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View metadata, citation and similar papers at core.ac.uk brought to you by CORE provided by Revista de la Asociación Española de Neuropsiquiatría DOSSIER: ENFERMEDAD MENTAL Y CULTURA DE LA SUBJETIVIDAD (Siglos XIX y XX) LOCURA Y SUBJETIVIDAD EN EL NACIMIENTO DEL ALIENISMO. RELEYENDO A GLADYS SWAIN∗ Rafael Huertas Instituto de Historia. Centro de Ciencias Humanas y Sociales. CSIC - España Resumen: A menudo tendemos a olvidar que detrás del positivismo clínico y la medicalización de las pasiones, que caracterizó la psiquiatría del siglo XIX, hubo un claro intento de exploración del campo subjetivo. Este artículo pretende analizar la obra de Gladys Swain acerca del nacimiento de la psiquiatría. Se revisa su modelo interpretativo, en relación al modelo de Foucault, y se evalúa la pertinencia de su enfoque sobre la historiografía actual. Palabras clave: Gladys Swain; Michel Foucault; subjetividad; alienismo; siglo XIX; historiografía. MADNESS AND SUBJECTIVITY IN THE BIRTH OF ALIENISM. A NEW READING OF GLADYS SWAIN Abstract: We tend often to forget that behind the clinical positivism and the medicalization of the passions characteristic the psychiatry of nineteenth century psychiatry, there was a clear attempt to domain subjective examination. This paper will analyze the work of Gladys Swain on the birth of alienism. We review her interpretative model, as opposed to the Foucaultian account on the origins of clinical psychiatry, and we evaluate the relevance of her approach for current historiography. Key words: Gladys Swain; Michel Foucault; subjectivity; alienism; nineteenth century; historiography. ———— ∗ Trabajo realizado en el marco del Proyecto de investigación HAR2008-04899-C02-01 FRENIA, Vol. X-2010, 11-28, ISSN: 1577-7200 11 RAFAEL HUERTAS «El asilo (...) no es un libre dominio de observación, diagnóstico y terapéutica: es un espacio judicial donde se acusa, juzga y condena, y del que no se libera sino por la conversión de este proceso en la hondura psicológica, es decir, por el arrepentimiento. La locura será castigada en el asilo, incluso si es inocente en el exterior. Por largo tiempo y, al menos hasta nuestros días, está prisionera en un mundo moral»1. Este texto de Michel Foucault, tantas veces citado, representa una manera de entender el nacimiento de la asistencia al loco y del «orden manicomial» que ha hecho una gran fortuna en la historiografía psiquiátrica, en particular la que ha estudiado las relaciones entre psiquiatría y poder, entendiendo el manicomio como un espacio de segregación y control social. Es evidente, y está fuera de toda discusión, que tanto las formas de representación de la locura propias de la Histoire de la folie à l’âge classique2 como, más tarde, las ideas vertidas en El poder psiquiátrico3 sobre el dispositivo asistencial han permitido y favorecido una serie amplia e importante de estudios sobre el papel normalizador de la medicina mental en el microcosmos del manicomio4. Un ámbito institucional en el que distintas formas de violencia (prohibiciones, represión, exclusión, coerción, etc.) como expresión de un poder irregular, inmediato e «improductivo», se transforman en una serie de estrategias y maniobras regladas y meditadas (el tratamiento moral) que, además, generan o «producen» discursos y saberes y, en definitiva, gestionan un régimen de «verdad». Esto es, el paso, utilizando los términos foucaultianos precisos, del «poder de soberanía» a la «microfísica del poder». Otras tradiciones académicas han ofrecido claves interpretativas complementarias. El concepto de «institución total» de Goffman5, o «el mito de la enfermedad ———— 1 FOUCAULT, M. (1961), Folie et déraison: Histoire de la Folie à l'âge classique, Paris, Plon. Se cita por la edición española FOUCAULT, M. (1967), Historia de la locura en la época clásica, Madrid, Fondo de Cultura Económica, tomo II, p. 251. 2 Un reciente y muy interesante estudio sobre los orígenes de esta obra de Foucault, que nos acerca a una mejor comprensión de su itinerario intelectual se encuentra en NOVELLA, E. (2009), El joven Foucault y la crítica de la razón psicológica: en torno a los orígenes de la Historia de la locura. Isegoría, 40, 93113. También NOVELLA, E. (2008), Der junge Foucault und die Psychopathologie: Psychiatrie und Psychologie im frühen Werk von Michel Foucault, Berlin, Logos Verlag. 3 FOUCAULT, M. (2003), Le pouvoir psychiatrique. Cours au Collège de France, 1973-74, Paris, Seuil/Gallimard (edición española en Akal, 2005). Sobre esta obra, puede verse HUERTAS, R. (2006), Foucault, treinta años después. A propósito de El poder psiquiátrico, Asclepio, 58 (2), 267-276. 4 La bibliografía al respecto es muy ampia. Especial importancia tuvieron, en su momento, las obras de ROTHMAN, D. (1971), The Discovery of the Asilum: Social order and dirorder in the new republic, Boston, Little Brown; SCULL, A. (1979), Museums of Mandes: The social organization of insanity in the nineteenthcentury England, Londres, Allen Lane; CASTEL, R. (1976), L’ordre Psychiatrique, Paris, Minuit (edición en castellano en La Piqueta, 1989) 5 GOFFMAN, E. (1961), Asylums. Essay on the Social Situation of Mental Patients and Other Inmates, New York, Doubleday. 12 FRENIA, Vol. X-2010, 11-28, ISSN: 1577-7200 LOCURA Y SUBJETIVIDAD EN EL NACIMIENTO DEL ALIENISMO. RELEYENDO A GLADYS SWAIN mental» de Szasz6, facilitaron en su momento marcos teóricos nada desdeñables, aunque no siempre bien considerados7. Más recientemente, otros autores, en consonancia o en confrontación más o menos abierta con Foucault, han propuesto explicaciones más matizadas que sitúan al tratamiento moral y al primer alienismo en el marco de una cultura de la subjetividad y, más concretamente, en unas prácticas estrechamente vinculadas al descubrimiento de la dimensión «moral» de la locura y en la indagación sistemática de la subjetividad del loco; las importantes obras de Marcel Gauchet y Gladys Swain8 y de Jan Goldstein9 pueden ser buenos ejemplos de este tipo de acercamientos. Con frecuencia se tiende a olvidar que detrás de un cierto positivismo clínico, detrás de la medicalización de las pasiones y de la sinrazón que el alienismo pretende, existe un intento de exploración del campo subjetivo10, y que, más allá del control social y de las estrategias pedagógico-disciplinarias que el tratamiento moral encarna, podemos identificar un proyecto terapéutico, un proyecto que se desarrolla en «el elemento mismo de la perturbación psíquica y directamente sobre él»11. Es este tipo de acercamiento el que me interesa destacar y desarrollar en las páginas que siguen: el problema de la subjetividad del loco; no tanto a través de una investigación empírica, sino mediante la reflexión en torno a posibles modelos de interpretación historiográfica. El empeño me parece pertinente al menos por dos motivos; en primer lugar, porque el estudio de la dimensión «moral» (psicológica) del ser humano, adquiere hoy rigurosa actualidad historiográfica; no en vano, el discurso y las prácticas médicas sobre las pasiones, cuya naturaleza era por definición moral, nos conduce, tras un cierto proceso de secularización de los contenidos psicológicos, a las «emociones»12 y, por ende, a una historia cultural de la subjetividad íntimamente emparen- ———— 6 SZASZ, Th. (1961), The myth of mental illness: foundations of a theory of personal conduct, N. York, Harper & Row. 7 SHORTER, E. (1997), A History of Psychiatry, John Wiley &Sons; QUETÉL, C. (2009), Histoire de la folie de l’Antiquité à nos nours, Paris, Tallandier. 