Líneas de investigación del Seminario de Lexicografía Hispánica
Investigaciones léxicas. Estados, temas y rudimentos
MARÍA ÁGUEDA MORENO MORENO
MARTA TORRES MARTÍNEZ
(coords.)
OCTAEDRO
Colección Universidad
Título: Investigaciones léxicas. Estados, temas y rudimentos. Líneas de investigación del Seminario
de Lexicografía Hispánica
La publicación de este libro ha sido financiada por el Vicerrectorado de Investigación de la Universidad de Jaén
a través de su programa de ayudas del Plan Propio de Investigación.
Colabora
Seminario de Lexicografía Hispánica (HUM922)
Equipo de investigación HUM04_2019
Primera edición: abril de 2021
© Autores)
© De esta edición:
Ediciones OCTAEDRO, S.L.
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Tel.: 93 246 40 02
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de los titulares propietarios del copyright.
ISBN: 978-84-18615-97-9
Producción: Octaedro Editorial
Publicación en Open Access - Acceso abierto.
Índice
Prólogo . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . .
aguilar ruiz, Manuel José
Fijación sintagmática y valor funcional de los “préstamos fraseológicos” en locuciones
españolas: hacia una caracterización global . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . .
aguilar ruiz, Manuel José
Incorporaciones léxicas del caló insertas en locuciones españolas . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . .
Bran, răzvan
Las metaforizaciones conceptuales del Coronavirus en el lenguaje periodístico español
y rumano . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . .
CaBallero artigas, HéCtor leví
Entre boquis y cacos: análisis lexicográfico de la jerga carcelaria . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . .
Cantero romero, m.ª viCtoria
Propuesta de definición de un vocabulario esencial del español para sinohablantes . . . . . . . .
Cantillo nieves, m.ª teresa
Verbos derivados en el vocabulario renacentista de la metalurgia y la minería . . . . . . . . . . . .
Carmona Centeno, DaviD
El complejo proceso de asentamiento del helenismo atleta en el español y las entradas
del término en los diccionarios de la época como reflejo . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . .
CarrasCosa Cañego, DaviD
Fuentes lexicográficas y primeras documentaciones léxicas del español del diccionario
de la Bibliotheca Hispanica (1591) de Richard Perceval . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . .
CHávez FajarDo, soleDaD
De lexicología histórica o más preámbulos para volver con Corominas
y la indianorrománica . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . .
Cotelo garCía, rosalía
Entre alga y algodones: sobre algunos aspectos microestructurales en diccionarios
didácticos recientes . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . .
CresPo Quesada, laura
Un acercamiento al ritmo de las unidades fraseológicas en la obra de Diego Hurtado de
Mendoza . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . .
Cruz esCudero, José raMón
Las unidades adjetivales en la enseñanza de ELE: niveles A . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . .
enăCHesCu, miHai
Las relaciones de parentesco social en las lenguas románicas: un enfoque diacrónico y
comparado . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . .
esPeJo Muriel, M .ª del Mar
Huellas léxicas en la siembra y recolecta del añil colonial . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . .
garCía valle, aDela
Fraseología jurídica medieval: II. Las fórmulas romances . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . .
goMes dos santos, Hugo leonardo
Redes medioestructurales: análisis combinado de marcas de uso y de remisivas en el
campo léxico ‘homosexual masculino’ . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . .
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DE LEXICOLOGÍA HISTÓRICA O MÁS PREÁMBULOS PARA VOLVER CON
COROMINAS Y LA INDIANORROMÁNICA1
Soledad Chávez Fajardo
Universidad de Chile
1. Introducción
Esta investigación se enmarca dentro de lo que llamo lexicología histórica indiana. El epíteto es un guiño a
Corominas y sus estudios en relación con la lexicología hispanoamericana. Es, en rigor, un trabajo de
lexicología histórica, a partir de un corpus que he venido elaborando a partir de mis lecturas de la
lexicografía hispanoamericana fundacional (es decir, de repertorios publicados desde el siglo XIX hasta la
segunda mitad del siglo XX, publicados en Hispanoamérica y, por lo general, redactados por
hispanoamericanos o por autores afincados en Hispanoamérica). Quiero insistir en la relevancia de estas
codificaciones fundacionales, aun cuando muchas veces la información que allí se plasma sea imprecisa,
sesgada o errónea. Sin embargo, bien sabemos, a mayor cotejo, mayor objetividad en la construcción de la
arquitectura de la palabra en cuestión.
