HERENCIA
E INNOVACIÓN
EN EL ESPAÑOL
DEL SIGLO XIX
Editoras
Elena Carpi, Rosa M. García Jiménez
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Herencia e Innovación en el español del siglo XIX / al cuidado de Elena Carpi,
Rosa María García Jiménez. - Pisa : Pisa university press, 2017. - (Saggi e studi)
460 (22.)
I. Carpi, Elena II. García Jiménez, Rosa María III. Garachana Camarero, Mar IV.
Hernández, Axel V. Miguel Franco, Ruth VI. Pedote, Giuseppe Simone.VII. Puche
Lorenzo, Miguel Ángel 1. Lingua spagnola
CIP a cura del Sistema bibliotecario dell’Università di Pisa
In copertina:
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Índice
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Introducción
Elena Carpi, Rosa María García Jiménez5
1. Actitudes ante la lengua. Herencia y evolución
Jenny Brumme13
2. El léxico de las clases bajas en El Periquillo Sarmiento
Ivo Buzek45
3. El siglo XIX en la periodización sintáctica
de la lengua española
Concepción Company Company75
4. Recursos de cortesía estratégico-política en los discursos
de nombramiento e investidura de jefes de gobierno
en períodos constituyentes: 1812, 1873, 1979
Antonio Carrasco Santana103
5. La reestructuración del sistema perifrástico
en el español decimonónico.
El caso de haber de/tener de + infinitivo, haber que/tener que + infinitivo
Mar Garachana Camarero, Axel Hernández127
6. Consideraciones sobre un tipo de subordinación temporal
en el español sefardí
Carmen Hernández
147
7. Los documentos mallorquines en castellano
entre los siglos XVIII y XIX: algunas observaciones sintáctica
Ruth Miguel Franco165
8. En las lindes del primer español moderno.
Joaquín Lorenzo Villanueva y la lengua de La Bruja (1830)
editada por Salvá: ensayo de filiación morfosintáctica a tres bandas
Álvaro S. Octavio de Toledo y Huerta, Araceli López Serena
3
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Herencia e Innovación en el español del siglo XIX
9. El léxico del turismo en español en el siglo XIX
Giuseppe Simone Pedote231
10. Las apologías de las lengua en el siglo XIX.
Las controversias de una herencia y los retos decimonónicos
Miguel Ángel Puche Lorenzo245
11. Verbos parasintéticos neológicos en el español del siglo XIX:
el Diccionario Nacional de Domínguez
Isabel Pujol Payet, Assumpció Rost Bagudanch263
12. Contribución a la historia léxica del español de América Central:
algunos americanismos semánticos
de la primera mitad del siglo XIX
José Luis Ramírez Luengo281
13. Verbos derivados en -ot-ear en el español decimonónico
Begoña Ramos Jiménez295
14. Clarín ante la norma de corrección idiomática
Rafael Rodríguez Marín 319
15. La nomenclatura en el Diccionario de la Academia
1852-1869-1884-1899
Francesc Rodríguez Ortiz y Cecilio Garriga Escribano339
16. Los nombres de mujer en el Diccionario de ideas afines
de Eduardo Benot (1899)
Mónica Vidal Díez359
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Introducción
Durante los días 15-16-17 de septiembre de 2016 se celebró en Pisa el congreso
El Español del Siglo XIX: herencia e innovación, cuyo objetivo era aportar ideas para
reivindicar la importancia de esta centuria en el estudio de la lengua española.
La opacidad que ha caracterizado a esta época en la historia del español hasta hace poco ha empezado a ser esclarecida a partir de los primeros años del
siglo XXI con la publicación del imprescindible trabajo de Zamorano Aguilar
(2012), que ofrecía un marco fundamental para el desarrollo de investigaciones ulteriores, como las presentes en Ramírez Luengo (2012). El cambio en la
percepción de la importancia de este siglo resulta evidente en la convocación
del congreso de Brno titulado Una cercana diacronía opaca (Brno octubre 2014);
recogiendo las sugestiones del temprano artículo de Melis, Flores y Bogart
(2003) sobre la necesidad de un cambio de la periodización en la historia de la
lengua española, el congreso se abrió con la constatación de que la periodización tradicional del español, dividido en medieval y moderno, resultaba poco
eficaz para dar cuenta de la complejidad diacrónica de la lengua. Se empezó
recordando la existencia de un juicio peyorativo profundamente arraigado en
la comunidad científica, según el cual después de los Siglos de Oro empezó
una época en que la cultura y la lengua se corrompieron: algunos de los asistentes a las jornadas de estudio motivaban de esta manera la escasez de estudios acerca del período decimonónico.
En los dos años que median entre los encuentros de Brno y de Pisa, se
ha apreciado un incremento del interés por la lengua del siglo XIX, en concreto con las contribuciones recogidas en Buzek, Šinková (2015), y Melis,
Flores (2015)1.
1
Es también muy importante recordar que una obra de referencia tan importante como la Sintaxis Histórica de la lengua española integra ya el siglo XIX come parcela
cronológica dentro de la diacronía general.
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Herencia e Innovación en el español del siglo XIX
Uno de los objetivos del congreso de Pisa era dar continuidad al diálogo
entre estudiosos que acabamos de describir, en una perspectiva multidisciplinar y bajo distintos enfoques.
Los dieciséis trabajos recopilados aquí abordan algunas cuestiones que se
habían planteado dos años antes y que quedaron abiertas; en este sentido el
intercambio que se produjo en Pisa supuso, en nuestra opinión, un enriquecimiento importante cuya prueba concreta es este volumen. Muchas fueron
las preguntas a las que se intentó dar una respuesta: ¿el siglo XIX podía considerarse la tercera etapa evolutiva del español o se trataba de una etapa de
transición de fenómenos lingüísticos iniciados en el siglo XVIII? ¿Era correcto
tratar de establecer divisiones netas o era más útil considerar los siglos XVIII
y XIX como un continuum durante el cual algunos fenómenos se solapaban?
Y el hecho de que para algunos fenómenos lingüísticos se notara un decidido
cambio, pero para otros no ¿permitía una generalización?
Este volumen presenta, en primer lugar, las tres plenarias que corrieron a
cargo de Jenny Brumme, Ivo Buzek y Concepción Company.
Jenny Brumme, en su ensayo Actitudes ante la lengua. Herencia e innovación,
un trabajo que se sitúa entre la historia de la lengua y la historiografía lingüística, aborda el estudio de las actitudes lingüísticas presentes en la sociedad
decimonónica respecto a la variación y a la fragmentación de las lenguas. Su
objetivo es observar si siguen siendo válidos algunos juicios de valor vigentes
en siglos anteriores y, así, reconstruir la ideología de la época respecto a los
dialectos y al cambio lingüístico. La estudiosa demuestra cómo en las fuentes
analizadas “se fusionó el conocimiento experto de la época con los conocimientos no expertos o legos”, llegando a la conclusión de que las actitudes negativas frente al cambio y a las lenguas coetáneas no procedían de la reflexión
realizada por los lingüistas.
En su ensayo El léxico de las clases bajas en El Periquillo Sarmiento, Ivo Buzek estudia los patrones lexicogenéticos documentados en el léxico de las clases urbanas en el México de comienzos del siglo XIX y en el argot de la delincuencia
de la época. Considera Buzek que la famosa novela de José Joaquín Fernández
de Lizardi es un texto que ofrece datos de gran interés para los estudios lingüísticos y que, sin embargo, ha sido muy poco explotado como fuente para la
historia del léxico en América. El autor focaliza su análisis en unidades léxicas
propiamente mexicanas que, aunque siguen las reglas de formación de palabras del español en general, presentan cambios semánticos y de expresividad.
El siglo XIX en la periodización sintáctica de la lengua española es el título elegido por Concepción Company para presentar importantes reflexiones sobre la
periodización sintáctica. La autora, consciente de la desatención que ha sufri-
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Introducción
do el siglo XIX en el conjunto de los estudios diacrónicos del español, afirma
que, afortunadamente, este panorama está empezando a cambiar. En su estudio
ofrece una profunda reflexión teórica sobre la necesidad de distinguir entre macroperiodización y microperiodización a la hora de abordar los fenómenos de
cambio sintáctico. De su análisis se desprende que el siglo XIX es “un siglo de
grandes continuidades y de fuertes generalizaciones de algunas construcciones sintácticas, en la perspectiva de una macroperiodización, y que se muestra
como un siglo de mayor dinamismo y tipos diversos de cambio en la perspectiva
de una microperiodización”.
Los ensayos que presentamos a continuación, que han sido seleccionados
mediante una revisión por pares, profundizan en aspectos específicos de gran
interés para la caracterización del siglo XIX como centuria que entra con pleno derecho en la diacronía de las lenguas.
Las construcciones perifrásticas son el tema del trabajo de Mar Garachana
Camarero y Axel Hernández titulado La reestructuración del sistema perifrástico
en el español decimonónico. El caso de haber de/tener de + infinitivo, haber que/tener
que + infinitivo. Las autoras, utilizando las herramientas de la lingüística de
corpus y teniendo en cuenta la importancia que la proximidad comunicativa
ha tenido en las elecciones de los enunciadores, observan de qué manera las
cuatro perífrasis estudiadas han evolucionado diacrónicamente, alcanzando
un patrón definitivo en el siglo XIX, lo que ha comportado la desaparición de
alguna de ellas y la restricción en el empleo de otras.
Los temas de sintaxis aparecen abordados también en el trabajo de Ruth
Miguel Franco que, en su ensayo Los documentos mallorquines en castellano entre
los siglos XVIII y XIX: algunas observaciones sintácticas, explora los cambios producidos por el contacto entre el catalán y la variedad del castellano hablado en
Mallorca. Algunos de estos fenómenos, presentes en las fuentes documentales consultadas, desaparecen casi por completo a causa de la rápida extensión
del castellano y la estandarización de los documentos legales. Por su parte,
Carmen Hernández González se ocupa de las estructuras introducidas por el
nexo “en lo que” en su trabajo Consideraciones sobre un tipo de subordinación temporal en el español sefardí. Concretamente, la autora examina las construcciones
que expresan simultaneidad y constata un especial polimorfismo basado en
la continuación de usos de algunas estructuras propias del español medieval.
Dicha característica se documenta especialmente en el siglo XIX, “en el que se
recuperan usos que el español medieval abandonó o relegó a registros dialectales, en la búsqueda de soluciones propias y novedosas”.
El estudio de los rasgos morfosintácticos de una obra literaria es una gran
ayuda para aportar datos sobre las diferentes normas posibles en la prosa ela-
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borada del español moderno; además, ofrece herramientas que permiten esclarecer la atribución de obras literarias. En el trabajo En las lindes del primer español
moderno. Joaquín Lorenzo Villanueva y la lengua de La Bruja (1830) editada por Salvá: ensayo de filiación morfosintáctica a tres bandas, de Álvaro Octavio de Toledo y Huerta
y Araceli López Serena, los autores cotejan las preferencias morfosintácticas de
cuatro obras literarias con los postulados establecidos por Salvá en su Gramática
de la lengua castellana. El estudio presenta datos sobre la convivencia de diversas
normas de prestigio en el español del primer tercio del siglo XIX y sobre “la
fuerte conciencia metalingüística (manifestada por determinadas reglas firmes
de escritura, que afectan también a la sintaxis) característica de los escritores
cultos de este tiempo”. Dos trabajos más se ocupan de morfología, el de Pujol
Payet y Rost Bagudanch y el de Ramos Jiménez. En el primero, Verbos parasintéticos neológicos en el español del siglo XIX: el Diccionario Nacional de Domínguez, se
describen estructuras de verbos parasintéticos y formaciones neológicas fruto
de la influencia francesa, productivas en el siglo XIX, que, sin embargo, prácticamente han desaparecido en la lengua de hoy. En el segundo, titulado Verbos
derivados en ot-ear en el español decimonónico, se hace hincapié en la productividad
en la formación de neologismos a partir de estos derivados morfológicos en el
siglo XIX, sobre todo por influencia de la lengua francesa, rasgo que se percibe
ya desde inicios del siglo XVIII. La autora basa su estudio en las fuentes lexicográficas y los corpus textuales de la RAE.
El estudio del léxico es también uno de los ejes de los trabajos de este volumen, como se puede apreciar en los cuatro siguientes. José Luis Ramírez
Luengo, en Contribución a la historia léxica del español de América Central: algunos
americanismos semánticos de la primera mitad del siglo XIX, analiza los americanismos semánticos presentes en la Memoria del estado político y eclesiástico de
la Capitanía General de Guatemala, con el objetivo de conocer mejor el léxico
del español de la América Central de las primeras décadas del siglo XIX. El
autor demuestra que los cambios en las voces patrimoniales transportadas
al Nuevo Mundo no constituyen “un hecho puntual y anecdótico que afecte
de manera exclusiva a ciertas partes del léxico, sino más bien a una completa
reorganización de este a nivel lingüístico”. Se trata de una útil aportación para
el conocimiento de cómo se han ido diferenciando las variedades americanas
del español. En el estudio de Rodríguez Ortiz y Garriga Escribano, La nomenclatura en el Diccionario de la Academia: 1852 -1869 -1884 -1899, se ofrece una visión
esclarecedora del léxico de la segunda mitad del siglo XIX mediante el análisis
de la modernización llevada a cabo en el repertorio académico. Como subrayan los autores, el incremento léxico que se detecta en las diferentes ediciones
del Diccionario de la RAE refleja los “cambios en el léxico producidos por los
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imparables progresos de la ciencia y de la técnica, la progresiva apertura del
diccionario al léxico americano y la paulatina democratización del vocabulario”. El fenómeno turístico, lejos de ser una creación moderna, empieza a desarrollarse en el siglo XIX. Por esta razón surge la necesidad de crear palabras
nuevas para denominar conceptos nuevos. En su trabajo El léxico del turismo en
español en el siglo XIX Giuseppe Simone Pedote da cuenta del carácter neológico
del discurso turístico del siglo XIX: muestra con ejemplos concretos que la
terminología del turismo experimenta una significativa variación semántica,
y se enriquece con términos ya existentes que pertenecen a otros ámbitos.
Mónica Vidal, en su contribución Los nombres de mujer en el Diccionario de Ideas
Afines de Eduardo Benot, constata que los elementos léxicos relacionados con la
mujer presentes en el diccionario reflejan la situación de desventaja en que
se encuentra la mujer española en la sociedad decimonónica, a pesar de los
grandes cambios a nivel científico y económico que caracterizan el siglo.
Las ideologías de la lengua también son objeto de estudio en los trabajos
de Miguel Ángel Puche Lorenzo y Rafael Rodríguez Marín. El primero, aborda en su trabajo Las apologías de la lengua en el siglo XIX. Las controversias de una
herencia y los retos decimonónicos el tema de las opiniones sobre la lengua en la
prensa del siglo XIX. En los periódicos de la época se encuentra la defensa del
idioma nacional frente a la abundancia de galicismos presentes en las traducciones, sobre todo literarias. Asimismo, se pone de relieve el elogio del papel de
la lengua española en la transmisión del conocimiento científico, “para poder
elevar al español como herramienta de divulgación científica y desplazar en
el seno de la sociedad hispanohablante a otras lenguas modernas”. El segundo, en El crítico Clarín ante el uso de la lengua se centra en las consideraciones
del autor de La Regenta sobre las decisiones académicas respecto a la norma,
mostrando la actitud purista que lo caracteriza. El autor subraya que la crítica
de Clarín no es una aislada aportación individual, sino “se incardina en los
movimientos antiacadémicos del momento”.
La importancia de los estudios de enfoque pragmático discursivo sobre la
lengua del siglo XIX está bien representada en nuestro volumen por el ensayo
de Antonio Carrasco Santana titulado Recursos de cortesía estratégico-política en
los discursos de nombramiento e investidura de jefes de gobierno en períodos constituyentes: 1812, 1873, 1979, que presenta los resultados de una investigación de
corte pragmático-lingüístico en la que analiza, concretamente, cómo han ido
evolucionando las estrategias de cortesía en el discurso político. El autor hace
hincapié en la influencia del contexto sociopolítico en la elección de las estrategias de cortesía: se nota claramente una evolución en los discursos desde los
usos de cortesía mitigadora a la evitación de los actos amenazantes.
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Esta es, a grandes rasgos, la temática de los trabajos que se incluyen en las
siguientes páginas. Las coordinadoras del volumen desean mostrar su agradecimiento a los autores que han participado en este volumen y esperan que los
lectores consideren interesante y provechosa la lectura del mismo tanto como
lo ha sido para ellas.
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Referencias bibliográficas
Buzek I., Šinková M., Introducción, en Una cercana diacronía opaca. El español del
siglo XIX, I. Buzek y M. Šinková (eds.), dossier thèmatique de «Etudes Romanes de Brno», 2015, 36, 7-10.
Melis Ch., Flores M., Introducción. El siglo xix. Inicio de la tercera etapa evolutiva
del español, en Ch. Melis, M. Flores (eds.), El siglo xix. Inicio de la tercera etapa
evolutiva del español, México, Universidad Nacional Autónoma de México,
2015, 7-33.
Melis Ch., Flores M., Bogard S., La historia del español: propuesta de un tercer período evolutivo, «Nueva Revista de Filología Hispánica», 2003, 51, 1, 1-56.
Ramírez Luengo J. L. (ed.), Por sendas ignoradas. Estudios sobre el español del siglo
XIX, Lugo, Axac, 2012.
Zamorano Aguilar A. (coord. y ed.), Reflexión lingüística y lengua en la España del
siglo XIX. Marcos, panoramas y nuevas aportaciones, Múnich, Lincom Europa,
2012.
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Actitudes ante la lengua. Herencia y evolución
Jenny Brumme (Universitat Pompeu Fabra)
Resumen
El objetivo de este artículo es estudiar las actitudes ante la lengua en la sociedad española a fines del siglo XIX. Con este motivo se han escogido algunos de los conceptos
procedentes de la investigación actual en sociolingüística para aplicarlos al contexto
histórico, concretamente a las intervenciones recogidas en las actas del Congreso Literario Hispano-Americano (1892). Se ha podido demostrar que las teorías tradicionales
como, por ejemplo, la corrupción de la lengua y su desarrollo desde una perspectiva
antropomórfica se combinan con las nuevas ideas como la que concibe la lengua como
un organismo. Estas creencias tienen un profundo impacto en las actitudes de los congresistas ante el cultivo de la lengua, puesto que el cambio lingüístico se idea en términos negativos (decadencia). El conocimiento experto en el entonces nuevo campo de
las ciencias del lenguaje conecta con el conocimiento no experto, infundiendo en los
congresistas la confianza de poder frenar la corrupción y fragmentación del español en
diferentes dialectos.
Abstract
The present paper aims to study the attitudes towards language in Spanish society at
the end of the 19th century. Therefore, concepts stemming from current sociolinguistic
research are applied to the historical context, more precisely, to the published papers of
the Hispano-American Literary Conference (Congreso Literario Hispano-Americano, 1892).
It is shown that traditional theories such as the corruption of language and its development from an anthropomorphic perspective are combined with new concepts such
as the idea of language as an organism. These beliefs heavily influence the attitudes
of the congress participants towards language cultivation as language change is conceived in negative terms (decadence). Expert knowledge of the new field of language
science joins traditional non-expert knowledge and leads to participants’ confidence
in the possibility of stopping language corruption and fragmentation of Spanish into
several dialects.
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1. Introducción
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El presente estudio retoma un tema que, a nuestro entender, forma parte de una
historia de la lengua en el siglo XIX, pero que se sitúa en la encrucijada entre
esta historia y la historiografía lingüística. Concretamente, se trata de las actitudes ante la lengua, y en este caso, ante la lengua española y la posibilidad de
que ciertas actitudes puedan influenciar el desarrollo lingüístico y promover el
cultivo de la lengua. Nos parece un aspecto importante a tener en cuenta para la
época que estudiamos, si bien no constituye el único que cabe analizar. Además,
la investigación de este aspecto se complica en el siglo XIX ya que este representa la época de transición hacia la constitución de la lingüística como ciencia.
Para acercarnos a las actitudes ante la lengua en dicha época nos queremos
valer de las actas del Congreso Literario Hispano-Americano celebrado en 1892
en Madrid (sección 3) y las veinticinco intervenciones publicadas en la sección
de Filología. Partiendo de los estudios de sociolingüística actuales y los conceptos elaborados por esta (sección 2), intentamos reconstruir algunos aspectos que
están en la base del pensamiento de parte de la sociedad decimonónica sobre
el cambio lingüístico y la idea de la fragmentación, que cobran vigor en el siglo XIX. Para ello, concebimos el Congreso Literario Hispano-Americano como
parte de una serie de textos (sección 4). Nuestro propósito es analizar en qué
medida se refleja en estas contribuciones la tradición, es decir, la continuidad
de creencias y juicios de valor procedentes de siglos anteriores, y, para ello nos
vamos a concentrar en la teoría de la corrupción (sección 5).
El congreso se celebró a finales del siglo XIX cuando la llamada ciencia
del lenguaje o lingüística para muchos se situaba entre las ciencias naturales
como ciencia autónoma, a diferencia de la filología, que se consideraba rama
de la historia. La asimilación del concepto de organismo es un ejemplo de la
identificación de la lingüística con las ciencias naturales. Este aspecto es de
sumo interés: si la investigación histórica de las actitudes lingüísticas ya se
sitúa en el lindar entre la historia de la lengua y la historiografía de la lingüística, la constitución de la nueva ciencia y su divulgación conllevan, como nos
demostrarán las intervenciones en el congreso, una gran diversidad de perspectivas, tanto concordes con la investigación coetánea como procedentes de
creencias transmitidas a través de los siglos.
Las actitudes que de ahí se adoptan tendrán cierta repercusión en el cultivo de la lengua (sección 6), término que hemos adoptado para caracterizar las
acciones que se llevan a cabo en esta época cuando el español ya llevaba tiempo disponiendo de un estándar y cuando se trataba de encauzar los cambios
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Actitudes ante la lengua. Herencia y evolución
ocurridos mediante la intervención consciente1. Puesto que este estudio ofrecerá una incisión sincrónica en la evolución o diacronía de la lengua, habrá
que vincular los resultados con los de otros estudios y explorar más fuentes
que permitan reconstruir las actitudes ante la lengua.
2. Sociolingüística y actitudes ante la lengua
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En sociolingüística se ha desarrollado un amplio repertorio de conceptos y de
métodos de investigación para estudiar las actitudes que los hablantes adoptan ante los hechos lingüísticos. Según las distintas escuelas de sociolingüística, la definición de lo que se entiende por actitud lingüística presenta alguna
que otra diferencia. La siguiente definición procede del Diccionario de sociolingüística (2007), que se sitúa en la línea de los estudios de origen anglosajón:
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actitudes lingüísticas (linguistic attitudes): respuesta emocional e intelectual de los
miembros de la sociedad a las lenguas, dialectos, acentos, formas lingüísticas concretas y sus propios hablantes en su entorno social que constituye un aspecto importante de la compleja psicología social de las comunidades lingüísticas. Dichas actitudes
oscilan desde las más favorables a las menos, y pueden manifestarse en los juicios
subjetivos sobre la corrección, las cualidades estéticas de las variedades y las mismas
palabras, sobre la adecuación de las lenguas y dialectos, y sobre las propias cualidades personales de sus hablantes2 (Trudgill, Hernández Campoy 2007: 26).
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Los autores apuntan expresamente que las actitudes “no tienen fundamento lingüístico alguno, sino que su origen es enteramente social” (2007: 26).
Otra definición nos ofrece el Diccionari de sociolingüística (=DS 2001) que recoge
igualmente la investigación del ámbito francófono y otras lenguas románicas y,
en particular, las aportaciones de la sociolingüística catalana. Aquí podemos leer:
actitud lingüística […] Actitud positiva (de aceptación) o negativa (de rechazo) que
se adopta ante una variedad lingüística o ante sus hablantes3 (DS 2001: 25; mi
traducción).
1
Nuestra definición se basa en la que ofrece el Diccionari de sociolingüística: “Proceso
de planificación lingüística continua en cada lengua después de que la forma básica del
estándar haya sido establecida” (DS 2001: 83; mi traducción). Conde Silvestre recalca, en
la línea de la Escuela de Praga, la importancia de las actitudes lingüísticas (2007: 315-322).
2
Las negritas son del original.
3
Las negritas son del original.
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Además, se hace énfasis en tres factores que las determinan. El primero
es el factor cognitivo que se refiere a la capacidad del individuo de razonar su
actitud. Establece un vínculo con las creencias lingüísticas, si bien no siempre
llevan a una toma de posición (DS 2001: 25-26). El segundo factor es el afectivo,
que hace referencia al hecho de que se puede querer u odiar una variedad lingüística se (DS 2001: 26). Por último, se cita el factor comportamental, definido por los autores como “toda acción observable, incluyendo la comunicación
verbal o la comunicación no verbal” (DS 2001: 26). Puesto que las actitudes
se constituyen en la interacción de los sujetos y se expresan a través de opiniones o conductas, de este factor se pueden inferir los otros dos, es decir, el
cognitivo y el afectivo, aunque el comportamiento los pueda contradecir.
En la figura 1 hemos recogido algunos de los conceptos vinculados con las
actitudes lingüísticas.
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— Ideología lingüística
Conciencia lingüística
— Creencias
Lingüística de legos
Actitudes lingüísticas
— Política lingüística
Glotopolítica
— Comportamiento y uso lingüístico
— Desarrollo de la lengua
Cambios lingüísticos
Figura 1. Conceptos relacionados con las actitudes lingüísticas.
Vemos que las actitudes lingüísticas reflejan, por un lado, cierta ideología
lingüística y constituyen una manifestación de la conciencia lingüística4, que
se define como:
Conjunto de elaboraciones mentales, expresas y documentadas o implícitas y larvadas, con los que una comunidad lingüística se percibe como singularizada por
la lengua que utiliza y vinculada u opuesta […] a las lenguas y comunidades del
entorno. Comprende, por tanto, las formas de pensamiento, las creencias, las moti-
Si bien se podría tratar de una divergencia terminológica causada por su
procedencia de una u otra escuela sociolingüística: “En sociolingüística se ha sustituido a veces el término consciencia lingüística por términos como saber lingüístico
(Schlieben-Lange 1975) o ideología lingüística (Kremnitz 1993), y la sociolingüística
americana utiliza a menudo el término actitud” (DS 2001: 79).
4
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Actitudes ante la lengua. Herencia y evolución
vaciones y las actitudes que configuran unos valores simbólicos para un determinado grupo lingüístico5 (DS 2001: 79; mi traducción).
Este lado refleja, por tanto, el aspecto ideológico en relación con las actitudes. La conciencia se puede entender como hiperónimo de las ya mencionadas
actitudes y creencias, pero también de otras como: juicios de valor, prejuicios,
prestigio, mitos y estereotipos lingüísticos.
Por otro lado, la conciencia y las actitudes lingüísticas están estrechamente vinculadas con las acciones conscientes sobre la lengua y el uso consciente
o inconsciente que se hace de ella. Así pues, la política lingüística constituye el
“[c]onjunto de medidas que los poderes públicos pueden tomar para intervenir
en las comunicaciones lingüísticas de la sociedad” (DS 2001: 226). Se trata, por
consiguiente, de ordenar la actividad de la sociedad, influir en las actitudes y
regular el comportamiento lingüístico de los individuos (Bochmann 1993: 7-8).
También se relaciona con las actitudes lingüísticas la glotopolítica, que
no es sinónimo de política lingüística sino que entiende “el lenguaje mismo,
en tanto que acción política […] como fenómeno ideológico-discursivo” (del Valle
2007: 14). Este término fue acuñado por Louis Guespin y Jean-Baptiste Marcellesi en 1986 por ser “necesario para englobar todos los hechos del lenguaje
en los que la acción de la sociedad reviste la forma de lo político” (1986: 5; mi
traducción). Los autores –como por ejemplo José del Valle y Elvira Narvaja
de Arnoux– que han trabajado en glotopolítica intentan averiguar cómo se
construyen en los discursos políticamente significativos representaciones del
universo social que intentan imponerse desde diferentes espacios institucionales y que influyen en las ideologías lingüísticas (del Valle 2007; Narvaja de
Arnoux, del Valle 2010). Naturalmente, todos estos aspectos se reflejan en el
comportamiento lingüístico y, a veces, se exteriorizan mediante enunciados
metalingüísticos.
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3. El Congreso Literario Hispano-Americano (1892) como fuente
Para hablar de las actitudes lingüísticas y la posibilidad de reconstruirlas en
el eje diacrónico, tenemos que revisar las fuentes de estudio. Es evidente que,
a diferencia de la investigación sincrónica, cualquier intento de recuperar las
actitudes que adopta la sociedad decimonónica se tienen que basar en fuen-
5
Las negritas son del original.
17
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Herencia e Innovación en el español del siglo XIX
tes escritas. Como ejemplo quisiéramos aportar el Congreso Literario Hispano-Americano porque forma parte de una serie de textos. Entendemos por
esta última, de acuerdo con Gerda Haßler:
Una serie de textos es un conjunto de textos individuales, impresos o manuscritos,
que tratan del mismo tema en la misma rama epistemológica o sin metodología declarada, pero con el mismo objetivo y en condiciones comparables. A estas últimas
se pueden añadir relaciones sociales inmediatas o relaciones por correspondencia
entre los autores de los escritos en cuestión, exigencias académicas y normas de
producción de textos (Haßler 2002: 561).
Concretamente, se trata de una serie de textos pragmática, ya que se preocupa “de un problema común, suficientemente diferenciado dentro de un
campo de investigaciones más amplio” (Haßler 2002: 561). Con respecto al
Congreso Literario Hispano-Americano, este problema se define como el de
la unidad del castellano y presidirá todos los congresos que siguen. Desde la
perspectiva opuesta a la unidad, el problema consiste en una posible fragmentación de la lengua española, es decir, la posibilidad de que esta se descomponga en dialectos y que se creen nuevas lenguas, en analogía con lo que ocurrió
con el latín y las lenguas románicas.
La importancia de los testimonios que ofrece el Congreso Literario Hispano-Americano se desprende ya de su presentación en la página web del Instituto Cervantes:
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El Instituto Cervantes reprodujo la edición de 1893 de sus Actas en un volumen que
acompañó al del congreso sevillano; en este espacio se ofrece esa edición facsímil
y se da acceso así a una espléndida serie de testimonios de primera mano de la preocupación por el español a fines del siglo XIX, una época en la que España aún era
un país con colonias y, al tiempo, una nación donde se apreciaba una preocupación
por el idioma común, compartida por las jóvenes naciones americanas.
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Según algunos de los estudios realizados sobre este evento (Vázquez
Villanueva 2008; Rizzo 2009, 2011a, 2011b, 2014), el Congreso Literario Hispano-Americano se sitúa al principio de una serie de discursos sobre la lengua y
la construcción de “imaginarios identitarios en función de los intereses de los
grupos que elaboran e implementan las políticas lingüísticas referidas al español” (2011a: s.p.). Así pues, Rizzo estudia el universo discursivo que se edifica a
lo largo de los congresos que, retomando el de 1892, se van celebrando desde
1992 como congresos internacionales de la lengua española:
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Actitudes ante la lengua. Herencia y evolución
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Congreso Literario Hispano-Americano (Madrid, 1892)
Congreso de la Lengua Española (Sevilla, 1992)6
Congreso Internacional de la Lengua Española (CILE, Zacatecas, 1997)
II Congreso Internacional de la Lengua Española (Valladolid, 2001)
III Congreso Internacional de la Lengua Española (Rosario, 2004)
IV Congreso Internacional de la Lengua Española (Cartagena de Indias, 2007)
V Congreso Internacional de la Lengua Española (Panamá, 2013)
VI Congreso Internacional de la Lengua Española (Valparaíso, 2010)
VII Congreso Internacional de la Lengua Española (Puerto Rico, 2016)
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Rizzo afirma que estos congresos “son lugares privilegiados para examinar la construcción de identidades colectivas y el papel que cumple en
ellas la lengua en relación con las coyunturas en las que están insertos y, en
particular, con el desarrollo de políticas lingüísticas” (Rizzo 2011a: s.n.). Para
visualizar el procedimiento de esta investigadora recurrimos a la figura 2.
Congreso Literario Hispano-Americano
Figura 2. Construcción del universo discursivo
El Congreso Literario Hispano-Americano se celebró en Madrid entre el
31 de octubre y el 10 de noviembre de 1892 para conmemorar el IV Centenario del Descubrimiento de América. La organización del encuentro estuvo a
cargo de la Asociación de Escritores y Artistas Españoles (AEAE), institución
profesional fundada en 1871, con el apoyo de Alfonso XII y la Casa Real, por un
grupo de reconocidos escritores e intelectuales españoles (Rizzo 2011a: s.p.). El
congreso se organizó en tres secciones, la primera de Filología, la segunda de
Relaciones internacionales y la tercera de Librería.
Un aspecto muy llamativo del congreso fue la “[h]eterogeneidad en la
procedencia de los congresistas” (Gutiérrez, Pascual 1992: xvi). No acudieron al evento solo escritores y periodistas, catedráticos universitarios y de
institutos, sino que también concurrieron numerosos diplomáticos, ministros y diputados, así como representantes eclesiásticos y militares, con “[p]
redominio de congresistas peninsulares” (Gutiérrez, Pascual 1992: xvii). En
la sesión preparatoria del día 31 de Octubre de 1892, el presidente Gaspar
6
El Congreso de la Lengua Española se organizó con motivo de la clausura de la
Exposición Universal Sevilla 1992, cierre que coincidió con las celebraciones por el V
Centenario del llamado Descubrimiento de América.
19
Herencia e Innovación en el español del siglo XIX
Núñez de Arce (1834-1903) mencionó expresamente en su discurso a los siguientes destinatarios:
Questo e-book appartiene a joselu
Ilustres historiadores, inspirados poetas, arqueólogos insignes, forman la cohorte que, para celebrar la más gloriosa fiesta de nuestra raza, nos han enviado
nuestros hermanos de América […] (CLHA [1893] 1992: 17).
[…] importantísima representación histórica, la Marina, el Ejército y la Iglesia
que llevaron nuestro idioma y nuestra cultura á aquel vasto continente (CLHA
[1893] 1992: 18).
[…] á los doctos Representantes de las Universidades del Reino, así como á los
ilustres sabios é insignes literatos, consagrados á la enseñanza […] (CLHA [1893]
1992: 19).
Por tanto, el congreso se convirtió en un evento político de primer rango
pese a las ausencias de muchos de los invitados. Al final del volumen de
actas se adjuntan las negativas de los representantes en su mayoría hispanoamericanos que parecen confirmar cierta desconfianza ante el declarado objetivo del congreso de afianzar los vínculos entre España e Hispanoamérica.
Tuvieron igualmente escasa presencia las academias hispanoamericanas7,
en comparación con los numerosos delegados de la Real Academia Española como el propio Gaspar Núñez de Arce8, Antonio María Fabié (1832-1899),
20
is.ramirezluengogmail.com
7
Cfr. Gutiérrez y Pascual ya censuraron: “La conveniencia de la unidad lingüística se presentaba […] desde una perspectiva cerradamente peninsular” (1992: XXI).
Entre los veinticinco participantes que presentaron memorias hay solo cuatro figuras
americanas: Juan Zorrilla de San Martín (1855 Montevideo-1931; “Enviado extraordinario y Ministro plenipotenciario del Uruguay”, CLHA [1893] 1992: 602), Fernando Cruz
(“Enviado extraordinario y Ministro Plenipotenciario de Guatemala en París”, CLHA
[1893] 1992: 589), Francisco Gamboa (1866 Cali-1908 San Salvador; “Representante
de la Academia de Ciencias y Bellas Artes de El Salvador y Director de El repertorio
Salvadoreño”, CLHA [1893] 1992: 591) y Nicolás Pénson (1855 Santo Domingo-1901; escritor y periodista dominicano). Otro representante destacado fue Ricardo Palma (1833
Lima-1919), que participó como “Director de la Biblioteca Nacional del Perú, Miembro
correspondiente de las Reales Academias de la Lengua y de la Historia y Representante
del Museo de Lima” (CLHA [1893] 1992: 597) y que repite su malestar ante la política
de la Real Academia de la Lengua (CLHA [1893] 1992: 132-133) que ya destacamos en las
actas de esta institución (Brumme 1997b: 92-109).
8
“Núñez de Arce (Excmo. Sr. D. Gaspar), Presidente de la Asociación de Escritores
y Artistas, Académico de la Española, Presidente que ha sido del Ateneo Científico,
Literario y Artístico de Madrid, ex-Ministro, ex-Presidente del Consejo de Instrucción
Pública y Senador del Reino” (CLHA [1893] 1992: 596).
Actitudes ante la lengua. Herencia y evolución
Eduardo Benot (1822-1907)9, Francisco Commelerán (1848-1919)10, José Echegaray (1832-1916) y Adolfo de Castro y Rossi (1823-1898)11, que era miembro
correspondiente.
En la convocatoria ya se aprecia cuál sería el tema principal del congreso y
se explicita la preocupación por el idioma.
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Su objeto exclusivo será el de sentar las bases de una gran confederación literaria, formada por todos los pueblos que aquende y allende los mares hablan castellano, para mantener uno é incólume, como elemento de progreso y vínculo de fraternidad, su patrimonial idioma (CLHA [1893] 1992: 1).
[…] estamos convencidos de que los amantes y cultivadores de la lengua castellana
en ambos hemisferios acudirán á nuestro llamamiento […] (CLHA [1893] 1992: 2).
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La recurrencia del tema de la lengua y, en particular, el de la unidad de la
lengua12 se traducía igualmente en una apología de esta, tal y como se puede
apreciar en los atributos otorgados:
[lengua] propia (CLHA [1893] 1992: 1), [verbo] nuestro (CLHA [1893] 1992: 2).
una lengua expresiva y majestuosa (CLHA [1893] 1992: 1).
habla común (CLHA [1893] 1992: 1) de “[d]ieciséis naciones libres y soberanas, hijas
de España” (CLHA [1893] 1992: 1).
[…] ostenta la gloria indisputada de haber sido el primero de Europa que, flotando
sobre las aguas de mares hasta entonces no surcados, llevó el espíritu de Dios á un
mundo desconocido (CLHA [1893] 1992: 2).
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En la Lista de señores Congresistas es presentado como “Escritor, Académico de
la Española, ex-Ministro, Académico corresponsal de la de Ciencias exactas, físicas y
naturales y Vocal de la Junta consultativa del Instituto Geográfico y Estadístico” (CLHA
[1893] 1992: 587). Su intervención se publicó con el simple título de Memoria (CLHA
[1893] 1992: 257-261), pero versa sobre la conservación del idioma.
10
Commelerán presentó una memoria Sobre ‘La autoridad en el lenguaje’ (CLHA
[1893] 1992: 341-349). En la Lista de señores Congresistas es presentado como “Escritor,
Catedrático del Instituto del Cardenal Cisneros y Académico de la Española” (CLHA
[1893] 1992: 589). Destacamos que en 1890 tomó posesión con el discurso titulado Leyes
que regulan las transformaciones que, en el estado actual de nuestra lengua, sufre en su elemento
fonético la palabra latina para convertirse en castellana (Brumme 1997b: 136-137).
11
Adolfo de Castro figura con una Memoria. Del uso de la voz que, en sus varias
significaciones, como base de la conservación de nuestra lengua (CLHA [1893] 1992: 315-332).
Se encuentra su nombre en el apéndice con la aclaración: “Escritor y Académico correspondiente de la Española” (CLHA [1893] 1992: 588).
12
Cfr. “A la unidad se dedicaron directa o indirectamente treinta y una conclusiones. A las relaciones internacionales y al libro, catorce y algunas adicionales”
(Gutiérrez, Pascual 1992: xvii).
9
21
Herencia e Innovación en el español del siglo XIX
Obligación es, por tanto, […], la de impedir que se corrompa y degrade ese verbo
esplendoroso, cuya irradiación civilizadora alcanza hasta los últimos términos de
la tierra […] (CLHA [1893] 1992: 2).
Questo e-book appartiene a joseluis.ramirezluengogmail.co
Estos atributos que enaltecen el idioma se acompañan por otros recursos
léxicos y argumentativos que sustentan la constante apelación a la unidad de
la lengua. Según Rizzo, la metáfora que con mayor frecuencia se evoca en los
congresos de la lengua para tensar la unión entre España e Hispanoamérica
es la de la familia (2014: II, 218)13. Los lexemas se nutren de dos campos, el de la
afectividad y el de las relaciones de parentesco. Sirvan de ejemplo los siguientes fragmentos del discurso de Gaspar Núñez de Arce14 que abre la sesión preparatoria del día 31 de octubre:
[…] para celebrar la más gloriosa fiesta de nuestra raza, nos han enviado nuestros
hermanos de América, y que hoy, sentados en el hogar de la madre patria, comparten con nosotros, como miembros de la misma familia, el legítimo orgullo
que despierta en todos la épica grandeza de nuestra historia (Muy bien; muy bien.)
(CLHA [1893] 1992: 17).
[…] una gran confederación de la nobilísima familia española (CLHA [1893] 1992: 18).
[…] creo yo con fe inquebrantable, que el día en que, […], se entiendan en todo
cuanto les sea común, los pueblos que hablan la hermosa lengua castellana en
ambos hemisferios, ese día, recuperará su antiguo poder, su legítima influencia, y
su puesto en la dirección de los sucesos humanos, la gran familia española, á que
todos nosotros tenemos la honra de pertenecer (CLHA [1893] 1992: 19).
Rizzo demuestra que la idea de la filiación sitúa a España en un plano de
superioridad, además de legitimar la autoridad de esta como vínculo natural
y afectivo (2014: II, 218-219). En cambio, los países hispanoamericanos se designan o bien como hijos de esta madre o bien como hermanos (2014: II, 219),
constituyendo este último un claro intento de establecer una relación emancipada. Según esta investigadora, el “Congreso Literario Hispanoamericano
constituye una de las primeras formulaciones del proyecto del hispanismo”
13
Cfr. “[…] las discusiones filológicas se llevaron la parte del león, sobre todo las
de filología española; continuando con la tradición decimonónica de desinterés por las
cosas de América, solamente se presentó una memoria sobre las lenguas indígenas del
Continente Americano” (Gutiérrez, Pascual 1992: XVII).
14
Nos referimos a su intervención en la “Sesión preparatoria del día 31 de Octubre
de 1892, celebrada en el paraninfo de la Universidad, Presidencia del Excmo. Sr. D.
Gaspar NÚÑEZ DE ARCE” (CLHA [1893] 1992: 17-22).
22
Actitudes ante la lengua. Herencia y evolución
(2014: II, 222), cuyo elemento central “es la lengua y en ella se condensan el
resto de los componentes: la raza, la historia” (2009: 223) y la nacionalidad.
Para elucidar este aspecto nos valemos de una cita de la Memoria de Francisco Casso y Fernández (c.1853-c.1926) que ilustra muy bien la ambivalencia
de la relación hijos-hermanos y la ambigüedad del concepto de nacionalidad15:
Cierto es que un día, muy reciente, señores americanos de la Colonida [sic] española,
como hijos que llegan á su mayor edad, os declarásteis emancipados; […]. […], los
que vivían en el orden de autoridad y dependencia que rigen por ley de naturaleza,
las relaciones entre la madre y los hijos, hoy nos congregamos, no cual desconocidos ó enemigos, sino como hermanos que consagran el culto de su inextinguible
amor á esa maternidad excelsa (CLHA [1893] 1992: 296).
En las conclusiones que aporta este catedrático de Derecho se despliega el
repertorio discursivo de la unidad del idioma tanto en términos de vinculación (‘la misma raza’) como en términos ponderativos (‘divino’):
1.ª La América española y España constituyen, en el sentido más estricto de la palabra, una sola verdadera nacionalidad.
2.ª Su órgano de expresión es el habla común castellana. […]
6.ª Es de capital importancia, para fortalecer la solaridad [sic] de intereses y de
fines de la raza hispano-americana, arraigar, excluyendo cuantos elementos
tiendan á viciarla ó corromperla, esa comunidad divina de la lengua […] (CLHA
[1893] 1992: 296).
Además, este fragmento, al igual que la “Memoria” entera, tratan el tema
de la corrupción, fijado como uno de los argumentos que se abordarían en la
sección de Filología:
SECCIÓN 1.ª- FILOLOGÍA
Medios prácticos de mantener íntegra y pura el habla castellana en España y los
países hispano-americanos, ajustando su enseñanza á textos donde se consignen
las mismas reglas gramaticales.
1.° Razones de conveniencia general que aconsejan la conservación en toda su integridad del idioma castellano […].
En la Lista de señores Congresistas es presentado como “Caso Fernández (Sr. D.
Francisco de)”: “Escritor, Catedrático de Derecho mercantil y Representante de la
Universidad literaria de Salamanca y Abogado” (CLHA [1893] 1992: 588). Interviene en
el congreso con una Memoria. Elementos que en España y América concurren para la conservación de la lengua castellana (CLHA [1893] 1992: 287-297).
15
23
Q
Herencia e Innovación en el español del siglo XIX
3.º Agentes que, menoscabando la unidad de la lengua entre los pueblos hispano-americanos, contribuyen á la corrupción del idioma y á la formación de
dialectos.
4.º Medios de dar vigor á los elementos que favorecen la conservación del habla
común […] y de disminuir ó neutralizar por lo menos, el influjo de los agentes que
la contrarían.
5.º […] estimular la publicación y propagación de trabajos encaminados á limpiar
el idioma patrio de lo galicismos, italianismos y anglicismos innecesarios […].
8.º La sujeción á un régimen gramatical común, lejos de dificultar, como suponen
algunos, el progresivo desenvolvimiento de un idioma, le facilita, ordena y encauza dentro de sus genuínas condiciones (CLHA [1893] 1992: 11-12).
4. Presencia de la teoría de la corrupción
Indicada ya como uno de los temas por tratar, la corrupción resulta una constante en todas las intervenciones, presentándose a través de dos ideas fundamentales: la de la decadencia y la de la fragmentación del español. Si bien la
primera, es decir, la teoría de la corrupción, es una herencia del pensamiento
lingüístico anterior, la segunda, es decir, el temor a la descomposición en dialectos, es más bien una idea que se perfila en el siglo XIX (Brumme 1997a) y
emerge con toda virulencia hacia finales de aquel siglo.
En su vertiente de pensamiento heredado, la teoría de la corrupción tiene
su origen en el siglo XV y el debate entre los eruditos italianos Bruni y Biondo
en el año 1435. De Biondo deriva la idea de que la lengua vulgar se haya constituido con la invasión germánica y, en particular, con la influencia de los longobardos. Por la invasión bárbara al imperio romano se habría corrompido el
latín y se habría formado una loquela mixta (un habla mixta). De ahí se conoce
en la lingüística moderna con el nombre de hipótesis o teoría de la corrupción
(Neis 2009: 573)16.
En el proceso de la emancipación de las lenguas europeas, la teoría de la
corrupción se solía evocar en relación con la apología de un idioma. Servía sobre todo para evocar la perfección de una lengua y demostrar su superioridad
en comparación con el latín u otras lenguas vulgares (Neis 2009: 572).
Elio Antonio de Nebrija (1441-1522) retoma esta teoría y la emplea para explicar la formación del castellano en la península Ibérica. Además, como es
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16
En alemán, se utiliza también la denominación Barbarenthese.
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Actitudes ante la lengua. Herencia y evolución
bien sabido, aplica la teoría política de la translatio imperii, el traspaso o el relevo de los imperios, a la translatio linguae (Sarmiento 1992)17:
[…] luego junta mente començó a desvanecer se la lengua griega t a esforçar se la
latina. De la cual otro tanto podemos dezir que fue su niñez con el nacimiento t
población de Roma, t començó a florecer quasi quinientos años después que fue
edificada […]. I assí creció hasta [fol. 2 r.] monarchia de Augusto César […]. Entonces fue aquella multitud de poetas t oradores que embiaron a nuestros siglos la
copia t deleites de la lengua latina: […]. De allí, començando a declinar el imperio
de los romanos, junta mente començó a caducar la lengua latina, […] (Nebrija
[1492] 1989: 110-112).
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Hay que mencionar que la teoría de la corrupción está muy vinculada con una
concepción antropomorfa de la lengua. Igual que el ser vivo –o el organismo, palabra que se usaría en el siglo XIX–, en la mente de muchos hablantes la lengua
pasaría por las fases que se conocen como edades de la lengua (cfr. figura 3).
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Nacimiento e infancia
⇓
Juventud
⇓
Madurez
⇓
Vejez y muerte
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Figura 3. Edades de la lengua.
Más tarde, Bernardo de Aldrete (1565-1645) desarrolla la teoría de la corrupción y se anticipa en cierto modo a los conocimientos del siglo XIX, como
ya afirmaba Werner Bahner en su estudio pionero ([1956] 1966). Sin embargo,
Aldrete no solo fundamenta la idea de que la lengua latina se corrompió por
la invasión germánica del imperio romano, sino que también era consciente
de la evolución interna (“mudança”), es decir, el cambio que experimenta una
lengua a lo largo del tiempo (Bahner [1956] 1966: 127):
Entre las cosas de consideracion, que ai en las lenguas, es mui notable la mudança,
que reciben con el tiempo; lo qual, por lo que toca ami intento, conuiene que nolo
Bahner habla aquí de Zyklustheorie, teoría de la traslación o evolución cíclica del
idioma.
17
25
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Herencia e Innovación en el español del siglo XIX
passe en silencio. Deue se pues aduertir, que la lengua vulgar naturalmẽte con el
tiempo se enuejeçe, i muda, i en ciento o docientos años se trueca de manera, que
muchas palabras della nose entienden, como si fueran vocablos de lengua peregrina, o estrangera (Aldrete [1606] 1993: 176).
Le siguen otros eruditos como Ignacio de Luzán (1702-1754), Antonio de
Capmany (1742-1813), José Cadalso (1741-1782) o Juan Manuel Calleja († c.1851),
quienes recurren a la teoría de la corrupción para criticar los cambios introducidos en los siglos posteriores a lo que consideran el apogeo o la perfección del
español (Neis 2009: 569-572).
Partiendo de la afirmación de Cordula Neis de que la teoría de la corrupción ha dejado huellas en cualquier reflexión sobre las lenguas en Europa
(Neis 2009: 573), hemos intentado ver si en algunas de las reflexiones publicadas en las actas del Congreso Literario Hispano-Americano se manifiesta este
hecho. Por tanto, no hemos estudiado las actas para trazar la construcción de
un universo discursivo hasta la actualidad como lo ha hecho Rizzo (cfr. figura
2), sino que las analizamos en su continuidad con las creencias arraigadas y
transmitidas durante siglos (cfr. figura 4).
Congreso Literario Hispano-Americano
Figura 4. Creencias transmitidas.
Q
Con esto también queremos remitir a un concepto que en la investigación
moderna se conoce como lingüística popular, aunque nos gusta más la denominación de lingüística de legos18. En este sentido, nos parecen muy duras las
palabras de Gutiérrez y Pascual, que hablan “[d]el escaso nivel teórico general
de los planteamientos lingüísticos” del congreso y del “escaso relieve” de las
discusiones sobre la unidad de la lengua (1992: xx), siempre buscando la comparación con las aportaciones de Rufino José Cuervo (1844-1911), que naturalmente poseía conocimientos lingüísticos muy sólidos.
Con la excepción de algunos expertos o profesionales de la lengua como
Benot o Commelerán, la gran mayoría de los asistentes al congreso compartían tanto los tópicos transmitidos de los siglos anteriores como los decimonónicos. Pero no por eso hay que pensar que “el barniz de lingüista que se
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18
Esta es la traducción exacta del alemán Laienlinguistik, también lingüística de no
expertos (en inglés, folk linguistics) en contraposición con la lingüística profesional o de
expertos. Cfr. Antos (1996) y Kailuweit, Jaeckel (2006).
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Actitudes ante la lengua. Herencia y evolución
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descubre en todos [los congresistas, JB] está tomado de cualquiera de las introducciones a la ciencia del lenguaje, y era moneda común en el siglo XIX
español” (Gutiérrez, Pascual 1992: xxii).
Por ello, hemos reunido en la tabla 1 algunos de los autores citados por
los congresistas. La columna de la izquierda representa las referencias a los
autores de habla hispana y la derecha recoge lo que se aporta de Europa, con
énfasis en los autores germanos19. Las páginas en negrita indican las que coinciden con las intervenciones presentadas en la sección de Filología.
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Tradición hispánica
Aldrete (CLHA [1893] 1992:
623)
69 y 477
Baralt (CLHA [1893] 1992:
623)
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Tradición europea
Adelung (CLHA
[1893] 1992: 623)
204 y 334
374, 431, 435, 453, 454 y
455
Bopp
(CLHA
[1893] 1992: 624)
334, 373, 374,
380, 385, 386,
387, 388, 389,
416 y 443
Bello (CLHA [1893] 1992:
624)
41, 230, 282, 286, 366,
369, 371, 374, 433, 434,
436, 437, 438, 439, 440,
449, 455, 501, 555 y 559
Darwin (CLHA
[1893] 1992: 625)
246 y 373
Benot (Eduardo) (CLHA
[1893] 1992: 624)
4, 9, 21, 28, 46, 47, 55, 213,
214, 257, 374, 435 y 587
Diez
(CLHA
[1893] 1992: 625)
CLHA [1893] 1992:
CLHA [1893] 1992:
373, 374, 386,
425 y 443
Capmani (CLHA [1893]
1992: 624)
68, 393, 397, 481 y 482
Grimm (CLHA
[1893] 1992: 626)
334, 380, 384,
386 y 389
Cuervo (Rufino F.) (CLHA
[1893] 1992: 625)
36, 286, 369, 370, 374,
433, 437, 438, 439, 445,
455 y 555
Humboldt (Guillermo de) (CLHA
[1893] 1992: 627)
70, 179, 201, 294,
334, 380, 382,
406 y 413
Hervás (Lorenzo) (CLHA
[1893] 1992: 627)
234, 334, 379 y 448
Haeckel (CLHA
[1893] 1992: 626)
373
Mayanz (Gregorio) (CLHA
[1893] 1992: 628)
69, 317, 432 y 477
Linneo
(CLHA
[1893] 1992: 627)
247
Menéndez Pelayo (CLHA
[1893] 1992: 628)
90, 153, 189, 201, 286, 433,
555, 580 y 595
M e y e r - L ü b k e
(W.) (CLHA [1893]
1992: 628)
423 y 425
Q
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Nos centramos en estos autores, ya que es bien sabido que “en España las innovaciones que implicaba el comparativismo tardaron en entrar y no se documenta
la recepción de las nuevas tendencias hasta la segunda mitad del siglo, varias décadas
después de sus inicios en Alemania o Dinamarca y de su difusión en Francia o Gran
Bretaña” (Ridruejo 2002: 655).
19
27
ire
Herencia e Innovación en el español del siglo XIX
Monlau20 (CLHA [1893]
1992: 628)
67, 310, 335, 433, 434, 457
y 478
Muller
(Max)
(CLHA
[1893]
1992: 628)
283, 286, 334,
343, 373, 380,
382, 386, 419 y
440
Nebrija (CLHA [1893] 1992:
628)
230, 249, 436, 438, 449
y 477
Pott (CLHA [1893]
1992: 629)
373, 374, 380,
385, 390, 419 y
443
Salvá (CLHA [1893] 1992:
630)
230, 369, 374 y 439
Schlegel (CLHA
[1893] 1992: 630)
334, 380 y 416
Valera (Juan) (CLHA [1893]
1992: 631)
8, 10, 189, 286, 462, 501,
555 y 601
Schleicher (CLHA
[1893] 1992: 630)
383, 385, 386 y
418
Tabla 1. Autores citados en el “Índice de las Actas” ([1893] 1992).
20
Aunque se trata de una incursión no sistemática y siendo, además, el índice publicado incompleto, se aprecia claramente que en los conocimientos que
comparten los congresistas y en las actitudes que adoptan confluyen tanto la
tradición hispánica como las corrientes europeas de la época. En cuanto a la
vertiente hispánica, los congresistas demuestran un buen conocimiento de la
investigación lingüístico-filológica contemporánea, si queremos llamarla así,
con referencias a Andrés Bello (1781-1865), Vicente Salvá (1786-1849), Cuervo y
Marcelino Menéndez Pelayo (1856-1912).
En cuanto a la vertiente europea, las remisiones a la lingüística histórico-comparada también son constantes. Se perciben a través de citas desde
los representantes de la lingüística indoeuropea hasta la romanística como
Friedrich Schlegel (1772-1829), Franz Bopp, Friedrich Diez (1794-1876), August
Friedrich Pott (1802-1887) y Wilhelm Meyer-Lübke (1861-1936), siendo las publicaciones de este último muy actuales en la época. Se citan a menudo las “leyes” que presiden el desarrollo de las lenguas, es decir, las leyes fonéticas, por
ejemplo la Ley de Grimm) (la primera mutación consonántica en las lenguas
germánicas (CLHA [1893] 1992: 380, 384, 389))21, formulada en 1822 por Jacob
Grimm (1785-1863).
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20
Para el papel que Pedro Felipe Monlau y Roca (1808-1871) tuvo en la introducción del positivismo, cfr. Ridruejo (2002: 656-657). Monlau rechaza la teoría de la
corrupción con palabras como: “La transformación del latín no puede calificarse de
corrupción sino en el sentido en que por nuestros limitados alcances llamamos trastornos de la naturaleza al cumplimiento de leyes físicas indeclinables y para nosotros
desconocidas” (Monlau 1859: 22).
21
Estas páginas corresponden a la memoria de Antonio Guerra y Alarcón.
28
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Actitudes ante la lengua. Herencia y evolución
Por otro lado, se aprecia claramente el gran debate de la época que tiene
que ver con la influencia de los naturalistas y darwinistas en la concepción
del lenguaje. En 1863, August Schleicher (1821-1868) publicaba Die Darwinsche
Theorie und die Sprachwissenschaft (La teoría de Darwin y la lingüística)22, carta
que probablemente no se conoció en España más que por las traducciones al
francés (1868) y al inglés ([1869] 1983). De mayor impacto todavía fueron las
Lectures on the science of language (1861-1864), de Max Müller (o Muller y, en inglés, Mueller; 1823-1900). Por el contrario, también hay ausencias como la de la
teoría del sustrato, formulada en las Lettere glottologiche (1881-1882), de Graziadio Isaia Ascoli (1829-1907), y sus críticas frente la excesiva inflexibilidad que
sostenían los neogramáticos.
Si bien el congreso se celebra en 1892, es conveniente recordar que el fin de
siglo estaría marcado por la famosa polémica entre Juan Valera (1899-1903) y
Rufino José Cuervo23. Este último ya había incluido en la tercera edición de sus
Apuntaciones críticas sobre el lenguaje bogotano ([1867-1872] 1881) la carta en la que
August Friedrich Pott opinaba que el castellano correría la suerte del latín por
la acción de las leyes generales que presiden el desarrollo de las lenguas y que
implicarían la fragmentación dialectal. Algunos años después del congreso, la
filología hispánica ya entraría en una nueva etapa, marcada por la publicación
del Manual elemental de gramática histórica (1904), de Ramón Menéndez Pidal
(1869-1968). De esta manera, se cumpliría uno de los desideratas que marcaba
el congreso: “11.° Conveniencia de una gramática histórica que dé á conocer el
proceso de la lengua castellana desde sus primeras manifestaciones hasta las
obras de los escritores más ilustres de nuestros días, españoles y americanos”
(CLHA [1893] 1992: 12).
Este objetivo figura entre los quince temas propuestos que la junta organizadora, en la sesión de 17 de julio de 1892, fijó para la sección de Filología. Se
retoma en “Las conclusiones votadas por el Congreso Literario Hispano-Americano, en su sesión de clausura” (CLHA [1893] 1992: 225-239) como décimo novena conclusión24:
Será de grandísima utilidad la publicación de una gramática histórica que dé á conocer el proceso de la lengua castellana desde sus primeras manifestaciones hasta
las obras de los escritores más ilustres de nuestros días, españoles y americanos.
Para la traducción al español cfr. Schleicher ([1863] 2014).
Cfr. Brumme (1992; 1993); del Valle (2004).
24
Hay que mencionar que las conclusiones se publicaron ya en 1892 en El
Centenario. Revista Ilustrada, por José del Castillo y Soriano (1849-1928).
22
23
29
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Herencia e Innovación en el español del siglo XIX
e
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Esta tarea se facilitará estableciendo en la segunda enseñanza un curso de Gramática histórica elemental de la lengua castellana, ó sea Nociones de Filología castellana, y otro curso de Gramática comparada, ó sea Elementos de lingüística en la
Facultad de Filosofía y Letras (CLHA [1893] 1992: 230).
Qu
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Entre las memorias e intervenciones presentadas recogen este tema Antonio Guerra y Alarcón25 (CLHA [1893] 1992: 375-409) y Carlos Soler y Arqués26
(CLHA [1893] 1992: 415-429).
En resumen, las actas del Congreso Literario Hispano-Americano reflejan
la presencia de la teoría de la corrupción en el pensamiento de la época. No
obstante, estas ideas se mezclan con la concepción de la lengua como organismo, una noción que cobraba vigencia entre los eruditos del siglo XIX.
5. La teoría de la corrupción y el concepto de organismo
En su extenso estudio sobre las metáforas del organismo, Judith E. Schlanger afirma que el concepto se situaba en el centro de las teorías lingüísticas
del Romanticismo (1971: 125). Es importante remarcar –para vincularlo debidamente con las actitudes ante la lengua (cfr. 3)– que la palabra formaba
parte de todo un conjunto de voces con las que se describía el desarrollo de
las lenguas: “C’est à ce réseau verbal diffus qu’appartiennent, dans la linguistique romantique, des termes comme famille, rameau, souche, filiation,
parenté, racines. Le terme d’organisme peut, lui aussi, n’être qu’une banalité
conceptuelle, qui équivaut simplement à la notion de système” (Schlanger
1971: 125-126).
Este sería el caso de Franz Bopp (1791-1867); pero los hermanos Schlegel
elaboran el concepto para aplicarlo a las lenguas flexivas –consideradas en la
cúspide del desarrollo, a diferencia de las aglutinantes, por ejemplo– (Schlanger 1971: 126-128).
25
En el apéndice figura como “Vocal de la Junta Directiva de la Asociación de
Escritores y Artistas, Escritor, Periodista y Profesor de Taquigrafía” (CLHA ([1893]
1992: 592).
26
Participa con una memoria sobre Gramática histórica (CLHA ([1893] 1992:
415-429) y es presentado como “Escritor y Catedrático del Instituto del Cardenal
Cisneros” (CLHA ([1893] 1992: 600). Para sus publicaciones cfr. Esparza Torres,
Niederehe (2015: 384).
30
Actitudes ante la lengua. Herencia y evolución
A partir de estas primeras aplicaciones, es posible distinguir en el siglo
XIX entre dos corrientes, que se apoyan en una metáfora aparentemente
idéntica, pero que no se fusionan. La primera emana de las consideraciones
de Wilhelm von Humboldt (1767-1835) acerca de la lengua como organismo
espiritual que surge del genio nacional y como creación íntimamente vinculada con la historia de los pueblos (Schlanger 1971: 128-129). La segunda
corriente, más tardía, se constituye alrededor de la figura de August Schleicher (1821-1868). De inspiración naturalista, Schleicher sostiene la validez de
dos principios postulados por Darwin para el estudio de las lenguas: la gradual ramificación de las especies y la conservación de los organismos más
elevados en la lucha por la vida. Contrastando el enfoque de los dos autores,
Schlanger afirma:
Pour l’un, l’histoire des langues est une histoire humaine, événementielle et non
pas uniforme, puisque, comme le dit Humboldt, partout dans les langues l’action
du temps se trouve associée à l’action du génie national […]. Pour l’autre, c’est parce
que la vie d’une langue est une histoire naturelle uniforme, indépendante de la
volonté humaine, c’est parce que les relations interlinguistiques sont régies dans le
temps et l’espace pare le principe purement naturel de la lutte pour la vie, qu’elles
constituent le terrain scientifique de la linguistique (Schlanger 1971: 130).
Para evitar equívocos conviene, por tanto, discernir en lo posible entre el
concepto de origen romántico, de orden espiritual o intelectual, y el organismo entendido según las ideas naturalistas, de orden biológico.
Tras revisar las actas del Congreso Literario Hispano-Americano, podemos afirmar que ciertamente las dos corrientes habrían dejado su huella en
el pensamiento de los congresistas. Sin embargo, tenemos la impresión de
que predomina la corriente schleicheriana, ya que esta se acopla muy bien
con la idea de la corrupción. Concretamente, parece que en la superficie se
adopte el enfoque positivista o naturalista, pero que el concepto de fondo es
la idea de la corrupción. De ahí deriva la actitud negativa ante el cambio lingüístico, pero también la esperanza de poder encauzarlo y redirigirlo. Coincidiendo con Gutiérrez y Pascual hay que reconocer: “[…] no podemos dejar
de sospechar que, en ocasiones, se repetían algunas fórmulas más o menos
de moda, sin aceptar todas sus consecuencias” (1992: xxii). Dicho con otras
palabras, si los congresistas hubieran asimilado los conceptos y aceptado las
implicaciones de estos: “de la lengua como organismo vivo tenía que derivarse, inevitablemente, el peligro de su fragmentación” (Gutiérrez, Pascual
1992: xxii).
31
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Quest
Herencia e Innovación en el español del siglo XIX
Latín
— Imperio Romano
⇒
Lenguas vulgares
— España
— Francia
— Italia
— …
⇒
Dialectos
— Argentina
— Colombia
— Chile
— Guatemala
— México
— …
Figura 5. Fragmentación del imperio y de la lengua.
A continuación, quisiéramos aportar algún testimonio de la particular
mescolanza de la teoría antigua y el concepto moderno. Las ideas de Schleicher y otros positivistas se introdujeron paulatinamente en España a través de
autores como Pedro Felipe Monlau, Antonio de la Calle (1843-1889), Francisco
de Paula Canalejas (1834-1883) y Francisco Garía Ayuso (1835-1897) (Ridruejo
2002). En este sentido es de sumo interés que la Revista Europea publicó, por
ejemplo, en 1875 un artículo, probablemente traducido del francés27, firmado
por Julien Girard de Rialle (1841-1904) con el título El trasformismo en lingüística.
Este cita directamente a Schleicher28 y expone su pensamiento que se refleja
luego en las aportaciones de los congresistas:
Se indica como fuente la Revue Scientifique.
Se refiere al texto La teoría de Darwin y la Lingüística. Carta abierta al Dr. Ernst
Haeckel, Profesor Extraordinario de Zoología y director del Museo Zoológico en la Universidad
de Jena. La traducción al inglés reza: “Languages are organisms of nature; they have
never been directed by the will of man; they rose, and developed themselves according
to definite laws; they grew old, and died out. They, too, are subject to that series of
phenomena which we embrace under the name of “life”. The science of language […] is
consequently a natural science; its method is generally altogether the same as that of
any other natural science […]” ([1869] 1983: 20-21).
27
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28
32
est
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Actitudes ante la lengua. Herencia y evolución
Preguntaráse cómo y por qué el lingüista Schleicher se ocupaba tanto de la teoría
de Darwin y la aplicaba á la ciencia del lenguaje. Responderemos con él, que “Las
lenguas son organismos naturales, que, independientes de la voluntad del hombre, nacen, crecen, se desarrollan, y después envejecen y mueren, según las
leyes determinadas; á ellas, pues, les es propia también esta serie de fenómenos
que se acostumbra á comprender bajo el nombre de vida. La glótica, la ciencia del
lenguaje es, por tanto, una ciencia natural y un método completamente igual al
de las demás ciencias naturales. Nada de esto se refiere á la filología que es una
ciencia histórica” (Schleicher, Die Darwinsche Theorie, etc., páginas 6, 7). Schleicher
gustaba mucho repetir una comparación deducida de sus estudios favoritos, ajenos
á la lingüística. “El lingüista, decía, es un botánico, mientras que el filólogo es un
horticultor” (CLHA [1893] 1992: 424).
Por tanto, podemos afirmar que las ideas de Schleicher, aunque fuera por
vía indirecta, habían penetrado por España. Pero, tal y como ya hemos dicho,
se fusionan con la idea tradicional de las edades de la lengua y, finalmente, la
teoría de la corrupción.
Así pues, en las memorias dedicadas al tema 1 (cfr. 2), es decir, sobre la
conservación de la lengua castellana, recoge estas ideas, por ejemplo, Antonio
María Fabié29 (1832-1899):
Qu
es
[…] en la [ciencia] del lenguaje, es en el momento actual lo más interesante conocer
las lenguas mismas y sus dialectos, como entidades vivas y reales que nacen, se
desarrollan y mueren conforme á ciertas leyes cuya determinación debe ser el
objeto inmediato y directo de la filología, leyes que á su vez se derivan de otras más
sencillas y primordiales (CLHA [1893] 1992: 246).
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bo
ok
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Si bien en la cita anterior no se percibe la división insoslayable entre la filología y la lingüística que sostenía Schleicher y que defendían otros congresistas,
la identificación con las bases naturalistas es bien palpable, tal y como se aprecia
igualmente en el siguiente fragmento:
29
Las actas le presentan como “Escritor, Académico de la Lengua y de la Historia,
ex-Ministro y Senador del Reino” en el índice de nombres (CLHA [1893] 1992: 590). Fabié
estudió Farmacia, Ciencias Exactas y Derecho. En 1876 fue elegido miembro de la Real
Academia de la Historia. En enero de 1877 recibió el nombramiento de Consejero de
Estado. En las Cortes de 1879 fue elegido diputado por Sevilla y volvió a serlo también
en 1881. Ocupó, al constituirse el 4 de julio de 1890 el ministerio de Cánovas del Castillo,
la cartera de Ultramar, cargo que abandonó un año después. En 1891 fue nombrado
senador vitalicio. En 1891 tomó posesión de la silla R de la RAE con el discurso titulado
Las obras literarias de Rodríguez Rubí.
33
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Herencia e Innovación en el español del siglo XIX
En la misma línea se pronuncia el gramático y miembro de la Real Academia de la Lengua, Eduardo Benot, que se centra más bien en la vida de las
palabras, pero cuyo pensamiento refleja tanto las creencias antiguas (“en el
sentido traslaticio”) como las modernas (“organismos vivientes”):
Pero todo cambia en el mundo, y de esta ley general las lenguas no se eximen. Las
palabras son organismos vivientes que nacen con un significado material; crecen y se agrandan y se espiritualizan con el sentido translaticio; tal vez resisten
todo cambio cual pirámides ingentes de granito indestructible, y tal vez mueren
(CLHA [1893] 1992: 260).
No extraña que tanto la idea de las edades de la lengua como la del organismo se manifiesten en la “Nota sobre la biología del lenguaje” (CLHA [1893]
1992: 350-358), de Matías Serrano Nieto, “escritor español y delegado de la Real
Academia de Medicina” (CLHA [1893] 1992: 350)30:
Es el lenguaje una función viviente, que tiene, como sus congéneres, su nacimiento, sus períodos de incremento, progreso y perfeccionamiento, su época de plenitud funcional, su decadencia, sus enfermedades y su muerte (CLHA
[1893] 1992: 350).
El que se acerca con más detenimiento al pensamiento lingüístico de la
época es Antonio Guerra y Alarcón con su memoria “Acerca de la conveniencia
de una gramática histórica […]”. A través de la similitud que Schleicher establece entre el lingüista y el botánico, por un lado, y el filólogo y el horticultor, por
el otro, Guerra y Alarcón se explaya sobre: “[e]l diverso modo con que, según el
propio objeto de la Lingüística y de la Filología, considera cada una de ellas al
30
Serrano Nieto fue médico y filósofo prolífico. Desde 1836 fue socio del Ateneo
Científico y Literario y Artístico de Madrid. También colaboraba en el Semanario de
Medicina de Madrid (1841-1842) y fue fundador de la Gaceta Médica (1845-1853) y de El
Siglo Médico (1854-1936).
34
Qu
e
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es
Pero las leyes que presiden á la formación y desarrollo del lenguaje tienen, como
todas las que regulan la vida, una actividad continua y permanente; no se detiene
su acción cuando llega á producir las lenguas más perfectas, sino que de éstas se
puede decir, como Linneo dijo de los animales, que no sólo nacen y crecen, sino
que viven y sienten, y todo lo que vive está sujeto á la degeneración y á la muerte
(CLHA [1893] 1992: 247).
Actitudes ante la lengua. Herencia y evolución
lenguaje” (CLHA [1893] 1992: 383). Mencionando a Schleicher en la nota a pie
de página afirma que esta diferencia:
Qu
es
[…] ha sido felizmente expresado por un eminente glotólogo, mediante la comparación correspondiente entre la manera de estudiar las plantas el botánico y
el horticultor: el primero intenta abrazar con una sola ojeada el conjunto de los
organismos vegetales, investigar las leyes de su estructura y las de su desenvolvimiento, sin preocuparse del valor ó de la utilidad de cada uno: para el horticultor,
por el contrario, es esta última consideración la exclusiva (CLHA [1893] 1992: 383).
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En la segunda memoria dedicada a la necesidad de una gramática histórica, Carlos Soler y Arqués (1836-1896), por su parte, subraya que “Schleicher fue
el primero que aplicó á la lingüística el principio de la gran ley evolutiva, aquel
principio que obligaba á decir á los antiguos que la naturaleza no obra nunca
per saltum” (CLHA [1893] 1992: 418). Soler y Arqués defiende la distinción entre
lingüística y filología, “dos términos que han solido emplearse de una manera
indistinta y hasta arbitraria”, diciendo: “la Lingüística forma una de las ciencias naturales, mientras que la Filología se reduce á una ciencia simplemente
histórica” (CLHA [1893] 1992: 417).
ea
jos
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is.
6. Corrupción, organismo y cultivo de la lengua
Puesto que los congresistas se habían reunido para debatir e idear las medidas
adecuadas para el cultivo de la lengua, es lógico que esta particular interpretación de los nuevos conceptos ante un trasfondo de creencias centenarias haya
influenciado su aproximación a esta labor.
Según la escuela lingüística de Praga, se entiende por cultivo de la lengua
el deseo para reforzar en el estándar aquellas cualidades que le permitan desempeñar sus funciones específicas, es decir, se trata de promover la estabilidad, la precisión y la adecuación de la lengua al fin al que se destina (Vachek
2003: 71)31. Todos estos aspectos están presentes en las memorias que parten
31
Cfr.: “Language cultivation is the eagerness to intensify in the standard language, literary as well as colloquial, those qualities which are needed by the special function
of the standard literary language. The first of the qualities is stability, i.e. the standard
literary language is to eliminate all unnecessary fluctuation, and its users are to
develop a safe linguistic feeling also for the standard literary language, the second
of the qualities is accuracy, i.e. the ability to express clearly and precisely, without
35
ram
ire
zlu
en
Herencia e Innovación en el español del siglo XIX
de los cambios observados en la lengua buscando ralentizarlos y encauzarlos y convertir la lengua en un instrumento adecuado a las necesidades de la
época32. Si bien la actitud ante el cambio lingüístico es claramente negativa
teniendo en mente los conceptos mencionados (cfr. 5), el rechazo al cambio
se manifiesta sobre todo en el plano léxico. Este hecho se explica solo en parte
por los temas seleccionados y no deja de sorprender que “[e]l tratamiento de
la gramática […] contrasta con la importancia concedida por el Congreso al
vocabulario: casi un tercio de las resoluciones finales […] se refiere al léxico y
al diccionario” (Gutiérrez, Pascual 1992: xxiv).
Según lo que transmitía la retórica, el arcaísmo y el neologismo –como
los cambios más perceptibles– figuraban entre los “vicios de elocución”, tal y
como sostenía, por ejemplo, Guerra y Alarcón (CLHA [1893] 1992: 403). Por otro
lado, estos cambios no afectaban lo que se consideraba la esencia o el “genio
de la lengua” (Haßler 2009).
Al igual que la teoría de la corrupción, la referencia al genio de la lengua tiene raíces centenarias y proviene de los argumentos aportados en la
emancipación de las lenguas vulgares ante el latín. En cierto sentido, esta
creencia se reproduce ahora con argumentos que proceden de la lingüística histórico-comparada. Así pues, leemos en las Lecciones sobre la ciencia del
lenguaje de Max Müller cuando aclara el parentesco del inglés con otras lenguas indoeuropeas:
Without the help of history, we should see that English is Teutonic, that like Dutch
and Friesian it belongs to the Low-German branch; that this branch, together with
the High-German, Gothic, and Scandinavian branches, constitute the Teutonic class; that this Teutonic class, together with the Celtic, Slavonic, the Hellenic,
Italic, Iranic, and Indic classes constitute the great Indo-European or Aryan family of speech. In the English dictionary the student of the science of language
can detect, by his own tests, Celtic, [081] Norman, Greek, and Latin ingredients,
but not a single drop of foreign blood has entered into the organic system of the
English language. The grammar, the blood and soul of the language, is as pure
great strain, the most varied shades of meaning; the third, finally, is the specificity of
language, i.e. the underlining of features characteristic of the concerned language”
(Vachek 2003: 71).
32
En el congreso se suele hablar de conservación como, por ejemplo, Guerra y
Alarcón: “Una vez fijado un idioma, el lenguaje debe atender á la conservación, guardando siempre profundo respeto y filial deferencia á la literatura que le ha formado. Es
indudable que las lenguas viven con sus propios organismos, pero necesitan también,
como la sucesión de las edades, nuevos elementos para refrescar sus fuerzas, y es como
la selección misma en la naturaleza” (CLHA [1893] 1992: 403).
36
Qu
Actitudes ante la lengua. Herencia y evolución
k
Questo e-boo
and unmixed in English as spoken in the British Isles, as it was when spoken on
the shores of the German Ocean by the Angles, Saxons, and Juts of the continent
(Müller [1862] 2010: 61-62).
Esta idea se manifiesta con toda claridad en las palabras que escribe Guerra y Alarcón tras examinar las aportaciones de la lingüística comparada:
appartiene a
Importa notar que, en esta comparación, no se tiene en cuenta el elemento léxico,
y sí sólo el gramatical, bajo el principio, hoy unánimemente aceptado, de que la
gramática es lo que las lenguas contienen de verdaderamente propio y original;
el elemento más fundamental y también el más permanente; en una palabra, y para
valerme de la frase de Max Müller, es “la sangre y el alma del lenguaje” (CLHA
[1893] 1992: 386).
joseluis.ramir
Pese a una actitud aparentemente imparcial ante el cambio lingüístico33 y
una objetividad positivista, al fin y al cabo se vuelven a manifestar las creencias transmitidas durante siglos. Al repasar las etapas del desarrollo de la lengua española, Guerra y Alarcón insiste en que hubo una época de perfección
cuando la lengua “se revistió de esas brillantes formas que la distinguieron de
las demás lenguas europeas” (CLHA [1893] 1992: 398), y prosigue: “Por un hado
fatal, cuando más blasonaba de fuerte la nación española, llevaba ya en su
seno el germen de su futura decadencia” (CLHA [1893] 1992: 399).
No obstante, como los cambios no afectan el genio de la lengua, Guerra
y Alarcón es capaz de ver “las modificaciones llamadas arcaísmo y neologismo, nó precisamente como vicios de elocución, sino como fenómenos orgánicos de toda lengua viva” (CLHA [1893] 1992: 403). Por tanto, esta imbricación
de viejos y nuevos conceptos comporta una actitud negativa ante el cambio
lingüístico en general, pero también una actitud si no positiva, por lo menos
flexible ante la renovación léxica.
En la misma línea que Guerra y Alarcón se sitúa Antonio María Fabié al
argumentar a favor de un diccionario lo más completo posible:
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Ya hemos dicho que las lenguas, además de su gramática, que en cierto modo
es su espíritu, tienen su cuerpo, que es el conjunto de las palabras que forman principalmente sus medios de expresión; por lo tanto, es muy importante la formación del catálogo de todas ellas, hasta el punto que esto es posible
(CLHA [1893] 1992: 255).
Guerra y Alarcón afirma, por ejemplo: “Las lenguas se desarrollan en ó por sí
mismas, y en relación con las demás” (CLHA [1893] 1992: 394).
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Las lenguas creadas por la naturaleza reciben su cultivo en los jardines ó invernaderos del pensamiento. Allí es donde adquieren esa riqueza de matices, esa exuberancia de formas, esa lozanía que embelesa, ese esplendor que deslumbra, en las
épocas de prosperidad y de grandeza, que coinciden con el apogeo de la vida de los
pueblos que las hablan (CLHA [1893] 1992: 351).
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Asimismo, el médico Matías Serrano Nieto enfoca el cultivo de la lengua
desde la tensión “insoluble” entre la necesidad de fijación (“ley”) y de libertad,
afirmando:
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La lengua, como ser vivo, no se puede detener en su “progresivo desenvolvimiento” (CLHA [1893] 1992: 352), pero se puede adaptar (perfeccionar) “cuanto exijan los adelantamientos sucesivos de la civilización” (CLHA
[1893] 1992: 358):
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Siendo la lengua castellana un individuo de la gran familia de las lenguas, no puede
menos de figurar como función de funciones subalternas de ley y de libertad. Por
la ley adquiere un cuerpo que necesita conservar, se fija en un determinado organismo. Mediante la libertad se limpia y depura, se hace diáfana y esplendorosa
(CLHA [1893] 1992: 353).
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Por consiguiente, partiendo tanto de la teoría de la corrupción como de
la idea del organismo, en las palabras de Serrano Nieto la lengua se concibe
como ser vivo y se le atribuyen propiedades que en términos médicos benefician su funcionamiento como la depuración de sustancias nocivas.
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7. Conclusión
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Resumiendo, podemos decir que la teoría de la corrupción forma el trasfondo de las intervenciones en el congreso. Naturalmente, este hecho venía predeterminado tanto por la convocatoria como por el programa de temas de la
sección de Filología y se refleja igualmente en las conclusiones. La teoría de la
corrupción alcanza una nueva dimensión al basarse en la idea decimonónica
de la fragmentación del español.
Las intervenciones en el congreso demuestran ampliamente en qué medida se fusionó el conocimiento experto de la época con los conocimientos no
expertos o legos. Así pues, el concepto del organismo se acopla con la creencia
transmitida de las edades de la lengua. Según la teoría de la corrupción del
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lenguaje que se percibe en las ideas de muchos no expertos, las actitudes ante
el cambio lingüístico y la lengua coetánea son, en general, negativas.
Sin embargo, reina una actitud casi optimista ante la posibilidad que ven
los congresistas de poder frenar o ralentizar este cambio. El cultivo de la lengua es omnipresente y lo que muchos de los congresistas reclaman es asentar
las bases científicas para las actividades y los recursos llamados a acompañar
este cultivo. En este sentido, Gutiérrez y Pascual subrayan la confianza que los
congresistas otorgan a la norma escrita y a la labor de la escuela (1992: xxv) y
otras instituciones, siendo la Real Academia de la Lengua la primera entre ellas.
Las actas del Congreso Literario Hispano-Americano se pueden examinar de muchas maneras: como documento que inicia la construcción de un
universo discursivo que se va desarrollando hasta nuestros días (Rizzo 2014);
como el intento de la burguesía decimonónica de manifestar sus intereses
económicos y comerciales tomando como pretexto a la lengua (Vázquez
Villanueva 2008); también se puede lamentar la ausencia de los estudios de
filología en el siglo XIX en España y la escasa preparación de los congresistas
en esta materia (Gutiérrez, Pascual 1992). Pero indudablemente es un documento espléndido para reconstruir una serie de actitudes ante la lengua, las
lenguas, los dialectos y el cambio lingüístico para una época que no nos permite obtener datos mediante encuestas o entrevistas. Varios conceptos de la
sociolingüística moderna pueden ayudar a arrojar luz sobre el estado de ánimo finisecular y trazar, mediante la comparación con otros documentos, las
continuidades y rupturas en la conciencia lingüística de parte de la sociedad
decimonónica.
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El léxico de las clases bajas
en El Periquillo Sarniento*
Ivo Buzek (Universidad Masaryk)
Resumen
El objetivo de la contribución es analizar los patrones lexicogenéticos documentados
en el léxico de las clases bajas urbanas en el México de comienzos del siglo XIX y
del argot de la delincuencia de la época. Los textos literarios son a veces bastante
problemáticos a la hora de servir como fuentes para la historia del léxico; por tanto,
otro objetivo de la contribución ha sido ensayar un método de lectura y selección de
unidades léxicas adecuadas para el análisis y que sería aplicable asimismo en futuros
trabajos con textos similares.
Abstract
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The aim of the paper is to look for the word formation models documented in the vocabulary of the underclass in urban Mexican Spanish during the beginnings of the 19th
century and in the urban criminal slang in the same era. As fiction is a rather problematic source for the history of vocabulary, another aim of the contribution is to test
a method of reading and selecting of lexical units that would be adequate for future
analysis of similar texts.
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*
Este estudio se enmarca en el proyecto de investigación Počátky argotu v
Mexiku ve světle koloniálních dokumentů (“Comienzos del argot en México a la luz
de la documentación colonial”) financiado por la Universidad Masaryk (MUNI/21/
BUZ/2016). Asimismo, cuenta con el apoyo de la Facultad de Filosofía y Letras de la
Universidad Masaryk.
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Herencia e Innovación en el español del siglo XIX
1. Introducción y justificación del estudio
En la historia del español hay lagunas de varios tipos y la evolución de determinados aspectos fonéticos y fonológicos, morfosintácticos y léxico-semánticos en determinadas variedades del español sigue siendo objeto de debate
(Frago 1999 y 2002). A la hora de intentar cubrir las lagunas y llenar los huecos
en blanco en el mapa del conocimiento de la historia del español, el investigador puede proceder de diversas maneras: puede acudir a documentos todavía
inéditos o poco estudiados1; o puede “releer” textos –literarios o no literarios–
ya conocidos y analizarlos desde ángulos poco explorados hasta hoy día (Oesterreicher et al. 1998; Ciapuscio et al. 2006; o Kabatek 2008).
Sin embargo, hay también otros textos, sobradamente conocidos o hasta
“icónicos” dentro de sus áreas que, aunque están a la vista de todos, su valor para la historia de la lengua española ha sido poco explorado. Y este sería
el caso de la famosa novela de José Joaquín Fernández de Lizardi El Periquillo Sarniento ([1830-1831] 2008)2, obra considerada por la crítica literaria como
el comienzo de la tradición narrativa mexicana y a la vez algo comúnmente
aceptada como la primera novela hispanoamericana (Ruiz Barrionuevo 2008:
34). La novela ha sido objeto de numerosos estudios por parte de la crítica
1
Son sobre todo las fuentes archivísticas, cada vez más y mejor disponibles
gracias a la digitalización, en ocasiones transcritas y cuidadosamente editadas para
no estropear su valor para estudios filológicos. Una buena selección de documentos
peninsulares y ultramarinos está disponible a través del Portal de Archivos Españoles:
http://pares.mcu.es/ (consultado el 16/12/2017); gracias a los corpus de la Real Academia
Española: http://www.rae.es/recursos/banco-de-datos (consultado el 16/12/2017); o el Corpus
Diacrónico y Diatópico del Español de América de la Academia Mexicana de la Lengua:
http://www.cordiam.org/ (consultado el 16/12/2017). Otros corpus históricos están disponibles –total o parcialmente– a través del Corpus Charta: http://www.corpuscharta.
es/consultas.html (consultado el 16/12/2017). En lo que se refiere a documentos archivísticos transcritos y publicados en formato de libro, nos limitaremos por motivos de
extensión a mencionar tan solo los volúmenes de Documentos Lingüísticos de la Nueva
España (Company [1994] 2008; y Melis, Rivero Franyutti, Arias Álvarez 2008); El español
de Filipinas. Documentos coloniales (Franco Figueroa 2013), o la selección de documentos
del Corpus del Reino de Granada (Calderón Campos 2015).
2
Al final de su Introducción Ruiz Barrionuevo ofrece una relación de las ediciones
de la obra (2008: 67-70). Para nuestros propósitos hemos manejado su edición crítica,
puesto que está basada en la tercera edición de la novela de 1830-1831, que según la editora y otros investigadores sería la más cercana a la intención de Fernández de Lizardi
(2008: 59).
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El léxico de las clases bajas en El Periquillo Sarniento
literaria y de la sociología3 y es cierto que su valor para la historia del español
mexicano no les ha pasado desapercibido a los estudiosos de ambas áreas de
especialidad, aunque no lo han apreciado como tal. Por ejemplo, Urbina (1965:
74) hace constar que “el lenguaje del pueblo está trasladado allí con fidelidad, con verdad, pero sin arte, sin artificio alguno, sin gusto”; mientras que
Azuela comenta que “en sus diálogos apuntan bien claros los gérmenes de la
novela, como representación de la vida de un pueblo” (ápud Ruiz Barrionuevo 2008: 54). De manera similar se expresa Íñigo Madrigal cuando dice que la
novela contiene “los modos de expresión cotidianos, criollos, de la sociedad
que retrata” (1987: 140).
Por tanto, sorprende bastante que hasta las fechas que corren han sido pocos los lingüistas que hayan recogido el guante y que hayan enfrentado los retos que presenta la novela para la historia del español-mexicano, en este caso.
El autor del primer trabajo del que tenemos constancia, López (1931), se limitó
tan solo a inventariar y explicar los “Modismos y refranes” contenidos en la
obra, sin más; mientras que Donnel (1950)4, desde una perspectiva más amplia, se dedicó en su tesis de maestría a analizar el lenguaje del autor. Apunta
Davis (1956: vi) que “su comentario acerca de los rasgos de la morfología y la
sintaxis característicos de Fernández de Lizardi posee mucho interés, aunque
representa substancialmente un resumen de lo que han dicho Kany, Cuervo,
y otros.” En cuanto a los aspectos del léxico tal como han sido enfocados por
Donnel, continúa Davis exponiendo que la tesis recoge un glosario “de aproximadamente 400 mexicanismos o americanismos hallados en varias obras
de “El Pensador Mexicano”, incluyendo unos 200 que figuran en El Periquillo,
la mayoría de los cuales ya están registrados en el Diccionario de la Academia”
(1956: vi).
En lo que se refiere a aspectos léxicos de la novela, estos fueron en su momento objeto de análisis de Davis en su tesis doctoral (1956) y de otros trabajos
suyos basados en el mismo corpus (Davis 1950 y 1958). Davis se regía en su
estudio del léxico de la novela por cuatro criterios: “se registra todo vocablo,
locución o frase que (a) no trae el Diccionario de la Academia5; que (b) es considerado por los lexicólogos como localismo, mejicanismo, o americanismo; que
(c) presenta obscuridad cualquiera en el significado; que (d) posee un interés
Véase la bibliografía que trae Ruiz Barrionuevo (2008: 65-81).
Citamos por Davis (1956), ya que no hemos podido consultar la fuente de primera mano: A. L. Donnel, El lenguaje del (sic) Pensador Mexicano, Tesis para el grado de
Maestro en Artes, México, UNAM, 1950.
5
Davis trabajaba con la edición de 1947.
3
4
47
Herencia e Innovación en el español del siglo XIX
lexicográfico de una u otra índole” (1956: viii-ix). Sin quitarle los méritos, Davis se limitó en su estudio a confeccionar un compendio de unidades léxicas
“raras” o “difíciles” que se encuentran en la novela, asignarles un significado
o significados según las fuentes de contraste que manejaba y, en caso de no
hallar la explicación de la voz o giro en ningún repertorio de consulta, ensayar
una definición propia según el contexto. Los criterios (a) y (b) obedecen claramente a los principios de los estudios contrastivos, hoy puestos frecuentemente a debate. Los criterios (c) y (d) son un cajón de sastre donde cabe todo,
pero es cierto que Davis hizo lo que pudo para descifrar todos los giros y vocablos obscuros que encontró en la novela y que no habían sido tratados por
otros autores. En más de una ocasión reconoce abiertamente sus dudas y presenta sus definiciones mediante signos de interrogación, como en el siguiente
ejemplo, que se encuentra también en nuestro corpus:
1.
[Januario:] Yo los conozco y sé que juegan la apretada figura (t. II, cap. IV, p. 363).
apretada figura: jugar la —, fr. verb. jueg. ¿Jugar o apostar a un naipe de figura
de menor valor? (Davis 1956: 11-12).
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Si dejamos de lado de momento la nota de Trejo (1961) y la tesis de López
Suárez (1970), dedicada a la paremiología en la obra de “El Pensador Mexicano”6, el siguiente trabajo dedicado a los aspectos lingüísticos de la novela no
salió hasta 2014 –o, por lo menos, no tenemos constancia de ningún otro. Se
trata de un estudio de Frago dedicado a aspectos sociolingüísticos del español
mexicano de la época que se dejan ver en la obra, y esta vez el investigador se
ha ocupado del habla del indio bilingüe, del marginal y de la mujer. En los tres
ejemplos de tipos sociales de la época Frago ha prestado atención sobre todo
a aspectos fonéticos y morfosintácticos, y los interpreta como vulgarismos y
meridionalismos (los fonéticos), a veces arcaizantes, y en ocasiones algo forzados para cumplir con el estereotipo del habla vulgar. Pero en lo que se refiere al
léxico, Frago se ha dedicado muy poco a él y lo trata muy de pasada.
El estudio de Frago en ningún momento pretende ofrecer una visión de
conjunto: son “estampas sociolingüísticas”, tal como titula el investigador su
trabajo. Cuando afirma en el caso de los marginados que “aparte del tono burlesco y de la nota escatológica, y de algún vocablo propio de los de su clase,
ninguna incorrección gramatical cometen en sus intervenciones” (2014: 50),
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6
Apud Academia Mexicana (2000): H. López Suárez, La paremiología en la obra
de José Joaquín Fernández de Lizardi, Tesis, México, UNAM, 1970. Desgraciadamente, no
hemos podido consultarla.
48
El léxico de las clases bajas en El Periquillo Sarniento
y en el de las mujeres que “todas las ahora señaladas por sus vulgarismos
lingüísticos también se manejan como hablantes correctas en estas mismas
intervenciones suyas” (2014: 54), lo dice suponiendo que el modo de hablar de
los personajes tan solo sirve para caracterizarlos esquemáticamente7. Advierte
Frago (2014: 54-55) que:
Ya se ha visto, sin embargo, que la tipificación de los grupos sociales de bajo nivel
que escenifican la trama de El Periquillo Sarniento no alcanza a todos los integrantes,
ni abunda el autor en su perfil idiomático, connotado por unos pocos modismos
vulgares, salvo en las que son intervenciones de criados varones y campesinos,
pero semejante objetivo ni se lo plantearía, ni habría sabido cumplirlo Fernández
de Lizardi, que con frecuencia únicamente se sirve de realismo en materia de lengua suficiente para aderezar de “veracidad” la historia del protagonista y al mismo
tiempo plasmar en la novela su pensamiento ilustrado.
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Es cierto que Fernández de Lizardi, como hombre ilustrado, estaba interesado sobre todo en los efectos didácticos y moralistas de su novela (Ruiz
Barrionuevo 2008: 47) y que la expresión de sus personajes a veces pudo haber
caído en una esquematización algo excesiva; sin embargo, creemos que sería
erróneo subestimar su valor para el conocimiento del léxico de español mexicano popular y vulgar de la época. Al contrario, estamos convencidos de que
podría ser una buena fuente de conocimiento siempre y cuando se maneje
con cautela. Como veremos más tarde, en el caso de El Periquillo Sarniento son
de mucha ayuda las explicaciones metalingüísticas de determinados términos y giros o los sinónimos e hiperónimos matizadores que a veces les acompañan, usos de cursivas y notas a pie de página por parte del escritor, notas
introducidas por los editores de la cuarta edición de 1842 y las notas de Ruiz
Barrionuevo para la edición moderna. En conjunto nos dan no pocas pistas
sobre el valor diafásico o hasta diastrático de numerosas unidades léxicas.