8 SWAIN, G. (1977), Le sujet de la folie: Naissance de la psychiatrie, Toulouse, Privat. También GAUCHET, M. y SWAIN, G. (1980), La pratique de l'esprit humain: L'institution asilaire et la révolution démocratique, París, Gallimard. 9 GOLDSTEIN, J. (2001), Console and Classify: The French psychiatric profession in the nineteenth century, Chicago, Chicago University Press (primera edición 1987); GOLDSTEIN, J. (2005), The post-revolutionary self. Politics and Psyche in France, 1750-1850. Cambridge MA, Harvard University Press. Sobre la aportación de esta autora, véase NOVELLA, E. (2009), De la historia de la psiquiatría a la historia de la subjetividad, Asclepio, 61 (2), 261-280. 10 GAUCHET, M. (1994), Á la recherche d’une autre histoire de la folie. Prólogo al libro de SWAIN, G. Dialogue avec l’insensé, Paris, Gallimard, pp. IX-LVIII, p. XXXII. 11 SWAIN (1994), p. 10. 12 Véase RORTY, A. (1982). From passions to emotions and sentiments. Philosophy, 57, 175-188; y sobre todo DIXON, T.M. (2003), From Passions to Emotions: The creation of a secular psychological cathegory, Cambridge, Cambridge University Press. FRENIA, Vol. X-2010, 11-28, ISSN: 1577-7200 13 RAFAEL HUERTAS tada con la novedosa y no sé si un tanto sobrevalorada «historia de las emociones». En segundo lugar, porque, tradicionalmente, ha habido una cierta tendencia, en la historiografía psiquiátrica francesa, a considerar como dos «modelos» diferentes, y en cierto modo antitéticos, las propuestas hermenéuticas que sobre el nacimiento del alienismo desarrollaron Michel Foucault por un lado y, en contestación a éste, Marcel Gauchet y Gladys Swain, por otro; una supuesta confrontación cuyo debate no está en la actualidad, ni mucho menos, cerrado13. UNA CONCEPCIÓN «MORAL» DE LA LOCURA Y SU TRATAMIENTO Si intentamos analizar el nacimiento de la psiquiatría no sólo en el marco de la historia social, sino también en el de la historia «intelectual» de su época, habremos de convenir en que los acontecimientos revolucionarios y el fin del Ancien Régime, con sus cambios políticos, sociales, económicos y culturales, propiciaron no solo una trasformación de la lógica del poder (el susodicho tránsito del poder de soberanía a la microfísica del poder), sino también una nueva concepción del ser humano, un cambio del estatuto del «individuo» que, de la mano del romanticismo, el idealismo y el espiritualismo, propiciaron la introspección y la reflexividad de un yo percibido como problemático y trajeron consigo, en muy buena medida, una nueva visión de la locura y de la manera de actuar sobre ella. En la medicina anterior a la década de 1760 resultaba imposible referirse a la «enfermedad mental» en un sentido estricto. La noción de «mente enferma» no era contemplada ni por médicos ni por filósofos, pues la «locura», en cualquiera de sus formas, era siempre asimilada a una enfermedad corporal, en la que el alma permanecía intacta e inmortal. El problema de la mente enferma solo empezará a aparecer en el lenguaje médico cuando pueda involucrarse con el dualismo cartesiano y la relación mente-cuerpo. Es solo en este momento, en el último tercio del siglo XVIII y durante el XIX, cuando asistimos a la trasformación del concepto de locura y a su medicalización14. Se abría así, al entender la mente como un elemento activo en la producción de la locura, no solo un modo más «psicologizado» de concebir al loco, sino el desarrollo de todo un lenguaje en torno a «lo moral» del ser humano que tendría consecuen- ———— 13 Véase dos trabajos muy recientes al respecto: WEYMANS, W. (2009), Revisiting Foucault’s Model of Modernity and Exclusión: Gauchet and Swain on Madnes and Democracy. Thesis Eleven, 98 (1): 33-51. También MOYN, S. (2009), The assumption by man of his original fracturing: Marcel Gauchet, Gladys Swain, and the history of the self. Modern Intellectual History, 6 (2): 325-341. 14 SUZUKI, A. (1995), Dualism and the Transformation of Psychiatric Language in the Seventeenth and Eighteenth Centuries, History of Science, 38, 417-447, 1995 14 FRENIA, Vol. X-2010, 11-28, ISSN: 1577-7200 LOCURA Y SUBJETIVIDAD EN EL NACIMIENTO DEL ALIENISMO. RELEYENDO A GLADYS SWAIN cias directas en las prácticas alienistas a través, fundamentalmente, del tratamiento moral. Gladys Swain destaca el nuevo vocabulario que surge en el siglo XIX en torno a los fenómenos subjetivos: lo «mental», lo «psicológico», lo «psíquico» pero, sobre todo, lo «moral». Frente a la moral (ética o religiosa), lo moral, esto es, lo que se opone a lo físico. Recuérdese, en este sentido, el importante libro de Cabanis, Rapports du physique et du moral de l'homme (1802) o la definición que Moreau de la Sarthe ofrece en la Enciclopédie Méthodique: «Moral: lo moral, el sistema moral del hombre: el conjunto de las facultades intelectuales y de las afecciones del alma, considerado como un estado opuesto al estado material o físico, como una manera de ser distinta y separada de la naturaleza»15. En definitiva, en la tradición médica y filosófica que estamos considerando, el término «moral» se utilizó para designar la parte psíquica y afectiva del ser humano. Es en este marco conceptual en el que habría que entender el tratamiento moral, un intento de intervenir sobre la mente del paciente y no sobre su cuerpo, con el fin de procurarle alivio o curación de su insania. En este sentido, se podría aventurar que se libera al loco de la moral, para concebirlo en el ámbito de lo moral, de lo psíquico. Este es uno de los aparentes puntos de fricción entre la visión foucaultiana y la de G. Swain que me parece que merece la pena destacar. Para Foucault, ya lo hemos visto, la locura está «prisionera en un mundo moral», pero además, el asilo es un «dominio religioso sin religión, dominio de la moral pura, de la uniformidad ética»16. Por el contrario G. Swain critica, por simplista, esta idea, que considera muy extendida entre sus colegas: «Imaginemos una encuesta por sondeo entre una muestra representativa de las profesiones que empiezan por ‘psi’: éste sería probablemente el resultado: los psiquiatras daban lecciones de moral a locos infelices que no aguantaban más»17. Sin embargo, la cuestión es mucho más complicada de lo que parece. El término —y el concepto— «moral» resulta ambiguo y confuso, tanto en las fuentes como en la historiografía. Para Dora Weiner, una de las más destacadas estudiosas de la obra pineliana, el alienista francés no fue nunca un moralista porque intentó comprender sin moralizar, sin hacer nunca juicios de valor18, pero también llega a definirle, en un ———— 15 Tomado de SWAIN, G. (1994), De l’idée morale de la folie au traitement moral. En SWAIN, G. (ed.), Dialogue avec l’insensé, s.l. Gallimard, pp. 85-109, p. 89. La definición pertenece a la Enciclopédie métodique, Médecine, vol. X, 1815, p. 250. 16 FOUCAULT (1967), p. 236. 17 SWAIN (1994), p. 87. 18 WEINER, D. (1999), Comprendre et soigner. Philippe Pinel (1745-1826). La médecine de l’esprit, París, Fayard, p. 244. FRENIA, Vol. X-2010, 11-28, ISSN: 1577-7200 15 RAFAEL HUERTAS aparente contrasentido, como «un hombre eminentemente moral». Conmovido por las consecuencias sangrientas de la Revolución, preocupado por la moral pública de su país y convertido en un reformador social, Pinel teoriza sobre vicios y virtudes y considera los excesos pasionales —la inmoralidad y el libertinaje— causas de alienación19. Pienso que esta supuesta contradicción no debe resultarnos extraña. Pinel, siguiendo a Crichton, pretendió estudiar las pasiones alejándose de la ética, haciendo abstracción de la moral20, pero cuando se trata de dilucidar las causas de la locura y de instaurar el tratamiento moral, no puede ignorar los aspectos éticos de las pasiones21, proponiéndose eliminar o combatir «vicios», errores y pasiones socialmente inadecuadas, sin olvidar que la autoridad y la ascendencia «moral» del médico ante el alienado se convierte en estrategia fundamental del manejo del loco y de la locura. Así pues, me parece que no hay demasiado lugar para una posible discusión historiográfica que marque distancias entre los partidarios de hipotéticos modelos interpretativos no compatibles. Pienso que la moral y lo moral se atraviesan constantemente en las prácticas del primer alienismo. Incluso aventuraría una posible resignificación de la moral y de la religión —«un dominio religioso sin religión», según Foucault—, pero también una cierta «psicologización» de lo ético (o de lo religioso). A este respecto, no puede negarse que en el York Retreat22, la confesionalidad cuáquera de sus fundadores justificaba su visión filantrópica y los contenidos «religiosos» de la asistencia a los dementes23, pero cabría preguntarse hasta qué punto la intención de inculcar a los pacientes creencias religiosas tendría como finalidad «terapéutica» situar al alienado en el interior de un «elemento moral», donde se encontrara en debate consigo mismo —en una agitación subjetiva— que tendría como fin último frenar sus pasiones y corregir sus ideas equivocadas. En cualquier caso, existen diferencias importantes entre el York Retrait y la Salpêtrière que no se limitan a la mayor medicalización de la institución francesa y ———— 19 PINEL, Ph. (1809), Traité médico-philosophique sur l’aliénation mentale, 2ª edición. Paris, Brosson, pp. 22, 29, 36, 68, 198. 20 Sobre la influencia o la «relación intelectual» entre el escocés Crichton y el francés Pinel, véase CHARLAND, L.C. (2008a), A moral line in the sand: Alexander Crichton and Philippe Pinel on the psychopathology of the passions. In: CHARLAND, L.C. and ZACHAR, P. (eds) Fact and Value in Emotion. Amsterdam: John Benjamin, 15-33.Sobre las ideas específicas de Crichton al respecto, CHARLAND, L.C. (2008b), Sir Alexander Crichton on the psychopathology of the passions. History of Psychiatry, 19: 275-296. 21 Sobre el particular, puede verse CHARLAND, L.C. (2010), Science and morals in the affective psychopatology of Philippe Pinel. History of Psychiatry, 21 (1), 38-53. 22 Sobre esta institución, véase DIGBY, A. (1985), Mandess, Morality, and Medicine: A Study of the York Retrait, 1796-1914, Cambridge, Cambridge University Press. 23 Sobre la práctica del tratamiento moral en el York Retreat, es clásico el trabajo de SCULL, A. 1979), Moral treatment reconsidered: some sociological comments on an episose in the history of British Psychiatry. Psychological Medicine, 9, 421-428. Más recientemente, CHARLAND, L.C. (2007). Benevolent treatment: moral treatment at the York Retreat. History of Psychiatry, 18, 61-80. 16 FRENIA, Vol. X-2010, 11-28, ISSN: 1577-7200 LOCURA Y SUBJETIVIDAD EN EL NACIMIENTO DEL ALIENISMO. RELEYENDO A GLADYS SWAIN que tienen que ver con las influencias filosóficas de Pinel. El ascendiente de Locke y Condillac en la obra del alienista y, en general, de la medicina francesa de su época, es de sobra conocida24; pero no lo es tanto la de Marco Tulio Cicerón25. Pinel le cita con frecuencia las Tusculanas26, cuando aborda el problema de las pasiones y de las «enfermedades del alma»27. Su interés no es sólo histórico, sino eminentemente clínico, pues en cierto modo el tratamiento moral de Pinel tiene elementos de una «terapéutica ética» con la que el orador romano proponía dominar las pasiones28. El dato es importante porque nos lleva a considerar posibles conexiones entre Cicerón, Pinel e, incluso, Freud. Una línea que partiendo de la reflexión clásica sobre las pasiones y las «enfermedades del alma» llegaría al alienismo y al tratamiento moral para, posteriormente, ser recuperada por el psicoanálisis freudiano en su intento de conjugar el pathos y el ethos29. En definitiva una trayectoria en la que se articula una reflexión de longue durée sobre el malestar subjetivo y sobre el uso de la palabra y de la responsabilidad subjetiva. En definitiva, y como estoy intentando argumentar, la moral (la ética religiosa o laica) y lo moral (lo psicológico) se impregnan mutuamente, se relacionan, se atraviesan constantemente en el mundo subjetivo sobre el que el alienismo pretende intervenir. Para llevar a cabo una «pedagogía del buen sentido, de la verdad y de la moral»30 se recurrirá, en no pocas versiones del tratamiento moral31, al miedo y la coerción, pero no tanto como instrumentos meramente intimidatorios que pretendieran conseguir individuos dóciles y sumisos sin más, sino como medios terapéuticos en sí mismos. El poder de «desalienación» del miedo sugerido por Foucault32, propiciaría, además, un sentimiento de culpabilidad y una «conciencia moral» que servirían para «organizar la locura». Por eso, resulta pertinente destacar que el tratamiento moral ———— 24 WEINER (1999). Entre nosotros, se han ocupado de este tema con gran acierto ARQUIOLA, E. y MONTIEL, L. (1993), La corona de las ciencias naturales. La medicina en el tránsito del siglo XVIII al XIX, Madrid, CSIC. 25 PIGEAUD, J. (2001) Aux Portes de la psychiatrie: Pinel, l’ancien et le moderne. Paris, Aubier. 