En estas lecturas he ido seleccionado todas las voces que se han marcado como americanismos. La
finalidad de este ejercicio es, justamente, poder clasificar estas voces dentro de la cadena variacional del
español en general y poder entregar algunas pistas respecto a su etimología. La investigación se compone
de dos fases claramente delimitadas. En la primera fase he llevado a cabo el acopio y filtro en codificaciones,
en especial diccionarios y monografías afines; sobre todo, repertorios hispanoamericanos y, cómo no, la
lexicografía española más allá de las herramientas hegemónicas u oficiales (cuando hablo de lexicografía
hegemónica u oficial entiendo la lexicografía académica, sea en sus diccionarios usuales y, en menor
medida, los manuales). En la segunda fase, con los datos que he ido recabando, trabajaré desde un punto de
vista semántico la cuestión de la significación, como la extensión semántica, la polisemia y la posible
homonimia. Asimismo, trataré de exponer algunos aspectos de la vigencia o mortandad léxica. Por último,
trabajaré con la historiografía de las propuestas etimológicas que se han dado. Todo lo que, en rigor, una
voz pueda dar de sí.
1
Sigo con mi homenaje a “Indianorrománica. Estudios de lexicología hispanoamericana”, que son esos tres estudios repartidos
a lo largo de la Revista de Filología Hispánica 6 (1944) de Joan Corominas. Estos ensayos estudiaban el léxico hispanoamericano
desde la metodología de la lexicología histórica, la romanística y el sustrato hispanoamericano. También se reconocía en estos
indianorrománica la relevancia tanto de la poligénesis como de la pervivencia de las variedades del español peninsular en el
español americano. Es el de Corominas, por lo tanto, un estudio absolutamente actual.
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Esta vez trabajaré con un caso que la lexicografía oficial ha tratado diatópicamente como americanismo,
de los que llamo de amplio espectro, por haberse usado en una gran extensión del continente: amachinar
(como ‘amancebarse’, ‘vivir en concubinato’). No quiero entrar a reflexionar, por ahora, respecto a la
cuestión del concepto americanismo, porque bien abarcaría un ensayo de largo aliento. Solo quiero destacar
que este amachinar ha sido históricamente voz usual en el continente americano, sea en extensión
semántica, sea en polisemia y se usa o ha usado en alguna diatopía española e hispanoamericana. Quiero
insistir en lo relevante que es destacar la presencia y uso de una voz (sea en poligénesis, sea en extensión,
sea en homonimia) en España, puesto que en un determinado momento la información diatópica que empezó
a tomarse en cuenta en los espacios oficiales lexicográficos fue más bien la americana (el efecto Salvá lo
llamo) por sobre la provincial española. Al mismo tiempo, frente a este estado de la cuestión, se encuentran
algunos estudios emblemáticos que relacionan el español de América y el español provincial de España.
Pienso, sobre todo, en Cuervo con sus Apuntaciones, Corominas con su “Indianorrománica” o la Semántica
hispanoamericana de Kany, entre otros. Son estos los primeros trabajos que vinieron a vincular las voces
extraoficiales, en rigor. Otro documento clave es el Diccionario Histórico en su segunda fase, a partir de la
década del sesenta del siglo pasado, el que también se puede considerar como un punto de inflexión respecto
a la visión del léxico hispánico desde un punto de vista variacional. El hito, a mi juicio, que vino a revisitar
esta dinámica lexicológica que me interesa sobremanera es la aparición de los tesoros lexicográficos
publicados en España en los últimos años, como el de Alvar Ezquerra para el español de Andalucía y el de
Corrales y Corbella para el español de Canarias, por ejemplo. Como sea, creo, siguen siendo actuales las
palabras de Marius Sala: “Hasta el presente, los problemas que plantea el estudio de procedencia peninsular
regional no han sido suficientemente tratados” (1982: 286) y es este un aporte pequeñísimo justamente para
este tipo de insuficiencia. Como mencionaba anteriormente, amachinarse ha sido usada en gran parte del
continente americano y en la actualidad se percibe en franco retroceso de uso en variadas zonas. Su dinámica
de vigencia va desde una extensión léxica en expansión
(Ramírez Luengo 2014: 4), es decir, su
generalización hacia una reducción, es decir, su uso en diatopía restringida y en polisemia. A su vez, posee
una interesante y variada propuesta etimológica, de la que daré cuenta. En síntesis, trabajaré en un primer
apartado con mi propuesta de sentido base, su diatopía y vigencia léxica. En un segundo apartado trabajaré
con su transición semántica por metáfora más que nada. En un tercer apartado en sus posibles homonimia
y polisemia y en un último apartado en las propuestas etimológicas que ha tenido la voz.
