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Reseña Revista Affectio Societatis Vol. 12, N.° 22, enero-junio de 2015. ISSN 0123-8884 BADIOU Y LACAN: EL ANUDAMIENTO DEL SUJETO [Breve extracto] Roque Farrán. Buenos Aires: Prometeo Libros, 2014 El autor señala el punto en el cual una vida se juega en la obra. Giorgio Agamben, Profanaciones i parafraseamos el epígrafe anterior en términos badiousianos, afirmamos que el sujeto señala el punto en el cual una verdad se juega en el mundo. Pero, ¿cómo concebir precisamente el punto? Es el asunto que hemos tratado de indagar en el libro Badiou y Lacan: el anudamiento del sujeto (Buenos Aires: Prometeo, 2014), en tanto y en cuanto éste se ha desplegado en torno a una única pregunta (des)orientadora, la pregunta por el deseo de filosofía y su repuesta precipitada (en sentido material y temporal): el sujeto filosófico. S No se trata de definir a priori un concepto, cualquiera éste sea, sino de producirlo en efecto mediante una operación singular, situada históricamente, sea cual sea el autor, el 1 Reseña Revista Affectio Societatis Vol. 12, N.° 22, enero-junio de 2015. ISSN 0123-8884 conjunto de autores, o la tradición en la que se opere dicha torsión y se constituya el mentado concepto. Por ejemplo, hay una posición común que parte de la necesidad de delimitar abstractamente qué no es sujeto para que dicha categoría adquiera así, por contraposición, su especificidad. Pero, ¿y si el sujeto fuera eso que justamente resulta indiscernible a priori? Postulamos la siguiente inversión: no es que todo (hegelianamente hablando) sea sujeto, sino que no hay nada (lacanianamente hablando) que no lo sea. Ambas proposiciones, universales, parecen conducir a las mismas consecuencias idealistas, y, sin embargo, no. Situamos de este modo el problema de la distinción a priori del sujeto en las coordenadas de la lógica lacaniana del todo/notodo, circunscribiendo de alguna forma el problema de su indiscernibilidad local, histórica e inmanentemente. Así, si postulamos que todo es sujeto, necesitamos hacer funcionar una excepción (explícita o implícita) que le dé un límite a ese todo: puede que sea el ser, el no-sujeto o el objeto, poco importa. Si en cambio postulamos que no hay nada que no sea sujeto, sin excepción, no habrá límite o contorno definido, por ende no-todo lo será; lo que se sustraiga a la sujetidad en cuestión lo hará en exceso, singularmente, y lo que se inscriba correlativamente como sujeto también lo hará bajo condición de esa sustracción única (verdadera como la Idea). Se articulan de este modo lo pasivo y lo activo, en simultaneidad. No hay rasgo o cualidad a priori que defina estáticamente qué es un sujeto. Con ello apostamos a que hay apuestas subjetivas singulares, en cualquier lugar y nivel, en la forma de producir conceptos e intervenciones al de-suponer un Sujeto Supuesto Saber (sea éste sustancial, mítico, lógico o pragmático). El ser es la causa externa y el sujeto no es más que esa operación literal histórica (casi cómica) que hace saltar la x trascendental, produciéndose así como efecto —de— la causa eterna inmanente. Esta última afirmación no tiene nada de teológica, al menos para quien se halle en formación continua, pues estamos hablando de la eternidad e indestructibilidad del deseo (Freud) como causa inmanente (Spinoza); que el analista haga semblante de lo que causa deseo y que, si todo sale bien, al final de la partida sea destituido como resto de la operación analítica, no implica que se deba desentender de la ontología, la filosofía, ni mucho menos de otros procedimientos de verdad que no pasan por su dispositivo, sobre todo el político (y si no, ¿cómo circunscribiría su especificidad?). En el caso de nuestro propio trabajo, hemos tratado de mostrar la composición del sujeto en tres movimientos que se solicitan mutuamente. En primer lugar, era clave mostrar, con Lacan, cómo el sujeto se hallaba descentrado por lo real de su causa (trauma, impasse, goce o resto); luego, mostrar con Badiou cómo dicho concepto se hallaba en exceso respecto de aquéllas sobredeterminaciones libidinales, desplazándolas más allá de lo familiar-neurótico y del principio del placer al encausar su causa (invención artística, política, científica, amorosa) en torno a un goce singular; para arribar así, por último, a la composibilidad del sujeto que requiere nuestra época: anudamiento de múltiples causas (y afectos), encausadas a su modo, heterogéneas pero dispuestas a pensarse conjuntamente, por partes. 2 Reseña Revista Affectio Societatis Vol. 12, N.