26 La edición utilizada ha sido CICERÓN M.T. (2005), Conversaciones en Túsculo, Madrid, Asociación Española de Neuropsiquiatría. 27 PIGEAUD, J. (1989), La maladie de l’âme. Etude sur la relation de l’âme et du corps dans la tradition médico-philosophique antique, Paris, Les Belles Lettres. 28 Véase CHARLAND (2010), p. 49. 29 Véase al respecto, la introducción a la citada edición de las Tusculanas: COLINA, F. (2005), Cicerón y la psiquiatría. En CICERÓN (2005), pp. 7-25. También ÁLVAREZ, J.M. (2006), Estudios sobre psicosis, s.l., Asociación Galega de Saúde Mental, pp. 29 y ss. 30 FOUCAULT (1967), p. 221. 31 Especial importancia, tiene en este sentido, la aportación de LEURET, F. (1840), Du traitement moral de la folie, Paris, Ballière. Un análisis de la misma puede encontrarse en HUERTAS, R. (2005), El siglo de la clínica. Para una teoría de la práctica psiquiátrica, Madrid, Frenia, pp. 210 y ss. 32 FOUCAULT (1967), p. 223. FRENIA, Vol. X-2010, 11-28, ISSN: 1577-7200 17 RAFAEL HUERTAS (psíquico), tanto en su modalidad más suave —la douceur— como en su vertiente más coercitiva —el temor como medio de curación— persiguieron siempre llegar al interior mismo de la perturbación psíquica; incluso cuando los alienistas recurrieron a los castigos corporales y a los tratamientos físicos nunca olvidaron el objetivo moral (psíquico) de los mismos. Así, las duchas, el sillón giratorio, etc. fueron reinterpretados a la luz de su poder «moralizador»33. Por su parte, un autor tan próximo a Foucault como Robert Castel llega a afirmar que con el tratamiento moral, la psiquiatría se despega de las actitudes terapéuticas propias de la medicina general, siendo la consecuencia de una concepción moral de la locura que predominantemente es psicogenética y social34. Tales afirmaciones vienen a corroborar que esta identificación entre lo moral y lo psíquico, planteado por Gladys Swain con gran finura, es algo asumido por otros autores de escuelas diferentes. El tratamiento moral surge así como un método terapéutico específico destinado a los sujetos con alienación mental, en cualquiera de sus formas. Un tratamiento que precisaba de una infraestructura adecuada y que debía ser aplicado en instituciones especialmente diseñadas para tal fin. Nuestra autora otorga una importancia capital a la revolución pineliana en el nacimiento de la psiquiatría, no porque liberara a los locos de sus cadenas, no por la dudosa, o al menos discutible, filantropía de aquel «mito fundacional»35, sino porque con Pinel tiene lugar el nacimiento de la clínica (psiquiátrica). Es aquí donde el tratamiento moral cobra una inusitada importancia, porque constituye, al menos en el pensamiento y las prácticas de los primeros alienistas, una posibilidad de cura para los pacientes mentales. El asilo es entendido por Swain como una institución terapéutica, no necesariamente represora. Como es lógico, no está exenta de contradicciones o de malas prácticas, pero «conceptualmente», y al menos sobre el papel, no estaría diseñado originariamente como una institución de control y defensa social. El modelo interpretativo propuesto por Gladys Swain pretende explicar el nacimiento de la psiquiatría entendiendo el manicomio y el tratamiento moral como una «terapéutica de la persona» no necesariamente basado, a pesar de sus contradicciones o de sus fracasos, en el poder disciplinario, ni en la imposición de un saber — o de un «régimen de verdad»— ni en la obtención de la enmienda a través del arrepentimiento, sino en la reconstrucción de la individualidad del sujeto. Detrás del ———— HUERTAS, R. (2005), p. 215. Véase CASTEL R. (1975), El tratamiento moral. Terapéutica moral y control social en el siglo XIX. En GARCÍA, R. (coord.), Psiquiatría, antipsiquiatría y orden manicomial, Barcelona, Ayuso, pp. 71-96 35 SWAIN, G. (1977). Véase también, GOURÈVITCH, M. (1991), Pinel père fondateur, mythes et rélites. L’Evolution psychiatrique, 56, 595-602.; WEINER, D. (1994), ’Le geste de Pinel’: The History of a Psychiatric Myth. En MICALE, M. y PORTER, R. (eds.), Discovering the History of Psychiatry, N. York/Oxford, Oxford University Press, pp. 232-247. 33 34 18 FRENIA, Vol. X-2010, 11-28, ISSN: 1577-7200 LOCURA Y SUBJETIVIDAD EN EL NACIMIENTO DEL ALIENISMO. RELEYENDO A GLADYS SWAIN tratamiento moral «no hay ningún proyecto de relegación y de represión de la locura, sino, al contrario, la ambición positiva de aportarle algún remedio»36. Y más aún, en clara alusión a Foucault e ilustrando un segundo desacuerdo fundamental, G. Swain llegará a indicar lo «artificioso» que le resulta la afirmación de que «la época clásica encerraba a los locos con la imposición muy material de las cadenas. Pinel los libera, pero en realidad para pasar a una técnica mucho más sutil de represión de la locura: la interiorización de la imposición por el paciente»37. Sin embargo, lo que a Swain le parece «artificioso» supone, como es bien sabido, uno de los ejes fundamentales del pensamiento foucaultiano. Junto al eje del poder y al eje de la verdad, el dispositivo y la práctica manicomial aparecen atravesados por el eje de la subjetivación38. El sujeto debe hacer suyas las normas que se le imponen. El tratamiento moral —y su práctica en el espacio asilar— aparece como instancia normalizadora, con una tecnología precisa destinada a convencer al loco de su «error», lo que nos lleva, como no podía ser de otro modo, a considerar el autocontrol, el self restraint, como un elemento en el que la intervención sobre la subjetividad individual adquiere una importancia de primer orden39. Ahora bien, para llevar a cabo este tratamiento moral con éxito, era necesario contar con un principio conceptual fundamental: la existencia de una cierta «racionalidad» del loco; se hacía imprescindible recurrir a los «restos de razón» que, al perdurar en el alienado, harían posible la cura. Este aspecto tiene una importancia capital y ha sido señalado por diversos autores. Para Jan Goldstein, por ejemplo, «las teorías evolutivas de Rousseau y Condillac que subyacen a la versión pineliana del tratamiento moral permiten superar la oposición estricta entre razón y locura, pues dan cuenta de cómo se pierde la razón —por los asaltos de una imaginación sobreestimulada o las demandas insaciables de las pasiones artificiales—, y hacen posible, de este modo, delinear un hipotético camino de vuelta desde la locura. El loco no es remitido ya a una completa ‘alteridad’, sino que es situado en un continuo con el cuerdo, con el que comparte las mismas estructuras mentales»40. El propio Foucault había afirmado con anterioridad que «la razón coexiste con la locura y conduce al hombre de la alienación a la salud»41. ———— SWAIN (1994), p. 27. Ibid, p. 88. 