En nuestro estudio pretendemos, pues, continuar en la labor que iniciaron
nuestros predecesores y prestar atención a los usos del léxico tal como queda
reflejado en intervenciones de hablantes procedentes de clases bajas. Es cierto
que en un estudio como este no podemos analizar el léxico popular novohispano que se deja ver en la novela en toda su amplitud y diversidad. Por tanto,
Algo similar al respecto ya lo dijo Trejo en su momento: “Lizardi se preocupaba
por describir la realidad misma de las cosas, razón por la cual llama a veces en su auxilio al lenguaje peculiar de los distintos niveles sociales, y a los vocablos y modismos
que caracterizan las jergas de los diversos oficios y profesiones, honorables y delictivos” (1961: 174).
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le tomamos la palabra a Frago cuando dice que el léxico de los marginados se
limita a algún que otro vocablo propio de su clase o a unos pocos modismos
vulgares. Ahora bien, ¿cómo son estos vocablos y qué nos dicen sobre la evolución del léxico de español popular y vulgar novohispano de la época?
Tradicionamente, los estudios sobre la evolución del léxico del español
mexicano (y el hispanoamericano en general) se han preocupado por la evolución externa, sobre todo por la incorporación de los indigenismos, anglicismos, galicismos, etc. Los estudios sobre la evolución interna no abundan y lo
que tienen en común es que muy pocas veces los investigadores han prestado
atención al lado social de la historia del vocabulario (Lope Blanch 2000; Lipski
2007; Flores Farfán 2008 y la bibliografía que allí se cita). Ha aumentado el
interés por el léxico diafásica y diastráticamente marcado con la dialectología
tradicional y sus esfuerzos por sacar a la luz los atlas dialectales de determinadas variantes regionales del español, sin embargo, han sido casi siempre
estudios sincrónicos –la diacronía está allí sólo implícitamente presente por
ser los ruralismos a veces también “arcaísmos”–. Además, los estudios de la
dialectología tradicional se han centrado más bien en el habla del campo, sin
prestar mucha atención al ambiente urbano. Con la sociolingüística moderna
ha empezado la investigación del habla urbana en México en toda su complejidad social (Barriga Villanueva, Martín Butragueño 2010) y el léxico de clases
bajas y el argot urbano en especial cuentan ya con varios estudios propios
(Hernández 1991; Lara 1992). Sin embargo, son todos estudios sincrónicos, faltan trabajos que describan su evolución y el lado histórico.
Por tanto, el objetivo principal de esta intervención sería intentar reconstruir, en la medida que lo hace posible el material presente en la novela, cómo
fue o cómo pudo haber sido el vocabulario diafásica y diastráticamente marcados manejado por las clases bajas urbanas en el México de últimos decenios
de la época colonial tal como se deja ver en los diálogos que sus integrantes
mantienen entre sí y en las explicaciones metalingüísticas que se dan sobre su
manera de hablar a lo largo de la novela.
Aparte de ello, puesto que está relacionado con el léxico de las clases
bajas en un sentido más amplio, procuraremos describir los rasgos presentes del argot de la delincuencia mexicana de aquel entonces. Existen varios
estudios sobre la evolución del argot de la delincuencia en la historia del
español peninsular8, pero faltan trabajos sobre el tema en México y en His-
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Para la germanía áurea, véase Alonso Hernández (1979), para el siglo XIX, véase
Salillas (1896); faltan estudios sobre el argot de la delincuencia en España en el siglo
8
El léxico de las clases bajas en El Periquillo Sarniento
panoamérica en general desde una perspectiva histórica. Con el presente estudio pretendemos pues abrir el tema con el material que manejamos ahora
y seguir en futuro con otras aportaciones para poder reconstruir y ofrecer
algún día al público una historia del léxico de los marginados y del argot de
la delincuencia en México.
2. Aspectos teóricos y metodológicos
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Ahora bien, es cierto que un estudio como el nuestro conlleva no pocos obstáculos metodológicos y es posible que en varios aspectos no estará exento de
polémicas.
En primer lugar, tenemos que delimitar y definir de modo aceptable el
concepto del español mexicano de la época: ¿cómo fue?; ¿podemos hablar
de una “norma” del español mexicano en el sentido de estar constituido
como una variedad geográfica autónoma de la lengua? De ningún modo
pensamos ofrecer aquí un tratado de la dialectología histórica del español
en México, pero algunas características suyas, por lo menos las que nos
importan aquí, que son las del léxico y sus relaciones con otras variedades
regionales del español, habrá que tomarlas en consideración (Bogard 2010;
Parodi 2010).
En segundo lugar, habrá que tener en cuenta que el valor de las obras
literarias en la historia del español, y notablemente del español en América, ha sido puesto en duda en más de una ocasión por los investigadores,
sobre todo en aspectos que se refieren a la lengua hablada y a contextos
espontáneos y menos formales (Tenorio 2010; Olea Franco 2010). Advierte
Company (2012: 260-261) que es bien sabido que: “[L]os escritores americanos, al menos hasta el siglo XIX, seguían modelos literarios europeos,
sobre todo españoles, por lo que sus obras difícilmente dejan aflorar la
idiosincracia léxica y gramatical que debía tener ya en esa época el español
hablado en América”.
Por tanto –en tercer lugar–, cabe preguntarse cómo debemos leer la novela y qué situaciones, pasajes o contextos los podemos considerar como posibles fuentes para el conocimiento del léxico diafásica y diastráticamente
marcado, aquí puesto en boca de personajes de clases bajas y, por extensión,
Q
XVIII y en la primera mitad del siglo XIX, igual que una visión de conjunto. Para más
información, véase Buzek (2016).
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Herencia e Innovación en el español del siglo XIX
del argot de la delincuencia y tal vez del urbano común. Se acentúa la duda
si nos damos cuenta de que Frago (2014) –a pesar de reconocer que la novela
trae mucha información sobre el español de México de la época– casi no
le presta atención al léxico en su estudio y solo se limita a constatar muy
lacónicamente que el léxico de los marginados está representado allí por un
puñado de modismos que solo cumplen el papel de caracterizarlos lingüísticamente9.
No obstante, creemos que uno no debe darse por vencido tan fácilmente.
Estamos de acuerdo con los postulados de los investigadores citados, no hay
dudas de que sus observaciones sean en general acertadas, pero estamos a la
vez convencidos de que, a la hora de estudiar la historia y la evolución del léxico de las clases bajas, del léxico vulgar y de los sociolectos de los marginados, nos hallamos en una especie de “estado de emergencia” en lo que atañe
a sus fuentes de estudio y, por consiguiente, debemos intentar aprovechar
todas las que podamos. Es cierto que sería ideal poder trabajar con documentos archivísticos (actas de juzgados, relaciones de bienes, cartas personales y otros documentos privados, etc.), pero estos son muy limitados para
nuestros propósitos y muchos son todavía de difícil alcance. Por tanto, no
vemos de momento otra alternativa que aventurarnos en los laberintos de
El Periquillo Sarniento para localizar en sus páginas todos los giros, vocablos
y modismos que podamos. Creemos que, si los analizamos adecuadamente
y con cautela, algún valor tendrán para conocer mejor el léxico vulgar y popular mexicano utilizado (no solamente) entre las clases bajas y el argot de
aquel entonces.
Volvamos ahora al primer condicionamiento, que es el nivel de evolución
del español novohispano a finales del siglo XVIII y a comienzos del siglo XIX.
En este punto seguimos a Company (2012) cuando dice que el siglo XVIII se
puede tomar como un parteaguas entre el español peninsular o europeo en un
sentido amplio y el novohispano:
Parteaguas –que es un mexicanismo léxico– debe ser entendido como un momento
crucial que supone una escisión importante entre un período anterior y el siguiente
en el acontecer de una comunidad de hablantes. En el siglo XVIII, último virreinato
de la Nueva España, tomó carta de naturaleza, esto es, se volvió parte del habla coti-
9
A la misma conclusión llegó Trejo medio siglo antes (1961: 174): “En el Periquillo,
el léxico jergal no pasa de ser un instrumento artístico mediante el cual el escritor
retoca sus cuadros con pinceladas de color nacional”.
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El léxico de las clases bajas en El Periquillo Sarniento
diana del pueblo, un buen número de formas de expresión que constituyen caracterizadores dialectales del español de México hasta hoy día10 (Company 2012: 259).
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En su estudio la investigadora se ha basado en documentos novohispanos originales de aquel entonces y ha revisado determinados fenómenos de
morfología, sintaxis y léxico; a nosotros, naturalmente, nos interesarán tan
solo los aspectos léxicos. No obstante, los únicos casos de unidades léxicas que
trata Company son los indigenismos –glosados o sin glosa– que, por supuesto, también aparecen con abundancia en el libro, pero en general no parece
que formasen parte del léxico que caracterizaría las clases bajas urbanas y los
marginados, ni que formasen parte sustancial del argot urbano de la época
como tal.
En lo que se refiere a los siguientes dos condicionamientos, para nosotros
es importante que las situaciones comunicativas y las escenas protagonizados
por personas de clases bajas y de los ámbitos marginales retraten de manera lo
más fiel posible los usos del léxico vulgar, del léxico diafásicamente marcado
en general y del léxico de los marginados y de las clases bajas en un sentido
más amplio, puesto que los diálogos de las obras literarias de aquel entonces
serían una de las pocas fuentes en las que podrían aparecer. Desgraciadamente, los diálogos no abundan en la novela. Los hay, pero son pocos. Explica Trejo
que: “Lizardi evita el lenguaje directo; recurre al diálogo con moderación. Generalmente es la pulcra voz del escritor la que describe. Con frecuencia traduce lo que podría haber dejado que la voz directa de sus personajes comunicara
al lector con superior viveza y verosimilitud” (1961: 174-175).
Por lo tanto, nos vemos obligados a incluir también escenas en las que el
narrador explica la escena e informa al lector sobre el uso de determinadas
voces habituales entre las clases bajas.
Somos conscientes de que, en muchas ocasiones, los diálogos (y las escenas) estarán llenas de estereotipos lingüísticos, pero gracias a los ellos podremos captar por lo menos algo de los usos léxicos poco prestigiosos que difícilmente podríamos encontrar en otras fuentes. Necesitamos escenarios con
réplicas en las que se cumplan los principales parámetros comunicativos para
reproducir la espontaneidad y la naturalidad de la interacción verbal entre los
10
Más adelante concreta su periodización matizando que fue “particularmente
en su segunda mitad […]. A partir de ese período, puede decirse, en mi opinión, que
comienza a gestarse el dialecto mexicano actual, con una identidad léxica, morfosintáctica y semántico-pragmática propia” (Company 2012: 270).
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interlocutores11. Estamos ante un texto literario y, como dice Oesterreicher, “lo
específico del texto literario consiste exactamente en la posibilidad de fingir
[…] todas las formas de este continuo concepcional” (2004: 734). Nuestro punto de partida se basa en la suposición de que Fernández de Lizardi supo fingir
relativamente bien y fue capaz de retratar los bajos fondos, de tal manera que
le pudiera parecer verosímil a sus lectores, y que hoy día tenga valor documental e histórico para nosotros.
En nuestras pesquisas en busca de usos léxicos de parte de las clases bajas
y de los marginados nos fijaremos pues, como ya hemos adelantado, sobre
todo en la reproducción de lo hablado, en los diálogos entre personas de clases
bajas o de personas que voluntariamente se han afiliado al ámbito marginal;
serían, por ejemplo, los casos de Januario, uno de los amigos del protagonista,
o el protagonista mismo cuando están inmersos en el mundo marginal (en
garitos de juego, en la cárcel o en el campo entre los bandoleros), puesto que
ambos por nacimiento y por educación fueron criollos de la clase media.
Otra manera de llegar a conocer el léxico privativo de las clases bajas y
de los marginados sería de carácter metalingüístico, como también ya hemos
apuntado. Se trata de las explicaciones de las voces en los diálogos, explicaciones que tienen forma de sinónimos que añade el narrador en descripciones
de situaciones concretas, cursivas introducidas por Fernández de Lizardi para
llamar la atención sobre una voz particular, notas que se deben a los editores
de la cuarta edición de 184212 y, finalmente, las notas y explicaciones que decidió introducir la editora contemporánea de la edición con la que trabajamos.
Véanse los siguientes ejemplos:
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2. […] pero al que no lo lleva [el dinero], o se le arranca, o no le dan lugar o se lo
quitan y de más a más dicen que es un crestón, término con
que algunos significan que es un tonto (t. II, cap. IV, p. 365)
3. […] que se juntó con otros hábiles y se fue de misión a Tixtla, pensando hacer
algo porque había fiestas […] (t. II, cap. V, p. 378).
Es decir, que se respete la privacidad de la comunicación, conocimiento mutuo
de los interlocutores, saber compartido, participación emocional, integración del discurso en el contexto situacional y de acciones, posición local y distancia temporal de
los interlocutores, cooperación, dialogicidad, espontaneidad o fijación y determinación
del tema (Oesterreicher 2004: 733); véanse también al respecto los trabajos de Bustos
Tovar (1995 y 1998).
12
Para señalar sus notas, Ruiz Barrionuevo ha utilizado en su edición de la novela
la fórmula “Cuarta ed. E” que hemos mantenido también nosotros.
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El léxico de las clases bajas en El Periquillo Sarniento
[Los tunos llaman ir a misión, o ir de misión, a ciertas viajatas que hacen fuera de
las ciudades a robar con la baraja a los infelices que se descuidan y caen en sus
manos (nota de Fernández de Lizardi)]
4. O bien procura uno dibujar las paradas, marcar un naipe, arrastrar un muerto, o
cuando no se puede nada de esto, armarse con una apuesta al tiempo que la
paguen […] (t. II, cap. III, p. 339).
[Armarse con una apuesta, “Cobrarla y porfiar que es cosa suya” (Cuarta ed. E)]
5. Advirtiéronme los compañeros que a mí me llamaban, y el presidente, que era
un hombretón gordo con un chirrión amarado a la cintura […] (t. II, cap. VI, p. 394).
[Presidente, preso de confianza en las cárceles mexicanas. (nota de Ruiz Barrionuevo)]
Hemos recogido varias decenas de voces, giros, modismos, etc., que obedecen a las características señaladas en los párrafos anteriores. Para minimizar
los posibles errores de interpretación los hemos contrastado con varias obras
lexicográficas para saber si se trata de mexicanismos o si pertenecen a otras
variedades del español también, y, sobre todo, hemos buscado allí cualquier
información adicional sobre su nivel diafásico y posiblemente también diastrático de uso.
El valor de los repertorios contrastivos de -ismos ha sido puesto en duda en
más de una ocasión, como ya hemos referido más arriba; sin embargo, desde
el punto de vista histórico, sobre todo si se trata de obras de diccionaristas que
aunque no fueron coetános de Fernández de Lizardi, vivieron en tiempos más
cercanos a él que nosotros, su percepción del valor diafásico y diastrático de
las voces estudiadas nos puede aportar información valiosa. Como advierte
Prieto (2014: 196), “conviene no olvidar que antes de la aparición de los corpus
una de las herramientas filológicas principales con las que contaba el investigador del léxico eran los diccionarios”, aunque también es preciso tener en
cuenta que los diccionarios frecuentemente se apoyaban en otros publicados
anteriormente. La información que aportan los diccionarios puede ser importante para nuestros fines, pero hay que manejarla con debida cautela.
Hemos acudido a una gama de repertorios relativamente amplia. En primer lugar, hemos consultado los principales diccionarios de mexicanismos
de finales del siglo XIX y de la primera mitad del siglo XX: el Diccionario de
mejicanismos, de Feliz Ramos i Duarte (1895; en adelante citado como FRD);
el Vocabulario de mexicanismos, de Joaquín García Icazbalceta (1899; JGI); y el
Diccionario de mejicanismos, de Francisco J. Santamaría ([1959] 1983; FJS). No es
necesario repetir que para nuestros propósitos nos ha servido excelentemente
también la tesis de Davis (1956). Interesante es el Índice de Mexicanismos, de la
Academia Mexicana de la Lengua (2000; IM), puesto que a base de 138 documentos atesora un índice de palabras con un ADN mexicano supuestamente
55
Herencia e Innovación en el español del siglo XIX
exclusivo. Para los fraseologismos nos han servido el Refranero mexicano, de la
Academia Mexicana de la Lengua13, y las colecciones de Rubio (1940), Martínez
Pérez (1977) y Appendini (2004).
Hemos consultado también otras obras lexicográficas: el Diccionario de
Americanismos, de la Asociación de Academias de la Lengua Española (2010;
DA), y el Diccionario de Mexicanismos, de la Academia Mexicana de la Lengua
y dirigido por Company (2010; DM), que aunque aparentan ser sincrónicos,
están en realidad basados en diccionarios anteriores y, por tanto, su alcance
temporal se expande considerablemente al pasado. Lo mismo lo podemos decir sobre la actual edición del Diccionario de la Lengua Española, de la Real Academia Española (2014; DLE). Y en ocasiones nos hemos servido también del
Diccionario del Español de México, dirigido por Lara (2010; DEM).
Para el sociolecto de las clases bajas y los grupos criminales desde una
perspectiva histórica están disponibles tan solo los inventarios de Alonso
Hernández (1977), Chamorro (2002) y Hernández Alonso, Sanz Alonso (2002);
como los tres están dedicados a la germanía española áurea, nos ayudaron
solo en contadas ocasiones.
En lo que se refiere a los inventarios del argot de la delincuencia en México, faltan estudios históricos y sólo contamos con obras que recogen este vocabulario desde la sincronía de su momento de publicación. Sin duda alguna son
todas de mucho interés, pero las más antiguas no aparecieron hasta la primera
mitad del siglo XX. Se trata de los repertorios de Amor, Diccionario del hampa
(1947), y de Franco, El Canerousse (sin fechar, pero probablemente de la misma
época), ambos reeditados en un mismo volumen en 2014; otros recursos útiles
son el Diccionario etimológico latinoamericano del léxico de la delincuencia, de Trejo
(1968)14, y Así habla la delincuencia y otros más..., de Colín Sánchez (1997).
Siguiendo todos los condicionamientos establecidos y después de contrastar el material recogido con los repertorios de consulta mencionados, en las
siguientes páginas, en la parte empírica de nuestro estudio, vamos a ofrecer
una aproximación al léxico diafásica y diastráticamente marcados propios del
español mexicano de la época tal como lo manejan hablantes procedentes de
las clases bajas y de los grupos marginales retratados en la novela de Fernández de Lizardi. Será una imagen necesariamente simplificada, esquematizada
Disponible en http://www.academia.org.mx/index.php/obras/obras-de-consulta-enlinea/refranero-mexicano (consultado el 16/12/2017).
14
Basado muy probablemente en su tesis de 1959 titulada Contribución al estudio
del léxico de la delincuencia (México, UNAM) que, desafortunadamente, no hemos podido
consultar.
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El léxico de las clases bajas en El Periquillo Sarniento
y estereotipada, pero creemos que nos podrá dar algunas pistas sobre la evolución del léxico vulgar y argótico en el México de finales del siglo XVIII y de
comienzos del siglo XIX.
3. El léxico diafásicamente marcado
En primer lugar, dirigiremos nuestra atención al léxico popular y diafásicamente marcado en un sentido amplio. Hemos recogido más de treinta unidades (31 en concreto), y aunque hemos hecho todos los esfuerzos para que
la lista sea lo más completa posible, no podemos descartar que algo nos pudo
haber pasado desapercibido (o puede que hayamos malinterpretado el valor
histórico y contrastivo de alguna que otra unidad léxica, dejándola fuera). Prevalecen en general voces y giros de carácter patrimonial (derivados y compuestos o frutos del cambio semántico), mientras que los indigenismos no son
más que una cuarta parte del total (siete voces).
A continuación, ofreceremos una selección de las expresiones que hemos
recogido, junto con un breve comentario y cualquier información de interés
adicional que aportan sobre ellos los repertorios de consulta a los que hemos
acudido, seguida por una síntesis e interpretación parciales.
3.1 Indigenismos
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La mayor parte de los indigenismos, igual que los términos patrimoniales,
son sustantivos cuyo significado comprende cualidades personales con
connotaciones negativas (falta de inteligencia o falta de aceptación social):
camote, guaje, guajolote ‘tonto’; o pilguanejo ‘persona insignificante’, pichicuaraca ‘concubina’, macuache ‘persona bruta o fea’. La información etimológica se la debemos a los repertorios de consulta que manejamos, aunque
varios de los vocablos son indigenismos obvios y notoriamente conocidos.
Pero en caso de duda hemos acudido por supuesto también a otras fuentes
(Hernández 2000; Montemayor 2007).
Sobre varios de ellos se apunta en los diccionarios sincrónicos que hoy son
poco usados u obsolescentes (DA: camote, pilguanejo, macuache). Sobre guaje se
dice en el DA que es una voz propia del ámbito rural, pero en tiempos de JGI
parece que fue ‘muy usada’. Según las marcas geográficas en el DA, la mayoría
no son mexicanismos exclusivos, sino que se atestiguan también en otras zo-
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Herencia e Innovación en el español del siglo XIX
nas de la América Central, mientras que otros se identifican tan solo con los
países centroamericanos15.
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6. [Aguilucho:] —Tanto así tienes de guaje, me dijo el Aguilucho […] (t. V, cap. II, p. 834).
[JGI: Bobo, sandio. Muy usado. ‖ DA: Mx, Ho, Ni. Persona tonta. rur. ‖ DM: Coloq.
Referido a persona: tonta, boba. ‖ DLE: Hond., Méx. y Nic. Bobo, tonto. ‖ IM].
7. [Culás el Pípilo, bandolero:] —Yo soy, continuó, yo soy el tal Pípilo, aunque no
muy guajolote, y me acuerdo de usted y de la noche en que lo vi con el sereno
cuando pasé corriendo (t. V, cap. II, p. 836).
[JGI: fig. Bobo, sandio, necio, tonto. ‖ DA: PR. metáf. Individuo zángano, bobalicón,
estúpido. pop + cult → espon ^ desp. ‖ DM: Referido a persona: tonta. ‖ DLE: Méx.
Persona tonta. ‖ IM]
8. [Periquillo/narrador:] —Anda noramala, indio macuache, le dije […] (t. III,
cap. IV, p. 583).
[FRD: Indio bozal, sin instrución alguna. ‖ FJS: En general: bruto, mazorral,
tosco, feo, barbaján, dicho de persona. ‖ DA: Mx. p.u. Referido a persona, bruta,
tosca, poco refinada. (macuche). ‖ DLE: Indio mexicano que no ha recibido
instrucción alguna. ‖ IM].
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3.2 Voces de origen patrimonial
También entre las voces diafásicamente marcadas de origen patrimonial el
grupo más numeroso lo forman las que aluden a cualidades y actitudes personales consideradas negativas o socialmente censuradas: crestón ‘tonto’, mocho
‘hipócrita’, sarazoncito ‘borracho; achispado’, atravesado ‘tersona terca y violenta’, tieso ‘tacaño’ o lambeplatos ‘persona aduladora’.
9. [Januario:] Esta ingeniada es la más arriesgada, porque uno puede topar con un
atravesado que se la saque a palos; […] (t. I, cap. III, pp. 339-340).
[DA: Mx, Ho, Ni. Referido a persona, terca. pop + cult → espon. ‖ DA: Co. Referido
a persona, altanera, violenta, con malas intenciones. pop + cult → espon ‖ DEM:
(Popular) Que es terco, impulsivo, violento y difícil de controlar. ‖ IM]
10. [Januario:] —Estás muy mocho, me dijo Januario, y la verdad, ésa no es virtud
sino miedo. (t. II, cap. V, p. 388)
[FRD: El que en la política es de ideas conservadoras, reaccionario, eleuterófobo.
Nombre derivado de mochuelo. ‖ FJS: Originariamente, en el siglo pasado,
15
Como ya hemos expuesto en otro lugar (Buzek 2014), esto se puede interpretar
como una seña de que México funcionaba como un foco de irradiación de cambios
en el léxico en una buena parte de la América Central, por lo menos en lo que atañe al
léxico diafásicamente marcado, y sobre todo de carácter urbano.
58
El léxico de las clases bajas en El Periquillo Sarniento
significaba hipócrita, solapado, falso devoto, amigo de las conveniencias. ‖ DLE:
Méx. santurrón (gazmoño) → Gazmoño, hipócrita que aparenta ser devoto. ‖ IM]
11. [Aguilucho:] No digo que estás borracho, pero sí sarazoncito (t. II, cap. X, p. 464).
[FRD: Achispado, alegre con el vino ‖ FJS: sarazón: Borracho a medias, calamocano.
También sarazo. ‖ Davis 1956: Medio borracho, achispado ‖ DA: Mx, Pe:NO, Bo.
Referido a persona, algo borracha. pop + cult → espon. ‖ IM]
12. [payo]: Yo le dije […] que el casamiento no se podía efetuar muy presto, porque
yo estaba probe más que Amán y el señor cura era muy tieso […] (t. II, cap. X, p. 469).
[DA: Ni. juv. Referido a persona, tacaña.]
13. [nana Clara:] —Eso no, grandísima cochina, lambeplatos, piojo resucitado, a mi
sobrina no, tal; agora verás quién es cada cual (t. III, cap. I, p. 496).
[FJS: fig. Pordiosero, mendicante, servil, abyecto, pobre diablo, lameplatos,
muerto de hambre. ‖ DA: I.1. Mx, Ho, Ni, RD, Ur. lameplatos. pop ^ desp. (lambeplato).
→ Mx. Persona aduladora, servil. pop + cult → espon. ‖ DA: II.1. Mx. Persona
que pide limosna. ‖ DLE: 1. Hond., Méx. y Ur. Persona aduladora. 2. despect.
Méx. Persona que pide limosna. ‖ IM]
En lo que se refiere a otros ejemplos, ya no se puede decir que guarden una
relación temática en común. Encontramos entre ellos sustantivos, como calilla
‘molestia’; verbos (achucharrarse ‘amilanarse’, pararse ‘levantarse’ o desmechar
‘mesar’); o interjecciones (¡fucha! ‘¡qué asco!’).
14. [Andrés, aprendiz:] […] y allí pior, porque me hacen cargar al niño, lavar los
pañales, ir a la pulquería, fregar toditos los trastes y aguantar cuantas calillas
quieren […]. (t. III, cap. II, p. 505)
[JGI: Molestia, pejiguera. ‖ DA: Ni. Molestia, pejiguera. pop + cult → espon. ‖
LE: coloq. Ec. y Hond. Molestia, pejiguera. ‖ IM].
15. [Aguilucho:] […] pero por ahora no te achucharres, enderézate, levanta la cabeza,
párate, vamos, sal acá fuera y serénate, que no estamos hechos de trapos. (t. II,
cap. X, p. 459)
[(achucharrarse:) JGI: Arrugarse, encogerse, amilanarse ‖ FRD: Achicharrar. ‖ DLE:
Méx. Arrugar, encoger, amilanar. ‖ IM.].
[(pararse:) Cuarta ed. E: Esto es, ponte en pie, levántate. ‖ FRD: Levantarse de la
cama. ‖ FJS: Levantarse, dejar de estar sentado o acostado poniéndose en pie. ‖
DA: Mx, Gu, Ho, ES, Ni, CR, Pa, Cu, RD, PR, Co, Ve, Ec, Pe, Bo, Ch, Ar, Ur. Ponerse
alguien de pie. ‖ IM]
16. [Periquillo/narrador:] […] otra, me desmecharon unas coscolinas, y por último,
me aporreó un difunto en un velorio (t. V, cap. II, p. 837).
[JGI: fam. Arrancar puñados de cabellos; mesar. ‖ DA: Mx, Co, Ve. Tironear,
enredar el cabello. ‖ DLE: coloq. Méx. mesar. ‖ IM].
17. [nana Felipa:] ¡Ah, fucha en la gente tan sucia y tan grosera! (t. II, cap. II., 304)].
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[JGI: interj. de detestación16. ‖ FRD: Fo, puf. ‖ FJS: Interjección de detestación. ‖
DA: interj. Bo; Ec:S, obsol. Expresa extrañeza o enfado. pop. ‖ IM].
Un tema por sí solo lo serían las unidades pluriverbales que aparecen en
la novela; una buena colección de ellas se publicó en López (1931), aunque no
sabemos con qué criterios de selección. Se trata tanto de locuciones como de
enunciados fraseológicos; por ejemplo, de a tiro ‘completamente, de una vez’;
no dar paso sin lanterna ‘no hacer nada desinteresadamente’; con algún riesgo se
alquila la casa ‘exponer la vida para ganar algún provecho’; o pedir <alguien>
cacao ‘rendirse’.
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18. [Andrés, aprendiz:] —¿Qué?, que se les llevó tres años de aprendiz en hacer
mandados, como hora yo y en el cuarto izque quería enseñarle el maestro todo
el oficio de a tiro, y mi hermano no lo podía aprender, y al maestro se lo llevaba
al diablo el coraje, y le echaba cuarta al probe de mi hermano a manta de Dios,
hasta que el probe se aburrió y se julló, y ésta es la hora que no hemos vuelto a
saber nada de él (t. III, cap. II, pp. 506-507).
[FRD: De una vez, enteramente, de un tirón. ‖ FJS: Completamente, de una vez.
‖ DA: Mx. Verdaderamente. pop. ‖ DEM: Coloq. Verdadera, total o absolutamente. ‖ IM].
19. [Aguilucho:] […] pues dándole una corta galita, porque no da paso sin lanterna,
te los asegurará en su baúl […] (t. II, cap. X, p. 465).
[Ed. Ruiz Barrionuevo: Ser sumamente interesado y no hacer ninguna gestión,
cualquiera que sea, sin obtener retribución.]
20. [Aguilucho:] Pues eso está verde, hermano; con algún riesgo se alquila la casa
(t. V, cap. III, pp. 849-850).
[López 1931: Exponer la vida para sacar algún provecho. ‖ IM].
21. [Periquillo/narrador:] […] pero como a las tres de la mañana me la interrumpieron
los gritos desaforados que dieron todos, pidiendo unos su carabina, otros su
caballo y todos cacao, como vulgarmente dicen17 (t. V, cap. II, p. 843).
[JGI: Pedir alafia, darse por vencido. ‖ FRD: Pedir perdón, suplicar. ‖ FJS: fr. fig.
fam. Pedir alafia. Lo mismo en Colombia. ‖ DA: Gu, Ho, ES, Ni, RD, Co; CR, obsol.
Pedir alguien perdón, o pedir que se le conceda una gracia, especialmente si se
hace suplicando. pop + cult → espon. ‖ IM].
En varias ocasiones nos hemos encontrado con unidades fraseológicas
que no hemos podido documentar en ninguna fuente de consulta y solo pode-
Véase la información que da JGI sobre su variante ¡fuchi!: “¡FUCHI! Interj. de
asco. ¡Puf! Mucho más usada que ¡fucha!” En general parece que hoy día ¡fuchi! es la
variante con más uso, ya que figura en otros repertorios también (DLE, DM, DEM); por
ejemplo, en DEM leemos: “Fuchi! interj (Coloq) ¡Qué asco!, ¡qué repugnante!”
17
Según Davis (1956) proviene del cacareo del gallo que huye de la riña.
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mos deducir el significado del contexto, como no estar <alguien> hecho de trapos
‘¿saber aguantar adversidades?’, que ya hemos visto con otro ejemplo en la cita
nº 15, o entender <alguien> de [algo] más que castrar monas ‘¿saber hacer algo
con perfección?’ Por falta de más información los incluimos aquí como frases
hechas usadas en el español popular o vulgar mexicano de la época.
22. [Aguilucho:] No tengas miedo; a mí no me la dan de malas en el naipe, de eso
entiendo más que castrar monas; […] (t. II, cap. IX, p. 451).
3.3 Síntesis
Los ejemplos nos dan a entender que a pesar de que a veces las unidades léxicas en cuestión no tenían más función que aportar algo del color nacional al
ambiente retratado, de las pinceladas se puede intuir que el léxico diafásicamente marcado propiamente mexicano ya estaba constituido. El habla popular urbana había asimilado cierta cantidad de indigenismos léxicos que iban
más allá del léxico de la civilización (platos y bebidas, objetos de uso diario,
etc.) pero la mayor parte de los mecanismos del cambio del léxico que hemos
documentado obedecía a los modelos patrimoniales: derivados (atravesado,
burlista, desmechar), parasíntesis (achucharrarse) o compuestos (lambeplatos).
De las treinta y una unidades léxicas que aquí hemos estudiado, veintinueve aparecen en diálogos y dos en pasajes en los que el narrador describe
el ambiente marginal. De estas una (crestón) va en cursiva y el autor explica
su significado a continuación (“término con que algunos significan que es
un tonto”18). La cursiva y la explicación nos dicen que habrá sido una palabra
poco común o muy marcada ya en los tiempos del autor, lo que nos confirma
JGI cuando apunta que es: “Poco o nada usado ya”. El nivel del uso de la otra
(pedir cacao) lo especifica Fernández de Lizardi al apuntar: “como vulgarmente
dicen”, aunque según FJS es “familiar”.
Algunas voces entonces vigentes han caído en desuso, como guaje ‘bobo’, que
según JGI fue “muy usado”, sin embargo, según el DA, hoy será un ruralismo con
lo que su suerte está sellada y más tarde o temprano desaparecerá del uso, si no
ha desaparecido ya. Otro ejemplo sería pichicuaraca, explicada por los editores
de la edición de 1842 como ‘amiga con quien se vive en mancebía’. De ello pode-
18
Luego aparece una vez más en la novela, y esta vez ya sin cursiva y sin explicación: —Y como que sí, decía el coime; lo bueno es que él es medio crestón (t. III, cap. VII,
p. 606).
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mos deducir que incluso a mediados del XIX era una voz por lo menos rara, de
allí la necesidad de explicar el significado en una nota a pie de página. Esto nos
confirma el comentario de FJS: “Decíase en tiempos del Periquillo de la mujer
o amiga con quien se tenía amistad ilícita.” Y al final, podemos mencionar la
interjección de detestación ¡fucha!, que ya en la segunda mitad del siglo XIX se
estaba retirando del uso a favor de su variante ¡fuchi! (cfr. supra).
La mayoría de las voces de este apartado iba en el texto de la novela sin
cursiva y sin ninguna otra explicación adicional, lo que quiere decir que se
trataba de términos populares y coloquiales que entonces fueron de amplio
conocimiento. Con ello se confirma la tesis de Company (2012) de que en la
época del Periquillo el español mexicano ya estaba constituido en todos sus
registros y tenía una serie de rasgos distintivos –tanto patrimoniales como los
que fueron frutos de contacto con la población indígena– que lo diferenciaban
de las demás variedades regionales del español de la época.
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Herencia e Innovación en el español del siglo XIX
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4. El léxico diastráticamente marcado
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En general podemos decir que la presencia de las voces patrimoniales entre
el léxico de las clases bajas urbanas tal como se deja ver en la novela es casi
exclusiva, por tanto la única división que podemos hacer aquí es la temática
que, a grandes rasgos, está constituida por tres áreas: las voces referentes a
clases sociales urbanas bajas o mal consideradas, con algunas muestras de su
léxico; la delincuencia y el léxico carcelario; y los naipes y la fullería como una
actividad delictiva altamente especializada.
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4.1 Las clases bajas (o mal consideradas) y su léxico
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El término icónico de este grupo sería lépero ‘persona soez’ y sus derivados
leperuno, leperuzca y leperaje. Otros términos propios de las clases bajas serían
amanezca ‘primeros gastos del día’ o hacer la mañana ‘tomar aguardiente para el
desayuno’, que aunque es cierto que no habrá sido una costumbre exclusivamente mexicana de aquel entonces, parece que el giro no fue conocido fuera
de las clases bajas y por ello Fernández de Lizardi lo marcó en cursiva y puso
una explicación en boca de uno de los personajes, Januario.
23. [Periquillo/narrador:] Con tan buenas compañías y la dirección de mi sapientísimo
mentor, dentro de pocos meses salí un buen bandolonista, bailador incansable,
contradanzista eterno, decidor, refranero, atrevido y lépero a toda prueba (t. I,
cap. X, p. 235).
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El léxico de las clases bajas en El Periquillo Sarniento
[FRD: Belitre, canalluza. El término lépero es epéntesis de lepra […]. ‖ FJS: Villano,
vil, malicioso, procaz, desvergonzado, atrevido, obsceno. 2. Dícese del individuo de
la plebe, y especialmente, del villano, patán, mal educado, canalla. Es término
injurioso. ‖ DA: I. 1. Mx, Gu, ES; CR, Ve, p.u. Referido a persona, soez, ordinaria,
malhablada. ‖ DA: I. 2. Gu, Ho, ES. Referido a persona, malvada. ‖ DA: I. 3. Ho, ES, Ni.
Referido a persona, que roba y es deshonesta. ‖ DM: Referido a persona maleducada/
pícara/malhablada. ‖ DEM: Persona grosera, insolente y mal educada. ‖ DLE: C. Rica,
El Salv., Guat., Hond., Méx. y Nic. Soez, ordinario, poco decente. ‖ IM].
24. [Januario:] Yo lo primero que hago es rehundir y escoger seis u ocho realillos
para la amanezca, de la primera ingeniada que tengo (t. II, cap. III, p. 352).
[JGI: fam. El amanecer. Usado por los pobres con referencia a los primeros
gastos del día y suelen decir: con esto tengo para la amanezca. ‖ IM].
25. [Januario:] Por ahora sábete que hacer la mañana entre esta gente quiere decir
desayunarse con aguardiente […] (t. II, cap. IV, p. 355).
[FJS: (la) mañana: El trago de licor que los borrachos toman en ayunas […]. ‖
Davis 1956: fam. Tomar la mañana, tomar licor para el desayuno. ‖ DA: Ch:S.
Beber en ayunas o a horas tempranas un trago de alguna bebida alcohólica. rur;
pop. ‖ IM].
En otras ocasiones se trataba de voces propias de personas que no necesariamente procedían de las clases bajas, pero se hallaban “mal vistas” o mal
consideradas por la clase media que representaba el autor y que encarnaba
el tono moralista que impera en la novela. Serían, por ejemplo, los mozos
bailadores –o útiles, como les llama el autor19– y sus términos como chonguear ‘bromear, pasarlo bien’, chongueo ‘broma, entretenimiento’ y caldo ‘manoseo furtivo’.
26. [Periquillo/narrador:] No llevan a un baile más que dos objetos: divertirse y
chonguear (es su voz). Este chongueo no es más que seducciones y llanezas (t. II,
cap. I, p. 299).
[(chonguear:) JGI: Requebrar por pasatiempo, embromar, dar zumba. ‖ FRD:
Chunguear, chancear, bromear. ‖ DA: Pe. Divertirse, pasarlo bien, entretenerse
bromeando. pop. ‖ DLE: vulg. Méx. chunguearse → coloq. Burlarse festivamente. ‖ IM].
[(chongueo:) JGI: Acción y efecto de chonguear. ‖ IM]
27. [Periquillo/narrador:] Siguen brincando y saltando muy serenos, contentándose
con lo que ellos llaman caldo. […] es el manoseo que tienen con vuestras hijas y
mujeres, el que facilitan bien las contradanzas y valses (t. II, cap. I, p. 299).
[Davis 1956: Manoseo furtivo y provocativo.]
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“Ordinariamente estos mozos bailadores, o como les dicen, útiles, son unos
pícaros de buen tamaño” (Fernández de Lizardi 2008: 298-299).
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Herencia e Innovación en el español del siglo XIX
Los últimos dos ejemplos de esta sección son los únicos indigenismos que
figuran en ella y ambos pertenecen a representantes de las clases bajas rurales. Se trata de la figura del indio bilingüe y del campesino. Su manera de
hablar obedece a fuertes esterotipos y sirve para caracterizarlos como tipos
sociales (Frago 2014). Ambos vienen con la cursiva del autor y uno de ellos,
además, está acompañado con una explicación adicional en el texto.
28. [payo:] – Axcan, dijo el payo, una cosa ansí me llamo […] ( t. II, cap. X, p. 468).
[JGI: Ahora está bien, así es. ‖ FJS: Ahora; está bien […]. Usado vulgarmente. ‖
Cabrera 1975 (ápud Ruiz Barrionuevo): Axcan, como áxcale y axca, exclamaciones
nahuas vulgares. ¡Ahora! ¡Ahora sí! ¡Éso es! ‖ DA: Mx. ¡ájale! → Mx. Expresa aprobación
o sorpresa. (áxcale). ‖ DLE: Méx. U. para expresar asentimiento o aprobación ‖ IM].
29. [indio bilingüe:] – Amocuale, quistiano, amocuale. Que fue como decir en castellano:
– No me cuadra tu modo, señor, no me cuadra (t. III, cap. II, p. 503).
[Molina 1977 [1571] (ápud Ruiz Barrionuevo): Amocuale, en lengua náhuatl, «no
está bien», «no es bueno»]
4.2 La delincuencia y la cárcel
El léxico de la delincuencia y del ámbito carcelario está presente más bien de
forma testimonial y se limita a veces tan solo a decorar el ambiente. A pesar
de todo ello, encontramos algunos términos y giros de interés, como cucharero
y macuteno ‘ladrón’, presidente ‘preso de confianza’, meter la uña ‘robar’, taparse
todos con una frazada ‘encubrirse unos a otros’; la de pita ‘cárcel’; o trapos pardos
‘ropa de presidiario’. Este último es bastante interesante. Davis (1956) recoge la
expresión de esta forma, pero por el contexto se podría tratar de un fraseologismo verse en trapos pardos ‘quedar encarcelado’.
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30. [presidente:] La patente se le pide; y si no quieres pagarla, harás la limpieza, so
cucharero. (t. II, cap. VI, p. 394)
[JGI: Ladrón ratero. Usábase mucho; hoy se oye rara vez. ‖ FJS: Ladrón ratero.
Proviene el término de la costumbre de robar los cubiertos de plata, especialmente
las cucharas.]
31. [Periquillo/narrador:] Era, en fin, uno de estos macutenos o cortabolsas, pero
delicado en su facultad (t. II, cap. IX, p. 449).
[DRAE-1884: Méj. Ladrón ratero. ‖ DA: Mx. obsol. Ladrón.]
32. [Periquillo/narrador:] Advirtiéronme los compañeros que a mí me llamaban, y
el presidente, que era un hombretón gordo con un chirrión amarrado en la cintura
[…] (t. II, cap. VI, 394).
[Ed. Ruiz Barrionuevo: Presidente, preso de confianza en las cárceles mexicanas.]
33. [preso:] —No te canses, Chepe, decía otro; para eso somos todos unos, los blancos
y los prietos: cada uno mete la uña bien cuando puede (t. II, cap. VIII, pp. 425-426).
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[FJS: echar la uña: fr. fig. fam. Robar. ‖ DA: (meter las uñas:) Gu, Ho, Ni, Pa, Bo. Robar
o estafar. pop + cult → espon. ‖ DEM: Echar uña, hacerle a la uña, gustarle la uña
(Popular) Robar. ‖ IM]
34. [Aguilucho:] Pero no tengas cuidado de que lo sepa, aunque vendas hasta los
bancos públicamente, pues aquí todos nos tapamos con una frazada, y no te
descubriéramos si al diablo nos llevara (t. II, cap. IX, p. 453).
[JGI: fig. fam. Ser lobos de una camada; encubrirse unos a otros con malos
fines. ‖ López 1931: No descubrirse, no delatarse. ‖ Davis 1956: Encubrirse unos
a otros con malas intenciones. ‖ IM]
35. [Culás el Pípilo, bandolero:] ¿Conque en qué paró usted por fin, y cómo fue eso
de que fuera a dar a la de pita por nosotros? (t.V, cap. II, p. 836).
[Davis 1956: Será referencia a la cárcel. ‖ Ed. Ruiz Barrionuevo: se refiere a la
cárcel […]. La razón puede ser que los presos tenían como cama un tejido de pita.]
36. [Periquillo/narrador:] Yo aseguro que si el payo me hubiera matado se hubiera
visto en trapos pardos; […] (t. II, cap. V, p. 372).
[Davis 1956: Ropa de presidiario.]
4.3 Los naipes: terminología y el léxico relacionado
El léxico de los naipes es la parcela mejor representada del habla de los marginados en toda la novela y comprende varias decenas de unidades léxicas (casi
cuarenta en total). Para saber si formaban parte del vocabulario de los tahúres
y fulleros novohispanos y se crearon en México o si ya se habían conocido
antes y llegaron desde España, hemos consultado varios repertorios del léxico
de la germanía y de los naipes de los Siglos de Oro (Alonso Hernández 1977;
Chamorro 2002 y 2005), pero no podemos decir que todas nuestras dudas sobre el tema hayan quedado despejadas.
En lo que se refiere al léxico de los naipes como parte de las hablas marginales, observa Trejo (1961: 174) que “demuestra Lizardi con toda evidencia que
conoce a fondo el caló mexicano, aunque no siempre se decida a aprovechar
los recursos que tales conocimientos podían proporcionarle”. Esto se debía
probablemente a su afán de claridad y de sencillez del lenguaje para no disminuir el potencial didáctico de la novela. Por los mismos motivos habrá evitado
también muchas veces el estilo dialogado. En una ocasión el autor incluso se
negó a explicar el significado de algunas voces del juego para no introducirles
malos ejemplos a seguir a los lectores, dañando así con sus circunloquios los
intereses de la historia del léxico: “Bien pudo Periquillo haber explicado aquí
el mecanismo de estas fullerías; pero, sin duda, las calló con estudio deseando
prevenir a los lectores incautos en los peligros del juego sin enseñarlos a maliciosos. Es bueno saber que hay drogas, pero no saber hacerlas” (Fernández de
Lizardi 2008: 344).
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A continuación, vamos a introducir algunos ejemplos. La mayoría de las
voces del juego va en cursiva (introducida por el autor); en algunas ocasiones
quedan explicadas a través de los personajes (Januario; por ejemplo, en casos
de igeniarse o arrastradero), sin embargo, en otras el significado ha tenido que
ser deducido del contexto.
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37. [Januario:] —A los que van a ellos, me dijo Januario, sin blanca, sino sólo a
ingeniarse, y son personas a quienes los jugadores les tienen algún miedo, porque
no tienen qué perder, y con una ingeniada muchas veces les hacen un agujero
(t. II, cap. III, p. 338).
—Ingeniarse, me contestó Januario, es hacerse de dinero sin arriesgar un ochavo
en el juego. (t. II, cap. III, p. 339)
38. [Januario:] —Mira, yo unas veces me quedo de postema en los bailes, y paso el
resto de las noches en los canapés; otras me voy a una fonda, y allí me hago
piedra, y otras, que son las más, la paso en los arrastraderitos (t. II, cap. III, p. 350).
[Januario:] —Los arrastraderitos son esos truquitos o billarcitos indecentes e
inservibles que habrás visto en alguna accesoria (t. II, cap. III, p. 350).
[JGI: Juego de trucos o garito de baja estofa. Desusado ya. ‖ Davis 1956: Garito de
baja estofa. ‖ IM]
39. [Januario:] —Mira, me respondió: […] ya sentado uno allí está vigiando al montero
para cogerle un zapote o verle una puerta, y entonces se da un codazo, que algo le
toca al denunciante en estas topadas. O bien procura uno dibujar las paradas,
marcar un naipe, arrastrar un muerto, o cuando no se puede nada de esto, armarse
con una apuesta al tiempo que la paguen […] (t. II, cap. III, p. 339).
[Cuarta ed. E: Vigiando al montero, “Espiando sus manejos”]
[Cuarta ed. E: Cogerle un zapote, “Advertirle alguna trampa”]
[Cuarta ed. E: Ver una puerta: “Observar cuál es la carta primera”
[Cuarta ed. E: Da un codazo, “Se avisa a los concurrentes” ‖ JGI: Dar codazo, dar
cañutazo, comunicar oportuna y reservadamente a una persona algo que le
puede ser útil. Se asemeja a la frase fam. Dar de o del codo, que trae el Diccionario
[DRAE]; pero ésta implica siempre una acción materiál y la otra no; el codazo
puede darse de palabra, por escrito o por medio de tercera persona. ‖ IM]
[Cuarta ed. E: Dibujar las paradas, “Dividir las apuestas de modo que no les toque
por completo la rebaja de lo que el montero quita por estar la carta que gana a
la puerta”.]
[Cuarta ed. E: Arrastrar un muerto, “Cobrar la parada o apuesta del que se descuida”.
‖ FJS: fig. fam. Entre jugadores se dice por levantar o robarse la postura de alguno
de los puntos.]
[Cuarta ed. E: Armarse con una apuesta, “Cobrarla y porfiar que es cosa suya” ‖
(armarse): JGI: Armarse con alguna cosa: Retenerla injustamente, negándose a
devolverla. ‖ Davis 1956: fam. Cobrar y porfiar que algo es cosa suya; apropiarse
de una cosa por fuerza o con maña. ‖ DA: Mx, Gu, ES, Cu, Ar, Ur. Proveerse de
una gran cantidad de dinero. pop + cult → espon. ‖ DA: ~se con una cosa. loc. verb.
PR. Retener algo ajeno injustificadamente, negándose a devolverlo. pop + cult →
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espon. ‖ DLE: armarse: 17. prnl. Cuba y Méx. Hacerse de dinero o de bienes inesperada
o impensadamente. ‖ IM].
Como hemos dicho más arriba y como hemos visto en los ejemplos, el léxico de los naipes es la única parcela del léxico marginal que está relativamente
bien representada en la novela y que va más allá de un par de pinceladas. También en él se vuelve a comprobar que el argot de la delincuencia está formado
en su mayoría con raíces patrimoniales y las diferencias en comparación con
argots propios de otras variedades del español habrá que buscarlas en los medios de la neología formal y de cambios semánticos propios y habituales en la
variante novohispana del español. Hay pocas excepciones de esta regla, pero
las hay, como podemos ver en el caso del indigenismo zapote ‘trampa’ y su
derivado zapotear ‘jugar con trampas’.
4.4 Síntesis
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Como ya hemos puesto más arriba, Fernández de Lizardi utilizaba varios procedimientos para llamar la atención a voces y giros propios de las clases bajas;
en otras ocasiones son muy útiles también las informaciones que aportaron
los editores de la edición de 1842 y las notas de la edición moderna. Todos ellos
pueden proporcionarle valiosa información al lector interesado sobre el estado de la evolución del léxico de las clases bajas y de los marginados en México
en aquel entonces.
En lo que se refiere al primer grupo, a las clases bajas o mal consideradas y su léxico, varias unidades léxicas de este grupo van en cursiva y están
acompañadas con una explicación –mediante una paráfrasis, un sinónimo o
entre paréntesis– de parte del autor. Serían los casos de roto, hacer la mañana, caldo, chongueo o chonguear. De esta manera el autor retrata el ambiente,
identifica las personas con sus voces “típicas” que probablemente no eran de
conocimiento general y aunque el estereotipo siempre está al acecho, su valor
histórico no se lo podemos negar. En otras ocasiones se trataba de voces muy
usuales y conocidas en la época, por ejemplo, lépero y sus derivados, que desde
entonces han perdido mucho de su frecuencia de uso. Curioso es el caso de
amanezca, que va sin cursiva y sin ninguna nota que explique la voz y debía
ser entonces de amplio conocimiento, ya que JGI la marca como familiar. Otro
caso curioso es el de los de la chiche pelada, que probablemente iba decayendo
del uso durante las primeras décadas del XIX y por ello los editores de 1842 se
vieron obligados a explicar el modismo con detalle.
El léxico de la delincuencia y del mundo carcelario tampoco va mucho
más allá de un cuadro de costumbres, pero creemos que, aunque es poco
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el material que hay allí, se pueden sacar a partir de él algunos datos del
interés. Algunas de las voces y giros de este apartado podían haber sido
de conocimiento más generalizado, como cucharero ‘ladrón’, que según JGI
“Usábase mucho; hoy se oye rara vez” o picha ‘frazada rota y sucia’ que según FJS fue propia del caló carcelario. Otros se deducen del contexto, como
taparse todos con una frazada ‘encubrirse mutuamente’, meter la uña ‘robar’ o
negocio ‘robo’. En otras ocasiones ayudan los comentarios de Ruiz Barrionuevo, como por ejemplo en el caso de presidente ‘preso de confianza en las
cárceles mexicanas’; o patente ‘hospedaje pagado en la cárcel’, explicado por
los editores de 1842.
El léxico de los naipes es el que está mejor representado. Tiene, por supuesto, también la función de retratar el ambiente, pero a partir de la muestra
ya podemos notar que el argot de la delincuencia mexicana como sociolecto
propio –por lo menos en esta parcela– ya estaba plenamente constituido. Fernández de Lizardi llamaba la atención del público hacia las peculiaridades de
este vocabulario sobre todo mediante el uso de las cursivas. De las 39 unidades
recogidas, 26 se imprimieron en cursiva. Una buena parte de los términos los
explicó en el texto (ingeniarse, palero, pichón, etc.), pero otros los dejó sin explicar, bien porque se utilizaban en un sentido analógico en el registro coloquial
más amplio y se entendían del contexto, como el caso de cócora (de juegos)
‘persona importuna y molesta’, o bien porque figuraban allí tan solo como ilustraciones del ambiente.
El léxico de la fullería era con toda la seguridad de poco conocimiento generalizado incluso en la época del autor y tal vez por ello los editores de 1842
decidieron añadir varias definiciones de los términos en cuestión (dibujar las
paradas, ver una puerta, vigiar, coger un zapote, etc.). De las 38 voces en total, 21
están explicadas (o en el texto o en notas a pie de página).
Esta parcela del vocabulario no suele entrar ni en los diccionarios generales ni en los diferenciales, pero en ocasiones hemos encontrado en ellos información complementaria de interés, como en el caso de arrastradero sobre el
que JGI observa que es “desusado ya”, o cócora y codazo sobre los que el mismo
lexicógrafo aporta algunos matices de uso (cócora: “se usa más con la especial
de persona que en cualquier reunión o espectáculo público molesta a la concurrencia con gritos, silbidos, siseos y otras groserías”; codazo: “el codazo puede
darse de palabra, por escrito o por medio de tercera persona”).
Otro ejemplo interesante sería el de espejearse que FJS explicó prolijamente, mientras que Davis, limitado al contexto de la frase en el que aparece, improvisaba desesperadamente sin saber a qué atenerse:
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El léxico de las clases bajas en El Periquillo Sarniento
FJS: Entre fulleros jugadores de naipe, esta voz se usó antiguamente en el sentido
de dejarse intencionadamente ver la puerta en la baraja, haciendo en seguida el
cambio rápido del naipe, para robar al punto que espía y que resulta así fallido en
su intento de hacer otro tanto al montero, cargándose a la carta vista.
Davis 1956: Trampa del juego. ¿usar un espejo para ejecutarla?
Y, finalmente, nos informa FJS que la voz flechar que Salvá trae como mexicanismo él nunca la había oído, lo que no quita que no pudiera haber sido una
voz de la fullería de la época que luego cayó en desuso y no llegó a los oídos
de FJS.
Como hemos podido observar, con la pequeña muestra del léxico diastráticamente marcado en general y del argot de la delincuencia en particular que
se deja ver en las páginas de El Periquillo Sarniento se confirman los postulados
de Alonso Hernández (1979) sobre la estructura del argot de la delincuencia
(aunque áurea, en su caso) y de Sanmartín Sáez (2006) sobre el argot moderno.
El léxico de la delincuencia es muy expresivo (separar diafasía de la diastratía
es a veces imposible, un aspecto implica el otro), se forma casi exclusivamente mediante los procesos de la formación de palabras autóctonos (manotada,
arrastradero, trapos pardos, etc.) y son muy frecuentes en él las transformaciones del significado (cuchara, la de pita, o caldo). En comparación con la germanía del Siglo de Oro español faltan aquí casos de cultismos o seudocultismos,
salvo el caso de irse a profundis. La presencia de préstamos, sobre todo indigenismos, es escasa, y aunque es cierto que le dan un sabor “nacional”, no
podemos decir que el nahuatl haya impregnado el argot mexicano con tanta
intensidad como lo haya hecho el gitano con el argot español durante la segunda mitad del siglo XIX.
5. Conclusiones
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Con el presente estudio hemos procurado ayudar a llenar algunas lagunas de
conocimiento que, al descubrirlas, nos han soprendido bastante. En primer
lugar, se trata de la falta de trabajos de orientación histórica sobre la evolución
del argot de la delincuencia y del léxico de las clases bajas urbanas en México.
Y, en segundo lugar, ha sido el escaso interés (poco justificado, según nuestra
opinión) hacia los aspectos lingüísticos de la obra de José Joaquín Fernández
de Lizardi en general y hacia su novela El Periquillo Sarniento en particular, dada
la importancia que se le da en la historia de la literatura hispanoamericana y
mexicana. Además, la sorpresa se acrecienta si nos damos cuenta de que las
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Herencia e Innovación en el español del siglo XIX
peculiaridades lingüísticas que se encierran en sus páginas no son ningún
secreto y han sido mencionadas en repetidas ocasiones por historiadores de la
literatura, pero con poca o ninguna respuesta de parte de los lingüistas.
Por ello hemos decidido levantar el guante y utilizar el Periquillo como una
fuente (aunque no poco problemática) para la historia del léxico de las clases
bajas urbanas y del vocabulario de los marginados y de la delincuencia a finales de los siglos XVIII y comienzos del XIX en México, puesto que miembros
de estos grupos sociales figuran frecuentemente en los escenarios de la novela, aunque luego no tengan en los diálogos tanto espacio como se merecerían.
Ahora bien, debajo del barniz de color nacional en el cuadro de costumbres
de la leperuzca y la plebe urbana novohispanas durante los últimos años de la
colonia hemos encontrado varios ejemplos de unidades léxicas propias de las
clases bajas urbanas y del argot de la delincuencia ya propiamente mexicanos
que difieren considerablemente de sus correspondientes en otras variedades
del español de la época, aquí representados, por falta de otros repertorios de
contraste, por la variante peninsular. Sus principales mecanismos de lexicogénesis son patrimoniales, obedecen a las reglas de la formación de palabras del
español en general y abundan en él los cambios semánticos y la expresividad.
La presencia de indigenismos es escasa, seguramente por falta de porosidad
entre los diversos estamentos de la sociedad colonial.
Desde el punto de vista cuantitativo, los resultados no son muchos, pero
cualitativamente son de mucho interés, puesto que nos dan por lo menos algunas nociones sobre el habla de los marginados de la época y de los orígenes
del argot de la delincuencia en México, igual que sobre las direcciones que
estos luego seguían en su posterior desarrollo y formación.
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El léxico de las clases bajas en El Periquillo Sarniento
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El siglo XIX en la periodización sintáctica
de la lengua española
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Concepción Company Company
(Universidad Nacional Autónoma de México)
Resumen
El trabajo plantea varios hechos teóricos y metodológicos concernientes a la periodización general de una lengua, hace una clasificación de tipos de cambio sintáctico y
realiza una propuesta específica para la periodización sintáctica del siglo XIX. El estudio postula que cualquier periodo de una lengua puede, y suele, tener en español
un comportamiento muy distinto según sea considerado en una diacronía amplia o
macroperiodización, o en el interior de un periodo solamente, diacronía corta o microperiodización. El trabajo analiza 25 cambios sintácticos en diacronía amplia y un cambio
sintáctico en diacronía corta. El análisis muestra que el siglo XIX, en la perspectiva de
macroperiodización, despliega más continuidades que quiebres, mientras que, bajo la
perspectiva de microperiodización, el siglo XIX exhibe un activo dinamismo, particularmente en el segundo y tercer tercios.
Abstract
The paper analyzes some theoretical and methodological issues concerning language
periodization; it makes a classification of types of syntactic change, and poses the status of the 19th century as regards the periodization of Spanish. The paper differentiates
between periodization within long diachrony, or macroperiodization, and periodization
within short diachrony, or macroperiodization. The paper analyzes 25 syntactic changes
in long diachrony and a syntactic change in short diachrony. The article shows that the
19th century behaves very differently in macro- than in macroperiodization. In the first
approach, it exhibits an essential continuity, but in the second approach, it exhibits an
active dynamism, particularly in the last two thirds.
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19th century, periodization, macroperiodization, microperiodization, syntactic change,
historical linguistics, historical syntax, S change, continuous change, sudden change.
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1. Introducción
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En los estudios de sintaxis histórica del español,kasí como en aquellos que se
ocupan de la historia externa de nuestra lengua,
ooel siglo XIX suele ser calificab
do como un periodo que constituye un páramo,
e- un gran vacío o una etapa desatendida, o prácticamente abandonada,
toen el conjunto de estudios diacrónicos
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del español. Sin duda, frente a los siglos
medievales, sobre todo a los comprenue del medioevo, y frente a los siglos XVI
didos entre la época alfonsí y los
finales
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y XVII, particularmente este último, el XIX es un periodo infrarrepresentado
en los estudios de gramática histórica de nuestra lengua.
Aunque todo esto es cierto, debemos poner ya, afortunadamente, algunos
adjetivos o adverbios restrictivos a tales afirmaciones, porque empiezan a ser
solo parcialmente ciertos el páramo, abandono o desatención lingüística de
este periodo histórico. En efecto, la lengua del siglo XIX está cada vez más integrada en las diacronías generales del español, tanto en las de mayor profundidad histórica, que suelen abarcar de los siglos XII al XXI, cuanto en aquellas
de menor profundidad histórica, que suelen arrancar en el siglo XVI. El panorama está cambiando de forma rápida, por tres motivos al menos. En primer
lugar, por la iniciativa de organizar congresos centrados exclusivamente en la
lengua del siglo XIX –como los convocados por Buzek y Šinková en Brno en
2014 o por Carpi en Pisa en 2016–; en segundo lugar, porque recientemente
han aparecido varias obras colectivas dedicadas de manera exclusiva al español de este periodo (Ramírez Luengo 2012; Zamorano 2012; Melis, Flores 2015),
y, por último, porque recientemente han aparecido obras gramaticales de referencia, de amplio alcance, que integran el XIX como un corte cronológico
más dentro de la diacronía general de un fenómeno dado, tal es el caso de la
Sintaxis histórica de la lengua española, en las tres partes hasta ahora publicadas
(Company 2006, 2009, 2014).
Los objetivos generales de este trabajo son seis, tres generales, de naturaleza teórica, y dos específicos, concernientes al siglo XIX. Los tres primeros
están concebidos como un marco general para ubicar los dos específicos, con
el fin de lograr un mejor diálogo entre teoría y datos en el análisis del XIX.
En cuanto a los teóricos, pretendo: a) identificar los criterios y problemas que
sería necesario, o al menos deseable, atender para realizar la periodización de
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una lengua; b) establecer una tipología de difusión, o propagación, del cambio sintáctico, de base empírica robusta, que sea útil para caracterizar periodos de lengua, teniendo en mente el hecho obvio de que distintos fenómenos
y/o periodos pueden imponer restricciones o matizaciones a la clasificación
propuesta, y c) plantear que cualquier periodo de una lengua puede, y suele,
tener, en la sintaxis al menos, un comportamiento muy distinto según sea
considerado en una diacronía amplia, a la que llamaré macroperiodización, o en
el interior de un periodo solamente o diacronía corta, a la que denominaré microperiodización. Este comportamiento diferenciado está, muy probablemente,
relacionado con el intervalo temporal, grueso o fino, con que se establece la
selección de cortes cronológicos en uno y otro acercamiento metodológico y
no tanto con los fenómenos sintácticos analizados per se.
Los objetivos específicos son: a) caracterizar el siglo XIX en una macroperiodización del español, mediante la consignación y caracterización de 25
cambios sintácticos, adscritos a zonas categoriales distintas, en diacronías
de amplia profundidad histórica, que van de los siglos XIII al XXI, y en las
cuales el siglo XIX está considerado como un corte cronológico específico, y
b) mostrar que el siglo XIX tiene un comportamiento bastante diferenciado
según se considere en una macroperiodización o en una microperiodización,
ya que, bajo la primera perspectiva, despliega más continuidades que quiebres
bruscos, considerando los cortes cronológicos precedentes y consecuentes y
valorando la diacronía general en que se inserta este periodo, mientras que,
bajo la segunda perspectiva, el siglo XIX parece desplegar un activo dinamismo, particularmente en el último tercio.
Además de la presente introducción, este trabajo está estructurado en cinco apartados. En la sección 2, realizo un breve estado de la cuestión, enfocado
en dos aspectos, por un lado, los contenidos y niveles de lengua atendidos
en los trabajos existentes sobre el español del siglo XIX y, por otro, el lugar
que este periodo ocupa en los estudios sobre la historia de nuestra lengua. El
apartado 3, bastante extenso, está dedicado a definir los conceptos de periodización y cambio sintáctico, así como a identificar los criterios y problemas que
se presentan a la hora de abordar estudios sobre periodización. El apartado 4
es una propuesta de clasificación de cambios sintácticos, y en él planteo que
estos, para efectos de una periodización, tienen tres tipos básicos de manifestación diacrónica. Finalmente, en el apartado 5 expongo cómo se manifiesta
el siglo XIX en la macroperiodización de 25 cambios sintácticos y lo contrasto
con los resultados del análisis interno, o microperiodización, de una estructura cuya primera documentación, en la lengua escrita, corresponde al siglo
XIX. Cierran unas breves conclusiones en 6.
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El siglo XIX en la periodización sintáctica de la lengua española
Herencia e Innovación en el español del siglo XIX
2. Los estudios sobre el siglo XIX. Breve estado de la cuestión
Una constante de los trabajos que abordan el siglo XIX es que este periodo
suele ser analizado de manera sincrónica, el XIX en sí mismo, sin insertarlo,
por lo regular, en cronologías amplias ni compararlo con algún otro periodo
o siglo. Otra característica recurrente es que aparece abordado, las más de las
veces, desde la lingüística externa y no desde el análisis de la lengua misma
del XIX. Así, no pocos trabajos sobre la lengua decimonónica constituyen una
historia de las ideas lingüísticas en ese siglo, una historia de las instituciones
encargadas de la lengua y la educación, una historia de las políticas lingüísticas seguidas en ese periodo y su impacto en la educación y en la cultura, una
reflexión sobre la elaboración de obras para estandarizar, sobre todo diccionarios, gramáticas y manuales de enseñanza para extranjeros, o bien son una
historia externa de la lengua del XIX, en general, ubicada en marcos históricos
y literarios. Véase a este respecto, muchos de los trabajos reunidos en Ramírez
Luengo (2012), en Zamorano (2012) y en Buzek y Šinková (2015).
Se observa, asimismo, el privilegio de ciertos temas y de ciertos niveles
de lengua. Los temas escogidos son, una y otra vez, el léxico especializado,
la formación de palabras mediante derivación y composición, el préstamo
–enfocándose más en cuáles son las lenguas fuente de préstamo y menos en
los mecanismos y criterios de adaptación de esos préstamos–, la terminología científica, la estilística de determinados autores y obras, la descripción y
estructura de ciertos textos, en particular, los de consulta y didácticos, tales
como diccionarios y manuales pedagógicos, también la descripción de documentos de archivo, y en mucha menor medida, los trabajos abordan fenómenos gramaticales; cuando lo hacen, las formas y fórmulas de tratamiento empleadas en el XIX y los empleos de marcadores y conectores de discurso son
los temas privilegiados.
Los estudios que se ocupan de la periodización señalan una y otra vez dos
hechos: a) que el interés en las fases modernas de la lengua constituye un
fenómeno bastante reciente, y b) que el análisis de las fases modernas del español carece de interés histórico y suele, por ello, constituir un vacío en las
diacronías amplias (Brumme 1995; Company 2009; Ramírez Luengo 2012;
Buzek, Šinková 2015; Melis, Flores 2015, entre otros). El cuadro 1 abajo, resultado de revisar de manera pormenorizada los índices de todas las Actas de los
Congresos de la Asociación Internacional de Historia de la Lengua Española,
conocidos como cihle, que se realizan y publican con toda regularidad cada
tres años desde 1988, constatan el desinterés por los periodos modernos de la
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El siglo XIX en la periodización sintáctica de la lengua española
Presencia del siglo XIX en las Actas de los Congresos Internacionales de
Historia de la Lengua Española (cihle): 1514 trabajos, 9 Actas
Periodo: Diacronía general = 495
Tema:
Morfosintaxis = 437
Lexicología y Semántica = 339
Historia Externa / Historiografía = 286
Dialectología = 110
Fonética, Fonología / Grafemática = 106
Otros = 236
Cuadro 1
Lexicología = 64
Otros = 8
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Siglo XIX y tema:
luengo
Edad Media = 452
Siglos de Oro = 248
Siglo XVIII = 84
Siglo XIX = 72
Otros sin periodo preciso (historiografía,
onomástica, contactos, etc.) = 163
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lengua. He realizado dos conteos, uno por periodo y otro por temas. El cuadro
confirma que los periodos recientes de la lengua, los siglos XVIII y XIX, son
las dos etapas menos atendidas en estos congresos, pero más aún esta última,
72 trabajos, que aquella, 84; nada que ver con los 452 trabajos sobre la Edad
Media o los 248 sobre un solo periodo, el Siglo de Oro. El cuadro también nos
informa que el léxico es uno de los niveles de la lengua que goza de mayor
privilegio entre los estudiosos, el segundo gran tema tras la morfosintaxis.
Hay que señalar que un gran número de los trabajos sobre el siglo XIX, último
bloque abajo, aborda asuntos de léxico: 64 trabajos de un total de 72. Se confirma, por lo tanto, que el XIX es un periodo muy poco estudiado y que el léxico
es el gran tema para adentrarse en esa época. Por último, hay que mencionar
que los trabajos que aparecen etiquetados como diacronía general pocas veces
incorporan el siglo XIX como una etapa del conjunto.
Finalmente, del conjunto de trabajos examinados sobre periodización de
la lengua, emerge una constante preocupación por ubicar y calificar con etiquetas temporales precisas el lugar del español del siglo XIX en la diacronía
general de la lengua. Ha surgido así un número interesante de etiquetas de
periodización: “español contemporáneo” (XIX-XXI), “español moderno” (XVI-
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Herencia e Innovación en el español del siglo XIX
II-XIX) (Brumme 1995; Díez del Corral 2015), “primer español moderno (ca.
1675-1825)” (Octavio de Toledo 2007; 2008), “tercera etapa evolutiva del español” (Melis, Flores 2015), “español precontemporáneo” (Company, Flores 2017).
3. Periodización y cambio sintáctico. Problemas teóricos y
metodológicos
Para poder enmarcar adecuadamente el siglo XIX en las diacronías sintácticas que analizaré en este trabajo, me parece necesario definir qué es un
cambio sintáctico, así como definir el concepto de ‘periodización’. Será conveniente, además, presentar cómo entiendo los procesos diacrónicos en la
sintaxis –planteamientos expuestos in extenso en Company (2016a)–, con el
fin de enmarcar adecuadamente el acercamiento a los datos en los siguientes apartados.
La esencia de la lengua, cosa bien sabida, es una constante transformación
imperceptible. Cualquier lengua es inherentemente dinámica y cualquier
periodo de lengua, cualquiera sea su extensión temporal, también lo es. No
existen, por tanto, periodos carentes de dinamicidad lingüística, no existe estabilidad. Pero también es cosa cierta, y sabida, que el cambio lingüístico es
tanto preservación de la estructura como su alteración; la evolución de una
lengua es la suma de continuidad + discontinuidad. La continuidad y el cambio, en interdependencia solidaria y nunca equilibrada, son consustanciales al
funcionamiento de cualquier lengua. Y lo más llamativo en el devenir histórico de una lengua es su persistente continuidad; tal continuidad es, además,
epistemológicamente necesaria para que exista el cambio y para poder identificarlo metodológicamente. No hay contradicción alguna entre el esencial
dinamismo y la simultánea esencial continuidad de una lengua.
Un cambio sintáctico es una pequeña discontinuidad, un microquiebre
documentable u observable, en las construcciones, en las combinatorias, en
las distribuciones y/o en las relaciones que contraen las formas de una lengua entre sí. Todo cambio sintáctico va de la mano de algún tipo de cambio
semántico. Tales pequeñas discontinuidades construyen, junto a la inherente continuidad, la evolución de cualquier lengua. Cuando se acumulan
varios microquiebres se produce un reajuste o catástrofe elemental, para emplear el término de la Teoría de las Catástrofes (Thom 1983), la cual hace posible
que se mantenga la adecuación comunicativa y que se re-equilibre el sistema de un periodo dado, de manera que la gramática pueda seguir operando.
Por tanto, cualquier periodo contendrá continuidad + discontinuidad, pero
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no todos los periodos acumularán microquiebres en grado tal que los haga
constituirse en etapas históricas de catástrofe elemental para una determinada zona categorial. Habrá, en suma, periodos con mayor acumulación de
dinamismo que otros.
Otros hechos bien conocidos de los procesos diacrónicos son los siguientes: a) las formas lingüísticas que constituyen la fuente del cambio son preexistentes y, por ello, en el cambio sintáctico no hay creación ex novo, sino que este
consiste, básicamente, en recrear o revolver la materia léxica y/o gramatical
previas; es decir, no existe creación sintáctica absoluta. Este punto es determinante de la continuidad de la estructura. b) En el cambio sintáctico tampoco suele haber pérdida absoluta, porque en la sintaxis, a diferencia de lo que
ocurre en la fonología o en la morfología, no existe el cero absoluto, sino que
siempre es posible parafrasear o reconvertir sintácticamente un contenido
semántico dado, lo cual permite que la comunicación entre hablante y oyente
siga fluyendo y se preserve. Este aspecto debe ponerse en relación directa con
la capacidad de sintaxis libre como un rasgo definitorio de los seres humanos.
c) El cambio sintáctico nunca impacta a todos los miembros de una categoría en
su totalidad ni al mismo tiempo, sino que afecta primero a ciertos ítems de esa
categoría en ciertas distribuciones y avanza progresivamente a otros contextos distribucionales y/o a otros ítems de la categoría; esta progresión gradual
es prueba de que las categorías gramaticales tienen una constitución interna
no homogénea o no discreta y, además, asimétrica. d) Las formas de una lengua nunca cambian solas o de manera aislada, sino ancladas en contexto, en
discurso real, en actos lingüísticos específicos, y ubicadas en construcciones y
distribuciones específicas, lo cual significa que la sintagmaticidad es inherente
y consustancial al cambio sintáctico. El correlato obvio de esta inherente sintagmaticidad es que las lenguas cambian porque se usan. e) La división entre
sincronía y diacronía carece de entidad alguna en el funcionamiento real de una
lengua, pero es una necesidad metodológica. La sincronía integra la diacronía
y, a su vez, ésta siempre deja huellas o residuos en la sincronía. Se puede hacer
sincronía de periodos pasados; se puede hacer diacronía de lengua actual, mediante la metodología conocida como tiempo aparente. f) El cambio sintáctico y
su difusión no son necesariamente constantes, ni necesariamente graduales ni
necesariamente asimétricos en una comunidad o en un periodo dado (Blythe,
Croft 2012: 276, entre otros), sin embargo, por lo regular, el cambio sintáctico
es gradual y muy lento. Gradualidad y lentitud significan que existen etapas o
fases intermedias entre dos etapas o periodos dados y significan que el cambio
sintáctico tiene, esencialmente, una motivación interna. Gradualidad y lentitud
garantizan que la comunicación se preserve.
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El siglo XIX en la periodización sintáctica de la lengua española
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Pasemos al concepto de periodización. Dista de ser monosémico, porque no
es nada claro lo que debe entenderse por periodo, ya que este término y concepto parecen implicar un ‘todo’ con límites de ‘inicio’ y ‘final’, totalidad y límites
que son casi imposibles de establecer para la lengua, de acuerdo con los principios diacrónicos enumerados antes. Así, el Diccionario de la lengua española
(rae-2014: s.vv. periodizar, periodo, ciclo) define periodizar como “establecer periodos para un proceso histórico”, periodo, en sus acepciones 2 y 4, como, respectivamente, “espacio de tiempo que incluye toda la duración de algo” y “ciclo
de tiempo”, y ciclo, en su acepción 2, como “serie de fases por las que pasa un
fenómeno periódico”. Más allá de la circularidad de las definiciones, estas nos
dan algunos elementos para establecer una definición, así sea para fines operativos. Entenderé por periodización, la identificación de las grandes etapas en
que se puede dividir, no sin cierta arbitrariedad, la constante transformación
que caracteriza la evolución de una lengua. Cada etapa, para que lo sea, debe
desplegar, para un cierto conjunto de fenómenos sintácticos, comportamientos categoriales diferenciados –en distribución, en significado, en función, en
selección de formas o contextos, todo junto o por separado– respecto de la
etapa precedente y/o subsecuente, y la diferencia debe arrojar significatividad
bajo algún tipo de modelo de medición estadística.
Otros autores han intentado igualmente definiciones operativas; por
ejemplo, para Melis, Flores (2015: 9) periodo son “porciones de tiempo más o
menos extensas durante las cuales, pese a los cambios que no dejan de producirse en el uso de la lengua, se mantiene un mismo conjunto básico de patrones lingüísticos o un mismo sistema estructural”, y, sin duda, habrá que
entrecomillar el término mismo.
Los criterios para establecer periodos no es tampoco un asunto fácil, porque,
como sabemos, las superposiciones de fenómenos y manifestaciones gramaticales relacionadas entre sí son grandes a la hora de enfrentarse a los datos y
nunca hay fronteras claras en el continuum dinámico que es la realidad de la
lengua. Cano (1982: 254) habla de “grandes procesos constitutivos” para la identificación de periodos; Melis, Flores (2015:9) operan con la idea de “conjunto básico de mismos patrones lingüísticos”; otras veces el criterio es de naturaleza externa, histórico-política-literaria, esto es, la coincidencia de hechos políticos con
aparentemente nuevas manifestaciones de lengua (Eberenz 2009; Zimmerman
2011), a los que puede unirse un criterio literario, como es la creación o primera
edición de obras que forman parte del canon (Eberenz 1991). Y con frecuencia
se asume que en la lengua suelen alternar periodos de estabilidad y de transformación (Eberenz 1991; Sánchez Lancis 2001). Ya he comentado los problemas
teóricos y metodológicos que derivan del concepto de estabilidad lingüística.
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Herencia e Innovación en el español del siglo XIX
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El siglo XIX en la periodización sintáctica de la lengua española
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Por mi parte, considero que el mejor criterio para periodizar es de naturaleza interna, en el caso que nos ocupa, sintáctica, y por lo regular, tras el análisis y decisiones internas, el investigador encuentra importantes correlatos
externos de naturaleza cultural, política, literaria diversa. A mi entender, un
periodo es la acumulación de varios quiebres o inflexiones gramaticales, en
categorías diversas, cuya comparación con las etapas precedente y siguiente arroja significatividad estadística. Esto es, en un periodo debe ser posible
identificar microquiebres varios, de igual o distinta naturaleza en su motivación –analogía, reanálisis, nivelación no analógica, etc.–, en zonas categoriales distintas, en un lapso acotado, que no tiene por qué coincidir con un siglo,
ya que puede ser un lapso mayor o menor. Este criterio ha sido empleado ya en
el análisis de fenómenos diversos gramaticales de los siglos XVII y XVIII, con
el fin de ubicar estos dos siglos en la diacronía general de la lengua española
(Company 2012, 2015 y 2016b).
Soy plenamente consciente de que la definición de periodización y el criterio aquí establecido no dejan de ofrecer problemas metodológicos y teóricos, entre otros: a) ¿cuántas estructuras, microquiebres, patrones, cambios se
necesitan para caracterizar un periodo?, ¿uno, dos, tres, muchos fenómenos?
Un solo microquiebre no hace, a mi modo de ver, de un lapso un periodo; b) ¿la
periodización es un asunto de calidad-impacto en el sistema o de cantidad
de cambios acumulados? Quizá, para futuros acercamientos, sería deseable
separar tipologías cuantitativas y cualitativas; c) ¿todos los tipos de cambio
sintáctico tienen el mismo peso para caracterizar un periodo y establecer
una periodización o se debe hacer una taxonomía jerarquizada?, por ejemplo,
¿cambios en categorías léxicas tienen el mismo peso que cambios en categorías funcionales? o ¿tienen el mismo peso cambios en la zona nuclear de
la gramática que cambios en la periferia?; d) ¿es necesario tener cambios en
zonas categoriales diversas de la lengua, como propongo, para plantear un
periodo o basta con un patrón consistente en una sola zona categorial para
establecer un periodo, como proponen Melis, Flores, Bogard (2003); e) ¿deben
atenderse tanto criterios lingüísticos internos como externos para una correcta periodización? o ¿tienen mayor peso los criterios internos a la lengua
o son de mayor peso los externos o depende de qué se busque o se quiera
demostrar?; f) ¿cómo valorar, en cuanto al tipo, ciertos cambios?, por ejemplo, ¿las primeras documentaciones son siempre cambio brusco? pero ¿si se
sostienen, serían un cambio en S?, ¿la desaparición es siempre un cambio
brusco? pero ¿si se mantiene un pequeño residuo ya no lo es? (véase siguiente apartado); g) relacionado con el punto anterior, ¿cuál es el peso que debe
otorgársele a la frecuencia cuando esta no arroja significatividad estadística
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Herencia e Innovación en el español del siglo XIX
entre dos periodos pero es síntoma de un patrón consistente de comportamiento gramatical a lo largo de siglos?; h) ¿en qué medida el tipo textual condiciona la posibilidad de una primera documentación o condiciona el cambio
en general? En mi opinión, en mucho (Company 2016c); e i) ¿cómo valorar
los cambios de reciente data en una tipología de difusión del cambio si falta
profundidad histórica para tener perspectiva? Por ahora, no tengo respuesta,
sólo tengo las preguntas que quisiera ver contestadas en un futuro. Con todo,
hacernos conscientes de los problemas que atañen a una periodización constituye ya, a mi entender, un cierto avance epistemológico.
Cuando se sopesa bibliografía concerniente a la sintaxis histórica del español con una mirada puntual sobre la periodización de la lengua –aunque los
estudios no estén realizados con esa óptica–, se observa que existen algunos
cambios y/o criterios privilegiados para marcar inflexiones entre etapas, y, por
tanto, para caracterizar un periodo, mientras que otros cambios o procesos
diacrónicos, aunque suelen ser consignados, no parecen aportar mayor luz a la
periodización, y aún otros ni siquiera cuentan para efectos de una cronología
de la lengua. Es posible establecer cuatro clases en cuanto a la significatividad
que le otorgan los distintos autores a los cambios. Veamos 1:
1. Cambios privilegiados para periodizar. Sin duda, el cambio estrella de cualquier periodización es la primera documentación de un fenómeno o de una forma o construcción con un nuevo valor. Le siguen, en ese orden, el incremento
frecuencial, la generalización de un fenómeno o valor y la estabilidad o estabilización; este último, empleado por algunos autores (Eberenz 1991; Sánchez Lancis
2001), presenta, como ya he dicho, serios problemas teóricos, porque se enfrenta al incesante dinamismo de la lengua, expuesto anteriormente. El privilegio de que gozan las primeras documentaciones parece lógico: por un lado,
es la aparición en la lengua escrita de una nueva rutina gramatical y, por otro,
cabe suponer que, en la mayoría de las primeras documentaciones, esa rutina
hace emergencia escrita tras varias generaciones de estar en uso en la lengua
oral, acorde con los dos postulados bien conocidos, relacionados entre sí, de
que los cambios suelen surgir primero en la oralidad y de que la lengua escrita
suele ser un soporte conservador y, por tanto, retardatario de la manifestación
de un cambio. En suma, si un fenómeno se manifiesta por primera vez en la
He consultado para esta clasificación jerarquizada los trabajos de morfosintaxis contenidos en las Actas de los cihle, antes citadas, los 64 capítulos de la Sintaxis
histórica de la lengua española (Company 2006, 2009, 2014), y todos los capítulos de las
cuatro obras colectivas sobre el siglo XIX mencionadas ya en este trabajo (Ramírez
Luengo 2012; Zamorano 2012; Buzek, Šinková 2015; Melis, Flores 2015).
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El siglo XIX en la periodización sintáctica de la lengua española
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escritura, se puede decir que ya tomó carta de naturaleza en la lengua y es
parte integrante de su gramática2.
2. Criterios menos empleados para periodizar. La recategorización o reanálisis,
no obstante que es el mecanismo fundamental de los procesos de gramaticalización, no goza de un estatus particular para indicar inflexiones y periodizar, aunque se hace presente con cierta frecuencia. Otros cambios y/o
criterios empleados en un segundo plano son el decremento frecuencial de un
fenómeno, la diversificación en otros tipos textuales, y la diversificación en general
de formas o construcciones para codificar una categoría o un determinado
espacio semántico.
3. Criterios casi no empleados para periodizar. El debilitamiento frecuencial y/o
práctica pérdida casi no se emplea como criterio de periodización, y mucho
menos la complejización o simplificación de una estructura y menos aún se manejan cambios consistentes en la obligatorificación. Sobre este último término
y concepto cabe hacer un comentario: a mi modo de ver, es un cambio determinante para indicar que la gramática de una zona categorial se ha modificado
de manera contundente, y para mí no es equivalente a generalización, porque
aquella, a diferencia de esta, no es un concepto basado en la frecuencia de uso.
Desconozco, por el momento, si no se emplea porque es un término ligado
a la teoría o marco de la Gramaticalización y no ha entrado en los estudios
diacrónicos generales o porque se desecha como criterio de periodización. No
deja de llamar la atención que el debilitamiento y/o pérdida de una construcción estén muy por detrás de la generalización y del incremento, cuando parecerían procesos diacrónicos complementarios. Una posibilidad, que habrá
que constatar sobre evidencias empíricas directas, es que en la realidad de la
diacronía haya menos decrementos porque la preservación de la estructura es
parte fundamental del funcionamiento de la lengua.
2
Es adecuado traer aquí a colación la prevención de Octavio de Toledo (2014: 916)
sobre el “espejismo de la frecuencia creciente” en los procesos de gramaticalización
y difusión, porque en el análisis diacrónico se suele suponer, en automático, que un
cambio que “tuvo éxito en algún segmento del pasado y es de uso común en nuestros
días ha debido llegar hasta nosotros según un patrón de crecimiento constante”; sin
embargo, pudiera no ser el caso tal sostenimiento, y, las más de las veces, es, en opinión
del autor, una simple intuición del investigador, una “ilusión óptica” (2014: 920), proyectada desde la competencia de hablante actual del lingüista, porque la construcción
en cuestión no le causa extrañeza o la siente como familiar. Ciertamente, es imposible
demostrar que un incremento vaya a sostenerse en etapas posteriores de la diacronía.
Este problema debe ponerse en relación con los acercamientos y explicaciones causalistas o finalistas del cambio lingüístico.
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Herencia e Innovación en el español del siglo XIX
4. Criterio no empleado para periodizar. La retención o continuidad nunca aparece como criterio, no obstante su esencialidad teórica. Sin duda, es un criterio
huidizo y muy difícil de considerar para periodizar, porque el objetivo de una
periodización es establecer etapas diferenciadas, de manera que el lingüista
que hace diacronía busca, hasta ahora, quiebres y no continuidades –aunque
estas constituyan el 90% o más del funcionamiento histórico de una lengua–
y porque la competencia de ese lingüista no está sensibilizada para lo que es
usual en su competencia. Sería muy deseable encontrar algún criterio metodológico para incorporarla.3
Como trasfondo a la clasificación y a los planteamientos aquí expuestos,
y a manera de cierre de este apartado, creo que es de interés realizar una serie de preguntas metodológicas que atañen a la formación de corpus –sin el
cual, cosa sabida, no existe la investigación diacrónica–, las cuales están directamente relacionadas con la periodización de una lengua. Hasta donde sé,
no han sido planteadas en la bibliografía especializada. Entre otras posibles,
emergen las siguientes preguntas:
a) ¿Cuántos cortes cronológicos o intervalos sistemáticos hay que establecer en el continuum diacrónico que es la realidad de la lengua para
obtener generalizaciones lingüísticas fuertes?; b) ¿cambia la tipología del
cambio y la periodización según el intervalo entre cortes cronológicos? Mi
experiencia es que sí, y mucho; c) ¿cuánto universo de palabras por corte
cronológico es idóneo para obtener generalizaciones fuertes? No tengo la
respuesta para cuánto, pero sí creo que es conveniente igualar los universos
de palabras en los diferentes cortes cronológicos seleccionados, como un requisito a priori de comparabilidad cuantitativa entre cortes y evitar falsas
generalizaciones derivadas de conformaciones erróneas de corpus, desde el
punto de vista cuantitativo; d) ¿por qué existe una virtual sinonimia entre
siglo y periodo histórico? Es útil para establecer un corpus, pero es menos
lógico que se emplee para periodizar; sin duda, está cambiando rápidamente
este punto metodológico; e) ¿por qué privilegiar determinados siglos y olvidar otros?, ¿presión de la historia externa, de la disponibilidad de textos,
del canon literario? Los siglos privilegiados en la diacronía sintáctica, hasta
hace poco, eran el XIII y el XVII, hay siglos mucho menos estudiados, como
el XIV –aunque este ha sido bien estudiado en sus obras, desde un pun-
3
Y, de nuevo, cabe hacerse otra pregunta, para la que no tengo respuesta por el
momento: ¿todos los tipos de cambios y/o criterios aquí inventariados deben pesar por
igual para periodizar?
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El siglo XIX en la periodización sintáctica de la lengua española
to de vista estilístico–, y hay siglos casi olvidados, como el XIX o el XVIII;
está cambiando este aspecto metodológico, afortunadamente; f) ¿conviene
diversificar tipos textuales o conviene homogeneizar tipos textuales en la
elección de un corpus diacrónico? A mi entender se debe diversificar para
obtener generalizaciones para la lengua y no para textos o géneros específicos; g) ¿cómo hacer la integración de géneros textuales por corte cronológico para “garantizar” cierta continuidad textual? Es sabido que los cambios
culturales y sociales, con la consecuente modificación en las demandas de
los lectores, generan un elevado dinamismo que hace difícil la continuidad
textual; desaparecen géneros (como los espejos de príncipes), aparecen nuevos géneros (novela, cuento, prensa), además de que los modos de escribir
cambian, aunque la tradición denomine igual a un cierto género; y h) ¿se
debe incorporar el español actual como parte de la diacronía? A mi modo de
ver, sí, sin duda, porque el hoy es parte de la historia y la lengua vive en su
variación y en su historia; no obstante, no es una práctica metodológica muy
extendida, hasta la fecha.
4. Tipología básica de difusión diacrónica del cambio
sintáctico
Los datos diacrónicos de la obra Sintaxis histórica de la lengua española (Company 2006, 2009, 2014) constituyen la base empírica de este apartado y del
siguiente. La mayoría de los capítulos de esa obra establece cortes cronológicos con intervalos sistemáticos de 200 años, ocasionalmente de 300 años, en
diacronías amplias que van de los siglos XII al XXI, y contienen información
cuantitativa abundante y diversificación de clases textuales para cada uno
de los cortes cronológicos seleccionados; los análisis contienen un promedio
de 2500 a 3000 ejemplos y algunos temas están basados en una evidencia de
6000 o 7000 datos. Para los fines de esta investigación sobre periodización, he
seleccionado solamente aquellos capítulos que incorporan el siglo xix como
un corte cronológico en la diacronía larga; he aplicado a los datos cuantitativos presentados en esos capítulos, tras las adecuaciones metodológicas necesarias, una prueba de diferencia de proporciones (www.in-silico.net/statistics/
ztest/two-proportion) sobre la información cuantitativa en cuestión, en una
comparación sistemática de cada dos cortes adyacentes; he medido el estadístico z para observar la significatividad de la comparación (z es significativo
cuando arroja +/ - 1.96), y las gráficas están realizadas con lenguaje R. Por las
características de la obra, los capítulos consideran como unidad del cambio la
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noción de variante, en sus posibles manifestaciones: a) una forma o construcción innovadora compite con una forma o construcción conservadora, por
ejemplo, voy a cantar vs. cantaré; b) una misma forma o construcción aparece en
dos distribuciones o contextos, uno conservador, otro innovador, por ejemplo,
una preposición en contextos etimológicos locativos vs. contextos no locativos; c) competencia de formas para expresar un mismo dominio semántico
funcional, por ejemplo, nexos adversativas con mas, pero, sin embargo, empero,
no obstante, etc.
En el conjunto de los capítulos seleccionados, es posible establecer tres
tipos de cambios, que he denominado cambio en S –siguiendo la tradición
sociolingüística–, cambio continuo y cambio brusco, este último, que, por lo
regular, suele mostrar un efecto general de vaivén. Para los dos últimos, propongo estas etiquetas ya que no he encontrado etiquetas posibles ni caracterización en la bibliografía.
1. Cambio en S. Son los cambios más comunes en la diacronía y en la sociolingüística sincrónica (Kroch 1989; Chambers 2002: 360-362; Croft 2000: 180
y ss.; Blythe, Croft 2012: 278). La gráfica 1 muestra un cambio en S: el avance
de la preposición entre con término nominal no locativo, del tipo entre todos
la mataron (Hernández Díaz 2014). Los cambios en S son, de hecho, los únicos
considerados como válidos por las teorías de difusión del cambio; así, por
ejemplo, Blythe, Croft (2012: 280) señalan que en otras manifestaciones de
cambio habrá que buscar razones no internas y pensar en las peculiaridades
de conformación, étnica, migratoria, etc., que una determinada comunidad
de hablantes puede tener. La razón del peso de este tipo de cambio parece
clara: la lingüística variacionista busca el origen, difusión y generalización
de un cambio, ya que esta última es la prueba de que una forma o construcción dada se integró por completo a la gramática, porque no existe gramaticalización ni gramática sin generalización de formas. Los datos observados
en muchas zonas categoriales de la obra Sintaxis histórica de la lengua española
indican que, en efecto, así procede muchas veces el cambio sintáctico, pero
que hay otros dos tipos de cambios que pueden ocurrir en los mismos periodos y bajo condiciones sociales similares a las que despliegan los cambios en
S, es decir, sin anomalía aparente, como suponen Blythe, Croft (2012).
88
El siglo XIX en la periodización sintáctica de la lengua española
Gráfica 1. Deslocativización del término nominal de la preposición entre.
2. Cambio continuo. No hay un inicio lento, no hay un periodo más activo
de aumento o disminución y no hay una etapa final de estabilización del proceso. Son muy comunes también en sintaxis y semántica diacrónica, pero
han sido desatendidos (casi) totalmente por la variación sincrónica sociolingüística (Labov 2001: 24, 190; Chambers, Trudgill, Schilling-Estes 2002). Tal
desatención conduce a una más de las muchas preguntas que surgen de esta
investigación: ¿sincronía y diacronía comparten los mismos mecanismos de
cambio? Yo esperaría que sí, porque, como ya señalé, no existe una diferencia entre sincronía y diacronía, ya que la lengua vive en su variación, pero
la bibliografía teórica sugiere que debe haber algún tipo de diferencia en la
difusión del cambio, según que este se analice en sincronía o en diacronía.
La gráfica 2 a continuación presenta un cambio continuo: el debilitamiento
de oraciones finales con para + verbo conjugado y consecuente reforzamiento diacrónico de para + infinitivo, regidas por un nominal o un constructo
verbo-nominal, del tipo “hay que tener valor para echarle en cara su crimen”
(Torres Cacoullos, Bauman 2014).