° 22, enero-junio de 2015. ISSN 0123-8884 Si lo que descompleta el saber es una verdad singular, lo que descompleta el saber de ese saber (o sea: el metasaber reflexivo) son las múltiples verdades pensadas en simultáneo. Con esto queremos decir que, si los procedimientos genéricos de verdad (arte, ciencia, amor, política) se sustraen a los saberes que les atañen, la filosofía debe efectuar una doble sustracción a fin de no quedar suturada ni a un saber total ni a un saber particular. Esa verdad filosófica tan simple, lo suficientemente vacía como para captar las verdades, configura un tiempo único (singular-universal) que no obstante resulta muy difícil de transmitir; basta ver a los más atentos lectores de Badiou debatirse en sus diversas suturas1 sobre qué verdaderamente, ¡en verdad!, marca el tiempo: política, matemática, etc. Y por eso mismo hay que tener en cuenta o producir la diferencia entre único y Uno. Badiou nos orienta en dicho sentido al mostrar lo único como conjunto vacío, pero la singularidad genérica de un tiempo único, circunscrito filosóficamente, requiere exceder la ontología matemática estricta hacia los múltiples procedimientos y sujetos de verdad; y la estructura que permite pensar la singularidad, sin dominancia de ninguno de sus componentes, es la del nudo borromeo. Aquí, por extraña que resulte esta torsión, nuestra guía histórica ha sido Foucault y su ontología crítica del presente (o parrhesía filosófica). El maestro francés decía en El coraje de la verdad (2010) que según cómo se articulen/desarticulen el ethos, la politeia y la aletheia en la historia del pensamiento occidental, encontraremos distintas posiciones filosóficas: 1) la sabiduría filosófica, que quiere hacer de estas tres dimensiones una sola, fundada en un mítico origen (o fundamento); 2) la profecía filosófica, que quiere también hacer de ellas una, pero vinculada más bien al porvenir (de una ilusión); 3) la técnica filosófica, que, en cambio, las quiere separadas entre sí, heterogéneas y cada una por su lado; 4) la parrhesía filosófica, por último, que las anuda sosteniendo en interrogación incesante su mutua irreductibilidad. Este es el coraje de la verdad. La ontología crítica del presente, tal como la expone en ¿Qué es la Ilustración? (Foucault, 1996), se ejercita interrogando entonces, simultáneamente: el polo discursivo del poder a través del saber y la ética; el polo discursivo del saber a través de la ética y el poder; y la ética a través del poder y el saber. Claro que luego Foucault desbarranca, a nuestro modo de ver, al menos en El coraje de la verdad, por querer hacer de ese nudo la encarnación de uno propio, es decir, uno que reúna dichas tensiones en el propio cuerpo del filósofo: el cínico por excelencia. Para nosotros, en cambio, el nudo entre politeia, ethos y aletheia no puede ser propio, sino impropio, es decir, tejido de diversos hilos discursivos que el filósofo no puede encarnar en sí 1 Lo paradójico de un pensamiento tan complejo y rico como el que nos ofrece Badiou es que, por la misma razón que habilita múltiples conexiones entre procedimientos heterogéneos como los son el arte, la ciencia, la política y el amor (incluidos sus comentarios filosóficos o teóricos más sofisticados), es susceptible de dejar insatisfechos de profundización a los que estiman en las sutilezas y detalles del ámbito que privilegian la clave de inteligibilidad de todo (época, tiempo, historia, etc.); pero, justamente, si hay una contribución transversal al pensamiento de la época, que nos lega este gran filósofo, es cómo sostiene la irreductibilidad de los ámbitos de pensamiento y a la vez su composibilidad, lo cual requiere tanto de una atención flotante respecto de cada nueva singularidad emergente, como de una incesante producción conceptual que la piense sin otorgarle ningún privilegio en la inteligibilidad común. 3 Reseña Revista Affectio Societatis Vol. 12, N.° 22, enero-junio de 2015. ISSN 0123-8884 mismo, sólo transitar y composibilitar a partir de múltiples operadores conceptuales y corpus textuales. Hablamos en nombre propio, asumiendo la primera persona del plural, para proponer nada menos que el concepto de sujeto que, pensamos, exige nuestra época. Pues, de un tiempo a esta parte, es éste el concepto que define la intervención filosófica enterada de lo que ocurre: lo actual y su crítica. Hoy, el concepto de sujeto se trama indefectiblemente en el medio de dispositivos de poder, de saber, de cuidado (o procedimientos de verdad, como los llama Badiou) irreductibles entre sí pero en constante yuxtaposición y atravesamiento recíprocos. No se trata de una categoría a priori, ni trascendental ni histórica. O bien: el sujeto es a la vez cuasi-trascendental e histórico en tanto no se reduce a lo que hay y, en cualquier caso, en lugar de ser una condición de posibilidad señala más bien las múltiples condiciones de com-posibilidad y su anudamiento estrictamente solidario. El concepto de sujeto, a la altura de las condiciones de nuestra época, opera desactivando los mecanismos de sutura y homogeneización que tendencialmente desarrolla todo dispositivo. En tanto se rige por la lógica del no-todo, el sujeto abraza sin reservas la ley que articula diferentes