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FACULTAD DE FILOSOFÍA, LETRAS Y ESTUDIOS ORIENTALES ESCUELA DE LETRAS LUNFARDO: DE ARGOT NACIONAL A ¿DIGLOSIA? ALUMNA: STECCONI, SOFÍA MATERIA: SEMINARIO DE CIENCIAS DEL LENGUAJE CAMPUS USAL NUESTRA SEÑORA DEL PILAR INTRODUCCIÓN El siglo xix con sus oleadas de inmigrantes hacia Argentina hicieron que el español que se hablaba en la zona del Río de la Plata sufriera, si es que la palabra es sufrir, cambios. Si a eso se le suma el ya influjo de las lenguas indígenas de la zona, el resultado será tan interesante como difícil de definir. El lunfardo surge para esa época y consigo trae aparejados algunos dilemas que tienen que ver con su origen, su uso y su posteridad. Autores como Antonio Dellepiane, Benigno Lugones y Luis María Drago le concedieron un nacimiento en la sociedad carcelaria de la época, diciendo así, que era un argot carcelario. Los estudios posteriores del lunfardo fueron superadores y dijeron que el lunfardo surge en los márgenes de la ciudad porteña y, como la mayoría de los delincuentes eran seres marginales, conocían el lunfardo como el resto de la sociedad marginal. En fin, saldada esa deuda, el lunfardo pasó a ser un argot provisto de préstamos de diversas lenguas europeas e indígenas que fueron moldeándose hasta dar con una jerga popular que se extendió hacia todo el país y devino en «argot nacional». Es más, hoy día, se registran usos de lunfardo en países limítrofes. La difusión del lunfardo tuvo que ver con el tango, los programas de radio de la época, hasta una novela lunfarda que se titula La muerte del pibe Oscar (1926) escrita por Lius C. Villamayor, considerada la primera novela lunfarda. En este trabajo, específicamente lingüístico, nos proponemos estudiar el lunfardo desde la perspectiva sociolingüística y demostrar que no es ya un «argot nacional» sino que excede esas características y se produciría, en cambio, una situación diglósica entre el lunfardo anexado al dialecto popular y el español rioplatense estándar. EL LUNFARDO Y SUS PRIMEROS ESTUDIOS Las diferentes teorías sobre el lunfardo que han sido superadas si uno mira sus comienzos y las apreciaciones actuales sobre un tema tan controversial, popular y heteróclito como es este «argot nacional» como muchos lo llaman. En un estudio que hacen Glozman y Lauría en el libro Voces y ecos. Una antología de los debates sobre la lengua nacional (Argentina 1900-2000) se toman el trabajo de reunir los primeros esbozos lingüísticos que se hicieron sobre nuestra lengua. En este trabajo mencionaremos solo tres, el de Vicente Rossi, Roberto Arlt y Juan José Hernández Arregui. En el año 1926 Vicente Rossi publica un libro que se titula Cosas de negros y dice: El argot de nuestros delincuentes profesionales, llamado en Buenos Aires ‘lunfardo’ y en Montevideo ‘malevo’, es la ‘muletilla’ de que se sirven los derrotistas extranjeros y nativos para combinar los más pésimos chistes, cuando hablamos de idioma propio en jestación. ‘Hé ahí el idioma nacional!’, nos dicen irónicamente, en las páginas de nuestras publicaciones conceptuales serias Se conservan las erratas propias de la época. . (Glozman y Lauría, 2012, p., 51). Si bien él lo llama muletilla, probablemente por no haber encontrado otro término que le siente mejor, ya en los comienzos del lunfardo había intelectuales reflexionando sobre esta nueva forma de habla. No llama la atención que lo que hoy es argot nacional en su momento fue idioma nacional. El lunfardo no es un idioma, pero sí se deja ver que tiene una impronta propia. Roberto Arlt en una de sus Aguafuertes porteñas que se titula «El idioma de los argentinos» del año 1930 afirma: «La moda del ‘gauchesco’ pasó; pero ahora se cierne otra amenaza, está en formación el ‘lunfardo’, léxico de origen espurio, que se ha introducido en muchas capas sociales pero que solo ha encontrado cultivadores en los barrios excéntricos de la capital argentina» (2012, p., 57). Cabe notar que el lunfardo por aquellos días era solo una manifestación lingüística de Capital, su uso era, específicamente, porteño. Con el tiempo, su expansión lo llevó a escalas nacionales