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Herencia e Innovación en el español del siglo XIX
Gráfica 2. Debilitamiento de oraciones con nominal + para que + verbo conjugado
3. Cambio brusco. Considero cambio brusco a aquellas progresiones de
cambio en que hay un periodo de concentración de microquiebres, tras el
cual la lengua prácticamente recupera –en términos cuantitativos, al menos– una situación similar a la del periodo precedente, de ahí el efecto gráfico o visual de vaivén o tobogán en la difusión. El siglo XVII, hasta donde me
ha sido posible analizar, es el periodo que mayor número de cambios bruscos concentra en la historia sintáctica del español, tanto en el nivel de frase,
como de oración y de relaciones interoracionales (Company 2015, 2016b), y
varias investigaciones en proceso sobre estructura informativa y discurso,
que se llevan a cabo en la Universidad Nacional Autónoma de México, lo
confirman una y otra vez. De hecho, el siglo XVII, según he propuesto en
esos trabajos, constituye un periodo por sí mismo en la diacronía sintáctica
general del español, con un número nada desdeñable de cambios bruscos
sintácticos y semánticos. La gráfica 3 muestra un típico cambio brusco, consistente en la mucha mayor adyacencia de adverbios tempo-aspectuales, del
tipo, ya, todavía, aún, en el siglo XVII (Magaña 2014); como se ve en la diacronía larga de la gráfica 3, estos adverbios, pasado el siglo XVII, se desligan de
nuevo del verbo y regresan, en el siglo XIX, a una manifestación similar al
corte cronológico previo, el siglo XV.
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El siglo XIX en la periodización sintáctica de la lengua española
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Gráfica 3. Adyacencia al verbo de los adverbios tempo-aspectuales ya, aún, todavía.
5. El siglo XIX en la periodización de la sintaxis histórica
del español
El cuadro 2, a continuación, expone el concentrado resultante del análisis
estadístico y de la aplicación de R realizados sobre los varios capítulos que
incorporan el siglo XIX en la obra Sintaxis histórica de la lengua española y que
contienen información cuantitativa en las diacronías amplias que analizan
para el tema en cuestión. He incorporado también varias investigaciones
doctorales en proceso con la misma metodología de esta obra, además de
otros trabajos que tienen información cuantitativa para el siglo objeto de
análisis. La primera columna identifica el cambio, la segunda indica el tipo
de cambio, tras someter la información cuantitativa a estadístico z y aplicar
lenguaje R, la tercera remite al autor y obra de donde obtuve la información
requerida.
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Herencia e Innovación en el español del siglo XIX
Lugar del siglo XIX en una tipología de difusión de cambios sintácticos
Tipología en el XIX Referencia
Temporalización total de voy a cantar
Continuo
Melis 2006
Incremento de oi inanimados
Continuo
Company 2006
Generalización de duplicación de oi
Continuo
Company 2006
Generaliz. despronominal. de clítico oi
S
Company 2006
Incremento de orden oi-od bitransitivas
S
Ortiz Ciscomani 2006
Aumento de marca a en od no humanos
Continuo
Flores Dávila 2013
Complejización de la fn-od
Continuo
Puerma (en proceso)
Incremento de fn con poseedor inanimado
Continuo
Huerta 2009
Diversificación de infinitiv. nominalizados
Continuo
Torres Cacoullos 2009
Simplificación de la estructura interna fn
Continuo
Bogard 2009
Increm. de indefin. compuestos adjetivos
Continuo
Company/Pozas 2009
Incremento anteposición de adj. calificat.
Brusco
Martínez 2009
Generalización de ustedes en América
S
Moreno 2010/Company
2012
Incremento de pasiva perifrástica
Continuo
Ramírez (en proceso)
Disminución de pasiva refleja
Continuo
Cabañas 2015
Modalización epistémica de tener
Continuo
Sanz 2015
Decremento de orden vs con intransitivos
Continuo
Pasillas 2017
Diversificación de adjetivos base de -mente
Continuo
Company 2014
Incremento de adverbios cortos
S
Hummel 2014
Incremento de entre + término no locativo
S
Hernández Díaz 2014
Incremento de a + término abstracto
Continuo
Company/Flores 2014
Continuo
Company/Sobrevilla
2014
Aumento de adverbios en -as: a tontas
S
Ortiz Ciscomani 2014
Incremento de relativos compuestos
S
Girón Alconchel 2009
Generalización de pues como causal
S
Pérez Saldanya 2014
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Cambio
Incremento de dependencia nominal con de
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Cuadro 2
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El cuadro 2 arriba nos informa que el siglo XIX es un periodo de esenciales continuidades a lo largo de la diacronía sintáctica del español. De 25
cambios consignados, en áreas categoriales muy diversas y fenómenos sintácticos muy distintos, hay una pauta de comportamiento diacrónico común:
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El siglo XIX en la periodización sintáctica de la lengua española
hay muchos cambios continuos, bastantes cambios en S, aunque menos que
continuos, y solo uno es caracterizable como brusco: 16 son cambios continuos, 8 son en S y uno es brusco.
Es un siglo cuya caracterización básica es de fuertes incrementos y generalizaciones de fenómenos de la sintaxis nuclear del español, que vienen
manifestándose desde siglos antes, acorde con los resultados del cuadro 1
arriba y acorde con mi lectura y valoración de los análisis contenidos en los
trabajos arriba indicados. No sé, por el momento, si el siglo XIX constituye
un periodo por sí mismo. Para poder responder, habrá que contestar, en futuras investigaciones, algunas de las preguntas que han guiado este trabajo.
No obstante, creo que no. Me baso para ello en dos hechos: por un lado, en los
resultados de esencial continuidad que arroja el cuadro 2, todos sustentados
en rastreos de profundidad histórica amplia, y, por otro, en trabajos previos
sobre el siglo XVIII (Company 2007 y 2012), cuya segunda mitad tiene bastantes similitudes de comportamiento sintáctico con el siglo XIX. Mi intuición, a
reserva de comprobarla, es que la segunda mitad del XVIII y el primer tercio
del XIX, 1750-1835, aproximadamente, constituyen una etapa de microquiebres sintácticos importantes, que posiblemente constituyan un periodo4. Es
probable que, al considerar de manera separada variantes hispanoamericanas
y españolas-castellanas, e incluso, contrastar entre sí variantes dialectales hispanoamericanas, cambie la perspectiva general diacrónica de continuidad y
generalización que ofrece el siglo XIX en este trabajo.
Para finalizar este apartado, analizaré de forma muy somera el comportamiento de la secuencia preposicional a por con verbos de movimiento en
Quest
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Las construcciones concernientes a la estructura del discurso parecen tener,
en cambio, un comportamiento distinto a la de la sintaxis nuclear del cuadro 2, según
reflejan varios de los trabajos leídos y un número vario de investigaciones en proceso.
En el discurso, el xix se muestra como un periodo de quiebres bruscos en marcadores
y operadores de discurso y en la estructura de la periferia izquierda; se constatan
primeras documentaciones de adverbios de foco: contra más… más (Espinosa 2014), primeras documentaciones de hasta inclusivo como sujeto (Cano 1982), muchas primeras
documentaciones de estructuras parentéticas que disminuyen a finales del siglo xix
y “resurgen” a mediados del siglo XX (Córdova 2017), nuevos modos de afirmación, en
efecto, (sí) claro, muchas primeras documentaciones de marcadores discursivos diversos e interjecciones impropias, un gran incremento y diversificación de locuciones
tematizadoras de base verbal, en / por lo que atañe, toca, concierne, etc. Este fuerte dinamismo en la estructuración del discurso debe ponerse en relación, según creo, con
la aparición de nuevos géneros textuales, la novela moderna, el cuento moderno, la
prensa diaria, etcétera, además de cambios políticos y culturales señalados en muchos
trabajos de historia.
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Herencia e Innovación en el español del siglo XIX
el español peninsular en el siglo XIX. He elegido esta construcción por dos
motivos, uno, porque sus primeras documentaciones corresponden al siglo
XIX, y dos, porque, como se sabe, es exclusiva de España, de modo que “no”
intervendrá tanto la variación dialectal en los resultados. Tiene, además, un
interés gramatical y dialectal per se, ya que constituye, quizá, la única isoglosa sintáctica absoluta que divide la lengua española en dos grandes bloques:
español de América, con solo por, voy por agua, paso por ti, frente al español de
España, con a por, voy a por agua, paso a por ti.
La finalidad ahora es mostrar que la apreciación de una etapa cronológica,
para efectos de su periodización, puede variar fuertemente, según que se examine en una diacronía larga, macroperiodización (cuadro 2), o en una diacronía
corta, microperiodización, y que la apreciación de un lapso pequeño, 100 años,
puede asimismo variar, según qué variable independiente se analice y cómo
se contraste. La variante en este caso son dos construcciones, una conservadora, verbo de movimiento + por + término nominal, voy por agua, vs. una innovadora, verbo de movimiento + a por + término nominal, voy a por agua. Los
datos para esta zona del trabajo están tomados de Company y Flores (2017,
en prensa a), quienes hacen una división en tres cortes cronológicos para ese
siglo y fenómeno.
El cuadro 3 a continuación deja ver que la difusión del cambio a lo largo
del siglo XIX se comporta como un cambio en S, aparentemente: aparecen
tímidamente las primeras documentaciones en el primer tercio, cinco casos
en un corpus amplísimo de literatura y prensa; se documenta la difusión del
cambio en el segundo tercio puesto que se multiplican de forma exponencial
las documentaciones, 5 > 39, y continúa un incremento sostenido en el último
tercio, ya que en este se duplican las apariciones de la construcción innovadora, 39 > 63. El cuadro indica, y esto es interesante para la metodología, que no
pueden ser tomados siglos completos para establecer periodizaciones, porque
el periodo de aparente generalización no es el siglo XIX, sino un pequeño lapso de ese siglo.
Frecuencia de a por en el siglo XIX
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Cuadro 3
1800-1833
1834-1867
1868-1900
Total
lit. Total
sto
pren
Que
El siglo XIX en la periodización sintáctica de la lengua española
La apreciación del tipo de cambio se modifica, sin embargo, cuando se
comparan las dos construcciones que codifican la meta del movimiento, verbo
+ por + nominal vs. verbo + a por + nominal, como se ve en el cuadro 4 abajo.
La diacronía ahora se muestra como un cambio continuo y muy lento, aunque
el periodo de mayor actividad diacrónica vuelve a ser el segundo tercio, mediados del siglo XIX. Es decir, los resultados de la clasificación del cambio, en
cuanto a su difusión, pueden diferir si se considera el fenómeno en sí mismo,
sólo la construcción innovadora, o se considera en variación sincrónica, por
vs. a por, y difieren también según las variables independientes analizadas,
según los resultados que presentan Company y Flores en los dos trabajos aquí
citados.
A por vs. por con verbo de movimiento en el siglo XIX
1800-1833
1834-1867
1868-1900
Por
23 [82%]
71 [64%]
77 [55%]
A por
5 [18%]
39 [36%]
63 [45%]
Total
28
110
140
Cuadro 4
En resumen, el siglo XIX en una microperiodización resulta mucho más
dinámico, de tercio a tercio al menos, que en una macroperiodización. Considerado en su interior, con cortes internos, no se muestra como un siglo tan
continuo como al insertarlo en diacronías de amplia profundidad histórica.
En el interior del XIX, para la construcción ahora analizada, hay cambios continuos y cambios en S. Resultan difusiones distintas cuando se analiza un fenómeno sintáctico globalmente, cuando se analiza en contraste de variación
sincrónica, e incluso resultan difusiones contradictorias, cuando se analizan
variables independientes de un mismo fenómeno sintáctico5.
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5
Otros cambios sintácticos presentan dinamismos muy activos en el siglo XIX
al hacer cortes cronológicos internos similares, en tercios: se aprecia una práctica generalización de formas en -ra en el imperfecto de subjuntivo en el español de América
en el segundo tercio; se constata una generalización del pretérito simple perfecto a
expensas del pretérito compuesto en gran parte del español de América en el último
tercio (Company, investigación en proceso).
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Herencia e Innovación en el español del siglo XIX
6. Conclusiones
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De este trabajo es posible extraer algunas conclusiones teóricas y metodológicas para la periodización de una lengua, y algunas conclusiones específicas
para el siglo XIX, nuestro objeto de análisis.
En cuanto a las primeras, hemos visto la conveniencia de diferenciar entre macroperiodización y microperiodización, para alcanzar matizaciones
adecuadas en la periodización sintáctica de una lengua, ya que hemos podido
comprobar que hay comportamientos bastante diferenciados en la tipología
de difusión del cambio sintáctico, según se consideren los fenómenos y los
periodos en diacronías de amplia profundidad histórica, macroperiodización,
o en corta profundidad, microperiodización. Hemos identificado tres tipos de
cambios sintácticos en el conjunto de 25 construcciones sintácticas analizadas: cambio en S, cambio continuo y cambio brusco.
Hemos constatado también que existe una dificultad y complejidad multiangular para el establecimiento de criterios para una metodología útil, coherente y viable para una periodización sintáctica del español, y, a este respecto,
han sido más las preguntas que las respuestas. Hemos planteado, por último,
que una periodización va de la mano de la necesidad de tener criterios adecuados para establecer corpus con evidencias empíricas robustas y comparabilidad cuantitativa, con el fin de alcanzar mejores resultados y más fiables en la
periodización que se haga.
En cuanto al siglo XIX, los 25 fenómenos analizados indican que es un
siglo de grandes continuidades y de fuertes generalizaciones de algunas construcciones sintácticas, en la perspectiva de una macroperiodización, y que se
muestra como un siglo de mayor dinamismo y tipos diversos de cambio en la
perspectiva de una microperiodización. Nos hemos preguntado, finalmente,
si este siglo constituye un periodo por sí mismo. La respuesta es que aún no
lo sé. Diría que no, que, desde un punto de vista sintáctico, intra- e interoracional, es más bien un periodo de continuidades de generalizaciones y de
transición.
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El siglo XIX en la periodización sintáctica de la lengua española
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Recursos de cortesía estratégico-política
en los discursos de nombramiento
e investidura de jefes de gobierno
en períodos constituyentes: 1812, 1873, 1979
Antonio Carrasco Santana
Resumen
El discurso político cumple, esencialmente, una función persuasiva que precisa del empleo de recursos corteses que faciliten el acceso a un puesto ejecutivo de relevancia o
el apoyo a su actividad en el mismo. En este sentido, resulta interesante analizar cuáles
son esos recursos, con qué finalidad concreta son utilizados y cómo las preferencias lingüístico-estratégicas han ido variando desde la época de la Constitución de 1812 hasta
el último cuarto del siglo XX. En concreto, el análisis de dichos recursos en una serie de
discursos que van desde 1812 hasta el último cuarto del siglo XX permite ver cuál es la
evolución de las técnicas de cortesía que hacen más atractivo o convincente el discurso.
Para ello, se utilizará un marco teórico de análisis propio del campo de la pragmática
lingüística en su vertiente social, el de la cortesía, cuyos estudios más destacados vinculan el uso de la lengua a la relación entre la intención del emisor y los efectos que se
pretendan producir en el interlocutor.
Abstract
Questo e
The political discourse essentially fulfills a persuasive function that often requires the
use of politeness resources that attract the addressee to the approaches and postulates
of the addresser, especially if they are political speeches of inauguration or investiture.
In this sense it is interesting to analyze what these resources are, with what concrete
purpose they are used and how the linguistic-strategic preferences have varied from
the time of the Constitution of 1812 to the last quarter of the twentieth century. Specifically the analysis of these resources in six inauguration or investiture speeches, between the years 1812 and 1979, allows us to see the evolution of techniques of politeness
103
Herencia e Innovación en el español del siglo XIX
that make speeches more attractive or convincing. Thus, a theoretical framework of
analysis of the field of linguistic pragmatics in its social aspect, that of politeness, will
be used because this framework’s most outstanding studies link the usage of the language to the relationship between the intention of the addresser and the effects that
are intended to produce in their interlocutor.
1. Introducción
Lo que aquí nos ocupará, los discursos de nombramiento e investidura de jefes de gobierno en períodos constituyentes, es un tipo particular de discurso
de carácter político, condicionado, fundamentalmente, por su función, su finalidad y su auditorio.
El hecho de que se trate de discursos en los que, con mayor o menor intensidad, se reclama o, al menos, se espera el apoyo y la confianza del auditorio
no solo a las propuestas o a las ideas presentadas, sino, necesaria y primordialmente, a la persona que las defiende1, requiere que estos se elaboren de modo
que se combinen de forma adecuada recursos de persuasión y convicción en
relación con el contenido, junto con estrategias de proyección de la imagen
pública del orador2, así como, si se estima necesario, de elogio o de protección
de la de los destinatarios. En este último sentido, el conocimiento previo por
parte del orador de los presupuestos ideológicos de los destinatarios y, consecuentemente, del grado de aceptación u hostilidad que estos tienen respecto
de los del emisor, de su propia imagen y de su personalidad permite que el
discurso se module en función de los apoyos con que se cuenta de antemano,
lo que determina el estilo discursivo que se adopte3, sobre todo, por lo que a la
intensidad, la vehemencia y la agresividad verbales se refiere.
Es necesario poner de manifiesto que los discursos que analizaremos no pretenden que el orador se gane la confianza del auditorio para ser elegido jefe o presidente de gobierno, pues son posteriores a este hecho; se trata de que el ya presidente o jefe
(necesariamente provisional) muestre sus ideas políticas, sus intenciones, su talante y
su disposición y capacidad para abordar las cuestiones de que se trate, en un momento
histórico especialmente señalado, el previo a la redacción de una Constitución.
2
No siempre, como veremos, ensalzándola.
3
Naturalmente, no es esta la única razón que influye en la construcción del
discurso. Entre otros factores, cabe destacar la habilidad del orador, sus actitudes psicológicas, etc.
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Siendo, por tanto, de vital importancia la buena acogida por parte del auditorio de la figura de quien se encargará de proponer las medidas que se deben
adoptar en cada caso y de ejecutar las diversas disposiciones que se decidan en
el Parlamento; siendo, consecuentemente, la finalidad del discurso concitar el
mayor de los apoyos en torno a quien ha sido elegido para representar la voluntad, bien del monarca (1812)4, bien del “pueblo”, resulta, sin duda, relevante
analizar qué estrategias de acercamiento y empatía se ponen en práctica en el
discurso a fin de conseguir el objetivo que se persigue con él, a saber, recibir el
futuro respaldo de la Cámara.
Analizar, por tanto, las actuaciones verbales de cortesía5 presentes en los
discursos pronunciados en diversos períodos de la historia de España (1812,
1873, 1979)6, con el fin de destacar cómo se han elaborado, con qué finalidad
son empleadas y cómo han ido evolucionando7, será la tarea que realizaremos
en las próximas páginas.
2. El lenguaje de la política: usos políticos del lenguaje vs el
discurso político
En un sentido amplio, como ya planteó Aristóteles (2015: 11), el uso del lenguaje, en sí mismo, puede concebirse como una actividad política. Nosotros entendemos, con Coseriu (1987: 11), que “el lenguaje es para Aristóteles corolario
En este sentido, hay que hacer la salvedad de que, en el discurso del 1812, el
Presidente del Consejo de Regencia es designado por el monarca, lo que hace de aquel
un intermediario entre este y los miembros del Consejo; si bien, la consideración que
estos tengan del Presidente designado influye en su mayor o menor proclividad hacia
las propuestas del Rey.
5
En el sentido de cortesía que señalaremos más adelante.
6
Discursos elaborados y pronunciados por políticos en un entorno específicamente político para políticos.
7
Querríamos señalar que, si bien las actuaciones verbales, sean cuales fueren,
están indisolublemente unidas al estilo discursivo de cada autor y, por tanto, son el
reflejo de su personalidad y de sus preferencias discursivas, no es menos cierto que
las características de los textos que vamos a revisar, tanto por su finalidad como por su
función, principalmente, obligan a los oradores a adecuar su estilo personal a las tendencias históricas que, en esta materia, gozan de mayor aceptación y son más exitosas.
Todos estos discursos no son, en absoluto, extemporáneos respecto del momento en
que son pronunciados, con lo que se puede afirmar que señalan tendencias discursivas
de carácter general, que, por lo que a las estrategias de cortesía se refiere, son las que
aquí nos interesan.
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y manifestación de la ‘politicidad’ (= sociabilidad) del ser humano y, por consiguiente, condición del constituirse históricamente concreto de las sociedades humanas en varios niveles”; consecuentemente, que el lenguaje es fruto y
meta de la necesidad de vivir en comunidad y, por tanto, de intercambiar conocimiento y de establecer de un modo simbólico (lingüístico) la convivencia.
Si se concibe, por tanto, que en todo uso del lenguaje, en todo acto lingüístico, existe un componente esencialmente político o, si se prefiere, una raíz
política, en virtud de la convivencia, habremos de convenir que, si se quiere
preservar esta (lo que parece la norma en la mayor parte de las interacciones),
las lenguas precisarán mecanismos que, además de hacer más fluido el intercambio de información como postuló Grice (1975), regulen los efectos de las
actuaciones verbales por lo que se refiere a las relaciones humanas. Dicho de
otro modo, que habrán de arbitrarse recursos lingüísticos que favorezcan las
relaciones humanas o que, al menos, eviten o palien las consecuencias que
el contenido proposicional de los enunciados puede tener en las relaciones
sociales, si lo que se persigue es la colaboración con el otro o los otros8.
Por otro lado, puede hablarse, con razón, de discursos políticos, entendiendo por estos aquellos que son realizados por los profesionales del ramo, con la
función que les es propia, la persuasiva o apelativa, con objeto de convencer a
los destinatarios de los mismos de la bondad de sus palabras y de los actos que
de estas se deriven, para lo que, indefectiblemente, será necesario causar una
serie de efectos perlocutivos por medio del texto; es decir, este habrá de “ser
‘eficaz’, debe conseguir que ‘el otro’, el oyente o destinatario, haga algo, actúe
de determinado modo o adopte una determinada actitud” (Coseriu 1987: 16).
Si a esto le añadimos que, en numerosas ocasiones, uno de los rasgos característicos del discurso político es la insinceridad –bien por medio de la ambigüedad y la vaguedad, cuando no de la falsedad–, provocada por el deseo del
político de minimizar o evitar aquello que ponga en riesgo la eficacia del texto
y, por ende, por la pretensión de que su imagen pública no se vea amenazada
por la falta de éxito de su actuación verbal, se entenderá que hacer un uso de
la lengua óptimamente persuasivo precisa, frecuentemente, conjugar, en la
medida de lo posible, contenidos atractivos (se compadezcan o no con la verdad) para el auditorio con formas que predispongan al destinatario en favor
del emisor y de sus postulados; lo que, a menudo, se logra por medio de un
8
Al conjunto de esos mecanismos o recursos lingüísticos, ligados, según los
casos, bien a la protección o bien al realce de la personalidad y de la libertad individual,
la pragmática lingüística lo denomina cortesía.
106
Recursos de cortesía estratégico-política en los discursos de nombramiento
uso estratégico de la lengua basado en la evitación o la atenuación de lo que le
resulta molesto a aquel o en la ponderación de su figura, o de sus actos.
En definitiva, podemos concluir que en todo uso comunicativo del lenguaje hay un componente relacional de importancia variable que hace necesario
un uso estratégico, político, de los recursos lingüísticos; por tanto, una retórica del discurso, en la medida en que esta constituye una herramienta de persuasión mediante la elocuencia, en el sentido de que “utilizamos el lenguaje
como animales ‘políticos’, es decir, sociales o cívicos, para realizar la interacción social, de manera que una Lingüística sólo es seria si es Sociolingüística,
como dejó escrito Labov, y una Retórica, que enseña a realizar actos de habla
que persuadan a los conciudadanos, no tiene sentido alguno al margen de
lo ‘político”. Y es que “nos comunicamos con el prójimo para influir sobre él,
para tratar de imponer nuestros puntos de vista en él o para que él se forme
de nosotros una determinada opinión o para realizar en nuestros semejantes
uno cualquiera de nuestros anhelos, aspiraciones y deseos ya sean egoístas o
moderadamente altruistas, innobles o filantrópicos” (López Eire, de Santiago
Guervós 2000: 36 y 87).
No pretendemos aquí, no obstante, defender la idea de que político es, en
sentido estricto, “todo discurso dominado por la orientación a lo eficaz y la
función apelativa, o sea, que se llame ‘política’ a todo tipo de táctica empleada
en las relaciones humanas” (Coseriu 1987: 17-18); pero sí la de que una perspectiva pragmática de orientación fundamentalmente social (los conocidos
como estudios de cortesía) resulta particularmente indicada para el análisis de
aquellos comportamientos verbales que, por las necesidades propias de la persuasión, por una parte, y por su particular temática, por otra, han de tener en
cuenta la notable importancia que la imagen pública tiene para la consecución
de los objetivos que se persiguen en el discurso político, en general, y en el de
carácter parlamentario (condicionado por varios factores, entre los que cabe
destacar que todos los aspectos contextuales son compartidos entre emisor y
receptores y que los contenidos vienen prefijados), en particular. En palabras
de López Eire y de Santiago Guervós:
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La Retórica y la Pragmática nos ofrecen una clara radiografía de la politicidad o
carácter político de todos los discursos, en general, y del discurso político, en particular.
El discurso político es un acto de habla pragmático, interactivo, movido por el afán
de poder, que aprovecha al máximo la fuerza del lenguaje y todas las circunstancias
que se dan en el acto de habla, tanto las lingüísticas como las paralingüísticas y las
extralingüísticas (López Eire, de Santiago Guervós 2000: 91).
107
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Herencia e Innovación en el español del siglo XIX
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Lo lingüístico es un factor importante, como lo es la ideología y el comportamiento
interactivo. Ahora bien, cuando se piensa en aspectos lingüísticos, siempre se alude
al dialecto, variante o modalidad de habla, pero no a estilo ni al tipo de comportamiento sociocultural en la interacción (cortés, descortés, neutro). Tampoco a las
características retóricas o argumentativas de la construcción discursiva, al dominio que se tenga del lenguaje, algo fundamental en el discurso público (Fuentes
Rodríguez 2016: 25).
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Y es que “la fuerza del lenguaje” es la clave que permite desentrañar, precisamente, la intención con que ha sido emitido el mensaje político; y, consecuentemente, hace posible evaluar, de forma cabal, la calidad y efectividad persuasiva
del discurso. Por este motivo, el estudio de los usos del lenguaje en el discurso
político, particularmente desde el punto de vista de la intención comunicativa
del emisor en relación con los efectos persuasivos que quiere producir en sus
interlocutores, desde la perspectiva de la actitud discursiva de aquel en relación
con estos, en definitiva, pone de relieve algo particularmente importante: la vinculación entre técnicas discursivas y capacidad persuasiva. En este sentido, tal y
como, acertadamente, afirma Catalina Fuentes Rodríguez 9:
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3. La cortesía
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Una vez justificada la importancia del respeto (explícito o no) a la imagen personal como recurso estratégico en todo discurso persuasivo, en la medida en
que se persigue que sea eficaz para tratar de alcanzar el nivel de convicción,
procede ahora exponer, siquiera a grandes rasgos, qué concepto de cortesía o,
más precisamente, de recursos y estrategias de cortesía vamos a manejar aquí
para ser aplicados a los textos políticos mencionados más arriba.
Dado que, por razones diversas –entre las que destaca que el presente no
es un trabajo dedicado a la reflexión teórica sobre la pragmática social–, no
es este el sitio más adecuado para largas disquisiciones sobre distintos mode-
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9
El planteamiento de Fuentes Rodríguez (2016: 18 y ss.), respecto del estudio del
lenguaje en el discurso político, es más amplio que el que proponemos aquí. De entre
los cuatro ámbitos que esta autora propone para abordar el análisis del discurso, nosotros nos centramos, fundamentalmente, en los aspectos persuasivos del mismo; entre
otras cosas, porque nosotros nos hemos ceñido a un período concreto de la historia y a
un subtipo discursivo (discurso parlamentario) particular.
108
Recursos de cortesía estratégico-política en los discursos de nombramiento
los de estudio de los comportamientos lingüísticos orientados a los aspectos
relacionales de la comunicación, nos limitaremos a exponer los criterios que
hemos utilizado para nuestro análisis discursivo.
Además de tener en cuenta los postulados de Lakoff (1972 y 1973), de Leech
(1980 y 1983) y de Haverkate (1994 y 2006) –para el caso del español–, entre
otros, nuestro modelo de cortesía se fundamenta en la propuesta que nace de
la revisión que hicimos en su día (Carrasco Santana 1999) del modelo teórico
de Brown y Levinson (1987), cuyas conclusiones pasamos a resumir:
1. La (des)cortesía es un fenómeno universal, en la medida en que responde a principios racionales de comportamiento.
2. El ser humano, en efecto, tiene una imagen pública que, acertadamente, Brown y Levinson desdoblan en dos10: la imagen positiva y la
imagen negativa, que se corresponden, a grandes rasgos, con la personalidad y el territorio (Goffman 1973). Se puede observar que estas dos
vertientes no tienen una línea divisoria clara y que están íntimamente ligadas, como lo demuestra el hecho de que, en numerosas ocasiones, la amenaza a una de ellas suponga, automáticamente, amenazar
la otra.
3. Nos parece acertado, también, el planteamiento de Brown y Levinsonde que todos los actos, en este caso verbales, pueden ser amenazantes para la imagen en determinadas circunstancias; incluso aquellos
antiamenazantes (tales como la disculpa o el elogio) pueden producir
efectos no deseados, dependiendo de diversos factores, entre los que
se encuentran la adecuación del acto que se vaya a realizar a la situación comunicativa, la distancia social entre los interlocutores, la
relación de poder de uno respecto del otro, la actitud psicológica que
cada uno muestra hacia el interlocutor y, sobre todo, la interpretación que el destinatario dé al enunciado del emisor.
4. En cuanto a la división que establecen Brown y Levinson entre cortesía negativa y cortesía positiva, creemos conveniente –por los problemas derivados de los términos positivo y negativo, y por la “doble con-
109
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s
Que
10
Resulta acertado, porque este planteamiento vincula las manifestaciones
lingüísticas al comportamiento social del individuo y a la psicología humana; pero,
además, permite la elaboración de un sistema de análisis de los comportamientos
lingüísticos con fines interaccionales. En este sentido, resultan interesantes KerbratOrecchioni (1992: 168-169) y, más recientemente, Bravo (2004 y 2005), para un planteamiento válido para el análisis de cualquier discurso; y de Alcaide Lara (2014: 223-261) y
Fuentes Rodríguez (2012 y 2015), especializados en el discurso político.
Herencia e Innovación en el español del siglo XIX
Que
s
5.
6.
cepción” de la cortesía negativa que tienen estos autores– hablar de
cortesía mitigadora y cortesía valorizante. La primera resulta ser una
cortesía de precaución, una cortesía suavizadora y compensatoria,
orientada a las imágenes positiva y negativa, que se articula en una
serie de recursos lingüísticos que se pueden agrupar en dos grandes
categorías: recursos sustitutivos y recursos aditivos. La cortesía valorizante, por su parte, genera actos cuya función es el reconocimiento
de las imágenes positiva y negativa del otro.
Adoptando un punto de vista distinto, creemos conveniente hablar de
cortesía interesada y cortesía desinteresada para mostrar hasta qué
punto la intención del emisor determina la estrategia de cortesía que
se vaya a utilizar, y en qué medida, en una concepción mitigadora de
la cortesía, subyace una visión, según la cual, la función de la cortesía
no es tanto lograr un equilibrio entre la agresividad humana y la necesidad de un cierto grado de armonía para vivir en sociedad, sino un
medio para satisfacer los intereses propios. En este sentido, se puede
decir que la cortesía, en unas sociedades más que en otras, no es solo
una cuestión de normas sociales, estrategias, adecuación a la situación e interpretación, sino una cuestión de intención y percepción: la
cortesía consistiría, así, en buscar el recurso más eficaz para satisfacer
nuestras intenciones, haciendo que la percepción que el destinatario
tiene de ellas sea tal que perjudique lo menos posible la consecución
de nuestros intereses11.
Consideramos, en consecuencia, que la cortesía es un fenómeno
universal (un principio) de adecuación del estilo de nuestras aportaciones verbales al contexto, en su más amplio sentido (relación entre los interlocutores, situación comunicativa, normas culturales de
conducta, potencial amenaza del acto que vaya a realizarse, etc.), cuya
motivación es la de proteger la imagen pública del otro y la propia
de forma equilibrada, así como la de valorar la del otro sin poner en
peligro la nuestra (cortesía desinteresada), o la de proteger la del otro
por encima de cualquier otra consideración (cortesía interesada) –incluyendo, si es necesario, amenazar o dañar la imagen propia–, y cuya
Dado que los discursos que analizaremos son de carácter político, naturalmente, los recursos que se emplean a favor de la persuasión son, incluidos los de cortesía,
necesariamente “interesados”, lo que determina, precisamente, las estrategias de cortesía, que, supeditadas a la consecución de los objetivos del texto y su autor, permiten
desproteger, incluso dañar, la imagen propia, la del emisor.
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110
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Recursos de cortesía estratégico-política en los discursos de nombramiento
7.
8.
intención es la de crear una atmósfera social armoniosa, bien como
fin en sí mismo, bien como medio de conseguir y satisfacer otros intereses.
La noción de cortesía que manejamos, por tanto, excede del empleo de
fórmulas rutinarias, convencionales y estereotipadas; incluye todas
aquellas estrategias lingüísticas que sirven para reforzar la imagen
del otro y no amenazar excesivamente su personalidad o su territorio.
Es decir, contempla todas aquellas elaboraciones individuales que,
utilizando el material lingüístico, cooperan en el logro de una relación
armoniosa con los demás.
Podemos decir, consecuentemente, que la cortesía está presente en la
práctica totalidad de los intercambios comunicativos en que haya una
voluntad por parte de los interlocutores de comunicarse, es decir, de
cooperar. En este sentido, puede apreciarse una relación con el Principio de Cooperación (Grice 1975), consistente en que la cortesía sería
un principio incluido en el de cooperación o al contrario. Nosotros
creemos, no obstante, que hay un principio superior de racionalidad
conversacional que se cumple aplicando las reglas adecuadas a cada
situación comunicativa en su conjunto, es decir, a los interlocutores,
al tipo de acto, etc. De manera que ambas reglas dependen igualmente
de este principio y se complementan cooperando para lograr el éxito
comunicativo básico, es decir, conseguir poner en marcha un proceso
de producción- interpretación. El tipo de interacción que supone este
proceso variará, dependiendo de si es el contenido proposicional el
que tiene un mayor peso en la comunicación o los factores relacionales. Por lo tanto, no hay, como tal, una contradicción entre el Principio
de Cooperación y el Principio de Cortesía, sino una relación de interdependencia orientada al cumplimiento de un principio superior de
racionalidad conversacional.
En consecuencia, fijaremos nuestra atención, en adelante, en aquellas
actuaciones lingüísticas cuya construcción se haya visto condicionada por la
toma en consideración de las imágenes implicadas en la comunicación; en
particular en las estrategias de cortesía en que se plasman la protección o la
ponderación de las imágenes, agrupándolas en los siguientes recursos: morfológicos, sintácticos, léxicos, indirección, figuras retóricas, actos intrínsecamente corteses.
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Herencia e Innovación en el español del siglo XIX
4. Análisis de discursos12 de nombramiento e investidura de
jefes de gobierno en períodos constituyentes: 1812, 1873,
1979
4.1 Discurso de toma de posesión, como presidente interino de la
Regencia, de Joaquín Mosquera y Figueroa (liberalismo moderado),
el 22 de enero de 1812
Por lo que respecta a sus características textuales generales, puede decirse que
se trata de un discurso muy breve, ampuloso y retórico, que pretende conjugar
con eficacia tres objetivos:
1. Mostrar agradecimiento al rey (cortesía valorizante alterocéntrica).
2. Exaltación de sí mismo y de su función representativa de los intereses
coincidentes con los deseos del rey y la patria (cortesía valorizante
egocéntrica-cortesía mitigadora alterocéntrica).
3. Preservación de la monarquía (cortesía mitigadora alterocéntrica).
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En consonancia con estas características, cabe destacar los siguientes recursos de cortesía:
• Recursos morfológicos: abundantes perífrasis verbales, como muestra
de cortesía mitigadora orientada a la imagen negativa del rey (se ha servido elegir, se hallan persuadidos, ha de ser, ha de conservar, procurarán sostener, se ha servido establecer, se hallan reunidas) y tratamiento en tercera
persona del Consejo de Regencia que el emisor preside, con el mismo
fin.
• Recursos sintácticos: diversas estructuras sintácticas (condicionales,
finales, modales), que constituyen un recurso de cortesía valorizante,
en unas ocasiones, y mitigadora, en otras, orientadas a la imagen positiva del rey:
Si estuviese en sus facultades, establecerán un nuevo orden de cosas, para que la
Monarquía tome un nuevo aspecto, grabando en los ánimos de todos esta Consti-
Que
12
El contenido íntegro de los textos a que hacemos referencia puede encontrarse en http://www.congreso.es/est_sesiones/ (conultado el 20/05/2016), serie histórica del
Diario de Sesiones del Congreso de los Diputados.
Por otra parte, las citas de fragmentos de dichos textos se reproducen respetando
la ortografía y la puntuación con que aparecen en el Diario de Sesiones, lo que justifica
los errores que, en ocasiones, presenta su redacción.
112
Recursos de cortesía estratégico-política en los discursos de nombramiento
tución que acaba de formar V.M., en que se hallan reunidas la sabiduría de Roma y
de Grecia, y establecidas las bases verdaderas y únicas de la común felicidad (670).
•
•
Recursos léxicos: se utiliza, con frecuencia, un léxico que resalta los
aspectos emotivos para expresar las intenciones del emisor; se trata de
una estrategia de cortesía mitigadora orientada a la imagen positiva
del destinatario. Para ello, se alude a momentos históricos o personajes notables (Troya, Grecia, Roma, Platón, Sócrates), o se emplea un léxico
que resalta la afectividad (sentimientos, animan, alma, genio, confianza,
felicidad, etc.), con el fin de persuadir al monarca de que aceptar las propuestas del emisor engrandecerá su imagen positiva, su personalidad.
Recursos retóricos: destacan las hipérboles, que impregnan gran parte
del texto, con objeto de engrandecer las intenciones del orador y, consecuentemente, del monarca, quien va a liderar las medidas incluidas
en la Constitución.
4.2 Discurso de toma de posesión, como Presidente del Poder
Ejecutivo de la I República Española, de Estanislao Figueras y
Moragas (Partido Republicano Federal), el 10 de febrero de 1873
En cuanto a las características textuales generales, cabe destacar que se trata
de un discurso breve de autojustificación, en el que abunda la proyección de
la imagen propia como aval de la futura acción política. Se utilizan la propia
autoridad y la trayectoria política como elementos argumentales.
Por otro lado, los principales usos lingüísticos que caracterizan al discurso son:
- Léxico emotivo.
- Repeticiones léxicas y sintácticas.
- Formas de tratamiento cercanas.
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Estos usos, puestos al servicio del objetivo de atraerse al auditorio, se plasman en la inclusión de los siguientes recursos de cortesía:
• Recursos morfológicos: destaca el tratamiento en segunda persona
del plural para referirse al auditorio, como forma de acercamiento e
igualitarismo (cortesía valorizante orientada a la imagen positiva) y,
frecuentemente, de la primera del plural, referida al grupo que representa el orador.
• Estilo indirecto: el agradecimiento por el nombramiento resulta ser
una estrategia de cortesía mitigadora, consistente en minusvalorar la
propia imagen positiva (modestia):
Herencia e Innovación en el español del siglo XIX
No puedo pronunciar un discurso, por la fatiga física y moral que me ha agobiado
en estas últimas cuarenta y ocho horas; no puedo pronunciarlo, porque tengo el
ánimo embargado en vista de lo que me pasa, en vista de la inmensa pesadumbre
que habéis echado sobre los hombros de todo el Ministerio, y singularmente sobre
los míos. Yo sé bien que he merecido esta distinción a los Diputados de las Cortes
españolas con mis compañeros todos, a la consecuencia de mi vida política en favor
de la idea republicana, y sé bien que mereciendo solamente la antigüedad que llevo
en este partido, es por lo que me habéis elevado a este altísimo puesto; que por altísimo que sea, todavía es para mí más inmerecido (3222).
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Lo mismo sucede con el último párrafo del texto, que siendo, formalmente, la expresión de una serie de deseos del orador, mitigados por las disculpas
(cortesía mitigadora orientada a la imagen negativa), constituyen una petición
de adhesión a los mismos:
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Yo espero, Sres. Diputados, que sereis indulgentes
rti conmigo, que me perdonareis la
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incoherencia de mi discurso, si así pueden
estas breves indicaciones, y que
ppactos,llamarse
esperareis para juzgarnos a nuestros
los cuales serán dirigidos a asegurar la
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República, la libertad, el orden
oky la integridad de todo el territorio español (3222-3223).
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• Recursos sintácticos:
con el fin de sustituir la argumentación por la
tose hace uso
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afectividad,
de largas subordinadas, en las que se puede
uetipo de recurso muy frecuente en el texto, las repeticiones (paverQ
otro
ralelismo y anáfora).
Cuando un pueblo verifica una transformación tan honda y tan admirable del principio monárquico al principio republicano, de la forma monárquica a la forma republicana, y esto se hace no solo sin efusión de sangre, sino sin el más ligero desórden,
este pueblo da la prueba más evidente de que es apto para la libertad, y da la garantía
más eficaz de que la forma republicana es ya la forma definitiva de España (3222).
•
Recursos léxicos: también para suplir la falta de argumentación, se
emplea un léxico de carácter emotivo, que, a la par que ensalza la imagen positiva del orador, constituye una estrategia de cortesía orientada
a la imagen negativa del auditorio:
Por necesidades del momento hemos hecho el sacrificio de estas ideas, dejando a
las próximas Constituyentes que desarrollen la forma definitiva de la República;
y para que eso se pueda verificar de una manera estable, y para que el voto de la
Nación nunca pueda ser baldío, es preciso ante todo una gran sinceridad y una gran
libertad electoral; y nosotros estamos resueltos, todos mis compañeros y yo, a hacer
que la más amplia libertad reine en las próximas elecciones (3222).
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Recursos de cortesía estratégico-política en los discursos de nombramiento
4.3 Discurso de toma de posesión, como Presidente del Poder
Ejecutivo de la I República Española, de Francisco Pi y Margall
(Partido Republicano Federal), el 13 de junio de 1873
Como características textuales generales, puede decirse que el texto es considerablemente más extenso que los anteriores y que el discurso estratégico-persuasivo se basa, sobre todo, en la indirección y la repetición.
Al contrario que en los anteriores, en este discurso aparecen diferentes
bloques temáticos en los que la organización de contenidos es deductiva y la
argumentación es, fundamentalmente, emocional o afectiva; aunque se presenta estructuralmente como si fuera de carácter lógico.
Los recursos de cortesía en que se articulan buena parte de las estrategias
persuasivas son los siguientes:
• Indirección: presente en el texto a través del frecuente uso de preguntas
retóricas y exclamaciones (hasta el punto de que define su estilo), permite
al orador plantear los asuntos y sus soluciones de un modo menos impositivo, lo que constituye una estrategia de cortesía mitigadora, orientada,
fundamentalmente, a la imagen negativa de los miembros del auditorio.
¿Es posible que pensemos en reducir las rentas, cuando ni aun con todas las existentes podemos cubrir las atenciones del Estado? ¿No comprendeis que si esto
hiciéramos, la necesidad, que es casi siempre superior a las leyes, vendría pronto
a restablecer las rentas en el ser y estado que antes tenian? ¿Qué sucedió con la
contribucion de consumos?
¿Cómo quereis, Sres. Diputados, que haya paz en nuestras provincias de América
bajo el régimen actual? ¿Ignorais acaso que los naturales de nuestras provincias
americanas se educan los más, bien en las Universidades de los Estados-Unidos,
bien en las de España? […] y quereis luego que, al volver a sus hogares, vean con
calma que allí domina un régimen completamente distinto? (139).
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Recursos retóricos: el paralelismo es una figura retórica frecuente en
el texto; refuerza los argumentos del orador y constituye una estrategia de cortesía mitigadora orientada a la imagen negativa de los destinatarios, sobre todo cuando forma parte de las preguntas o las exclamaciones retóricas.
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¡Qué de dificultades rodean al actual Gobierno! ¡Qué de dificultades rodean á estas
mismas Córtes, de las cuales el Gobierno emana! (136).
[…] pero con una condición: con la de que no perdamos el tiempo en cuestiones
estériles; de que no nos dividamos, de que estemos unidos como un solo hombre,
de que aceleremos la constitución de la República española (137).
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Herencia e Innovación en el español del siglo XIX
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Recursos morfológicos: lo frecuente es referirse a sí mismo y al auditorio en primera persona del plural, como forma de manifestar la
unión y el igualitarismo y como medio de involucrar, de “invitar” a los
diputados a participar de su pensamiento (cortesía valorizante orientada a la imagen positiva), que, también, compensa (en esos casos es
mitigadora), en ocasiones, lo amenazante del discurso por necesidad
de persuadir:
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Tenemos, Sres. Diputados, una verdadera guerra civil: la tenemos en las provincias
del Norte y del Oriente, y aunque de menos importancia, en algunas provincias
del centro. No se trata de una de esas insurrecciones pasajeras, por que ha pasado
tantas veces la Nacion española; se trata de una guerra tenaz […]; de una guerra que
asola nuestros campos, rompe nuestros puentes, interrumpe nuestras vías férreas,
corta los telégrafos y nos incomunica en cierto modo con el resto de Europa (138).
4.4 Discurso de toma de posesión, como Presidente del Poder
Ejecutivo de la I República Española, de Nicolás Salmerón Alonso
(Partido Republicano Federal), el 19 de julio de 1873
Discurso notablemente más extenso que el anterior, posee una menor variedad temática, pues todo él gira en torno a la unidad de los republicanos y el
castigo a los insurrectos para preservar la República, mencionando solo la necesidad de reformas, sin especificar de qué tipo.
Se trata, como en los anteriores, de un discurso grandilocuente y ampuloso que se construye sobre bases emocionales. Carente de razonamientos
lógicos, su estructura, en la que se exponen acontecimientos, causas y consecuencias, aparenta serlo. Los recursos más frecuentemente utilizados son
la indirección, por medio de preguntas retóricas, a modo de exhortación, y las
repeticiones.
Buena parte del texto es cortés, en la medida en que se apela a la unidad de
las diversas facciones republicanas, evitando o mitigando la crítica.
En lo tocante a recursos de cortesía, cabe destacar los siguientes:
• Actos intrínsecamente corteses: mediante el recurso de minusvalorar
la propia imagen positiva se logra ensalzar la del otro, haciendo que el
agradecimiento constituya un modo de cortesía valorizante orientada
a la imagen positiva de los destinatarios, que predisponga a estos a favor del emisor:
No há mucho tiempo que el voto de las Córtes Constituyentes me elevó á ese sitial,
y he venido despues á merecer de vosotros una confianza aun más señalada en las
116
Recursos de cortesía estratégico-política en los discursos de nombramiento
Qu
críticas circunstancias por que atraviesa la Pátria, encomendándome la Presidencia
del Poder ejecutivo. No puedo atribuir esta confianza á mis merecimientos; que
es bien pobre mi historia, que bien pocos servicios he podido presta al país, y bien
pocos también á la causa de la República; no puedo atribuirla, sino á la representación que me dan las ideas y la conducta que he seguido desde aquel sitial, que
constantemente he significado desde que me agito en este mar tempestuoso de la
política española, y que he expresado también desde aquellos bancos combatiendo
á los Gobiernos de la Monarquía (797).
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Lo mismo sucede con los elogios, dirigidos, tanto a los republicanos
“intransigentes”, como a los pocos representantes conservadores de la
Cámara:
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[…] tanto espero de su patriotismo (de los republicanos más izquierdistas)13 y de
la sinceridad de sus intenciones, que creo firmemente habrán de ayudarnos para
que no acabe de desmembrarse la Pátria, para que no se pierdan las instituciones
liberales, para que la República, en fin, se establezca y consolide.
[…] los partidos retraídos de la política española han tenido á bien, ¡qué digo han tenido a bien! han reconocido el deber imperioso que la Pátria les imponía, de tomar
parte en la elección de Presidente del Poder ejecutivo, reconociendo de esta suerte
que, si algo les puede separar de los principios republicanos federales, ellos son
antes que todo españoles y patriotas; y si ven que no tiene la libertad más salvación
que la República, y que es necesario ayudar a la República para salvar la integridad
de la Pátria, ellos están dispuestos á ofrecer el obsequio de sus sufragios, y con el
obsequio de sus sufragios el concurso de sus intereses y de sus puras é íntegras
voluntades (797).
•
Indirección: las frecuentes preguntas retóricas a lo largo del texto
constituyen un recurso de cortesía mitigadora orientada a la imagen
negativa del auditorio:
Porque ¿qué más pueden pedir los hombres de la palabra, los hombres que saben
discutir, los hombres que todo lo fian á la fuerza poderosa é incontrastable de la
razon, que tener un palenque francamente abierto y expedito, sin que haya obstáculo ninguno que se oponga, no ya á la exposición de sus ideas, no ya al triunfo de
esas mismas ideas por la fuerza de la razon, sino á su triunfo mismo en la esfera de
los hechos, para venir á ejercer el imperio de esas ideas alcanzando el poder? (797).
Y en cuanto á otro género de reformas, ¿no reconocemos todos los liberales, sin distincion en esto de escuelas, aun cuando el criterio con que cada cual trate de resolverlas sea el más opuesto; no reconocemos todos que hay cierto malestar, algunos vicios
13
El paréntesis es nuestro.
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Que
Herencia e Innovación en el español del siglo XIX
en la organización social, que es necesario apresurarse á mejorar? ¿No reconocemos
que es indispensable y urgente establecer reformas sociales para que el advenimiento del cuarto estado á la vida política no traiga esas agitaciones tumultuosas de los
primeros períodos de la vida social, para que venga de una manera gradual y pacífica,
así á ejercer el imperio desde el poder, como a tener aquellas condiciones sociales sin
las cuales no es posible que un hombre acierte á llenar los fines racionales á que por
su naturaleza y por su destino providencial está llamado? (800).
•
Repeticiones: son numerosas las repeticiones a lo largo del texto, fundamentalmente los paralelismos, como puede, también, observarse en
los ejemplos anteriores. Esta estrategia refuerza los argumentos del
orador y constituye una estrategia de cortesía mitigadora orientada a
la imagen negativa de los destinatarios, sobre todo cuando forma parte
de las preguntas o las exclamaciones retóricas.
4.5 Discurso de toma de posesión, como Presidente del Poder
Ejecutivo de la I República Española, de Emilio Castelar y Ripoll
(Partido Republicano Federal), el 8 de septiembre de 1873
Como características generales, cabe decir que se trata de un discurso aún
más extenso que los anteriores, de carácter emotivo, a modo de arenga, y, nuevamente, ampuloso y grandilocuente.
Abundan en él las hipérboles, el léxico de carácter abstracto, las figuras de
repetición, las interrogaciones indirectas y los argumentos de autoridad. Todo
ello se orienta a la persuasión por la convicción del orador, manifestada en lo
afectado y exagerado de su discurso, y por el realce de las imágenes positivas
propia y la de su partido (cortesía valorizante egocéntrica), por las ideas que
manifiestan, que se ve compensado (cortesía mitigadora alterocéntrica) por
presentarse a los destinatarios como un medio de mejorar su propia imagen.
Temáticamente, se centra en solicitar la unidad de los políticos, en denunciar los peligros que para la democracia tiene el no respetar el imperio de la
ley, en lograr que este prevalezca y en pedir el apoyo de la Cámara para realizar
reformas que, entre otras, permitan introducir la pena de muerte en el ejército
y acabar con la insurrección.
En cuanto a estrategias de cortesía, podemos destacar las siguientes:
• Recursos léxicos: abundan los sustantivos abstractos (algunos en un
uso metafórico), que constituyen un modo de elevar el discurso y hacerlo más generalizador, y, en consecuencia, menos amenazante para
las imágenes de los diputados (aire, tempestad, felicidad, lauro, premio, responsabilidad, peligro, democracia, libertad, igualdad, fraternidad, etc.).
118
Recursos de cortesía estratégico-política en los discursos de nombramiento
•
Recursos retóricos: son numerosos y orientados a realzar la profunda
convicción del orador en sus ideas, que se ofrecen como alternativa
mitigadora a la crítica. Destacan los siguientes:
- Hipérbole:
Sí, Sres. Diputados, la unidad nacional, la integridad nacional; estos grandes principios que desde el siglo VII han ido buscando nuestros padres á través de tantos y
tantos escollos, á través de tantos y tantos combates, y que en el día mismo en que
esta gran obra de la unidad nacional se acabó porque la cruz de Granada resplandecía por la cima de la Alhambra, como queriendo Dios premiar aquel esfuerzo,
se levantó en el Océano un nuevo mundo de regeneración inmensa, dilatación de
nuestro espíritu y de tanta gloria (2150).
- Figuras de repetición (anáfora, paralelismo, anadiplosis):
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ue
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Q
En cuanto a mí, Sres. Diputados, lo que pienso, lo que siento, lo que deseo, lo he dicho muchas veces desde estos bancos, lo he dicho muchas veces desde la oposición,
y por consiguiente, no os diré nada, absolutamente nada nuevo. Además, yo creo
que la prensa, que la tribuna son la inteligencia; yo creo que el gobierno es la voluntad, y por lo tanto, yo creo que desde este sitio no se deben pronunciar discursos ni
elocuentes ni retóricos; desde este sitio, el mejor discurso es el acto que demuestre
la voluntad y la energía de aplicar las ideas tal como las tiene el corazon y tal como
las piensa la conciencia.
Si representamos la libertad, representamos tambien la democracia; la democracia,
que vino á la vida pública con la revolución de Setiembre, y que no pueda ya en
manera alguna ser detenida ni ser falsificada (2150).
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ka
p
o
- Comparación y antítesis: junto con los recursos de repetición, estas
dos figuras acentúan la vehemencia de los argumentos.
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n
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Porque, señores, así como no son principios simples lo grandes elementos vitales;
así como el agua se compone de gases y de gases se compone el aire; así como la
mecánica celeste se compone de fuerzas contrarias, la democracia no sería tambien
toda la vida si no tuviera dos principios contrarios; que la democracia es progreso y
estabilidad; que la democracia es movimiento y freno; que la democracia es libertad
y autoridad, que la democracia es el derecho, pero también el gobierno. Hé aquí
cuál ha sido, señores, nuestro empeño; nuestro empeño ha sido siempre, ha sido
constantemente, convertir el partido republicano en un partido de gobierno (2151).
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Indirección: es otro de los recursos de cortesía mitigadora, orientada, a
veces, a la imagen positiva del auditorio, al que exoneran de la acerada
crítica.
o
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g
119
Herencia e Innovación en el español del siglo XIX
Pero, Sres. Diputados, en los momentos actuales nos amenaza una demagogia
blanca, más terrible, mucho más terrible ciertamente que la demagogia roja; en los
momentos actuales un partido insensato que cree posible resucitar á los muertos
llena todos los ámbitos de la Península, y como si fueran nubes de langostas surgen
esas turbas fanáticas del terruño donde están enterradas las raíces de la teocracia
y del feudalismo (2151).
Otras veces, en cambio, a la negativa:
Pues qué, en una inundación, ¿temeríais romper la puerta que os diera salvamento,
por escrupuloso respeto al hogar doméstico? Pues qué, en un incendio, ¿no agujerearíais la pared y penetraríais en la casa del vecino? Pues qué, en un naufragio,
¿no se pierden todas las leyes y solo se guarda la ley que la naturaleza ha puesto en
todos los séres para su perpetuidad, la ley de la propia conservación? ¿Y tendrían el
infusorio y el pólipo, que apenas pertenecen á la naturaleza orgánica, el instinto de
conservación, y no tendría el instinto de conservación el partido republicano y la
democracia, que son la cima del mundo moderno?
Y qué, Sres. Diputados, ¿podíais ni un momento dudar en daros á vosotros aquellos
principios que son indispensables para mantener la guerra? (2152).
Qu
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bo
4.6 Discurso de investidura, como Presidente del Gobierno, de
Adolfo Suárez González (Unión de Centro Democrático), el 30 de
marzo de 1979
Las características textuales generales más destacables de este discurso son
las siguientes:
1. Se trata del discurso más extenso de todos los analizados. De carácter
expositivo-argumentativo, el texto presenta una estructura lógico-deductiva, en la que los contenidos se organizan de forma clásica: introducción, desarrollo y conclusión.
2. Tras la introducción, en la que se expone la visión que de la sociedad
española tiene el orador y en la que hace una declaración de principios de defensa de la democracia y la Constitución, el autor va repasando los asuntos que considera más importantes, exponiendo sus
consideraciones sobre los mismos y las medidas que pretende tomar.
3. La temática es amplia: política exterior, defensa nacional, seguridad
ciudadana, derechos y justicia sociales, consolidación del estado social y democrático de derecho, desarrollo del Estado de las Autonomías.
4. Destacan el tono conciliador y la falta de agresividad del discurso, en
el que se evita realizar actos directos amenazantes para las imágenes
120
ok
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n
Recursos de cortesía estratégico-política en los discursos de nombramiento
del auditorio y se emplean recursos de mitigación varios, que trasladan el centro de atención a los asuntos tratados, apartándolo de las
personas y grupos políticos.
Los recursos de cortesía más destacables son los siguientes:
• Recursos morfológicos: son abundantes las perífrasis verbales de infinitivo, que constituyen el vehículo de las propuestas del orador, que,
generalmente, tienen como sujetos la primera persona del plural u
otros que no aluden a los miembros de la Cámara, lo que contribuye
decisivamente al tono constructivo del discurso, evitando la confrontación; en definitiva, una estrategia mitigadora, orientada a la imagen
negativa de los interlocutores (Hemos de alcanzar, vamos a esforzarnos,
hay que añadir, nadie va a regalarnos el futuro, tendremos que conquistar, la
creación de cientos de miles de puestos de trabajo […] debe plantearse, esa programación […] ha de estar inspirada, la política económica habrá de dar).
El uso de la primera persona del singular se reserva para las reflexiones y
consideraciones del orador, bien con verbos de pensamiento (creo que, pienso
que, me parece) o con verbos volitivos, generalmente en condicional o imperfecto de subjuntivo de cortesía (quisiera enmarcar, querría afirmar, querría referirme);
en definitiva, nuevamente, recursos de cortesía mitigadora orientadas a la
imagen negativa del auditorio.
• Recursos sintácticos: es notable la evitación del uso de sujetos que aludan directamente al auditorio e incluso al propio orador, más allá de su
combinación con perífrasis verbales (Nuestro programa tiene como preocupación, se concluirá la reforma, continuará la lucha contra el fraude fiscal,
se adoptarán las medidas legislativas, el sistema bancario privado funcionará,
esta política se complementará).
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o
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El abundante uso de conectores causales y consecutivos constituye un
recurso de mitigación orientado a la imagen negativa, en la medida en que
ofrecer explicaciones pretende paliar el coste o la amenaza que para el otro
tiene la actuación verbal (Por eso la etapa que…; nos enfrentamos con una situación
nueva porque iniciamos…; no vamos a hacer, por consiguiente, una política tímida…;
no haremos, en consecuencia, ni una política débil…).
• Recursos léxicos: el léxico empleado huye de la agresividad y la confrontación; de hecho, la crítica se centra en la situación político-social
que viven los españoles y, en absoluto, en las formaciones políticas; así,
la necesaria cortesía para la persuasión no se centra en la mitigación en
este ámbito, sino en la selección de un léxico que conjuga lo concreto
Herencia e Innovación en el español del siglo XIX
con lo abstracto, la crítica a situaciones presentes y a hechos pasados
con la propuesta constructiva e incluyente, la determinación con los
deseos de convivencia pacífica (fronteras, verbalismo, frivolidad, dificultades, viejo, anacrónico, autoritarismo, dirigista o paternalismo vs democracia,
libertad, convivencia, cambio social, modernidad, justicia, descentralización,
responsabilidad); en definitiva, de un léxico que supone una estrategia
de cortesía valorizante consistente en “invitar” a todos a involucrarse
en el cambio.
5. Conclusiones
Tras el análisis de los diferentes discursos, se puede concluir que pueden identificarse una serie de tendencias, tanto cuantitativas como cualitativas, que
han marcado la evolución del uso estratégico del lenguaje, por lo que a recursos de cortesía se refiere, en una de las modalidades de discurso político más
netamente persuasivas (la del discurso de toma de posesión e investidura) y
ligadas a las imágenes de emisor y destinatarios; pues, como indicamos anteriormente, en esta modalidad, la protección o la ponderación de las imágenes
no es solo un medio de consecución de los objetivos, sino un objetivo en sí
mismo, en la medida en que se persuade con el contenido del discurso y con
la propia imagen pública.
De forma resumida, las tendencias que pueden observarse son las siguientes:
1. El discurso político ha ido evolucionando hacia una mayor extensión.
2. Durante el siglo XIX, el discurso de investidura o de toma de posesión
ha pasado de ser un mero formulismo representativo de la voluntad
del Jefe del Estado (principios del XIX) a un discurso ampuloso, vehemente, ideologizado y escasamente propositivo, que se prolonga
hasta la Guerra Civil.
3. El discurso de investidura de Adolfo Suárez muestra cómo el discurso
político del último tercio del siglo XX abandona, en buena medida, el
tono afectivo e ideológico en favor de la organización lógica de tono
expositivo y propositivo.
4. Las estrategias de cortesía se han adaptado, en cada período, a las intenciones persuasivas predominantes y al contexto histórico:
a) Principios del siglo XIX:
El papel representativo que los políticos tienen de la voluntad del
monarca hace que las estrategias de cortesía léxica, morfológica y
122
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Recursos de cortesía estratégico-política en los discursos de nombramiento
sintáctica conjuguen la mitigación (para paliar la amenaza de las
propuestas) con lo valorativo (para realzar el papel principal del monarca).
b) I República:
La inestabilidad política, la vehemencia y la agresividad verbales
presiden el tono del discurso durante 1873. Así, se multiplican los
recursos de cortesía mitigadora, entre los que destacan la pregunta y
la exclamación retóricas, las repeticiones, la hipérbole y el léxico
emotivo, que consiguen que prevalezca lo emocional sobre lo racional,
lo ideológico sobre lo pragmático.
c) Último cuarto del siglo XX:
La selección léxica, los recursos morfológicos y sintácticos trazan
una estrategia basada en la evitación de los actos amenazantes, en la
medida de lo posible, y en minimizar los amenazantes para las
imágenes del otro y en mitigarlos, cuando los haya, particularmente
para los que lo son para la imagen negativa de los destinatarios.
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123
Herencia e Innovación en el español del siglo XIX
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Qu
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s
t
o
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o
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arti
en
125
Que
s
La reestructuración del sistema perifrástico
en el español decimonónico.
El caso de haber de/tener de + infinitivo,
haber que/tener que + infinitivo*
Mar Garachana Camarero (Universitat de Barcelona)
Axel Hernández (Universidad Nacional Autónoma de México)
Resumen
La historia de las perífrasis verbales deónticas con haber y tener en español forma un entramado de relaciones mutuas, y con los verbos léxicos a partir de los cuales se formaron, que solo se dirimió en el siglo XIX. Estas construcciones, que tuvieron presencia
en la lengua española prácticamente desde sus inicios, sufren un reajuste fundamental
en el siglo XIX en términos de frecuencia y de significado, que dibuja un panorama
sensiblemente diferente al de etapas anteriores.
El objetivo de este trabajo es centrarnos en la reestructuración que experimentaron
estas construcciones a lo largo del primer español moderno. Al concluir este período, se
asiste a un cierre sistémico en el terreno de las perífrasis formadas a partir de haber y
tener. El siglo xix vive la desaparición de tener de + infinitivo y la disminución abrupta
en términos de frecuencia de haber de + infinitivo, acompañadas de la consolidación de
haber que + infinitivo como perífrasis deóntica impersonal y de la de tener que + infinitivo como perífrasis de obligación con marca de persona, especialmente productiva en
los contextos propios de la proximidad comunicativa.
Qu
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-bo
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Este trabajo se enmarca en los proyectos Diccionario histórico de las perífrasis
verbales del español. Gramática, pragmática y discurso del MINECO (FFI2013-43092-P) y
Gradia. Grup de Gramàtica i Diacronia (2014 SGR 994) del AGAUR.
*
127
arti
Herencia e Innovación en el español del siglo XIX
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The history of Spanish deontic verbal periphrases haber de + infinitive,
irez haber que + infinim
a
tive, tener de + infinitive and tener que + infinitive ‘to have.to
+
infinitive,
must + infinitive’
r
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is based on a network of relations among them
jose and between the verbs haber and tener
a
‘to have’. These verbal constructions,
documented in Spanish from the 13 and 14 cene
turies experienced a profound
rtienchange in the 19 century. This change had to do with
a
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their frequency
k aofpuse and with their meaning.
o
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The
-bmain aim of this paper is to study this change which took place in the period calto eled primer español moderno ‘first modern Spanish’ which covers the last third of the 17
Abstract
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Que
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century until the first third of the 19th century. In the 19th century tener de + infinitive
disappeared and haber de + infinitive suffered a dramatic decrease of use. At the same
time, haber que + infinitive and tener que + infinitive were consolidated as deontic verbal
periphrases; the former as an impersonal periphrasis, the latter as a periphrasis with no
restrictions in its use in the different grammatical person.
1. Introducción
La historia de las perífrasis verbales deónticas con haber y tener en español,
ejemplificadas en (1), forma un entramado de relaciones mutuas y con los verbos léxicos a partir de los cuales se formaron que solo se dirimió en el siglo
xix. Estas construcciones, que tuvieron presencia en la lengua española prácticamente desde sus inicios, sufren un reajuste fundamental en el siglo xix en
términos de frecuencia y de significado, que dibuja un panorama diferente al
de etapas anteriores1.
1. a. Maestro quiero que me digas que ha de fazer de mi el Rey philipo quando se
tornare (A. Santiago Rial, Compendio de la vida del cardenal Alberoni, s. xviii) .
b. bien huelgo, señora, de ser avisada, por saber de quién me tengo de guardar
(Fernando de Rojas, La Celestina, s. xv).
c. Era un axioma vetustense que al teatro había que ir abrigado (Leopoldo “Alas”
Clarín, La Regenta, s. xix).
El reajuste afectó no solo a las perífrasis con haber y tener, sino también a las
perífrasis modales en general. Por razones de espacio, no tratamos acerca de esa cuestión en este trabajo, cfr., sin embargo, los trabajos contenidos en Garachana (2017b)
para un panorama más amplio del reajuste de las perífrasis modales en el español
decimonónico.
1
128
La reestructuración del sistema perifrástico en el español decimonónico
d. – Levántese vuestra merced –dijo Sancho–, y verá el buen recado que ha hecho,
y lo que tenemos que pagar (Miguel de Cervantes, El Quijote, s. xvii).
El objetivo de este trabajo es centrarnos en la reestructuración que experimentaron estas construcciones desde el último tercio del siglo XVII hasta el
primer tercio del XIX, período que se conoce como el primer español moderno.
Al concluir esta etapa, se da la desaparición de tener de + infinitivo y la disminución abrupta en la frecuencia de haber de + infinitivo, acompañadas de la consolidación de haber que + infinitivo como perífrasis deóntica impersonal y de
la de tener que + infinitivo como perífrasis de obligación con marca de persona,
especialmente productiva en los contextos propios de la proximidad comunicativa2. Así pues, los datos ponen de manifiesto que la historia de estas perífrasis se suma al conjunto de cambios que se producen en el español moderno
y que permiten sostener que existe un último periodo constitutivo de nuestra
lengua que se sitúa en el español decimonónico (Octavio de Toledo y Huerta
2016; Octavio de Toledo y Huerta, López Serena 2015: 150-151).
Los datos en que se fundamenta este trabajo han sido extraídos del corpus
multimodal Gradia, que abarca un período cronológico que va del siglo XII a
la lengua contemporánea y representa diversas tradiciones discursivas (para
más datos, cfr. http://gradiadiacronia.wix.com/gradia, consultado el 07/07/2016).
El trabajo se estructura como sigue. Tras la presente introducción, dedicamos el párrafo 2 a la descripción de la evolución de las perífrasis formadas
con haber y tener. En el párrafo 3, nos ocupamos de desentrañar las claves de la
evolución que supuso el triunfo de tener que + infinitivo y haber que + infinitivo.
Finalmente, en el párrafo 4 exponemos las conclusiones.
2. Diacronía de las perífrasis con haber y tener
Las perífrasis haber de + infinitivo/tener de + infinitivo y haber que + infinitivo/tener
que + infinitivo se suceden en el tiempo sin que siempre quepa plantear la hipótesis de una simple sustitución de unas por otras. Durante el período medieval
El estudio del desarrollo de estas perífrasis en el siglo XIX ya ha sido abordado
con anterioridad, pero, con la excepción del trabajo de López Izquierdo (2008), no se
han puesto en relación las cuatro formas a la vez (Blas Arroyo 2015; Blas Arroyo, Vellón
Lahoz 2015; Blas Arroyo, Porcar Miralles, Vellón Lahoz 2013; Blas Arroyo, González
2014; Blas Arroyo, Porcar Miralles 2014; Schulte, Blas Arroyo 2014).
2
129
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Herencia e Innovación en el español del siglo XIX
Que
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y clásico, solo haber de + infinitivo tuvo un empleo destacado: tener de + infinitivo
iba a remolque de ella, como construcción sinónima con una frecuencia de
empleo mucho más reducido. A su vez, haber que + infinitivo y tener que + infinitivo solo alcanzan frecuencias significativas a partir del siglo XIX (cfr. tablas
1 y 2 y gráfico 1).
Siglo
Total de
palabras
haber de +
INF
Frecuencia
por núm. de
palabras de
haber de +
infinitivo
haber que +
INF
Frecuencia
por núm. de
palabras de
haber que +
infinitivo
XIII
2745347
311
113
---
---
XIV
1653131
292
177
16
1,2
XV
1466863
579
395
7
1,36
XVI
3603987
1642
456
14
2,77
XVII
2108281
2465
1169
38
16,12
XVIII
1309491
912
969
7
5,34
XIX
1916754
1472
768
109
56,86
XX-XXI
2542573
239
94
129
50,73
Tabla 1. Número de palabras, frecuencia y proporción por millón de palabras por siglo de haber de
+ infinitivo y haber que + infinitivo
Siglo
Total de
palabras
Frecuencia
de tener de +
infinitivo
Frecuencia
por núm.
de palabras
de tener de +
infinitivo
XIII
2745347
4
1,45
XIV
1653131
9
5,44
XV
1466863
14
9,5
Frecuencia
de tener que +
infinitivo
Frecuencia
por núm. de
palabras de
tener que +
infinitivo
-
-
2
1,36
XVI
3603987
124
35,23
47
13
XVII
2108281
70
33,2
38
15,65
XVIII
1309491
9
6,1
75
54,98
XIX
1916754
10
XX-XXI
2542573
5,2
-
-
520
271,81
1757
683,55
Tabla 2. Número de palabras, frecuencia y proporción por millón de palabras por siglo de tener de
+ infinitivo y tener que + infinitivo
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La reestructuración del sistema perifrástico en el español decimonónico
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Gráfico 1. Evolución de las perífrasis con haber y tener en la historia del español3
Los datos del gráfico anterior prueban la afirmación con la que iniciábamos este trabajo acerca de los cambios sustanciales en el empleo de estas
perífrasis en el primer español moderno. El siglo XVIII marca el inicio del
desplome de tener de + infinitivo; el comienzo del retroceso de haber de + infinitivo y el despunte de tener que + infinitivo, que se hará más visible en la centuria siguiente, cuando también se observa un avance notable en el empleo
de haber que + infinitivo.
2.1 La evolución de haber de + infinitivo
Haber de + infinitivo surge de estructuras posesivas latinas en las que el núcleo
verbal habeo subcategoriza un OD y un infinitivo. Se trata de oraciones como
la de (2), en las que quid es el OD del verbo de posesión, del que también depende el infinitivo quaerere:
2. si quid igitur ex Vergilio, Plauto, Ennio quaerere habes, quaeras licet (Gell. Att.
20.10.2 ápud Artigas y Garachana s.f.)4.
3
Este gráfico ha sido realizado por Malte Rosemeyer a partir de los datos obtenidos en la investigación del proyecto Gradia.
4
Si tienes algo que preguntar acerca de Virgilio, Plauto o Enio, puedes preguntarme.
131
Herencia e Innovación en el español del siglo XIX
Estos enunciados refieren una acción o estado que deberá suceder en un
momento posterior a la enunciación, razón por la cual implican casi siempre
valor futuro, pero, en ocasiones, también expresan ‘capacidad para hacerlo’
y el hecho de ‘estar obligado de algún modo a ello’. De ahí que esta perífrasis desde el período medieval oscilase entre estos sentidos y se usase para
expresar necesidad deóntica (3a), obligación atenuada (3b) y posterioridad
temporal vinculada al momento de la enunciación o a un momento anterior
(4), teñida de matices de seguridad en el cumplimiento de la acción (Yllera
1980: 105)5.
3. a. De como este iuego de los escaques se ha de iogar con un dado & no con mas
(Alfonso X, Libro de ajedrez, dados y tablas, s. XIII).
b. desto tracto lo mas breue que puedo por mora en este consiliatorio non aduzir
[…] Por esto he de tractar vn poco de cada vna de las mutaçiones del ayre (Enrique
de Aragón, Visita y concejo de médicos, s. XIV) .
4. a. por esta razon misma lo ponen los clerigos alos xpistianos sobre la cabeça
primero dia de quaresma dizen acada vno dellos enponiendola çeniza eres çeniza
& çeniza has de tornar (Alfonso X, Primera partida, s. XIII).
b. representa el ejemplo de Cristo, el cual derramó muchos ruegos á su Padre en
el sacrificio de la cena por la salud de la Iglesia, á la cual había de dejar en la tierra
(Alonso de Santa Cruz, Crónica del Emperador Carlos V, s. XVI).
Qu
La evolución de haber de + infinitivo en español está marcada, además, por
la diacronía semántica de haber, que como verbo pleno pasó de ser posesivo
a ser existencial (Hernández Díaz 2003; 2006; 2007). Esto supuso la transformación sintáctica y semántica de estructuras inicialmente transitivas hacia
construcciones monoargumentales intransitivas. El proceso de despersonalización que experimentó el verbo haber al adquirir el valor de ‘existir’, ‘suceder’, ‘ocurrir’ pudo muy bien contribuir a la marcada especialización de la
perífrasis en las terceras personas, una deriva que cada vez tiende más hacia
el singular (cfr. tabla 3) y que pudo tener que ver con su drástica reducción
de empleo, en un momento –el siglo XIX– en que haber que + infinitivo se
confirmaba como la perífrasis deóntica impersonal por excelencia (cfr. tabla
4). Algo similar sucederá con tener de + infinitivo, anclada en los empleos de
e
s
to
bo
e-
o
k
a
p
tie
pa
r
ne
a
5
Aunque estos valores también se dan en las perífrasis con tener, hay que señalar
que, en el caso de tener de + infinitivo, su empleo fue a remolque del de haber de + infinitivo, mientras que, en el de tener que + infinitivo, las proporciones de empleo son claramente diferentes: tener que + infinitivo siempre estuvo anclado en los usos deónticos.
jo
s
el
u
i
s.r
ire
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132
o
o
t
es
b
e-
La reestructuración del sistema perifrástico en el español decimonónico
u
Q
primera persona del singular, y que no encontró un espacio funcional en
el que perdurar (cfr. la tabla 4). En cambio, tener que + infinitivo admite una
mayor variación relativa a las personas gramaticales con las que se emplea
(cfr. tabla 5).
Siglo
1ª S
2ª S
3ª S
1ª P
2ª P
3ª P
XIII
4%
(10/194)
1%
(1/194)
51%
(99/194)
1% (1/194)
-
43%
(83/194)
XIV
13% (8/60)
2% (1/60)
55% (33/60)
-
-
30% (18/60)
XV
2% (6/251)
2% (6/251)
63%
(158/251)
XVI
5% (27/552)
1% (6/552)
57%
(314/552)
7% (36/552)
5% (32/552)
25%
(137/552)
XVII
11%
(57/508)
5% (25/508)
57%
(292/508)
2% (8/508)
1% (3/508)
24%
(123/508)
XVIII
6% (28/397)
5% (19/397)
57%
(221/397)
4% (18/397)
1% (2/397)
27%
(109/397)
XIX
14%
(72/508)
5% (26/508)
57%
(289/508)
9% (47/508)
1% (3/508)
14%
(71/508)
XX-XXI
10%
(18/200)
6% (13/200)
57%
(115/200)
5% (10/200)
-
33% (81/251)
22%
(44/200)
Tabla 3. Persona gramatical de las oraciones con la perífrasis haber de + infinitivo
Siglo
1ª S
2ª S
3ª S
-
1ª P
2ª P
-
-
-
-
3ª P
XIII
-
XIV
-
-
XV
-
-
50% (1/2)
-
-
50% (1/2)
XVI
-
-
90% (9/10)
-
-
10% (1/10)
XVII
-
-
97% (33/34)
-
-
3% (1/34)
XVIII
-
-
100% (7/7)
-
-
-
-
-
-
-
-
-
XIX
-
-
1 0 0 %
(109/109)
XX-XXI
-
-
1 0 0 %
(129/129)
50% (1/2)
Tabla 4. Persona gramatical de las oraciones con la perífrasis haber que + infinitivo
133
50% (1/2)
Herencia e Innovación en el español del siglo XIX
Siglo
1ª S
2ª S
(vos)
3ª S
1ª P
1ª P plural mayestático
3ª P
-
-
25%
(1/4)
25%
(1/4)
25%
(1/4)
25%
(1/4)
2ª S
XIII
-
XIV
33%
(3/9)
-
-
23% (2/9)
-
-
44% (4/9)
XV
65% (9/14)
-
-
14% (2/14)
7% (1/14)
-
14% (2/14)
XVI
82%
(104/127)
> de 1%
(1/127)
3% (3/127)
8
%
(10/127)
6% (8/127)
-
> de 1%
(1/127)
XVII
8 7 %
(61/70)
1% (1/70)
1% (1/70)
6% (4/70)
-
-
4% (3/70)
XVIII
88%
(8/9)
-
-
11%
(1/9)
-
-
XIX
9 0
(9/10)
-
-
-
-
%
-
10% (1/10)
Tabla 5. Persona gramatical de las oraciones con la perífrasis tener de + infinitivo
3ª S
1ª P
1ª S
2ª S
XV
50%
(2/4)
25% (1/4)
25% (1/4)
XVI
49%
(23/47)
2% (1/47)
24%
(11/47)
11% (5/47)
-
8% (4/47)
XVII
21%
(7/33)
3% (1/33)
33%
(11/33)
13% (4/33)
-
21% (7/33)
-
-
2ª P
2P
vos
Siglo
3ª P
-
-
2%
(1/47)
3S
usted
3p
ustedes
Gerundio
Infinitivo
-
-
-
2%
(1/47)
2% (1/47)
6%
(2/33)
-
-
-
3% (1/33)
-
XVIII
21%
(15/72)
5% (4/72)
35%
(25/72)
4% (3/72)
3%
(2/72)
32%
(23/72)
-
-
-
-
-
XIX
24%
(127/521)
5%
(26/521)
53%
(273/521)
7%
(36/521)
> de 1%
(2/521)
10%
(52/521)
-
> de 1%
(1/521)
-
-
1% (4/521)
XXXXI
22%
(384/1738)
14%
(244/1738)
35%
(602/1738)
13%
(235/1738)
> de 1%
(10/1738)
14%
(238/1738)
-
> de 1%
(7/1738)
-
1%
(15/1738)
> de 1%
(3/1738)
Tabla 6. Persona gramatical de las oraciones con la perífrasis tener que + infinitivo
2.2 La evolución de tener de + infinitivo
Tener de + infinitivo nace en el siglo XIII como una copia gramatical de haber
de + infinitivo (Garachana Camarero 2011; 2017a). Su introducción en la lengua
no responde a un proceso de gramaticalización que lleve de valores posesivos
a otros auxiliares, pues su desarrollo como perífrasis se da antes de que tener
asiente sus valores posesivos. Tener tuvo durante la Alta Edad Media un parco
empleo como verbo posesivo; se documentó mayoritariamente con significados próximos al valor etimológico de tenere, ‘sostener, mantener’, y su empleo
posesivo quedaba reducido a contextos de posesión prototípica: contextos en
Qu
est
oe
-bo
ok
app
art
134
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ea
jo
La reestructuración del sistema perifrástico en el español decimonónico
que el poseedor era [+animado, +humano, +agentivo, +volitivo] y la entidad
poseída [-animada, -humana, -agentiva, -volitiva]6.
Pese a ello, desde el siglo XIII tener de + infinitivo se recoge con valores semánticos bien diferenciados, que siguen la estela de los significados expresados por haber de + infinitivo7. Así, expresa necesidad deóntica (5), obligación
atenuada (6), e incluso se documentan ejemplos de tener de + infinitivo con valor de posterioridad temporal (7). Más adelante, muestra sentidos pragmáticos
de diverso signo; así en (8) se emplea para reforzar lo obvio de la respuesta
negativa que da Sancho.
5. E porende touo por bien santa eglesia demostrar en quantas maneras es la sentençia non derecha porque aquellos que la dan: o la tienen de dar se sepan guardar
della y son tres (Alfonso X, Primera Partida, s. xiii).
6. Mas porque nos fizimos aqui remenbrancia de los Longobardos. de los que
dexamos a contar ca no uuiamos aun por el tiempo en que teniemos de dezir desta estoria. en que somos (Alfonso X, Estoria de Espanna, s. xiii).
7. El Rey de granada auia a sperar alli en aquell lugar caualleros que tenian de venir de dalla mar (Juan Fernández de Heredia, Grant Crónica de Espanya III, s. xiv)
8. – ¿Duermes, amigo Sancho? – ¿Qué tengo de dormir, pesia a mí –respondió
Sancho, lleno de pesadumbre y de despecho–; que no parece sino que todos los
diablos han andado conmigo esta noche? (Miguel de Cervantes, El Quijote, s. xvii).
En consecuencia, no cabe explicar la aparición de tener de + infinitivo
como una evolución desde la posesión hasta la obligación, sino que esta se
debería a la proyección al terreno gramatical de la identificación de los verbos tener y haber como verbos léxicos posesivos. Si tener y haber compartían
algunos contextos de empleo como verbos plenos, el hablante bien pudo extender esta sinonimia al terreno gramatical, generándose así una perífrasis
tener de + infinitivo sinónima de haber de + infinitivo, que nunca tuvo una frecuencia considerable en la lengua. En efecto, si volvemos sobre el gráfico 1 y
los datos de la tabla 2, podemos comprobar que esta perífrasis solo tuvo una
cierta frecuencia de empleo en los siglos XVI-XVII, momento en la diacronía
del español en la que todas las perífrasis deónticas muestran una expansión
en su empleo8. Sin embargo, tener de + infinitivo fue siempre una forma con
un uso muy reducido y con marcadas restricciones: como se ha dicho, prác-
partien
ok ap
to e-bo
Ques
6
Para el desarrollo de tener como posesivo, cfr. Seifert (1930), Garachana (1994;
1997), Hernández (2006), del Barrio de la Rosa (2016).
7
Para una exposición detallada, cfr. Garachana (2017a).
8
Cfr. trabajos recogidos en Garachana Camarero (2017b).
135
amir
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app
Herencia e Innovación en el español del siglo XIX
Que
sto e
-
ticamente solo se emplea en primera persona del singular del presente de
indicativo. Y su semántica, siempre fue a remolque de haber de + infinitivo,
cuyos valores reproducía fielmente.
2.3 La evolución de haber que + infinitivo
El origen de haber que + infinitivo se remonta a la estructura latino tardía habeo
quod dicere en la que el verbo habeo tiene valor posesivo. De manera que habeo
quod dicere se traduciría como ‘tengo algo que diga’, que, en español actual,
equivaldría a ‘tengo algo que decir’. En latín, la construcción tiene siempre valor posesivo; los sentidos deónticos únicamente se documentan tímidamente
en el romance del siglo XIV y solo se recogen con una frecuencia significativa
a partir del XIX, momento de su consolidación en la lengua gracias a que encuentra un valor semántico en el cual especializarse: el de la obligación impersonal9.
Los valores iniciales de haber que + infinitivo estuvieron relacionados con la
obligación en general, de modo que podía aparecer junto a sujetos animados
(9), pero desde el siglo XVI se observa una especialización en valores deónticos
impersonales (10), tal como se ve en la tabla 7.
9. Pero nuestro sennor Dios coraçon. & esfuerço les dio. & dixieron que los
uençrien. & que non auien que temer (Anónimo, Gran conquista de Ultramar, s. xiii).
10.No había que pensar que nuestro Gerundio volviese la cabeza a un lado ni a
otro, como veleta de campanario (José Francisco de Isla, Fray Gerundio de Campazas,
s. xviii).
siglo
personal
Impersonal
Ambiguo
XIV
100% (2/2)
—
—
XV
100% (2/2)
—
—
XVI
10% (1/10)
90% (9/10)
—
XVII
6% (2/34)
94% (32/34)
—
XVIII
—
100% (7/7)
—
XIX
2% (2/109)
98% (106/109)
—
XX-XXI
—
100% (129/129)
> 1% (1/109)
Tabla 7. Valores expresados por haber que + infinitivo
9
Cfr. Garachana Camarero (2016) y Hernández Díaz (2017).
136
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La reestructuración del sistema perifrástico en el español decimonónico
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s.
ui
Como en el caso de haber de + infinitivo, este cambio hacia la impersonalidad tuvo que ver muy probablemente con la especialización del verbo haber
como existencial a partir del siglo XVI. Como hemos visto en la tabla 4, desde
el siglo XVI, coincidiendo con el asentamiento de haber como existencial, el
empleo de haber que + infinitivo se decanta marcadamente hacia empleos con
sujetos terciopersonales, especialmente en singular10. Así pues, podemos suponer que la propia evolución de haber impactó en la conformación de la perífrasis verbal haber que + infinitivo y permitió que tener que + infinitivo trazase un
camino hacia la expresión de la obligación en general, mientras que haber que
+ infinitivo se consolidaba en el terreno deóntico impersonal, como se señala
en Yllera (1980: 109), López Izquierdo (2008), Garachana (2016) y Hernández
(2017). Esta evolución, posterior a la creación de la perífrasis, prueba que por
más valor no composicional que tenga la construcción, mientras el hablante
sea capaz de reconocer palabras en la construcción gramatical, el léxico puede
influir en la gramática.
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2.4 Evolución de tener que + infinitivo
El origen de tener que + infinitivo sigue de cerca el modelo de haber que + infinitivo. Aunque son formalmente próximas, a diferencia de haber que + infinitivo,
carece de un antecedente latino. Si a esto le añadimos que los valores posesivos de tener fuera de estas construcciones eran muy reducidos en la Alta Edad
Media, puede aventurarse que, como sucedió con tener de + infinitivo, la perífrasis tener que + infinitivo se creó por analogía a partir de haber que + infinitivo,
que funcionó como construcción de apoyo.
A diferencia del par haber de + infinitivo-tener de + infinitivo, la influencia
de haber que + infinitivo parece detectarse en un momento en que la construcción aún no se había fijado como perífrasis y tenía un sentido posesivo11. Sin embargo, la relación parece clara, puesto que en el siglo XIII, cuando todavía tener estaba fuertemente anclado en la posesión prototípica (cfr.
§2.2 para el concepto de posesión prototípica), es posible encontrar ejemplos
como los de (11), donde tener presenta un valor posesivo muy debilitado,
pues lo que se posee no es una entidad concreta, sino una cantidad indefinida expresada por mucho. Este es un indicio a favor de la hipótesis de
que las estructuras de (11) son el resultado de una copia gramatical de haber
10
En cambio, tener que + infinitivo muestra un empleo más variado en las diferentes personas gramaticales (cfr. supra tabla 6), lo que motivaría que no tendiese hacia
valores impersonales.
11
Para más datos, cfr. Garachana Camarero (2017a).
137
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Herencia e Innovación en el español del siglo XIX
que + infinitivo, activada por la sinonimia de haber y tener en el terreno de
la posesión y, posiblemente, por la existencia del doblete haber de + infinitivo-tener de + infinitivo, que habrían funcionado como construcciones soporte12. Como se explica en Garachana (2017a), desde construcciones ambiguas
como las de (11) se llega por un proceso metonímico al sentido de necesidad
deóntica de (12): tener algo que agradecer está próximo del valor de obligación, ‘tener que agradecer’.
11. a. & dixo al rrey / sennor pues los dioses son plazenteros que yo oviese a ser
presa mucho les tengo que gradeçer por me echar en vuestro poder que se que sodes el mas noble delos rreys (Anónimo, Sumas de la Historia Troyana, s. xiv).
b. E muy mucho le tengo que agradeçer pues para tal lugar me quiso echar por que
vos pido merçed sennora (Anónimo, Sumas de la Historia Troyana, s. xiv).
12. – Levántese vuestra merced –dijo Sancho–, y verá el buen recado que ha hecho, y lo que tenemos que pagar (Miguel de Cervantes, El Quijote, s. xvii).
Los primeros pasos de la construcción tener que + infinitivo evidencian unas
bajas frecuencias de empleo (cfr. gráfico 1 y tabla 2); pero desde el siglo XVIII
y muy particularmente desde el XIX, se asiste a la difusión de tener que + infinitivo como perífrasis (Garachana 2017a). Consolidadas haber que + infinitivo
y tener que + infinitivo, esta última se usa mayoritariamente con un sentido de
obligación en general (12)13. Se da así una distribución complementaria entre
tener que + infinitivo, perífrasis para la obligación en general14, y haber que + infinitivo, perífrasis para la obligación impersonal.
12
Cfr. De Smet, Fischer (2017) para el concepto de construcción soporte, supporting
constructions en inglés.
13
A partir del siglo XVI tener que + infinitivo se emplea con valores deónticos atenuados; con valor prospectivo, ya sea tiempo futuro o condicional; deseo, o necesidad
dinámica y capacidad o posibilidad dinámica. Asimismo, desde el siglo XVI se utiliza
como estrategia pragmática para expresar lo obvio de la información que se transmite.
Finalmente, desde el siglo XIX, y antes en el XVIII, la construcción se documenta
también con valores epistémicos. Esta diversificación semántica explica por qué tener
que + infinitivo es de uso más frecuente que haber que + infinitivo. Para una explicación
cuantificada de estos valores, cfr. Garachana (2017a).
14
Algo que también se observa con deber (de) + infinitivo.
138
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La reestructuración del sistema perifrástico en el español decimonónico
3. Las claves de la reorganización del paradigma perifrástico en el siglo XIX
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La evolución descrita en el apartado anterior pone de relieve dos movimientos
contemporáneos: el decidido avance de tener que + infinitivo y el más tímido
de haber que + infinitivo, acompañados del retroceso de haber de + infinitivo y la
desaparición de tener de + infinitivo.
El repliegue de haber de + infinitivo queda estrechamente ligado a su distribución en géneros textuales específicos15, ya que, con el transcurso del tiempo, esta
construcción verbal fue quedando cada vez más ligada a textos cultos, limitada
a oraciones que tienen como sujeto una 3ª persona, mayoritariamente una entidad no humana y muchas veces inespecífica. Además, este empleo en tercera
persona determinó su uso cada vez más frecuente con valores impersonales16
que se alejan del sentido modal deóntico17. Por otro lado, su empleo con valores
de futuro fue consolidándose, de manera particular en el continente americano.
Tanto es así que Bello (1847/1988: §704) llega a caracterizar estos valores como
los más representativos de la perífrasis con haber. Frente a ella, tener que + infinitivo se empleaba en todas las personas gramaticales y expresaba principalmente
valores deónticos18. Por lo tanto, resulta difícil plantear el retroceso de haber de
+ infinitivo como consecuencia inmediata y única de la expansión de la perífrasis con tener, pues solo confluían en un reducto semántico19. Como se verá, la
caída de frecuencia de haber de + infinitivo parece que se explica por una nueva
distribución de las construcciones deónticas en función de los géneros textuales, algo fácil en este caso, habida cuenta de que los significados que expresaba
podían quedar recogidos por otras construcciones más modernas y claramente
especializadas en un significado particular. Los valores deónticos estaban bien
representados por deber (de) + infinitivo y por las emergentes tener que + infinitivo
y haber que + infinitivo, y los sentidos prospectivos tenían formas bien diferencia-
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Para mayor detalle al respecto, cfr. Hernández Díaz (2017).
En el momento en que haber se convirtió en el verbo existencial por excelencia,
el movimiento de haber de + infinitivo hacia la impersonalidad fue contundente.
17
Son muchos y muy diversos los valores que actualmente expresa haber de +
infinitivo, además de que cambian según las distintas regiones hispanohablantes. No
podemos ahondar ahora en este punto pero, sin duda, pocas veces se trata de oraciones
con un sentido deóntico prototípico. Cfr. Hernández Díaz (2017).
18
Cfr. Garachana Camarero (2017a).
19
Para una opinión contraria, cfr. Blas Arroyo, Porcar Miralles, Vellón Lahoz
(2013).
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das semánticamente, a saber, el futuro y el condicional morfológicos y la perífrasis ir a + infinitivo, que también se impone en esta misma época (Melis 2006).
La desaparición de tener de + infinitivo ha sido atribuida a la expansión de
tener que + infinitivo20; sin embargo, puede explicarse desde su propia historia.
En efecto, los usos deónticos de tener que + infinitivo encontraban un cierto paralelismo con los de tener de + infinitivo. No obstante, hay que insistir en que
esta última perífrasis entró en distribución complementaria con haber de +
infinitivo, limitando su empleo a la primera persona del singular del presente
de indicativo, usos ya descritos en RAE (1888: 73). Además, tener de + infinitivo
fue siempre a remolque de haber de + infinitivo: expresó su mismo abanico de
significados, pero tuvo una frecuencia de empleo mucho menor. Exceptuando
el período clásico donde alcanzó una frecuencia de uso de unas 35 ocurrencias
por cada millón de palabras –frecuencia baja en sí misma–, nunca fue una
forma gramatical productiva en los textos (cfr. tabla 2 y gráfico 1).
Así pues, dada la estrecha relación entre el par haber de + infinitivo/tener de
+ infinitivo y dado que la segunda fue siempre a remolque de la primera, creemos que fue más bien la propia decadencia de haber de + infinitivo al llegar a
los siglos XVIII-XIX lo que contribuyó a la desaparición de tener de + infinitivo,
pues esta última se quedó sin el asidero formal y funcional que había condicionado su propio surgimiento y su mantenimiento en la lengua.
Esto pone de relieve que el retroceso de tener de + infinitivo dependió más de
su propio escaso rendimiento funcional y de la regresión de haber de + infinitivo
que de la expansión de tener que + infinitivo. Tener de + infinitivo nunca fue una
construcción especialmente representativa en la lengua, y sufrió un repliegue
que concluirá en su desaparición a finales del siglo XIX-principios del XX. Su
encuentro con tener que + infinitivo fue circunstancial; no podemos hablar de
colisión de valores, ni de expansión de tener que + infinitivo a costa de tener de +
infinitivo, pues solo en un reducido número de contextos podían coincidir ambas perífrasis21. Aunque, por supuesto, que tener que + infinitivo fuese ampliando
su frecuencia de empleo no favoreció la permanencia de tener de + infinitivo.
Muy distinta es la suerte de haber que + infinitivo y tener que + infinitivo, que
se consolidan en el terreno de la necesidad deóntica en el siglo XIX22. La pro-
10
Herencia e Innovación en el español del siglo XIX
Cfr. Blas Arroyo, González Martínez (2014).
Cfr. Garachana Camarero (2017a).
22
En el primer español moderno se observa, asimismo, el incipiente desarrollo
de significados epistémicos para tener que + infinitivo. Con todo, estos valores no han
superado el 6% de su empleo global ni siquiera en la lengua contemporánea (para más
datos, cfr. Garachana Camarero 2017a).