dispositivos, sin que ninguno de ellos prime en su composición heteróclita. Eso le permite interrogar uno a través de los otros y mostrar así la imposibilidad del efecto de totalización imaginaria, no obstante su articulación parcial en puntos de cruce alternados, lo que define en acto su impropia composición. Lo primero sobre lo que quisiéramos regresar, entonces, es la idea o el concepto más amplio que despliega el libro, para recién luego volver a considerar detenidamente, parte a parte, y de manera intensiva, cómo tomó cuerpo en su devenir histórico signado por la escritura. Nuestra idea básica era dar cuenta de un desplazamiento en el punto de interés que podía suscitar la filosofía de Badiou considerada en su conjunto complejo, y de cómo éste era solidario de las últimas formulaciones lacanianas en torno al nudo borromeo, al tiempo que arrojaba también alguna luz sobre la índole filosófica de éstas últimas. En primer lugar, la novedad del planteo filosófico badiousiano no se sitúa para nosotros en la tesis polémica que identifica directamente la ontología con las matemáticas; ni siquiera en los conceptos de acontecimiento o de múltiple genérico que, no obstante, resultan claves en El ser y el acontecimiento; como tampoco en el concepto de aparecer o ser-ahí que despliega luego en Lógicas de los mundos; la novedad, afirmamos, se puede entrever en aquello menos desarrollado explícitamente por el propio Badiou y que se encuentra en juego, expuesto a sobrevuelo, en sus elaboraciones respecto a la tarea concreta de la filosofía, bajo la noción de composibilidad. El movimiento efectuado en torno al concepto de sujeto en Lacan, si bien de algún modo resulta análogo, no es simétrico y, por ende, aparece desarrollado de manera un tanto más sutil. Retomamos tres lecturas rigurosas que acentúan distintos momentos de la enseñanza de Lacan en su conjunto (Ogilvie, Le Gaufey, Milner), y tratamos a su vez de excederlas para mostrar una ontologización del sujeto (vinculada a las tres 4 Reseña Revista Affectio Societatis Vol. 12, N.° 22, enero-junio de 2015. ISSN 0123-8884 suposiciones que menciona Milner en Los nombres indistintos: “hay”, “hay uno”, “hay semejante”) que no se reduce a lo estructural-simbólico y que nos permite retornar a la filosofía a partir del nudo borromeo de real, simbólico e imaginario. Es decir, en definitiva, mostrar un concepto de sujeto que excede el dispositivo clínico psicoanalítico y los significantes ligados a la lengua materna (lalangue). En ambos casos, afirmamos, Badiou y Lacan tratan de pensar el sujeto como operación de composición compleja que se da entre múltiples impasses, bifurcaciones, fallas y aporías; suscitadas, a su vez, entre distintos niveles discursivos, prácticas, dispositivos e incluso temporalidades. El sujeto no es algo obvio ni evidente, no se encuentra allí donde se lo busca, sin por ello remitir a una instancia mítica o mística con las cuales bien podría ser confundido en una lengua demasiado poetizante. Por eso, un objetivo pretencioso (como se suele decir en ámbitos académicos) del libro sería: brindar un marco conceptual de referencia que oriente la diversidad de prácticas en la actualidad, cualquiera éstas sean (científicas, políticas, artísticas, amorosas); allí donde el sujeto, individual o colectivo, encuentre su articulación imprevista en la suspensión de las múltiples determinaciones, estructurales o situacionales, que lo constituyen; ni pura dominación (o actividad) ni pura subordinación (o pasividad), sino más bien impura sobredeterminación e interrupción mutua de cada una de ellas por las otras (actividad, pasividad y neutralidad combinadas). En tanto no hay saber último, ni metaestructura, ni fórmula secreta, ni clave de inteligibilidad de todo, hay que pensar en cambio en el justo y singular medio en que nos constituimos, cada quien contingentemente según vicisitudes pulsionales e históricas a la vez que políticas. La idea principal del libro habrá sido, entonces, presentar el concepto de sujeto de manera dinámica (no estática o definitiva) en desplazamientos sucesivos, anticipativos, retroactivos y alternados por variadas dimensiones de análisis, dispositivos, conceptos y autores próximos entre sí. Y su efecto residual se puede condensar en la siguiente proposición: La ley del sujeto es la alternancia expuesta ejemplarmente en el anudamiento borromeo, cuya rigurosidad proviene del ordenamiento solidario de sus componentes (conceptos y dispositivos). El sujeto no es sólo la hiancia o falta en la estructura (Lacan), ni es sólo una configuración local finita de un procedimiento genérico de verdad (Badiou); es una operación de anudamiento complejo y solidario que puede ocurrir en cualquier lugar y tiempo en que se encuentren y compongan al menos tres registros heterogéneos. Escritura de lo múltiple o escritura múltiple, a través de la composibilidad, junto a Badiou; indagación de la escritura o la letra, a través del nudo borromeo, junto a Lacan. Ontología y política constituyen, a grandes trazos, los dos polos que tensan el campo de pensamiento señalado, y entre ellos circula la filosofía desplazando las tensiones y reformulando las problemáticas de los heterogéneos dispositivos que lo componen: psicoanálisis, política, ciencia, arte. Al situar el movimiento real de composición del libro, o sea, el devenir mismo de las indagaciones efectuadas entre diversas lecturas y escrituras, deberíamos mencionar tres grandes partes que, a su vez, implican tres 5 Reseña Revista Affectio Societatis Vol. 12, N.