104
2. De amachinarse
2.1. Sentido base, diatopía y vigencia léxica
Para amachinarse, el significado de ‘amancebarse’ es el que tomo como sentido base (en esto me ciño a
las nociones semánticas más clásicas, como la de Guiraud 1955), por ser el de más extensión, presencia y
vigencia en variadas zonas. El primer registro se encuentra en Maravillas de la naturaleza (1766), del
franciscano mallorquí Juan de Santa Gertrudis Serra, autor que, si bien escribió su obra en España, hizo
referencia a su experiencia como evangelizador en América en el Virreinato de Nueva Granada y
posteriormente en el de Lima, a lo largo de diez años. Estas Maravillas, las publicó diez años después de su
retorno a Palma. Allí aparecen los primeros testimonios: “este mues se amachinó con una moza india y se
huyeron los dos” o “Era este hombre ladrón y homicida y vivía amachinado con aquella mujer”, entre otros.
La segunda documentación datada aparece en el poemario Lima por dentro y por fuera (1797), del andaluz
Esteban Terralla y Landa: “A quien vive amachinado/para tener más aseo,/suelen limpiarle la ropa”.
Destacamos que son dos españoles en América y dando cuenta de las realidades americanas. Ambas
primeras referencias coinciden en aparición en el Léxico Hispanoamericano de Boy Bowman, el DHLE
(1984), el Fichero de la RAE y en Google.
Las primeras referencias en la tradición lexicográfica se encuentran en la tradición española no
académica, como se comprueba en el NTLLE: definido amachinarse como “amigarse, amancebarse” en
Salvá (1846), el diccionario de la editorial Gaspar y Roig (1853), el suplemento de Domínguez de (1869) y
Zerolo (1895), todos haciendo referencia a que la voz se usa en Hispanoamérica. Esto da cuenta de lo
asentada que estaba la voz como americanismo a lo largo del siglo XIX. Sin embargo, esto se opone al
primer testimonio que nos presenta el DHECan (2013): las Tradiciones de Juan Bethencourt Alfonso (de
1885 y editadas y publicadas en 1985).
La tradición lexicográfica decimonónica en Hispanoamérica la trae en variados repertorios: Zorobabel
Rodríguez (1875) para Chile: “En el lenguaje vulgar, contraer amistad ilícita, amancebarse”. Rodríguez
informa, además que en Chile es más común el participio amachinado “para los que habitualmente hacen
mala vida”, con el sello característico de este político e intelectual conservador. Entrega, además, una
variante: amachambrarse. También la trae Pedro Fermín Cevallos (1880) para Ecuador; Rafael Uribe
(1887) para Colombia, quien suma, a la definición clásica, la de “abarraganarse, amigarse”; Carlos Gagini
(1892) para Costa Rica; Antonio Batres Jáuregui (1892) para Guatemala; Santiago Ignacio Barberena
(1894) para Salvador; Alberto Membreño (1895) para Honduras. Samuel Lafone Quevedo (1898), para
Catamarca, Argentina, además, da cuenta del derivado amicharse: “Tener acto carnal. Vivir en mancebía”.
Las codificaciones de la primera mitad del siglo XX siguen presentando la misma variada diatopía
hispanoamericana: por ejemplo, desde Europa, se insiste en que es americanismo, como en Toro y Gómez
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(1901, cfr. NTLLE) y en Hispanoamérica misma: Aníbal Echeverría y Reyes (1900) para Chile; Enrique
Teófilo Sánchez (1901) para la Argentina; Rufino José Cuervo en sus Apuntaciones del 1907 (no antes);
Manuel Antonio Román (1901-1908) para Chile; Salomón Salazar García (1910) para El Salvador o
Lisandro Segovia (1911) para la Argentina. De estas fechas es cuando CORDE empieza a documentar
amachinar y su familia: en Costa Rica, un amachinamiento, en una obra costumbrista de Manuel González
Zeledón, “Magón”, haciendo hablar al personaje (1910 [1909]). También las primeras referencias a
Venezuela, con la variante amachingamiento, en la obra costumbrista Tierra del sol amada de José Rafael
Pocaterra, también haciendo hablar al personaje de pueblo (1918 [1917]) y, a su vez, Pedro Montesinos
(1917) para Venezuela en su Venezolanismos i americanismos (cfr. Fichero de la RAE). Desde España José
Alemany (1917) solo la marca para Chile y como americanismo Manuel Rodríguez-Navas (1918), (cfr.
