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332 Gentrificación y centralidad: hacia una conceptualización del proceso de aburguesamiento Bárbara Teresa Romano1 Introducción: Hacia el siglo XXI existe una tendencia que lleva a que los lugares centrales de la ciudad y la centralidad se constituyan como una plataforma fundamental de integración de la ciudad local, así como de ésta a la ciudad global. De allí el incremento del peso que la noción de centralidad adquiere en el planeamiento de las ciudades y en el campo de la investigación en ciencias sociales. Esta noción se vuelve clave a la hora de interpretar los diferentes ritmos urbanos de las ciudades, como la segregación, la fragmentación, la gentrificación, el aburguesamiento, entre otros. Esos ritmos urbanos implican concepciones de la/s centralidad/des y lo que ocurre con ellas en el marco de las transformaciones urbanas contemporáneas. En este capítulo realizaremos en un primer momento un recorrido por los antecedentes de la centralidad, partiendo de la escuela radical y focalizando en uno de sus principales exponentes de esa escuela: el sociólogo Henri Lefebvre. En ese contexto analizaremos el surgimiento de la gentrificación como proceso urbano, y sus principales debates desde la perspectiva del consumo (Ley, D. 1992 y 1996) y la perspectiva de la producción (Neil Smith, 1996]2012]). En la segunda parte analizaremos en el contexto de la corriente de pensamiento de la Geografía posmoderna la obra de Edward Soja. Allí se contemplará no solamente su continuidad con la obra de Lefebvre en la Teoría del tercer espacio, sino también su obra primordial: Postmetropolis: critical studies of cities and regions (2008) [2000] en el contexto de la globalización neoliberal y además nos permitirá reflexionar sobre las diferencias entre los procesos de gentrificación y de aburguesamiento desde la perspectiva de autores como Fernando Carrión, F. (2005 y 2007), Anne Clerval (2008), Delgadillo Polanco, V. (2010). Nuestra intención es, entonces, analizar bajo el “paraguas” de la centralidad el surgimiento de la gentrificación como proceso urbano en los años ´60, como así también los debates posteriores que giraron en torno a las diferencias entre gentrificación y aburguesamiento en el contexto de la globalización (pos)neoliberal. 1-La centralidad en la Geografía radical y el surgimiento del proceso de la gentrificación Romano, B. (2017) “Gentrificación y centralidad. Hacia una conceptualización del proceso de aburguesamiento” en Liberalli, A.M., Vidal Koppmann, S. y Orduna, M. (directores) Movilidad y pobreza III. Conectividad y marginación. Buenos Aires. ISBN 978-987-425678-2. Págs. 333356. 1 333 Desde los años ´60 como consecuencia de los movimientos a favor de los derechos civiles en Estados Unidos y del “descubrimiento” por parte de muchos intelectuales de bolsas de pobreza en el país de la opulencia y, por otra parte, de los movimientos pacifistas surgidos como respuesta a la guerra de Vietnam; definían la necesidad de generar cambios en la forma de concebir e investigar en Geografía. Al mismo tiempo en Europa se plantea el fin de la etapa de bienestar característica de las dos décadas consecutivas a la Segunda Guerra Mundial, el recrudecimiento de los conflictos sociales, la gran crisis universitaria de mayo del 68, las primeras tomas de conciencia de la crisis ecológica; es decir un nuevo clima social que pedía a la Geografía cambios radicales y críticas al ambiente académico y al saber geográfico cuantitativo2. La propuesta de los intelectuales e investigadores de corte cuantitativo proponían una formalización geométrica del espacio y consideraban a la Geografía como una ciencia espacial, en donde la cientificidad proviene de la teorización y del uso de la metodología de las ciencias naturales. Esto llevó a realizar analogías entre el campo cognoscitivo de los hechos naturales y el de los acontecimientos sociales, y a imponerse una matematización en el tratamiento de la información y presentación de sus resultados. La crítica a esta corriente de pensamiento converge en aceptar que los geógrafos neopositivistas han llegado a un razonamiento “espacialista” en donde las relaciones entre grupos o clases sociales se presentan como relaciones entre áreas. En este razonamiento el espacio es, entonces, una variable independiente. Así aparece el requerimiento de que los geógrafos radicales superen el empiricismo a través de una filosofía social revolucionaria, de una nueva ciencia social que contenga a la Geografía. Se buscan nuevos temas de estudio como la pobreza, los guetos, las condiciones de vida urbana (servicios públicos, crisis de la vivienda), el bienestar social (a través de la Geografía del Bienestar), el imperialismo y el neocolonialismo, etc. La geografía alternativa o anti-cuantitativa, o bien se centra en el análisis del espacio social (Geografía Radical, Geografía del Bienestar), o bien en el espacio vivido (Geografía Humanista). Gran parte del nuevo movimiento geográfico se autodefine como “nueva geografía de izquierdas” y aparece reflejado en nuevas publicaciones como la revista