° 22, enero-junio de 2015. ISSN 0123-8884 grandes momentos: 1) Las primeras recepciones críticas del pensamiento de Badiou, en clave ontológico-política, provenientes de autores cercanos al mismo como Laclau, Žižek, Milner o Deleuze, a partir de cuyos comentarios examinamos la importancia relativa que tenía el dispositivo ontológico-matemático —sobre todo el comentario filosófico o metaontológico del mismo— en su sistema, y los malentendidos que generaba el no tenerlo en cuenta (también a la hora de circunscribir el real lacaniano); tal era el caso de quienes se situaban demasiado en el giro lingüístico. 2) La apertura hacia otros conceptos políticos afines, como los de “ciudadano”, “ley” o “estado”, que permitieron, en el tratamiento de sus equivocidades, aporías y desplazamientos, situar la complejidad del concepto de sujeto lejos de cualquier simple homonimia o reducción semántica a un sentido último; lo cual también posibilitó desarrollar el mentado concepto escindiendo el círculo cerrado de referencia a los dos autores estudiados; es decir que aquí acentuamos estratégicamente las convergencias y proximidades operacionales —pese a las diferencias terminológicas y/o personales— entre los autores posfundacionalistas. 3) Luego de haber remarcado la importancia del dispositivo ontológico y de los conceptos políticos, desarrollamos la complejidad del concepto de sujeto propiamente dicho, en múltiples dispositivos, niveles discursivos y temporalidades; así se tornó posible situar la singularidad del mismo entre anudamientos heterogéneos: el concepto de sujeto en sentido amplio, su explicitación como operación filosófica o psicoanalítica, teórica o de transmisión. La presentación del concepto de sujeto, en sentido amplio, implicó sostener cierta tensión y diferencia entre la perspectiva de la historia conceptual y la perspectiva filosófico-política; pues, mientras la primera pareciera bordear a veces la exterioridad y neutralidad valorativas, la segunda interviene efectivamente a partir de la invención de conceptos, la formulación de tesis y decisiones de pensamiento. Si bien esto es cierto, ambas perspectivas convergen en la consideración compleja y anudada del concepto: sobredeterminado por múltiples niveles discursivos y no siempre ubicable por la mera homonimia o la referencia a un contexto situado cronológicamente. Por eso nuestra intervención no se limitó a indagar sólo aquellos lugares explícitos donde los autores hablan del sujeto (y lo tematizan hasta casi objetivarlo), sino en tomar también sus propias intervenciones como operaciones subjetivas en acto, en implicación y consonancia con los distintos temas abordados, pues consideramos que el concepto de sujeto que ellos formulan asimismo lo exige (torsión reflexiva que realizamos en la mayoría de los capítulos). Además, en cuanto a la temporalidad aludida, los diferentes momentos presentan anticipaciones y retroacciones, por lo tanto hay zonas de solapamiento, atravesamiento y mutua implicación entre las partes señaladas. Quizás una posible clave de lectura del presente trabajo se encuentre en el breve apartado en el que expusimos una lógica de múltiples interrupciones (una “danza de interrupciones”, le hemos llamado) para dar cuenta de la especificidad de la operación filosófica. Pues no se trata de otra cosa: el sujeto es, en efecto, un conjunto de interrupciones, de cruces y solapamientos interdiscursivos que no se reducen a la mera negatividad (reabsorbida finalmente en un medio homogéneo) en tanto constituyen un 6 Reseña Revista Affectio Societatis Vol. 12, N.