NTLLE).
Las codificaciones de la década del 20 del siglo pasado siguen presentando amachinarse como
“amancebarse” en las mismas zonas, prácticamente: el Fichero de la RAE ilustra muy bien el trabajo
lexicológico provincial, que empieza a ser cada vez más frecuente en Hispanoamérica hacia esta época. Por
ejemplo, los casos de amachinar en la zona caribe colombiana, como en las Apuntaciones críticas del habla
castellana. Provincialismos de Riohacha, de Manuel E. Lanao, en Colombia (1920) o el Vocabulario
Costeño o Lexicografía de la Región Septentrional de la República de Colombia, de Adolfo Sundheim
(1922). En el Suplemento de Semántica o ensayo de lexicografía ecuatoriana de Gustavo Lemos (1922), el
autor menciona que es “Usado en casi todo Ecuador” (cfr. Fichero RAE). Hacia el final de la década
encontramos a José Toribio Medina (1928), para Chile y Lisandro Alvarado (1929) para Venezuela.
Destacamos en esta década dos hitos. En primer lugar, la referencia, en una de las codificaciones, de una
nueva diatopía: la de Canarias. Es en el primer repertorio lexicográfico de Canarias, el de los hermanos Luis
y Agustín Millares Cubas (1924). En segundo lugar, cuando la tradición lexicográfica académica lematizó
por primera vez la voz en el Diccionario usual de 1925 (edición conocida de sobra por el importante número
de voces hispanoamericanas lematizadas), con la diatopía América Central, Colombia y México [¿?]2,
información que se mantendrá hasta la edición de 1970, algo que viene a contradecir la información
lexicográfica rastreada.
Durante las dos siguientes décadas, las codificaciones seguirán aportando diatopías, sobre todo
provinciales. Un punto relevante es la información que viene a sistematizar la lexicografía de americanismos
(y que, justamente, empieza a afiatarse hacia esta época). Por ejemplo, Malaret señala que amachinarse
“pasó a Canarias” (1931, segunda edición), además de dar cuenta de gran parte de la diatopía que se ha
presentado hasta ahora: Colombia, Chile (segunda edición); América Central y Meridional, excepto Perú
2
Clara errata, puesto que, hacia la fecha, como veremos en el siguiente acápite, se trataría, creo, de una homonimia.
106
(en la tercera edición y definitiva de 1946). A su vez, Francisco Santamaría (1942) lematizó la voz como
amachambrarse y también da cuenta de la vinculación con Canarias y cita, al respecto, el Léxico de la Gran
Canaria, segundo de los trabajos lexicográficos de los hermanos Millares (1932). Por su parte, se encuentra
en el Fichero de la RAE un ejemplo en la novela costumbrista Risaralda, de Bernardo Arias Trujillo para
Colombia (1935), conocida por el habla criolla de sus personajes. También en el Fichero se encuentra la
primera referencia a Nicaragua, en el Diccionario de nicaraguanismos de Hildebrando A. Castellón (1939)
y a Lisandro Sandoval para Guatemala (1941). En la nota de Ronchi March (1972) aparece, además, Orestes
Di Lullo y su Contribución al estudio de las voces santiagueñas (1946). Una vez más el Fichero de la RAE
aporta datos como el de Vicente Solá en su Diccionario de regionalismos de Salta, Argentina (1947);
Alfonso Valle en su Diccionario del habla nicaragüense (1948) y Berta Vidal de Battini en sus estudios del
habla de San Luis, Argentina (1949). Poco a poco, con la suerte de las referencias de algunos repertorios,
se constata que la voz empieza a perder frecuencia, como lo que afirma Julio Tobón Betancourt en su
Colombianismos y otras voces de uso general: “se oye en algunos departamentos aunque muy poco” (1947).
CORDE trae la segunda textualización en la tradición discursiva literaria (ya había hecho referencia a la de
Bethencourt Alfonso que trae el DHECan): la de Los cuentos famosos de Pepe Moraga, de Francisco Guerra
Navarro (1948), haciendo hablar al personaje del pueblo (“Emborregándose lentamente en copas y trampas
acabó el chicharrero amachinao en el Risco con una turronera de rompe y rasga, que hasta sus buenas
cachetadas le metía”).