Antipode: A radical Journal of Geography, editada por La Geografía cuantitativa, la New Geography, nace como respuesta a las necesidades económicas y sociales que surgieron tras la Segunda Guerra Mundial, ya que el paradigma clásico (desde su óptica regionalista) no era capaz de ofrecer soluciones a la nueva problemática urbana e industrial. El método científico se basa en la positividad lógica, que se expresa en el lenguaje matemático. La geografía cuantitativa produjo innovaciones en la investigación urbana. En cuanto al sistema urbano, un antecedente importante fue la teoría explicativa de las redes urbanas (teoría del lugar central) a partir del análisis del sistema urbano de Brian Berry (1958). También vinculadas aparecen distintas teorías explicativas como la Regla Rango-Tamaño y modelos explicativos de la estructura urbana (análisis de factores económicos subyacentes, patrones de localización de actividades y funciones en el suelo urbano, entre otros) que aplican la Teoría General de Sistemas principalmente en el campo de la planificación urbana y en analizar los sistemas territoriales. Sus principales defensores fueron Fred Schaefer a través de su obra “Excepcionalismo en Geografía” de 1953, William Bunge con su obra Theoretical Geography de1962, David Harvey quien en 1969 escribió Explanation in Geography. 2 334 Richard Peet, la francesa Hérodote, una publicación geopolítica impulsada por Yves Lacoste, la alemana Roter Globus o la española Geo-Crítica. Según autores como Mattson, (1978) y Gintrac. (2013) existen dos publicaciones representativas del temario de la Geografía radical: Fitzgerald: geography of a revolution de William Bunge de 1971 y Social Justice and the City de David Harvey de 1973. La publicación de William Bunge de 1971 fue el trabajo que documentó la "Expedición Geográfica" de Detroit (D.G.E.) o, como originalmente fue llamada, "la sociedad para la exploración humana". Bunge era residente de un barrio, en donde el mayor porcentaje era población negra. El barrio estaba sometido a un proceso de “ghettización” con fuerte especulación del suelo y represión social. “Bunge intentó aplicar sus conocimientos geográficos poniéndolos al servicio de la comunidad. Con este fin se puso primero a disposición de las organizaciones comunitarias ya existentes, tratando de ganarse su confianza, averiguando cuáles eran sus prioridades y problemas sobresalientes e intentando luego encontrar formas de resolverlos o de luchar contra ellos utilizando las herramientas de su profesión. Pronto se dio cuenta de que sus vecinos sabían mucho más que él sobre el barrio y se puso a recolectar información, a reconstruir la historia del barrio y él mismo bajo la dirección de la comunidad, utilizando y desarrollando este conocimiento colectivo. Empezó a enseñar a estos geógrafos populares y espontáneos, de manera informal, ciertos métodos geográficos, y cómo utilizarlos en la lucha para la conservación y protección de su barrio, que se hallaba a merced de los urbanizadores y propietarios.” (Mattson, K. 1978:7). La segunda publicación mencionada, la de David Harvey de 1973, hace énfasis en la falta de capacidad que los métodos de la Geografía cuantitativa tenían para resolver las contradicciones internas de la Geografía. Al mismo tiempo en sus capítulos muestra una postura más radical, preocupada por examinar la teoría marxista desde un punto de vista apenas tratado por Marx: el espacial. Para los geógrafos radicales el espacio no es una variable independiente sino que es un producto social, porque es fruto de un proceso político, social, económico, histórico; por lo cual está en constante transformación. La Geografía marxista persigue construir una teoría social del espacio, siendo el espacio la expresión de la estructura social (diferencias de clase social). En esta misma corriente de pensamiento, pero con su propia impronta, se encuentra otro pensar del fenómeno urbano, el filósofo y sociólogo francés Henri Lefebvre. Este autor concibe al espacio como una construcción social, a través de la estructuración o reestructuración urbana. En su construcción introduce la noción de continuidad, de movimiento -flujos- y considera los diferentes intereses envueltos en la constitución del espacio. Para este autor las estructuras, las formas urbanas y las funciones no son suficientes para explicar el fenómeno urbano, como en el caso de los cuantitativos. Lefebvre sostiene en sus obras “El derecho a la ciudad” (1978) y “Revolução urbana” (1999) [1970] que el urbanismo contribuye a la acción de opresión frente al usuario de la ciudad. El urbanismo olvida las necesidades sociales y se ilusiona en crear 335 espacio, pensando que de esta manera controlará también (y mejor) la vida cotidiana y creará nuevas relaciones sociales entre los habitantes de la ciudad. En este sentido Lefebvre habla de la ciudad como mediación. En donde el orden lejano (el de la sociedad, regulado por grandes y poderosas instituciones como la iglesia y el Estado) se impone al próximo (relaciones entre individuos en grupos más o menos extensos) a través de la planificación. Esa planificación que