de las mutaciones –el término es
propio de la obra– que le ocurren por dentro.
En todo caso, para comprender correctamente cómo se articulan los
papeles y las voces del trío Dios-Ángela-hermano A., debemos remitirnos a
las escenas del Libro en las que se introduce la génesis de este texto y su
proceso de creación, fijando así un marco interpretativo que nos permita
plantear ciertas cuestiones de importancia. Al principio debemos imaginar
una escena nuclear: Ángela y el monje están sentados en un banco de la
iglesia de Foligno. Ella es familiar suya: sus hijos, su marido y su madre
han muerto y ella ha decidido hacerse terciaria, esto es, hermana laica de la
Orden de San Francisco. Para abrazar la pobreza absoluta predicada por el
loco de Asís se ha deshecho de casi la totalidad de sus propiedades,
quedándose solamente con una casa en la que reside junto a una compañera
dedicada a la vida de penitencia, a vivir la pobreza voluntaria, a buscar a
Dios.
Antes de comenzar con estas conversaciones en la iglesia había
peregrinado a Asís y fue poco después de llegar a la basílica de San
Francisco cuando desagradablemente retomó el contacto con el hermano A.,
entonces monje de aquel convento: este la vio tirada a la entrada del templo
ante una vidriera en la que se representaba a Jesús abrazando a Francisco,
gritando desgarradamente: «Amor no conocido, y por qué y por qué y por
qué»8. El hermano A. confiesa que no podía creer lo que veía, que primero
se avergonzó y después se llenó de ira, que mandó llamar a los compañeros
de peregrinación de Ángela y que les prohibió que volvieran a acompañar a
quien así se estaba comportando en un lugar sagrado. Pasados los días, sin
embargo, decide encaminarse a Foligno –algo le habría pasado a Ángela
para hacer aquello–, la encuentra y empieza a interrogarla. Lo que ella le
revela es tan excesivo que decide comenzar a escribirlo en latín, para no
olvidar: Ángela le dice que durante su peregrinación a Asís entró en
comunicación directa con Dios, que este le había hablado y que le había
abandonado al entrar por segunda vez en la basílica. Y que por eso había
gritado.
Esta imagen de Ángela susurrando durante días al fraile es central en la
construcción de nuestro imaginario alrededor del Libro pues, como
decimos, que la voz de una mujer constituya su médula es básico: hace ya
unos años Jaques Dalarun amasó cierta fama al poner en duda la existencia
histórica de Ángela, afirmando que todo podía deberse a una construcción
literaria, ya que no existía un solo documento que probase que en el Foligno
bajomedieval viviera una viuda en olor de santidad que fuese considerada
por sus contemporáneos como maestra de teólogos9. Actualmente, gracias a
los estudiosos que llevan generaciones agotando los archivos locales en
busca de documentos que enlacen a la Ángela de nuestro texto con la
existencia real –entendiendo por esto histórica–, los resultados existen10.
En todo caso, a la discutible escasez de documentos que sigue alimentando
a los escépticos debemos sumarle, por supuesto, la ambigüedad
interpretativa que implica la mayoría de textos medievales, en los que la
diferenciación de los planos simbólico e histórico queda desdibujada11.
En nuestro texto el primero de estos elementos es, sin duda, el propio
nombre de la protagonista, que casi con seguridad no obedece tanto a un
primer bautizo católico como a uno posterior franciscano. En la imagen del
mundo medieval el ángel alude a los seres que en la jerarquía de la creación
se encuentran más cercanos a Dios: es el ser al que se le permite
contemplarlo, laudarlo y entenderlo durante toda la eternidad12. En este
sentido, Ángela hace referencia a la mujer seráfica, al humano que es
traspasado por el entedimiento-amor divino y que puede comunicarlo a los
demás fieles. De ahí proviene su magisterio, que vemos realizarse en ciertos
momentos del Libro cuando, por ejemplo, el hermano A. acude a ella para
que resuelva delicadas cuestiones de teología tradicionalmente reservadas a
los clérigos13. Por otro lado, a diferencia de los ángeles, la folignate posee
un cuerpo: sus visiones, sus revelaciones y sus alocuciones revisten un
carácter somático y, como veremos más adelante, la vía de
perfeccionamiento espiritual que compone su libro culmina en una cierta
indiferenciación entre ella y la divinidad. El concepto que subyace tras esta
transformación suprema que iguala su voluntad con la de Dios es el de
theosis o divinización: delicada doctrina proveniente de las teologías
orientales que en ocasiones similares acabó en acusación y condena por
herejía14. En todo caso, como mujer-ángel, Ángela se considera no solo
esposa de Cristo, sino mujer-Cristo, en el sentido de que la divinidad que
habita su alma se ha adueñado de su voluntad entera.
Este es solo un ejemplo de un aspecto interpretativo que siempre
debemos tener en cuenta al leer nuestro relato, que está construido –por
Ángela, por el hermano A.– para ser recibido por personas que puedan
comprenderlo a varios niveles. Los momentos clave son múltiples y los
comentaremos en las notas, pero por ahora a modo de ejemplo
interroguémonos sobre lo siguiente: cuando Ángela habla del consuelo que
sintió ante la muerte de su familia, ¿hasta qué punto no está traduciendo a
términos vitales las palabras evangélicas de Mateo 10, 37-39, donde se
entiende la renuncia a la familia de sangre como la adopción de la nueva
comunidad de Jesús? O también, por ejemplo, cuando se desviste en la
iglesia y camina desnuda hacia la cruz en la que pende el Cristo crucificado:
¿hasta qué punto quiere dar cuenta de un hecho histórico frente a una
representación del adagio franciscano «nudus nudum Christum in cruce
sequi», expresando así el compromiso de pobreza ante el Hijo o la
consumación de un ritual esponsal?15 Los actos narrados en el libro de
Ángela solo toman su sentido histórico cuando los colocamos en el contexto
adecuado y este, en muchas ocasiones, además de literal es simbólico.
En el siguiente apartado trazaremos, pues, un marco previo que nos
permita acceder a los rasgos sociorreligiosos de este texto: acudamos al
lugar en el que eclosionó la primera generación franciscana tras la muerte
del juglar de Dios.
2. Los movimientos apostólicos en la Umbría
sagrada
Tres de los manuscritos más antiguos del Libro están encabezados por
un paratexto, la «Testificatio» o «Aprobatio», que ha permitido deducir
ciertas fechas clave sobre su composición, así como especular a qué tipo de
ambientes podía estar vinculado. El inicio del texto de la Aprobación
comienza así16:
Quien tenga la ocasión de leer o ver estas palabras que por mí, indigno
hermano menor, fueron recogidas de manera diligente y cuidadosa tal
y como las dictó la sierva de Cristo, debe saber que ya han sido leídas
y examinadas por el señor diácono cardenal Giacomo de la Colonna
antes de sus desavenencias con el Sumo Pontífice [antequam cum
Summo Pontifice in scandalum incideret] y por ocho famosos lectores.
La mención de este desencuentro del cardenal Colonna con el Papa nos
permite fijar una fecha de circulación del texto muy determinada: el sonado
affaire Colonna, en el que el noble promovió la formación de un Concilio
General con el que pretendía invalidar la elección de Bonifacio VIII. Los
movimientos de esta intriga política tienen como punto de inflexión la
publicación el 10 de mayo de 1297 de la bula papal In excelso throno,
donde se excomulga al cardenal. El Libro, pues, habría sido escrito antes de
esta fecha. Por otro lado, la mención de Colonna coloca la obra de Ángela –
además de en una posición algo ambigua frente a lo que pretende
«legalizar»– en medio de una red de influencias que la conectan de forma
bastante directa con los denominados franciscanos espirituales17. Para
entender qué incidencia tuvo el franciscanismo en la vida y escritos de
Ángela y quiénes eran estos spirituali, debemos acercarnos a los llamados
movimientos de religiosidad laica de la Baja Edad Media18.
A mediados del siglo XIII nos encontramos en plena efusión del primer
franciscanismo. El movimiento fundado por Francisco de Asís condensa los
ideales religiosos que un gran número de fieles llevaba décadas, directa o
indirectamente, reclamando a la iglesia institucional. Estos pretendían un
retorno a la denominada vita apostolica, los modos de vida predicados por
Jesucristo en los Evangelios y practicados por su grupo original de
seguidores en los primeros años de expansión: a nadie se le escapaba que
ciertas conductas que allí se promovían –en particular la práctica de la
pobreza voluntaria, el despojamiento de todo lo terrenal en la búsqueda de
Dios– chocaban con la realidad institucional del momento19. En este
sentido, la vida apostólica condensa varios ideales, prácticas religiosas y
modelos de vida común en torno a los cuales pivotan una serie de
movimientos absolutamente revolucionarios que tuvieron un seguimiento
masivo por toda Europa. Jacques de Vitry, viajero contemporáneo al boom
mendicante y evidente admirador del fenómeno, describe así en su Historia
orientalis a los hermanos que ve en los países mediterráneos20:
Procuran con toda diligencia reproducir en su vida la religión, la
pobreza y la humildad de la primitiva Iglesia, sorbiendo con sed y
ardor espiritual las aguas puras de la fuente evangélica, que, por imitar
más de cerca la vida apostólica, se empeñan por todos los medios en
cumplir […]. El señor Papa les ha confirmado la Regla y les ha
concedido poder predicar en todas las iglesias a las que llegan, después
de obtenido por deferencia el consentimiento del prelado local. Son
enviados a predicar de dos en dos, como precursores de la paz del
Señor y de su segunda venida. Estos pobres de Cristo no llevan ni
bolsa para el camino, ni alforjas, ni pan ni dinero en sus cintos. A
ningún hermano de esta orden le está permitido poseer nada…
Desde un punto de vista amplio podríamos afirmar que el
franciscanismo no es otra cosa que la encarnación sudeuropea, orgánica y
jerárquicamente aceptada, de una serie de ideales de vida que ya se estaban
poniendo en práctica en Occidente al menos desde el siglo XII. Muchos han
sido los estudiosos que han señalado que la absorción de la Orden de los
Hermanos Menores por parte del papado –así como la de las demás órdenes
mendicantes aceptadas como tales antes del IV Concilio de Letrán (1215)–
fue una manera de dominar fuerzas vivas informadas por ideas que, en el
fondo, atacaban de manera frontal el edificio eclesiástico21. La aprobación
de la Regla a la que alude arriba Jacques de Vitry, junto a la oficialización
de una vida del fundador de la orden que no diera lugar a equívocos sobre
lo que se debían considerar prácticas aceptables, son dos intentos de
dominar un movimiento potencialmente peligroso, abierto a la herejía, y de
darle una salida bajo el control eclesial a las ansias penitenciales.
En efecto, en el siglo XIII la denominada cuestión franciscana estaba
lejos de aclararse, pues dentro de la misma orden existían diversas facciones
que pretendían una lectura del mensaje de su fundador más verdadera que
las otras. En la Umbría de Ángela, en particular, se libraba la batalla entre
los franciscanos denominados espirituales (o zelanti) y aquellos
conventuales (o relaxati)22. Los primeros, con líderes tan localizados como
Ángelo Clareno (c. 1255-1337) o Ubertino da Casale (1259-c. 1338),
pretendían un apego extremo al mensaje de Francisco promulgado en la
Regla y en su Testamento, que fusionaban con los escritos proféticoapocalípticos del hereje Gioacchino da Fiore (c.1130-1202), en cuya visión
de las tres etapas de la historia (aquellas del Padre, del Hijo y del Espíritu
Santo) leían, según la fantástica síntesis de P. Lachance23:
… que después de un período de trabajo, decadencia y tribulación, la
Orden sería restaurada por un misterioso reformador que guiaría a los
«nuevos» hermanos a un estado incluso mejor que el anterior. La
fidelidad, pues, al ideal de pobreza evangélica predicado por s.
Francisco, llamado alter Christus o «el ángel del sexto sello», portaría
a su vez la reforma de la iglesia «carnal». Ello iniciaría una nueva
iglesia «espiritual», una edad de contemplativos, que estaría
acompañada de iluminaciones, éxtasis, profecías
componentes necesarios del final de los tiempos.
y
visiones,
Como podemos observar en la visión de Lachance, los espirituales
pensaban en el advenimiento de Francisco como en el de un auténtico
segundo mesías y en ellos mismos como un instrumento de reforma
espiritual profunda que santificaría el mundo. Por supuesto, para gran parte
de la jerarquía eclesiástica esta perspectiva era inaceptable: el papado, de
forma más o menos abierta, condenaba tales doctrinas en medio de un
brumoso y tenso clima de intriga política. En todo caso, a pesar de la
existencia de fuertes indicios documentales que apuntan a la relación de
Ángela con esta rama apocalíptica del franciscanismo –la Aprobación de
Colonna o una famosa mención que hace Ubertino da Casale en su Arbor
vitae crucifixae Iesu Christi que citaremos más adelante–, su lazo con los
espirituales sigue siendo actualmente muy discutido24.
Volviéndonos hacia los movimientos de religiosidad laica de una
manera más amplia, podemos afirmar que la Umbría del siglo XIII era un
campo de cultivo para formas alternativas de práctica religiosa que
reubicaban a los fieles de Cristo en zonas liminares en las que la
diferenciación entre los estados clerical y secular no quedaba demasiado
clara25. En cierto sentido, esta vindicación del cristianismo primitivo
permitió a los laicos acceder a formas de vida exentas de los rigores de una
regla monacal y, en algunos casos, del control eclesiástico. Para las mujeres
que adoptan este modus vivendi a la búsqueda de Dios los efectos
secundarios son claros, ya que se desligan de los contextos restrictivos que
la sociedad les había asignado –en la fórmula de Georges Duby «hijas,
madres, viudas o monjas»– para buscar formas de vida nuevas que en el
fondo terminarían potenciando su autonomía.
Que existe un movimiento penitencial femenino de proporciones
europeas queda claro en las famosas líneas en las que nuevamente Jacques
de Vitry enumera, después de su largo y variado periplo, los nombres que se
les da en diferentes países a laicas que practican la religiosidad de una
manera inusitada: «…beguinas, como las denominan en Flandes y
Brabante; o papalardes, como las llaman en Francia; o bizoche, según les
dicen en Italia; coquennune, como les dicen en Teutonia»26. Las formas de
vida de estas mujeres eran variadas: un modelo que se afianzó sobre todo en
los Países Bajos fue el de la vida en comunidades semimonásticas de
entorno urbano, que se financiaban con la venta de trabajos
manufacturados27. Otro, muy común en la Italia central donde Ángela y su
compañera convivían, era el encierro como vía ascética, como búsqueda
propia de eremitas urbanas en un movimiento que ha sido descrito por
Mario Sensi como «un eremitismo ciudadano, una especie de
antimonacato»28. Así, la vida de incarcerate, cellate y murate –literalmente
encarceladas, enceldadas y muradas– se normalizó en poblaciones
relativamente pequeñas como Foligno29.
El caso de Ángela, a pesar de que tiene rasgos que pueden apuntar a
ciertos ejercicios penitenciales que la mantendrían reclusa durante un
tiempo, es diferente. Ella pertenece a la tipología de mujeres que vivían in
dominibus propiis, en sus propias casas, en ocasiones junto a una
compañera que la ayudaba en sus quehaceres diarios, pero también en sus
ejercicios ascéticos y en sus momentos críticos30. Varias escenas del Libro
nos muestran su vida común en ciudades –por ejemplo, como voluntarias en
un hospital de leprosos– o extramuros –andando libremente entre pueblo y
pueblo–. Si orientamos este andar y lo convertimos en una peregrinación
como la que llevaría a Ángela a Asís y a Roma, y le añadimos la ausencia
de una regla aprobada, la oración prolongada, la pobreza voluntaria –que
tenía como consecuencia principal la aceptación de la vida mendicante– y
los ejercicios ascéticos continuos, tendremos, en opinión de Sensi31, el
retrato de una penitente-tipo de la época. A ello debemos sumarle en el caso
de Ángela su profesión como terciaria, que conllevaba la imitación de los
modelos ejemplares de las vidas de Francisco y Clara de Asís recogidos en
textos aprobados por el papado, en el arte de la época y, por descontado, en
la tradición oral. En cierto sentido, seguir a Francisco o a Clara posee una
relación directa con seguir a Cristo, núcleo de la devoción franciscana y
modelo supremo de comportamiento32.
Por supuesto una vida llevada en estos términos –y que además, tenía
como fin principal el encuentro con Dios– dio lugar a experiencias de todo
tipo que hoy en día homogeneizamos bajo el nombre genérico de
«místicas»33: revelaciones de muy variado cariz se vieron potenciadas por
modos de vida como el de Ángela y su compañera. No en vano, los siglos
XII y xiv han sido denominados por Bernard McGinn como los del
«florecer del misticismo», en gran parte por el surgimiento de estos nuevos
modos de vida, pero también por la conquista de lo escrito por parte de las
lenguas vulgares, hecho que nos ha permitido poseer una documentación
inédita en otras épocas34. Intentar resumir en pocas líneas qué supuso tal
conquista a nivel sociorreligioso sería un error; simplemente, pensemos en
las ventajas que esto supuso para las clases laicas: traducción de textos que
antes eran difícilmente accesibles, lecturas en lengua vulgar en un entorno
individual o grupal, mayor acceso a la escritura fuera de contextos
clericales... Dentro de los movimientos religiosos femeninos que estamos
describiendo, la escritura se presenta como un espacio privilegiado tanto
para cantar a la divinidad como para contar vivencias amorosas
relacionadas con ella. En los escritos de las «trovadoras de Dios» nos
encontramos con una mezcla característica de prosa y, súbitamente, versos
preñados de aliento lírico que, por ejemplo en el caso de las laudas de
Ángela, constituían la letra de canciones35.
En todo caso, el documento que citamos al principio de este apartado, la
Aprobación que encabeza algunos de los códices más antiguos del Libro,
constituye un aviso de que su contenido podía ser considerado peligroso
bajo ciertas miradas36. Se ha discutido qué función real tenían este tipo de
paratextos y una de las hipótesis es que servían como validación autorizada
de una revelación femenina37. Dentro del marco de una religión
institucional como el catolicismo, las revelaciones escritas son siempre
delicadas, pues conforman experiencias nuevas e íntimas de la divinidad,
cuya validez, significación o interpretación a nivel teológico-doctrinal
puede chocar con lo que en ese momento se considera ortodoxo. Dentro de
los movimientos de religiosidad laica medievales –sobre todo en sus
ramificaciones femeninas–, nos encontramos con experiencias extremas de
lo divino potenciadas a través de prácticas devocionales continuadas o
ejercicios ascéticos. Son, como decimos, vivencias trascendentes que en
muchas ocasiones no pasan por filtros ortodoxos y que, por tanto, pueden
exceder lo que el poder eclesiástico está dispuesto a aceptar, tanto en su
seno como en sus márgenes. Por ejemplo, leemos en el Libro de Ángela38:
Uno de los modos es que [Dios] se presenta íntimamente en mi alma.
Y entonces entiendo que él está presente, y entiendo cómo está
presente en toda criatura o en toda cosa que tiene ser: en el demonio,
en el buen ángel, en el Infierno, en el Paraíso, en el adulterio, en el
homicidio y en las buenas obras, y en toda cosa existente o que tenga
de alguna manera ser, tanto en las cosas bellas como en las repulsivas.
En este sentido, dentro de los movimientos penitenciales
bajomedievales se dieron casos como el de la beguina de Valenciennes
Marguerite dicta Porete, condenada y quemada en París por la difusión de
un libro cuyas doctrinas sirvieron al papado para individuar lo que a
posteriori se llamaría el movimiento del Libre Espíritu. Algunas de las
imágenes y fórmulas que enuncia Ángela en su Libro se acercan
peligrosamente a las de este «movimiento herético» que, de hecho, partía de
las mismas bases ideológicas y prácticas39.
El siglo xx fue desenterrando poco a poco los textos de lo que hoy
sabemos que es una tradición con rasgos parejos: la denominada «tradición
silenciada», que a su vez está directamente relacionada con el acceso de las
mujeres al mundo letrado y con él a la posibilidad de comunicar sus
experiencias40. Paradójicamente, el relativo mutismo bajo el que la historia
ha tapado estas obras contrasta con la vida de estas mujeres, que Michel
Cazenave ha llamado «místicas salvajes», dado el carácter brutal que desde
una óptica contemporánea tenían muchas de sus vivencias41.
3. La composición del Libro o cómo imaginar una
voz
Siguiendo algunas de nuestras afirmaciones del apartado anterior,
sabemos que gran parte del valor que se le otorga al Libro está basado en la
posibilidad de que de alguna forma contenga, valga la paradoja, la voz
escrita y autobiográfica de una mujer del siglo XIII. Realmente la cuestión
de si podemos hallar de alguna manera a Ángela bajo la intrincada maraña
de códigos, transcripciones, traducciones y retraducciones que construyen
su obra se mezcla con una extraña trayectoria material que intentaremos
aclarar en las siguientes páginas.
Para comenzar debemos dejar claro que la cuestión a la que nos estamos
refiriendo va más allá de las dudas emitidas por Dalarun sobre el valor
documental del Memoriale42. Como también hemos apuntado en el
apartado anterior, hoy por hoy existen numerosas razones que hacen
verosímil la existencia de Ángela en los términos que encontramos en su
Libro. A los documentos externos ya citados que la conectan con la realidad
histórica de su tiempo –menciones documentadas, la aprobación de
Giacomo de la Colonna o los papeles de archivo que nombran a Giliola
como sirvienta en el leprosario43– habría que añadir ciertas marcas
textuales, que si no confirman la vida de la terciaria, al menos, apuntan muy
verosímilmente hacia ella. La primera son las repetidas intervenciones del
hermano A. hablando de su cuidado al transcribir las palabras de la fiel de
Cristo. Por ejemplo, al final del Libro, leemos44:
Pero yo me esforzaba y ponía sus propias palabras, las que yo podía
entender, no queriendo escribirlas después de alejarme de ella y no
sabiendo después escribirlas por temor y recelo de que se me ocurriese
poner a mí algo o una sola palabra que ella no hubiera dicho. Por lo
que lo que escribí siempre se lo releí y repetí muchas veces, para que
solamente se pudiesen leer sus propias palabras.
Los testimonios de este tipo se reiteran a lo largo de la obra; es más,
como veremos más adelante, en ocasiones el monje nos da la perspectiva de
Ángela que, al escuchar las relecturas a las que alude el hermano A., se
queja de la pobre expresión, de la inexactitud y de la sequedad de la lengua
latina para conservar sus vivencias. Por otro lado, esta querencia del fraile
de apegarse a las palabras que escucha encaja a la perfección tanto con la
herramienta elegida para llevar a cabo la transcripción –el latín notarial
utilizado por los amanuenses y notarios de la época para registrar
testimonios orales–, como con rasgos específicos de tal latín que nos hacen
pensar que, precisamente, estamos ante la transcripción-traducción de un
dictado45. En todo caso, no creemos que la indeterminación principal del
texto respecto a la voz de Ángela resida tanto en una fingida veracidad
histórica como en una serie de problemas –muchos de ellos de orden
filológico– que tienen que ver tanto con la génesis textual como con la
tradición material del Libro desde sus orígenes hasta el siglo xxi.
Comencemos por los problemas textuales.
El problema de base que surge desde las primeras líneas es tan amplio y
profundo como el de la relación de lo vivido –en este caso, lo vivido en el
interior de Ángela– con las diferentes formas de codificarlo. Es esta una
dificultad de las experiencias límite, en particular de las que hoy
denominamos místicas, frente a los lenguajes humanos, en particular a los
constructos literarios. En nuestro caso debemos añadir que, aquí, esta
problematización se encuentra enmarañada y estratificada, siendo el
primero de tales estratos el propio relato que Ángela crea –según dice,
ayudada por su compañera– para explicar su vía46. Aquí entra en cuestión
una imagen fundamental: la de la escalera de perfección, herencia de la
tradición monástica que a ella le permite presentar su experiencia a través
de un itinerario ordenado por grados o pasos. En esta compartimentación de
lo indecible el Libro expresa el conflicto a través del uso de dos itinerarios
que se sobreponen: los treinta pasos propuestos en principio quedan pronto
truncados por una vía de siete escalones47. Así, Ángela ve abrirse un
abismo entre el Dios interno y las palabras. Como ella misma expresa: «…
mi discurso es más destruir y blasfemar que hablar»48.
Por otro lado, el segundo de estos niveles de codificación –en este caso,
de ocultamiento de la voz– es el paso del umbro oral de Ángela al latín
escrito del hermano A.49. Como ya hemos dicho, en principio el relato
parte de la construcción que de él ha hecho su propia protagonista y esto se
hace a través de la propia lengua materna, un idiolecto marcado por lo que
Lluís Duch ha llamado «la condición biográfica»50: Ángela no solo narra,
sino que lo hace en sincronía comunicativa, contando vivamente a su
confesor una historia que siente y expresa mediante un lenguaje que es el
suyo y que, de alguna forma, está impregnado de lo vivido. Cuando esta
vivacidad cae en manos de una escritura ajena que, además, trasvasa una
lengua materna a un lenguaje burocrático –docto, instrumental, yerto–, se
borran todos esos rasgos propios con los que el umbro de la folignate debía
marcar algunos términos, muchas expresiones y, globalmente, toda su
historia. De ahí las quejas de Ángela que el hermano A., fiel a su
transcripción incluso en la adversidad, nos transmite: «… todo fue escrito
bastante mal y abreviadamente, como yo mismo le oí decir a ella cuando
una vez se lo leí y me dijo que antes lo destruyera que lo dejase de aquel
modo»51.
En todo caso, quizá debamos alejarnos del desánimo que invadió a
Pascale Bourgain cuando comenzó a estudiar por primera vez el latín del
Libro: «Si Dios se ha dirigido al hombre, ¿es necesario que su mensaje nos
llegue con el tono de voz monótono y los tics de redacción de un notario de
provincias?»52. Él mismo, en su magistral estudio de la lengua latina del
hermano A., nos enseña que su aparente monotonía y simplicidad esconden
una expresión cuidadosa, donde los recursos retóricos se integran en el texto
de manera orgánica, siempre respetando el tono del sermo humilis53. En lo
que respecta al tema que tratamos, podemos afirmar que la transcripción del
monje aporta más ventajas que inconvenientes. En primer lugar, al utilizar
un latín preparado para tomar testimonios orales nos encontramos con una
lengua que se adapta a la circunstancia de traducir al momento una
narración en vulgar. Su sintaxis, así, está basada en la parataxis –sobre todo,
en la acumulación de et… et… et…– y su estructura calca a la perfección la
de la frase umbra que traslada. En palabras de Bourgain: «… el umbro de
Ángela y el latín de su intérprete son estrechamente solidarios en cuanto a
la frase y al orden de sus componentes»54.
En segundo lugar –y este es un asunto que completaremos más adelante
cuando hablemos de la edición estándar del Memoriale de Thier-Calufetti–,
la presión de escribir al dictado y traducir instantáneamente lleva al monje a
colorear su latín con dialectalismos, sin duda provenientes del umbro que
ambos hablaban. Pozzi fue el primero en expresar con contundencia que
palabras como piccum, delectança o cassula habían sido relegadas por los
editores injustificadamente al aparato crítico y que tanto esta como otras
características que vulgarizaban la transcripción latina –esto es, que
imitaban la lengua viva de ambos– habían sido «normalizadas»55. Por
fortuna, actualmente la consulta en línea de ciertos manuscritos o la
aparición de nuevas ediciones más fieles a los originales pueden suplir lo
que hoy en día podemos llamar sin ambages los defectos de edición de
Thier-Calufetti56.
Por último, en la transcripción del hermano A. sobrevive otro rasgo
curioso que él achaca a la prisa con la que tenía que trabajar57:
Ninguna otra cosa quería escribir, sino lo que de ella recibía. Sin
embargo, cuando estábamos sentados juntos, hacía que me repitiese
muchas veces las palabras que yo debía escribir. Y aquello que yo
ponía en tercera persona, ella lo decía siempre en primera, hablando de
sí misma: lo que ocurrió fue que yo escribía en tercera persona por la
prisa y después no lo corregí.
Es decir que durante la lectura del Libro nos encontramos
frecuentemente con cambios de discurso: del referido en tercera persona
pasamos abruptamente a una primera que mimetiza la voz de Ángela. La
sensación que tenemos cuando esto ocurre, por supuesto, es que la distancia
respecto a lo que ella cuenta se reduce, que está menos filtrado o que
estamos leyendo directamente las palabras dictadas. Quizá este sea un mero
juego literario, un espejismo que nos hace oír a Ángela a través de usos
retóricos perfectamente calculados, pero, como en otras ocasiones, la
brusquedad de estos «despistes» cuadra perfectamente con la situación de
trasvase del oral al escrito en la que se ubica el Libro.
Concentrándonos ahora en los problemas de transmisión material
debemos romper una lanza por Thier-Calufetti, ya que una de las virtudes
de su edición fue poner en manos del grueso de los estudiosos las variantes
de un número de códices inédito58. Junto a este masivo cotejo realizaron el
primer intento amplio de trazar la filiación de las «familias» de manuscritos,
tratando de individuar la más cercana a la escritura primitiva de un
desconocido autógrafo de mano del hermano A. Para ello, utilizaron cierta
información textual que les posibilitó crear su teoría sobre las dos
redacciones del Libro, según la cual el fraile habría realizado una primera
redacción –la denominada minor–, que ellos pretendían más antigua, que
contenía un texto más corto, y que estaba conformada por los códices de la
«familia B», un grupo de manuscritos tardío proveniente del norte de
Europa. En ella faltaban los hechos de Asís que, según el texto, fue lo
primero que el hermano A. había transcrito en hojas sueltas, por lo que ellos
deducían que se habían perdido(?). Una segunda redacción –la maior–, más
larga y posterior, retomaría la narración de la peregrinación de Asís,
crecería en detalles y el redactor comentaría en ella su proceso de
transcripción59.
Esta hipótesis fue atacada casi unánimemente por la crítica –en
principio, los argumentos de Pozzi fueron preclaros60– y fue tachada de
manera incontestable como falsa en Le dossier por Emore Paoli61. En
realidad, las diferencias entre estas dos versiones del texto se deben más a
una cuestión de género literario que a la existencia de dos redacciones
primitivas diferentes. Todo se aclara mirando la producción belga de los
códices de la familia B dentro de su contexto de uso. En efecto, tales
códices fueron reescritos para crear manuales que sirvieran a los fines
formativos de la devotio moderna. Interesaba encapsular la experiencia de
Ángela de forma que se mostrara un camino continuo y coherente, un
verdadero itinerario de perfección espiritual al uso de la época. Por
supuesto, el intento de presentar una vía graduada que localizara cada etapa
de la experiencia de Ángela en un paso o escalón ya existía en la versión
maior –esto es, en la segunda redacción según Thier-Calufetti–, pero su
coherencia se veía truncada por escenas biográficas «externas», por lo que,
finalmente, se eliminaron.
Así, se resolvió el enigma de las dos redacciones: una de ellas, la maior,
se difundía como ejemplo de vida santa; la otra, la minor, como scala coeli,
como instrumento devocional que pretendía guiar en una ascención
graduada hacia Dios. En palabras de Paolo Mariani62:
… el texto angelano ha sido objeto a la vez de dos operaciones
distintas. Escalera ascética y ejemplo de vida, ha provisto material
indiferentemente a aquellos que preparaban «manuales» de perfección
y a aquellos que proponían modelos hagiográficos… En el curso del
siglo XV Ángela es una puerta abierta al Paraíso.
A pesar de todo lo dicho, la de Thier-Calufetti sigue siendo una edición
de consulta obligada para los estudios angelanos: aunque adolece de
problemas profundos que solo los años de estudio han ido resolviendo,
posee virtudes evidentes: por ejemplo, el gran número de manuscritos que
maneja o la edición a fronte del códice M, que traduce el Memoriale al
italiano del siglo xiv. En todo caso, creemos que por el momento es
imprudente dejarla de lado, dado el número de lecciones que aporta y que
estas pueden cotejarse con las nuevas ediciones de Fortunato Frezza, Enrico
Menestò o con la propia digitalización en línea del manuscrito de Asís. En
este sentido debemos pensar en la edición de Thier-Calufetti como una
herramienta útil, pero haciendo oídos sordos a sus teorías y teniendo
siempre en cuenta que la rama de manuscritos más fiable es la denominada
«segunda familia» y que, dentro de ella, el códice más autorizado es el
denominado manuscrito A63, que data de cuando Ángela aún vivía.
4. Recepción
Como ya hemos afirmado anteriormente, la herencia de Ángela es
riquísima: cubre un arco temporal que se inicia pocos años después de
acabada la transcripción –cuando aún estaba viva– y llega prácticamente
hasta nuestro siglo. Para trazar una recepción del Libro, quizá convendría
comenzar preguntándose exactamente qué libro se transmite y se recibe en
cada caso, pues ya sabemos que su maleabilidad textual ha sido muy
intensa. En principio, debemos volver a recordar las dos tipologías textuales
en lo que a la tradición manuscrita se refiere, las denominadas redacciones
maior y minor, teniéndolas en cuenta como herramientas que servían a
funciones diversas. Tal y como ya hemos afirmado, leer una u otra supone
enfrentarse a dos textos diferentes que se encuentran anclados en sendos
géneros literarios y que, por tanto, contienen una serie de convenciones y de
expectativas diversos.
Por un lado, como ya hemos dicho, la redacción minor pertenecía a una
tradición de manuales de perfeccionamiento espiritual basados en la imagen
del ascenso graduado. Por otro, la maior entraría de lleno en el género de
las vidas espirituales, aunque con las características especiales que hemos
venido tratando en estas páginas, que han decidido a Claudio Leonardi a
hablar de «autohagiografía»64. En sincronía con la difusión paralela de
estos dos modelos, debemos tener en cuenta que en más del ochenta por
ciento de los casos los escritos de Ángela forman parte de obras
misceláneas –antologías, manuales devocionales, florilegios, etc.–, donde
solemos encontrarnos con cribas textuales, selección de ciertos extractos o
de episodios concretos, que se mezclaban con otros textos para conformar
libros que cubrieran necesidades determinadas65.
A grandes rasgos –y contando siempre con el papel que pudiera jugar la
transmisión oral– estas son las posibles formas de difusión del Libro en las
épocas anteriores a la imprenta. Ahora bien, ¿quién sabemos que leyó a
Ángela?
Sin duda, sus principales receptores fueron desde un inicio las propias
órdenes monacales, que vieron en el Libro un manual útil para la formación
espiritual. Gracias al listado de posesores de los códices que aporta Mariani,
sabemos que gran parte de los manuscritos estaban en manos de diversas
formaciones religiosas: cistercienses, benedictinos, carmelitas… y, por
supuesto, clarisas y franciscanos66. Ciertamente fue en el ámbito del
franciscanismo donde Ángela caló más profundamente: es más, nunca
debemos olvidar que sus primeros testimonios de lectura están vinculados al
franciscanismo espiritual67. Recordemos la mención en la «Aprobación» de
Giacomo della Colonna, que se refuerza por la mención que hace Ubertino
da Casale en el prólogo de su Arbor vitae crucifixae Iesu de un encuentro
acaecido sobre 1298 que se considera la primera mención histórica
extratextual de la folignate68:
En el vigesimoquinto año de mi vida, de una forma que rechazo
describir69, [el Señor] me llevó a conocer a la venerable madre y
santísima Ángela de Foligno, que verdaderamente es una vida angélica
en la tierra. A ella Jesús le reveló los errores de mi corazón y sus
beneficios ocultos, de modo que no pudiera dudar de que era el ser en
sí mismo [ipsum esse] quien había hablado en ella. De esta manera,
restauró mis propios dones corruptos por mi malicia, inmensamente
multiplicados para que de aquel momento en adelante no volviera a ser
el que había sido.
Por otro lado, en ningún caso fueron solo clérigos los que leyeron a
Ángela, sino que tuvo un importante papel en la educación devota de la alta
nobleza europea: ya en el siglo XV se detectan varias copias del Libro en
bibliotecas privadas de las infantas de Castilla, Aragón, Navarra y
Portugal70. A través de los inventarios sabemos, por ejemplo, que María de
Castilla (1401-1458), la esposa de Alfonso el Magnánimo (1396-1458),
guardaba una copia manuscrita del Llibre d’Àngela de Foligno traducido al
catalán71. A su vez, Isabel la Católica (1451-1504) poseía ni más ni menos
que tres copias de un Llibre de les revelacions: «uno manuscrito, un
volumen de la edición princeps en versión latina [(Toledo,)1505] y la
versión en castellano [(Toledo,) 1510]»72. Estas dos primeras impresiones
son verdaderamente capitales en la difusión de los escritos de Ángela pues
fijan una primera versión de sus obras en las que se basarán multitud de
nuevas ediciones y traducciones publicadas en Venecia, París o Colonia73.
Con la reproducción en serie, la propagación de los textos de Ángela se
torna imparable, pues se difunden cientos de copias tanto en latín como en
las lenguas vulgares a las que los lectores podían acceder mucho más
fácilmente que a los manuscritos. No en vano estas dos primeras ediciones
en Toledo a las que nos referimos fueron comisionadas por el cardenal
Cisneros con la pretensión de que viajaran al Nuevo Mundo como lectura
de evangelización, formación espiritual y devoción de las nuevas
comunidades74. Así lo hicieron, creando junto a otras obras el humus de lo
que Blanca Garí ha denominado «literatura conventual hispanoamericana de
1500 a 1700»75, que construye sus textos a través de modelos hagiográficos
similares al de Ángela. Casi con seguridad fue a través de uno de estos
canales, que la historia de Ángela habrá llegado a los místicos carmelitas de
los Siglos de Oro Juan de la Cruz y, sobre todo, Teresa de Jesús.
De los siglos XVII al XIX parece escasear la influencia de Ángela en
otros autores, al menos de manera explícita. En el siglo XIX, sin embargo,
una inflamada traducción al francés –aquella firmada por Ernest Hello76–
reactiva el interés por la folignate de manera inusitada. Como el mismo
Hello afirma, nunca tuvo la pretensión de traducir literalmente77:
… hay dos tipos de exactitud: la exactitud según la letra, que vierte las
palabras una detrás de otra, y la exactitud según el espíritu, que
infunde la sangre del autor de una lengua a otra. Sin desatender la
primera de las dos exactitudes, he intentado sobre todo apegarme a la
segunda. He intentado hacer vivir en francés el libro que vivía en latín.
He intentado hacer gritar en francés al alma que gritaba en latín. He
intentado traducir las lágrimas.
Como decimos, esta versión y sus continuas reimpresiones llegaron a
manos de personajes tan dispares como Georges Bataille, Joris-Karl
Huysmans78 o Léon Bloy79. Sin duda, de estos tres autores en el que abrió
una herida más profunda fue en G. Bataille, que descubrió a Ángela el 5 de
septiembre de 1939 en un tren que huía de París80: «He comenzado a leer,
de pie en un tren repleto, el Libro de las visiones de Ángela de Foligno. Me
limito a copiar, pues no sabría decir hasta qué punto me ha hecho arder». El
descubrimiento de Ángela pasada por el filtro de Hello es el motor que le
hace comenzar la posteriormente denominada Suma ateológica formada por
La experiencia interior (1943), El culpable (1944), Sobre Nietzsche (1945)
y una constelación de libros que giran a su alrededor. Aunque será el
segundo volumen el que afecte más la influencia umbra, la presencia de
Ángela siembra la trilogía entera81.
Como él mismo afirma, la escritura de la Suma se concibe como una
escapatoria de la guerra82: en la trilogía entera su expresión es rota,
fragmentaria, y el pensamiento que explora su interioridad se expone como
a ráfagas. A diferencia de los pasos angelanos, en el francés no existe la
querencia de presentar una experiencia trascendente ordenada como vía
para otros, sino solamente la búsqueda de la liberación propia. En nuestra
opinión, en la Suma Ángela es fuente de tres elementos esenciales: en
primer lugar, le proporciona un texto sagrado que glosar; en segundo, le
aporta un lenguaje –un imaginario– con el que vehicular su propia
búsqueda; en tercer lugar, le aporta los elementos necesarios para conformar
un método de meditación.
Respecto a este último aspecto, diremos que Bataille extrae del Libro –
al parecer combinado eclécticamente con ciertas prácticas orientales– un
método contemplativo plenamente bajomedieval basado en la búsqueda de
la com-passio. Evidentemente tal búsqueda se presenta como ateológica: al
modelo de Cristo como hombre-dios cuyo sufrimiento se debe alcanzar y
compartir, lo sustituye una fotografía de la que habla en varios pasajes en la
que se representan las torturas que un verdugo inflige a un joven chino83.
Por otro lado, el Libro de Ángela como texto revelado le proporciona en El
culpable un material que glosar, una especie de pretexto cristiano citado
literalmente que le permite desarrollar su nueva ateología mística a través
de la reflexión. Por último, aunque no la cite explícitamente, en cada uno de
los libros de la trilogía el lenguaje de Bataille se ve informado por el de la
folignate, que en el fondo es el de la mística de los últimos siglos de la Edad
Media. Las imágenes que ella utiliza –el abismo, la tiniebla, el abrazo, el
grito…84– sirven al francés para internarse en su propia herida interior:
«Amar hasta gritar, abismado en la profundidad quebrada, fulgurante: ya no
importa saber lo que hay en el fondo del abismo. Escribo abrasado todavía,
no iré más lejos»85.
Pablo García Acosta
Nota a la presente edición
Vous que lirez ce livre, ne portez pas le regard froid de la curiosité.
Souvenez-vous des réalités glorieuses, souvenez-vous de réalités
terribles, et prieu le Dieu d’Angèle pour le traducteur de son livre*.
Como hemos explicado en nuestra introducción, los problemas textuales
del Libro de la experiencia son múltiples y profundizar en ellos no es más
que ir excavando estratos. A la ausencia de autógrafo hemos de añadir la
intrincada red de mediaciones que filtra la experiencia de Ángela,
transformando su voz en escritura, su umbro en latín, su narración en
edición textual y esta, al fin, en nuestra traducción al español moderno.
Nosotros, como el último de estos eslabones, hemos querido ceñirnos al
espíritu del dictado, conservando las estructuras sintácticas vulgarizadas en
la medida de lo posible, no añadiendo nada ajeno –así como ya pretendiera
el hermano A.– y marcando las divergencias esenciales entre nuestra
versión y la edición estándar de Ludger Thier y Abele Calufetti. Como ya
sabemos, tal edición adolece de defectos, pero en todo caso sigue siendo la
más completa, y por ello la seguimos a nivel de estucturación general del
texto.
Por motivos prácticos respetamos sus títulos, divisiones y subdivisiones
–que ellos marcan entre <>, signos que nosotros hemos eliminado–. Estos
no se encuentran en los códices, pero creemos que son útiles en un posible
cotejo de la traducción y el texto originario, y, en general, para ayudar a
localizar fragmentos. Una opción habría sido seguir la segmentación de
alguno de los manuscritos, pero son escasas y divergen entre ellas, por lo
que finalmente hemos decidido añadir las del códice principal en nota86.
Otra, hubiera sido inventar nuestra propia parcelación, a la manera de la
mayoría de traductores modernos, pero pensamos que ello supondría añadir
una confusión más a la multiplicación de versiones. En todo caso, ha de
tenerse en cuenta que los encabezamientos de Thier-Calufetti solo
funcionan como marcas de ubicación, que no existen en los códices y que
nunca deben ser leídos como base para una interpretación del Libro. Frente
a la obra de Ángela siempre se debe de tener claro que la verdadera
estructura de su experiencia como codificación escrita son los pasos –treinta
primero, siete después– en los que ella y el hermano A. deciden dividirla.
Aparte del asunto de la transmisión del texto, en el Libro es esencial
todo lo concerniente a la distinción de voces. Como bien advierte el
hermano A.87:
Ninguna otra cosa quería escribir, sino lo que de ella recibía. Sin
embargo, cuando estábamos sentados juntos, hacía que me repitiese
muchas veces las palabras que yo debía escribir. Y aquello que yo
ponía en tercera persona, ella lo decía siempre en primera, hablando de
sí misma: lo que ocurrió fue que yo escribía en tercera persona por la
prisa y después no lo corregí.
Teniendo en cuenta esto, el relato transcrito en tercera persona se
traduce limpiamente sin entrecomillado. Por otro lado, hemos utilizado las
comillas bajas –«…»– para indicar la intervención de la palabra directa de
Ángela, que normalmente se desarrolla en primera persona; las comillas
altas –“…”– para introducir la voz de otros personajes en este relato directo
–por ejemplo, el contenido de las locuciones o alocuciones–. Las palabras a
las que se hace alusión directa dentro del texto –para parafrasear su sentido,
por ejemplo– se han editado en cursiva. Por último, las reconstrucciones
textuales de Thier-Calufetti, que son muy pocas, se han traducido entre <…
>.
A nivel textual, pues, partimos de la versión latina editada por ThierCalufetti, pero siempre cotejando las variantes –sobre todo las de la
vulgarización de M: Códice Milán, Biblioteca Trivulziana 150–,
discutiéndolas en nota cuando nos parecen interesantes por su interpretación
o recepción del texto y, sobre todo, dándole primacía a las lecturas de A.
Dadas las advertencias de Pozzi y otros sobre la labor homogeneizadora de
los editores franciscanos –que han creado dos proto-textos «corregidos» que
no se corresponden con los de ningún manuscrito en lo que Romana
Guarnieri denominó un «falso storico»88–, hemos consultado in situ las
lecciones del manuscrito de Asís que, como bien afirma Attilio Bartoli
Langeli: «… presenta el testimonio más antiguo, autorizado, sugestivo,
problemático»89. En todo caso, anotamos al pie toda la información que
bien las nuevas ediciones o bien la consulta directa de A puedan aportarnos
a nivel hermeneútico-filológico.
Así como hemos mantenido la segmentación textual de Thier-Calufetti,
también hemos seguido su división en párrafos y frases, menos en las
ocasiones en las que no estamos de acuerdo con su lectura, tomamos la
lección de otro códice o hay un cambio importante en la persona del
discurso: en todo caso, declaramos cualquier alteración en nota. Como
también hemos dicho anteriormente, hemos intentado ofrecer una
traducción que siendo lo más literal posible mantenga un ritmo que haga
agradable la lectura, a la vez que conserve el espíritu del dictado original.
Como ha sido estudiado por P. Bourgain90, las frases del hermano A.
provienen del estilo notarial que se utilizaba para tomar nota rápida de
testimonios orales y pueden alargarse, a través de las conjunciones, hasta el
infinito. Uno de nuestros objetivos ha sido respetar el carácter de tales
frases, cuya estructura tiene más que ver con el umbro de Ángela que con el
latín escolástico. Por este mismo motivo hemos conservado, a su vez, la
mayoría de conjunciones, las coletillas propias del transcriptor y las
repeticiones léxicas que se dan en el texto, lo que en ocasiones nos ha hecho
respetar la forma por encima del ripio. En todo caso hemos buscado en
nuestra versión la sencillez y la transparencia.
Por último, la experiencia mística narrada posee una serie de estilemas
que las lenguas románicas soportan con dificultad. Quizá el más conocido
sea el uso de las pasivas sin complemento agente, que quieren significar los
movimientos de una energía de fuente desconocida externa al sujeto, que
implica fenómenos interiores tangibles91. Dada la importancia de esta
estructura la traducimos literalmente en la mayoría de ocasiones, si bien
algunas veces la hemos transformado en una oración impersonal, que se
adapta mejor a nuestra lengua.
Las abreviaturas que utilizaremos de ahora en adelante son las
siguientes:
A = Códice Asís, Biblioteca Comunale 342. Consultable online en la
página de la Società Internazionale di Studi Francescani Assisi:
http://88.48.84.154/bbw/jsp/volumes/.
Andreoli = Il libro della beata Angela da Foligno, S. Andreoli (trad.),
San Paolo, Milán, 1990.
B = Primera familia de códices, tal y como los agruparon ThierCalufetti, de origen belga (véanse las págs. 51-55 de su edición).
Le dossier = G. Barone y J. Dalarun (eds.), Angèle de Foligno. Le
dossier, École française de Rome, Roma, 1999.
M = Códice Milán, Biblioteca Trivulziana 150.
Memoriale = Edición estándar del texto de Ludger Thier, O. F. M., et
Abele Calufetti, O. F. M., Il libro della Beata Angela da Foligno, Collegii
S. Bonaventurae ad Claras Aquas, Grottaferrata, 1985, págs. 125-401.
Pozzi = A. de Foligno, Il libro dell’esperienza, G. Pozzi (trad. y ed.),
Adelphi, Milán, 1992 [nueva edición revisada, 2001].
R = Códice Rieti, Biblioteca Paroniana, Fondo de Fontecolombo 9.
S = Códice Subiaco, Biblioteca Monasterio de Santa Escolástica 112.
Este trabajo que aquí editamos tiene una deuda particular con la doctora
Victoria Cirlot, que me descubrió a Ángela en La mirada interior y que,
años después, me cedió su proyecto de traducir el Memoriale. Muchos de
los temas que recorren las notas pertenecen a su particular visión de la
folignate, que yo he heredado. Desde aquí quiero agradecerle el magisterio
constante, así como el apoyo y la generosidad que me ha demostrado desde
que la conozco. Por otro lado, al Grupo de Investigación de la Bibliotheca
Mystica et Philosophica Alois M. Haas** debo agradecerle la ayuda
económica que me permitió viajar a Asís para consultar el manuscrito A y
la nutrida biblioteca especializada en mística custodiada en el «Dipòsit de
les Aigües» de la Universitat Pompeu Fabra: durante los meses de estudio
previos a la traducción, sus fondos me dieron acceso tanto a los textos sobre
Ángela y su tiempo, como a las principales ediciones del Memoriale. A su
vez, quiero agradecer especialmente a la doctora Blanca Garí de la
Universitat de Barcelona la ayuda bibliográfica que me ha prestado en
cuanto a la recepción angelana y muchas de las ideas surgidas en
conversaciones que me han hecho entender el medievo de Ángela de una
manera particular. Al doctor Ramos Arteaga de la Universidad de La
Laguna, quiero agradecerle el señalarme hace tanto la figura de Francisco,
el juglar de Dios: he tenido su visión de los hermanos siempre presente al
traducir este libro. Por otro lado, doy las gracias desde estas líneas a Olga
Serra, Juan Santana, Anna Serra, Mathius de Felipe, Natividad Pozuelo y
Verónica Farizo por su lectura del manuscrito de la «Introducción» y sus
utilísimos comentarios y correcciones. Gracias, por último, a mi familia y a
todos los amigos que me han acompañado enriqueciéndome durante estos
años de trabajo: la lista sería larga e injusta. Especialmente agradezco a mi
madre, Carmen Luz Acosta, su infinita presencia en mi vida.
* E. Hello, trad. cit., pág. 25.
** Grupo de investigación inscrito en el Departamento de Economía y
Conocimiento de la Generalitat de Cataluña como 2009SGR1551.
Libro de la experiencia
Aprobación92
Quien tenga la ocasión de leer o ver93 estas palabras que por mí,
indigno hermano menor, fueron recogidas de manera diligente y cuidadosa
tal y como las dictó la sierva de Cristo, debe saber que ya han sido leídas y
examinadas por el señor diácono cardenal Giacomo de la Colonna antes de
sus desavenencias con el Sumo Pontífice94 y por ocho famosos lectores. De
estos, uno fue lector por muchos años en el convento de Milán, donde está
el studium generale95; cuatro fueron ministros en la administración de la
provincia de San Francisco96; otros dos fueron inquisidores por muchos
años en dicha provincia y el último fue custodio de diversas custodias97. A
su vez, fue leído por otros tres hermanos muy entendidos y versados en el
arte de la lectura98 y por muchos otros dignos de fe, hombres muy
modestos y espirituales: ninguno lo censuró en ningún punto, sino que
humildemente lo reverencian y como asunto divino lo abrazan con devoto
afecto.
Prólogo99
La experiencia de los verdaderos fieles prueba, ve y toca100 la Palabra
de Vida Encarnada, así como el Evangelio dice: «El que me ame, observará
mi palabra, y mi Padre lo amará y a él vendremos y en él haremos morada».
Y también: «Al que me ame, yo me manifestaré»101.
Esta es la experiencia y la doctrina que Dios hace probar a sus fieles de
forma plena. Y aquí recientemente una de dichas fieles ha mostrado por su
propia devoción tal experiencia y doctrina, que es la que yo de forma poco
plena, muy resumida y fragmentaria, aunque en la verdad, describo en las
siguientes páginas102.
Por qué y cómo yo, indigno escritor, fui obligado, según creo, por Dios
a escribir y por qué y cómo dicha fiel de Cristo fue sin duda obligada a
hablar, lo referiré más abajo donde comienzo a entender los hechos o a
ponerlos por escrito en el lugar que les correspondía103.
Capítulo I
Primeros veinte pasos de la beata Ángela
en su vía de penitencia y perfección
espiritual104
Me dijo esta fiel de Cristo que hablando de Dios con su compañera105
había establecido treinta pasos o mutaciones del alma, que encontró en sí
misma y que se originaron en su vía de penitencia106.
EL PRIMER PASO es el reconocimiento del pecado, por el cual el alma
teme muchísimo s-er condenada al Infierno y por ello llora amargamente.
EL SEGUNDO PASO es la confesión, donde todavía encuentra
amargura y vergüenza y aún no siente amor sino dolor. Por ello me refirió
cómo varias veces había comulgado llena de pecados, los cuales no
confesaba enteramente por vergüenza, y por los cuales día y noche tenía
remordimientos de conciencia. Y esa noche, cuando por esto le rogaba a san
Francisco que le encontrase un confesor que entendiese sus pecados y con
el que ella se pudiese confesar bien, apareció un viejo monje que le dijo:
«Hermana, si antes me lo hubieseis requerido, antes te hubiese satisfecho;
en todo caso, eso que me pides ya te ha sido concedido»107.
«Y por la mañana fui rápidamente a San Francisco y volví pronto. Y
mientras volvía me encontré con un monje que predicaba en San Feliciano,
y aquel monje era capellán del obispo. Y de repente, movida por el Señor,
decidí confesarme a él por completo, ya que él o bien tenía la autoridad del
obispo o bien podía presentármelo. Y me confesé con él correctamente. Y
él, oída la confesión, dijo que si aquello no me bastaba, él mismo estaba
dispuesto a contar al obispo mis pecados. Y dijo: “Te comunicaré la
penitencia que el obispo te imponga a pesar de que yo, sin él, pueda
absolverte”. Por esta razón en este paso el alma tiene todavía vergüenza y
amargura y no siente amor, sino dolor.»
EL TERCER PASO es la penitencia que hace el alma para satisfacer a
Dios por los pecados: y aún se encuentra en el dolor.