° 22, enero-junio de 2015. ISSN 0123-8884 entramado heterogéneo de articulaciones solidarias; allí donde se encuentra un impasse discursivo, una aporía irresoluble, una detención o una falla, otro discurso, otra praxis, encuentra el relevo y reenvía hacia nuevas formulaciones; los conceptos funcionan así como puentes contingentes, precarios, elaborados teniendo en cuenta dichas heterogeneidades irreductibles, producidos, además, entre ellas; de eso se trata la composibilidad filosófica, en ruptura con el solipsismo o la homogeneización a la que tiende espontáneamente todo discurso. La forma más rigurosa y simple de pensar esta complejidad la hemos hallado en el nudo borromeo lacaniano. En Badiou, la articulación borromea se juega en distintos niveles de complejidad (lo mostramos, sobre todo, en los últimos cuatro capítulos). Primero, como dice en la Introducción de El ser y el acontecimiento, respecto a la función mediadoraarticuladora-composibilitante que cumple la filosofía entre la ontología matemática y los procedimientos de verdad. Luego, en el modo de organizar las meditaciones y capítulos en sus dos obras principales, El ser y el acontecimiento y Lógicas de los mundos: i) meditaciones o capítulos textuales, ii) conceptuales y iii) formales. También en Manifiesto por la filosofía y Condiciones, donde habla de la filosofía como un nudo de condiciones no filosóficas. Por último, en general, en el modo mismo de componer los conceptos filosóficos nutridos de operaciones provenientes de los distintos procedimientos genéricos de verdad (matemas, poemas, tesis, declaraciones, etc.). Así mismo, mostramos que dicho anudamiento solidario se juega también entre diferentes conceptos, estratos discursivos (ontológico, ideológico, acontecimental) y entre las temporalidades relativas a ellos. Hemos pensado el concepto de sujeto en sentido propiamente filosófico, pese a que Badiou sostiene que, sensu stricto, sólo hay sujeto artístico, político, científico o amoroso; por la simple razón de que nuestra tesis versa sobre el concepto de sujeto, entramado complejo de diversos dispositivos, y no sobre lo real del sujeto en cada procedimiento singular. Es cierto, entonces, que, en tanto se remita únicamente a lo real de los procedimientos genéricos de verdad, sólo puede haber —en consecuencia— sujetos cualificados. No obstante, la operación filosófica de composibilidad entre dichos procedimientos no deja de suponer un sujeto suplementario —por más contingente y precario que sea— que los excede y un cuerpo material que lo porta —por más sutil que se considere su materia. Se trata de otro real el que se halla en juego en la praxis filosófica, como problematizamos a lo largo del libro2. En el mismo sentido, hemos tratado de mostrar que el concepto de sujeto lacaniano excede el dispositivo propiamente clínico y lo real de las pulsiones allí en juego en torno a lalangue, no sólo por la compatibilidad de las formulaciones psicoanalíticas con las filosóficas y/o políticas, sino porque el concepto mismo exige, para su captación rigurosa, el desplazamiento y recorrido transversal por diversos dispositivos de pensamiento, tal 2 Como anuncia Badiou, en una entrevista reciente, de ello tratará también el tercer tomo de El ser y el acontecimiento: La inmanencia de las verdades, del punto real irreductible donde el filósofo toca subjetivamente la verdad (Badiou; Tarby, 2013: 158-159). 7 Reseña Revista Affectio Societatis Vol. 12, N.° 22, enero-junio de 2015. ISSN 0123-8884 como lo mostró Lacan incansablemente al recurrir a obras literarias, figuras topológicas, ejemplos numéricos y demás. Puede resultar un tanto obvio decir a esta altura que la presente investigación no se dirigió a elucidar cuestiones puramente técnicas, por caso: matemáticas y/o psicoanalíticas, sino a captar la especificidad misma de la operación filosófica a través de un concepto electivo: el concepto de sujeto. Una suerte de composición musical polifónica en la que intervienen múltiples registros y hace cuerpo (en) un tejido complejo de diferentes corpus discursivos. Lacan y Badiou: ambos conciben la operación psicoanalítica o filosófica, respectivamente, como un giro discursivo riguroso que localiza la imposibilidad en cada discurso; o, lo que resulta análogo, un circular transversal entre diferentes discursos que trata de composibilitarlos a través de conceptos. Por eso el recurso al arte, la política o la ciencia no busca establecer áreas regionales de pensamiento subordinadas bajo la égida de un saber absoluto, sino mostrar allí mismo lo que se juega de invención irreductible ante la imposibilidad situada o el impasse señalado. También podríamos definir la presente investigación a partir de lo que ésta no ha pretendido ser y, por ende, no es, tal como hace Badiou en el capítulo de El ser y el acontecimiento que lleva por título “Teoría del sujeto”; y con la ayuda de esta delimitación externa, puramente negativa, entrar con paso justo en lo que la singulariza. Así, podríamos decir que nuestro trabajo no es histórico-conceptual, ni ontológicoepistemológico, ni teórico-político en sentido estricto. Si bien estas dimensiones no son simplemente externas a él puesto que están, de algún modo —y para utilizar un sintagma que aparece en el libro—, “incluidas externamente” a partir de elementos sustitutivos de su presencia plena; son sus bordes constitutivos (elementos que hacen las veces de representantes o lugartenientes de una función imposible). En primer lugar, es cierto que podríamos haber hecho una reconstrucción historiográfica más amplia de ciertos