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140
La reestructuración del sistema perifrástico en el español decimonónico
gresiva especialización de haber que + infinitivo como perífrasis impersonal le
aseguró su permanencia en la lengua, pues encontró un reducto en el que no
entraba en competencia con ninguna de las otras perífrasis deónticas. Aunque
nunca alcanza una frecuencia significativa, encontró una trinchera gramatical en la cual enraizarse.
Queda todavía por responder qué determinó que fuese el siglo XIX el
momento en que se imponen las nuevas construcciones. La pregunta no es
baladí, si tenemos en cuenta que haber que + infinitivo y tener que + infinitivo
ya estaban presentes en la lengua desde hacía centurias. En este punto, cabe
aventurar la hipótesis de que la clave fuese un cambio en la tipología textual
y en la manera de concebir el texto escrito, pues el XIX vive la emergencia de
la novela realista, ávida de reflejar en los textos las costumbres cotidianas y
el habla diaria, y la consolidación del género periodístico. Significativamente,
son estos los géneros textuales en los que la presencia de tener que + infinitivo
y haber que + infinitivo es más marcada. Además, desde el siglo XX, cuando disponemos ya de muestras de la lengua oral, la afinidad de estas construcciones
por las situaciones de proximidad comunicativa resulta aún más palpable. Por
tanto, lo que tal vez se produzca en el siglo XIX no sea el triunfo de haber que
+ infinitivo y tener que + infinitivo, sino la constatación en el texto escrito de un
proceso que debía de llevar tiempo gestándose. Esta hipótesis resulta tanto
más plausible cuando analizamos los contextos de empleo de haber de + infinitivo, reservada para las situaciones de distancia comunicativa, con excepción
de zonas dialectales como el español de Cataluña, donde sigue empleándose
con frecuencia23 gracias a la influencia del catalán24.
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ap
4. Conclusiones
Luego de mostrar que las perífrasis haber de + infinitivo, tener de + infinitivo,
haber que + infinitivo y tener que + infinitivo experimentan una profunda reestructuración que concluye en el siglo XIX con el triunfo de las dos últimas
23
Cfr. Blas Arroyo, Vellón Lahoz (2015); y Blas Arroyo, Porcar Miralles, Vellón
Lahoz (2013).
24
Uno de los revisores anónimos señala que la perífrasis también se da en otras
variedades geográficas. Sin embargo, los corpus orales, exceptuando los recogidos en
territorio catalanohablante, no acostumbran a presentar casos de haber de + infinitivo
con sentido deóntico. Para estudios lingüísticos acerca de esta cuestión, cfr. Blas
Arroyo (2008) o Sinner (2003).
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Herencia e Innovación en el español del siglo XIX
(Garachana 2016; 2017; Hernández 2017), hemos intentado esclarecer por qué
se precipitó el cambio en el XIX, así como qué determinó la desaparición de
tener de + infinitivo, las restricciones de empleo de haber de + infinitivo y, en contrapartida, el auge de haber que + infinitivo y tener que + infinitivo.
Para explicar el desarrollo diacrónico de las cuatro formas, las hemos caracterizado en función de sus orígenes en nuestra lengua y hemos establecido
que tener que + infinitivo, a diferencia de las otras, no tuvo un antecedente latino, sino que se creó a partir del patrón establecido por haber que + infinitivo, si
bien sus usos y valores en la actualidad están bien definidos y son distintos,
gracias a la evolución léxica que tuvo cada uno de los verbos, el primero reservado para la posesión y el segundo para la existencia. Así, mostramos que la
diferencia actual entre una y otra perífrasis está en la expresión de una obligación con marca de persona, frente a la naturaleza a todas luces impersonal que
haber que + infinitivo expresa. También hemos expuesto nuestra discrepancia
con la idea de que tener de + infinitivo fue sustituida por tener que + infinitivo en
alguna etapa y explicamos por qué esta idea se descarta. Al mismo tiempo,
hemos planteado que, si hay un vínculo relevante para explicar la diacronía
de estas perífrasis, está entre haber de + infinitivo y tener de + infinitivo, puesto
que la segunda surgió como una copia léxica de la primera. Por último, hemos
planteado que la disminución en el uso de haber de + infinitivo puede explicarse si consideramos cuestiones estilísticas, relacionadas con los géneros que
surgen en el XIX y con factores extralingüísticos vinculados a la proximidad
comunicativa y a la percepción o la conceptualización de las obligaciones.
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Consideraciones sobre un tipo de
subordinación temporal en el español sefardí
Carmen Hernández González (Universidad de Valladolid)
Resumen
Tanto desde el punto de vista formal como en lo que atañe a su significado,
existe una enorme variedad de expresiones en la subordinación temporal en
la lengua española y en la sefardí. A pesar de que el tema, en lo que al español
se refiere, cuenta ya en su dimensión diacrónica con importantes estudios,
apenas se ha prestado atención en el ámbito de la subordinación temporal
a la estructura introducida por el nexo en lo que, con diferentes significados
temporales, especialmente el de la simultaneidad.
Para la lengua judeoespañola, el tema tiene un especial interés porque no
existen trabajos sobre el mismo y, por ello, este estudio tiene como objetivo
trazar la historia y la evolución de la mencionada estructura, haciendo especial
hincapié en las fuentes textuales del siglo XIX porque es en este momento cronológico en el que podemos documentar distintas variantes formales del tipo
estructural citado, con distintos significados y diversas posibilidades combinatorias en los tiempos verbales de la oración principal y de la subordinada.
Abstract
Both from the formal point of view and from what concerns its meaning, there
are an immense variety of expressions used in temporal subordination structures in Spanish and in Sephardic languages. Although important research has
been done on the subject with regard to its diachronic dimension, in terms of
research for Spanish, the structure introduced by the link en lo que, which entails
different temporal meanings, particularly the meaning of simultaneity, barely
any attention in the field of temporal subordination has taken place.
For the Judeo-Spanish language, the subject has special interest because
there is no research done on this topic and, therefore, the present study aims
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Herencia e Innovación en el español del siglo XIX
to trace the history and evolution of the aforementioned structure, with special emphasis on the 19th century textual sources. It is at this chronological
time in which we can document different formal variants of the structural
type, with peculiar meanings and diverse verbal tense possibilities of combination in main, and subordinate clauses.
A la hora de estudiar la expresión del tiempo en la lengua son muchos los elementos que se han de tener en cuenta. García Fernández (1999: 3131) habla
de cuatro pilares en los que se basa dicha expresión: “el tiempo gramatical,
el aspecto gramatical, el aspecto léxico y los complementos y oraciones
adverbiales temporales”. Coincidimos con este autor en el hecho de que el
más heterogéneo es el último que hemos mencionado. Heterogeneidad que
surge de la variedad formal de los elementos lingüísticos implicados y de la
diferente información temporal que ellos pueden suministrar. Asimismo, en
la expresión de la temporalidad referida a los complementos oracionales
temporales nos encontramos con una profusa galería de nexos (conjunciones y
locuciones conjuntivas) que aportan las precisiones a los diferentes tipos
de relaciones que quieren indicar. Esta afirmación es válida para la lengua
española y para la sefardí; en el caso de la primera contamos ya con importantes y valiosos estudios tanto en su dimensión diacrónica como en la
sincrónica (Eberenz 1982 y 2014), Marcos Sánchez ( 1989), Méndez García
de Paredes ( 1991 y 1995), García Fernández ( 1999), Herrero Ruiz de Loizaga
(2005), Mora García (2016); pero para el judeoespañol la realidad es distinta
porque no existen trabajos sistemáticos sobre el tema. En el marco de una
investigación más amplia sobre la historia y evolución de los esquemas de
subordinación temporal en el español sefardí, se inscriben estas líneas dedicadas fundamentalmente al nexo en lo que, cuya presencia en las obras del
siglo XIX nos llamó la atención, y que ofrece diferentes significados temporales en la esfera de la simultaneidad.
Para el español, lengua en la que también se utiliza este nexo, es llamativa
la falta de interés por él en los estudios sincrónicos y (casi) lo mismo se puede
decir en lo que se refiere a su vertiente diacrónica. Esto nos ha impulsado a
intentar saber algo más de su identidad, usos, variantes formales y, a partir de
ahí, extender el tema hacia otras formas de similar significación para la expresión de la subordinación temporal de la simultaneidad en esta misma época:
en esto que, lo que, lo cual, en tanto (que), (en) cuanto, estonces que, en (la) hora que,
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1. Introducción
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Consideraciones sobre un tipo de subordinación temporal en el español sefardí
en (el) tiempo que, en el momento que. El hecho de que sea en los textos del siglo
XIX donde aparece mayoritariamente la estructura objeto de estas páginas,
explica la presencia de las mismas en esta publicación, haciendo hincapié en
la idea de que no podremos aportar conclusiones cerradas ni definitivas hasta
no completar todos los elementos que constituyen esta investigación.
El corpus utilizado para llevar a cabo el trabajo está constituido por un
amplio conjunto de textos de diferentes tipología y de distintos géneros de la
literatura sefardí, tanto patrimonial como adoptada, que vieron la luz en el siglo XIX. A ello hay que añadir los datos que tanto el CORDE como el CORDIAM
nos han aportado.
Los matices temporales son mucho más complejos y variados de los que
podemos encontrar en otro tipo de subordinaciones. Consecuentemente, se
nos presentará una amplia variedad formal de nexos que asuman la tarea de
hacer visible este complejo entramado de significados temporales; teniendo
bien presente que, en algunos casos, varios de ellos pueden servir para la misma función. Para la lengua medieval española Méndez García de Paredes (1991
y 1995) nos hace una pertinente y pormenorizada descripción de los mismos:
desde los simples (cuando y mientras, que son capaces de expresar cualquier relación temporal, en ocasiones ayudados por otros elementos) a los complejos
o analíticos que proceden de locuciones no gramaticalizadas en unos casos y
gramaticalizadas en otros. Sin entrar en cuestiones teóricas sobre el problema
de la gramaticalización, que no constituyen el objetivo de este trabajo, nos
apoyamos en la clasificación de Méndez García de Paredes (1991: 70) cuando,
al analizar los diferentes tipos de nexos subordinantes temporales, estudia los
analíticos o compuestos como estructuras que no tienen precedente en el latín
clásico, sino que se crean con posterioridad e independencia en cada lengua
románica, y los divide en dos grandes grupos: locuciones gramaticalizadas “o
pertenecientes a un paradigma cerrado” Méndez García de Paredes (1991: 169)
–a cuyo grupo pertenecerían las estructuras formales siguientes: preposición
+ que, adverbio + que, preposición +adverbio + que, adverbio + preposición +
que, preposición + adverbio, conjunción + que, adverbio + quando, adverbio +
como– y locuciones no gramaticalizadas, de las que dice textualmente
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Junto a estos esquemas [se refiere a los arriba nombrados] que posibilitan la formación de una serie limitada y cerrada de subordinantes, y que deja poco camino
a las innovaciones, pues la frecuencia y sistematicidad de su empleo ha logrado la
gramaticalización de los mismos, se pueden encontrar otras formaciones no tan fijadas, ya que constituyen un esquema abierto a la innovación léxica del momento,
cubriendo así las necesidades expresivas del hablante, la cual en los otros esquemas ha quedado cerrada. Nos referimos a las locuciones conjuntivas compuestas
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Herencia e Innovación en el español del siglo XIX
por un sustantivo, preferentemente de significado ‘temporal’, que puede ir precedido o no de una preposición y un determinante, pero en las que no puede faltar un
elemento conector que: (Preposición) + (Determinante) + Sustantivo + que: a la hora
que, al tiempo que, cada vez que, a medida que, etc. (1991:173).
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Eberenz (1982: 297), basándose en las distintas relaciones temporales, realizó una clasificación en la que establece dos ejes en la estructura del tiempo
en la conjunción temporal, uno se refiere a la relatividad y el segundo a la delimitación; en el primero se inscriben las relaciones de anterioridad, simultaneidad (con sus diferentes subcategorías: sincronización, concomitancia, coincidencia, iteración simultánea y progresión simultánea), posterioridad, que incluye a las
subcategorías de iteración de posterioridad y posterioridad inmediata.
Siguiendo de cerca los trabajos ya citados de Eberenz y Méndez García de
Paredes, daremos cuenta, a continuación, de los aspectos mas relevantes de
nuestro estudio, precisando que en lo que se refiere a clasificación de los tipos
de simultaneidad (que es la relación temporal a la que nos referiremos en estas páginas) no hay coincidencia entre Eberenz y Méndez García de Paredes.
2. Locuciones gramaticalizadas
2.1 En lo que
Los estudios diacrónicos especializados en el tema relacionados con el español no mencionan este nexo o apenas le prestan atención. Lo mismo ocurre en
la vertiente sincrónica. En el ámbito histórico, Eberenz (1982: 347) indica solo
que se trata de una conjunción de la lengua familiar actual que significa la sincronización y la concomitancia, y recoge ejemplos exclusivamente del siglo
XX. Kany (1943: 140-141) en su estudio sobre la conjunción temporal a lo que se
refiere a esta construcción explicando que su significado es ‘al tiempo que’ y
que se trata de una formación similar a en esto que, en tanto que, etc.; añade que
su origen puede estar en una fusión entre lo que y en que, y constata su uso en
la lengua hablada de América Central, México, Santo Domingo, Venezuela y,
probablemente, en otras zonas.
Javier Herrero (2005: 241) opina que la aparición de este nexo se debe a la
gramaticalización de las formas cuanto que / en cuanto, que adquieren un valor
distinto al de la simultaneidad, y favorecen la aparición de un nuevo giro similar en su constitución: preposición+relativo neutro+que. Añade este autor que
el matiz fuertemente coloquial y familiar de este nexo hace que tenga poca
150
Consideraciones sobre un tipo de subordinación temporal en el español sefardí
presencia en la escritura y considera que esta construcción debe ser bastante
moderna por el hecho de que Eberenz (1982) solo recoge ejemplos del siglo XX.
Al margen de estos datos, en el CORDE, junto con tres ejemplos correspondientes a obras del siglo XX de autores de Méjico, Venezuela y España, hemos
localizado uno en la segunda parte del Quijote:
En lo que se detuvo don Quijote en que Sancho subiese en el alcornoque tomó el
de los Espejos del campo lo que le pareció necesario (Capítulo XIV, Segunda parte,
1615).
En lo que duraban, los pasajeros nos apeábamos de los coches y nos esparcíamos por
el campo, a ambos lados de la vía (El águila y la serpiente, 214).
En lo que me vio, se puso de pie (Memorias, II, 166).
En lo que su breve vida le dio tiempo, pinto mucho, con gusto y ligereza (Breve historia de la pintura española, 170).
En todos los casos el nexo está completamente gramaticalizado, al servicio
de diferentes significados temporales en la esfera de la simultaneidad: ‘mientras’, ‘cuando’, ‘durante el tiempo que’.
Sin embargo, en lo que a la lengua sefardí se refiere, lo interesante es que
es en los textos del siglo XIX en los que hemos podido documentar su uso.
Por lo tanto, se adelanta notablemente a lo que será un empleo habitual para
el español. Se trata de un uso minoritario pero representativo que, de momento, no hemos localizado en épocas anteriores. Semánticamente en nuestros
textos sirve básicamente para la expresión de la simultaneidad en diferentes
categorías de la misma.
El hecho de que sea la relación de simultaneidad la que prime en las oraciones introducidas por el nexo en lo que, hace oportuno realizar una breve
reflexión sobre la definición de simultaneidad para poder justificar lo que los
textos analizados nos muestran. Los estudios especializados en el tema citados al comienzo de estas líneas no son unánimes en lo que al concepto se
simultaneidad se refiere ni tampoco en la clasificación de su tipología. Recientemente, Javier Mora ha elaborado una nueva definición de la simultaneidad y
una clasificación semántica acorde con la misma:
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[…] la simultaneidad es una relación temporal mediante la cual dos o más acciones
o estados –durativos o puntuales, o uno durativo y otro puntual–, son llevados a
cabo o experimentados por uno o más sujetos; se desarrollan en un mismo lapso
Herencia e Innovación en el español del siglo XIX
de tiempo o comparten, al menos, un segmento de tiempo que ocupa una de las acciones; pueden suceder en un lugar compartido o en diferente ubicación; y pueden
realizarse con voluntariedad, sin ella o en una de las acciones con voluntariedad y
en otra sin ella (Mora 2016: 369).
Asimismo, el mencionado autor ubica la concomitancia en la simultaneidad
total y distingue el concepto de ‘concomitancia’ del de ‘coincidencia’ y del de
‘sincronización’:
Ma a ese hombre le combinó que en lo que la dita muj́er estaba en otra civdad tuvo
fiesta, que despośó al hij́o, y fue a quitar la miel de estos cántaros y vido que en
lugar de miel había moneda (Leyendas, 34).
Es el šir que dijeron Ysrael en lo que estaban en el desierto sequiośos por agua
(Cantar, 58).
En lo que aínda estaba en el cativerio de Miŝráyim –diće el pueblo de Yisrael– que
mi querido, el Dio santo, me mandó a dećir […]: Alevántate, mi compañera, y vate
detrás de estos guiadores, Mošé y Aharón (Cantar, 90).
En este libro, en la conversación del haber con el rey Kuźarí, en lo que el haber haće
las alabaciones del pueblo de Ysrael, le roga el rey de no olvidarse el crimen que cometieron este pueblo de hacer un bećero y considerarlo por dio unos que recibieron
la ley (Cantar, 96).
Una lechera llevó en un hotel un teniquiel de leche. En lo que lo empezó a vaćiar, el
hotelģí, viendo que todo era agua, gritó: –Lechera! ¿Qué es esto? (Cuentos, 39).
Aunque son muchos más los ejemplos encontrados en nuestro corpus, limitamos su presencia en el trabajo por razones de espacio.
1
152
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Los ejemplos de nuestro corpus nos muestran lo siguiente1:
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La coincidencia es una relación temporal mediante la cual dos o más acciones o
estados durativos o puntuales distintos son llevados a cabo, sin voluntariedad en
la subordinada y en la principal, o solo en una de ellas, por uno o más sujetos en
un mismo lapso de tiempo en una ubicación compartida o en diferentes lugares.
La sincronización es una relación temporal mediante la cual dos o más acciones o
estados durativos o puntuales iguales o distintos son llevados a cabo, siempre con
voluntariedad, por uno o más sujetos en el mismo instante en un lugar compartido
o en distintos lugares (Mora 2016, 369-370).
Consideraciones sobre un tipo de subordinación temporal en el español sefardí
rtiene a j
esto e-bo
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Un siñor se fue un día a haćer una viģita a la casa de su amigo. En lo que se estaba
acercando a la casa, vido la cabeza de el amigo por la ventana, ma éste non lo atinó
(Cuentos, 43).
Qu
Y se entró el novio a la hupá por alegrarse con su novia, y en lo que estaba riendo y
burlando, el probe arepujó la puerta y se metió delantre” (Libro, 217).
En lo que haćemos por miŝvá preciada,
Con repośo tomemos de la mañanada (Purim, 390).
En lo que estáš bebiendo
sin tener dingún miedo
entre mientes yir dićiendo
arur Hamán en Purim (Purim, 401).
Todos los ejemplos se relacionan con la expresión de la simultaneidad
con referencia a la sincronización en unos casos y a la coincidencia en otros.
Asimismo, es prácticamente general la colocación de la oración subordinada
antes que la principal “en consonancia con un desarrollo de la información
que parte del acto subordinado como información conocida o tema y propone
el contenido de la principal como información nueva o rema” (Eberenz 2014:
4185). Se muestra una clara preferencia por los tiempos verbales en pasado y
el modo indicativo.
2.2 En esto que
Con funciones similares aparece el nexo en esto que, de estructura formal equivalente e igualmente gramaticalizada, con el valor de ‘al tiempo que’, ’cuando’,
‘mientras’:
En esto que el mancebo está mirando a que si el padre lo verná a recibir, voltó la cara
el esclavo y lo vido al hij́o de su señor ya murió (Leyendas, 39).
En esto que estaban asentados todos los amigos, se dejó de venir o de entrar aquel
pobre, asegún ya fue dicho (Libro, 95).
En esto que se enpezó atardecer empezaron a venir caballeros y caretas con hombres
y muj́eres, y todos en demut o semejanza de hombres y eran todos sedim (Libro, 76).
Como una prueba de la gramaticalización de esta construcción, tenemos
ejemplos en los que ya no aparece la preposición:
153
Herencia e Innovación en el español del siglo XIX
Porque esto que mi querido es favorable a mí, es cuando y yo so obediente a sus
comandos y cuando él se pasea en la rosas, que ve nuestras mañas hermosas como
las rosas (Cantar, 85).
2.3. Lo que
2.3.1 Generalidades
Eberenz constata su presencia en ejemplos aislados que aporta Keniston (1937:
37-207), datados a partir del siglo XVI, cuyo origen está en una construcción
relativa. Kany (1943: 139-140) por su parte habla de la forma lo que con el significado de ‘cuando’, ‘luego que’, de marcado carácter popular en Argentina,
Uruguay, Chile, Ecuador y probablemente en otras zonas de América. Román
en su Diccionario de Americanismos (1913, vol. III, 325) tacha a la construcción de
un barbarismo de los más groseros que se origina por la supresión de la a en el
nexo a lo que (aragonesismo atestiguado desde el siglo XVII). Lenz constata su
común uso en Chile y en Argentina con el significado de ‘cuando’, ‘luego que’
y explica su origen:
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como abreviación de a lo que > y a lo que> ya lo que> lo que, podría ser satisfactoria,
pero hay otra explicación que no parece menos aceptable. En Nuevo Méjico, Espinosa escribe en los cuentos populares logo que y loo que, y da como desarrollo de
luego: luó> lo, evidentemente como formas átonas, la palabra acentuada queda con
la forma lueo. Es, pues, muy probable que también en otras partes luego haya dado
logo> lo. Tal vez en el chileno y argentino lo que por ‘luego que’ o ‘cuando’, debamos
ver una fusión de luego que con a lo que (Lenz 1935: 327-328).
Es decir, que la expresión luego que (documentada profusamente desde el
siglo XIII y a lo largo de toda la historia de nuestra lengua), al pronunciarse
de forma rápida en la conversación, ve reducido su primer elemento primero
a logo y después a loo y lo respectivamente. Explicación esta que no nos parece
acertada.
En los documentos del siglo XIX que hemos estudiado, hemos encontrado
numerosos ejemplos de este nexo. Unos tienen un claro valor de simultaneidad expresando sincronización o coincidencia:
Y alora haźme oír tu voź de rogativa y te sentiré, que lo que me es tu voź sabrosa y
bušco cumplir tus demandas es cuando veo tu vista hermośa (Cantar, 82).
Haźme alora oír tu voź, tus rogativas y tefilot, y serás respondida y apiadada, que lo
que es tu voź sabrośa es cuando tu vista es hermośa (Cantar, 84-85).
154
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Consideraciones sobre un tipo de subordinación temporal en el español sefardí
2.3.2 Con valor contrastivo
En otros casos aparece con un claro valor contrastivo, con el sentido de ‘mientras que’:
Cobdicií y preferí asentarme en su solombra con la esperanza bien segura que no
tadraré a comer de su fruto, que es dulce a mi paladar, lo que no hay esta esperanza
en los árboles de la jara, que son todos estériles (Cantar, 77).
Méndez García de Paredes señala para el nexo mientras el valor ‘contrastivo’,
escaso durante la Edad Media, y explica que surge como consecuencia de la concomitancia de dos acciones que tienen que realizarse necesariamente por sujetos diferentes; de este modo “el ‘contraste’ viene marcado por la oposición significativa de los elementos léxicos utilizados (reforzado a veces por el paralelismo
sintáctico de las oraciones respectivas)” (Méndez García de Paredes 1991:129).
Si la forma mientras es capaz de señalar valores temporales y también
(acompañado de que) puede indicar ese valor contrastivo –adversativo para
algunos estudiosos–, ¿por qué no va a ser posible lo mismo con otros nexos?
Mientras, desde el punto de vista temporal, señala la simultaneidad total, simultaneidad parcial o concomitancia de acciones, valor terminativo. Lo que
posee algunos de estos valores y, por lo tanto, puede tener un comportamiento
similar.
La clara relación entre lo que y lo cual le permite a este último expresar
también valores contrastivos. Esta locución conjuntiva, en ocasiones seguida
por la conjunción que, tiene la facultad de referirse a lo dicho anteriormente
–como heredera del relativo neutro– y, al mismo tiempo, es capaz de introducir una nueva proposición con contenidos significativos como ‘pero’, ‘en tanto
que’, ‘mientras que’, ‘por el contrario’:
Questo e-book app
Estas manos empretecidas de carbón es muy fácil que se enblanquezcan en lavándose mucho bien con agua y jabón; lo cual tu negror es de natura que no tienes
nunca esperanza de ser emblanquecida (Cantar, 65).
2.3.3 Con contenido locativo
El contenido locativo tampoco le es ajeno a la forma lo que:
Tú, mi querido, el que te ama mi alma, denúnciame, dime ónde es lo que apacenta
tus ovej́as[…] y ónde es lo que las haćes echar horas de medio-día, y yo iré ahí por
toparte (Cantar, 66).
155
apparti
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Herencia e Innovación en el español del siglo XIX
Apacenta tus cabritos más ariba de los pastores: ahí es lo que me puedes
topar y ser cerca de mí (Cantar, 67).
En el CORDE encontramos un ejemplo de la forma en lo que con este valor
locativo y no con el valor temporal con el que la hemos localizado en los textos
del siglo XIX:
En lo que murieres, muriré, e ende seré enterrada (Biblia Ladinada, 1400).
e-book
La interferencia de los conceptos de lugar y tiempo no es una novedad2.
Hay una relación clara entre las expresiones espaciales y las temporales, muy
especialmente en la transferencia de ambos ámbitos en el caso de las preposiciones. Que un mismo nexo pueda usarse tanto para la referencia locativa
como para la temporal es un hecho que se constata en la lengua latina y en las
lenguas romances. Méndez García de Paredes señala cómo, en el nivel oracional, la interferencia se produce siempre en la dirección espacio → tiempo y
cree que, al margen de una herencia directa del latín:
Questo
hay que buscar su origen en una tendencia natural en todas las lenguas a confundir
los conceptos de ‘espacio’ y ‘tiempo’: así, en las relaciones espaciales es frecuente
utilizar adverbios de tiempo para indicar la proximidad relativa de dos objetos respecto de un punto […]; de igual forma, se utilizan adverbios locativos para expresar
la sucesión temporal (Méndez García de Paredes 1991:160).
2.4 Otras formas también gramaticalizadas al servicio de la
expresión temporal de la simultaneidad:
2.4.1 En tanto que / En tanto
Se trata de una locución conjuntiva que responde al esquema adverbio + que,
dedicada inicialmente a la expresión de las relaciones ‘consecutivas’, como clara
herencia latina. Adquiere pronto valor temporal –como ocurre en otras lenguas
romances– que se explica desde el punto de vista cuantitativo con que este nexo
marca la consecuencia. Y, así, Méndez García de Paredes (1995:149) señala que: “la
consecuencia de la intensidad de una acción se interpreta fácilmente como el término de la cantidad de tiempo de una acción: es decir, el fin de su duración, Así
2
En el libro de Rosa Mª. Espinosa Elorza (2010) encontramos numerosas y detalladas referencias sobre las relaciones entre las expresiones espaciales y temporales en
la evolución y formación de las “palabras gramaticales”.
156
9
6-8
-09
4
Consideraciones sobre un tipo de subordinación temporal en el español sefardí
5-0
110
el significado ‘hasta tal punto’, ‘consecutivo’ se convierte en ‘hasta el momento en
que’, ‘temporal’”.
801
051
En tanto que se hizo tarde arcojó unos cuantos leñicos y se los metió sobre el hombro
y la capa y se metió sobre el otro hombro y los zapatos en la mano, y ansí empezó a
caminar por el campo (Libro, 89).
m1
En tanto que vino cerca la puerta, se le apareció el señor de Eliyahu hanabí ź" l en
semej́anza de un guardián y le dijo… (Libro, 99).
l.co
2.4.2 En cuanto / Cuanto
irez
luen
gog
mai
Herrero Ruiz de Loizaga (2005:241) comenta el hecho de que el relativo cuanto
hace referencia a una cantidad indefinida que puede ser también de tiempo
cuando el verbo implica una medida temporal. Y es precisamente a partir de
estos usos como pasara a ser un introductor de oraciones que indican una
extensión en el tiempo coincidente con el tiempo de la oración principal. Este
sería el motivo por el que los valores que encontramos inicialmente en este
subordinante sean de simultaneidad:
ram
En cuanto lo vido la parida, se alegró alegría grande y empezó a hablar con el mohel
y le dijo:… (Libro, 76).
jose
luis
.
Pero tenemos ejemplos en los que el valor implica posterioridad inmediata y,
por lo tanto, la forma cuanto/en cuanto está desligada de su origen como relativo cuantificador y tiene valores plenamente temporales:
ea
Y cuanto abaǰaron de la garita les preguntó Abá Hilquiyá a los hajamim: “Por lo que
vinieron sus mercedes aquí onde mí?” (Libro, 90).
rtien
2.4.3 Estonces que
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ppa
Estonces que sintió esto, se pensó entre sí y dijo: “Parece que viene la hora de la muerte” (Libro, 77).
-bo
3. Locuciones no gramaticalizadas
Que
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En este apartado, solo queremos mencionar un conjunto de expresiones temporales (con valor de simultaneidad) que tienen como rasgo común la presencia de un núcleo nominal precedido por preposiciones y determinantes,
157
Herencia e Innovación en el español del siglo XIX
más un elemento que, el cual recoge la referencia temporal marcada por el
sustantivo. Hay presencia mayoritaria del artículo, pero no es obligatoria. Surgen como consecuencia de intenciones expresivas concretas y, como es bien
sabido, constituyen la única clase de locuciones abierta a las innovaciones,
que permite una consciente creación estilística, lo cual probablemente impide su completa lexicalización. A propósito de este tipo de estructuras Marcos Sánchez (1989: 348) indica que “se encuentran en los textos medievales
ciertas formaciones analíticas que siguen un modelo ya conocido en el bajo
latín, consistente en una construcción relativa formada por un antecedente de
significación temporal más un relativo (tempore quo, die qua). Esta creación de
fórmulas temporales va en concordancia con la marcada tendencia analítica
de las lenguas romances”.
3.1 En la hora que / La hora que / En hora que
En la hora que se fue el novio a su camareta onde estaba la novia, le corió detrás aquel
pobre y le dijo… (Libro, 95).
En hora que te crií, no te crií sino para esta tripa (Libro, 104).
Y la hora que allega el parido su hij́o para cercucirlo, llama el Šy"t a todos los mal’ajim
y les diće:…(Libro, 146).
La hora que se fue el novio a su camareta, le corió detrás dito probe y le dijo:… (Libro,
153).
En la hora que se enrodía para parir se ensaña y ĵura de no aĵuntarse más con su
marido (Libro, 189).
3.2 En tiempo que / En el tiempo que
En el tiempo que sugigo el Prins Haigen el Kastilio (Kale) de Temesvar […] entró a la
Sivdad kon sus soldados (Istoria, 263).
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Y debe de saber el conpadre que si su muj́er está nidá no puede recibir la criatura
de su mano propia, que en tiempo que está enconada no son licenciados de tomar de
mano a mano (Libro, 136).
158
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Consideraciones sobre un tipo de subordinación temporal en el español sefardí
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3.3 En el momento que
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I en el momento ke lo vido el mansevo de los mansevos, le kaminó enfrente kon fase
serya (Kartas bovas, 131).
En el momento que eskapó de eskrivir la silio, y liamó a su moso fidel (Istoria, 271).
4. A modo de conclusión
Sin haber agotado todas las variantes del amplio elenco de nexos para la
expresión temporal de la simultaneidad que muestran los textos sefardíes
tratados, es evidente la prolija gama de formas que registra; teniendo en
cuenta, además, la preferencia de la lengua judeoespañola por las construcciones con gerundio para indicar valores temporales y, naturalmente, el uso
abundantísimo de las formas cuando y mientras (con distintas variantes, enmientre que, entre mientes, en mientres que, por citar algunas que no son habituales en español).
Para la lengua española, como señala Eberenz (1982: 291):
[…] a partir del Renacimiento, el sistema de conjunciones temporales sufre considerables alteraciones al caer en desuso una serie de nexos corrientes hasta entonces, al tiempo que se crean expresiones nuevas que vienen a sustituir a aquellos,
que acrecientan la variedad sinonímica y añaden ciertos matices semánticos. Esto
hace que la prosa clásica se nos presente con una extraordinaria riqueza de conjunciones, que se transmiten en parte a los siglos XVIII y XIX.
Sin embargo, las singulares condiciones en las que se fraguó la historia lingüística del español sefardí y las especiales circunstancias en las que se fraguó la koiné
lingüística a partir del contacto entre las diferentes variedades lingüísticas de los
judíos expulsados de España, hicieron que triunfaran variantes de diferente signo
como consecuencia de factores demográficos, de simplificación o de nivelación.
Polimorfismo, arcaísmo e innovación son términos que pueden caracterizar al judeoespañol. Encontramos soluciones que continúan usos del español
medieval: los nexos cuando, mientras, en tanto, en cuanto; elementos en los que
resulta más innovador y avanzado respecto a la lengua española: la forma en
lo que, apenas visible en el español peninsular hasta el siglo XX y bien atestiguada en el sefardí del siglo XIX; variaciones en cuanto a algunas soluciones
peninsulares: el caso de lo que y lo cual como formas de expresión adversativa;
estructuras más avanzadas en su proceso de gramaticalización respecto al es-
159
is.ram
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Herencia e Innovación en el español del siglo XIX
pañol: en esto que > esto que; formas novedosas como estonces que con el valor de
acción sincronizada; variantes formales de un mismo nexo: en la hora que / en
hora que / la hora que. Es decir, en la expresión temporal de la subordinación,
también la lengua sefardí manifiesta su propia personalidad en la continuación de usos que el español medieval abandonó o relegó a registros dialectales,
en la búsqueda de soluciones propias y novedosas, y en ese especial polimorfismo que constituye una de sus señas de identidad.
160
Consideraciones sobre un tipo de subordinación temporal en el español sefardí
Referencias bibliográficas
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Española» 1982, 62, 289-385.
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Española, vol.I, Madrid, Espasa Calpe, 1999, 3129-3208.
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161
Corpus digitalizados
CORDE: Real Academia Española, Banco de datos (corde) [en línea]: Corpus Diacrónico del Español, www.rae.es (consultado el septiembre 2016).
CORDIAM: Academia Mexicana de la Lengua, Corpus Diacrónico y Diatópico del
Español de América, www.cordiam.org (consultado el septiembre 2016).
Fuentes documentales
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R. Asenjo, Barcelona,Tirocinio, 2008.
[Coplas] Y hubo luz y no fue tan buena. Las coplas sefardíes de Purim y los tiempos modernos, edición y estudio de E. Romero, Barcelona, Tirocinio, 2008.
[Cuentos] Cuentos hermośos de reír, en B. Schmid (dir.), Sala de pasatiempo. Textos
judeoespañoles de Salónica impresos entre 1896 y 1916, ARBA, 14, 2003.
[Éxodo] Relatos del pueblo ladinán (Me’am lo’ez de Éxodo), edición y estudio filológico de A. García Moreno, Madrid, Consejo Superior de Investigaciones
Científicas, 2004.
[Istoria] Istoria interesante: el estabilimento de la onorada Comuna Spagnola en Viena,
en M. Studemund-Halévy, Ch. Liebl, I. Vučina (eds.), Sefarad and der Donau.
Lengua y literatura de los sefardíes en tierras de los Habsburgo, Barcelona, Tirocinio, 2013.
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Barcelona, Tirocinio, 2013.
[Josué] El Me’am lo’ez de Josué, edición y estudio de P. Romeu, Barcelona, Tirocinio, 2016.
[Leyendas] Leyendas del rey Salomón, edición y estudio de P. Romeu, Barcelona,
Tirocinio, 1999.
[Libro] El libro del buen retajar (Textos judeoespañoles de circuncisión), edición y estudio de E. Romero, Madrid, Consejo Superior de Investigaciones Científicas, 1998.
[Purim] Romero E., Los Yantares de Purim. Coplas y poemas sefardíes de contenido
folclórico: estudio y edición de textos, Barcelona, Tirocinio, 2011.
[Rabbi] Der Rabbi und der Minister (dos versiones judeoespañolas de la novela alemana), edición y estudio filológico de A. García Moreno, Barcelona, Tirocinio, 2013.
Que
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Consideraciones sobre un tipo de subordinación temporal en el español sefardí
[Repertorio] Repertorio de noticias sobre el mundo teatral de los sefardíes orientales,
edición y estudio de E. Romero, Madrid, Consejo Superior de Investigaciones Científicas, 1983.
[Sipuré] Dos colecciones de cuentos sefardíes de carácter mágico: “Sipuré noraot” y
“Sipuré pelaot”, edición y estudio de E. Romero (con la colaboración de
A. García Moreno), Madrid, Consejo Superior de Investigaciones Científicas, 2009.
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Los documentos mallorquines en castellano
entre los siglos XVIII y XIX:
algunas observaciones sintácticas*
Ruth Miguel Franco (Universitat de les Illes Balears)
Resumen
La segunda mitad del siglo XVIII reviste una importancia fundamental para la configuración de las variedades lingüísticas de la Península Ibérica, ya que fue en ese momento
cuando se promulgaron diversos decretos que establecieron el castellano como única
lengua de los documentos públicos. En Mallorca, a partir de la segunda mitad del siglo
XVIII encontramos una abundante documentación en castellano que muestra rasgos
sintácticos en los que conviven, por una parte, fenómenos propios del español de la
época con otros que se deben al contacto entre catalán y castellano.
El objetivo de este trabajo es estudiar, a partir de un corpus documental de documentos del siglo XVIII y XIX, cómo se distribuyen cronológicamente algunos fenómenos sintácticos relacionados con la negación, el sistema pronominal, las preposiciones
o las perífrasis verbales.
De este modo, se explorarán los cambios que tuvieron lugar en la frontera entre
esos siglos en el contexto del contacto de lenguas, con vistas a contribuir a la historia de
la variedad de castellano hablada en Mallorca, así como al estudio general del español
del siglo XIX.
Questo e-book appartien
Este trabajo ha sido financiado por la AEI/ FEDER, UE dentro del proyecto
Estudio multidimensional y multidisciplinar de variación y cambio lingüísticos en una situación
de contacto de lenguas (FFI2014-59135-R).
*
165
Herencia e Innovación en el español del siglo XIX
Abstract
The second half of the 18th century represents a period of great importance for the shaping of the linguistic varieties of the Iberian Peninsule. In these years, the Government
enacted different laws establishing Spanish as the only language for public administration. From this moment onwards, we find in Mallorca a large amount of Spanish
documents that show syntactic features mixing traits that are widespread in the Spanish of the moment with some others that spring from the contact between Spanish
and Catalan.
The aim of this work is to analyse a documentary corpus to check the chronological
distribution of some syntactic phenomena related negation, the pronominal system,
prepositions and verbal periphrases. We will explore thus the changes that occurred
in the frontier between the 18th and 19th century, in order to contribute to the history of
the Spanish language in Mallorca, as well as to the study of the Spanish language in
this period.
Key words: Mallorca, archival documents, syntax, language contact
Qu
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to
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1. XVIII y XIX en Mallorca y los inicios de la documentación
en castellano
En 1715 Felipe V promulgó el Decreto de Nueva Planta para el Reino de Mallorca, por el que se estableció que el castellano fuese la única lengua oficial
en la isla. En 1768, las leyes de Carlos III vinieron a consumar la sustitución
del catalán por el castellano en el ámbito público. Esto creó una situación de
diglosia, ya que la mayor parte de la población era analfabeta y monolingüe
en mallorquín, exceptuando las clases altas urbanas, que tenían un relativo
dominio del castellano (Garau Amengual, Pierce 1990).
Así pues, en un periodo relativamente breve, los escribanos de la isla,
acostumbrados a redactar la mayoría de sus documentos en catalán, tuvieron
que adaptarse a la escritura en castellano. En las vistas de justicia menor en
pequeños pueblos, por ejemplo, pasan de anotar simplemente en catalán las
declaraciones de los testigos a tener que traducirlas al castellano, para volver a
leérselas en “lengua vulgar” o “en la lengua del país”, como atestiguan numerosos documentos. Además, el castellano avanza no solo en las instituciones
públicas, sino también en el ámbito privado1. (Esta situación produce textos
1
Para un panorama de estos cambios, cfr. Martínez i Taberner (2000).
166
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Questo
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Los documentos mallorquines en castellano entre los siglos XVIII y XIX
con un gran interés para la investigación ya que, desde los primeros textos en
castellano hasta hoy en día, se puede rastrear un conjunto de rasgos lingüísticos que sirve para caracterizar la variedad de castellano hablada en Mallorca.
Así pues, este trabajo tiene como objetivo aportar algunos datos que ilustren la progresión de la documentación castellana de Mallorca entre el siglo
XVIII y el siglo XIX, es decir, entre los años cercanos a los comienzos de la
escritura en castellano y los momentos en los que había pasado ya aproximadamente un siglo desde las leyes borbónicas. Para ello, nos centraremos en
una selección de rasgos sintácticos. En primer lugar, presentaremos y describiremos el corpus. En segundo lugar, analizaremos una serie de ejemplos de
sintaxis nominal, preposicional y verbal en el siglo XVIII y el siglo XIX. Seguidamente, describiremos algunos cambios que se aprecian en los documentos
en el siglo XIX. Para terminar, presentaremos unas conclusiones y una tabla
detallada de los documentos utilizados.
2. El corpus de análisis: Corpus Mallorca
El Corpus Mallorca2 es un banco de datos informatizado que contiene documentos en castellano producidos en Mallorca, principalmente en los siglos
XVIII y XIX, por emisores con diversos grados de bilingüismo. El corpus
ofrece una triple presentación (paleográfica, crítica y facsímil, según los estándares de CHARTA), con muy diversas posibilidades de explotación (Enrique-Arias, Miguel Franco 2015).
El grueso de la documentación transcrita y estudiada hasta la fecha procede de las diferentes secciones del Archivo del Reino de Mallorca, sito en Palma. Con la intención de aumentar la diversidad sociolingüística y geográfica
de los textos, recientemente se ha ampliado el corpus con documentación procedente de diversos archivos municipales de la isla: Alaró, Buñola, Campos,
Esporlas, Inca, Manacor, Montuïri, Pollença, Santa María, sa Pobla y Selva,
que cubren una gran parte del territorio mallorquín (Enrique-Arias, Miguel
Franco, en prensa). Destacan también las colecciones epistolares privadas de
Cecilia Zaforteza (Enrique-Arias 2014) y de Joan Cabot, en el Archivo de Campos. Por último, con menor representación, podemos mencionar el Archivo de
la Inquisición de Mallorca, el Archivo Histórico Nacional y el Archivo Capitular de Toledo. En el corpus en general y para este trabajo, se han combinado
2
www.corpusmallorca.es (consultado el 20/06/2017).
167
Herencia e Innovación en el español del siglo XIX
documentos de diferentes procedencias y tipologías, privilegiando los formatos más susceptibles de contener fragmentos cercanos al vernáculo (sobre
todo actas y declaraciones, cartas privadas e informes y relaciones, según la
tipología documental CHARTA).
Así pues, el corpus se encuentra, en la actualidad, en una fase de ampliación y mejora, y el equipo de investigación se está centrando principalmente
en la localización y edición de un conjunto representativo de piezas. De estas,
se han seleccionado una serie de documentos del siglo XVIII y siglo XIX, con
un número equivalente de palabras. Los documentos utilizados, detallados en
el anexo, se tratan únicamente desde el punto de vista cualitativo, a la espera
de que futuros desarrollos del corpus permitan realizar otra serie de análisis
de tipo cuantitativo.
3. Rasgos sintácticos de la documentación castellana de
Mallorca
Antes de centrarnos en la sintaxis, es preciso señalar que los documentos son
interesantes desde varios puntos de vista, ya que muestran numerosos rasgos
gráfico-fonéticos, morfológicos y léxicos debidos al contacto con el catalán.
En la frase siguiente se concentran varios de los fenómenos que se proponen
como característicos del castellano de la isla: “Delante dos regidores li dico que
si caría llugares tenientes para sacar pendras a cazo que dichos deudores no
pagasen (AMMC2-1804)3”.
Destaca la grafía inversa “cazo”, caso, que da fe del seseo analizado en Miguel Franco y Rost Bagudanch (2014), la queada “dico” por dijo, analizado por
Veny (2006: 33-60) y Enrique-Arias y Miguel Franco (2015: 417-418) en documentos de esta misma época y para el presente en Radatz (2008: 120-121), y
las vacilaciones en el timbre vocálico, “caría” por quería, analizadas por Enrique-Arias y Miguel Franco (2015: 41) y Enrique-Arias (2008)4. Li es la forma
catalana del pronombre complemento indirecto le, que se comentará más
3
Se citarán los documentos por las siglas que detallamos en la tabla final del
artículo, junto a la que se incluye el año del documento. La edición se realiza según las
normas del Corpus Mallorca, que suponen una adaptación de las normas CHARTA a
las particularidades de los documentos mallorquines.
4
Estas confusiones vocálicas son frecuentes también en documentos en catalán
de la misma época. Cfr. Martínez i Taberner (2000: 210).
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168
Los documentos mallorquines en castellano entre los siglos XVIII y XIX
adelante. También se observa la palatalización de la l- inicial en llugares y la
metátesis en pendras5, también comunes, aunque menos frecuentes.
En otro orden de cosas y brevemente, podemos decir que en los documentos se aprecia una reducción del sistema deíctico de tres a dos miembros, con
vacilaciones en el uso de ese, esa y de ahí (Payrató 1985: 125-126; Enrique-Arias
2010: 109-111); igualmente, se reorganiza la deixis en el par ir/venir cuando se
toma como referencia el punto de llegada: “Yo, si puede ser, vendré esa semana” (AMMC4-1881). Podemos señalar también o el uso adverbial de pero, normalmente al final de las oraciones o en posición postverbal: “No firmó por no
saber, firmó pero su magnificencia, de que doy fe” (AMBN1-1822). Todo esto,
presente ya en los primeros documentos en castellano recogidos, puede reconocerse hoy en día para caracterizar el castellano de la isla y ha sido recogido
en diversos estudios.
También en los rasgos sintácticos se puede hablar de continuidad: algunas
de las características identificadas en los documentos y que se deben al contacto de lenguas llegan hasta la actualidad. Sin embargo, lo interesante es que
en el XIX se aprecian cambios, normalmente disminuciones de frecuencia,
cuyos motivos iremos analizando.
De la gran variedad de fenómenos relacionados con la sintaxis que se
pueden observar en la documentación mallorquina, hemos seleccionado solamente una pequeña muestra; se han privilegiado especialmente aquellos cuya
cronología puede resultar de interés. En este inventario incluiremos tanto fenómenos de transferencia como aquellos otros comunes en el castellano de
la época y presentes en documentos de diferentes zonas del español. En estos
últimos, se prestará especial atención a los casos en los que el contacto con el
catalán haya podido de algún modo contribuir a la aparición, distribución o
variación en los fenómenos.
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3.1 Sintaxis nominal
Comenzaremos analizando algunas cuestiones relacionadas con los indefinidos y sus usos en contextos negativos. A este respecto, los estudios han
señalado casos de concordancia negativa inicial en textos castellanos en Mallorca (Enrique-Arias 2010: 106-107), un rasgo habitual en etapas anteriores del
español y que tiene en común con el catalán. En este trabajo nos centraremos
en el indefinido algú/algún que tiene rasgos semejantes en estas dos lenguas.
5
Nótese que este tipo de metátesis, frecuentes también en el castellano de otras
zonas, se ha propuesto como característico del catalán de Mallorca (prebe por pebre,
pradina por padrina).
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Herencia e Innovación en el español del siglo XIX
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Cuando aparece en entorno negativo, es posible utilizar en ambas lenguas
pospuesto a un sustantivo, como término de polaridad en concordancia con
una palabra negativa precedente “No ha visto cosa alguna” (Camus Bergareche 2006: 1184-1187). Sin embargo, en nuestros documentos presenta algunas
particularidades, como la aparición con ningún como término inductor: “Le
manifestó que su hijo Jaime le tenía asegurado haver disfrutado la Rosalía,
pero que fuera de esto, ninguna otra conversación alguna en el particular
tuvo” (ARM6-1802)6.
En general, el rasgo más llamativo es que, aunque teóricamente algún y
algú funcionan igual, parece que en los textos castellanos algún se comporta
como un calco de cap y no como su equivalente algú. Por ejemplo, en la formación de la negación puede colocarse en posición inicial, anterior al inductor
negativo (que cap pedra no el ferís): “Luego, el declarante saltó de la piedra del
guix (yeso) y se fue a retirar por temor que alguna piedra no lo hiriese” (ARM51800).
Como se ha visto en el ejemplo anterior, el contexto interrogativo, los verbos como temer u otros predicados intensionales, al igual que los condicionales o cualquier construcción modalizada que suspenda el valor de la afirmación, legitiman los términos negativos (Pérez Saldanya, Torrent-Lezen 2006:
178-80; Pérez Saldanya 2004: 71-72; Camus Bergareche 2011: 225-227). En este
caso aparece algún con valor no existencial, con la particularidad de que en
nuestros documentos se puede encontrar antepuesto y en plural, lo que difiere del uso moderno (Camus Bergareche 2006: 1185; Camus Bergareche, Pérez
Saldanya 2011: 227):
Siempre que el referido su padre no justifique algún motivo (AMSL1-1786).
Yo protesto que si con este motivo sucedieren algunos graves daños (ARM2 -1773).
Y si tubiere algunos bienes, se lo embargaran luego (AMMC1-1795).
Si pasamos al análisis de los pronombres, hay algunos claros fenómenos
de transferencia como li por le o el orden CD + CI, considerado un arcaísmo
que perdura en el mallorquín (Moll 2006: 321): “Li diría todo lo cual” (AMM11770); “No le puedo remitir dicha orden porque solamente la me dio de palabra” (ARM4-1778).
Por otra parte, tanto el leísmo como el laísmo se documentan raramente
tanto en el siglo XVIII como en el siglo XIX y a día de hoy son minoritarios en
Los ejemplos proporcionados no son exhaustivos, sino que se incluyen con el
objetivo de ilustrar los diferentes fenómenos comentados.
6
170
Los documentos mallorquines en castellano entre los siglos XVIII y XIX
el castellano de la isla. La práctica totalidad de los casos de laísmo se concentran en tres documentos de tres manos diferentes: un proceso inquisitorial en
el que, si bien los testigos eran sin duda mallorquines y seguramente también
el escribano, se mezclaban personas de procedencia peninsular, las cartas de
María de Palominos y Clará, corresponsal de Cecilia Zaforteza, y otro documento donde encontramos también un abundante leísmo:
[cf. Comentándole] el escrúpulo de que la hubiese tocado con su dedo los labios,
no la había respondido cosa alguna […] la persuación que la hacía […] la envió el
mismo día el dicho fray Jaime Massanet un papelito por medio de madò Clara
(AHN1-1721).
me consta que el primer día ya la havlava murmurando de mí […] otro que dice la
guarda un rosario de oro (ZA1-177*).
la imbió el mismo García una gallina […] estando en la villa la hurtaron de dicho
predio una partida de algarrovas […] la restituyó dicha Rosselló cinco o seis quintales de algarrovas […] pidió una candela a dicho García y este la dio un bofetón
(ARM4-1778).
El leísmo, con ser más abundante, tampoco se puede proponer como característico. Encontramos muy pocos casos con referente personal y solo uno
de objeto:
Le decían una y otra: “Mátale a esta puta, mátale a esta puta” (ARM11-1841).
Le profirieron las deshonrosas palabras de que era una “puta lladre” […] además le
empujaban con ademan de amenaza (AMSL5-1895).
Sea mandado a Juan Muntaner Guixa deje vacía […] la viña que tiene arrendada
a esta parte por quererle el suplicante por su propio uso, y que, por el caso de pretender mijores la otra, sean por V.M. eligidos dos hombres (AMM2-1770).
Obsérvese que, en los primeros casos, se trata de declaraciones de testigos
(en mallorquín coloquial se habría declarado algo así como Mata-la, a n'aquesta
puta; nótese que las tres vocales de mata-la serían neutras). Además, como se
puede ver en el tercer ejemplo, se aprecian rasgos de transferencia, en especial, vacilaciones en la notación de las vocales (confusión entre e/a, como mijores). La escasa documentación de este fenómeno y contexto donde aparece
el leísmo con referente femenino nos llevan a pensar que, para su análisis, es
preciso tener en cuenta que la identidad de pronunciación de a/e átonas podría haber provocado vacilaciones en la notación de los pronombres.
Aunque los casos no son abundantes, el leísmo masculino está presente en
el corpus tanto en el siglo XVIII como en el XIX. Es más frecuente en singular
que en plural (Flores 2006: 710-711) y, en general, en los contextos que se han
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Herencia e Innovación en el español del siglo XIX
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propuesto como más propicios para su aparición (Flores 2006: 680-702). Además, al igual que el laísmo se encuentra en las partes narrativas o formulares
redactadas por los escribanos en mayor medida que en las declaraciones de
testigos, lo que coincide con la consideración de rasgo formal y elegante que
estos usos pronominales recibían en la época. Sin embargo, en el siglo XVIII
los casos de leísmo con referente no personal son únicamente dos (y uno en
ARM4, que presenta usos de los pronombres diferentes a lo que encontramos
en el resto del corpus). Sin embargo, en el siglo XIX se triplican los ejemplos
con animales y objetos7:
[…] que le dejara tiempo para poderles sacar [cfr. los papeles] (AMM2-1770).
Regaló el testigo al mismo Maymó unos calsones […] que no quería este admitir
[…] al ultimo les admitió (ARM4-1778).
El amo le dixo les havia encontrado [cfr. dos ovejas y dos corderos] (AMBN1-1822).
Recibió juramento por Dios Nuestro Señor […] y el referido le hizo según se requiere (ARM10-1841).
Haver visto el testigo un macho propio del sugeto […] que le tenia vecino a las tierras de esta parte (AMSL3-1878).
Así pues, en el campo de los pronombres personales hay pocos ejemplos de
transferencia y se puede comprobar que en esta área geográfica en concreto
no se documentan, más que anecdóticamente, el leísmo y laísmo extendidos
en la misma época en diferentes zonas de la Península (Vaamonde 2015: 7476; Sáez Rivera 2008: 1089-1091). Esto coincide con los estudios realizados en
la actualidad, en zonas de Cataluña y País Valenciano, que describen el uso
preferente del sistema etimológico, con apariciones ocasionales de le para CD
tanto en singular como en plural (Blas Arroyo 1994)8. También es interesante
comprobar que el leísmo masculino no humano va avanzando junto con la
castellanización, aunque no llega a extenderse como en otras zonas. A este
respecto, un análisis sistemático de los datos en los documentos debería combinarse con el estudio actual en los territorios bilingües catalanes, para determinar en qué medida el contacto contribuye a la adopción y formación de su
sistema pronominal, como ya se ha hecho en otros contextos (Gómez Seibane
2010; 2012b).
Además de los casos comentados, encontramos leísmo en cartas de remitentes
no mallorquines, que no tomamos en consideración en el estudio.
8
Gómez Seibane (2012a: 29) señala algunos casos de leísmo femenino en la
actualidad, pero reconoce que no son suficientes, ni cualitativa ni cuantitativamente,
como para proponerlo como característico de esta zona.
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Los documentos mallorquines en castellano entre los siglos XVIII y XIX
3.2 Las preposiciones
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La sintaxis preposicional en los documentos mallorquines presenta un gran
interés, ya que se mezclan varios tipos de fenómenos con motivaciones diferentes, que en ocasiones se solapan. En primer lugar, encontramos fenómenos
debidos exclusivamente a la transferencia y que no se documentan en áreas
donde no existe contacto entre el catalán y el castellano. En segundo lugar,
se detectan fenómenos comunes (en diferentes medidas) a todo el dominio
castellano, pero que, en esta área concreta, deben sin duda ser analizados en el
contexto de construcciones paralelas o divergentes en catalán.
Un fenómeno exclusivamente de transferencia es la confusión de en y
con, motivada por la homofonía en las dos preposiciones en/amb, que también
se confunden frecuentemente en catalán (Moll 2006: 305). En el corpus solo
aparece en el siglo XVIII, aunque se sigue documentando en la actualidad en
otras zonas como València (Blas Arroyo 1993: 50- 55): “Se disparó la dicha carabina en que hirió a Juan Odón Palou” (ARM3-1777); “Es hombre de edad de 20
años poco más o menos […] en la cara algo delgada” (ARM1-1769).
La hipercorrección, esto es, el uso de con en lugar de en, es menos frecuente
en general: “Haber puesto sus bueyes […] en una tierra del Camp de na Serra
con dos veces distintas” (AMM3-1792); “Quizo averiguar con el serero, que era
Josep Reus, lo que se havía gastado con será” (ARM4-1778).
En los estudios sobre lenguas en contacto relativos a las influencias sintácticas, es un hecho aceptado que, aunque una amplia gama de elementos es
susceptible de ser transferida, la lengua receptora debe poseer unas condiciones estructurales adecuadas para que pueda integrarse la nueva construcción.
De este modo, podemos pensar que la alternancia de en y con en otros complementos (subraya los verbos con el boli rojo y los nombres en azul) o en regímenes de
verbos con cierto grado de semejanza (pensar en ti/soñar contigo), hacen que la
lengua receptora pueda, en cierta medida, integrar el calco.
A continuación, nos centramos en las preposiciones en/a, que ya han sido
estudiadas en documentos mallorquines (Enrique-Arias 2010: 111-114). En los
siguientes ejemplos observamos que la preposición a se utiliza a con un valor
estático de localización, que, a pesar de haber existido en épocas previas, no se
encuentra en castellano en estos siglos, aunque sí en catalán (con frecuencias
diferentes y alternando con en): “Que se hallaban al parecer a Inca con un vehículo, lo cual seria en un trayecto de quinientos metros”. (AMSL4-1895); “Era
a San Juan con su madre” (AMMT1-1775).
Mucho más frecuente en los documentos es la utilización de la preposición en introduciendo complementos de dirección o meta (como límite de la
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tiene a j
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Herencia e Innovación en el español del siglo XIX
dirección) con verbos de movimiento. También en documentos en mallorquín
de la misma época se señala la preferencia por esta preposición (Martínez i
Taberner 2000: 309; Moll 2006: 303-4) para estos mismos usos. La construcción se documenta abundantemente, pero no pasa de los primeros años del
siglo XIX9:
[…] que la lleve en casa y habitación de Gabriel Bernat (AMSL1-1786).
[…] subieron en la cámara. (ARM10-1804).
[…] tenía noticia de que su yerno Juan Pou, alias Bo, había de pasar en ella10 (i.e. su
tierra) para destrozarle las higueras (AMSL3-1878).
[…] desde luego nos arrimamos los dos en el puesto adonde estaba (ARM1-1769).
[…] me vine en Montuïri; copia […] que me remitiría en las reales cárceles
(AMMT1-1775).
Esta alternancia ha recibido la atención de los estudiosos tanto desde el
punto de vista teórico (Demonte 2011) como en un contexto comparativo o de
contacto de lenguas (Enrique-Arias 2012). Sin embargo, aún quedan algunos
interrogantes desde el punto de vista diacrónico (Sánchez-Prieto Borja 2000:
394). Como se puede apreciar en los ejemplos, la preposición a no indica situación puntual ni aproximación; la preposición en solo indica movimiento entre
los límites o hacia el interior en los tres primeros ejemplos, a diferencia de lo
que se comprueba en otros textos históricos (García-Miguel 2006: 1290-1292).
Sánchez-Prieto Borja (2000) relaciona la alternancia a/en para el locativo con el
uso de en para meta y propone la necesidad de analizar de forma conjunta los
ejemplos, que llegan por lo menos hasta el siglo XVII en el corpus que utiliza
en su trabajo. Estas alternancias pueden verse como un fenómeno propio del
castellano y su particular reorganización del par in/ad, pero su distribución
geográfica y cronológica varía por razón del contacto con el catalán.
Por último, nos referiremos a un caso de variación mucho más extendido
y común que el anterior, documentado desde antiguo y que llega a la actualidad: Ø/preposición (frecuentemente de) en complementos verbales regidos y
en subordinadas dependientes de un sustantivo:
Puntualizamos que los documentos del Arxiu Municipal de Selva (AMSL), a
pesar de su fecha tardía, presentan una gran cantidad de fenómenos de contacto en
fechas relativamente tardías.
10
Es de señalar que con el verbo pasar la alternancia en/a en mucho más frecuente
que con el resto.
9
174
Los documentos mallorquines en castellano entre los siglos XVIII y XIX
Reparó dos bueyes en la pieza de labor (AMPO1-1781).
Apercibiéndole que en lo succesivo se abstuviese de maltratar a mi principal
(ARM9-1841).
Noticias que era desertor (ARM3-1777).
La advertencia que no cumpliéndose puntualmente (AMMC3-1804).
Hemos elegido ejemplos en los que se encuentra ausente la preposición
(aunque también los hay de lo contrario, y numerosos, al igual que en otras
zonas)11, en contra del uso normativo actual, con el objetivo de facilitar la comparación que proponemos a continuación. Por ejemplo, tanto reparar como
apercebre, en los sentidos en los que se usan en los documentos (‘darse cuenta’;
‘amonestar/advertir’), son verbos transitivos en catalán. Igualmente se evitaría la preposición en las completivas de notícies o advertència. Pero también en
castellano se documenta abundantemente la construcción sin preposición, de
modo que podemos hablar de un claro paralelo entre sistemas en contacto.
Pero a partir del siglo XVII había comenzado a aumentar en castellano la frecuencia del enlace preposicional (especialmente de) entre el sustantivo y la
completiva, así como los complementos regidos, hasta el alto grado de generalización que encontramos hoy día (Herrero Ruiz de Loizaga 2014: 2820-24),
además del dequeísmo que comienza a extenderse en el siglo XVIII (Serradilla Castaño 2014). Este cambio caracteriza al español en contraste con otras
lenguas románicas como el catalán. Nótese asimismo que, aunque se documentan algunos usos de abstenir como transitivo en catalán antiguo, el uso
habitual es abstenir-se de.
Los ejemplos en el corpus sugieren que la curva ascendente del enlace preposicional en la época es más moderada en esta zona: podríamos estar ante
un caso más en el que el contacto inhibe o matiza un cambio lingüístico en
proceso, de modo que se retiene la estructura común a las dos lenguas (Enrique-Arias 2010) que, en este caso, es la menos marcada y la más simple.
En conclusión, la selección de ejemplos presentados da fe de un continuum
en los fenómenos de contacto entre interferencia y convergencia (en cuya clasificación y consecuencias teóricas no nos detendremos), como ya han señalado numerosos estudios especialmente en lenguas próximas como el catalán
11
Para esta alternancia se han propuesto diversos motivos, tanto la existencia de
varios periodos en la evolución, que comenzarían con la unión directa de la subordinada, para pasar a la generalización de la preposición y la posterior regresión al esquema
sin enlace, como una convivencia durante todo el proceso de las dos variantes, sin que
la preposicional llegase nunca a imponerse (Bogard, Company Company 1986; 1989;
Serradilla Castaño 1995; 2014).
175
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Herencia e Innovación en el español del siglo XIX
y el castellano, con estructuras que se desarrollan de manera paralela (Payrató
1985: 123-130; Blas Arroyo 1991; Hernández García 1998). Más que innovaciones, se trata de presiones que hacen emerger o disminuir una opción dentro
de la variación, como ya se ha puesto de manifiesto en numerosos estudios.
En primer lugar, tenemos una construcción (casi) desconocida en castellano:
en por con en complementos de compañía o instrumento. En segundo lugar,
se documentan construcciones con paralelismos en castellano, pero poco frecuentes y poco esperables en la época: a por en en complementos de situación
y en por a en complementos de trayectoria/meta. En tercer lugar, encontramos
que el miembro sin preposición de la alternancia V + (de) CVR/V + CD o N +
que/N + de que, que se documenta exactamente igual en las dos lenguas, es
más frecuente en el corpus, de modo que queda por determinar si el contacto
tiene alguna responsabilidad y, en caso afirmativo, hasta qué punto.
3.3 Sintaxis verbal
Questo e-book appartiene a joseluis.ram
En el ámbito de los verbos, constatamos la primera y (hasta el momento) única
aparición de la perífrasis de obligación tener que. En los documentos mallorquines la perífrasis de obligación es haber de (junto con deber + infinitivo) y
algunos escasos casos de tener de12 (Enrique-Arias 2012). Hemos localizado un
único caso de “tener que pagar” en ARM9, un texto altamente formalizado de
1841 que se analizará en el siguiente apartado.
Así pues, la ampliación del corpus de análisis viene a reforzar las conclusiones alcanzadas por estudios anteriores: la resistencia a la difusión del cambio se encuentra en la convivencia con el catalán. La vitalidad de la perífrasis
haver de + infinitivo en catalán hace que la difusión del equivalente castellano
sea mucho más lenta en zonas catalanohablantes, donde se documenta con
poca frecuencia todavía en la actualidad (Blas Arroyo 2015; Martínez Díaz
2003: 688-692). El avance de la castellanización en el siglo XIX, trae aparejada
la aparición de ciertos rasgos, si bien no llegaron a difundirse.
12
13 No entramos a discutir las diferencias entre estas perífrasis, ni sus ámbitos
de uso, que se tratarán por extenso en el trabajo de Mar Garachana Camarero y Axel
Hernández en este volumen.
176
Los documentos mallorquines en castellano entre los siglos XVIII y XIX
4. Cambios en el siglo XIX: aspectos formales de los documentos
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Como hemos venido repitiendo, muchos de los rasgos lingüísticos que se señalan en los primeros documentos del siglo XVII llegan hasta nuestros días.
En los documentos examinados, los fenómenos de transferencia se concentran preferentemente en las partes más cercanas a la lengua oral, como pueden ser las declaraciones de testigos. Pero en el siglo XIX vienen a añadirse algunos factores que provocan cambios no tanto en los rasgos que encuentran,
sino más bien en su frecuencia y distribución.
En primer lugar, se aprecia una creciente estandarización formal de los
textos, principalmente en la Audiencia de Palma, pero también, cada vez más,
en los documentos de las curias reales de poblaciones menores, donde la castellanización de los documentos fue más superficial y tardía (cfr., por ejemplo,
los documentos de Selva de finales del siglo XIX). Sobre todo en archivos municipales, el XVIII recoge una enorme variedad en lo tocante a las fórmulas.
En ocasiones el escribano omitía algunas partes formulares, por ejemplo, no
copiaba completamente las citaciones y documentación previas a las declaraciones de testigos. Pero muchos documentos del siglo XIX presentan una
redacción formular que se repite, con pocas variaciones, también en los documentos emitidos en otros puntos de la geografía española y que respondía a
libros de estilo o formularios preestablecidos:
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[…] oiga autos, y sentencias interlocutorias y definitivas, concienta (consienta) lo
favorable, y de lo adverso apele y suplique hasta obtener definitiva sentencia, y su
ejecución, implore el beneficio de restitución […] lo defienda en todas sus causas,
y pleitos, así activas, como pasivas, comensados o por comensar, con cualesquiera
personas seculares o eclesiásticas, cuerpos, colegios, y universidades, y para ello
comparesca ante cualquier tribunal superior o inferior, juez secular, ordinario o delegado, o en donde toque y tocar pueda el conocimiento de sus causas (ARM6-1803).
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Esto concuerda con lo estudiado por Martínez i Taberner (2000: 120-135)
desde el punto de vista del catalán. Hasta el siglo XVIII, los formularios utilizados por los notarios de la isla incluían ejemplos en catalán y latín; el castellano aparecía solo marginalmente y con una redacción mucho más breve. Esta
situación se invierte a finales del siglo XVIII y XIX, cuando comienza la importación y uso masivo de formularios castellanos, con los que llega también
un modelo de lengua más afín a la normalizada. Del mismo modo, los escribanos, con estos y otros instrumentos, amén de la difusión de la instrucción
177
Herencia e Innovación en el español del siglo XIX
en castellano, van adquiriendo competencias en castellano y desarrollándolas
con la práctica. Esta es la misma situación que ha observado Moreno Gallego
(2015) en un corpus documental de Vila-real (Castellón) en esta misma época: el siglo XIX marca un cambio en el aspecto lingüístico de los documentos
debido, entre otras cosas, a un mejor dominio del castellano por parte de los
escribanos.
Del mismo modo, a lo largo del siglo XIX encontramos cada vez más manos con apellidos no mallorquines. Por ejemplo, en la recogida de casos de
leísmo, algunos de los documentos, descartados, que mostraban leísmo con
referente inanimado habían sido escritos por personas con apellidos no mallorquines, como Luis Navarro (1798), organero valenciano perteneciente a una
familia de músicos cuya lengua era el castellano (Pérez Berná 2008: 152-153) o
Rigoberto García Blázquez, juez de instancia de Inca (1895). El creciente contacto con hablantes peninsulares contribuyó sin duda a la reducción de determinados fenómenos de contacto.
Además de textos formulares, empezamos a encontrar textos con gran carga retórica, ausentes del corpus del siglo XVIII, de los que el siguiente constituye un notable ejemplo:
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iene a joseluis.ra
Por el testimonio del folio 72 verá que el adverso, sin causa ni razón, […] dio un tremendo golpe con una maceta de albañil, vulgo “bec de grua”, al pecho del pacífico
Antonio Mas, que le tuvo rendido hasta el 28 de noviembre del mismo año, habiéndose tenido que pagar al herido los gastos de curación […] En su escrito defensorio del folio 59 de la susodicha pieza, no pudiendo rebatir ni desvanecer en lo mas
mínimo el de acuzación de mi principal del folio 25 […] se entretiene criticando el
estilo de mi principal y la calificación que este hizo del delito, llamándolo “bárbaro
y descomunal!”, como lo es en efecto, no solo según el sentir de Cervantes, que saca
a la palestra, sino en el de todo jurista que no lo sea de puro nombre. “Descomunal”
significa cosa extraordinaria, muy distante de lo común en su línea monstruosa y
enorme. Y “bárbaro” es lo mismo que temerario, rústico, tosco, inculto, guerrero,
fiero o cruel ¿Y que por ventura todos estos epítetos no son muy adecuados y vienen de perilla al atropellamiento del adverso, envistiendo a traición [cf. a un hombre] mayor de sesenta años, echándolo a tierra y dándole cinco o seis patadas, que
son las armas de los brutos y aun de los burros, los más bajos, viles y ruines entre
ellos, y nunca de un hombre civilizado, que quedaría deshonrado y deshonraría al
agraviado con tan monstruoso insulto? (ARM9-1841).
Dos cosas llaman la atención en este fragmento. Por una parte, la presencia del vernáculo en la traducción de bec de grua; asimismo, igual que la grafía
inversa acuzación que enmascara seguramente un seseo (Miguel Franco, Rost
Bagudanch 2014: 65-66) o la utilización de que para introducir una pregunta re-
178
Los documentos mallorquines en castellano entre los siglos XVIII y XIX
tórica (Radatz 2008: 123-124). Del mismo modo, por ventura podría ser un calco
de la locución adverbial per ventura, utilizada ampliamente en mallorquín, en
la contracción pentura. Sin embargo, tanto los abundantes cultismos, como las
frases hechas o la variedad del léxico apuntan a un perfecto dominio del castellano. Y, muy especialmente, como se ha comentado antes, destaca la aparición
de la única perífrasis de obligación tener que en los documentos examinados,
casi mediado el XIX y en un escrito con aspiraciones retorizantes como el que
presentamos.
Sobre estos datos podemos realizar dos observaciones, ya que, aunque no
cambien en sí mismos la configuración lingüística de los documentos, son sin
duda factores que hay que tener en cuenta cuando se analizan cartas del siglo
XIX. Por una parte, la estandarización de los textos disminuye la presencia
del vernáculo local. Por otra, a pesar de que en el XIX, con los avances de la
instrucción, empiezan a encontrarse documentos de manos inhábiles, en este
corpus solo contamos con testimonios de escribanos profesionales, además
de correspondencia privada de aristócratas o intelectuales, con una formación
cada vez mayor en la escritura en castellano.
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5. Conclusiones
Los documentos del Corpus Mallorca fechados entre el siglo XVIII y el XIX
muestran una de las etapas hacia la castellanización lingüística de la isla y la
configuración de los usos peculiares del castellano hablado hoy en día. En el
siglo XIX, periodo de tradición e innovación, se combinan los rasgos determinados por el contacto con el catalán y la variación y rasgos propios del español de la época, si bien los primeros empiezan a perder fuerza a principios
de siglo y se van diluyendo a medida que se va generalizando el castellano
normativo.
Aunque la continuidad de los fenómenos desde el siglo XVIII a lo largo del
siglo XIX es incuestionable, ya que muchos de ellos forman parte del castellano hablado actualmente en Mallorca, la rápida extensión del castellano, la
adquisición de competencias por parte de los escribanos y la estandarización
formular de los documentos camuflan en parte el vernáculo. Los rasgos lingüísticos debidos al contacto de lenguas van haciéndose más escasos en las
variedades escritas, quedando relegados a los usos orales donde se conservan
preferentemente aún hoy en día.
El avance en las tareas de compilación, edición e informatización del Corpus Mallorca nos permitirá en el futuro contar con una tipología documental
179
Herencia e Innovación en el español del siglo XIX
más amplia que arroje nuevos datos sobre el siglo XIX, así como sustentar
estas primeras conclusiones en un análisis cuantitativo y en la comparación
con un corpus de control de diferentes zonas.
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6. Anexo. Corpus de documentos.
Los documentos están ordenados cronológicamente en la tabla. En la primera
columna se encuentra la identificación de los ejemplos utilizados en este trabajo. En la columna de signaturas, las siglas de los archivos son las siguientes:
AHN: Archivo Histórico Nacional (Madrid); AMBN: Arxiu Municipal de
Bunyola; AMCP: Arxiu Municipal de Campos; AMM: Arxiu Municipal de
Manacor; AMMC: Arxiu Municipal de Santa Maria del Camí; AMMT: Arxiu
Municipal de Montuïri; AMPO: Arxiu Municipal de Pollença; AMSL: Arxiu
Municipal de Selva; ARM: Arxiu del Regne de Mallorca (Palma); ZA: archivo
epistolar de Cecilia Zaforteza.
AHN1
ARM1
ZA1
AMM1
AMM2
AHN,
Inquisición
194, 1715 exp. 11
AMPO, 368
1721 Proceso de fe contra fray Jaume
Massanet
1747- Correspondencia municipal del
1806 Ayuntamiento de Pollença
1762 Súplica de Guillermo Porcell de que se
ARM, Clero
otorgue un certificado de la liberación
Inquisición
de los bienes que ante el tribunal de la
5377
Inquisición tenía secuestrados
AMMC, 44
1764- Correspondencia municipal de Santa
1804 Maria del Camí
ARM, AA 950/3 1769 Investigación y juicio a Bartolomeu
Serra por una pelea en sa Pobla
ZA, CZ06_206 177* Carta de María de Palominos y Clarás
a Cecilia Zaforteza sobre problemas
con una de sus doncellas
AMM, CR 124a 1770 Juicio por la herencia de Simón
Lladrà.
AMM, CR 123b 1770 Juicio por la herencia de Jaime
Bennàsser
ZA, CZ06_121
1773 El ayuntamiento de Buñola solicita
de Cecília Zaforteza el desvío de las
aguas que van hacia el molino de
Onor
180
Pedro Juan
Fábregues
(varias manos)
Sebastián Mayol
(varias manos)
Pedro Bennássar
María de
Palominos y
Clarás
Martín
Casasnovas
Martín
Casasnovas
Lucas Semper y
Esterellas
est
oe
-bo
Los documentos mallorquines en castellano entre los siglos XVIII y XIX
ARM, AXX1834
1773 Investigación sobre una pelea entre
los vecinos de Bañalbufar y los
ministros de la renta del tabaco
AMMT1 AMMT, CR
1775 Diligencias contra Juan Verger por
96_2
intento de violación a Antonia Fiol
AMMT, CR
1776 Juicio contra Miguel Manera,
96_3
acusado de vago y maleante.
ARM2
ARM, AA IX1777 Diligencias contra Miguel Jaume,
265
desertor de la leva de vagos
ARM4
ARM, AA
1778 Diligencias para aclarar diversos
950/13
desórdenes y casos de corrupción
relacionados con las tabernas de
Felanitx
AMPO1 AMPO, 380_2
1781 Juicio contra Pedro Carreras por
apacentar sus bueyes en una tierra de
Juan Martí i Cunill
AMSL1 AMSL, 609_1
1786 Disensión paterna para el
matrimonio entre Gabriel Rotger y
Juana Mª Muntaner
AMSL2 AMSL, 609_2
1786 Disensión paterna para el
matrimonio entre Jorge Mir e Isabel
Busquets
AMPO, 16
1788 Secuestro de bienes de Pedro March
AMM3 AMM, CR
1792 Juicio a Sebastián Fullana por haber
164_1
apacentado sus bueyes en las tierras
de Lorenzo Rosselló
AMMC1 AMMC, 668_2 1795 Relación de los trabajos que prestó a
la villa de Santa María el escribano
Miguel Oliver
ARM5
ARM, AA955/14 1800 Investigación sobre la muerte
accidental de Juan Bosch
ARM6
ARM, AA958/14 1802 Juicio contra Jaume y Gaspar Sabater
por difamar a Rosalía Albertí
ARM7
ARM, AA
1803 Juicio contra Pedro Antonio Mayol y
979/14
Antonia Ana Ripoll por injurias contra
Antonio Barceló
AMSL, 609_3
1803 Disensión paterna para el
matrimonio entre Magdalena Albertí
y Miguel Juan
ARM8
ARM, AA
1804 Diligencias para esclarecer diferentes
XVIII-1745
robos, cometidos presuntamente por
tres reos fugados
AMMC2 AMMC, 44_16 1804 Carta de Juan Ferrer, secretario del
alcalde de Santa María, en la que se
notifica que el clavario de la villa debe
una partida de dinero
Qu
est
oe
-bo
ok
ap
pa
rt
ARM3
181
Onofre Gomila
Miguel Pons
Pedro Morey
Raimundo
Muntaner
Pedro Juan Alou
Juan Desiderio
Lorenzo Llabrés
Lorenzo Llabrés
Juan Desiderio
Pablo Bosch
Miguel Oliver
Gabriel Font
(varios
escribanos)
Rafael García,
Juan Rayó,
Gabriel Fiol
Lorenzo Llabrés
Juan Martí
Juan Ferrer
AMMC3 AMMC, 44_17
o
est
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Q
ap
k
o
o
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Herencia e Innovación en el español del siglo XIX
ARM, AA
XVIII-1743
AMBN1
ARM9
ARM, Plets II
124_11
AMBN, 775-1
AMMC, fondo
Cabot
ARM, AA976/22
1804 Carta de Nicolau Campaner al alcalde
de Santa María para que envíe
información sobre la molienda de
aceitunas
1804 Diligencias para la busca y captura
de tres presos fugados, que habían
cometido diversos atropellos
1804 Carta de Sebastián Serra de Marina
1822
18241881
1841
ARM10
ARM, AA-976/1
1841
ARM11
ARM, AA976/23
AMCP, Juz.4/
dis. 1
1841
AMCP, Juz. 4/
ju. 14
1872
AMCP, Juz. 4/
ju. 2
AMSL, G965_8
1873
AMSL3
1871
1878
Sumaria sobre robo de ganado lanar
Correspondencia privada de Joan
Cabot
Querella contra Pablo Bérgamo
por agresión a su hermano Pedro
Bérgamo
Diligencias del alcalde de Santa
Margarita para averiguar las causas
del incendio de una casa propiedad de
Agustín Fuster
Juicio contra María Verd y su madre
por agresión a Catalina Bauzá
Disensión materna para el
matrimonio entre Antonia Mesquida
y Miguel Lladó
Sentencia contra Margarita Andreu
por robo de estiércol en una tierra
arrendada por Juan Fiol
Sentencia contra Juan Perelló por
amenazas a su esposa, Catalina Janer
Juicio contra Juan Pou i Alba por
daños en la propiedad de Miguel
Rosselló
Carta personal de Damián Garau
AMMC4 AMMC, Fondo 1881
Cabot
AMCP, Juz. 4/
1890 Sentencia contra José Ballester por
ju. 10
agresión a Margarita Burguera
AMSL4 AMSL, G966_1 1895 Juicio por agresión a Gabriel
Martorell
AMSL, G965_5 1895 Juicio por agresión y robo a Vicente
Benàssar
AMSL, G965_2 1895 Juicio contra Juan Rotger por
agresión a Margarita Bestard
AMSL5 AMSL, G966_1 1895 Jucio por agresión y robo a Juana Ana
Pujades
182
Nicolau
Campaner
(varias manos)
Sebastián Serra de
Marina
Gregorio Lladó
(varias manos)
Bernardo Cirera
Juan Llabrés
Juan Llabrés
Arnaldo Perelló
Bartolomé Lladó
Bartolomé Sala
Juan Bennássar y
Bisquerra
Damián Garau
Miguel Sala
Bartolomé Vallori
Bartolomé Vallori
Bartolomé Vallori
Bartolomé Vallori
Los documentos mallorquines en castellano entre los siglos XVIII y XIX
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Que
183
Herencia e Innovación en el español del siglo XIX
es
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ire
zlu
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184
Qu
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Los documentos mallorquines en castellano entre los siglos XVIII y XIX
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186
En las lindes del primer español moderno.
Joaquín Lorenzo Villanueva y la lengua
de La Bruja (1830) editada por Salvá:
ensayo de filiación morfosintáctica
a tres bandas*
Álvaro S. Octavio de Toledo y Huerta
(Universidad Autónoma de Madrid)
Araceli López Serena (Universidad de Sevilla)
Resumen
A partir de nuestro trabajo previo acerca de las preferencias gramaticales en la obra novelesca de Vicente Salvá (Octavio de Toledo, López Serena 2015a), el presente artículo aplica
el conjunto de rasgos morfosintácticos allí identificados a La bruja, obra anónima editada
por el propio Salvá en 1830 y que en ocasiones se ha creído suya. Los resultados revelan
interesantes divergencias respecto de buen número de las opciones favorecidas por Salvá, al tiempo que manifiestan, en cambio, la proximidad de La bruja con el usus scribendi
de Joaquín Lorenzo Villanueva, a quien también se ha atribuido la obra. Nuestro estudio persigue, pues, un triple propósito: realizar un aporte al esclarecimiento de la autoría
de La Bruja, mostrar el interés metodológico de la exploración de determinados rasgos
morfosintácticos para la atribucion de obras literarias, y avanzar en la identificación y la
descripción de dichos rasgos, ahondando de ese modo en el estudio de las alternancias
de norma posibles en la prosa elaborada de la última fase del primer español moderno.
Quest
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Esta investigación ha sido posible merced al apoyo del proyecto de investigación Procesos de Gramaticalización en la Historia del Español (Programes) V (Universidad
Complutense de Madrid, FFI2015-64080-P), al que pertenece Álvaro S. Octavio de
Toledo y Huerta y al proyecto Tradiciones discursivas, tradiciones idiomáticas y unidades
de análisis del discurso en la historia del español moderno (FFI2014-51826-P), dirigido por
Araceli López Serena, ambos financiados por el Ministerio de Economía, Industria y
Competitividad de España..
*
187
Herencia e Innovación en el español del siglo XIX
Abstract
Departing from previous work on an array of features that identify grammatical
preferences in the prose of early C19 Spanish grammarian and scholar Vicente Salvá
(Octavio de Toledo, López Serena 2015a), we now apply them to La bruja (The witch), an
anonymous novel edited by Salvá in 1830 and sometimes attributed to him. The results
show notable divergences from Salvá’s favourite options and a notorious coincidence,
instead, with the linguistic usage of Joaquín Lorenzo Villanueva, to whom the novel
has also been ascribed. Our study is thus intended as a novel contribution to ascertaining the authorship of La Bruja, as a more general methodological proposal regarding
textual attribution via syntactic preferences, and as a further step in cataloguing and
adequately describing those morphosyntactic features that relate to alternations of
usage norms in highly elaborate early C19 prose.
1. Introducción
Los estudios sobre historia de la lengua española han experimentado, sobre
todo en la última década1, un interés creciente por revisar la hasta hace muy
poco tiempo comúnemente aceptada creencia de que “[c]on el siglo XVIII puede decirse que concluyen los grandes procesos históricos constitutivos de la
lengua española”, así como la de que, “[a] partir de entonces, […] las grandes
líneas de la estructura idiomática no han variado”, en la medida en que “ni
en el plano fónico ni en el morfosintáctico puede señalarse en este periodo
ninguna alteración fundamental” (Cano [1988] 2008: 255). En sintonía con la
necesidad de matizar tales aserciones2, es pujante la convicción de que, si bien
los principales movimientos concernientes a la configuración fónica de nues-
1
Cfr., entre otros, Company (2007), Espinosa (2015), Buzek, Šinková (2015), García
Godoy (2012b), Girón (2002, 2008), Guzmán, Sáez (2012, 2016), Melis et al. (2006), Melis,
Flores (2009), Melis, Flores, Bogard (2003), Octavio de Toledo, Pons (2016), Ramírez
(2012).
2
La idea de que el español, como sistema lingüístico, había alcanzado ya hacia
fines del español clásico un alto grado de estabilidad y fijación perdurable en su morfosintaxis se refleja también tácitamente en las historias del idioma. La más recientemente aparecida (Cano 2004 [2005]) contiene valiosas contribuciones acerca de la
morfosintaxis medieval, del siglo XV, del español clásico e incluso del actual, pero no
dedica espacio alguno a la del español que suele llamarse “moderno”, esto es, el de los
siglos XVIII y XIX. Poco ha cambiado aún, pues, en este sentido, desde los inicios de la
moderna historia de la lengua (cfr. Menéndez Pidal 2005).
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En las lindes del primer español moderno
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Ques
tro idioma pudieran estar, efectivamente, ya cumplidos en el siglo XVIII, la
transición entre el español clásico y el moderno no se hizo sobre la base de una
morfosintaxis inmutable, sino que el español de entre –aproximadamente–
1675 y 1830 manifestó, como no podía ser de otra manera, dada la historicidad
inherente a la naturaleza de las lenguas3, el mismo estado de transformación
constante, de “ebullición” –por seguir la conocida metáfora de E. Lorenzo Criado (1971) adoptada por Eberenz (1991) para referirse al siglo XVI– que puede
predicarse razonablemente de cualquier otro periodo histórico; en paralelo,
ha ido cobrando cuerpo la propuesta de postular dicho intervalo cronológico como subperiodo específico del español moderno (primer español moderno:
Octavio de Toledo 2007, 2008, 2016a, b; Girón 2008: 2248; García Godoy 2012a,
2012b), mientras que un ulterior periodo evolutivo, directamente antecedente
de la lengua actual, no se iniciaría sino ya entrado el siglo XIX (cfr. Melis,
Flores, Bogard 2003).
Dicho estado de ebullición se puede comprobar con facilidad, sobre todo
si tenemos en cuenta, para su investigación, no únicamente el nivel del sistema lingüístico, sino también el plano de las normas idiomáticas y discursivas4.
Y, sin embargo, las formas de expresión sintáctica que confieren a los textos
del español de aquel tiempo un aspecto lingüístico característico y distinto de
otros segmentos históricos –debido a la cantidad de fenómenos “llamativos”,
en el sentido de Kabatek (2014), que aflora en ellos5–, formas de expresión que
o bien nacen o se difunden, o bien mutan e incluso se desvanecen en esta
época, no son siempre exclusivas del nivel de la norma, sino que en ocasiones
alcanzan también al sistema.
Entre los principales fenómenos morfosintácticos del español que se encuentran en estado de efervescencia entre finales del Seiscientos y el primer
tercio del Ochocientos –y que en los textos afloran de manera desigual, dependiendo tanto del grado de conciencia metalingüística del autor y de sus
preferencias individuales de uso (condicionadas, naturalmente, por los al-
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appa
3
Sobre la historicidad como universal genérico-esencial del lenguaje, Coseriu
(1978a, 1978b), Schlieben-Lange, Weydt (1979), Oesterreicher (2001, 2006a, 2006b, 2007),
Kabatek (en línea), López Serena (2011, 2012, 2013, en prensa), entre otros.
4
Empleamos ambos términos en el sentido que les confiere la tradición coseriana. Cfr. a este respecto Coseriu ([1952] 1967), así como Octavio de Toledo, López Serena
(2015a: 151), y la bibliografía allí referida.
5
Fenómenos llamativos que, sin embargo, pueden no ser evidentes a primera
vista. Cfr. Narbona (2004 [2005]: 1023): “al lector actual no extraña prácticamente nada
de los textos del siglo XVIII” (la cursiva es nuestra).
selui
189
s.
Herencia e Innovación en el español del siglo XIX
cances y límites del sistema y por las tradiciones normativas dentro de cuyos cauces se moviera) como de si el contexto de realización es más bien de
inmediatez o más bien de distancia comunicativa6– se cuentan, al menos, los
siguientes7: declive de la enclisis pronominal con verbo finito en inicio absoluto de periodo a favor de la proclisis (Me quiso en lugar de Quísome), difusión
del relativo compuesto (el que, la que, etc.) tras preposición (en lugar del tradicional relativo sin artículo, aún posible en la lengua actual, pero minoritario en este uso oblicuo), superación gradual de la tendencia a evitar la doble
negación mediante anteposición de los indefinidos nada o ningún (nada sé irá
cediendo ante no sé nada según avance el siglo XIX), existencia de un evidente
conflicto de normas atingente al leísmo y al laísmo, incremento del doblado
de sintagmas dativos mediante clítico correferente (el esquema Ø han quitado
algo a mi hermana se verá paulatinamente sustituido por le han quitado algo a mi
hermana), cambios en la distribución de los usos de quien(es) frente a los de el/
la(los/las) que, transformaciones en cuanto a las preferencias de empleo de las
formas verbales en -ra, -ría y -se en entornos potenciales y de subordinación,
desaparición progresiva de las completivas de infinitivo no concertado (del
tipo diciendo ser invenciones), etc.
En persecución de la identificación de estos y otros fenómenos sujetos
a variación durante la época del primer español moderno –que, como ha quedado dicho, podemos convenir que se extiende desde la época posclásica (en
1681 muere Calderón de la Barca, el último de los grandes autores del canon
áureo) hasta los inicios de la lengua del Romanticismo, antecedente directa
de la actual–, los autores del presente trabajo iniciamos hace unos años una
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Adoptamos aquí el marco teórico de Koch, Oesterreicher ([1990] 2011; cf.
también la versión española de esta obra, de 2007) en lo que atañe a su manejo
de las nociones de oralidad/escrituralidad y distancia/inmediatez comunicativas (cfr.
también López Serena 2002, 2007, 2013 y en prensa). No obstante, las observaciones
son fácilmente traducibles, creemos, en términos de la Sociolingüística clásica: en
efecto, estos fenómenos pueden en su mayoría concebirse como marcadores sociolingüísticos (Labov 1972: 346-347, Tagliamonte 2012: 27-30), esto es, fenómenos que
muestran variación estilística o de registro y de los que los hablantes son, al menos
parcialmente, conscientes (lo que los inserta en variables sujetas a evaluación social
y metalingüística). Dichos marcadores se asociarían, en el caso que aquí estudiamos,
a un mayor uso en entornos formales y por parte de las élites socioculturales. El
estudio de los marcadores sintácticos en perspectiva histórica es aún muy incipiente,
pero cfr. ahora Blas, Porcar (2016) para el caso de la omisión del nexo que en las completivas con verbo finito del español clásico.
7
Para la bibliografía previa existente sobre estos fenómenos y para el análisis de
aparición en las tres obras que examinamos en este trabajo, cfr. infra párrafo 3.
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En las lindes del primer español moderno
serie de investigaciones, cuyos resultados hemos presentado a veces en forma de comunicaciones y otras como artículos en colaboración (cfr. Octavio
de Toledo, López Serena 2015a, b), en las que la descripción de la inestable
morfosintaxis de la linde superior o segmento final de este período se vertebra en torno a la obra gramatical y a la labor como traductor, novelista y
editor de Vicente Salvá (1786-1849). Así, partiendo de la publicación, en 1830,
tanto de la primera edición parisina de su célebre Gramática de la lengua castellana según ahora se habla (que había tenido un precedente en Belfast, 1827),
como de la novela sentimental Irene y Clara o la madre imperiosa (en adelante I&C), que don Vicente supuestamente8 vertió del francés al español en
co-autoría con el preceptista José Mamerto Gómez Hermosilla, en Octavio
de Toledo, López Serena (2015a) emprendimos el cotejo de los usos lingüísticos escritos de I&C con los usos tanto descritos como prescritos (o proscritos)9
que se consignaban en la Gramática de Salvá y el Arte de hablar en prosa y verso
(1826) de Gómez Hermosilla.
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2. La Bruja, o Cuadro de la Corte de Roma
2.1 ¿Una obra de Vicente Salvá?
En el presente trabajo, y tras una primera incursión en este sentido en Octavio de Toledo, López Serena (2015b), hemos ampliado el corpus de usos
escritos para analizar también la novela anticurialística La Bruja o Cuadro de la
Corte de Roma (¿Salvá?, 1830; en adelante Bruja). Esta obra, aparecida el mismo
año en que habían visto también la luz tanto la Gramática10 como I&C, alcanzó cierto éxito en su tiempo, puesto que se tradujo una década más tarde al
inglés, con el título The Witch or A Picture of The Court of Rome (Londres: Hatchard and son, 1840; cfr. Ramírez Aledón 2005a: 73-80; 2005b). La portada de
la primera edición declaraba que había sido “hallada entre los manuscritos
de un respetable teólogo, grande amigote de la curia romana” y dada a la
imprenta “por” don Vicente Salvá y Pérez (cfr. infra figura 1).
Porque aún no se ha hallado original alguno.
En el sentido de Swiggers, Vanvolsem (1987), Girón (1996: 301, 304) o Díez de
Revenga (1994) (cfr. Octavio de Toledo, López Serena 2015a: 151).
10
Que aunque se editó, realmente, en 1831, llevaba fecha de 1830.
8
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Herencia e Innovación en el español del siglo XIX
Figura 1. Portada interior del ejemplar de la primera edición de La Bruja conservado en el Fondo
Antiguo de la Biblioteca de la Universidad de Sevilla
Ahora bien, que Salvá sea realmente el autor de este texto es algo que los
historiadores no terminan de ver claro (cfr. Ramírez Aledón 2005a: 35, 36 y,
especialmente, 83-95). Por un lado, no parece descabellado atribuir esta novela
de combate ideológico anticurialístico11 (cfr. La Parra 1988)12 al ilustrado valen-
11
Pero en absoluto anticlerical, puesto que la novela está dirigida a denunciar los
abusos de la curia romana frente a las cortes católicas en general, y a la monarquía
española en particular. Sobre este tipo de literatura “antirromana”, cfr. Ramírez Aledón
(2005a: 9 y ss.).
12
En la línea de la Cornelia Bororquia del trinitario sevillano, voluntariamente
exclaustrado, Luis Gutiérrez (c. 1800), ajusticiado por la Junta de Seguridad Pública
en 1809 (cfr. Dufour 1983, 1987), o de las Letters from Spain y de Vargas. Novela española,
ambas del mismo año, 1822, y obras, también ambas, del asimismo sevillano, y, como
Salvá, también expatriado, José María Blanco White.