e internacionales, ya que en otros países latinoamericanos se utilizan palabras del lunfardo. Por último, Juan José Hernández Arregui en el libro La formación de la conciencia nacional (1960) indica: El lunfardo, que no es solo un hecho aislado en la ciudad puerto sino la mejor demostración del carácter anticultural de la inmigración. El lunfardo no es una forma dialectal, pero se le aproxima por su expresividad espontánea, ajena a la vida intelectual y sumergida, por tanto, en la existencia concreta, inmediata, vivida, y en lo esencial, afectiva. Todos los vocablos lunfardos apuntan por eso a estados pasionales o a descripción de hechos sociales con matiz afectivo totalmente ajenos a las formas abstractas superiores del pensamiento lógico. El lunfardo responde al fenómeno sociológico bien conocido del período en que dos lenguas diferentes se encuentran. Durante un lapso, ambas pertenecen separadas, pero determinados grupos adoptan la lengua extraña, por ventajas comerciales, de relación social, etc. (…) El lunfardo es una semilengua mixta con doble terminología y estructura fonética híbrida de español e italiano. A veces, se le agregan otros idiomas, pero tales términos en general desaparecen pronto. (…) El lunfardo es la coexistencia temporal, en ciertos grupos marginales, de dos formas simultáneas de expresión, y al mismo tiempo, consecuencia de la filiación idiomática común de dos lenguas derivadas de un mismo tronco. Pero el lunfardo es hijo de una alteración de las relaciones materiales de los grupos sociales, un desecho de la urbe desprendido del fenómeno inmigratorio y la lucha sórdida en el mercado del trabajo tal cual se da en los aledaños sociales más bajos (2012, pp., 113-114). Habiendo pasado casi sesenta años esta definición es una de las más completas y claras sobre el origen del lunfardo y su asidero en el habla de los argentinos. El lunfardo tiene mucho que ver con el choque entre el habla de los italianos y la de los argentinos, a eso se le suman prestamos de otros idiomas, pero la base italo-argentina es fundamental. A la unión de estos dos idiomas se lo llamo cocoliche, por eso el lunfardo no es solamente la unión de dos lenguas, es distinto porque tiene otros préstamos y el uso del vesre. Es acertado el hecho de que fue parte del fenómeno inmigratorio y del habla marginal. También, es acertado decir que surge como punto medio entre personas que venían de diferentes países y necesitaban cierto tipo de comunicación, casi imitando una lengua pidgin en la que compartiendo palabras y términos de ambas lenguas aparece una especie de criollo. Si bien no es, específicamente, el caso del lunfardo, no parece descabellado que Henández Arregui lo haya visto así. Otros estudios posteriores que se hicieron sobre el lunfardo fueron interesantes, enigmáticos pero poco fidedignos a este tipo de expresión que nos representa. Muchos autores decidieron pensarlo como un argot carcelario. Gerardo Lorenzino, por ejemplo, sigue esta línea que formaron autores como Dellepiane sobre el lunfardo como argot carcelario y su justificación se remite a que durante el último cuarto del siglo xix, la vida del inframundo de Buenos Aires inspiró la publicación de crónicas policiales en diarios y monografías criminológicas. Para él: «Estas son las primeras referencias al lunfardo, toda clase de delincuentes escondiéndose en los tugurios urbanos, arrabales o los bajo fondos de Buenos Aires cuya población estaba experimentando una rápida evolución debido a la creciente inmigración europea» (2016, p., 336). Si bien el lunfardo es un «argot» que surge en un contexto marginal, no significa que sus hablantes hayan sido ladrones o delincuentes. Sí se puede afirmar que la mayoría de los delincuentes, por ser marginales, conocían el lunfardo, pero no que solo fuese utilizado por ellos. Más adelante agrega: «Los diferentes tipos de ladrones –los carteristas o punguistas, los ladrones de casas o escruchantes y los criminales violentos que atacaban a sus víctimas o biabistas– se comunicaban entre sí mediante un discurso críptico llamado lunfardo» (2016, p., 336). El lunfardo no es –ni fue– un discurso