38 Un reciente análisis de las ventajas e inconvenientes de este modelo puede encontrarse en HUERTAS, R. (2008), Los laboratorios de la norma. Medicina y regulación social en el estado liberal, Barcelona, Octaedro. 39 Todo ello podría relacionarse con otras tradiciones de pensamiento como, por ejemplo, la encarnada por Norbert Elias y su «proceso civilizatorio», en el que se analiza la llegada de la modernidad en relación con los procedimientos que favorecen el «autocontrol» de la población y que resultan imprescindibles para la consecución de dicho proceso. Véase BURGUIERE, A. (1997), Processus de civilisation et processus national chez Norbert Elias. En GARRIGOU, A. y LACROIX (dir.), Norbert Elias. La politique et l’histoire, Paris, La Decouverte, 1997. pp. 145-165. 40 GOLDSTEIN (2001), p. 109. 41 FOUCAULT (1967), p. 220. 36 37 FRENIA, Vol. X-2010, 11-28, ISSN: 1577-7200 19 RAFAEL HUERTAS Con todo, es Gladys Swain, una vez más, la que con gran solidez ha insistido en este aspecto crucial. Para ella, «el tratamiento moral, al menos tal y como lo entienden Pinel y Esquirol, es simplemente un tratamiento que, declarando secundario o ineficaces los medios físicos de actuar sobre el alienado, da más importancia, por el contrario, al hecho de apelar a las facultades intelectuales y a los sentimientos o a las pasiones»42. Actuar sobre las ideas o sobre las pasiones a través de la palabra, mediante el «diálogo con el insensato» era la aspiración de Pinel o de Daquin, antes de que los propios principios del tratamiento moral se desvirtuaran o de que la somatización y la cronicidad hicieran su aparición en el pensamiento psiquiátrico de la mano de la PGP, de la degeneración o del delirio crónico43; antes de que la escucha quedara relegada por la clínica de la mirada y antes de que el loco quedara despojado de su palabra y de su subjetividad, para habitar unos establecimientos que dejaron de ser terapéuticos, para convertirse en meros depósitos de crónicos e incurables, donde gestionar parte de los «residuos» sociales44. Actuar sobre las ideas y las pasiones, sobre la perturbación psíquica, a través del susodicho tratamiento moral, implicaba, como ya he adelantado, un profundo cambio en la manera de «pensar la locura». Una ruptura con la idea de «locura completa» y un reconocimiento de que en el loco siempre queda un resto de razón, de que el loco «no está del todo loco». ENTRE LA FILOSOFÍA Y LA MEDICINA Resulta se gran interés, en este sentido, el análisis que G. Swain realiza de la concepción de locura que ofrecen Kant (1724-1804) y Hegel (1770-1831). Frente a la idea kantiana de una locura «completa», caracterizada por la incurabilidad y la alteridad de la razón, en la obra de Hegel se presenta como una simple contradicción en el seno de la razón —y no como pérdida de la misma—; dicho de otro modo, la existencia de un resto de razón en los alienados es, en definitiva, lo que posibilitaría el «tratamiento psíquico». Entre Kant y Hegel, nos dice G. Swain, «hay dos épocas del pensamiento de la locura, separadas por una línea clara de fractura; y sin embargo, ———— SWAIN (1994), p. 90. Sobre este proceso, al que en otros lugares he denominado «la somatización del alma» [HUERTAS (2005), p. 89 y ss.], puede verse el pionero trabajo de LANTÉRI-LAURA, G. (1972), Chronicité dans la psychiatrie française moderne, Annales ESC, 27,548-568. 44 LEONARDIS, O. (1992), Políticas sociales: reinventar nuevos parámetros. En ÁLVAREZ-URÍA, F. (coord.), Marginación e inserción. Los nuevos retos de las políticas sociales, Madrid, Endimión, pp. 55-66.; HUERTAS, R. (2009), El nacimiento del manicomio. De la medicalización de la locura a la gestión de los «residuos», Bostezo, 1 (3), 42-45. 42 43 20 FRENIA, Vol. X-2010, 11-28, ISSN: 1577-7200 LOCURA Y SUBJETIVIDAD EN EL NACIMIENTO DEL ALIENISMO. RELEYENDO A GLADYS SWAIN no pasa mucho tiempo entre la Antropología y la Enciclopedia de las ciencias filosóficas, donde se encuentran sus ideas respectivas sobre el tema»45. Es verdad que entre 1798 —cuando aparece Anthropologie in pragmatischer Hinsicht46— y 1817 —año de la publicación de la Enzyklopaedie der philosophischen Wissenschaften47—, no parece haber pasado demasiado tiempo, pero no es menos cierto que ambas obras corresponden a dos épocas bien diferentes, la de Kant es representativa del último cuarto del siglo XVIII, y la de Hegel lo es de un pensamiento más moderno y suficientemente representativo del primer cuarto del siglo XIX48. No debe olvidarse, en este sentido, que la Anthropologie corresponde a un curso impartido por Kant a partir de 1772, y que incluso con anterioridad, en 1764, había publicado su Ensayo sobre las enfermedades de la cabeza (Versuch über die Krankheiten des Kopfes) en el que ya esbozaba una reflexión en torno a las enfermedades mentales, desde la idiocia hasta la locura furiosa49. En cualquier caso, con más o con menos espacio temporal entre ambos, lo que merece la pena destacar aquí es que esa «línea de fractura» existente entre ambos pensadores en el tema que nos ocupa viene trazada por la aportación de Philippe Pinel (1745-1826). Su Traité médico-philosophique sur l’alienation mentale ou la manie (1801) se publica dos años después de la Anthropologie de Kant y supone una verdadera ruptura con la noción de locura «completa». Hegel, sin embargo, llega a leer a Pinel, comprende la trascendencia del nuevo alienismo y concibe la locura, no sólo imbricada en la propia razón, sino «abierta» a un proyecto terapéutico y, por tanto, susceptible de curación. El elogio hegeliano a Pinel no puede ser más expresivo: ———— SWAIN, G. (1977), De Kant à Hegel: deux époques de la folie, Libre, 1, 174-201, p. 174. Existe una traducción española a cargo de José Gaos en KANT, I. (1935), Antropología en sentido pragmático, Madrid, Revista de Occidente, reeditada en Madrid, Alianza, en 1991. 