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ciano que, procedente de Londres (donde se había exiliado en 1823 y fundado
la Librería Española y Clásica), acababa de aterrizar en Francia con el propósito
de abrir, en París, la Librería Hispano-Americana. Salvá cuenta en el proemio
del libro –titulado “Dos palabritas del editor” (la cursiva es nuestra)– cómo un
“buen eclesiástico, muy amigo [suyo]”, recientemente fallecido, y emigrado
como él, lo había nombrado albacea de, entre otros escritos, esta novela, “juguete con que había aquel respetable anciano endulzado en algunos ratos los
trabajos de la emigracion” (Bruja, 7), y afirma que él la da a la luz sin retocar:
“ha quedado íntegro el testo y respetado el encargo de mi amigo” (Bruja, 16),
quien “verá en la escrupulosidad con que ejecuto sus órdenes, al dar á luz la
Bruja, el tributo mas puro de mi respecto” (Bruja, 17). Pero todo ello podría constituir perfectamente una mera estratagema para sortear lo peligroso de la publicación: “Una persona á quien […] hize ver la obra, me observó, que tendría
disgustos de consecuencia cualquiera que se atreviese á publicarla en Francia”
(Bruja, 9)13. De hecho, ante el riesgo, seguro, de “ser espulsado, tan luego como
salga á rodar La Bruja por esos mundos” (Bruja, 10), en el mismo prólogo Salvá reconoce que, para su publicación, hubo de aguardar “que amaneciese en
Francia una aurora mas favorable á la libertad” (Bruja, 11)14: “Guardé mi manuscrito, y habiéndome trasladado á esta capital a fines de mayo del presente
año, pensé desde luego en imprimirlo, por el bien que podía resultar á toda la
cristiandad de conocer los abusos de la corte romana” (Bruja, 8-9).
La tesis de que el teólogo “amigote de la curia romana” no es más que una
artimaña literaria se vería reforzada por las alusiones al ardid cervantino que
se hacen en el Prólogo, donde el autor declara “no soy francés”; “nací en el Toboso junto al palacio de Dulcinea” (Bruja, 21; la cursiva es nuestra), a lo que añade:
“De mi quinto abuelo fue catedrático el verídico Cide Hamete Benengeli, cuando
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Tal como señala Ramírez Aledón (2005a: 37), la decisión de “dar a conocer a toda
la cristiandad «los abusos de la corte romana»” que se describen en La Bruja constituía
una “decisión” que “comportaba riesgos en un asilado, que estaba siendo vigilado por
la policía gala y la española y bajo una monarquía –la de Carlos X– que perseguía la
disidencia política y religiosa con verdadera inquina”.
14
De tal aurora se hace eco Salvá en una obra que sí parece ser de su autoría, y
que tenemos previsto analizar en un futuro inmediato, titulada Relación de los hechos
heroicos con que el pueblo de París ha recobrado su libertad en los días 28, 29 y 30 de Julio de 1830;
extractada de varias obras francesas por Un Español Emigrado, testigo ocular de los sucesos. Se
refiere con ello Salvá a las, en palabras de Lafayette, “gloriosas jornadas de julio de 1830
que dieron al traste con la dinastía borbónica en Francia y abrieron una nueva etapa
de la mano de Luis Felipe de Orléans y la burguesía comercial y financiera en el poder”
(Ramírez Aledón 2005a: 38).
13
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andaba catando vinos por las bodegas de Valdepeñas” (Bruja, 25; la cursiva es
nuestra). De hecho, las referencias al Quijote no se limitan al Prólogo, sino que
se cuelan también en el cuerpo de la novela, donde leemos: “Bobo parece este
romero, dijo uno de ellos entre dientes: cuanto va que es español. Y manchego,
respondí yo; y aun hay en mi familia quien conoció á los nietos de Sancho Panza”
(Bruja, 122-123; la cursiva es nuestra).
Por otro lado, el hecho de que Salvá no hable, en sus frecuentes cartas a
su esposa y su hijo Pedro, de la redacción de La Bruja, podría tomarse, o bien
únicamente como una muestra más de precaución por parte del impresor
valenciano (cfr. Ramírez Aledón 2005a: 61), o bien, además de como señal
de la voluntad de ocultar este proyecto editorial a las autoridades españolas
–que revisaban la correspondencia privada de los disidentes emigrados–,
como un signo evidente de que el gramático valenciano no es el verdadero
autor de la obra.
Con respecto a la primera de estas dos posibilidades, una vez impresa La
Bruja, Salvá sí menciona esta obra a su hijo, en una carta de 22 de agosto de
1831, aunque para advertir de que uno de los ejemplares de la Gramática que
le envía a Londres no anuncia ni su aparición ni la de la Relación de los hechos
heroicos…15.
A favor de la segunda hipótesis, que Salvá no sea el autor de La Bruja, hablan diferentes hechos. Por una parte, tal como señala Ramírez Aledón (2005a:
83), “editar […] a nombre de uno sin mencionar el nombre del verdadero autor”, como parece haber ocurrido con esta obra, formaba parte de las “estrategias para burlar la censura o la condena inquisitorial, primero, y posteriormente de las autoridades eclesiásticas o civiles”. Por otra parte, está el propio
contenido de la novela, plagada de latinismos y referencias eruditas, que parece haber tenido que salir, necesariamente, de una pluma eclesiástica, docta
en cuestiones de historia y doctrina de la Iglesia católica, y conocedora de los
abusos perpetrados por un sinnúmero de papas durante sus respectivos pon-
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“Por un fardo que saldrá mañana por roulage acceleré para los de Malborough
Street recibirás 4 ejemplares satinados de mi Gramática, el uno para el señor Argüelles,
el otro para Trueba […], otro en cuyas cubiertas no se anuncia la Bruja ni la Revolución
de París, para que pueda presentarlo Seoane a ese embajador, a fin de que vea las conspiraciones en que yo me ocupo…” (Salvá, carta del 22 de agosto de 1831 a su hijo Pedro,
ápud Ramírez Aledón 2005b: 68); y cinco días más tarde le insiste en la misma idea: “Di
a Seoane lo que te prevenía en mi última, y pon el ejemplar satinado, cuya cubierta no
lleva anunciada la Bruja, a su disposición…” (Salvá, carta del 27 de agosto de 1831 a su hijo
Pedro, ápud Ramírez Aledón 2005b: 69; la cursiva es nuestra).
En las lindes del primer español moderno
tificados, entre ellos, la mezcla de la religión con el derramamiento de sangre,
las reiteradas injerencias de los sucesivos santos padres en el poder político de
diferentes monarcas de la cristiandad, con especial atención a los españoles, el
cuestionamiento de la donatio constantiniana o de las falsas decretales de Isidoro Mercator, el trato recibido por algunos embajadores ante la Santa Sede…
El perfil eclesiástico del autor se ve corroborado, además, por la descripción
que del autor de la novela se proporciona en las Dos palabritas del editor: un clérigo de avanzada edad, exiliado como Salvá, que se declara antijesuita, autor
de tratados sobre teología y sobre cuestiones relativas a la lengua española16.
Otra pista que sugiere una clara relación de La Bruja con la pluma de un
erudito crítico con la injerencia papal en asuntos políticos y preocupado por
la reforma de las prácticas religiosas (y, en particular, de las más externas)
la proporciona la refundición en el texto de un pasaje del Diálogo de las cosas
acaecidas en Roma (también conocido como de Lactancio y un arcediano) del conspicuo erasmista Alfonso de Valdés, pasaje en que se presentan irónicamente
los extremos del culto desaforado a las reliquias. El texto estaba entonces sin
duda poco difundido en España, pues no había conocido ediciones desde fines
del siglo XVI, la mayor parte de las cuales, además, se imprimieron fuera de la
Península17. Reproducimos a continuación un fragmento de ese pasaje en La
Bruja (1a) y en la princeps del diálogo valdesiano (1b):
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Este perfil encaja a la perfección con el de Joaquín Lorenzo Villanueva, canónigo,
capellán y doctor en Teología, que fue académico tanto de la Historia como de la Lengua
(cfr. Ramírez Aledón 2005a: 89).
17
El Lactancio fue muy polémico ya en su tiempo: motivó una airada respuesta del
nuncio Castiglione y entró en el Index de Venecia y Milán de 1554. En 1586 el protestante sevillano Antonio del Corro lo imprimió junto a sus Reglas gramaticales (con falso
pie de imprenta de París, pero en realidad en Oxford, Joseph Barnes, 1586), y hay que
esperar a 1850 para que surja una nueva edición en español (Madrid, Juan Aguirre), de
nuevo a impulsos de un protestante vinculado a Inglaterra, Luis de Usoz (cfr. Navarro
2010). Es evidente, pues, la relación de este texto con el pensamiento reformista, y en
particular con el ambiente intelectual del protestantismo inglés que Villanueva pudo
conocer de primera mano, pues en él se desenvolvían algunos exiliados españoles. El
autor de La Bruja, sin embargo, no manejó la edición de Del Corro, como muestra el
pasaje de (1): las ediciones tempranas cuentan cómo santa Elena “hizo hundir en almete” uno de los clavos de Cristo para su hijo Constantino; la forma hundir (variante con
aspiración inicial del actual fundir, que es la lección que trae Del Corro en su edición, p.
65) despistó a nuestro autor, que en La Bruja escribe “hizo hundir en el almete”, como si
se tratase del actual verbo hundir, confusión en que no hubiera incurrido de haber leído
fundir en la ed. de Del Corro. Hemos podido examinar los ejemplares de Múnich de la
princeps (por la que citamos el texto de 1b, actualizando solo puntuación, mayúsculas
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(1) a. Aquí tenemos un prepucio del Salvador, y otro hay en España. ¿No es esto
hacer burla de la sagrada y digna persona de Jesucristo? Una sola cabeza tuvo san
Juan Bautista, y dos se veneran, una aquí y otra en Amiens […]. De santa Ana se
veneran también dos cabezas, una en Lyon y otra en Dura, ciudad de Alemania. De
los tres clavos de que dice Eusebio haber estado pendiente el Señor en la cruz, echó
uno santa Elena en el mar Adriático […]. Otro hizo hundir en el almete para su hijo
Constantino (Bruja, 113-114)
b. Si vais a Dura en Alemaña os mostrarán la cabeça de santa Anna […], y lo mismo
os mostrarán en León de Francia […]. El prepucio de nuestro Señor, yo lo he v[i]
sto en Roma y en Burgos y tan bien en Nuestra Señora de Anversia; y la cabeça de
sanct Johan Baptista, en Roma y en Amians de Francia […]. Los clauos de la cruz
scriue Eusebio que fueron tres, y el vno echó Santa Helena, madre del emperador
Constantino, en el mar Adriático […], y el otro hizo hundir en almete para su hijo
(Valdés, Lactancio, fol. d2v).
2.2 Joaquín Lorenzo Villanueva, autor de La Bruja
Germán Ramírez Aledón, responsable de la presentación de la edición contemporánea de La Bruja (2005a), y a cuya autoridad hemos remitido ya en diversos puntos del epígrafe anterior, baraja como posibles autores de la novela
a Joaquín Lorenzo Villanueva, clérigo valenciano, próximo al círculo de Salvá
en el exilio, cuyos datos biográficos encajan perfectamente con la brevísima
semblanza que del autor de la obra se hace en las Dos palabritas del editor, y
al manchego Juan Calderón, sacerdote también, como Villanueva, lector de
filosofía, defensor de la Constitución y exiliado desde 1823 en Francia, donde
ejerce de zapatero (como el granadino Patillas, personaje que se menciona en
el Prólogo de La Bruja)18, y que más tarde, a partir de 1829, se traslada a Londres,
donde se hace pastor anglicano y profesor de lengua y literatura.
De mucho mayor peso que este indicio es la información que nos ofrece
una carta escrita en 1838 por “el presbítero peruano Francisco de Paula González Vigil, quien estaba preparando una obra sobre los abusos de la corte papal y entra en contacto con Vicente Salvá para pedirle una serie de libros que
necesita para su estudio” (Ramírez Aledón 2005a: 87), aduciendo, entre otras
y acentuación) y de la que Menéndez Pelayo (1880: 124-125) llamó “cuarta edición”, así
como un ejemplar de la “quinta” (BNE, R/31674) y otro de la “sexta”, esto es, la de Del
Corro (Oxford, Bodleian Library): los ejemplares muniqueses traen hundir (fol. D2v
y fol. D4v, respectivamente), como el madrileño (fol. D4v), lo que hace pensar que es
lectura común a todas las ediciones anteriores a 1586.
18
“Hay en él [se refiere al cuento que se vierte en La Bruja] ocurrencias raras, y no
oidas ni aun soñadas por Patíllas” (Bruja, 26-27).
196
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razones, las siguientes: “la primera porque [he] conocido la afición de V. a la
clase de materias que he escogido y es V. el editor del Tratado de la Regalía de
España por el señor Campomanes y de la preciosa Bruja, que por acá nos dicen
que es del señor Villanueva” (Reig 1972: 313, ápud Ramírez Aledón 2005a: 87), y
que apuntaría en la misma dirección que el hecho de que el ejemplar conservado en la Biblioteca Nacional contenga una anotación que atribuye también
la obra a Villanueva (cfr. figura 2).
Figura 2. Portada interior del ejemplar de la primera edición de La Bruja conservado en la Biblioteca Nacional de España
Con todo, Ramírez Aledón no concibe a Villanueva como autor en solitario
de La Bruja, sino que se inclina por pensar:
que la obra es de mano de Vicente Salvá, aunque con importantes contribuciones
de Joaquín Lorenzo Villanueva, quien la supervisaría e introduciría correcciones
y enmiendas. De ahí la extrañeza de que no hiciera éste una reseña o comentario,
como le manifiesta a su esposa. Como la había hecho por la misma época con la
obra emblemática de Salvá, la Gramática, para cuya revisión confió sobre todo en
los consejos de su amigo el sacerdote de Xàtiva (Ramírez Aledón 2005a: 91).
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A falta de una decisión clara sobre la autoría de esta novela anticurialística decimonónica por parte de expertos en la figura de Salvá como Ramírez Aledón, nos pareció que se imponía ir más allá de los datos, externos
todos ellos a la propia Bruja, a los que acabamos de hacer referencia, a fin
de efectuar un análisis interno de la obra, tanto en lo concerniente a sus
contenidos, como, sobre todo, a sus formas lingüísticas, y centrándonos,
dentro de estas, en los rasgos morfosintácticos. La adopción de este enfoque lingüístico “forense” aplicado a una época pretérita del idioma habría
sido, estamos convencidos de ello, absolutamente del agrado del autor de
La Bruja, quien, en un pasaje de la novela, propone justamente un procedimiento similar para dirimir si era posible atribuir o no una determinada
carta a san Pedro:
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Hízome gracia un alto personaje que entró mano á mano con san Pedro, pidiéndole que reconociese por suya una carta que suponía haberle escrito á Pepino. Muy
persuadido estaba él de que era auténtica, y de ella sacaba no sé qué argumentos á
favor de la autoridad temporal de sus sucesores. Dejóle frio el santo apóstol, contestándole que no había despachado jamas correo ninguno, y que para conocer si
aquella carta era suya, el mejor medio era compararla con las dos de la Biblia (Bruja, 66; la
cursiva es nuestra).
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Descartando, de momento, la autoría de Juan Calderón, nuestro ensayo
de filiación comenzó, por lo que respecta a los contenidos, con el cotejo
entre lo relatado en La Bruja y lo referido en Mi despedida de la corte de Roma
(en adelante MD), obra en verso, precedida por un medianamente extenso
Prólogo, y abundantísima en notas finales, escrita por Joaquín Lorenzo Villanueva (Barcelona, 1823) como reacción a la decisión de la curia romana
de “no conceder bulas á algunos de nuestros obispos electos”, debido a “sus
votos ú opiniones como diputados de Córtes” y, sobre todo, como respuesta
tras haber sido rechazado por el papa como “ministro plenipotenciario” del
Reino de España ante Roma, a causa de “las mociones que [este, es decir,
Villanueva] hizo y [de] los principios que manifestó en las Córtes siendo
diputado” (MD, II). Los resultados del cotejo nos permitieron identificar
numerosos paralelismos entre ambas obras. Valgan, únicamente como
muestra, los recogidos en las siguientes tablas, que no tienen pretensión
alguna de exhaustividad:
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En las lindes del primer español moderno
Bruja
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En esto vi salir á la plaza por la esquina del
templo una multitud de obispos y teólogos […]
A qué vienen estos á Roma? [...] Votaron [...] que
era de derecho divino la residencia de los obispos, y les ha entrado á unos tal temor, y á otros
tal ambicion de capelos, que vienen á desdecirse.
[...] contestó Vargas. Allá nos ha ido al concilio
una larga provision de estos “ingenios silvestres, engañadores y aduladores perpetuos del
papa, que ninguna alma tienen, ni otro intento
que su interes. Y así va todo, y la hacienda de
Dios por el suelo” (Bruja, 126-127).
¡Eclesiásticos débiles! […] vosotros los que anteponeis el interes privado, no vuestro, sino
ageno, á la causa pública: vosotros los que, por
una mal entedida piedad, abris ó dejáis que
se abran portillos al muro de la Constitucion:
vosotros los que incautamente lisongeais á la
curia en los planes con que ayuda ella contra
España á potencias enemigas de la iglesia
católica: alegraos, esperad mucho, Roma os
protegerá, os ecsaltará, lloverá sobre vosotros
honores y títulos [...] á vosotros os alcanza lo
que en tiempo del concilio de Trento decia á
Felipe II el embajador de Roma D. Francisco de
Vargas [...] (MD, III-IV).
Bruja
MD
Teníase allí por doctrina inconcusa, que es esclusiva del papa la facultad de ordenar el oficio
eclesiástico. Tratáronme de jansenista, porqué
indiqué acerca de esto la indisputable autoridad de los obispos (Bruja, 111)
Decíanse cosas que escitarían la risa, si se publicasen. Por allí andaban a vueltas el cardenal
de Luc, Farinacio y Baronio. Antojósele al prelado presidente, llamar falsas las Decretales de
Isidoro (Bruja, 85)
¿Y cuándo comenzó á creerse necesaria la
confirmacion de los obispos por el Papa? En
los siglos medios, cuando se hallaba sepultada
la Europa en una lastimosa ignorancia de las
fuentes del derecho canónico. Contribuyeron
á esto las Decretales fingidas por Isidoro Mercator (MD, n. 31)
Bruja
MD
Predica, predica, decía yo para mí, que ya vendrá Pio VII, lamentándose de haber caido en
tiempos calamitosos y de grande humillacion para
la esposa de Jesucristo, en que al papa no le es posible practicar, ni tiene medios de renovar las santas
máximas del destronamiento de los reyes (Bruja, 129).
¿Quién creyera que este procedimiento de
aquellos Papas que ha merecido la desaprobacion y la detestacion de todos los buenos,
fuese actualmente mirado por la curia romana
como modelo de la conducta de los Pontífices,
de cuya imitacion solo se creen escusados por
los que allí se llaman tiempos calamitosos en que
se vé humillada la iglesia? […]
Buena prueba de esto es la instruccion que
Ntro. Smo. Padre Pio VII dió al Nuncio de
Viena el año 1805; en la cual despues de asegurar que los súbditos de un príncipe herege
quedan libres de toda obligacion en órden á
él, y dispensados de toda fidelidad y homenage, añadia: “[…] A la verdad hemos venido
á caer en tiempos tan calamitosos y de tan
grande humillacion para la esposa de Jesucritsto, que no le es posible practicar, ni tiene medios de renovar tan santas mácsimas,
viéndose constreñida á interrumpir la serie
de sus justos rigores contra los enemigos de
la fé […]” (MD, n. 6)
199
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Que
Para el cotejo morfosintáctico, cuyos resultados constituyen el grueso del
epígrafe siguiente, tuvimos en cuenta los datos arrojados por el análisis, ya
efectuado en Octavio de Toledo, López Serena (2015a), de la lengua escrita de
Salvá en I&C, y de la lengua descrita y prescrita por este mismo autor en su Gramática, y los comparamos con los procedentes del examen, efectuado ahora
expresamente para el presente trabajo, de las formas lingüísticas atestiguadas
en la sintaxis tanto de MD como de una segunda obra de Villanueva, Vida
literaria (en adelante VL) (Londres, 1825).
3. Rasgos morfosintácticos característicos de la lengua
elaborada del periodo: análisis comparativo
appa
A fin de comparar la lengua de La Bruja tanto con la de Salvá (I&C) como con la
de Villanueva (VL y MD), hemos seleccionado un conjunto de rasgos que, ya
en el análisis de las descripciones metalingüísticas ofrecidas por Salvá en su
desempeño como gramático y lexicógrafo, ya en el de los datos lingüísticos de
I&C (cfr. Octavio de Toledo, López Serena 2015a), se habían revelado como sujetos a patrones de selección determinados por el seguimiento de una norma
(tácita o explícita) de prestigio escritural asociada al fomento de la (máxima)
distancia comunicativa19. El recurso a estos fenómenos (o la observancia de
determinadas restricciones en su empleo) implica un alto grado de planificación lingüística por parte del escribiente, que los selecciona conscientemente
como marcas sintomáticas de adhesión a un estándar de la lengua altamente elaborada (lo que no significa, claro está, que los aplique necesariamente,
como si de automatismos gramaticales se tratara, en cada entorno donde ello
es posible). En general, tales usos resultan divergentes (en términos de frecuencia, cuando menos) respecto del comportamiento lingüístico que cabe
observar en textos contemporáneos e incluso anteriores no identificados con
esa norma de prestigio concreta, que bien pueden constituir, por otra parte, la
mayoría de la producción letrada en una época dada: así, los datos que poseemos para la enclisis pronominal con formas finitas en el siglo XVIII (cfr. por
ejemplo Carrera 2003; Girón 2008, 2012; Octavio de Toledo 2016a) indican un
progresivo declive de esta configuración en inicio absoluto de periodo (el último entorno en que fue corriente) a medida que avanza el Setecientos, y este
es también el siglo en que van asentándose las formas del relativo compuesto
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Cfr. supra n. 4.
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el que tras preposición (el chico del que te hablé: cfr. Girón 2004a; 2009; Guzmán
2012; Octavio de Toledo 2016b: 77-78); pero, como veremos, las obras que nos
ocupan prodigan la enclisis y rechazan los relativos compuestos en un grado
que no se corresponde en absoluto con las evoluciones sugeridas en las investigaciones recién citadas (y que se corroboran, por ejemplo, en un corpus de
cartas de principios del XIX: cfr. Octavio de Toledo, Pons 2016); el gusto por la
enclisis anticipa, en cambio, su abundante uso posterior en la novela histórica
del primer Romanticismo o en la narrativa de Pérez Galdós (cfr. Buffum 1926;
Octavio de Toledo, Pons 2009: 165-166), productos escriturales sin duda atenidos a unas formas de cultivo de la lengua elaborada afines a las de los textos
que aquí analizamos.
El primer rasgo que tendremos en cuenta es, justamente, la posposición
de los pronombres átonos al verbo finito en el arranque de los periodos oracionales20. En I&C, la enclisis resulta muy minoritaria frente a la proclisis (111
casos de esta por tan solo 16 de aquella, apenas un 12,5% del conjunto), si bien
aumenta significativamente, hasta el 22% (15 casos de 67), con los tiempos narrativos (pretérito simple e imperfecto). En La Bruja, en cambio, la enclisis es
sistemática en ese contexto con cualquier tiempo verbal (104 casos: 12 con el
presente, 23 en imperfecto y 69 en pretérito simple), mientras en VL asciende
al 96% (137 de 143 casos: las excepciones, como puede verse en 1a, se dan con
diversos tiempos verbales), y en MD, al 85% (17 de 20 casos: las tres excepciones, en 1b), lo que muestra una afinidad claramente mayor entre La Bruja y las
obras de Villanueva.
(1) a.
Se me olvidaba un hecho notable que oí al señor Roda (VL, III, 30) Me regaló
los Concilios mexicanos (VL, IX, 77) Me he visto precisado a poner de manifiesto
[…] (VL, Prólogo, ix)
20
En otros contextos, la enclisis es prácticamente inexistente: I&C presenta dos
casos tras el nexo copulativo y (I&C, I, 89: “Su aspecto era […] serio y desdeñoso cuando
quería, y queríalo muy a menudo”), mientras VL trae otros dos casos tras la conjunción adversativa mas (VL, III, 24: “mas guardóse de mostrar los dientes al gobierno”).
Recordamos que la enclisis en inicio de periodo se describía como posibilidad sintáctica en términos favorables en la Gramática de Salvá (“Los afijos se usan con mucha
oportunidad después del verbo si este principia el periodo o cualquier oración de él;
pero suenan menos bien, y hay casos en que son intolerables, si no la comienzan”:
Salvá [1830-1847] 1988: 376), lo mismo que, un tercio de siglo antes, en la GRAE (1796:
341-342), si bien esta añadía la recomendación prescriptiva de que “se debe usar de esta
construcción con cautela y parcamente”.
201
Herencia e Innovación en el español del siglo XIX
b.
¿Sufrirá esto España? ¿Se le han cerrado todas las puertas? ¿No le quedan
recursos legales? Le quedan: en su mano los tiene (MD, Prólogo, vii)
¿Se le miente por ventura cuando se le entrega [sc. al obispo el báculo]? (MD, 31)
Es característica de la lengua elaborada entre 1650 y 1850 la tendencia a
evitar la concordancia negativa mediante la anteposición al verbo finito de
los sintagmas que incluyen a los indefinidos nada o ningún (nada sé mejor que
no sé nada, ninguna duda tengo mejor que no tengo ninguna duda: cfr. Octavio de
Toledo 2014a), de acuerdo con un prejuicio metalingüístico basado en la idea
de que la “doble negación” que se activa cuando el indefinido se pospone constituye un pleonasmo, cuando no una contradicción (pues en el latín, tomado
como lengua modelo, la doble negación es afirmativa)21. En I&C, la anteposición de nada asciende al 80% (49 casos, frente a 12 del tipo no V nada), mientras
la de ningún / ninguno es solo la mitad de frecuente (8 casos por 13 de no V {ninguno / ningún N}, o un mero 38%). En La Bruja, en cambio, la anteposición es sistemática tanto con nada (5 casos: cfr. 2a) como con ninguno y ningún N (otros 5
casos: cfr. 2b), pero es igualmente sistemática la concordancia negativa cuando el cuantificador se pospone al nombre (no V [N ninguno]SN; 4 casos, cfr. 2c).
Tanto MD como VL coinciden con La Bruja en el respeto escrupuloso de esta
doble regla (nada / ninguno / ningún N frente a no … N ninguno; cfr. 2de)22, mien-
En la gramaticografía española, esta evaluación prescriptiva arranca del mismo
Nebrija: “Nuestra lengua enesto peca mucho; poniendo dos negaciones por una, como
si dixéssemos no quiero nada, dizes ala verdad que quieres algo” (Nebrija [1492: 52r]
2011: 135). Dentro de las obras de Salvá, la observación más explícita se encuentra en
su refundición (junto con Antonio Alcalá Galiano) del Arte de traducir de Capmany, pues
cabe entender que se adhiere a la doctrina de este acerca de la concordancia negativa en
francés (“El adverbio NE. Su primer uso es recargar por una especie de redundancia las
palabras negativas, como rien, nul. En la traduccion se suprime”: Capmany [1776] 1835:
80), ilustrada con abundantes ejemplos en que es sistemática –frente al correspondiente ejemplo francés– la anteposición de los cuantificadores negativos (“Il n’en fera rien.
Nada de esto hará”; “Cela ne prouve rien. Esto nada prueba”; “On ne le trouve nulle part.
En ninguna parte se halla”; “Il ne dit rien contre. Nada dice en contra”: Capmany [1776] 1835:
79-80, 104).
22
En concreto, VL muestra seis casos y MD otros tres del tipo nada sé, por ninguno
del tipo no sé nada. Los sintagmas con ningún se anteponen al verbo en un caso de VL
(“que por ningún caso publicasen ni imprimiesen edictos sin su real permiso”: VL, III, 31)
y en seis ejemplos de MD, sin que haya, de nuevo, ejemplos de colocación posverbal
de estos sintagmas: un aparente contraejemplo (“Pero no acceptó ni reconoció a ningún
primado nacional”: MD, 32) es en realidad una cita literal de una obra de Juan Francisco
Masdéu. Conviene advertir que entran en nuestros cómputos solo los casos en que
el sintagma que contiene el cuantificador negativo se localiza en la misma oración
21
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En las lindes del primer español moderno
tras que en I&C se encuentran casos de concordancia negativa tanto si ningún
aparece a la izquierda del nombre como si figura a su derecha (2f).
(2) a.
b.
c.
d.
e.
f.
Nada sé yo de ese trato, dijo el mancebo (Bruja, 35)
A ninguno de ellos conocí (Bruja, 54)
aduladores perpetuos del papa, que ninguna alma tienen (Bruja, 127)
que no había despachado jamás correo ninguno (Bruja, 66)
Estrañé aun más que esto el que nada me hubiese prevenido el obispo (VL, II, 7)
en materias que ninguna conexión tienen con el dogma (MD, Prólogo, vi)
porque no llegó [la Inquisición] a hacerme sobre ello cargo ninguno (VL, IV, 39)
Un obispo, cuando se consagra, no recibe jurisdicción ninguna (MD, 31)
porque la intendenta no perdía diversión ninguna (I&C, II, 218)
Mi primer ensayo no surtió ningún efecto (I&C, I, 92)
La manifestación en los textos del leísmo y el laísmo está sujeta, a fines del
siglo XVIII y en la primera mitad del Ochocientos, a la actuación de diversas
normas de prestigio en conflicto, y ambos fenómenos son objeto de un intenso debate metalingüístico (cfr. por ejemplo Gómez Asencio 1989; Brumme
1997: 218-251; Klein-Andreu 2000, 2008; Sáez 2008; Gómez Seibane 2013: 1350)23. En I&C, Salvá muestra un uso coherente con sus postulados gramaticales (cfr. Octavio de Toledo, López Serena 2015a: 153-158): laísmo ausente (o muy
del verbo finito: en dos casos de incrustación en una completiva de infinitivo, MD
no extrae el sintagma y se da, por tanto, concordancia negativa: “me remito a la fama
pública, a la cual no pretendo añadir nada” (MD, 54); “no están obligados a abrazar
ninguna de las doctrinas sobre las reservas del Papa” (MD, 38). En cuanto al distinto tratamiento que recibe el sintagma en que ningún figura tras el nombre (cfr. 2f), VL ofrece
siete casos y MD otros seis de esta configuración sintáctica, todos ellos pospuestos al
verbo y, por tanto, con concordancia negativa.
23
Como señala Fernández-Ordóñez (1999: 1322, n. 8), la idea de que la valoración
social de estos fenómenos incide en su reflejo en los textos “resulta especialmente
acertada para los datos recogidos desde principios del siglo XIX […] hasta el momento
actual” en razón de su aceptación o condena por parte de los gramáticos, y en particular
de la RAE. De nuevo, el efecto de las propuestas normativas se deja sentir más sobre la
lengua elaborada, mientras que su impacto es claramente mucho menor en un corpus
de cartas privadas como el recogido por Vaamonde (2015), quien muestra que las cifras
de leísmo y laísmo en el primer tercio del siglo XIX solo decrecen ligeramente respecto
de las del XVIII en esa clase de textos (cfr. también los datos de documentos de la inclusa
de Madrid en Díaz, Martínez, Sánchez-Prieto 2012: 50). En cambio, las cartas dirigidas a
la Junta Central estudiadas en Octavio de Toledo, Pons (2016) muestran una clara inhibición del laísmo y del leísmo con inanimados que probablemente obedece a una norma
de prestigio extendida entre las clases medias y en documentos de formalidad relativamente alta, norma coincidente, por otra parte, con la que acabará propugnando Salvá.
203
Herencia e Innovación en el español del siglo XIX
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residual) y leísmo sistemático con OD animado singular (mientras el plural es
casi siempre los, muy rara vez les), inexistente con OD inanimados concretos
y alternante con singulares abstractos (3a). Tampoco La Bruja o los textos de
Villanueva muestran laísmo, y en todos ellos es igualmente sistemático el empleo de le con inanimados singulares y de los con cualquier OD plural24. Pero
el uso diverge claramente del de Salvá con los inanimados singulares, pues no
solo no es infrecuente la referencia con le a entidades concretas tanto en La
Bruja como en VL (3b), sino que, lo mismo con estas que con las abstractas (3c),
el leísmo en este entorno es claramente dominante en La Bruja (11 casos, por
solo 2 con lo: 3d) y solución exclusiva en VL y MD25.
(3) a.
b.
c.
¿Mi secreto? Está en mi corazón […]. Respétale. Tú te arrepentirías de
habérmelo arrancado (I&C, I, 151)
vimos el sepulcro de Inocencio VIII. Estábale tambien observando un abogado
boloñés (Bruja, 52)
sacó del bolsillo el edicto impreso, y me le hizo leer (Bruja, 118)
solo me dejó ver el paquete de los autos sin consentir siquiera que le abriese
(VL, IV, 39)
el famoso telescopio construido por Erchel, que […] solo había servido para
que observasen la luna muchos personajes de Madrid, recatándole únicamente
de los que tenían ojos para mirar con provecho (VL, VI, 57)
¿cómo es que este zelo […] le guardó su Santidad para cuando se hubiese
sentado aquel rey en el trono despótico? (Bruja, 144)
la supremacía temporal del papa […] y su monarquía y obispado universal,
en el sentido en que le sostienen los que […] le han dado derechos que no le
concedió el Salvador (MD, Prólogo, v)
engogmail.com 180
24
No consideramos casos significativos de leísmo plural los ejemplos de les en
la secuencia con se impersonal (“es muy útil que se les condene sin ser oídos”: Bruja,
74) o en las construcciones con un infinitivo dependiente de un verbo de percepción
(“yo mismo, respondió, les he oído alguna vez echar esas cuentas”: Bruja, 106): para el
predominio histórico de las soluciones leístas en el primer caso, cfr. Santiago (1975);
para la alternancia de le(s) y lo(s) en el segundo contexto en áreas tanto leístas como
“distinguidoras”, cfr. Fernández-Ordóñez (1999); para los orígenes históricos de leísmo
y laísmo, cfr. además, con carácter general, Fernández-Ordóñez (2001).
25
En VL, que presenta un número de ejemplos suficiente para establecer generalizaciones firmes, ascienden a 27 los OD inanimados singulares referidos por le. En
cuanto a los OD plurales, VL muestra uniformemente la forma los en los 19 casos de
pronominalización que hemos contabilizado, lo mismo que MD en 11 casos y La Bruja
en los 6 casos análogos. Los casos de OD animado singular con le son 197 en I&C, 40 en
La Bruja, 59 en VL y 8 en MD, lo que permite afirmar con total seguridad que se trata
de la solución única en ese entorno.
204
En las lindes del primer español moderno
d.
no era prudente que me aventurase a dar sobre ello un dictamen que no se
me pedía y que, aun llegando a darle, estaba en el orden de los tiempos que
fuese despreciado (VL, X, 98)
Y ¿toma ese dinero el gobierno pontificio? le pregunté. No solo lo toma,
contestó, sino que […] (Bruja, 105)
No había yo reparado en un tribunal que había en el testero de esta feria.
Cuando lo eché de ver, y sentado en él un personage, pregunté quién era
(Bruja, 133)
El doblado de sintagmas dativos mediante un clítico correferente se fue
haciendo corriente más allá de su nicho sintáctico originario (las oraciones
de experimentante dativo, con el sintagma generalmente antepuesto al verbo:
cfr. Elvira 2014) entre 1650 y el primer tercio del siglo XIX (cfr. entre otros
Girón 2002, 2012; Sáez 2003; Flores, Melis 2005; Melis, Flores, Bogard 2003;
Dufter, Stark 2008; Barraza 2008; Melis, Flores 2009; Gabriel, Rinke 2010; Vázquez Rozas, García Salido 2012; Octavio de Toledo 2016a), con un notable incremento de frecuencias a lo largo del mismo Ochocientos (cfr., además de varios
de los trabajos recién citados, Ibáñez 2008 y Company 2012)26. Los dativos an-
Como es normal en la época y reflejan las gramáticas (para la de Salvá, cfr. Octavio
de Toledo, López Serena 2015a: 158-161), la duplicación es prácticamente sistemática en todos nuestros textos con los pronombres personales, lo mismo si funcionan como objetos
directos (OD) que si son dativos, y tanto si se anteponen como si se posponen al verbo
(para ejemplos de I&C y el peculiar estatuto de usted, cfr. de nuevo Octavio de Toledo,
López Serena 2015a: 158-161): “a mí no me han hecho agravio ninguno” (Bruja, Prólogo,
23), “y a mí no me incomoda” (VL, III, 29), “¿qué cicerone me esplica a mí desde esta altura
quiénes son aquellos animalejos […]?” (Bruja, 35), “Así me pareció a mí también primero”
(VL, Prólogo, iii), “por enriquecerlos a ellos” (MD, 16). La duplicación puede inhibirse cuando
el pronombre se coordina con un sintagma no pronominal: “esta que llamo vida literaria
parece pertenecer Ø a mí solo y a mis escritos” (Prólogo, iii), “mi madre se proponía descubrir
algo que no Ø fuese favorable al conde y a mí” (I&C, II, 230); existen también, no obstante,
ejemplos con doblado: “privándolos de sus estados, y del derecho de suceder a la corona
de Francia, a ellos y a sus sucesores” (MD, 52), “mandándole comparecer a él y a otros” (Bruja,
80). Además, está muy generalizada la duplicación del OD antepuesto no pronominal (9
casos en VL y 5 en MD, por ninguno sin doblado), con alguna excepción en La Bruja (19
casos con duplicación por 4 sin ella): “Estas contestaciones de los obispos las publicó […] el
canónigo Llorente” (VL, VII , 63), “Esta máxima la autorizó Pascual II” (MD, 49), “los primeros
cimientos de esta casa los echó Urbano II” (Bruja, 119), “No alcanzo [...] por qué estrañáis que
a los ministros de vuestro rey Ø vilipendie un papa que […] ha tratado de bastarda y de ilegítima a nuestra reina” (Bruja, 84). Presenta aún una situación alternante la anteposición
de las anáforas textuales es(t)o (que, por otro lado, pueden activar el doblado cuando se
pospone, a diferencia de lo que ocurre en la norma actual): “Eso de destripar cuentos lo
aborrezco de muerte” (Prólogo, 26), “esto lo sufrieron de boca del cardenal Caraffa a prin26
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tepuestos se duplican generalmente en todas las obras analizadas cuando se
refieren a entes animados, con independencia del tipo de dativo implicado (4a;
hay alguna excepción ocasional: 4b)27, mientras que un núcleo no animado
parece inhibir el doblado (4c; de nuevo, hay alguna excepción: 4d)28.
cipios del siglo XIX todos los obispos” (MD, 33), “Esto Ø refiere el obispo de Salamanca
González de Mendoza” (MD, 51), “Expúsolo esto al rey el mismo obispo en una enérgica
representación” (VL, X, 88).
27
En I&C localizamos 10 ejemplos con sintagma dativo animado antepuesto,
todos con doblado clítico menos dos con anteposición de un cuantificador negativo
(“A nadie se Ø ocultaban mis aventuras”: I&C, II, 261). En La Bruja, de 16 ejemplos semejantes solo carece de doblado uno, inserto en una oración de relativo (“a quien quería
persuadir aquel papa, que a él y a los demás pontífices Ø fueron dichas las palabras: Yo
te establecí sobre reyes y reinos”: Bruja, 54), situación que afecta a una de las 5 excepciones –frente a 4 casos con doblado– en MD (“el consejo que a Julio II Ø dieron desde
Bolonia”: MD, 53), mientras otra se da con un pronombre interrogativo (“¿A quién no
Ø admira este repentino desconocimiento del derecho […]?”: MD, 40) y otra más con
un sintagma que contiene el cuantificador universal todos (“Jesucristo, el cual a todos
Ø dijo después de su resurrección”: […]: MD, 44). En VL, en fin, entre 12 casos de este
tipo solo falta el doblado en uno en que el dativo antepuesto se corresponde con una
oración de relativo genérica (“Al que estrañare la claridad con que hablo […] Ø ruego
dos cosas”: VL, Prólogo, viii). Las oraciones de relativo tienden a inhibir el doblado de
dativos con carácter general, y la ausencia de duplicación con los cuantificadores
nadie y todos antepuestos (también en función de OD) se documenta igualmente en
I&C (“Todo el mundo me era odioso, a todos Ø temía”: I&C, II, 255; “y, sin embargo,
a nadie Ø cometería el encargo de cuidarla”: I&C, I, 106). Cabe pensar, pues, que la
activación del doblado depende aún muy estrechamente de las propiedades de tópico del sintagma antepuesto (cfr. Leonetti 2008), por lo que el fenómeno solo se da
si el núcleo es, cuando menos, específico, circunstancia que no concurre ni en los
indefinidos negativos, ni en el interrogativo quién en el contexto genérico citado (cfr.
¿{Alguien / Quién} teme al lobo feroz?) ni en el cuantificador todos con interpretación
no distributiva (esto es, cuando significa ‘todos en general’ y no ‘todos y cada uno’;
cfr. por vía de contraste el doblado del siguiente ejemplo: “en el tiempo mismo en que
a todos los que venían a visitarme se les decía que estaba gravemente enferma”: I&C,
II, 257). Si excluimos de los cómputos estos ejemplos en relativas y con los mencionados elementos gramaticales, el doblado con dativos animados prepuestos al verbo
resulta ser sistemático en todas las obras analizadas excepto MD, que presentaría dos
contraejemplos (ambos recogidos en 4b).
28
En I&C se dan 3 casos de dativos inanimados antepuestos, todos ellos sin
doblado, igual que en 2 casos localizables en La Bruja y en los 4 que ofrece MD;
solo en un caso de La Bruja y dos de VL, pues, aparece duplicado algún dativo de
este tipo, si bien en VL quedan en clara minoría frente a 7 casos en que no se da la
duplicación.
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¿quién sabe si lo que a mi mujer le pasó por la cabeza en aquel primer pronto
se le ocurrirá también a algún otro? (I&C, II, 229).
A mi hermana le han quitado la vida los pesares (I&C, II, 199)
No me he olvidado de ninguno de mis criados. A […] los más antiguos les
señalo una pensión (I&C, II, 279)
A Pio VI le preguntaban algunos áulicos qué pensaba hacer del nuncio de
España (Bruja, 58)
A san Pedro se le dijo: “mi iglesia, a ti te la encargo” (MD, 31)
todo se dice delante de los niños y a estos nada se les escapa (I&C, 82)
a otro le dio un medio patatús (Bruja, 126)
Porque a los pastores Ø compete castigar a sus ovejas (MD, 23)
Al cual, y a otros pocos que se alborotaron al oír aquella verdad incontestable, Ø
dijo el arzobispo de Granada [...] que ellos eran los cismáticos (MD, 51)
al aire imperioso que constantemente había yo guardado Ø había sucedido la
timidez más excesiva (I&C, I, 92)
Mas si a estos clamores no Ø hubiésemos hecho oídos de mercader, ya
pudiéramos irnos todos a los hospicios (Bruja, 91)
Al comercio Ø dio grande ilustración la obra que en aquel tiempo publicó el
duque de Almodóvar (VL, III, 16)
A este atentado Ø han hecho frente a viva fuerza los gobiernos sabios y
enérgicos (MD, 52)
que a muchos libros de esta clase que conozco yo les ha cabido igual suerte
(VL, Prólogo, iii)
Pero a este triunfo le echó un jarro de agua fría un arriero catalán (Bruja, 136)
est
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Donde se dan importantes divergencias, sin embargo, es en el doblado de
los sintagmas dativos (no pronominales) pospuestos al verbo finito, puesto
que I&C prácticamente proscribe la duplicación en este entorno, de acuerdo
con la evidente intervención de una norma de prestigio no explícitamente
formulada por Salvá, pero respetada escrupulosamente en los ejemplos de
su Gramática (Octavio de Toledo, López Serena 2015a: 161)29. Las excepciones,
en número de ocho (frente a 174 contextos en que no se duplica, lo que arroja apenas un 4% de doblado) se dan casi exclusivamente con la secuencia
En los documentos de comienzos del Ochocientos editados por Octavio de
Toledo, Pons (2016), la duplicación en este entorno resulta ser más frecuente que su
ausencia, y en textos de los dos últimos tercios del siglo XVIII se situaba ya con frecuencia en cifras de entre el 30% y el 40% del total de contextos posibles (cfr. Girón
2008, Company 2012, Octavio de Toledo 2016a). Es evidente, pues, que en I&C se da una
evitación deliberada de un doblado que cabe suponer ya mucho más generalizado en
registros menos formales y constelaciones discursivas menos ligadas a la distancia
concepcional.
29
207
Herencia e Innovación en el español del siglo XIX
de clíticos se lo = dativo + OD (5a)30. El porcentaje general de duplicación
es semejante en MD (3%) y, en cambio, significativamente mayor –aunque
nunca muy elevado– en las otras dos obras (21% en La Bruja, 12% en VL)31.
Pero, sobre todo, tanto La Bruja como las obras de Villanueva no presentan,
a diferencia de I&C, la asociación del fenómeno con una secuencia específica: bastan para comprobarlo los tres ejemplos de MD (5b), obra en la que
el doblado es, por lo demás, tan escaso como en I&C. En VL se encuentran,
entre otras, duplicaciones con dativos que no son objetos indirectos (5c), con
referentes inanimados (5d) o dentro de oraciones relativas (4 casos: 5e; cfr.
el primer caso de 5b). Y es suficiente con una pequeña muestra de ejemplos
de La Bruja para revelar en esta obra un uso mucho más cercano al de VL y
MD que al de I&C (5f), con interesantes pares de entornos idénticos o semejantes (5gh) cuya alternancia respecto del doblado se antoja muy alejada de
la norma seguida por Salvá. Los factores que regulan la duplicación en este
entorno para La Bruja, MD y VL son, en definitiva, más complejos y menos
predecibles que en I&C.
30
Hay, en concreto, 6 ejemplos del tipo de (5a) en I&C, más otro –quizá asimilable a los anteriores– de una secuencia se le en que el elemento se no es un dativo
y sí lo es le (“¿quién sabe si lo que a mi mujer le pasó por la cabeza en aquel primer
pronto se le ocurrirá también a algún otro?”: I&C, II, 229), de modo que solo se da un
caso de doblado con dativo pospuesto que no responda a este patrón (“-Vea usted
allí a nuestra enemiga -le dije al conde, señalándosela con el dedo”: I&C, II, 213). Por
otra parte, el doblado en I&C se da en 6 de los 9 casos en que existe un sintagma
dativo posverbal y se pronominaliza el OD, lo que sugiere una asociación notable
del doblado con el entorno de doble pronominalización (he aquí las excepciones: “De modo, hija mía, que no te sorprendería el que alguno aspirase a mi mano. - Por el
contrario […]. Lo que sí me admiraría sería que usted Ø la otorgase a alguno”: I&C, I,
94; “tus abuelos paternos presentaron como pretendiente al marqués de Valpuesta
e hicieron que Ø le recomendasen a tu madre todas las personas capaces de dar
peso a su demanda”: I&C, II, 194; “me creyeron realmente enferma y Ø lo hicieron
saber a mi madre”: I&C, I, 123); es decir, que no solo la gran mayoría de los doblados
se producen en entornos con OD y dativo en que se pronominaliza el OD, sino que
lo contrario parece ser también cierto: en la mayoría de dichos entornos se activa
el doblado.
31
Hay en I&C 127 casos sin doblado con referente animado concreto y 47 con
referentes abstractos; en La Bruja se dan 19 ejemplos con doblado frente a 71 sin él (58
con animados, 13 con abstractos); en VL son 21 los casos de doblado, por 159 en que no
se duplica (117 animados, 42 abstractos); en MD, en fin, los 3 ejemplos de doblado se
contraponen a 93 en que no lo hay (75 animados, 18 abstractos).
Que
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(5) a.
me prometía […] acostumbrarle a que me viese con más frecuencia y quitársele
después a la Teresita (I&C, I, 102)
No me ha sido permitido escoger la mano de la cual hubiera querido recibir
los bienes de fortuna […]. Se los debo a tu hermana (I&C, I, 184)
la leyó para sí y […] se la leyó también a los circunstantes (I&C, II, 228)
- […] sabes poner una cara… -¿Y qué? ¿Querías que se la hubiese puesto
buena a ese mequetrefe? (I&C, II, 246)
El báculo que se le entrega al obispo cuando se consagra (MD, 31)
Y antes de su Ascensión les dio a todos potestad de predicar el evangelio por
todo el mundo (MD, 44)
Disputarle al papa su poder es un sacrilegio (MD, 29)
Constábale a Torregiani que […] (VL, III, 31)
contesté que mejor le estuviera a aquel religioso santificar el tiempo […] en
combatir las máximas corruptoras de las buenas costumbres (VL, IX, 79)
con solo quitarle una línea a la vara española (VL, V, 47)
solía lamentarse [Carlos III] de la triste suerte que a su juicio les aguardaba a
los españoles después de su fallecimiento (VL, V, 41).
Mucho tiempo duró la rechifla de los sacerdotes que le besaban la mano a
la santa (VL, X, 93)
trato […] de probarles a esos testarudos incrédulos que no se han estinguido
[…] las brujas (Bruja, Prólogo, 23-24)
Otro tanto le dijo a un labrador (Bruja, 131)
Antojósele al prelado presidente llamar falsas las Decretales de Isidoro (Bruja, 85)
y les ha entrado a unos tal temor, y a otros tal ambición de capelos, que
vienen a desdecirse (Bruja, 127)
una carta que suponía haberle escrito a Pepino (Bruja, 65)
ciertas cartas que Ø escribió Garcilaso al duque de Alba (Bruja, 82).
Por dispensas de segundo grado le pedían a uno 1500 ducados (Bruja, 130)
cada semana Ø pagan las rameras al papa un julio (Bruja, 105)
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c.
d.
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f.
g.
h.
oe
-bo
ok
app
arti
ene
a jo
sel
uis
.ram
También el uso de los pronombres relativos, como ya hemos apuntado,
está sujeto en este tiempo al influjo de patrones normativos hoy desvanecidos (y así ha sido, de hecho, a lo largo de la historia del idioma: por ejemplo,
Pountain 2008, Verdonk 2008). Mientras quien (referido ya únicamente a antecedentes animados)32 se prefería en la lengua elaborada para el uso oblicuo
(esto es, tras preposición: la mujer con quien hablé), en este entorno era, en
cambio, muy esporádico el recurso a que (6a), claramente dominante con antecedentes inanimados (la casa de que te hablé). Además, el relativo compuesto
el cual mantiene una importante presencia (que perderá ya en el siglo XX,
Verdonk 2016), y es la única forma que comparece habitualmente en todos
Para su aparición con referencia a entidades inanimadas en los siglos XVII y
XVIII, cfr. Morala (2006) u Octavio de Toledo (2016a).
32
209
irez
lue
ngo
s
Qu e
Herencia e Innovación en el español del siglo XIX
los entornos posibles (incluidos los no oblicuos con antecedente inanimado,
en los que es solución exlusiva: 6b). Estas tendencias de uso son comunes a
las cuatro obras, como muestra la tabla 1. Sin embargo, I&C recurre ocasionalmente al relativo compuesto el que en entornos oblicuos (6c), empleo ya
difundido en la lengua de principios del XIX (Octavio de Toledo, Pons 2016),
pero que tanto La Bruja como las obras de Villanueva evitan rigurosamente.33
Además, I&C prefiere claramente (lo) que a lo cual como anáfora referida a un
segmento de discurso previo (6 casos de lo cual por 16 de (lo) que: 6d), mientras La Bruja y las obras de Villanueva solo registran (con una excepción,
naturalmente sin lo: 6e), la anáfora lo cual en los mismos contextos (2 casos
en La Bruja, 3 en MD y 10 en VL).
(6) a.
b.
c.
d.
ya otros viciosos, de que no está exenta la corte de Roma (Bruja, 70).
La multitud de estatuas colosales […]; las cuales podrán hacer juego con la
grandiosidad del edificio (Bruja, 40)
las notas y observaciones que van al fin, las cuales deben mirarse como
ensayo (MD, Prólogo, ix).
se me encargó el sermón de exequias, el cual no se imprimió (VL, IV, 36)
no tenemos más que un instante de tiempo, el cual va a decidir de la suerte
de usted (I&C, I, 122)
¿Cuál será el bien precioso por el que todavía suspiraba? (I&C, I, 170)
por sus virtudes, en las que es un modelo de su excelente padre (I&C, II, 282).
esperaba adquirir de ella algunos datos que le eran indispensables, en lo que
no se equivocó (I&C, I, 113)
llegué a […] sospechar que me exageraba mis pesares, y a buscarles un
alivio con la distracción; lo que me surtió buen efecto (I&C, I, 144).
La desesperación […] y la voz de la obligación me hicieron pasar una noche
muy cruel, a que se allegaba el no poder comunicar con mi hermana (I&C, I, 123).
e.
era lo único a que […] podía extenderme (VL, Prólogo, v)
33
El uso exclusivo en entornos oblicuos tanto de quien como del relativo compuesto el que forma parte del uso prescrito por Salvá (“el relativo quien y su equivalente el
que tienen que usarse después de preposición” (Salvá [1830-1847] 1988: 336). Como se ve,
todas las obras aquí analizadas respetan la regla en lo que hace a quien, pero solo I&C
emplea además el que. Para el progresivo reconocimiento del relativo compuesto el que
en las gramáticas de los siglos XVIII-XIX, cfr. Girón (2004b).
210
En las lindes del primer español moderno
Forma pronominal
(I&C / Bruja /
VL / MD)
Antecedente
animado.
Oblicuos
Antecedente
animado.
No oblicuos
Antecedente
inanimado.
Oblicuos
Antecedente
inanimado.
No oblicuos
QUIEN
48/11/25/4
0/0/0/0
0/0/0/0
0/0/0/0
EL CUAL
12/5/9/2
10/4/10/4
17/5/18/7
7/1/7/4
QUE
0/1/0/0
NC
224/25/114/35
NC
EL QUE
1/0/0/0
0/0/0/0
6/0/0/0
0/0/0/0
Tabla 1. Empleo de las diferentes formas de relativo en función del contexto sintáctico (oblicuo /
no oblicuo) y la animacidad del referente (animado / inanimado). NC = no contabilizado
(7) a.
en
ook apparti
Questo e-b
El uso de las formas verbales en -ra,-ría y -se en entornos potenciales está
igualmente regulado, tanto en el Siglo de Oro como en el primer español moderno, por unas normas de prestigio cuya variación a lo largo del siglo XVIII
tiene por resultado el progresivo abandono de la correlación si tuviera, diera
(muy prestigiosa hasta mediados del Setecientos) en favor de si tuviese, daría en
las condicionales orientadas al futuro; en las orientadas al pasado, en cambio,
hubiera dado y hubiese dado (ya generalizadas frente a las formas simples) se
emplean por igual en las prótasis durante el primer tercio del Ochocientos,
mientras hubiera dado sigue dominando claramente en las apódosis, donde
apenas se documenta aún la presencia de habría dado34. Las cuatro obras aquí
analizadas siguen con claridad estas pautas generales (cfr. la tabla 2), si bien La
Bruja se alinea con VL y MD en un uso ausente en I&C: el de la forma simple
en -ra en las apódosis de las condicionales cuya prótasis se orienta al pasado
(7ab), entorno en que I&C solo admite como forma simple el imperfecto de
indicativo (en los contextos de 7a). Además, en las condicionales comparativas
I&C prefiere el esquema como si tuviese, mientras en La Bruja y las obras de
Villanueva se documenta sobre todo como si tuviera (cfr. de nuevo la tabla 2).
Mas si a estos clamores no hubiésemos hecho oídos de mercader, ya
pudiéramos irnos todos a los hospicios (Bruja, 91).
211
.ra
e a joseluis
Para las tendencias esbozadas aquí (auge de si tuviera, diera en el Siglo de Oro
y mantenimiento durante el XVIII, abundante presencia de hubiera tenido en las prótasis y dominio en las apódosis hasta entrado el XIX), cfr. sobre todo Nowikow (1993),
Ramírez Luengo, Rubio Heras (2003), Bartol (2005, 2006, 2013, 2016), Sánchez Méndez
(2012), Cano (2014), Octavio de Toledo (2016a).
34
Herencia e Innovación en el español del siglo XIX
b.
Si hubieras leído […] las obras de Belarmino, no estuvieras en ayunas de
nuestra política (Bruja, 143)
y fuera negocio serio, si se hubiesen sostenido los obispos en la conservación de
sus derechos (VL, IV, 37)
¿Cuál fuera su suerte, si le hubiera sobrecogido en este engaño su última
hora? (VL, X, 92)
SI HUBIESE TENIDO, HUBIERA DADO:
16 / 0 / 0 / 0
SI HUBIERA TENIDO, HUBIERA DADO:
17 / 1 / 0 / 0
Prep + (NO) TENER, HUBIERA DADO:
6/1/0/0
SI HUBIESE TENIDO, HABRÍA DADO: 1 / 0 / 0 / 0
SI HUBIESE TENIDO, DIERA (entonces): 0 / 0 / 1 / 0
SI HUBIESE TENIDO, DIERA (ahora): 0 / 1 / 0 / 0
SI HUBIERA TENIDO, DABA: 2 / 0 / 0 / 0
SI HUBIERA TENIDO, DIERA (entonces): 0 / 0 / 1 / 0
SI HUBIERA TENIDO, DIERA (ahora): 0 / 1 / 0 / 0
SI HUBIERA TENIDO, DARÍA (ahora): 0 / 0 / 0 / 1
SI TUVIESE, DARÍA: 36 / 7 / 3 / 1
SI TUVIERA, DARÍA: 9 / 3 / 1 / 0
SI TENÍA, DARÍA: 2 / 0 / 0 / 0
Prep + (NO) TENER, DARÍA: 2 / 1 / 0 / 0
SI TUVIESE, DIERA: 2 / 0 / 3 / 2
SI TUVIERA, DIERA: 0 / 0 / 0 / 1
SI TUVIESE, DABA: 0 / 1 / 0 / 1
SI TUVIERA, DABA: 0 / 1 / 0 / 0
Prep + (NO) TENER, DABA: 1 / 0 / 0 / 0
COMO SI TUVIESE: 12 / 1 / 0 / 0
COMO SI HUBIESE TENIDO: 1 / 0 / 0 /
0
COMO SI TUVIERA: 7 / 3 / 0 / 2
COMO SI HUBIERA TENIDO: 3 / 0 / 0 / 0
Tabla 2. Esquemas condicionales en las cuatro obras analizadas (I&C / Bruja / VL / MD): orientados al pasado, orientados al futuro y comparativos.
Aún de mayor interés resultan las diferencias en el uso de las formas en
-ra en otros entornos potenciales (cfr. Veiga 2006). Todas las obras las emplean
con los modales poder, deber y querer (8a), pero si en I&C son la variante mayoritaria en alternancia con podría / debería / querría, en La Bruja y las obras de
Villanueva las formas en -ra son la solución exclusiva; además, en estas tres
obras se documenta fuera, ausente en cambio en I&C (8b), y aparecen casos esporádicos con predicados no copulativos o modales (8c), uso igualmente ajeno
a la novela de Salvá; tanto en La Bruja, en fin, como en VL (pero nunca en I&C)
aparece un caso de forma simple en -ra orientada al pasado, esto es, equivalente a hubiera + participio (8d)35. Todas las obras son igualmente refractarias
35
Los datos concretos son los siguientes: En I&C hay 8 casos de debiera (por 5 de
debería), 14 de pudiera (por 8 de podría) y 5 de quisiera (por 2 de querría). En La Bruja se
encuentran un caso de debiera, 5 de pudiera, uno de quisiera y uno de fuera; en VL se dan
un caso de debiera, 5 de pudiera y 4 de fuera (no existen casos de sería en el fragmento seleccionado, pero sí en el conjunto de la obra); y en MD encontramos 2 casos de debiera,
2 de pudiera y uno de fuera (junto a otro de sería); además, VL trae un caso de estuviera:
“contesté que mejor le estuviera a aquel religioso santificar el tiempo […] en combatir
212
Qu
es
to
e-b
En las lindes del primer español moderno
al empleo de formas en -ra dentro de las subordinadas (completivas, relativas,
temporales o finales), para las que se prefiere de forma abrumadora la alternativa en -se, si bien los datos de I&C muestran una mayor permeabilidad a -ra
(7% del total) que en La Bruja (2%), texto que se alinea de nuevo con las obras de
Villanueva (también con un 2% de -ra).36
(8) a.
b.
c.
d.
¡Qué monstruos son esas mujeres! Ya debiera conocerlas (I&C, I, 118)
ciertas verdades de que debiera aprovecharse para su enmienda (VL,
Prólogo, viii)
en fin veo reparada la única falta que pudiera echarme en cara (I&C, II, 278)
solo un loco pudiera desatinar hasta ese punto (Bruja, 68).
Para mí lo más verosímil, y pudiera decir cierto, es que […] (VL, VI, 55)
Sí, señor, eso es lo que yo quisiera (I&C, I, 154)
Aun menos quisiera acordarme de […] (Bruja, 38).
Dolíase uno junto a mí de que los millones enterrados en aquellas bóvedas
no se hubiesen empleado en secar las lagunas pontinas. Díjele yo: “mejor
gastados fueran en abrir o en concluir los canales de España” (Bruja, 41-42).
fuera acaso nociva su dilación a la causa pública (VL, Prólogo, iv)
¿Y no fuera esto desmentir a toda la Iglesia, que ha venerado siempre y
venera ahora a los obispos como a sucesores de los apóstoles? (MD, 45).
Un ojo diera por que […] formasen coro todos esos críticos presumidos
(Bruja, Prólogo, 24)
tanta ostentación, que aun causara maravilla en la sublime Puerta (Bruja, 93).
Otras cosas añadiera [...] que recomiendan su persona (VL, IX, 76)
por ventura no se hubiera precipitado [Lutero] en errores, ni esperimentara
la Alemania los desastres […] en que fue envuelta (Bruja, 92).
Siempre atribuí este lance a especial protección de Dios, que por tan raro
medio me preservó del escollo del fanatismo en que probablemente diera
(VL, I, 4)
las máximas corruptoras de las buenas costumbres” (VL, IX, 79). Tanto VL como MD
presentan sendos casos de creyera en interrogativas retóricas: “¿Quién creyera que al
Príncipe de la Paz, que valió a Muzquiz y a otros contra el poderío de la Inquisición,
habían de alcanzarle sus tiros?” (VL, VIII, 71), “¿Quién creyera que este procedimiento [...]
fuese actualmente mirado por la curia romana como modelo [...]?” (MD, 16).
36
Los datos concretos son los siguientes: en I&C hay 29 casos de -ra por 383 de
-se en las citadas subordinadas; en La Bruja, 1 caso de -ra por 43 de -se; en las obras de
Villanueva, 4 casos de -ra por 229 de -se. En las relaciones consecutivas domina, en cambio, la forma en -ra, presente en el único caso de este tipo en La Bruja y en 6 ejemplos de
I&C, frente a tan solo 2 con -se. En cualquier caso, los índices de -ra en las subordinadas
de estas obras se sitúan claramente por debajo de los localizables en corpus documentales ya a principios de siglo: los documentos analizados en Octavio de Toledo, Pons
(2016), por ejemplo, ofrecen una proporción de -ra en torno al 19%, casi tres veces la
presente en I&C y casi 10 veces superior a la que muestran las obras de Villanueva.
Qu
213
-bo
e
esto
Herencia e Innovación en el español del siglo XIX
También respecto de otros fenómenos las diferencias lingüísticas entre
I&C, de un lado, y La Bruja y las obras de Villanueva, de otro, se traducen en
contrastes cuantitativos apreciables. Es lo que ocurre con el empleo de completivas de infinitivo no concertado, esquema del que I&C ofrece un único
ejemplo (9a)37, mientras los otros tres textos abundan en casos de variada tipología (9b)38. O con el empleo de mas como conjunción y conector de carácter
adversativo, escasísimo frente a pero en I&C y mucho más abundante, en cambio, en La Bruja, mientras en VL y MD mas supera claramente en frecuencia a
pero39; por otro lado, tanto La Bruja como MD ofrecen ejemplos de mas como
ok
to
e
-bo
Q
u
es
37
Ya Pons (2008) advirtió de las condiciones sintácticas en que aparecen esas
oraciones de infinitivo no concertado del primer español moderno, que o bien presentan la forma compuesta (haber cantado, como en 9a y los dos primeros ejemplos de 9b)
o bien, si se dan con la forma simple, corresponden sistemáticamente a predicados
atributivos o de existencia (ser, estar, parecer, llamarse, pertenecer, existir, haber existencial, etc.); cfr. también Octavio de Toledo (2016a). Se localizan también ejemplos en
completivas dependientes de sustantivos: “la alegría que le causó la nueva de haber
sido quemado vivo […] Savonarola” (Bruja, 109), “hay pruebas auténticas de haberse dado
a otros el mismo título” (MD, 50). Dejando estas últimas al margen, La Bruja ofrece 11
ejemplos de oraciones de infinitivo de este tipo (5 con la forma compuesta, 5 con ser y
una con llamarse); VL trae 15 casos (7 con la forma compuesta, 4 con ser, 2 con estar, uno
con haber existencial y uno con indicar ‘constituir un síntoma̕); y MD aporta 6 ejemplos
(2 con la forma compuesta, 2 de ser, uno de parecer y otro de tener posesión).
38
Por contra, en I&C afloran hasta 12 casos de completivas con verbo en indicativo
en las que se prescinde del nexo que (“jurar una fe que se sabe de positivo ha de ser violada”: I&C, I, 121; “otra [casa] muy bonita […], que me dijeron era la mía”: I&C, I, 145), fenómeno que solo se documenta en dos ocasiones en La Bruja (“Según eso tampoco creerás
es de aquel templo otra coluna que está en la primera capilla”: Bruja, 47; “hacen agravio
al poder de su santidad los que dicen depende su sustento de la dataría”: Bruja, 100) y
está ausente de las obras de Villanueva. Para el estatuto de este fenómeno, prestigioso
en el español clásico y claramente recesivo en el primer español moderno, cfr. entre
los trabajos recientes Herrero (2005: 96-97), Pountain (2014, 2015), Blas, Porcar (2016) y
Octavio de Toledo (2011: 264-268, 2016a).
39
En I&C, pero parece ser la única solución empleada como conjunción adversativa: “Deseaba cierta cosa, que no llegaba bien a comprender, pero que me parecía
en extremo lisonjera” (I&C, I, 82), “nuestra concordia, pues, se verificó por fin, pero a
expensas de mi libertad” (I&C, I, 93), “Vivíamos quietas, pero no felices” (I&C, I, 94);
en cuanto a su uso entre segmentos oracionales, contamos 54 casos de mas por 454
de pero, es decir, una frecuencia proporcional de apenas el 10,6% para mas. En La Bruja
contabilizamos 15 casos de mas por 35 de pero (es decir, un 30% de mas); además, mas
funciona para relacionar miembros inferiores a la oración: “ese espíritu […] será el de
la curia, mas no el Espíritu santo” (Bruja, 70), “estatuas colosales […], las cuales podrán
hacer juego con la grandiosidad del edificio, mas no con los que entran en él a hacer
e
a
p
p
arti
214
En las lindes del primer español moderno
conjunción adversativa exclusiva (equivalente a sino: 9c), uso ajeno por completo a I&C40. O, en fin, con el uso de la secuencia demostrativa el tal, que en
I&C solo se emplea en una ocasión con un nombre común (9d)41, mientras en
La Bruja y Villanueva resulta bastante habitual42.
(9) a.
b.
c.
sto ebook
Que
me preguntaba […] si me habría equivocado acerca del motivo que suponía
haber tenido don Antonio para pedirme por esposa (I&C, I, 134).
la vieja que decían en mi pueblo haber engañado a san Antón (Bruja, 30)
Consultado el Consejo […], informó no haber tenido razón el Papa (VL, III, 21)
Declamó [...] contra [...] estos lienzos […], diciendo ser invenciones de la falsa
piedad (Bruja, 113)
concluyó diciendo al ministro ser este Año cristiano su lección espiritual
diaria (VL, IX, 75)
las declaraciones […] que aseguran pertenecer el reino de España al
Patrimonio de san Pedro (MD, 18) este era el conciliábulo de herejes
jansenistas que predicaban Calvo y el P. Guerrero haber en una casa
principal de Madrid VL, X, 88)
uno que me dijeron llamarse Eneas Silvio (Bruja, 56).
ese fraile no solo decía mal de la venta de nuestras indulgencias [...], mas
también blasfemaba (Bruja, 91)
no concediendo al papa sobre los estados de los príncipes el dominio directo,
mas solo el indirecto (MD, 52)
ap
oración” (Bruja, 40), “cosa, por cierto, no solo inverosímil, mas ajena de la decencia”
(Bruja, 115). Tanto en VL como en MD domina mas, en la primera obra con carácter casi
absoluto (60 casos de mas por tan solo 7 de pero en el amplio fragmento seleccionado,
o prácticamente un 90% de mas) y en la segunda con una proporción del 76% (16 casos
de mas por solo 5 de pero).
40
MD también muestra un caso en que mas se emplea como conector contraargumentativo (equivalente a sin embargo) en correlación con aunque: “aunque quepa
variación, como cabe, en la parte esterna de la disciplina, mas lo interno […] es de todo
punto invariable” (MD, 47).
41
Existen además en I&C tres ejemplos de uso ante nombres propios, en los que
cabe sospechar no obstante la prevalencia, por encima del valor demostrativo, del
matiz depreciativo que posee la secuencia en la norma peninsular contemporánea:
“Sería menester haber conocido al tal Méndez para formarse idea de lo que me afligí al
escuchar semejante noticia” (I&C, I, 135), “no tenía gran confianza en la tal Juliana” (I&C,
II, 222).
42
En concreto, La Bruja ofrece 7 ejemplos, y VL, otros 9 (más uno con nombre propio y otro de la secuencia este tal): para valorar en su justa medida estos datos, conviene
tener presente que La Bruja es de una extensión unas cinco veces menor que I&C, y
el fragmento seleccionado de VL, unas 2,5 veces más breve que la novela de Salvá y
Hermosilla.
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part
i
e
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en
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r
a
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r
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215
Herencia e Innovación en el español del siglo XIX
d.
Lo que precedió y siguió a las tales cartas se me representaría sin cesar (I&C,
II, 277)
la seguridad que por derecho divino y el de gentes se debe a los tales ministros
(Bruja, 82)
cargó una pensión sobre el tal beneficio (Bruja, 132)
a aquella resolución poco meditada debí el escapar de la tal atmósfera
mórbida (VL, II, 7)
se trató de diferirle o negarle […] la posesión de los tales honores (VL, X, 90).
En otros casos, finalmente, la variación se da en fenómenos de escasa frecuencia, pero que sin duda son indicativos de preferencias particulares, como
ocurre con la selección de determinados nexos, esquemas de subordinación,
conectores discursivos y configuraciones informativas. Así, por ejemplo,
tanto La Bruja como VL emplean supuesto que con valor nexual causal (10a) y
oraciones absolutas encabezadas por el participio supuesto en que este asume
el valor concesivo de ‘a pesar de’ (10b), esquemas desconocidos en I&C. Las
dos obras de Villanueva y La Bruja se alinean nuevamente frente a la de Salvá
en el uso de subordinadas temporales (generalmente con matiz causal añadido) con como e imperfecto de subjuntivo en -se, construcción de la que I&C
también carece (10c)43. Las diferencias pueden ser, incluso, muy sutiles: I&C
emplea en una ocasión el conector de donde (10d), pero la forma que exhiben
repetidamente tanto La Bruja como las obras de Villanueva es por donde (10e),
ausente en cambio en I&C; y la novela de Salvá recurre a la secuencia de valor
condicional en (el) caso de que (10f), pero nunca muestra fases más avanzadas
de la gramaticalización de ese grupo, como caso {de / que} (10g), detectables sin
embargo en La Bruja, VL y MD. También algún fenómeno relativo al orden de
palabras se detecta en las obras de Villanueva y La Bruja, pero no en I&C: es
el caso de la anteposición o “frontalización” (fronting) de adjetivos en función
predicativa mediante una focalización no contrastiva o informativa sino, más
bien, “débil”, esto es, mirativa o de intensidad (10h; cfr. Remberger 2014; Batllori, Hernanz 2015; Cruschina, Giurgea, Remberger 2015).
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(10) a.
b.
43
ene
a jo
yo he dado mi dinero para que me lleves a Roma, supuesto que confiesas
habérsete confiado ese encargo (Bruja, 37)
Algunos años se ocupó el cardinal Gerdil en preparar contra Solari dos
tomos […], supuesto que no vieron la luz pública hasta 1801 (VL, VII, 59)
y esto se verifica, aun supuesta la desordenada provisión de los beneficios
(Bruja, 95)
La Bruja contiene 2 ejemplos de esta construcción, por 3 de MD y 4 de VL.
216
sel
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Qu
e
sto
En las lindes del primer español moderno
eb
oo
supuesta la solidez […] con que he procurado tratarlas […], fuera acaso
nociva su dilación a la causa pública (VL, Prólogo, iv)
como al volver de ese arrobo le reconviniese un cierto áulico por haber
escomulgado al rey de Navarra [...], vuelto a él le contestó […] (Bruja, 61-62)
Y la chanza que usó él con su cirujano, al cual como le ponderase la rareza de
la herida mas grave, contestó [...] (MD, 54)
se encargó al tribunal que practicase nuevas diligencias: practicadas estas,
como insistiese el tribunal en su primer juicio, se le mandaron practicar otras
(VL, X, 84)
Un movimiento de cólera […] no surtió mejor efecto, de donde concluí que
mi marido era un hombre frívolo (I&C, I, 157)
Al salir me dio un vientecillo [...] que me devolvió el alma al cuerpo; por donde
conocí cuán mortífero era el ambiente que respiraban en aquel mercado
(Bruja, 134)
La fórmula […] fue prescrita después por Pascual II […], por donde fue fácil
que se generalizase (MD, 50) [5 casos en esta obra]
se enseñaban en las escuelas de cánones instituciones vaciadas por aquel
molde: por donde este hacinamiento de falsedades ejercía […] un imperio
funestísimo (VL, I, 6) [2 casos en el fragmento analizado de esta obra]
dudo todavía que, en el caso de quererlo, obtuviera el consentimiento (I&C, I, 99)
para deliberar sobre lo que debería responder a mi marido, en caso de que me
reconviniese (I&C, II, 206)
se me ha encargado que […] te provea de algún cicerone, caso que lo pidas
(Bruja, 35)
no fuese que a la vuelta le echasen mano […], caso de haber cambiado el
aspecto político de la Corte (VL, III, 26)
Parece que este prelado se había comprometido a proceder contra aquel
personaje, caso que juzgase el papa estar obligado a ello (VL, VIII, 72)
que el obispo sufragáneo, caso de haber sido consagrado sin autoridad del
metropolitano, hubiese de presentársele antes del año (MD, 46)
Alborotadas andan las brujas (Bruja, Prólogo, 19)
íntegro lo ha de tragar el que quisiere (Bruja, Prólogo, 26)
Bobo parece este romero (Bruja, 123)
Caro me estaba el escudo que hallé en estos personajes (VL, IX, 76)
Increíble parece la temeridad con que se arrojó (MD, 25)
abiertas tenéis sus puertas (MD, iv)
c.
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h.
Frente a estas divergencias entre I&C y el resto de obras (en muchos casos,
sutiles diferencias en la manifestación de unos mismos fenómenos compartidos de la lengua elaborada)44, apenas hemos localizado un rasgo común a las
44
Y son numerosos, naturalmente, los rasgos de ese estándar escritural común
que tienen reflejo en las cuatro obras y en cuyo uso no se aprecia diferencia cualitativa ni cuantitativa de importancia. Es el caso, por citar solo algunos ejemplos, del
217
Herencia e Innovación en el español del siglo XIX
dos obras de Villanueva y relativamente abundante en ellas que no se da ni
una sola vez en I&C y solo en un caso aislado en La Bruja: se trata del recurso a
sintagmas con de y un pronombre personal como anáforas de contenido posesivo referidas a una entidad definida (11), uso del que VL ofrece diez ejemplos,
y MD, otros tres.
(11)
no es esa la misma estatua de Júpiter capitolino, sino la que del bronce de
ella hizo san León Magno (Bruja, 42)
A la decadencia que iba experimentando la nación en todos los ramos de la
administración pública se añadió la desolación de ella (VL, V, 42)
No satisfechos los agentes de Roma con que se diese el plácito regio a la
bula, aspiraron a que el rey […] calificase el mérito intrínseco de ella (VL, VII, 60)
los que, como él, profanaban el santo nombre de la religión para hacer
guerra a la caridad, que es el alma de ella (VIII, 69)
como maquinador contra la ley fundamental de España […] y como cooperador
de los calumniadores de ella (MD, i)
Si los eclesiásticos diputados […] han de merecer el odio de la curia […],
ilusoria es la libertad legal de ellos (MD, iii)
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En ultimo término, claro está, la escasez de la construcción de (11) en La
Bruja podría atribuirse a su rechazo y eliminación por parte del editor, esto
es, de Salvá. La intervención editorial podría estar igualmente detrás de la
presencia esporádica de lo como clítico de objeto (cfr. 3d) o de las elipsis del
nexo que ante oraciones completivas con el verbo en indicativo (cfr. la nota
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uso de grande + nombre (con grande cuidado, grande amigo); del gusto por el empleo
abundante de pasivas perifrásticas (en muchas ocasiones con complemento agente
expreso), artículos ante suboraciones de infinitivo (te agradezco el haberme avisado; para
la cronología de este fenómeno, recesivo a lo largo del XIX, cfr. Torres 2009, Octavio de
Toledo 2014b) o relativas encabezadas por cuyo + nombre; de la enclisis de pronombres
de objeto en participios coordinados (“en verdad que no me perdonaría el haberle dado
madrastra y puéstole de continuo a la vista una niña agraciada”: I&C, I, 115; “habiéndole
colocado en la sede patriarcal […] y dádole un abogado que le defendiese”: Bruja, 75; “las
razones que tenía para persuadirse de que no había maquinado Calímaco contra su
persona, ni pasádole tal cosa por el pensamiento”: Bruja, 77-78; “los que tienen la dicha
de haber emprendido esta última vereda y concitádose por ello la saña de los lisonjeros”:
VL, Prólogo, ix; “Qué extraño es que se hayan promovido en las escuelas curialísticas y
ventiládose por ambas partes las cuestiones siguientes: […]”: MD, 30); o de la proliferación de secuencias especializadas para la señalización de sintagmas temáticos, como
respecto de (cfr. Pons 2017) o en orden a (“En orden a la muerte de mi marido, la carta no
contenía más que el simple anuncio”: I&C, II, 227; “los súbditos de un príncipe hereje
quedan libres de toda obligación en orden a él”: MD, 16; “manifestándoles francamente
sus opiniones en orden al toque de campanas”: VL, III, 17).
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En las lindes del primer español moderno
21), rasgos ambos más consonantes con el uso de I&C y ausentes, en cambio,
en VL y MD. Naturalmente, somos conscientes de que esta explicación puede
muy bien considerarse ad hoc: queda siempre la posibilidad de que estas divergencias entre La Bruja y las obras de Villanueva (mucho menores, en cualquier
caso, que las coincidencias frente a I&C) se deban a la redacción de La Bruja
por parte de un tercer autor45. Dicho autor, con todo, compartiría de forma
abrumadora las opciones morfosintácticas de la lengua elaborada por las que
se decanta Villanueva, mientras que con toda evidencia se aleja en no pocos
puntos –siempre sobre la base común de una norma escritural compartida–
de los usos vertidos por Salvá en I&C, obra que sin duda revisó con esmero y
que refleja opciones morfosintácticas en no pocos casos refrendadas por el
autor valenciano en su Gramática de la lengua castellana.
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4. Conclusiones
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Las conclusiones a las que apunta el cotejo entre las preferencias morfosintáticas de las cuatro obras analizadas, siempre sobre el trasfondo tanto de las
consideraciones hechas por Salvá en su Gramática como de las preferencias de
uso mostradas por él en dicha obra, son interesantes en dos sentidos. Por una
parte, por lo que se refiere a la autoría de La Bruja –cuestión que para nosotros,
como lingüistas, se puede colegir que es de importancia secundaria, aunque
de ninguna manera trivial– nuestro análisis refuerza la hipótesis de que Salvá
actuó, en esta novela anticurialística, y de acuerdo con lo que él mismo declara
en las palabras preliminares de la obra, únicamente como editor. En cuanto a la
posible participación de Villanueva en su redacción, no debemos arriesgarnos
a afirmar con rotundidad que La Bruja haya sido fruto de su pluma, pero sí estamos en condiciones de asegurar que, tal como ha quedado expuesto en § 3, las
opciones morfosintácticas de esta obra se alinean, en muchos aspectos significativos, con las preferencias normativas manifiestas en los dos otros libros de
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En otros casos, las diferencias de índole cuantitativa entre La Bruja, por un lado,
y VL y MC, por otro, son más bien explicables en términos de la mayor inmediatez
comunicativa procurada en una obra abiertamente satírica y en buena parte dialogal
como La Bruja. Es el caso, desde luego, de la presencia más moderada del elemento
adversativo mas (o, si se quiere, la mayor frecuencia de pero), y también de los índices
más abultados de duplicación clítica de sintagmas dativos: sin duda, tanto una fuerte
inhibición del doblado como el dominio de mas en un texto dado eran interpretables
como signos de adscripción de dicho texto al ámbito de la distancia comunicativa.
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Villanueva examinados (Mi despedida de la corte de Roma y Vida literaria), al tiempo que difieren, en esos mismos puntos, de las soluciones adoptadas en Irene y
Clara. Así ocurre con (i) la enclisis pronominal en inicio de periodo, esporádica
en I&C, sistemática en La Bruja y muy frecuente tanto en VL como en MD (con
un 96% y un 85% de aparición respectivamente); (ii) la evitación de la doble negación mediante la anteposición de los indefinidos negativos, prácticamente
sistemática en I&C con nada, pero mucho menos frecuente con ningún/ninguno,
mientras es absolutamente sistemática con todas estas formas en La Bruja, VL y
MD, que coinciden, además, entre sí en la posposición invariable de ninguno al
sustantivo en los esquemas no… N ninguno (que en I&C no es metódica, puesto
que este patrón alterna con no… ningún N); (iii) la distribución del leísmo, sistemático con OD animado singular, inexistente con OD inanimados concretos
y esporádico con singulares abstractos en I&C, pero general con inanimados
singulares tanto concretos como abstractos en las otras tres obras; (iv) el doblado mediante clítico de sintagmas dativos no pronominales pospuestos al verbo
finito, ausente en I&C, pero posible en MD, VL y La Bruja (con un 3%, 12% y 21%
de casos respectivamente; (iv) el empleo ocasional del relativo compuesto el que
en entornos oblicuos en I&C, que las otras tres obras analizadas evitan inflexiblemente; (v) la preferencia en I&C por (lo) que frente a lo cual como anáfora de
un fragmento discursivo previo, y por lo cual frente a lo que en las tres obras restantes; (vi) la aparición, tanto en La Bruja como en MD y VL de formas simples
en -ra en apódosis de condicionales con prótasis orientadas al pasado, disidente
del uso exclusivo, en estos contextos, del imperfecto de indicativo por parte de
I&C; (vii) la preferencia, en I&C, por el esquema como si tuviese, que contrasta
con la predilección de las otras tres obras por como si tuviera; (viii) la convivencia,
en I&C, en entornos potenciales no condicionales, de las formas pudiera, debiera
y quisiera con podría, debería y querría, que contrasta con la ausencia de formas
en -ría en las otras tres obras; (ix) la mayor permeabilidad a las formas en -ra
en subordinadas completivas, relativas, temporales o finales en I&C, frente a
las reticencias de La Bruja, VL y MD, que se decantan casi inexorablamente por
formas en -se en estos entornos46; (x) la ausencia prácticamente total de completivas de infinitivo no concertado en I&C, frente a su abundante documentación
en las otras tres obras; (xi) el triunfo de pero frente a mas en I&C, mientras las
otras tres obras, amén de preferir mas, ofrecen ejemplos de este elemento con
el valor de ‘sino’, inexistentes en I&C; y otro conjunto de fenómenos menores
(aunque reveladores) que no retomamos en esta síntesis final.
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Que, en cualquier caso, son también las preferidas en I&C.
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Por otra parte –y esto es, obviamente, lo que más nos importa–, el examen
efectuado nos ha permitido poner de manifiesto la coexistencia de diversas
normas de prestigio (o de modulaciones parcialmente distintas de una misma
norma) en el español del primer tercio del XIX, con opciones que pueden encontrar además refrendo en la descripción o prescripción gramaticales, pues
la producción escritural de la época no puede entenderse sin la fuerte conciencia metalingüística (manifestada en un apego por determinadas reglas firmes
de escritura, que afectan también a la sintaxis) característica de los escritores
cultos de este tiempo. Lo que pretendemos, en definitiva, es contribuir a un
mejor conocimiento de la sintaxis de la prosa elaborada del Ochocientos, que
no cabe entender (ni aun comenzar a explorar) sin tener en cuenta la evaluación metalingüística que los autores realizaban de un buen número de los elementos y construcciones gramaticales a los que recurrían.
Por último, y más allá de las diferencias identificadas entre las preferencias normativas de los dos autores sometidos a examen, nuestro trabajo
muestra la solidaridad que observan aún tanto la lengua de Salvá como la de
Villanueva con la del primer español moderno, en cuya linde terminal (para
cuyas características, cfr. Octavio de Toledo, Pons 2016: 13-30, 56-103) se ubica
el texto.
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El léxico del turismo en español
en el siglo XIX
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Giuseppe Simone Pedote
(grupo Neolcyt, Universitat Autònoma de Barcelona)
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Resumen
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La globalización lograda en los últimos años, gracias sobre todo a las nuevas tecnologías,
ha favorecido un considerable incremento del léxico del turismo. Sin embargo,
esta especialización lingüística se ha desarrollado y se ha diferenciado tanto con la integración y transformación de conceptos anteriores al desarrollo del turismo y
procedentes de diferentes disciplinas y perspectivas, como con la creación de nuevas
ideas relacionadas con los cambios y las exigencias actuales; es decir, el léxico del
turismo es un ejemplo claro de herencia y neología que tiene sus raíces el siglo XIX.
Como es bien sabido, el léxico turístico incorpora una terminología muy vasta que
deriva de diversos campos especializados y muchos de ellos se remontan a épocas
incluso anteriores al siglo XIX. La lengua del turismo, al igual que otras lenguas
de especialidad, se va renovando con el tiempo y en ciertos periodos históricos las
innovaciones son más frecuentes y significativas. De hecho, el siglo XIX representa
el periodo inicial para la formación de lo que hoy en día se define como “terminología
turística”.
Abstract
The globalization achieved in the last years, thanks mainly to new technologies, has
favored a considerable increase of tourism-related lexicon. However, this linguistic
specialization has been developed and differentiated both with the integration and
transformation of concepts prior to the development of tourism. Coming from different disciplines and perspective, as well as with the creation of new ideas related to
current changes and demands, tourism-related lexicon is a clear example of heritage
and neology that has its roots in the 19th century. As it is well known, a tourist-related lexicon incorporates a very vast terminology that derives from diverse specialized
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Herencia e Innovación en el español del siglo XIX
fields and many of them go back to times even before the 19th century. The language of
tourism, like other speciality languages, is renewed with time and in certain historical
periods innovation are more frequent and significant. In fact, the nineteenth century
represents the most important period for the formation of what is nowadays defined
as “tourist terminology”.
1. Introducción
El turismo, a diferencia de otros campos de especialidad mucho más antiguos,
ha ido desarrollándose profesionalmente apenas desde mediados del siglo
XIX y el lenguaje empleado en este ámbito solo recientemente ha adquirido
visibilidad y se ha tomado en consideración para un análisis más profundo
desde un punto de vista lingüístico, en particular como lengua de especialidad. No hay unanimidad en considerar el lenguaje del turismo como tal, probablemente debido a la ambigua fisonomía que lo distingue y a su naturaleza
heterogénea.
La globalización lograda en los últimos años, gracias sobre todo a las nuevas tecnologías, ha favorecido un considerable incremento del léxico del turismo. Sin embargo, esta especialización lingüística se ha desarrollado y se ha diferenciado tanto con la integración y transformación de conceptos anteriores
a la llegada del turismo y procedentes de diferentes disciplinas y perspectivas,
como con la creación de nuevas ideas relacionadas con los cambios y las exigencias actuales: es decir, el léxico del turismo es un ejemplo claro de herencia
y neología que tiene sus raíces en el siglo XIX. Cabe destacar que en el siglo
XX, el antecesor del turismo moderno, es decir, el Grand Tour, que tuvo su auge
entre mediados del siglo XVII y finales del siglo XIX, y que llevaba consigo
una marca claramente cultural, fue substituido por la aparición del turismo de
masas, del que participan personas que quieren evadirse, divertirse, disfrutar.
En consecuencia, podemos afirmar que el mencionado desarrollo del léxico del turismo depende de la adquisición de nuevos hábitos al disponer del
tiempo libre, de la promoción de varios tipos de turismo, del incremento de los
intercambios y de las comunicaciones y que han ido evolucionando precisamente desde mediados del siglo XIX.
Como es bien sabido, el léxico del turismo incorpora una terminología
muy vasta que deriva de diversos campos especializados y muchos de ellos se
remontan a épocas incluso anteriores al siglo XIX (por ejemplo, pensemos en
el término mochilero, que se analizará a continuación, en el siglo XVIII pertenecía al ámbito militar, mientras que hoy en día se usa para definir un particu-
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El léxico del turismo en español en el siglo XIX
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lar tipo de turista o viajero). La lengua del turismo, al igual que otras lenguas
de especialidad, se va renovando con el tiempo y en ciertos periodos históricos
las innovaciones son más frecuentes y significativas. De hecho, el siglo XIX
representa el periodo inicial para la formación de lo que hoy en día se define
como “terminología turística”, puesto que es la época en que el turismo moderno se desarrolla y se percibe la necesidad de dar un nombre a objetos o
conceptos nuevos relacionados con este sector.
A continuación se analizarán tres voces relacionadas en la actualidad con
el turismo y que se utilizan para indicar algunos elementos fundamentales
y representativos de este sector profesional caracterizado por varios actores
y sectores que componen su léxico y que han surgido o han entrado a formar parte de esta terminología precisamente en el siglo XIX, las cuales son:
mochilero (para designar un determinado tipo de turista), agencia de viajes (que
denomina una particular actividad económica de la industria turística) y cicloturismo (que indica una particular tipología de turismo).
Para más informaciones sobre la historia de la mochila, véase: http://blog.armysoft.es/historia-de-la-mochila/ (consultado el 25/05/2016).
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El término mochilero es un vocablo derivado de la palabra mochila que a su vez
deriva de mochil. Está formada por el lexema mochil- y el sufijo de derivación
-ero (que índica instrumentos o nombres de profesión). Según la última edición del DRAE (2014) una mochila es: “Mochila: 1. f. Bolsa de lona o de otro
material resistente que, provista de correas para ser cargada a la espalda, sirve
para llevar provisiones o equipos en excursiones, expediciones, viajes, etc.”.
La mochila tiene su origen en la prehistoria, cuando el hombre necesitó
transportar sus enseres en la espalda. Con el tiempo este artículo ha ido evolucionando con la necesidad de transportar más y más objetos. Las guerras,
sobre todo desde el siglo XVIII, han sido grandes impulsoras de su desarrollo,
tanto en diseño como en materiales, ya que el soldado, debido a los nuevos
tipos de conflictos, debía llevar sobre su espalda todo lo imprescindible para
poder sobrevivir en el frente1.
Según Corominas y Pascual (1980-1991), mochila proviene de mochil, es decir,
mozo de recados, por ser una prenda característica del mismo (llámase también
mozo de esquina, mozo de cuerda, es decir, el mozo que se ponía en los lugares
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2. Mochilero
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públicos con un cordel al hombro a fin de que cualquiera pudiera contratarlo
para llevar cosas de carga o para hacer algún mandado). Viene del vasco mutil
o motil (diminutivo motxil), es decir, “muchacho”, “criado”. A su vez procede del
latín mutilus, “mutilado”, “mocho”. Nos encontramos ante un étimo próximo
vasco: mutil o motil, tomado de un étimo remoto mutilu.
Según el Diccionario General de Lengua Española Vox (2006), por metonimia,
el término mochila pasa de designar a una persona que hace recados a designar
la prenda característica del mismo. Actualmente con el término mochilero se
denomina a una persona que viaja con su mochila a cuestas, practicando el
senderismo, y recorre el camino o resuelve los problemas de su viaje de manera
independiente, en vez de optar por tours o agencias que lo hagan por él. Por
lo tanto, hoy en día, mochilero es una palabra relacionada con el mundo de los
viajes, del ocio y deporte y obviamente con el turismo, como se puede ver en la
portada2 de esta guía para mochileros de Lonely Planet dedicada a Sudamérica:
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Sin embargo, la RAE en la última edición de 2014 lo registra en su diccionario con las siguientes acepciones: “Mochilero: 1. m. y f. Persona que viaja a
pie con mochila. 2. m. Hombre que servía en el Ejército llevando las mochilas.”
Muy interesante es la segunda acepción, porque nos remite a otro campo
de especialidad muy antiguo, tal como es el lenguaje militar. Efectivamente la
palabra mochilero aparece relacionada a dicho campo semántico ya en la edición del Diccionario de Autoridades de 1734, donde se registra con la siguiente
definición: “Mochilero: s. m. el que sirve en el ejército llevando las mochilas,
de cuyo nombre la forma”.
2
Imagen recuperada de: www.lonelyplanet.es (consultado el 20/05/2016).
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El léxico del turismo en español en el siglo XIX
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Como se puede ver, la palabra mochilero ya durante en el siglo XVIII pertenecía al ámbito militar y se utilizaba para indicar un determinado soldado
cuya tarea específica dentro del ejército era la de desplazarse llevando consigo
las mochilas con todo lo necesario para la supervivencia durante una batalla o
una guerra. También otros diccionarios no académicos, como por ejemplo el
del padre Terreros (1787), definen la palabra de la misma manera: “Mochilero:
el que sirve en la guerra, o milicia, llevando la mochila”.
Con respecto a esta acepción, se ha podido documentar este uso del término en la Hemeroteca Digital de la BNE. El resultado de la búsqueda ha producido
la siguiente documentación: el documento más antiguo en el que aparece el
término es un periódico satírico-burlesco que se titula Fray Gerundio, publicado, entre 1837-1849, primero en León y luego en Madrid en las imprentas de
Francisco de Paula Mellado. Fray Gerundio era también uno de los dos seudónimos (el otro seudónimo era Pelegrín Tirabeque), del único redactor del
periódico, es decir Modesto Lafuente y Zamalloa (1806-1866). Estos dos personajes ficticios eran los protagonistas de los textos tanto en prosa (cartas,
diálogos, artículos) como en verso, que el redactor publicaba para ridiculizar
costumbres, problemas y personajes políticos de su época. El término mochilero aparece precisamente en el número 296, titulado El Primer Ginete de París, del
27 de octubre de 1840, en la página 15. Los protagonistas de este diálogo hablan
de una supuesta deuda que la Reina María Cristina de Borbón tiene con todo
el ejército, hasta con un pobre soldado mochilero3:
appartiene a
joseluis.ramir
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Y no es esto lo mas malo, primo, sino que mas de mil reales bobos que me ha quedado debiendo la REINA, no sé cuando los cobraré… – Perdona, primo, que la REINA
habrá hecho lo que quiera, pero lo que es trampas no tengo noticia que haya dejado.
– ¿Que no ha dejado trampas con la tropa? Pues si soy yo un probe soldado mochilero y me deben una porrada de meses… – Eso será el ESTADO, hombre, que no la
REINA. – El estáo ó el demonio, primo, que yo no me meto ahora en honduras de si
es la REINA, ó es el estáo, ó es Cristo padre.
il.com 180105
Este término se ha registrado en el DRAE con esta única acepción, desde el
Diccionario de Autoridades de 1734 hasta la novena edición de 1843: “Mochilero:
s. m. el que sirve en el ejército llevando las mochilas”.