EL CUARTO PASO es el reconocimiento de la misericordia divina, la
cual le ha sido concedida por Dios y la ha sacado del Infierno. Y aquí
comienza a iluminarse y todavía llora y se lamenta más que al principio, y
desea hacer aún más áspera penitencia.
Yo, hermano escritor, digo que no he descrito en cada paso la admirable
penitencia que hacía la fiel de Cristo, porque solo tuve noticia de ella
después de haberlos redactado. Ella misma no me lo contó entonces, sino
que tan solo me manifestaba lo que era necesario para distinguir un paso del
otro108. Y yo no quería escribir una sola palabra más que las dichas por
ella: al contrario dejé muchas cosas atrás que no llegaba a escribir.
EL QUINTO PASO es el conocimiento de sí misma, pues ya algo
iluminada no ve en sí sino defectos y todavía se condena delante de Dios,
diciendo que es sin duda digna del Infierno. Y aquí encuentra todavía
amargo llanto.
«Debes tener presente que en cada uno de estos pasos hay un receso.
Por ello debemos sentir gran piedad y hondo dolor109 por esta alma, ya que
solo se puede mover hacia Dios tan fatigosamente y con abatimiento; con
tan grave carga y con insignificantes pasos110. Y sé de mí que en cada paso
me demoraba y lloraba, y no recibía simultáneamente más de una cosa, a
pesar de que encontrara un cierto consuelo en el llanto en cada uno de los
pasos, aunque era un consuelo amargo.»
«EL SEXTO PASO es una iluminación por la gracia, la cual
profundamente me dio conocimiento de todos los pecados. Y veía que yo
había ofendido a todas las criaturas creadas por mí en esta iluminación; y
profundamente volvían a mi memoria mis pecados, y yo misma se los
confesaba a Dios. Y, así, rogaba a todas las criaturas que me parecía haber
ofendido que no me acusaran. Y entonces rezaba con gran fuego de amor e
invocaba a todos los santos y a la santa Virgen María para que intercediesen
por mí y rogasen a Amor, que tantos bienes ya me había concedido, para
que conociéndome muerta, me hiciera vivir. Y me parecía que todas las
criaturas y todos los santos tenían piedad de mí111.
EN EL SÉPTIMO PASO se me permitía ver la cruz, en la que veía a
Cristo muerto por nosotros. Pero era esta una visión insípida, aunque yo
sintiera gran dolor112.
EN EL OCTAVO PASO, ante la figura de la cruz, me fue dada una
mayor comprensión sobre cómo el Hijo de Dios murió por nuestros
pecados. Y entonces reconocí cada uno de mis pecados con enorme dolor y
sentí que era yo quien lo había crucificado113. Sin embargo, en aquel
momento no entendía cuál de estos dos bienes recibidos era mayor:
haberme rescatado de los pecados y del Infierno convirtiéndome a la
penitencia o haber sido crucificado por mí. Pero en esta compresión de la
cruz recibí tanto fuego que, estando cerca de ella, me despojé de todos mis
vestidos y me ofrecí, entera, a Cristo114. Y aunque estuviera llena de temor
en aquel momento le prometí guardar castidad perpetua y, acusando a cada
uno de mis miembros –es decir, a cada uno por sí mismo–, no ofenderle con
ninguno. Y le rogaba que me hiciera observar esta castidad en cada uno de
mis miembros y mis sentidos, pues por una parte temía prometer y, por otra,
aquel fuego me obligaba a hacerlo. Y no podía hacer otra cosa.
EN EL NOVENO PASO me fue otorgado el preguntar cuál era la vía de
la cruz, de manera que yo pudiese llegar a su pie, donde se refugian todos
los pecadores115. Y la vía de la cruz me fue enseñada, clarificada y
mostrada de este modo, es decir que si quería ir a la cruz que me despojase
para que fuese más ligera y que caminase desnuda hacia la cruz, es decir
que perdonase a todos los que me habían ofendido y que me despojase de
todas las cosas terrenales116 y de todos los hombres y mujeres, y de todos
los amigos y familiares, y de todos los demás, y de mi propiedad y de mí
misma, y que mi corazón lo diese a Jesucristo, ya que tantos beneficios me
había concedido, y que caminase por la vía espinosa, es decir la de la
tribulación.
Y entonces comencé a dejar mis mejores ropas y a privarme de comida
y de telas para la cabeza117. Sin embargo aún no había sentido el amor, lo
que era para mí motivo de vergüenza y de pena. Además, estaba con mi
marido y por ello me amargaba cuando era injuriada por él118, con actos o
palabras, cosas que soportaba pacientemente como podía. Y ocurrió que,
por voluntad divina, en aquel tiempo murió mi madre, que era para mí un
gran impedimento. Y después murieron mi esposo y mis hijos en un corto
lapso. Y ya que yo había comenzado la vía que ya he mencionado y había
rogado a Dios que murieran, tuve un gran consuelo por su muerte119. Y
pensaba que después de que Dios hubiera hecho todo esto por mí, mi
corazón siempre estaría en el corazón de Dios y el corazón de Dios siempre
estaría en el mío.
EN EL DÉCIMO PASO cuando preguntaba a Dios qué podía hacer yo
para gustarle más, él por su misericordia se me apareció muchas veces,
tanto mientras dormía como cuando velaba, crucificado en la cruz. Y me
decía que mirase sus llagas y de manera milagrosa me mostraba cómo había
soportado todo por mí120. Y así lo hizo muchas veces. Y mientras me
mostraba individualmente, una a una, todas las cosas que había soportado
por mí, me decía: “Así pues, ¿qué puedes hacer tú como compensación?”.
Y así se me apareció muchas veces, en la vigilia más gustosamente que
durmiendo, aunque siempre se me aparecía muy doliente, y me decía lo
mismo que me había dicho durmiendo, mostrándome sus sufrimientos de
los pies a la cabeza. También me enseñaba los pelos de su barba y los de las
cejas y los que arrancaron de su cabeza y enumeraba todas las
flagelaciones, indicando cada uno de los golpes. Y decía: “Todo esto lo
sufrí por ti”121.
Y entonces admirablemente tornaba a mi memoria cada uno de mis
pecados, y así se me mostraba cómo, habiendo llagado a Cristo hacía poco
con mis pecados, yo debía sentir máximo dolor. Y entonces sentía por mis
pecados un dolor mayor que el que había sentido antes. Igualmente, viendo
en mí su Pasión él decía: “¿Qué puedes hacer por mí que te sea suficiente?”.
Y entonces lloraba mucho y lagrimaba tan ardientemente que las lágrimas
me quemaban la carne, por lo que era necesario que pusiera agua a enfriar.
EN EL UNDÉCIMO PASO las cosas que he contado me movieron a
hacer aún más áspera penitencia.»
Este paso es largo de escribir y admirable y difícil por encima del nivel
de lo humano. Lo digo yo, hermano escritor, que he conocido más tarde su
penitencia.
«EN EL DUODÉCIMO PASO como me parecía que con las cosas
mundanas no podía hacer suficiente penitencia, decidí dejarlo
absolutamente todo atrás para poder hacerla e ir hacia la cruz del modo en
que Dios me había inspirado. Esta decisión así me fue dada por él por su
maravillosa gracia. Yo deseaba con vehemencia ser pobre y a menudo con
mucha angustia pensaba que antes de morir no lo conseguiría y, por el
contrario, me sentía asaltada por muchas tentaciones que me sugerían que
tuviese cuidado porque el mendicar, para una mujer tan joven, podía ser
algo peligroso y vergonzoso, y que podía morir de hambre y frío y
desnudez. Por ello todos me disuadían de hacerlo. Así, una vez, recibí una
iluminación divina en el corazón y, junto a ella, una seguridad que entonces
creía –como también ahora creo– que no iba a perder jamás. Esta
iluminación me llevó a establecer y decidir que nunca me echaría atrás si
era necesario morir de hambre, desnudez o vergüenza, por la única razón de
que eso lo quería o podía querer Dios. Además, si hubiese tenido la certeza
de que me ocurrirían estas desventuras, habría estado preparada para morir,
porque a pesar de que me ocurrieran esas cosas, moriría feliz por Dios122.
En aquel momento tomé mi decisión definitiva.
EN EL DECIMOTERCER PASO entré por el dolor de la Pasión que
sufrieron la madre de Cristo y san Juan123, y les rogaba que me diesen un
signo certero con el que pudiera tener siempre y sin interrupción la Pasión
de Cristo en la memoria. En esto ocurrió que en un sueño me fue mostrado
el corazón de Cristo y me fue dicho: “En este corazón no hay mentira, sino
que todo aquí es verdad”. Y sospechaba que esto me había ocurrido porque
me había burlado de cierto predicador.
EN EL DECIMOCUARTO PASO mientras estaba orando se me mostró
Cristo, y yo estaba despierta, en la cruz claramente. Esto me dio mayor
cognición de él. Fue entonces cuando me llamó y me dijo que debía poner
mi boca en la llaga de su costado. Y de allí me parecía ver y beber sangre
fluyente y fresca. Y él me daba a entender que esto me purificaba124. Y
aquí comencé a sentir una gran alegría, aunque en la consideración de la
Pasión tuviera tristeza125.
Y rogué a Dios que me hiciera derramar toda mi sangre por su amor,
como él había hecho por mí126. Y me obligué a desear por su amor que
todos mis miembros sufriesen una muerte diferente de aquella soportada por
él en la Pasión, es decir más vil. Y pensaba y deseaba que si viniese alguien
a asesinarme, que lo hiciese siempre por su amor y fe, le pediría que me
concediera esta gracia; y ya que Cristo fue crucificado en la cruz, que me
crucificara a mí en una ribera o en un lugar vilísimo o en una cosa vilísima.
Y como no era digna de morir como lo hicieron los santos, que me matara
de un modo más vil aún y con larga agonía. Y no podía pensar en una
muerte tan vil como la que yo deseaba, es decir mucho me mortificaba por
no poder encontrar una muerte tan vil que se pudiera comparar con la de los
santos. Y esto porque de todo era indigna.
EN EL DECIMOQUINTO PASO me fijaba en san Juan y en la Madre
de Dios, pensando en su dolor y rogándoles que me consiguieran esta
gracia, es decir que yo sufriese siempre el dolor de la Pasión de Cristo o al
menos el dolor que ellos sintieron por él. Y ellos me lo procuraron y aún
hoy me lo procuran. Una vez, san Juan me dio tanto, que fue de los mayores
sufrimientos que yo nunca hube probado. Y se me daba a entender que san
Juan soportó tanto dolor por la Pasión y la muerte de Cristo, y por el dolor
de su madre, que pensaba y aún pienso que fue más que un mártir127.
Por ello entonces me fue dado el deseo de expropiarme con tal
intensidad que, aunque a menudo me instigara el demonio para que no lo
hiciese –y aunque muchas veces me tentara–, y aunque me fuese prohibido
por los monjes128 y por ti, y por todos aquellos a quienes debo pedir
consejo, no hubiera podido abstenerme, a pesar de todos los males y bienes
que me podrían haber sido hechos. Y si no hubiese podido erogar mis
bienes de otra manera a los pobres, habría dejado atrás todo sin duda
alguna, porque sentía que no podía quedarme con nada sin gran ofensa. A
pesar de ello, el alma permanecía en gran amargura a causa de los pecados;
y no sabía si lo que estaba haciendo placía a Dios. Por ello, gritaba con
abundante llanto amargo e iba diciendo: “Señor, aunque esté condenada no
dejaré de hacer penitencia, y me expropiaré y te serviré”. Y permaneciendo
en la amargura por los pecados y no probando aún ninguna dulzura divina,
fui mutada de este estado, de esta manera.
EN EL DECIMOSEXTO PASO una vez había ido a la iglesia y había
rogado a Dios que me concediese alguna gracia, y mientras rezaba, puse en
mi corazón el padrenuestro con tan clara inteligencia de la bondad divina y
de mi indignidad que cada una de las palabras era expuesta en mi
corazón129. Y decía aquel padrenuestro con tal lentitud y con tal cognición
de mí misma que, aunque por un lado llorase amargamente por los pecados
y por la indignidad que en mí iba conociendo, por otro gracias a ello obtuve
un gran consuelo y, entonces, comencé a gustar algo de la dulzura divina, ya
que conocía mejor la bondad de Dios allí que en cualquier otra cosa, aunque
ahora me sepa incluso mucho mejor. Sin embargo, como en dicho
padrenuestro se me revelaron mis pecados y mi indignidad, comencé a ser
asaltada por la vergüenza, de manera tal que no osaba alzar los ojos. Pero
me representé130 a la santa Virgen para que ella me perdonara los pecados.
Y estaba aún en la amargura a causa de los pecados131 y en todos los pasos
anteriores permanecí durante largo tiempo, antes de poder moverme hacia
otro paso. Pero en algunos pasos me demoré más y en otros menos.»
Por todo esto exclamaba la fiel de Cristo: «¡Con qué gravedad avanza el
alma y sobre ello no escribes nada! Aquí le pusieron fuertes cepos132, es
decir que le ataron los pies, y el Mundo y el Demonio ayudaron a ello».
«EN EL DECIMOSÉPTIMO PASO133 después de todo lo dicho, me
fue demostrado que la santa Virgen María había obtenido una gracia para
mí, que me parecía una fe diferente de la que tenía antes. Esto ocurría
porque, en comparación, la fe que había tenido hasta este paso me parecía
casi muerta y porque, en comparación, las lágrimas que había derramado
hasta entonces me parecían fingidas. Después de esto me afligí pensando en
la Pasión de Cristo y en el dolor de su madre más eficazmente. Y desde
entonces, hiciera lo que hiciese, me parecía que era poco, y deseaba hacer
una penitencia mayor. Y entonces me recluí en la Pasión de Cristo y me fue
dada la esperanza de que allí podría liberarme134.
Y entonces comencé a recibir consuelo a través de los sueños, y tenía
bellísimos sueños y encontraba consuelo en ellos. Y empecé a recibir, tanto
en la vigilia como en el sueño, una continua dulzura de Dios en el alma. Sin
embargo, ya que aún no sentía certeza, aún se me mezclaba la amargura y
quería otras cosas de Dios.»
Y de entre muchos sueños y visiones me narró uno, diciendo: «Una vez,
cuando me encontraba en la cárcel135 donde me había recluido para la
cuaresma mayor, meditaba llena de amor sobre una palabra del Evangelio,
una palabra de grandísima turbación y excesivo deleite, mientras tenía al
lado un libro, un misal, y tenía sed por verla al menos en su forma escrita;
apenas conseguía dominarme y reprimirme, conteniéndome por temor de
soberbia a abrir aquel libro con mis manos por la gran sed de amor que
sentía. Entonces me quedé un poco traspuesta y me adormecí con este
deseo. Y, repentinamente, fui llevada a una visión. Y se me dijo que la
verdadera comprensión de las Epístolas es tan deleitosa que en el momento
en que alguien llegase a entenderlas bien se olvidaría de todo lo mundano.
Y me dijo aquel que me guiaba: “¿Lo quieres probar?”. Y yo asentí, pues
deseaba violentamente probarlo, al instante me condujo y me lo hizo probar.
Y entendí los bienes divinos con tal deleite, que súbitamente olvidé todo lo
mundano. Y me dijo aquel que me guiaba que también la verdadera
comprensión de los Evangelios era algo altamente deleitable y que si
alguien los hubiera entendido se habría olvidado no solo de todo lo
mundano, sino que también se habría olvidado completamente de sí mismo.
Y me guio aún más y me los hizo probar136. Y súbitamente comencé a
entender con tanto deleite los bienes divinos que olvidé no solo todo lo
mundano, sino también completamente a mí misma. Y me encontraba en tal
deleite divino que pedí a aquel que me guiaba no salir nunca más de aquel
estado. Y me respondió que esto que pedía no podía ser. Y, repentinamente,
me dejó y yo abrí los ojos. Y sentí un enorme gozo por lo que había visto,
aunque sufría por haberlo perdido. Y aún ahora me llena de gozo
recordarlo. Y desde entonces ha permanecido en mí tanta certeza y tanta luz
y ardor de amor de Dios que afirmaba con máxima certeza que nada se
puede predicar sobre el Amor de Dios, y que quienes lo predican no lo
pueden hacer y tampoco lo entienden137. Así me lo había dicho aquel que
me guio en las visiones138».
«EN EL DECIMOCTAVO PASO, después de haber sentido a Dios139
me deleité tanto en la oración140 que no me acordaba de comer. Y habría
querido no tener necesidad de alimentarme para permanecer en oración. Y
aquí se mezclaba cierta tentación, es decir la de no comer y, comiendo, de
comer en cantidades mínimas, pero me di cuenta de que era un engaño141.
Y se mantenía el fuego de amor en mi corazón de forma que nunca me
fatigaba ni cuando hacía genuflexiones ni por otro ejercicio de penitencia.
Después recibí tan gran fuego de forma que si escuchaba hablar de Dios
me ponía a gritar. Y si alguno se hubiese abalanzado sobre mí con un hacha
para asesinarme no me habría apartado. Esto me ocurrió por primera vez
cuando vendí mi casa de campo, mi más bella propiedad, para dársela a los
pobres142. Y primero me mofaba de Petruchio, después ya no pude hacerlo
más143. Cuando alguno me decía que estaba endemoniada144 porque me
veían obligada a comportarme así me avergonzaba y asentía repitiendo yo
misma que estaba enferma y poseída, y no podía contradecir a los que me
criticaban.
Y cuando veía una pintura de la Pasión de Cristo apenas podía
soportarlo, y enfebrecía y enfermaba, por lo que mi compañera me las
quitaba y hacía todo lo posible por escondérmelas145.
EN EL DECIMONOVENO PASO en medio de esta época de los gritos,
después de la iluminación y del consuelo que percibí maravillosamente
recitando el padrenuestro, sentí por primera vez el consolador efecto de la
divina dulzura de la manera que ahora contaré.
Tuve una inspiración y fui movida a considerar el deleite que se siente
en la contemplación de la humanidad y la divinidad de Cristo. Y entonces
tuve un consuelo superior a todos los que había experimentado hasta ese
momento, de tal forma que gran parte de aquel día estuve de pie en la celda
donde oraba completamente recogida y sola146, y mi corazón permanecía
en aquel deleite. Y me desmayé y perdí el habla. Y mi compañera corrió
hacia mí, pensando que me moría, que estaba ya muerta, y me molestaba
que me impidiera permanecer en aquel consuelo supremo.»
En otra ocasión, antes de que hubiese comenzado a distribuir sus bienes
–aunque se quedara con muy poco–, una tarde mientras estaba rezando se
lamentaba porque le parecía que no sentía a Dios y le rogaba y se
lamentaba, diciendo: «Señor, esto que hago, solo lo hago para encontrarte.
¿Te encontraré cuando acabe?». Y mucho más decía en su oración. Y
obtuvo la siguiente respuesta: «¿Qué quieres?». Y ella respondió: «No
quiero ni oro ni plata: aunque me dieses el mundo entero, solo te quiero a
ti». Y entonces le fue respondido147: «Atenta, porque justo cuando acabes
lo que estás haciendo, la Trinidad entera vendrá a ti».
«Y entonces me prometió otras muchas cosas, eliminó de mí toda
tribulación y me dejó con mucha dulzura. Y desde aquel momento esperaba
que ocurriese lo que me había dicho. Y todo esto se lo conté a mi
compañera, porque yo dudaba de las cosas que me habían sido dichas y de
aquellas que me habían sido prometidas, aunque me hubiese dejado mucha
suavidad divina.»
«EN EL VIGÉSIMO PASO148 después de esto marché a la iglesia de
San Francisco de Asís. Durante el camino se cumplió la promesa que te he
referido. No recuerdo si ya había erogado todo, es decir si ya había acabado
de distribuir mis bienes entre los pobres, pero me quedaba muy poco, y solo
porque uno me había hecho esperarlo mientras él iba al reino de Puglia para
dividir parte de sus bienes con un hermano suyo que allí habitaba. Dijo que
volvería rápidamente para erogar la totalidad de sus bienes a los pobres y
para expropiarse junto a mí, ya que se había convertido y había sido
animado a ello por gracia divina siguiendo mi consejo. Por eso decidí
esperarlo, pero después me enteré de que había muerto en el viaje, que Dios
hacía milagros por su intercesión y que su sepulcro era objeto de
veneración.»
Este vigésimo paso que aquí se transcribe es lo primero que yo, indigno
hermano, escribí y escuché de boca de la fiel de Cristo. Y no termino ni
continúo este paso aquí, el cual es admirable y de gran revelación, y muy
largo y de mucho deleite y familiaridad divina –aunque el vigésimo primero
sea aún más admirable–, sino que suspendo o postergo su escritura para
referir brevemente cómo, por extraordinaria intervención de Cristo, me
enteré de estas cosas y me vi obligado a ponerlas por escrito149.
Capítulo II
Explicaciones del hermano escritor sobre
la división, motivación y verdad del Libro
de la Experiencia
EL HERMANO ESCRITOR REFIERE CON QUÉ ORDEN PREPARÓ
Y REDACTÓ EL TEXTO DEL LIBRO DE LA EXPERIENCIA
Antes de nada hago notar aquí que yo, hermano escritor con la ayuda de
Dios, quería extender la materia del primer paso hasta el lugar que se
describe en el vigésimo primero, es decir, hasta el final de la segunda
revelación. Allí escribí que Dios milagrosamente le reveló a ella que todo lo
que habíamos escrito era verdad y que no contenía mentira alguna.
Ciertamente, lo que ella decía era mucho más pleno de lo que yo he escrito,
ya que yo lo he hecho de forma reducida y con defectos150.
De allí en adelante no he sabido dar continuidad a mi materia, ya que
después he visto a la fiel de Dios demasiado intermitentemente para escribir
lo que ella me dictaba. Esta es la razón por la que a partir del paso
decimonoveno no haya sabido numerar los pasos posteriores
distinguiéndolos con certeza. Por tanto, sintetizaré de aquí en adelante todo
lo demás en siete pasos o revelaciones, pues yo vi a la fiel de Cristo estar en
la gracia divina y ascender en los dones y en los carismas de la gracia151.
Esto lo he hecho de la forma que he pensado mejor y más conveniente.
ÍNDICE Y SUMARIO DEL TEXTO DEL LIBRO DE LA
EXPERIENCIA PARA TODOS LOS PASOS QUE SIGUEN AL XIX
El primer paso152, por tanto, sigue a la narración maravillosa de los
hechos acaecidos en Asís153: es una revelación de la familiaridad divina y
de la elocuencia y las enseñanzas de Dios. Y contiene al final del paso la
respuesta que Dios le dio sobre la Trinidad y la visión que tuvo de Cristo en
el sacramento del altar.
El segundo paso es la revelación de la divina unción y la confirmación y
la eterna visión de Dios en el Paraíso. Y este paso contiene cómo Dios le
pide al alma que lo ame sin maldad y le muestra, a través de una larga
predicación, cómo él es el amor del alma, aunque allí se encuentre escrito
breve y fragmentariamente. Y quiere que el alma tenga o desee tener algo
que se parezca al amor verdadero, con el cual él nos amó a nosotros.
Además, allí se comprueba por enseñanzas que toda alma que quiera tener y
desee encontrar la divina misericordia la puede hallar como María
Magdalena. Dios muestra que esto procede del amor y la divina bondad del
Padre, y del reconocimiento que el pecador haga de su condición. Y por
estas dos cosas cuanto mayor sea el pecador, mayor gracia y misericordia
podrá encontrar. Y también se dice que Dios es el amor del alma. Además,
le fue revelado que Dios estaba presente en estas cosas que escribíamos y
que le gustaban y, también, que no había mentira en ellas. Además, le fue
revelado cómo Dios y después la santa Virgen dieron la bendición sobre las
limosnas que ella recibía. Además, el éxtasis154 en el que cayó cuando vio
el Cuerpo de Cristo.
El tercer paso es la revelación de las enseñanzas divinas a través de
palabras perceptibles con los oídos corporales y testimonios solo
inteligibles por el gusto de la mente. Además, allí se enseña cómo los hijos
legítimos de Dios son aquellos que buscan saber quién es Dios Padre, que
les dio el don de su filiación. Y esto lo hacen porque lo quieren conocer y
complacerlo. Además, después se explica qué les dice Dios a ellos.
Después, se enseña de qué modo perciben la gracia de Dios acercándose a
él y cómo hay que acercarse, y la doctrina por la que el hombre puede
convertirse en hijo legítimo de Dios. Después, también contiene quiénes son
los hijos de Dios que son reprobados por él. Además de cómo vio la divina
sabiduría, por la cual le es permitido juzgar con justo juicio.
El cuarto paso es la revelación de la propia humillación y de la
transformación y la certeza divina. Y se contiene en este paso cómo vio el
mundo entero y cómo todo le pareció pequeño, y que Dios llenaba todo y
todo lo sobrepasaba. Además, lo último que vio, en rapto del alma o en
éxtasis: el poder de Dios y la voluntad divina, en los cuales le fue satisfecha
toda duda, es decir sobre todos los que se salvarán y los que están ya
salvados y sobre los condenados y los demonios y todo lo demás. Y de todo
quedó contenta y satisfecha, aunque no sabía decirme si estaba dentro o
fuera de su cuerpo.
El quinto paso habla sobre la revelación de la divina unión y el divino
amor. En primer lugar, se describe allí la maravillosa revelación de la
Pasión del Señor y, después, el éxtasis de amor. Además, se describe cómo
vio a la Virgen rezando por el género humano. Además, la manifiesta gracia
en el sacramento del altar. Además, allí se encuentra una larga enseñanza
sobre cómo el alma está segura de cuándo Dios adviene en ella. Y de
manera parecida, cómo el alma sabe que es huésped de Dios, cosa que es
bien diferente de la anterior. Después, tras la contemplación, el coloquio y
la disputa entre el Alma y el Cuerpo o la Sensualidad155. Por último,
encontramos aquí cómo y de qué diversas maneras puede engañarse a
personas espirituales y qué cosas pueden ser comunes a fieles e infieles.
El sexto paso es la martirización a través de múltiples e intolerables
pasiones y martirios, por enfermedades tanto del cuerpo como del alma. Y
los tormentos corporales sin número estarán horriblemente estimulados por
multitud de demonios. Este paso corre simultáneamente con el séptimo, que
le sigue y es el más maravilloso de todos.
El séptimo paso es la revelación. De él solo podemos afirmar que no
<puede ser pensado> o que no hay ninguna cosa que sobre él pueda ser
pensada156. Ni el paso de la divina familiaridad, ni el de la divina unción,
ni el de la erudición, ni el de la certificación, ni el de la unión y el amor, ni
ninguno de los anteriores son nada en comparación con este. Cuando yo,
hermano, le pregunté a la fiel de Cristo si todo lo que ella me había contado
del séptimo arrebataba el alma más que todos los anteriores, me respondió
que la arrebataba más sin ningún tipo de parangón, y me dijo: «Es tan
superior que me parece que esto que te digo es decir nada o mal decir». Y
después me dijo: «Esto que te digo me parecen blasfemias, por ello casi
enfermo cuando me preguntaste si este paso me arrebataba más que los
anteriores y yo respondí de aquel modo». Y además este excelentísimo paso
corre simultáneamente al sexto durante algún tiempo, aunque poco a poco
este desaparece y solo permanece el último157.
EL HERMANO ESCRITOR NOTIFICA BREVEMENTE CÓMO Y
CON QUÉ AYUDAS COMENZÓ Y TERMINÓ EL LIBRO DE LA
EXPERIENCIA158
Esta narración a la que aludimos arriba y que escribiremos
inmediatamente después de esta explicación habría que incluirla, por orden,
en el paso XX que ya transcribimos, sin embargo fue lo primero que yo,
hermano, escribí al dictado de las palabras divinas. Lo comencé a escribir a
la ligera y de manera negligente, casi como unos apuntes que me ayudaran
después a recordar, en una hoja pequeñita, ya que pensaba escribir poco159.
Sin embargo le fue revelado a la fiel de Cristo poco tiempo después de que
empezáramos con el dictado que yo tenía que escribir lo que me decía no en
una hoja pequeñita, sino en un gran cuaderno. A pesar de que no la creí
continué escribiendo en dos o tres papeles en blanco que encontré en mi
librillo. Y por ello, antes de seguir adelante mandé elaborar un cuaderno de
papel bombacino160. Y por esta razón, antes de proseguir, creo que debo
contar cómo llegaron estas noticias a mi conocimiento y por qué razón
estoy obligado a escribir, pues Dios mismo me empuja a hacerlo.
EL HERMANO ESCRITOR EXPONE LA CAUSA Y LA RAZÓN
DEL LIBRO DE LA EXPERIENCIA, AFIRMA QUE TODAS LAS
PALABRAS SON DIGNAS DE FE Y MANIFIESTA LAS
DIFICULTADES DE SU TRABAJO161
La causa o razón verdadera por la que comencé a escribir fue esta: la
fiel de Cristo una vez vino a Asís, a la iglesia de San Francisco, en cuyo
convento yo habitaba, y sentada en el portal de la iglesia gritó mucho. Por
ello yo, que era su confesor, su pariente y su principal consejero, me
avergoncé muy profundamente porque muchos monjes que rezaban allí y
que nos conocían estaban viéndola gritar o vociferar. A decir verdad, aquel
santo hombre difunto del que hemos hablado arriba en el XX paso, el cual
se quería expropiar con ella y que ahora era su compañero de
peregrinación162, se sentó humildemente en el suelo de la iglesia no muy
lejos de ella con gran reverencia y cierta tristeza, como si la respetara y la
cuidara. De manera similar la miraban otros buenos hombres y mujeres
compañeros de peregrinación suyos, y con reverencia la observaban y la
cuidaban. Tan grande fue mi soberbia y tan suprema mi vergüenza que ni
me acerqué a ella, sino que avergonzado y lleno de indignación esperaba a
lo lejos a que acabase de gritar. Y después de que cesara su estridente
gritería, se levantó del portal y vino hacia mí, y me costó mucho hablarle
pacíficamente. Y le dije que nunca más se le ocurriera venir a Asís, ya que
este mal la poseía, y les dije a sus compañeros que nunca más la trajeran en
peregrinación.
Poco después fui de Asís al pueblo en el que ella y yo habíamos nacido,
queriendo saber la causa de tales gritos. Yo empecé a presionarla de todas
las maneras que me fueron posibles para que me confesara por qué había
gritado o vociferado así cuando estuvo en Asís. Y ella, recibiendo antes mi
firme promesa de que no se lo contaría a nadie que ella conociera, empezó a
narrarme algo de la historia que referiré dentro de poco. Por lo que yo,
atónito y habiendo sospechado que todo esto procediese de un espíritu
maligno, enérgicamente me esforcé en transmitirle las sospechas que ya
entonces albergaba. Y le rogué que me lo contara todo, porque yo quería
escribirlo todo para pedirle consejo sobre este asunto a un hombre sabio y
espiritual que ella no conocía. Y le decía que quería hacer esto para que de
ningún modo pudiera ser engañada por algún espíritu malvado. Y me
esforzaba en atemorizarla y en darle ejemplos sobre cómo muchas personas
ya habían sido engañadas, por lo que ella también podía serlo. Y ella
misma, que no poseía entonces el grado de clarísima y perfectísima certeza
que poseyó después –y que se encuentra descrito en lo que sigue–, comenzó
a manifestarme los secretos divinos mientras yo los transcribía.
De los cuales en verdad tan poco podía entender cuando los escribía,
que yo intuía y pensaba que era como una criba o cedazo que la más fina y
preciosa harina dejaba escapar, reteniendo solo la más gruesa. Y yo mismo,
que entonces experimentaba una gracia especial de Dios de la que nada
sabía anteriormente, con gran reverencia y temor escribía para no agregar
nada mío, ni siquiera una palabra, si no eran justamente las palabras que
salían de su boca. Ninguna otra cosa quería escribir, sino lo que de ella
recibía. Sin embargo, cuando estábamos sentados juntos, hacía que me
repitiese muchas veces las palabras que yo debía escribir. Y aquello que yo
ponía en tercera persona, ella lo decía siempre en primera, hablando de sí
misma: lo que ocurrió fue que yo escribía en tercera persona por la prisa y
después no lo corregí.
Y aquí puede parecer de alguna manera que yo no podía captar las
palabras divinas, sino las más bastas, porque a veces, mientras yo
transcribía rectamente lo que podía entender de sus labios, mientras le releía
lo que había escrito, ya que me decía que escribiera otra cosa, me decía
sorprendida que no reconocía aquellas palabras. Y otras veces, cuando yo le
releía para que comprobara que estaba bien escrito, ella respondía que yo
hablaba secamente y sin ningún sabor, y se sorprendía de ello. Y en otra
ocasión me lo explicó diciendo lo siguiente: «Gracias a estas palabras,
recuerdo aquellas que te dicté a ti, aunque esta sea oscurísima escritura.
Estas palabras que me lees no transmiten lo que contienen, por ello te digo
que tu forma de escribir es oscura». Además después me dijo: «Escribiste
solo lo peor y lo que no significa nada, pero sobre lo precioso que sintió mi
alma nada escribiste».
Y, sin duda, esto ocurría por un defecto mío: no porque yo añadiese
nada, sino porque realmente no podía captar lo que decía. Y aquello que
ella decía yo, verazmente, lo transcribía pero de manera fragmentaria y
reducida. Y yo, que sabía que estaba escribiendo muy muy lentamente y
que temía a los monjes que murmuraban porque me sentaba con ella en la
iglesia para escribir, lo hacía muy deprisa. Creo que se debe a un milagro
divino que aquello que escribí estuviera ordenado. Y que yo escribiese con
ayuda milagrosa le fue revelado por Dios en el paso XXI o en la segunda
revelación de la unción divina.
Y le fue revelado y dicho que yo había escrito todo verazmente y sin
mentiras, pero con muchos defectos. Por lo que yo, cuando a veces,
desconcentrado, me disponía a escribir, entonces todo se fragmentaba tanto
para ella como para mí que yo nada podía escribir con un orden aceptable.
Por lo que, cuando podía, intentaba ir a hablar con ella con la mente
preparada para hablar y escribir. Y algunas veces deseaba confesar mis
pecados antes de llegarme a ella, pues reconocía que era una gracia divina –
una gracia divina de la que podía esperar que hiciera todo
maravillosamente– que pudiera pasar a escritura de manera ordenada
cualquier cosa que Dios me llevaba a preguntarle.
Aún me quedaba dolor y no pequeña solicitud, ya que muchas cosas que
entendía dignas de ser puestas por escrito las omitía por mi prisa, mi
insuficiencia como transcriptor y por el temor a los monjes maldicientes, y
porque muchos hermanos murmurantes avisaron al guardián y al ministro, y
ellos me prohibieron de manera firme proseguir con mi tarea, ignorando por
qué y qué buenas cosas estaba escribiendo.
Capítulo III
Primer paso suplementario (continuación
del vigésimo)
El primer paso es la revelación de la divina familiaridad y las palabras y
las enseñanzas de Dios163.
Y aquí retomo el discurso acerca de cómo y cuándo empecé a escribir
después de que le sucediera a la fiel de Cristo aquel gritar o vociferar en
San Francisco, así como ha sido dicho en la narración precedente.
MARAVILLOSOS Y FUNDAMENTALES HECHOS EN SUS
PEREGRINACIONES A ROMA Y A ASÍS164
Cuando yo, hermano, hube tornado de Asís a la tierra de la que ambos
proveníamos empecé a preguntarle y a presionarla con todas mis energías y
de todas las maneras posibles, obligándola por los lazos que nos unían a que
me confesase las razones y causas por las que había gritado o vociferado en
San Francisco. Y ella así forzada por mí, habiendo recibido primero una
firme promesa por mi parte de que yo no se lo diría a mortal alguno que ella
pudiera conocer, me lo comenzó a contar todo, diciendo que cuando fue a
Asís aquella vez sobre la que yo le preguntaba, ella venía por el camino
orando165. Y entre otras cosas le rogaba a san Francisco que le rogara a
Dios por ella para que pudiera sentir a Cristo, y que san Francisco obtuviera
de Dios para sí la gracia, ya que ella servía bien la regla franciscana, la cual
profesaba desde hacía poco y, sobre todo, que la hiciera vivir y morir en
pobreza verdadera.
Es decir, obtuvo de Cristo que la hiciera verdaderamente pobre; ella
deseaba tanto estar en la pobreza perfecta, que por este tanto al igual que
san Pedro apóstol, ella había caminado hacia Roma para rogar a san Pedro
que la introdujera en dicha gracia de la pobreza verdadera. Cuando yo,
hermano, escuchando le releía a esta fiel de Cristo lo anterior ella afirmaba
que era verdad. Y aunque decía que lo escrito tenía muchos defectos,
añadió: «Y cuando me acercaba a Roma sentí que la divina gracia me había
concedido lo que yo había pedido sobre la pobreza».
«Por lo que entonces cuando iba a la iglesia de San Francisco le rogaba
a este, es decir a san Francisco, que pidiera para mí la gracia que él adquirió
de nuestro Señor Jesucristo.» Y me contaba muchas otras cosas que pedía
en la oración que hacía en el camino. Y cuando llegó a Spelo y a la vía
estrecha que atraviesa el pueblo y asciende a Asís allí, en el trivio166, le fue
dicho lo siguiente: «Has estado rogando a mi siervo Francisco y yo no he
querido enviarte otro mensajero. Yo soy el Espíritu Santo que ha venido a ti
para darte un consuelo que nunca antes habías probado. Y estaré dentro de
ti hasta San Francisco y nadie se dará cuenta. Y quiero ir hablando contigo
por este camino sin parar, y tú no podrás hacer ninguna otra cosa, ya que te
he atado a mí. Y no me marcharé de ti hasta que entres a San Francisco por
segunda vez y entonces me iré de ti después de este consuelo, aunque no me
iré de ti nunca si me amas».
Y empezó a decir: «Hija mía, dulce para mí, hija mía, mi deleite, mi
templo167: ámame, porque tú eres muy amada por mí, mucho más de lo
que tú me amas a mí». Y muchísimas veces repetía: «Hija y esposa, dulce
para mí». Y dijo: «Yo te amo más que a cualquier otra que se encuentre en
el valle de Espoleto168. Y después de que yo haya estado o haya reposado
en ti, del mismo modo debes estar o descansar tú en mí169. Tú rogaste a mi
siervo Francisco porque él me amó mucho y por ello yo hice mucho por él.
Y si hubiera una persona que más me amara, más haría por ella. Y yo haré
por ti lo que tuvo mi siervo Francisco y más aún si tú me amas».
Con estas palabras empezó a dudar mucho y dijo su alma: «Si tú fueses
el Espíritu Santo no me dirías esto, pues no me conviene ya que soy frágil y,
por tanto, podría caer en la vanagloria». Y respondió: «Ahora piensa si tú
por todo esto puedes caer en una vanagloria que te hinche. Y huye si puedes
de estas palabras»170.
«Y yo me obligué a sentir vanagloria, para probar si era verdad aquello
que me había dicho y si esas palabras eran el Espíritu Santo. Y empecé a
mirar las viñas, para olvidarme de aquellas palabras, es decir de aquel
discurso, y donde quisiera que yo mirase me decía a mí misma: “Esta es mi
criatura”171. Y sentía una dulzura divina inefable.
Y entonces me tornaban a la memoria todos mis pecados y mis vicios y,
por otra parte, no veía nada en mí sino pecados y defectos. Y sentía en mí
una gran humildad, mayor de la que nunca hubiera sentido, y por ello me
decía a mí misma que el Hijo de Dios y el Hijo de la santa Virgen María se
había inclinado hacia mí. Y me decía: “Si todo el mundo quisiera ahora
acompañarte, tú no podrías hablarles, porque ya todo el mundo te
acompaña”. Y para darme seguridad en mis dudas, decía: “Yo soy aquel que
fui crucificado por ti y que tuve hambre y sed por ti, y que esparcí mi
sangre por ti: tanto te amaba”». Y así le contaba toda la Pasión.
«Y decía: “Pide la gracia que quieras para ti y para tus compañeros172
y para quien tú desees. Y prepárate para recibirla, porque yo estoy más
dispuesto a dar que tú a recibir”. Y yo le dije y le grité a mi alma: “No
quiero pedir nada porque no soy digna de ello”. Y me volvía a la memoria
cada uno de mis pecados. Y me dijo el alma: “Si tú fueses el Espíritu Santo,
no me dirías a mí una cosa tan grande; y si me lo dijeras, sería tan grande la
alegría que mi alma no la podría soportar”. Y respondió: “No te doy más
alegría que esta, porque nada puede ser o ser hecho sino como yo quiero.
Menos que esto ya le he dicho a otros y estos yacen: ni oyen ni ven. Y tú
vienes con tus compañeros y nada sabes, y por ello no te hago sentirme
más. Y este signo te doy: haz todo lo posible y esfuérzate por hablar con tus
compañeros y piensa otras cosas sobre lo bueno y lo malo, porque no
podrás pensar sino en Dios. Y todo esto lo hago por tus méritos”. Y
entonces volvían a mi memoria cosas malas y defectos míos, y veía que más
que nunca era digna del Infierno. Y él decía: “Esto lo hago por mi bondad,
y si hubieses venido con otros, no te habría hecho esto”. Ellos de alguna
forma percibían mi laxitud, porque en cada palabra recibía gran dulzura. Y
no hubiera querido llegar nunca a Asís y que aquel camino no durase todo
el tiempo del mundo.
Y no puedo calcular cuánta fue la alegría y la dulzura de Dios que sentí,
sobre todo cuando dijo: “Yo soy el Espíritu Santo y entro dentro de ti”. Y de
manera similar cuando decía todo lo demás, recibía una gran dulzura. Y yo
le decía por recelo: “Si vienes conmigo como me has dicho podré discernir
si eres el Espíritu Santo”. Y también me había dicho: “Yo me marcharé de ti
la segunda vez que vayas a San Francisco en lo que respecta a este
consuelo, pero no me iré nunca si me amas”. Y vino conmigo hasta San
Francisco, como me había dicho, y no se marchó de mí cuando llegué a San
Francisco ni mientras estuve en la iglesia, sino que continuó conmigo hasta
después de comer, es decir hasta que fui por segunda vez a la iglesia de San
Francisco.
Y esta segunda vez, justo cuando me arrodillé a la entrada de la iglesia y
vi a san Francisco pintado en el pecho de Cristo, me dijo: “Así de estrecha
te tendré abrazada y mucho más de lo que puedas considerar con los ojos
corporales. Pero es hora de que cumpla lo que a ti, hija dulce, templo mío,
amor mío, te prometí: que como este consuelo he de abandonarte, pero que
no te dejaré nunca si me amas.”173
Y entonces, a pesar de que estas palabras fueron amargas, sentí tanta
dulzura que fue intensamente dulcísimo. Y entonces miré como si mirara
con los ojos del cuerpo y con los de la mente». Y cuando yo, hermano, le
pregunté y le dije: «¿Qué viste?», ella me respondió diciendo: «Vi una cosa
llena, una majestad inmensa que no puedo expresar, pero yo veía que era el
Omne bonum174. Y muchas palabras de dulzura me dijo cuando se
marchaba, y con inmensa suavidad, lentamente se marchó, parándose cada
poco.
Detalle de la denominada Vetrata degli angeli
[Basilica superiore di San Francesco d’Assisi.]
Y entonces, después de que me abandonara, empecé a gritar en alta voz,
o a vociferar. Y sin ninguna vergüenza gritaba y clamaba diciendo estas
palabras: “Amor no conocido, ¿por qué me dejas?”. Sin embargo no podía
decir nada más que estas palabras que gritaba sin vergüenza: “Amor no
conocido, y por qué y por qué y por qué”175. Y gritaba estas palabras tan
entrecortadamente que no era posible entender nada. Y entonces supe con
certeza y sin duda que realmente aquel había sido Dios. Y yo gritaba
queriendo morir, y gran dolor me era el permanecer viva y no morir, y
entonces todas mis articulaciones se descoyuntaron.
Y después de esto, poco después de volver de Asís con aquella gran
dulzura, iba por el camino de vuelta a casa. Y caminando venía hablando de
Dios y era para mí gran pena callar, pero lo intentaba cuanto podía a causa
de mis compañeros.
Y en la vuelta por el camino de San Francisco me dijo estas palabras
entre otras: “Te doy este signo de que soy yo el que habla y el que te ha
hablado: esto es, te doy la cruz y el amor de Dios dentro de ti, y este signo
estará contigo toda la eternidad”. Y yo sentí inmediatamente dentro de mi
alma aquella cruz y aquel amor y resultaba que yo sentía aquella cruz
corporalmente, y sentía como mi alma se fundía en el amor de Dios176.
Y me dijo por el camino yendo hacia Asís lo siguiente: “Toda tu vida: tu
comer y beber y dormir y todo tu vivir, me place”».
ACABADA LA PEREGRINACIÓN EXPERIMENTA OCHO DÍAS
DE MÁXIMA FAMILIARIDAD CON DIOS EN SU CASA DE
FOLIGNO COMO EN LAS DENOMINADAS «BODAS MÍSTICAS»
«Y después de haber vuelto a casa sentí una inmensa y pacífica dulzura
que no puedo explicar, y era mi deseo morir. Y sentía tanta pena de vivir a
causa de esta pacífica dulzura, quieta, deleitable, tanta que de ella no puedo
hablar. Y a pesar de haber conseguido sentirla tal como la sentía y a pesar
de no haberla perdido, lo que deseaba era morir a este mundo177. Y vivir
era para mí una pena mayor que el dolor que sentí por la muerte de mi
madre y de mis hijos, y mayor que cualquier dolor que yo pudiera pensar. Y
yací en casa en este máximo consuelo y esta languidez durante ocho días, y
gritaba mi alma: “Señor, ten piedad de mí y no me permitas permanecer
más en este mundo”. Y en el camino de Asís me había dicho estas
deleitables e indecibles palabras de consuelo: “Después de que llegues a
casa, sentirás otra dulzura que nunca antes habías experimentado, y
entonces no te hablaré como hasta ahora, pero lo sentirás”. Y comencé a
experimentar esta dulzura o inefable y pacífico y quedo consuelo, tanto que
no sé hablar de él. Y yací durante ocho días, de modo que durante ese
tiempo no pude ni hablar ni rezar el padrenuestro, ni siquiera podía estar
levantada mucho rato. Y me dijo por el camino de Asís: “Yo acompañé a
los apóstoles muchas veces y me veían con los ojos del cuerpo y no sentían
esto que tú sientes. Y tú, aunque ahora me sientes, no me ves”.
Y después de darles fin a estas palabras, se marchó de manera muy
placentera y me dijo: “Hija mía, dulce para mí más de lo que yo soy para
ti”. Y me dijo lo que ya me había dicho arriba: “Templo mío, deleite mío”.
Y no quería que en su partida estuviese en la cama, sino que escuchase estas
palabras en pie. Y me dijo: “Tú posees el anillo de mi amor178 y eres mi
prometida, y ciertamente no te irás de mí. Y la bendición del Padre, del Hijo
y del Espíritu Santo la tenéis tú y tu compañera”. Y me dijo esto mientras
partía, ya que yo había pedido la gracia para mi compañera, y me respondió
a esto: “A ella le doy otra gracia”. Y cuando dijo “ciertamente no te irás de
mí”, el alma gritó: “¿Pecaré yo mortalmente?”. Y respondió: “Esto no te lo
digo”.
Y desde ese momento sentí muchas veces olores indecibles; y tantas
fueron estas y otras experiencias que no llegaría a expresarlas nunca con
certeza, y aunque pueda referir unas pocas palabras, nunca podré formular
la dulzura y el deleite que estas me causaban. Y muchas veces mantuve
conversaciones parecidas, pero no con esta misma calma, ni con la misma
profundidad ni con tanta dulzura.»
SU COMPAÑERA CUENTA DOS HECHOS PRODIGIOSOS QUE
PRUEBAN LA VERACIDAD DE LA NARRACIÓN DE ÁNGELA179
Después de que volviera de Asís y estuviera en cama, así como ya se ha
contado, su compañera, que era de maravillosa simplicidad y pureza y
virginidad, oyó tres veces una voz que le decía: «El Espíritu Santo está
dentro de L.»180. Y entonces fue hacia ella y le comenzó a hablar diciendo:
«Dime qué es lo que te pasa, porque a mí ya me ha sido dicho tres veces».
Y la fiel de Cristo respondió: «Si te ha sido dicho, a mí me place». Y así lo
confirmó. Y a partir de entonces la fiel de Cristo compartió con su
compañera muchas cosas sobre los secretos divinos181. Esta compañera me
refirió a mí, hermano escritor, después de esto que una vez mientras la fiel
de Cristo yacía en éxtasis a su lado, vio una especie de estrella redondísima
que, según dijo, resplandecía con muchos e innúmeros matices y con
colores innumerables. Y de ella procedían rayos de maravillosa belleza,
gruesos y finos, que naciendo de su pecho se doblaban y después ascendían
verticales hacia el cielo. Y esto lo vio con los ojos corporales, velando, y
era casi la hora tercia y la estrella no era muy grande.
SE RESUELVE LA DUDA DEL HERMANO ESCRITOR SOBRE LA
NARRACIÓN DE ÁNGELA DE LA SANTÍSIMA TRINIDAD182
Una vez yo, hermano escritor que indignamente transcribí estas palabras
divinas, le pregunté de qué modo le fue dicho en la revelación precedente
«Yo soy el Espíritu Santo» y, poco después, «Yo soy el que fue crucificado
por ti». Y después de hacerle estas preguntas ella volvió a su casa. Y
después, volviendo a mí, me dijo: «Después de tornar a casa comencé a
pensar que tenía dudas sobre lo que preguntaste, ya que cuando se me
pregunta algo, ello me hace dudar porque me siento completamente indigna.
Y mientras dudaba me fue dada la siguiente respuesta: “Pregúntale a él, es
decir al hermano A.183, cómo es que la Trinidad ya ha venido a ti. Dile: ‘ya
ha venido, ya ha venido’, y pregúntale cómo pudo hacerlo”. Y se me daba a
entender que aunque viniese a mí, todavía estaba en el Cielo y no descendía
desde allí.
Y como yo seguía sin entender y no me parecía que inteligible o
plenamente se me estuviera respondiendo, entonces añadió lo siguiente:
“Dile que cuando te fueron dichas esas palabras, esto es ‘Yo soy el Espíritu
Santo’ y después ‘Yo soy quien fue crucificado por ti’, entonces en ti
estaban el Padre, el Hijo y el Espíritu Santo”. Y mientras yo dudaba de esto,
es decir de cómo el Padre con el Hijo y Espíritu Santo habían venido a una
criatura tan indigna como yo, pensaba que quizá estas cosas se me dijeran
para engañarme. Entonces repetidas veces se me dijo lo mismo: “La
Trinidad vino a ti”, por lo que se me decía: “pregúntale a él de qué modo
pudo venir”. Y se me dijo entonces que en aquella frase estaban el Padre y
el Hijo y el Espíritu Santo, y me parecía que se me decía que la Trinidad era
simultáneamente una sola cosa. Y me era dado el ejemplo del sol184 y otros
ejemplos, pero yo los rechazaba, porque cuando se me dicen tan grandes
cosas yo las rechazo, temiendo no ser digna de ellas. Querría que Dios me
diese el sentimiento de no poder ser engañada en estas cosas».
Esto, es decir «Toda la Trinidad vino a ti», recordada en el paso
precedente, es decir al final del XIX, se cumplió en el paso XX.
CON LA VISIÓN DE LA DIVINIDAD Y DE LA HUMANIDAD DE
CRISTO SE EXPLICA EL SIGNO DE LA CRUZ Y EL AMOR DE DIOS
QUE SE LE DIO A ÁNGELA DURANTE SU RETORNO DE ASÍS185
Ella me dijo: «Una vez pensaba sobre el gran dolor que Cristo sufrió en
la cruz y pensaba en sus clavos, de los que yo había oído decir que se
llevaron dentro de la madera carne de sus manos y de sus pies. Y deseaba
ver al menos un poco de aquella carne de Cristo que los clavos se llevaron
dentro de la madera. Y entonces me sobrevino tan gran dolor proveniente
de aquella pena de Cristo que no pude tenerme en pie, sino que me
incliné186, me senté y apoyé la cabeza sobre mis brazos que yacían en el
suelo. Y entonces Cristo me enseñó su garganta187 y sus brazos.
Y entonces la primera tristeza se convirtió en tanta alegría que nada
puedo manifestar aquí de ella. Y fue una alegría nueva, y no veía ni oía, ni
sentía otra cosa sino aquella. Todo se hizo tan claro dentro de mi alma que
no dudo de ello, ni me preguntaría nunca sobre ello. Y dejó tan certero
signo de alegría en mi alma que estoy segura de no perderlo nunca. Y había
tanta belleza en aquella garganta o cuello que entendía que aquella belleza
venía de Dios y que por aquella belleza a mí me parecía que estaba viendo a
la deidad y me parecía estar ante Dios, aunque no se me mostraba más que
esto. Y aquella claridad no la puedo comparar a ninguna cosa o a los
colores del mundo, sino a la claridad del Cuerpo de Cristo, la cual veo
alguna vez durante la elevación. Y cuando aquella visión se marchaba,
empecé a pensar un poco sobre mí y poquísimo pensé o temí188. Pero
cuando llegó este pensamiento, estuve segura de que ya estaba fuera de
aquella visión».
ESPLENDOR Y BELLEZA DE LA HUMANIDAD Y DE LA
DIVINIDAD DE CRISTO, QUE TAMBIÉN SE TRANSLUCEN DE LA
VISIÓN DE LA HOSTIA189
Yo, hermano escritor, cuando oí que lo que ella dijera en las palabras
precedentes sobre el Cuerpo de Cristo –lo que ocurrió, según creo, por
voluntad divina–, inmediatamente sentí en mi corazón, y le pregunté y la
forcé a que me dijera qué había visto entonces en el Cuerpo de Cristo. Y
ella, así presionada, empezó a decir y dijo: «Algunas veces veo la hostia
como vi su cuello o garganta, con tanto esplendor y con tanta belleza que
veo venir a la divinidad con más esplendor que el mismo sol. De esta
belleza se me da a entender con certeza que estoy viendo a Dios sin ninguna
duda, aunque en mi casa vi mayor belleza aún en aquel cuello o garganta,
tanta que de la visión del cuello no creo perder la alegría ciertamente nunca.
Y no la sé manifestar si no es por la similitud con la hostia del Cuerpo de
Cristo, ya que en la hostia aparece más bella la belleza que en el sol y
mucho mayor aún. Sin embargo, gran pena sufre mi alma por no poder
manifestar tal belleza».
Además, dijo que una vez vio la hostia de otra manera, es decir que vio
en la hostia dos ojos esplendidísimos tan grandes que parecía que de la
hostia solamente quedaban los bordes190.