también configura, refuerza, las centralidades de las ciudades (las refuerza porque excluye). La ciudad estipula, ordena, porque es una mediación entre el orden próximo y el lejano. El orden lejano se proyecta sobre el orden próximo, pero el orden próximo no refleja el orden lejano. El orden próximo no se entrega al orden lejano porque la ciudad es considerada como obra de determinados agentes, que promueven –a través de estrategias urbanas- procesos de segregación. Lefebvre sostiene, por un lado, que el planeamiento reduce al hombre en su función de habitante, quitándole las posibilidades de “habitar” es decir de convivir y participar de la vida social. Y por otro lado trabaja la idea de segregación: que se manifiesta a través de las políticas gubernamentales que privilegian a unos pocos, y en general –en la actualidad- a los sectores vinculados con el capital inmobiliario. La planificación aparece justificada por el liberalismo, encubriendo un planeamiento de tipo tecnocrático en donde el cientificismo que acompaña a las formas deliberadas del racionalismo operativo tiende a descuidar lo que llaman “factor humano”. Para Lefebvre la segregación es la contradicción de la centralidad. La ciudad es definida como centralidad. La centralidad es un conjunto de puntos de encuentros, donde la sociedad se representa y puede visibilizarse. En la centralidad hay movimiento. La ciudad es el encuentro de los diferentes, por eso es centralidad: es una mediación entre los diversos. La centralidad es un producto social y lugar –por excelencia- de la reproducción del capital: el capital se reproduce produciendo espacio. En “Revolução urbana” (1999) [1970] sostiene que “la centralidad define lo u-tópico (lo que no tiene lugar propio; pero que lo busca). Y lo u-tópico define la centralidad. La separación de los fragmentos y de los contenidos, o su reunión confusa, no pueden definir (y por consiguiente expresar) el fenómeno urbano. Es necesaria una lectura total que reúne las lexías (es decir las lecturas parciales) de los geógrafos, demógrafos, economistas, sociólogos, semiólogos, etc.” (Lefebvre, H. 1999 [1970]: 177). Por lo tanto, para Lefebvre la centralidad es la esencia del fenómeno urbano. La centralidad no es estática, sino que se define como un movimiento que a lo largo del tiempo cambia, se recrea. La centralidad es aquel carácter de los lugares que puede definir que cada punto del territorio pueda ser una centralidad y caracterizar al entorno y llenarlo de sentido. Por ello la centralidad no es un contenedor –un espacio definidosino un contenido. Para Lefebvre el derecho a la ciudad está relacionado directamente con un carácter esencial del espacio urbano que es su centralidad por lo cual el derecho a la ciudad es derecho a la centralidad, a no convertirse en periferia. En ese contexto en donde la noción de centralidad se corre de su lugar “funcional” para el desarrollo de las ciudades, y en donde comienza a surgir la preocupación por recuperar espacios “centrales” en desuso; surge la gentrificación como concepto. 336 En su origen, gentrificación es un neologismo inglés inventado en 1964 por Ruth Glass, socióloga marxista, a propósito de Londres. El término está compuesto a partir de gentry, palabra que remite a la pequeña nobleza terrateniente en Inglaterra, pero también, más comúnmente, a la buena sociedad, a las personas bien nacidas, en un sentido peyorativo. Esta nueva palabra tiene por lo tanto un sentido crítico en relación con el proceso que designa. En Londres, en los años 1960, se trataba de la rehabilitación del antiguo hábitat popular a través de su apropiación por parte de parejas ricas, en particular en el distrito de Islington, al norte de la City. Recién en los años 1970-1980 la noción es retomada por investigadores ingleses y norteamericanos, principalmente geógrafos, quienes teorizan sobre el concepto. El geógrafo N. Smith (2012) [1996] reconoce que la aparición de la gentrificación ha desencadenado debates académicos entorno al desplazamiento de la población de bajos recursos de los barrios centrales, lo que pone en juego la “pertinencia de las políticas urbanas” y por otro lado señala que la gentrificación desafía las teorías tradicionales de la Escuela de Chicago, la tradición de la Ecología Social o la Escuela positivista de Economía Urbana de postguerra porque ninguna de ellas contempla la posibilidad de que un «retorno a la ciudad» pudiera ser adecuadamente previsto: es decir que se habla de “vuelta al ‘centro’” de las clases altas, aunque se comprueba que se trata más bien de una no partida al «suburbio» que de un verdadero retorno (en este sentido N. Smith analiza los casos de París, Budapest y Ámsterdam; además de Nueva York). Por último, el autor sostiene que los debates entorno de la gentrificación se han transformado en «un campo de batalla teórico e ideológico clave» entre dos posturas: por un lado, aquéllos que ponían el énfasis en la decisión cultural e individual, en la demanda de consumo y de los consumidores (cuyo principal exponente es David Ley, 1992 y 1996) y, por otro, aquéllos que daban prioridad a la importancia del