críptico, porque eso implicaría cierto tipo de sociedad secreta y, al contrario, el lunfardo era de público conocimiento. Los que lo utilizaban y quienes no lo utilizaban conocían el significado de la mayoría de sus palabras. Se tiende a creer que el origen del lunfardo fue carcelario porque una de sus etimologías más convincentes es su derivación del italiano lombardo 'natural de Lombardía', proveniente del dialecto Romanesco, en el cual lombardo significa 'ladrón'. Oscar Conde es uno de los estudiosos que más ha trabajado para poder definir y contribuir a los estudios del lunfardo y él dice: «El hecho de que el término lunfardo significara en su origen ‘ladrón’ llevó a conclusiones erróneas a los que se acercaron originariamente a estudiar el fenómeno. Pero el lunfardo no es –ni lo fue nunca– un vocabulario delictivo» (Conde, p., 2). Creemos saldada la interrogante sobre su concepción, claramente no es un vocabulario delictivo, Conde agrega: «El lunfardo no es un léxico ladronil, y no lo es porque desde su mismo origen las palabras que lo integran exceden el campo semántico del delito» (p., 4). Dada esta situación, sí podemos afirmar que los ladrones de la época tuviesen conocimiento sobre algunas de las palabras del lunfardo por ser seres marginales y porque el lunfardo nace en zonas marginales, pero no por eso lo convierte en la jerga delictiva que tanto se esforzaron ciertos autores por comprobar. EL LUNFARDO Hacia fines del siglo xix y principios del xx, la Argentina fue uno de los países con más inmigración europea, específicamente, italiana. Uno de los problemas lingüísticos por el choque entre idiomas hace surgir el cocoliche, mezcla de italiano y español que fue una herramienta de comunicación útil para las personas que tenían que relacionarse entre sí. Asimismo, esa época será de vital importancia para el surgimiento del lunfardo, que no es lo mismo que el cocoliche. Para Oscar Conde: «Lo que distingue al lunfardo y lo convierte en único dentro de las hablas populares es la extraordinaria cantidad de términos tomados de otras lenguas distintas del español con los que se fue conformando» (p. 5). El lunfardo posee, en su mayoría, préstamos del italiano (falluteli ‘persona informal’, gamba ‘pierna’, locatelli ‘loco’, baratieri ‘barato’), pero también de otros idiomas, excede las fronteras del cocoliche. Si bien, los italianismos son una base del lunfardo, se registran galicismos (brochette ‘brocheta’, carré ‘tipo de carne para asar’, mignon ‘tipo de pan’; la vestimenta: robe de chambre ‘bata’ o soutien ‘sujetador’); portuguesismos (chambón ‘torpe’, chambonear ‘comportarse torpemente’, garúa ‘llovizna’, vichar ‘observar, espiar’ o vintén ‘pequeña cantidad de dinero’) y, Conde agrega: «El lunfardo recibió el aporte de voces procedentes de lenguas aborígenes, como los quichuismos pucho ‘colilla’, cache ‘de mal gusto’ o cancha ‘habilidad’, o tomadas del guaraní, como matete ‘desorden’, o del araucano, como pilcha ‘ropa’» (p., 5). Por lo que se ve, el lunfardo es un conjunto de préstamos de varios idiomas que forman parte del español rioplatense y pertenecen tanto a nuestra cultura como de las que proceden. Según Conde: «A estos diversos aportes se les suma el vesre, un juego anagramático, que no es ninguna invención argentina, como muchos piensan, sino un procedimiento habitual en distintas hablas populares del mundo, que se merece, de todos modos, una somera explicación» (p., 6). El vesre es tan comúnmente implementado por los hablantes argentinos que, con escuchar una de esas palabras, el oyente no tiene que reconstruir la palabra en su cabeza, simplemente sabe que un «feca» es un café y no tiene por qué dar vuelta las sílabas para comprender eso. Conde ejemplifica: «El vesre se manifiesta desde variantes léxicas fácilmente reconocibles o relativamente sencillas (feca, orre, dorima, gotán) hasta anagramas irregulares (lompa, terrán, yoyega) y finalmente hasta términos que los hablantes ya no reconocen como tales: viorsi, colimba, garpar, ortiba o sarparse» (p., 6). Las palabras del vesre pueden tener distintos significados cuando el hablante las aplica, por