«Pero una vez no ante la hostia, sino en la celda, se me aparecieron ojos
con tan gran belleza y tan deleitables que ciertamente no creo que pierda
nunca la alegría, como en el caso del cuello. Y aunque no sé si fue
durmiendo o velando, me descubrí en una alegría máxima e inefable, y fue
tan grande que creo que no la perderé nunca.»
Otra vez dijo que vio la hostia como a Cristo niño, pero que lo vio
grande y muy poderoso, como aquel que ostenta el poder191. «Y parecía
tener algo en las manos como el signo de tal poder y se sentaba en un
asiento, pero no sé decir qué sostenía con la mano. Yo lo vi con los ojos del
cuerpo, y lo de la hostia también lo vi con los ojos del cuerpo. Y entonces
no me arrodillé cuando los otros se arrodillaron, y no sé con certeza si corrí
hasta el altar o si no me podía mover por aquel deleite y aquella
contemplación. Y sentí un gran fastidio cuando el sacerdote volvió a poner
la hostia en el altar demasiado rápido. Y había tanta belleza y eran tan
bellos sus atavíos, y me parecía un niño de doce años. Y sentí tanta alegría
que no creo que la pierda nunca jamás. Y tuve tanta certeza que no dudo de
ninguna manera ni de ninguna cosa de las que digo, por lo que está bien que
tú escribas esto. Y tanto fue el deleite que tuve al verlo que no le dije que
me ayudara, y tampoco le dije nada bueno o malo, sino que solo me deleité
viendo aquella belleza»192.
Capítulo IV
Segundo paso suplementario (o
vigesimoprimero)
El segundo paso es la revelación de la divina unión, y de la
confirmación y visión de Dios en el Paraíso193
CON AGRADO DIOS LE MANIFIESTA A ÁNGELA CON
PALABRAS Y REVELACIONES SU PRESENCIA Y ENSEÑA QUE ÉL
MISMO ES «AMOR DEL ALMA»
a. Primera gran manifestación de la amante presencia de Dios
Me dijo la fiel de Cristo lo siguiente: «Un año después de haber recibido
aquellas palabras divinas mientras caminaba hacia Asís, mientras estaba en
oración y quería rezar el padrenuestro, de repente advino una voz en mi
alma que me dijo: “Tú estás llena de Dios”194. Y entonces realmente sentí
todos mis miembros corporales colmados de deleite por Dios y deseaba
morir como antes, cuando iba a Asís, y cuando ya a la vuelta yacía en mi
celda. Y entonces yací de nuevo de esta manera. Y dijo mi compañera que
surgían lágrimas de mis ojos abiertos. Y entonces se me decía y sentía cómo
Dios me abrazaba el alma, y sentía que era verdad. Y ahora me parece que
esto que digo es casi una burla, ya que en aquel momento era diferente de
cómo lo expreso ahora: yo misma me avergüenzo de insistir en
expresarlo195.
Igualmente, en el camino a San Francisco me había dicho otra vez: “Yo
hago en ti algo grande a la vista de las gentes, y ellos lo percibirán en ti, y
mi nombre será loado a través de ti por mucha gente”».
b. Segunda y mayor experiencia de la amante presencia de Dios196
«Esta segunda vez, al año siguiente, de nuevo mientras estaba en
oración, súbitamente me fueron dichas palabras intensamente placenteras
que decían así: “Hija mía, más dulce para mí que lo soy yo para ti, templo
mío, el corazón de Dios omnipotente está ahora sobre tu corazón”. Y de
manera similar, con estas palabras recibí gran sentir de Dios, más que el que
nunca hubiera experimentado, mucho más. Y también cada miembro de mi
cuerpo sentía este deleite, y yací en él.»
c. Se le revela a la Beata el amor que se le ha dado: aquel del
Omnipotente que domina a todas las criaturas
«Y dijo: “Dios omnipotente ha puesto mucho amor en ti, más que en
cualquier otra mujer de esta ciudad, y en ti se deleita. Dios se llena de ti y
de tu amiga. Desead que vuestra vida sea luz para todo aquel que la quiera
mirar. Y aquellos que la miren y no obren, serán juzgados duramente”. Y el
alma comprendía que este juicio sería más cruel para los letrados que para
los laicos197, ya que desprecian los asuntos divinos a pesar de conocerlos
por la Escritura. “Y tan omnipotente es el amor que Dios puso en vosotras
que continuamente está con vosotras, aunque no haciéndoos sentir de esta
manera. Y ahora sus ojos os miran”198. Y me parecía ver con los ojos de la
mente sus ojos, y me deleitaban más de lo que puedo expresar. Y me duele
manifestar ahora estas cosas de forma que parecen burlas.
Y entonces aunque la alegría fuese grande, me acordé de mis pecados y
nada bueno me parecía hallar en mí. Y pensaba que nunca había hecho algo
que a Dios le placiese y recordaba los disgustos que le había dado, y
pensaba estar dudando de las grandes cosas que me había dicho. Y comencé
a decir: “Si tú eres el Hijo de Dios omnipotente, ¿cómo es que mi alma no
recibe una alegría muy grande, tan grande que se le haga insoportable,
sintiendo que tú eres en mí199 y que yo soy indigna?”. Y respondió: “No
quiero que haya más alegría en ti, sino que estés templada”.
Y me respondió: “Es verdad que el mundo está lleno de mí”. Y entonces
vi que toda criatura estaba llena de él. Y me dijo: “Yo puedo hacer todo:
que veas cómo convivía con los apóstoles y no me sientas, y puedo hacer
que me sientas y no me veas, tal y como me sientes ahora”. Y a pesar de
que no decía todo esto con palabras, el alma, sin embargo, comprendía lo
que decía, y mucho más aún. Y sentía que así era». Y cuando yo, hermano
escritor, le pregunté: «¿Cómo?», ella respondió: «Porque había probado que
mi alma sentía que era así».
d. DESPUÉS ÁNGELA EXPERIMENTA DE MANERA SUPREMA
LA UNCIÓN DE LA PRESENCIA DE DIOS, CUANDO DIOS LE
IMPRIME EL SIGNO PERPETUO DE SU AMOR
«Y respondió el alma y gritó: “Ya que tú eres Dios omnipotente y son
verdaderas estas palabras y son tan grandes como tú dices, dame un signo
por el cual yo esté segura de quién eres. Sácame de dudas”. Y me
sorprendía porque todavía albergaba dudas, aunque fuesen pequeñas.
Y pedía que me diese un signo corporal que pudiera ver, esto es, que
pusiera en mi mano una vela o una piedra preciosa o cualquier otro signo
que él quisiese. Y decía yo: “No mostraré ese signo a nadie, si tú quieres”.
Y me respondía: “Esto que me pides es un signo que te daría alegría
siempre que lo vieses y tocases, pero no te sacaría de dudas, y podría
decepcionarte”. Y cuando me decía esto lo entendía todo más plenamente
de lo que se pueda expresar, y con gran deleite y amor del cual nada
decimos. Y con la plenitud que me era dada entendía más cosas de las que
estamos contando. Y Dios quiera que no sea pecado, ya que tan mal y con
tanto defecto lo estoy haciendo.
Y me dijo: “Te doy un signo mucho mejor que el que me pides, ya que
este signo estará continuamente contigo dentro de tu alma y por él siempre
sentirás a Dios y te calentarás de amor divino. Y sabrás dentro de ti que esto
no lo podría hacer otro sino yo. Y este es el signo que yo dejo dentro de tu
alma, que es mejor que aquel que me pediste: Te dejo un amor mío, por el
que tu alma siempre estará cálida de mí. Y este amor será tan hirviente que
si alguien te dijera algo malo, tú estarás en gracia y te llamarás indigna de
tal gracia. Y fue tanto el amor que yo tuve por vosotros, que todo200 lo
soporté pacientemente. Y entonces sabrás que soy yo en ti. Y si ningún
hombre te dice nada malo, tú tendrás gran deseo de que ello ocurra. Y este
es el signo cierto de la gracia de Dios, porque yo todo lo soporté con gran
humildad y paciencia. Y he aquí que te unjo con un ungüento siricoso, con
el que fue ungido un santo llamado Sírico y con el que a menudo fueron
ungidos otros muchos santos”201.
Y súbitamente yo sentí esa unción con tanta dulzura que deseaba morir
y que mi muerte conllevase todos los tormentos corporales. Y pensaba que
esto no era nada en comparación a todos los cruentos martirios que habían
sufrido los santos. Y entonces yo quería y deseaba que todo el mundo me
insultara, y que mi muerte llegara llena de tormentos. Y era para mí muy
deleitable rezar a Dios por todos los que me hicieron cosas malas. Y me
maravillaba de todos los santos que rezaban por todos aquellos que los
perseguían y los asesinaban, porque no solo debían rezar, sino que debían
conseguir para estos una gracia especial de Dios. De esta manera, yo quería
rezar a Dios por los que me hicieren el mal, y amarlos con gran amor.
Y entonces en aquella unción sentí tanto deleite dentro y fuera de mí,
que nunca lo hube sentido así en todos mis días, por lo que no puedo decir
ni mucho ni poco sobre ello. Y era este otro tipo de consuelo que los
anteriores, ya que en los otros deleites deseaba partir del mundo, pero en
este existía el deseo de que mi muerte fuese larga y llena de tormentos, y
encontrar todos los tormentos del mundo en cada uno de mis miembros. Y,
por tanto, todas estas cosas me parecían absolutamente nada. Y mi alma
comprendía que este consuelo era un pequeño incendio respecto a los
bienes que se me prometían y también comprendía que así era ciertamente.
Y aunque todos los sabios del mundo dijeran lo contrario, no los creería.
Y si jurara que todos aquellos que andan por la antedicha vía se salvarían,
no creería estar mintiendo. Y dejó este signo tan firmemente en mi alma y
tan claro, con tanta luz, que creo que soportaría el martirio antes de admitir
que las cosas son de otra manera. Y creo que este signo que me dejó y que
siento continuamente es la recta vía de la salvación, es decir amar y querer
sufrir por su amor.»
Y yo, escritor, le dije: «¿Y ahora deseas que te insulten?». Y ella me
respondió: «Lo deseo poco, sin embargo por ello a veces sentí vanagloria en
el pasado cuando recibía algún insulto.»202
«Y quien hablaba en mí me dijo: “Si dudas de este signo, es decir de
esta unción, pregúntale a aquel monje al que alguna vez se la di203, aunque
muy poco la entendiese. Y las palabras anteriores que escuchaste de mí son
tan altas, que no me importa que dudes, porque tu alegría sería demasiado
grande. Y me place que tengas recelo de estas palabras, porque son muy,
muy altas. Y si yo quisiera que tú no tuvieses este recelo, no lo tendrías”.»
CON EL SIGNO DEL AMOR PERPETUO IMPRESO EN SU ALMA,
ÁNGELA
VE
EL
CIELO
ABIERTO
Y
ACOMPAÑA
ESPIRITUALMENTE A LOS ÁNGELES Y A LOS SANTOS EN LA
OBSERVACIÓN DE LA REALIDAD DIVINA
«Y yo veía a Dios.» Y cuando yo, escritor, le preguntaba cómo o qué
veía y si veía cosas corporales, ella respondió así diciendo: «Veía una
plenitud, una claridad, por la cual sentía tal abundancia que no sé cómo
explicarla, ni dar absolutamente ninguna similitud204. Y no te sé decir si vi
alguna cosa corporal, sino que era tal y como era en el Cielo, es decir tanta
belleza que no sé qué decirte, sino simplemente belleza y el Omne bonum.
Y todos los santos estaban laudándole en su majestad, pero me parece que
en esto pasé poco tiempo.
»Pero antes de que esto ocurriera me había dicho: “Hija mía, amada
mucho más por mí que yo por ti”. Y muchas veces repetía: “Hija mía,
dulzura mía, todos los santos del Paraíso sienten por ti un amor especial y
mi Madre, y yo te haré acompañarlos”205. Y todo esto me parecía
demasiado poco, es decir acompañar a los santos y a su Madre, pero toda
me deleitaba en él, tanta era la dulzura que por él sentía. Y me decía lo
siguiente: “Por el mucho amor que yo te tengo, por él te escondo tus
propios defectos, porque no los podrías soportar”.»
Y a mí, hermano escritor que la interrogaba, me respondió diciendo:
«En ello puedes entender que él era el Omne bonum, porque yo había sido
llamada para ver a los santos que estaban ante tal majestad, y me decía que
observase también a los ángeles que me parecía ver sobre los santos206.
Pero como yo veía que todo aquel bien de los santos y los ángeles era de él
y en él, y que él era el Summum bonum, solamente me deleitaba en él y no
prestaba ni podía prestar atención ni a los santos ni a los ángeles. Y él me
decía: “Del mucho amor que yo te tengo, te escondo bastante”. Y
comprendía el alma que de aquel amor que me tenía, me mostraba muy
poco, casi nada en comparación. Y cuando el alma decía: “¿Por qué me
tienes tanto amor a mí que soy así de pecadora? ¿Y por qué hallas tanto
deleite en mí que soy sucia o repulsiva y que te he ofendido durante todo el
tiempo que he vivido?”. Y veía entonces que nunca había hecho nada bien,
sino con muchos defectos. Y él me respondía: “Tal es el amor que he puesto
en ti que no recuerdo tus defectos y mis ojos no los ven. Y en ti he puesto
un gran tesoro”.
Y entonces el alma certeramente sentía que esto era verdadero, ya que
no dudaba de nada. Y ella sentía y veía que así la miraban los ojos de
Dios207. Y el alma recibía tanto deleite de ellos que ningún hombre, ni
siquiera un descendiente de alguno de los santos que están allí arriba, lo
podría expresar o manifestar. Y cuando me decía que me ocultaba mucho
amor, ya que no podría soportar lo contrario, el alma respondía: “Si tú eres
Dios omnipotente, tú puedes hacer que yo lo pueda soportar”. Y él
respondía: “Como aquí tienes todo lo que deseas y no tienes hambre de mí,
por ello no lo quiero hacer; en cambio, quiero que en este mundo tengas
hambre y deseo, y que languidezcas por mí”208».
ÁNGELA RECUERDA UN ANTERIOR COLOQUIO EX–
HORTATIVO DE DIOS, PORQUE TODOS PUEDEN Y DEBEN AMAR
A DIOS
«Aún en el camino a San Francisco, la primera vez que Dios me habló,
cuando este me decía “Hija mía, dulzura mía, ámame, porque tú eres mucho
más amada por mí que yo por ti” y yo me cargaba con mis pecados y
defectos, y no era digna de aquel gran amor, por ello añadía: “¡Es grande el
amor que pongo en el alma que me ama sin malicia!”. Y me parecía que
deseaba que el alma tuviera algo de aquel amor que siente por nosotros,
según sus posibilidades, es decir las del alma, y que si solamente lo deseara
tener, satisfaría este deseo.
Decía en aquella locución209 que ahora eran muy pocos los buenos y
que había poca fe, y a mí me parecía que se lamentaba de ello. Y decía:
“Tan grande es el amor que les tengo a las almas que me aman sin malicia,
que ahora yo les concedería una gracia mucho mayor a ellas –y a cualquiera
que tuviera mi amor verdadero– que la que les hice a los santos en aquel
tiempo en el que se narran tan grandes cosas que Dios hizo por ellos”.
Y no existe nadie que se pueda justificar por no amarlo, porque
cualquiera puede amar a Dios, y él no pide nada, sino que el alma lo ame,
porque él la ama a ella y es el amor del alma». Y me decía a mí, hermano
escribiente210: «¡Cómo son fondas, es decir profundas211, las palabras
anteriores, es decir que Dios no pide al alma, sino que ella lo ame». Y
después explicándolo, añadió: «¿Quién sería capaz, amando, de quedarse
con alguna cosa para sí?»212.
Y después, explicando las otras palabras, es decir que Dios es el amor
del alma, dijo lo siguiente: «Que Dios ama al alma y que él es el amor del
alma, me lo demuestran con vivas pruebas la grandeza de Cristo en su
advenimiento y su crucifixión. Y él lo explicaba todo, es decir su
advenimiento y su Pasión en la cruz y su grandeza. Y mostraba una prueba
viva diciendo después: “Fíjate si hay en mí otra cosa que no sea amor”,
mostrando en primer lugar quién fue enviado y por qué vino y cómo podía
ser tan grande. Y explícitamente me mostraba la Pasión y la cruz, y todo lo
dicho anteriormente. Y yo lo miraba por última vez y comprendía mi alma
de manera certera que no era otra cosa que amor».
Yo, hermano escritor, demasiado reducida y fragmentariamente escribí
por culpa de la prisa. De las más bellas razones del mundo arranqué algunas
palabras abreviando, esto es, escribiendo otra cosa y no todo lo que me
decía213.
«Y me parecía», decía ella, «que se lamentaba de encontrar en estos
tiempos a tan pocas personas en las que pudiera poner su gracia. Y, por ello,
que concedería una gracia mucho mayor a aquellos que encontrase que lo
amaran ahora, que la que les concedió a los santos que hasta ahora han
existido».
LA VOZ DIVINA RESUELVE LAS DUDAS ACERCA DE LA
VERACIDAD DE LO ESCRITO: «DIOS ESTÁ PRESENTE EN TODO
ESTO QUE ESCRIBISTEIS Y SE ENCUENTRA AQUÍ CON
VOSOTROS»214
Y ella me dijo a mí, hermano escribiente: «Yo tendría remordimientos
de conciencia por decir esto que digo, si no me hubiesen sido dichas ciertas
palabras; ya que me fue dicho que cuanto más digo y cuanto más diga sobre
esto, más permanecerá en mí».
Y me decía a mí, hermano escritor: «Ni hoy ni ayer he querido recibir
muchas cosas, sin embargo hoy, mientras tenía remordimientos por las
cosas que te dije –es decir, por haberte hablado de aquel signo que me fue
dado, aquel que te conté que yo tenía, y por hacerte escribir que yo amaba
las tribulaciones215–, mientras me remordía la conciencia porque quizá
todo lo que dije sobre mí y tú escribiste no era verdad, súbitamente me fue
dada una respuesta que así decía: “Todo lo aquí escrito son cosas
verdaderas, y no hay aquí ninguna palabra mendaz, sino que estaban más
llenas de muchas cosas o más abundantemente llenas de muchas cosas216.
Y defectuosamente han sido expresadas y lo que el escritor escribió lo hizo
abreviadamente y con defectos”. Y me mostró cómo yo tenía aquel signo.
Y dijo: “Dios está presente en todo esto que escribisteis y está aquí con
vosotros”. Y comprendía el alma que Dios se deleitaba, y también lo sentía.
Y esto me fue dicho por los remordimientos que tenía por aquellas cosas
que yo había contado, ya que sobre muchas otras cosas que yo te decía no
tuve que pedir consejo por su claridad».
OTRA ALOCUCIÓN EXHORTATIVA DIVINA, EN LA CUAL SE
AFIRMA QUE NO EXISTE NINGUNA JUSTIFICACIÓN PARA
AQUELLOS QUE RECHAZAN AL MÉDICO DIVINO217
Después de que yo, hermano escritor, escribiera las cosas referidas
arriba, la fiel de Cristo me dijo: «Ahora esto me ha sido repetido y ha sido
impreso en mi corazón de tal forma que difícilmente me puedo contener
para no difundirlo o proclamarlo218 a todo el mundo. Así me lo mostró
claramente diciéndome: “Ninguna persona podrá poner excusas de
salud219, porque solo debe hacer lo que hace el enfermo en el médico, que
le muestra la enfermedad y se dispone a obedecerle. Haciendo así no le hace
falta hacer nada más a esta persona, ni comprar220 otras medicinas, sino
mostrarse a su médico y disponerse a hacerle caso a todo lo que él le diga, y
tener cuidado de no hacer lo contrario. Y comprendía el alma que la
medicina era su sangre221 y que él mismo se la da a ella. Y el enfermo no
debe hacer222 otra cosa, sino estar bien dispuesto y entonces el médico le
dará la salud y le sanará de su enfermedad223.
Y respondía aquí el alma y veía que todos sus miembros tenían una
enfermedad específica y asignaba una enfermedad a cada miembro. Y
comenzó el alma a enumerar cada miembro y sus pecados, los cuales veía y
especificaba maravillosamente. Y todo esto lo escuchó él con paciencia, y
después respondió de forma muy alegre y ordenada de qué manera sanaba
de repente y dijo: “Esto mismo sufrió María Magdalena, es decir dolor,
porque había enfermado y el deseo la liberó de la enfermedad224. Y
cualquiera que tenga esto podrá encontrar la salud como ella”.
Y me ponía otro ejemplo, aunque con uno y otro tuviera demasiado para
hacer y meditar durante todo el día, es decir sobre cada uno en sí mismo. Y
decía: “Estos hijos míos que se marchan de mi reino por sus pecados y se
hacen hijos del demonio, cuando retornan al Padre, porque el Padre se
alegra de que vuelvan a él; cuando vuelven al Padre este les muestra una
alegría especial. Tanta es la alegría que tiene de su regreso, que les concede
una gracia especial que no da a otros que fueron vírgenes y que no partieron
nunca de él. Y esto se hace por amor del Padre y porque ellos, después del
retorno, sufren dolor por haber ofendido a tanta majestad y saben que son
dignos del Infierno y piensan tanto en el amor del Padre que por ello
reciben una alegría especial”225.
Lo dicho arriba me lo decía esta fiel de Cristo a mí, hermano escritor,
con otras palabras, es decir más abundantes y más eficaces y llenas de luz.
Por lo que cuando yo le releía esto, ella me decía que yo había escrito
aquello no de modo abierto, sino seco y cerrado, aunque me confirmase que
había escrito la verdad. Y me decía que hoy le había sido dicho: «Después
de las palabras que has pronunciado haz escribir que todas estas cosas que
escribisteis han sido dadas gracias a Dios. Y cualquiera que quiera
conservar la gracia, que no levante los ojos de la cruz, ya sea en la alegría o
en la tristeza que yo le dé o permita».
SOBRE CÓMO EN CASA DE ÁNGELA SE REPARTE LA
BENDICIÓN DE DIOS SOBRE LAS LIMOSNAS226
Además me dijo a mí, escribiente: «Mientras oraba antes de comer y le
rogaba a la Virgen que me consiguiese la gracia de su Hijo, para que él a
través de su santísima Pasión borrara de mí todo pecado y que me
absolviera y que me diera su bendición, y que esto lo hiciese para mí y para
mi compañera y que él, que bendijo la mesa cuando estuvo en la mesa de
los apóstoles y comió con ellos, también bendijera esta comida y bebida de
la que nosotras queríamos dar cuenta, súbitamente recibí una respuesta que
así decía: “Hija mía, dulce para mí, esto que has pedido te ha sido
concedido. Todo pecado te ha sido quitado y os he absuelto y tenéis mi
bendición –y me parecía que decía lo mismo de mí y de mi compañera, es
decir ‘a vosotras’–, y la comida y la bebida han sido benditas para vosotras
para siempre, mientras viváis en este mundo, por Dios omnipotente”.
Y pensaba en si estas limosnas que recibimos, reciben la bendición
cuando se la dan, o si la reciben solo las cosas que comemos. Y súbitamente
me fue dicho y respondido que todas las limosnas reciben bendición. “Por
tanto, a quienes das limosna les será provechosa dependiendo de su mayor o
menor grado de disposición, tan grande es la virtud que reciben de quien las
bendijo; y si estuvieran en pecado mortal aquellos que la aceptasen, les será
provechosa puesto que tendrán el deseo de convertirse rápidamente a la
penitencia”. Y entonces el alma sentía a Dios en ella y sabía que la
sensación era verdadera por la alegría espiritual y el deleite divino que
sentía verdaderamente de Dios».
Y dijo que ahora, cuando reza la oración que hemos dicho cuando va a
comer, se le confirma que todas las cosas que hemos dicho anteriormente le
son dadas, y siente que Dios se deleita de que ella también dé siempre dicha
bendición por recelo. Y le parece que a él le place que no deje de hacerlo
por dudas o recelo, por no haber confirmado que ya le ha sido dada, aunque
cada vez le sea dicho que sí que le ha sido dada. Ella siente que Dios le
muestra su clara faz227 y no le disgusta, y clarísimamente se le confirma.
Además dijo que se le decía en muchas ocasiones: “Pide y pide
justamente, y te será concedido”228.
DE QUÉ FORMA DIOS LE ADMINISTRA LA BENDICIÓN A
ÁNGELA «EN EL MOMENTO DE LA ELEVACIÓN DEL CUERPO DE
CRISTO» EN LA CELEBRACIÓN DE LA SANTA MISA229
También me dijo a mí, hermano: «Cuando estaba en la iglesia y era el
momento en el que las personas se arrodillaban por la elevación del Cuerpo
de Cristo, entonces me fue hecho el siguiente discurso230: “Hija mía, dulce
Hijo mío”. Lo decía muy humildemente y notaba un sentimiento nuevo en
mi alma de máxima dulzura. Y decía: “Hija mía, dulce Hijo mío y para mí,
mi Hijo ya ha venido a ti y has recibido su bendición”. Y entonces me hacía
entender que su hijo ya estaba en el altar, y era como si me diera una noticia
de máxima alegría, tanta que no la sé expresar y no creo que haya nadie que
pueda hacerlo, por el contrario, me maravillé después de cómo pude
sostenerme en pie sintiendo tanta alegría.
Y me decía: “Después de haber recibido la bendición de mi Hijo es
conveniente que yo venga a ti y te dé mi bendición, para que así como
recibiste la bendición de mi Hijo, recibas la bendición de la Madre y tengas
mi bendición y seas bendita por mi Hijo y por mí. Y esfuérzate en amar
cuanto puedas, porque tú eres muy amada y te convertirás en algo
infinito”231. Y entonces recibí una grandísima alegría en el alma como
nunca antes la había recibido. Y cuando hubo acabado de decir lo anterior,
entonces fue elevado el Cuerpo de Cristo por el sacerdote y me arrodillé y
lo adoré, y aumentó en mí dicha alegría. Y no había podido arrodillarme
cuando las otras personas lo hicieron, sino que me había quedado en pie en
dicha alocución».
Y yo, hermano escritor, le pregunté si entonces había visto algo en el
Cuerpo de Cristo, como solía muchas veces. Y respondió que no, pero
sentía verazmente a Cristo en el alma. Y dije yo, hermano escritor: «¿Cómo
sabes que esto fue realmente así?». Y respondió ella diciendo: «Porque no
existe nada que así abrace el alma con fuego tan ardiente, sino cuando
Cristo está en el alma con deleite de amor. Y entonces no era como el fuego
que ardía algunas veces, sino que era fuego de suave amor. Entonces, yo no
dudo cuando tal fuego hay en mi alma, porque el alma sabe verazmente que
es Dios, y que esto no puede ser hecho por otro. Y todos los miembros del
cuerpo sienten que se descoyuntan, y yo quiero que así sea. Y todos los
miembros sienten supremo deleite, y yo deseo siempre ser en él. Y suenan
los miembros cuando se descoyuntan, y esto lo siento más cuando se eleva
el Cuerpo de Cristo, y se descoyuntan las manos y se abren»232.
Capítulo V
Tercer paso suplementario
El tercer paso es la revelación de la enseñanza divina por lecciones
percibidas por los oídos corporales y por lecciones solo inteligibles por el
gusto de la mente233
EN ESTA PARÁBOLA LE MUESTRA DIOS A ÁNGELA DE QUÉ
FORMA «DESCIENDEN» DE LA CRUZ Y «ASCIENDEN» A SU
BANQUETE COMO HIJOS COMUNES O ESPECIALES O
FAMILIARES
La fiel de Cristo me dijo a mí, hermano escritor, que una vez pidió a
Dios que le diese alguna cosa suya propia. Se hizo el signo de la cruz y rogó
a Dios que le mostrase quiénes son sus hijos y Dios le dio un ejemplo, en el
que le dijo entre otras cosas:
«“Imagina a un hombre que tiene muchos amigos a los que invita a un
banquete y como no asisten todos los invitados, solo sienta a su mesa a los
que finalmente están allí. Y aunque se aflige por los que no han asistido,
pues ha preparado un banquete muy abundante, sienta a la mesa a los que
han venido. Y aunque los ame a todos y a todos ofrezca el banquete, sin
embargo a los que más ama los coloca en una mesa especial cerca de sí. Y
entonces aquellos a los que más familiarmente ama, comen en la misma
escudilla que él y beben de su misma copa”»234.
Y yo con mucho placer del alma le pregunté diciéndole: “Dime, Señor,
¿cuándo es que invitas a todos así como cuentas?”. Y él respondió: “Yo he
llamado a todos y los he invitado a una vida eterna: los que quieran venir
que vengan, ya que ninguno se puede excusar por no haber sido llamado. Si
quieres saber cuánto los amé y lo deseé voluntariamente, mira a la cruz”.
Después me dijo: “He aquí a los elegidos que vienen y se sientan a mi
mesa”. Y me daba a entender que él mismo era la mesa y la comida que
ofrecía235.
Y preguntaba yo: “¿Por qué vía han venido los que has llamado?”. Y
respondía diciendo: “Por la vía de la tribulación, y estos son vírgenes236,
castos, pobres, pacientes y enfermos”. Y así nombraba muchos tipos de
personas que se pueden salvar. Y yo en cada palabra entendía la razón y la
explicación, y mucho me deleitaba. E intentaba no mover los ojos, ni
perderme este consuelo. Y estos eran llamados comúnmente “hijos”. Y
explicaba en aquellas palabras de qué modo la virginidad y la pobreza y la
fiebre y la pérdida de los hijos y la tribulación y la pérdida de las posesiones
–y nombraba muchas cosas con la razón y la explicación, y yo lo entendía
bien–, que todas estas cosas Dios se las hace a dichos hijos por su bien. Y
estos no lo saben y de ello no se dan cuenta, sino que por el contrario al
principio se atribulan, pero después reconocen a Dios y se calman237.
En todo caso, aquellos a los que se ha invitado a la mesa especial, a los
cuales este Señor hace comer de su escudilla y beber de su copa, estos son
los que quieren saber quién es este buen hombre que los ha invitado para
poder complacerlo. Y es después de que saben que han sido invitados sin
ningún mérito o dignidad por su parte cuando quieren complacerlo. Y estos
son los que saben que son muy amados por Dios omnipotente y los que se
saben indignos de serlo. Y cuando saben esto van hacia la cruz, y la miran y
fijan sus ojos en ella, y allí conocen el amor238».
EN DOS PARÁBOLAS DIOS REVELA Y EXPLICA EL GRAN
MISTERIO DEL «DESCENSO» Y DEL «ASCENSO» DE SU HIJO
MOVIDO POR NUESTRO AMOR PARA QUE SIGAMOS SUS
HUELLAS
«Y le fue dicho al alma cómo Dios Padre envió a su Hijo por amor y
cómo el Hijo para venir estuvo de acuerdo con este amor, y cómo primero
la creó y después la redimió y, obrando ordenadamente, envió primero a los
ángeles; y, por decirlo así, abandonó al Padre, abandonó el Cielo y su
dignidad. Y enumeraba239 por partes la Pasión, nombrando cada uno de los
miembros y fatigas, con palabras duras e injuriosas. Y en este mundo dejó a
la Madre, lo que fue para él muy doloroso, y a los apóstoles. Y entonces
cuando pregunté cuál fue el mayor dolor de la Madre, respondió que el del
corazón240. Y hablando brevemente a estos hijos cercanos241 se
enumeraban todas estas cosas que sucedieron por amor, lo cual sería
demasiado largo de escribir. Pero entonces el alma escuchaba estas cosas y
también las sentía, porque solo explicarlas o escucharlas no es casi nada.
Pero, además, se le dijo al alma: “¿Te maravillas de este Cuerpo de
Cristo así torturado o pasionado242? Cuánto más podemos maravillarnos
de que la divinidad soportase que esto se hiciese en su capa, es decir en la
humanidad en la cual está su divinidad”243. Y para que yo lo entendiera se
me daba el ejemplo de un hombre nobilísimo, que no podía ser ofendido en
su persona, pero sí que podía ser ofendido y destruido en su casa, es decir
que lo que se puede destruir es la casa y no su persona. Y aquí se mostraba
que aunque Dios fuese impasible por nuestro amor permitió que ante todos
se cometiera una gran infamia contra la divinidad244».
Sin embargo de este ejemplo me ocupé poco. Yo, hermano escritor, esta
larga predicación245 y doctrina divina fragmenté y acorté por prisa, ya que
era muy larga. Y entonces el alma se incendió de amor y fue como si
valorara poco la Pasión del Cuerpo de Cristo respecto al amor de la
divinidad.
Y además le fue dicho al alma: «Después de que Dios hiciera todo lo
dicho arriba y quisiera nacer por ti –pues esto es lo que quiere decir246
“descender a tanta indignidad o vileza”–, conviene que el alma nazca en
Dios y muera a sí misma, es decir a los vicios y a los pecados –a esto se
refiere “ascender a gran dignidad”–, ya que después de morir así y
reconocer tanto amor, se le da la vida de gracia y vive en Cristo.
Y a estos hijos suyos discretos Dios permite grandes tribulaciones y esto
se lo concede a ellos por una gracia especial, para que coman con él en su
misma escudilla. “Aunque yo fui llamado a esta mesa, decía Cristo, y el
cáliz del que yo bebí lo sentí amargo, sin embargo por amor me fue dulce.”
Así es que estos hijos, que conocen los beneficios comentados arriba y que
están en la gracia, a pesar de que algunas veces sientan amargas
tribulaciones, se les hacen dulces por el amor y la gracia que reside en ellos.
Por el contrario, más se atribulan cuando no están afligidos, ya que se
deleitan y sienten mejor a Dios cuando más sufren tribulaciones y
persecuciones».
Además, me daba otro ejemplo de la cruz, que era el siguiente: «Había
una vez un padre cuyos hijos pecaban». Y explicaba cómo pecaban. «Y
ocurrió que el padre, inocente por las ofensas de sus hijos, se suicidó a
causa de estas. Y se le presentaba al alma el camino en el que estaba
muerto, y parecía que allí había sangre y que estuviese en un trivio. Sería
natural y razonable que estos tres hijos suyos se dolieran del doloroso
suicidio del padre, cometido con un cuchillo e, incluso, que se dolieran
profundamente ya que su padre ha muerto de la manera más cruel y
vituperable por culpa suya, es decir de sus hijos. Ellos siempre cargan este
dolor en el corazón y es tan intenso que evitan y ponen cuidado para no
pasar por aquel camino. Y si ocurre que por allí pasan, no pueden hacerlo
sin sufrir un profundo dolor, casi como si el padre volviera a suicidarse.
Fíjate en esto, oh alma247, pues mayor debe ser el dolor de la muerte de
Cristo, que es más que un padre terrenal, y ha muerto por tus pecados». Por
lo que se decía: «Adolora o duélete248, oh alma, porque debes pasar cerca
de la cruz en la que estuvo Cristo muerto. Y es necesario que te coloques o
reposes allí, porque la cruz es tu salud, y tu lecho, y debe ser tu deleite249,
ya que aquí está tu salvación. Y es sorprendente cómo puede un hombre
pasar por allí rápidamente y no demorarse». Y decía, que si el alma allí se
parase, siempre encontraría sangre casi reciente. Y daba a entender con este
ejemplo quiénes son los hijos legítimos de Dios250.
«Y después de esto, cuando pasaba cerca de una pintura de la cruz de la
Pasión, me parecía que nada se representaba en comparación con la
grandísima Pasión, la cual sufrió de verdad, y la cual me fue mostrada e
impresa en el corazón. Así que no quería mirar las pinturas, porque me
parecían absolutamente poco y casi nada.»
CON DOS EJEMPLOS DE LA PROPIA EXPERIENCIA ÁNGELA
ENSEÑA QUE EL «DESCENSO» A LA VIDA DE TRIBULACIÓN Y EL
MINISTERIO DE LA CARIDAD SE RESUELVEN COMO «ASCENSO»
A LA DULZURA DIVINA
Además cuando yo, hermano escritor, le preguntaba a la fiel de Cristo,
pues quería confirmar que era cierto aquello de que los hijos de Dios
sienten la dulzura divina mezclada251 con las persecuciones y las
tribulaciones que sufren, así como ha sido dicho en la predicación252 que
maravillosamente le hizo Dios de la forma arriba escrita, empezó a darme
un ejemplo de sí misma, diciendo que cuando fue atribulada por monjes y
por compañeros253 no podía manifestar ni las lágrimas que la ungieron de
alegría ni la dulzura que entonces sintió254.
Además cuando me había dicho las palabras que Dios le había
predicado –sobre los hijos de Dios y los hijos especiales que comen en una
misma escudilla y beben en un mismo cáliz con Cristo255, y que aunque lo
sientan amargo se vuelve dulce para ellos, ya que es muy deleitable– yo,
hermano escritor, la empecé a contradecir y le decía que esto era bastante
áspero. Y esta fiel de Cristo me contó una historia, con la que se esforzaba
en mostrarme que no era áspero, sino dulce. Y decía así:
«El Jueves Santo yo le dije a mi compañera que hiciéramos lo posible
por encontrar a Cristo. Y le dije: “Vamos al Hospital de San Feliciano, pues
quizá encontremos allí a Cristo entre aquellos pobres y apenados y
afligidos”256. Y cargamos con todas las telas para la cabeza257 que
pudimos coger, ya que no teníamos otra cosa. Y le dijimos a Giliola258,
sirvienta del hospital, que los vendiera y que consiguiera con ello algo con
lo que comieran los que allí estaban. Y ella, aunque fuera muy renuente a
hacerlo y dijera que nosotras la insultábamos, sin embargo lo hizo por
nuestra mucha insistencia, y vendió aquellos pañitos de nuestras cabezas y
compró pescado, mientras nosotras traíamos los panes que nos habían dado
para nuestra subsistencia259.
Y después de hacer esto, lavamos los pies a las mujeres y las manos a
los hombres, sobre todo las de un leproso que tenía las manos muy
reblandecidas y marchitas y podridas. Y bebimos de aquella lavaza. Y tanta
dulzura sentimos que por todo el camino volvimos sintiendo una gran
suavidad, como si hubiéramos comulgado. Y me parecía que de verdad
había comulgado, ya que sentía una suavidad suprema, como si lo hubiera
hecho. Y como una costra de aquellas llagas se me había trabado en la
garganta, yo me esforzaba en tragarla. Y reprendía a mi consciencia por
pensar en escupirla, como si estuviera comulgando, aunque no la quisiera
escupir, sino solo despegármela de la garganta».
CON DOS PARÁBOLAS Y OTRAS ALOCUCIONES SE ENSEÑA
CÓMO LOS LLAMADOS A SEGUIR LA VÍA PECULIAR DEL
«DESCENSO» DEL DIVINO MAESTRO, RECHAZANDO LA
INVITACIÓN, INCURREN EN UN GRAVE PELIGRO260
En aquel día en el cual escribí las cosas anteriores, aunque no todo,
habiendo vuelto a su celda la fiel de Cristo empezó a rezar, como solía, el
«padrenuestro de la Pasión»261. Y cuando lo acabó, inmediatamente le
fueron dichas estas palabras: «Todos aquellos a los que Dios enseña e
ilumina para que entiendan su vía, y hacen oídos sordos a esta iluminación
y enseñanza que Dios ha hecho para ellos especialmente262, y no quieren
atender ni oír lo que Dios les está diciendo en el alma, sino que
embruteciéndose siguen otra doctrina distinta a esta enseñanza que saben
que les ha sido dada por Dios, y quieren recorrer una vía común contra su
propia consciencia, por ello reciben la maldición de Dios omnipotente». Y
muchas veces se le repetieron dichas palabras, porque ella evitaba oírlas, ya
que para sí eran demasiado fuertes. Y temía que fuera un engaño que
aquellos a los que Dios da la luz y la gracia diera después su maldición.
Y entonces se le puso el ejemplo de la mujer que empezó a aprender a
hacer obras sutiles y tenía buen corazón, de manera que le fue necesario
cambiar de maestra263.
Y después de este ejemplo, le fue dado otro. Y le fue dicho que este me
lo transmitiera a mí, hermano escritor, porque yo lo entendería mejor que el
ejemplo de la mujer. Por lo que muchas veces le era dicho que tales
palabras y ejemplos me dijera. Se le decía: «¡Cuéntaselo!».
El ejemplo hablaba sobre un estudiante que va a la escuela de su padre.
Y el padre por tal causa corre con los gastos, lo honra con vestidos
apropiados, se esfuerza para que aprenda y, después, intenta que le enseñe
otro maestro mejor que él mismo. Si dicho estudiante obra negligentemente,
volverá al estado secular y a trabajar, y de aquello que había aprendido nada
le quedará. Así ocurre con aquel que primero es enseñado por predicación o
por las Escrituras y, después, es especialmente iluminado por Dios, y a
quien se le da a entender después mediante una luz especial264 que siga la
vía de Cristo. Para que la conozca, el padre primero hace que su hijo sea
enseñado por otros y, después, le enseña una doctrina y una luz especial,
que solo puede enseñarle él. Si obra negligentemente y se embrutece y,
mientras Dios quiere que haya luz para los otros, desprecia tales doctrina y
luz, Dios Padre le quita la luz y la gracia y lo maldice.
Y esta fiel de Cristo me dijo a mí, hermano, que tenía dudas de que Dios
maldijera de esta forma: tantas dudas tenía que mucho le dolió el oírlo. Por
ello le dijo a su compañera que esto no quería contármelo, porque temía que
pudiese haber sido un engaño. «Pero me ha sido dicho que te dijera esto, ya
que alguna palabra te atañía. Sin embargo yo lo entiendo en el buen sentido
y no en el malo, y allí tuve gran entendimiento del bien.»
Esta fiel de Cristo me dijo a mí, hermano escritor, que en otra ocasión
Dios le había predicado largamente, como esta vez que he transcrito.
POR DIVINA REVELACIÓN ÁNGELA SE DESCUBRE A SÍ
MISMA COMO VIL CRIATURA Y A DIOS COMO EL SUMMUM
BONUM QUE DESCIENDE265
Además me dijo a mí, hermano escritor, que otra vez Dios le habló de
ella misma, y le mostró eficaz y detalladamente cómo ella era nada266 y
había sido creada de vil materia, y cómo en esa nada encontró bondad y de
qué modo Dios, que la ama y a quien ella puede amar, es tan supremo y
perfecto que, cuando se acuerda de ello, ninguna soberbia tiene lugar, y de
ninguna manera puede enviar allí punzadas267 de aflicción o de soberbia.
Por lo que se le decía, después de que se le hubiera mostrado el poder de
Dios y su propia vileza: «Mira quién eres tú por la cual yo vine». «Y
cuando veía y sentía qué era yo y que había sido creada ofendiéndolo a él,
sentía que ninguna criatura era tan vil como yo»268.
Además me dijo a mí, hermano, que una vez mientras rezaba la oración
que Dios le había enseñado este le mostró primero cómo ella le había
ofendido en todo, y le especificaba los pelos269. Esta bellísima predicación
y utilísima y larga yo, hermano escritor, no la pude transcribir por la hora
que era, porque teníamos que salir de la iglesia, y porque como estaba
trabajando en transcribir otras cosas no me preocupé de ello después.
ÁNGELA RESPONDE A CUATRO PREGUNTAS DEL HERMANO
POR REVELACIÓN DIVINA 270
a. Con un ejemplo, Ángela es instruida sobre los dos modos en los que
Dios puede ser conocido en sus criaturas
A su vez yo, hermano escritor, quise saber y aprender de ella cómo Dios
puede ser conocido en sus criaturas. Y comencé a hablarle sobre un
hermano espiritual271, del que se decía que conocía mucho a Dios en sus
criaturas, pero entonces estaba yo desconcentrado por un escándalo que
había ocurrido. Y esta fiel de Cristo empezó así a decir y hablar:
«Una vez vino a mí un hombre que me dijo que conocía a uno que
conocía a Dios en las criaturas. Y después comencé a pensar en esto, qué es
mejor: conocer a Dios en sus criaturas o conocerlo en sí, es decir en el alma.
Y después de maitines comencé a rogarle a Dios que me revelara lo que
yo quería saber. Y me fue dado un ejemplo del que no me acuerdo
enteramente, pero que me parece que hablaba de un gran y nobílisimo
hombre, que tenía muchas e innumerables cosas buenas bajo su dominio y
que tenía hombres a su servicio que, participando de aquellos bienes, sabían
cuán bondadoso era aquel señor por su mucha bondad. En él nada conocían
ni de nada participaban sino era de cosas buenas. Y había también otra
generación de hombres al servicio de dicho hombre que, aunque lo
conocieran por sus bienes, sin embargo lo conocían mucho mejor por la
bondad de su persona, que experimentaban en sí mismos».
Yo, hermano escritor, cuando le preguntaba sobre dicho conocimiento,
me respondía que era fragmentario para sí no solo lo anteriormente dicho,
sino también otras cosas sobre las que yo le preguntaba: así me parecía y,
por tanto, desistí de escribir.
b. Alocución en la que se aprende que no se puede en esta vida penetrar
en el misterio de la presencia de Cristo en la eucaristía272
Además otra vez le pregunté yo, hermano escritor, de qué modo el
Cuerpo de Cristo puede estar simultáneamente en todos los altares. Y ella
me respondió que había recibido respuesta sobre esto y que le había sido
dicho por Dios lo siguiente: «Esto es así por poder divino, del cual hablan
las Escrituras y el cual no puede ser comprendido en esta vida. Y los que la
leen entienden poco, y los que la sienten de mí entienden más273; y ni los
unos ni los otros lo entienden en esta vida, pero llegará un tiempo en el que
comprenderán».
c. Otro ejemplo dado por Dios sobre cómo el hombre debe distinguir lo
que es suyo y lo que es de otros, lejos de cualquier confusión274
Otra vez yo, hermano, le rogué que ella rogara a Dios para que el
hermano Doménico de la Marca275 no fuese engañado. Y cuando ella
rezaba intensamente, le fue dada una súbita respuesta que decía: «Todo lo
que a otros pertenece debe ser devuelto con gran solicitud y siempre que el
hombre viva, así debe preservar lo suyo. Y así como con gran solicitud debe
el hombre preservar lo suyo, debe devolver a los otros lo que les pertenece.
Y no debe el hombre mezclar lo suyo con lo ajeno».
Y le ponía un ejemplo de la santa Virgen, en el que se le decía: «Mira el
ejemplo de mi Madre, cómo preservó siempre lo suyo y devolvió lo que no
le pertenecía». Y ponía un ejemplo parecido sobre sí mismo, sobre cómo
preservaba lo suyo, aunque no hiciese falta, ya que él siempre estaba en
Dios Padre y Dios estaba en él.
d. En una admirable visión Ángela entiende que la providencia divina es
un gran misterio de la sabiduría de Dios, oculto a los hombres, y recibe la
gracia de juzgar las cosas y a los hombres espirituales rectamente276
Esto me dijo a mí, hermano escritor: «Una vez me habían rogado que
rezase a Dios por algunas cosas que quería el hermano E. de la Marca277; y
me rogó que yo le respondiera. Y yo no estaba acostumbrada a rezar por
aquellas cosas a Dios, ni podía rezar, porque aunque con gusto yo quisiese
saber aquellas cosas, sin embargo me parecía soberbio y fatuo rezar a Dios
por aquello que él quería saber.
Y mientras pensaba esto, súbitamente mi mente fue elevada y, en esta
primera elevación, fue puesta ante una mesa sin principio ni fin. Sin
embargo no me senté a aquella mesa de manera que pudiera verla, sino solo
lo que había sobre ella. Y veía una plenitud inenarrable de la cual nada
puedo contar ni decir sino esto, es decir que veía el Omne bonum. Y veía
allí la plenitud de la divina sabiduría, por la cual veía que no era lícito
preguntar ni querer saber lo que quiere obrar la divina sabiduría, ya que es
querer estar por delante de ella. Y en aquella plenitud de la divina sabiduría
veía cómo no era lícito preguntar ni querer saber lo que quiere obrar la
divina sabiduría, ya que es ponerse por delante de ella.
Y por ello cuando encuentro a personas preguntando qué quiere hacer la
divina sabiduría, me parece y entiendo que se equivocan. Y por ello, por lo
que vi encima de la mesa, es decir de la divina sabiduría, sé que puedo
juzgar a todas las personas espirituales y todos los asuntos espirituales,
cuando las escucho u oigo hablar sobre ellas o contar cosas sobre ellos. Y
no juzgo con aquel juicio, por el cual juzgando normalmente pecaba, sino
con otro juicio verdadero que yo entiendo. Por lo que no tengo ni puedo
tener consciencia de pecar con este juicio278.
Y no sé decir otra cosa de lo que vi. Sin embargo, a mi alma vuelve de
nuevo esta palabra, mesa, y también que fui puesta ante una mesa en mi
primera elevación. Pero de aquellas cosas que se me dejaron ver allí
encima, nada más puedo contar, sino lo que ya he dicho».
Capítulo VI
Cuarto paso suplementario
El cuarto paso es la revelación de la propia humillación y la reformación
y la certeza divina279
ÁNGELA RECIBE UNA GRACIA ESPECIAL POR LA CUAL DIOS
MANIFIESTA SU PODER EN SU VIDA Y EN LA DE LOS HOMBRES,
DESTERRANDO ASÍ CUALQUIER DUDA
Una vez recibió una alocución divina que así decía: «“Yo que te hablo
soy el poder divino que te da la gracia. Y la gracia que te doy es tal que
quiero que sea provechosa para todos los hombres que te vean; y no solo
para estos, sino también que ayudes y seas provechosa para aquellos que
simplemente piensen en ti o escuchen tu nombre. Y a los que más tengan de
mí, más provechosa les serás”. Y entonces, a pesar de sentir una alegría
suprema, el alma decía: “No quiero esta gracia, porque temo que me hiera y
caer en la vanagloria”. Y respondió rápidamente diciendo: “Tú no tienes
que hacer nada, pues no es cosa tuya, sino que eres solamente su guardiana.
Consérvala bien y dásela a quien le pertenece”. Y entonces el alma
comprendió que no podía ser herida de esta manera. Y me dijo: “Me place
que tengas este temor, pues así lo quiero”.
Y dijo: “Haz las tres cosas que se te han dicho: intenta llevarlas a cabo,
pues haciéndolo te será concedido aquello que pediste a mi Madre y aún no
tienes”. Y yo había pedido a la santa Virgen que para la celebración que
estaba próxima me concediera la gracia de su Hijo, por la que yo pudiera
estar segura de que no era engañada en las alocuciones que recibía. Y resté
entonces en la alegría de tales palabras, con la gran esperanza de que la
santa Virgen me consiguiera lo que le había pedido, como entonces me
había prometido. Y además me dijo en la anterior alocución que me
concedía la gracia de actuar siempre –hiciera lo que hiciese– con su
permiso.
Y después de esto comencé a hacer las tres cosas dichas anteriormente.
Estas tres cosas fueron las siguientes, es decir que en una alocución que
recibí oí que se me decía lo siguiente: “Dios se te ha mostrado, te ha
hablado, te ha permitido que lo sientas en sí mismo, para que tú evites ver,
hablar o escuchar las cosas que no existen según él”. Y entendía yo estas
palabras con mucha discreción.
Y súbitamente comencé a hacer aquellas tres cosas: mi corazón se elevó
de todo lo terrenal y fue puesto en Dios, de forma que nada podía pensar ni
ver sino a Dios. Y si hablaba o si comía o hiciera lo que hiciese, ello no
impedía que mi corazón estuviese siempre en Dios. Y cuando estaba280 en
oración y quería ir a comer, le pedía permiso. Y él me lo daba, diciéndome:
“Ve y come con la bendición de Dios Padre e Hijo y Espíritu Santo”. Y
algunas veces me daba el permiso pronto y otras más tarde. Y esto duró tres
días y tres noches».
ÁNGELA EN LA RECEPCIÓN DEL SACRAMENTO DE LA
PENITENCIA Y DE LA EUCARISTÍA ES MARAVILLOSAMENTE
LIBERADA DE LA TENTACIÓN DIABÓLICA Y DE SUS DUDAS, Y
ES ELEVADA281
«Y después de que esto ocurriera, cierto día mientras estaba sentada en
casa, perezosa, recibí una alocucion que decía: “Yo, que hablo, soy san
Bartolomé, que fui desollado”. Y se ensalzaba mucho y me ensalzaba
mucho a mí también, y decía que ese día era su celebración. Y se llenó mi
alma de tristeza y de divagaciones, y salí de la oración, y me parecía
imposible recuperarme. Pero después me di cuenta de que había mentido,
ya que no era la fiesta de san Bartolomé, sino la de santa Clara. Y me
duraron la tristeza y la divagación antedichas diez días, hasta la octava de la
Señora, es decir en la octava de santa María en agosto, cuando fui a
Asís.»282
Y entonces se confesó para sosegar su alma como mejor podía y se
dispuso para recibir la comunión. Y mientras cantaban la misa se puso cerca
de la cruz, entre las rejas de hierro. Y entonces recibió una dulcísima
locución divina, que sosegó toda su alma, que decía: «Hija mía, dulce para
mí» o algo mucho mejor283. Sin embargo, le parecía que ya antes Dios
había sosegado su alma con otra alocución que decía: «Hija mía, dulce para
mí, ninguna criatura podría darte consuelo, sino yo»284.
«Y después dijo: “Quiero mostrarte mi poder”. Y de súbito se me
abrieron los ojos del alma, y veían la plenitud de Dios, en la que
comprendían todo el mundo, es decir más allá y más acá del mar, y todo lo
demás. Y en todo lo dicho no se discernía sino el poder divino, de manera
completamente inenarrable. Y entonces el alma, maravillándose mucho,
clamó diciendo: “¡Este mundo está preñado de Dios!”. Y comprendía todo
el mundo como algo aprehensible, es decir más allá del mar y más acá del
mar, y el abismo y el mar, y todas las cosas casi como algo aprehensible,
pero la potencia de Dios excedía y llenaba todo. Y dijo: “Ahora te mostraré
mi poder”. Y yo comprendí que, después, podría entender mejor lo demás.
Y dijo: “Mira ahora la humildad”. Y veía tan profunda humildad285 de
Dios para los hombres, que comprendiendo el alma su poder inenarrable y
viendo tan profunda humildad, se maravillaba y se sabía enteramente nada;
y casi nada veía en sí, sino soberbia. Y entonces comencé a decir que no
quería comulgar, porque me parecía que de todo era indigna, y era
totalmente indigna. Y después de mostrarme su potencia y humildad me
dijo: “Hija mía, al punto de ver esto, no puede llegar ninguna otra criatura
sino por divina gracia: a ese punto has llegado tú”.