conceptos clave. Por supuesto, toda reconstrucción histórica es valorable en sí misma. Intentamos brindar algunas coordenadas generales, sobre todo en la “Introducción”, en relación al concepto de sujeto y los debates suscitados en torno al mismo, que es lo que verdaderamente importaba. En cambio, no consideramos necesario hacerlo respecto a otros conceptos relacionados como los de acontecimiento, verdad, ley, estructura o estado, porque el trabajo se hubiera extendido innecesariamente. No obstante, introdujimos dichos conceptos a través de discusiones puntuales con otros autores y formulaciones teórico-prácticas (Althusser, Foucault, Agamben, Rancière, Nancy, Laclau, Žižek) para no quedar encerrados en una formulación demasiado endogámica, o una especie de solipsismo a dos voces. Digamos que la historicidad de los conceptos la asumimos en acto, pues buscamos intervenir en los debates actuales desde una perspectiva estrictamente filosófica y no históricointelectual. Marcamos una diferencia con la historia conceptual desde el principio, como ya dijimos, para acentuar la necesidad de una intervención efectiva en el campo filosófico, la cual consiste nada menos que en proponer nuevos conceptos —o bien 8 Reseña Revista Affectio Societatis Vol. 12, N.° 22, enero-junio de 2015. ISSN 0123-8884 modulaciones conceptuales— que excedan el mero estudio de su emergencia y/o condiciones de posibilidad. Por eso, más allá de la “Introducción” no hay extensas referencias históricas de los conceptos sino, más bien, breves historizaciones puestas en acto en función de exigencias conceptuales específicas, localizadas en el seno de los debates contemporáneos que remiten, la mayor parte de las veces, a problemáticas planteadas ya en los 60. En segundo lugar, la discusión que se plantea relevante para el desarrollo del concepto de sujeto no es directamente ontológica ni matemática stricto sensu, pues la localización de dicho concepto, en la doble dimensión aludida, no exigió entrar en debates con autores de otras tradiciones (otras ontologías, otras epistemologías) con las cuales no existen siquiera mínimos presupuestos compartidos para que ello tenga algún sentido (más que la mera discusión de principios); por eso elegimos confrontar con autores que si bien tienen planteos muy diferentes entre sí, e incluso antagónicos, comparten al menos ciertos presupuestos básicos que hacen posible justamente tal confrontación de manera productiva para la formación y/o elucidación crítica del concepto. La mención recurrente a la ontología matemática badiousiana, en los primeros capítulos, intenta despejar los malentendidos suscitados entre autores cuyas formulaciones pueden confrontarse desde un punto de vista filosófico-político; para ello mostramos las principales tesis, operaciones y valoraciones generales a partir de las cuales Badiou sostiene la pertinencia del dispositivo ontológico-matemático, pero excediendo lo estrictamente técnico hacia la misma lógica de constitución del concepto filosófico; por ende, en este nivel de intervención apenas si fue necesario mostrar —por ejemplo, a través de la diferencia entre pertenencia e inclusión en teoría de conjuntos— cómo se despejan de manera novedosa aporías conceptuales que parecen irresolubles o confusas desde abordajes más centrados en lo lingüístico o retórico. La relevancia de este recurso no puede ser evaluada a priori, o según valoraciones ajenas a las problemáticas filosóficas indagadas; por eso, la discusión epistemológica sobre las matemáticas cedió su lugar desde un primer momento a la filosófico-política, y a su uso productivo en este campo, sobre todo a partir de las consecuencias de estas formulaciones y no de discusiones de principio. Además, hay que remarcar que Badiou no niega el carácter fragmentario y la lectura sintomal que hace de las matemáticas — hasta puede ser considerado “trivial” en cierto sentido—, basada en los impasses y crisis de esta ciencia más que en sus logros positivos u objetivaciones; esto está señalado sobre todo a nivel histórico por él mismo, en la Introducción de El ser y el acontecimiento, en el entrecruzamiento que hace de las tres tradiciones de las que se nutre su intervención (Heidegger, los dispositivos analíticos anglosajones, las elaboraciones marxistas y freudianas). Por nuestra parte, lo intentamos mostrar a través de las múltiples dimensiones del concepto, movimientos de estratificación y desestratificación discursiva, composibilidad de procedimientos, etc. Digamos que hemos buscado mostrar la especificidad del concepto filosófico oscilando entre la subvaloración y la sobrevaloración del dispositivo ontológico. Pues sostenemos que el concepto no se capta sólo desde una demostración técnica rigurosa, desplegada en un 9 Reseña Revista Affectio Societatis Vol. 12, N.