ejemplo, una persona puede decir ‘hotel’ y su vesre ‘telo’ pero no se habla de lo mismo, dado que uno es un hotel como cualquiera que conocemos y el otro es un albergue transitorio, respectivamente. El hablante conoce la diferencia de matices cuando utiliza una palabra lunfarda y hacer uso de esta a la hora de producir el discurso no es una elección al azar. A modo de síntesis, para Conde: «El lunfardo fue conformando una síntesis lingüística, una memoria viva de la historia de la Argentina, que da cuenta de los distintos grupos sociales que, por retazos, han ido de a poco dando forma a nuestro país y que nos recuerda a cada instante quiénes somos y de dónde venimos» (p., 5). Tanto el lunfardo como el argentino son convergencias de distintos países, costumbres, orígenes. El argentino tiene mucho arraigo con lo italiano o lo francés o lo aborigen, tal es así con el lunfardo. Es la forma más clara de descripción. Todo aquello que es el argentino, también es el lunfardo. Como definición generalizadora: Las palabras son un modo de categorizar la realidad y, como es sabido, el lenguaje impregna todas las cosas. Una prueba de ello es que el lunfardo se ha vuelto un elemento constitutivo de la cultura rioplatense y en este sentido cumple un papel central –y no simplemente decorativo– en las manifestaciones más trascendentes de la literatura popular, el periodismo y el teatro de las primeras décadas del siglo XX y fundamentalmente en las letras del tango, pero mucho después, también en la radio, la televisión, el teatro, la literatura canónica y las letras de temas del rock nacional y la cumbia villera. Todo ello, ligado al arte y los medios de comunicación, se ha dado como reflejo de una manera propia de expresarse en la que el léxico lunfardo sobrelleva un potente peso connotativo (Conde, p., 6-7). El lunfardo ocupa un papel central en el habla de los argentinos y, hasta de algunos países como Uruguay, Paraguay, Chile, Brasil, Colombia, entre otros. Si bien surge en los márgenes de la sociedad porteña, su crecimiento fue tal que no hay lugar en la Argentina en donde no se conozca o utilice, aunque sea una de las palabras lunfardas. No hay niño que no haya escuchado decir alguna de esas palabras a sus padres o abuelos y la tradición sigue su curso y pasa de generación en generación como una especie de legado en el que los argentinos nos sentimos con la obligación de transmitir, porque es tan nuestro como el dulce de leche o el alfajor. UNA MIRADA LINGÜÍSTICA La mayoría de los estudiosos del lunfardo no eran lingüistas y no se preocupaban por analizar este fenómeno desde esa perspectiva. Se sostiene –casi como axioma– que el lunfardo es un argot nacional. Surge, como mencionamos, en las periferias y márgenes de la ciudad porteña, pero se ha ido expandiendo por el resto de la Argentina y países limítrofes. Esto dio en un argot que nos representa a los argentinos y nos califica como entidad nacional. En este estudio, que tendrá un enfoque sociolingüístico, se estudiará en lunfardo como argot y nuestra perspectiva sobre esta definición que parece insuficiente para abarcar este dilema lingüístico. Oscar Conde afirma de manera tajante: «El lunfardo no es un idioma, porque las palabras que lo componen son esencialmente verbos, sustantivos y adjetivos y porque utiliza la misma sintaxis y los mismos procedimientos flexionales que el castellano. No es posible hablar completamente en lunfardo, sino a lo sumo hablar con lunfardo» (p., 1). Si bien es una argumentación correcta y la realidad es que el lunfardo no posee una gramática ni una normativa propia como para poder definirse como una lengua distinta del español rioplatense, parece que Conde también se contradice cuando afirma: «No deja de ser asombroso que todavía los límites del lunfardo permanezcan tan confusos. No sólo sigue habiendo imprecisiones en su caracterización sino también siguen proponiéndose para él definiciones impropias o, peor, completamente equivocadas» (p., 2). Siendo que los límites son confusos, sería, entonces, aún más difícil poder definirlo bajo determinados preceptos, tales como decir que es un argot cuando su alcance, su