3
Fray Gerundio, capillada n. 296 del 27 de octubre de 1840. Documento digitalizado disponible en: http://hemerotecadigital.bne.es/issue.vm?id=0004406563&page=15&search=mochilero&lang=es (consultado el 23/05/2016).
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otro documento muy interesante, es decir, lap Revista de archivos, bibliotecas
p sido considerada como el óry museos (1871-1979). Esta revista científicaaha
gano más importante de expresión de la
ok cultura española durante toda su
existencia, especialmente durante b
eloúltimo tercio del siglo XIX y primero
del XX. Los autores del ingente e
material
publicado en ella a lo largo de tan
o eminentes profesores y catedráticos y los
dilatado tiempo han sido los tmás
más reconocidos investigadores.
es Representa la aportación más valiosa a la
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ciencia humanística española
Q llevada a cabo, principalmente, por el Cuerpo
de Archiveros, Bibliotecarios y Arqueólogos, en su misión de dar a conocer
cuánto les fue confiado a su custodia y cuidado desde mediados del siglo
XIX, y constituye uno de los más preciados servicios prestados por un cuerpo facultativo en España4.
Uno de los apartados más valiosos se dedica a la discusión sobre vocablos
que aparecen en documentos medievales. En el nº 9 publicado en fecha 15 de
mayo de 1873, a la página 15 se discute sobre el uso de la palabra andadores5; el
autor que firma M.R.S., dice que desde el siglo XV, los andadores empezaron a
llamarse mozos de espuela (mozo que caminaba delante de la caballería de su amo
en la edad media), y que también los mismos mozos fueron llamados mochileros,
cuando estos servidores acompañaban a sus amos cargados con algún bagaje:
Los andadores è troteros è traedores de las letras, se llamaron desde el siglo XV
en el caso de acompañar á gente de caballo, mozos de espuela, nombre que han conservado hasta casi nuestros dias, que todavía se conservaban en los monasterios.
Tambien se les llamó mochileros, cuando acompañaban en los viajes cargados con
algun bagaje.
Esta podría ser una información muy importante porque nos revelaría no
solo la posible existencia del término ya durante el siglo XV, sino también que
probablemente en la Edad Media se usaba como tecnicismo o jerga dentro del
lenguaje de la caballería, el cual tiene muchas relaciones con el lenguaje militar,
para indicar un sirviente o un caballero de bajo rango, cuya tarea específica con-
4
Para más informaciones sobre la Revista de archivos, bibliotecas y museos (18711979), cfr. http://hemerotecadigital.bne.es/details.vm?lang=es&q=id:0000000909 (consultado el 20/05/2016).
5
Revista de archivos, bibliotecas y nuseos, n. 9 del 15 de marzo de 1873. Documento
digitalizado disponibile en: http://hemerotecadigital.bne.es/issue.vm?id=0000008550&page=15&search=%22mochilero%22&lang=es (consultado el 20/05/2016).
236
El léxico del turismo en español en el siglo XIX
sistía en desplazarse a pie y con equipajes a cuestas. Lo único cierto es que el Diccionario de Covarrubias en 1611, dentro de la definición de mochila específica esto:
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Mochila: v.n. Cierto genero de caparazón de le jineta escotado de los dos arzones y
por estar cortado y mutilado se dijo mochila. Hacer mochila: los cazadores llevan
debajo de este caparazón unas alforjuelas, y para ir al campo llevan allí su merienda y también hacen mochila cuando las traen con caza. De aquí se vino a llamar
mochila la taleguilla en que el soldado lleva su refresco: y mochilero el muchacho
que se encarga de llevarla.
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Como es evidente también Covarrubias nos confirma la pertenencia al
lenguaje militar del término mochilero, incluso en el siglo XVII, es decir casi
un siglo antes que el Diccionario de Autoridades en 1734. Sin embargo, en la décima edición del DRAE de 1852, el uso del imperfecto del verbo “servir” en la
definición nos indica que tal vez la profesión del soldado mochilero, ya hacia
la mitad del siglo XIX, había dejado de existir: “Mochilero: m. el que servía en
el ejército llevando las mochilas”.
Dos ediciones más tarde la RAE, en la duodécima edición (1884), registra
el término con dos acepciones, de las cuales la segunda hace referencia a una
persona que viaja a pie con mochila, mientras que se mantiene la primera que
indica el antiguo oficio del soldado mochilero: “Mochilero: s. m. el que servía
en el ejército llevando las mochilas. // El que viaja a pie con mochila”.
Cabe señalar que hacia finales del siglo XIX y principios del siglo XX, la cultura del viaje, en particular el Grand Tour, tanto en España como en toda Europa,
estaba experimentando ciertos cambios, entre los cuales cambió incluso la figura del mismo viajero. Los grand tourist de mediados del siglo XIX, hijos de los
aristocráticos de toda Europa, fueron reemplazados por los viajeros románticos,
en particular artistas, intelectuales, escritores, más interesados en viajar por los
paisajes y la naturaleza: el viajero racional del siglo XVIII, autor de descripciones objetivas y mesuradas, dejó el paso al viajero sentimental del siglo XIX con
sus placeres estéticos y subjetivos (Brilli 1995: 36-37). Asimismo, a principios del
siglo XX, el fenómeno del turismo, entendido como viaje de placer y ocio, estaba
empezando a producirse; los viajes empezaron a ser más accesibles incluso para
otras clases sociales más bajas, gracias sobre todo a las reformas laborales de
principios del siglo, a un notable desarrollo de los medios de transporte, en particular los ferrocarriles, al desarrollo de las agencias de viajes, de las guías, etc.
Además, en la primera mitad del siglo XX, se desarrolló por toda Europa otra
variedad de Grand Tour que practicaban las clases sociales de menor poder adquisitivo, el tramping (Ateljevic, Doorne 2004: 64). Nace en Bohemia a finales
del siglo XIX y se basa en la idea de un largo viaje en armonía con la naturaleza.
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Herencia e Innovación en el español del siglo XIX
El tramping se diferencia del movimiento del Grand Tour principalmente
porque responde a un espíritu más libre y menos jerarquizado. Su principal
característica consistía en llevar solo lo que cabía en sus mochilas, rechazando así todas las comodidades del que disponían los aristócratas. Sin embargo, tal y como ocurre con el turismo mochilero, en el tramping el bajo presupuesto del viaje tenía un papel determinante y los jóvenes combinaban a la
vez la adquisición de conocimiento con trabajos temporales. La esencia de
un viaje de este tipo se basaba en la búsqueda de medios de transporte independientes, largos periodos de estancia en los países visitados, trato directo
con la población local, interés por sus costumbres o el rechazo a un itinerario previamente fijado.
El turismo mochilero tal y como lo conocemos hoy en día, llamado en inglés backpacking, es un fenómeno que se expande durante los años 70 del siglo
XX, época en la que algunos viajeros se aventuraron a salir de los trazados establecidos por la “industria turística”. Las primeras referencias de la literatura
científica con respecto al turismo backpacker las encontramos en el término
drifters (vagabundo) empleado por Cohen (1973), que hacía alusión a aquellos
turistas que huían de las actividades turísticas ordinarias y del turismo institucionalizado, deseando vivir auténticas experiencias en sus viajes. Por su
parte, Vogt (1976) los describió como wanderers (trotamundos) y los relacionó
con uno de los más importantes antecedentes del turismo, o sea el Grand Tour.
En los años 80, los vagabundos o trotamundos, asociados al movimiento hippie, proporcionaron las bases para los backpackers o mochileros (Cohen 2004:
44). Sin embargo, a pesar de que estas aportaciones datan de los años ‘70 y ‘80
del siglo pasado, el turismo mochilero es un objeto de estudio relativamente
reciente y todavía bastante desconocido.
En conclusión, podemos afirmar que la palabra mochilero, al derivar del
término mochila, nace como un neologismo de forma y hace su aparición en
la lengua española supuestamente en el siglo XV, configurándose, como tecnicismo o jerga dentro del lenguaje de la caballería; durante el siglo XVIII se
convierte en un neologismo de sentido, puesto que experimenta un cambio de
significado al pasar a otro campo de especialidad, tal como el lenguaje militar;
se revitaliza (Gómez Capuz ápud Bordonaba Zabalza 2009: 41) entre finales
del siglo XIX y principios del siglo XX para designar un determinado tipo de
viajero, formando parte actualmente del lenguaje del turismo y ocio. Cabe
destacar que, a pesar de los cambios semánticos experimentados a lo largo de
su historia, el término mochilero, desde su aparición, se utiliza para expresar
el concepto de un individuo que viaja o se desplaza en el espacio llevando a
cuestas sus equipajes, ya sea un sirviente, un soldado o un viajero.
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El léxico del turismo en español en el siglo XIX
3. Agencia de viajes
El término agencia de viajes es un término técnico con el que se indica una
empresa asociada al turismo cuyo oficio es la intermediación, organización y
realización de proyectos, planes e itinerarios, elaboración y venta de productos turísticos entre sus clientes y determinados proveedores de viajes, como
por ejemplo: transportistas (aerolíneas, cruceros, etc.), servicio de alojamiento
(hoteles, resortes, hostales, etc.) con el objetivo de poner los bienes y servicios
turísticos a disposición de quienes deseen y puedan utilizarlos6. El pionero de
las agencias de viajes fue el británico Thomas Cook (1808-1892), un empresario que organizaba reuniones antialcohólicas. Es conocido por ser la primera
persona en crear un viaje organizado, puesto que en 1841 fletó un tren con un
grupo de gente con destino a un congreso antialcohol en Inglaterra.
A pesar de que ese primer viaje organizado no le proporcionó demasiado éxito económico, Cook vio en esa actividad un posible beneficio futuro, por lo que
diez años más tarde se decidió a crear una agencia de viajes, la Thomas Cook &
Son, considerada la primera de la historia. Su éxito estribaba a que negociaba personalmente con hoteles y ferrocarriles para conseguir precios baratos. El ejemplo
de Cook fue imitado tanto en Europa como en América, dando nacimiento a la
creación de numerosas empresas dedicadas a la producción de turismo.
En efecto, el concepto y la denominación de agencia de viajes llegan enseguida al español, inmediatamente después de su misma aparición. Cabe recordar que la invención de las agencias de viajes fue una de las más importantes
estructuras del sector turístico creadas ad hoc y que contribuyó tanto a su desarrollo como industria, como a la consolidación del fenómeno a nivel mundial. En efecto, se ha podido documentar el uso del término agencia de viajes en
castellano ya hacia finales del siglo XIX, como demuestra el siguiente anuncio, publicado en el tablón de anuncios del periódico «La Correspondencia de
España»7, con fecha de 13 de julio de 1882, en la página 4:
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El Confort de los Viajes. Se informa á los señores viajeros y expedicionarios que
los magníficos cuan conocidos vagones-camas, […] de la compañia internacional
circulan cada dia con perfecta regularidad entre Madrid y Paris. Para tomar y
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Para más informaciones acerca de las actividades de las agencias de viajes, cfr.
Bayón Mariné (1999: 815-865).
7
La Correspondencia de España, 13/7/1882. Documento digitalizado disponible en:
http://hemerotecadigital.bne.es/issue.vm?id=0000264843&page=4&search=%22AGENCIA+DE+VIAJES%22&lang=es (consultado el 26/05/2016).
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Herencia e Innovación en el español del siglo XIX
asegurar asientos de antemano, dirigirse á la agencia de viajes, Puerta del Sol, 14
(que acaba de establecerse), en la que, se dan además cuantos datos puedan ser
útiles al viajero.
Se trata de un anuncio publicitario, titulado El Confort de los Viajes, en el que
se informan tanto viajeros como expedicionarios de que los trenes con vagones-cama de la Compañía Internacional Wagon-Lits (CIWL) circulan cada día
con regularidad entre Madrid y París. Además, se avisa de que para tomar y
asegurarse asiento es necesario dirigirse a la agencia de viajes que acaba de
establecerse en Madrid, en la Puerta del Sol n.14, y que la misma agencia proporcionará cualquier tipo de información útil al viajero.
Dado que el concepto de agencia de viajes nace en Inglaterra, también su
nombre es de origen anglosajón; de hecho, agencia de viajes es la traducción
española de travel agency. Por lo tanto, entra en la lengua castellana como un
anglicismo. En particular, se trata de un calco léxico, ya que se produce una
integración y aclimatación del significado del término mediante la traducción
de cada uno de sus componentes (Bordonaba Zabalza 2009: 52). Sin embargo,
agencia de viajes se puede considerar también un neologismo de forma compuesto, en particular, una unidad léxica compleja, puesto que los constituyentes no están unidos gráficamente, y que se ha producido mediante un procedimiento de composición sintagmática llamado sinapsia, que consiste en la
unión de varios morfemas léxicos mediante una relación sintáctica, que suele
ser la preposición “de” (Bordonaba Zabalza 2009: 49), en este caso sustantivo
+ de + sustantivo. Este tipo de formación de palabras, dentro de la lengua del
turismo, suele referirse a varios aspectos de la gestión y organización de la
industria turística (Calvi 2009: 206), como por ejemplo: tarjeta de embarque,
guía de turismo, albergue de carretera, etc. De hecho, con el término agencia
de viajes, se indica una empresa que forma parte de la industria del turismo.
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4. Cicloturismo
La palabra cicloturismo es un neologismo de forma compuesto, más precisamente se trata de una unidad léxica simple, resultado de la yuxtaposición de
otros dos términos, ciclo y turismo, según el esquema compositivo sustantivo
+ sustantivo. Se toma prestado por la lengua española a través del francés cyclotourisme, de cyclo- (circulo, rueda) y tourisme (turismo), lengua en la que se
acuñó. Con este sustantivo se indica una modalidad de turismo en la que se
emplea la bicicleta como medio de transporte.
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El léxico del turismo en español en el siglo XIX
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El cicloturismo debe su nacimiento a una figura muy importante en la historia del ciclismo mundial, es decir a Paul de Vivie (1853-1930), mejor conocido
como Velocio. Nacido en Francia en 1853, fue empresario, periodista y un gran
amante de las bicicletas8. Después de terminar los estudios de bachillerato,
comenzó a trabajar como intermediario en la industria de la seda. Este trabajo
lo llevó a viajar a menudo en Inglaterra, donde en aquella época la industria
ciclista era mucho más desarrollada que en Francia. Compró su primera bicicleta cuando tenía 28 años, en 1881 y en ese año se convirtió en el secretario
fundador del club Les Cyclistes Stéphanois. En 1887 vendió su negocio de sedas,
abrió la Agence Générale Vélocipédique (de Velocipedistas) en Saint-Étienne para
importar bicicletas de Inglaterra y fundó una revista llamada Le Cycliste. En
1889 publicó en esa misma revista un artículo histórico en el que acuñó un
término desconocido pero con un futuro brillante, es decir cycloturisme (cicloturismo), el cual entró a formar parte del título de la misma revista. Ese amor
por la bicicleta lo convirtió en uno de los primeros ciclistas de larga distancia.
Hacía rutas de hasta cuarenta horas en bicis antiguas y en épocas en que las
carreteras no eran las mismas que hoy día.
Desde su aparición, el cicloturismo ha ido adquiriendo cada vez más popularidad, convirtiéndose en una práctica muy difundida en toda Europa entre
los aficionados del connubio “bicicleta, turismo y naturaleza”, sobre todo a
partir de los años ‘70, años en que el turismo de masas se consolida y empieza
a diversificarse en varias actividades, entre las cuales: turismo rural, turismo
cultural, ecoturismo, mototurismo, etc.
A pasar de su historia bastante reciente y de los pocos estudios realizados
acerca de este fenómeno turístico, el término cicloturismo se asentó muy pronto
en la lengua española. En efecto, resulta muy fácil documentar la existencia de
esta palabra en castellano, como demuestra el siguiente documento, proporcionado por la Hemeroteca Digital, del periódico «ABC»: se trata de un artículo
publicado en el mismo periódico, con fecha de 8 de junio de 1935, en la página 37,
precisamente la sección Página deportiva: informaciones, comentarios, caricaturas9. En el artículo, dedicado al ciclismo, se habla de un viajero checoeslovaco de
Que
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Para más informaciones acerca de la historia del cicloturismo, cfr. http://eldelabici.blogspot.it/2010/12/el-inventor-del-cicloturismo.html, blog de ideas, estudios, artículos,
opiniones y relatos sobre ciclismo urbano, cicloturismo y ciclodeporte (consultado el
27/05/2016).
9
ABC (Sevilla), 08/06/1935. Documento digitalizado disponible en: http://hemeroteca.abc.es/nav/Navigate.exe/hemeroteca/sevilla/abc.sevilla/1935/06/08/037.html (consultado el
22/05/2016).
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Herencia e Innovación en el español del siglo XIX
34 años, entrevistado por un periodista del «ABC», el cual emprendió un viaje
de 20.000 km en bicicleta, saliendo desde Praga el día 15 de julio de 1935, es decir,
casi un año antes respecto a la publicación del artículo, recurriendo Alemania,
Inglaterra, Francia, y por fin España. A la pregunta del periodista: “Un buen día
salió de Praga. ¿Su idea principal?”, el “cicloturista” responde: “Conocer los límites del cicloturismo y la resistencia de una bicicleta”.
Con respecto a la entrada de este término en los diccionarios académicos,
la RAE lo registra apenas en la última edición de 2014 (23ª ed.), mientras que
diccionarios no académicos, tales como el Diccionario del Español Actual de Manuel Seco o el Diccionario de Uso del Español de María Moliner, lo registran respectivamente en 1999 y 2007.
En fin, podemos afirmar que la palabra cicloturismo en español, además de
ser un neologismo de forma compuesto, es un préstamo del francés, más precisamente se trata de un calco léxico, puesto que se produce una integración y
aclimatación del significado del término mediante la traducción de cada uno
de sus componentes (Bordonaba Zabalza 2009: 52).
5. Conclusión
La lengua del turismo, al igual que otras lenguas de especialidad, se va renovando con el tiempo y en ciertos periodos históricos las innovaciones son
más frecuentes y significativas. Por medio de este estudio se ha podido documentar que el período durante el cual la terminología turística empieza a
tomar forma es sin duda el siglo XIX, puesto que es la época en que el turismo
moderno se desarrolla y se percibe la necesidad de dar un nombre a objetos o
conceptos nuevos relacionados con este sector.
Además, se ha podido demostrar, a través del ejemplo mochilero, cómo el
lenguaje del turismo resemantiza términos ya existentes en lengua española,
que antiguamente pertenecían a otros campos de especialidad, y que se remontan a épocas incluso anteriores al desarrollo turístico; es decir, el léxico
del turismo es un ejemplo claro de herencia y neología que tiene sus raíces
el siglo XIX, llegando a consolidarse como tal en el siglo XX.
242
El léxico del turismo en español en el siglo XIX
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Herencia e Innovación en el español del siglo XIX
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Las apologías de la lengua en el siglo XIX.
Las controversias de una herencia
y los retos decimonónicos*
Miguel Ángel Puche Lorenzo (Universidad de Murcia)
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Resumen
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El estudio de la lengua española del siglo XIX debe ser abordado desde una perspectiva interna y externa. Por ello, nos hemos acercado, desde esta última, a comprobar la
opinión que se tenía de ella en un momento caracterizado por una fuerte influencia
francesa, plasmada en el efecto adverso que manifestaban las traducciones. Los periódicos del intervalo acotado, primer tercio del siglo XIX, dejan buena cuenta no solo de
las críticas, sino también de la defensa apologética que se realizará. Hecho este que no
había sido puesto de relieve y en el que se debe indicar la gran diferencia que suscitan
los textos literarios frente a los científicos o técnicos.
Abstract:
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The study of the 19th century Spanish language must be approached from an internal
and external perspective. Therefore, from the latter, we have come to check the opinion that was held about it in a moment characterized by a strong French influence,
reflected in the unfavourable effect shown by the translations. The newspapers of that
time –the first third of the 19th century–, display not only the criticisms but also the
apologetic defense that will be done. This fact had not been highlighted before, and the
difference aroused between literary texts and scientific or technical relies on it.
Este estudio se enmarca en el seno de los proyectos Diccionario histórico del español moderno de la ciencia y de la técnica: fase de desarrollo, financiado por el Ministerio de
Economía y Competitividad (FFI2013-41711-P) y Corpus para el estudio de la lengua española
científica y matemática del siglo XVII, financiado por la Fundación Séneca.
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Herencia e Innovación en el español del siglo XIX
1. Introducción
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Convencidos de que debemos tener una amplia visión de la lengua española
en el siglo XIX, pensamos que el estudio de la evolución interna de un idioma
debe ser complementado con una visión externa que marcará, en múltiples
ocasiones, el devenir de aquella. Por ello, en el trabajo presente pretendemos
acercarnos a la percepción que se tenía de la lengua española en el siglo XIX,
puesto que será este un periodo durante el que se discutirá, se debatirá o se
hablará de cuestiones lingüísticas dado que, en cuanto a su concepción, podrá
ser considerada el vehículo apropiado para la difusión de los más diversos conocimientos, entre otros motivos.
Hemos de confesar que el título de este trabajo está inspirado en el ya clásico
de Pastor, Las apologías de la lengua castellana en el siglo de oro (1929), que ha encontrado una digna continuación en tiempos recientes por García Dini (2007), Antología en defensa de la lengua y la literatura españolas (siglos XVI y XVII). A través de los
textos aportados por los autores mencionados, observamos las opiniones que se
vertían de forma elogiosa sobre la naciente lengua de cultura internacional por
lo que las intervenciones lingüísticas iban de la mano de convenciones políticas
más que notables. Por ello, durante el período áureo queda patente la convicción
de que el español es “una lengua capaz de crear textos de todo género de altísimo nivel, y como lengua de comunicación tanto en Europa como en América”
(García Dini 2007: 71). Estos aspectos, junto con otros que iremos mencionando,
nos permiten establecer cierto paralelismo entre la situación lingüística vivida
en aquel periodo con la que se advierte en el siglo XIX, donde la lengua debe alzarse de nuevo como un vehículo de comunicación internacional, aunque para
ello deba depurarse de los excesos que la “contaminaron” en épocas pasadas y
sus usuarios obtener un preciado conocimiento sobre su funcionamiento, estructura y alcance1. Para conseguir tal fin, hemos reunido un corpus compuesto por más de cien textos, de diversa naturaleza e índole, aunque predominan
los periodísticos, y del que mostraremos los ejemplos más representativos, que
ofrecen, sin lugar a dudas, una visión global próxima a la realidad del momento
y nos permiten contemplar el español del siglo XIX desde una óptica nueva2.
Al tomar como referencia el siglo XVI y en relación con las premisas indicadas,
resulta necesario mencionar el trabajo de Mancho Duque (2004) sobre los retos que
debía superar la lengua en ese periodo, sobre todo en el contexto científico-técnico.
2
Los textos que conforman nuestro corpus han sido extraídos de la Hemeroteca
Nacional. Para constituirlo, hemos llevado a cabo una lectura y vaciado exhaustivos de
1
246
Las apologías de la lengua en el siglo XIX
2. ¿Por qué apología?
A pesar de que hemos indicado el origen del título, creemos necesario aportar
una breve explicación, suficientemente aclaratoria, sobre la voz apología. En
la última edición del DLE (2014) queda definida como “Discurso de palabra o
por escrito, en defensa o alabanza de alguien o de algo”, mientras que en Autoridades lo hace como “Discurso que se hace de palabra o por escrito en defensa de alguna persona u obra. Úsase más comúnmente esta voz en materias
de literatura”. Esa parte literaria desaparecerá en la edición de 1837, muestra,
probablemente, del tipo de discurso en el que podía utilizarse. De hecho, los
diccionarios no académicos del siglo XIX nos ofrecen un complemento significativo de gran interés, pues Castro (1852) indica que es un “Discurso en que
de palabra ó por escrito se defiende ó escusa á una persona ó cosa; y así en
castellano tenemos algunas apologías muy curiosas escritas en sentido burlesco, como la apología de los cuernos, la de las narices largas, la de las bubas,
etc.”. Y para Domínguez (1853) es el “Discurso laudatorio, oración apologética,
panejírico de alguna persona, defensa suya hecha de palabra ó por escrito”,
que difieren estilísticamente de la aportada por la Academia, a pesar de que
siempre había sido esta institución fuente inagotable para gran parte de las
obras lexicográficas que emanaron fuera de ella3.
Con el significado que observamos, no solamente en la actualidad, sino
también en el período que pretendemos abordar, queda justificado el uso de
la voz para referirnos a las alabanzas, elogios y descripciones positivas que
recibió el español durante el siglo XIX.
todos los periódicos aparecidos en el intervalo comprendido entre 1800 y 1835, pues
nuestra intención es aportar una visión, lo más completa posible, acerca de cómo se
concebía la lengua en el siglo XIX. Fragmentamos el siglo en tres periodos que nos
permitieran ir abordando estos hechos, aunque en determinados casos, motivados
estos por ciertas polémicas, ha sido necesario consultar periódicos aparecidos antes y
después del intervalo fijado. Los ejemplares digitalizados y accesibles desde la página
web de esta institución comprenden todos los que tenían extensión nacional, y bastantes de difusión regional. Además, el periodo indicado resulta de mayor riqueza porque
también se incorporan textos de países americanos que, en ese momento, no habían
alcanzado la independencia todavía.
3
La consulta de los diccionarios se ha realizado a través de la página web de la
Real Academia, bien desde su interfaz, para la última edición, bien a partir del Nuevo
Tesoro Lexicográfico de la Lengua Española para obras anteriores.
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Herencia e Innovación en el español del siglo XIX
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3. Sobre herencias, ¿rechazadas
o admitidas?
ook appartiene
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No se puede entender lo que acaecerá en el siglo XIX si no tenemos en cuenta
el periodo inmediatamente anterior, puesto que durante el siglo XVIII habían
emergido importantes e interesantes polémicas entre puristas, casticistas y
afrancesados, provocadas, principalmente, por la recepción de galicismos.
Tales circunstancias han sido puestas de relieve en numerosas ocasiones y
son sobradamente conocidas, por ello solo nos referimos a ellas con el fin de
enmarcar la herencia recibida. No obstante, también hay que tener en cuenta
los estudios que nos ponen sobre la alerta de que debe ser revisada esa concepción de la lengua del siglo XVIII, tal como hace Álvarez de Miranda (2004:
1052) al indicar que “la corriente antigalicista arranca, naturalmente, del siglo
XVIII, época siempre tópicamente presentada como la de la gran invasión de
francesismos…”, algo que se debería precisar a raíz de la formación “del mito,
o del tópico, del afrancesamiento lingüístico dieciochesco”.
Pero, para realizar un elogio, en este caso, previamente es necesaria una
crítica feroz, en determinadas ocasiones, y más comedida, en otras. Con el fin
de poder enmarcar lo acontecido en el siglo XIX, necesitamos introducir un
punto de inflexión o un inicio para nuestro planteamiento. Hemos elegido,
por ello, un texto significativo, redactado a finales del siglo XVIII, que comprendería la culminación de las ideas representativas de la lengua española:
nos referimos a las Exequias de la Lengua Castellana de Juan Pablo Forner4. El
autor, dirigiéndose a sus contemporáneos, exclama:
Mas vosotros, ¿cómo la habéis recibido? [la lengua] Lánguida, afeada con nueva
barbarie, corrupta y enteramente cargada de vicios propios y ajenos, que es el último extremo de corrupción a que puede llegar el uso de un idioma. En una palabra,
cuando vosotros nacisteis estaba ya moribunda la lengua española, y hoy venís a
presenciar aquí la fúnebre ostentación de su entierro. ¿Habrá algún remedio para
este mal, que parece ya irremediable? Lo tengo por imposible. Los franceses, labrando sus glorias sobre las ruinas de la nuestra, han sabido escribir tan varia y
abundantemente de todo, que aunque ni sus ingenios son inventores ni su lengua
a propósito para competir con la nuestra, han conseguido derramar copia inmensa de libros por todas las provincias de Europa… Los españoles, dados, como toda
Europa, a la lectura de los libros de esta nación impetuosa, debiendo sólo aprender
4
Aunque redactada la obra en la última década del siglo, no vio la luz hasta 1871,
cuando Leopoldo Augusto de Cueto la incluyó en el tomo LXIII de la Biblioteca de Autores
Españoles.
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Las apologías de la lengua en el siglo XIX
en ellos las cosas, el método y el artificio, convierten las locuciones francesas en
castellanas…” (Forner 1871: 76-77).
Con estos antecedentes, parece obvio que la primera crítica, que continuará vigente en el siglo XIX, será aquella que tome por objeto a las obras traducidas. Hemos de dejar constancia de que en todo momento nuestro estudio se
referirá a una esfera crítica o elogiosa, al margen de los comentarios y la labor
desempeñada por la Real Academia o los debates que se establecieron, igualmente, en obras de carácter periódico.
4. La traducción y la lengua
La principal crítica que observamos desde los primeros años del siglo va destinada a las traducciones5, dado que desvirtúan la pureza de un idioma que
acaba, en su resultado final, plagado de galicismos. Hecho este que conducirá
a pensar en la muerte del castellano, tal como anunciaba Forner en el siglo
pasado:
Diga vmd. al anciano ochentón que se despedia del mundo en el Diario de 23 del mes
próximo de agosto, que si tarda en morirse, no solo dexará la lengua española muy
otra de la que era quando él empezo á hablar, sino que no dexará lengua ninguna y
de tal suerte tendremos los que quedemos por acá que apelar á las señas, si es que
nos sirva ya este natural auxilio; porque no solo se han alterado la índole, frase, y
vocabulario de nuestro idioma, con la pestilencia de estos traductores que trabajan á
destajo,… Con qué, ¿no ha de haber remedio contra estos señoritos lengüeteros que
estropean su idioma patrio con gerigonzas afrancesadas? ¿Y contra tanto gozque
traductorcillo no se oye grito, quexa ni bando? ¡Gran lástima que se compren sus
impresos; pero mucho mayor que se lean! ¡Mas, ay dolor! (Diario de Madrid 1801: 1-2)6.
o, sencillamente, en su destrucción:
Si hemos estado y aun estamos escasos de buenos autores originales, mucho mas
lo estamos de buenos traductores: la falta de aquellos hace que se vaya descuidando
Son numerosos los trabajos que se han referido a la acción de la labor traductora y su repercusión en la lengua española. Como últimas aportaciones, se puede
consultar el volumen de Lépinette y Pinilla Martínez (2016).
6
Incluimos, al final de la cita, la referencia del medio o de la publicación en la que
se inserta.
5
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Herencia e Innovación en el español del siglo XIX
nuestra lengua, y la de estos el que se altere y corrompa. Un mal libro bien traducido puede aprovecharnos, porque nos conserva la pureza del lenguage, y aun suele
enriquecerlo; pero un buen libro mal traducido, daña, porque no se entiende ó se
entiende mal, y porque vicia el lenguage, el estilo y el gusto… y pues que estos
señores traductores adocenados se han obstinado en seguir en su noble, y á lo que
parece, no difícil empresa, de destruir la lengua castellana, nosotros también seguiremos con igual constancia en notar y hacer ver sus defectos (Memorial literario
1802: 27).
Porqué con tan monstruosas traducciones, no solo habian destruido las sales y
chistes dé la lengua francesa, sino también que con mano airada y violenta habían
conspirado para asesinar á la hermosa lengua castellana reduciéndola á una gerigonza despreciable (Diario de Madrid 1802: 2).
Hasta tal punto llega la corrupción de la lengua, según los críticos, que no
se identifica como española, sino como el nacimiento de una nueva variedad,
de una lengua mixta:
Somos los críticos de buena intención que queremos demostrar los pecados del
traductor contra los mandamientos de la gramática española: y además demostraremos las heridas incurables hechas por él á la lengua…En primer lugar sentamos
que la tal traducion huele á galicismo de veinte leguas; mejor diremos que pertenece á la clase mestiza, por estar escrita en una lengua flamante que no se usa desde
el Tajo al Ganges (Memorial literario 1801: 54-55).
Este drama es traducido del francés, pero no trasladado al castellano, pues se ha
quedado en el lenguage mestizo, tan de moda entre la turba de los malos traductores, que para destruir mas pronta y seguramente nuestra lengua, se han apoderado
del teatro. Apenas se halla en toda esta composición una frase castellana, ó una
oración que no peque contra las reglas gramaticales, sin contar las muchas voces,
ó acabadas de nacer, ó no conocidas en nuestra lengua (Memorial literario 1802: 27).
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Incluso, se llegará a pensar en el abandono de la lengua española, en pro de
la francesa, ante tales desmanes:
Tiempo hace que estoy pensando cómo podría restablecerse el habla pura y castiza
de nuestros mayores. Cuando viendo que es ya de todo punto imposible he creido
que convendría adoptar la lengua francesa, y abandonar la rancia y avejentada Castellana. El pensamiento es original, yo lo confieso, pero no faltan razones poderosas
capaces de poner en tormento mas de cuatro molleras. Nosotros hemos dado ya
el gran paso de admitir las modas francesas… Estando pues tan adelantados en la
carrera de la transformación, ¿qué inconveniente puede haber de adoptar también
la lengua francesa, y pasar de esta manera de galo-manos á galo-monos? A mí me
250
Las apologías de la lengua en el siglo XIX
sto
Que
parece que ninguno, y mas cuando los que han de dar el tono tienen ya tan vacíos
los aposentos del cerebro, que pueden llenarles aunque sea de la enciclopedia con
cartones y todo... Afortunadamente nos hemos ido preparando por grados á esa
regeneración memorable, como vmds. habrán observado en todo; y si no ahi están
las traducciones, que no me dejarán mentir, y que se multiplican todos los dias
en vilipendio… de nuestra lengua, que hemos de llegar á destruir mal que le pese
(Correo literario y mercantil 1826: 4).
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ppa
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Este hecho no podía ni debía ser general, de manera que se localizan las
justificaciones de algunos traductores que no pretenden caer en el error de
sus contemporáneos:
Nosotros hemos hecho una traducion literal y sencilla, evitando que se nos puedan
tachar los galicismos y voces impropias con que afean la lengua castellana los traductores modernos de pane lucrando (El censor 1820, 72).
Pero también se daba el caso de quien justificaba el tipo de traducción realizada, aunque no fuera admitida por críticos y/o escritores:
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5. ¿Dónde está la lengua española?
luen
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luis.
Nuestro señor impugnador no repara en estas pequeñeces, y escribe como el autor
de Iriarte. / Diciendo a cada voz yo te bautizo / Con el agua del Tajo / Por mas que
hayas nacido allá en el Sena, / Y rabie Garcilaso enhorabuena. / Que si el hablaba
lengua castellana / Yo hablo la lengua que me da la gana (El espectador 1827: 3).
gog
La lengua, hasta este momento, parece convertirse en un concepto manipulable, permeable a las influencias extranjeras que, a manera de invasión, deforman su estructura primigenia. Ante tales perspectivas, adoptadas, como
podemos observar, desde una óptica eminentemente literaria, lleva a crear
metáforas de gran repercusión en el imaginario colectivo. Es el caso del reino:
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El reyno de la lengua española es sumamente fértil; pero sus habitantes han descuidado ultimamente el cultivo de su suelo, y en el día pretenden arrancar todas sus
plantas, substituyendo las en su lugar las que continuamente traen del réyno del
idioma francés, que consideran mas bellas y graciosas: ninguna de ellas se pierde
por desgracia; pero todas degeneran por la diversidad del clima… Una irrupción
de normandos literarios ha devastado enteramente nuestro reyno, entrando á sangre y fuego por la provincia llamada Pureza del lenguage; los gefes del país se han
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Herencia e Innovación en el español del siglo XIX
retirado al castillo de la Discreción, desde donde se defienden de sus contrarios
(Minerva 1807: 21-23).
No obstante, mantener la pureza de la lengua no es solo un hecho que
afecte al plano lingüístico, sino que tiene sus implicaciones en la política y lo
que se denomina “decoro nacional”:
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s
Q
Como, si nuestra lengua castellana no fuera abundante para explicar aun los conceptos mas sublimes, ufanos nos echan la remembranza algunos que están premiados como castizos españoles en escritos que el tiempo descubrirá el aprecio que se
merecen, y el patriotismo de sus personas. Y será razón sufrir el insulto que sufre
una nación grande por esta clase de hombres extraños a la conservación y mantenimiento de nuestro decoro nacional (El procurador general 1812: 4).
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El ejemplo más llamativo que hemos hallado convierte a la lengua en una
dama que se personifica y pronuncia un emotivo discurso:
e¿Y quién son esos malandrines, la pregunté, que la tratan á vmd. con tanta iniquidad? Estraño mucho, me respondió, que no los conozca vmd. por las señas. ¿Quién
quiere vmd. que sean? ésa cáfila de literatos adocenados que apenas saben leer, y
que… pero para qué es, señor, andarnos por rodeos, yo soy la lengua castellana, a
quien esa gente no conoce, y mucho menos a mi rival la lengua francesa: y sin embargo, como la ignorancia su protectora es tan atrevida, les ha metido en la cabeza
que traduzcan quantos libros y comedias les venga á la mano, sin calcular antes el
alcance de sus fuerzas, ni saber dicernir lo bueno de lo malo, de modo que son el
deshonor de la literatura española, y los objetos de risa, y desprecio de los hombres
sabios y sensatos […] que nos conocen á fondo á mi competidora y á mí: ellos me
están continuamente adornando con los nuevos é irrisibles aranbeles de que estoy
cargada en sus escritos y aunque sean originales, y aun en sus conversaciones particulares, me veo continuamente maltratada, ó tratada mal, por todos esos eruditos
de café, y sabios á la moda. Considere vmd. pues, si son suficientes los motivos
que me obligan á desamparar este pais en donde se desprecia toda mi hermosura
(Diario de Madrid 1803: 1-2).
6. De la crítica al elogio
Tras las críticas despiadadas que hemos leído, llega el momento de acercarse
a la evolución que sufren todas estas posturas cercanas al uso que se realizaba
en la literatura. De la crítica anterior, se llega a una defensa y un manifiesto
elogio de la lengua: “Poco sonora á la verdad es esta admiración, y mayormen252
Las apologías de la lengua en el siglo XIX
te siendo la hermosura de la lengua castellana susceptible de imágenes grandiosas, armoniosas y mas inteligibles. Y aun habria mucho que discutir sobre
imaginar ideas” (Memorial literario 1805: 22-27), a pesar del efecto adverso de
las traducciones:
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En todas épocas se ha justamente declamado contra la perniciosa manía, harto comun por desgracia entre nosotros, de corromper con malas traducciones estrangeras la pureza de nuestro idioma. Una lengua, que por voto comun de las naciones
cultas es un conjunto de todo lo mejor de las muertas y de las vivas; que une á la
sublimidad de la hebrea la flexible variedad de la latina, la riqueza y propiedad de
la griega, la dulzura y la espresion de la italiana, la energía y claridad de la francesa,
participando igualmente de la vivacidad inglesa y de la gravedad alemana, cuyo
carácter propio es la magestad, el decoro, la grandeza y aquel aire soberano de lo
bello, lo gracioso y lo noble; una lengua á quien llama el holandés aguda, eficaz,
concisa, propia, grave, rica de proverbios, de sales, de metáforas; en cuya alabanza
dice el italiano que el estilo precioso, simple y juntamente magestuoso de Horacio,
quizá en ninguno de los lenguajes vivos se puede imitar tan felizmente como en
el español; una lengua, á la que los mismos franceses á pesar de su acostumbrada
parcialidad dan los realces de magestuosa, armoniosa, espresiva, propísima para
las materias sublimes y para los asuntos amenos; una lengua tal no debe ser jamas
olvidada, ni merece que nosotros mismos por un descuido criminal la despojemos
de sus gracias y primores (El correo 1831: 2).
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En la comparación de la riqueza y pobreza respectivas de ambas lenguas, ha puesto
la diligencia y esmero mas riguroso, á fin de que cada artículo pueda servir de regla
al lector para hacer por sí el cotejo de la abundancia y variedad de la lengua española, que aventaja en estas y otras calidades á la francesa, y en este mismo prologo
pone muy oportunos exemplos en demostración de esta verdad, que se propone
explayar en otra obra que dentro de poco dará al público (Nuevas efemérides de España
1805: 49).
Algunos han creído que consistía en la pobreza del castellano la dificultad que
sentían en la traducción de los libros franceses; pero debían atribuirla mas bien
á su pereza ó impericia. Los mas desafectos á nuestra lengua (prosigue el autor)
hallan, según dicen, mas exacta y copiosa la francesa para las materias filosóficas
y científicas, en cuya traducción tocan la esterilidad de la castellana. Estos Españoles bastardos confunden en primer lugar la esterilidad de su cabeza con la de
su lengua, sentenciando que no hay tal ó tal voz, porque no la hallan. ¿Y cómo la
han de hallar sino la buscan, ni la saben buscar? ¿Y dónde la han de buscar si no
e-
La competidora o, mejor dicho, la causante de aquellos males era la lengua
francesa, principalmente, por lo que un elogio oportuno es aquel que pasa por
la comparación con esta, con el fin de demostrar la superioridad de una sobre
la otra. De este modo se advierte en la crítica publicada sobre el diccionario de
Capmany en dos periódicos diferentes, donde leemos:
leen nuestros libros? ¿Y cómo los han de leer si los desprecian? (Memorial literario
1805: 27)7.
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Se puede llegar incluso a citar la poca propiedad que posee una u otra lengua en algunos dominios artísticos, como el musical:
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05
El teatro musical francés fue degenerando, sobre todo por ser su lengua, por mas
que dígan los franceses, enteramente antimusical. ¿Podrá jamas cantarse bien en
una lengua con letras mudas, y que contienen un sonido sordo y con una pronunciación nasal y gutural? Por manera que la grande ópera francesa es un espectáculo
dirigido enteramente á la vista (El correo 1830: 3).
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Pero el elogio o la apología de la lengua, expresado de forma grandilocuente:
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Sostienen algunos que ha llegado ya nuestra lengua al colmo de la perfección y que
seria un verdadero delito introducir en ella la menor mudanza. Hermosa en efecto,
hermosa como la que mas, con su pompa oriental, con sus frases sonoras y retumbantes, con su rica y variada armonía la lengua de Cervantes y de Herrera; y tanto lo
es, que bien tuvo razón Carlos I para calificarla de la mas digna de llegar al trono del
Hacedor. Pero para los que no creemos en la perfectibilidad de las lenguas, como en
la de ninguna obra humana, mucho le falta todavía al dulce idioma castellano para
elevarse á la altura á que sin duda habria llegado sino estuviera tan generalizada la
creencia, absurda á nuestro parecer, de que no admite ya ninguna especie de mejoras la lengua en que escribieron Fr. Luis de Granada y Jovellanos. Repetimos, y no
nos cansaremos de repetirlo una y mil veces, que la lengua castellana es á nuestro
parecer la reina de las lenguas vivas por su naturaleza gloriosa y robusta al mismo
tiempo. Suave en ciertos casos como el idioma italiano, enérgica en otros como el
alemán ó el inglés, llena de pompa y magestad, de giros orientales y latinos, severa,
esacta, religiosa… (El artista 1835: 64)
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no está reñido con el convencimiento de que las lenguas evolucionan y resulta necesario introducir cambios, incorporar nuevas formas o actualizar otras
perdidas en el tiempo:
Véase también la publicada en la Gazeta de Bayona (1829: 3-4).
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Nuevas ideas exigen nuevas voces con que espresarlas; antiguas costumbres
olvidadas por largos años y resucitadas en el día, exigen la resurrección de
las antiguas palabras con que espresaban nuestros mayores aquellas venerables costumbres; y las grandes mudanzas introducidas en nuestros usos y en
nuestras ideas por las revoluciones políticas y sociales, hijas del tiempo y de
la civilización, reclaman imperiosamente fundamentales modificaciones en el
254
Las apologías de la lengua en el siglo XIX
lenguaje que, siendo como antes digimos la espresion mas esacta del estado
social, debe variar necesariamente á medida que éste varía (El artista 1835: 64).
De ahí que muchos y variados autores se lanzaran a revisar conceptos y
adoptar una postura más comedida ante realidades lingüísticas como el préstamo o el arcaísmo. Así, por ejemplo, lo expresó Larra:
Las palabras sirven representando las ideas para entenderse los que las usan:
estas palabras, reunidas en cada pais, en que los hombres usan unas mismas,
forman lo que se llama la lengua de aquel pais: de aquí se deduce que los hombres
no reconocen en sus lenguas respectivas mas legislador que su convención tácita
de entenderse, y que cuando constantemente usan de una voz y se entienden
por medio de ella, esta voz queda reconocida una de las de su lengua; de donde
se infiere que el uso es el único legislador de las lenguas. Vamos á ver ahora de
donde toma el uso las palabras que adopta. Al corto parecer del Duende las palabras que componen la lengua castellana (como sucede en todas las modernas)
son de tres clases. Palabras que traen su origen de las lenguas muertas, el griego,
el latín,… Palabras absolutamente inventadas por el pueblo que las usa ó por lo
menos en las cuales se ha perdido enteramente el rastro que podía conducir á su
origen, porque el uso las ha desfigurado… Y palabras que se toman por el roce y
trato continuo de un vecino, de un conquistador, y que el uso lleva a reconocer…
Porque las palabras son como las monedas, se desgastan, y es preciso renovarlas
con otras (El duende satírico 1828: 42-48).
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Esta forma de describir las lenguas no impide que se pueda facilitar al
lector una clasificación de las mismas en función de sus cualidades acústicas, lo que nos recordaría la que, se piensa, pronunció Carlos I en el siglo
XVI (Buceta 1937):
Si la lengua es pomposa y dulce como la española ó la italiana se buscará la sonoridad de la espresion y la armonía de las terminaciones; porque en los pueblos de
organización música es forzoso lisongear el oido al paso que se satisface el entendimiento. Pero si la lengua es elegante y correcta como la francesa, es necesario para
hablarla en público prepararse de antemano y tener cierta costumbre; porque si la
dicción fuese lánguida y descuidada seria fácil incurrir en la monotonía, y siendo
precipitada pecar por la confusión (El eco del comercio 1838: 2).
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7. Y continúa el elogio por otros
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elogio,
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uestoción por parte de sus hablantes de considerarle el vehículo apropiado para ex-
presar cualquier tipo de conocimientos. En el siglo XIX, por tanto, con el auge
que experimentaron las ciencias, cuyos avances se recibían mediante textos
traducidos, destaca el hecho de que el español se considere una lengua digna
para la comunicación especializada. Como afirma Gutiérrez Cuadrado (2004:
35-44), la lengua francesa se convierte en la intermediaria entre la ciencia y el
español del momento y los problemas lingüísticos empezaron a constatarse
en la primera mitad del siglo XIX, al desaparecer la generación de ilustrados
que velaba por una adaptación de las nuevas terminologías. Sin embargo, la
necesidad de adquirir conocimientos provocó que esos textos fueran observados desde otro prisma de parte de la opinión pública. De hecho, las obras que
se publicaron en ese momento dejaron buena cuenta de ello, pues, junto a la
justificación de que no existían obras de esa naturaleza en nuestro idioma, se
deja constancia de la valía que posee el español para dar a conocer y difundir
esos contenidos. Así lo pudimos comprobar en los más diversos manuales publicados por autores como Andrés Manuel del Río, que pretendía la creación
de un lenguaje científico español, Sebastián Alvarado y de la Peña, Casiano de
Prado, etc. (Puche Lorenzo 2015). Pero, para comprender el reto que supuso la
comunicación científica en el XIX, aunque ahonde sus raíces en el siglo XVIII
(Garriga Escribano, Rodríguez Ortiz 2011), nos acercaremos a lo expuesto en el
Mercurio español en 1814, puesto que, al lado del elogio apologético de la lengua
española, se encuentra el reto que debe lograr esta para alcanzar la máxima
perfección que una lengua pueda obtener:
Mas para levantar nuestra lengua á toda su perfección, y restituirla á su dignidad y
derecho, la Junta examinará si será conveniente adoptarla en nuestros estudios generales y en todo instituto de educación, como único instrumento para comunicar
la enseñanza de todas las ciencias, asi cómo para todos los exercicios de discusión,
argumentación, disertación o conferencia; con lo qual podrá ser algún día depósito
de todos los conocimientos científicos que la nación adquiera, y será mas fácil su
adquisición á los que se dediquen á estudiarlos….Para resolver este punto, la Junta
tendrá presente: 1.°, que siendo la lengua nativa el instrumento natural asi para la
enunciación de las ideas propias, como para la percepción de las agenas, en ninguna otra lengua podrán los maestros exponer mas clara y distintamente su doctrina,
y en ninguna la podrán percibir y entender mejor los discípulos… (Mercurio español
1814: 70-71).
256
Las apologías de la lengua en el siglo XIX
Se aporta, además, una visión de las voces técnicas que nos permite comprobar que estas podían deberse tanto al préstamo como a la formación a través de los propios recursos de la lengua:
Las lenguas no conocen límite, las ciencias, las artes, los oficios etc., son quienes las
enriquecen gradualmente en razon del progreso con que la civilización avanza. La
española tiene muchas palabras adaptadas en su uso (aun sin ser científicas), que
no les ha llegado la época de tener lugar en su Diccionario; y una nación, en donde
muchas ciencias no han recibido aun todo el desarrollo que es necesario, es claro
se debe carecer de palabras equivalentes, á nombres de máquinas desconocidas,
piezas de que estas se componen, útiles científicos propios á aquellos usos etc. etc.
(El eco del comercio 1834: 4).
Aunque este concepto no fue universal en el seno del español, pues, allende los mares, se advierte del peligro que conlleva para la lengua la introducción de neologismos procedentes de aquellos países donde vieron crearse los
objetos que designaban8:
Con los descubrimientos científicos y las nuevas doctrinas legales, hemos querido
adoptar también las locuciones del pueblo que nos las ha transmitido: no basta que
Benjamin Constant, D. Pradt y Delolme nos revelen los preceptos de una política
filosófica: ha sido preciso amalgamar a nuestra hermosa lengua una fraseología
adulterada y mestiza: hemos adquirido mas ciencia a costa del instrumento de
que todas las ciencias se valen: hemos querido ser mas cultos con un dialecto que
se acerca a la barbarie… El idioma es el barómetro de los progresos intelectuales,
puro, noble, acendrado ó tosco, envilecido y descompuesto, según suben ó bajan el
cultivo de la razón, el amor á las luces, y la independencia del espíritu (Gaceta del
Gobierno de los Estados Unidos Mexicanos 1836: 1).
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Uno de los primeros elogios sobre la lengua de las ciencias que hemos localizado pertenece a Ramón Olaguer Feliú, en El uso de la lengua vulgar en el estudio de las ciencias (1806), donde incluye una clara defensa del uso del español
para cualquier tipo de enseñanza, incluida la científica:
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Los que imaginan que nuestra lengua castellana desdice de la gravedad de las ciencias, debían tener presente la reflexión tan nerviosa del maestro Fr Luis de Leon,
quien con su acostumbrada solidez los impugna por estas palabras: “una cosa es la
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8
Generalmente se hace alusión a los galicismos, sin embargo, el estudio de los
textos periodísticos del siglo XIX nos reporta interesantes datos de voces de otras procedencia, como anglicismos (Vázquez Amador 2014).
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forma del decir, y otra la lengua en que lo que se escribe se dice… mas en lo que toca
a la lengua no hay diferencia; ni son unas lenguas para decir unas cosas, sino en
todas hay lugar para todas” (Olaguer Feliú 1806: 227-228).
Para indicar de manera apologética:
La que en obscura edad le fue negada. / Hablar, hablar procura de las Ciencias /
El recóndito idioma: gracias tiene, / Elevacion, caudal, nervio, grandeza, / Que sus
dignos conatos justifiquen / Con que puede pagar quanta riqueza / Aquellas a su
vez le comuniquen…. / Esta lengua, felice pues que la amas, / Y a su lustre y decoro
tanto anhelas. / De tal modo verá mas propagada / Su cultura, opinión y nombradía:/ Haciéndose las Ciencias familiares / Les rayará por ella nuevo día (Olaguer
Feliú 1806: 227-228).
8. Conclusiones
Tras el recorrido que hemos marcado a través de los textos publicados en el
siglo XIX, podemos afirmar que la lengua se alza como un elemento social de
gran importancia y consideración en la España del momento. Si el inicio del
siglo se resentía de la herencia crítica surgida en la centuria anterior, poco a
poco, el dolor representado por las tropelías cometidas en un gran número de
traducciones deja paso a un tono de elogio enérgico y vivaz que desea poner
de manifiesto las grandezas de una lengua. La crítica parece centrarse en las
traducciones literarias procedentes de obras francesas9, por lo que el mayor
ataque se orienta hacia el galicismo.
Se advierte, igualmente, el interesante papel que desempeñan las ciencias
en la evolución lingüística durante este siglo, y así lo hemos expuesto. Será a
través de este tipo de textos desde donde emerjan auténticos elogios de nuestra lengua, junto a otros hallados en obras de otra índole, con el fin de mostrar
las aptitudes del español para la comunicación científica. Este hecho podrá
permitir la recepción de textos traducidos de otros idiomas para poder elevar,
de esta manera, al español como herramienta de divulgación científica y desplazar, en el seno de la sociedad hispanohablante, a otras lenguas modernas.
9
En cuanto a las traducciones de obras científicas, las opiniones se vierten más
en cuanto al contenido que en cuanto a la lengua, pero este hecho merece ser estudiado
con mayor profundidad.
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Las apologías de la lengua en el siglo XIX
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El uso de nuestro idioma se trasluce, en ocasiones, como una manifestación
de un marcado nacionalismo lingüístico, pues la trasmisión de esos conocimientos dará mayor realce a este pueblo y lo situará a la cabeza de las naciones
modernas. Así mismo, no se puede olvidar que las ciencias, además de los adelantos que proporcionan a la sociedad, ocasionan un claro enriquecimiento
lingüístico. Sin olvidar que los propios científicos, conscientes de las divergencias comunicativas existentes entre la lengua común y la especializada, se
proponen o defienden, en algunos casos, la creación de un lenguaje científico
nacional.
Como vemos, los argumentos aducidos nos podrían permitir establecer un
paralelismo entre el siglo XVI y el XIX, con las consabidas distancias, aunque
dotarían a este periodo de una singular importancia en la historia de nuestra
lengua. No faltan, incluso, las comparaciones entre lenguas o las distinciones,
por el uso, que a cada una resultan más apropiadas, a la manera que probablemente realizó el emperador español, aunque, en esta ocasión, hemos recurrido a textos incluidos en periódicos del primer tercio del siglo XIX, alejados de
polémicas o debates que también encontraban un hueco en su interior.
Para concluir, queremos reflexionar sobre los textos publicados en el siglo
XIX, puesto que su desconocimiento, en algunos casos, nos impide acercarnos
a una realidad histórica que, aunque cercana, la vuelve lejana. Mucho se está
haciendo desde hace tiempo, en este sentido, pero aún queda por hacer. El
estudio del idioma de forma interna y externa, esta última como la que hemos
pretendido hacer, nos ayuda a conocer mejor no solo la evolución del español,
sino también la valoración que de él existía.
259
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Herencia e Innovación en el español del siglo XIX
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Questo e-book appart
iene a joseluis.ramirezl
260
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Las apologías de la lengua en el siglo XIX
Real Academia Española (en línea), Diccionario de la lengua española. Disponible
en www.rae.es (consultado el 11/07/2016).
Real Academia Española (en línea), Nuevo tesoro lexicográfico de la lengua española. Disponible en www.rae.es (consultado el 11/07/2016).
Vázquez Amador M., Los anglicismos en la lengua española a través de la prensa de la
primera mitad del siglo XIX, in «Revista de Investigación Lingüística», 2014,
17, 221-241.
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1
Verbos parasintéticos neológicos
en el español del siglo XIX:
el Diccionario Nacional de Domínguez*
Isabel Pujol Payet (Universitat de Girona)
Assumpció Rost Bagudanch (Universitat de les Illes Balears)
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Quest
Resumen
Esta investigación se centra en el análisis de la neología de los verbos parasintéticos con
estructura [a_ar], [en_ar] y [des_ar] en el siglo XIX. Para ello se parte de un corpus de datos
amplio generado a partir de la comparación entre los verbos del diccionario académico
de 1843 y el Diccionario Nacional (1846-1847/1853) de Ramón Joaquín Domínguez. A su vez
esta información se contrasta con la que ofrecen los corpus textuales (CORDE, CDH, CE)
y el corpus lexicográfico NTLLE. Los resultados indican que estos patrones morfológicos,
presentes en el español desde sus orígenes, siguen productivos en el siglo XIX. En el caso
de las formaciones neológicas en [en_ar] y [des_ar] se observa una clara influencia del
francés. Destaca también la coexistencia de formas corradicales en el mismo XIX, que
tienden a desaparecer en la evolución al español actual.
Abstract
This work focuses on the analysis of 19th century neology, specifically on parasynthetic
verbs with [a_ar], [en_ar] and [des_ar] structures. To this purpose, we have collected an
extensive data corpus from the DRAE (1843) and Ramón Joaquín Domínguez’s Diccionario Nacional (1846-1847/1853). These data have been contrasted with the information
given in CORDE, CDH, CE and NTLLE. The results show that these structures are producEste trabajo se ha desarrollado dentro del proyecto de investigación Variación
en la interficie morfología-sintaxis (FFI2014-56968-C4-4-P), financiado por el Ministerio
de Economía y Competitividad. Asimismo se enmarca dentro del programa de Suport
als Grups de Recerca (2014 SGR 1013), financiado por la Generalitat de Catalunya.
Agradecemos a Paula Martínez Vizcaíno su ayuda en las tareas de revisión en el
establecimiento del corpus de los verbos en [a_ar].
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Herencia e Innovación en el español del siglo XIX
tive in the 19th century, favoured by French influence –mainly when it comes to [en_ar]
and [des_ar] structures. This kind of neological forms seems to fit the morphological
patterns existing in Spanish from its origins. Moreover, we have detected corradical
verbs coexisting with the parasynthetic ones, which have scarcely been maintained in
current Spanish.
1. Introducción
Un buen número de investigaciones presentadas en el Coloquio Internacional
Una cercana diacronía opaca. El español del siglo XIX, celebrado en la Universidad
Masaryk (Brno, República Checa) en octubre de 20141, sostienen la idea de que
el siglo XIX conforma una etapa de cambio a distintos niveles (en particular,
por lo que respecta a la sintaxis y a la pragmática) tanto en el caso del español
peninsular como en el americano. En este trabajo nos proponemos estudiar
en qué medida la formación de palabras participa también de estos marcados
cambios en el siglo XIX. En concreto, nos vamos a centrar en el estudio de la
neología de los verbos parasintéticos con prefijo a-, en- y des-, patrones productivos desde los orígenes del español, vid. Pujol Payet (2012; 2014), y Gibert,
Pujol (2015). Para ello vamos a partir de un corpus de datos amplio generado
a partir de la comparación entre los verbos del diccionario académico de 1843
y el Diccionario Nacional (1846-1847/1853) de Ramón Joaquín Domínguez2. A
su vez esta información se contrasta con la que ofrecen los corpus textuales
(CORDE, CDH, CE) y el corpus lexicográfico NTLLE.
A nuestro entender, la elección de la etapa del siglo XIX para el estudio
de las neoformaciones reviste un mayor interés en tanto que en este período
los intelectuales del momento (no solo los gramáticos, lexicógrafos, o académicos, sino también los científicos) se pronuncian acerca de los límites de la
creación de voces nuevas en español, distinguiendo entre neología y neologismo
–Lliteras, Hernández (2008), entre otros. Este estado de opinión viene motivado por el notable caudal de neoformaciones (en muchos casos terminológicas)
que habían tenido lugar desde el siglo XVIII con el desarrollo de la ciencia y
de la técnica, las cuales se hacía necesario recoger en el diccionario. De esta
empresa se ocupó especialmente la lexicografía no académica, iniciada por
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Una selección de los trabajos presentados en este foro se han publicado en la
revista «Études Romanes de Brno», 2015, 36, 1.
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Consultamos la edición en línea que ofrece el NTLLE de la RAE.
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Verbos parasintéticos neológicos en el español del siglo XIX
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la obra de Terreros y Pando (1786-1788), y de la cual es un claro exponente el
Diccionario Nacional de Domínguez. Paralelamente, con la voluntad de diferenciarse de la Academia y de engrosar el lemario de esta, la lexicografía no
académica introdujo también en sus diccionarios una cantidad no despreciable de arcaísmos o variantes antiguas. Este hecho nos parece particularmente
significativo para tener en cuenta en el estudio de la formación de palabras de
esta etapa, dado que así el diccionario pone en relación los patrones de ayer
con los contemporáneos.
La neología en el siglo XIX se concibe como el “arte de formar analógicamente las palabras indispensables para significar las ideas nuevas” (Monlau
1863)3, frente al neologismo, que se entiende como el abuso en la creación léxica, o “manía caprichosa de transtornar el vocabulario de la lengua sin necesidad” (Monlau 1863 en Lliteras, Hernández 2008: 233).
Hemos dividido este estudio en 3 apartados (epígrafes 2, 3 y 4), en los que
analizamos desde un punto de vista morfológico y léxico-semántico los verbos
parasintéticos neológicos en el siglo XIX con estructura [a_ar], [en_ar] y [des_ar],
respectivamente, dado que estos son los patrones más productivos en español.
El trabajo se cierra con un apartado (epígrafe 5) que recoge las conclusiones.
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2. Verbos prefijados con a-
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Hemos hallado 25 verbos neológicos con esquema parasintético [a_ar] registrados en Domínguez (1853): abellotar, aboquillar, abozar, aburrar, achispar, acoderar, acuerdar, adementar, afestonar, afofar, agrisar, agrisetar, agrumar, ahocicar,
alechuguinar, amillonar, amorrar, amueblar, apopar, apotenciar, aquillar, atigrar,
atojinar, aviejar y avitolar. Atendiendo a sus documentaciones, cabe señalar
que en muchos casos se trata de formas que no acaban afianzándose en el
uso; podríamos así decir que presentan una trayectoria breve en la lengua escrita. No obstante, otros perviven hoy en la lengua general (achispar, afofar,
agrisar, agrumar, amueblar y aviejar). Destacamos también que algunos de ellos
pertenecen al ámbito de la náutica (abozar, acoderar, ahocicar, amorrar, apopar,
atojinar y avitolar).
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Se trata del discurso de P. F. Monlau titulado “Del arcaísmo y el neologismo.
¿Cuándo se debe considerar fijada una lengua?”, pronunciado con motivo del aniversario de la fundación de la Real Academia, cfr. CORDE.
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Herencia e Innovación en el español del siglo XIX
2.1 Existencia de formas corradicales
En su voluntad enciclopedista de recoger el pasado, el presente y la variación de la lengua, Domínguez se presenta como una fuente excelente para
dar cuenta de la alternancia entre formas corradicales, en particular por lo
que se refiere a la coexistencia de verbos de derivación inmediata y verbos
parasintéticos con prefijo a-. Un ejemplo de ello lo hallamos en el registro por
parte del lexicógrafo gallego de dementado, dementar y dementarse (derivados
de demente) junto a las neoformaciones adementado, adementar y dementarse.
Otros ejemplos estarían en los casos de festonado, festonar (derivados de festón)
junto a afestonado, afestonar ‘labrar, trabajar, elaborar o disponer en forma de
festón’. Obsérvese en (1) la crítica a la Academia (la cursiva es nuestra). Según el CORDE, tanto la forma adjetiva adementado como el verbo pronominal
adementarse se documentan en Valle-Inclán4. No hemos hallado testimonio de
las formas prefijadas en CREA, aunque el DEA sí atestigua adementado, con la
marca de raro.
1. Adementado, da. Adj. Fam. Alocado; medio loco, falto de juicio, estravagante, maníaco, venático, visionario, rarísimo, que tiene lunas, etc.
|| Fig. Demente, intranquilo, furioso, frenético, energúmeno, colérico
hasta la rabia. La Academia con su escesiva dosis de juicio no ha creido en este
adjetivo, ni en el participio, ni en los verbos de su misma especie, que le síguen.
|| part. pas. de Adementar y Adementarse. Enloquecido, vuelto el juicio.
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2.2 Características morfológicas
Por lo que respecta al análisis morfológico, hay que tener en cuenta que el prefijo a- marca la entrada al estado denotado por la base; asimismo, es un prefijo
que suele seleccionar bases que designan propiedad o instrumento (Gibert,
Pujol 2015).
Los verbos de nuestro corpus responden a verbos de cambio. En su mayoría las bases verbales denotan una propiedad que puede referirse a la forma
(abellotar, aboquillar, afestonar, aquillar), al color (agrisar), a la textura (afofar,
agrisetar, agrumar), al carácter (aburrar ‘inspirar asnería, estupidez’ y achispar
‘alegrar, regocijar con vino’, ‘casi emborrachar’, derivado de chispa ‘borrachera’), etc. También se hallan ejemplos de bases intrumentales (acuerdar ‘tirar a
cordel, nivelar con cuerda o cuerdas’, acoderar ‘sujetar una embarcación por
medio de coderas’, abozar ‘sujetar con bozas’, apotenciar ‘planchar y dar la últi-
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Esta documentación podría sugerir que se trata de un galleguismo.
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ma mano a los sombreros por medio de la potencia’) y otros en que las bases
denotan un objeto localizado o locatum (amueblar, junto a otros verbos pertenecientes al ámbito de la náutica como los sinónimos ahocicar, amorrar y apopar,
así como también atojinar). En lo que sigue vamos a detallar las informaciones
que nos parecen más significativas de estos verbos.
En cuanto a los verbos cuya base designa una propiedad de color, Domínguez recoge por primera vez en la lexicografía española agrisado y agrisar. Según el CORDE, por las mismas fechas documentamos la forma adjetiva (un
amarillo agrisado, un color agrisado, blanco agrisado, etc.) en una obra técnica, la
Traducción de “Arte de ensayar con el soplete, cualitativa y cuantitativamente, los minerales […]” de Ignacio Fernández de Henestrosa. También aparece en obras de
temática afín así como en otras de carácter técnico de diversas especialidades
como la anatomía, la medicina, la zoología y la botánica. El verbo se registra
por primera vez en una obra de carácter literario, Cuentos de amor, de locura y de
muerte de Horacio Quiroga (1918), ya a principios del siglo XX.
La Academia acepta agrisado en su primera edición del siglo XX (DRAE
1914) con remisión a gríseo, información que se mantiene hasta la edición de
1984. La edición de 1992 presenta la definición ‘de color gris o parecido a él’. En
la última edición (DRAE 2014) dicha entrada remite a grisáceo. Estos datos demuestran que agrisado no parece ser del gusto de los académicos. No obstante,
la forma verbal agrisar entra en el DRAE en 1992. El DEA (1999) recoge tanto la
forma adjetiva agrisado como el verbo agrisar.
Según Le Trésor de la Langue Française informatisé (TLFi), en francés se documenta un verbo griser ‘donner une teinte grise’ a partir de principios del siglo
XVII, el cual bien podría haber sido la base de la formación castellana agrisar.
Obsérvese, sin embargo, el contraste entre la derivación inmediata del francés
frente a la parasíntesis del español.
Por lo que respecta a los verbos cuya base designa una propiedad de textura, destacamos el caso de agrumar ‘cuajar, cortar, hacer grumos o cuajarones’
(< sust. grumo). El diccionario de Núñez de Taboada (1825) recoge la forma pronominal agrumarse (marcada con el asterisco, el cual indica el carácter neológico), que bien pudiera ser la fuente de Domínguez. Con el valor que aparece
en Domínguez se recoge también en la documentación textual del siglo XIX,
según el CORDE (1807, leche agrumada; 1881, cortándose y agrumándose el jabón;
1960, jugo de naranjas agrumado)5.
CORDE registra ejemplos del verbo agrumar, variante de abrumar (DCECH
s.v. abrumar), referidos a personas en el español del Siglo de Oro; muchos de estos
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En el caso del verbo afofar ‘poner fofa alguna carne’ (< adj. fofo), en el siglo
XIX aparece solo documentado en la lexicografía no académica a partir de
Domínguez. La forma pronominal del verbo será recogida por primera vez en
la Academia, ya en el siglo XX, en el Diccionario Manual de 1927. Según CORDE,
la documentación textual del verbo afofar se halla también en autores del siglo
XX, tanto en géneros literarios (afofar los músculos, 1941; también en Rayuela de
Cortázar aparece la sustantivación los afofados en un juego de palabras, 1963)
como en textos especializados (afofar la tierrra o el terreno, 1957-1974, en un libro
de texto de ciencias naturales).
Los verbos de nuestro corpus cuya base designa un objeto localizado,
como hemos dicho, pertenecen en su mayoría al ámbito de la náutica. Como
parece ser general, los neologismos náuticos registrados en Domínguez se
documentan con anterioridad en un diccionario de especialidad que, a buen
seguro, debió ser una de las fuentes de la obra de Domínguez, como es el
Diccionario Marítimo Español (DME) de 1831: ahocicar, amorrar, apopar, atojinar
y avitolar.
2. AMORRAR. v. a. y n. Pil. y Man. Hacer calar mucho de proa al buque.
|| Embestir directamente á la playa para quedar bien varado. || V.
Embicar en su tercera acepcion. || V. Ahocicar. (DME 1831: 31).
En el caso de ahocicar, la Academia introduce la variante hocicar con la acepción náutica de ‘hundir o calar la proa’ en su edición de 1899, variante que
mantiene hasta la última edición, de 2014.
En el caso particular de amorrar hallamos un ejemplo de la neología de
sentido, dado que dicho verbo estaba presente en el léxico general antes del
siglo XIX: así lo documenta el Diccionario de Autoridades (1726), como puede
verse en (3). Sin embargo, la primera documentación de la acepción náutica
en la lexicografía del español se halla en Salvá (1846). La Academia introduce las acepciones náuticas ya en el siglo XX, en la edición de 1914. Los corpus textuales atestiguan diferentes valores semánticos del verbo amorrar
(no vinculados a un lenguaje de especialidad) a partir del segundo cuarto
del siglo XVII.
3. AMORRAR. v. n. No responder à lo que se dice y pregunta, baxando la cabeza, y obstinándose en no hablar, ni satisfacer à lo que se
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Herencia e Innovación en el español del siglo XIX
ejemplos aparecen en obras de San Juan Bautista de la Concepción (1609, agrumar al
enfermo y dejarlo molido; una cruz muy pesada que agruma el alma y las entrañas); también
se documenta en Quevedo (1620, Malos tronchos te agrumen, bieja dañada). En Tirso de
Molina (1615) aparece la variante desgrumar con el mismo significado: “¡Ay Dios! Todo
me desgrumo”.
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Verbos parasintéticos neológicos en el español del siglo XIX
trata. Es voz compuesta de la partícula A, y del nombre Morra, que
significa lo alto de la cabeza. Es voz familiar […] (Autoridades 1726).
Otro caso paralelo sería también el del verbo sinonímico azorrar, perteneciente al lenguaje marinero, también atestiguado en el Diccionario Marítimo Español (DME) (1831) –cfr. (4)– y en la tradición lexicográfica no académica: Salvá (1846), Castro y Rossi (1852), Domínguez (1853), Zerolo (1895),
Alemany Bolufer (1917) y Rodríguez Navas (1918). La documentación textual
de CORDE ofrece un ejemplo de la forma adjetiva en una obra de la marina de 1587 –cfr. (5)–. Autoridades recoge ya la forma adjetiva azorrado y la
pronominal azorrarse del léxico general, propias de un registro familiar, tal
como se observa en (6):
4. AZORRAR. v.a. y n. Pil. y Man. Cargar demasiado un buque, de suerte que esté más metido de lo que determina su línea de agua. De
aqui el llamar azorrado al que se halla en esta disposicion. || Tumbar
y ahocicar mucho la embarcacion, por llevar mucha vela ó ir muy
cargada. En esta acepcion es mas usado como recíproco. Tambien
se usa de este modo, hablando del tiempo, cuando aparenta mal
semblante (DME 1831: 70).
5. Navío azorrado: se entiende quando va fuera de andana, muy sobrecargado, embalumado en tal manera que anda mal a la vela y govierna peor” (CORDE 1587, D. García de Palacio, Instrución náuthica
para el buen uso y regimiento de las naos, su traça y govierno).
6. AZORRARSE. v. r. Estar como dormido, y casi sin el uso libre y entéro de los sentidos, por tener mui cargada la cabéza, o por causa
de alguna enfermedad, ò accidente, ò por excesso de haver bebido
demasiado vino, ò por razón de la pesadéz del tiempo. Es voz del
uso familiar formada de la partícula A, y del nombre Zorra, que metaphoricamente se toma por borrachera: y por esso comunmente
se dice del que está borracho, que está azorrado, ò que tiene zorra
(Autoridades 1726).
Nótese que en (3) Autoridades interpreta amorrar como derivado de morra
‘parte superior y redonda de la cabeza’, sin embargo a partir de la edición académica de 1884 se considerará que deriva de morro. La misma situación hallamos en el verbo sinonímico azorrar, que Autoridades (1726) deriva de zorra ‘borrachera’ –cfr. (6)– y que Alemany Bolufer (1917) deriva de sorra ‘arena gruesa
que se echa por lastre en las embarcaciones’.
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3. Verbos prefijados con enEntre los verbos con esquema parasintético [en_ar] que se han rastreado en
Domínguez (1853), 36 pueden catalogarse como casos de neología: embermellonar, embotinar, empelotar, empelotonar, emperejilar, emperifollar, emperlar, empesebrar, empopar, empurpurar, enceldar, encintrar, encocinar, encofrar, encolchar,
encomicar, encruzar, encureñar, enderrotar, endomingar, enflechar, enfrentar, engimelgar, engolillar, engolletar, enlistonar, enmuescar, enmurar, enregimentar, enrolar,
enseccionar, ensunchar, enterronar, entestar, enveredar y envigotar. Otros muchos,
pese a figurar en el Diccionario Nacional y no en el repertorio académico de
1843, no pueden considerarse formaciones nuevas porque se documentan ya
en épocas mucho más tempranas bien en el DCECH, bien en CORDE. En otras
ocasiones, el mismo Domínguez indica que se trata de una voz antigua, como
en los ejemplos de ennoviar, enviciosar y enyescar, entre otros.
En el grupo de verbos que pueden ser considerados neológicos, en 26 la
primera documentación hallada es, precisamente, el diccionario de Domínguez6, aunque cabe comentar que en algunos se puede detectar una forma
adjetiva en época más temprana: engolillar (engolillado en 1705 en CORDE), enmurar (enmurado en 1632 en CORDE y un sustantivo enmuro de antes de 1252),
enregimentar (con una aparición de enregimentados en CORDE en 1808). El resto de neoformaciones parasintéticas tiene su primera documentación, como
muy temprano, a principios del siglo XIX, bien en los diccionarios de Núñez
de Taboada (1825) (engimelgar, enveredar), en el de Salvá (1846) (enlistonar) o bien
en CORDE (enderrotar, enrolar, envigotar).
A tenor de estos datos, pues, se confirma que el Diccionario Nacional de Domínguez (1853) resulta una puerta de entrada a verbos parasintéticos neológicos en español. En este sentido, es importante tener en cuenta que esta obra
parece seguir muy de cerca dos diccionarios franceses, el Dictionnaire universel
de la langue française de Boiste-Nodier y el Dictionnaire national ou gran dictionnaire critique de la langue française de Bescherelle (1843)7, como indican Azorín
(2000: 248) e Iglesia Martín (2008).
6
Se trata de los verbos embermellonar, embotinar, empelotar, empelotonar, emperlar,
empesebrar, empurpurar, enceldar, encintrar, encocinar, encofrar, encolchar, encomicar, encruzar, encureñar, enflechar, enfrentar, engolillar, engolletar, enmuescar, enmurar, enregimentar,
enseccionar, ensunchar, enterronar, entestar.
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Hemos consultado la edición de 1856 en línea, tal como se explicita en la bibliografía final.
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La búsqueda de estos términos en el repertorio de Bescherelle permite
comprobar que de los 26 verbos documentados por vez primera en Domínguez, en 18 se puede hablar de calcos a partir de este diccionario francés:
Domínguez traduce el vocablo desde esta lengua e, incluso, la definición
de Bescherelle, como ya había notado Iglesia Martín (2008)8. El ejemplo
que aparece a continuación ilustra este hecho (en cursiva, la entrada del
francés):
7. a. Encruzar. Art. Cruzar los hilos de una parte urdida.
b. Encroiser. Croiser les fils d’une partie ourdie.
Otra distinción que es interesante llevar a cabo al hablar de estos verbos
es la relativa a su recorrido en la lengua. Un primer grupo de ellos (el más numeroso) está formado por aquellos que presentan una pervivencia más bien
breve, cuyas últimas apariciones no van más allá del repertorio de Rodríguez
Navas (1918). El segundo grupo lo constituyen aquellas formas verbales que
siguen vigentes a día de hoy (o que se mantienen en las últimas ediciones del
DRAE). El primer grupo lo forman embermellonar, embotinar, empelotar, empelotonar, empesebrar, encintrar, encocinar, encolchar, encomicar, encruzar9, enderrotar,
endomingar, enflechar, enfrentar10, engimelgar, engolillar, engolletar, enmuescar,
enmurar, enregimentar, enseccionar, ensunchar, enterronar, enveredar y envigotar.
En el segundo entran emperejilar, emperifollar, emperlar, empopar, empurpurar,
enceldar, encofrar, encureñar, enlistonar, enrolar y entestar.
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Verbos parasintéticos neológicos en el español del siglo XIX
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Los verbos en los que se ha podido comprobar el calco a partir del francés son
embermellonar, empelotar, emperlar, empopar, empurpurar, enceldar, encintrar, encocinar, encofrar, encomicar, encruzar, endomingar, enfrentar, enmuescar, enmurar, enrolar y entestar. Por
lo que respecta a empelotonar, Bescherelle documenta el sustantivo empelotonnement. En
el caso de enflechar, la definición no se corresponde, aunque la forma existe en francés
(en Bescherelle el sentido se refiere a la marinería) y algo similar ocurre en enregimentar (enrégimenter se entiende como incorporar a un regimiento y no como organizar a
modo de regimiento). Por otra parte, hay otras formaciones en [a_er] de Bescherelle que
coinciden con verbos en [en_ar] de Domínguez, como affûter, cuyo significado recuerda
sospechosamente a encureñar, y avoier al de enveredar.
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En CORDE y en repertorios anteriores, tiene el valor ‘cruzar’ no el específico que
aparece en Domínguez.
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El valor con el que aparece este verbo no es el que consigna el DRAE a partir de
1925, que es el actual de ‘afrontar, poner frente a frente’. Con el significado específico
de marinería ‘unir a tope dos piezas’, solo se encuentra en Domínguez, Zerolo (1895)
y Alemany y Bolufer (1917), aunque en este último ya aparece el significado del DRAE
circunscrito a Chile y Colombia, como uso propio de América.
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Herencia e Innovación en el español del siglo XIX
3.1 Existencia de formas corradicales
Otra cuestión que hay que valorar es la existencia de verbos corradicales a
los señalados aquí. Algunos de los verbos del primer grupo presentan una
trayectoria breve precisamente por su coexistencia con formas corradicales
que acaban imponiéndose. Ejemplos de ello son: a) encolchar, que convive con
acolchar (primera documentación ya en 1794) y colchar (así como descolchar, todas ellas formas que aparecen en Domínguez 1853); b) enmuescar ‘hacer entrar
alguna cosa en una muesca’, ‘poner o hacer una o más muescas a una cosa’, el
cual coincide con muescar (de hecho, esta es la forma que recoge el diccionario
académico desde 1925); c) empelotonar ‘formar pelotones’ frente a apelotonar;
y d) enseccionar, para el que el mismo Domínguez remite a la entrada seccionar de su repertorio (que también es el primero en documentar)11. Estos datos
parecen estar en consonancia con la observación de la RAE (2009: 610), en la
que se señala que pese a que la lengua antigua formó muchos verbos con el
esquema [en-N-ar], la mayoría se han perdido o han sido sustituidos con otras
pautas morfológicas. Sin embargo, nótese que, en nuestro caso, no estamos
ante ejemplos de “lengua antigua”, sino ante formaciones que se generan en
el siglo XIX.
En otras ocasiones la existencia de corradicales se justifica por la distinción de significado: en las formaciones con prefijo en- la base se interpreta
como un objeto localizado o como un locativo, mientras que en las formaciones con prefijo a- esta se entiende como una propiedad, siguiendo las tendencias propias del sistema (cfr. Gibert, Pujol 2015). Así se ilustra en los casos de
embotinar ‘poner botines a alguno’ vs. abotinar ‘dar forma o cualidades de botín’
(Domínguez, Suplemento 1853); y enterronar ‘cubrir con terrones, meter o dejar
entre terrones’ vs. aterronar ‘hacer o formar terrones, poner o amalgamar en
terrones alguna materia suelta’ (Domínguez 1853). También se documentan
formas adjetivales con prefijo a- cuando la base se concibe como una propiedad: embotinar, abotinar y abotinado, da ‘hecho en forma de botín’, enflechar pero
aflechado, da ‘se dice de cualquier hoja triangular, cercenada por la base en dos
puntas, como la acedera’ (Zerolo 1895); enterronar, aterronar y aterronado ‘lo que
está hecho terrones o tiene muchos terrones’ (Diccionario de Autoridades 1726);
Entre los verbos vigentes en [en_ar] también pueden hallarse algunos ejemplos
de variación en la documentación histórica, como es el caso de empopar y apopar, así
como encureñar y acureñar. Obsérvese, sin embargo, que en estos casos concretos las
formas corradicales con prefijo a- nunca han formado parte del lemario de los diccionarios académicos.
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emperlar pero aperlado, da ‘lo mismo que de color de perla’ (Terreros 1786); encureñar, acureñar y acureñado, da ‘semejante a una cureña’ (Domínguez, Suplemento 1853).
3.2 Características morfológicas
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Por lo que respecta al análisis morfológico hay que tener en cuenta que el
prefijo en- marca la entrada al estado denotado por la base; asimismo, es un
prefijo que suele seleccionar bases que designan objeto localizado (locatum) o
locación (Gibert, Pujol 2015).
Vamos a organizar los datos a partir de los dos grandes grupos establecidos anteriormente: verbos de corto recorrido y verbos con pervivencia en el
español actual. En cuanto al primero de estos grupos, responde en general
a verbos de cambio con bases que designan bien objeto localizado (8), bien
locación (9):
8. a. Envigotar. v. a. Mar. Poner ó sujetar los vigotes al estremo de los
obenques.
b. “En el extremo del botalon del foque se pone un Estrobo con tres
guardacabos […], ó tres motones pequeños: por el de enmedio pasa
el estay de juanete de proa, al cual se le envigota en su chicote una
vigota ciega ó guardacabo” (CORDE 1842, B. Vallarino, Traducción del
“Arte de aparejar y maniobras de los buques” de D. Lever).
9. a. Encocinar. v. a. Fam. Poner á alguno en relación con los que ándan por la cocina. Solo se usa en sentido burlesco.
b. Tan pronto como el viejo se encocina (CORDE 1924, J. E. Rivera, La
vorágine).
Hallamos también algunas formaciones con bases metonímicas, como es
el caso de endomingar y encomicar, cuyas definciones de Domínguez se recogen
en los ejemplos de (10) y (11):
10. Endomingar. v. a. Adornar, ataviar o engalanar a alguno como en
día de fiesta, ponerle los vestidos del domingo o fiesta de guardar;
con alusión a la invariable y general costumbre de los artesanos, de
casi todo el pueblo.
11. Encomicar. v. a. Meter á uno entre cómicos, […]. Es de uso muy
vulgar.
En el caso del verbo endomingar, el sustantivo base domingo refiere al vestido de domingo o de fiesta, por lo tanto se utiliza la PROPIEDAD definitoria del
objeto (domingo) POR EL OBJETO (vestido de domingo). Así puede interpretarse como un verbo de objeto localizado (‘Y pone el vestido de domingo a Z’).
En el ejemplo de encomicar, la base derivativa hace alusión al lugar donde hay
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cómicos; esto es, se utiliza el CONTENIDO (cómicos) POR EL CONTENEDOR
(lugar). En consecuencia, se trata de un verbo con valor locativo.
Por lo que respecta a los verbos que todavía perviven en español, la mayor
parte presenta bases sustantivas locativas, que dan lugar a verbos de locación:
12. a. Encureñar. v. a. Poner, fijar ó colocar en la cureña alguna pieza
de artillería.
b. Enrolar. v. a. Inscribir en el rol.
c. Enrolarse. v. pron. Inscribirse en el rol.
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4. Verbos prefijados con desDe todas las formas parasintéticas con el esquema [des_ar] presentes en Domínguez (1853) (17 en total), tan solo 11 pueden ser consideradas neológicas. Se
trata de los verbos desbirolar, desbonetar, descordonar, descumbrar, desescombrar,
deshidrogenar, deslengüetar, desmonterar, desnichar, desoxigenar y despenolar. Domínguez (1853) resulta ser siempre la primera documentación a excepción de
desmonterar (documentado ya en CORDE, en un texto de Estébanez Calderón
fechado en 1847). Sin embargo, debe tenerse en cuenta que la mayor parte de
las formaciones con des- presentes en el diccionario no responden a parasintéticos sino a formas prefijadas [des-V] con valor reversivo12.
Tal como se comentaba en el caso de los verbos con prefijo en-, también
en esta ocasión se han dado algunos casos en que se ha podido detectar una
forma adjetiva más temprana que el verbo: desbonetado aparece ya en el Diccionario de Autoridades y descumbrado se documenta en CORDE en 1748.
Paralelamente a lo que hemos observado para los verbos con en-, el grupo
más numeroso de verbos con des- presenta una trayectoria breve en la documentación lingüística, que no se alarga más allá del diccionario de Rodríguez
Navas (1918). De hecho, solo perviven hasta nuestros días desescombrar, desoxigenar y despenolar.
12
Algunos autores han señalado las paradojas de encorchetado en el caso de algunos verbos con prefijo des-, los cuales permiten un doble análisis: como denominales
con valor privativo (ej.: [des [vínculo] ar]) y como deverbales con significado reversivo
(ej.: [des [vincular]]), cfr. Serrano Dolader (1995) y Martín García (2007), entre otros
muchos. Recientemente, Gibert Sotelo (2017), a partir de un enfoque nanosintáctico,
postula un análisis unitario según el cual el prefijo des- se interpreta como privativo o
como reversivo en función del tipo de base con la que se combina.
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También en este apartado se ha creído interesante averiguar hasta qué
punto podía rastrearse la influencia del diccionario de Bescherelle. En este
sentido, 6 de los verbos presentan una analogía clara con el repertorio francés,
como puede verse en (13). En otro caso, se da un paralelismo con la forma del
verbo, aunque no en su valor semántico; se trata de desbonetar cuyo correlato
francés podría ser débonneter. En los demás casos, la correspondencia no ha
podido ser comprobada (de nuevo, las entradas de las voces francesas se han
indicado empleando la cursiva).
13. a. Desbirolar. v. a. Art. Sacar de las birolas los flancos que ha dejado
el cuño.
b. Déviroler. Techn. Retirer de la virole les flans qui ont été frappés par le
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Verbos parasintéticos neológicos en el español del siglo XIX
4.1 Existencia de formas corradicales
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Desde el punto de vista de la existencia de formas corradicales, cabe señalar el caso de desescombrar, que convive con escombrar. Según el DCECH s.v.,
el verbo escombrar ‘desembarazar de escombros y estorbos’ procede de una
forma del latín vulgar *excomborare ‘sacar estorbos’. Seguramente uno de
los motivos que han incidido en la formación del neologismo decimonónico
desescombrar, de igual significado, responde a la opacidad del prefijo es- en
escombrar, que ya no se interpretaría como tal, junto al afianzamiento del
sustantivo escombro. Ello habría motivado la formación de desescombrar con
claro valor privativo [des- + escombr- + -ar]. El CORDE documenta ejemplos de
desescombrar desde principios del siglo XX, en Unamuno. La última edición
del DRAE (2014) continúa incorporando tanto escombrar como desescombrar,
aunque es interesante notar que la definición del significado se da con el
primero. No obstante, no hay ninguna marca de uso en ninguna de las dos
entradas.
Otro caso sería el de descumbrar, cuyo corradical desencumbrar también tiene su primera documentación en Domínguez; ambos se dan únicamente en
este repertorio, el de Zerolo (1895) y el de Rodríguez Navas (1918).
4.2 Características morfológicas
Desde el punto de vista morfológico, hay que tomar en consideración que
el prefijo des- marca la salida del estado designado por la base. Suele seleccionar bases de tipo locación u objeto localizado que, efectivamente en
nuestro caso, suponen la totalidad de los casos hallados (Gibert, Pujol 2015).
Veámoslo teniendo en cuenta los dos grupos de verbos anteriormente establecidos.
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Herencia e Innovación en el español del siglo XIX
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En lo referente a los verbos de recorrido breve, las bases designan locación
u objeto localizado, lo que da lugar a verbos locativos (14) o a verbos locatum de
valor privativo (15):
14. a. Desnichar. v.a. Quitar, sacar ó estraer de un nicho algun cuerpo,
como de santo, de momia etc.
b. […] Un botánico desnicha, en alguna montaña del trópico, una
hermosa planta de olorosas flores (CORDE a1896, J. Asunción Silva, De sobremesa, R. Gutiérrez Girardot, Presidencia de la República
(S.L.), 1996, Colombia).
15. Deslengüetar. v.a. Quitar la lengüeta á un instrumento músico de
los que la tienen.
En el caso de descumbrar, los ejemplos hallados en CORDE evidencian la
polisemia del sustantivo base cumbre, el cual se refiere a ‘techo’ o a ‘copa de
árboles’ y no a la cima de un terreno elevado. Este verbo se ha documentado
en textos procedentes de América (Venezuela o Perú):
16. a. Descumbrar. v. a. Aplanar, allanar, arrasar, desmontar una cumbre.
b. y dos [negros] más, armados con machetes, para rozar y descumbrar (CORDE 1928, T. Carrasquilla, La marquesa de Yolombó,
ed. K. L. Levy (1984), Caracas, Ayacucho, p. 160).
Los tres verbos con pervivencia en la lengua presentan también un comportamiento homogéneo: en los tres casos, la base denota un objeto localizado
y ha dado lugar a verbos locatum (‘Y quita [base] de Z’) de valor privativo o de
rotura, como puede advertirse en (17):
17. a. Desescombrar. v.a. Quitar los escombros.
b. Desoxigenar. v.a. Quím. Quitar á un cuerpo el oxígeno con que
estaba combinado.
c. Despenolar. v.a. Mar. Partir una verga por cerca del penol, á causa
de algun descuido ó mala maniobra.
5. Conclusiones
Los datos analizados en esta investigación ponen de manifiesto que el siglo
XIX se muestra como una etapa activa en la génesis de verbos parasintéticos
con estructura [a_ar], [en_ar] y [des_ar].
Según los testimonios escritos, la mayor parte de estas neoformaciones
presentan poco arraigo en la lengua general, frente a una minoría (un 27,7%)
que pervive en la lengua de hoy.
276
Verbos parasintéticos neológicos en el español del siglo XIX
Por lo que respecta al análisis morfológico, continúan activos los mismos
patrones que figuran en la lengua desde sus orígenes (Pujol Payet 2014; Gibert,
Pujol 2015). Destaca, asimismo, la convivencia entre formaciones corradicales.
Cabe señalar también la influencia del francés como fuente de motivación
para una parte significativa de los derivados parasintéticos con prefijo en- y
des-, fenómeno que no se ha observado en el caso de las formaciones con a-.
Por lo que respecta a cuestiones metodológicas, el diccionario de Domínguez, pese a la incorporación de lemas procedentes de la lexicografía francesa,
se revela como una excelente base de datos para el estudio de la neología y la
formación de palabras de este período, debido a su interés por recopilar de
manera integral el léxico en uso de la época, libre de los límites que pueden
frenar la entrada de una voz en el diccionario académico (sus características
neológicas, diatópicas o diastráticas).
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fr (consultado el 18/05/2016).
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Contribución a la historia léxica del español
de América Central: algunos americanismos
semánticos de la primera mitad del siglo XIX1
José Luis Ramírez Luengo (Universidad Autónoma de Querétaro)
Resumen
Este trabajo pretende contribuir al estudio histórico del léxico del español de Centroamérica por medio del análisis de los americanismos semánticos que aparecen en la
Memoria del estado político y eclesiástico de la Capitanía General de Guatemala, escrita por el
salvadoreño José Mariano Méndez (Madrid 1821). Tras definir este concepto, se analizarán tales americanismos semánticos desde dos diferentes puntos de vista: los campos
semánticos en que se concentran y su extensión geográfica en América, con el propósito de señalar los que resultan específicos de Centroamérica. Así, lo que se busca
con estas páginas es aportar nuevos datos sobre la historia del vocabulario propio del
español centroamericano en el siglo XIX, momento histórico prácticamente olvidado
en los trabajos diacrónicos sobre la región.
Abstract
This paper aims to contribute to the historical study of Central America Spanish lexicon by the analysis of the semantic americanisms which are used in the Memoria del
estado político y eclesiástico de la Capitanía General de Guatemala, written by the Salvadorean José Mariano Méndez (Madrid, 1821). After defining this concept, such semantic
americanisms will be analysed from two different points of view: semantic fields where they appear and diatopic spread in Latin American Spanish, in order to find out
which ones are specific of Central America. Thus, this research aims to provide new
Que
1
Este estudio forma parte del proyecto Léxico Histórico del Español Centroamericano
(1650-1819), financiado por la Secretaría de Educación Pública (México) en el marco del
programa PRODEP – Incorporación de nuevos PTCs para el periodo 2016-2017.
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Herencia e Innovación en el español del siglo XIX
data about the history of dialectal vocabulary of Central American Spanish during
the 19th. century, a period that is practically abandoned in diachronic studies about
the region.
1. La desconocida historia del léxico centroamericano
Constituye ya un comienzo casi tópico cuando se habla sobre el español centroamericano mencionar la falta de atención que los investigadores han prestado en general a estas variedades, tanto en su vertiente sincrónica como muy
especialmente en lo que se refiere a su diacronía; de hecho, desde este último
punto de vista la carencia de estudios es tan llamativa que, al señalar hace
ya veinte años la ignorancia que existe sobre la historia lingüística de ciertas
áreas del continente americano, Medina López (1995: 46) ejemplifica su aserto,
precisamente, con el caso de América Central, y si bien es verdad que en los últimos años se han desarrollado ya algunos trabajos acerca de esta cuestión, lo
cierto es que las palabras del profesor canario resultan todavía perfectamente
actuales, pues es prácticamente todo lo que aún se ignora sobre el devenir
diacrónico del español en la zona.
Ahora bien, se hace preciso mencionar que, dentro del desconocimiento
general ya mencionado, no todos los niveles del sistema presentan el mismo
grado de abandono: en este sentido, mientras que algunos como el fónico o el
morfosintáctico cuentan ya con investigaciones dedicadas a la descripción de
sus principales características en diferentes etapas de la historia, entre otras,
Quesada Pacheco (1987, 2013); Ramírez Luengo (2003, 2006, 2008); Taracena
Arriola (1985); Ulate Zúñiga (1991), el léxico sigue constituyendo un campo
prácticamente virgen, para el que solo es posible señalar como estudios monográficos el completo trabajo de Quesada Pacheco (1995) sobre Costa Rica y los
parciales de Polo Cano (2005) y Hernández (2008) sobre los indigenismos del
español guatemalteco en los siglos XVII y XVIII, así como notas más o menos
puntuales en algunos otros trabajos: Nieto (1995), Quesada Pacheco (2009), Ramírez Luengo (2004-5 y 2010).