capital, las clases y el ímpetu de las transformaciones en la estructura de la producción social (desde esta perspectiva ofrece sus explicaciones N. Smith (2012) [1996]). Es decir que en los debates académicos, las dos posturas antes señaladas se sintetizan bajo la perspectiva del consumo y la perspectiva de la producción: “La perspectiva del consumo fue adoptada por políticos liberales que celebraban abiertamente el advenimiento de la ciudad postindustrial y la reconstrucción de los barrios pobres al tiempo que lamentaban los costes sociales. En la medida en que se concentraban en cuestiones de clase, lo hacían sobre la clase media, frecuentemente una nueva clase media, orgullosamente considerada como el sujeto de la historia. Por el contrario, las explicaciones desde la perspectiva de la producción venían avanzadas por lo general por los afiliados a la teoría social radical, incluido el marxismo, para quienes la gentrificación era un síntoma de una geografía de clase de la ciudad más amplia que estaba siendo continuamente replicada y reinventada de diversos modos, y que incluía ciertos patrones y ritmos de inversión de capital en viviendas.” (Smith, N. 1996 [2012]: 89-90). En los años 1980-1990 los debates tratan principalmente sobre las causas de este proceso: Neil Smith sostiene que la gentrificación está ante todo ligada a una reinversión [de capitales] en el centro por parte de los poderes públicos y los actores inmobiliarios privados, produciendo una nueva oferta de alojamientos de lujo en los antiguos barrios populares; por el contrario, David Ley lo explica principalmente por las elecciones individuales de las familias gentrificadoras, salidas de una nueva clase media 337 (que en sus trabajos denomina new middle class) que se caracteriza por nuevas elecciones residenciales. Para explicar esta nueva preferencia de las clases medias por el “centro”, varios trabajos ponen en evidencia la importancia del lugar de las mujeres, a la vez activas y algunas veces criando solas a sus niños, o la afirmación de modos de vida diferentes como las parejas homosexuales. Muchos autores sostienen que tanto la perspectiva del consumo como la perspectiva de la producción son necesarias para analizar de una manera compleja los procesos de gentrificación. La comprensión del proceso estriba, justamente, en combinar ambas perspectivas entendiendo que cada proceso de gentrificación posee su idiosincrasia. Así lo analizan, por ejemplo, Anne Clerval (2008) en su trabajo sobre París3, Ernesto Lopez Morales (2013) para las ciudades chilenas 4. Samuel Jaramillo (2015) en Bogotá5, y hasta el mismo Neil Smith (1996 [2012]) sostiene que si bien desde su mirada prevalece la perspectiva de la producción por sobre la del consumo; ambos son necesarias en el proceso analítico de los casos: “Resulta excesivamente limitado explicar la gentrificación únicamente de acuerdo con las preferencias del gentrificador, ignorando el papel de los constructores, los promotores inmobiliarios, los dueños de las propiedades, los prestamistas, las agencias gubernamentales, las inmobiliarias —los gentrificadores en tanto productores. Una teoría más amplia de la gentrificación debe tener en cuenta tanto la función de los productores como la de los consumidores, y cuando esto sucede aparece que las necesidades de la producción —en particular la necesidad de generar una ganancia— constituye un incentivo subyacente a la gentrificación más importante que la preferencia de los consumidores. Esto no quiere decir, de un modo naif, que el consumo es la consecuencia automática de la producción, o que la preferencia de los consumidores es un efecto totalmente pasivo de la producción. Tal cosa supondría afirmar una teoría de la soberanía del productor, tan parcial como su contraparte neoclásica. La relación entre producción y consumo es más bien simbiótica, pero se trata de una simbiosis en la que es el capital en busca de beneficio lo que resulta predominante. La preferencia de los consumidores y la demanda de viviendas gentrificadas puede ser, y es, creada, de forma evidente, por la publicidad.” (en Smith, N. 1996 [2012]: 110) Las discusiones en torno a estas perspectivas son las que han guiado los debates académicos entorno a la gentrificación desde la década de 1960. Pero en el siglo XXI, y en el contexto de la globalización neoliberal, se han desatado nuevos debates que han puesto en cuestión el proceso de gentrificación y la posibilidad de que la gentrificación Clerval, A. (2008) La gentrification à Paris intra-muros: dynamiques spatiales, rapports sociaux et politiques publiques PhD thesis. Université Panthéon-Sorbonne - Paris I (2008-1204), http://tel.archives-ouvertes.fr/tel-00347824 3 Lopez Morales, E. (2013) “Gentrificación en Chile: aportes conceptuales y evidencias para una discusión necesaria” en revista de Geografía Norte Grande, 56: xx-xx. 4 5 Jaramillo, S. (2015) ¿Gentrificación en Bogotá? repensando la noción de gentrificación en América Latina a partir del caso de Bogotá. En actas del I congreso latinoamericano de teoría social. http://diferencias.com.ar/congreso/ICLTS2015/ponencias/Mesa%2040/ICLTS2015_Mesa40_Ja