desplazamiento, su utilización parecen temas abiertos a cambios constantes. Sí coincidimos con Conde cuando dice que el lunfardo debe ser entendido más bien como un modo de expresión popular. Y agrega: «Yo lo defino como un repertorio léxico integrado por palabras y expresiones de diverso origen, utilizadas en alternancia con las del español estándar y difundido transversalmente en todas las capas sociales y centros urbanos de la Argentina. Aunque su origen pueda ubicarse en Buenos Aires, este vocabulario se ha extendido ya a todo el país» (p., 4). Es una de las definiciones más acertadas considerarlo como parte de una expresión popular, la expresión popular es ese lunfardo mismo. Consideraremos el lunfardo como equivalente a la expresión popular. Argentina no es el único país en donde se da este fenómeno, Conde dice: «En casi todos los idiomas existe un vocabulario de este tipo. En Francia es el argot, en Brasil la giria, en Chile la coa, en los Estados Unidos el slang. Todos son repertorios léxicos creados por esos pueblos al margen de la lengua general, pero básicamente compuestos de términos que pertenecen a esa misma lengua» (p., 4). La denominación argot surge para ponerle un nombre a la expresión popular de Francia y luego toma otros nombres en los diversos países. Luego, argot terminó siendo un tipo de manifestación lingüística que surge en grupos que comparten un lenguaje común. Primero, hablaremos de lo que es una comunidad lingüística. Gumperz la define como: «Un grupo social que puede ser monolingüe o multilingüe, unificado por la frecuencia de interacción social estructurada y separada de las áreas circunvecinas en términos de comunicación» (1962, p., 238). Entonces, consideraremos a los hablantes del lunfardo como una comunidad lingüística que comparte este «argot» en común. Justo, es casualidad que sea en Argentina y la comunidad lingüística sea la Argentina. Pero el recorte se puede hacer aún de forma más amplia. Por ejemplo, podemos encontrar una comunidad lingüística hispanohablante sin importar los regionalismos y allí entrarían decenas de países e islas que comparten esa lengua en común. A partir de eso, debemos entender que una comunidad lingüística no siempre coincide con las líneas limítrofes designadas por la geografía. Creemos que, el día de mañana, la comunidad lingüística que comparte el lunfardo abrirá sus puertas aún más a países limítrofes, entonces ya estaríamos hablando de una América Latina como comunidad lingüística que utiliza el lunfardo, pero eso no ha pasado todavía, a pesar de las pequeñas filtraciones de lunfardo que encontramos en países vecinos. Para Gumperz los argots: «Funcionan como idiomas internos de cada grupo y coexisten con códigos sobrepuestos que se usan para la comunicación con extraños» (p., 244). Si bien los argots pertenecen a determinados grupos, hay argot carcelario, argot médico, argot rural, etc., no funcionan específicamente como idiomas. Él encuentra tres formas de argot: El primer grupo que podemos llamar dialectos subregionales o regionales se prestan para comunicación en los mercados y como un medio de comunicación entre los grupos. El segundo grupo de argots es el empleado por ciertos grupos sociales o profesionales al cumplir con sus actividades especiales. Aquí podemos incluir el habla especial de ciertos grupos de comerciantes, el argot de los ladrones y los estilos literarios y de recitación propia de los narradores de cuentos populares. La tercera categoría incluye los códigos sagrados y administrativos, los cuales se distribuyen en regiones más vastas y geográfica y socialmente más diversas que las del grupo anterior (1962, pp., 244-245). En el caso del lunfardo sería una tarea ardua intentar probar en cual de esos tipos de argots tiene asidero. Puede considerarse como en el primer grupo, un dialecto subregional, pero lejos está de haber nacido para una comunicación en los mercados o medios de comunicación entre los grupos. Si consideráramos un dialecto subregional que surge a partir de la comunicación en los mercados o en la vida cotidiana, ahí tendríamos que ubicar al cocoliche, pero no es el caso