47 La obra tuvo sucesivas ediciones en 1827 y 1830. En castellano, véase HEGEL, G.W.F. (2000), Enciclopedia de las ciencias filosóficas, Madrid, Alianza. Original de 1817. 48 SWAIN (1977), p. 174. 49 El texto original es, como se ha indicado, de 1764. La edición consultada corresponde a K ANT, I. (1995), Ensayo sobre las enfermedades de la cabeza, Archivos de Neurobiología, 85-49-59, precedido de un estudio introductoria de BÉJAR, A., RÁBANO, A. y RIVERA, J. (1995), Kant y la locura. Presentación y comentario del Ensayo sobre las enfermedades de la cabeza, Archivos de Neurobiología, 85, 31-48. Existen dos traducciones francesas anteriores que merce la pena reseñar, la primera, presentada por M. Jalley y traducida y anotada por J.P. Lefebre, fue publicada en 1977 en L’Evolution Psychiatrique, 42, 203-230. La segunda aparece en KANT, I. (1990), Essai sur les maladies de la tête. Observation sur le sentiment du beau et du sublime, Paris, Flammarion (ambos textos del filósofo alemán traducidos y anotados por M. DavidMénard). Dos aproximaciones a la visión kantiana de la locura pueden encontrarse en DAVID-MÉNARD, M. (1990), La folie dans la raison pure (Kant lecteur de Swedenborg), Paris, J. Vrin; y PIGEAUD, J. (1992), A propos des ‘maladies de la tête’ de Kant (1764). En GOUREVITCH, D. (ed.), Maladie et maladies (histoire et conceptualization), Ginebra, Drotz. 45 46 FRENIA, Vol. X-2010, 11-28, ISSN: 1577-7200 21 RAFAEL HUERTAS «El verdadero tratamiento psíquico debe atenerse en consecuencia a esta concepción de que la locura no constituye una pérdida abstracta de la razón ni por parte de la inteligencia, ni por parte de la voluntad y de la responsabilidad, sino en un simple desvarío del espíritu, una contradicción de lo que aún restase de razón, del mismo modo que la enfermedad física no consiste en una pérdida abstracta, es decir total de la salud (esto supondría, en efecto, la muerte) sino en una contradicción de la misma. Este tratamiento humano, es decir, tan bienhechor como razonable de la locura —Pinel tiene perfecto derecho al mayor reconocimiento por todo lo que ha realizado a este respecto— supone al enfermo dotado de razón en cierto modo y encuentra con ello un punto de apoyo sólido para abordarlo por ese lado, del mismo modo que para la corporalidad lo encuentra la vitalidad que, como tal, mantiene todavía cierto grado de salud»50. Pinel se sitúa, en efecto, tal y como nos indica Gladys Swain, entre Kant y Hegel, pero su obra trasciende el ámbito filosófico. Creador de paradigmas en la encrucijada de dos épocas, hombre de la Ilustración, con un pie en el positivismo, Pinel se encuentra situado en Historia Natural, entre Linneo y Buffon o entre Cuvier y Lamarck; en matemáticas, entre Borelli y Laplace; en medicina, entre Morgagni y Magendie51. En el ámbito de la psicopatología, su elaboración es todavía algo rudimentaria y esencialmente sincrónica, pero no cabe duda que supone un cambio cualitativo fundamental en la conceptuación de la locura, hasta el punto de haber sido considerado el «fundador de la clínica», entendiendo ésta (la clínica) como «camino consciente y sistemático»52 que requiere del método analítico de Condillac, de la historia natural como modelo de investigación y de la observación hipocrática para la descripción y clasificación de enfermedades53. Sin embargo, lo que más me interesa destacar aquí es la manera en que Pinel establece una diferenciación clara entre locura —concepto social y cultural— y alienación (alienation) mental, noción mediante la cual los trastornos mentales entran de lleno en la jurisdicción del médico54. Este cambio terminológico, la sustitución de fou (loco) o insensé (insensato, carente de sentido) por aliéné (extranjero), indica una ruptura radical con las visiones pretéritas de la locura: el alienado es un extranjero de sí mismo que conserva, no obstante, un núcleo inalienable de humanidad; gracias al cual se podrá establecer algún tipo de relación «transferencial» que permita desarrollar una suerte de terapéutica: el tratamiento moral. Para Pinel, el término alienado ———— HEGEL (2000). WEINER (1999), p. 372. 52 BERCHERIE, P. (1980), Les fondements de la clinique. Histoire et structure du savoir psychiatrique, Paris, Navarin, p. 15. 53 Este neohipocratismo pineliano, ha sido explicado en PESET, J.L. (2003), La revolución hipocrática de Philippe Pinel, Asclepio 55 (1), 263-280. 54 Véase ÁLVAREZ, J.M. (2008), La invención de las enfermedades mentales, Madrid, Gredos, p. 43 y ss. También HUERTAS (2005), p. 33 y ss. 50 51 22 FRENIA, Vol. X-2010, 11-28, ISSN: 1577-7200 LOCURA Y SUBJETIVIDAD EN EL NACIMIENTO DEL ALIENISMO. RELEYENDO A GLADYS SWAIN indica «en toda su extensión las diversas lesiones del entendimiento; pero de nada servirá si no se analizan sus diversas especies y si no se las consideran separadamente para deducir de aquí las reglas de su curación, y las del gobierno interior que se ha de observar en los hospitales de locos»55. Además de una concepción unitaria de «alienación» y de la voluntad nosográfica de clasificar sus distintas variedades, resulta evidente que para Pinel, dicha alienación es «curable» a través de un tratamiento psíquico (moral), practicado en el seno de instituciones especializadas como los asilos para alienados. El nacimiento del asilo como institución terapéutica —el comienzo de la psiquiatría propiamente dicha— está, pues, íntimamente ligado a esta nueva concepción de la locura. Las diferencias aludidas entre Kant y Hegel en torno a la noción de locura son, en parte, superponibles a las existentes en la confrontación entre el metafísico Maine de Biran (1766-1824) y el alienista Antoine-Athanase Royer-Collard (1768-1815), objeto de diversos e importantes análisis por parte de autores tan significativos como Georges Canguilhen56, Jan Goldstein57, o la propia Gladys Swain58. El pensamiento psicológico de Maine de Biran se opone al sensualismo de Locke y de Condillac. Entre sus argumentos destacan elementos fundamentales, entre otros, la consideración del yo como una instancia unitaria y un «hecho primitivo» previo e independiente de los datos de los sentidos; el énfasis en la conciencia como un dominio privilegiado de experiencia interna accesible por medio de la introspección; y la asimilación del psiquismo al «esfuerzo voluntario»59, esto es, la atribución al yo de un carácter activo que subraya su eficacia causal y respeta, por así decirlo, la comprensión moral del hombre como agente libre60. ———— PINEL [1800] (1804), p. 204. Canguilhen analiza las relaciones entre Maine de Biran y los Royer-Collard (Pierre-Paul y AntoineAthanase) en un conocido opúsculo titulado « Qu’est-ce que la psychologie ? », que fue originariamente una conferencia impartida en el Collège philosophique el 18 de diciembre de 1956, siendo publicada en la Revue de Méthaphysique et de Morale (1958) y reproducida más tarde en los Cahiers pour l’Analyse (1966) y en el libro CANGUILHEN, G. (1968), Études d’histoire et d philosophie des sciences concernant les vivants et la vie, París, Vrin. La edición consultada ha sido la de 1994 (7º ed.), pp. 365-382; véase, en particular, pp. 374 y ss. 57 GOLDSTEIN (2001), pp. 258 y ss. 58 SWAIN, G. (1978), L’aliéné entre le médecin et le philosophe, Perspectives Psychiatriques, 65, 90-99. 