° 22, enero-junio de 2015. ISSN 0123-8884 orden de razones homogéneo, ni tampoco sólo desde una intuición poética expresiva, aprehendida en la construcción de una bella frase; sino en la composición efectuada entre esas heterogéneas discursividades, que solicitan mutuas interrupciones, múltiples razones y afectos; y que, además, siempre son parciales, por ende no conducen a ningún fin último o totalización de sentido. Hay más bien un efecto suplementario de sentido que se encuentra y se pierde; el concepto filosófico nunca lo domina ni lo tiene asegurado de antemano, y eso hace a la historicidad del mismo, a su incesante recomienzo: historicidad sujeta a la variación de los procedimientos genéricos de verdad. Entonces, hay que entender que Badiou no recurre a las matemáticas para darle una apariencia de objetividad o precisión a sus planteos, pues, si bien resalta la univocidad de la letra matemática, también indica la necesidad de interrumpir e incidir sobre “la oscura violencia del matema” a partir del comentario filosófico que hace intervenir otras voces: poéticas, políticas, amorosas. La rigurosidad filosófica se trama así en la composición alternada de esas múltiples voces y escrituras, no en el mero encadenamiento deductivo. Por lo tanto, admitiendo que las demostraciones matemáticas, al modo badiousiano, les puedan parecer algo triviales a los practicantes normales de esta ciencia —cuestión que el mismo Badiou comenta en la Introducción de El ser y el acontecimiento—, para nosotros la rigurosidad del concepto filosófico excede lo exclusivamente matemático. Incluso se podría coincidir en que todo el uso de los axiomas y teoremas es estrictamente metafórico, ya que Badiou asume desde el vamos el giro lingüístico y sus tesis metaontológicas se asientan en la historicidad discursiva de las matemáticas; además, él afirma que la filosofía compone en realidad “ficciones de saber”. Por tal motivo, transformaríamos la pregunta que indaga por la relevancia o trivialidad de los recursos —no sólo matemáticos sino también poéticos, políticos o psicoanalíticos, que componen el concepto filosófico— utilizando una respuesta joyceana que hace notar la topología implícita en lo tri-vial. Ante un cuestionamiento que le hacen acerca de que sus juegos de palabras serían triviales, Joyce responde que sí, efectivamente, su escritura es trivial, y a veces incluso es cuadrivial. Esta respuesta no sólo es ingeniosa sino que permite cifrar la rigurosidad del concepto. Así podemos captar que el problema del sentido no se dirime sólo al considerar una dirección única, un término clave, un significado trascendente, o el encadenamiento del antecedente y el consecuente, sino que hay un modo de concebir el sentido más literal, si se quiere, que afecta múltiples vías, y el asunto (sujet) se dirime entonces en el cruce electivo-efectivo —material— entre esas vías. La potencia de la composición filosófica del concepto abona en ese sentido topológico del sentido (escritura de lo múltiple). En tercer lugar, nuestra indagación no es estrictamente teórico-política, porque intenta sostenerse en el elemento conceptual que le brinda lo que Althusser denominaba una “práctica teórica”. Esto es, en el sentido de que puede concebirse como cierta politización producida en el campo de la teoría, pero no como una mera aplicación externa, sea subordinada o prescriptiva respecto de la política concreta (lo tratamos en 10 Reseña Revista Affectio Societatis Vol. 12, N.° 22, enero-junio de 2015. ISSN 0123-8884 relación al concepto de ciudadano, la democracia, el estado o la idea de comunismo); por eso mencionamos cierta “politicidad” de la práctica filosófica o incluso postulamos el término “transpolítica”. Es más, diríamos que hay un correlato directo entre la práctica filosófica y la práctica política, que no supone su necesaria identidad. En ambos casos se trata de componer un cuerpo complejo de múltiples y heterogéneas partes donde sus mutuas irreductibilidades, debidas a la historización incesante de sus procedimientos genéricos, no obstante encuentren sitios de cruce y transferencia: producción conjunta de nuevas posibilidades que no se hallen subordinadas bajo ningún fin abstracto o efecto totalizante, sino por la necesidad que surge del mismo encuentro solidario y anudamiento entre partes. Si bien intentamos mostrar que la especificidad de la intervención filosófica se abstiene de inducir modelos políticos concretos, creemos que es posible ponerse bajo condición de los procesos políticos en curso para pensar su novedad, y ahí se pueden poner a prueba los conceptos filosóficos por su posibilidad articulatoria o composibilitante más que por una verdad lógica ostentada a priori. Las nociones de “aplicabilidad” y de “modelo” no serían pertinentes en este tipo de intervención y producción conceptual, pues no se trata aquí de una indagación de índole puramente gnoseológica sino de una crítica ideológica —o una ontología crítica de nosotros mismos—: Badiou no