del lunfardo. PROBLEMAS DE DEFINICIÓN El lunfardo presenta, en cierto modo, problemas para definirlo. Parece simplista considerarlo meramente un argot, porque su categorización excede las definiciones. Creemos que analizando la concepción de diglosia, podríamos empezar a cultivar sobre terreno fértil. En un estudio interesante sobre la diglosia, Ferguson dice: «En muchas comunidades lingüísticas se presenta el fenómeno de que algunos hablantes usen dos o más variedades de la misma lengua de acuerdo a diferentes circunstancias. Tal vez el ejemplo más corriente es el caso de una lengua estándar y un dialecto regional» (1959, p., 1). El lunfardo pasó a ser una parte constituyente del dialecto regional, acaparó la totalidad de dialecto regional por su cantidad de palabras, locuciones, expresiones y demás. Como asegura Conde, no es un idioma por no poseer gramática, se puede hablar con lunfardo y cuando se habla con lunfardo se habla en un dialecto regional. Ferguson dice: «La diglosia puede desarrollarse a partir de orígenes diversos y terminar en diferentes situaciones lingüísticas» (p., 1). Por eso, creemos que la definición de diglosia podría caberle más al lunfardo, porque la diglosia puede darse a partir de orígenes muy diversos y terminar en situaciones aún más diversas. Distinguiremos, entonces, los dos componentes de la diglosia, el primer componente será el llamado A y lo consideraremos como español rioplatense estándar y el otro componente es el lunfardo, como dialecto regional, al cual llamaremos B. según Ferguson: «Uno de los rasgos más importantes de la diglosia es la función especializada de A y B. en un grupo de situaciones solo A resulta apropiada, y en otro solo B, y es muy leve la superposición de estos dos grupos» (p., 3). Con lo cual, si nos remitimos a las esferas de utilización del lunfardo, podría cuadrar la misma afirmación. El español estándar que se usa en Argentina puede involucrar escritos académicos, conversaciones formales, situaciones en las que los participantes recién se conocen, escritos administrativos, judiciales, etc. En cambio, el lunfardo solo se da en esferas más informales o en los momentos en que los participantes tienen determinado nivel de confianza como para elegir ciertas palabras lunfardas y no sus equivalentes en español estándar. Uno de los ejemplos de Conde es: «La utilización de un lunfardismo para expresar cierta idea podría alguna vez dar cuenta de un usuario que recurre a ese término sin haber tenido elección –por no dominar otra variante del español rioplatense–, pero lo más habitual es que el hablante elija conscientemente la palabra que está usando» (Conde, p., 8). El hablante que maneja ambos registros, tanto el formal como el informal, puede hacer uso de cualquiera de ellos, por ejemplo en una conversación entre amigas es poco probable que una la invite a la otra a tomar una cerveza, quizás le diga «¿Querés tomar un birra?» porque decir lo mismo en lunfardo genera otra connotación. También de ese modo, sucede en una situación inversa, si un alumno tiene que hablar con un profesor es poco probable que le diga «profesor, no vine porque me quedé apolillando», utilizaría una palabra más estándar «no vine porque me quedé durmiendo». La decisión de utilizar el lunfardo es completamente consciente en un hablante que puede utilizar correctamente ambos registros. Ferguson dice: «La importancia del uso de la variedad correcta en la situación apropiada difícilmente pude sobreestimarse. Un extraño que aprenda a hablar con fluidez y exactitud B y la emplea luego en un discurso formal, hace el ridículo» (p., 3). Si pusiéramos el ejemplo de una persona que aprenda B y en una situación formal dijera «Buenos Aires es una ciudad piola para salir de farra», cualquier hablante nativo que conoce A seguramente crea que esté haciendo el ridículo. Por eso, la utilización de A o B en los distintos marcos en que se inscriben es de vital importancia. Lo mismo pasa cuando «Un miembro de la comunidad lingüística que use A en una situación puramente conversacional o en una actividad ordinaria e informal, hace igualmente el ridículo» (1959, p., 3). Por