Y estando cercana la elevación del Cuerpo de Cristo dijo: “He aquí de
qué modo el poder divino está sobre el altar. Y yo estoy dentro de ti: aunque
me recibas ahora, antes ya me habías recibido286. Y comulga con la
bendición de Dios Padre, y la del Hijo, y la del Espíritu Santo. Y yo que soy
digno, te hago a ti digna”.
Y entonces me dejó una dulzura inenarrable y una gran alegría, que no
creo que pierda en toda mi vida. Y sobre esto no quedó en mí ninguna duda,
sino que creo que en ello me fue dado lo que le había pedido a la Madre de
Dios, que ella impetrara a su hijo por mí. Y ello aquí me fue satisfecho, así
como me había sido prometido en la locución divina, y fui en todo
satisfecha.»
ÁNGELA, OPRIMIDA POR NUEVAS DUDAS, ENFERMEDAD Y
TRIBULACIÓN, ES LIBERADA, CONFIRMADA Y ELEVADA POR
DIOS OMNIPOTENTE287
«Una vez, mientras yacía enferma, me fue dicho lo siguiente: “Tal
hermano ha sido hecho guardián, y esto se confirma de manera segura y
cierta”288. Y dijo: “Dile a tu compañera que, sin duda alguna, ha sido
confirmado”. Y entendí inmediatamente entonces que si no había sido
confirmado un monje como guardián las antedichas palabras tenían que ser
entendidas espiritualmente, es decir que alguien había sido confirmado
como guardián en las cosas divinas. Y después pensé que estas eran
palabras oscuras para mí. Y me dijo: “Dile a él, es decir al monje, que ha
sido confirmado con toda seguridad como guardián”. Y me dijo esto porque
yo había dudado en comunicarle sus palabras al monje.
Y mientras yacía enferma en el lecho, me fue dicho: “Álzate y mantente
arrodillada y con las manos juntas”. Y yo, por la enfermedad, no pensaba
poder levantarme y me puse cerca de la cama. Y no hice lo que me dijo,
sino que me senté junto a la cama. Y mientras yacía y me sentaba de aquel
modo junto a la cama, muchas veces me fueron dichas y repetidas las
anteriores palabras. Y después dijo: “Álzate y golpéate el pecho y declara tu
culpa a tu compañera mientras ella te mira, ya que no has obedecido”. Y
entonces me levanté con gran alegría, muy ligera y alegre, como si no
hubiese sufrido antes dolor ni enfermedad, y no sentía dolor ni debilidad. Y
entonces le declaré a Dios mi culpa, mientras mi compañera me miraba289.
Y me dijo: “Di estas palabras: ‘Loada y bendita sea la santa Trinidad y
santa María, Madre Virginal’”. Y entonces lo repetí muchas veces con
mucha alegría y deleite.
Y en esta época había estado atribulada y no me parecía sentir a Dios, y
casi había sido abandonada por él. Y no podía confesar mis pecados. Y por
una parte pensaba que quizá me había ocurrido esto por soberbia y, por otra
parte, veía en mí tantos pecados tan profundamente, que no me parecía
posible confesarlos ni exteriorizarlos con el debido arrepentimiento tan solo
con la boca: me parecía que nunca los podría manifestar. Y tampoco podía
laudar a Dios, ni estar en oración. Sin embargo, me parecía que Dios me
había dejado mucho, es decir que yo no me afligía tanto como me debía
afligir y, de manera similar, que no deseaba alejarme de él pecando, ni
siquiera por toda la bondad, ni por toda la maldad, ni por todos los mártires
del mundo, ni consentir nada malo. Y fui atribulada tan intensa y
horriblemente durante cuatro semanas o más.
Y en esta época recibí una locución divina que decía: “Hija mía, amada
por Dios omnipotente y por todos los santos del Paraíso, Dios ha restaurado
su amor en ti. Y te tiene más amor que a cualquier otra mujer del valle de
Espoleto”. Y el alma respondió dudando, diciendo y clamando: “¿Cómo
puedo creerme esto, cuando estoy llena de aflicción, y me parece haber sido
casi abandonada por Dios?”. Y respondió: “Cuando te creas más
abandonada, entonces es cuando eres más amada por Dios y Dios está más
cerca de ti”.
Y cuando pedía mayor certeza y seguridad aún sobre las cosas
anteriores, me dijo: “Te doy este signo para que sepas que ciertamente eres
amada: si aquel hermano es guardián, sabrás que lo que te digo es verdad”.
Y cuando llegó la hora de comer, pedí a Dios que me limpiara de todo
pecado y que me diera la absolución por los méritos de su santísima Pasión,
y que me diese su bendición, y también para mi compañera y para ti. Y
entonces me fue dicho: “Los pecados han sido extirpados: os bendigo con la
carne de mis manos, que fue crucificada en la cruz”. Y entonces me parecía
ver la mano bendiciendo, y comprendía que hacía la bendición sobre la
cabeza de nosotros tres, y me deleitaba en la apariencia de aquellas manos.
Y dijo: “Tenéis eternamente la bendición del Padre, del Hijo y del Espíritu
Santo”. Y comprendía que se refería a nosotros tres. Y decía: “Dile a aquel
hermano que haga todo lo posible por hacerse pequeño”. Y dijo: “Dile que
es muy amado por Dios omnipotente. Que se esfuerce en amar.”»
ÁNGELA, TENTADA POR EL DEMONIO DURANTE LA
CELEBRACIÓN DE LA EUCARISTÍA Y DEL SACRAMENTO DE LA
PENITENCIA, ES LIBERADA DE MANERA ADMIRABLE,
CONFIRMADA Y MÍSTICAMENTE ELEVADA, Y ADEMÁS
ENTIENDE EL «JUEGO DE DIOS» CON EL ALMA
«Y aquel día que quería lavar lechugas después de este parlamento, me
interrumpió una alocución engañosa que decía: “¿Cómo es que eres digna
tú que lavas lechugas?”. Y entonces, viendo claramente que aquello era
engaño, respondí indignada con tristeza, porque me asaltaban las dudas
sobre otras locuciones, y yo respondí indignada con tristeza y dije: “Soy
digna de que Dios me meta en el Infierno inmediatamente y soy digna de
recoger estiércol”.
Y después de dicha tristeza y turbación, poco después, recibí con gran
alegría una alocución en la que se me decía: “Bueno es que el vino se
temple con agua”. E inmediatamente dicha tristeza se alejó y alivió. Y todo
esto que he dicho de la alocución fue un viernes, comenzó antes de la hora
nona y duró hasta después de comer. Y durante este tiempo –cuatro
semanas y aun más– siempre se mantuvo la tristeza, pero este día al que me
refiero sentí la alegría que he dicho, que, aunque no fuera suficiente para
eliminar mi tristeza, la atemperó.
Y no tenía plena voluntad de confesión, pero entonces comenzó a surgir
la voluntad y el deseo de confesión y de comulgar, y me fue dicho: “Me
gusta que comulgues, porque aunque me recibas ahora, ya antes me habías
recibido290; y aunque no me recibieras, ya me habías recibido. Y si
quieres, comulga mañana con la bendición del Padre, del Hijo y del Espíritu
Santo, y hazlo como deferencia a Dios omnipotente y a santa María Virgen
y a este santo”, es decir de san Antonio, cuya fiesta era el sábado, la mañana
siguiente. Y dijo esto: “Te será concedida una nueva gracia que hasta ahora
no tenías”.
Y yo esperaba que aquel monje viniera a escucharme en confesión en
las mañanas de los días siguientes, para que yo comulgase como me había
sido dicho en la alocución. Y cuando vi que pasaba la hora tercia y que el
monje que debía venir, como yo esperaba, no vino, empecé a entristecerme
–yo junto a mi compañera– y ella empezó a llorar. Y entonces súbitamente
recibí una alocución y dijo: “No te apenes, que lo que ha ocurrido en esta
tribulación y en la otra solamente es por tu bien; y la gracia que te ha sido
prometida no la perderás, y no tendrás menos, sino más”. Y yo no me lo
creía, sino que creía que era dudoso. Y me fue dicho: “Cree esto que te
digo, pues tanto vale esto que yo te digo ahora, es decir que no perderás la
gracia que te ha sido prometida, como te valió lo otro que te fue dicho, es
decir, cuando te fue prometida la gracia en la comunión”. Y entonces por
estas palabras permanecí llena de paz, y confortaba a mi compañera para
que no llorase y no se afligiera, ya que me había sido dicho que no perdería
la gracia.
Y despues de aquello, cuando llegó el jueves, un monje dijo algo que
me estimuló a querer confesar y comulgar. Y entonces me confesó aquel
monje, y me fue dada la gracia de la confesión. Y después, cuando se decía
misa, me fue hecha la gracia de recibir cierta iluminación, en la cual me
veía tan llena de pecados y defectos, que me había sido arrancada la lengua
y no podía hablar, y pensaba que la comunión que esperaba era una
condena.
Y después de esto me fue concedida una disposición admirable, por la
cual me podía meter toda dentro de Cristo291. Y entonces me metía dentro
de él con mucha confianza y certeza, que yo recuerde más que si antes lo
hubiera hecho o hubiera tenido ya esa experiencia. Y me metía como si
estuviera muerta, con la admirable certeza de que ello me revivía. Y cuando
comulgué sentí a Dios inenarrablemente. Y dejó en mí tal paz que me daba
a entender y por la cual podía sentir que toda tribulación, y todo lo que me
ha sucedido y todo lo que me pudiera suceder por tribulación, todo esto ha
sido hecho por mi bien. Y estoy contenta con aquello de que me parecía
haber sido arrancada de Dios. Y me fue hecha una nueva gracia que no tuve
antes. Y esta comunión hizo que el alma llegara a ver y desear, es decir, a
darse totalmente a Cristo292, porque Cristo se ha dado totalmente a
nosotros. Y ahora me deleito nuevamente en el deseo de martirio, y lo
espero y lo deseo; y me deleito más de lo habitual en todas las penas que
pudieran ser deleitables, y las deseo.»293
Y después de lo dicho arriba yo, hermano, le rogué que rogase a Dios
que iluminara nuestra duda. Y nos fue dicho: «Dile a este hermano:
“¿Quién es la que en toda aquella tribulación no amó menos sino más
cuando le pareció que había sido abandonada?”. Y dile: “Yo la sostengo,
porque si yo no la sostuviese se ahogaría en la mar”294. Y dile que “Lo que
ha sido dicho antes era oscuro para ti”». Y dio un ejemplo y dijo: «Te
explicaré un ejemplo mundano que habla de un padre que tenía un hijo muy
querido. Y el padre, teniendo un hijo tan querido, lo alimentaba
sobriamente. Y atemperaba los alimentos para que le fueran más
beneficiosos: no le permitía beber vino puro ni comer comidas superfluas ni
nada que le hiciera daño, sino que atemperaba todo para que creciera más».
Y me dijo esta fiel de Cristo a mí, hermano, así: «Después de lo
antedicho muchas veces hizo Dios, muchas y múltiples veces hizo Dios
maravillas en el alma, las cuales sé que no puede hacer ninguna criatura
sino tan solo Dios, es decir que súbitamente se eleva el alma en Dios con
tanta alegría que si durara creo que el cuerpo perdería inmediatamente todos
los sentidos y el uso de sus miembros. Sin embargo, Dios comienza muchas
veces este juego en y con el alma, ya que se escapa velozmente cuando el
alma lo desea poseer295. Permanece en el alma, sin embargo, una alegría
suprema y, junto a esta alegría, una gran seguridad de que él es Dios,
porque de ninguna manera duda de ello, ni siquiera en un mínimo punto. Y
no sé dar ninguna similitud de esta visión y sentimiento, como tampoco sé
nombrarlos. Y, aunque sea completamente inenarrable, ahora me suele
ocurrir de manera diferente.
Y ahora me ocurre de manera distinta a como acostumbraba: es otra
alegría diferente y la siento muchas veces. Y no puede asentarse aquí el
alma, sino que parte rápidamente y solo resta una gran alegría».
Y me dijo esta fiel de Cristo a mí, hermano escribiente, estas cosas:
«Espero que mayor alegría aún me sea dada».
ÁNGELA EXPERIMENTA EL SUAVE PODER DE DIOS EN EL
ABRAZO DEL BRAZO DE LA CRUCIFIXIÓN Y EN LA ENTRADA A
LA HERIDA Y TAMBIÉN GOZA DE LA CERTEZA ESPIRITUAL
Y después de lo escrito arriba, poco después de que escribiera lo
anterior –es decir poco tiempo después–, esta fiel de Cristo me refirió a mí,
hermano que le preguntaba solícitamente, lo que sigue: «Una vez estaba en
vísperas y miraba a la cruz, y mirando el crucifijo con los ojos corporales,
de repente, de manera súbita, se me encendió en el alma un amor y todos
los miembros del cuerpo lo sentían con suprema alegría. Y veía y sentía que
dentro de mí Cristo me abrazaba el alma con el brazo, con el brazo que fue
crucificado296. Y esto ocurrió entonces o poco después. Y gozaba de él con
gran alegría y seguridad, más de la que estaba acostumbrada.
Y desde entonces permaneció mi alma en la alegría, a través de la cual
comprendió cómo este hombre, es decir Cristo, está en el Cielo, esto es
cómo veremos nuestra carne hecha comunidad297 con Dios. Y es este un
deleite para el alma mucho mayor de lo que se pueda escribir o narrar: y es
esta una alegría continua. Y quedó tanta seguridad en mí que aunque todo lo
escrito no fuese verdad, de ninguna manera albergaría duda alguna sobre
Dios ni sobre que este estado, ciertamente, le pertenezca. Y tengo una gran
seguridad en Dios, de forma que aunque todos los hombres dijeran que de
esto puedo dudar, no los creería. Por el contrario, ahora me sorprendo
recordando cuando pedía certeza y dudaba; porque ahora de ninguna
manera puede haber en mí de ningún modo duda alguna sobre la seguridad
de Dios.
Y me deleito así viendo aquella mano marcada por los clavos, que
muestra cuando dice: “He aquí lo que yo sufrí por vosotros”. Y la alegría
que sobrecoge al alma de ninguna manera se puede narrar. Y de ninguna
manera puedo ahora sentir tristeza por la Pasión, sino que me deleito en ver
y llegarme a este hombre. Y ahora toda mi alegría reside en este Dios
hombre pasionado298.
Y algunas veces al alma le parece que con gran alegría y deleite entra
dentro del costado de Cristo y con tanta alegría penetra en su costado que de
ninguna manera podría expresarlo o narrarlo299. Por ello, cuando fue
representada la Pasión de Cristo en la plaza de Santa María300 –lo cual
debería haber sido para mí causa de llanto–, alcancé tal alegría que
milagrosamente fui raptada y deleitada, de forma que perdí el habla y caí al
suelo después de empezar a sentir a Dios de esta manera inenarrable. Y tuve
que alejarme un poco de las personas y lo conseguí por una milagrosa
gracia. Y yací en el suelo y perdí el habla y el control de los miembros. Y
entonces me parecía que el alma entraba dentro del costado de Cristo. Y no
era tristeza lo que sentí, sino tanta alegría que no la puedo narrar.
En realidad antes de esto que narro, yo y mi compañera a menudo
habíamos llorado y deseado. Y era mi deseo no ser engañada y saber que no
estaba siendo engañada. Y pensaba: “Si pudiese saber que no estoy siendo
engañada se justificarían todos mis hechos”. Y ahora estoy tan segura que
de ninguna manera dudo ni puedo dudar».
INTERROGADA SOBRE LA CONTROVERSIA SOBRE EL
«PODER ABSOLUTO Y ORDENADO DE DIOS» ÁNGELA NARRA
CÓMO EN UNA VISIÓN MÍSTICA APARECIÓ EL MISTERIO DE LA
DIVINA VOLUNTAD, POTENCIA, BONDAD, SABIDURÍA Y
JUSTICIA, ARRANCANDO FINALMENTE TODA DUDA
En cierta ocasión después de lo escrito arriba y después de que yo,
hermano, hubiera retornado de Lombardía, le hice a esta fiel de Cristo una
pregunta sobre la que yo y mi compañero discutíamos en el camino de
vuelta. Y le dije entonces a mi compañero que se lo preguntaría a ella. Y la
fiel de Cristo me respondió diciendo: «Una vez estando en oración le
pregunté a Dios, no desconfiando de nada, sino tan solo queriendo saber
más de él: “Señor, ¿por qué creaste al hombre y, después, permitiste que
pecáramos? Y, ¿por qué te permitiste recibir tal Pasión por nuestros
pecados, cuando tú podías haber hecho perfectamente que sin todo esto
hubiéramos existido y te hubiéramos complacido, y que hubiéramos tenido
la misma cantidad de virtud que obtuvimos de esta forma?”301.
Y comprendía el alma sin ninguna duda esto que decía, es decir que sin
nuestro pecado y su Pasión podría habernos hecho Dios partícipes de la
virtud y la salvación302. Y me parecía que yo había sido obligada y que
aún lo estaba, y que era inducida a preguntar y a pensar sobre las cosas
anteriormente dichas; porque aunque estuviese entonces en oración, quería
seguir en ella y no distraerme, sin embargo había sido inducida por Dios a
aquello, según creo. E hice preguntar al alma durante muchos días lo dicho
anteriormente, tal y como ha sido dicho, no dudando de nada, como
también ha sido dicho.
Y cuando preguntaba se me daba a entender que Dios lo había hecho y
permitido por esto: para poder mejor manifestarnos su bondad y porque a
nosotros mejor nos convenía. Y no me satisfacía que tan plenamente yo lo
entendiese. Y aunque yo ciertamente entendiera que Dios nos podría haber
salvado de otra manera si lo hubiera querido, una vez fue raptada mi alma y
vio que esto que preguntaba no tenía ni principio ni final. Y el alma, cuando
estaba en la tiniebla303, quería volver en sí y no podía. Y no podía avanzar
ni retroceder hacia sí misma. Y después de esto el alma de súbito fue
elevada e iluminada, y veía el inenarrable poder de Dios y veía la voluntad
de Dios. En los cuales plenísima y certeramente entendía las respuestas a
todo lo que le preguntaba. E inmediatamente el alma fue substraída de toda
la tiniebla anterior. Por lo que en primer lugar en la tiniebla yo yacía en el
suelo, pero durante esta suprema iluminación estuve de puntillas, sobre la
punta de los dedos gordos de los pies. Y tenía tanta alegría y agilidad304 en
el cuerpo y salud en el cuerpo y renovación en el cuerpo, que nunca antes la
había sentido igual.
Y me encontraba en tanta plenitud de divina claridad, que con suprema
alegría entendía en aquella potencia de Dios y voluntad de Dios no solo lo
que había preguntado, sino que entendía y me satisfacía plenamente sobre
todas las criaturas. Me satisfacía sobre todos los salvados y todos lo que se
salvarán, sobre todos los que se condenarán y sobre los demonios y todos
los santos, pero esto no lo puedo manifestar mediante palabras y
comprenderlo supera nuestra naturaleza. Y aunque yo entendiera
plenamente lo que Dios hubiera podido hacer si hubiera querido, sin
embargo no sabía qué podría hacer él mejor para que nosotros
conociéramos su poder y su bondad, ni cómo podría alimentarnos305 mejor.
Y desde entonces he permanecido tan contenta y segura, que aunque supiera
con certeza que iba a ser condenada, no tendría ninguna razón para
dolerme; y no trabajaría menos ni me esforzaría menos en rezar y honrar a
Dios. Y quedaron en mi alma una paz y una quietud y una solidez que no
recuerdo haberlas tenido nunca tan plenas, y en las cuales me hallo de
continuo. Y todas las cosas que yo había tenido me parecían no pertenecer a
tan alto estado. Y me abandonó la mortificación de los vicios y la seguridad
de las virtudes, o las virtudes por las cuales amo todas las cosas benéficas o
maléficas, esto es que no hago distinciones»306.
Y me dijo a mí, hermano, que aquí podía y debía entender que en el
poder y en la voluntad de Dios que ella había visto le fueron plenamente
satisfechas todas las preguntas y todo sobre los que se salvarán y los que se
condenarán, y sobre el demonio y los santos, porque, aunque ella debía
cuidarse más a sí misma que a ninguna otra criatura, si hubiera sabido que
sería condenada, no se habría entristecido: tan plenamente había entendido
la justicia divina.
«Y después de esto, es decir después de que hubiese visto tal poder
divino y la voluntad de Dios, el alma súbitamente fue raptada y elevada más
aún, según creo. Y entonces no veía ni el poder ni la voluntad del mismo
modo que antes, sino que veía una cosa estable, firme pero indecible, pues
de ella nada puedo decir sino que era el Omne bonum. Y mi alma se
encontraba en una alegría absolutamente inefable. Y no veía allí amor, sino
aquella cosa inenarrable. Y yo había sido raptada de aquel otro estado, y
había sido enviada a este supremo e inenarrable estado. Y no sé si entonces
estaba en este estado supremo, y no sé si estaba dentro de mi cuerpo o
fuera.»
La cuestión anterior, que Dios tan milagrosamente reveló a la fiel de
Cristo, era casi la misma de la que yo y mi compañero habíamos hablado y
tratado en el camino de vuelta de Lombardía. Y yo, hermano escritor, me
dije que sobre tal cuestión interrogaría a dicha fiel de Cristo.
Capítulo VII
Quinto paso suplementario
El quinto paso es la revelación del amor y de la divina unión307
LAS VISIONES DE LA PASIÓN DE CRISTO TRANSFORMAN EL
ALMA COMPASIVA DE ÁNGELA Y LA PREPARAN PARA LA
UNIÓN CON DIOS
a. La visión de la gran pobreza de Cristo vuelve el corazón de Ángela
humilde y suscita en ella un profundo dolor
Esta revelación de la Pasión del Señor –cuya transcripción está al
principio de este quinto paso de la divina unión y amor– se hizo a petición
mía, pues primero fue puesta por escrito en lengua vulgar por un chiquillo
en la época en la que a mí, hermano escritor, los monjes me prohibieron que
la fiel de Cristo me dictara sus palabras308. Por ello todo fue escrito
bastante mal y abreviadamente, como yo mismo le oí decir a ella cuando
una vez se lo leí y me dijo que antes lo destruyera que lo dejase escrito de
aquel modo. Pero ya que yo, hermano, no tenía espacio alguno para corregir
esta revelación con ella, la traduje en latín tal y como la encontré sin añadir
nada, sino haciendo como los pintores pintan309, pues no entendía lo
escrito. Lo que sigue a partir de ahora lo encontré escrito en vulgar310.
La fiel de Cristo narró lo siguiente: «Una vez estaba yo meditando sobre
la pobreza del Hijo de Dios encarnado. Y yo veía su pobreza –tan grande
como él me la mostraba311 en mi corazón y quería que yo la viese–, y veía
a aquellos por los cuales se había hecho pobre. Y entonces tuve y sentí tanto
dolor y remordimiento que el cuerpo casi desfallecía.
Y entonces fue también voluntad divina mostrarme más aquella
pobreza. Y entonces vi la pobreza de sus amigos y parientes, y lo veía pobre
en sí mismo y tan pobre que no parecía poder defenderse. Y así como se
dice que el poder divino había sido ocultado por la humildad312, aunque en
aquel momento se me dijera que había sido ocultado por la humildad del
poder divino, yo digo que no estaba oculto, y de ello recibí enseñanza de
Dios. Y entonces yo tuve y sentí mayor dolor que antes, porque en ello yo
reconocía tanto mi soberbia que después de aquello no pude sentir alegría
alguna.
b. La visión de la inaudita Pasión del Cuerpo de Cristo, que excede a
toda comprensión humana, sumerge a Ángela en dolor supremo
Además yo todavía era y estaba313 meditando sobre la Pasión de este
Hijo de Dios encarnado, y meditaba llena de dolor. Y fue voluntad de Dios
que me fuera mostrada y que él me hiciera ver más de su Pasión de lo que
yo había oído narrar, y que él viera cómo yo veía más de su Pasión de lo
que había oído –porque Cristo veía todos los corazones impíos obstinados
contra él, y veía a todos los miembros destruir su nombre con gran
solicitud, y cómo de él guardaban gran memoria para destruirlo; y veía
todas las astucias que cometían en su contra, Hijo de Dios; y veía cada
consejo y los múltiples consejeros que los daban y sus grandísimas iras; y
veía todos sus instrumentos314 y todos los planes que hacían sobre cómo lo
podrían herir más cruelmente, porque el cruel sufrimiento de su Pasión fue
mucho; y veía todos los sufrimientos e injurias y vergüenzas–, y mi alma
veía más de su Pasión de lo que yo deseo decir y que, por tanto, deseo
callar.
Y entonces clamaba un clamor en mi alma que decía: “¡Oh, santa María,
madre del Afligido, dime algo sobre la pena de este hijo tuyo de la cual no
recuerdo haber oído hablar; pues tú viste de esa Pasión más que cualquier
otro santo; pues yo vi que tú la viste con los ojos corporales y con los de la
imaginación, y por la continua cuita que tuviste por este amor tuyo!”. Y
entonces clamó el alma con supremo dolor diciendo: “¿Hay algún santo que
me sepa decir algo de esta Pasión de la cual no he escuchado hablar ni decir
palabra, la cual vio mi alma y que es tanta que no puedo decir nada?”. Tan
gran Pasión vio mi alma».
Aquí la fiel de Cristo me dijo a mí, hermano escritor, exponiéndome lo
anteriormente escrito, que tanta Pasión vio su alma que por mucho que
santa María viera más que cualquier santo de diversas maneras que ella
misma especificaba, también ella entendía que de ninguna forma la podría
expresar, ni ningún santo. Y así decía que lo entendía: que si alguno le
explicara la Pasión, lo haría así: «Tú eres el que la soportaste».
Y dijo esta fiel de Cristo lo siguiente: «Y entonces sufrí un gran dolor,
mayor del que nunca antes hubiera sentido o experimentado, por lo que no
me sorprende que mi cuerpo se degradara. Además tampoco pude sentir
alegría. Y entonces perdí el vigor por el que solía estar alegre y nunca pude
volver a aquel estado».
c. La visión de la inmensa Pasión del alma de Cristo transforma el alma
de Ángela en compañera de su dolor, por lo que es admitida en la
excepcional unión con Dios
«Otra vez me fue mostrado el agudo dolor que Cristo sintió en el alma.
Y no me maravillo de que este fuera un gran dolor, pues su alma era
nobilísima y por sí misma no debía recibir ningún castigo, sino que recibía
los que recibía por grandísimo amor. Y por ello no tuvo que ofender el
cuerpo, sino el alma del hombre, por ello veo que el alma del Hijo de Dios
tenía una grandísima razón para sentirse adolorida. Y como el pecado fue
grande y las gentes que lo cometieron fueron muchas, por ello debió ser
grande el dolor. Y sufriste dolor por la gran compasión315 que tuviste por
tus elegidos, y ya que su esfuerzo se concentraba en destruirte y que no te
conocían, vi que fuiste torturado en tus pies316. Esta es una gran alabanza
de la bondad divina, y un mayor sufrimiento de la humanidad, pero si yo lo
pudiera expresar, creo que sería percibido como un error. Quien no lo
entienda simplemente que lo crea, porque yo no sé decir más.
Además recibía esta alma dolor de todos los dolores y de todos los
sufrimentos que recibió en su cuerpo, pues todos se concentraban en su
alma. Este dolor dado por dispensación divina es tan agudo, tan grande que
la lengua es insuficiente para expresarlo e insuficiente el corazón para
pensarlo. Y como vi tanto dolor en esta alma del Hijo de santa María
Virgen, mi alma quedó afligidísima y fue transfomada en tanto dolor que
nunca tuve tanto, y por ello no puedo encontrar alegría alguna.
De la misma manera, después de que la divina bondad me hiciera esta
gracia por la que de dos hizo uno –ya que no puedo desear otra cosa sino lo
que él quiere: ¡gran misericordia es la de aquel que llevó a cabo tal unión!–
y fijara en mi alma un estado único en el que recibía pocas mutaciones,
poseo a Dios con tanta plenitud que ya no soy de la misma manera que
antes, sino que he sido guiada a una paz en la que ya había estado con él y
estaba contenta de todo.»
Hasta aquí lo que me encontré escrito en vulgar.
EL SÁBADO SANTO SE VIO «EN ÉXTASIS COMO CON CRISTO
EN EL SEPULCRO»
El día de Sábado Santo317 después de lo narrado arriba, la fiel de Cristo
me contó las maravillosas alegrías que había recibido de Dios. Y entre otras
cosas me contó a mí, hermano escritor, que aquel día, llevada al éxtasis,
estuvo en el sepulcro como si hubiera estado con Cristo. Y me dijo que
primero besó el pecho de Cristo –y lo veía tumbado con los ojos cerrados
como si yaciese muerto– y después le besó la boca, de la cual decía sentir
un maravilloso e inenarrable olor que respiraba por la suya propia. Pero dijo
que esto duró poco tiempo. Y después puso su mejilla318 sobre la mejilla
de Cristo, y Cristo puso su mano sobre la otra mejilla y la apretó contra sí, y
esta fiel de Cristo oyó que le decía estas palabras: «Antes de que yo yaciese
en el sepulcro, te tuve así contra mí». Y aunque entendiese que Cristo decía
estas palabras, lo veía yacente con los ojos cerrados y sin mover los labios,
como cuando estaba muerto en el sepulcro. Y ella se encontraba en una
alegría máxima inenarrable.
ÁNGELA DESCRIBE LAS OPERACIONES DEL AMOR, QUE
PREPARA EN SU ALMA LA MÍSTICA UNIÓN, SEGUIDO DE UN
INEFABLE E INMUTABLE ESTADO DE PAZ ESPIRITUAL
Una vez durante la Cuaresma, tal y como la fiel de Cristo me dijo, le
parecía estar muy seca, y rogaba a Dios que le diera algo de sí, ya que
estaba tan seca de todo bien. Y entonces se le abrieron los ojos del alma y
vio al amor que venía lentamente hacia ella, y veía el principio y no veía el
fin, sino un continuo, y no sabía compararlo con ningún color. Y
súbitamente cuando le parecía que veía con los ojos del alma abiertos, más
de lo que se pueda ver con los ojos del cuerpo, aquello se volvió hacia ella
con la apariencia de una hoz –no se ha de entender aquí una apariencia
mensurable sino que tenía la apariencia de una hoz319–, porque primero se
retiró el amor, sin darle lo que le había dado a entender ni cuanto ella le
había entendido, y por ello la hizo languidecer más. Y esto no fue una
semejanza mensurable o sensitiva, pues ocurrió en el intelecto como una
operación de la inefable gracia divina. «Y después de esto, súbitamente,
estuve repleta de amor y de inestimable saciedad, que a la vez que me
saciaba, me generaba también un hambre grandísima e inestimable por la
que todos los miembros se descoyuntan.»
Y el alma languidecía y deseaba llegar a Dios320, y no quería sentir ni
ver a ninguna criatura. Y ella no hablaba y no podría haber hablado
externamente, sino que el alma hablaba dentro, clamando que no la hiciera
languidecer de tanta muerte, pues percibía esta vida como si fuera una
muerte. Y por ello llamaba a la santa Virgen primero, y después llamaba y
suplicaba a todos los apóstoles que la acompañaran y que se arrodillaran y
anunciaran al Altísimo que no la hiciese sufrir esta muerte, es decir esta
vida, sino que ella se llegase a él, a quien sentía. Y les rogaba algo parecido
a san Francisco y a los evangelistas y gritaba. Y muchas otras cosas dijo
sobre esto la fiel de Cristo.
Y decía así: «Aquí recibí una locución divina, y yo creía que era toda
amor por el amor que sentía. Dijo: “Muchos son los que creen estar en amor
y están en odio; y muchos, contrariamente, que creen estar en odio y están
en amor”. Y respondió esta alma y dijo: “Yo que soy toda amor, ¿estoy en
odio?”. Y entonces no me respondió con una locución, sino que me dio a
ver de manera explícita y a sentir certeramente aquello que preguntaba. Y
entonces yo me sentí absolutamente feliz y no creo que ello nunca
desaparezca. Y no podría creer otra cosa de ninguna otra criatura: pero si un
ángel me lo dijera no me lo creería, sino que le respondería: “Tú eres el que
cayó del Cielo”.
Y entonces veía en mí dos partes, como si se hubiese trazado en mí una
calle321. Y, en una parte, veía todo amor y el Omne bonum, que provenía
de Dios y no de mí. En la otra parte, me veía a mí seca y que no había nada
bueno en mí. Y por esto veía que, aunque estuviese toda en amor, no era yo
quien amaba, sino que aquello pertenecía solo a Dios. Y después de esto se
reunieron las partes y recibí tan ardiente y gran amor –mucho más que el de
antes–, que era mi deseo alcanzarlo.
Y entre el anterior amor –que es tan grande que apenas puedo concebir
que pueda existir uno mayor, sino cuando sobreviene aquel otro amor
mortal–, entre este primer amor, y el otro mortal y supremo ardor hay uno
intermedio del cual nada puedo contar, ya que es tanta su profundidad, tanta
su alegría, tanto el gozo, que no puedo explicarlo322. Y entonces no
quisiera oír nada sobre la Pasión ni que me nombren a Dios, porque siento
tanto deleite que todo lo demás es menos: es impedimento. Y nada me
parece que se diga en el Evangelio, ni en ninguna locución, porque incluso
veo cosas mayores.
Y después de permanecer en este amor estoy tan contenta, tan
angélica323323, que amo a los sapos o batracios324, y a las serpientes e
incluso a los demonios325. Y todo lo que yo viese –incluso el pecado
mortal– no me desagradaría, es decir que no sentiría ningún desagrado
creyendo que justamente Dios lo permite. Y si entonces me devoraran los
perros, no me importaría y tampoco creo que sentiría o sufriría dolor. Y este
grado326 es superior a estar a los pies de la cruz, así como estuvo san
Francisco –aunque el alma frecuente uno y otro grado, y vea y desee su
carne muerta por nosotros y llegar a ella–. Y posee entonces la alegría
suprema del amor, sin el dolor de la Pasión».
Y yo, hermano, le pregunté si allí había lágrimas. Y respondió que no
había, pero que una vez simultáneamente se juntó a este amor el recuerdo
del inestimable precio, esto es su preciosa sangre, por la cual ciertamente se
da y se daba indulgencia, y me admiré de qué manera podía estar a la vez en
dos estados diferentes. Y dijo esta fiel de Cristo: «Raras veces siento el
dolor de la Pasión, pero para mí la consideración sobre la Pasión fue vía y
enseñanza sobre cómo debía comportarme».
LA VISIÓN DE LA VIRGEN MARÍA Y CRISTO EN LA GLORIA
CELESTIAL INCREMENTA EL DESEO DE MORIR DE ÁNGELA
PARA UNIRSE CON ELLOS
«En cierta ocasión», dijo la fiel de Cristo, «fue elevada mi alma –y
entonces no estaba en oración, sino que estaba reposando porque justo
acababa de comer, por lo que no pensaba en ello–, y súbitamente mi alma
fue elevada y vi a la santa Virgen en la gloria. Y entendiendo que una mujer
hubiese sido puesta en tanta nobleza, gloria y dignidad como en las que ella
estaba y el modo en el que ella rezaba por el género humano, me deleité
muchísimo. Y la veía con una actitud tan humana327 y virtuosa que era
intensamente inefable, por lo que de manera inefable yo me deleitaba. Y
mientras yo miraba esto que digo, apareció súbitamente Cristo sentado
junto a ella en humanidad glorificada. Y yo entendía de qué manera fue
crucificada su carne, torturada y llena de oprobio. Y entendiendo todas las
penas e injurias y desprecio –que entonces entendía admirablemente–, de
ninguna manera me dolía por ellos, al contrario sentía tanto deleite que no
lo puedo narrar. Y perdí el habla y pensaba en morir, y para mí era una pena
absolutamente insuperable que no muriera, por lo que no llegaba
inmediatamente a aquel inenarrable bien que veía. Y tuve esta visión
continua, sin interrupción, durante tres días. Y no se me impedía comer ni
ninguna otra cosa, aunque yo muy poco comía y yacía de continuo. Y yacía
y no hablaba, y cuando se me nombraba a Dios no lo podía soportar por su
inmenso deleite.
EN EL EJERCICIO DE LA ORACIÓN, PERO ESPECIALMENTE
RECIBIENDO LA EUCARISTÍA, ÁNGELA EXPERIMENTA MUCHAS
VECES LA BONDAD DE DIOS Y CRISTO
En cierta ocasión yo, hermano, confesé como acostumbraba a la fiel de
Cristo con tanta perfección en el conocimiento de sus pecados, con tanto
arrepentimiento y lágrimas, y con tanta virtud328 desde el principio hasta
casi el fin de la confesión, que yo lloraba. Y lleno de certidumbre pensaba
en mi corazón que aunque todo el mundo se engañase, Dios no permitiría
que fuese engañada tanta rectitud y verdad. Y dicho pensamiento me
tornaba al corazón, ya que al principio me había sorprendido y había
dudado un poco por las grandes cosas que yo había oído de ella.
Y como esa noche enfermó casi mortalmente, al día siguiente llegó con
gran pesar a la iglesia de los hermanos, y entonces yo celebré la misa y le di
la comunión. Y después de haber comulgado, antes de que se marchase, le
pedí insistentemente que me dijera si Dios le había concedido alguna gracia.
Y ella dijo lo siguiente: «Antes de que yo comulgara y mientras venía a
comulgar, me fue dicho lo siguiente: “Amada, el Omne bonum está en ti y
vas a recibir el Omne bonum”. Y entonces me pareció ver a Dios
omnipotente». Y yo, hermano escritor, le pregunté si ella lo veía con alguna
forma determinada. Y ella respondió diciendo: «No vi ninguna forma». Y a
mí, que le preguntaba insistentemente sobre esto, me respondió diciendo:
«Veía una plenitud, una belleza donde veía el Omne bonum. Y llegó
súbitamente, porque en mi pensamiento nada había que se pareciese a
aquello, pero pensaba, y oraba y confesaba mis pecados a Dios, y rogaba
que aquella comunión que yo estaba por recibir no fuese para mí una
condena, sino una misericordia. E inmediatamente recibí una alocución y se
me dijo lo escrito arriba. Y entonces yo empecé a pensar: “Si el Omne
bonum está en ti, ¿por qué vas a recibir el Omne bonum?”. Y súbitamente
me fue respondido lo siguiente: “Lo uno no quita lo otro”. Y antes de que
entrase al coro a comulgar, me dijo así: “Ahora está en el altar el Hijo de
Dios según humanidad y divinidad, y está acompañado por una multitud de
ángeles”. Y como yo tenía gran deseo de verlo con los ángeles, así como se
me había dicho, entonces me fue mostrada la belleza y la plenitud. Y
cuando después me acerqué al altar vi a Dios de manera parecida y me
decía: “Así estarás en su presencia en la vida eterna”». Y me dijo que la
había llamado por este nombre, es decir Amada, y que así la había llamado
muchas veces.
Y me dijo que cuando comulga, desde hace poco, la hostia se le
extiende en la boca, y dice que no tiene sabor a pan ni a carne, al menos no
a los que nosotros conocemos. «Sin embargo, realmente tiene sabor a carne,
pero otro sabor sabrosísimo que no sé comparar con ninguna cosa del
mundo. Y avanza íntegra y con suavidad, tanta que no se deshace como
suele pasar». Y me explicó cómo cambia rápidamente y cómo la hostia no
es dura como al principio, sino que por el contrario avanza íntegra con tanta
suavidad que si no fuese porque ella oyó decir que el fiel debe tragarla
rápido, con gusto la querría mantener demoradamente en la boca. «Sin
embargo, en aquel momento recuerdo de golpe que la debo tragar rápido y
el Cuerpo de Cristo inmediatamente avanza entero con aquel sabor
desconocido de la carne, de forma que después no tengo necesidad de beber
nada329. Pero esto no solía ocurrir, por el contrario hacía esfuerzos para
que no se me quedara nada entre los dientes. Ahora me la trago rápido y
cuando desciende en mi cuerpo siento algo inmensamente placentero. Y
esto que digo se percibe desde fuera, ya que me hace temblar
violentamente, de manera que solo con gran esfuerzo puedo sostener el
cáliz.»
Y mientras que yo, hermano escritor, escribía lo anterior, tal y como lo
podía recoger de sus labios mientras hablaba, dijo súbitamente: «¡Escucha
lo que me ha sido dicho ahora de repente! Se me dijo: “Le has contado
mucho, pero si yo no lo hubiera querido, tú no le podrías haber dicho nada”.
Y yo me esforzaba para no decírtelo, pero de ninguna manera pude
contenerme para no hacerlo, es decir para decirte esto que por mí ha sido
dicho ahora».
Además mientras yo escribía y hablaba con ella me preguntó lo
siguiente: «Cuando haces el signo de la cruz, ¿te pasa algo?». Y después me
dijo: «Ahora como novedad me ocurre lo siguiente: Cuando hago el signo
de la cruz y no me pongo la mano sobre el corazón, no siento nada; pero
cuando me pongo la mano sobre la frente, diciendo primero “En el nombre
del Padre”, y después me pongo la mano sobre el corazón diciendo “Y del
Hijo”, súbitamente siento un amor, un consuelo, y me parece que lo que
nombro allí lo encuentro». Y dijo: «Yo no te habría dicho esto si no hubiera
sido exhortada a que te lo dijera».
DIOS «VIENE AL ALMA» Y MANIFIESTA SU PRESENCIA DE
SIETE MODOS
La fiel de Cristo responde a una cuestión a ella hecha por el
Peregrino330. Y respondiéndome a mí, hermano, que le preguntaba si el
alma puede estar segura de Dios en esta vida, me dijo que sabía que el
Peregrino había venido al alma, pero no sabía si ella lo había albergado.
a. Primero. Dios viene al alma que se da cuenta de la gracia de Dios en
sí, ignorando todavía que se trata de la propia presencia de Dios331
Y yo, hermano, pregunté cómo sabía que venía al alma, y ella respondió
preguntándome lo siguiente: «¿Viene Dios al alma sin ser llamado por
ella?». Y yo, hermano, dije: «Creo que sí que lo hace». Y la fiel de Cristo
dijo entonces: «A veces Dios viene al alma sin ser llamado, y pone allí
fuego, amor y, otras veces, suavidad. Y cree el alma que esto pertenece a
Dios y se deleita en ello, pero no sabe todavía que él está en el alma, es
decir que no lo ve estar en el alma, pero ve su gracia, en la cual se deleita».
b. Segundo. Dios viene al alma que secretamente percibe palabras
divinas y se asegura de que Dios se encuentra presente en ella
«Una vez más Dios viene al alma, y le habla con palabras dulcísimas en
las cuales ella mucho se deleita y tanto las siente que en tal sentimiento se
deleita muchísimo. Pero aún le queda alguna pequeñísima duda por la que
el alma no está segura de que Dios esté en ella. Y me parece que esto ocurre
o por la mucha maldad y defectos que hay en las criaturas, o por la voluntad
de Dios, pues este no le quiere dar más certeza ni más seguridad.
Sin embargo aquí se le asegura al alma que Dios está dentro de ella,
porque siente algo diferente a lo que siente habitualmente, porque lo siente
con un sentimiento tan multiplicado y con tanto amor y fuego divino, que se
le quita todo temor del alma y del cuerpo. Y le dice cosas nunca oídas por
otro mortal, y ella lo entiende con luz suprema, y para ella callar todo esto
es un sufrimiento. Y si calla, calla por miedo de displacer a Amor, y porque
cree con seguridad que aquellas cosas altísimas no se entenderían –porque
cuando habla sobre ello, ve y comprueba que no es entendido– y porque no
quiere decir “Siento estas cosas altísimas” por miedo de displacer a Amor.
Y yo cuando a veces por un ardiente deseo de salud del prójimo he
dicho algo, he sido reprendida y se me ha dicho: “Hermana, vuelve a la
Escritura divina, porque esto no nos ha sido dicho en la Escritura y no te
entendemos”. Por lo que una vez yo yacía languideciente por este excesivo
amor, y empecé a preguntarte si el alma puede tener alguna seguridad de
Dios en esta vida y te hablaba de los que sentían, y tú me comenzaste a
reprender y a señalar la Escritura.»
c. Tercero. Dios viene al alma que acoge perfectamente la «voluntad de
Dios», advirtiendo que Dios le «hace compañía»
«De igual manera, en este sentimiento en el que el alma está segura de
que Dios está en ella, le es dada tan perfecta voluntad divina, que concuerda
con ella verdadera y no mendazmente –mendazmente es cuando el alma
dice esto, es decir que desea a Dios, y “desea a Dios” se dice de forma
mentirosa, porque no es verdad para cada cosa ni de todas las maneras, y en
algunas cosas no es verdad–, sin embargo entonces están en armonía con el
alma todos los miembros del cuerpo, y el alma se hace así una con todo el
corazón y el cuerpo, tanto que el alma es uno con ellos y este uno responde
por todos. Y entonces el alma posee el deseo que le ha sido concedido por
gracia.
Por lo que entonces se dice al alma: “¿Qué deseas?”. Y responde el
alma: “Deseo a Dios”. Y entonces le dice Dios: “Yo te concedo este deseo”
–porque hasta ese momento no lo deseaba veraz ni totalmente. Sin embargo
este deseo le fue dado por gracia, en la cual sabe que Dios está en ella y que
la acompaña–, y se le da este deseo unificado, en el que siente que ama a
Dios verazmente, de forma parecida a como él nos ama a nosotros, y siente
el alma que Dios está mezclado con ella y que la acompaña.»
d. Cuarto. Dios viene al alma, que ve a Dios en ella «informado» a
imagen de una gran plenitud
«De manera parecida le es dada la visión de Dios, porque este allí le
dice: “Mira en mí”. Y entonces el alma lo ve informado en sí, y lo ve más
claro de lo que cualquier hombre puede ver a otro hombre, porque los ojos
del alma ven una plenitud de la cual no puedo hablar –ven una plenitud
espiritual, no corporal, de la cual no puedo hablar–, y en aquella visión se
deleita el alma, y es signo cierto y manifiesto de que Dios está en ella. Y
entonces el alma no puede mirar a otra cosa sino a él y él llena el alma sin
medida; y es esta mirada tan profunda que el alma no puede mirar otra cosa,
y me duele porque no sé contar ninguna otra cosa. Y no hay nada tangible
ni imaginable, sino tan solo lo que no se puede decir.»
e. Quinto. Dios viene al alma renovada por la «unción divina»,
entendiendo que Dios está consigo. Sexto. El amor de Dios la abraza y se
manifiesta en el cuerpo, así como cuenta su compañera
El alma sabe cómo Dios penetra en ella de muchas otras maneras, las
cuales no dan lugar a duda y de las cuales aquí explicamos dos.
«UNA es una unción que súbitamente renueva el alma, y todos los
miembros del cuerpo se rinden con mansedumbre y en concordancia con
ella, de forma que no podría ser tocada ni dañada por cualquier cosa que la
pudiera turbar, ni un poco ni de ninguna otra forma, y siente y oye que Dios
le habla. Y en esta gran unción absoluta e inefable entiende el alma cierta y
clarísimamente que Dios está en sí, y que esto no lo podría hacer ningún
santo del Paraíso ni ningún ángel. Y esto es tan inefable que me duelo de no
poder compararlo con nada. Y que Dios me perdone pues, si a él le placiera,
mucho desearía poder contarlo para manifestar su bondad.»
OTRA manera en la que el alma sabe que Dios está dentro de sí es un
abrazo que Dios le da al alma –pues nunca madre ni hijo ni ninguna otra
persona del mundo podría pensar que se pudiera abrazar con tanto amor, ya
que con mayor amor, inefablemente abraza Dios al alma–, y la estrecha
contra sí con tanta dulzura y tanto amor que no creo que ningún hombre del
mundo pudiera creerlo si no lo hubiera experimentado antes. Y cuando yo,
hermano, la contradecía aquí con incredulidad, la fiel de Cristo respondía:
«Quizá pudieras imaginar algo, pero no la manera en la que realmente
ocurrió».
«Y este <abrazo de Dios> comporta un fuego por el que toda arde en
Cristo y una luz tan grande que le hace entender la gran plenitud en la
Bondad de Dios, la cual prueba en sí misma –y es mucho mayor de lo que
ella ha experimentado en sí misma–, y entonces confirma y se asegura de
que Cristo está dentro de ella. Y no decimos332 nada sobre estas cosas en
comparación a lo que realmente son.»
Y yo, hermano escritor, pregunté si en este estado el alma vierte
lágrimas. Y la fiel de Cristo respondió que el alma no tiene lágrimas, ni
alegría, ni muestra su sentir de ninguna otra manera, porque un estado
diferente, mucho menor, es aquel en el que el alma llora con lágrimas de
alegría.
«De igual manera Dios produce tanta superabundancia de alegría que el
alma ya no sabe sufrir, por el contrario si esta durara encontraría aquí un
paraíso. Y esta alegría se manifiesta y se discierne en todos los miembros
del cuerpo, y cualquier cosa amarga o injuriosa u otra cosa que le advenga
se vuelve dulce; y esto no pude escondérselo a mi compañera.»
Y yo, hermano escritor, le pregunté sobre esto a su compañera. Y me
dijo que en cierta ocasión, mientras andaban por un camino, la fiel de Cristo
se puso blanca, resplandeciente, alegre, rubicunda y que los ojos se le
agrandaron y resplandecían tanto que no parecía ella. Y me dijo a mí,
hermano, esta compañera: «Yo estaba triste temiendo que alguien, hombre o
mujer, nos encontrase y la viera. Y le decía: “¿De qué te sirve cubrirte la
cara? Tus ojos resplandecen como velas”». Y esta compañera, que era
tímida y muy simple, y que no conocía aún los dones de gracia de su
compañera, la fiel de Cristo, se lamentaba y se golpeaba a sí misma con los
puños y se pegaba en el pecho, y le decía a la fiel de Cristo: «Dime, ¿por
qué te ocurre esto? Haz todo lo posible porque te trague la tierra, porque de
ahora en adelante no podremos andar por ella». Y decía así, simple y con
ignorancia: «¡Ay de mí! ¿Qué haremos?». Y la fiel de Cristo le respondía y
le decía que no temiese, y le decía: «No temas, porque aunque encontremos
hombres Dios nos ayudará». Y esto ocurrió no solo una vez, sino tantas que
la compañera afirmaba ignorar el número.
Y dijo la fiel de Cristo que aquella alegría le duró por muchos días333,
«y estas alegrías no creo perderlas por toda la eternidad, sino que creo que
me llenarán siempre; y ahora no vivo sin ellas, por lo que cuando
sobreviene alguna tristeza, inmediatamente recuerdo aquella alegría y de
ningún modo me turbo».
Y dijo que de muchas otras maneras sabe el alma con seguridad que
Dios está en sí, pero que de ningún modo las podríamos explicar todas.
f. Séptimo. Dios viene al alma, que lo hospeda en sí como «Peregrino»
y esta es la suprema e inenarrable experiencia de la bondad de Dios
Y la fiel de Cristo me dijo a mí, hermano, que en todo lo narrado el
alma sabe que Dios ha venido a ella, pero que no hemos dicho nada aún
sobre cómo ella lo alberga. Y todo lo que dijimos es mucho menos de lo
que el alma sabe334, cuando sabe que ella ha hospedado al Peregrino.
Dijo la fiel de Cristo: «Cuando el alma sabe que ha albergado al
Peregrino, adquiere tanto conocimiento de la bondad de Dios y de la infinita
bondad divina, que cuando vuelvo en mí, sé de manera certera que los que
más sienten a Dios menos pueden hablar de él, pues por sentir aquel infinito
e indecible bien pueden hablar menos de él».
Y cuando yo aquí la contradije, la fiel de Cristo respondió: «Dios
quisiera que, cuando tú vienes a predicar, entendieras como yo entendí
cuando supe que había albergado al Peregrino, ya que entonces nada sabrías
decir de Dios. Cualquier hombre en esta situación enmudecería. Y, después
de que te hubiera pasado, quisiera llegarme a ti y decirte: “Hermano, dime
ahora alguna cosa de Dios”. Y tú nada en el mundo sabrías decirme sobre
él: tanto te superaría a ti y a todo que no podrías expresar ni pensar de
ninguna manera su infinita bondad. Y esto no ocurre porque el alma se
pierda, pues está bien entera en sí, ni porque el cuerpo pierda algún sentido,
por lo que tú dirías al pueblo con palabras firmes: “Id con Dios, porque de
Dios nada os puedo decir”»335.
Y verdaderamente aquí nada es corporal, y aunque esto me ocurriera
nada más que una vez, por ello sé que todo lo dicho en las Escrituras o por
todos los hombres desde el principio del mundo no podría expresar, creo,
nada de la médula336, ni medio grano en comparación con el mundo
entero.
g. Octavo. Los anteriores modos del advenimiento de Dios en el alma
también tocan al cuerpo y lo guían en la obediencia del alma
Y después de lo dicho anteriormente, la fiel de Cristo me dijo a mí,
hermano, que cuando el alma está segura de Dios, de manera parecida el
cuerpo recibe seguridad y nobleza, y se renueva con el alma337, aunque
mucho menos. Y entonces el cuerpo adquiere parte de los bienes que siente
el alma. Y el alma habla con el cuerpo y le hace una donación, y
dulcísimamente le muestra la gracia que el cuerpo por ella recibe.
Dulcísimamente dice: «Mira ahora cuáles son estos bienes que ahora
experimentas por mí y cuán infinitamente mayores son aquellos que tú
puedes recibir por ti mismo, y siente cuán mayores aún se prometen si
sientes lo mismo que yo. Y debes darte cuenta de qué bienes perdimos
cuando tú no sentías conmigo, sino que me contradecías»338.
Y entonces el cuerpo se somete al alma con vergüenza, y dice que
ciertamente obedecerá en todo al alma, y dice que está en deuda con el alma
por los grandísimos bienes que siente gracias a ella, los cuales sobrepasan
lo que pudiera conocer o desear por sí mismo o, incluso, pensar poder
recibir. Y por ello el cuerpo se somete al alma con vergüenza, y se dice en
deuda con ella, y la obedecerá sin duda.
Sin embargo el cuerpo responde al alma diciendo: «Mis deleites eran
corporales y viles, pero tú, que eras tan noble y poseías tanto deleite divino,
no me debías consentir ni hacerme perder tus inmensos bienes». Y se
lamenta el cuerpo contra el alma con una larga y dulcísima lamentación,
sintiendo la dulzura del alma por encima de lo que por sí mismo pudiera
sospechar339.
TRIPLE PUEDE SER EL ENGAÑO DEL AMOR, ES DECIR
CUANDO ESTE ES IMPURO O INCONTINENTE O, SI DIOS LO
PERMITE, «ATRIBULADO»
Dijo la fiel de Cristo que existen diferentes modos por los cuales las
personas espirituales pueden ser engañadas.