distingue, como sí hacía su maestro Althusser, entre conocimiento científico e ideología, sino que desde el interior de la ideología contemporánea (que implica valoraciones respecto a la ciencia, la política, el arte y demás) trabaja para mostrar su inconsistencia e incompletitud, a través de la afirmación de verdades que exceden el saber y el lenguaje dominantes. En el prefacio de la nueva edición de El concepto de modelo (1968), por ejemplo, Badiou mostraba la diferencia en el uso de las matemáticas de aquélla época althusseriana y la de ahora: “el pasaje del materialismo estructural [ligado sólo a la letra y la demostración lógica] al materialismo ontológico [ligado a la decisión axiomática] se hace cuando se abandona la epistemología dialéctica de Althusser [donde la ciencia se produce por ruptura con la ideología] por la tesis filosófica que constituye el esqueleto de El ser y el acontecimiento: las matemáticas son la ontología. Esta tesis termina con el abordaje epistemológico, o cognitivo, de las matemáticas y, más generalmente, con todo lo que podría parecerse a una filosofía de las matemáticas.” (Badiou, 2009: 26). Incluso, dice ahora, “busco captar la potencia matemática al servicio de un desarrollo conceptual que podría prescindir de esta captación”. Podríamos decir que la nueva posición filosófica de Badiou, respecto al uso de las matemáticas, se esclarece en la siguiente máxima: haz de manera tal que tu concepto pueda prescindir de lo matemático; a lo que cabría agregar lacanianamente: a condición de servirte de él (expresión que, en Lacan, alude al Nombre-del-Padre y que resulta elocuente si consideramos que Badiou aprendió y ejercitó las matemáticas a través de su propio padre). Por lo tanto, la matemática ya no es un “ideal” —como en Lacan a la altura de Aun—, sino que “hoy la matemática es citada, como lo son los poemas, las novelas, las secuencias políticas o las experiencias amorosas, mientras que en 1968 era destinada” (Ibíd.: 31-32). 11 Reseña Revista Affectio Societatis Vol. 12, N.° 22, enero-junio de 2015. ISSN 0123-8884 En fin, no hemos tratado de superar nada ni de hacer el juego a la competencia de mercado y a la teleología del progreso, sino de mostrar qué elaboraciones teóricas son más complejas y composibilitantes de múltiples procesos de pensamiento y praxis. Pues, a partir de aquí, se abren otros modos de pensar las instituciones, el gobierno, el estado; modos abiertos que permitan la producción de nuevas subjetividades, sin reduccionismos ni subordinaciones a las reglas de mercado y a las competencias establecidas. Metodológicamente, no se trató de aplicar un modelo sino más bien de formular un ejemplo, paradigma o signatura —en el sentido que les da Agamben— a partir del concepto de sujeto, para hacer inteligible el conjunto de conceptos y dispositivos que constituyen el pensamiento de ambos autores. Para eso fue necesario desconectar el concepto de la serie de la cual forma parte en su uso común o habitual, o sea su aplicación, a fin de exponer los modos específicos de su operación implícita. Es decir, encontrar el concepto allí donde no se lo espera, desaplicarlo y desnaturalizar su funcionamiento al mostrar sus mismas modalidades de operación. Por eso tampoco nos enfocamos demasiado en las objeciones que le dirigía Badiou a Lacan (ya que éste tampoco podría responder) sino a través de otras recepciones de las mismas y de derivas críticas actuales —como las de Bosteels— que le dan un giro político. El cuestionamiento clásico de Badiou a Lacan (¿dónde se coloca el vacío?) no sólo está aclarado en un apartado específico, sino que es trabajado en extensión en toda la tesis al tratar de mostrar que el concepto de sujeto lacaniano, sobre todo en sus últimos seminarios, excede incluso el dispositivo clínico. En definitiva, para captar la especificidad de la intervención del libro comentado no basta sólo con entender el concepto de sujeto formulado entre los conceptos de estructura y acontecimiento, o entre las referencias más o menos exhaustivas a Badiou y a Lacan, sino también, y fundamentalmente, la articulación compleja que los excede y que vincula el anudamiento borromeo y la composibilidad a través de múltiples conceptos, dispositivos, ontologías y de otros autores contemporáneos de los que nos hemos servido para producir dicha intervención. Si no es así, se puede creer que con explicar exclusivamente el recurso matemático en Badiou, por un lado, o la historización del acontecimiento o la verdad, por otro, se daría cuenta del concepto de sujeto estudiado. Y aun así, ambas cuestiones no son desestimadas sino abordadas singularmente en discusiones actuales con autores electivos, abordajes que descentramos a partir de las críticas a las “suturas” bien ontológicas o bien políticas y del énfasis puesto, en cambio, en el anudamiento simultáneo de dispositivos a través de la composibilidad. 12