ramillo.pdf 338 –en sí misma- sea capaz de explicar todos los procesos de reactivación y renovación urbana de zonas centrales degradadas. En ese sentido aparecen nuevos debates que tienden a profundizar ciertos aspectos de la gentrificación que ya escapan al debate entre las perspectivas del consumo y de la producción. Se trata de argumentos que desarman el proceso de la gentrificación –justamente porque la génesis de esos procesos son diferentes: es decir no surge a partir del proceso de desinversión y posterior desplazamiento de la población de bajos ingresos- y lo rearman en procesos que han sido denominados como boutiquización o aburguesamiento. En esta tesis apoyamos la idea de que gentrificación y aburguesamiento son procesos diferentes (Carrión, F. 2005 y 2007; Clerval, A. 2008), en contraposición a los autores que sostienen que son procesos homónimos (García Herrera, L. 2001, Díaz Parra, I. 2013). 2- La centralidad en la Geografía posmoderna y los debates entre la gentrificación y el aburguesamiento En la transición entre los años ´80 y ´90 comienza a asomarse la corriente posmoderna en Geografía, que se caracteriza por su incredulidad hacia cualquier teoría –el relativismo teórico-, la defensa de la diferencia, la flexibilidad, la subjetividad, la discontinuidad y la fragmentación del conocimiento. Para muchos autores como Pillet Capdepon (2004) la Geografía posmoderna es una expresión del capitalismo avanzado o postindustrial, devenida de planteamientos posfenomenológicos y posestructuralistas. Para ese mismo autor esta Geografía posmoderna no significa una ruptura con la corriente radical sino “nuevas líneas de investigación en la tensa relación que existe entre espacio y cultura o geografía cultural (Clua y Zusman 2002: 113-115) aportando nuevas propuestas al llamado giro cultural”. (en Pillet Capdepon, 2004:150). Uno de los principales exponentes es el geógrafo norteamericano Edward Soja, quien retoma los escritos de Lefebvre sobre la concepción del espacio y realiza su “Teoría del tercer espacio”. En su obra Thirdspace (1996) sostiene que el espacio está compuesto por tres espacios: el primer espacio (espacio concebido), el segundo espacio (espacio percibido) y el tercer espacio (el espacio vivido)6. Estos espacios tienen una relación trialéctica porque no es posible comprender cada uno de ellos de forma aislada, sino en conjunto. Para Soja la totalidad es compleja y para abordar esa complejidad es preciso romper con los dualismos como “sociedad-naturaleza”, “sujeto-objeto” e introducir una tercera categoría que Soja denomina Thirding as Othering con el objetivo de abrir una alternativa para desordenar, desconstruir lo construido y rearmarlo dentro de una nueva dinámica que interpreta una realidad más amplia, abierta a la complejidad de la totalidad. Algunos años más tarde, Soja avanza con el estudio de lo que él denomina la “Posmetrópolis” a través de su obra Postmetropolis: critical studies of cities and regions (2008) [2000]. Allí define a la postmetrópolis como una forma de resaltar las diferencias entre las regiones urbanas contemporáneas y aquellas que se consolidaron en la segunda mitad del siglo XX, porque la metrópolis del siglo XX –aquella que surge en el contexto de la 2º Guerra Mundial- es la que se agota, se disuelve. Se agota el modelo fordista de producción y con ello también mutan las ciudades modernas. 6 Soja, E. (1996) “The trialectics of spatiality”, en Thirdspace: journeys to Los Angeles and other real-and-imagined places, Oxford. Blackwell Publishers. 339 “la postmetrópolis representa, en gran medida, un resultado, o mejor, una extensión de ese urbanismo moderno y modernista, una metamorfosis aún parcial e incompleta que siempre llevará consigo restos de los espacios urbanos previos. Pero al mismo tiempo, la metrópolis postmoderna, postfordista y postkeynesiana representa algo considerablemente nuevo y diferente”. (Soja, 2008 [2000]: 218). La postmetrópolis representa la intensificación de los procesos de globalización neoliberal, en donde lo global se está volviendo local y lo local se está volviendo global. Allí es donde se fusiona una ciudad con características de las ciudades de Primer, Segundo y Tercer mundo. Mientras que Para Lefebvre la ciudad es definida como centralidad porque cada punto del territorio de la ciudad puede constituirse como una centralidad. Para Soja la centralidad es la postmetrópolis en el contexto de la globalización neoliberal, resultado de la acumulación de tiempos del pasado. Es la metamorfosis de tiempos, espacios y espacialidades. La Postmetrópolis de Soja toma forma en sus seis discursos: 1) la metrópolis industrial postfordista, 2) Cosmópolis, 3) Exópolis, 4) la ciudad Fractal, 5) el archipiélago carcelario y 6) Simcities. Desde la perspectiva que ofrece Soja es posible encontrar distintos tópicos sobre la temática de la centralidad y de los procesos de gentrificación y aburguesamiento en todos sus discursos sobre la postmetrópolis. En el primer discurso “la metrópolis industrial” es posible encuadrar la temática en el proceso de formación de la