Las codificaciones de mediados del siglo XX seguirán con la profusión de registros tanto en Canarias
como en Hispanoamérica, cada vez más delimitadas a espacios y zonas específicas. La mayoría han sido
tomadas del Fichero de la RAE: José Pérez Vidal, en su Marinerismos en Canarias (1952); César Francisco
López, en su Hondureñismos usados en Lempira (1955); Carlos Izaguirre, en su Hondureñismos. vocablos,
giros y locuciones más corrientemente usadas en Honduras (1955) o Carlos Villafuerte en su Voces y
costumbres de Catamarca, Argentina (1961). También Julián Cáceres Freyre en su Diccionario regional
de La Rioja (1961), tal como lo refiere Ronchi March en su nota (1972). La tradición de americanismos
sigue con la referencia de Marcos A. Morínigo (1966), que la marca simplemente como americanismo. Una
vez más se tiene a Francisco Guerra para Canarias, esta vez en su Contribución al léxico popular de Gran
Canaria (1965) definiéndola como: “Ponerse a vivir con hembra animosa sin que nadie santifique el
ayuntamiento”. A su vez, frente a lo que menciona Tobon Betancourt para Colombia en 1947, hay dos
referencias encontradas en el Fichero de la RAE que vendrían a confrontar información: Abilio Lozano
Caballero, quien lematiza la voz en su Vocabulario de lenguaje popular colombiano (1958) y Alario di
Filippo en su Lexicón de colombianismos (1964) quien, además, hace referencia a que la voz se usa también
en Venezuela. En este caso, se constata a nivel lexicográfico que la vitalidad de la voz tendrá diferente
suerte dentro de la diatopía colombiana. Por último, destaco una interesante anomalía diatópica de la que
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habrá que estudiar más para un trabajo más detallado de la palabra: en El lenguaje popular en la Cantabria
montañesa de Adriano García Lomas (1966) hay un amachinar definido como “Reunirse dos personas con
gran amistad sin amancebarse”. En sus estudios anteriores esta voz, sin embargo, no aparece.
Durante los setentas del siglo XX la información que se encuentra es dispersa: el Fichero de la RAE trae
el Boletín de la Academia Colombiana (1972) con la referencia a que se usa “en algunas zonas” de
Colombia; Hernando Sanabria Fernández en El habla popular de Santa Cruz (1975) afirma que es un
“americanismo bastante difundido”. Lo trae, también, el Diccionario del habla chilena de la Academia
Chilena (1978). Mas se puede comprobar que en Chile empieza a bajar la frecuencia de la voz: ya en Morales
Pettorino (1984) se clasifica amachinar de poco usada y se remite a la variante más usada achinarse. En
los noventas, en el Fichero de la RAE se mantiene la información del uso “en algunas zonas de Colombia”,
tal como lo trae el Nuevo diccionario de colombianismos (1993). A su vez, en los años ochenta es cuando
en la tradición académica usual se empieza a marcar la diatopía América y se agrega, además, la marca
Canarias (cfr. NTLLE).
En el siglo XXI, CORPESXXI lo registra para Honduras: “maritalmente o amachinados como dice la
gente”, en Un ángel atrapado en el huracán de Javier Abril Espinoza (2002), algo que se confirma (en el
mismo CORPES) con la nota periodística “Regionalismos y modismos hondureños con su significado”, de
Gabriela Ramírez (2013). Destaco, además, la primera referencia que se tiene de México para amachinar
con el sentido base trabajado, en El cristo de Sanbuenaventura y otros cuentos, de Eduardo Antonio Parra
(2003): “No podían recordar cuánto llevaban juntos, amachinados, dijeron”, al entrevistar un periodista a
una pareja de clochards. El Diccionario de Americanismos de la ASALE (2010) reduce la diatopía sobre
todo a Centroamérica: Honduras, El Salvador, Nicaragua, así como Venezuela. Por último, en la última
edición del diccionario académico, las marcas diatópicas son para Canarias, Argentina, Honduras y
Nicaragua. Expongo los datos en este caso para evaluar hasta qué punto esta diatopía se condice con el
registro de la voz hoy por hoy, más de diez años después de estas referencias, algo que debe hacerse a
posteriori.