De este modo, se puede concluir que la situación trazada en estas líneas
evidencia la manifiesta necesidad que existe por el momento de llevar a cabo
nuevas investigaciones que –especialmente en el campo del léxico– aporten
luz sobre la evolución del español hablado en esta región, y proporcionen así
los datos que aún se precisan para ir completando la historia lingüística de
esta zona del continente en particular y de América en general.
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En esta línea, el presente trabajo pretende contribuir al conocimiento histórico del léxico del español de Centroamérica por medio de la detección y el análisis de los americanismos semánticos que se pueden descubrir en la Memoria
del estado político y eclesiástico de la Capitanía General de Guatemala, publicada en
1821 en Madrid por el religioso salvadoreño José Mariano Méndez; se busca
con ello, por tanto, no solo aportar nuevos datos sobre la historia del vocabulario propio del español centroamericano, sino tambien acometer su estudio
en el siglo XIX, momento histórico prácticamente olvidado en los trabajos diacrónicos sobre la región.
Por lo que se refiere al autor del texto, conviene indicar que, de acuerdo
con las informaciones que aporta Belaubre (2015), José Mariano Méndez nace
en Santa Ana Grande (El Salvador) en 1777 y muy pronto se desplaza a Guatemala, donde ingresa en 1794 en el seminario conciliar de la capital; en 1811 culmina sus estudios de derecho con un doctorado en Sagrados Cánones y poco
después, en 1815, pasa a España como diputado por Sonsonate en las Cortes
Generales, país en el que reside hasta 1824. Vuelto de nuevo a Guatemala, el
gobierno conservador en el poder en ese momento lo obliga a recluirse en un
convento, donde permanece hasta el momento de su muerte, que tiene lugar
en 1850.
A la vista, pues, de estas informaciones, es posible describir al Presbítero
Méndez, si no como un ilustrado, sí por lo menos como un claro representante de la minoría cultivada que forma parte de los estratos más elevados de la
sociedad centroamericana en las postrimerías del dominio español, y es precisamente desde esta perspectiva desde la que se debe interpretar la Memoria
del estado político y eclesiástico de la Capitanía General de Guatemala que, según se
ha dicho ya, publica en Madrid en 18212, así como la finalidad que pretende la
obra y los temas y contenidos que aparecen en ella; por lo que a esta se refiere,
cabe indicar que se trata de un impreso muy breve, de apenas 30 páginas, en
el que se presenta una descripción de la Capitanía General de Guatemala, así
como una posible reorganización de estos territorios “que debía desembocar
en la creación de ocho provincias” (Belaubre 2015) en aras de su más efectivo y
racional aprovechamiento económico.
2
En concreto, en la Imprenta de D. Fermín de Villalpando; téngase en cuenta
que todos los ejemplos citados en este trabajo se toman del facsímil de esta primera
edición.
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2. El texto estudiado: la Memoria de Méndez
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Contribución a la historia léxica del español de América Central
Herencia e Innovación en el español del siglo XIX
Así pues, se puede definir el corpus que se va a analizar en este estudio
como la obra de un centroamericano perteneciente a los círculos socioeconómicamente más elevados de su sociedad que, desde el punto de vista textual,
se inserta en una tipología –la memoria administrativa reformista– que resulta muy frecuente en esta época y que se caracteriza por ofrecer una descripción detallada de la realidad que rodea a su autor; ambas circunstancias
determinan, por tanto, la importancia que presenta el texto de Méndez para
el estudio histórico del léxico de la América Central del siglo XIX, al combinarse en él el vocabulario propio de los ámbitos más intelectuales con otro
más cercano a la cotidianeidad y, por ello, más susceptible de ofrecer voces
diatópicamente marcadas.
3. Los americanismos semánticos en la Memoria de Méndez
Dado que estas páginas se van a centrar en el estudio de los denominados
americanismos semánticos, es preciso, en primer lugar, definir qué se entiende
en este caso por tal concepto, de manera que sea posible delimitar claramente
los términos que se pueden ubicar dentro de la categoría mencionada; en este
sentido –y partiendo de la interpretación del americanismo lingüístico como
“el conjunto de voces, formas o construcciones que son caracterizadoras del
habla urbana, popular o culta, o ambas, de América y cuyo uso muy frecuente
y cotidiano distancia la variedad americana respecto del español peninsular”
(Company 2007: 28-9), el americanismo semántico se entiende como un subtipo
de este que engloba todas las “voces y construcciones formalmente compartidas con el español peninsular, pero que han desarrollado en América valores
semánticos propios” (Company 2010: xvii)3.
Teniendo, pues, en cuenta lo indicado hasta el momento, la lectura detallada del corpus ofrece un total de quince unidades léxicas que cumplen con la
definición que se acaba de mencionar y que constituyen, por tanto, americanismos semánticos; tales elementos son los que aparecen listados a continuación,
a saber: bálsamo, cerro, cofradía, doctrina, ejido, hacienda, hamaca, ingenio, invier-
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3
Por supuesto, tales valores propios –resultantes de diferentes procesos de deslizamiento semántico– no surgen aleatoria o caprichosamente, sino que se generan
por medio de distintos mecanismos basados en la similitud de sentidos (metáfora) y
la contigüidad de estos (metonimia); para lo que tiene que ver con los efectos de tales
mecanismos en la historia del léxico, véase la descripción que lleva a cabo Espinosa
Elorza (2009: 170-174), así como la bibliografía citada en este estudio.
284
Contribución a la historia léxica del español de América Central
no, jarcia, ladino, mineral, prolijo, reducción y valle4. Una simple lectura de esta
primera lista permite constatar dos hechos que, a pesar de no constituir en
modo alguno una sorpresa, resultan de interés para la más completa descripción de estos elementos: por un lado, el predominio prácticamente absoluto
de los sustantivos dentro de las categorías morfológicas que se ven afectadas
por estos procesos de adaptación semántica, los cuales equivalen en este caso
a 14 de los 15 vocablos, es decir, al 93,33% del total; por otro, la aparición de voces modificadas en campos semánticos muy variados que cubren esferas muy
distintas de la realidad americana.
Por lo que se refiere a esta última cuestión, la clasificación de los americanismos semánticos del corpus a partir de las categorías que establecen en su
estudio sobre el español yucateco Quirós García y Ramírez Luengo (2015: 197)
ofrece los resultados que se presenta a continuación (tabla 1):
VOCES
cofradía, doctrina, ejido, ladino, reducción, valle
Industria / construcción
3 (20%)
hacienda, ingenio, mineral
Clima / geografía
2 (13’33%)
cerro, invierno
Enseres / utensilios
2 (13’33%)
jarcia, pellón
Agricultura
1 (6’66%)
bálsamo
Otros
1 (6’66%)
prolijo
TOTAL
15 (100%)
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CASOS
6 (40%)
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CAMPO SEMÁNTICO
Organización social
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Tabla 1: Distribución de los americanismos semánticos por campo semántico.
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Salta a la vista, por tanto, la clara preponderancia, dentro de estos americanismos semánticos, de los términos relacionados con la organización social
–que equivalen casi a la mitad del total: seis, un 40%–, seguidos de aquellos
que pertenecen al ámbito de la industria/construcción (tres, un 20%), del clima/geografía y de los enseres / utensilios (dos en cada caso), así como, de forma puntual, de otros que se enmarcan en categorías como la agricultura; por
supuesto, es difícil extraer conclusiones definitivas de un corpus tan escaso
como el presente, pero en todo caso parece posible, a la luz de estos datos, sos-
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A este grupo quizá se pudiera incorporar también el vocablo administrativo
cabecera, que el religioso centroamericano se ocupa de definir en su texto como “pueblo
de la residencia del párroco” (p. 21); con todo, su evidente cercanía al valor general de
‘capital o población principal de un territorio o distrito’ (DRAE 2014: s.v. cabecera) ha
determinado que en esta ocasión no se considere como tal.
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Herencia e Innovación en el español del siglo XIX
tener la idea de que la modificación semántica de los términos patrimoniales
hispánicos no se circunscribe a la pura realidad material americana –esfera
léxica especialmente adecuada para que se produzca tal proceso–, sino que
aparece repartida por ámbitos nocionales notablemente variados (Ramírez
Luengo 2007: 74), entre los que destacan en este caso concreto la industria y
la organización social, algo que muy probablemente se deba relacionar con la
propias características –tipológicas y temáticas– de la obra que se está analizando, en la que ambas cuestiones, por los propios intereses de su autor, tienen una presencia muy destacada.
De este modo, si bien no sorprende que una memoria que propugna una
reforma administrativa del Reino de Guatemala cuente con un abundante
caudal de voces pertenecientes a la administración civil y religiosa (alcaldía
mayor, corregimiento, intendencia, p. 4; mesada, junta diocesana, prebendado, p. 29),
quizá sí resulte interesante señalar el hecho de que algunos de estos términos
tienen en el texto un uso diatópicamente restringido y se puedan considerar,
por tanto, característicos del español empleado en América en estos momentos: dentro de tal categoría se encuentran, por ejemplo, doctrina (pp. 6, 20, 26)
y reducción (pp. 6, 21) que, frente a sus significados españoles (‘enseñanza que
se da para instrucción de alguien’ y ‘acción y efecto de reducir o reducirse’; DRAE 2014: s.v. doctrina, reducción), en la obra presentan los propiamente
americanos de ‘distrito eclesiástico servido por un sacerdote expresamente
nombrado para adoctrinar a la población indígena’, y ‘pueblo de indígenas
convertidos al cristianismo’ (DRAE 2014: s.v. doctrina, reducción) respectivamente, así como valle (pp. 6, 8, 11, 20, 21), que es definido por el mismo Méndez
como “población que no tiene iglesia ni formalidades de pueblo” (p. 6) y que
presenta, por tanto, un significado divergente del peninsular y propiamente
americano, de hecho muy cercano al que el DAMER (2010: s.v. valle) registra
para esta voz en Paraguay5.
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A este respecto, quizá lo más interesante de esta atestiguación inequívoca de
valle en la memoria salvadoreña como ‘región o pueblo de un país, sea o no en zona
montañosa’ (DAMER 2010: s.v. valle) sea la demostración de que tal valor –considerado
un septentrionalismo peninsular del español paraguayo por Granda (1994)– no constituye, al menos en la primera mitad del siglo XIX, un uso exclusivo de esta variedad
lingüística, lo que permite no solo precisar su ámbito histórico de uso en el Nuevo
Mundo, sino también corroborar el aserto de Frago (2010: 198) de que “a veces incluso
el aparato documental amplía la geografía léxica de los diccionarios americanistas”.
5
Contribución a la historia léxica del español de América Central
Junto a los anteriores, también pertenecen a este grupo los vocablos ejido
(p. 20) con su valor6 de ‘forma de propiedad de la tierra que consiste en la asignación estatal de un terreno a un grupo de campesinos para su explotación
colectiva’ (DAMER 2010: s.v. ejido) y cofradía (pp. 20, 21), que en la memoria del
presbítero santaneco mantiene el valor de ‘vecindario, unión de personas o
pueblos congregados entre sí para participar de ciertos privilegios’7, arcaico
ya para Autoridades (Real Academia Española 1979: s.v. cofradría) y desconocido
en España en la primera mitad del siglo XIX según los datos de CORDE8, en
lo que parece constituir una nueva muestra del conocido conservadurismo
que, desde el punto de vista léxico, presentan frecuentemente las variedades
americanas del español.
Por supuesto, si esta situación es la que se registra en un campo en principio tan poco favorable para la presencia de términos diatópicamente marcados como es el administrativo, no causa ninguna sorpresa que en otros más
propicios se pueda descubrir también este proceso de adaptación semántica
de los términos patrimoniales: tal es lo que ocurre, según se dijo ya, en ámbitos como la geografía y el clima (cerro ‘monte, pico más alto que el cerro español’, Richard 1997: s.v. cerro; invierno ‘temporada de lluvias’, DAMER 2010: s.v.
invierno; pp. 21; 17), y los espacios de producción económica (hacienda ‘finca
agrícola’, DRAE 2014: s.v. hacienda9; mineral ‘lugar donde abunda algún mineral
valioso’, DAMER 2010: s.v. mineral; ingenio ‘planta donde se procesa el mineral’,
DAMER 2010: s.v. ingenio10; pp. 7, 8, 11; 3, 7, 9, 11; 11, 15), a lo se debe añadir también
Mexicano según el DAMER (2010: s.v. ejido), pero también centroamericano en
las primeras décadas del siglo XIX, según demuestra el corpus.
7
Al menos eso parece deducirse de su aparición junto a otros vocablos como
curato, reducción, iglesia y parroquia, todos ellos núcleos de población: “tiene 35 curatos,
una reducción de infieles en 145 iglesias, 231 valles y 336 cofradías” (p. 21).
8
Tampoco parece ser muy utilizado con tal significación en América, pues
CORDIAM ofrece un único ejemplo –en Campeche, en 1804– con este significado.
9
Aunque el DAMER (2010: s.v. hacienda) define este término como ‘terreno de gran
extensión dedicado a la agricultura y a la ganadería’, su constante aparición en el texto
junto a la referencia “de ganado bacuno, caballar, mular y lanar” (pp. 7, 8, 11) demuestra
que para su autor la hacienda solo presenta finalidad ganadera, en consonancia con el
significado especializado del vocablo que se descubre en México (Morínigo 1998: s.v.
hacienda) o Costa Rica (Quesada Pacheco 1995: s.v. hacienda); se trata, en todo caso, de un
americanismo semántico muy temprano, como demuestra sobradamente Frago (1999:
57, 88) con ejemplos del mismo siglo XVI .
10
Por lo que toca a este término, cabe indicar que en la obra analizada no presenta
el valor americano general de ‘hacienda de caña donde se fabrica azúcar’ (Morínigo
1998: s.v. ingenio), sino más bien el significado específicamente boliviano y peruano de
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el caso del adjetivo prolijo, que, frente a su sentido español de ‘largo, dilatado
con exceso’, en el texto presenta el americano de ‘cuidadoso o esmerado’ (DRAE
2014: s.v. prolijo)11, tal y como parece poner de manifiesto el siguiente ejemplo:
“ha sacrificado tiempo y trabajo prolijo de muchos años para registrar archivos” (p. 4).
Ahora bien, no cabe duda de que los vocablos más interesantes de este grupo son aquellos que resultan diatópicamente más circunscritos y se relacionan específicamente con el área centroamericana: en este sentido cabe mencionar, en primer lugar, el vocablo bálsamo (pp. 5, 11), que tanto el DRAE (2014:
s.v. bálsamo) como Morínigo (1998: s.v. bálsamo) consideran nombre genérico
para gran variedad de árboles americanos, pero que el DAMER (2010: s.v. bálsamo) define como voz propia de Guatemala, Honduras, Nicaragua y El Salvador para el myroxylum balsamum, así como también ladino (p. 26), que, frente a
su significación más general de ‘mestizo o indio hablante de español’ (Buesa,
Enguita 1992: 165; DMEX 2010: s.v. ladino), en el texto presenta el valor propiamente centroamericano de ‘mestizo’ (DAMER 2010: s.v. ladino), sin ninguna referencia a sus hábitos lingüísticos12. Junto a los anteriores, también es posible
incorporar a esta categoría los vocablos jarcia (pp. 11, 12, 14), marinerismo adaptado que ha modificado su primitivo valor de ‘aparejos y cabos de un buque’
(DCECH 1980-91: s.v. jarcia) para pasar a significar ‘conjunto de objetos de fibra
vegetal’ en todas las repúblicas del Istmo y en México (DAMER 2010: s.v. jarcia;
DMEX 2010: s.v. jarcia) y hamaca, que, según se desprende de su contexto de
aparición (“crecidos ríos, que a veces no dan bados y se pasan por amacas de
vejucos”; p. 21), presenta en la memoria la significación de ‘puente colgante
‘planta donde se procesa el mineral’ (DAMER 2010: s.v. ingenio; Morínigo 1998: s.v. ingenio), según evidencia el siguiente ejemplo: “hay muchos ingenios de fierro, plomo, ocre,
bol y yeso” (p. 11). Salta a la vista, por tanto, que es necesario ampliar la distribución
histórica de esta acepción, que, a la luz de estos casos, parece conocerse también en el
siglo XIX en zonas como América Central.
11
Para un estudio completo del deslizamiento semántico que lleva de una significación a la otra –así como para datos históricos sobre tal proceso–, véase DCECH
(1980-91: s.v. licor).
12
Esto es, al menos, lo que parece poder extraerse del texto, donde los ladinos se
contraponen a los indígenas sin que se haga ninguna referencia al idioma que emplean, en contraste, por ejemplo, con todas las apariciones de este término de los siglos
XVIII y XIX que aparecen en CORDIAM; el significado centroamericano, con todo, no
es novedad del ochocientos, pues se puede descubrir en diversas áreas de la región por
lo menos desde los primeros años del siglo XVIII (Quesada Pacheco 1995: s.v. ladino;
Ramírez Luengo 2010: 892).
288
Contribución a la historia léxica del español de América Central
hecho a la manera de hamacas’, esto es, el valor que Quesada Pacheco (1995: s.v.
hamaca) registra en Costa Rica ya a inicios del siglo XVII y que, sin embargo,
parece ser desconocido en el resto del continente (CORDIAM, LEXHISP).
4. A modo de conclusión
Así pues, el análisis llevado a cabo a lo largo de estas páginas permite extraer
una serie de conclusiones que sirven para arrojar cierta luz sobre un tema tan
abandonado por el momento como es el léxico del español de la América Central de las primeras décadas del siglo XIX, y más en concreto el vocabulario
diatópicamente marcado –en este caso, los americanismos semánticos– de estas
variedades dialectales.
Así las cosas, quizá el primer aspecto que haya que señalar sea la presencia en el corpus de una serie de elementos –en concreto, 15 unidades léxicas,
sustantivos en su inmensa mayoría (más del 93% del total)– que cumplen con
la definición del americanismo semántico que se ha facilitado anteriormente;
por supuesto, este hecho no resulta demasiado sorprendente al considerar el
factor cronológico –y en concreto la modernidad del texto: recuérdese que
elementos como los estudiados en estas páginas se registran ya en el mismo
siglo XVI (Ramírez Luengo 2007: 74)–, pero quizá sí resulte más llamativo si se
atiende a la tipología de la obra analizada, una memoria reformista ilustrada
que en principio no parece ser la clase textual más propicia para la aparición
de voces diatópicamente marcadas, si bien es evidente que, incluso en tales
textos pocos favorecedores, los americanismos –semánticos en este caso– no
pueden dejar de hacer acto de presencia cada vez que el autor pretende describir una realidad que solo le es dable expresar con las denominaciones que
ofrece su propia variedad, centroamericana en este caso, del español.
Por otro lado –pero aún en relación con lo anterior– resulta también interesante señalar la presencia de los americanismos aquí estudiados en numerosos y muy variados campos semánticos, tales como el clima y la geografía,
los enseres/utensilios o la agricultura; entre ellos destacan, por la abundancia
con que se registra este proceso de modificación semántica, la administración
y la industria, si bien es muy probable que el predominio de estos ámbitos no
sea sino la consecuencia de la tipología textual a la que pertenece el corpus y
de la temática que se aborda en él, circunstancias que favorecen la frecuente
aparición de voces de los campos semánticos ya mencionados. Con todo –y
más allá de cuestiones de tipo cuantitativo que, según se acaba de indicar, pueden estar determinadas por factores de muy diversa índole–, lo que resulta
289
Q
Herencia e Innovación en el español del siglo XIX
evidente a partir de los datos expuestos hasta el momento es que los fenómenos de cambio significativo que se producen en las voces patrimoniales a raíz
del trasplante del español a las tierras del Nuevo Mundo no constituye un
hecho puntual y anecdótico que afecte de manera exclusiva a ciertas partes
del léxico, sino más bien una completa reorganización de este nivel lingüístico
que presenta una trascendencia indudable en los procesos de adquisición de
una identidad propia y diferenciada por parte de las variedades americanas
del español.
Por último, es también importante señalar que, junto a americanismos
semánticos de carácter general –o, al menos, de amplia extensión diatópica,
tales como cerro, doctrina, hacienda o prolijo–, el corpus ofrece otros elementos
geográficamente más restringidos que, a la luz de la información lexicográfica existente, se pueden considerar auténticos centroamericanismos: en efecto,
términos como bálsamo, hamaca ‘puente’, jarcia o ladino ‘mestizo’ demuestran
bien a las claras que, desde el punto de vista del subtipo de americanismo
que se está estudiando en estas páginas, existe ya en estos momentos cierto
grado de dialectalización léxica que se manifiesta en forma de un conjunto
de vocablos que se emplean de forma exclusiva en Centroamérica y que, por
tanto, identifican de alguna manera a las hablas propias de la región; tal conclusión –que , por supuesto, será necesario corroborar en estudios posteriores
sobre corpus más amplios– no solo resulta interesante por lo que permite vislumbrar acerca de las fechas de configuración de un español dialectalmente
centroamericano, sino también porque muestra claras coincidencias con lo
que a este respecto se descubre en otras áreas del continente en esta misma
época (Ramírez Luengo 2011: 85-86), lo que sin duda constituye una cuestión
de primer interés que será preciso analizar con calma en el futuro si lo que se
pretende es comprender de manera más profunda la situación que ofrece el
español de América en el siglo XIX.
De este modo, esta primera aproximación al léxico centroamericano decimonónico vuelve a poner de manifiesto dos aspectos de indudable importancia que conviene recordar una vez más aquí: por un lado, el interés que
presenta un tema como este, cuyo desconocimiento resulta por el momento
prácticamente total; por otro, la necesidad de seguir estudiando el Ochocientos, una época tan relevante en la configuración del español americano
como desatendida en las investigaciones diacrónicas. Desde ambas perspectivas, no cabe duda de que los textos que se redactan en Centroamérica durante esta centuria tienen aún abundante información que aportar, y
de ahí que su análisis constituya una tarea de primera importancia que es
necesario llevar a cabo de manera urgente si se desea terminar con la tra-
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dicional situación de abandono que –desgraciadamente– afecta al estudio
histórico de las variedades del español que se emplean en esta región del
mundo hispánico.
291
Herencia e Innovación en el español del siglo XIX
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Verbos derivados en -ot-ear
en el español decimonónico*
Begoña Ramos Jiménez (Universitat de Girona)
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Verbs in -ear appear in early Spanish [siglo XIII]. One of the most remarkable aspect is
the emergence of formations with infixes in the XVIII and XIX centuries. In this paper
we focus on the derivative verbs in -ear with the infix -ot-, and, in particular, the neological formations around the XVIII and XIX centuries. Besides, we describe in detail the
lexical and semantic features, and we also account for the semantic value of the infix.
We postulate that these formations are motivated or influenced by French. The current study is based on a corpus extracted from the Nuevo Tesoro Lexicográfico del Español
(NTLE) and complemented with the information provided by the Academic textual data
bases (CORDE, CREA, CDH, and CORPES XXI).
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Este trabajo ha sido financiado por una beca FPI del Ministerio de Economía y
Competitividad (BES-2015-074250) y se ha desarrollado dentro del proyecto de investigación Variación en la interficie morfología-sintaxis (FFI2014-56968-C4-4-P), financiado por el mismo Ministerio.
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Abstract
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Los derivados en -ear se originan muy tempranamente [siglo XIII]. Un dato remarcable
es el surgimiento de formaciones en -ear con interfijos a partir del siglo XVIII y siglo
XIX. En este artículo se estudian los derivados en -ear con interfijo -ot- y, en especial,
los neologismos de los siglos XVIII y XIX. Asimismo, se señalan las características léxico-semánticas de los verbos derivados y se presenta el significado que encierra el
interfijo. Se postula que su origen puede estar motivado o influenciado por el francés.
Se parte de un corpus generado en la consulta del Nuevo Tesoro Lexicográfico del Español
(NTLLE), complementado con la información que ofrecen los corpus textuales de la Academia (CORDE, CREA, CDH, y CORPES XXI).
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Resumen
18
Herencia e Innovación en el español del siglo XIX
“Neología, s. f. Invención ó creación
de voces nuevas en una lengua”.
(NTLLE 1825) Nuñez de Taboada
En este estudio ponemos el foco en los verbos en -ear que contienen el interfijo
-ot- (picotear) dando cuenta de la significación que este encierra y de la posible
motivación o influencia que estos derivados reciben del francés.
Para el desarrollo de este estudio partimos de un corpus de doce verbos,
los cuales se encuentran en los diccionarios actuales (DEA, DRAE, CLAVE,
etc.). El criterio de selección de estos derivados en -ot-ear se basa en que
todos ellos aparecen, como elementos nuevos, en los diccionarios de lengua
española entre los siglos XVIII y XIX y que aún hoy perviven en nuestro
idioma. La información recopilada en la lexicografía se ha contrastado con
la que ofrecen los corpus textuales representativos del español (CORDE,
CREA y CDH), que contienen textos desde los orígenes. En el corpus se estudian los siguientes derivados: gorgotear (1491), chapotear (1576-1577), revolotear (1604), zangolotear (1646), palmotear (1663), chisporrotear (1729), parlotear
(1737), tirotear (1775), gimotear (1800-1819), lavotear (1811), capotear (1846-1847)
y bailotear (1849).
Este artículo se estructura en siete apartados. El primero muestra los orígenes del sufijo -ear, de acuerdo con Pharies (2002). En el segundo, se señalan
las características de este sufijo. Seguidamente, el apartado 3 trata sobre los
primeros derivados en -ear, desde el siglo XII hasta el XVII y sobre la repercusión de la neología en el léxico decimonónico. En relación con los siglos XVIII
y XIX, en 4 se presentan las formaciones con interfijo -ot- y en el apartado
5 se muestran las características de dicho interfijo. Tras un análisis formal,
los derivados que forman el corpus de estudio se han clasificado en cuatro
paradigmas y en el apartado 6 se presenta un análisis de cuatro verbos tipo.
En el último punto se detallan las conclusiones de los datos recogidos para
este estudio.
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1. Orígenes del sufijo -ear
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El origen del sufijo -ear se encuentra en -idiare, variante vulgar del sufijo culto
-izare (también -issare) (NGLE 2009: 587; Pharies 2002) y ambos proceden del
sufijo heleno -íζω, altamente productivo en griego (Pharies 2002).
“La evolución de -idīare al español -ear es la habitual en casos análogos”
(NGLE 2009: 587), es decir, que el grupo –DY– se pierde en posición intervocá296
Verbos derivados en -ot-ear en el español decimonónico
lica cuando entra en contacto con la vocal palatal [i] como en fastidĭum > hastío
(NGLE 2009: 587). Asimismo, también en latín tardío, encontramos dobletes
como baptizāre (bautizar) y baptidiāre (batear).
El autor expone que en los helenismos latinos el sufijo -ίζω tiene tres formas equivalentes correspondientes, también de la primera conjugación:
1. Una forma temprana -issō, -āre, cf. atticissō, -āre ‘imitar a los atenienses’ (´Αττικίζω) y graecissō, -āre‘imitar a los griegos’ (Γραικίζω).
2. Otra variante de formación culta, del s. II a. C., es -izō, -āre, cf. citarizō, -āre ‘tocar la cítara’ (κιθαρίζω), o términos religiosos como
prophetizō, -āre ‘profetizar’ (προφητίζω) y baptizō, -āre ‘bautizar’
(βαπτίζω ‘sumergir, zambullir’), etc.
3. También en latín tardío, la tercera formación equivalente al sufijo -ίζω es vulgar y corresponde a -idiō, -āre. Aunque hay pocos
testimonios, según Pharies (2002), en Berceo se documenta baptear (< baptidiō, -āre), y la variante batear, en otros documentos
del siglo xiii.
2. Características
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Pharies (2002) señala que actualmente el sufijo -ear es uno de los más productivos del español y que se utiliza para formar verbos derivados causativos y, sobre todo, iterativos sobre bases nominales (sustantivos y adjetivos).
También apunta que dicha productividad se ve reflejada en diversas lenguas
romances. Así, el sufijo -ear del español (guerrear, blanquear, acarrear, verdear)
se corresponde con formas como -ejar en catalán (guerrejar, blanquejar, carrejar,
verdejar); -oyer en francés (guerroyer, blanchoyer, charroyer, verdoyer) o -eggiare en
italiano (guerreggiare, biancheggiare, carreggiare, verdeggiare). En los estudios llevados a cabo sobre el sufijo -ear en español, como el de Martín García1 (2007),
también se destaca la elevada productividad de este proceso morfológico, en
el que operan distintas bases gramaticales: sustantivos (agujerear), adjetivos
(cojear), verbos (fregotear), pronombres (tutear), adverbios (bastantear), interjecciones (arrear), sintagmas preposicionales (por Dios > pordiosear) e incluso
onomatopeyas (sesear, berrear).
1
Martín García (2007) analiza las formaciones denominales en -ear y señala su
alta polisemia, tanto por parte del sufijo, que le da un significado general, como del
sustantivo base, que especifica el contenido semántico de los derivados y determina
su estructura argumental y eventiva.
297
Herencia e Innovación en el español del siglo XIX
3. Derivados en -ear. Siglos XII al XVII
Aunque son más numerosos los de base nominal, algunos de los primeros derivados en -ear del español proceden de una base adjetival “cf. franquear ‘exceptuar a uno de una contribución’ [1251] (franco ‘libre, exento’), […] blanquear
‘poner blanca una cosa’ [XIII] (blanco)” (Pharies 2002: 184), etc.
De acuerdo con Pharies (2002), en el siglo XIII surgen formas como: señorear ‘dominar o mandar en una cosa como dueño de ella’ (señor), campear
‘guerrear’ (campo), cocear ‘dar coces’ (coz), etc. Pharies apunta que en el siglo xiv hay pocos casos documentados: gorjear ‘hacer quiebros con la voz en
la garganta’ (gorja ‘garganta’), pelear ’agarrarse por el pelo, venir a las manos’
(DCECH pelo), rodear ‘andar alrededor’ (rueda < rota, -ae) y tornear ‘labrar una
cosa al torno’. En el siglo XV la productividad crece cuantiosamente: apedrear
(piedra < petra -ae), bracear ‘halar de las brazas de un navío’ (braza ‘cabo usado en navíos’), burbujear (burbuja), costear ‘ir el navío por la costa’, y golpear
(golpe). En el siglo XVII se documentan derivados como clarear ‘dar claridad’,
‘empezar a amanecer’ < (claro) o malear ‘dañar una cosa’, pervertir a otro con
sus malas costumbres’ (1495) < (malo).
Como dato interesante, observamos que Pharies (2002) señala el valor iterativo de los verbos en -ear y da cuenta de la numerosa presencia de dobletes en
-ar/-ear. Pharies (2002) pone especial atención en el caso de golpear (XV) y en su
evolución semántica y morfológica. Golpear, ‘dar un golpe o repetidos golpes’,
contrasta con la antigua forma golpar ‘dar un golpe’ (1240-1250), que cae en desuso, y el derivado en -ear asimila los dos significados. Posteriormente, se recurre
a una formación neológica con interfijo para evitar la posible ambigüedad: golpetear (XIX), la cual expresa más notoriamente el valor iterativo.
Pharies (2002) señala la existencia de otros dobletes. Algunos de estos
mantienen las dos formas cfr. tornar (X)/tornear (XIV), pasar (XIII)/pasear
(XV) y otros dobletes pierden la forma en -ar cfr. sortear (XIII)/sortar (XIV),
pelar/pelear (XIV). Pese a que sobreviven sobre todo las formas en -ear, existen numerosas alternancias -ar/-ear en las que “son escasas las diferencias de
significado” (NGLE 2009: 597).
st
Qu
e
ie
pa
rt
p
ok
a
o
o
e
-b
3.1 La neología en los siglos XVIII y XIX
En el periodo decimonónico se produce una innovación del vocabulario en
buena parte debida a la incorporación de préstamos y calcos (Lliteras, Hernández 2008: 231). Una de las primeras contribuciones sobre las “palabras nuevas”
en el siglo XIX, la desarrolló José Gómez Hermosilla en el Arte de hablar en prosa
y verso (1826: 277) citado por Lliteras, Hernández (2008: 234), donde transmite
298
Verbos derivados en -ot-ear en el español decimonónico
que “las palabras nuevas” suponen “una felicidad de las lenguas”, mientras
que neologismo2, concepto que “nace en el siglo XVIII y se consolida en el XIX”
(Clavería Nadal 2016: 11), es una “manía” o un “empeño absurdo” (Lliteras, Hernández 2008: 234).
Para Hermosilla, el problema para poder distinguir correctamente entre
palabra nueva y neologismo es si se posee el conocimiento gramatical de la
lengua requerido en “cualquier clase de innovación, tanto en los aspectos
etimológicos como en los analógicos”. El gramático explica cómo se produce el reemplazo de una forma como hermanal, ya anticuada desde el Diccionario de Autoridades, por fraternal. Para ello se basa en dos criterios: por un
lado, la sustitución se produce por cuestiones etimológicas, puesto que hay
expresiones establecidas en el idioma como amor fraternal o unión fraternal;
por otro lado, porque el adjetivo más latinizado, fraternal, presenta analogía
con formas como paternal, maternal y filial, mientras que la palabra más castellanizada, hermanal, no tiene ningún referente analógico, ya que en español no existen palabras como *padral, *madral ni *hijal (Lliteras, Hernández
2008: 234-235).
Entre los numerosos estudios sobre neología y neologismo que se han publicado desde el siglo XX, estos dos términos se han utilizado “para designar la
innovación léxica surgida para responder a las exigencias de denominación
de los nuevos conceptos que reflejan la evolución de la sociedad en todas sus
perspectivas, desde las científicas y técnicas a las propias de la lengua cotidiana y coloquial” (Clavería Nadal 2016: 13)3.
Las voces neología y neologismo aparecen juntas por primera vez en la sexta
edición del Diccionario académico (1822), para iniciar una resolución al debate
vivido en el siglo anterior, originado entre las posturas más conservadoras,
defendidas por la Real Academia, y las posiciones más innovadoras, “como
Feijoo, Sarmiento, Capmany, entre otros” (Lázaro Carreter 1985: 255-289 en Lliteras, Hernández 2008: 234).
Salvá, en su Nuevo Diccionario (1846), siguiendo las ideas de Gómez Hermosilla, interpreta el concepto de neología como la “creación o introducción
de voces o locuciones nuevas en una lengua” (Salvá 1846: 749); en cambio,
define neologismo como “vicio que consiste en introducir voces [o locuciones] en un idioma” (Salvá 1846: 749). Así como Salvá, otros autores que tam-
Q
ue
st
o
e-
bo
ok
ap
2
Para más información en torno a los conceptos de neología y neologismo en el
ámbito de la lexicografía española, consultar la obra de Clavería Nadal (2016).
3
Para una visión plural y contrastada sobre distintos aspectos relacionados con
la creación neológica en distintas lenguas romances cfr. García Palacios et al. (2016).
pa
rti
en
299
e
a
jo
se
lu
Herencia e Innovación en el español del siglo XIX
iene
part
k ap
-boo
sto e
Que
bién son partidarios del crecimiento del léxico español dedican, en su obra
lexicográfica, una extensión considerable para tratar la diferencia entre los
términos neología y neologismo.
Durante la primera mitad del siglo XIX la Academia comunica el endurecimiento de sus condiciones al ser consciente de la “inundación, nunca mayor
que en nuestros días” de nuevas formaciones “intrusas y desautorizadas” presentes “desde los papeles periódicos hasta el taller de los artesanos” (DRAE 1843
en Lliteras, Hernández 2008: 244). Así, la Academia determinaba las palabras
que eran “legítimas” y las que se podían omitir, argumentando que estas últimas corrompían los escritos, ya que “se refieren á objetos de modas pasajeras
y fugaces” (Lliteras, Hernández 2008: 244). Por su parte, en su Nuevo diccionario,
Salvá señala como “neol [ogismo] aquellas introducidas “en lo que va de siglo”
que cuentan con la aprobación general, especialmente porque designan nuevas realidades” (Lliteras, Hernández 2008: 245).
La introducción de elementos nuevos en la lengua puede darse a partir de
distintos mecanismos: a) por creación interna; b) por préstamo; y c) por ampliación semántica de un término ya existente (neologismo semántico) (Guerrero-Ramos 2013: 118). Tal y como plantea Bermúdez Fernández (1997: 25) en
Guerrero-Ramos (2013: 116), existen una serie de problemas para delimitar el
concepto de préstamo4. Gómez Capuz (2009: 2) destaca la ambigüedad que este
encierra por su doble valor: “como proceso lingüístico”, porque se toma o se
adapta una palabra de otra lengua y “como elemento lingüístico”, porque atañe
al léxico (Gómez Capuz 2009: 3). Para este autor no es fácil definir el término de
forma sencilla y libre de ambigüedades. Básicamente entiende que el préstamo
por antonomasia es una transferencia directa (de significante y significado). Así,
en oposición al préstamo, el calco conlleva la idea de “traducción y sustitución de
morfemas” (Gómez Capuz 2009: 6). En relación con esta diferencia, Gómez Capuz (2009: 6) señala que algunos autores plantean la oposición entre préstamos
integrales, en los que se toma el todo de una palabra, el significante y el significado, y los préstamos parciales, o los calcos, mediante los cuales solo se toma “un
modelo morfemático o semántico” (Gómez Capuz 2009: 6).
En este estudio nos interesa destacar el concepto de calco léxico, como
variante de préstamo, en tanto que aquel traduce literalmente las piezas que
a jos
irez
.ram
eluis
4
Guerrero-Ramos (2013) recoge los planteamientos más significativos sobre
dicho concepto según autores como Alvar Ezquerra (1993: 16), Lewandowski (1992: 271)
y Uriel Weinreich (1974: 125).
300
-bo
Questo e
Verbos derivados en -ot-ear en el español decimonónico
conforman la estructura de una palabra (ing. sky-scraper > esp. rasca-cielos; fr.
mir-age, derivado de miroir ‘espejo’ > esp. espej-ismo) (Gómez Capuz 2009: 6-7).
En relación con nuestro análisis de derivados en -ot-ear, hemos de señalar
que el calco es un mecanismo creativo y un proceso productivo para formar
nuevas palabras en español a partir de esa “imitación” de los elementos internos de los significantes de la lengua vecina. Por un lado, observamos la
presencia del calco léxico (fr. dans-ot-er > esp. bail-ot-ear) y, por otro, la del calco
semántico, es decir, de palabras de una lengua extranjera que transfieren contenido a la palabra de la lengua receptora (fr. clap-ot-er > esp. chap-ot-ear), en la
que se produce un cambio semántico.
Como decíamos, dado que existe dicha dificultad para marcar los límites
entre los préstamos y las creaciones internas, Álvarez de Miranda introduce
el concepto intermedio de “creación inducida”. Para entender este concepto,
el autor expone que, puesto que prácticamente todos los afijos derivativos del
español y un gran número de “raíces afijas” (Álvarez de Miranda 2005: 1041).
están tomados del latín o del griego, la acuñación de muchos neologismos
parece situarse “entre el préstamo (latinismos o helenismos, en este caso) y
la genuina creación interna” (Álvarez de Miranda 2005: 1041), a lo que hay
que añadir la participación de una voz “de una tercera lengua que actúa como
elemento desencadenante” (Álvarez de Miranda 2005: 1041), es decir, una voz
que influye en la creación de esa nueva palabra debido a que pertenece a otra
lengua de prestigio cultural. Álvarez de Miranda denomina a este fenómeno
inducción léxica o creación inducida (Álvarez de Miranda 2005: 1040-1041).
Álvarez de Miranda se detiene en el ilustrativo ejemplo del verbo civilizar
(1732). Anterior en el tiempo, su cognado francés es civiliser; entonces, cabría
plantearse dos opciones: la primera, que en un diccionario se enunciase que
civilizar es “del francés civiliser” y en la segunda, “de civil + -izar” (Álvarez de Miranda 2005: 1041), que se basa en un adjetivo y un sufijo totalmente vigentes
en la lengua española. ¿Qué opción es la más exacta, cuando la cuestión es que
las dos son ciertas en parte? El autor opta por integrar las dos propuestas dando una “ligera preferencia a la derivación con recursos propios: De civil + -izar,
sobre el modelo del francés civiliser” (Álvarez de Miranda 2005: 1040-1041). Este
es un claro ejemplo de las denominadas “cadenas panrománicas y aun paneuropeas” y de “su importancia en la historia del léxico intelectual, inestimable”
(Álvarez de Miranda 2005: 1041).
301
Herencia e Innovación en el español del siglo XIX
Questo e-book appartiene a joseluis.ramirezluengogmail.c
El contexto histórico, tanto en el ámbito político como en el social5 del siglo XVIII fue de gran influencia y supuso un papel predominante de la lengua
francesa, según afirma Álvarez de Miranda (2004: 1052) ápud Šinková (2015:
28): “Por lo que a los préstamos en sentido estricto se refiere, no hay duda de
que durante los siglos XVIII y XIX el francés ocupa el primer lugar entre las
lenguas de procedencia”.
El léxico del latín (y el griego) humanístico y científico aún se usaba en
los siglos XVIII y XIX entre los intelectuales y científicos de toda Europa. Y,
precisamente en el siglo XVIII, el francés pasa a ocupar ese puesto de prestigio como lengua de cultura y conocimiento entre los sabios y personalidades
de toda Europa. Ese siglo abre, pues, una etapa prolífica en la que el léxico
español se verá enriquecido por un vasto repertorio de neologismos referidos a temáticas restringidas como las de la ciencia, la cultura, la política, etc.,
aunque en ocasiones estos también están presentes en textos periodísticos y
de alcance general.
Otro autor, Capmany, defiende la importancia de la lengua de las “artes”
y los oficios, es decir, de “la lengua no escrita” y su enorme caudal de nuevos “vocabularios castellanos que no andan impresos” y afirma que deberían
“de recopilarse y ordenarse, para no haber de mendigar todos los días de los
idiomas estrangeros lo que tenemos, sin conocerlo, en el propio nuestro”
(Capmany 1786 ápud Álvarez de Miranda 2005: 1050). No obstante, a continuación añade que, a donde nuestro idioma “no alcanze, adóptense voces
nuevas en hora buena” (Capmany 1786 ápud Álvarez de Miranda 2005: 1050).
El filólogo resaltaba la importancia de “escribir en aquellos géneros”, apunta
el autor, y escribir era también sinónimo de traducir obras científicas. En
efecto, la traducción fue un vehículo fundamental para el incremento del
léxico del español (Álvarez de Miranda 2005: 1050). Cabe destacar que en
la mayoría de aquellas traducciones de los siglos XVIII y XIX la lengua de
origen era el francés.
Para más información sobre el contexto histórico de los siglos XVIII y XIX y de
la repercusión que la Francia del momento tuvo en nuestro léxico, cfr. Šinková (2015).
5
302
Verbos derivados en -ot-ear en el español decimonónico
4. Formaciones con interfijo -ot. Siglos XVIII y XIX
En la evolución de los derivados en -ear, nos llama especialmente la atención
el surgimiento de formaciones con interfijos a partir del siglo XVIII -pat-al-ear,
al-et-ear (Autoridades), corr-et-ear (DRAE) - que continúan en el siglo XIX -dent-ellear, llor-iqu-ear (DRAE), bes-ot-ear (Domínguez) - y en los siglos siguientes explicot-ear, freg-ot-ear, lav-ot-ear, (CLAVE). Este hecho no ha sido observado en los estudios históricos y ha recibido escasa atención en los sincrónicos - cfr. Gràcia
et al. (2000: 385-388), Serrano-Dolader (1999: 4693).
Basándonos en nuestro corpus de estudio, presentado anteriormente, observamos que el interfijo -ot-, presente en verbos en -ear, aparece en los diccionarios en los siglos XVIII y XIX.
En relación al siglo XVIII, se recogen los siguientes datos:
CORPUS TEXTUAL
1729
1576-1577
revolotear
1737
1604
zangolotear
1739
1646
palmotear
1737
1774
parlotear
1737
1774
chisporrotear
1729
1833
es
CORPUS LEXICOGRÁFICO
chapotear
Qu
DERIVADO
En cuanto a la aparición de neologismos en -ot-ear en los diccionarios en el
siglo XIX, nuestro corpus es el que sigue:
e-
bo
ok
CORPUS LEXICOGRÁFICO
CORPUS TEXTUAL
gorgotear
1853
1491
capotear
1846
tirotear
1817
gimotear
1817
lavotear
1884
bailotear
1843
ap
pa
rtie
ne
aj
os
elu
is.
ra
mi
re
zlu
en
go
gm
ail
.co
303
1847
1826
1800-1819
1811
1878
to
DERIVADO
m
Herencia e Innovación en el español del siglo XIX
5. Características del interfijo -ot. Breve estado de la
cuestión
a. Cambio gramatical
Según Penny (1999: 268), el sufijo -ote/a español expresa un valor peyorativo
y aumentativo sobre el concepto que denota la base a la que se une (frescot-e, mach-ot-e, palabr-ot-a, seri-ot-e). De origen galorromance, dicho sufijo sufrió un cambio semántico y, de diminutivo, pasó a tener valor peyorativo/
aumentativo en español. Pharies (2002: 455) apoya la idea de que el sufijo
-ote procede del catalán, lengua galorromance6, -ot -ota y cita a varios autores que siguen esta idea (Gooch 1967: 217-32; Hasselrot 1957: 104; González
1962: 362). Asimismo, Morel-Fatio afirmaba que el “català pertany a la família gal·loromànica i no a la hispànica […]; no és tampoc un membre intermedi entre ambdues, sinó una mera variant del provençal” (Morel-Fatio ápud
Moll 2006: 38).
Gooch (1967), con cerca de cien ejemplos en su estudio, afirma que la
mayor productividad del sufijo -ote se produjo en los siglos XIX y XX7 Moll
(1952: 294) expone la idea de la vacilación entre el valor diminutivo y el aumentativo, junto con un matiz peyorativo en el sufijo catalán, mientras que
en castellano el sufijo tiende a tenir un sentido aumentativo en la amplia
mayoría de casos8.
Pharies (2002: 456) sigue la propuesta de Latorre en la relación inherente que existe entre el valor aumentativo y el despectivo: “El aumentativo tiene la particularidad de comunicar al mundo que le rodea un tono
burlesco, cómico y caricatural. Lo grandioso nunca se expresa por un aumentativo, sólo lo deforme extraordinario” (Latorre 1956-1957: 108 ápud
Pharies 2002: 456). Es interesante lo que observó Moll, ya en 1952 (2006:
259): “En català nord-oriental aquest sufix té significació de diminutiu pejoratiu (casota vol dir ‘casa petita i dolenta’); a la resta del territori català té
Ques
to e-b
ook a
ppart
iene
a jos
6
Según Moll (2006: 37-38), en los orígenes, el catalán fue considerado una variante del provenzal debido a la notable similitud entre ambas lenguas. Esta relación
fue admitida por autores como Milà i Fontanals, A. M. Alcover, W. Meyer-Lübke,
A. Morel- Fatio, entre otros.
7
Cfr. Pharies (2002: 456).
8
Cfr. Pharies (2002: 456).
304
eluis.
r
Verbos derivados en -ot-ear en el español decimonónico
valor augmentatiu amb algún matís pejoratiu (casota és ‘casa gran i amb
quelcom de desagradable’)”.
¿Qué relación hay entre el sufijo -ote/-a y el interfijo -ot-? Precisamente, el
rasgo que caracteriza en parte al contenido semántico del morfema -ot-es el de
valor expresivo, peyorativo, etc., que, como interfijo, está vinculado a verbos
derivados, para crear verbos en -ear.
Moll afirma que (-ot -ota): “S’uneix a altres sufixos per reforçar-ne el sentit augmentatiu, en les formes -arrot (caparrot)” (Moll 2006: 259). Esta idea
nos lleva a la reflexión de que podríamos observar un fenómeno paralelo en
el proceso de derivación de los verbos en -ot-ear-, donde el interfijo intervendría aportando contenido semántico, presentando rasgos expresivos, connotaciones despectivas, etc., del mismo modo que sucede con el sufijo -ote
español u -ot catalán. Así, existiría una relación o un paralelismo semántico
entre el sufijo -ot de origen galorromance y el interfijo -ot- en la formación
de verbos en -ear. Podríamos hablar de cambio gramatical, ya que el sufijo -ot
se combinaría con otras unidades y pasaría a ser un interfijo. Este interfijo,
que opera como modificador de entidades en sustantivos (casota) y como
modificador de propiedades en adjetivos (grandote), actúa como modificador de eventos en verbos (bailotear). Algunos autores coinciden en ver que
el interfijo -ot- (u otros interfijos) constituye un equivalente de la derivación apreciativa en el ámbito verbal, ya que algunos verbos derivan “de otros
mediante afijos que proporcionan valores iterativos o expresivos a la vez”
(Nueva Gramática de la Lengua Española 2009: 598).
b. Marca aspectual
“La interfijación pertenece a la morfología derivativa” (Portolés 1993: 341; 1999:
5045), es decir, participa en la creación de nuevas palabras. Según Portolés
(1993: 345), cuando una forma no aparece porque ya existe otra con el mismo significado, se produce un bloqueo y no se puede añadir la terminación
en -ear frecuentativa a la base: “*[[BASE]v ear ]v” cfr. *bail-ear, *tirear, *piquear,
etc. Asimismo, Martín García (2007) establece que el sufijo da lugar a verbos
inergativos y atélicos y verbos como bailar ya lo son, por tanto, -ear no aporta
ningún rasgo nuevo y la lengua prescinde de estas formas.
El interfijo también actúa “como habilitador del sufijo verbal -ear” (Portolés 1993: 345) cuando se une a bases verbales para remarcar el valor iterativo
del evento, con una formación como: [[BASE]v +[interfijo +ear]]]v, cf. bailotear,
picotear, pisotear, tirotear, besotear, etc.
305
Que
Herencia e Innovación en el español del siglo XIX
c. Marca semántica
Que
sto
Además de funcionar como nexo, el interfijo -ot- otorga un matiz expresivo al
derivado en -ear que puede significar que el evento se produce repetidamente,
descuidadamente, sin gracia, sin esmero, sin orden, sin formalidad, sin un objeto o destino determinado, con apresuramiento, con desmadejamiento, desacompasadamente, etc. tal y como recogemos en las acepciones consultadas
en los diversos diccionarios. En este sentido, en golpetear Pharies únicamente
remarca el valor iterativo del interfijo. No subraya su valor expresivo adicional
y solo lo presenta como marcador de iteratividad.
En este contexto de derivación verbal, el interfijo crea contrastes como:
bailar – bailotear, fregar – fregotear o pisar – pisotear. El interfijo -ot-modifica
eventos: aporta significado iterativo y matices expresivos a la raíz con la que
se combina. Observemos el modo irregular o falto de uniformidad, de orden,
etc. en la predicación de derivados como pic-ot-ear, freg-ot-ear, tir-ot-ear, bes-otear, etc. (Portolés 1999: 5060). Estas acciones se llevan a cabo sin seguir un orden, sin poner atención: “No existen concursos de tirotear al blanco” (Portolés
1999: 5060); si queremos dejar el suelo bien limpio no lo fregoteamos, porque
estaría hecho sin esmero o de forma superficial.
Seguidamente, presentamos un análisis de los derivados que pertenecen
al corpus de estudio:
e
pp
-boo
ka
artie
ne
aj
o
s
e
l
uis.r
Siglo XIX
gorgotear (1491)
parlotear (1737)
chapotear (1576-1577)
tirotear (1775)
revolotear (1604)
gimotear (1800-1819)
irezl
uen
am
Siglo XVIII
zangolotear (1646)
lavotear (1811)
palmotear (1663)
capotear (1846-1847)
chisporrotear (1729)
bailotear (1843)
go
m
gma
il.co
Partiendo únicamente de bases verbales, hemos clasificado los derivados
según su estructura morfológica. Tras observar sus distintas características,
hemos clasificado nuestro corpus en cuatro tipos de formaciones. A continuación, mostramos cada una de estas tipologías y su estudio. Estos derivados en
-ot-ear aparecen en los diccionarios en los siglos XVIII y XIX y aún permanecen vivos en la lengua.
1
8
0
1
051
306
5-
Verbos derivados en -ot-ear en el español decimonónico
6. Análisis de 4 verbos tipo
Verbos de tipo 1. Derivados que forman parte de una serie ternaria:
base verbal en -ar > -ear > -ot-ear
palmar > palmear > palmotear
Verbos de tipo 2. Verbos9 que constituyen parte de una serie binaria:
base verbal en -ar > -ot-ear
parlar > (*parlear) > parlotear
tirar > (*tirear) > tirotear
lavar > (*lavear) > lavotear
bailar > (*bailear) > bailotear
Verbos de tipo 3. Derivados pertenecientes a una serie binaria:
base verbal en ear > -ot-ear
zanquear > zangotear ~ zangolotear
capear > capotear
Verbos de tipo 4. Verbos10 con raíz onomatopéyica:
base onomatopéyica + (-ar) > -ear > -ot-ear
chap-
chis- (-porr-)
gorgor
chapear > chapotear
chispar > chispear > chisporrotear
gorgear > gorgotear
Las formas con asterisco indican que son derivados que no se documentan.
Estos derivados, que presentan una serie evolutiva binaria, se podrían reubicar
en los de tipo 1 o 3.
9
10
307
Questo e-book appartien
Las onomatopeyas imitan sonidos naturales. Imitan “el sonido de
aquello que designan” por su forma fónica (DRAE 2014). Estas palabras tienen que ver con objetos que se depositan, que se mueven, que se agitan,
etc. Es probable que la onomatopeya surgiera a posteriori del derivado en
-ear, es decir, cuando se realiza el evento se produce el sonido a que corresponde la onomatopeya (chas/chap, chis, gorgor). Este sonido proviene así, del
objeto designado por la base nominal cuando está en movimiento (chapa/
chispa/gorja).
Herencia e Innovación en el español del siglo XIX
A continuación, detallamos el análisis con un ejemplo de cada uno de los
cuatro tipos que hemos presentado.
Ejemplo del tipo 1. Palmotear. Serie ternaria. Base verbal en -ar > -ear > -ot-ear
fuentes
sustantivo
-ar
-ear
-ot-ear
palma
palmar
palmear
palmotear
diccionarios
1495
1737
1604
1737
textos
1196
Ø
1549
1663
10
om
ail
.c
Palmar, Autoridades (1737), es relativo al lenguaje jergal11: “v.a. Voz de la Germanía, que ſignifica dar por fuerza alguna coſa”. Su significado equivale a azotar, dar un golpe con la mano o “abofetear” (Terreros 1788) o incluso ‘palpar’, en
catalán : “Aplicar la mà estesa; cast. palmar. Dexava’s tocar e palmar, a mostrar
que havia verdader cos, Quar. 1413” (S.V.F.: 327 ápud DCVB 2000).
Terreros también remite al carácter jergal de esta voz y al derivado en -ear:
“Palmear, en Madrid tomado de los Jitanos, se dice también por azotar”. Señalamos que “existen numerosos casos de palabras que amplían su significado
al pasar del lenguaje de un grupo social restringido al de toda la comunidad”
(Penny 1999: 275).
Palmear, “batre des mains” (Palet 1604), “batter le mani inſieme” (Franciosini 1620), significa ‘aplaudir’. Parece ser también que palmear es ‘golpear con las
palmas de las manos’ en el sentido de ‘azotar’ (frapper): “v. a. Donner des coups
pour faire du mal, frapper. Battre un homme. battre un chien. battre quelqu’ un à
coups de poings, […]” (DAF 1694 battre). Sin embargo, de forma generalizada, palmear significa ‘aplaudir’: Palmear, ‘dar una mano con otra, que comúnmente
se hace en señal de aplauso. Fr. Batre des mains, aplaudir. Lat. Plaudere manibus. It.
applaudire” (Terreros 1788). Podemos añadir a esta interpretación que palmear
es un evento iterativo, como también se indica en el TLFi: “Battre: verbe [L’idée
dominante est celle de coups donnés] I.− Emploi trans. A.− Emploi imperfectif.
Frapper de coups répétés”.
Palmotear (Autoridades 1737) “golpear una con otra las palmas de las
manos” (DRAE 2014). Veíamos que palmear equivale a ‘aplaudir’: “batre des
mains” (Palet 1604), “to clap with the hands” (Stevens 1706), pero también
significa ‘azotar’ o ‘abofetear’: “En la Germanía ſignifica azotar” (Autoridades
gm
ng
o
e
r
e
z
lu
i
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m
is
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o
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j
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art
ie
p
ka
p
o
to
308
Q
ue
s
e-b
o
Quizá por su carácter expresivo y popular, la forma palmar, ‘dar por fuerza
alguna cosa’, no se documenta en los corpus textual del español (CDH, CORDE).
11
18
0
Verbos derivados en -ot-ear en el español decimonónico
to e-
book
appa
rtien
e a jo
selui
s.ram
irezlu
engo
gma
Chambergo: ‘sombrero chambergo’, de C. Schömberg, 1601-1656, mariscal de
Francia que introdujo la moda en el uniforme durante la guerra de Cataluña hacia 1650.
13
Testudo, a: cubierta que formaban antiguamente los soldados alzando y uniendo
los escudos sobre sus cabezas, para guarecerse de las armas arrojadizas del enemigo
(DRAE 2014)
14
Dictionnaire de l’Ancienne Langue Française et de tous ses dialectes (du ixe au xve
siècle) Paumeter, v.n., tomber sur les mains: Mes tant fu grant le coup qu’il le fist edenter, Des geneous et des mains a terre paumeter (Doon de Maience, 7107, A. P.)
12
309
Ques
1737), “en Madrid, tomado de los Jitanos, se dice también por azotar” y “abofetear” (Terreros 1788).
En palmotear, apreciamos la misma ambigüedad, –en bastantes diccionarios se remite a palmear, pero, en adición, el interfijo aporta ciertas connotaciones semánticas que matizan el significado del evento caracterizándolo como
rudo, tosco, etc., cuando equivale a “aplaudir” o “dar una mano con otra, […]
en señal de aplauso” (Terreros 1788). Siguiendo esta orientación de carácter
expresivo, hallamos textos que muestran estos rasgos: “El concurso, de quien
era bien conocido, atendia embelesado á sus gestos y ademanes, y el patio cubierto de sombreros chambergos12 (que parecian una testudo13 romana) palmoteaba sus escurrilidades é indecencias”. (CORDE 1825-1828, L. F. de Moratín,
Discurso preliminar a las comedias).
El narrador, además de ridiculizar al público por sus atavíos, lo caricaturiza describiendo cómo este palmotea en la escena, por su forma tosca de aplaudir. En un sentido más amplio, podemos remarcar los matices expresivos en
palmotear, por ejemplo, no palmoteamos al acabar una función de teatro (Portolés 1999: 5060), porque es un golpeteo irregular, sino que aplaudimos. En
cambio, sí palmoteamos al chocar las palmas entre sí como muestra de alegría o cuando damos palmadas o pequeños “azotes” en la espalda de alguien
en señal de amistad, ánimo o consuelo. Y cómo no, también se palmotea en
el baile flamenco.
Según el DMF (1350) paumer, que coincide con palmar “dar por fuerza, abofetear” (Autoridades 1737), significa ‘se frapper de la main’. Correspondiente al
derivado palmear (CORDE 1549) “dar una mano con la otra en señal de aplauso”
(Terreros 1778), existe ya en el siglo XII la forma paumoyer, “synon. de paumeter” (TLFi siglo xii). Palmotear (Autoridades 1737), “golpear con las palmas de las
manos” (Academia Usual 1791), parece estar motivado por paumeter ‘tomber sur
les mains’, ‘battre’, que ya se documenta en época medieval según el diccionario14 de F. Godefroy (1881). Por ello, pensamos que palmotear está motivado por
la lengua francesa.
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bailar
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-ot-ear
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bailotear
*bailear
diccionarios
1495
Ø
1843
textos
1330-1343
Ø
1878
Nebrija (1495) define bailar (CORDE 1330-1343 bailando) como “Bailar o
dançar. ſalto. as. tripudio. as”. Autoridades (1729), como: “Hacer mudanzas con el
cuerpo, y con los piés y brazos, con orden, y à compàs, ſiguiendo la conſonáncia del inſtrumento que se tañe”. Y actualmente DRAE (2014), como “Ejecutar
movimientos acompasados con el cuerpo, brazos y pies”. Nótese el matiz de
‘orden’ que aparece en sendas definiciones. Algunos diccionarios no académicos coinciden en señalar este aspecto: “Hacer mudanzas con el cuerpo y con
los piés y brazos en órden y á compas” (Salvá 1846: 131). Especialmente, Domínguez (1853: 215) hace hincapié en el orden, el compás y la armonía de movimientos que caracterizan el evento y llama la atención el énfasis que pone al
señalar que bailar no es dar saltos, en alusión a Nebrija:
Hacer mudanzas, danzar, menearse, agitar mas ó menos el cuerpo y los miembros
con cierto compás, método ó número regulado de pasos, actitudes y figuras, […]
llevando empero siempre un instintivo guía de acompasado meneo en la cabeza,
[…]. Esto es lo que nosotros entendemos por bailar, no el dar saltos, brincos y otras
demostraciones naturales de júbilo ó contento.
*Bailear no se halla documentado; recordemos, como señala Martín García
(2007), que -ear puede crear verbos inergativos y atélicos. Bailar ya es un verbo
inergativo y atélico. El sufijo -ear y el interfijo -ot- se añadieron a la base simultáneamente. Este proceso manifiesta que –como en otros casos, cfr. *lavear →
lavotear, *tirear → tirotear, etc.–, el interfijo no solo añade contenido semántico
o aspectual, sino que también tiene la función de nexo morfológico entre la
raíz de la base y el sufijo -ear.
Bailotear (CORDE 1878 bailoteando): “Bailar mucho, y en especial cuando
se hace sin gracia ó sin formalidad” (Academia Usual 1843; DRAE 2014). Do310
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Ejemplo del tipo 2. Bailotear. Serie binaria. Base verbal en -ar > -ot-ear
Como podemos observar, el interfijo no solo aparece en series ternarias;
también puede aparecer sin que haya un elemento intermedio, cfr. [bailar >
*bailear > bailotear]; [tirar > *tirear > tirotear], etc. Por tanto, señalamos que este
proceso no solo sucede en casos en -ear, sino que existe otro patrón (-ar > -otear)
y que el interfijo añade matices expresivos al derivado.
Verbos derivados en -ot-ear en el español decimonónico
mínguez (1853: 215) destaca una serie de connotaciones peyorativas que se
atribuyen al interfijo -ot-: “v. n. fam. Bailar mucho, furiosamente, pero sin gracias, donaires ni ligereza, con desmadejamiento y desgarbo, de una manera
informal y rústica, etc”.
Los diccionarios coinciden en remarcar el carácter iterativo del evento en
tanto que se baila ‘mucho’, valor reforzado por el sufijo -ear.
Creemos que este nuevo derivado [siglo xix] es herencia de dansoter (TLFi
1648 < danser) y que hereda del francés la información semántica y la estructura formal, por lo tanto, es un calco de la lengua vecina.
Ejemplo del tipo 3. Zangolotear. Serie binaria. Base verbal en -ear > -ot-ear
fuentes
sustantivo
-ar
-ear
-ot-ear
zanca
Ø
*zangar
*zancar
çanquear
zangotear
zanquear
zangolotear
diccionarios
1495
1495
1611
1607
1853
textos
1246-1252
1464-1474
1739
1560-1578
1646
Zanquear/çanquear significa: “Cánquear. diuaricor. aris” (Nebrija 1495), o
“Torcer las piernas al andar” (Oudin 1607) o “Por extenſión vale andar mucho
à pie, y con prieſſa de una parte à otra” (Autoridades 1739). Entendemos que zanquear, que aparece ya en los textos en el siglo XV (CORDE 1464-1474), equivale a
deambular, vagabundear, errar, vagar o “Andar mucho a pie y con prisa de una
parte a otra” (DRAE 2014).
La forma en -ar *zancar no se documenta. Zangotear es “jugar de zanca
o anca” (Rosal 1611) o “mover extravagantemente de un lado á otro alguna
cosa” (Terreros 1788), así como zangolotear: “mover ridicula y violentamente
alguna coſa” (Autoridades 1739), que aparece en los textos en 1646 (CDH zangoloteando).
Este significado se aplica también a una persona al “moverse sin concierto
ni propósito” o a “ciertas cosas, como una ventana, una herradura, […] por estar flojas” (DRAE 2014).
La forma zangotear/zangolotear puede estar influenciada por la forma de
argot gambiller ‘marcher, s’en aller’, ‘agiter les jambes, se trémousser’ (TLFi
1609) derivada de la antigua jambillier “Marcher d’une manière ridicule”
(DMF 1300-1500).
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Herencia e Innovación en el español del siglo XIX
Ejemplo del tipo 4. Chapotear. Raíz onomatopéyica + (-ar) > -ear > -ot-ear
fuentes
sustantivo
-ar
-ear
-ot-ear
chapa
Ø
chapear
onom. chap
variante de
chaz [1611]
chapotear
*chapar
diccionarios
textos
1495
Ø
1495
1729
Ø
1550
1576-1577
Chapear es “Chapear como con chapas. crepito. as.” (Nebrija 1495) o “Hacer
ruido en el agua, por el ruido que suena. Este es el ruído de las chapas, que es
música antígua” (Rosal 1611). No hemos hallado la forma en -ar.
Chapotear “pisar de recio, ò hacer movimientos en el agua ò lodo, con los
pies ò manos hasta salpicarse” (Autoridades 1729), se forma igual que chapatal
‘lodazal’ (CORDE 1543), a partir de la onomatopeya chap- “de que en pisando
la caballería con la pata hace un sonido, imita al chaz” (Autoridades Usual 1729
chapatal). Chaz, chas o cha es “sonido de golpe” (Rosal 1611).
Chapear “Chapear una herradura, es quando una herradura ſe mueve” (Sobrino 1705), hace referencia al sonido que se produce en tal ocasión. Este significado incide en el hecho de “hacer ruido, sonar” y se repite en varios autores:
“to make a ringring noise” (Percival 1591), “faire bruit comme de ſonnettes”
(Palet 1604), “chapear como con chapas, iouer a ſonner de ceſt instrument, cliqueter” (Oudin 1607; Vittori 1609).
La primera relación con el agua la encontramos en 1611: “Hacer ruido en
el agua, por el ruido que suena, este es el ruido de las chapas, que es música
antigua” (Rosal 1611). Chapear va cayendo en desuso; sistemáticamente, en el
siglo XIX en los diccionarios se remite a chacolotear ‘chapotear’.
En cambio, chapotear se refiere sobre todo a los golpes que se dan en el
agua para salpicar: “golpear el agua con los pies, ó las manos de modo que
salpique” (Academia Usual 1780). Asimismo, vemos que Domínguez (1853) pone
énfasis en ello: “Golpear, sacudir, agitar, azotar el agua con los pies ó con las
manos de manera que salpique” (Domínguez 1853). El hecho de producir ruido
en chapear queda obviado aquí.
Son significativos los cambios semánticos de chapear a chapotear, que
parecen tener influencia del francés clapoter “clappetter: frapper sur quelque chose avec la main” (TLFi 1611), que se refiere a golpear alguna cosa con
las manos; en chapotear se da énfasis a ‘golpear, agitar, etc.’ con las manos
en un contexto acuático. Luego, es muy significativo que clapoter tenga presencia en el diccionario de Bescherelle (1856) –referente de Domínguez–,
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Verbos derivados en -ot-ear en el español decimonónico
en un contexto marítimo, relacionado con el chapoteo de las olas al chocar
entre sí: “Mar. Eprouver l’agitation qu’on nomme clapotage. La mer clapote”. Bescherelle también se refiere al ruido que se desprende del chapoteo
de las olas en clapotage: “Mar. Mouvement bruyant et irrégulier de la surface de l’eau, produit par des courants qui l’agitent en se croisant en divers
sens, […] (J. Lecomte)” (Bescherelle 1856: 666), pero sobre todo hace notorio
el movimiento de las aguas marítimas y el chapoteo que producen las olas
con la agitación provocada por las corrientes hacia cualquier dirección, de
forma irregular.
7. Conclusiones
En este trabajo hemos analizado las características léxico-semánticas y morfológicas de los verbos de nuestro corpus, el cual está formado por un conjunto
de 12 verbos derivados en -ot-ear que aparecieron en los diccionarios en los
siglos XVIII y XIX y que siguen presentes en la lengua española actual. El
estudio diacrónico de estos derivados nos ha llevado a conocer el origen, la
repercusión léxica y la productividad de los verbos en -ot-ear en español. Este
estudio nos ha permitido conocer más de cerca el alcance y la repercusión
que tuvo el fenómeno de la innovación léxica en este periodo histórico. Nos
referimos al proceso de la neología y al del enriquecimiento del repertorio del
vocabulario que se vivió especialmente en la España del siglo XIX, no solo
en los ámbitos de cultura, política, ciencia, etc., sino también en la lengua de
ámbito general, tal y como atestiguan los textos y los diccionarios de la época.
A nuestro entender, los derivados en -ot-ear surgieron como neologismos,
mayormente, en los siglos XVIII y XIX. Especialmente, el interfijo -ot- tiene
un papel destacado en el proceso de derivación, puesto que posee significado, de modo que aporta un valor expresivo, una connotación peyorativa, etc.
que caracteriza semánticamente a los derivados en -ot-ear. También desde
un punto de vista morfológico, el interfijo -ot- facilita la formación de verbos
con base verbal.
Por último, y teniendo muy presentes los hechos históricos que rodean el
ente cultural en la Francia –y por extensión, en toda Europa– de inicios del
siglo XVIII y con continuidad en el siglo XIX podemos reconocer que la mayoría de estos derivados se han incorporado en nuestro idioma por motivación
o influencia de la lengua francesa, tanto en la cuestión semántica como en la
morfológica.
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Clarín ante la norma
de corrección idiomática
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Rafael Rodríguez Marín (UNED)
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Resumen
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Clarín pone de relieve en su obra crítica, periodística e incluso literaria el interés por la
norma de corrección idiomática que se dio en España durante el último cuarto del siglo
XIX. Su crítica, dirigida a amigos y enemigos, reviste para él gran importancia –porque
es un purista– y se centra en manifestaciones verbales correspondientes a todos los
planos tradicionales del análisis lingüístico. Una parte fundamental de su censura tiene como objeto la norma fijada por la Real Academia Española. El crítico, cuyos reparos
a las obras académicas aún mantienen cierta vigencia, participó con varios trabajos en
la polémica que siguió a la publicación de la 12.ª edición del DRAE.
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Abstract
Clarín clearly showcases in his critical, journalistic and even literary work, his interest
in the rule of idiomatic correction that occured in Spain during the last quarter of the
19th century. His criticism, addressed to friends and enemies alike, has great meaning
for him –because he’s a purist– and focuses on the verbal manifestations of all traditional aspects of linguistic analysis. A great amount of his censure is aimed at the
standards fixed by the Real Academia Española. The critic, whose objections to many
academic works still hold value, contributed to the controversy that followed the publication of the 12th edition of the DRAE.
1.
La todavía reciente publicación (2002-2010) de las Obras Completas de Clarín,
en doce extensos volúmenes, permite por primera vez comprobar hasta qué
punto Leopoldo Alas era capaz no solo de ser un atento observador de los usos
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Herencia e Innovación en el español del siglo XIX
lingüísticos ajenos –y de los propios–, sino también de constituirse, con una
asiduidad que hasta la mencionada publicación solo había podido ser parcialmente analizada, en agudo crítico (el sintagma escapa al tópico cuando se trata de Clarín) de tales usos.
Estas manifestaciones de la crítica clariniana no solo se manifiestan en
sus trabajos sobre las obras literarias que juzgaba desde otros ángulos, sino
también en sus escritos periodísticos, en sus análisis de obras jurídicas, filosóficas… e incluso en sus relatos de ficción, como puede apreciarse con
facilidad en la lectura de algunos de sus cuentos (por ejemplo, en De burguesa
a burguesa1 o en Mi entierro)2 o en varios pasajes de La Regenta, muy en particular en el segundo capítulo que Alas dedica a presentar la vida en el casino
de Vetusta3, al “retratar verbalmente” (Rodríguez Marín 2005) a Pepe Ronzal,
el pretencioso semianalfabeto con cuyos disparates lingüísticos (Neira Martínez 1984) Clarín construye uno de sus más divertidos caracteres de ficción.
Se trata, acabamos de decirlo, de simples ejemplos. Podrían seleccionarse
muchas muestras más, en las que la ironía clariniana (Fillière 2011) es omnipresente, como también lo es en otros ámbitos lingüísticos, incluso en los
menos esperados4.
2.
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Pero no es este el propósito del trabajo actual. Lo que ahora se pretende es
trazar una panorámica de la mencionada crítica sobre el uso lingüístico que
Clarín alberga en sus trabajos de análisis y en sus colaboraciones periodísticas, tomando en consideración (en medida no homogénea) seis variables: 1)
su tipología en cuanto al vehículo crítico empleado; 2) el momento en que fue
escrita; 3) los destinatarios de la censura; 4) su objetivo lingüístico concreto
–ordenado por planos de análisis lingüístico– 5) su relación con la norma académica del momento, que Clarín utiliza como referencia última, tanto para
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1
Publicado por primera vez en El Solfeo, 7 de febrero de 1878. Después en Solos de
Clarín. Obras Completas IV.1: 364, especialmente.
2
La Ilustración Artística, 26 de marzo de 1883. Después en Pipá. O.C. III: 175, en
especial.
3
O.C. I: 226-228, en concreto.
4
Por ejemplo, en su representación literaria de los textos científicos. Cfr.
Rodríguez Marín (2015).
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Clarín ante la norma de corrección idiomática
autorizar su crítica como, en el sentido opuesto, para poner en solfa a la institución en los muchos casos en que considera que esta yerra en su doctrina. Y
6), por último, su incardinación en los movimientos antiacadémicos del momento. Se expondrán, para terminar, las conclusiones que puedan deducirse
del análisis planteado.
2.1
En ocasiones, Clarín dedica a su análisis sobre el uso correcto una alusión breve, un simple alfilerazo crítico. En otros momentos le dedica un artículo completo o, incluso, una serie de artículos consecutivos. Lo que no llegó a hacer –si
excluimos el caso anómalo de su “folleto literario” titulado Apolo en Pafos, al que
se hará mención más adelante– fue presentarlos en uno o más libros completos, a la manera de Antonio de Valbuena y sus conocidas recopilaciones de Fes
de erratas, Ripios, etc. El autor de La Regenta prefería, a la hora de editar sus trabajos, los libros misceláneos (en los que alternaban estudios críticos, artículos
periodísticos y, en algunos volúmenes, relatos breves).
En todos los casos, el tipo de crítica clariniana al que corresponden estos
contenidos se enmarca dentro de lo que el propio autor denominaba crítica
menuda, higiénica y policíaca5.
En otros momentos, Clarín habla de este tipo de crítica lingüística denominándola fe de erratas (Heraldo de Madrid, 31 de octubre de 1897; O.C. IX: 1153)
–siguiendo, probablemente, a Valbuena– o, más a menudo, caza de gazapos6
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Quest
Según Botrel (1972: 9, n.; 2002: 97, n.), el artículo titulado Los pentacrósticos (El
Solfeo, 13 de junio de 1875; O.C. V: 97) contiene una “primera, y casi definitiva, definición
de la crítica policíaca, higiénica, menuda, gramatical, o como se llame, tal como la
practicará”. Vuelve sobre ello en El Solfeo, 27 de junio del mismo año; O.C. V: 104. Y, sobre
todo, en el prólogo a Palique (1894): “Entre las maneras varias de la crítica directamente
literaria [en el sentido amplio de esta palabra, el referido al ‘arte de la expresión verbal’],
está sin duda la que yo me atrevo a llamar en broma, por lo que respecta a los epítetos,
pero en serio por lo que toca al fondo, la crítica… higiénica… y policíaca” [y añade en
nota al pie: “Policíaco no lo admite el Diccionario de la Academia - no lo haría hasta la
14.ª ed. del DRAE (1914) -; por eso el subrayado”] (O.C. IV.2: 1761).
6
En un artículo dedicado a Emilia Pardo Bazán (Madrid Cómico, 22 de enero de
1898; O.C. X: 72), Clarín advierte, muy oportunamente, que el Diccionario académico no
registra este significado s.v. gazapo: “La Academia habla en su diccionario de muchas
clases de gazapos, y el literario no lo nombra. La Academia no tiene gazapo. Luego no
los hay… ¡Hay tantas cosas que no tiene la Academia!”. La acepción no será recogida
hasta la 15.ª ed. del DRAE (1925), dentro del artículo único dedicado a la palabra, que más
tarde (19.ª ed., 1970) será dividido en dos, un gazapo1, dedicado al conejo nuevo, y un
gazapo2, en el que se incluye el yerro verbal.
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(por ejemplo, Madrid Cómico, 17 de abril de 1897; O.C. IX: 954). También crítica
de palabras (Heraldo de Madrid, 26 de septiembre de 1899; O.C. X: 524) o, con
cierta ironía –porque es así “como llaman los cursis a esto”–, crítica analítica
(Madrid Cómico, 26 de febrero de 1898; O.C. X: 104). Y, puesto que de actitud
hacia los términos empleados y hacia lo que estos designan nos estamos hablando, es conveniente notar que Clarín le quita importancia muchas veces
a tal vehículo de su crítica, como sucede cuando la denomina rebusque de defectos insignificantes (Madrid Cómico, 26 de noviembre de 1898; O.C. X: 288-289)
o de menudencias (Los Lunes de El Imparcial, 30 de abril de 1894; O.C. VIII: 742),
o critiquilla menudísima, cominera, de correveidile y azotacalles (Madrid Cómico,
24 de octubre de 1896; O.C. IX: 724), o, con referencia a sus propios inicios,
crítica de zoilitos7 (Madrid Cómico, 17 de abril de 1897; O.C. IX: 954-956). Lo que
no quiere decir que, al contrario de lo ahora dicho, el crítico vaya a admitir
parecido menosprecio a este tipo de crítica si viene de otros autores. Así,
refiriéndose a su nunca bienquerida marquesa de Pardo Bazán, dice:
Es de notar que doña Emilia Pardo se burla de la crítica que se detiene a corregir
vocablos. También a Sancho le parecía mal que Don Quijote diese, aun en medio
de tan graves aventuras, la importancia que daba a los vocablos. […] Es claro que
de estas menudencias no se suele hablar en la crítica seria y de importancia, pero es
porque los autores no suelen dar ocasión para ello (Los Lunes de El Imparcial, 29 de
febrero de 1892; O.C. VIII: 302-303)8.
Hay, por cierto, otro vehículo, menos esperado que los anteriores, en el
que Clarín incluye sus críticas sobre el uso correcto: las cartas personales.
Los ejemplos no son raros, pero entre todos los que podrían citarse sobresale la carta que envía el 25 de marzo de 1894 a Pompeyo Gener, en que le
apabulla afeándole sus erratas y descuidos, el mal uso del latín, sus impropiedades, neologismos, errores y, en general, su completo desconocimiento
del español, hasta el punto de que, para evitar “ciertos párrafos que de puro
no ser españoles no parecían de lengua alguna, sino mezcla de todas las que
se hablan alrededor del lago del Mediterráneo”, le pregunta: “¿Por qué insiste
usted en hablar en castellano? ¿Por qué no escribe en francés o en catalán?”
(O.C. XII: 421-424).
7
Zoilito fue uno de los primeros seudónimos utilizados por Leopoldo Alas
(Leonardo Romero Tobar 2001: 26).
8
Lo reproduce Ermitas Penas (2003: 157).
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Clarín ante la norma de corrección idiomática
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En junio de 1868, cuando acaba de cumplir 16 años, Leopoldo Alas ya acusa,
en el número 9 de su periódico manuscrito Juan Ruiz, a “nuestros primeros
poetas” –se trata, pues, de una de las acusaciones colectivas a las que después
se hará referencia– de utilizar calcos del francés, puesto que, aunque cometen “a cada renglón […] 5 galicismos, […] con no escribir palabras francesas se
creen más castizos que Cervantes” (21 de junio de 1868; O.C. XI: 107). El joven
Clarín tiene a esa edad, pues, un despierto sentido de la corrección idiomática,
en particular en lo referido a los extranjerismos. Así lo atestigua también su
amigo Armando Palacio Valdés, quien, al evocar en las memorias noveladas
de su infancia y adolescencia la época en que, como estudiante de los últimos
cursos del bachillerato, fue más íntima su amistad con Tomás Tuero y con
Leopoldo Alas, escribe:
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Pasamos la vida disputando. Si uno soltaba alguna palabra impropiamente aplicada al discurso; si otro se equivocaba de régimen; si otro escribiendo no había puesto
las comas en su sitio […]. En estas minucias lingüísticas casi siempre salía vencedor
Alas, porque las concedía aun mayor importancia que los otros y ponía toda su alma
en ellas. Además era poseedor, según supimos más tarde, de un diccionario de galicismos9, y con esta arma, que guardaba secretamente, nos infería no pocas veces
heridas mortales (Palacio Valdés 1921: 268).
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El cuidado de la expresión ya no dejará de manifestarse en los escritos
de Clarín. Todavía de 1868 (Juan Ruiz, 25 de octubre de 1868; O.C. XI: 286) es la
condición de “saber la Gramática, cuando menos si ha de hablar en las Cortes”,
que el periodista impone a quien pretenda presentarse como diputado.
A partir de 1875, en lo que Botrel (2002: 18-61) denomina los “años de
aprendizaje” del joven escritor, esta preocupación no deja de manifestarse.
El rastreo de las observaciones sobre el buen uso lingüístico de Clarín en las
páginas de esta edición dedicadas a su obra crítica (tomos IV.1 y IV.2) y periodística (tomos V al XI) da como resultado una media de 8-9 artículos por
año, aproximadamente un 10% de los 89 artículos de promedio que Yvan Lissorgues (2004: 13) asigna a Clarín en los 25 años en que el crítico publica sus
trabajos en la prensa, y que van apareciendo con una cierta regularidad, sin
grandes altibajos entre un año y otro, hasta el mismo año de su muerte (el
13 de junio de 1901), en un artículo destinado a satirizar los términos en que
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Muy probablemente el de Rafael M. Baralt, publicado por primera vez en 1855.
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Herencia e Innovación en el español del siglo XIX
está redactada la inscripción situada en el soberbio pedestal de la estatua
dedicada a Antonio Cánovas en la plaza de la Marina Española de Madrid,
frente al edificio del Senado: “Él [Cánovas] escribía mal, y ahora le inscriben
peor. Justicia de piedra”, dice el poco caritativo crítico (Madrid Cómico, 19 de
enero de 1901; O.C. X: 978).
2.3
El estilo de Cánovas fue, en efecto, uno de los objetos preferidos por Clarín
para lanzar sus venablos lingüísticos. Pero, naturalmente, hubo muchos más.
La nómina de los censurados por Clarín en este aspecto tan concreto de su
obra no narrativa es larga, más de 50 damnificados. Entre ellos, y respondiendo
a una censura que se ha hecho muchas veces a Clarín, su crítica lingüística
también distingue entre amigos y enemigos. A Galdós lo critica –y no mucho–
por motivos lingüísticos una sola vez (El Solfeo, 3 de diciembre de 1876; O.C. V:
582). Otras veces lo hace a regañadientes, y con el propósito deliberado –aunque inútil– de rechazar cualquier sospecha de parcialidad:
Y para que vea el señor Gómez (?) Revilla10 que hasta con los amigos y maestros
ando al rebusque de defectos insignificantes, añadiré que, a mi ver, Galdós emplea
una vez de modo impropio la palabra abrogación y otra vez el vocablo contubernio.
Item, que loquinario, que usa muchas veces, será castellano, cuando él lo dice, pero
yo no lo recuerdo ni la Academia tampoco11. Pero ni yo, ni menos la Academia, lo
sabemos todo. (Madrid Cómico, 26 de noviembre de 1898; O.C. X: 288-289).
A Armando Palacio Valdés, su amigo de la infancia, pero con quien tuvo
unas relaciones difíciles durante la vida adulta (Lissorgues 2005), lo juzga negativamente, en lo que a su modo de escribir se refiere, en dos ocasiones. A
su admirado Zola, una vez. A Echegaray, otra. Y una más a Valera. En lo que a
enemigos se refiere, aparecen objetivos preferidos de su crítica lingüística, entre los que destacan Manuel del Palacio, adversario confeso de Clarín, a quien
juzga muy negativamente en cinco ocasiones, y Antonio Cánovas del Castillo,
a quien ya hemos mencionado, y que es víctima de su crítica lingüística en no
menos de ocho ocasiones. Pero entre todos ellos sobresale Emilia Pardo Bazán,
a la que Clarín no se cansa de censurar por sus usos lingüísticos –y por otros
motivos (Penas 2003)– en catorce ocasiones.
Questo e-book appartiene a jo
10
El signo de interrogación es de Clarín, que suponía tal apellido al firmante
de un folleto titulado Cánovas y las letras, Manuel G. Revilla. En realidad se trataba de
Manuel Gonzalo Revilla.
11
No lo haría hasta la 20.ª ed., de 1984.
324
Clarín ante la norma de corrección idiomática
Además de esta crítica ad hominem (o ad mulierem), Clarín practica una censura lingüística gremial (llamémosla así, en sentido muy amplio), que dirige a
revisteros, periodistas (y periódicos: La Unión, La Época, El País, El Liberal, Gedeón,
El Tiempo), poetas y “escritores de estilo fácil” (Mezclilla 1889; O.C. IV.2: 12751276), juristas (y obras jurídicas –el Código penal, en particular–), críticos, etc.
Otros de los autores corregidos lo son, por último, por razón de su cargo.
Es el caso de los políticos (como el ya citado Cánovas o como los ministros de
Hacienda, Pedro Salaverría, o de Gracia y Justicia, Francisco de Cárdenas) y,
sobre todo, de los académicos. Además de los ya citados a título individual,
Clarín arremete contra algunos –para dedicarles críticas lingüísticas– por el
hecho de ser académicos (Cánovas, de nuevo, pero también Víctor Balaguer,
José Selgas y Carrasco, Vicente Barrantes, el duque de Rivas…), o pretender
serlo (Eduardo de Lustonó, Emilia Pardo Bazán). Y no hablemos todavía (después se abordará este extremo) de su crítica a los académicos cuando están
reunidos en el pleno y, por tanto, hablan en nombre de la institución.
2.4
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La crítica de errores lingüísticos, según Clarín, no solo es imprescriptible, sino
que contribuye a remediar males profundos de los que la falta de corrección
idiomática es solo un síntoma: “En mi concepto jamás hay motivo, aunque estén los bárbaros a las puertas de Roma, para suspender las garantías constitucionales de la gramática. […] De la anarquía de las palabras se va a la anarquía
de las ideas” (La Publicidad, 24 de noviembre de 1893; O.C. VIII: 591).
Es más; quien niegue la necesidad de tal crítica, como antes veíamos que
hacía Emilia Pardo Bazán, está equivocado.
A este respaldo conceptual de la validez metodológica de la crítica lingüística debemos añadirle que Clarín se reconocía a sí mismo ciertas cualidades
para llevarla a cabo. En carta a Galdós escrita en junio de 1884, poco tiempo
antes de publicar La Regenta, le dice: “No me reconozco [para escribir una novela] más condiciones que un poco de juicio y alguna observación para cierta
clase de fenómenos sociales y psicológicos, algún que otro rasgo pasable en
lo cómico, un poco de escrúpulo en la gramática… y nada más” (O.C. XII: 113).
Y, dirigiéndose a Gaspar Núñez de Arce en mayo de 1885 para corregirle
algún defecto expresivo, le dice que él no se siente “impecable”, pero concluye
afirmando: “Nunca escribo sin pensar en la lógica, en la prosodia y en lo que
hace al caso” (O.C. XII: 488).
Vistos los hechos anteriores, es oportuno, en este momento, preguntarse
qué es exactamente lo que, desde el punto de vista del uso de la lengua, censura Clarín.
Herencia e Innovación en el español del siglo XIX
No me refiero a difusas acusaciones sobre el estilo de los autores, tanto
por su pretenciosidad ampulosa (El Solfeo, 26 de septiembre de 1875; O.C. V: 117)
como por el extremo contrario, excesivo simplismo (antes lo citaba: Mezclilla
1889; O.C. IV.2: 1275-1276). Tampoco me refiero a quejas –tan frecuentes en Clarín– sobre la cursilería (lo cursile, lo llama, refiriéndose a la prosa de Vicente
Barrantes. La Justicia, 8 de julio de 1889; O.C. VII: 842) de aquellos a los que critica: Víctor Balaguer (…Sermón perdido 1885; O.C. IV.1: 626 ss.), Emilio Ferrari (Id.,
O.C. IV.1: 638-661), Cánovas (O.C. VII: 483-491, Ceferino Suárez Bravo (O.C. VII
542), Manuel del Palacio (O.C. VII: 861-862, 865-866), etc. Ni a denuncias burlonas sobre el uso de lugares comunes, que ocupan un lugar de honor en la
crítica lingüística –directa e indirecta– omnipresente en los relatos, breves y
extensos, de Clarín (Rodriguez Marín 2005). Tampoco recojo críticas a la versificación defectuosa o a los ripios (por ejemplo, O.C. IV.1: 641). Y menos a la crítica por errores conceptuales (después se verá algún ejemplo), abundantísima
también. A lo que ahora quiero referirme en exclusiva es a la censura de usos
verbales que atentan contra la norma de corrección idiomática (la fije quien la
fije; después volveremos sobre ello), y cuya tipología permite ser estudiada en
los tradicionales planos de análisis lingüístico: fónico-ortográfico, morfosintáctico y léxico-semántico.
Quest
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•
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En el plano fónico-ortográfico: errores ortográficos, usos incorrectos de
las mayúsculas, mal empleo de los signos de puntuación, fallos en la
prosodia, erratas (contra las que Clarín siempre se manifestó “en lucha
continua”; cfr. Blanquat, Botrel (1981); Botrel (2001; 2009: 134, n.), arbitrismo ortográfico…
En el plano morfosintáctico: defectos en la conjugación verbal y, en particular, en cuanto a sus paradigmas irregulares, empleo del gerundio
jurídico, fallos en la oposición transitividad/intransitividad, errores de
concordancia, abuso de los pronombres, leísmo, laísmo y loísmo, mala
adjetivación, ausencia de los superlativos irregulares, errores en la expresión del género y el número, del plural mayestático, de los pluralia
tantum, de las preposiciones (en concreto, del régimen preposicional),
mal uso de las construcciones impersonales/pasivas, abuso del hipérbaton, anacolutos, sintaxis defectuosa, etc.
En el plano léxico-semántico: inexactitudes, incoherencias, ambigüedades, impropiedades, anfibologías, redundancias, arcaísmos y neologismos inconvenientes, extranjerismos inoportunos, latinismos mal empleados, excesos en la fraseología y el sentido figurado, vulgarismos y
dialectalismos inadvertidos, errores etimológicos…
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Clarín ante la norma de corrección idiomática
No hay espacio ahora para dar cuenta detenida de estas manifestaciones
de la crítica lingüística de Clarín. Ni siquiera para proponer un ejemplo de
cada una de ellas. Nos contentaremos con aducir dos muestras de los formatos más característicos citados ya dentro de este mismo trabajo (párrafo 2.1),
significativos ambos del tono general en que Clarín los redacta, con la ironía
siempre a punto.
Uno de los tipos característicos a los que me refiero es el de los que he
llamado antes alfilerazos críticos. Este es un ejemplo entre los muchos que pueden seleccionarse: “Un poeta que se queja del hastío que le causa la existencia,
y escribe sin ortografía, es desgraciado porque quiere. ¿Por qué no llena ese vacío que siente, estudiando Gramática castellana?” (La Publicidad, 11 de junio de
1880; Solos. O.C. IV.1: 170).
Otro de estos tipos frecuentes en la crítica de Clarín a la falta de corrección idiomática de obras ajenas es el que ocupa un artículo completo (a veces
más de uno). Ejemplo de ellos, y del tono con el que aparecen ante el lector, es
la crítica larga y variada que Clarín dirige a Emilio Ferrari tras la aparición de
su poema titulado Pedro Abelardo, a la que dedica más de 30 cuartillas, según
confesión propia, que se convierten en 28 páginas de la edición de Obras
Completas (IV.1: 633-661; corresponde a …Sermón perdido, 1885). Salvo críticas
sobre errores conceptuales (por referirse a los “viejos Alpes, de ese inmutable sol contemporáneos”, cuando, según afirmaban ya los geólogos, dice
Clarín, tal cordillera es relativamente joven y, por supuesto, no es en absoluto
contemporánea del Sol, o por volver en ellos el ganado “a sus apriscos por los
llanos” (“A mí se me ocurre que el señor Ferrari confunde los Alpes con Tierra de Campos”, protesta Clarín), clichés (“la pasión que abriga”), errores en
la versificación (“en su camino de Canaán vencido” (“Lea usted como quiera;
que si lee bien, y aunque cuente las sílabas por los dedos, doce sílabas le saldrán [en una composición en endecasílabos]”), expresiones cursis (“Sus galas desplegaba todas el espléndido mayo”) o faltas de decoro (“En tiempo de
Abelardo no se había inventado ese vocabulario místico-romántico-libresco”,
refiriéndose al que utiliza el protagonista del poema), casi todo el artículo se
centra en la censura de sus incorrecciones idiomáticas, que podemos resumir en los siguientes apartados:
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• Errores registrables en el plano fónico-ortográfico:
Clarín censura uno de los versos del poema de Ferrari, que dice: “Al sempiterno Cristo de la Verdad”. Lo hace afirmando: “¿Cree usted que Abelardo
escribía Verdad con mayúscula, no siendo en principio de dicción?”.
327
Herencia e Innovación en el español del siglo XIX
• Errores en el plano morfosintáctico:
Fallos en la conjugación. “Se abrió cual planta que florece el mayo” (“¡Florece!, verbo intransitivo, me lo transitiva el poeta” –censura Clarín–).
Hipérbaton inoportuno. “En que sus galas desplegaba todas” (“Mire usted,
ese todas, puesto ahí, me pone nervioso”).
Concordancias incorrectas. “Una embriaguez universal, y en ellas…” (“¿En
ellas? En ella será”). “La opresión, el odio, la injusticia, el error, es quien pasea…”
(“¡Son, señor mío, son!”), “por las agrias veredas y caminos” (“¿Caminos agrias?
¡Otra vez la Gramática! Lea usted la de la Academia y verá que los nombres
masculinos nunca pueden ceder la concordancia a los femeninos. Será poca
cortesía, pero es así”).
Errores en el régimen preposicional. “Cubriendo el rostro en las crispadas
manos” (“Cubrir en no es castellano […]. La Academia, con esa inspiración que
Dios le dio, dice que el régimen de cubrir o cubrirse es con de”), “en el hombro
la azada” (“al hombro o sobre el hombro estaría mejor”).
Q
• Errores en el plano léxico-semántico:
Impropiedades causadas por el contexto en casos como “rudos esqueletos”
(“¿A quién se le ocurre –dice Clarín– llamar rudos a unos esqueletos, aunque
sean de cal y canto?”), “despojo del tremendo cataclismo” –refiriéndose a los
Alpes– (“Medite el señor Ferrari lo que es despojo y verá…”), “esbozos de las alpinas crestas” (“¡Válgate Dios por esbozos!”), “generosa sed” (“sé de vinos generosos que apagan la sed, pero el vino por la sed me parece un tropo borracho”),
“fanatismo, … insensata virtud” (“Conque el fanatismo […] ¿es una virtud? ¿Y
hay virtudes insensatas?”), “las cimbras de tisú colgado” (“Extraño tanto lujo.
El tisú está hecho de plata y oro”), “las capas de la atmosfera serenas hendía
el humo” (“¿Y eso de hendir las capas de la atmósfera? Prosa, impropiedad de
lenguaje… todo lo malo que ustedes quieran”).