metrópolis industrial postfordista con una especialización más flexible. La liberalización económica y las políticas de desregulación, junto con la gestión pública flexible (en cuanto a la normativa de uso del suelo) han privilegiado el aumento de la renta urbana y la promoción de negocios inmobiliarios, a partir de la implementación de estrategias de city maketing que buscan de modo directo atraer a capitales internacionales. Estas estrategias son las que muchas veces promueven la creación de centralidades (tanto de nuevas centralidades, como la revitalización o degradación de las centralidades existentes) y también propulsan procesos de gentrificación y aburguesamiento. Desde el segundo discurso –Cosmópolis- es posible analizar la temática de las centralidades y de la gentrificación y aburguesamiento porque trata de la globalización de la capital urbana, trabajo, cultura y la formación de una nueva jerarquía de ciudades globales. Para Soja, 2008 [2000] el término cosmópolis, que se refiere a la ciudadregión globalizada y culturalmente heterogénea, tiene un desarrollo reciente. “Hacia la década de 1990 la mayor parte de las metrópolis estadounidenses y canadienses ya no estaban concentradas exclusivamente en torno a los núcleos originales de las ciudades [...] La metrópolis del siglo XX se ha convertido en una región urbana policéntrica. (Isin, 1996a, 98-99) Cualquiera que sea la metáfora que usemos para describir la metrópolis sin límites —la región metropolitana polinuclear, la región urbana policéntrica, la nueva tecno-ciudad, postsuburbia, la metrópolis galáctica, la sin-ciudad, la forma urbana postmoderna, la ciudad-estado— la nueva forma urbana está «marcada por una fragmentación inimaginable hasta el momento; mediante inmensas distancias entre sus ciudadanos, literales, económicas, culturales, sociales y políticas; y mediante novedosos problemas de 340 planificación, que están creciendo en importancia y que podrían requerir cambios en el modo en que pensamos la planificación urbana en sí misma» (Bloch, 1994: 225)” (en Soja, 2008 [2000]: 329-330). Las centralidades, como partes constitutivas de las ciudades globales, se están multiplicando porque para Soja la Cosmópolis expresa el carácter global de la metrópolis sin límites -si bien sigue siendo una polis- pero fragmentada, de crecimiento descontrolado, polinuclear y global. En su tercer discurso –Exópolis- Soja sostiene que el prefijo exo- (fuera) es una referencia directa al crecimiento de las ciudades «exteriores» y también sugiere la creciente importancia de las fuerzas exógenas a la hora de conformar el espacio urbano en la época de la globalización. En este sentido sostiene que la Exópolis se describe como “la ciudad de dentro a afuera” y también como “la ciudad de fuera a adentro” (Soja, 2008 [2000]). Al mismo tiempo la postmetrópolis refleja las metropolaridades, es lo que Soja denomina en su cuarto discurso La Ciudad Fractal, en donde se visualiza la profundización de las diferencias socioeconómicas tras los procesos de urbanización en la postmetrópolis. Para el autor estas diferencias estratificadas de clase no son nuevas, sino que continúan y toman una forma polimórfica y fracturada: “los segmentos de población que en mayor medida han contribuido a incrementar las metropolaridades y el creciente abismo de rentas: la clase de profesionales superiores alimentada por jóvenes urbanos y la infraclase atiborrada de inmigrantes formada por los «verdaderamente desfavorecidos» y los trabajadores pobres.” (Soja, 2008 [2000]: 387). Para Soja (2008) [2000] el paisaje postmetropolitano está repleto de distintos espacios fortificados, protegidos de peligros -tanto reales como imaginarios- de la vida diaria. En el Archipiélago Carcelario, nombre del quinto discurso, se atrincheran individuos en islas urbanas visibles y no visibles; supervisados por mecanismos de seguridad pública y privada. Para el autor en el centro de la ciudad se produce la encarnación física de un espacio vigilado y carcelario, en forma más evidente que en ningún otro lugar (Soja, 2008 [2000]). Con este quinto discurso se vincula el sexto: Simcities, que trata sobre la imaginaria reestructuración urbana y la creciente hiperrealidad de la vida urbana, es decir la manipulación de la conciencia cívica y las imágenes populares del espacio y de la vida urbana con el propósito de mantener el orden7. Para el autor es allí donde la arquitectura se obsesiona con la seguridad y con el ataque al espacio público, bajo la privatización y el declive del Estado de bienestar. De esta sintética presentación de las características de la postmetrópolis de Soja (aunque no por ello simplista) nos interesa rescatar, a los fines de nuestros objetivos de trabajo, la idea de que en la postmetrópolis se diluyen las características de las ciudades duales: lo rural y lo urbano, los ricos y los pobres, la ciudad y el campo porque la postmetrópolis resulta de una conjunción de todas esas características porque rompe con el pensamiento dialéctico (propio de la escuela radical) y se focaliza en el pensamiento trialéctico, como lo señala la teoría del tercer espacio. La Postmetrópolis es una ciudad En ese sentido Soja hace referencia al fenómeno de la PSICASTENIA que es un síndrome psicológico asociado a la vida en la postmetrópolis, en donde la identidad de los espacios está cambiando rápidamente. 