2.2. Transición semántica
Propongo una primera transición por metáfora, que toma el sema ‘relación’ o ‘vínculo’ de amancebarse,
pero en el caso de “Aliarse dos personas, instituciones o empresas para un fin común” (cfr. DA de la ASALE,
2010) en Honduras, zona en donde, creo, persiste con mayor fuerza amachinarse como ‘amancebarse’.
En la misma línea, sobre todo en relación con “vínculo”: “Atar una res al botalón” en Josefina Tejera en
su Diccionario de Venezonalismos (1993), quien la toma del Diccionario de andinismos de Jaime Ocampo
Marín (1969), (cfr. Fichero de la RAE).
108
Otra transición metafórica que toca los semas de ‘relación en el trato amoroso’ de amachinarse desde un
sentido negativo es “estar sometido a la influencia de otro”, acepción que aparece en una de las obras
lexicográficas fundacionales de Panamá: el Diccionario de panameñismos de Luisita Aguilera Patiño
(1951).
De este sometimiento, creo, podría venir la derivación en transición de “Intimidarse, acobardarse”,
también registrado en Aguilera Patiño 1951 y, en la década siguiente, en los Panameñismos de Isaza
Calderón (1999 [1968]): “Estar triste, falto de ánimos, acobardado”, con un dato relevante: “Aplícase a los
gallos de lidia, a los pajarillos enjaulados y aun a las personas”. Acepción que se ha mantenido hasta el día
de hoy, como se puede comprobar en el DA de la ASALE (2010) para Panamá: “Amedrentarse,
cohibirse una persona por alguien o algo”.
Otra transición que toma el sema del vínculo es la de “Apropiarse de algo, agenciárselo como propio;
Apoderarse de algo, tomar posesión de algo; Prender o tomar algo con firmeza” que registra el DA de la
ASALE (2010), para México, acepción de la que había hecho mención Blanco en La lengua española en la
historia de California (1971: 546): “Nos parece interesante hacer notar que, extrañamente, encontramos en
Tijuana varias veces las formas amachinar con un uso especial […] es arrastrar algo, hurtarlo”.
Por último, dentro de los semas que tienen que ver con vínculos, cabe incluir otra transición semántica
que la da Blanco en La lengua española en la historia de California (1971: 546): amachinado como ‘preso’,
algo que habría que estudiar mejor, sobre todo por la única recurrencia, dentro de las codificaciones, en este
autor.
2.3. ¿Homonimia o polisemia?
Hay algunos significados que se alejan de los semas que he considerado parte del sentido base. Sin embargo,
por la conformación de la voz, al prestarse esta a analogías, como se verá en el siguiente apartado, tampoco
se puede fijar la polisemia con certeza las más veces. Un primer registro de otra significación se encuentra
en la póstuma e inconclusa obra de García Icazbalceta para México (Vocabulario de mexicanismos
comprobado con ejemplos y comparado con los de otros países hispano-americanos, 1899), en donde
afirma que, si bien la voz amachinarse como ‘amancebarse’ es general en Hispanoamérica (cita, para ello,
a Rodríguez y Cevallos) no se usa en México con ese valor; sí con el de “encapricharse, aferrarse al propio
dictamen”. Significado que aparece en el Diccionario de mexicanismos de Francisco Santamaría (1959),
con la misma aclaración de García Icazbalceta. A su vez, Santamaría propone una interesante hipótesis para
este significado: “acaso aludiendo a la proverbial obstinación del macho o mulo” (cfr. Fichero RAE). Otras
referencias como La lengua española en la historia de California de Blanco (1971: 546) también hace la
referencia: “pero que en México se suele dar el significado de encapricharse, aferrarse al propio dictamen”.
La vigencia de la voz sigue, algo que se puede corroborar con el Diccionario de Americanismos de la
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ASALE (2010) (“Determinarse firmemente en una postura o intención”). De poder comprobarse con más
datos que sería este un derivado del macho como ‘mulo’, se estaría ante un caso de homonimia.
Otro caso es el encontrado en el DA del ASALE (2010) para Costa Rica es “Desprender del arroz los
granos con una machina”. Claramente un homónimo.