59 Sobre el pensamiento psicológico de Maine de Biran, resulta fundamental AZOUVI, F. (1995), Maine de Biran: La science de l’homme, París, J. Vrin. Véase también GOLDSTEIN, J. (2005), The PostRevolutionary Self: Politics and psyche in France 1750-1850, Cambridge MA, Harvard University Press, pp. 156 y ss. Sobre el análisis que Goldstein hace del pensamiento de Maine de Biran y de Victor Cousin, NOVELLA (2008), pp. 275 y ss. 60 Este último punto parece haber sido especialmente relevante para Maine de Biran, quien llegó a relacionar los errores morales de su época con la epistemología sensualista y la «fragmentación horizontal» del yo. En este sentido, sus observaciones avalan de forma explícita la conocida tesis de Ch. Taylor, para quien el despliegue de la interioridad moderna debe entenderse en el marco del desarrollo histórico de la conciencia moral, es decir, como un correlato de los esfuerzos continuados del ser humano por definir y 55 56 FRENIA, Vol. X-2010, 11-28, ISSN: 1577-7200 23 RAFAEL HUERTAS No es de extrañar que, desde este marco doctrinal, la locura sea, para este autor, la «ausencia radical de sí, privación simultánea del saber de sí y del poder de sí», en definitiva, la alienación es completa, es total, o no es alienación. Dicho de otro modo, la ausencia del poder subjetivo es lo que nos permitiría hablar de alienación. A pesar de su indudable formación filosófica, las objeciones que Royer-Collard plantea a la doctrina de Maine de Biran están hechas desde la clínica. No en vano Royer-Collard debe ser considerado, después de Pinel y con Esquirol, uno de los fundadores de la escuela francesa de psiquiatría61. Merece la pena destacar, en este sentido, su labor como jefe facultativo en la Maison Nationale de Charenton, cargo al que accede en 1805 —el mismo año en que Esquirol presenta su tesis sobre Passions considérées comme causes, symptômes et moyens curatifs de l’aliénation mentale—, y donde pondrá en marcha medidas terapéuticas muy similares a las que Pinel propugnó y desarrolló en Bicêtre y en la Salpêtrière62. Desde esta perspectiva, y en coherencia con el naciente alienismo, para RoyerCollard, en la alienación las facultades mentales estarían perturbadas o trastornadas pero no anuladas. «La locura hay que concebirla» —nos explica Gladys Swain interpretando al alienista de Charenton— «no bajo el signo de la anulación subjetiva, sino bajo la contradicción, no como reducción del individuo al no-sí mismo, sino como cuestionamiento de un sí siempre activo y presente»63. Esquirol llegará mucho más lejos cuando en la entrada «Délire» del célebre Dictionnaire de Sciences médicales editado por Panckoucke, asegura que «Todas las ideas, todas las sensaciones del hombre mientras dispone de su razón, se refieren al yo. Es también el yo lo que encontramos en medio del delirio más violento, como la meta esencial y el último término del desorden de nuestras ideas»64. No cabe duda que la subjetividad del loco desempeña un papel fundamental en todo este debate. Si para el pensamiento espiritualista y antisensualista de Maine de Biran no puede haber percepción sin la intervención de la conciencia del yo, por lo que el alienado no sería nunca consciente de sí mismo, no percibiría su yo; para Royer-Collard, y para el pensamiento alienista que encarna, en la enajenación mental se suceden de manera fluctuante episodios de presencia y de ausencia de razón, de po- ———— alcanzar la virtud. TAYLOR, Ch. (1989), Sources of the Self: The making of the modern identity. Cambridge MA, Harvard University Press. 61 CANGUILHEN [1968] (1994), p. 374. 62 Ibid, p. 375. 63 SWAIN (1978), p. 95. 64 ESQUIROL, J.E.D. (1914), Délire. En Dictionnaire de sciences médicales, par une société de médecins et de chirurgiens, Paris, Panckoucke, t. III, pp. 252-259, p. 253. Un análisis reciente de las aportaciones de este autor puede encontrarse en HUERTAS, R. (2008), «Between doctrine and clinical practice: nosography and semiology in the work of Jean-Etienne-Dominique Esquirol (1772-1840)», History of Psychiatry, 19 (2), 123-140. 24 FRENIA, Vol. X-2010, 11-28, ISSN: 1577-7200 LOCURA Y SUBJETIVIDAD EN EL NACIMIENTO DEL ALIENISMO. RELEYENDO A GLADYS SWAIN sesión y de no posesión de sí mismo. En definitiva, podría afirmarse que para el primer alienismo «la alienación está en el yo». * * * Esta subjetividad de la locura es compartida por la mayoría de los autores que se han ocupado, con mayor o menos insistencia, del nacimiento del alienismo. Los desacuerdos o la diferencia de enfoques son, en ocasiones, notorios, pero pienso que el telón de fondo de la subjetividad está presente en la mayoría de los acercamientos. Donde Gauchet y Swain vieron reconocimiento e «inclusión» de los locos en la incipiente sociedad democrática, Foucault detectó exclusión y sometimiento a una serie de prácticas proto-totalitarias65, pero resulta evidente que tanto en la hipótesis terapéutica e integradora, como en la reguladora y/o excluyente, se cuenta con la subjetividad, la reflexividad, la interiorización de los pacientes. Hay que tener en cuenta que Le sujet de la folie (1977) y La practique de l’esprit humaine (1980) están encaminados a reconstruir de manera muy minuciosa el movimiento intelectual e institucional que se desarrolló en París entre 1793, fecha en que Pinel se hizo cargo de Bicêtre, y 1826, momento no solo de la muerte de Pinel sino del nombramiento de Esquirol al frente de Charenton. Esta acotación cronológica, este interés por lo que podríamos llamar el «primer alienismo», nos puede explicar tanto la naturaleza de sus investigaciones como sus objetivos últimos. Una exquisita formación médica y filosófica llevó a sus autores a analizar en profundidad la obra de Pinel y Esquirol y a discutir, de manera muy fina y documentada, algunas de las tesis de Foucault en torno a la exclusión del loco y al papel represor del asilo, entendido como una prolongación del «gran