«UN MODO es cuando el amor no es puro, sino que está mezclado con
algo de la persona, es decir con su voluntad. Y cuando la persona tiene en
este amor algo de sí, posee en él algo del mundo, y el mundo la invita y la
adula: y toda invitación del mundo es falsa, pues el mundo no puede invitar
si no es falsamente. Y en el instante en el que el mundo la adula y la mira,
más crecen las lágrimas y las dulzuras y el temblor y el rechinar que surge
de este amor espiritual impuro. Y aunque en el amor espiritual impuro haya
lágrimas y dulzuras, sin embargo no surgen dentro del alma, sino que lo
hacen en el cuerpo, y tampoco el amor penetra dentro del alma. Y muchas
veces la dulzura decrece y la persona se olvida, aunque a veces cuando la
persona se da cuenta de esto, siente amargura. Y todas estas cosas las he
probado en mí misma.
Y yo no sabría discernir bien estas cosas, sino porque mi alma ha
llegado a una verdad certera, pues cuando el amor es puro la persona se
piensa absolutamente muerta y nada, y se da a Dios muerta y podrida. Y no
se acuerda de ninguna alabanza ni de nada bueno, por el contrario se ve tan
mala que no cree que ningún santo la pueda liberar sino solo Dios –aunque
alguna vez rápidamente ruegue a los santos para que la ayuden ante Dios,
porque Dios no la oye rezar por su indignidad, y se pone junto a santa María
y con otros santos para que la oigan–, y cuando alguno la halaga, piensa que
son todo burlas. Y este amor verdadero y puro por Dios está dentro del
alma, y le hace ver sus defectos y la bondad de Dios, y las lágrimas y las
dulzuras, que entonces se acrecen, nunca llevan al amargor, sino a la
certeza. Y el antedicho amor guía al alma dentro de Cristo, y ciertamente no
entiende que ningún engaño340 pueda hacerse o existir aquí. Y en tal amor
puro de ningún modo se puede mezclar algo del amor del mundo.»
Y cuando me decía estas palabras yo, hermano escritor, le conté la
historia de Moisés cuando golpeó la piedra341, pero antes de que yo la
completara, esto es mientras la comenzaba a contar, la fiel de Cristo me dijo
lo siguiente:
«OTRO MODO en el que Dios permite que haya engaños en personas
espirituales es este, es decir cuando una persona se siente amada por Dios y
siente en sí bienes espirituales y obra bienes espirituales y habla de ellos.
Sin embargo, como se confía demasiado y sobrepasa la medida, por ello
justamente permite Dios que crezca en ella algún engaño para que
reconozca su error». Y decía que de igual manera ocurrió con Moisés, esto
es, después de que yo terminara de contarle esa historia.
OTRO MODO decía que era cuando la persona espiritual siente mucho
a Dios y está en buen amor; obrando con puro y óptimo corazón, ha
decidido que no desea ningun placer más del mundo, y decide que desea
placer totalmente a Cristo. Y entonces está toda dentro de Cristo con
suprema e inenarrable alegría, y se siente completamente abrazada por
Cristo; aunque para que el alma sepa conservar lo que es suyo y devolver a
Dios lo que es de Dios342, a veces permite que en ella crezca algún engaño
para mantenerla segura, ya que él la cela para que no transgreda la medida.
Y lo antedicho no basta al alma, de hecho, se lleva a esta a la plena
cognición de sí y a la plena cognición de la voluntad de Dios, y aquí no se
puede hacer ningún engaño, por el contrario, se conduce al alma a la plena
cognición de la verdad.
Plena se ha de entender de esta manera: se llena el alma, de forma que
le parece que no se puede llenar más antes de la cognición de sí misma, y
entonces no le parece que pueda llenarse más, ni que pueda ver algo
diferente, ni recordar otra cosa, y entonces, súbitamente, llega a la
cognición de la bondad divina, y entonces ve lo uno y lo otro
simultáneamente de manera inenarrable343. Además, lo antedicho no le
parece suficiente, sino que Dios la cela permitiéndole tribulaciones.
TODAS LAS DECEPCIONES DEL AMOR SE ELIMINAN
RADICALMENTE POR LA FUERZA DE LA POBREZA, CUYA RAÍZ
ES TODA VIRTUD Y «ENSEÑANZA DE SABIDURÍA DIVINA»
Además dijo la fiel de Cristo que en la locución que le hizo Dios, oyó
recomendar la pobreza con tan gran enseñanza y con tanta bondad, que en
todo excede nuestro intelecto. Y le dijo Dios: «Si no existiese un bien tan
grande, yo no la amaría; y si no fuese tan noble yo no la hubiera recibido».
A su vez, dijo la fiel de Cristo: «La soberbia puede estar solo en
aquellos que creen que tienen algo. Y el ángel caído y el primer hombre,
por ello cayeron y se ensoberbecieron, porque pensaron y creyeron tener
algo propio. Y ni ángel ni hombre ni ninguna otra cosa tiene el ser, sino solo
una: Dios.
Y la humildad se encuentra solo en aquellos que son tan pobres que ven
que no tienen nada. Y como Dios todo lo malo que permitió que fuera
hecho, lo hizo para que fuera útil para los buenos, así Dios hizo a su Hijo,
que tiene más amor del que podamos expresar, y lo hizo ser más pobre de lo
que lo fue nunca santo ni varón. Y lo hizo ser tan pobre como si no tuviese
el ser, aunque esta apariencia fuera tan solo para los pecadores que estaban
privados de la verdadera luz y que así no se lo pareciese a los que
entienden.
Esta verdad es tan profunda –y la verdad de esta virtud, es decir, la
pobreza y de qué modo la pobreza es raíz y madre de la humildad344 y de
todo bien–, es tan profunda esta verdad, que no se puede escribir. Y quien la
tenga nunca podrá tropezar o caer por engaño; y quien la viera nunca podría
retener algo para sí; y tampoco quien viese cuánto amó Dios a esta virtud,
es decir a la verdadera pobreza.
Y tal es la enseñanza de divina sabiduría, la cual hace a la persona
primero ver sus defectos y la hace ver su pobreza y ser pobre y, así
iluminada por don de divina gracia, hace ver la bondad de Dios. Y entonces,
inmediatamente, le desaparece toda duda sobre Dios y así ama a Dios toda
ella. Y amando como ama, así obra y es arrancada toda confianza en sí
misma. Y a quien tenga esta virtud no la podrían engañar todos los
demonios o todo lo que pudiéramos decir, porque aquí el alma recibe una
enseñanza clarísima y luminosísima de todos los usos de esta vida por lo
que, mientras tenga tal virtud345, no podrá nunca ser engañada. Y por eso
entiendo que la pobreza es la madre de todas las virtudes y es enseñanza de
la divina sabiduría.
Como la divina sabiduría fue mostrada en la encarnación de Cristo a la
santa Virgen, a la que primero hizo que se conociera a sí misma y, después,
que lo conociera a él, fue para sí eliminada toda duda sobre Dios e
inmediatamente confió en la bondad de Dios. Y conociéndose a sí misma y
a la bondad de Dios, dijo: “He aquí a esta servidora de Dios, séame hecho
según tu palabra”346; y de manera similar enséñanos la divina sabiduría en
la humanidad de Cristo, quien, a pesar de ser Dios, en todo caso quiso que
su humanidad estuviese ligada a la obediencia del Padre en toda voluntad
del Padre. Y por ello toda la sabiduría del mundo, si no es introducida en
esta verdad, no es nada y se convierte en condenación. Y cuando el alma
entiende esta verdad, entonces obra sin intención y sin pensar en otras
recompensas.
Capítulo VIII
Sexto paso suplementario
El sexto paso es la martirización por múltiples e intolerables pasiones y
martirios, tanto por enfermedad corporal como por tormentos innumerables
de cuerpo y alma, horriblemente excitados por numerosos demonios
En este sexto paso de multiplicada Pasión, tanto por enfermedades
corporales como por tormentos innumerables de cuerpo y alma,
horriblemente excitados por numerosos demonios yo, hermano escritor, no
puse mucha atención y no pude anotar esta historia correctamente, al estar
transcribiendo a la vez otras muchas y a pesar de ser consciente de que ello
hubiera sido digno y útil. Sin embargo intentaba escribir tal y como salían
de la boca de la fiel de Cristo algunas pocas palabras sobre las cosas que
sufría y los testimonios que aportaba, trazando347 rápidamente las letras,
pues no podía comprender nada mientras escribía.
Y dicha fiel de Cristo me dijo a mí, hermano escritor, que no creía que
se pudieran describir las enfermedades del cuerpo, y tampoco las
enfermedades o las pasiones del alma, sobre las que decía que eran mucho
más numerosas y que no había comparación posible. Y brevemente le
escuché decir sobre las pasiones corporales que no le había quedado
miembro en el cuerpo que no hubiera padecido horriblemente.
Sin embargo no sabía comparar los verdaderos tormentos del alma,
aquellos infligidos por demonios, sino con un hombre colgado por la
garganta con las manos atadas a la espalda y los ojos vendados, que
suspendido por una cuerda permaneciese en la horca y viviera sin ningún
auxilio, sin ningún sustento ni ayuda alguna. Y añadía que los demonios la
atormentaban más desesperada y cruelmente aún.
Y así yo, hermano escritor, oí decir y aprendí de un hermano menor que
creo digno de fe, que le impresionaba mucho y se compadecía oyendo cómo
la fiel de Cristo era atormentada tan horrendamente. Dicho hermano digno
de fe vio en una revelación de Dios que lo que ella contaba sobre estos
martirios y horribles tormentos era verdad e incluso poco por lo que aquel
hermano, después de mucha admirable compasión y devoción, también los
sufrió continuamente.
Y las palabras que yo, hermano escritor, pude trazar apurada y
brevemente son las siguientes.
NARRACIÓN DE LOS TERRIBLES TORMENTOS DEL CUERPO Y
DEL ALMA DE ÁNGELA, RELACIONADOS CON LA ESFERA DE LA
CONCUPISCENCIA
a. Primero. Se describe de qué modo ella era tentada por el diablo, para
que los vicios se avivaran y las virtudes se debilitaran
La fiel de Cristo me dijo lo siguiente: «Vi que los demonios suspendían
mi alma que, como el ahorcado, no tenía ningún sustento. Así le parecía a
mi alma que no le quedaba ningún sustento, y veía, sabía y observaba que
todas las virtudes eran subvertidas348. Y entonces, cuando el alma ve que
todas las virtudes se subvierten y parten sin poder oponerse, es tanto el
dolor y se hace tan desesperado y crece tanta ira en el alma, que algunas
veces ello me impide llorar. Otras veces lloro irremediablemente. Otras
veces, después, difícilmente me puedo contener para no hacerme toda
pedazos. Otras, no puedo aguantar sin golpearme horriblemente y se me
hinchan, algunas veces, la cabeza y los demás miembros. Y cuando el alma
ve que empiezan a caer y descender todas las virtudes349, entonces
aparecen el temor y el llanto, y vocifero por mi boca gritando “¡Dios!” y
llamándolo muchas veces, diciéndole casi sin interrupción: “¡Hijo mío, hijo
mío, no me dejes, hijo mío!”»350.
Y me dijo esta fiel de Cristo que en su cuerpo no queda ningún miembro
que no haya sido golpeado o torturado por los demonios, por lo que creía
que no se pueden escribir las enfermedades del cuerpo, como tampoco las
del alma. Y dijo que todos los vicios habían resucitado, no los que existen
en la vida mortal, sino los que dan y conllevan un gran sufrimiento. Y
también aquellos vicios que nunca antes habían estado en el cuerpo, ni
aquellos que habían venido a él, causándole gran sufrimiento aunque sin
actividad continua351.
«Y cuando vuelven a morir me dan consuelo, porque veo que muchos
demonios que revivifican y hacen revivir a los vicios que estaban muertos
me han dejado, y se unen a aquellos que nunca antes habían existido. Y
cuando recuerdo que Dios fue afligido y despreciado y pobre querría que
todos mis males se reduplicasen.»
b. Segundo. Se describe de qué manera los vicios ya extintos en el alma
resurgen en el cuerpo por diabólica tentación, especialmente los contrarios a
la castidad
Además me dijo la fiel de Cristo: «Mientras estoy en aquella
horribilísima tiniebla de los demonios352, donde toda esperanza de bondad
parece absolutamente ausente –tal tiniebla es terrible, y resucitan los vicios
que sé que ya han muerto dentro de mi alma, pero que desde fuera de ella
incitan a los demonios, y también incitan a los vicios que nunca antes
habían existido; y en tres lugares de mi cuerpo, que es donde menos sufro,
pero353 en lugares vergonzosos, en los que arde tanto fuego que solía
aplicarme fuego material para extinguirlo hasta que tú me lo prohibiste,
entonces mientras estoy en la tiniebla, creo que fácilmente elegiría ser asada
viva antes que tales sufrimientos: es más, entonces vocifero y llamo a la
muerte para que aparezca de cualquier modo que Dios me conceda llegar a
ella. Y entonces le digo a Dios que si me debe enviar al Infierno, que no lo
retrase, sino que se dé prisa. Y digo: “Ya que me has abandonado, llega
hasta el final y sumérgeme”. Y entiendo entonces que aquello es obra de los
demonios y que estos vicios no moran en el alma, porque ella nunca los
consiente, sino que se dan violentamente en el cuerpo. Y hay tanto dolor y
agotamiento en el cuerpo que él mismo se daría para no sufrir así. Sin
embargo el alma ve que le ha sido negado todo poder y, aunque no lo
acepte, no tiene fuerza para resistir a los vicios –y ve que está en contra de
Dios– y cae en ellos».
c. Tercero. Se describe cómo Dios permite que ella sea atormentada por
un vicio desconocido hasta ahora y lo venza con una virtud particular
Además me dijo la fiel de Cristo: «Abiertamente se me da y se me
permite cierto vicio que nunca antes tuve, pero que abiertamente sé que
Dios ha permitido que venga a mí. Y este vicio es tan grande que supera a
todos los demás. Y Dios me da abiertamente para luchar contra tal vicio
cierta virtud que lo vence de inmediato y de manera tan virtuosa que,
aunque no tuviera yo fe cierta en Dios por todo lo demás, solo por esto
persistiría en mí una fe en él cierta y segura de la que no podría dudar. Y la
virtud siempre persiste en mí y el vicio decrece; y la virtud me guarda y no
me permite caer en el vicio; y es virtud de tanta fortaleza que no solo me
guarda, sino que me da tanta fortaleza de virtud que en esto verdaderamente
puedo reconocer a Dios, pues nada visto, ni nada oído ni nada relativo al
pecado puede alejarme pecaminosamente de ella354.
Y aunque todos los hombres del mundo se esforzasen con todos los
medios posibles contra mí y, de manera similar, todos los demonios del
Infierno se esforzaran contra mí, no podrían moverme ni siquiera a algo
mínimamente pecaminoso, y por esto permanece en mí una fe cierta en
Dios. Me avergüenza explicar este vicio, pues es enorme, tan grande que
nada puede protegerme cuando esta virtud desaparece y creo que me ha
abandonado: ni por vergüenza ni por pena, ya que yo tropezaría en el
pecado inmediatamente. Y por ello sobreviene esta virtud liberándome tan
virtuosamente que no podría pecar, o así lo creo yo, por todos los bienes o
los males de este mundo».
COMENTARIOS
DE
ARNALDO
RELATIVOS
A
LA
INTERDEPENDENCIA DE LOS PASOS SEXTO Y SÉPTIMO Y AL
ESTADO DE ÁNGELA
Y yo, hermano escritor, vi a la fiel de Cristo en el sexto paso en una
situación mucho más terrible de la que se podría poner por escrito. Sin
embargo este sexto paso duró poco tiempo –esto es casi dos años– y el
séptimo empezó un poco antes de que este acabara, desarrollándose
simultáneamente a él: este séptimo paso fue mucho más admirable que todo
lo anterior355. Y vi que el sexto paso, reduciéndose, cesó en poco tiempo –
pero no se redujo entera ni totalmente, sobre todo en lo que respecta a las
muchas enfermedades corporales de las cuales siempre estuvo llena–, y vi
que la fiel de Cristo permaneció en el séptimo paso, sobre el cual se puede
decir que siempre estaba creciendo en Dios356. Y aunque siempre estuviese
muy enferma y apenas pudiera comer, sin embargo estaba gordísima y
rubicunda, pero tan hinchada y llena de dolor en todos sus miembros y
articulaciones que solo se podía mover con muchas penalidades, bien
andando o incluso cuando estaba sentada, aunque ella dijera que esas
penalidades corporales se le hacían muy ligeras.
SE DESCRIBEN LOS TORMENTOS SURGIDOS DE LA LUCHA
ENTRE
HUMILDAD
Y
SOBERBIA,
PSÍQUICAMENTE
RECONDUCIBLES A LA IRASCIBILIDAD
a. En primer lugar, los efectos provistos por la humildad
Después de todo lo anterior, escrito cuando la fiel de Cristo estaba en el
séptimo paso y357 había dejado el sexto, ella dijo lo siguiente: «En mi alma
normalmente luchaban una Humildad y una Soberbia que me causaban un
grandísimo agotamiento358. Es Humildad, pues veo que he caído de todo
bien, y me veo fuera de toda virtud y fuera de toda gracia; y veo en mí tanta
plenitud de los pecados y los defectos que no puedo pensar que Dios
ciertamente desee tener misericordia de mí; y me veo en casa de los diablos,
y obrando por ellos, y creyendo en ellos, y me veo como su hija; y me veo
fuera de toda rectitud y fuera de toda virtud, y digna del fondo más
ínfimamente profundo del Infierno. Y esta Humildad no es la humildad que
tuve alguna vez, la que hizo feliz a mi alma y que viniese a ella el
pensamiento sobre la bondad de Dios, ya que esta Humildad no me lleva
sino a males innumerables, por lo que dentro del alma me parece que estoy
completamente rodeada de demonios, y veo los defectos en el alma y en el
cuerpo, y para mí Dios está cerrado y escondido en todo lugar, por lo que de
ninguna manera puedo recordarlo, ni tener memoria de él, ni que él lo
permita. Y viéndome condenada no me preocupo por mi condena, sino que
me preocupo mucho más y me duelo de ello, es decir de que ofendí a mi
Creador, al cual no querría haber ofendido y al que no ofendería por todos
los males o los bienes que se puedan nombrar. Por ello, viendo mis
innumerables ofensas, lucho con todas mis fuerzas contra estos demonios,
para poder vencer a los vicios y a las ofensas, y prevalecer sobre ellos, pero
no puedo de ninguna forma. Y tampoco encuentro ningún hueco ni
ventanita por los que me pueda escapar, ni encuentro ninguna otra solución
que me pueda ayudar. Y veo que he caído tan profundísimamente».
b. En segundo lugar, los efectos causados por la Soberbia
«Después comenzó la Soberbia que me transformó en ira entera, en
tristeza entera, toda amarguísima e inflada. Y recibí otra amargura inmensa
de los bienes que Dios me dio, pues no los recuerdo como remedios, sino
como injurias y admiración dolorosa, es decir que en mí nunca podrá haber
ninguna virtud verdadera, y tampoco veo ninguna razón por la cual Dios lo
habría permitido. Y de esta manera el Omne bonum359 está tan cerrado y
oculto para mí que me transformo en ira entera, en tristeza entera, en
amargura entera e inflada y apenada más de lo que se puede expresar. Si
todos los que consuelan y todos los sabios del mundo y todos los santos del
Paraíso me hablasen para consolarme y me prometieran todas las cosas
buenas y todos los consuelos que pudieran darme, e incluso si Dios mismo
me hablara –a no ser que me transformase en algo diferente u obrara en el
alma de otro modo–, ningún consuelo me darían, ni ninguna solución, ni yo
les creería: por el contrario, todo me causaría un aumento de los males y me
llenaría de más ira y amargura360 y tristeza y de más dolor del que se
puede expresar. Por esto, para que Dios sustituyese y me quitase tales
tormentos, yo querría tener y elegiría libremente todas las cosas malas y las
enfermedades y todos los dolores que hayan existido en el cuerpo del
hombre, y sentiría que los anteriores tormentos son para mí males más leves
y menores. Por lo que muchas veces dije que en comparación o en lugar de
dichos tormentos, yo elegiría antes soportar toda generación de martirios
como consuelo.»
c. En tercer lugar, se explica cómo el alma se purifica en esta lucha
«Y este estado de los tormentos comenzó algún tiempo antes del
pontificado del Papa Celestino y duró bastante más de dos años361, durante
los cuales fui atormentada muchas veces. Y yo aún no he sido saciada ni
totalmente liberada, aunque ahora algunas veces sufra un poco exterior y no
interiormente. Sin embargo ahora, después de haber permanecido en otro
estado, sé que entre Humildad y Soberbia se encuentra la suprema
purgación y purificación del alma, ya que sin humildad ningún hombre se
salvará, y cuanto mayor sea la humildad, mayor será la perfección del alma.
Por lo que también sé que entre Humildad y Soberbia arde y se martiriza el
alma. Y la verdad del conocimiento de la humildad o las ofensas o defectos
que por humildad ve el alma, castigan y martirizan y purgan de la soberbia
y de los demonios. Y por eso cuanto más se degrada el alma a lo inferior o
se empobrece o se humilla a lo ínfimo, tanto más se prepara y se purga y se
purifica para ser más elevada, porque ninguna alma puede elevarse sino
cuando se humilla y degrada. ¡Bello sin mesura es lo que hemos
explicado!»
Capítulo IX
Séptimo paso suplementario
El séptimo paso es la revelación, de la que mucho no podemos decir ni
pensar o en la que no hay nada que se pueda pensar
AMPLIO DISCURSO SOBRE LOS MODOS DE VER A DIOS Y DE
VIVIR CON ÉL
a. Se explica la experiencia de la visión de Dios «en y con tiniebla»
La fiel de Cristo dijo lo siguiente: «Una vez fue elevada mi alma y vi a
Dios en tanta claridad y en tanta belleza y en tanta plenitud, que nunca más
lo he visto con tanta, ni tan absolutamente pleno. Y no veía allí amor; y
entonces yo perdí el amor que llevaba, y fui hecha no amor362.
Y después, después de esto, lo vi en la tiniebla, porque en la tiniebla
está el mayor bien que se pueda pensar o entender. Y cualquier cosa que se
pueda pensar y entender no tiene que ver con ello o no se puede
alcanzar363. Y entonces se le concedió a mi alma una fe certísima, una
esperanza segura y firmísima, y una seguridad de Dios continua que me ha
quitado todo temor. Y me recogí completamente en aquella bondad que vi
en la tiniebla y tuve tanta seguridad de Dios que nunca pude dudar de él y
de que no lo poseyera de manera cierta. Y en dicha bondad tan
inmensamente intensa que se veía en la tiniebla, reside ahora mi esperanza
completamente recogida, firmísima y segura.»
En cierta ocasión yo, hermano escritor, le hice una pregunta que hace
san Agustín que yo había leído en un libro, donde los discípulos le
preguntan cómo están o estarán los santos en el Cielo, alegando lo que vio
san Esteban, es decir a Jesús a la diestra de Dios364. Y preguntando parece
que quieren probar que no pueda haber allí lugar para estar o sentarse: y
aquí se manejaban sutiles argumentos. Y mientras yo le preguntaba, la
mente de la fiel de Cristo fue súbitamente elevada y no parecía entender mis
palabras. Y entonces fue concedida una gracia maravillosa. Y después de un
rato de que yo la molestara con la antedicha pregunta, la cual parecía que no
hubiese entendido y a la cual ella no respondía, empezó a decirme lo
siguiente: «Ahora súbitamente ha sido elevada mi alma y he sentido tanta
felicidad que todo era inenarrable, y sobre ella nada podría narrar. En esta
felicidad lo que quería saber lo sabía; y lo que quería tener, todo lo tenía. Y
veía el Omne bonum.»
Y dijo: «En tal estado el alma nunca piensa en la partida de este Bien, o
en marcharse de él, ni en que debiera ciertamente partir, sino que se deleita
en dicha bondad total. Y el alma no ve nada que se pueda explicar después
con la boca ni con el corazón; y nada ve, y ve absolutamente todo». Y así
hablando dijo y añadió lo siguiente: «Ahora no pongo mi esperanza en
ningún bien que se pueda pensar ni explicar exteriormente, sino en un bien
secreto, certísimo y encerrado365, que entiendo con tanta tiniebla».
Y como yo, hermano, no la entendía y la contrariaba sobre dicha
tiniebla, quiso explicármelo diciendo: «Cuanto más lo veía en la tiniebla
más certísimo era, lo superaba todo ampliamente y era secretísimo; y, por
tanto, vi con la tiniebla, porque supera todo bien y a todas las cosas y todo
lo demás es tiniebla, y por doquiera que se pueda extender el alma o el
corazón es menor que en este bien. Y lo que expliqué en otra ocasión –esto
es, cuando el alma vio a Dios llenar todo mientras veía toda la Creación, y
también cuando vio el poder divino, y también cuando vio la divina
sabiduría, y también cuando vio la divina voluntad, así como en otra
ocasión la fiel de Cristo explicó que vio admirable e inenarrablemente–, es
menos que dicho bien secretísimo, ya que el bien que vi con tiniebla es
todo: los demás son solo partes», dijo la fiel de Cristo.
Y expuso lo siguiente: «Y aunque todo sea inenarrable también me
causa alegría, pero cuando vi a Dios de aquella manera en la tiniebla, no me
dieron ganas de reír ni devoción ni fervor ni ferviente amor, porque no
temblaba ni se movía el cuerpo o el alma como solía, sino que todo ve y
nada ve, y el cuerpo se duerme y se trunca la lengua. –Y todas las pruebas
de amistad que me demostró, muchas e inenarrables, y cada palabra que me
dijo, y todo lo que tú escribiste alguna vez, entiendo que es tan inferior al
bien que vi con tanta tiniebla, que no pongo en ellos mi esperanza o no hay
esperanza mía en ellos. Por el contrario, aunque fuese posible que todas
estas cosas no sean verdad, tampoco disminuiría mi esperanza de ninguna
forma, ni disminuiría mi segurísima esperanza, que es cierta en el bien
absoluto que vi con tanta tiniebla». Y ella me dijo a mí, hermano, que hasta
tres veces fue elevada su mente con esta suprema y superadmirable gracia
de la visión de este altísimo y en todo inefable modo de ver a Dios con tanta
tiniebla, aunque muchas y casi innumerables veces ella viese el Omne
bonum siempre así, aunque no de este y tan altísimo modo, ni con tanta
tiniebla.
b. Doble experiencia: El Mundo repele a Ángela, Dios la atrae para que
repose en el abismo divino
En cierta ocasión en que la fiel de Cristo estaba enferma me dijo a mí,
hermano escritor, lo siguiente: «Por una parte, el mundo me rechaza con sus
espinas, pues todo lo que puedo pensar sobre él es para mí espinas y
amargura. Por otra parte, los demonios me rechazan con muchos martirios y
persecución casi continua, y tienen poder sobre mí porque Dios puso en sus
manos mi alma y mi cuerpo; ya que por mucho que puedan afligir al
cuerpo, al alma no pueden castigarla así o torturarla con penas, porque el
alma es más inaccesible que el cuerpo. Y me parecía verlos corporalmente
casi cornudos contra mí.
Por otra parte, Dios me atrae a él. Y si digo que me atrae con dulzura o
amor o con otra cosa que pudiera nombrar o pensar o imaginar, todo sería
falso, porque no me atrae con nada que pueda nombrar o ser pensado ni
siquiera por el más sabio del mundo; y si digo que es el Omne bonum, lo
destruyo. Y me parece estar y yacer en medio de la Trinidad que veo con
tanta tiniebla366. Y ello me atrae más que cualquier otra cosa que yo haya
tenido o cualquier otro bien del que yo haya hablado, tanto más que no
existe nada que se le pueda comparar. Y esto que digo me parece decir nada
o mal decir». Y después dijo: «Me parece estar blasfemando. Y cuando
preguntaste si me atraía más que todo lo anterior yo respondí así367: que
me parecía una blasfemia. Por lo que ahora, cuando tú lo has preguntado y
yo te he respondido, me he sentido totalmente enferma».
c. Ángela se sumerge perfecta y paralelamente en el amor de Dios y de
Jesucristo crucificado: yace en Dios y en la «cama» de la cruz
«Cuando estoy en la tiniebla no recuerdo ninguna humanidad, ni de
Dios hombre ni de nada que tenga forma, y de esta manera lo veo todo y no
veo nada. Y yéndome de mí o permaneciendo en mí en este estado que ya
he dicho, veo al Dios hombre que atrae al alma con tanta mansedumbre que
algunas veces digo: “Tú eres yo y yo soy tú”. Y veo aquellos ojos y aquella
faz tan placentera y con tanta aptitud368 que me abraza. Y lo que surge de
aquella cara y de aquellos ojos, es lo que ya he contado que vi en la tiniebla,
que vino desde dentro369 y tanto es lo que me deleita que no lo puedo
expresar. Y estando en este Dios hombre el alma está viva; y en este Dios
hombre permanezco mucho más que en mi visión con tiniebla. Y en esta
visión del Dios hombre el alma está viva; pero la de la tiniebla atrae al alma
incluso mucho más que esto de Dios hombre, sin punto de comparación. En
esta visión de Dios hombre permanezco mucho tiempo, casi continuamente.
Y tal continuidad comenzó cuando una vez me fue concedida la seguridad
por Dios de que no había nada entre él y yo370. Y desde entonces hasta
ahora no ha habido día ni noche en los cuales no haya tenido esta alegría en
su humanidad.
Y tenía deseo de cantar y laudar, y decía así:
Yo te laudo, Dios dilecto,
en tu cruz he hecho mi lecho,
por cabezal o plumazo
he hallado la pobreza;
a los pies de mi lecho,
el lugar donde reposo,
he hallado dolor con desprecio.»371
Y como yo, hermano escritor, le pedí que me explicase mejor lo que
decía, la fiel de Cristo añadió: «Hablo de lecho pues allí nació, conversó y
murió. Y también porque en él Dios Padre amó antes de que el hombre
pecara y tanto amó a tal sociedad –es decir a la unión de la pobreza, el dolor
y el desprecio– que se la dio a su hijo, y su hijo quería yacer continuamente
en este lecho y allí continuamente amó y estuvo en armonía con el Padre. Y
por ello este lecho es mi lecho, porque en él, es decir sobre esta cruz de
Cristo que él tuvo en el cuerpo y mucho más en el alma, estoy acostada y
reposada, por lo que este es mi lecho, y en este lecho creo morir y por este
lecho creo salvarme372. Y no podría explicar la alegría que espero de las
manos y los pies, y de las marcas de los clavos que atravesaron las manos y
los pies de este lecho. Sin embargo yo casi cantaba y le decía al hijo de
santa María373:
No puedo decir lo que siento,
no quiero partir de cuanto veo;
por lo que mi vivir es morir.
Por ello, atráeme hacia ti.
Pero diciendo esto, cuando recordaba a aquel sobre el que lo decía o al
cual se lo decía, inmediatamente se me truncaba la lengua y no podía
hablar.
Y cuando parto de este estado, el mundo y las cosas que me reencuentro
me impiden desear más las cosas antedichas; y por ello para mí el deseo de
morir es una pena mortal»374. Y yo, hermano escritor, vi y oí decir a la fiel
de Cristo que esta pena proveniente del deseo de morir –por la que, como
ya se ha dicho, estaba muy mortificada– fue eliminada de sí. No porque no
deseara morir, sino porque ya no estaba tan mortificada como antes.
d. Ángela habla en detalle de su vida cotidiana, siempre junto a sus
elevaciones místicas
Y su alma se elevaba hacia Dios muy frecuentemente, por lo que ella
decía que en algunas ocasiones las elevaciones se encadenaban. Y decía que
casi siempre eran nuevas, por lo que lo que experimentaba en una elevación
no lo experimentaba en otra, sino casi siempre nuevamente, porque siempre
experimentaba algo nuevo. Y ello no le impedía comer ni hablar ni ninguna
otra cosa, porque no ocurría mucho que se elevara su mente o alma, por lo
que su compañera la ayudaba solícitamente cuando comía, porque se
olvidaba algunas veces de ello: muchas veces, y bastante poco podía comer.
Y vi que lo que me decía un día, al siguiente apenas lo recordaba. Y
también que en una misma hora mientras me hablaba, inmediatamente
cuando decía las palabras las olvidaba, y no las podía repetir. Sin embargo
esto le ocurrió, creo, solo en este séptimo paso.
Además, después de esto que he escrito me dijo a mí, hermano escritor,
que su alma se deleitaba y nadaba en tal deleite375, es decir que el amor es
mesurado y que el espíritu se da de forma mesurada. Y decía: «El alma se
deleita y nada entre estas cosas». Y yo, hermano, me resistía a creerla por lo
que está escrito en la divina Escritura y ella me respondió que lo que decía
la Escritura era verdadero, pero que ella no la contradecía. Por lo que dijo lo
siguiente: «Y es verdad lo que dice aquel –que Dios da espíritu sin mesura–,
pero mi alma nada y se deleita porque Dios y su Hijo y todos los santos lo
dan mesuradamente»376.
INTRODUCIDA EN LOS ALTÍSIMOS SECRETOS DE LA
JUSTICIA DE DIOS, ÁNGELA ENTIENDE LA JUSTICIA DIVINA
Además entonces dijo377: «No existe nada donde conozca a Dios tan
completamente como en los juicios que hace de continuo. Por lo que
cuando por la mañana o por la tarde hablo a Dios en esta oración,
diciéndole: “Señor, por tu advenimiento libérame y por tu natividad, y por
tu Pasión, libérame”. Casi en nada me deleito tanto como cuando
íntimamente le digo: “Señor, por tus santos juicios libérame, Señor”.
Dijo esta fiel de Cristo: «Por ello le digo a Dios378: “Por tus santos
juicios, libérame”, porque ya no reconozco la bondad de Dios en un hombre
bueno y santo, ni en muchos buenos y santos, sino en un condenado o en la
multitud de los condenados. Sin embargo, esta profunda enseñanza no me
fue mostrada más que una vez, aunque nunca haya olvidado su recuerdo ni
su alegría. Y si todo lo relativo a la fe se degradase, solo me restaría la
certitud de Dios, es decir de sus juicios, esto es de la justicia de sus juicios.
¡Pero qué profundidad hallamos aquí! Sin embargo, todo esto redunda para
uso de los buenos, ya que toda alma que piense así de los juicios y posea o
pudiera poseer tan profunda enseñanza de todo obtendrá fruto de este
pensamiento sobre el nombre de Dios».
Aquí yo, hermano escritor, oía que decía las más maravillosas cosas del
mundo, y entendía algunas cuando ella las decía. Sin embargo, ni ella las
podía explicar aunque me diese a entender algo por lo que decía, ni
tampoco yo podría explicarlo por escrito.
Aquí hay que recordar y remarcar bien unas palabras que le fueron
reveladas a esta fiel de Cristo casi al principio después de que
comenzáramos a escribir. Y yo, hermano, coloqué tales palabras justo
donde ella me dijo, es decir en el segundo paso de la unción divina. Y ella
me dijo lo siguiente: «Oí una locución que Dios me enviaba que decía:
“Haz que se escriba al final de estas palabras que estáis escribiendo que
todo ello da gracias a Dios, y que quien quiera conservar la gracia, que no
despegue los ojos del alma de la cruz, ya sea en la alegría o en la tristeza
que yo les dé o permita”»379.
Además me dijo la fiel de Cristo: «Nada hay que se pueda comparar a
cuánto se puede extender el entendimiento del alma. Baste decir que se
eleva y se coloca en el seno de Dios380 y entonces entiende, y es deleitada,
y reposa en los bienes divinos de forma inenarrable –pues todos están por
encima del intelecto y por encima de todo decir–, sin embargo allí nada el
alma. Y entonces entiende las razones de las palabras que dijo Cristo, que a
veces le parecían duras o difíciles, y por ello entiende de manera parecida
por qué en el alma de Cristo sintió dolor sin templanza»381.
«Pues cuando mi alma es transformada en la Pasión de Cristo halla
muchísimo dolor sin templanza, por lo que al recordarlo no puede sentir
ninguna alegría. Ello no ocurre cuando piensa en la Pasión del Cuerpo,
porque entonces después de la tristeza reencuentra la alegría. Sin embargo,
como ha sido dicho, por estas razones entendió el enorme y agudo dolor en
el alma de Cristo mientras yacía sobre el cuerpo de su Madre382, a pesar de
no haberlo experimentado. Y gracias a esta elevación mi alma entiende los
juicios de Dios.»
CINCO REVELACIONES O CONSOLACIONES O VISIONES DE
ÁNGELA MIENTRAS PARTICIPA EN LA CELEBRACIÓN DE LA
MISA
En cierta ocasión, mientras decían misa en el convento, oí a la fiel de
Cristo referir algunas palabras que Dios le dijo, las cuales aquí no
transcribo. Sin embargo, cuando al sacerdote que decía misa le faltaba poco
para comulgar, oyó que Dios le decía: «Muchos son los que me rompen y
me hacen brotar sangre de la espalda»383. Y veía y entendía que estas
palabras se las decía la hostia que en aquel momento el sacerdote troceaba.
Y entonces la fiel de Cristo pensó y oró diciendo: «¡Haz que no sea así!». Y
la hostia respondió diciendo: «No lo será en la eternidad».
Y decía la fiel de Cristo: «Cuando mi alma sentía mucha alegría dentro
de la Trinidad, dentro de aquella cajita donde se vuelve a poner el Cuerpo
de Cristo, y entendía que estaba en todo lugar y que llenaba todas las cosas,
y el alma se deleitaba en la cajita –de hecho, se deleita muchísimo en ella
con gozo inmenso–, dijo: “¿Por qué me deleito tanto en esa cajita? Y si tú,
Señor, estás en todo lugar, ¿por qué no me deleito tanto en todo lugar?”. Y
respondió palabras tan oscuras que no las recuerdo plenamente. Pero dijo:
“Estoy encerrado en esa caja por las palabras que hago decir, y esto lo hago
por un milagro singular”».
En otra ocasión yo, hermano escritor, la había hecho comulgar. Y como
la fiel de Cristo en cada comunión solía recibir una nueva gracia yo,
hermano, le pregunté si estaba contenta con aquella que yo le había dado. Y
ella me respondió que si pudiera hacerlo querría comulgar cada día.
Además me dijo que se le había concedido una gracia o consuelo divino en
tal comunión, por el que entendía y sentía de manera certerísima que
limpiaba, santificaba, confortaba y protegía el alma. Y sintió estas cuatro
cosas y entendió en su alma más de lo que solía. Además dijo que había
oído una locución divina sobre cómo la comunión es muy beneficiosa por
estas cuatro cosas que hemos nombrado.
En otra ocasión, mientras yo oficiaba misa y elevaba el Cuerpo de
Cristo le advino en el alma una gran alegría, y le fue dicho lo que sigue:
«Aquí está aquel hombre que fue crucificado». Y el alma lo veía. Sin
embargo, cuando escuchó estas palabras, inmediatamente el alma trascendió
y no se pudo fijar en ello. Pero inmediatamente fue hecha en el alma una
obra maravillosa, obra silenciosa que no se puede explicar. Y trascendió el
alma rápidamente, y se envolvió en su divinidad. Y entonces, dentro de
esta, le fue dicho: «Aquí esta toda la alegría de los ángeles y toda la alegría
de los santos y aquí está toda tu alegría».
«Pero la verdad es que esto fue dicho de una manera más placentera de
lo que tú lo expresas, y apenas reconozco esto que me dices ahora.»384
Otro día en una misa diferente le fue dicho algo que no recordaba con
plenitud. Sin embargo decía que oyó que confiara en los que cumplían su
Escritura, no en los grandes lectores de la misma. Y decía que toda la
Escritura divina se cumplía en este ejemplo, es decir en su vida: así lo había
comprendido ella.
Otra vez en la iglesia de San Francisco en Asís cuando el hermano
Ápico385 estaba celebrando la misa y yo, hermano, hablaba con ella, me
contó cosas grandísimas e inmensamente maravillosas que le habían sido
reveladas. Y como eran cosas notables un hermano –a quien la fiel de Cristo
y yo mismo habíamos comunicado aquellos secretos y que estaba con
nosotros cuando la fiel de Cristo los contaba– me dijo que las escribiera,
pero como yo allí era forastero no pude hacer nada. Y después de muchos
días quise escribirlas y le pedí a la fiel de Cristo que repitiese todo, pero
como ninguno de los dos recordaba nada al menos me contó lo siguiente:
«Aquel día mi alma fue elevada con tan nueva y gran alegría que nunca la
había sentido tan grande de dicha manera o modo. Y recibí una locución
divina, y recibí de forma parecida a san Francisco una locución dulcísima y
nueva que fue así386:
Me parecía que mientras se celebraba la misa mi alma estaba y se
deleitaba como el alma de san Francisco cuando se separó de su cuerpo. Y
sentí entonces en mi alma tan gran e inefable alegría que, si no fuese porque
sé que Dios hace todo con medida, diría que aquella alegría era suprema y
sin medida387. Y entonces cuando sentía esto recibí una locución divina
que decía: “Yo soy Francisco, enviado por Dios. La paz del Altísimo esté
con vosotros”. Y me llamó diciéndome: “Luz, hija de la luz, que es luz de
todas las luces” y otras cosas que dijo que no escribo. Y dijo:
“Recomiéndale la heredad388, es decir la propiedad que yo dejé –y yo
entendía la pobreza que ordenó que fuera observada– y recomienda también
a aquellos que me siguen que amen lo que amé yo”. Y aumentó mi alegría
al entender que el que me hablaba era san Francisco. Y a su largo discurso
siguió la obra divina que solía darse en mi alma, por la que confirmé las
palabras del Santo. Y mientras iba a Asís, lo que duró más de nueve días,
cada día tuve una locución de san Francisco.
Y aquel día que ya he dicho tuve tan noble elevación y tan noble
inteligencia de cómo Cristo advino al sacramento del altar que nunca, ni
antes ni después, me ha sido demostrado tan claramente. Y se me mostró
cómo Cristo venía acompañado. Y me podía deleitar en Cristo y en su
compañía, y quedé admirada de ello, pues no estoy acostumbrada a
deleitarme sino en Cristo. Y a él lo entendía de manera diferente, así como
también entendía de manera diferente a sus acompañantes y me deleitaba en
todos ellos. Y me fue dicho que estaba acompañado por los tronos. Y yo no
entendía qué quería decir tronos389. Y era aquella compañía una hueste390
o una formación de batalla de tal multitud, que si no creyese que Dios obra
todo con mesura, creería era de un número sin mesura, esto es
innumerable391. Y recibí una locución divina que decía: “Hay almas a las
que advengo y por las que paso”. Y dijo que en gran número de ciudades no
había almas en las que “repose como reposo en tu alma”. Y dijo el número
de ciudades, pero no lo recuerdo»392.
Y yo, hermano escritor, le pregunté si tal formación de batalla –pues era
una formación de batalla– tenía alguna medida en longitud o en latitud de
alguna manera. Y ella respondió que no había ninguna medida en longitud o
latitud, sino que era inefable.
ÁNGELA, BAJO EL INFLUJO DE LA GRACIA DIVINA, ES
ELEVADA A UN ESTADO DE SUMA UNIÓN CON DIOS
Un tiempo después de las cosas que hemos narrado la fiel de Cristo me
dijo a mí, hermano que le preguntaba, lo siguiente: «En la Cuaresma pasada
me encontré toda dentro de Dios de manera imperceptible, más de lo que lo
había estado nunca. Y me parecía estar más de lo acostumbrado en medio
de la Trinidad, pues recibía mayores bienes de los normales y me
encontraba continuamente en ellos. Y en dicho modo de existir en Dios, me
sentía llena de alegría, llena de delicias. Y sentía que estos bienes y este
deleite supremo e inenarrable –los cuales estaban por encima de los que
antes hube experimentado– realizaban en mi alma obras divinas tan
inefables que ningún santo ni ángel podría narrarlas ni explicarlas. Y veo y
entiendo que ningún ángel ni criatura es lo suficientemente vasto ni capaz
para comprender tales obras divinas y aquel profundísimo abismo. Y todas
estas cosas que ahora digo son tan mal-decir y menos-decir que no son sino
blasfemias.
Y he sido y soy alejada de todo lo que antes tuve y de todo lo que antes
me había acostumbrado a que me deleitara, es decir en la vida y en la
humanidad de Cristo, y en la consideración de la profundísima compañía
que tanto amó Dios Padre en la eternidad que se la dio a su propio Hijo y en
la cual yo solía deleitarme profundísimamente: el desprecio y el dolor y la
pobreza del Hijo de Dios, y en la cruz en la que normalmente hallaba mi
reposo y mi lecho. Y he sido alejada completamente de aquel modo de vivir
a Dios en la tiniebla que tanto me solía deleitar. Y he sido alejada de todo
estado anterior con tanta unción y dormición que de ninguna manera podía
darme cuenta de ello. Por el contrario, solo ahora sé que he perdido todas
aquellas cosas, pues en la cruz que tanto me deleitaba, que era mi reposo y
mi lecho, nada encuentro; en la pobreza del Hijo de Dios nada encuentro,
así como nada encuentro en todo lo que se pueda nombrar».
DOBLE MODO EN EL QUE DIOS SE MUESTRA AL ALMA EN
LAS ANTEDICHAS OBRAS
Y Dios se presenta en primer lugar en el alma haciendo obras divinas
inefables. Y después se manifiesta al alma, abriéndose a ella y dándole aún
mayores dones con aún mayor claridad y certeza inefable. Y se presenta
ante el alma de dos modos.
a. Primero. Por un lado, Dios hace comprender al alma que él está
presente en toda criatura, por otro, la recoge totalmente en sí
«Uno de los modos es que se presenta íntimamente en mi alma. Y
entonces entiendo que él está presente, y entiendo cómo está presente en
toda criatura o en toda cosa que tiene ser: en el demonio, en el buen ángel,
en el Infierno, en el Paraíso, en el adulterio, en el homicidio y en las buenas
obras, y en toda cosa existente o que tenga de alguna manera ser, tanto en
las cosas bellas como en las repulsivas.» Y dijo: «No lo entiendo menos
presente en un demonio que en un ángel bueno por lo que, mientras siga en
esta verdad, no me deleito menos en Dios viendo o entendiendo un demonio
o un adulterio, que viendo o entendiendo un buen ángel o una buena obra. Y
así se presenta de modo continuo en mi alma. Y tal presencia es una
iluminación con gran verdad y gracia divina, así que cuando el alma ve esto
no puede pecar en nada, y aporta al alma muchos dones divinos. Y el alma
entonces entendiéndolo presente se humilla muchísimo, y recibe confusión
de sus pecados. Y recibe aquí el alma gran gravedad de sabiduría y gran
consuelo divino y alegría.
Otro modo de presentarse más especial y bastante diferente al anterior,
que da otra alegría que de la que hemos hablado y que me recoge toda en sí
es el siguiente. Dios realiza en el alma muchas obras divinas con mucha
mayor gracia y con tan profundo e inenarrable abismo que solo esta
presencia de Dios, sin otros dones, es el bien que poseen los santos en la
vida eterna. Verdaderamente algunos santos en el Paraíso tienen más dones
que estos y otros menos: por tanto, estos dones –aunque no los pueda
explicar pues mi discurso es más destruir y blasfemar que hablar– son
dilataciones del alma, por las cuales ella se hace más capaz para contener y
aprehender a Dios».
b. Segundo. Dios se abre al alma como dulzura total, sabiduría total,
verdad total y plenitud total
«Y súbitamente cuando se presenta Dios al alma, seguida y súbitamente
se manifiesta abriéndose a ella y la dilata, y le da dones y dulzura que nunca
antes había experimentado con bastante mayor profundidad de lo que se ha
dicho previamente. Y el alma se aleja entonces de toda tiniebla y conoce a
Dios más de lo que creo que se pueda llegar a conocer, con tanta claridad y
con tanta certidumbre, y con tan profundísimo abismo393, que no existe
corazón que después pueda entenderlo certeramente, ni pensarlo de ninguna
forma. Por ello ciertamente ni mi corazón puede volver a pensar nada sobre
él, ni extenderse en él, ni tampoco entenderlo, sino tan solo cuando le es
dada el alma y en él se eleva. Y por eso no se puede decir nada, porque no
se puede encontrar ninguna palabra que lo exprese o que a ello resuene. Y
tampoco ningún pensamiento ni ningún intelecto puede extenderse en él, así
como Dios no puede ser designado por nada, pues todo lo supera. De esta
manera Dios no puede ser designado enteramente por nada». Y decía esto la
fiel de Cristo con la extrema certeza, dando a entender que Dios no puede
ser enteramente designado.
Y dijo: «La Escritura divina es tan sumamente alta que no existe
hombre tan sabio en el mundo que, aun poseyendo la sabiduría y el espíritu,
la pueda entender plenamente sin que su intelecto sea superado y que, no
obstante, pueda balbucir algo sobre ella. Por el contrario, absolutamente
nada podría decir o balbucir de las inefables obras divinas, de las
manifestaciones de Dios en el alma. Y como mi alma suele elevarse en los
secretos divinos y ve los secretos de Dios entiendo por qué la Escritura
divina ha sido hecha así: por qué ha sido hecha difícil y fácil; por qué
parece decir y contradecir; por qué algunos no le encuentran ninguna
utilidad; por qué los que no la observan son condenados, según se explica
en ella, y por qué los que sí la observan se salvan en ella. Yo quedo allá
arriba y seguramente es por ello que cuando retorno de los secretos de Dios
digo palabritas exteriores –esto es, palabras exteriores a las obras divinas
inefables que se operan en mi alma y a las que de ningún modo se acerca mi
decir– y como mi decir es devastar, afirmo que blasfemo».
Y dijo: «Aunque todas las alegrías espirituales y todos los consuelos
divinos y todos los deleites divinos que todos los santos que han existido
desde el principio del mundo explicasen qué obtuvieron de Dios; y también
me fueran dadas todas las cosas –que fueron muchas– que habrían podido
explicar y que no explicaron; e incluso aunque añadiesen todos los demás
deleites mundanos con todas sus cosas buenas y malas, y estos se
convirtieran en deleites buenos y espirituales, y perduraran en mí hasta que
se cumplieran y me llevaran al inenarrable bien de la manifestación de
Dios, sin embargo no daría y no reemplazaría o no cambiaría por todo ello
tal bien enteramente inenarrable, ni siquiera en tan mínima parte como un
abrir y cerrar de ojos. Y expreso esto así para poner en tu boca o en tus
labios de alguna manera este bien inenarrable que yo poseo: este supera
infinitamente a todo lo que te he dicho no solo en un abrir y cerrar de ojos,
sino muy eficazmente, a menudo por largo tiempo. El otro modo, en
cambio, lo hace de manera casi continua, pero no tan eficaz.
Y aunque yo pueda recibir tristezas y alegrías exteriores de alguna
forma y limitadamente, dentro de mi alma hay una habitación en la cual no
entra ninguna alegría ni tristeza ni deleite de ninguna virtud ni deleite de
ninguna otra cosa que se pueda nombrar, sino que está allí el Omne
bonum394, el cual no es otro bien. Y en esta manifestación de Dios se
encuentra toda la verdad, aunque yo blasfeme diciendo y mal-diciendo
aquello sobre lo que aquí no puedo hablar, afirmo también que en esa
manifestación de Dios está toda la verdad y en ella entiendo y tengo toda la
verdad que está en el Cielo y en el Infierno, y en todo el mundo y en todo
lugar y en toda cosa, y todo el deleite que está en el Cielo y en toda criatura,
con tanta verdad y certeza, que de ningún modo podría creer otra cosa, a
pesar de todo lo que existe en el mundo. Sin embargo, si todo el mundo me
contradijera yo me burlaría de ellos. Y veo a aquel que es el ser y cómo es
el ser de todas las cosas creadas. Y veo cómo me hizo capaz de entender las
cosas dichas mejor de lo que las entendía antes, cuando lo veía en la tiniebla
en la que tanto me solía deleitar. Y me veo sola con Dios, toda pura, toda
santificada, toda verdad, toda rectitud, toda seguridad y toda celeste en él. Y
cuando estoy así, no me acuerdo de ninguna otra cosa.
Y algunas veces mientras estaba en dicho estado Dios me dijo: “Hija de
la divina sabiduría, templo de los Dilectos, deleite de los Dilectos”. E: “Hija
de paz, en ti reposa toda la Trinidad, toda la verdad, de forma que tú me
tienes a mí y yo te tengo a ti”. Y una de las obras en el alma es que entiendo
con gran capacidad y gran deleite cómo Dios adviene en el Sacramento del
altar acompañado de aquella forma.
Y cuando permanezco en el estado supremo en el cual no me acuerdo de
ninguna otra cosa, me veo en aquellos bienes que he dicho, y veo a toda mi
persona como pecado y obediente al pecado, torcida e inmunda, toda falsa y
errónea, pero permanezco quieta. Y permanece en mí una unción divina
continua que es la suma de todas las unciones, y está por encima de todas
las unciones que he tenido en todos los días de mi vida.
Y a este estado soy conducida y elevada por Dios. Allí no sabía llegar
sola, porque no sabía quererlo ni desearlo ni pedirlo. Y estoy continuamente
en este estado. Y muchísimas veces se eleva mi alma hacia Dios sin
pedirme permiso, porque mientras yo no espero ni pienso nada, súbitamente
mi alma se eleva a Dios y domino y comprendo todo el mundo, y no me
parece estar en la tierra, sino estar en el cielo en Dios. Y este estado en el
que estoy ahora es excelentísimo sobre todos los demás, porque hay una
satisfacción mucho mayor y tanta claridad y certeza y nobleza y dilatación,
que no siento ningún estado anterior como cercano a este»395.
Y me dijo la fiel de Cristo que había tenido esta inenarrable
manifestación de Dios más de cien o mil veces, siempre renovadadamente,
de forma que cada vez la tuvo nuevamente y nueva, y de manera distinta y
diversa que la vez anterior.