2.4. Propuestas etimológicas
Respecto al origen de la voz, he hecho el rastreo de cinco hipótesis: una sería la composición a- más machín,
‘cupido’ y este del euskera Matxin, ‘mozo de herrería’, por alusión al nacimiento de Cupido en la fragua de
Vulcano. Cuervo (1907), ya había tratado en sus Apuntaciones la posible relación de amachinarse con
machín, “cupido”. Se suele justificar esta propuesta por lo popular de la voz dentro de la tradición literaria
áurea, algo que podría haber reflejado su uso en otras instancias. En ello, se suele ejemplificar con el machín
que aparece en José de Villaviciosa (La Mosquea a. 1613, canto X, estrofa 39). Cuervo también lo
ejemplifica, entre otros, en Juan Ruiz de Alarcón (Los favores del mundo, 1628, III, 9). Por su parte,
Corominas da el primer testimonio ya a principios del siglo XVII, en La pícara Justina (1605, ed. Puyol, I,
183). Respecto a machín, Corominas, en su DCECH (1980), lo da como de origen incierto, pero afirma que
vendría del euskera Matxin, hipocorístico de Martín, propuesta que ya ha estado desde el Diccionario de
Autoridades: “se aplica en Vizcaya a todo hombre rústico y mozo del trabajo, y con especialidad a los mozos
de las herrerías”. Dentro de los diccionarios cotejados y la información que aporta el Fichero de la RAE, es
también la que propone Vicente Solá en su Diccionario de regionalismos de Salta (1947) y Luisita Aguilera
Patiño en su Diccionario de panameñismos (1951) para los usos en Panamá. Es la hipótesis, además, que
se maneja en la tradición académica, incluyendo el DHLE (1992). Uno de los pocos autores que la refutan
(a favor de la tercera tesis que presento) es Lugones en su Diccionario etimológico del castellano usual
(1944), para quien “La etimología académica es una mera suposición de Cuervo, porque en el siglo XVII,
dice, algunos escritores llamaban machín a Cupido (v. Dic. art. machín)”.
Por otro lado, está la hipótesis quechuista, en donde habría una composición con china ‘hembra animal’,
tomado en español como ‘mujer’, sobre todo la mujer indígena y, por extensión, la mujer de nivel
socioeconómico bajo (por lo que en el Cono Sur suelen llamarse chinas a las criadas de las casas, además).
Asimismo, esta voz es base de una rica polisemia, fuera de la ya mencionada, puesto que se le puede llamar
cariñosamente a una mujer china en la tradición popular, sobre todo en el cancionero y canto popular. A su
vez, se le llama china a la amante, entre otras menciones. Esta hipótesis es la que propuso Cevallos (1862),
Lenz (1979 [1904-1910]) y Malaret (1931), quien cita a Eusebio Castex: “de ama china rse, pues china, en
toda América, es voz cariñosa con que se moteja a la amante” (Malaret 1931, s.v. amachinarse). También
Santamaría (1942) quien, frente al uso de la voz también en Canarias, señala: “es probable que haya ido de
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acá, por la intervención de china: ama-china-rse, que es la amante en América”. Sin embargo, se decanta
por la derivación de machihembrar, la tercera de las tres hipótesis etimológicas.
Otra hipótesis es que la voz sería una variante de machihembrarse, similar a la variante amachambrarse
que registra Rodríguez (1875) para Chile. Hipótesis que propone Membreño en su Hondureñismos (1897
[1895]) y por la que se decanta Santamaría (1942). Es la hipótesis que sigue el DA de la ASALE. José Pérez
Vidal en su Marinerismos en Canarias (1952) propone el curioso cruce de machihembrar y machina (cfr.
Fichero de la RAE). Dentro del mismo campo semántico está la propuesta de Lisandro Alvarado, que en su
Glosario de voces indígenas de Venezuela (1929) afirma que deriva de “macho”. Es justamente la que
defiende Lugones, en su Diccionario etimológico del castellano usual (1944), justificándola por las
variantes: “Mas, como también dícese en América amachambrarse, amachembrarse por amancebarse, es
evidente que se trata de una mera variante de machiembrar”. Y continúa con su argumentación: “En
lenguaje soez, macho es la designación sinónima de amante; con lo que, amachinarse, viene también a
resultar: ejercer de macho, tomarlo; ya que el verbo concierne a hombre y mujer”.