Redundancias en “la agreste falda de los Alpes” (“¿Qué habría de ser –dice Clarín– la falda de un monte sino agreste? ¿Quería usted unos Alpes de salón?”), “La
vil superstición, monstruo disforme” (“lo de monstruo disforme […] es albarda
sobre albarda”), “En cascadas de luz resplandeciente” (“¡Claro!”), “ladrar de perros”
(“Claro, de perros, siendo ladrar…”), “Helado aquí de soledad, de frío” (“Helado de
frío es un pleonasmo de muchos grados bajo cero”), “la maciza puerta que giró rechinando al ser abierta” (“¿Qué había de hacer la puerta sino girar al ser abierta ?”).
Anfibologías en “los bulliciosos pájaros del huerto, y entre el ramaje, que su
ardor mitiga” (¿El ardor de los pájaros? No”), “pasa un rayo de luz que el suelo
dora, donde crecen el árgoma y la ortiga” (“En dónde crece el árgoma, ¿en el
suelo o en la luz?”).
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Una coda no particularmente esperable a este apartado. Hemos dicho que
Clarín se sintió siempre capaz de enmendarles la plana expresiva a los demás
por sus errores. Pero ¿es que él nunca cometió ninguno? Leyendo con detenimiento sus escritos, es posible reconocer la frecuencia de construcciones laístas y leístas del escritor asturiano, cuya consideración en la época no era igual
a la de hoy (recordemos, por ejemplo, que Valera, ejemplo de escritor canónico,
era –pese a ser andaluz– leísta y que llegaba a fomentar el uso del pronombre
le frente a lo, incluso con referente no personal)12 y de algún otro fallo asimilable a los que él criticaba, como, por ejemplo, la aparición en Nueva campaña
(O.C. IV.1: 784) del comparativo analítico erróneo más buena (por mejor): “Tal vez
la novela hubiera sido más buena cambiando la perspectiva”. Pero más grave
es el hecho de que, viéndose sorprendido en falta al criticar a los demás, Clarín
se defendió en algún momento negando, con toda soltura, lo que había escrito
poco antes. Así sucede cuando afirma, en Madrid Cómico (12 de septiembre de
1896; O.C. IX: 690): “¿Será que somos, como decía un noticiero popular hace
unos días, hijos espurios de España, así, espurios, con i, para mayor inri?”. Y, ante
la severa amonestación de un lector, no duda en afirmar, 14 días más tarde, que
se trata de una errata:
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Firmado por Sinforiano Piñeiro, recibo una carta en que se me insulta, desprecia y
aniquila porque donde yo escribí, o quise escribir, espúreo dice espurio, y donde yo
escribí e dice i.
Sí, señor Piñeiro, irritadísimo Piñeiro, se dice espurio y por eso yo me reía de quien
decía espúreo. […] Yo escribo siempre con mis autores de consulta a la mano; y hasta el Diccionario de la Academia me sirve a veces, por aquello de que es autoridad
cuando tiene razón (Madrid Cómico, 26 de septiembre de 1896; O.C. IX: 704).
Bien es cierto que Clarín no solía guardar copia de sus escritos (así lo confiesa incluso con La Regenta, cuya segunda parte reconocía, en carta dirigida a
Salvador Rueda en enero de 1888, haber escrito sin tener delante el original de
la primera; O.C. XII: 239), y que, como antes se aludía, los dificilísimos manuscritos de Clarín llevaban a los impresores a introducir en los textos de Clarín
abundantes erratas. Pero recurrir a tal explicación, en un caso tan elocuente
como este (el “así, espurios, con i, para mayor inri?” parece inapelable) no justifica su torpe defensa.
Lo hace en una carta de abril de 1853 dirigida a su amigo Heriberto García de
Quevedo, que reproduce Luisa Revuelta y Revuelta (1946: 37).
12
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Herencia e Innovación en el español del siglo XIX
2.5
Los datos parecen, pues, elocuentes. Clarín era, sin duda, un purista. Pero
¿hasta qué punto, como afirma Emilio Alarcos (2001: 79), era, además, “un acatador de la norma académica”? Según afirmé en otro lugar (Rodríguez Marín
2012), Leopoldo Alas demostró siempre una atención –a veces cercana a lo obsesivo– a la Real Academia Española, a sus miembros y a sus obras. Pero eso
no significaba que aceptara siempre su doctrina13. Es más, la criticaba, a veces
con saña, debido a:
•
•
El rechazo o la enemistad que Clarín sentía hacia algunos de los miembros de la corporación, apenas compensada por el aprecio o la amistad
que profesaba a otros. Lo que, aun atenuado por el respeto personal
que Leopoldo Alas decía tener a sus “enemigos de la Academia”, podría
ponerse en relación con el sectarismo crítico del que se ha acusado al
catedrático ovetense.
Estar situado en una posición política opuesta a la que representaba
la corporación o, al menos, la parte más visible del pleno académico,
aparentemente poco interesado –al revés de lo que sucedió en otros
momentos de su historia– en desvincularse de ideologías imperantes
en la sociedad española del momento.
Lo arcaizante de los usos –lingüísticos o no– y costumbres de la institución, así como el carácter oficial que la tradición le había otorgado.
Su centralismo, que impedía ser elegido académico a quien no residiera en Madrid.
•
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•
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En los aspectos relacionados directamente con la norma lingüística de la
Academia, no son pocos los miembros de la corporación (Cánovas, de nuevo; pero también el conde de Cheste –director de la casa entre 1875 y 1906–,
Alejandro Pidal, Víctor Balaguer…) que reciben los dardos críticos del escritor
asturiano, sobre todo cuando, como él demostró que sucedía con frecuencia,
eran los primeros en incumplir las resoluciones adoptadas por el pleno.
Por otra parte, ninguna de las obras de la corporación queda fuera del
objetivo crítico del escritor asturiano. Pero es, sobre todo, el Diccionario su
diana preferida. En decenas de artículos (Rodríguez Marín 2012: 404 ss.),
13
En más de una ocasión, Clarín afirmó –acabamos de ver un ejemplo– que la
Academia “es autoridad… cuando tiene razón”. Cfr. también en Los Lunes de El Imparcial,
16 de agosto, 20 de septiembre de 1897 y en El gallo de Sócrates (O.C. III: 782).
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Clarín hace una persistente crítica menuda de los artículos concretos del
repertorio. Aunque, y esto reviste mayor interés, su censura afecta a aspectos más profundos –algunos de ellos aún pendientes de solución– de la organización general y de las bases metodológicas sobre las que se funda la
redacción del DRAE, como la sanción colegiada de las decisiones lingüísticas,
el tratamiento de arcaísmos y provincialismos, los descuidos y las arbitrariedades en el tratamiento de los contenidos, etc. Léase con atención el opúsculo titulado Apolo en Pafos (O.C. IV.1: 970-1031) para comprobar hasta qué punto
la crítica de Clarín a la Academia y a su diccionario tiene, incluso en nuestros
días, fundamento más que razonable.
Todo lo anterior no debe hacernos olvidar que Clarín, aunque fuera a regañadientes, hubo de admitir el valor que una parte de la sociedad concedía a las
decisiones de la Academia, y llegó a reconocer que esta “algo bueno hace” (La
Publicidad, n. 7229, 22 de noviembre de 1898; O.C. IX: 285). Y que, pese a sus protestas de inocencia, en algún momento parece deducirse de sus palabras que
el ser académico, de la Española o de otra corporación, no estaba totalmente
fuera de sus propósitos.
Quizá –solo quizá– en todo esto pueda sucederle a Clarín algo no tan lejano a lo que ocurre con no pocos de los detractores, pasados y presentes, de la
corporación y de sus obras: que, despreocupados de sus favores o seguros de
no obtenerlos, eligen, no siempre a partir de tantos y tan fundados argumentos como los que respaldaron las opiniones de Leopoldo Alas, encastillarse en
una cierta manera de vivir contra la Academia.
2.6
Tampoco debemos perder de vista que la mordaz crítica dedicada por Clarín a
la Academia y a sus obras, muy en especial al DRAE, se produce en uno de los
momentos en que resonaba con mayor fuerza lo que Zamora Vicente (1999:
501-533) llamó la voz hostil a la Academia, con la polémica iniciada por Antonio
de Valbuena en el epicentro.
Este episodio, al que he hecho alusión en otros lugares (Rodríguez Marín
2008; 2012) –a los que me remito para ahorrar parte del espacio concedido a
este trabajo–, comienza en el momento en que el escritor leonés –cfr. también
Botrel (1994); Serrano Serrano (2007); Jiménez Ríos (2013)– también conocido
por su seudónimo de Miguel de Escalada, comienza a publicar, recién aparecida
la duodécima edición del Diccionario académico (1884), quizá la más señalada
de las diez que se publicaron durante el siglo XIX –Roldán (2009); Clavería
Nadal (2016)–, una larga serie de artículos en Los Lunes de El Imparcial, que luego fue reuniendo en cuatro volúmenes con el título de Fe de erratas del nuevo
331
Herencia e Innovación en el español del siglo XIX
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Diccionario de la Academia. Los tomos, reeditados en varias ocasiones, critican el
contenido del Diccionario, comenzando por el Prólogo y la lista de abreviaturas
y terminando por su impresión.
Al fuego abierto por Valbuena fueron uniéndose otros articulistas, para regocijo del censor original. “Comenzaron por despertar en personas ilustradas
–dice Valbuena– la curiosidad de examinar el Diccionario, siendo el inmediato
resultado de este examen la publicación de algunos trabajos muy apreciables
contra el desventurado librote académico” (Valbuena 1887: 6). Apartándose de
su costumbre tradicional, la Academia, de manera más o menos velada, se decidió a responder a su insistente crítico. Lo hizo a través de Manuel Silvela
(en las mismas páginas de El Imparcial, bajo el seudónimo de “Juan Fernández”) y Francisco Commelerán (con el nombre de “Quintilius”), quien recogió
después sus razones en el libro que llevó por título El Diccionario de la Lengua
Castellana por la Academia Española. Colección de artículos publicados en “La Controversia” y “El Liberal”, en contestación a los que en “El Imparcial” ha dado a luz Miguel
de Escalada contra la duodécima edición del Diccionario de la Real Academia Española
(Commelerán 1887).
La polémica llegó a todas partes. Zamora Vicente (1999: 532, n. 21) y, sobre
todo, Jiménez Ríos (2013: 76-238) la han estudiado con detalle. Clarín intervino activamente en ella con tres artículos titulados Cuestión de palabras. Ad
Quintilius Liberalis (A Quintilius el de El Liberal), publicados en El Globo los días 24
de diciembre de 1886, 17 de enero y 5 de marzo de 188714, y después recogidos
íntegramente en las páginas de Mezclilla (1889; O.C. IV.2: 1305-1323).
El motivo central de la defensa de Valbuena, y el correspondiente ataque
a Quintilius, a quien en aquel momento Clarín aseguraba no conocer, se basaba en el registro de las “partículas llamadas inseparables” como ab, que para
Valbuena son simplemente formas latinas coladas de rondón en la obra académica y para Quintilius palabras españolas que han conservado su forma
latina, como citerior, exterior, etc. Clarín disiente de Quintilius al afirmar que
realmente “no son palabras españolas; serán cachos o pedazos de palabras,
que no es lo mismo” (ibid.: 1307), pero añade que, sin ser palabras españolas,
“pueden figurar en el Diccionario, con fines técnicos, para reflejar en él, hasta
donde sea posible, la historia etimológica” (ibid.) con lo que, en parte, le da
la razón a Quintilius (y al propio repertorio académico, que ha mantenido
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14
Cuya publicación, si damos crédito a las palabras de Clarín, se intentó frenar
desde la Academia (Apolo en Pafos 1887; O.C. IV.1, y Madrid Cómico, 14 de junio de 1890;
O.C. VII: 1050-1053).
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Clarín ante la norma de corrección idiomática
este tipo de elementos formativos hasta su última edición, en 2014). El ataque de Alas se desvía entonces a la manera en que el Diccionario académico
trata estas partículas, y se pregunta por qué admite unas y excluye otras. Esta
es la respuesta: “Por pura arbitrariedad. Mejor, por puro descuido; porque el
Diccionario no es, hasta ahora, un libro escrito con verdadera unidad de pensamiento; porque, como a mí propio me decía un ilustre académico, que sabe
de veras griego y latín, el Diccionario es muy grande y no hay quien lo lea
entero” (ibid.: 1308).
En el mismo artículo (ibid.: 1309-1311), Clarín se dedica a analizar algunas
de estas partículas, criticando la falta de otras cercanas a ellas (el Diccionario
de 1884, por ejemplo, no registraba a- procedente del griego α)15 y poniendo
en tela de juicio que el repertorio incluya formas que sí son exclusivamente
latinas, como ab aeternum o ab initio. En la entrega siguiente (“Carta segunda”
a Quintilius), Alas arremete contra el prólogo de la 12.ª ed., en que se afirma
que el Diccionario, por tratarse de una obra “compuesta no por un académico solo, ni por varios, sino por toda la Corporación, de temer es que aún
adolezca de faltas de método, casi inevitables en labor de muchas personas
con igual señorío” (ibid.: 1312; prólogo del Diccionario de 1884, p. IV). Lo que
le hace concluir:
Pues... ¡buena burra hemos comprado!, como se dice vulgarmente. ¿Conque los académicos (los que llevan la palabra) se disculpan, como los gallegos del cuento, con
que iban solos? No, al revés; hacen alarde de ser muchos para disculparse de hacerlo
mal.
Si entre muchos con igual señorío no pueden tener método, y en materia de Diccionario el método es indispensable –¡quién lo duda!– resulta que se estorban los académicos unos a otros, que aquello es una anarquía, y… que sobra la Academia (ibid.).
La pulla le sirve, además, para volver sobre la idea tradicional de Clarín en
cuanto a la existencia de académicos buenos y malos:
Es lo que yo digo. ¿Cómo han de ser tan padres de la lengua Catalina, y el marqués
de Pidal, Barrantes y Arnao, como Castelar y Tamayo, Marcelino Menéndez y Juan
Valera, v. gr.?– Ya que la Academia tiene que ser tal como es, debía haber desigualdad de señorío, dos clases de académicos (o Académicos), a saber: internos y externos; internos los buenos, los capaces de conservar el idioma, y externos los malos,
estos con la obligación única de no parecer por allí en su vida (ibid.).
15
No entró hasta la 19.ª ed., de 1970.
333
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Herencia e Innovación en el español del siglo XIX
El resto del artículo (ibid.: 1313-1319) vuelve sobre la ausencia de formantes
(en este caso griegos) y los errores cometidos en las definiciones de otros, lo
mismo que en la “Carta tercera y última” (ibid.: 1319-1323).
La conclusión de Clarín a sus artículos es característica de la manera de
pensar (y de expresarlo) del crítico asturiano acerca del asunto tratado: “Y
nada más. Perdone usted, perdonen los lectores, y Dios perdone al Diccionario” (ibid.: 1323).
3.
Retomando lo hasta ahora dicho, podemos llegar a las siguientes conclusiones:
•
•
•
•
•
•
Clarín representa en su obra crítica, periodística e incluso literaria el
interés por la lengua y por la norma de corrección idiomática que se
dio en España durante el último cuarto del siglo XIX (Brumme 1997:
passim).
Lo hace a lo largo de casi toda su vida (desde la niñez hasta sus últimos
escritos) y de manera sistemática (el 10% de los artículos publicados
entre 1875 y 1901) mediante trabajos presentados en distintos formatos
(alfilerazo-libro) y rotulados de diversas maneras (crítica higiénica y
policíaca, fe de erratas, caza de gazapos…).
Su crítica va dirigida a amigos y a enemigos (unas veces con más razón
que otras, y con frecuencia de manera que origina reacciones polémicas), y se centra en manifestaciones verbales correspondientes a todos
los planos tradicionales del análisis lingüístico.
Clarín le concede a esta crítica gran importancia, porque es un purista,
supeditado en los modelos en los que se funda a la norma académica,
pero con ciertas dosis de soberbia (“la Academia es autoridad… cuando
tiene razón”).
Sus críticas a la institución no están exentas de actualidad (cuando,
por ejemplo, se opone al oficialismo de la corporación, a los riesgos del
método colegiado, al tratamiento de arcaísmos y dialectalismos en su
Diccionario, etc.).
Su crítica se incardina en los movimientos antiacadémicos del momento (en particular el antiacademicismo de Antonio de Valbuena) y
tercia en polémicas, como, por ejemplo, la que siguió a la publicación
de la 12.ª ed. del DRAE.
Que
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Clarín ante la norma de corrección idiomática
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Questo e-book appartiene a joseluis.ramirezlu
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La nomenclatura
en el Diccionario de la Academia
1852-1869-1884-1899*
Francesc Rodríguez Ortiz y Cecilio Garriga Escribano
(Universitat Autònoma de Barcelona)
Resumen
La lexicografía académica registra innovaciones notables en las ediciones de la segunda
mitad del siglo XIX. Está reconocido que la 12ª ed. (RAE 1884) es la más importante de este
periodo, a juzgar por los cambios que se introducen, pero los estudios de los que disponemos demuestran que se trata de una etapa fructífera para la evolución del diccionario
académico. Uno de los cambios es el aumento de la nomenclatura, como consecuencia de
la presión ejercida por la lexicografía no académica que surge a mediados de siglo, y por
los avances científicos y técnicos que se convertían en el factor más dinámico de creación
de nuevo vocabulario. Pero los pocos estudios realizados hasta ahora (Garriga 2001; Alvar
Ezquerra 2002; Clavería 2003; 2016) se han basado en muestras aleatorias de las ediciones,
representativas, pero muestras al fin y al cabo. En el presente trabajo se ofrecen datos precisos sobre la nomenclatura de las ediciones académicas de la segunda mitad del siglo XIX,
a partir de las posibilidades que ofrece el Nuevo Tesoro Lexicográfico de la Lengua Española, y
se relacionan esos cambios con las líneas generales en la evolución de las ediciones, con
ejemplos significativos en aquellos ámbitos en los que disponemos de estudios detallados.
Abstract
Academic lexicography has been subject of notable changes in the editions in the second half of the 19th century. According to those changes, the 12th edition (RAE 1884) is
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Este estudio se enmarca en el proyecto de investigación Diccionario histórico del
español moderno de la ciencia y de la técnica, financiado por el Ministerio de Economía y
Competitividad (FFI2013-41711P) y desarrollado por el grupo Neolcyt, reconocido como
grupo consolidado por la Generalitat de Catalunya (2014SGR-0172), y que forma parte
de la Red de Excelencia “Lengua y Ciencia” (FFI2015-68705-REDT).
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Herencia e Innovación en el español del siglo XIX
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1803 (4ª) 1843 (9ª)
1817 (5ª) 1852 (10ª)
1822 (6ª) 1869 (11ª)
1832 (7ª) 1884 (12ª)
1837 (8ª) 1899 (13ª)
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En 2014 se celebraba el tricentenario de la fundación de la Real Academia Española. En ese tiempo, la Academia ha producido un número nada despreciable de obras, entre las que destacan las 23 ediciones del Diccionario de la lengua
castellana / española, que de ambas maneras se ha titulado, y conocido también
con diferentes sobrenombres como “Diccionario pequeño”, “Diccionario vulgar”, “Diccionario usual”, etc. De esas 23 ediciones, diez vieron la luz en el siglo
XIX:
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1. Introducción
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the most important in this period. Nonetheless, the available studies show that this is
a profitable stage for the evolution of the academic dictionary. The increase of nomenclature is one of the changes because of the strain exerted by the non-academic lexicography came up in the middle of the century. Moreover, because of the scientific and
technical advances that became the most dynamic factor of creation of new vocabulary.
However, the few studies done so far (Garriga 2001; Alvar Ezquerra 2002; Clavería 2003;
2016) have been based upon random samples of the editions, which are representative,
but they are plainly samples. In the current paper, accurate data on the nomenclature
of the academic editions of the second half of the nineteenth century are offered, based
on the possibilities provided by the Nuevo Tesoro Lexicográfico de la Lengua Española, and
these changes are related to the general trends in the evolution of the editions, with
meaningful examples in those areas where we have in-depth studies.
Esta efemérides ha servido para que se publiquen diferentes estudios sobre la Academia y sobre el Diccionario patrocinados por la propia Corporación,
como los de Iglesias y Sánchez Ron (2013) y de García de la Concha (2014), que
hacen hincapié en aspectos diversos. Además, siguen apareciendo trabajos y
planteándose proyectos que tienen el diccionario académico como fuente de
análisis1. La última muestra es el proyecto que dirige Gloria Clavería sobre la
Solo hay que ver el índice de las Actas del VII Congreso Internacional de
Lexicografía Hispánica celebrado en Santander en 2016 (Sariego, Gutiérrez Cuadrado,
1
340
La nomenclatura en el Diccionario de la Academia 1852-1869-1884-1899
lexicografía académica de la primera mitad del siglo XIX (Azorín et al. 2017),
y en especial su estudio sobre el neologismo en el siglo XIX (Clavería 2016).
No es necesario mencionar trabajos ya clásicos y autores reconocidos, como
Manuel Seco, Alvar Ezquerra, Dolores Azorín, Jenny Brumme, Paz Battaner, Álvarez de Miranda, Gómez de Enterría, etc., que se han ocupado de la lexicografía del siglo XIX desde puntos de vista muy diversos (ideología, nomenclatura,
norma, etc.), o los mismos estudios que desde el grupo Neolcyt hemos realizado,
poniendo el foco especialmente en el léxico científico y técnico2. Pero este breve
panorama no pude ocultar una laguna importante, como es el desconocimiento
del número de voces que contiene cada edición académica.
Es sabido, por los estudios que realizó Manuel Seco (1987) y que han continuado otros investigadores, que especialmente hacia la mitad del siglo XIX
una serie de lexicógrafos inician eso que se ha dado en llamar la “lexicografía
no académica”. Nombres como Vicente Salvá, Ramón Joaquín Domínguez,
Gaspar y Roig, etc., evocan lexicógrafos que elaboran y publican diccionarios
que recogen abundante léxico que no figuraba en las ediciones del diccionario
académico, a partir de una visión más enciclopédica de la lexicografía. Esas
obras influyen sobre el propio diccionario académico, que va cediendo a la
presión del léxico, especialmente del científico y técnico, y va abriendo sus
páginas a un número considerable de voces.
A la lexicografía tradicional, especialmente la académica, que se ha basado
en la técnica de aumento y revisión sobre la edición precedente, no le ha preocupado el número total de voces de la nomenclatura, y siempre ha bastado una
cifra aproximada, no tanto del número de voces total, como de las incorporaciones. Por ejemplo, en el prólogo Al Lector de la 11ª ed. (RAE 1869: s.p.), se dice
que “sale esta edicion notablemente aumentada con algunos centenares de vocablos, de frases y de nuevas acepciones”. O la 12ª ed., que dice en la Advertencia
(RAE 1884: V): “[…] los artículos nuevos se cuentan por miles, y por decenas de
millares las adiciones y enmiendas hechas en los antiguos”. Pero ¿cuántas voces contiene cada edición? Convendría disponer de este dato para confirmar o
rechazar ideas preconcebidas, yendo más allá de las aproximaciones que se han
hecho a partir del recuento realizado sobre muestras de unas pocas páginas3.
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Garriga 2017) para darse cuenta del protagonismo académico en los estudios sobre el
diccionario.
2
Véase: http://dfe.uab.es/neolcyt/ (consultado el 20/11/2017).
3
Empieza a haber estudios más completos que analizan el alcance de estas revisiones, como el de Clavería, Freixas (2015) sobre la 5ª ed. (RAE 1817) o el de Terrón (en
prensa) sobre la 6ª (RAE 1822).
e-b
341
Herencia e Innovación en el español del siglo XIX
En este estudio presentamos los datos precisos de la nomenclatura de cada
una de las ediciones de la segunda mitad del siglo XIX, comparándolos con
los datos disponibles en los estudios publicados hasta ahora, y enmarcándolos en los avatares que rodean cada edición académica y que pueden explicar
las razones que condicionan el contenido de cada nueva entrega, siguiendo
la idea de lo que Coleman, Ogilvie (2009) llaman “lexicografía forense”. Aprovecharemos los datos obtenidos en los estudios sobre las voces de la ciencia
y de la técnica realizados en el grupo Neolcyt, así como los disponibles sobre
las voces marcadas en el diccionario, todos ellos realizados a partir del estudio
total de cada edición –no sobre muestras–, para comprobar la relevancia de
los datos, y proporcionar ejemplos de voces que contribuyen al aumento de la
nomenclatura de cada edición.
2. Los recuentos disponibles
Para la lexicografía académica no hay muchos recuentos generales de las ediciones. Seguramente el que ha tenido más repercusión es el que Alvar Ezquerra
dedicó a los prólogos del Diccionario académico en 1985, en el que al hablar de
la nomenclatura, en una nota a pie de página decía (Alvar Ezquerra 2002: 263):
Según mis recuentos, no demasiados exhaustivos –he examinado dos páginas de
cada 50–, […] en la 9ª [edición] (1843) [hay] unas 53.000 [entradas]; en la 10ª (1852)
algunas menos de 50.000; en la 11ª (1869), alrededor de 47.000; en la 12ª (1884), alrededor de 51.000; en la 13ª (1899), más de 63.000; en la 14ª (1914), unas 57.000; en la 15ª
(1925), alrededor de 64.000; […].
Es decir, con una muestra del 4%, los resultados a los que llegaba Alvar
Ezquerra eran los siguientes:
Año de la edición
Nº de voces
1843
53.000
aumento
50.000
47.000
-3.000
1884
51.000
+4.000
1899
63.000
+12.000
1914
57.000
-6.000
1925
64.000
+7.000
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-3.000
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b
Questo e-
La nomenclatura en el Diccionario de la Academia 1852-1869-1884-1899
Lo primero que conviene destacar ante estas cifras es el aumento y disminución de voces que reflejan. Es sorprendente, porque conociendo la
práctica académica, basada en un procedimiento acumulativo del léxico, no
se espera una reducción de la nomenclatura tan considerable como la que
se señala en la 10ª ed. (RAE 1852), en la 11ª (RAE 1869) y en la 14ª (RAE 1914).
También puede causar sorpresa el aumento de 12.000 entradas atribuidas a
la 13ª ed., con lo que sabemos ahora tras los estudios de Garriga (2001) y de
Clavería (2003), ciertamente posteriores al momento en que Alvar Ezquerra
realiza su conteo.
Sobre la 12ª ed. (RAE 1884) realizamos otro cálculo a partir de un recuento
sobre el 5% de las páginas del Diccionario (Garriga 2001), según el cual la edición contenía 65.000 voces.
Por último, en el reciente estudio, ya citado, de Clavería (2016), se realiza
un recuento a partir de la letra «N», y un análisis comparativo de 10 pp. al azar
cotejadas con la edición precedente. Los datos que ofrece son los siguientes
(Clavería 2016: 51):
La inexactitud de los recuentos se hace evidente si se comparan los datos. Las nuevas tecnologías permiten trabajar hoy con un número ingente de
datos que era imposible de manejar manualmente. Hemos aprovechado los
recursos que ofrece la propia Real Academia Española a través del Nuevo Tesoro
Lexicográfico de la Lengua Española para calcular con precisión el número de voces que contiene cada edición.
Como avance, compárense solo los datos relacionados con la 12ª ed. (RAE
1884). Según Alvar Ezquerra (2002: 263), la nomenclatura de la 12ª ed. está
compuesta por unas 51.000 entradas. Según el cálculo de Garriga (2001), la
edición alcanzaba las 65.000 voces. Pues bien, los datos reales dicen que la
nomenclatura de esta edición está compuesta por 55.862 entradas.
343
Herencia e Innovación en el español del siglo XIX
Los resultados son imprecisos también cuando se calculan porcentajes.
Clavería (2016: 51) sitúa el incremento de la 12ª ed. entre un 20,5% y un 23,1%
según lo calcule a partir de la letra N- o del vaciado de 10 páginas al azar.
En cambio, los datos reales demuestran que el aumento de la 12ª ed. es de
un 3,22% sobre la edición de 1869, ya que solo se incrementa el número de
voces en 1.745.
Por otro lado, los datos demuestran la intuición de que el diccionario es
acumulativo, ya que, a diferencia de lo que mostraban los datos que obtenía
Alvar Ezquerra, la nomenclatura del diccionario académico crece en cada una
de estas ediciones4:
-3.000
52.235
+551
%
e-
51.684
bo
ok
50.000
aumento
+1.07%
1869
47.000
-3.000
54.117
+1.882
1884
51.000
+4.000
55.862
+1.745
+3.22%
1899
63.000
+12.000
58.837
+2.975
+5.33%
e
67.389
en
60.188
rti
-6.000
+7.000
pa
57.000
64.000
ap
1914
1925
o
53.000
1852
nº de voces
+3.6%
+1.351
+2.3%
+7.201
+11.96%
a
jo
se
A continuación veamos qué método hemos seguido para calcular con
exactitud el número de voces de cada edición, y luego procederemos a analizar
los aspectos más destacados que nos ofrecen los datos.
lu
is
.ra
m
ire
zl
ue
3. Metodología
ng
El recuento de los lemas se ha realizado mediante la utilización de los motores
de búsqueda y consulta del Nuevo Tesoro Lexicográfico de la Lengua Española en
su versión digital (RAE 2001). Así, hemos podido cuantificar la nomenclatura
de cada una de las obras del repertorio de la Academia publicadas durante la
segunda mitad del siglo XIX. Esta herramienta ha permitido, además, precisar
og
m
ai
l.c
om
18
01
4
Aunque exceden el límite temporal señalado, añadimos los datos de las dos
primeras ediciones del siglo XX, ya que están disponibles en otros estudios previos:
Pardo, Garriga (2017) para la 14ª ed. (RAE 1914), y Garriga, Rodríguez Ortiz (2007) para la
15ª ed. (RAE 1925).
344
st
1843
Rodríguez / Garriga
aumento
ue
nº de voces
Q
Alvar Ezquerra (2002: 263)
Año de la edición
05
15
-0
11
0-
0
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a
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u
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La nomenclatura en el Diccionario de la Academia 1852-1869-1884-1899
o
est
u
Q
oo
e-b
k
rti
a
p
ap
a
e
n
e
j
la evolución de cada una de las letras durante dicho período, aunque para ello
haya sido necesario aplicar algunos filtros. Las consultas mediante la utilización de comodines (A*, B*, C*,…) permite visualizar un máximo de 3500 lemas.
Las letras iniciales que superan esta cifra (A-, C-, D-, E- y P-) nos han exigido el
uso de filtros parciales a partir de los ataques y las codas silábicas posibles en
sílaba inicial de palabra, según la estructura silábica del español: los ataques
simples y complejos conocidos para las consonantes (por ejemplo CA, CE, CI,
CO, CU y CR, CL) y las codas que pueden acompañar a las vocales iniciales en
todos los casos o, en su defecto, las letras que encontramos al principio de la
segunda sílaba.
Las sumas obtenidas han permitido fijar los datos globales para cada
una de las ediciones (1852, 1869, 1884 y 1899), la comparación de las mismas
con su correspondiente predecesora, y también establecer los porcentajes de
aumento y disminución del número de voces en todos los casos, así como el
acumulado, tomando como referencia inicial la edición de 1843, última de las
publicadas en la primera mitad del siglo XIX.
La cifra obtenida en cada edición incluye los lemas de la edición principal
más los aparecidos en el suplemento. De este modo, la comparación entre ediciones corresponde siempre a la diferencia de lemas entre ediciones principales junto a los nuevos lemas incorporados en los suplementos. Hemos calculado que el margen de error se sitúa en torno a un 0,05%, identificado a partir de
los lemas que se repiten en los suplementos con respecto a la edición principal
por simples cambios en sus acepciones, pero no suponen un aumento real de
la nomenclatura.
A continuación, se muestran los datos de la nomenclatura recogida en
estas ediciones académicas, con la indicación de la diferencia en el número
de voces y el porcentaje que supone dicha variación en cada diccionario con
relación a la edición anterior5.
5
La precisión de estos datos se demuestra por la práctica coincidencia de los
mismos con los que nos ha hecho llegar Rafael Rodríguez Marín, y que a su vez proceden de los facilitados por Octavio Pinillos, Director del Departamento de Informática
de la Academia en el momento en que se preparaba la aplicación del Nuevo Tesoro
Lexicográfico: 1843: 51.661 + 37 (supl.) = 51.698 / 1852: 52.206 + 37 (supl.) = 52.243 / 1869:
54.104 + 32 (supl.) = 54.136 / 1884: 55.633 + 248 (supl.) = 55.881 / 1899: 58.397 + 499
(supl.) = 58.896 / 1914: 60.028 + 170 (supl.) = 60.198 / 1925: 67.358 + 49 (supl.) = 67.407.
Agradecemos a Rafael Rodríguez Marín su generosidad al compartir con nosotros
estos recuentos.
345
Herencia e Innovación en el español del siglo XIX
1843
Dif. Dif.%
1843 1843
1852
1869
Dif.
1852
Dif.%
1884
1852
A-
6936
6958
22
0,32%
7205
B-
2285
2299
14
0,61%
2365
C-
6247
6339
92
1,47%
6577
238
476
481
5
1,05%
489
8
D-
3969
4008
39
0,98%
4137
E-
4423
4429
6
0,14%
F-
1740
1789
49
2,82%
G-
1591
1617
26
1,63%
CH-
247
Dif. Dif.%
1869 1869
Dif . Dif.%
1884 1884
1899
3,55%
7601
396
5,50%
7899
298
3,92%
66 2,87%
2376
11
0,47%
2508
132
5,56%
3,75%
6783
206
3,13%
7041
258
3,80%
1,66%
557
68
13,91%
605
48
8,62%
129 3,22%
4263
126
3,05%
4425
162
3,80%
4519
90 2,03%
4805
286
6,33%
5019
214
4,45%
1886
97 5,42%
1889
3
0,16%
2002
113
5,98%
1737
120 7,42%
1734
-3
-0,17%
1844
110
6,34%
H-
1258
1276
18
1,43%
1310
34 2,66%
1290
-20
-1,53%
1387
97
7,52%
I-
1858
1876
18
0,97%
1907
31
1,65%
2004
97
5,09%
2105
101
5,04%
J-
569
568
-1
-0,18%
565
-3 -0,53%
546
-19
-3,36%
571
25
4,58%
K-
1
0
-1
28
8
40,00%
21
L-
20
20
-7 -25,00%
1425
1441
16
1,12%
1514
73 5,07%
1533
19
1,25%
1633
100
6,52%
LL-
89
88
-1
-1,12%
88
0 0,00%
87
-1
-1,14%
89
2
2,30%
M-
2730
2757
27
0,99%
3012
255 9,25%
3127
115
3,82%
3336
209
6,68%
N-
605
609
4
0,66%
693
84 13,79%
708
15
2,16%
758
50
7,06%
Ñ-
13
13
0
0,00%
13
0 0,00%
15
2
15,38%
18
3
20,00%
O-
798
818
20
2,51%
830
12
1,47%
873
43
5,18%
963
90
10,31%
P-
4376
4465
89
2,03%
4548
83
1,86%
4578
30
0,66%
4837
259
5,66%
Q-
227
229
2
0,88%
233
4
1,75%
254
21
9,01%
281
27
10,63%
R-
2846
2880
34
1,19%
2902
22 0,76%
2955
53
1,83%
3103
148
5,01%
S-
2607
2620
13
0,50%
2663
43
1,64%
2803
140
5,26%
2992
189
6,74%
T-
2547
2594
47
1,85%
2705
111 4,28%
2864
159
5,88%
3083
219
7,65%
U-
237
241
4
1,69%
261
20 8,30%
287
26
9,96%
299
12
4,18%
V-
1301
1311
10
0,77%
1362
51 3,89%
1361
-1
-0,07%
1433
72
5,29%
0
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12
-12 -100,00%
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551
1,07% 54117
1882 3,60% 55862
3,22% 58837 2975
5,33%
Dif.
1852
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Dif.%
1869
1843
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1852 1852
Dif.%
1869
Dif.%
1884
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Dif.
1884
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Dif.
1899
1884
Quest
La nomenclatura en el Diccionario de la Academia 1852-1869-1884-1899
4. Algunas reflexiones sobre los datos
Se observa que en la segunda mitad del siglo XIX el diccionario académico
suma un total acumulado de 7.153 incorporaciones a su nomenclatura a partir
de la edición de 1843. Los 51.684 lemas de esta novena edición aumentan, poco
más de medio siglo después, un 13,84%, hasta llegar a las 58.837 voces de la
decimosegunda edición de 1899.
A partir del análisis pormenorizado de este tipo de datos numéricos, porcentuales, absolutos, parciales o acumulados, podemos generar estudios sobre
la evolución de las nomenclaturas del DRAE, pero también sobre la historia
del léxico decimonónico –y de otros siglos–, o del vínculo que pueda existir
entre estos datos y la presencia, por ejemplo, del léxico científico-técnico en el
diccionario de la Academia.
Veamos, como ejemplo de explotación de estos datos, qué ocurre con la
letra K-. Desde la 1ª ed. (RAE 1780) y hasta la 9ª ed. (RAE 1843) el diccionario
académico solo incluye un artículo para la letra K-, en lo que es únicamente la
definición de dicha letra. En la 10ª ed. (RAE 1852) desaparece incluso esta única
entrada de la letra K- del diccionario y aunque pudiera resultar lo más lógico
tras su escasa productividad, lo cierto es que desde las primeras ediciones dicha grafía había sido utilizada en un número elevado de palabras (alkakengi,
alkali, alkermes, almanak, y muchas otras ya desde Autoridades). En cambio, en
la 11ª ed. (RAE 1869) aparecen de nuevo lemas bajo la letra K-, un total de 20, que
aumentan en la 12ª ed. (RAE 1884) hasta las 28 entradas. Este comportamiento
errático de K- en esas ediciones del siglo XIX se puede explicar por el efecto
que en estas dos ediciones tiene la herencia del nuevo e innovador sistema
métrico decimal, y que incorpora en las páginas del Diccionario los kilos, los
kilogramos, los kilómetros, los kilolitros o las kiliáreas.
Otro tipo de datos nos muestra que en todas las ediciones del Diccionario de la segunda mitad del siglo XIX las cinco letras cuantitativamente más
presentes en el diccionario son A-, C-, D-, E- y P-. Por extensión son las letras
que aportan un mayor número de voces al total de 7.153 incorporaciones que
se producen en ese medio siglo. Sin embargo, a final de siglo otra letra alcanza una de esas cinco primeras posiciones. Se trata de la letra M-. Quizás, de
nuevo, los metro-, los mili- y los miria- son en ese momento los protagonistas.
O quizás resulte relevante analizar por qué letras como Ñ-, X- o CH- son las
que ofrecen un mayor porcentaje acumulado de aumento de voces entre 1852
y 1899, ahora desde una perspectiva diatópica que considere la presencia del
español de América en el diccionario académico.
347
Herencia e Innovación en el español del siglo XIX
5. Las ediciones y su nomenclatura
5.1 La 10ª ed. (RAE 1852)
Después del marasmo económico y político que caracteriza la primera mitad del siglo XIX en España, la Academia publica la 10ª ed. (1852) nueve años
después de la 9ª. Era un momento lexicográficamente importante, como ha
señalado M. Seco en trabajos ya clásicos sobre autores como Peñalver, Núñez
de Taboada, Salvá, Domínguez, o el Diccionario enciclopédico de la Lengua Española de Gaspar y Roig. Para nuestro propósito baste la cita de Seco (1987: 133),
cuando dice de estos autores que “todos coincidían en señalar la cortedad de
su repertorio”. En su trabajo, Seco señala algunos datos respecto a las nomenclaturas, proporcionados por los mismos diccionarios:
−− Diccionario de Núñez de Taboada (1825): + 5.000 sobre la 6ª ed. (RAE
1822)
−− Panléxico de Peñalver (1842): +2.566 sobre la 8ª ed. (RAE 1837)
−− Diccionario de Labernia (1844): +8.000 sobre la 9ª ed. (RAE 1843)
−− Nuevo diccionario de Salvá (1846): no cuantifica el aumento sobre la 9ª
ed. (RAE 1843)
−− Diccionario nacional de R. J. Domínguez (1846-47): +4.000 voces del lenguaje usual y +86.000 voces técnicas sobre la 9ª ed. (RAE 1843)
Y así es: la Academia acusa la presión que le produce la crítica a la parquedad
de su corpus, y en el prólogo Al Lector de esta 10ª ed. (RAE 1852: s.p.) señala que:
[…] sin variar el plan de la obra ha procurado mejorarla; no solo enriqueciéndola
con muchas voces y locuciones que, ó desde antes le faltaban, ó modernamente introducidas se han generalizado en el uso, sino quitando á varias la inmerecida nota
de anticuadas […]. El mayor número de vocablos ahora agregados procede, ya de las
novedades que se han ido experimentando en todos los ramos de la administracion
pública por consecuencia de las actuales instituciones políticas, ya del rápido vuelo
que á su sombra tutelar han tomado las artes, el comercio y la industria.
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s
En efecto, eran las artes y la industria, es decir, lo que hoy llamamos la lengua de la ciencia y de la técnica, la que estaba generando cambios tan rápidos
en el léxico que los diccionarios siempre quedaban atrasados, y era fácil encontrar voces nuevas que no estaban recogidas en sus páginas. Este fenómeno
se cruza con otro, como es la procedencia de esas voces nuevas, generalmente
tomadas del francés, a veces del inglés o del alemán, y del prejuicio que ese
hecho despertaba.
348
a
La nomenclatura en el Diccionario de la Academia 1852-1869-1884-1899
Questo e-b
ook
Además, como señala García de la Concha (2014: 202), la Academia afronta
en esa época cambios importantes, como la renovación de los estatutos (aprobados en 1848) con la ampliación del número de sillones al incluir las letras minúsculas, lo que supone también un aumento de los académicos que pueden
trabajar en las nuevas tareas corporativas. Como explica Clavería (2016: 136),
se abandona la idea del Diccionario de autoridades, y paralelamente se señala en
esos mismos estatutos el propósito de elaborar ocho diccionarios distintos:
−− etimológico
−− autorizado
−− de artes y oficios
−− de sinónimos
−− de provincialismos
−− de arcaísmos
−− de neologismos
−− de la rima
De estos temas, el que levanta mayor interés es el de los neologismos, al
que el académico José Joaquín de Mora dedica su discurso de recepción en
la Academia (1848) (Clavería 2016: 125). La cuestión del neologismo estaba
ligada a la norma, aspecto tratado también en el discurso de Javier de Quinto
(Brumme 1997).
La cuestión es que, quizá por estar inmersos en esa vorágine de cambios, o
por dispersar sus esfuerzos en tantas tareas diferentes, la edición es bastante
discreta: contiene 52.235 entradas, con un aumento de 551 lemas sobre la 9ª ed.
(RAE 1843), lo que supone un aumento del 1.07% de la nomenclatura. No es, por
tanto, una de las ediciones más relevantes del siglo XIX.
Los estudios realizados en el marco del grupo Neolcyt muestran diversas incorporaciones en los ámbitos técnicos. En el campo de la electricidad se incorpora galvanizar, pararrayos y telégrafo (Moreno Villanueva
1995-1996: 87); en el léxico del ferrocarril entran camino de hierro, ferrocarril,
locomotor,-a (sust.) (Rodríguez Ortiz 1996: 259); y en el de la fotografía se
incluyen voces como fotografía y fotográfico, cámara oscura (s.v. cámara) y trípode (Gállego 2002: 195).
Respecto a las voces con marca de uso, es importante el número de voces
que se incorporan en esta edición. Destacan las 80 nuevas voces con marca de
“familiar”. Algunos ejemplos son acusón, arrechucho, atarugar, cachifollar, cagatinta, chirona, enjaular, espichar, gayola, murga, rapapolvo, trapichear, trapicheo, etc.
(Garriga 1996: 358).
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349
Herencia e Innovación en el español del siglo XIX
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5.2 La 11ª ed. (RAE 1869)
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ka
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La reforma del diccionario académico se empieza a percibir realmente con
esta 11ª ed., cuando habían transcurrido diecisiete años desde la anterior. Aunque la intención de la Academia era llevar a cabo una reforma más profunda,
la falta de ejemplares del diccionario, tras un periodo tan inusualmente prolongado, obligó a dejar para una edición siguiente algunas de los cambios que
ya se percibían como necesarios (Clavería 2016: 172).
La cuestión de las voces que debía contener el diccionario seguía siendo
capital en las discusiones académicas, como se revela en el prólogo Al lector
(RAE 1869: s.p.):
Así es que, desatendiendo el vulgar clamoreo de quienes miden la riqueza de una
lengua por el número de vocablos, sean ó no necesarios, estén ó no analógicamente
formados, ofrezcan ó no prendas de duracion, se ha mantenido firme en su decision de no sancionar más palabras nuevas que las indispensables, de recta formacion, é incorporadas en el Castellano por el uso de las personas doctas. Áun así,
sale esta edicion notablemente aumentada con algunos centenares de vocablos, de
frases y de nuevas acepciones.
Otra muestra de esa sensibilidad se encuentra en los discursos de los académicos de esos años, entre los que destaca el de Pedro Felipe Monlau (1859),
que llevaba por título Del arcaísmo y del neologismo6.
Los datos de que disponemos señalan un aumento de 1.882 voces, lo que
supone un incremento del 3.6% de las entradas sobre la edición anterior. El
diccionario alcanza la cifra de 54.117 voces en su nomenclatura.
Además de los ejemplos proporcionados en Clavería (2016: 170), los
ámbitos técnicos deparan otros más como los del léxico de la electricidad:
aislador, cable eléctrico, cable submarino, condensador, galvanismo, par, pila (Moreno Villanueva, 1995-96: 89); del ferrocarril: aguja, andén, balastre, caballo de
vapor, cojinete, cok, descarrilar, estación, fogonero, furgón, guardaguja, locomovible, tranvía, traviesa, tren, túnel, vagón (Rodríguez Ortiz 1996: 307); de la fotografía: albúmina, bromo, cloruro, fotógrafo, muñeca, negativo, positivo, yodo, etc.
(Gállego 2002: 197).
Por lo que respecta a las voces con marca de “familiar”, se registran 169
incorporaciones a esta edición (Garriga 1996: 366), con ejemplos como apretu-
6
No es el único caso. Clavería (2016: 155) destaca también los de Severo
Catalina del Amo (1861), Juan Valera (1862), Isaac Núñez de Arenas (1863) y Francisco
Canalejas (1869).
350
La nomenclatura en el Diccionario de la Academia 1852-1869-1884-1899
jar, armatoste, arrechucho, complot, cursi, chiquitín, dicharachero, duermevela, embarullar, farruco, gringo, mamotreto, mangoneo, maniquí, militara, piscolabis, trifulca,
zaragata, etc.
5.3 La 12ª ed. (RAE 1884)
En esta edición cristaliza un buen número de las reformas que la Academia
pretendía para su diccionario. Desde que acabara la edición anterior, elabora
dos documentos que pretenden marcar la metodología de los académicos para
la nueva edición; se trata de las Reglas para la corrección y aumento del Diccionario
vulgar (RAE 1869) y (RAE 1870). En ellas se habla de los distintos tipos de voces
en que se basa la ampliación: arcaísmos, neologismos, provincialismos, americanismos, voces de germanía, voces técnicas, epónimos, voces de la Mitología,
derivados y compuestos, verbos (Rodríguez, Garriga 2010).
De nuevo, la Academia deja constancia de esa preocupación en su Advertencia (RAE 1884: V), al señalar que:
Otra novedad de la duodécima edición es el considerable aumento de palabras
técnicas con que se la ha enriquecido. Por la difusión, mayor cada día, de los conocimientos más elevados, y porque las bellas letras contemporáneas propenden
á ostentar erudición científica en símiles, metáforas y todo tipo de figuras, se
emplean hoy á menudo palabras técnicas en la lengua común. Tal consideración,
la de que en este léxico había ya términos de nomenclaturas especiales, y las reiteradas instancias de la opinión pública, lograron que la Academia resolviese aumentar con palabras de semejante índole su Diccionario; aunque sin proponerse
darle carácter enciclopédico, ni acoger en él todos los tecnicismos completos de
artes y ciencias […].
Otro aspecto significativo es la colaboración de personas externas a la Academia en los trabajos del diccionario. La misma Advertencia destaca la labor
de la Academia de Ciencias y de la de Medicina, que apuntan de nuevo a la
parcela del léxico científico y técnico como la parte más susceptible de este
aumento7. La Academia se debate entre poner límites a la entrada de nuevos
tecnicismos en el diccionario, o “abrir la mano”, como se señala en las mismas
7
La proliferación de vocabularios técnicos en esos años también incide en
el aumento de voces disponibles para ser incorporadas al diccionario. Véase una
visión de conjunto en Garriga, Rodríguez Ortiz (2011), y más concretamente sobre
los diccionarios del ferrocarril, Rodríguez Ortiz (2003), sobre los de electricidad de
Lefèvre y Sloane, Moreno Villanueva, Madrona (2004); sobre los de minería, Díez
de Revenga, Puche (2012); sobre el Diccionario de arquitectura e ingeniería de Clairac,
Garriga (2013); sobre el Diccionario industrial de artes y oficios de Europa y América de
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351
Herencia e Innovación en el español del siglo XIX
actas de las reuniones académicas (Clavería 2016: 174), aunque los discursos
académicos de esos años muestran una fuerte resistencia al neologismo (Clavería 2016: 190).
Y si se menciona la colaboración de algunas academias científicas, también se alude por primera vez a la de academias correspondientes, como la
Colombiana, la Mejicana o la Venezolana, lo que permite entrever que la
incorporación de voces dialectales de las diferentes variedades americanas
será otra de las fuentes de aumento de la nomenclatura del diccionario (Garriga 2001: 272).
Esa tensión entre la apertura del diccionario a nuevas voces y la tendencia
conservadora tradicional se comprueba en los datos de que disponemos, ya
que señalan un aumento de 1.745 voces respecto a la edición anterior, lo que
supone un 3,22% en el crecimiento de la nomenclatura. La edición llega así a
las 55.862 voces, cantidad que, a pesar de ser elevada, no es la mayor de este
periodo. En efecto, las expectativas que despertaban los cambios anunciados
por la Academia, a pesar de ser importantes, no lo son tanto como se pudiera
esperar en lo que al aumento de la nomenclatura se refiere.
Estos datos coinciden con los obtenidos en los estudios realizados sobre
el léxico científico y técnico, en los casos de la electricidad, con la incorporación de voces como: aislamiento, aislar, batería eléctrica, conductor, electricidad negativa/positiva/resinosa/vítrea, electróforo, electrómetro, electroscopio, galvanómetro,
luz eléctrica, telefonía, telefónico y teléfono (Moreno Villanueva 1995-96: 91); del
ferrocarril: balaste, balastar, berlina, carril, empalme, factor, guardafrenos, guardavía, inspector, locomotriz, máquina de vapor, raíl, riel, ténder, tracción, transbordar,
vagoneta, vía férrea (Rodríguez Ortiz 1996: 307); de la fotografía: acromatismo,
daguerrotipo, dextrina, estearina, fotogénico, fotografiar, galvanoplastia, luz artificial,
parafina, plaqué, etc. (Gállego 2002: 198).
Pero donde se produce un incremento sin precedentes en las voces con
marca de familiar, ya que se introducen 406 nuevas acepciones con esta marca8. Algunos ejemplos de ello son: ablandahigos, adefesio, ajilimoje, alicaído, barrabás, cabezota, camelar, cascarrabias, chalado, charlar, chochear, dingolondango,
emperrarse, escupitajo, ganapán, intríngulis, jeta, lameplatos, mamada, sabihondo,
sandunguero, etc. (Garriga 1996: 376).
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Camps y Armet, Garriga (2015); y sobre el Diccionario enciclopédico hispano-americano,
Pardo, Garriga (2012) y Pardo (2012).
8
Téngase en cuenta además la labor que realiza la Academia en esta edición,
al marcar como “familiar” 1.076 acepciones que ya estaban en la edición anterior sin
marca alguna (Garriga 1996: 378).
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La nomenclatura en el Diccionario de la Academia 1852-1869-1884-1899
5.4 La 13ª ed. (RAE 1899)
El siglo se cierra con la 13ª ed., quince años después de la anterior, que había
marcado un punto de inflexión en la evolución del Diccionario. Clavería (2003:
256) señala la destacada nómina de personalidades que forma parte de la Corporación por esos años, y que contribuye a mejorar los trabajos académicos,
en especial, el diccionario.
Aunque el tema de los americanismos va tomando impulso, y el número
de voces de esta procedencia aumenta (Clavería 2016: 236), en esta 13ª se sigue
prestando una atención especial a la innovación léxica, como demuestran los
discursos de ingreso de académicos como Colmeiro, García Ayuso, y especialmente el de Daniel de Cortázar, referido al neologismo (Clavería 2016: 225). Y
es que el neologismo científico y técnico sigue siendo la parcela léxica con la
que más problemas tiene la Academia. En la misma Advertencia a esta 13ª ed.
(RAE 1899: VI), señala que:
La Academia se ha dedicado con toda asiduidad á perfeccionar su obra […] aumentando el caudal de voces, ya con algunas hasta ahora omitidas y cuyo empleo
abona la autoridad de buenos escritores, ya con muchas otras que han alcanzado
la sanción del uso general bien dirigido. Regla constante ha sido no admitir en
el Diccionario vocablo que carezca de aquella autoridad ó de esta sanción; pero
las instancias, cada vez más apremiantes, con que muchas personas amantes del
bien decir han solicitado a este Cuerpo literario parecer y consejo sobre la más
apropiada manera de designar objetos antes poco ó nada conocidos, y la consideración de que muchas veces esa actitud pasiva es causa de que corran y se
vulgaricen palabras de muy viciosa estructura, sobre todo en los tecnicismos
científicos é industriales, han traído la necesidad de incluir, tras detenida discusión y maduro examen, algunas voces, aunque pocas, desprovistas de aquellos
requisitos y formadas por la misma Academia con estricta sujeción á las leyes por
que se rige nuestro idioma.
Clavería (2016: 232 y ss.) destaca la botánica, los nombres de animales
y plantas, las denominaciones químicas de los metales, los minerales y los
óxidos, y sobre todo el léxico de la electricidad (corriente eléctrica, electricista,
imantar, línea telefónica/telegráfica, micrófono, polaridad, telefonear, telefonista,
timbre, etc.; Moreno Villanueva 1995: 169) como las parcelas en que más cambios se producen, y en especial en este último ámbito, en el que las unidades
eléctricas internacionales adaptadas al español desembarcan en el diccionario, concretamente en el Suplemento: amperio, culombio, dinio, ergio, faradio,
353
Herencia e Innovación en el español del siglo XIX
julio, ohmio, vatio y voltio9. Pero como en las ediciones anteriores, también
se incorporan nuevas voces del ámbito de la fotografía: colodión, distancia focal, fijar, foco real, fotograbado, fotometría, fotométrico, óptico, placa, placa sensible,
reactivo, revelar, sensibilizar, sensible, vaselina (Gállego 2002: 200); y del ferrocarril: apeadero, batea, balasto, coque, coquera, disco de señales, empalmar, ferrovial,
ferroviario, gálibo, guardabarrera, línea férrea, locomóvil, muelle, paso a nivel, patinar, placa giratoria, plataforma, regulador, taquilla, tope, trole (Rodríguez Ortiz
1996: 385).
Y también en esta edición las voces familiares registran un significativo
aumento, ya que se incorporan 156 nuevas voces al diccionario. Algunos ejemplos son acaramelar, achuchón, animalada, carambola, comandanta, chafalmejas,
despatarrar, empollar, eructar, escribido y escribidor, filfa, meneo, paparrucha, patriotería y patriotero, roña, sablazo, varapalo, etc. (Garriga 1996: 395).
El resultado es una edición que alcanza las 58.837 entradas, lo que supone
un aumento del 5.33% de las voces de la nomenclatura, convirtiéndose en la
edición con mayor crecimiento de ese período.
6. Conclusión
La segunda mitad del siglo XIX supone una etapa de consolidación y de modernización del repertorio académico. El surgimiento a mediados de siglo de
la llamada “lexicografía no académica”, los cambios en el léxico producidos
por los imparables progresos de la ciencia y de la técnica, la progresiva apertura del diccionario al léxico americano, la democratización del vocabulario
con la paulatina entrada en el léxico oficial de voces y acepciones familiares,
son factores que explican en incremento de voces, edición tras edición, de la
nomenclatura académica.
Ahora conocemos los resultados precisos de ese aumento de la nomenclatura a partir de 1852:
nº de voces
1843
1852
1869
1884
1899
51.684
52.235
54.117
55.862
58.837
aumento
-
+551
+1.882
+1.745
+2.975
porcentaje
-
1.07%
3.6%
3.22%
5.33%
9
En la edición siguiente (RAE 1914), la Academia se ve obligada a introducir
también las unidades internacionales con las denominaciones establecidas (Pardo,
Garriga 2017).
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La nomenclatura en el Diccionario de la Academia 1852-1869-1884-1899
Estos datos se pueden completar con los disponibles sobre determinados
lenguajes especializados, mencionados más arriba, y realizados sobre recuentos totales.
1852
1869
1884
1899
electricidad
incluía 38
+14
+42
ferrocarril
incluía 3
+33
+32
+67
+25
fotografía
incluía 16
+14
+25
+25
Y con los relativos a las voces marcadas como “familiar”:
familiar
1852
1869
1884
1899
incluía 668
+159
+406
+155
Estos datos proporcionan una visión más precisa de la evolución del léxico
de la segunda mitad del siglo XIX, y un mejor conocimiento de la historia de
la lexicografía académica.
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Herencia e Innovación en el español del siglo XIX
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Los nombres de mujer
en el Diccionario de ideas afines
de Eduardo Benot (1899)1
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Monica Vidal (Universitat de Barcelona)
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La femme a le droit de monter sur l’échafaud; elle doit avoir
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également celui de monter à la Tribune
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Olympe de Gouges (1791: 9)
Resumen
a
El objetivo de este artículo es llevar a cabo el estudio de “los nombres de mujer” que
aparecen en el diccionario de Benot (1899). A tal fin emprendemos un cotejo de los términos entresacados con los diccionarios del momento así como con textos extraídos
del CORDE con el propósito, también, de evidenciar la visión que la sociedad de finales
del XIX tiene del sexo femenino.
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Abstract
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The purpose of this paper is to carry out the study of the “woman’s names” in Benot’s
dictionary (1899). To this purpose we undertake a comparison of the terms culled with
the dictionaries of the moment, as well as with texts from the CORDE in order to also
show the vision that the late nineteenth-century society has about the female sex.
1. Introducción
La visión que el hombre ha tenido con respecto al sexo contrario no ha sido
precisamente positiva. La inferioridad física de la mujer era equiparada con
una capacidad intelectual limitada y aun más: la mujer misma era contempla-
Consciente de la polémica sobre el “uso” no sexista del lenguaje, en este artículo, no obstante, utilizaré a pesar de los pesares, la desinencia -o –como sugieren
Roca (2009) y Moreno Cabrera (2012)– o los sustantivos genéricos hombre, etc. para
determinar el género no marcado. La firme creencia en la bondad y múltiples ventajas
del principio estructuralista marcado / no marcado me impele a ello.
1
359
Herencia e Innovación en el español del siglo XIX
da como un ser de moral baja y de carácter mezquino. Firentino (ápud Gioia
1866: 109), al hablar de las mujeres, decía: “El peor sexo en el cual el engaño es
un instinto, y más abajo puesto que en la mujer, la virtud es vicio”. No hacen
falta más palabras.
Desde la Edad Media, el único discurso imperante y válido era el masculino; consecuentemente, la información que existe en la época sobre actividades cotidianas, pensamientos, actitudes, comportamientos, valores, etc. de la
mujer nos llega exclusivamente de fuentes masculinas. La cuestión de la diferencia sexual estaba fundada en torno a la biología: la mujer era débil física y
moralmente. Ya desde la Antigüedad se consideraba que sangraba por castigo
divino y distraía de las tareas importantes. En la Edad de Oro, había muchos
autores que defendían con criterios biológicos la discapacidad intelectual de
las mujeres basándose en la teoría aristotélica de los cuatro humores: las mujeres son frías y húmedas y, por tanto, emocionales, oponiendo la emoción a
la razón, esta última típicamente masculina (Criado Torres 2015). Con la Ilustración, las mujeres de distintos estratos sociales plantearon por primera vez
de manera colectiva sus aspiraciones sociales y políticas2. En el siglo XIX, el
proceso de industrialización iniciado en Europa a finales del siglo XVIII lleva
a la mujer a incorporarse a la clase obrera, abandonando sus ‘auténticos’ deberes: casa y familia (Ballarín Domingo 1989). En opinión de Saloma Gutiérrez
(2000: 2):
Algunos de los estereotipos que manejaron los positivistas, los liberales e incluso
los socialistas influenciados significativamente por Proudhon3 fueron: el eterno
femenino y la debilidad de la mujer. Es decir, la visión dicotómica que consideraba
como verdad científica la división entre lo biológico y lo cultural, lo privado y lo
público, lo inferior necesariamente sujeto a lo superior; a la mujer corresponde la
primera parte del binomio y al varón, la segunda.
Cfr. Olympe de Gouges (1791), Déclaration des droits de la femme et de la citoyenne.
A la Reine [s.n.]. Se trata de un texto jurídico en el cual se exige la plena asimilación
legal, política y social de las mujeres, siguiendo el modelo de la Déclaration des droits de
l’homme et du citoyen de 1789. El texto de Olympe de Gouges fue publicado en el folleto
Les Droits de la femme, y dirigido a la reina.
2
Según esta autora, Proudhon creía que el único destino de la mujer era
servir a su esposo en las labores domésticas. Las mujeres trabajadoras eran esquiroles que hacían disminuir los salarios además de robar el empleo a los hombres.
Es importante señalar que este autor socialista tuvo una gran influencia en el
pensamiento de los trabajadores del siglo XIX.
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Los nombres de mujer en el Diccionario de ideas afines de Eduardo Benot (1899)
En España, Jovellanos aboga por la educación de los “ciudadanos”, pero se
refiere concretamente a la “de los muchachos”4. A ello hay que sumar la perspectiva legal. Tal y como sugiere Alda Facio (1999: 1):
Conceptualmente, las diferencias entre los sexos no implican desigualdad legal. Es
posible concebir a mujeres y hombres como legalmente iguales en su diferencia
mutua. Pero ese no ha sido el caso, al menos en los últimos 5 o 6 mil años. Desde el
punto de vista histórico, las diferencias entre los sexos y la desigualdad legal están
estrechamente ligadas.
Siguiendo a esta autora, a pesar de que en cada cultura el grado de inferioridad de las mujeres con respecto a los hombres se percibe de forma distinta,
todas las culturas conocidas ofrecen algunos rasgos comunes para justificar
esa inferioridad. Saltzman (1992) ha identificado tres de estos: 1) una ideología
y su expresión en el lenguaje que explícitamente devalúa a las mujeres dándoles a ellas, a sus roles, sus labores, sus productos y su entorno social, menos
prestigio y/o poder que el que se le da a los de los hombres; 2) significados
negativos atribuidos a las mujeres y sus actividades a través de hechos simbólicos o mitos (que no siempre se expresan de forma explícita); y 3) estructuras
que excluyen a las mujeres de la participación en la vida política, o el contacto
con los espacios de los más altos poderes, o donde se cree que están los espacios de dominio económico, político o cultural. Para el análisis que vamos a
llevar a cabo nos centraremos en los dos primeros rasgos.
2. Lenguaje, mujer, uso e ideología
La conocida hipótesis Sapir-Whorf de la relatividad lingüística, la cual sostiene
que la estructura lingüística de los idiomas refleja la visión del mundo de sus hablantes (Whorf 1956), aunque sigue siendo atractiva para muchos, no se ha podido
demostrar. En el caso que nos ocupa sería poner en relación el lenguaje con el statu
quo de la mujer en la sociedad. Posturas como las de Moreno Cabrera (2012) con
respecto a la actuación lingüística –uso– proponen que un cambio en el uso lingüístico propiciará un giro en la (in)visibilidad lingüística de las mujeres. ¿Sugiere
ello que la visibilidad lingüística de la mujer conllevará, necesariamente, una modificación del estatus social de esta? Dicho de otro modo, ¿si el idioma cambia, a
corto o a largo plazo, el estatus de la mujer en la sociedad también cambiará? Sobre
4
Historia de la educación en España [1979] (1985: 351-373).
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Herencia e Innovación en el español del siglo XIX
e
Qu
sto
esta cuestión, el antropólogo Jorge E. Lemus opina que una predicción tal resulta demasiado fuerte, esto es, que otorga al lenguaje un poder que no tiene sobre
la sociedad. Lemus (2001: 12) asegura que “la estructura de la lengua está regida
por principios y parámetros universales y no por diferencias sociales”. Este autor
aborda su argumentación partiendo de tres premisas esenciales:
1) la hipótesis de los idiomas sexistas no se puede sustentar científicamente.
2) los giros androcéntricos presentes en el lenguaje no son más que un
reflejo de los roles asignados a hombres y mujeres en la sociedad.
3) el uso del lenguaje evoluciona naturalmente reflejando el estatus de los
diferentes actores sociales, por lo que la única forma de despojar al lenguaje
de usos androcéntricos que reflejan una subordinación patriarcal de la mujer
en la sociedad es igualando la posición de poder (político, social y económico)
de la mujer y del hombre.
En la misma línea que Moreno Cabrera (2012), Lemus asume que en los cambios lingüísticos intervienen aspectos individuales (psicológicos y cognitivos) y
sociales que interactúan con los estrictamente gramaticales en los procesos de
variación y cambio lingüísticos. Pero, según se ha apuntado líneas más arriba,
limita abiertamente el poder que tiene la lengua sobre el grupo social.
Pero es un hecho probado la presión que ejerce el grupo social sobre la realidad circundante, instalándose en esta un paradigma hegemónico masculino.
En opinión de Facio (1999), cuando los hombres tomaron el poder, se erigieron
en el modelo de lo humano y está empíricamente probado que la jerarquización se hizo y se hace a favor de los varones. Por otra parte, instituciones como
la familia, el Estado, la educación, las religiones, las ciencias y el derecho han
servido para mantener y reproducir el estatus inferior de las mujeres inculcando valores, imponiendo ideologías, favoreciendo un sistema que trivializa
la vida y experiencias de la mitad de la humanidad.
Una ideología es un sistema coherente de creencias y valores que orienta a las
personas hacia una manera concreta de entender y juzgar el mundo; proporciona una base para la evaluación de conductas y otros fenómenos sociales; y
sugiere respuestas de comportamiento adecuadas. En este sentido, el lenguaje
se asocia de forma inmediata a la ideología como portador de las ideas del grupo social imperante, las cuales se vehiculan a través de elecciones discursivas
y léxicas, y se manifiestan en los textos. El diccionario, como una forma textual más, encierra una ideología en la medida en que refleja una situación lin-
362
Los nombres de mujer en el Diccionario de ideas afines de Eduardo Benot (1899)
güística5. Elena Urrutia (1976: 8) hace notar que “acudiendo al Diccionario de la
Real Academia Española […] deducimos que la mujer es un ser débil, delicado,
con afición al regalo y no apta para el trabajo. El hombre es todo lo contrario”.
Y cita algunos ejemplos que, sin embargo, ya no figuran en la vigésima tercera edición del diccionario de la Academia6. En este sentido, la Institución ha
demostrado verdadero interés en borrar toda traza de sexismo lingüístico y, a
decir verdad, se ha empleado a fondo en hacer desaparecer de las definiciones
cualquier marca –o la mayoría–, de discriminación hacia la mujer. No obstante, todavía podemos encontrar definiciones que no se escapan de la crítica de
la mexicana. He aquí solo algunos ejemplos:78
Lo femenino
Lo masculino7
Sexo débil
Sexo fuerte8
Mujer de gobierno: mujer de su casa, criada
∅
Mujer de calle: mujer normal y corriente, prostituta
Hombre de calle: persona normal y corriente
Mujer de punto: mujer honrada y decente
Hombre de punto: hombre honrado y decente
Mujer del partido: prostituta
∅
Mujer fatal: mujer que ejerce sobre los hombres una atracción irresistible, que puede acarrearles un fin desgraciado.
∅
Mujer mundana: prostituta
∅
Mujer objeto: mujer que es valorada exclusivamente por su belleza o atractivo sexual
Hombre objeto: hombre que es valorado exclusiva-mente por su belleza o atractivo sexual
Mujer pública: prostituta
∅
Cuadro 1.
5
Para la relación entre ideología y lexicografía, cfr. San Vicente, Garriga,
Lombardini (2011).
6
Urrutia (1987), que con toda seguridad parte de la edición de 1970 o la de 1984,
cita los siguientes términos: sexo débil, femenino/-na, afeminación, afeminar, molicie, blando, sexo fuerte, varonil, hombrada, fuerte, ser mujer, ser hombre. La crítica está sobradamente
justificada.
7
En el caso de las construcciones marcadas como conjuntos vacíos (∅), el significado de la lexía se obtiene a partir de los significados de las palabras que la componen.
8
En estas lexías, el problema lo conllevan los adjetivos débil/fuerte cuyas connotaciones son radicalmente opuestas; el primero claramente negativo frente al segundo,
altamente positivo. Cfr. s.v. sexo.
363
Qu
Herencia e Innovación en el español del siglo XIX
eluis.ramir
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p
p
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ti
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n
e a jos
Questo e-
Los nombres de los animales son otro ejemplo interesante:
Lo masculino
Lo femenino
Caballo m. Animal solípedo doméstico.
Yegua f. Hembra del caballo.
Toro m. Macho bovino adulto.
Vaca f. Hembra del toro.
Cuadro 2.
Con estos dos ejemplos podemos comprobar que lo masculino es la norma
y lo femenino es “lo otro” o lo que existe solo, en función de lo masculino, o
para lo masculino.
Sin embargo, hay que señalar, como puntualiza Gutiérrez Cuadrado (2011),
que la ideología proyectada en los repertorios lexicográficos no es necesariamente una imagen de la propia sociedad, sino solo la concepción del grupo
dominante. Pero, dicho esto, volvemos a estar al principio.
3. Los nombres de mujer en el Diccionario (1899)9
El diccionario de Benot, y en general, los diccionarios onomasiológicos, ofrece
la ventaja de agrupar bajo un término –idea– las voces que la representan10.
En este sentido, la ordenación onomasiológica de las palabras permite acceder
de forma inmediata a todas las voces –o a una gran parte de ellas– que expresan la idea de partida, o a la de su contraria.
El análisis que se va a realizar examina los nombres de mujer contenidos
en el Diccionario de ideas afines (1899) dirigido por Eduardo Benot. Los términos
que se refieren a esta idea se contienen en los epígrafes 11, 131, 372 y 374, que se
corresponden respectivamente con las subclases o secciones consanguinidad,
adolescencia, humanidad y mujer. De estas cuatro, examinaremos la última de
La peculiaridad de este diccionario onomasiológico ha sido comentada en
distintas ocasiones (Vidal 2014; 2015; 2017) por lo que no haremos mención de su
estructura en este trabajo. Según se ha sugerido en otro momento, la disposición
de las palabras en el seno de las clasificaciones que ofrece el Diccionario permite
llevar a cabo diferentes estudios, tanto desde un punto de vista léxico, como
conceptual o morfológico, lo que nos permite emprender el estudio histórico del
léxico del español del s. XIX, en esta ocasión referido a “los nombres de mujer”.
9
10
“Dada una idea, encontrar las palabras que la expresan” (Benot 1899: V).
364
Los nombres de mujer en el Diccionario de ideas afines de Eduardo Benot (1899)
ellas, esto es, las ideas afines contenidas en la categoría “mujer”. Se encuentran en las tablas los términos asociados a dicho concepto11.
Como sugiere Gutiérrez Cuadrado (2011: 32): “La intrincada relación entre
lenguaje e ideología debe analizarse de una manera sistemática pero, además,
hay que contar con la situación histórica concreta del texto que se pretende
analizar”. Por ello, la metodología empleada para este estudio se basa en la
comparación de los nombres de “mujer” con la categoría opuesta, esto es,
“hombre” dentro del mismo diccionario, y se han tenido en cuenta, además,
las definiciones que los diccionarios académicos coetáneos al de Benot dan
de los distintos términos que reflejan dichas ideas (1884 y 1899). Asimismo,
hemos realizado un análisis contrastivo con textos de finales del siglo XIX
extraídos del CORDE a fin de poner en evidencia la ideología u orientación
semántica de las voces. En este último caso, la búsqueda se ha restringido a los
textos que van desde los años 1875 a 1900.
Ques
to
4. Análisis y discusión
Emprendemos el análisis con los nombres que reflejan ambas ideas.
- N.
mujer
hombre
hembra
varón
ella
él
género femenino
género masculino
sexo débil
sexo fuerte
sexo bello
sexo feo
e-b
Lo masculino
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a
p
p
artie
Lo femenino
costilla
ne a
jos
oíslo
mitad
esposa
esposo
mujer
marido
elu
is.r
a
m
i
rezlu
11
Recordemos brevemente que los términos aparecen agrupados bajo la categoría
gramatical que les corresponde, esto es: nombre, adjetivo, adverbio y frases. La idea de
‘mujer’, al parecer, no se refleja en ningún verbo.
365
en
Herencia e Innovación en el español del siglo XIX
querida
mademoiselle
miss
lady
sir
doncella
doncel
muchacha
muchacho
niña
chica
chico
rapaza
rapaz
zagala
ninfa
diosa
reina
virgen
vestales
madre
matrona
dama
madama
señora, Sra.
padre
Que
sto
e-bocaballero
ok a
señor, Sr. pp
señorita, Srta.
señorito
ama
amo
donna
bella
novia
amada
beldad
futura
prometida
manceba
mancebo
concubina
barragana
favorita
ramera
odalisca
eunuco
366
artie
ne a
jose
luis.
ram
ne
rtie
Los nombres de mujer en el Diccionario de ideas afines de Eduardo Benot (1899)
a
k
e-
jamona
bo
o
ap
p
grisette
abuela
sto
anciana
anciano
vieja
viejo
e
Qu
tía
dueña
Eva
Adán
Venus, Minerva, Palas, Juno
Prometeo, Júpiter
animales hembras: yegua, vaca, gallina, mula,
leona, pantera
Animales machos: macho, toro padre, semental, garañón, mulo, caballo, gallo
hijo
joven
ser viril
hombrón
hombrecillo
hombretón
infante
patriarca
soldado
obrero
jefe
Cuadro 3.
El número de nombres que reflejan la idea de mujer es de 63 términos
frente a su opuesto, que solo viene representado por 43 nombres. Voces como
miss, niña, novia, abuela, tía, hijo, joven12 para las cuales no hay un término correspondiente para el opuesto, creemos que se trata más bien de olvido o descuido en la confección de las nomenclaturas. En otros casos, la no aparición
del término opuesto puede interpretarse de forma distinta, según se argumentará seguidamente.
12
Joven, por otra parte, no presenta morfema distintivo para el género.
367
Herencia e Innovación en el español del siglo XIX
Apenas comienza la lectura, percibimos rápidamente la diferencia en las
oposiciones; sexo débil / sexo fuerte; sexo bello / sexo feo13; la mujer es débil pero
bella, frente al hombre, cuya fortaleza le permite atenuar la fealdad. Siguiendo con la lectura, descubrimos el nombre costilla, para el cual el diccionario
académico (1884 y 1899) añade una tercera acepción que reza: “3ª acepción:
fig. y fam. Mujer propia”. Otro tanto ocurre con la voz oíslo; las definiciones
académicas ponen de manifiesto la subordinación de la mujer con respecto
al marido.
El término mitad aparece en los diccionarios académicos (1884 y 1899) en
la lexía cara mitad con una escueta definición: “consorte”. En nuestra opinión,
no obstante, creemos que al estar en la columna de los nombres de mujer cabe
suponer que cara mitad solo se aplica a la mujer; esto es, del varón no se dice
que es la “cara mitad” de su cónyuge.
Querida. Los diccionarios académicos (1884 y 1899) señalan: “m. y f. Hombre
respecto de la mujer o mujer, respecto del hombre, con quien tiene relaciones
amorosas ilícitas”. No parece, pues, que se haga diferencia atendiendo al sexo.
Sin embargo, el uso que evidencian los textos del CORDE nos indican lo contrario. Hemos encontrado 57 incidencias para la querida y 28 para una querida;
salvo casos puntuales, en ambos casos se refiere a la mujer que tiene relaciones
amorosas ilícitas con el hombre. Para el sexo contrario, hemos obtenido los siguientes resultados: 9 para el querido y 2 para un querido. De los primeros nueve,
cuatro se refieren al individuo que mantiene relaciones con una mujer pero,
dicho sea de paso, los cuatro son de Emilia Pardo Bazán. De los segundos, los dos
son adjetivos que acompañan los nombres profesor y amigo respectivamente.
Las voces zagala / zagal tienen entradas separadas y, aunque presentan
definiciones coincidentes –si bien no iguales–, el término referido al varón
incluye la definición “Mozo fuerte, animoso y gallardo” que no se predica de la
mujer; esto es, una zagala no es una ‘moza fuerte, animosa y gallarda’.
En el caso de ninfa, la apostilla que añade la definición es elocuente: “Joven hermosa. Tómase a veces en mala parte”. Con entrada separada los diccionarios académicos recogen el masculino ninfo, cuya definición reza: “fig. y
fam. Hombre demasiadamente pulido y afeminado, y que cuida de su gala y
compostura con afectación”. Puede sugerirse que tanto el adverbio demasiadamente como el sustantivo afectación14 presumen una orientación negativa del
Que
sto
e-bo
13
Hemos rastreado la construcción sexo feo en el CORDE; la primera incidencia
data del 1838.
14
Academia (1884; 1899), s.v. afectación: “Cuidado excesivo, falta de sencillez y naturalidad, extravagancia presuntuosa en la manera de ser, de hablar, de escribir, de accionar, etc.”.
368
ok
Los nombres de mujer en el Diccionario de ideas afines de Eduardo Benot (1899)
ea
ien
part
k ap
-boo
sto e
Que
individuo al que se aplica el calificativo de ninfo. Ello sugiere que el cuidado de
la imagen personal, bien visto en mujeres, en el hombre es defecto, que le lleva
a convertirse en un ser “afeminado”.
Para la voz diosa no hay, al parecer, diferencia alguna con el término masculino. Reina, sin embargo, se define en su primera acepción a partir del masculino rey: “Esposa del rey”. He aquí, pues, un nuevo ejemplo de definición en
la que lo femenino es “lo otro” o lo que existe solo en función de lo masculino,
o para lo masculino.
El término virgen, en su primera acepción, se define como: “Persona que no
ha tenido comercio carnal”, esto es, propiamente no está marcado con respecto al sexo pues el diccionario emplea el genérico persona.
Vestal, matrona y madama son palabras cuya definición no presenta marca
con respecto al sexo. Sin embargo, los ejemplos que aporta el CORDE de matrona no siempre están positivamente connotados con respecto a la visión que
los autores dan de ellas.
El caso de la voz ama sugiere en las primeras definiciones una igualdad
que se desdibuja a partir de la 4ª acepción: “Criada superior que suele haber
en casa del clérigo o de cualquier hombre que vive solo”. En este caso, no se
trata de una significación negativa –nada de negativo hay, en principio, en ser
criada de alguien–, sin embargo, sí refleja una subordinación social en la jerarquía o statu quo de la mujer con respecto al varón. Las mujeres sirven a clérigos
y hombres solos; los hombres, no. La 4ª acepción de amo sugiere lo mismo:
las mujeres ni gobiernan ni tienen a su cargo gentes, ni pueden auxiliar a los
ingenieros de montes o a los ingenieros agrónomos15.
El adjetivo bello, -a viene en los diccionarios como entrada única con flexión genérica, y se define escuetamente como: “que tiene belleza”. Aquí tenemos una definición no marcada con respecto a la discriminación. Sin embargo, la ausencia en la columna de lo masculino sugiere que la belleza es
atributo principal en la mujer.
Novia y novio presentan definiciones prácticamente idénticas para los dos
sexos salvo en la tercera acepción del masculino: “El que entra de nuevo en
una dignidad o estado”. En esta 3ª acepción interviene el término dignidad, el
cual se define como “Cargo o empleo honorífico y de autoridad” con lo que se
jose
369
u
irezl
ram
luis.
15
La 4ª acepción especifica: “mayoral o capataz”, y de capataz: “El que gobierna y
tiene a su cargo cierto número de gentes para algunos trabajos // Persona que, en virtud de ciertos conocimientos meramente prácticos, puede auxiliar, bien a los ingenieros de montes, bien a los agrónomos”. Capataza, nuevamente, es la mujer del capataz.
Herencia e Innovación en el español del siglo XIX
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muestra, claramente, que las mujeres no pueden acceder a cargos o empleos
honoríficos y de autoridad. Belleza, sí; autoridad, no.
Amada / amado no se registra en los diccionarios académicos y el par futuro
/ futura, así como prometida / prometido no presenta marca con respecto al sexo.
Por otro lado, la definición de beldad manifiesta de forma visible que la belleza
es atributo principal –el atributo por antonomasia– en una mujer. En estos
tres casos, la presencia exclusiva del término en la columna de lo femenino
nos puede llevar a pensar que se trata de nombres aplicables exclusivamente
a la mujer; esto es, que la omisión del término para referirse al varón, en el
diccionario, es significativa.
El par manceba / mancebo resulta evidentemente discriminatorio; manceba
equivale a ‘concubina’, frente a mancebo cuya definición solo hace referencia a
“Mozo de pocos años, hombre soltero”. La oposición no necesita más comentarios. Asimismo, las voces Ramera, Odalisca y Grisette hablan por sí solas, según
se comprueba en las siguientes definiciones:
Ramera: Mujer que hace ganancia de su cuerpo entregada vilmente al vicio de la
lascivia por el interés.
Odalisca: Esclava dedicada al servicio del harén del Gran Turco // concubina turca.
Grisette: TLF fam. Jeune fille ou jeune femme de médiocre condition, ouvrière ou
employée de maison de couture, de modes, etc... // Jeune ouvrière coquette et se
laissant facilement courtiser. Synon. lorette.
La definición que traen los diccionarios académicos de concubina (1884 y
1899) es: “Manceba o mujer que vive y cohabita con un hombre como si este
fuera su marido”. El diccionario académico incluye por primera vez el término
concubino –con flexión de género, esto es, concubino, na– en la vigesimotercera
edición. Este sería un caso más en el que a) o solo existe el referente de sexo
femenino o b) la idea que encierra la definición solo se aplica al sexo femenino.
El término con morfema -o, sin embargo, se recoge en la lexicografía no académica, como sinónimo de bardaje.
Barragana es un caso más de discriminación hacia las mujeres: el barragán
es un mozo soltero; la barragana es una “manceba o concubina”.
Favorito, -ta se define como: “Que es con preferencia estimado y apreciado
// Persona privada o predilecta de un rey o personaje”; esto es, la palabra no
está marcada en cuanto al sexo.
El término jamona apenas requiere explicación: se trata de una mujer gruesa, ya en declive. Los ejemplos extraídos del CORDE muestran la orientación
semántica más bien negativa de la palabra.
370
Los nombres de mujer en el Diccionario de ideas afines de Eduardo Benot (1899)
Dueña no parece en su definición especialmente marcada. Sin embargo, el
diccionario académico (1843) añade un comentario que desplaza nuevamente
el sentido de la palabra con el morfema -a hacia un significado de menor aprecio: “En los requiebros amorosos, diciendo dueño mío, y no dueña mía”, lo que
puede hacernos pensar que la mujer tiene “dueño”, pero el hombre, no.
Prosiguiendo con el análisis llegamos al nombre propio Eva; las incidencias en el CORDE dibujan en numerosas ocasiones a la mujer que pierde al
varón, codiciosa u otra valoración negativa como ese “Sea hija de Eva o cosa
que valga la pena” con que se despacha Ricardo Palma [1967] (1875).
En la columna de los nombres de “hombre” encontramos la construcción
ser viril. Los diccionarios no la registran. Los ejemplos que nos muestra el CORDE no incluyen el sintagma como tal. No obstante, el adjetivo viril, además
de coaparecer en las composiciones miembro viril, edad viril, suele hallarse en
contextos cuya orientación semántica se escora significativamente hacia una
lectura altamente positiva, i.e. y acompaña sustantivos como elocuencia, hecho,
entereza, gallardía, esfuerzo o se encuentra en construcciones como más viril, más
inteligente, poderosa y viril cabeza, etc. Para apoyar esta lectura, baste con buscar
sinónimos para el adjetivo.
En el ámbito de los valorativos –aumentativos o diminutivos– parece que la
mujer se lleva la peor parte. Los diccionarios académicos no recogen el diminutivo de hombre, pero sí lo hacen de mujer: Mujercilla: “Mujer de poca estimación
y porte. Aplícase a la que se ha echado al mundo”. Mujerona: “Aplícase a la que es
muy alta y corpulenta, y también a la matrona respetable”. Mujerzuela: “Mujercilla”. El aumentativo hombretón se recoge por primera vez en la 23ª edición del
diccionario académico con el significado de ‘hombre grande y corpulento’, que
es más o menos el que se puede detectar en los ejemplos del CORDE (1875-1900).
Infanta, en su tercera acepción, se define como “Mujer de un infante”; una
muestra más de la definición supeditada a lo masculino.
El concepto de patriarca –en la columna de lo masculino– está históricamente
relacionado con los personajes bíblicos del antiguo Testamento; de ahí que huelga
buscar a finales del siglo XIX el término referido a la mujer. No hay casos en el
CORDE para la patriarca o una patriarca. La vigésimo primera edición del diccionario académico (1992), en su 5ª acepción recoge el significado: “fig. Persona que por
su edad y sabiduría ejerce autoridad en una familia o en una colectividad”, que es
la primera que aparece en la vigésimo tercera edición, ahora sin la marca fig.
En lo que concierne a soldado, las definiciones que se registran en los distintos diccionarios académicos –hasta la edición de 1992– vienen encabezadas
por el segmento “el que…”. En la 23ª edición, los académicos generalizan y emplean la expresión “persona que…”.
Ques
371
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Herencia e Innovación en el español del siglo XIX
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es
Qu
Obrero es otro de los términos que solo figura en la columna de lo masculino. En esta ocasión, el diccionario académico ofrece una única entrada con
ambas desinencias. En la edición de 1884, el repertorio comienza la primera
acepción con el relativo “el que trabaja” evidenciando una clara primacía hacia el sexo masculino. Sin embargo, en la edición de 1899, los académicos se
limitan a ofrecernos la definición de “que trabaja”, sin especificar el sexo. Una
aproximación al CORDE nos procura una visión del uso del término. Frente a
las 557 incidencias para obrero (1875-1900), solo encontramos 103 para obrera en
el mismo periodo, todas ellas con el significado ‘que trabaja’. No obstante, en el
siguiente fragmento de José Asunción Silva (1896) Perdida, el tipo de trabajo de
la mujer es claramente ruin: “¡Algo terrible sentirá tu alma, // infame libertino,
// que el taller tornas de la pobre obrera // en lupanar maldito!//”.
Jefe es voz que aparece en la columna de lo masculino. El CORDE solo registra dos únicos casos en que el término jefe va referido a una mujer según
se comprueba en los fragmentos que ofrecemos: “La jefe de F.E.T. femenina,
señorita Josefa Pérez Avecilla” (Anónimo, El correo de Andalucía 1937); Nombran
una “jefe civil y demás empleados” (Luis Arturo Domínguez, Fiestas y danzas
folklóricas en Venezuela 1969).
Asimismo, encontramos dos incidencias para la variante morfológica jefa.
La primera de ellas, de Juan Valera (1885). En la segunda, de Benito Pérez Galdós (1898), el vocablo jefa debe entenderse de otra manera, según se comprueba: “Ponderó Serrano la seductora hermosura de la mujer del jefe […] El último
que ha caído en las redes de nuestra jefa es ese capitán de artillería”, esto es, “la
mujer del jefe” con lo que, nuevamente, estaríamos ante un desinencia en -a
cuyo significado está supeditado a lo expresado por el masculino.
ok
bo
e-
e
en
rti
pa
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a
jos
macho
materno
paterno
maternal
paternal
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varonil
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viril
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mujeril
ire
Lo masculino
m
Lo femenino
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-Adj.
372
0
01
18
Cuadro 4.
Los nombres de mujer en el Diccionario de ideas afines de Eduardo Benot (1899)
En lo que se refiere a los calificativos, no hay diferencia de definición
en el caso de la oposición mujeril / viril, pero sí la hay para el par femenil /
varonil; este último incluye una segunda acepción que no trae el calificativo
femenino, de “esforzado, valeroso y fuerte”; luego, al decir del diccionario,
esfuerzo, valor y fortaleza no son atributos femeninos. En el caso de hombruno, el diccionario académico se limita a decir: “Dícese de la mujer que por
alguna cualidad o circunstancia se parece al hombre, y de las cosas en que
estriba esta semejanza”. A la luz de esta definición, es complejo asegurar si la
perspectiva está positiva o negativamente connotada. En lo que concierne al
término macho, en su categoría adjetiva significa “fuerte, vigoroso, robusto”,
un ejemplo más de que frente a la belleza femenina –atributo casi exclusivo
que se predica de las mujeres– se alzan fortaleza, vigor y poderío. Por último, la voz venéreo, con desinencia -o como calificativo para la mujer, resulta
significativa. El diccionario académico lo define como “perteneciente a la
venus o al deleite sensual // Dícese del mal contagioso que ordinariamente
se contrae en el ayuntamiento carnal del hombre con la mujer cuando uno
de los dos le padece”, siendo esa venus en minúscula “deleite sensual o acto
venéreo”. Cabe preguntarse si lo femenino –puesto que solo aparece en la
columna de los nombres de mujer– es exclusivamente lo que trae consigo
la enfermedad.
book
o et
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e
u
Q
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aj
-Adv.
Lo femenino
Lo masculino
femenilmente
varonilmente
maternalmente
paternalmente
virilmente
In manu(m) viri
Cuadro 5.
Referente a los adverbios, nos limitaremos a comentar la locución latina in manu(m) viri, cuya traducción es “bajo la autoridad del marido”. La
frase hace referencia al derecho romano y atañe al contrato matrimonial.
Según esta fórmula, la mujer pasaba en cierta medida a pertenecer al marido, así como todos sus bienes. Sobran comentarios.
373
zlue
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s
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oselu
Quest
Herencia e Innovación en el español del siglo XIX
-Fr.
Lo femenino
Lo masculino
Media naranja
El sostén de la casa
Cara mitad
Cargado de obligaciones
Faldas
Rey de su casa
¿Quién es ella?
Donde haya pantalones que se callen las faldas
La donna é móvile
Vestirse por los pies
El hombre siempre ha de ser hombre
Mi hombre
Cuadro 6.
La fraseología resulta, también, harto elocuente. La expresión media naranja propiamente no está marcada en cuanto al sexo. La Academia (1884 y 1899)
la define como “fig. y fam. Persona que se adapta tan perfectamente al gusto
y carácter de otra, que esta la mira como la mitad de sí propia”. Lo único que
cabe resaltar de la frase es que figura en la columna de los nombres de mujer,
no en la de los hombres; esto es, la media naranja por antonomasia se predica
de la hembra, no del varón. Las demás frases apenas necesitan comentario:
las faldas, la cara mitad –que también figura exclusivamente en la columna de
lo femenino– y el nombre de la famosa aria de la ópera Rigoletto, cuya letra
hace referencia al carácter voluble, engañoso e inconstante que se reputa de
las mujeres16.
Evidente también se percibe la fraseología que figura en la columna de
lo masculino. En todas ellas se destaca a) el papel fundamental del hombre
en la vida familiar –El sostén de la casa, Cargado de obligaciones, Rey de su
casa–; b) la subordinación de la mujer al marido –mi hombre–; c) la superioridad del hombre frente a la mujer –donde haya pantalones que se callen
las faldas–; y d) la alta valoración de la virilidad –vestirse por los pies17–, el
hombre siempre ha de ser hombre, tautología que solo se explica (pragmáticamente) si el segundo ‘hombre’ muda significado, obviamente hacia lo
positivo.
16
La donna è mobile / qual piuma al vento /muta d’accento / e di pensiero.
Se trata de una expresión ponderativa de la hombría; tradicionalmente, el hombre vestía pantalones o calzones como prenda propia, y ambas se “vestían” introduciendo primero los pies. El vestido femenino, por el contrario, se introducía por la cabeza.
17
374
Los nombres de mujer en el Diccionario de ideas afines de Eduardo Benot (1899)
5. Cortesía, tú llevas nombre de mujer. A modo de conclusión
book
to e-
Ques
A pesar de que el siglo XIX se caracteriza por la existencia de profundas transformaciones en los ámbitos ideológico, económico, técnico y social, los cuales
inciden también y de forma esencial en el statu quo de la mujer, esta todavía
continúa sometida al varón y desprotegida desde el punto de vista jurídico18.
De ahí que los resultados obtenidos en este análisis vayan en la dirección
apuntada: los “nombres de mujer” contenidos en el Diccionario (1899) reflejan
una situación desigual con respecto a sus oponentes masculinos, acorde con
la situación social, política y cultural del momento. En el apartado de las frases se resume prácticamente el enfoque ideológico de la cuestión: el hombre
como sostén de la sociedad; el hombre como rasero y modelo social; el hombre
como ser superior a la mujer, así como las cualidades de aquel, siempre positivamente connotadas. Asimismo, es necesario hacer notar que la omisión de
ciertas voces para referirse al varón es significativa; esto es, a) o solo existe el
referente de sexo femenino o b) la idea que encierra la definición solo se aplica
al sexo femenino. Sin olvidar la debilidad inherente a este sexo, belleza y castidad son atributos estimables en la mujer –prácticamente, los únicos–, pero
no en el hombre; y al revés, poder, jerarquía, fuerza y valor, se reconocen solo
en este último. Sin embargo, sería injusto imputar a las obras lexicográficas el
hecho de actuar como motor de una cierta ideología, o de promoverla, cuando,
en verdad, se limitan a poner en evidencia la realidad del momento. Esto es: el
Diccionario de Benot, como los diccionarios académicos correspondientes –y
los actuales, también–, reflejan una actuación lingüística, no la crean. Prueba
de ello es que el uso que reflejan los textos va en la misma dirección.
El nuevo Galateo (Gioia 1866: 107) sugería: “Cualquiera que se detenga a examinar la historia del género humano verá que las mujeres no obtuvieron los
derechos que les competen sino en los pueblos civilizados y en las épocas ilustradas; y aun en esos tiempos no les faltaron detractores”. Una pena que esta
reflexión no se proclame a los cuatro vientos.
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Por ejemplo, el Código de Napoleón de 1804, de Francia, y el Código Civil
español de 1889 disponían que la mujer casada carecía de autonomía personal y
tanto sus bienes como sus ingresos eran administrados por el marido (in manu viri).
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Herencia e Innovación en el español del siglo XIX
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El volumen Herencia e innovación en el español del siglo XIX recopila dieciséis trabajos sobre importantes cuestiones gramaticales,
léxicas e ideológicas del español decimonónico. Los ensayos aquí
reunidos, desarrollados desde un enfoque interdisciplinar y elaborados por autores de reconocido prestigio, aportan una visión
actual y renovada en este campo de investigación.
Elena Carpi es docente de Lengua Española en la Universidad de Pisa;
su investigación se centra en el discurso especializado en perspectiva
diacrónica y sincrónica (navegación, economía, filosofía, política y arte).
Rosa M. García Jiménez es docente de Lengua Española en la Universidad de Pisa. Sus líneas de investigación prioritarias son la pragmática y el
análisis del discurso, en sus dimensiones tanto diacrónica como sincrónica.
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