EN LA FIESTA DE LA PURIFICACIÓN DE SANTA MARÍA EL
ALMA DE ÁNGELA SE PRESENTA A DIOS, DE MANERA TAL QUE
SIMULTÁNEAMENTE SE UNE CON DICHA MANIFESTACIÓN
DIVINA
Así me habló: «En cierta ocasión cuando daban velas benditas para
hacer la representación del Hijo de Dios en el templo durante la fiesta de
santa María Candelaria396, mientras ocurría en mi alma lo que he definido
anteriormente como una inenarrable manifestación de Dios, mi alma vio
una representación de sí misma. Y vi al alma en sí misma con tanta nobleza
y altitud, que nunca podría pensar o entender con certeza que mi alma o las
almas que están en el Paraíso pudieran existir o existiesen con tanta
nobleza. Y mi alma no pudo entonces comprenderse a sí misma, por lo que
si el alma, que es creada y finita y limitada, no puede comprenderse a sí
misma, ¿cuánto menos podría comprender a Dios Creador, inmenso e
infinito? Y entonces rápidamente se presentó el alma a Dios con seguridad
suprema, de forma que no conllevó temor alguno, sino que rápidamente se
presentó a Dios con mayor deleite del que nunca antes hubiera
experimentado, y con nueva y excelentísima alegría, y con tan renovado
milagro que nunca tan nuevo ni más claro he podido entender en mi alma.
Y me encontré entonces con Dios y simultáneamente entendí y tuve aquella
inenarrable manifestación de Dios al alma, y una nueva manifestación y
presentación de mi alma a Dios. Por ello entonces obtuve un deleite
diferente de todos los deleites anteriores y me fueron dichas palabras
altísimas que no quiero que sean escritas.
Y cuando después de las cosas que he contado el alma volvió en sí,
encontró que le gustaban todas las injurias y sufrir todas las penas por Dios,
y que por nada que se pudiese decir o hacer ella podría separarse de Dios.
Por esto el alma clamaba y decía: “Señor, ¿quién es quien me puede separar
en verdad de ti?”. Y entendí cómo se me decía que no hay nada, es decir
nada que me pueda separar de Dios. Y me deleito mucho en el día de mi
muerte, y no puedo valorar el deleite que siento por este día cuando pienso
en él».
Además la fiel de Cristo me dijo a mí, hermano, después de todo lo
escrito arriba, que oyó decir a Dios una maravillosa locución que podía
contar, sobre cómo este bien inenarrable es el bien que los santos tienen en
la vida eterna; y sobre cómo el bien que los santos tienen en la vida eterna
no es diferente a este, sino que simplemente allí es otra experiencia, y que la
vida eterna es tan diversa a lo que hemos dicho anteriormente que el menor
santo, el que menos posee en la vida eterna, posee más de lo que se pueda
dar a ninguna alma existente en esta vida antes de la muerte corporal397. Y
dijo que esto lo entendía su alma.
Deo gratias semper. Amen.
AÑADIDO RELATIVO AL MISTERIO EUCARÍSTICO
Además la fiel de Cristo me dijo a mí, hermano: «Le pregunté una vez a
Dios: “Si tú estás en el sacramento del altar ahora, ¿dónde están tus fieles?”.
Y respondió abriendo el entendimiento de mi alma y dijo: “Donde quiera
que esté yo, están mis fieles conmigo”. Y yo misma veía que era así, y
clarísimamente me encontraba yo donde quiera que él estuviese. Pero estar
dentro de Dios no es lo mismo que estar fuera; y solo él es el que está en
todo lugar, comprendiendo todo». Y a mí, hermano escritor, me dijo así:
«Yo no entendí que se refiriera a todos los fieles, sino que daba a entender
que lo decía solamente de los fieles santos».
Deo gratias semper. Amen.
Epílogo del hermano escritor que confirma la
veracidad de toda la transcripción
Yo, hermano, después de escribir casi todas las cosas que he escrito en
este librito, le pregunté y le rogué a la fiel de Cristo que pidiese o rezase a
Dios que si yo aquí hubiera escrito algo falso o superfluo, que él por su
misericordia me lo revelara e indicara, para conocer la verdad de estas
palabras a traves de Dios mismo. Y ella me respondió diciendo: «Antes de
que me dijeras esto recé muchas veces a Dios para que él me hiciera saber
si en estas cosas que yo dije y que tú escribiste hay alguna palabra
mentirosa o superflua, para que al menos me pudiese confesar. Y me
respondió que todo lo que yo dije y tú escribiste, todo era verdad, y que no
había aquí nada falso ni superfluo. Y dijo que había hablado
templadamente, porque muchas cosas me dijo que yo te podría haber dicho
que escribieras, y no lo hice. Y también me dijo Dios así: “Todo lo que
queda escrito, está escrito en su totalidad siguiendo mi voluntad y de mí
viene, de mí procede”. Y después me dijo: “Yo lo sellaré”. Y cuando no
entendí qué quería decir con “Yo lo sellaré”, él me dijo: “Yo lo
confirmaré”»398.
Y yo, hermano escritor, con gran temor y reverencia y mucha prisa,
escribí tal y como podía entender las palabras de la boca de la fiel de Cristo
mientras, ella presente, hablaba conmigo sin añadir nada mío del principio
al final, sino dejándome atrás muchas de las cosas buenas que decía, porque
no podía comprenderla con mi entendimiento ni escribir todo.
Y ella hablaba de sí en primera persona, pero algunas veces debido a la
prisa yo escribía en tercera persona y no lo corregí. Y del principio al final
apenas escribí algo sino cuando ella me hablaba estando presente. Y
entonces yo escribía a la vez que ella iba profiriendo las palabras con gran
prisa, pues a ello me veía forzado por los muchos impedimentos creados
por los otros monjes y sus prohibiciones.
Pero yo me esforzaba y ponía sus propias palabras, las que que yo podía
entender, no queriendo escribirlas después de alejarme de ella y no sabiendo
después escribirlas por temor y recelo de que se me ocurriese poner a mí
algo o una sola palabra que ella no hubiera dicho. Por lo que lo que escribí
siempre se lo releí y repetí muchas veces, para que solamente se pudiesen
leer sus propias palabras399.
Y por intervención del Señor, hice que otros dos hermanos menores,
familiares de esta fiel de Cristo y verdaderamente dignos de fe, leyeran y
oyeran de su boca todo lo que he escrito, y todo lo examinaron con ella, y
todo lo discutieron con ella muchas veces; y, lo que es más importante,
también recibieron la certeza por gracia de Dios, como ellos atestiguan
fielmente por palabra y hechos.
El Tránsito400
En nombre de Nuestro Señor Jesucristo nazareo crucificado, cuyo
nombre sea bendito en la eternidad y por los siglos de los siglos. Amén.
Estas son las últimas palabras que pronunció la legítima esposa de
Cristo401, <Ángela> de Foligno, cuando se acercaba a su feliz fin.
Primero, al principio de su enfermedad, en la fiesta de los ángeles de
septiembre402, dijo:
«Deseaba mucho comulgar en esta fiesta y como no había quién me
portase el sagradísimo Cuerpo de Cristo comencé a dolerme mucho. Y he
aquí que en este dolor y deseo de comulgar empecé a pensar en las laudas
de los ángeles en esta fiesta, es decir en la forma que tienen de laudar a
Dios. Y súbitamente mi alma fue elevada. Y he aquí una suprema multitud
de ángeles. Y condujeron mi alma a un altar, y le dijeron: “Este es el altar
de los ángeles”. Y sobre tal altar mostraron al alma las santísimas laudas de
los ángeles, es decir lo que son las laudas de los ángeles, lo que es toda
lauda. Y los ángeles le dijeron al alma: “En esto que se encuentra sobre el
altar está la perfección y el complemento del sacrificio que tú buscas”. Y
dijeron: “Prepárate para recibir a quien te desposó con el anillo de su amor;
y la unión ya está hecha y quiere hacerlo de nuevo”403. Y todo esto lo
sentía el alma en la verdad; ya que realmente era mucho más pleno de lo
que se pueda expresar con palabras: solo la sombra de lo dicho –esto es la
memoria, que es una sombra de aquella verdad que entonces sentía el
alma–; solo esta sombra alegra mi alma más de lo que puedo expresar».
Más tarde la misma <Ángela> abatida por su última enfermedad,
absorta más abundantemente de lo normal en el abismo de la divina
infinidad, hablaba de manera interrumpida, con interpolaciones y
escasamente. Los que estábamos allí presentes brevemente recogimos de
estas palabras las que pudimos entender. Y son las siguientes.
Dijo una vez, cuando se acercaba la Natividad del Señor, ciertamente
próxima a transitar hacia Cristo: «El verbo amado ha sido hecho»404. Y
tras una larguísima pausa, casi viniendo de otro lugar, dijo: «¡Ay, toda
criatura es deficiente! ¡Ay, todo intelecto angélico no basta!». E interrogada
por nosotros: «¿Por qué toda criatura es deficiente y no basta el intelecto
angélico?», respondió: «Para comprender». Y después dijo: «¡He aquí a mi
Dios, que ha cumplido su promesa, ya que su hijo Cristo ahora me ha
presentado a su padre!». Antes había dicho: «¿Recordáis cuando Cristo
estaba sobre la barca y había grandes tempestades?405 En verdad así ocurre
a veces en el alma, porque él permite que advengan tempestades y él parece
dormir». También dijo: «En verdad, Dios solo permite que acaben las
tempestades cuando la persona queda enteramente destrozada y subyugada.
Y esto lo hace especialmente con sus hijos legítimos»406.
También dijo en otra ocasión: «¡Oh, hijos míos! Querría deciros otras
palabras, si estuviera segura de que Dios no me engaña». Con esto se refería
a la promesa de su muerte, pues por su deseo de morir temía verse libre de
aquella enfermedad. Y dijo: «Lo que quiero decir lo digo solo para que
sigáis lo que yo no he seguido. Y esto lo digo solo por el honor de Dios y en
provecho vuestro. No querría en la tierra algo que os pudiera ser útil. He
aquí que Dios dijo al alma: “Todo lo mío es tuyo, y lo tuyo mío”. ¡Oh!
¿Quién es el que merece esto, que todo lo de Dios sea suyo y que nuestros
bienes sean suyos? ¡Oh! En verdad que no hay nadie que merezca esto, sino
por caridad. ¡Oh, hijitos míos, y hermanos, y padres, al contrario, esforzáos
por amar y por tener esta caridad divina en la verdad, ya que por ella y
mucho amor merece el alma heredar los bienes divinos! Y no hago otro
testamento, sino que os recomiendo este amor recíproco, y os dejo toda mi
herencia, es decir la vida de Cristo: pobreza, dolor y desprecio».
E impuso su mano sobre la cabeza de cada uno de nosotros diciendo:
«Bendito seas por Dios y por mí, hijito mío, vosotros y los que no están
aquí presentes. Y así me ha sido significada y demostrada por Cristo esta
bendición: así os la concedo a vosotros. Y con todo mi corazón os la doy a
vosotros, a los presentes y a los ausentes. Y que Cristo os la dé con la mano
que fue clavada en la cruz407.
Y los que tengan esta herencia de la vida de Cristo, es decir que sean
verdaderos hijos de la oración, después no cabe duda de que tendrán la vida
eterna». Y después dijo: «En esto que quiero decir nada tengo que hacer,
sino que todo es de Dios. Como le place a la divina bondad darme solicitud
y cuidado de todos sus hijos e hijas que están en el mundo, que están más
allá y más acá del mar; los he custodiado y me he dolido por ellos. Y mis
dolores fueron más de los que habéis conocido». Y dijo: «¡Oh, hijitos míos,
esforzáos por poseer esta caridad para todos los hombres!; porque en verdad
os digo que más recibía mi alma de Dios cuando con todo mi corazón
lloraba y me dolía por los pecados de mis prójimos que cuando lloraba por
mis propios pecados. Y en verdad no hay mayor caridad en la tierra que
dolerse por los pecados de los prójimos. El mundo se burla de lo que os
digo, pues le parece que es contra natura, es decir que el hombre pueda
dolerse y llorar por los pecados del prójimo como por los suyos, o incluso
más que por los suyos; pero la caridad que esto realiza no es de este mundo.
¡Oh hijos míos, intentad poseer esta caridad! Y no juzguéis a nadie, incluso
cuado veáis a un hombre pecando mortalmente. No digo que nos disguste el
pecado, ni que no debáis aborrecerlo; solo digo que no juzguéis a los
pecadores; porque no conocéis los juicios de Dios. Pues muchos de los
hombres que os parecen condenados son salvados por Dios. Y muchos de
los hombres que os parecen salvados son condenados por Dios. Y puedo
decir que algunos a los que despreciasteis y están perdidos –esto es,
destruyendo los buenos comienzos–, tengo la firme esperanza de que Dios
los devolverá a su camino».
A su vez, en otra ocasión dijo que su alma fue lavada y limpiada y
sumergida408 en la sangre de Cristo, que era reciente y cálida, tal y como
salió del cuerpo de Cristo crucificado. Y entonces le fue dicho al alma:
«Aquí está el que te limpia». Y respondió el alma: «Oh Dios mío, ¿seré
engañada?». Y le fue dicho: «No». Y el alma oyó que se le decían estas
palabras: «¡Oh esposa! ¡Oh especiosa! ¡Oh amada por mí con amor! Ven,
pues todos los santos te esperan con gran alegría. En verdad no quiero que
vengas a mí con estos dolores, sino con júbilo y alegría inenarrables, así
como debe un rey coducir a su esposa por tanto tiempo amada, con
vestiduras reales». «Y me mostró las vestiduras que muestra el esposo a su
esposa por tanto tiempo amada. Y no eran de púrpura, ni de escarlata, ni de
cendal, sino que eran de una luz maravillosa que vestirá el alma. Y entonces
también me enseñó las palabras, estas que ahora entiendo: qué es la palabra
y qué significa pronuciarla. Y me dijo entonces: “Esta es la palabra que
quiso encarnarse por ti”, y entonces me atravesó toda, y me tocó toda y me
abrazó. Mucho tiempo antes me había dicho: “Ven a mí, dilecta mía,
especiosa mía, amada por mí con deleite. Ven, que todos los santos te
esperan con gran alegría”. Y dijo también lo siguiente: “Yo no te enviaré
ángeles ni otros santos para que te guíen; sino que yo personalmente vendré
por ti y te llevaré conmigo”409. Mucho tiempo antes me había dicho: “Tú
has sido hecha adecuada para mí. Estás altísima en mi majestad”».
A su vez en otra ocasión dijo: «Malditas sean las suficiencias que toman
al alma, es decir, los poderes, los honores y los cargos. ¡Oh hijos míos,
intentad sed pequeños!». Y después gritaba diciendo: «¡Oh nada
desconocida! En verdad el alma no puede tener mejor visión en este mundo
que ver su nada y estar en su cárcel. Y mayor engaño hay en las suficiencias
espirituales que en las temporales, es decir saber hablar de Dios, hacer
grandes penitencias, entender las Escrituras y tener el corazón casi
<continuamente> ocupado en cosas espirituales, ya que estos caen muchas
veces en el error y es más difícil corregirlos, que aquellos que tienen
suficiencia en las cosas temporales». Y también gritaba diciendo: «¡Oh
nada desconocida! ¡Oh nada desconocida!».
También otra vez, cuando estaba a punto de morir, es decir en los días
anteriores a hacerlo, decía frecuentemente: «Padre, a tus manos encomiendo
mi alma y mi espíritu». Y de manera similar después de las palabras
antedichas nos dijo: «Ahora a estas palabras me han sido respondidas así:
“Lo que ha sido impreso en tu corazón en vida es imposible que no lo
tengas en la muerte”». Y entonces le dijimos: «Entonces, ¿quieres
marcharte y abandonarnos?». Y ella respondió: «Os lo he ocultado hasta
ahora, pero no lo ocultaré más: debo dejaros». Y entonces desde aquel
momento, es decir desde aquel día, cesaron los dolores que había tenido
desde hacía mucho tiempo, por los que había sido atormentada y afligida en
cada uno de sus miembros interior y exteriormente. Yacía con gran
serenidad en su cuerpo y felicidad en su espíritu, pues ya le parecía degustar
la alegría que le había sido prometida. <Y entonces le preguntamos si dicha
felicidad le estaba siendo dada. Y respondió que la felicidad ya había
comenzado>. Y en tal serenidad y alegría de su mente estuvo hasta las
completas del sábado, yaciendo felicísima, rodeada de muchos hermanos
que exhibían los oficios de sus ministerios. Aquel día, es decir en la octava
de los Inocentes, en la última hora del día, calmadamente dormida,
descansó en paz. Y aquella alma santísima, libre de la carne y absorbida en
la claridad del divino abismo, recibió de Cristo la estola de su inmortalidad
y su inocencia, para reinar con él para siempre.
Que nos introduzca allí por la virtud santísima de su cruz y por las obras
de su santísima madre, y por intercesión de esta santísima madre nuestra
Jesucristo crucificado, él que vive y reina con el Padre y el Espíritu Santo
por los siglos de los siglos. Amen.
Bibliografía
1. Ediciones del Memoriale de Ángela de Foligno
Andreoli, Sergio (ed.), «Angelae de Fulgineo. Liber. Trascrizione del
ms. di Subiaco», en Analecta TOR, 183 (2010), págs. 7-224.
Doncoeur, Paul y Michele Faloci Pulignani (eds.), Le livre de la
bienheureuse Angèle de Foligno, Éditions de la Revue d’ascétique et de
mystique, París, 1925.
Faloci Pulignani, Michele (ed.), L’autobiografia e gli scritti della
beata Angela da Foligno, Il solco, Città di Castello, 1932.
Ferré, Martin Jean y Léon Baudry (eds.), Angela da Foligno. Le livre
de l’expérience des vrais fidèles, E. Droz, París, 1927.
Frezza, Fortunato (ed.), Liber Lelle. Il Liber di Angela da Foligno nel
testo del codice di Asissi con versione italiana, note critiche e apparato
biblico tratto dal codice di Bagnoregio, Edizioni del Galluzzo-SISMEL,
Florencia, 2012.
Menestò, Enrico (ed.), Angela da Foligno. Memoriale, Edizioni del
Galluzzo-SISMEL, Florencia, 2013.
Thier, Ludger y Abele Calufetti (eds.), Il libro della beata Angela da
Foligno. Edizione Critica, Editiones Collegii S. Bonaventurae ad Claras
Aquas, Grottaferrata, 1985.
2. Traducciones de las obras de Ángela de Foligno
Andreoli, Sergio, Il libro della beata Angela da Foligno, San Paolo,
Milán, 1990.
Guillet, Arnold (ed.), Angela von Foligno. Gesichte und Tröstungen;
nach ihren eignen Worten aufgezeichnet von Bruder Arnaldus, traducción
de Jan van den Arend, Christiana-Verlag, Stein am Rheim, 1975.
Hello, Ernest, Le livre des visions et instructions de la bienheureuse
Angèle de Foligno, A. Tralin, París, 1910.
Lachance, Paul, Angela of Foligno. Complete Works, Paulist Press,
Nueva York, 1993.
Martín, Teodoro H., Ángela de Foligno. Libro de la vida: Vivencia de
Cristo, Sígueme, Salamanca, 1991.
Pozzi, Giovanni, Angela da Foligno. Il libro dell’esperienza, Adelphi,
Milán, 1992 [nueva edición revisada, 2001].
Ximénez, Francisco (comisionado por), Liber qui dicitur Angela de
Fulginio: In quo ostendit nobis vera via qua possum[us] segni vestigia
nostri redemptoris, Petrus Hagembach, Toledo, 1505.
Ximénez, Francisco (comisionado por), Libro dela Bienaue[n]turada /
sancta Angela de Fulgino: enel qual se / nos muestra la verdadera carrera
p[ar]a seguir las pisadas de nuestro rede[m]ptor y / maestro Jesuchristo.
Ite[m] primera regla d[e]la bienaue[n]turada virgen santa Clara. Ite[m] un
tractado del bienaue[n]turado sant Vince[n]te, Toledo, [23 de mayo de]
1510.
3. Otras fuentes citadas
Amberes, Hadewijch de y Beatriz de Nazareth, Flores de Flandes,
trad. de Carmen Ros y Loet Swart, BAC, Madrid, 2001.
Asís, Francisco de, Escritos, biografías, documentos de la época, trad.
de José Antonio Guerra, BAC, Madrid, 1978.
Bataille, Georges, Somme athéologique, en Oeuvres complètes, vols. VVI [Oeuvres littèraires], Gallimard, París, 1973 [trads. esp. La experiencia
interior, seguido de Método de meditación y de Post-Scriptum, 1953, trad.
de Fernando Savater, Taurus, Madrid, 1973; El culpable, seguido de El
aleluya y Fragmentos Inéditos, trad. de Fernando Savater, Taurus, Madrid,
1974 y Sobre Nietzsche. Voluntad de suerte, trad. de Fernando Savater,
Taurus, Madrid, 1972].
–, L’archangélique, en Oeuvres complètes, vol. III [Oeuvres littèraires],
Gallimard, París, 1971 [trad. esp. Lo arcangélico y otros poemas, trad. de
Pilar Ruiz, Visor, Madrid, 1982].
–, La oscuridad no miente. Textos y apuntes para la continuación de la
Summa Ateológica, trad. de Ignacio Díaz de la Serna, Taurus, Madrid,
2002.
Clairvaux, Bernardo de, Obras de san Bernardo, trad. de Gregorio
Díez Ramos, BAC, Madrid, 1947.
Climacus, Ioannes, The Ladder of Divine Ascent, trad. de Colm
Luibheid, SPCK, Londres, 1982.
Cruz, Juan de la, Obras completas, ed. de E. Pacheco, Monte Carmelo,
Burgos, 2000.
Meister Eckhart, El fruto de la nada, trad. de A. Vega, Siruela,
Madrid, 1998.
Huysmans, Joris-Karl, A contrapelo, trad. de Juan Herrero, Cátedra,
Madrid, 1984.
Magdeburg, Mechthild von, Das Fliessende Licht Der Gottheit, Hans
Neumann (ed.), 2 vols., Artemis Verlag, Múnich-Zúrich, 1990.
Norwich, Juliana de, Libro de visiones y revelaciones, trad. de María
Tabuyo, Trotta, Madrid, 2002.
Porete, Marguerite, El espejo de las almas simples, trad. de Blanca
Garí, Siruela, Madrid, 1995.
Pseudo-Dionisio Aeropagita, Obras completas, trad. de Teodoro H.
Martín, BAC, Madrid, 2002.
Seuse, Heinrich, Vida, trad. de Blanca Garí, Siruela, Madrid, 2013.
Todi, Iacopone da, Laude, F. Mancini (ed.), Laterza, Bari, 1974.
Varanini, Giorgio et al, Laude Cortonesi Dal Secolo XIII al XV, Leo S.
Olschki, Florencia, 1981.
4. Estudios
Ackermann, Robert W., «The Debate of the Body and the Soul in
Parochia Christianity», en Speculum 37/4 (1962), págs. 541-565.
Alberzoni, Maria Pia, «L’“approbatio”: curia romana, Ordine
Minoritico e Liber», en Le dossier, págs. 293-318.
Arcelus-Ulibarrena, Juana Mary, «Angela da Foligno nella Penisola
Iberica alla fine del Medioevo», en Enrico Menestò (ed.), Angela da
Foligno, Terziaria Francescana, Centro Italiano di Studi sull’Alto
Medioevo, Espoleto, 1992, págs. 215-226.
Auerbach, Erich, Figura, Trotta, Madrid, 1998.
Barone, Giulia y Jacques Dalarun, Angèle de Foligno. Le dossier,
École Française de Rome, Roma, 1999 [abreviado como Le dossier].
Bartoli Langeli, Attilio, «Il codice di Assisi ovvero il Liber Sororis
Lelle», en Le dossier, págs. 7-27.
Bartoli, Marco, «Pauperese e paupertas nel Liber di Angela da
Foligno», en Domenico Alfonsi y Massimo Vedova (eds.), Il Liber di
Angela da Foligno: Temi spirituali e mistici, Centro Italiano di Studi
sull’Alto Medioevo, Espoleto, 2010, págs. 155-169.
Bassetti, Massimiliano y Bruno Toscano, Dal visibile all’indicibile:
Crocifissi ed esperienza mistica in Angela da Foligno, Centro Italiano di
Studi sull’Alto Medioevo, Espoleto, 2012.
Belting, Hans, L’arte e il suo pubblico: funzione e forme delle antiche
immagini della Passione, Nuova Alfa, Bolonia, 1986.
–, Likeness and Presence: A History of the Image before the Era of Art,
University of Chicago Press, Chicago, 1994.
Bourgain, Pascale, «Les moindres parcelles de la Vérité: La rhétorique
du Liber», en Le dossier, págs. 169-184.
Bruderer Eichberg, Barbara, Les neuf choeurs angéliques: Origine et
évolution du thème dans l’art du Moyen Âge, Centre d’études supérieures
de civilisation médiévale, Poitiers, 1998.
Brufani, Stefano, «Angela da Foligno e gli spirituali», en Enrico
Menestò (ed.), Angela da Foligno, Terziaria Francescana, Centro Italiano
di Studi sull’Alto Medioevo, Espoleto, 1992, págs. 83-104.
Bynum, Caroline Walker, Jesus as Mother: Studies in the Spirituality
of the High Middle Ages, University of California Press, Berkeley, 1982.
–, «The Body of Christ in the Later Middle Ages: A Reply to Leo
Steinberg», en Renaissance Quarterly 39/3 (1986), págs. 399-439.
–, Holy Feast and Holy Fast: The Religious Significance of Food to
Medieval Women, University of California Press, Berkeley, 1987.
–, Metamorphosis and Identity, Zone Books, Nueva York, 2005.
–, Wonderful Blood: Theology and Practice in Late Medieval Northern
Germany and Beyond, University of Pennsylvania Press, Filadelfia, 2007.
Casagrande, Giovanna, «Il Terz’ordine de la b. Angela. La povertà
nell’ordine della non-povertà», en Enrico Menestò (ed.), Angela da
Foligno, Terziaria Francescana, Centro Italiano di Studi sull’Alto
Medioevo, Espoleto, 1992, págs. 17-38.
Casas Nadal, Montserrat, «Algunes consideracions sobre les
traduccions catalanes del “Llibre de les revelacions” d’Àngela de Foligno
(segle xv)», en Acta Historica et Archaelogica Mediaevalia 25/4 (2003),
págs. 461-481.
Cavallo, Guglielmo et al, Lo spazio letterario del Medioevo, vol. I/II,
Salerno, Roma, 1992.
Cazenave, Michel, Angele de Foligno, Pygmalion/Gérard Watelet,
París, 1998.
Chiellini Nari, Monica, «La contemplazione e le immagini: Il ruolo
dell’iconografia nel pensiero della beata Angela da Foligno», en Enrico
Menestò (ed.), Angela da Foligno, Terziaria Francescana, Centro Italiano
di Studi sull’Alto Medioevo, Espoleto, 1992, págs. 227-250.
Cirlot, Victoria y Blanca Garí, La mirada interior: escritoras místicas
y visionarias en la Edad Media, Siruela, Madrid, 2008.
Cirlot, Victoria, «La mística femenina medieval, una tradición
olvidada», en Valentí Gómez i Oliver (ed.), Oculto pero invisible: Voces
femeninas, Publicacions de la residència d’investigadors, Barcelona, 2006,
págs. 85-95.
–, Hildegard von Bingen y la tradición visionaria de Occidente, Herder,
Barcelona, 2005.
Dalarun, Jacques, «Angèle de Foligno a-t-elle existé?», en Claude
Nicolet (ed.), Alla Signorina: Mélanges Offerts à Noëlle de La
Blanchardière, École Française de Rome, Roma, 1995, págs. 59-97.
Desplaces, Édouard et al, «Divinisation», en Marcel Viller et al (eds.),
Dictionnaire de spiritualité, ascétique et mystique. Doctrine et histoire,
Beauchesne, París, 1937, III: 1370-1459.
Duch, Lluís, La religión en el siglo xxi, Siruela, Madrid, 2012.
Dumeige, Gervais, «Médecin», en Marcel Viller et al (eds.),
Dictionnaire de spiritualité, ascétique et mystique. Doctrine et histoire,
Beauchesne, París, 1937, X: 891-901.
Epiney-Burgard, Georgette y Emilie Zum Brunn, Femmes
troubadours de Dieu, Brepols, Turnhout, 1988.
Faes de Mottoni, Barbara, «Gli angeli nel Liber», en Le dossier, págs.
185-202.
–, «Venuta e dimora del pellerino nell’anima nel Memoriale di Angela
da Foligno», en Domenico Alfonsi y Massimo Vedova (eds.), Il Liber di
Angela da Foligno: Temi Spirituali e Mistici, Centro Italiano di Studi
sull’Alto Medioevo, Espoleto, 2010, págs. 37-68.
Fulton, Rachel, From Judgement to Passion: Devotion to Christ and
the Virgin Mary, 800-1200, Columbia University Press, Nueva York, 2002.
García Acosta, Pablo, «Ermeneutica dell’imagine ne Le mirouer des
simples ames di Marguerite Porete: Il caso dell’aquila di Ezechiele», en Atti
del Istituto Veneto di Scienze, Lettere ed Arti CLXVIII/II (2010), págs. 219254.
–, «Come insegnare a non vedere Dio: Visibilitá e negazione della
imagine nella opera di Marguerite dicta Porete (m. 1310)», en Francesco
Zambon (ed.), La Visione, Medusa, Milán, 2012, págs. 107-130.
–, «Shouting at the Angels: Visual Experience in Angela da Foligno’s
Memoriale», en Mirabilia 17/2 (2013), págs. 115-139.
Garí, Blanca, «Introducción», en Margarita Porete. El espejo de las
almas simples, Siruela, Madrid, 2005, págs. 9-33.
–, «Vidas espirituales y prácticas de la confesión. La recepción y
transmisión de la auto-biografía espiritual femenina en la Península Ibérica
y el Nuevo Mundo», en Acta Historica et Archaelogica Mediaevalia 22
(2001), págs. 679-696.
–, «Memorial d’Angela de Foligno i altres opuscles religiosos, Ms.
559», en Els tressors de la Biblioteca de la Universitat de Barcelona, en
prensa.
Giusto, Egidio M., Le vetrate di S. Francesco in Assisi: Studio storico
iconografico, Alfieri & Lacroix, Milán, 1911.
Gregoire, Reginald, «Nudité», en Marcel Viller et al (eds.),
Dictionnaire de spiritualité, ascétique et mystique. Doctrine et histoire,
Beauchesne, París, 1937, XI: 508-513.
Grundmann, Herbert, Religious Movements in the Middle Ages: The
Historical Links between Heresy, the Mendicant Orders, and the Women’s
Religious Movement in the Twelfth and Thirteenth Century, with the
Historical Foundations of German Mysticism, University of Notre Dame
Press, Notre Dame, 1995 [1.ª ed. 1935].
Guarnieri, Romana, «Il movimento del Libero Spirito. Testi e
documenti», en Archivio Italiano per la storia della pietá, IV, Roma, 1965.
–, «Santa Angela? Angela, Ubertino e gli spiritualismo francescano.
Prime hipotesi sulla Peroratio», en Le dossier, págs. 203-265.
–, «Angela, mistica europea», en Enrico Menestò (ed.), Angela da
Foligno, Terziaria Francescana, Centro Italiano di Studi sull’Alto
Medioevo, Espoleto, 1992, págs. 39-82.
Hamburger, Jeffrey F. y Anne-Marie Bouché, The Mind’s Eye: Art
and Theological Argument in the Middle Ages, Department of Art and
Archaeology of Princeton University-Princeton University Press, Princeton,
2006.
Hamburger, Jeffrey F., The Rothschild Canticles: Art and Mysticism in
Flanders and the Rhineland circa 1300, Yale University Press, New Haven,
1990.
–, Nuns as Artists: The Visual Culture of a Medieval Convent,
University of California Press, Berkeley, 1997.
–, The Visual and the Visionary: Art and Female Spirituality in Late
Medieval Germany, Zone Books, Nueva York, 1998.
–, St. John the Divine: The Deified Evangelist in Medieval Art and
Theology, University of California Press, Berkeley, 2002.
Heck, Christian, L’échelle céleste dans l’art du Moyen Âge: Une
histoire de la quête du ciel, Flammarion, París, 1999.
Katzenellenbogen, Adolf, Allegories of the Virtues and Vices in
Mediaeval Art, University of Toronto Press, Toronto, 1989 [1ª ed. 1939].
Keller, Hildegard Elisabeth, Heinrich Seuse. Die Stunde des Hundes:
Auf dem Mystischen Weg zu Gott: Ein Hörbuch nach Heinrich Seuses
«Exemplar» [vol. 1 de la «Trilogie des Zeitlosen», con un estudio
introductorio de J. F. Hamburger], Zúrich, 2007.
–, «ABUNDANCIA. Una estética de lo líquido y su circulación en la
Edad Media y en el siglo xx», en Victoria Cirlot y Amador Vega (eds),
Mística y Creación en el siglo XX, Herder, Barcelona, 2006, págs. 87-137.
Kocher, Suzanne [Zan], Allegories of Love in Marguerite Porete’s
Mirror of Simple Souls, Brepols, Turnhout, 2008.
Lachance, Paul, The Spiritual Journey of the Blessed Angela of
Foligno According to the Memorial of Father A., Pontificium Athenaeum
Antonianum, Roma, 1984.
Lerner, Robert E., The Heresy of the Free Spirit in the Later Middle
Ages, University of California Press, Berkeley, 1972.
–, «The Image of Mixed Liquids in Late Medieval Mystical Thought»,
en Church History, 40/4 (dic. 1971), págs. 397-411.
Lewis, Clive Staples, La imagen del mundo: Introducción a la
literatura medieval y renacentista, Península, Barcelona, 1997.
Mariani, Paolo, «Liber e contesto: Codici miscellanei a confronto», en
Le dossier, págs. 71-144.
Marini, Alfonso, «Ubertino e Angela: L’“Arbor Vitae” e Il “Liber”», en
Le dossier, págs. 319-344.
Marrow, James H., Passion Iconography in Northern European Art of
the Late Middle Ages and Early Renaissance: A Study of the
Transformation of Sacred Metaphor into Descriptive Narrative, Van
Ghemmert, Cortrique, 1979.
Martínez Romero, Tomás, «L’hagiografia espiritual: A propòsit d’un
capítol del Liber d’Àngela de Foligno en català», en Marinela Garcia
Sempere y M. Àngels Llorca Tonda (eds.), Vides medievals de sants:
Difusió, tradició i llegenda, IIFV, Alicante, s.f., págs. 160-183.
McDonnell, Ernest William, The Beguines and Beghards in Medieval
Culture with Special Emphasis on the Belgian Scene, Rutgers University
Press, New Brunswick, 1954.
McGinn, Bernard, «Ocean and Desert as Symbols of Mystical
Absorption in the Christian Tradition», en The Journal of Religion 74/2
(1994), págs. 155-181.
–, «The Abyss of Love», en E. Rozanne Elder (ed.), The Joy of
Learning and the Love of God: Studies in Honour of J. Leclercq, Cistercian
Publication, Kalamazoo, 1995, págs. 95-120.
–, The Flowering of Mysticism: Men and Women in the New Mysticism
(1200–1350), Crossroad, Nueva York, 1998.
Mocan, Mira, I pensieri del cuore: Per la semantica del provenzale
cossirar, Bagatto Libri, Roma, 2004.
Neff, Amy, «The Pain of Compassio: Mary’s Labor at the Foot of the
Cross», en The Art Bulletin 80/2 (1998), págs. 254-273.
Nessi, Silvestro, «La fortuna del “Libro” di Angela attraverso i secoli»,
en Clément Schmitt (ed.), Vita e spiritualità della beata Angela da Foligno
(Atti del convegno di studi per il VII centenario della conversione della b.
Angela da Foligno, 1285-1985), Serafica Provincia di San Francesco
OFMConv, Perugia, 1987, págs. 97-115.
Newman, Barbara, From Virile Woman to WomanChrist. Studies in
Medieval Religion and Literature, University of Pennsylvania Press,
Filadelfia, 1995.
–, Medieval Crossover: Reading the Secular Against the Sacred,
University of Notre Dame Press, Indiana, 2013.
Noye, Irénée, «Face», en Marcel Viller et al (eds.), Dictionnaire de
spiritualité, ascétique et mystique. Doctrine et histoire, Beauchesne, París,
1937, I: 26-34.
Paoli, Emori, «Le due redazioni del Liber: el perché di una riscrittura»,
en Le dossier, págs. 7-27.
Péano, Pierre, «L’ouvre d’Ernest Hello dans sa version française du
livre de la b. Angèle», en Clément Schmitt (ed.), Vita e spiritualitá della
beata Angela da Foligno. Atti del convegno di studi per il VII centenario
della beata Angela da Foligno, 1285-1985, Serafica Provincia di San
Francesco OFMConv, Perugia, 1987, págs. 117-127.
Pobladura, Melchor de, «Frères mineurs», en Marcel Viller et al
(eds.), Dictionnaire de spiritualité, ascétique et mystique. Doctrine et
histoire, Beauchesne, París, 1937, V: 1268-1310.
Poulenc, Jerome, «Saint François dans le “vitrail des anges” de l’église
supérieure de la Basilique d’Assise», en Archivium Franciscanum
Historicum, 73 (1983), págs. 701-713.
Ricoeur, Paul y André LaCocque, Pensar la Biblia: Estudios
exegéticos y hermenéuticos, Herder, Barcelona, 2001.
Saenger, Paul, «La lectura en los últimos siglos de la Edad Media», en
Historia de la lectura en el mundo occidental, Guglielmo Cavallo y Roger
Chartier (eds.), Taurus, Madrid, 2011, págs. 165-190.
Sensi, Mario, «Angela nel contesto religioso folignate», en Clément
Schmitt (ed.), Vita e spiritualitá della beata Angela da Foligno. Atti del
convegno di studi per il VII centenario della beata Angela da Foligno,
1285-1985, Serafica Provincia de San Francesco OFMConv, Perugia, 1987,
págs. 38-95.
–, «Fra Bernardo Arnolti il “frater scriptor”del Memoriale di Angela da
Foligno?», en Enrico Menestò (ed.), Angela da Foligno, Terziaria
Francescana, Centro Italiano di Studi sull’Alto Medioevo, Espoleto, 1992,
págs. 127-159.
–, Storie di bizzoche: Tra Umbria e Marche, Edizioni di storia e
letteratura, Roma, 1995.
–, «Foligno all’incrocio delle strade», en Le dossier, págs. 267-292.
Serra Zamora, Anna, «“Mappa Animae”. La visione dell’interiorità in
san Giovanni della Croce», en Francesco Zambon (ed.), La Visione,
Medusa, Milán, 2012, págs. 155-178.
Vian, Paolo, «Bonifacio VIII e i Colonna: Una Reconsiderazione», en
Enrico Menestò (ed.), Bonifacio VIII. Atti del XXXIX Convegno Storico
Internazionale. Todi, 13-16 Ottobre 2002, Centro Italiano di Studi sull’Alto
Medioevo, Espoleto, 2003, págs. 215-272.
Watson, Arthur, «The Speculum Virginum with Special Reference to
the Tree of Jesse», en Speculum 3/4 (1928), págs. 445-469.
Notas
Introducción
1 Tradicionalmente, gracias a un códice tardío, se identifica al hermano
A. con un tal «hermano Arnaldo», del que nada más se sabe. Otros
manuscritos desarrollan la sigla como «Adamo» o «Amato»: en todo caso,
nunca se ha conseguido identificar al transcriptor de la obra de Ángela.
Véase, P. Lachance, The Spiritual Journey of the Blaessed Angela of
Foligno according to the Memorial of frater A., Pontificium Athaeneum
Antonianum, Roma 1984, pág. 11, n. 67. Para una hipótesis histórica con
amplia bibliografía sobre este asunto, véase M. Sensi, «Fra Bernardo
Arnolti il “frater scriptor”del Memoriale di Angela di Foligno?», en Angela
da Foligno, Terziaria Francescana, E. Menestò (ed.), Centro Italiano di
Studi sull’alto Medioevo, Espoleto, 1992, págs. 127-159.
2 El nombre en diminutivo es un uso característico franciscano que
apunta hacia la búsqueda de la humildad. Sobre la función simbólica del
nombre de Ángela, véase abajo nuestra pág. 13, n. 12. Véase, a su vez, pág.
162, n. 180.
3 Tal y como Thier-Calufetti nos explican en Memoriale, págs. 166-167,
n. 14, Gertrude de Helfta posee un libro con un título análogo: Memoriale
abundantia divina suavitatis, esto es Memorial de la abundancia de la
suavidad divina.
4 Las Instructiones han sido editadas por Thier-Calufetti a continuación
del Memoriale, págs. 402 y ss. A pesar de que la lectura de ambas obras
parece establecer un territorio de producción común, el género literario y
los contenidos son absolutamente diversos. Al conjunto de estos dos textos,
agrupados por ejemplo en el denominado manuscrito de Asís, se le
denomina Liber sororis Lelle, El libro de la hermana Lella (véase la edición
F. Frezza, Liber Lelle. Il libro di Angela da Foligno, Edizioni del Galluzzo,
Florencia, 2012), aunque es muy común encontrarlos exentos, extractados o
citados fragmentariamente como parte de misceláneas espirituales (véase
abajo, pág. 25).
5 «La experiencia de los verdaderos fieles prueba, ve y toca…», véase
el inicio de nuestra traducción, abajo, pág. 37.
6 La expresión «historia interior» es de G. Pozzi, Il libro
dell’esperienza, Adelphi, Milán, 1992, pág. 67.
7 En palabras de C. Leonardi, una «autohagiografía»: véase s. v.
«agiografia», en La produzione del testo [vols. 1, 2 de Lo spazio letterario
del Medioevo 1. Il medioevo latino], G. Cavallo et al (eds.), Salerno
Editrice, Roma, 1993, págs. 421-462.
8 Este es un punto de inflexión en la vida de Ángela que dará pie, como
veremos, a que el hermano A. comience a escribir el Memoriale. Este
momento ha sido denominado por V. Cirlot y B. Garí como «el grito de
Ángela de Foligno» (La mirada interior. Escritoras místicas y visionarias
en la Edad Media, Siruela, Madrid, 2008 [1ª ed. 1999], págs. 177-205).
9 J. Dalarun, «Angèle de Foligno a-t-elle existé?», en Alla signorina:
Mélanges offerts à Noëlle Blanchardière, Claude Nicolet (ed.), École
Française de Rome, Roma, 1995, págs. 59-97.
10 El primer testimonio externo al Memoriale que señala a la beata
como históricamente existente se encuentra en el prólogo de Ubertino de
Casale a su Arbor vitae crucifixae Iesu, que nosotros traducimos abajo, pág.
26, y que data del tiempo en el que aún Ángela vivía (c. 1298). Por otro
lado, en una crónica en un manuscrito de 1307, se nos describe una escena
en la que ambas van a visitar a una monja al monasterio de clarisas de
Espelo (Chronache di Foligno, Cod. A. vi. 6, Biblioteca del Seminario,
traducida en F. Pulignani, «Traditions locales», en P. Doncoeur, op. cit.,
pág. XXXIX, y en P. Lachance, op. cit., págs. 107-108). Por último, M.
Sensi ha individuado un documento del 9 de abril de 1268 pertenciente al
leprosario de San Lázaro en Corsicano en el que se nombra a una tal
«Ziliola» como sirvienta del mismo, en coincidencia con lo que se narra en
la pág. 76 del Memoriale: véase una trascripción del documento en su
«Angela nel contesto religioso folignate», en Vita e spiritualitá della beata
Angela da Foligno. Atti del convegno di studi per il VII centenario della
beata Angela da Foligno, 1285-1985, P. C. Schmitt (ed.), Perugia, 1987,
pág. 279, n. 56.
11 Esta idea, referida precisamente a la obra de Ángela, se encuentra en
V. Cirlot y B. Garí, op. cit., pág. 181.
12 Para una imagen del universo en la Edad Media, véase el ensayo de
C. S. Lewis, La imagen del mundo, Antoni Bosch, Barcelona, 1980. Sobre
la angeleología en el Libro, véase B. Faes de Mottoni, «Gli angeli nel
Liber», en Le dossier, págs. 185-202.
13 Cf. nuestra traducción, pág. 89.
14 Para un completo recorrido por la tradición cristiana en confluencia
con la doctrina oriental de la deificación, cf. E. Desplaces et al, s. v.
«Divinisation», Dictionnaire de spiritualité, ascétique et mystique. Doctrine
et histoire, M. Viller et al (eds.), Beauchesne, París, 1937, III: 1370-1459.
15 Véase abajo, pág. 40 y pág. 41, respectivamente, y notas relativas.
16 Sobre este paratexto es fundamental M. P. Alberzoni,
«L’“approbatio”: curia romana, ordine minoritico e Liber», en Le dossier,
pág. 306, n. 46. Para un estado de la cuestión sobre el affaire Colonna y una
amplia bibliografía actualizada, véase P. Vian, «Bonifacio VIII e i Colonna:
una reconsiderazione», en E. Menestò (ed.), Bonifacio VIII. Atti del XXXIX
Convegno storico internazionale. Todi, 13-16 ottobre 2002, Centro Italiano
di Studi sull’Alto Medioevo, Espoleto, 2003, págs. 215-272.
17 Para una evolución general del movimiento e influencias
intelectuales, véase M. de Pobladura, s. v. «Frères mineurs», en M. Viller et
al, op. cit., V: 1268-1314. Para el vínculo de este movimiento con Colonna,
véase M. P. Alberzoni, op. cit., pág. 308.
18 La obra esencial sobre este asunto, sobre todo en cuanto a las
mujeres se refiere es H. Grundmann, Religious Movements in the Middle
Ages: The Historical Links between Heresy, the Mendicant Orders, and the
Women’s Religious Movement in the Twelfth and Thirteenth Century, with
the Historical Foundations of German Mysticism, University of Notre
Dame Press, Indiana, 1995 [1ª ed. alemana, 1935], que en nuestro caso se
debe complementar con B. McGinn, The Flowering of Mysticism. Men and
Women in the New Mysticism [vol. II de la serie The Presence of God. A
History of Western Christian Mysticism, 1200-1350], Crossroad, Nueva
York, 1998.
19 Sobre la vita apostolica, cf. H. Grundmann, «Chapter 1: The
religious movements in the 12th century: “Apostolic Life” and “Christian
Poverty”», en op. cit., págs. 19 y ss. Para el papel que esta forma de vida
juega en el misticismo de los siglos xiii y xiv, véase B. McGinn, op. cit.,
págs. 5 y ss.
20 La traducción la hemos extraído de Francisco de Asís, Escritos,
biografía, documentos de la época, BAC, Madrid, 2000, págs. 965-966.
21 Véase, por ejemplo, P. Lachance, op. cit., págs. 20-21.
22 Véase arriba, pag. 15, nuestra n. 18. La bibliografía sobre los
espirituales y Ángela es amplia: véase, por ejemplo, S. Brufani, «Angela da
Foligno e gli spirituali», en E. Menestò (ed.), Angela da Foligno. Terziaria
francescana, págs. 83-104, o R. Guarnieri, «Santa Angela? Angela,
Ubertino e gli spiritualismo francescano. Prime hipotesi sulla Peroratio», en
Le dossier, págs. 203-265.
23 Op. cit., págs. 38-39. Aquí, Lachance da 1240 como fecha en la que
se empiezan a distribuir masivamente los escritos de Gioachinno da Fiore
entre los franciscanos.
24 Véase la bibliografía citada arriba, n. 22.
25 En este sentido, las investigaciones de M. Sensi son fundamentales:
véase su obra mayor Storie di bizzoche: tra Umbria e Marche, Edizioni di
storia e letteratura, Roma, 1995, en particular sus págs. 348-368, donde
contextualiza el Foligno de Ángela en el marco de los movimientos
europeos de espiritualidad laica.
26 Estas líneas pertenecen a su Sermo ad virgines, que traducimos desde
el original latino en M. Sensi, Storie di bizzoche tra Umbria e Marche, op.
cit., pág. 40, n. 7. Para entender a Ángela dentro del contexto europeo,
véase R. Guarnieri, «Angela, mistica europea», en E. Menestò (ed.), Angela
da Foligno. Terziaria francescana, págs. 39-82.
27 Véase E. W. McDonnell, The Beguines and Beghards in Medieval
Culture with Special Emphasis on the Belgian Scene, Octagon Books,
Nueva York, 1969.
28 M. Sensi, op. cit., pág. 269, traducción nuestra.
29 Para el contexto de Foligno, véanse los ejemplos de M. Sensi, op.
cit., págs. 237-256.
30 Sobre las sociae, véase M. Sensi, op. cit., pág. 270.
31 Estos rasgos han sido listados en ídem, págs. 32-33.
32 Sobre el franciscanismo de Ángela es bastante preclara la síntesis de
P. Lachance, ídem, págs. 31-39.
33 Siguiendo la inclusiva definición de B. McGinn, podemos entender
por este término «… the awareness of the direct or immediate presence of
God»: cf. su The Foundations of Mysticism [vol. I de la serie The Presence
of God. A History of Western Christian Mysticism], Crossroad, Nueva York,
1994.
34 McGinn habla de «flowering of mysticism» en el tercer volumen de
su historia de la mística occidental: The Flowering of Mysticism. Men and
Women in the New Mysticism.
35 Tomamos el término y esta idea de la obra de G. Epiney-Burgard y
É. Zum Brunn, Femmes troubadours de Dieu, Brepols, Turnhout, 1988.
36 De la consideración de este texto como cercano a la heterodoxia nos
habla una nota que encontramos en el manuscrito de Asís, en la que
presumiblemente un bibliotecario del monasterio niega saber quién ha
donado tal libro. Recordemos, a su vez, que este códice fue custodiado
durante años en la «libreria segreta» del convento, por lo se vetaba su
consulta a la mayoría. Para ambas informaciones, véase S. Nessi, «La
fortuna del “Libro” di Angela attraverso i secoli», en P. C. Schmitt (ed.), op.
cit., pág. 105.
37 Cf. lo que desarrollamos abajo, pág. 92, n. 310.
38 Véase abajo, pág. 123.
39 Sobre el movimiento del Libre Espíritu, véanse R. Guarnieri, «Il
movimento del Libero Spirito. Testi e documenti», en Archivio Italiano per
la Storia della Pietá IV, Roma, 1965, págs. 353-708 y R. E. Lerner, The
Heresy of the Free Spirit in the Later Middle Ages, CUP, Berkeley, 1972.
Sobre Marguerite Porete, léase la «Introducción» de B. Garí a su traducción
española del Mirouer des simples ames, El espejo de las almas simples,
Siruela, Madrid, 2005, págs. 9-36.
40 El término es de G. Epiney-Burgard y É. Zum Brunn, op. cit.
41 Angele de Foligno, Pygmalion/Gérard Watelet, París, 1998.
42 Véase arriba, pág. 13.
43 Cf. arriba, ídem, n. 10.
44 Véase abajo, pág. 128.
45 Hablaremos sobre ello algo más adelante: véase abajo, pág. 22.
Sobre el latín notarial, veáse P. Bourgain, «Angèle de Foligno-Le latin du
Liber», en Le dossier, págs. 145-167.
46 Véase abajo, pág. 39.
47 La codificación del progreso del alma en «pasos» implica toda una
concepción de la vida espiritual como una vía, una peregrinación hacia
Dios que se va cumpliendo en diferentes etapas. El punto de partida de esta
tradición es la Scala Paradisi de Iohannes Climacus, que presenta un
itinerario de perfeccionamiento espiritual hacia Dios basado en treinta
escalones. Su herencia en los tratados e iconografía posteriores fue
impresionante: la obra fundamental sobre la evolución de esta imagen es C.
Heck, L’échelle céleste. Une histoire de la quête du ciel, Flammarion, París,
1999. Para una buena traducción y comentario de la obra de Clímaco, véase
J. Climacus, The Ladder of Divine Ascent, Colm Luibheid (trad.), SPCK,
Londres, 1982.
Como podemos leer en el primer párrafo del Memoriale (véase abajo,
pág. 39), inicialmente entre Ángela y su compañera habían establecido
treinta pasos que se comienzan a transcribir aquí, y que coinciden con los
primeros modelos de ascenso espiritual escalonado. Sin embargo, tal
estructura quedará truncada al final de este primer capítulo en el paso veinte
y será retomada en el capítulo tercero con una nueva estructura de siete
pasos, más acorde con el franciscanismo y, en particular, con la tradición
mística femenina bajomedieval. El primero de esta segunda serie coincide
con el vigesimoprimero de la anterior, dando un total de veintiséis pasos.
Para una discusión sobre las razones y el contexto de estos cambios (y, en el
fondo, de estas imágenes), véanse las utilísimas reflexiones de Pozzi, págs.
84-91, y nuestra pág. 47, n. 149.
48 Véase abajo, pág. 124.
49 Este tema ha sido tratado en profundidad por P. Bourgain, cap. cit.
50 La religión en el siglo XXI, Siruela, Madrid, 2012, págs. 28-72.
51 Véase abajo, pág. 92.
52 Cap. cit., pág. 146, traducción nuestra.
53 Cf. cap. cit., pág. 149: se debe unir a esta sencillez aparente los
recursos de la predicación oral a los que el hermano A. estaría
acostumbrado: cf. ídem, págs. 148-149 o 162. Sobre la retórica en el
Memoriale ha hablado B. Clément, «Les moindres parcelles de la vérité: La
rhétorique du Liber», en Le dossier, págs. 169-184. En general sobre el
sermo humilis en el cristianismo medieval, veáse E. Auerbach, «Sacrae
Scripturae Sermo Humilis», en Figura, Trotta, Madrid, 1998, págs. 131147.
54 Cap. cit., pág. 148, traducción nuestra. Que la sintaxis del latín
notarial es «traducible» a una lengua románica lo prueban las versiones
contemporáneas del Memoriale (por ejemplo, el manuscrito M), que no
suelen alterar la estructura de la frase en sus transposiciones.
55 Pozzi, págs. 244-246. Sobre ellos habla también P. Bourgain, cap.
cit., pág. 150.
56 Véase, por ejemplo, la edición recientemente publicada E. Menestò
(ed.), Memoriale, Galluzzo-SISMEL, Florencia, 2013, o la también reciente
edición del manuscrito de Asís, F. Frezza (ed.), Liber Lelle. Il libro di
Angela da Foligno, Galluzzo-SISMEL, Florencia, 2012.
57 Véase abajo, pág. 52.
58 En su edición se cotejan veintisiete manuscritos que ellos agrupaban
en siete «familias» bajo criterios puramente textuales (cf. Memoriale, págs.
51-73). Un buen catálogo descriptivo de los códices se encuentra en P.
Mariani, «Liber e contesto: codici miscellanei a confronto», en Le dossier,
págs. 94-144. Sin duda, el mejor recuento de códices hasta el momento es el
de la edición citada de E. Menestò que, además, retoma fructíferamente los
intentos de trazar un stemma y aclarar la filiación de los manuscritos: cf.
págs. LIX-CXXI.
59 La teoría de las dos redacciones se encuentra en Memoriale, págs.
43-46, y los editores la desarrollan en diversas notas.
60 Pozzi, págs. 108-111, y los emitidos a posteriori en las págs. 236247.
61 «Le due redazioni del Liber: el perché di una riscrittura», en Le
dossier, págs. 7-27.