lo cual, las elecciones, el uso y el contexto y cotexto son fundamentales a la hora de elegir, por ejemplo, el español estándar o el lunfardo. Siguiendo la misma línea, el autor antes mencionado afirma: «Todos los que hablan las lenguas definidoras consideran que A es superior a B. Este sentimiento es a veces tan fuerte que solamente A es considerada verdadera, y B tenida por ‘inexistente’» (p., 4). No creemos que el lunfardo sea considerado como inexistente, de hecho, es un tema de debate y estudio, pero sí pasa que los hablantes, quienes conocen el lunfardo lo tomen como un léxico inferior al español rioplatense estándar. El punto crucial por el cual Conde afirma que el lunfardo no es una lengua es porque no tiene una gramática, pero, a pesar de no tener una gramática, tampoco ha habido muchos estudios que lo trabajen desde el aspecto normativo, gramatical y lexical, coincidimos con Ferguson cuando dice: En todas las lenguas definidoras existe una fuerte tradición de estudio gramatical de la forma A del lenguaje. Existen gramáticas, diccionarios, tratados de pronunciación, estilo etcétera. Hay una norma establecida para la pronunciación, gramática y vocabulario que solo permite variación dentro de ciertos límites. La ortografía está bien establecida y tiene poca variación. Por el contrario, los estudios descriptivos de la forma B o no existen o son relativamente recientes y escasos (1959, p., 5). Si bien no existe en el lunfardo flexión verbal, análisis sintáctico y otros aspectos que estudia la gramática por ser compuesto solo por palabras y locuciones, tampoco hemos encontrado otros tipo de estudios que ayuden a generar normas de pronunciación, variaciones dentro de determinados límites, reglas de composición de palabras en lunfardo y demás. Con lo cual, la forma B lunfarda carece de estudios amplios sobre el tema, probablemente porque ese tipo de estudios sea muy reciente. En fin, lejos de querer tomar una posición en contra de la de autores como Conde y su concepción del lunfardo como un argot nacional, creemos necesario hacer la observación de que el lunfardo excede las características de argot y se condice más con las características de la diglosia expuesta por Ferguson. Probablemente, haya estudiosos que consideren erróneas estas apreciaciones, pero creemos que se asemeja más la diglosia que el argot al gran tema del lunfardo para la Argentina y los países que comienzan a abrirle sus puertas. CONCLUSIÓN Para cerrar el análisis del trabajo, creemos que lo expuesto en él puede ser el puntapié de futuras investigaciones sobre el lunfardo no ya como argot, sino como algo más. Podría ser interesante crear una terminología que se utilice para poder describirlo mejor, en caso de creer que considerarlo como una diglosia sea descabellado. Lo cierto es que, el lunfardo desde la perspectiva sociolingüística no ha sido ampliamente estudiado, se caracterizó como argot y no hubo discusiones al respecto. La discusión más importante en torno del lunfardo ha sido saldada y es la que afirmaba que era un argot carcelario. Ya no se lo considera argot carcelario, o al menos, pocas personas lo considerarán así, pero nadie ha discutido la noción de argot, y se fue dando como aceptada. Los estudiosos del lunfardo no se preguntaron el porqué de considerar como argot algo tan intrincado como el lunfardo. En sus pocas posibilidades de definición, por su origen, sus composiciones, las palabras que lo integran y su uso cotidiano, el lunfardo sigue dando que hablar a través de los años al mismo tiempo que se enraíza en el habla de los argentinos como algo más nuestro que el simple español que heredamos de los colonizadores. REFERENCIAS BIBLIOGRÁFICAS Conde, O. (S/F), El lunfardo en la literatura argentina. Ferguson, C. (1959), Diglosia, Word nº 15. Glozman, M. y Lauría, D. (2012), Voces y ecos. Una antología de los debates sobre la lengua nacional (Argentina 1900-2000), Buenos Aires, Cabiria/ Biblioteca Nacional. Gumperz, J. (1962), Tipos de comunidades lingüísticas, Anthropological Linguistics nº4. Lorenzino, G. (2016), El lunfardo en la evolución del español argentino. PAGE \* MERGEFORMAT9