7 341 región globalizada y culturalmente heterogénea, en donde el proceso de globalización ha configurado una urbanización regional de múltiples escalas. Allí se representa la afirmación y la negación de la centralidad -¡Porque la centralidad también se desvanece!- es donde se profundiza la polarización social y las inequidades como así también la obsesión con la seguridad y la vigilancia. En la postmetrópolis los núcleos urbanos son inestables e impredecibles, lo que lleva –explica Soja- a redoblar los esfuerzos en marketing de la ciudad por parte de los promotores inmobiliarios en consonancia con los gobiernos locales (que se alinean “funcionalmente” al capital inmobiliario) para atraer nuevas inversiones. Para muchos autores la gentrificación es uno de los procesos urbanos que identifica la posmodernidad (Smith, N. 1996; Clerval, A. 2008) y –por lo tanto- a la postmetrópolis. Sin embargo en este trabajo sostenemos que la gentrificación resulta insuficiente si se pretende forzarla para que explique todos los procesos que resultan en renovación urbana en zonas en donde el proceso no estuvo antecedido por el desplazamiento de sectores populares ni por un proceso previo de desinversión. Muchos autores señalan que en los países de América Latina lo que prevalece no es la gentrificación sino la boutiquización: “La gentrificación existe parcialmente en algunas centralidades de las ciudades latinoamericanas, mientras que en la mayoría de ellas lo que existe es la boutiquización, en tanto no hay recambio del contenido social de la población, sino más bien la mutación de la función residencial por otras funciones y usos del suelo acordes con las nuevas realidades de la centralidad: comercio, servicios, administración pública y privada. Muchos centros históricos se llenan de restaurantes-boutique, hoteles-boutique, bancos-boutique y boutiques-boutique.” (Carrión, F. 2007: 531) Es decir que para la definición de gentrificación Fernando Carrión (2005 y 2007) toma la noción clásica de Ruth Glass centrada en el desplazamiento de los sectores de bajos ingresos y en el aumento de la renta de monopolio de segregación, mientras que para la boutiquización se centra en los procesos de reforzamiento de la clase social preexistente: no cambia la clase social ni la composición del barrio, sino que hay un cambio del tradicional uso residencial del suelo. En la boutiquización -a diferencia de la gentrificación- el cambio del uso del suelo residencial a otro comercial y administrativo es el que genera las ventajas económicas derivadas del factor de localización (vinculado a la centralidad). Como ejemplos Carrión (2005) cita el caso de la Candelaria en Bogotá en donde se cambia la población por universidades, por centros culturales y por restaurantes de elite; en Lima sale la población de bajos ingresos y entran negocios de prestigio y servicios turísticos; en Quito entran restaurantes y hoteles para el turismo calificado. Es una gentrificación por "boutiquización" sostiene Carrión, en su libro “Pobres ciudades pobres” (2005). Para otros autores “la boutiquización es la invasión del pequeño comercio de lujo al menudeo que sustituye la función habitacional de obreros y población de bajos ingresos” en Delgadillo Polanco, V. (2010: 841). Para ese autor la boutiquización se 342 encuadra dentro de la cuarta ola de la gentrificación8. Esta “ola” si bien continua con su referente clásico (la rehabilitación de barrios antiguos, céntricos y decadentes), la gentrificación pasa a masificarse y abarcar nuevos territorios como costas marítimas, áreas urbanas pericentrales, periferias urbanas y áreas rurales; rehabilitación, destrucción y obra nueva; vivienda definitiva, temporal y alojamiento para turistas; centros de convenciones, oficinas, residencias de lujo, distritos gastronómicos y de compras exclusivos y excluyentes, etc. Por ello la gentrificación toma forma en nuevas denominaciones como la estudiantificación (se refiere a la invasión de un gran número de estudiantes de clase media en barrios y pueblos cercanos a una universidad privada), la turistificación (se refiere a la transformación de barrios en enclaves de consumo destinados fundamentalmente para turistas), la gentrificación de las provincias (es un proceso que se realiza en cascada, desde la gran ciudad hacia las ciudades más pequeñas), la gentrificación rural (se trata de la invasión de clases medias en busca de un alojamiento permanente o residencial cerca del campo, desplazando a campesinos y residentes de áreas rurales), el nuevo urbanismo gentrificador (se refiere a los procesos de gentrificación en las ciudades del “tercer mundo” para transformarlos en centros de consumo para turistas, inversionistas o residentes temporarios o permanentes del “primer mundo”) y la supergentrificación (se refiere a la intensificación de los procesos de gentrificación en barrios selectos