62 Cap. cit., pág. 91.
63 Cf. E. Menestò, op. cit., págs. LXXIX-LXXXVI, que tiene en cuenta
las reflexiones de Pozzi, págs. 236-247.
64 Véase arriba, nuestra n. 7.
65 Cf. P. Mariani, cap. cit., pág. 76.
66 Ídem, pág. 79.
67 Véase arriba, pág. 14 y ss.
68 Hemos traducido el texto desde F. Frezza, op. cit., pág. XX. Sobre la
relación de ambos religiosos, véase A. Marini, «Ubertino e Angela:
l’“Arbor Vitae” e il “Liber”», en Le dossier, págs. 319-344, que recoge la
bibliografía anterior.
69 Cf. los comentarios de A. Marini, en Le dossier, pág. 319.
70 Véase J. M. Arcelus-Ulibarrena, «Angela da Foligno nella Penisola
Iberica alla fine del Medioevo», en E. Menestò (ed.), op. cit., págs. 215226, donde comenta que el Memoriale era «lectura obligatoria para la
educación de las “infantas” de Castilla, Aragón, Navarra y Portugal», pág.
217, traducción nuestra. Véase, a su vez, el estudio de B. Garí sobre el
manuscrito 559 del Fondo de reserva de la Universitat de Barcelona, donde
aborda la problemática de la recepción de Ángela en tierras de la Península
Ibérica: «Memorial d’Angela de Foligno i altres opuscles religiosos, Ms.
559», Els tressors de la Biblioteca de la Universitat de Barcelona, en
prensa.
71 M. Casas Nadal, «Algunes consideracions sobre les traduccions
catalanes del “Llibre de les revelacions” d’Àngela de Foligno (segle xv)»,
en Acta Historica et Archaelogica Mediaevalia 25/4 (2003), pág. 478.
72 Ídem, pág. 479.
73 Sobre las ediciones a imprenta del libro de Ángela, véase el
completo catálogo que aportan Thier-Calufetti en Memoriale, págs. 74-87.
74 Véanse T. Martínez Romero, «L’hagiografia espiritual: a propòsit
d’un capítol del Liber d’Àngela de Foligno en català», en Vides medievals
de sants: difusió, tradició i llegenda, M. Garcia Sempere y M. À. Llorca
Tonda (eds.), IIFV, Alicante, s. f., pág. 166, y R. Guarnieri, cap. cit., págs.
224-226.
75 B. Garí, «Vidas espirituales y prácticas de la confesión. La recepción
y transmisión de la auto-biografía espiritual femenina en la Península
Ibérica y el Nuevo Mundo», en Acta Historica et Archaelogica Mediaevalia
22 (2001), pág. 694.
76 Angèle de Foligno, Le livre des visions et instructions, Seuil, París,
1991 [1ª ed. 1868]. Sobre esta traducción, véase P. Péano, «L’ouvre
d’Ernest Hello dans sa version française du livre de la b. Angèle», en P. C.
Schmitt (ed.), op. cit., págs. 117-127.
77 Ídem, pág. 24, traducción nuestra.
78 En el capítulo XII de A rebours, hablando de la obra de Hello,
leemos como transcripción de los pensamientos de un protagonista que, en
muchos sentidos, era la transposición del Huysmans de entonces: «A esta
extraña mezcolanza venía a añadirse el gusto por la dulzonería beata de las
traducciones que había realizado del libro de las “Visiones” de Ángela da
Foligno, un libro de una estupidez fluida e inigualable…». En reediciones
posteriores el autor, convertido al catolicismo, intenta retractarse diciendo:
«… ya no escribiría [si tuviera que redactar la novela de nuevo] que las
visiones de Angèle [sic] de Foligno son idiotas y difusas; la verdad es todo
lo contrario». Estos fragmentos pertenecen a la traducción de Juan Herrero,
A contrapelo, Cátedra, Madrid, 1984, págs. 293 y 111, respectivamente.
79 Cf. M. Cazenave, op. cit., pág. 14.
80 Encontramos estas palabras en la versión española del segundo libro
de la trilogía, El culpable. Seguido de El Aleluya y fragmentos inéditos, F.
Savater (trad.), Taurus, Madrid, 1981, pág. 19. Veáse nuestra nota
subsiguiente.
81 La Somme athéologique de Bataille conforma los volúmenes V y VI
de la edición francesa de sus Obras completas (Gallimard, París, 1973).
Nosotros, aquí, utilizaremos las traducciones de Savater (que publicaron la
trilogía en nuestro país de manera desordenada): La experiencia interior,
Taurus, Madrid, 1973; El culpable, Taurus, Madrid, 1974; Sobre Nietzsche,
Taurus, Madrid, 1972. Con «una constelación de libros que giran a su
alrededor» nos referimos a textos producidos por Bataille en la misma
época que se pueden conectar con Ángela: L’archangélique (1944);
L’alleluiah (1947) y Méthode de méditation (1947), todos traducidos al
español (véase bibliografía), están entre ellos. Para entender la génesis de la
Suma son interesantes los textos recogidos en G. Bataille, La oscuridad no
miente, Taurus, Madrid, 2002.
82 Cf. El culpable, pág. 37.
83 Léase, por ejemplo: «Yo no he elegido a Dios como objeto, sino,
humanamente, al joven chino condenado que las fotografías me presentan
chorreando sangre, mientras el verdugo le da suplicio (la hoja entra en el
hueso de la rodilla). A este desdichado me sentía ligado por los lazos del
horror y la amistad. Pero si yo miraba la imagen hasta la concordancia,
suprimía en mí la necesidad de no ser más que tan solo yo: al mismo
tiempo, ese objeto que yo había elegido se deshacía en una inmensidad, se
perdía en la tormenta del dolor» (ídem, pág. 56). Añádase, La experiencia
interior, págs. 128-129.
84 Aunque encontramos estas imágenes por doquier en la trilogía,
simplemente proponemos un ejemplo de cada una desde El culpable: pág.
28, el abismo; págs. 78-80, la tiniebla; pág. 56, el abrazo; pág. 57, el grito.
85 Ídem, pág. 28.
86 Nos referimos al códice A: Códice Asís, Biblioteca Comunale 342.
Ha sido fundamental la consulta directa del manuscrito gracias a una ayuda
económica concedida por el Departamento de Economía y Conocimiento de
la Generalitat de Cataluña, percibida a través del Grupo de Investigación de
la Bibliotheca Mystica et Philosophica Alois M. Haas (2009SGR1551).
Hemos cotejado el texto de este códice con el editado en P. Doncoeur, Le
livre de la bienhevreuse Angèle de Foligno, Éditions de la Revue
d’ascétique et mystique, Toulouse, 1925, y los recientes trabajos de Frezza
y Menestò.
87 Véase abajo, pág. 52.
88 Sobre este asunto, véanse los comentarios de G. Pozzi, op. cit., págs.
236-247, y A. Bartoli Langeli, «Il codice di Assisi, ovvero il Liber sororis
Lelle», en Le dossier, págs. 7-27. Además, revísese nuestra «Introducción»,
págs. 23 y ss.
89 A. Bartoli Langeli, «Il codice di Assisi, ovvero il Liber sororis
Lelle», en Le dossier, pág. 7, traducción nuestra.
90 Cap. cit., págs. 145-167.
91 Cf. las reflexiones de G. Pozzi en op. cit., págs. 33-34.
Aprobación
92 APPROBATIO / TESTIFICATIO. Como afirman Thier-Calufetti
(Memoriale, págs. 126-127, n. 1) el paratexto se encuentra en los
manuscritos R, S y M antes de comenzar el Memoriale. La versión de S
posee substanciales variantes: véase la transcripción y comentario de M. P.
Alberzoni en su cap. cit., pág. 294, n. 2. Por otro lado, en A lo encontramos
en la misma ubicación (f. 1r), pero borrado: véase, A. Bartoli Langelli, cap.
cit., pág. 8.
Aunque en la época era normal que este tipo de notas precedieran a un
tratado de mística femenina, su función específica no está tan clara. En su
capítulo sobre este paratexto, M. P. Alberzoni (cap. cit., págs. 292-318)
enuncia tres hipótesis sobre su posible función: la primera podría ser la de
ratificar las palabras de una mujer siguiendo el modelo de las actas
notariales de la época, en las que un pariente masculino tenía que
corroborar las disposiciones testamentarias de los miembros del otro sexo:
en este caso, los «parientes» serían autoridades eclesiásticas y tales
«disposiciones» serían doctrinales. Según Langelli, este tipo de notas
previas podrían «evaluar a todos los efectos la credibilidad de doctrinas
inspiradas por la mística femenina» (pág. 296, traducción nuestra). La
segunda, dada la especialmente cruda persecución que el denominado
movimiento de Libre Espíritu sufrió en la Italia de la época, la Aprobación
podría ser un documento necesario para legalizar lo escrito frente a
autoridades eclesiásticas (págs. 297-299). Por último, podría servir para
garantizar la autenticidad del texto, en el sentido de que aprobado
significaría «de copia fidedigna» o «veraz según las palabras originales»
(pág. 299).
93 Legere vel videre. En M nos encontramos «legerà over udirá»: leerá,
haciendo alusión a los contextos de lectura visual y silenciosa plenamente
afirmados en la época de redacción del Libro; oirá, a los contextos de
lectura comunal en los que alguien leía en voz alta a un grupo de personas,
tanto en ambientes religiosos como laicos. Véase P. Saenger, «La lectura en
los últimos siglos de la Edad Media», en Historia de la lectura en el mundo
occidental, G. Cavallo y R. Chartier (eds.), Taurus, Madrid, 2011, págs.
165-190.
94 … antequam cum summo pontifice in scandalum incideret. Como ya
hemos afirmado arriba, pág. 15, esta frase nos permite datar este paratexto
como posterior al 10 de mayo de 1297 (cf. M. P. Alberzoni, cap. cit., pág.
306, n. 46).
95 La palabra lector puede tener varios sentidos en latín medieval, si
bien la frase subsiguiente parece inclinar la interpretación a «docentes». Así
lo entiende Andreoli, pág. 37, que infiere por la referencia al studium
generale de Milán que estos ocho lectores son profesores universitarios,
uno de los cuales (sin duda, el más prestigioso) enseñaba allí. Sobre la
existencia de un studium generale en Milán en estas fechas, véase M. P.
Alberzoni, cap. cit., pág. 311.
96 En la orden franciscana el ministro es el superior de una jurisdicción:
en este caso se trata de cuatro superiores de diferentes provincias, esto es,
de cuatro ministros provinciales.
97 … custos fuit in diversis custodiis. Custodio de la Orden de San
Francisco, esto es, el responsable de cierto número de conventos en una
provincia. Al conjunto de estos conventos presididos por el custos, se lo
denominaba custodia.
98 Al final de la obra (pág. 129) se retoma el asunto de la
lectura/autorización de la obra por diferentes lectores, en este caso frailes
franciscanos familiares de Ángela: quizá tales hermanos coinciden con
estos que se citan aquí.
Prólogo
99 Este prólogo (pues prologus lo titulan la mayoría de versiones, por
ejemplo A: «Comienza el prólogo al libro de la verdadera experiencia de los
fieles que expone tesoros escondidos en el Evangelio») lo encontramos en
A, B, S y M (véase Memoriale, págs. 128-129, n. 3). Supone el inicio, el
incipit, de la narración de la experiencia de Ángela y de las continuas cuitas
editoriales del hermano A. Sobre él, cf. arriba nuestra «Introducción», pág.
11, n.1.
100 … probat, perspicit et contrectac. Estos verbos poseen una cualidad
sensorial que está relacionada con el contexto de una revelación crística, en
el sentido de que tienen que ver con la posibilidad abierta del fiel de
mantener un contacto directo con el Dios encarnado, el Dios hombre, al que
Ángela en ciertos momentos puede ver, escuchar e incluso tocar. La
mayoría de las vivencias narradas por ella en su libro deben de ser leídas en
esta dirección, por ejemplo, el sabor de una carne nueva al comulgar (pág.
98) o las experiencias eróticas que, junto al Hijo, vive en el sepulcro (pág.
94 y ss.). A su vez, tales experiencias están directamente vinculadas con
ciertos contextos meditativos bajomedievales, en los que los sentidos
interiores se abren y permiten un tipo de oído, de olfato, de percepción
diferentes a los exteriores y comunes: cf. S. Ringbom, Les images de
dévotion. XIIe-XVe siècle, Gérard Monfort Éditeur, París, 1995, págs. 1823. Para un recorrido por la tradición medieval de la percepción interior que
nos permite contextualizar esta expresión, véase V. Cirlot, Hildelgard von
Bingen y la tradición visionaria de Occidente, Herder, Barcelona, 2005:
para los sentidos interiores en G. de Saint Thierry, véase su pág. 52; para la
clasificación de los tipos de visión en H. de San Víctor, véase su pág. 75;
para una síntesis de la visión en Agustín, véase su pág. 226. De aquí en
adelante ha de tenerse en cuenta que entendemos estos verbos en este
contexto y que su traducción es literal en la gran mayoría de los casos.
101 Jn 14, 23 y 14, 21-22, respectivamente.
102 Como veremos, en múltiples pasajes del Libro surge la voz del
hermano A. para explicar su trabajo como transcriptor-editor del texto
angélico. La autocrítica que encontramos aquí se reiterará en diferentes
lugares asumiendo diversos matices que explicaremos en su momento. Por
ahora, cf. nuestra «Introducción», pág. 20 y ss.
103 … scribere propio ipso loco. El hermano A. se refiere aquí tanto al
inicio del segundo capítulo (pág. 48), donde se produce el quiebro de treinta
a siete pasos, como al capítulo III (pág. 54), donde se narra su toma de
contacto con Ángela tras los hechos de Asís.
Capítulo I
104 De aquí en adelante todos los títulos y subtítulos pertenecen a la
mano de Thier-Calufetti: cf. nuestra «Introducción», pág. 31. En A el título
es: «Incipit de Vere fidelium experientia aliquid parum qua reperitur
thesaurus in agro evangelii abscoditus».
105 La compañera de Ángela es, después del hermano A. y de la propia
divinidad, uno de los personajes más importantes del Memoriale. Tras la
muerte de su familia y de hacerse terciaria franciscana, Ángela comienza a
compartir su vida con esta laica que el monje describirá como «tímida y
muy simple»: véase abajo, pág. 102. Su papel es fundamental en la
expresión de la forma de la experiencia angelana, pues es testigo de
numerosos éxtasis, está presente en ciertos momentos del dictado, es
interrogada por el hermano A. (véase abajo, pág. ibídem) y, como podemos
leer aquí, ayuda a sintetizar a Ángela toda su vía en un número determinado
de pasos. En uno de los pocos testimonios externos que nos hablan de
Ángela, esta aparece en los caminos junto a su compañera, que se nombra
como «Pasqualina» (véase arriba nuestra «Introducción», pág. 13, n. 10).
En otros documentos se le da el nombre de «Mazasuola»: véase Pozzi, pág.
17. Nunca debemos perder de vista que la convivencia de Ángela con ella
forma parte de un fenómeno histórico más amplio, en el que las religiosas
que se lo podían permitir «mantenían» a otra persona que las ayudara a
sobrellevar su vía de penitencia: véase nuestra «Introducción», pág. 18.
Para algunos ejemplos concretos, véase M. Sensi, op. cit., págs. 11 y 270.
106 … mutationes quas facit anima. Para el uso e implicaciones del
verbo mutare en el tema de la identidad del alma con Dios, véase C. W.
Bynum, Metamorphosis and Identity, Zone Books, Nueva York, 2005.
107 Estas palabras del confesor se reiteran más adelante como
revelación interior, cf. pág. 70. Por otro lado, el salto de párrafo implica el
primer cambio de narrador en el relato: por primera vez se codifica la voz
de Ángela en primera persona. Cf. las propias palabras del hermano A.
sobre estos «errores», abajo, pág. 23, y lo que sobre tales cambios
comentamos en nuestra «Introducción», pág. 29 y ss.
108 Este párrafo nos muestra el desfase temporal entre, en primer lugar,
el tiempo de la experiencia de Ángela (lógicamente, ocurrida antes del
relato); en segundo, la codificación de la misma en treinta pasos (si
atendemos a los datos del texto, junto a su compañera); en tercero, el
momento del dictado-transcripción y, por último, un momento posterior en
el que el hermano A. recibe más información sobre las penitencias que ella
cumplía, lo que le decide a escribir esta nota. Tales desfases se harán
visibles en múltiples pasajes del Libro.
109 Cordolium. Literalmente «dolor del corazón». P. Bourgain, cap. cit.,
pág. 156, lo marca como dialectalismo: en efecto, en M (Memoriale, pág.
135) leemos «cuordolgio».
110 La imagen que se dibuja aquí es la del alma en mortificada
peregrinación hacia Dios. Los «recesos» están conectados con una
concepción de la experiencia graduada que en la tradición didáctico-visual
toma la forma de ascenso por una escalera (o por una montaña escalonada),
en cuya cima se encuentra la divinidad. La misma idea de «receso» está
relacionada con la necesidad de crear «espacios cerrados» que delimiten la
experiencia y que permitan a otros imitarla. Cf. arriba, pág. 146, n. 47.
111 En este párrafo M (Memoriale, pág. 137) corrige los errores de las
formas verbales del hermano A., trasvasando cada una de ellas a la tercera
persona.
112 M (Ibid., trad. nuestra) amplifica el dolor, lo que es común
tratándose de un contexto devocional relacionado con la visión de la
mortificación de Cristo: «… insípida, aunque yo tuviese gran amargura y
contrición, y dolor en el corazón». Nótese la sinestesia creada por la
combinación «visión insípida» (que, además, en M se contrapone con la
«amargura») y sus implicaciones sensoriales frente a una imagen del
crucificado: cf. nuestra pág. 151, n. 100.
113 La comprensión súbita que adviene ante la cruz debe relacionarse,
sin duda, con los usos de las imágenes en los últimos siglos de la Edad
Media y la búsqueda del perfeccionamiento espiritual a través de técnicas
meditativas concretas. Sobre este asunto son fundamentales a nivel teórico
y de análisis las obras de J. F. Hamburger, Nuns as Artists. The Visual
Culture of a Medieval Convent, University of California Press, Berkeley,
1997 y The Visual and the Visionary, Zone Books, Nueva York, 1998. Para
el caso específico de Ángela, véanse los ensayos contenidos en M. Bassetti
y B. Toscano, Dal visibile all’indicibile: Crocifissi ed esperienza mistica in
Angela da Foligno, Centro Italiano di Studi sull’Alto Medioevo, Espoleto,
2012, y M. C. Nari, «La contemplazione e le immagini: il ruolo
dell’iconografia nel pensiero della beata Angela da Foligno», E. Menestò
(ed.), Angela da Foligno. Terziaria Francescana, págs. 227-250. Véanse
también las reflexiones y la bibliografía citada en M. Sensi, «Foligno
all’incrocio delle strade», en Le dossier, págs. 287-292, así como nuestro
artículo «Shouting at the Angels: Visual Experience in Angela da Foligno’s
Memoriale», en Mirabilia 17/2 (2013), págs. 115-139.
114 Como hemos apuntado en nuestra «Introducción», págs. 13 y 14,
entender el relato biográfico de Ángela es tomar conciencia de su doble
lectura histórico-simbólica: cuando ella decide hacer transcribir cualquier
hecho de su vida, sabe que se está dirigiendo a una audiencia que puede
entender perfectamente su sentido simbólico al lado de su valor biográfico.
Aquí, por ejemplo, en un contexto franciscano desnudarse ante la cruz
parece aludir al despojamiento voluntario de todo lo terrenal, a la vez que
ritualiza sus esponsales con Cristo al entregarse a él enteramente: véase lo
que en este sentido ella misma interpreta en el paso noveno, abajo, pág. 41.
La base bíblica de este despojamiento parece estar en Mc 10, 17-31,
relacionado con forzar la propia pobreza voluntaria. Para su desarrollo
patrístico, véase, R. Grégoire, «Nudité», en Dictionnaire de spiritualité,
ascétique et mystique. Doctrine et histoire, M. Viller et al (eds.),
Beauchesne, París, 1937, XI: 508-513. Para el caso particular de Ángela
como terciaria, véase G. Casagrande, «Il Terz’ordine e la b. Angela. La
povertà nell’ordine della non-povertà», en E. Menestò, Angela da Foligno.
Terziaria Francescana, págs. 17-38 y M. Bartoli, «Pauperese e paupertas
nel Liber di Angela da Foligno», en D. Alfonsi y M. Vedova (eds.), op. cit.,
págs. 155-169.
115 Más adelante Ángela en una lauda llamará a los pies de la cruz
«lecho», véase abajo, pág. 117.
116 … de omnibus terrenis. Andreoli, pág. 42, entiende aquí «los
terrenos» en el sentido literal, relacionándolos con aquellos de los que
Ángela habla abajo, que había vendido antes de la conversión (su
«casalenum», véase pág. 46 y nn. correspondientes), y, en general, con el
reparto de sus bienes a los pobres que narra en los pasos subsiguientes. Sin
embargo M (Memoriale, pág. 139) y Pozzi, pág. 72, traducen estas palabras
como nosotros, de manera más general, dentro de una enumeración de
impedimentos que la mantenían atada al mundo: de nuevo nos encontramos
aquí con la delgada línea que media entre experiencia simbólica y
biográfica (véase arriba, nuestra n. 114).
117 … pannis capitis. Tanto aquí como en otras ocasiones traducimos
literalmente. El sintagma debe aludir a una prenda de vestir histórica,
seguramente una especie de velo relacionado con el carácter de terciaria de
Ángela (una de las características de los movimientos de religiosidad laica
de la época, cf. M. Sensi, op. cit., pág. 32). Andreoli, pág. 42, traduce
fazzolettoni, «pañuelos», que creemos mal contextualizado, y Pozzi, pág.
73, mejor, copricapo, «gorro».
118 … amarum erat mihi quando dicebatur mihi iniuria. Aquí leemos
en M (Memoriale, pág. 139, traducción nuestra): «… cuando se me decía
que yo lo injuriaba a él», lo que introduce una dimensión social que acusa a
Ángela de un comportamiento impropio para una casada que está ausente
en la tradición latina. Quizá estas injurias estén relacionadas con el voto de
castidad del que habla en el paso anterior (cf. los comentarios de ThierCalufetti en ibid., n. 10).
119 Como decimos arriba en nuestra «Introducción», págs. 13 y 14, esta
afirmación radical debe ser entendida, de nuevo, en su doble valor
biográfico-simbólico en referencia al mensaje evangélico, pues la renuncia
al mundo para adoptar la vía de Cristo incluye también que su familia
muera: cf. Lc 14, 26.
120 Este autoseñalamiento de las llagas es típico de las devoción
bajomedieval en el motivo denominado «ostentatio vulneris», en el que
Cristo literalmente señala al fiel la herida de su costado. Véanse los
ejemplos iconográficos aportados por G. Schiller, Iconography of Christian
Art, vol. II, Lund Humpries, Londres, 1972 [1ª ed. 1968], figs. 696-701.
Para un análisis concreto de estas imágenes relacionadas con contextos
visionarios, véase J. F. Hamburger, The Rothschild Canticles. Art and
Mysticism in Flanders and the Rhineland c. 1300, Yale University Press,
New Haven-Londres, 1990 [1ª ed. 1957], págs. 77-80.
121 La enumeración detallada de los sufrimientos de la Pasión de Cristo
que se detiene en cada una de las torturas, los dolores y los miembros que
los sufrieron es típica tanto de las representaciones bajomedievales del
martirio del Mesías, como de la propia vivencia franciscana de la Pasión:
«El franciscanismo se caracterizó fundamentalmente por centrar la
experiencia en la Pasión de Cristo, por lo que Kurt Ruh sostiene que la
mística franciscana se distancia de la de la tradición bernardina justamente
en que esta era epitalámica, mientras que la otra fue pasional…» (véase V.
Cirlot y B. Garí, op. cit., pág. 193). Para comprender la evolución de los
temas y las técnicas meditativas relacionados con este tema tanto a nivel
artístico como escritural, véase J. H. Marrow, Passion Iconography in
Northern European Art of the Late Middle Ages and Early Renaissance,
Van Ghemment Publishing Company, Cortrique, 1979.
122 Sigo a Andreoli, pág. 44, en la interpretación del pasaje.
123 Completo el sentido de la frase con M (Memoriale, pág. 143). En
este paso y en los siguientes Ángela se concentra en figuras de la Pasión,
muy potenciadas en las prácticas devocionales de la época y relacionadas
con la búsqueda de la com-passio, la vivencia compartida del martirio
crístico inaugurada por Bernardo de Claraval y consumada en su propio
cuerpo por Francisco de Asís (cf. Pozzi, pág. 21). En este sentido,
fijémonos que en los siguientes pasos hacen su aparición temas «afectivos»
típicos como el de la identificación con el dolor de Juan Evangelista y
María, el corazón de Cristo o la llaga de sangre fluyente. Sobre la evolución
de la función de María y Juan al pie de la cruz, es fundamental R. Fulton,
From Judgement to Passion. Devotion to Christ and Virgin Mary, 800-1200,
Columbia University Press, Nueva York, 2002.
124 Para todo lo relacionado con los cultos a la sangre de Cristo en la
Baja Edad Media véase C. W. Bynum, Wonderful Blood. Theology and
Practice in Late Medieval Northern Germany and Beyond, University of
Pennsylvania Press, Filadelfia, 2007. El acto de succionar la herida del
costado de Cristo es típico de las devociones bajomedievales y los
encontramos somatizados sobre todo en contextos visionarios femeninos:
véase, por ejemplo, el caso de Catalina de Siena en la gráfica miniatura
reproducida por J. F. Hamburger, The Visual and the Visionary, pág. 461,
fig. 9.20. Para el desarrollo de un imaginario muy cercano (el caso de la
beguina Marguerite Porete), véase nuestro «Ermeneutica dell’imagine ne Le
Mirouer des simples ames di Marguerite Porete: Il caso dell’aquila di
Ezechiele», en Atti del IVSLA, 168 (2010), Venecia, págs. 219-254.
125 … consideratione passionis. M. Mocan ha estudiado los usos del
verbo considerare desde sus orígenes latinos, pasando por el ámbito de la
espiritualidad del siglo xii, para llegar al uso de los trovadores del provenzal
cossirar. Para entender su sentido aquí es interesante remarcar la etimología
del término, que proviene de una paulatina abstracción del sentido considerare «observar las estrellas» a «observar atentamente» a, en fin, usarse
para designar una actividad mental indagativa cercana a la meditación. Cf.
su I pensieri del cuore. Per la semantica del provenzale cossirar, Bagatto
Libri, Roma, 2004. Todas las realizaciones del verbo que se dan en el libro
las hemos traducido literalmente con este sentido técnico.
126 Sobre este concepto, la «exsanguinación», véase C. W. Bynum,
Wonderful Blood, págs. 166-172. Quizá lo que a nosotros nos interese más
de los datos que aporta sea su posible fuente en los sermones sobre el
Cantar de los Cantares de Bernardo de Claraval («Sermones sobre el
Cantar de los Cantares», en Obras completas, Madrid, BAC, 1955), y
comprobar la filiación temática en la tradición mística femenina a través de
Beatriz de Nazaret (en Flores de Flandes, L. Swart y C. Ros [ed. y trad.],
BAC, Madrid, 2001, págs. 166-167 y pág. 323, n. 61 y las referencias allí
citadas). Para un contexto visionario en el que esta imagen constituye el
núcleo perceptivo, véase la octava revelación de J. de Norwich, Libro de
visiones y revelaciones, M. Tabuyo (trad.), Trotta, Madrid, 2002, págs. 7879.
127 Sobre el culto bajomedieval a Juan Evangelista en contextos
devocionales, véase el esencial J. F. Hamburger, St. John the Divine. The
Deified Evangelist in Medieval Art and Theology, University of California
Press, Berkeley-Los Ángeles-Londres, 2002.
128 En B existe la variante «parentibus», padres (Memoriale, pág. 145).
129 … singula verba exponebantur mihi in corde. «Era expuesta» en el
doble sentido de «mostrada y explicada en mi corazón». Mantengo la
dilogía.
130 Acepto la propuesta de Thier-Calufetti (Memoriale, pág. 146), que
siguen B: «representavi», ya que ni a A («repietavi») ni a M («presentai»)
les veo sentido.
131 No respeto aquí la división en párrafos de la edición de ThierCalufetti por el cambio que se da de primera a tercera persona.
132 Pastoies (del latín pastoria, «del pastor»). Seguramente es un
dialectalismo que los diccionarios históricos definen como ataduras que se
le ponían en las patas a los caballos para que no escaparan cuando pastaban
en campo abierto.
133 En relación con este paso, en A leemos una nota bene que reza:
«Nota de fide».
134 Referido al siguiente párrafo leemos en A otra nota bene que reza:
«Nota de spe».
135 Carcere. Seguramente hace referencia a la celda en la que Ángela
se recluía en ciertas épocas como la Cuaresma y que, según Thier-Calufetti,
podía estar ubicada en su misma casa: cf. Memoriale, págs. 149-151, n. 23.
Este tipo de reclusión voluntaria es típica de los movimientos penitenciales
de la época, véase «Incarcerate e penitenti a Foligno», en M. Sensi, op. cit.,
págs. 237-256 y los casos concretos que allí aduce.
136 El verbo «probar» es usado aquí en su sentido literal. Cf. con el
tema apocalíptico de la manducación del libro en Ap 10, 8-10.
137 … et illi qui praedicant. «Predicar» se utiliza tanto aquí como en
sus otras apariciones en el Libro en su sentido fuerte, esto es como «dar un
discurso sobre lo divino a una audiencia por parte de un predicador». Sin
duda, en este pasaje se contrapone la autoridad carismática de Ángela,
recibida por la gracia e incorporada por ella, frente al conocimiento
meramente intelectual de las doctrinas que otros «predicaban». De ahora en
adelante en nuestra traducción, el verbo español «predicar» vierte este
término con este sentido técnico.
138 Thier-Calufetti (Memoriale, págs. 151-153, n. 25, traducción
nuestra) transcriben la siguiente frase de A: «Fíjate que en el paso ahora
tratado están presentes estas tres cosas, es decir fe, esperanza, caridad,
dadas juntas de manera perfecta». Pozzi, pág. 80, al seguir A lo traduce en
cursiva. Nosotros creemos que, como otras en este capítulo, es una nota
bene del manuscrito.
139 … postea habui sentimenta Dei (Memoriale, pág. 152):
literalmente, «después de tener sentimientos de Dios»: traduzco esta
expresión de manera similar en el resto de apariciones.
140 En vez de esto, en M (Memoriale, pág. 153) leemos «en el
corazón».
141 Sobre los ejercicios penitenciales relacionados con la alimentación,
véase C. W. Bynum, Holy Feast and Holy Fast: The Religious Significance
of Food to Medieval Women, University of California Press, Berkeley,
1987.
142 Casalenum. Thier-Calufetti anotan siguiendo a M. Faloci Pulignani
(Memoriale, pág. 153, n. 26) que Ángela tenía dos haciendas, siendo esta su
casa de campo: de hecho, M (Memoriale, pág. 153) traduce «caxal», casal.
Cf. M. Sensi, «Foligno all incrocio delle strade», en Le dossier, pág. 279, n.
54 y, arriba, pág. 154, nuestra n. 116.
143 Petrucchio. Según P. Lachance, op. cit., pág. 74, el objeto de las
burlas de Ángela antes de su conversión era Pietro Cresci, noble umbro
contemporáneo de Ángela (muere en 1323) que, al igual que Francisco,
renunció a sus riquezas para vivir en la pobreza voluntaria como eremita.
144 … quod eram indaemoniata es una reconstrucción de ThierCalufetti (Memoriale, pág. 152). En A leemos «daemoniata»; en B
«daemoniaca». Traduzco siguiendo su versión, pero apoyado en M
(Memoriale, pág. 153) «indemoniata».
145 Véase arriba, nuestra nota 113.
146 … in cella ubi oraveram. El término «cella» es propio de
fenómenos penitenciales típicos de la Umbría de la época. A las mujeres
que se encerraban en celdas se las denominaba «cellate». Cf. arriba nuestra
n. 135 y nuestra «Introducción», pág. 18.
147 M (Memoriale, pág. 155) añade a esta respuesta la presencia de una
«voxe», una voz. En efecto, este fenómeno parece entrar dentro de las
«alocuciones» o «locuciones» de las que habla Ángela más adelante, que
realmente están vinculadas con una revelación interior percibida por un
sentido del oído diferente al común, frente a las visiones que estarían
relacionadas con la visibilidad interior (cf. arriba, pág. 151 y n. 100).
148 Justo antes de comenzar este paso leemos en A: «Nota hic quod
Deus prius adimplevit sibi promissa quod ipsa compleret uota adimplere».
149 Es justo aquí donde se produce la fractura estructural del
Memoriale y, por tanto, de la narración de la «historia interior» de Ángela
(véase, arriba, nuestra n. 47). El hermano A. dedicará todo el segundo
capítulo a explicar los orígenes de esta escritura y a intentar justificar el
cambio de formato de la peregrinación angelana; en el tercero comenzará el
primer paso suplementario de la nueva serie de siete. Sin duda, la mejor
explicación «histórica» del cambio de treinta (en realidad, veinte) a siete
pasos es la de Pozzi, págs. 84-85, traducción nuestra: «La razón externa se
remonta al desfase creado entre el tiempo de los acontecimientos y tiempo
de la redacción. El transcriptor confiesa haber comenzado a escribir al
mismo tiempo que los hechos descritos en el primer paso suplementario,
esto es la peregrinación a Asís. Mudándose poco tiempo después del
convento de Asís al de Foligno, pide explicaciones a su hija espiritual…
ello conduce naturalmente a indagar en su pasado reciente y después de la
conversión. Cuando se hubo persuadido de la seriedad de los hechos, fue
inducido a seguirlos en su evolución. El acto de fijar por escrito su memoria
responde a la querencia de indagar. La manera en la cual el material es
observado en los dos momentos es diferente para la estática y para el
transcriptor: la primera obedece a una visión retrospectiva, la segunda a una
transcripción directa de la palabra cuando estaban ocurriendo los hechos. La
primera fue redactada en un período breve… la segunda se prolonga
durante cuatro años, de 1292 a 1296».
Capítulo II
150 … ego diminute et cum defectu scripseram. Aquí, entiendo
«diminute» como disminución en la extensión de las palabras de Ángela y
no como reducción de su sentido, así como, por ejemplo, arriba en la pág.
69. En otros contextos, por ejemplo, en la pág. 52, este término parece
inclinarse por el sentido de «semánticamente débiles»: así lo haremos notar
en su momento.
151 La idea de los «pasos» alude, como ya hemos dicho, a la imagen de
un ascenso gradual del alma hacia la divinidad.
152 A va marcando al margen el comienzo de cada paso siguiendo el
modelo «Ista sunt que continetur in Iº passu». No transcribimos las
siguientes marcas.
153 … qui sequitur post narrationem. Sigo el sentido que M
(Memoriale, pág. 161) le da a «narrationem», que apoya la versión de
Pozzi, pág. 92. Por su lado, Andreoli, pág. 54, traducción y subrayado
nuestros, vierte «que será expuesto después de esta introducción».
154 Excessu, en referencia al excessu mentis, tradicionalmente
entendido como «éxtasis» o «arrobamiento». En las frases siguientes se
hacen diversas alusiones a este estado: primero, … in raptu mentis vel in
excessu, que nosotros traducimos como «en rapto del alma o en éxtasis»;
después «excessus amoris», «éxtasis de amor».
155 Detrás de esta «disputa» se encuentra la tradición alegórica, que es
una de las formas que toma el periplo interior de Ángela, si bien en el Libro
es secundaria. Para una introducción a la alegoría medieval, véase J.
Whitman, Allegory. The Dynamics of an Ancient and Medieval Technique,
Clarendon Press, Oxford, 1987. Para un buen análisis de su función, sus
recursos y su sentido en una mística contemporánea a Ángela, véase S. A.
Kocher, Allegories of Love in Marguerite Porete’s Mirror of Simple Souls,
Brepols, Turnhout, 2008.
156 … non <cogitari posse> vel non esse quodcumque cogitari potest.
Esta frase ha sido completada por Thier-Calufetti basándose en M
(Memoriale, págs. 164-165). En ibid., n. 12, los editores hacen un recorrido
por las diferentes versiones que han intentado encontrarle sentido a este
pasaje. Es interesante que desde los primerizos intentos de Faloci Pulignani
las diversas traducciones hayan probado a convertir el «todo lo que se
pueda pensar» en «todo lo que se pueda imaginar», abriendo el sentido a
una concepción apofática, de negación de la imagen. Esta interpretación
pasa por Ferré y llega hasta Pozzi, pág. 94, traducción nuestra: «El paso
revela cosas de las cuales solo podemos decir que sobrepasan todo cuanto
podamos imaginar». En todo caso, en otras experiencias escalonadas en
siete estados el último se concibe como indecible, inimaginable e
incomunicable, por lo que estas traducciones no se apartarían de la
tradición.
157 En esta frase se refleja la insuficiencia que cualquier modelo
expresivo asume ante una experiencia inefable. La afirmación del hermano
A. de que su nuevo sistema de compartimentación de lo vivido por Ángela
está «abierto» (pues el sexto estado corre paralelo al séptimo durante un
período de tiempo) no es más que la confirmación de su carácter artificial y
de su debilidad frente a lo realmente vivido por ella. Cf. nuestra
«Introducción», pág. 21.
158 A titula lo que sigue, traducción nuestra: «Sigue la razón o la causa
de cómo yo, hermano escritor, me enteré de estos hechos y de qué modo
estoy obligado por Dios que me empuja a escribir todo esto».
159 … quasi pro quodam mihi memoriali. De esta frase parte uno de los
títulos que tradicionalmente se le ha dado al la primera parte del Libro de
Ángela, Memoriale; véase nuestra «Introducción», pág. 11.
160 Papel hecho con trapos, de producción particularmente importante
en Amalfi.
161 En A leemos: «Razón o causa por la que yo, escritor, por mi parte,
comencé a escribir estas cosas».
162 Véase, pág. 47.
Capítulo III
163 Este es un título añadido por Thier-Calufetti que parafrasea y acorta
el que encontramos en A: «Comienza el primer paso o la revelación de la
familiaridad divina. Y aquí está el inicio, cómo y cuándo yo, hermano
escritor, comencé a escribir».
164 La datación de la peregrinación a Roma es una suposición de ThierCalufetti (Memoriale, pág. 179, n. 5), que piensan que entre una
peregrinación y otra tuvo que mediar un cierto lapso de tiempo.
165 El manuscrito A inserta aquí el siguiente subtítulo: «Aquí comienza
a narrar el paso admirable que arriba comienza como el número XX».
166 Trivium. Además de constituir una localización geográfica efectiva
(el cruce de los caminos que llevaban a Foligno, Espelo y Asís), estas tres
vías suponen una referencia simbólica que se refleja en la tradición de la
imagen del ascenso a la montaña en cuya cima se encuentra la divinidad. En
efecto, la Basílica Mayor de Asís, en cuya entrada Ángela rompió a gritar y
a llorar, se encuentra en la cima de una colina: elegir el camino correcto
entre las tres opciones supone el fin de la peregrinación. Un reflejo tardío de
esta tradición es Juan de Yepes y su montecillo: véase el análisis
hermenéutico de A. Serra Zamora, «“Mappa animae”. La visione
dell’interiorità in san Giovanni della Croce», en La visione, F. Zambon
(ed.), Medusa, Milán, 2012, págs. 155-178.
167 Estas palabras reintroducen la experiencia de Asís dentro de los
parámetros de la mística esponsal (de hecho, algunas líneas más abajo
leemos explícitamente «hija y esposa» por única vez en el Libro), en la que
se establece un intercambio íntimo y constante entre la divinidad y la
mística, expresado con lenguaje puramente erótico y que en el Memoriale
convive con la mística de la Pasión (véase arriba, nuestra nota 121). En este
sentido, los epítetos con los que el Espíritu Santo se dirige a la folignate nos
reenvían constantemente a los de las voces del Amado y la Amada del
Cantar de los Cantares, fuente primordial (entre tantas otras cosas) del uso
del lenguaje amoroso en contextos espirituales. Por otro lado, «templo mío»
alude a 1 Co 3, 16-17: «¿No sabéis que sois templo de Dios y que el espíritu
de Dios habita en vosotros? Si alguno destruye el templo de Dios, Dios lo
destruirá a él; porque el templo de Dios es sagrado y vosotros sois ese
templo».
168 Hay una variante más sencilla en A que coincide con B y que ThierCalufetti hipotetizan como más fiable (Memoriale, págs. 180-181, n. 9):
«Yo te amo mucho».
169 Como bien dice Pozzi, pág. 101, traducción nuestra, aquí comienza
un proceso de conocimiento recíproco entre Ángela y Dios, que debe ser
entendido en su sentido más radical: «… conocer el objeto divino como
plenitud desbordante y ser conocido en el sentido fuerte del término,
equivalente a ser sondado, perseguido y poseído por Dios».
170 Giro de tercera a primera persona: separo en párrafo aparte para
marcarlo.
171 El intercambio esponsal es tan profundo que Ángela siente que la
creación le pertenece como originariamente pertenece a Dios. Es un giro del
sujeto del sentimiento expresado por Francisco en el Cántico de las
criaturas (Francisco de Asís, op. cit., págs. 49-50) y que en el Libro se pone
en varias ocasiones en boca de la divinidad: véase, por ejemplo, abajo, pág.
64: «Es verdad que el mundo está lleno de mí».
172 Tanto aquí como más abajo, M (Memoriale, pág. 183) traduce en
femenino «tus compañeras».
173 Ver la imagen a color reproducidas en nuestra pág. 57. Como allí
podemos observar, en la vidriera se representa a Francisco de Asís
frontalmente siendo abrazado por Cristo. En E. M. Giusto, Le vetrate di San
Francesco in Assisi. Studio storico iconografico, Alfieri e Lacroix, Milán,
1911, págs. 234-235 y reproducción en blanco y negro listada como «Tav.
XVII», se nos informa de que tal vidriera se encuentra en la pared derecha
de la nave de la Basílica Mayor de Asís, formando parte de la llamada
«vetrata degli angeli», ya que se divide en dos columnas en las que se
distribuyen verticalmente tres ángeles en cada una. En la parte inferior
encontramos, a la derecha, una representación de la Virgen y el Niño y, a la
izquierda, esta imagen a la que alude Ángela. A su parca descripción
debemos añadir que el Cristo gigantesco que abraza a Francisco está
encuadrado por una iglesia que bien podría representar la basílica en la que
se encuentra la vidriera, justo en el lugar en el que se encontraría la portada
de la misma.
Como bien nos avisa Pozzi, págs. 102-103, se establece una relación
visual y teológica clara entre estas dos representaciones inferiores, en las
que Cristo posee una relación filial, íntima y sacra con Francisco, así como
el Cristo-Niño la establece con María. En este sentido, lo que nos interesa
aquí sobremanera es cómo esta imagen juega el papel de desencadenante en
el culmen de la peregrinación, de la vía cumplida de Ángela. Recordemos
que ella se encuentra casi a la entrada de la iglesia, que ha llegado hasta allí
con la Trinidad que la habita y que, como describe tanto aquí como en otros
pasajes, la «abraza» (cf. pág. 56 y nn. relativas). En cierto sentido, la
identificación de la vivencia propia con la situación de Francisco es total y
la lleva al éxtasis. Después de este instante la relación esponsal muta, como
veremos, a abandono, distancia y deseo. Véase, también, J. Poulenc, «Saint
François dans le “vitrail des anges” de l’église supérieure de la basilique
d’Assise», en Archivium Franciscanum Historicum 76 (1983), págs. 712713, y nuestro artículo, «Shouting at the Angels: Visual Experience in
Angela da Foligno’s Memoriale».
174 Omne bonum se vierte literalmente como «Todo Bien», y se podría
traducir teniendo en cuenta su sentido teológico como el «objeto de la
mirada directa a la divinidad». El origen del término es bíblico (Ex 33, 18),
aunque debemos enmarcarlo en la época de Ángela, ya que en contextos
contemplativos estaba relacionado con la posibilidad de ver a Dios en vida,
además de en el otro mundo: de ahí proviene el sentido de la pregunta del
hermano A. Realmente, justo en los últimos años del siglo xiii y los
primeros del xiv el tema de la visio Dei fue el centro de un intenso debate y
de controversias que podían llevar a ciertos fieles a ser acusados de herejía.
En todo caso, lo que Ángela ve es informe e incomunicable. La obra
fundamental sobre este tema es C. Trottmann, La vision béatifique des
disputes scholastiques á sa définition par Benoît XII, École Française de
Rome, Roma, 1995.
175 Amore non cognitus, et quare scilicet me dimittis? Et quare et quare
et quare? A presenta la variante: «Amor incógnito»; B: «Amor, no te he
conocido, ¿por qué me dejas así?» (Memoriale, págs. 184 y 185, n. 15,
respectivamente, traducciones nuestras).
176 Especialmente en las obras de las místicas bajomedievales existe la
concepción de un Dios sobreabundante, líquido, que derrama su amor-luzconocimiento sobre sus fieles y en el que el alma puede fundirse: no en
vano, se encuentra en el título de una de las obras capitales de la mística
femenina del siglo xiii, La luz fluyente de la divinidad (Mechthild von
Magdeburg, Das fließende Licht der Gottheit, H. Neumann [ed.], Artemis
Verlag, Múnich-Zúrich, 1990). Ello conlleva el uso de un lenguaje que tiene
que ver con lo acuático y un imaginario que lo complementa: véase H. E.
Keller, «abundancia. Una estética de lo líquido y su circulación en la Edad
Media y en el siglo xx», en V. Cirlot y A. Vega (eds.), Mística y creación en
el siglo xx, Herder, Barcelona, 2006, págs. 87-137 y R. E. Lerner, «The
Image of Mixed Liquids in Late Medieval Mystical Thought», en Church
History, 40/4 (dic. 1971), págs. 397-411.
177 En M (Memoriale, pág. 187, traducción nuestra) leemos «salir de
este mundo».
178 Tu habes anulum mei amoris. Nuevo símbolo de la unión esponsal.
179 A inserta el siguiente título: «De qué manera le fue revelado a su
compañera [sotie sue] que en aquella fiel de Cristo moraba el Espítu
Santo».
180 L es la inicial de Lella, nombre familiar con el que se debía conocer
a Ángela que deriva del hipocorístico Angelella, Angelita; cf. nuestra
«Introducción», pág. 11. No debemos olvidar que uno de los títulos más
comunes por los que se conoce al conjunto de la obra angelana es Liber
Lelle: así aparece, por ejemplo, en el manuscrito A, en cuyo f. 1r leemos:
Liber sororis Lelle de Fulgineo/de Tertio Ordine Sancti Francisci.
181 A inserta aquí el siguiente título: «Cómo dicha compañera vio sobre
la fiel de Cristo casi la similitud de una estrella de múltiples formas».
182 El título de A reza: «Cómo le fue dada a la fiel de Cristo una
admirable respuesta de parte de la Trinidad».
183 Primera aparición de esta abreviatura en todo el Libro referida a su
transcriptor. Cf. lo que decimos sobre esta sigla en nuestra «Introducción»,
pág. 11, n. 1.
184 Sin duda, un exemplum truncado o que al menos no se desarrolla
como otros que tendremos ocasión de leer en diversas partes del Libro. La
misma Ángela hace una comparación entre la luz que ha visto emitir a la
hostia en ciertas ocasiones y el mismo sol: véase el siguiente apartado, pág.
61. En todo caso, en esta época y en este contexto espiritual el sol es un
símbolo omnipresente, que tanto puede estar relacionado con Cristo como
esposo en un contexto de mística nupcial, como con la experiencia
Trinitaria.
185 El título de A reza: «Cómo se le apareció Cristo a la fiel de Cristo
mientras pensaba en su Pasión».
186 Inclinavi. Pozzi, pág. 117, traducción nuestra, interpreta «me doblé
sobre mí misma».
187 Gutturis. Thier-Calufetti (Memoriale, págs. 194-195, n. 30) ponen
esta visio en relación con el Cantar de los Cantares 5, 16: «Su paladar
[guttur] suavísimo, / todo él deseable, / así es mi amado», y con diversas
glosas patrísticas (Casiodoro, Gregorio Magno, Ambrosio), que la
interpretan en el sentido del poder del Verbo: el sabor de las palabras
evangélicas, la salida del soplo vital que se convierte en palabra, etc. En
todo caso, no debemos olvidar que más allá del comentario patrístico se
encuentra la vivencia erótica del cuerpo del Salvador, que en esta época y
en un contexto como este era absolutamente palpable. Véase, por ejemplo,
la reflexión y las fuentes utilizadas por C. W. Bynum en «The Body of
Christ in the Later Middle Ages: A Reply to Leo Steinberg», en
Renaissance Quarterly, 39/3 (1986), págs. 399-439.
188 La interpretación de Pozzi, pág. 117, traducción nuestra, es muy
bella: «Y cuando salí de aquella visión, comencé a pensar un poco sobre mí
misma; y un poco, pensando, tuve miedo».
189 En A el título es: «Cómo vio a Cristo en el sacramento del altar».
190 Cambio brusco del estilo indirecto al directo que marcamos con
párrafo aparte.
191 … et multus dominans sicut qui teneret dominationem. Andreoli
traduce «dominans / dominationem» en términos monárquicos: «… grande
y majestuoso como un rey»; nosotros preferimos omitir tal matiz, pues
dudamos de que esté implícito en el original.
192 M (Memoriale, pág. 127) añade «inestimable».
Capítulo IV
193 Este es un subtítulo añadido por Thier-Calufetti que parafrasea y
reduce el que encontramos en A: «Comienza el segundo paso o la
revelación de la divina unción o algo similar».
194 Tu es plena Deo. Este «plena» constituye un ejemplo de las
concepciones del Dios líquido que comentamos arriba: cf. nuestra n. 176 y
la bibliografía allí citada. En este caso el alma es vista como un receptáculo
que se «llena» de Dios.
195 Et ego ipsa verecundor dicere magis efficaciter. Sigo a Pozzi, pág.
119, traducción nuestra, que interpreta: «Yo misma me avergüenzo de
querer insistir en este discurso». Por su parte, T. H. Martín (El libro de la
vida. Experiencia de Cristo, Sígueme, Salamanca, 1991, pág. 57), vierte:
«Me causa apuro declararlo con más pormenores»; esta segunda versión no
nos parece desacertada.
196 A (Memoriale, pág. 202, n. 5) porta el título: «De cómo recibió una
locución divina con insólito deleite».
197 Estas palabras pueden ser interpretadas de diversas maneras. Dentro
de la información que nos aporta la obra que tenemos entre las manos,
parecen coincidir con otros pasajes en los que se contrapone el
conocimiento mediado de la divinidad (a través de las Escrituras, la
predicación, etc.) frente a su entendimiento, su experiencia directa (cf., por
ejemplo, las págs. 79 y 103 y nn. relativas). Por otro lado, podrían estar
relacionadas con la inclinación «espiritual» que algunos autores atribuyen a
Ángela en la disputa entre franciscanos conventuales y espirituales: véase
nuestra «Introducción», págs. 16 y ss., y la bibliografía allí citada.
198 Como nos informa la edición de Thier-Calufetti (Memoriale, págs.
202-203, n. 6) en M se usan los pronombres de primera persona del plural
«nobis… nobiscum… nos»; mientras que en A se da una mezcla extraña
entre «nobiscum… vos». Hemos optado por poner esta frase entrecomillada
como perteneciente a la revelación y quedarnos con «vobis», entendiéndolo
«a ti [Ángela] y tu compañera», dado que la intervención anterior se dirige a
ambas. Sobre esta imagen de los dos ojos de Dios que observan al
individuo, cf. la frase con la que termina el Mirouer des simples ames de
Marguerite Porete, que coincide, en parte, con el Libro en fechas,
imaginario y contexto religioso, donde leemos: «… si Dios os ha dado
elevada creación, luz excelente y singular amor, sed fecundos y multiplicad
sin desfallecimiento esa creación, pues sus dos ojos os contemplan sin cesar
y, si consideráis y contempláis esto correctamente, esa mirada hace ser
simple al alma» (El espejo de las almas simples, B. Garí [trad.], Siruela,
Madrid, 1995, pág. 196).
199 … tu es in me. Traducción literal. Como en otros muchos textos
místicos en latín se usa el verbo ser, aludiendo a una relación ontológica
profunda (Dios existe en Ángela), frente a un posible estar que en español
conlleva un sentido locativo (Dios se encuentra en /dentro de ella).
200 M (Memoriale, pág. 207) traduce: «… que soporté todo oprobio
pacientemente».
201 M, ibid., traduce «odorífero», sin duda porque no entiende el
adjetivo «siricoso». Según una nota en la edición de Ferré (apud
Memoriale, págs. 206-207, n. 10), otros manuscritos (no consignados en la
edición de Thier-Calufetti) dan «Cyricus», que podría corresponder a un
mártir venerado en la Umbría de Ángela de nombre Quírico. En todo caso,
no se ha encontrado aún el vínculo entre este mártir y el ungüento
«quiricoso». Cf. P. Lachance, op. cit., pág. 190, n. 35.
202 Por cuestión de sentido acepto el salto de párrafo propuesto por
Andreoli, pág. 74.
203 En A (Memoriale, pág. 210) se lee «a tali F.», que Thier-Calufetti
interpretan como abreviatura de «fratre», hermano. Como bien argumenta
Ferré, en A no encontramos esta abreviatura en ningún otro momento, por
lo que es lógico pensar que se trate de la inicial de un nombre propio. Él
propone (apud ibid., traducción nuestra) al franciscano Francisco Damiano,
hermano de Clara de Montefalco, «custodio del ducado de Espoleto en 1308
y guardián del convento de Foligno en 1309».
204 No es la primera vez que el hermano A. insistirá para que Ángela le
dé una similitud que haga comprensible para otros su experiencia directa de
la divinidad (véase pág. 95 y n. relativa): la posible alusión al concepto de
«similitudo» de Pseudo-Dionisio Aeropagita en su Jerarquía celeste (en
Obras completas, trad. de T. H. Martín, BAC, Madrid, 2002, págs. 106-114)
puede ser clave para comprender qué tipo de aclaración pretende el monje.
En cierto sentido, racionalizar a través de la escritura y de imágenes como
la de la ascensión en «pasos» forma parte de la misma querencia.
205 ... et eris associata a me cum eis. Andreoli, pág. 75, traduce «yo te
haré unirte a ellos»; dado que hay otras palabras que en el Memoriale se
refieren específicamente a la unio opto por seguir la versión de M
(Memoriale, pág. 211).