encierro»; pero en la obra de Gladys Swain pivota también no sólo una militancia social y política —distinta de la de Foucault— de orígenes trotskistas, sino también un compromiso con lo asistencial que le llevó a cuestionar la disciplina psiquiátrica (desde el interior de su propia práctica), valorando las aportaciones del movimiento antipsiquiátrico, del que siempre se mantuvo a una prudente distancia, y las del «nuevo» psicoanálisis encarnado en Jacques Lacan66. Este punto de partida me parece fundamental para entender esa especie de reivindicación del tratamiento moral, al menos en sus orígenes, como una suerte de psicoterapia que requería para su práctica una doctrina psicopatológica en el que la subjetividad del loco aparecía como crucial. Un intento, de «pensar el presente» desde el convencimiento de que «toda historia es contemporánea», lo que le acerca de nuevo a Foucault y al método genealógico. En el fondo, creo que podemos aventurar que los trabajos de Gladys Swain —en soltario o en colaboración con Marcel Gauchet— son deudores de los de Foucault, ———— 65 66 WEYMANS (2009). Sobre la importancia de Lacan en la obra de G. Swain, véase MOYN (2009). FRENIA, Vol. X-2010, 11-28, ISSN: 1577-7200 25 RAFAEL HUERTAS tanto en sus acuerdos como en sus diferencias. Por un lado, la obra de G. Swain es diferente a la de Foucault, en la medida en que describe el asilo del siglo XIX como la realización de una utopía democrática, pero se acerca al pensamiento foucaultiano cuando argumenta que la concepción de la locura, así como su representación social y cultural, se trasforma de la mano del nuevo saber alienista. Por otro lado, Swain y Gauchet siempre mostraron gran respeto por la Histoire de la folie, con la que se atrevieron a dialogar sin desautorizarla, pero también con otras obras importantes como La volonté de savoir —el primer tomo de la Histoire de la sexualité, publicado en 197667— a la que consideraron su obra «central», entre otras cosas, por su acuerdo con la positiva valoración que Foucault hacía de L’Anti-OEdipe que Gilles Deleuze y Félix Guattari habían publicado unos años antes68 Sin embargo, esta nueva concepción de locura que el primer alienismo alumbró debe entenderse en un marco mucho más amplio, el que supone la irrupción de una nueva cultura de la subjetividad. La propia G. Swain advierte que «más allá del nuevo rostro del loco, se perfila un rostro del hombre sin precedentes»69. Al retirar a la conciencia su privilegio de centro del universo psíquico se abren muchas puertas y algunos caminos pueden comenzar a transitarse. Me parece que aquí radica, en cierto modo, la actualidad de la aportación de G. Swain o, al menos, la posibilidad de retomar algunas de sus propuestas. Resulta hasta cierto punto sorprendente la escasa atención que la historiografía psiquiátrica ha prestado al proceso de constitución de la medicina mental a partir del desarrollo y la difusión de la cultura moderna en torno al yo o la subjetividad. A pesar de las sugerencias contenidas en algunos trabajos que podemos considerar clásicos, como los de Michel Foucault, Klaus Dörner70 o la propia Gladys Swain, no es hasta la década de los noventa del siglo XX, cuando podemos identificar algunas aportaciones que retoman este marco epistemológico. En el ámbito alemán, la historiadora D. Kaufmann ha mostrado cómo la nueva percepción del individuo alentada en el tránsito de los siglos XVIII a XIX por el romanticismo, el idealismo y el espiritualismo —con el énfasis en el cultivo de la interioridad y la confrontación resultante con la propia irracionalidad— condujeron a una nueva visión de la locura que, a su vez, resultó decisiva en la creación de nuevas instituciones para locos, en la consoli- ———— FOUCAULT, M. (1976), Histoire de la sexualité. La volonté de savoir, Paris, Gallimard. DELEUZE, G. y GUATTARI, L’Anti-OEdipe. Capitalisme et schizophrénie, Paris, Minuit. Sobre este particular, véase ROUDINESCO, E. (1992), Lectures de Histoire de la folie (1961-1986). En: Penser la folie. Essais sur Michel Foucault, París, Galilée. Un reciente análisis de la posición de Foucault a este respecto puede encontrarse en BASAURE, M. (2009), Foucault and the ‘Anti-Oedipus movement’: psychoanalysis as disciplinary power, History of Psychiatry, 20 (3), 340-359. 69 SWAIN (1978), p. 102. 70 DÖRNER, K. (1969), Bürger und Irre. Zur Sozialgeschichte und Wissenschaftssoziologie der Psychiatrie, Francfort, Europäische Verlagsantalt, Francfort (existe una edición en castellano en Madrid, Taurus, 1975) 67 68 26 FRENIA, Vol. X-2010, 11-28, ISSN: 1577-7200 LOCURA Y SUBJETIVIDAD EN EL NACIMIENTO DEL ALIENISMO. RELEYENDO A GLADYS SWAIN dación de un discurso científico-médico en torno a las enfermedades mentales71. En España las aportaciones de Enric Novella son pioneras en este campo y, en buena medida, están abriendo un camino importante y enormemente prometedor72. Esta reflexividad del yo propia de la modernidad ha facilitado, sin ninguna duda, la constitución cultural de la psiquiatría y los trastornos mentales73, que difícilmente hubiera podido consumarse sin el telón de fondo provisto por una cultura donde el yo ha tendido a ser comúnmente percibido como problemático y precario, y donde las fuentes del malestar han acabado siendo ubicadas y procesadas en el ámbito de la subjetividad, un mundo interior adscrito al individuo74. Recibido: 6 febrero 2010 Aceptado: 14 mayo 2010 ———— 71 KAUFMANN, D. (1995), Aufklärung, Selbsterfahrung und die «Erfindung» der Psychiatrie in Deutschland, 1770-1850. Vandenhoeck & Ruprecht, Göttingen. 72 NOVELLA, E. (en prensa), La política del yo: Ciencia psicológica y subjetividad burguesa en la España del siglo XIX. Asclepio; NOVELLA, E. (en prensa), La medicina de las pasiones en la España del siglo XIX. Dynamis; NOVELLA, E. (en prensa), Medicina, antropología y orden moral en la España del siglo XIX. Hispania. Véase también el artículo de este mismo autor en el presente número de Frenia. 73 SASS, L.A. (1992), Madness and Modernism: Insanity in the Light of Modern Art, Literature and Thought. New York, Basic Books.; LEFERINK, K. (1997), Sympathie mit der Schizophrenie: Die Moderne und ihre psychische Krankheit. En: Zaumseil, M., Leferink, K. Schizophrenie der Moderne - Modernisierung der Schizophrenie: Lebensalltag, Identität und soziale Beziehungen von psychisch Kranken in der Grossstadt. Bonn, Edition Das Narrenschiff im Psychiatrie-Verlag, pp. 27-81. 74 STAEUBLE, I. (1991), Psychological man and human subjectivity in historical perspective. History of the Human Sciences 4, 417-432. FRENIA, Vol. X-2010, 11-28, ISSN: 1577-7200 27