de las ciudades gentrificadas, tal es el caso de Nueva York). En este sentido muchos autores caracterizan al proceso de la gentrificación como de “destrucción-creativa” (Smith, N.1996 [2012]; Carrión, F. 2005; Delgadillo Polanco, V. 2010) porque es lo mismo rehabilitar edificios existentes, que destruirlos y reconstruir un nuevo paisaje urbano con edificios de calidad arquitectónica para destinarlos a la vivienda, comercio o servicios para las clases medias. Hasta aquí hemos encontrado dos perspectivas bien diferenciadas con respecto a la boutiquización, porque una refiere al reforzamiento de un segmento social preexistente como consecuencia del proceso de renovación urbana (Carrión, F. 2005 y 2007) mientras que la otra indica que su condición de producción lleva al reemplazo de la población originaria por otra de clase media (Delgadillo Polanco, V. 2010). Es decir que en la primera perspectiva la gentrificación y la boutiquización son fenómenos diferentes, mientras que en la perspectiva del segundo autor la boutiquización es un “tipo” de gentrificación. Otro de los fenómenos que también describe algunas de las transformaciones en las ciudades posmodernas, posfordistas y poskeynesianas (o, en palabras de Soja, E. (2000), a la postmetrópolis) es el aburguesamiento. Desde nuestra perspectiva de trabajo ya venimos desarrollando la idea de que gentrificación y boutiquización no son sinónimos, como así tampoco lo son con aburguesamiento. Hablar de aburguesamiento del espacio en la era de la globalización neoliberal no significa que se constituye una (nueva) centralidad, sino que se refuerza el segmento social preexistente a través de la densificación en el uso del suelo residencial como así también comercial (tal como plantea la boutiquización). Al mismo tiempo para el aburguesamiento interesa tener presente de la gentrificación los cambios que se producen en la renta de monopolio de segregación, tanto a través de la concentración de la renta urbana como del aumento de “La primera ola (1968-1972) fue de gentrificación esporádica; la segunda (1978-1988) de expansión; la tercera (1994-1999) de retorno y gran expansión; y la cuarta ola, un proceso en hiperexpansión y mutación.” (En Delgadillo Polanco, V. 2010: 840) 8 343 su valor. Es decir que aburguesamiento no es gentrificación (porque no implica el desplazamiento de población de bajos ingresos) ni tampoco es boutiquización porque las ventajas económicas no solamente provienen del cambio del uso del suelo sino también del aumento (y también concentración) de la renta urbana. Tampoco constituye una centralidad en sí misma, porque se sirve de los servicios e infraestructura de la centralidad preexistente. De allí deriva que ese espacio sea susceptible de ser aburguesado por los distintos actores sociales intervinientes (representados principalmente por los promotores inmobiliarios y los gobiernos locales): porque hay bienes y servicios urbanos que se valorizan, que llevan a que ese espacio mute a través del reforzamiento de la clase social preexistente y de los cambios en el uso del suelo. Por lo tanto, el aburguesamiento refleja el proceso de reforzamiento de la clase social preexistente al proceso de renovación urbana o, llegado el caso, de expansión de las funciones que concentran una centralidad (como son los comercios y servicios). El aburguesamiento describe lo que podemos llamar el “embellecimiento urbano”, en el sentido de que cobran importancia barrios enteros –o parte de ellos- a raíz de estrategias de city marketing que ven en estos espacios elementos susceptibles de ser valorizados que pueden variar entre la riqueza histórica (materializada en edificaciones tipo viviendas o espacios públicos como plazas, por ejemplo), los atractivos naturales (devenidos en atractivos turísticos) y los comercios. Esos elementos que se valorizan generan un efecto “cascada” de embellecimiento sobre el espacio circundante, que se traduce en un aumento de la renta urbana (en el sentido planteado por Neil Smith) como así también en una transformación de los residentes y consumidores de ese espacio (en el sentido planteado por David Ley). Entonces frente a este razonamiento es posible pensar que el aburguesamiento represente un “tipo” más de gentrificación (al estilo planteado por Delgadillo Polanco, V. 2010) que un proceso urbano en sí mismo; en donde la principal diferencia radica -justamente- en la base del razonamiento de la gentrificación: el desplazamiento (o sustitución, como dicen algunos autores) de la población de bajos ingresos por otra población de nivel socioeconómico medio-alto. Bibliografía Capdeón, F. (2004) “La geografía y las distintas acepciones del espacio geográfico”, en Investigaciones geográficas, nº 34, pp. 141-154. Universidad de Alicante Carrión, F. (2005) Pobres las ciudades de pobres, ed. OXFAM. La Paz, Bolivia. ------------- (2007) “Espacio público: punto de partida para la alteridad” en Segovia, Olga Ed. Espacios públicos y construcción social. Hacía un ejercicio de ciudadanía, Santiago de Chile, Ediciones SUR, pp. 79-97. Clerval, A. 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