206 Como bien nos recuerdan Thier-Calufetti (Memoriale, pág. 213, n.
15), en el discurso de Ángela el tema angélico suele estar presentado en el
contexto de la «maiestas» divina, esto vinculado a la visio Dei (véase arriba,
pág. 161, n. 174) o en contextos eucarísticos. Una sola vez en el Liber se
habla específicamente de una de las órdenes angélicas, los thronos, véase
abajo, pág. 121 y n. relativa.
207 Cf. arriba, pág. 64 y n. 198.
208 El tema del deseo tal y como está formulado aquí es esencial dentro
de un contexto místico como el angélico: al habitarla y concederle la gracia,
Dios ha herido a una criatura terrenal convirtiéndola en ansia continua de
poseerlo. Desde una concepción esponsal es fundamental el tema de la
distancia que se interpone entre deseado y deseante; véase su configuración
imaginal y su tradición bíblica en P. Ricoeur, «La metáfora nupcial», en P.
Ricoeur y A. LaCocque, Pensar la Biblia, Herder, Barcelona, 2001.
209 Locutione. Es un término técnico que se refiere a un tipo específico
de comunicación con lo divino: en otras ocasiones se habla de
«allocutione». En español, a pesar de estar en desuso y sonar demasiado
literales, creemos que «locución» y «alocución», respectivamente, captan
mejor el sentido «sonoro» de este tipo de comunicaciones divinas que el
tradicional «revelación», cuya etimología lo refiere a lo eminentemente
visual.
210 A inserta aquí el siguiente título: «Cómo Dios quiere que el alma lo
ame sin malicia y cómo este es el amor del alma. Y cómo quiere que el
alma tenga o desee tener algo parecido al amor veraz con el que él nos
ama». El copista, a su vez, anota al margen que duda que este título
corresponda a este lugar.
211 … cupa, id est profunda. Es muy probable que como adjetivo
estemos ante un dialectalismo: no olvidemos que en muchas ocasiones en
las que la versión latina aclara a través de un «id est» un término es por que
se trata de una adaptación del vulgar.
212 Cf. el despojamiento del que se habla al principio del Libro: pág. 40
y ss. y nuestra n. 114, relacionado con la concepción de la pobreza
voluntaria y la humilitas. Aquí, en todo caso, parece coexistir el amor
sagrado con ciertas concepciones de la fin’amors. Sobre lo sagrado y lo
profano en el lenguaje místico amoroso son fundamentales los trabajos en
contextos similares a los de Ángela: B. Newman, «La mystique courtoise:
Thirteenth-Century Beguines and the Art of Love», en From Virile Woman
to Woman Christ, University of Pennsylvania Press, Filadelfia, 1995, págs.
137-167 y su Medieval Crossover. Reading the Sacred against the Secular,
University of Notre Dame Press, Indiana, 2013.
213 Esta reflexión típica del transcriptor del Libro solo se encuentra en
A y M (cf. Memoriale, págs. 216-217).
214 A introduce un título después del siguiente párrafo, que reza:
«Cómo le fue revelado a esta fiel de Cristo que a Dios le place y está
presente en todo esto que escribimos y que está escrito sin mentira alguna».
215 Véase arriba, pág. 65 y cf. Memoriale, pág. 218, n. 21.
216 Aquí cabe entender que existe en la transcripción latina una
reducción semántica del discurso de Ángela (con lo que «abundantemente»
se referiría al significado) o, como en otras ocasiones, que simplemente se
refiere a la parquedad de lo escrito frente a la longitud de lo dicho: cf. n.
150.
217 El título de A reza: «Cómo el alma quiere encontrar la misericordia
que pueda encontrar, así como hizo María Magdalena; y cómo esto es
caridad del Padre y amor».
218 … bandio vel clamo. Es posible que aquí «bandio» sea un
dialectalismo del verbo «bandire» y que «clamo» esté aclarando su sentido.
No en vano, B (que representa, como sabemos, una refundición tardía del
texto como manual devocional en ambientes nórdicos) omite el primer
término, seguramente porque no lo entiende: cf. Memoriale, pág. 218.
219 Salutis. Debemos tener en cuenta el juego de palabras proveniente
de la dilogía «salus», entendida como «salvación del alma» y «salud del
cuerpo», típica de un contexto cristiano, que permite a Ángela desarrollar la
parábola subsiguiente sobre un médico que cura y, en otro sentido, salva.
Sobre esta dilogía, véase, Ll. Duch, op. cit., págs. 114-115.
220 Sigo M «comprare», no le veo sentido a «constare» de la versión
latina (Memoriale, págs. 220-221).
221 Sobre las funciones benéficas de la sangre de Cristo en la Baja
Edad Media, véase C. W. Bynum, Wonderful Blood, págs. 153-172.
222 Sigo M, «costa». A muestra la lección «instat» (Memoriale, págs.
220-221).
223 Para esta temática e imaginería médica véase G. Dumeige, s. v.
«Médecin», en M. Viller et al (eds.), op. cit., X: 891-901.
224… et desiderium liberandi ab infirmitate. En latín esta frase es
ambigua y así la traducimos. En M (Memoriale, pág. 221, traducción
nuestra) el sentido es más unívoco: «… y tuvo deseo de ser liberada de tal
enfermedad». Sobre María Magdalena, su culto y su iconografía, la obra
fundamental sigue siendo V. Saxer, Le culte de Marie Madeleine en
Occident. Des origines à la fin du moyen âge, Sibilla, París, 1959.
225 Por supuesto, la parábola del hijo pródigo está en la base de este
párrafo: cf. Lc 15, 11-32. En todo caso, la configuración del «lugar de
Dios» como reino del que los hijos de Dios parten y al que les es posible
volver posee base neoplatónica, que en muchos místicos bajomedievales
toma el nombre de «exilio» y que, imaginariamente, está relacionado con el
tema del peregrino (cf. arriba, pág. 153, nuestra n. 110). Esta posibilidad
abierta del retorno es lo que potencia que, sobre todo a partir del siglo xii,
comiencen a surgir tratados-guía de perfeccionamiento espiritual que
enseñan la vía correcta para tornar al Padre.
226 El título de A es: «Cómo le fue hecha a esta fiel de Cristo la
bendición sobre las limosnas».
227 … Deus ostendit sibi clara facem. La imagen «ver la cara de Dios»
posee una larga tradición que hunde sus raíces en la Escritura: en el tiempo
de Ángela, sobre todo en contextos visionarios, la faz divina está muy
relacionada con las controversias relativas a la visio Dei: cf. arriba nuestra
n. 174. Para una historia escritural del término, véase I. Noye, s. v. «Face»,
en M. Viller et al (eds.), op. cit., I: 26-34. Para los usos de la faz de Dios
con relación a contextos visionarios y a las artes plásticas, véase J. F.
Hamburger, The Visual and the Visionary, págs. 317-382.
228 Como apuntan Thier-Calufetti (Memoriale, págs. 224-225, n. 28),
este pasaje parece tener carácter de defensa ante posibles críticas o, incluso,
frente a una potencial denuncia inquisitorial, ya que nos habla de la
costumbre adoptada por Ángela de bendecir las limosnas siguiendo el
modelo de Francisco, que hacía lo propio con el pan, tornándolo milagroso
en la cura de enfermos: «La gente le presentaba panes para que se los
bendijese, y luego los conservaba por mucho tiempo, pues comiéndolos se
curaban de muchas enfermedades» (T. de Celano, Vida primera, 63, en
Francisco de Asís, op. cit., pág. 167).
229 El título de A es: «Cómo se le produjo el éxtasis en el momento en
el que se elevaba el Cuerpo de Cristo».
230 Collocutio. M (Memoriale, pág. 227) interpreta «parlamento».
231 M (ibid.) vierte «vederai cosa infinita», esto es «verás algo
infinito».
232 Thier-Calufetti (Memoriale, págs. 228-229, n. 30) apuntan que
quizá este pasaje intenta justificar ante el entorno de Ángela que esta no se
arrodillara durante una misa.
Capítulo V
233 El subtítulo de A es: «Comienza el tercer paso o la revelación de la
erudición divina, entre otras cosas».
234 En este fragmento se dibuja un esquema en el que un «señor» invita
a cenar a cuatro tipologías de invitados: los que no asisten, los comunes, los
que comen en una mesa especial y los que comen en la misma escudilla que
él y beben de su misma copa. Este tipo de imagen de carácter cortesano y
casi feudal suele utilizarse en la literatura religiosa de la época para
establecer imágenes jerárquicas con capacidad mnemotécnica.
235 Para las implicaciones de la idea cristiana del Dios que se puede
comer, véase en general C. W. Bynum, Holy Feast and Holy Fast, por
ejemplo, pág. 156, en la que analiza esta idea en Hadewijch de Amberes.
236 Este término no se encuentra en M. Puede ser un eco a Ap 14, 1-5.
237 Después de esta frase A añade un título: «Cómo los hijos legítimos
de Dios quieren saber quién es su Padre, que les dio el don de la filiación y
que les es dicho por Dios; y cómo percibe la gracia divina acercándose a él.
Y cómo puede el hombre acercarse a Dios, para ser su hijo legítimo».
238 … cognoscunt amorem. En todo el párrafo se da una repetición de
la raíz cognosc–, que nosotros hemos traducido con el verbo «saber» menos
en este último caso.
239 Numerabat. Relación clara con los dispositivos meditativos de la
Pasión bajomedievales como las «arma christi»: cf. H. Marrow, op. cit., y,
abajo, pág. 174, n. 314.
240 El intenso dolor de María en el corazón podría estar relacionado
con el uso del término «cordolium», dolor del corazón: véase arriba, pág.
153, n. 109, y, sobre todo, con los contextos en los que al pie de la cruz se la
representa con una espada clavada en el pecho. Para un tratamiento
completo de la evolución de la figura de María hacia los extremos de la
afectividad y su relación con la compassio, véase A. Neff, «The Pain of
Compassio: Mary’s Labor at the Foot of the Cross», en The Art Bulletin,
80/2 (junio 1998), págs. 254-273. En palabras de R. Fulton, op. cit., pág.
197: «… praying to the Virgin, herself imagined as crucified with Christ,
schooled religiously sensitive women and men in the potentialities of
emotion, specifically love, for trascending the physical experiential distance
between individual bodies – above all, bodies in pain».
241 Sigo M «stretti», pues a A «districtis», distraídos, no le veo sentido
(cf. Memoriale, págs. 234-235). La misma variación se repite más abajo:
véase n. correspondiente.
242 Passionato. Neologismo que encontramos en el Liber junto a otros
como «humanatus», «ignominiatus» o «poenatus», siempre en el contexto
del Cristo de la Pasión. Que esta palabra esté presente en otros escritos
espirituales umbros cercanos a Ángela (por ejemplo, en el laudario de
Cortona, lauda 16: «Cristo è nato e humanato / per salvar la gente», Laude
cortonesi dal secolo xiii al xv, vol. I, G. Varanini et al [eds.], Florencia,
1981, pag. 161, o en la obra de Iacopone da Todi, lauda 25: «E temme
empresonato en seo dolzore / e famme morir enn amor penato», en Laude,
F. Mancini [ed.], Laterza, Bari, 1974) apunta a que son términos que
provienen de la lengua materna de Ángela y el hermano A. Véanse los
comentarios de P. Bourgain, cap. cit., págs. 157-162.
243 Es decir, la divinidad soportó los sufrimientos en una existencia
superficial, mundana, tan solo en el cuerpo de Cristo («en su capa»), pero
no en su esencia divina.
244 Divido en párrafos diferentes por el cambio de persona. Para este
oscuro fragmento, cf. las explicaciones de Thier-Calufetti en Memoriale,
pág. 325, n. 7.
245 Predicationem en el sentido de discurso oral con sentido doctrinal,
véase arriba nuestra n. 137.
246 M (Memoriale, pág. 237) añade «y da a entender».
247 Ita vide, o anima. Este imperativo con vocativo es muy raro en el
Libro y remite a las estructuras didácticas tradicionales de los exempla (o
incluso de ciertos tipos de alegoría) que terminan comentando al fiel de
manera explícita el sentido doctrinal de lo que se ha dicho.
248 Dolora vel dole. La primera es una forma de vocativo que no
encontramos en los diccionarios al uso. M (Memoriale, pág. 239) lo deja
igual, seguramente porque en el texto latino remite a una forma vulgar:
nosotros intentamos verter este efecto de extrañeza usando un verbo en
desuso.
249 Lectus… delectum. Cf. lauda posterior, abajo.
250 Filii Dei legitimi. De hijos legítimos de Dios hablará la recepción
de Ángela, en particular Ubertino da Casale en su Arbor Vitae crucifixae
Jesu; véanse las referencias concretas en Memoriale, págs. 238-239, n. 11.
251 En M (Memoriale, pág. 241) leemos «mostrada».
252 Praedicatione. El término quizá no sea azaroso: es el único lugar en
el que se llama así a los discursos emitidos por la divinidad y es
precisamente en este donde se tocan temas doctrinales tratados de una
manera didáctica mediante exempla. Quizá fratre A. lo relaciona,
conscientemente o no, con los discursos de los predicadores de la época.
253 Continentibus. Según Thier-Calufetti, otros terciarios franciscanos
como Ángela. Cf. Memoriale, pág. 241, n. 13. M, ibid., no especifica por
quién fue atribulada.
254 Después de este punto y aparte, A introduce el siguiente título:
«Cómo en la fiesta quinta, en la cena del Señor, la fiel de Cristo sintió con
su compañera la dulzura divina, lavando los pies y las manos de los
leprosos y bebiendo de esa lavaza». Interesante el enlace que se establece
aquí entre la parábola angelana y el episodio vital subsiguiente.
255 La imagen se ha vuelto crística y litúrgica respecto a su primera
aparición: el señor del exemplum se ha convertido en Cristo y la «cupa» en
un cáliz. Cf. arriba, pág. 73.
256 M. Sensi nos dice que es imposible que el hospital al que se dirige
sea san Feliciano, pues fue erigido en 1342, esto es ya muerta Ángela.
Según este estudioso de las historias locales de Umbría, Ángela se refiere al
leprosario de San Lázaro de Corsciano, situado entre Espelo y Foligno.
Véase su «Angela nel contesto religioso folignate», cap. cit., págs. 74-75.
257 Cf. arriba, pág. 154, n. 117.
258 Giliolae. En M (Memoriale, pág. 243) leemos «Ziliola». Sobre ella,
véase arriba nuestra «Introducción», pág. 13 y la bibliografía allí citada.
259 Claramente aquí se calca el menú del milagro de los panes y los
peces: cf. Mt 14, 13-21; Mc 6, 30-44; Lc 9, 10-17 y Jn 6, 1-15. De nuevo
nos encontramos entre la expresión simbólica y la vivencia narrada.
260 A inserta aquí: «Cómo algunos de los Hijos de Dios son reprobados
por él».
261 Según nos aclaran Thier-Calufetti (Memoriale, pág. 243, n. 18) este
padrenuestro de la Pasión forma parte de un culto umbro de los siglos xiiixiv que se componía del recitado de cinco padrenuestros y cinco avemarías,
uno por cada llaga impresa en la carne de Cristo.
262 Specialiter. M (Memoriale, pág. 245) lee «spiritualmente»: cf. abajo
nuestra n. 264.
263 Thier-Calufetti (Memoriale, pág. 245, n. 19) interpretan que este
exemplum está mutilado y dan una lectura propia de lo que debería haber
sido el texto completo. Nosotros añadimos que en un contexto religioso
femenino, mendicante y carismático como el de Ángela, «opera subtilia»
podría estar relacionado con la realización de obras espirituales, tanto de
carácter intelectual (como los protagonistas del siguiente ejemplo) como
milagroso.
264 Specialiter… speciali. M (Memoriale, pág. 245) lee
«spititualmente… spirituale» con apoyo de algunas lecciones latinas.
265 A inserta aquí: «Cómo se le dan instrucciones contra la soberbia».
266 … quomodo ipsa erat nihil. La consideración de la propia materia
como nada es el primer paso para el entendimiento de la apófasis como vía
posible de acceso a la divinidad. La vía apofática o negativa, en la que se
niegan la imagen, los conceptos y la voluntad propia del individuo en pos
de un retorno a su nada originaria (allí donde se encuentra la divinidad), es
una de las características de gran parte de la mística de la Baja Edad Media
y, en particular, de figuras señeras como Maestro Eckhart (véase la
selección El fruto de la nada, A. Vega [trad. y ed.], Siruela, Madrid, 1998).
A su vez, el apofatismo es una de las características principales de doctrinas
espirituales como las del denominado «movimiento del Libre Espíritu» (cf.
R. Lerner, op. cit.).
267 … mittere ibi punctum. Traducción difícil. En M (Memoriale, pág.
247) leemos «allí no le puede entrar ni meter». Por otro lado, en A y otros
leemos «piccum». Sobre esta variante Pozzi, pág. 245, señala que punctum
es una de las homogeneizaciones de Thier-Calufetti, que la transforman
desde el dialectal piccum. En este sentido, algunos diccionarios dialectales
medievales italianos señalan la expresión figurada «picarse o picar a
alguien» con el significado de «molestarlo, pulsar a alguien para que haga
algo a través de la rabia».
268 Antes del párrafo siguiente A inserta: «Otra predicación aquí
incompleta, pero dictada entera».
269 … et explicabat capillos. Traducción literal.
270 A inserta: «Cómo le fue dada una respuesta divina por ejemplo
sobre cómo Dios es conocido en las criaturas».
271 Se refiere a un monje franciscano espiritual: cf. la información dada
en nuestra «Introducción», pág. 16.
272 El título que da A es: «Cómo le fue dada una respuesta divina sobre
cómo el Cuerpo de Cristo se encuentra simultáneamente en muchos
altares».
273 Cf. arriba, n. 197. Detrás de estas palabras está la gran tradición
occidental que distingue dos tipos de saber: por un lado, una compensión
relacionada con la Razón, la palabra, la mediación y, aquí, con la lectura
entendida como intelectualización de la doctrina bíblica; por otro, el
entendimiento de base neoplatónica, relacionado con el conocimiento de
amor, la gracia y la experiencia (esto es, con el conocimiento no mediado y
directo del objeto de deseo). La mística bajomedieval hace un extenso uso
de esta doble concepción: véase una lista de referencias exactas en M.
Porete, El espejo de las almas simples, B. Garí (trad. y ed.), Siruela,
Madrid, 1995, pág. 206, n. 17.
274 A: «Cómo le fue dada una respuesta divina sobre el perdón de todo
lo relativo a la humildad propia».
275 Domenico della Marchia. Modernizo siguiendo a Andreoli que,
además, lo señala como desconocido.
276 A: «Cómo vio la divina sabiduría y después permaneció en ella al
juzgar con verdadero juicio».
277 E. de Marchia. S lee «C. de Mar.». Tampoco se sabe nada de este
hermano.
278 Ángela se interna aquí en un terreno peligroso desde el punto de
vista de la ortodoxia, ya que enuncia que no necesita la mediación de
ninguna autoridad para juzgar cualquier asunto o persona espiritual. Esta
doctrina, denominada técnicamente «antinomianismo», es considerada
como una de las características fundamentales de los Hermanos del Libre
Espíritu (véase R. E. Lerner, op. cit.), pues la seguridad de no poder pecar
es propia de la simplificación de voluntades del alma y la divinidad, en la
que la primera ha adquirido la pureza de deseo de la segunda.
Capítulo VI
279 A: «Comienza el cuarto paso o sobre la revelación de la propia
salvación humana y la transformación divina, entre otras cosas».
280 En M (Memoriale, pág. 259) leemos «era et estava in orazione»,
que implica no solo rezar como mera acción («estaba in orazione»), sino
«existir dentro de la oración», con lo que el acto adquire así un sentido
ontológico. Nótese la expresión unas líneas más abajo «salir de la oración».
281 A: «Cómo se le habló con palabras mentirosas, lo que llenó al alma
de tristeza y divagación; y cómo a través de dicha locución fue el alma
renovada».
282 El día de santa Clara es el 12 de agosto, por lo que Thier-Calufetti
(Memoriale, págs. 260-261, n. 4) datan este viaje a Asís el 22 de agosto de
1292, es decir, diez días después.
283 Aquí hay un problema de edición, pues Thier-Calufetti (Memoriale,
261, n. 5), siguiendo su teoría de las dos redacciones, toman aquí el texto de
B que reza: «Revocatim statim et reaptavit». Ya que se ha probado que B es
una refundición tardía del Libro a los fines de la devotio moderna (cf. E.
Paoli, cap. cit.), nosotros traducimos aquí siguiendo M (ibid.): «E disse:
Fiola mia, dolze a me, –over tropo meglio».
284 Después de este punto y aparte, A inserta: «Cómo vio el mundo
entero con todo detalle y Dios la llenó, sobrepasando todo».
285 En ciertos contextos místicos bajomedievales la humildad siempre
se posiciona adherida a una polaridad negativa, relacionándose con
conceptos como lo «bajo», lo «pobre» o «la caída», constituyendo su
expresión más extrema lo «abisal». En ciertas autoras de la Baja Edad
Media, el «abismo de Amor» servía para expresar una comunicación
cercana y directa con la divinidad. Tal concepción la heredarían los autores
renanos relacionados con Meister Eckhart. Sobre esto, véase B. McGinn,
«The Abyss of Love», en The Joy of Learning and the Love of God: Studies
in Honor of J. Leclercq, E. R. Elder (ed.), Cistercian Publication,
Kalamazoo, 1995, págs. 95-120.
286 Literalmente: «y si tú me recibes, tú ya me recibiste». El sentido es:
«Aunque tú comulgues ahora para recibir a la divinidad en ti, en realidad ya
la [i. e. me] habías recibido antes a través de la gracia».
287 A: «Cómo fue atribulada durante cuatro semanas; y cómo después
mediante locuciones divinas fue alegrada».
288 Ferré niega que este «guardián» del que se habla en toda la sección
sea el hermano A., mientras que Thier-Calufetti discuten tal interpretación:
véase tal discusión en Memoriale, págs. 264-265, n. 10 y págs. 268-269, n.
16.
289 No sigo la separación en párrafo aparte de Thier-Calufetti, por su
explicación en ibid.
290 Véanse también en un contexto eucarístico estas palabras arriba,
pág. 84 y nuestra n. 287.
291 … me poteram tota mittere intus in Christum. La experiencia de
penetrar en Cristo (específicamente a través de la llaga abierta de su
costado, véase abajo, n. 300) es común en la Baja Edad Media: véase, por
ejemplo, la décima revelación de J. de Norwich, op. cit., pág. 90.
292 En M (Memoriale, pág. 273) leemos: «darse tuta a Cristo in tuto»,
esto es «darse toda a Cristo en todo».
293 Después de este punto y aparte A introduce: «Cómo Dios hace
admirables elevaciones en el alma, por las cuales ella es certificada por
Dios».
294 Impelagaretur. M (Memoriale, pág. 276) lo traduce como «caderìa
in pèlago», esto es «caería en el mar».
295 Este doloroso juego de presencia/ausencia es típico del sentir
místico expresado a través de la denominada «metáfora nupcial»: cf. P.
Ricoeur, op. cit. Hemos traducido «poseer» en su doble sentido de
copulación y tenencia, ya que el verbo de deseo que se utiliza es «cupit»,
que no se usa en otro lugar en el Libro.
296 El abrazo crístico es una imagen esponsal que deriva del Cantar de
los Cantares, 2, 6 y 8, 3.
297 Societatem. Traducción casi literal.
298 Deo homine pasionato. Neologismo de Ángela. Véase arriba, pág.
74, nuestra n. 242.
299 Sobre la penetración en Cristo a través de su llaga, véase arriba,
pág. 87 y nuestra n. 291.
300 Según Thier-Calufetti, que siguen a Ferré (apud Memoriale, pág.
279, n. 24) esta performance se montaba en la plaza de Santo Domingo, en
Foligno, ante la iglesia de Santa María Infraportas. En la Edad Media las
formas de representación de la Pasión son una forma ritual de revivificar en
el espectador el martirio de Cristo a través de «imágenes vivientes» y de
llevarlo a la experiencia de la com-passio. De manera contraria, Ángela
siente alegría, de ahí lo personal de su experiencia y la vergüenza que la
lleva a apartarse de los otros.
301 Según Pozzi, págs. 137-138, aquí se le plantea a Ángela, por su
magisterio carismático, un problema teológico técnico (el de la necesidad
de la Creación) y, añadimos nosotros, el problema de la permisividad divina
del pecado, del mal en el mundo creado, que ella resuelve de manera
ortodoxa en los párrafos subsiguientes.
302 Participes es una adenda de S que ayuda a completar el sentido del
texto (cf. Memoriale, pág. 281, n. 26).
303 Tenebra. Por primera vez se usa en el Libro este término. Las
tinieblas aparecen aquí como despojamiento total de Dios, en
contraposición con la iluminación posterior. En pasajes posteriores tomará
un cariz diverso: véase abajo, págs. 109 y ss. y nuestras notas relativas.
304 Agilitate. En M (Memoriale, pág. 283) leemos «alegreza», alegría.
305 Immiti in ore. Literalmente «introducírnoslo en la boca», esto es
como dando de comer a un niño. Aquí el conocimiento divino se expresa a
través del imaginario de la nutrición y la maternidad: sobre esta tradición es
preclara C. W. Bynum, Jesus as Mother. Studies in the Spirituality of the
High Middle Ages, UCP, Berkeley-Los Ángeles-Londres, 1982, págs. 110169.
306 Añado párrafo. El abandono de las Virtudes como necesidad para la
trascendencia es un tema común en la mística bajomedieval y en ciertos
casos fue considerado condenable. En el caso de Marguerite Porete, por
ejemplo, fue una de las proposiciones declaradas heréticas por el tribunal de
la Inquisición que la juzgó y el Concilio de Vienne (1311) lo incluiría en su
lista de doctrinas propias del Libre Espíritu (cf. M. Porete, op. cit., pág. 208,
n. 33 para referencias concretas).
Capítulo VII
307 A: «Comienza el quinto paso o la revelación de la divina unión y
amor, entre otras cosas».
308 En todo este fragmento que el hermano A., según dice, tradujo al
latín desde una transcripción vulgar hecha por un jovenzuelo o por un niño,
hay rasgos específicos de léxico que no habíamos encontrado antes en el
Libro. Marcaremos en nota los rasgos de estilo que valga la pena comentar.
F. Frezza, en su nueva edición del códice A (op. cit.), lee panulo, en lugar
de parvulo, lo que lo lleva a concebir que esta parte del Memoriale fue
transcrita por un «servidor albino» (i) y no por un monje joven.
309 Es decir, transcribía las letras pintándolas automáticamente sin
entender lo que traducía.
310 La tendencia del chiquillo que transcribió esta revelación en lengua
vulgar es absolutamente histórica y tiene que ver con la conquista de la
lectura (y, por extensión, de la escritura) por parte del mundo laico y, en
particular, por las mujeres: cf. nuestra «Introducción», págs. 18-19. La
pregunta de base recorre todo el Libro: ¿Qué necesidad mueve al hermano
A. a traducir (en este caso a retraducir) al latín, a escribir en un latín
insuficiente y plagado de regionalismos, un dictado que se le hacía en
umbro? Sobre todo, existe el ansia de «legalizar» eclesiásticamente una
narración experiencial que potencialmente podía ser considerada peligrosa:
en este sentido, debemos leer la «Aprobación» que precede al dictado. Así,
transcribir en latín significaba, en cierto sentido, homogeneizar lo escrito,
llevarlo al mismo nivel que los escritos ortodoxos y masculinos de los
padres, los santos, etc. En el caso de Ángela esta normalización de lo
revelado tuvo éxito: recordemos que fue beatificada: cf. R. Guarnieri,
«Angela, mistica europea», págs. 39-82.
311 Demonstrabat. Rasgo específico de la retraducción del hermano A.
de este fragmento: en el resto del Libro se usa «mostrare».
312 M (Memoriale, pág. 291) traduce «umanitade», humanidad: el error
es evidente si comparamos las lecciones del resto de manuscritos latinos.
313 Cf. arriba nuestra nota 280.
314 Apparatus. Seguramente debemos entender estas palabras en un
contexto meditativo-contemplativo sobre la Pasión. La pormenorización de
cada gesto y el enfoque de cada uno de ellos en su propia crueldad es típico
de la época (cf. H. Marrow, op. cit.). En este sentido «apparatus» debe
relacionarse con los «instrumentos» o «herramientas» que podemos
observar en las representaciones de las «arma Christi» (cf. arriba, pág. 168,
nuestra n. 239). La oración coordinada que sigue: «y todos los planes que
hacían sobre cómo lo podrían herir más cruelmente» encaja en esta
interpretación.
315 Compassione, com-pasión en el sentido técnico que especificamos
arriba, pág. 155, n. 123 y 168, n. 240.
316 Dimissus in pedibus tuis. Sigo la traducción de M (Memoriale, pág.
295: «vezo que fosti netato nei tui piedi», «veo que fuiste limpiado /
cepillado en tus pies»), apoyada por la explicación en nota de ThierCalufetti (ibid.), que entienden esta expresión como «tratado rudamente»,
pues, según dicen, el texto debe referirse a un cepillo utilizado para limpiar
los pies, que llegaba a despellejarlos en su utilización como tortura (?).
317 Thier-Calufetti lo fechan como el Sábado Santo de 1294 en
Memoriale, pág. 297, n. 9.
318 Maxillam, literalmente «mandíbula».
319 … sicut unius falcis similitudo. Aquí Ángela está definiendo su
visión por similitudo y nos advierte en este inciso que no era una hoz, sino
que tenía tal apariencia: esto debe conectarse con las teorías sobre el
símbolo de Pseudo-Dionisio el Aeropagita (véase arriba, pág. 164, nuestra
n. 204 para una referencia completa). Por otro lado, la hoz encaja bien como
imagen de la herida de amor, rápida y certera, reproduciendo el concepto
medieval del «amor/caridad vulnerante»: cf. los comentarios de ThierCalufetti (Memoriale, pág. 299, n. 11) y Pozzi, págs. 148-149.
320 … a Dio, «a Dios» es una adenda de M (Memoriale, pág. 301): se
refiere, claro, a llegar al Dios-amor con forma de hoz.
321 Strata, «calle», en el sentido de que la dividió en dos partes.
322 Confusa frase: cf. la interpretación que le dan Thier-Calufetti en
Memoriale, pág. 303, n. 13.
323 … remaneo tantum contenta, tantum angelica. Quizá aquí haya un
juego de palabras alusivo al nombre de Lella. Cf. nuestra «Introducción»,
pág. 13.
324 Bottas vel bufones. Ambas palabras se refieren a «sapos», si bien
«botta» parece dialectal.
325 Al encontrarse al lado de los demonios, todos estos animales están
negativamente cargados para el cristianismo, que los relaciona con el
pecado. La serpiente, a pesar de ser símbolo de Cristo en algunos contextos
figurales, hace referencia a Gn 3, 1-7 como origen del Pecado Original: esta
aparece junto al sapo y el perro en una de las miniaturas de la Vida de H.
Seuse, donde toman parte en las torturas del dominico: véase el audio-libro
de H. E. Keller, Die Stunde des Hundes. Nach Heinrich Seuses «Exemplar»,
fig. 19, o H. Seuse, Vida, B. Garí (trad. y ed.), Siruela, Madrid 2013, págs.
190-191. En contextos de martirio como este el perro toma un cariz
figurativamente negativo a través del Salmo 22, 17: «Perros sin cuento me
rodean, / una banda de malvados me acorrala; / mis manos y mis pies
vacilan…», que pronto se aplicó figuralmente a la Pasión de Cristo.
326 Gradus. Alusión a la ordenación de la experiencia en pasos, que
gráficamente configuran un ascenso gradual. Aquí una de las traducciones
posibles de este término es «escalón»: cf. lo que decimos arriba, pág. 153,
n. 110 y bibliografía citada. En todo caso, como podemos observar en la
alusión a Francisco a los pies de la cruz y al final del fragmento, la escalera
de Ángela siempre es crística: «… para mí la consideración sobre la Pasión
fue vía y enseñanza sobre cómo debía comportarme».
327 M (Memoriale, pág. 305) traduce «humillante».
328 Como bien nos advierten Thier-Calufetti (Memoriale, pág. 307, n.
17) en los códices existe una variación constante entre los términos
«virtute» y «veritate». Aquí elegimos el primero apoyados por M (ibid.).
329 Thier-Calufetti apuntan que con este «no beber nada» Ángela se
refiere al trago de vino que los fieles solían tomar después de la comunión,
cosa que se apoya con la mención del cáliz al final del párrafo (Memoriale,
pág. 310, n. 20).
330 Sobre este término referido a la divinidad, véase Memoriale, pág.
312, n. 22, y las útiles reflexiones y fuentes citadas por Pozzi, págs. 160163. Véase también B. Faes, «Venuta e dimora del Pellerino nell’anima nel
Memoriale di Angela da Foligno», en Il Liber di Angela da Foligno: Temi
Spirituali e Mistici, D. Alfonsi y M. Vedova (eds.), Centro di Studi sull’Alto
Medioevo, Espoleto, 2010, págs. 37-68. En todo caso, la peregrinación
como imagen está presente en toda la concepción de la experiencia de
Ángela como una serie de «pasos» o de «grados» a través de los cuales el
alma se va acercando a la divinidad hasta fundirse con ella. Por otro lado, la
imagen del peregrino es común a la literatura espiritual femenina de la
época: véase, por ejemplo el incio de la «Carta XV» de H. de Amberes en
L. Swart y C. Ros (ed. y trad.), op. cit., págs. 94-95.
331 Esta subdivisión responde a la idea de Thier-Calufetti de que aquí
nos encontramos ante una suerte de «Memoriale en miniatura», donde se
resumen los siete pasos de forma muy sintética. A pesar de que tal
interpretación es discutible y, de hecho, ha sido muy discutida (véase, por
ejemplo, B. Faes, art. cit., págs. 52-58), nosotros mantenemos los títulos y
separaciones por motivos prácticos.
332 Dicimus. Como se demuestra más adelante este plural supone que
durante este dictado la compañera de Ángela estaba presente.
333 Aquí hay un cambio brusco de sujeto que M (Memoriale, pág. 323)
traduce igual que nosotros.
334 … quod diximus est valde minus quam sit illud. Traducimos aquí
apoyados por M (ibid.).
335 Ite cum Deo, quia de Deo nihil vobis possum dicere. De nuevo
Ángela contrapone aquí el conocimiento racional y mediado de la divinidad
(que es aquel que promueven los predicadores como el hermano A.), frente
al entendimiento inmediato de ella que da su experiencia directa. Así, existe
en estas líneas una vindicación apofática (véase arriba, pág. 169, nuestra n.
266), ya que el negar el discurso teológico existente implica una búsqueda
en su sentido radical: no leer, pensar, escuchar o decir cosas sobre lo divino,
sino ir a su encuentro. Así es como deben ser leídas estas palabras que
Ángela pone en una hipotética boca del hermano A.: «Id hacia Dios…»
significa «encontraros con él».
336 Medulla. Aquí este término debe entenderse como lo nuclear, lo
fundamental de un asunto. En este sentido, Andreoli, pág. 123, lo traduce
como «la esencia de Dios».
337 Reficitur. M (Memoriale, pág. 325) traduce por «reficitur», «sazia»
esto es «sacia».
338 Añado párrafo.
339 Este diálogo del cuerpo con el alma está dentro de una larga
tradición alegórica cristiana: véase, R. W. Ackermann, «The debate of the
Body and the Soul and Parochial Christianity», en Speculum, 37/4 (1962),
págs. 541-565.
340 En M (Memoriale, pág. 329) encontramos «dezizione», decisión.
341 Nm 20, 10-13.
342 Cf. Mt 22, 21.
343 Plena. Esta oración entra dentro de la concepción del Dios
superabundante y del alma licuefacta: véase arriba, pág. 162, n. 176.
344 … et quomodo paupertas est radix et mater humilitatis. Detrás de
estos términos que relacionan una «raíz» con la humildad como «madre de
las virtudes», existe una concepción gráfica en la que, efectivamente, las
Virtudes conformaban una familia (en realidad, un árbol genealógico ante
litteram) cuya raíz se hundía en la Humildad. Los modelos diagramáticos se
desarrollaron (por supuesto con fines didácticos) tomando como base las
representaciones del árbol de Jessé. Para un buen estudio sobre este árbol (y
su opuesto del Vicio) véase A. Watson, «The Speculum Virginum with
Special Reference to the Tree of Jesse», en Speculum, 3/4 (1928), págs.
445-469. Para un análisis de modelos iconográficos relacionados con la
mística femenina bajomedieval, véase nuestro «Come insegnare a non
vedere Dio: visibilità e negazione della immagine nel opera di Marguerite
Porete», en F. Zambon (ed.), op. cit., págs. 107-130, en particular las págs.
117-119 y la «ilustración 6».
345 Thier-Calufetti adoptan, tanto aquí como en la anterior realización,
«veritatem», que no se encuentra en ningún manuscito, ni siquiera en B. M
(Memoriale, pág. 335) confirma «vertude».
346 Lc 1, 38.
Capítulo VIII
347 Pingendo, «pintando», véase arriba, pág. 92.
348 Otra opción sería traducir en sentido figurado «destruidas», como
Andreoli, pág. 128. En todo caso, estamos de nuevo ante el tema de la
partida de las Virtudes en un estado en el que ya no son necesarias. Véase
arriba, pág. 173, n. 306.
349 La caída de las Virtudes (y la caída, en general) es un tema esencial
en la mística femenina bajomedieval que tiene que ver tanto con la
subversión del concepto teológico de «caída en el pecado», como con
desarrollos iconográficos posteriores como la escalera de las Virtudes de
Ioannes Climacus. Para una discusión sobre este tema véase V. Cirlot, «La
mística femenina medieval, una tradición olvidada», en V. Gómez i Oliver
(coord.), Oculto pero invisible: voces femeninas, Publicacions de la
residència d’investigadors, Barcelona, 2006, págs. 91-95.
350 Fili mi, fili mi, non me dimittas, fili mi! En B encontramos una
variante en principio más ortodoxa: «Deus meus, Deus meus, ne
derelinquas me»; en M, por su parte, leemos: «Fiol de Dio, o Fiol de Dio,
non me lasàre, Fiol de Dio», esto es: «Hijo de Dios, Hijo de Dios, no me
abandones, Hijo de Dios» (para ambas variantes, véase Memoriale, págs.
340-341). En la versión que A conserva parece existir un eco derivado de
Mt 27, 46, aunque también podría estar relacionado con un lamento de
María al pie de la cruz, típico de la oración devocional bajomedieval, cf. R.
Fulton, op. cit.
351 Añado párrafo.
352… in illa horribilissima tenebra daemonum. Para este concepto,
véanse las esclarecedoras reflexiones y referencias de Pozzi, págs. 184-192,
y P. Lachance, op. cit., págs. 242-299. Esta imagen suele enraizarse en la
Teología mística de Pseudo-Dionisio (véanse las reflexiones de Pozzi, págs.
186-187, en cuanto a la irrelevancia de ser letrado o iletrado para manejar
conceptos teológicos especulativos), que la relaciona con la trascendencia
de todo lo cognoscible que, paradójicamente, hace conocer (entender) a
Dios de manera íntima: «Ella [la misericordiosa causa de todo] es
supraesencialmente superior a todo y se manifiesta sin velos y
verdaderamente solo a quienes prescinden de todas las cosas puras e
impuras y sobrepasan toda ascensión de todas las sagradas cumbres y
superan todas las luces divinas y los ecos y palabras celestiales y “se
abisman en las Tinieblas, donde mora verdaderamente –como dicen las
Escrituras– el que está más allá de todo” (Ex 19, 9 y 20-21) […] Y
solamente entonces se ve libre de esas cosas vistas y también de las que ven
y penetra en las tinieblas realmente misteriosas del no-saber, y allí cierra los
ojos a todas las percepciones cognitivas y se abisma en lo totalmente
incomprensible e invisible, abandonado por completo en el que está más
allá de todo y es de nadie…» (Pseudo-Dionisio Aeropagita, trad. cit., págs.
246-247). La transmisión del concepto a la mística de los siglos de Oro es
notable en Juan de Yepes, en su Noche oscura, en Obras completas, E.
Pacheco [ed.], Monte Carmelo, Burgos, 2000, págs. 54-55. Cf. el contraste
con la primera aparición del término arriba, pág. 90 y n. relativa.
353 Cf. Memoriale, pág. 343, n. 5.
354 Añado párrafo para descargar densidad.
355 Sobre esta simultaneidad de los pasos como incapacidad expresiva
véase arriba, pág. 158, n. 149.
356 M (Memoriale, pág. 347) traduce «sobre el cual no se puede decir
nada más, siempre creciendo en Dios», inefabilidad típica de la llegada al
estadio unitivo de una experiencia mística.
357 Aquí los códices de la tradición B añaden «ya casi»: dado el
carácter reconstructivo que tiene tal tradición no lo haríamos notar si no
fuera porque M (Memoriale, pág. 349) lo traduce «za quaxi in tuto…».
358 Esta lucha de una Virtud contra un Vicio en el interior de Ángela
(que deben ser entendidas como personificaciones) nos retrotrae a la antigua
tradición alegórica originada en la Psicomaquia de Prudencio y cuyos
desarrollos medievales fueron importantísimos en ámbitos religiosos:
veánse sus desarrollos escritos y plásticos en A. Katzenellenbogen,
Allegories of the Virtues and Vices in Medieval Art, University of Toronto
Press, Toronto, 1989 [1ª ed. 1939].
359 Omne bonum. Aquí el término es dilógico, pues también se puede
leer como «para mí todo bien está tan cerrado…».
360 Amaritudinem. No aceptamos «admirationem», preferimos
«amaritudinem», que se encuentra en B y que sigue la serie de arriba.
361 Thier-Calufetti (Memoriale, pág. 353, n. 11) nos informan de que
Nicolás IV murió el 4 de abril de 1292, fecha a la que siguieron veintisiete
meses de sede vacante, ocupada finalmente por Celestino V. Debemos leer,
pues, este dato como referido a inicios de 1294.
Capítulo IX
362 … et effecta sum non amor. La expresión es única en todo el Libro.
Implica un paso apofático más hacia la trascendencia absoluta, en la que los
dones recibidos típicos de la mística esponsal ya no significan nada. Esta
situación, expresada de una forma paralela a través del concepto de «caída»,
la encontramos en itinerarios espirituales contemporáneos al de Ángela, por
ejemplo, en el Mirouer des simples ames de Marguerite dicta Porete: «Or
ceste Ame cheue d’amour en nient, sans lequel nient elle ne peut toute
estre», «Entonces esta alma cae de Amor en Nada, nada sin la cual ella no
podría ser toda» (M. Porete, op. cit., pág. 167).
363 … a quelo non pò azònzere. Sigo M (Memoriale, pág. 355) para
completar la frase.
364 Cf. Agustín, De civitate Dei, XXII, 30. Como hemos dicho arriba,
pág. 161, n. 174, la cuestión de la visio Dei (el cuándo, cómo y quién vería
a Dios) es típica de los debates teológicos de finales del siglo xiii.
365 Incluso. Los manuscritos tardíos Cod. Perugia, Biblioteca Augusta
1176 y Cod. Perugia, Biblioteca Augusta 1200 (respectivamente P1 y P2 en
el listado de Thier-Calufetti, véase Memoriale, págs. 69-70) sustituyen este
término por la siguiente variante apofática, traducción nuestra: «Pero lo veo
con tal oscuridad porque todo lo que no está glorificado es tiniebla respecto
al cuerpo glorificado de Cristo. El cuerpo glorificado de Cristo es tiniebla
respecto al alma glorificada de Cristo, y el alma glorificada de Cristo es
tiniebla respecto a la divinidad con la cual está unida. Y, sin embargo, en
todo lugar donde se puede extender el alma y el corazón es menos de aquel
que es…».
366 S (Memoriale, pág. 361, n. 9) cita una frase de Bernardo al margen
que puede ser útil para entender el pasaje: «In osculo Patris et Filii mediam
quammodo [anima] invenit se beatam consociam».
367 … che io cusì respuxi. Completamos el texto latino con M
(Memoriale, pág. 361).
368 Aptitudine. Traducimos este término, que sobrevive en A, B y M
(«actutidine»), mientras que en los códices de la denominada «tercera
familia» por Thier-Calufetti leemos «artitudine» (cf. Memoriale, pág. 363,
n. 13).
369 En M leemos aquí «adivinanemente», esto es «de manera divina»
(Memoriale, pág. 363).
370 … quod nihil erat medium inter me et ipsum. Superación del
régimen de mediación: Ángela ha conseguido negar la distancia que la
separaba de la divinidad y, ahora, declara ser una con ella.
371 «Laudo te Deum dilectum / in tua cruce habeo factum meum
lectum; / pro capitali vel pro plumatio / inveni paupertatem; / aliam partem
lecti ad pausandum / inveni dolorem cum despectu.» De las apretadas líneas
del Memoriale se desprende esta lauda (del latín laus, alabanza), que forma
parte de una serie de canciones espirituales en vulgar de gran tradición en
Umbría, cuya primera composición se suele identificar con el Cántico de
las criaturas de Francisco de Asís. De hecho, estos versos deben estar
traduciendo un cántico en lengua vulgar con rima y música que Ángela
debía cantar más que recitar. M contiene una versión que acaso se acerque
más al original: «Io te laudo Dio dileto, / ne la tua croze àzo fato lo mio
leto; / per piumazo over cavezale, / trovai la povertade; / l’altra parte de lo
leto, / a reposare aspeto despeto, / e dolor trovai» (Memoriale, pág. 363).
372 Existe en el Museo de la Porzioncula en Asís un retrato de
Francisco del siglo xiii, en el que porta un libro en el que se lee «Hic viventi
lectus fuit et morienti»: Thier-Calufetti lo relacionan con esta imagen de
Ángela de la cruz como lecho (cf. Memoriale, pág. 363, n. 15).
373 Otra lauda, que en la versión latina reza: «Illud quod sentio non
possum dicere, / ab illo quod video nollem de cetero discedere; / ideo meum
vivere est mori, / et ergo trahe me ad te». M (Memoriale, pág. 365), por su
lado, vierte: «Quello che sento non posso dizere, / e da ch’io vezo non me
voio mai partire; / onde lo mio vivere è morire, / adonqua tràme a te».
Thier-Calufetti afirman que esta última versión es la más antigua (?),
refiriéndose quizá a que debe reproducir mejor un hipotético original umbro
en boca de Ángela. En la misma nota (ibid., n. 17) transcriben otra lauda
que solo se encuentra en el manuscrito que ellos denominan Ve (Cod.
Venezia, Biblioteca Marziana, Lat. III 228 [3010]), traducción nuestra: «No
sé quién es Amor, / no amo, ni he sido amada, ni he amado; / pero sé que
quien ama, / es quemado por un grave fuego. // No sé quién (es) Amor, / ni
siento [sentio?] el nudo de Amor; / pero sé que quien ama, / no sabe tener
modo».
374 M (ibid.) añade «tanto aspetare», esto es «tanto esperar».
375 Esta imagen de nadar en un océano de deleite cae dentro de la
concepción de lo líquido de la que hablamos arriba, pág. 162, n. 176, y es
bastante tradicional para expresar la fusión del alma con la divinidad. Veáse
la tradición marcada por B. McGinn, «Ocean and Desert as Symbols of
Mystical Absorption in the Christian Tradition», en The Journal of
Religion, 74/2 (1994), págs. 155-181.
376 En esta discusión sobre cómo reparte Dios sus dones, mesurada o
desmesuradamente, Ángela comienza contradiciendo las palabras de Juan
Bautista en Jn 3, 34 (lo que le es reprochado por el hermano A.), pero
después contraargumenta con ideas que pueden apoyarse en Rm 12, 3; Ef 4,
7 y Ef 4, 13 (cf. Memoriale, págs. 366-367, n. 19). En este sentido, es válida
la indicación de Andreoli, pág. 141, n. 9, que dice que se debe identificar al
«aquel» del texto con el Bautista.
377 Preferimos el estilo directo que encontramos en M (Memoriale,
pág. 367).
378 En M (Memoriale, pág. 369) leemos «a Cristo».
379 En este último párrafo se ha seguido M, como hicieran antes ThierCalufetti (cf. Memoriale, págs. 370-371, n. 23), que se aparta de A, S y
otros manuscritos latinos, pero que coincide con B.
380 … et ponitur in sinum Dei. La interpretación de M (ibid.) es
extraña: por «sinum Dei» entiende «largo fiume de Dio», esto es «largo río
de Dios». Creemos que la imagen detrás de este «sinum» latino es la del
reposo de Juan sobre el pecho de Cristo y la absorción de la sabiduría divina
de su corazón (cf. J. F. Hamburger, John the Divine). Quizá la interpretación
del manuscrito italiano tiene que ver con el «nadat» («nada») de la siguiente
oración. Por otro lado, la correlación de sorber la sabiduría del pecho de
Cristo y el «anima liquefacta» es típica de la mística femenina a partir del
siglo xii.
381 El cambio de sujeto es textual y lo marco con párrafo aparte. Es uno
de los «errores» de los que habla el hermano A. debidos a la prisa.
382 Referencia a las representaciones de la Piedad (Vesperbild o pietà)
que, recordemos, no tienen base evangélica, sino que surgen con las nuevas
formas de espiritualidad bajomedievales que buscaban la respuesta afectiva
del espectador. Para contextos de espiritualidad laica contemporáneos al de
Ángela véase E. Ziegler, Sculpture of compassion: the Pietà and the
Beguines in the southern Low Countries. c.1300-c.1600, Institut Historique
Belge de Rome, Bruselas, 1992.
383 Sobre la búsqueda afectiva que imágenes cruentas de la Pasión
(como esta de la espalda lacerada de Cristo) tenían en la época de Ángela ha
hablado H. Belting, L’arte e il suo pubblico. Funzione e forme delle antiche
immagini della passione, Nuova Alfa, Bolonia, 1986 [1ª ed. 1981] y
Likeness and Presence. A History of the Image before the Era of Art,
Chicago University Press, Londres, 1994 [1ª ed. 1990]. Cf., a su vez, H.
Marrow, op. cit.
384 Aquí se ve muy bien uno de los estratos de escritura de manera
diacrónica. Estas últimas frases están escritas después de que el hermano A.
le hiciera una relectura de esta experiencia «silenciosa» y de que Ángela,
como de costumbre, se quejara de su traducción al latín.
385 Frater Apicus. Thier-Calufetti (Memoriale, pág. 375, n. 28) dicen
que no hay noticia alguna de este «hermano Ápico», pero que merece
notarse que es el único nombre propio que aparece en el Libro.
386 Añado párrafo.
387 … illa laetitia fuit maxima sine mesura. Cf. la discusión entre
Ángela y el hermano A. sobre este despliegue de dones con o sin mesura,
arriba, pág. 118 y nuestra n. 376.
388 Mansum. Se refiere a las propiedades que Ángela distribuyó entre
los pobres en su conversión (cf. arriba, pág. 46) que, como se interpreta en
el mismo texto, tiene un valor simbólico dentro del ideal de pobreza
voluntaria (véase arriba, nuestra n. 114).
389 Throni. Se refiere a una de las jerarquías angélicas (que, como
podemos leer, Ángela desconoce) tal y como las establece Pseudo-Dionisio
en La jerarquía celeste (en Obras completas, trad. cit., págs. 103-168). En
las Escrituras el término solo aparece una vez, en Col 1, 16. Sobre la
tradición textual y su trasvase al imaginario, veáse B. Bruderer Eichberg,
Les neuf choeurs angéliques. Origine et evolution du thême dans l’art du
Moyen Âge, Centre d’études supérieures de civilisation médiévale, Poitiers,
1998.
390 Sclera. El término es interesante, pues se refiere a una subdivisión
militar y se aplica a la ordenación angélica, a los ángeles como un grupo
marcial.
391 De nuevo, el tema de la mesura: cf. arriba, págs. 118 y 120.
392 Añado párrafo.
393 Para el tema del abismo como forma de expresar la comunicación
íntima con la divinidad en la mística bajomedieval, véase arriba, pág. 171,
n. 285.
394 … in anima mea est una camera… Esta construcción interior puede
estar relacionada con la imagen de las «casas del corazón», que J. F.
Hamburger ha estudiado en espacios conventuales, en los que se figuraban
encuentros trinitarios del alma: véase en su Nuns as Artists, las láminas a
color 10 y 12.
395 Añado párrafo.
396 Según Thier-Calufetti (Memoriale, pág. 392, n. 41), probablemente
el 2 de febrero de 1296.
397 Este bien que reciben los santos en la otra vida, y que Ángela ha
recibido aquí, debe leerse en el contexto de los debates sobre el Omne
bonum a los que aludimos arriba, pág. 161, n. 174.
Epílogo
398 Al final del Libro se escriben las expresiones divinas, intentando
confirmarlo como una revelación, como escritura santa, ante el público,
pero, sobre todo, ante la jerarquía.
399 Andreoli, pág. 155, n. 18, afirma que en esta frase se comprueba
que Ángela comprendía el latín. Nosotros añadiríamos que quizá, pero que
a la vez se infiere que seguramente no lo podía escribir.
El Tránsito
400 Incluimos aquí como coda el denominado modernamente
«Tránsito» de Ángela, su supuesto testamento espiritual dejado a sus
seguidores en los momentos anteriores a expirar. Supone un desarrollo de
los temas contenidos en el Memoriale, así como un retorno a los temas
experienciales del mismo. La traducción se ha hecho sobre el texto latino
editado en P. Doncoeur, op. cit., págs. 197-201.
401 Alusión al desposamiento de Ángela y Cristo: véase arriba pág. 59.
402 Se refiere al 29 de septiembre, popularmente celebración de los
ángeles. Por supuesto, es una fecha simbólica, que alude tanto al nombre de
Ángela como a su condición seráfica.
403 Véase arriba, pág. 59.
404 Contemplación de la encarnación del Verbo. Este tema está aquí
relacionado con la natividad de Cristo, pero puesta en un contexto
visionario.
405 Alusión al episodio evangélico de la tempestad en las aguas sobre
las que Cristo previamente había caminado: véase Mt 14, 22-33.
406 … suis legitimis filiis. Cf. arriba, págs. 49, 76.
407 Cf. arriba, págs. 61 y 85.
408 … lavata et mundata et subuzata. Según Pozzi, pág. 223, el último
término es vulgar. Por otro lado, el tema de la purificadora sangre de Cristo
es común a toda la experiencia angelana, véase, por ejemplo, arriba pág.
132.
409 Según Pozzi, pág. 223, esta venida de Cristo para acompañarla al
Cielo es una alusión al canto In Paradisum deducant te angeli, cantado en
la liturgia funeral.