Otra hipótesis de baja repercusión es que que propuso el polímata guatemalteco-salvadoreño Santiago
Ignacio Barberena en su Quicheísmos: contribución al estudio del folklore americano (1894) para quien
amachinarse vendría de chinta la que el autor define como “Muñeca de palo toscamente labrada”. Barberena
afirma que chinta se compone de dos raíces quichés: chin, “palabras de amor y decir tales palabras” (raíz
que propone, en composición para china, ‘sirviente encargada de cuidar y entretener a los niños’ y chinchin,
‘juguete con que se divierte a los párvulos en los primeros meses de la lactancia’) y tah, “partícula
desiderativa que puede tomarse como equivalente a querido”, por lo que propone que chinta es, en su
sentido base: “muchachita querida”. Tesis bastante peregrina, que debe estudiarse mucho más, puesto que
en los repertorios actuales de quiché consultados, no hay referencia alguna a la voz ni a las raíces.
Una última propuesta, con la que estoy de acuerdo, propone el cruce entre las hipótesis 1, 2 y 3. Berta
Vidal de Battini en sus estudios del español de San Luis (1949) menciona la conjunción de las propuestas
2 y 3, al cruzar china ‘moza del pueblo’ o bien una formación semejante, sobre macho y china (cfr. Fichero
de la RAE). Charles Kany en su Semántica hispanoamericana (1962) abarca más y propone que
posiblemente amachinarse viene de ‘machín’ con interferencia, además, entre ‘macho’ y ‘china’. También
Lerner (1974: s.v. amachinarse), quien argumenta que debe haber favorecido la permanencia y difusión de
la voz con los cruces del quechua china ‘mujer, hembra’ y macho. En una nota acerca de amachinarse en
la Argentina de Carlos Ronchi March, para el Boletín de la Academia Argentina de Letras (1972), afirma
que aunque es posible que amachinarse, tenga por étimo machín, “es asimismo muy verosímil, que en el
sentimiento popular tal origen se haya olvidado, y la palabra haya sufrido el influjo entrecruzado de macho
y de china ‘mujer; concubina’” (457), algo en lo que concuerdo totalmente, aunque me quiero afirmar en
las palabras de Cuervo cuando concluye, frente a las posibles hipótesis del étimo amachinar, que “Todo es
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oscuro” (1907 §905), porque, justamente, la analogía tiene este valor añadido: salvo que se tengan registros
y documentos que sí lo afirmen, no se lo puede comprobar a ciencia cierta. Es lo que la hace, además, tan
fascinante a la analogía como propuesta.
3. Conclusiones
Quise trabajar con amachinarse por varias razones. Por un lado, por ser un americanismo de amplio
espectro, a tal punto que se testimonia en otras diatopías, como Canarias y, como hápax o anomalía (queda
por hacer ese estudio en particular) en Cantabria. Aunque suene extraño, no es usual encontrar este tipo de
americanismo (a no ser que sea un americanismo etimológico, como papa, chocolate o canoa, por ejemplo).
Por lo mismo, presentar su aparición dentro de procesos codificadores y de los corpus manejados con tanto
detalle, es la respuesta a otro aspecto que me interesó sobremanera: cómo la vigencia de una voz puede
pasar de ser representativa para una determinada zona hasta quedar relegada a su condición de voz histórica.
Por lo mismo, quise ir dando cuenta de cómo iba bajando la frecuencia del uso de amachinarse frente a su
persistencia y pervivencia en otras zonas. Amachinarse, como ‘amancebarse’ por lo tanto, pervive en zonas
de Centroamérica como Honduras, sobre todo, pero ha tenido una presencia relevante en Argentina,
Canarias, Colombia y Honduras, y ha sido referida, en diacronía, en numerosas codificaciones y estudios
en Guatemala, Salvador, Costa Rica, Venezuela, Ecuador y Chile. A su vez, en referencias más nuevas,
como en México. Por otro lado, la riqueza en la transición semántica de la voz, me hizo hacer un rastreo
muy básico de cambio semántico para dar cuenta de polisemia en México, Honduras, Panamá o Venezuela.
Respecto a la posible homonimia de la voz, en ello he dejado de lado, a efectos de este estudio, las
reflexiones y posicionamientos teóricos en relación con el concepto y me quedé con el más básico y usual:
el homónimo como voz con otro étimo, aun siendo amachinarse una voz de etimología aún discutida. De
allí que se hayan registrado casos que pueden entenderse como homónimos para México y Costa Rica. Por
último, encontré relevante dar cuenta de amachinarse, por su discusión en lo que concierne al étimo y cómo,
en algunas de sus propuestas, se decantan destacados etimólogos y semantistas históricos de toda época. El
que me haya quedado con la propuesta de la analogía, a su vez, responde a la data, extensión y vigencia de
una voz que fue enriqueciéndose por una serie de signos afines y sus relaciones.
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